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Una conferenciante de autoayuda
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un concurso de porras. Era como si, en lugar de aspirantes a la candidatura presidencial del PAN, los dos economistas y el abogado que disertaban en el auditorio del hotel Camino Real de Guadalajara aquella mañana del 2 de diciembre de 2011 fueran estrellas de algún reality de la televisión comercial. Era el segundo foro organizado por la fundación panista “Rafael Preciado Hernández”, uno de los encuentros montados a manera de debates para los precandidatos del blanquiazul a la Presidencia de la República. Quien abrió la ronda fue Santiago Creel Miranda, reconocido por su solemnidad al hablar, de la que intentó desmarcarse desde un principio al mostrarse más relajado y espontáneo. Poco tardó para caer envuelto en su característica retórica de
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jurista bien intencionado. Sus seguidores aplaudían y lanzaban arengas al final de cada propuesta que deslizaba. Después tocó turno a Josefina Vázquez Mota, economista de formación y exitosa conferencista en su etapa de empresaria, la que abandonó en 1999 cuando se involucró en política. Su porra competía en lo ruidosa con la de Creel y Ernesto Cordero Arroyo, también economista y tercero en discordia. De aquel encuentro resaltaron las maneras en la modulación de la voz de Josefina; era como si al hablar buscara enfatizar cada enunciado que decía. No negaba su origen, los cursos de autoayuda y superación personal a los que se dedicó. Y no había un momento en que abandonara ese sonsonete que hacía parecer que subrayaba cada palabra. Sostenía el micrófono frente a su boca, sin moverlo, semejante a un predicador evangélico más que a un político en campaña. Decía que iba a abrir Pemex a la inversión con un modelo similar a Petrobras, la empresa brasileña de capital mixto para explotación petrolera. Mientras hablaba, Cordero estaba sentado con una pierna cruzada y revisaba unos papeles; también sentando a unos metros, Creel leía unas tarjetas. A un costado, Fernando Canales Clariond, ex gobernador de Nuevo León y moderador del encuentro, permanecía callado, con la mirada distraída bajo 42
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sus pobladas cejas. Salvo el ruido de sus simpatizantes, nadie más festejaba los dichos de la entonces diputada con licencia. Los ademanes de Josefina —el brazo derecho firme en escuadra, en permanente sube y baja con el puño cerrado— reforzaban su lenguaje corporal, que le resultaba natural para enfatizar sus mensajes. De pronto comenzó a decir que la prosperidad tenía que ver con la felicidad humana, con la dignidad de las personas. “Cuánto podemos lograr si abrimos la competencia, si quitamos privilegios…”, decía para reforzar sus dichos sobre Pemex. Su condición de mujer no la pasó por alto. Afirmaba que las mujeres sabían lo que era rendir el gasto. “Sabemos muy bien cuando alcanza y alcanza para uno. […] Soy la hija de un comerciante. De un hombre probo y absolutamente honesto. Cada sábado alcanzaba a mi papá a su pequeño negocio. Me paraba en un bote de pintura para alcanzar el mostrador.” Al evocar su infancia apeló a las emociones, decía que sabía lo que era luchar por el pan de cada día. Sin dejar de sonreír, fue interrumpida de pronto por una ovación, seguida de una porra de un sector de los asistentes. Pocos minutos después de las 11 de la mañana tocó turno a Ernesto Cordero. Directo, sin ambages, el ex secretario de Hacienda afirmó que, si de economía se tra43
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taba, se debería conocer de lo que se estaba hablando para así proponer. Señaló que, aun sin ser ama de casa, en clara alusión a Josefina, enfrentó el alza del precio del aceite como responsable de las finanzas del país. “No se necesita ser ama de casa para conocer de economía doméstica”, subrayó. De sus tecnicismos sobre el control de la inflación, el manejo de los ingresos y el rendimiento de los presupuestos, Cordero se brincó a un dato que arrancó aplausos de sus seguidores. “Me avisan que acaba de renunciar Humberto Moreira…” No terminó la frase cuando el ruido del auditorio opacó lo que intentó añadir. Tuvo que esperar unos segundos a que disminuyera la gritería de la celebración para agregar: “Fui el primero que lo denuncié… y faltan las denuncias penales, que espero prosperen”. La caída del dirigente nacional del PRI parecía el combustible que necesitaban para encender los ánimos a esa hora de la mañana. Para los panistas, que el ex gobernador de Coahuila renunciara a la presidencia del tricolor era como un obsequio tardío luego de varias semanas transcurridas desde que se generara el escándalo por el endeudamiento millonario de las finanzas de la entidad durante su mandato. Cuando Santiago Creel tomó el micrófono se abrió un compás de silencio. Era su segunda intervención tras abrir aquel encuentro, que en principio se pensó como 44
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un debate sin que prosperara la idea ante la dirigencia nacional blanquiazul, renuente durante las semanas previas a la confrontación entre sus precandidatos. El senador con licencia trazó lo que para él significaba una política fiscal responsable. Ésta debería ir acompañada, argumentó, del combate a los monopolios y una política de competitividad. “¿Cuánto estamos invirtiendo en ciencia y tecnología?”, se preguntó. Hay una brecha entre sector productivo y sector de investigación en tecnología, añadió. Y aventuró que de llegar a la Presidencia de la República intentaría dar “el paso de la muerte” en educación. Subir el promedio de años de estudio de los alumnos de nueve a 12, pasar de educación básica a educación superior. Pese a que se le consideraba el precandidato más serio, aburrido y monótono, fue el único que concluyó su intervención con una idea que sonó a eslogan de campaña. “Libertad y conocimiento, ésa es la nueva lucha de Acción Nacional”, sentenció.
A J O S E F I N A V Á Z Q U E Z M O T A le costó trabajo llegar a la contundencia de frases cortas. Venía de una tradición de conferencista de autoayuda en la que comunicar es en sí lo esencial, relataba a principios de 2012 en una entrevista Ricardo Gutiérrez Padilla, mili45
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tante panista en Jalisco y enlace en la coordinación ciudadana durante la campaña presidencial con los llamados “liderazgos sociales”. En febrero de 2012, días después de la elección interna en la que Vázquez Mota resultó vencedora, Gutiérrez Padilla no tenía duda de que la ciudadanía que no simpatizaba con Acción Nacional presenciaría a partir de ese momento una “Josefina recargada”, una candidata “diferente”. Algo que al elector le resultaría por demás atractivo, pues confiaban en que los escépticos, los desencantados, notarían un “cambio” y la elegirían como opción presidencial. Pesaba en su contra el antecedente de los tres encuentros públicos con sus contrincantes por la candidatura presidencial del PAN, en los que mostró lo que se consideró un limitado y acartonado uso de la palabra. En ninguno se esforzó por trazar una idea de gobierno, evadió polemizar ante los señalamientos en su contra y se dedicó a formular un recetario de intenciones en el cual predominó el qué de lo que haría, sin mencionar el cómo lo realizaría. Ante la mirada de analistas políticos como Jesús Silva-Herzog Márquez, Josefina se paseó por el país en esas semanas con la sonrisa como único mensaje y con el discurso de género hecho pasar como novedad. Si bien no permaneció callada, lo 46
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que resultó imposible fue extraer una idea de sus palabras. “Lugares comunes envueltos en buenas intenciones. La candidata del PAN puede hablar durante horas sin que se tropiece con un argumento. Vázquez Mota padece la enfermedad que azota por igual a políticos y locutores. Ambos suelen ser víctimas de la palabrería: una incontinencia verbal que trata a la palabra como costal para tapar el silencio.”5 La apreciación no era distante de la observada por otros columnistas políticos. De su retórica quedó claro que era una mujer que provenía de la cultura del esfuerzo “en pro de la vacuidad cultural e ideológica, sustentada en la filosofía de autoayuda y la superación personal, especializada en el mucho hablar y poco decir, en el bla, bla, bla que no para pero que tampoco aporta nada sustancial”.6 Vázquez Mota irrumpió en el escenario político electoral de 2012 como una de las alumnas más aventajadas de Miguel Ángel Cornejo, aquel motivador de la filosofía positiva que marcó época con el llamado pensamiento de “excelencia”, tan común en el adoctrinamiento de ejecutivos en corporativos y empresas estadounidenses. Josefina trazó su ideario en 1999, cuan5
“Maternalismo”, Jesús Silva-Herzog Márquez, 13 de febrero de 2012, en http://blogjesussilvaherzogm.typepad.com/el_blog_de_jess_silva_her/2012/ 02/maternalismo.html 6 “Astillero“, Julio Hernández López, en La Jornada, 4 de abril de 2012.
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do publicó su libro Dios mío, hazme viuda por favor. El desafío de ser tú misma. En ese trabajo aclaraba que no era un “manual contra el hombre”, sino todo lo contrario; lo veía como un “llamado al crecimiento integral del ser humano, una invitación a la mujer para que cobre conciencia de su voluntad e inteligencia y se atreva a ser viuda del miedo a elegir, del temor a desarrollar sus talentos y potencialidades”. La visión de la mujer que plasmó se basaba en la idea de la superación personal, en la cual la realidad desaparecía para ser reemplazada por una actitud alegre y plantar cara a los infortunios. Tener autoestima es sentirse capaz de vivir la vida, escribió. “Desde pequeñas recibimos un catálogo rígido e inflexible de lo que podemos hacer, de lo que distingue a una niña buena y cómo evitar cumplir los requisitos de las malas. Las niñas decentes contestan ‘Favor que usted me hace’ cuando reciben un halago, y así se inicia el camino en donde el ‘qué dirán’ se convierte en el centro de nuestras vidas. A la invalidez y los temores se les ofrece una salida: la dependencia.”7 En 13 apartados la autora recorría con un dejo de estrechez bienpensante la condición de un sector de la población femenina a la que invitaba a “liberarse”. Las 7
Vázquez Mota, Josefina, Dios mío, hazme viuda por favor. El desafío de ser tú misma, Panorama, México, 2011.
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ideas livianas, el optimismo sano y el desvío de la mirada de las contradicciones de la realidad, y ese detenerse en la actitud como motor de cambio, remitían a las tesis de la filosofía positiva. La escritora Barbara Ehrenreich explicó que el pensamiento positivo tiene un uso en dos acepciones. Una se refería a lo que se entiende en sentido propio como pensamiento positivo resumido de la siguiente manera: “Las cosas van ahora bastante bien —al menos si uno está dispuesto a ver siempre la botella medio llena—, y van a ir todavía mejor en el futuro. Se trata pues de optimismo; algo que no hay que confundir con esperanza. La esperanza es una emoción, un anhelo, un sentimiento que no depende enteramente de nosotros; mientras que el optimismo es un estado cognitivo, una expectativa consciente, que cualquiera puede alcanzar, en teoría, sólo con ponerse a ello”.8 Y la otra se refería a la práctica —la disciplina— de pensar positivamente. “Existe, se nos asegura, una razón pragmática que compensa el esfuerzo: el pensamiento positivo no sólo nos hará sentirnos optimistas, sino que favorecerá que de hecho las cosas salgan bien. Si uno espera que el futuro le sonría, el futuro le sonreirá.”9 8
Ehrenreich, Barbara, Sonríe o muere. La trampa del pensamiento positivo, Turner-Noema, Madrid, 2011. 9 Ibídem.
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¿Cómo era posible que algo ocurriera sólo por haberlo pensado?, preguntaba la ensayista estadounidense. Podría apreciarse una ansiedad de fondo en el núcleo del pensamiento positivo. Si fuera verdad que las cosas irán en realidad mejor y que la tendencia del universo vira siempre hacia la abundancia y felicidad, ¿por qué molestarse en pensar en forma positiva? “Hacerlo es reconocer que no nos creemos del todo que las cosas vayan a mejorar por sí solas. La práctica del pensamiento positivo se dirige a reforzar tal creencia frente a las muchas pruebas que lo contradicen. Por su parte, quienes se autodesignan instructores de esta disciplina —los coaches (entrenadores), predicadores y gurús diversos— definen su ejercicio en términos como ‘autohipnosis’, ‘control mental’ o ‘control de pensamiento’. En otras palabras: se trata de algo para lo que es necesario autoengañarse, así como esforzarse sin pausa en reprimir o bloquear lo indeseado y los pensamientos ‘negativos’.”10
E L D Í A E N Q U E J O S E F I N A Vázquez Mota tuvo su primer acto masivo de campaña, dos factores retrataron lo que sería parte de su itinerario electoral. Transcurría la mañana del viernes 30 de marzo en la plaza 10
Ibídem.
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cívica de Teziutlán, Puebla, comunidad de donde eran oriundos sus padres; en su discurso decía que defendería a las familias mexicanas como una madre defiende a sus hijos. “Voy a defender sus familias con la fuerza de la ley y con la fuerza del Estado.” Ya en otro momento había asegurado que cuidaría de los mexicanos como cuidaba de sus hijas. El mensaje, puesto de relieve el día de su victoria en la contienda interna del PAN como el corazón de su discurso electoral, revivió la idea de una presidenta como madre que cuidaba a los mexicanos, que los alimentaba, los protegía de los malos y los educaba en el camino del bien. Era el factor de las emociones, nodal en la retórica de la filosofía positiva. Ese maternalismo fue visto como la forma “más desafortunada de usar políticamente la carta de género” porque lanzaba a su propia familia al ring electoral. Surgieron cuestionamientos por invocar a la familia como modelo político. “Hacerlo invita a una inspección que nada aporta a la vida pública. Si la panista relata que nos cuidará como ha cuidado a sus hijas, ¿tendríamos derecho a examinar cómo lo ha hecho? ¿Podríamos criticarla en los medios como madre de familia? ¿Creería legítimo que se cuestionara públicamente su maternidad? Supongo que no: para evaluar a la política debemos mantenernos lejos de la re51
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cámara de sus hijas. La candidata no debería invitarnos a abrir esa puerta.”11 El segundo elemento apareció de inmediato, sin que se percatara ni corrigiera. Josefina añadió que no daría tregua al crimen organizado, iba a “fortalecer el lavado de dinero”. Y sugirió como “propuesta urgente” la pena máxima, “cadena perpetua a todos los políticos cómplices del crimen”, un mensaje que repetía y repetía a manera de eslogan también en sus spots sin que detallara cómo haría para que funcionaran las instituciones de procuración de justicia encargadas de investigar esos delitos, en parálisis ante el desborde de las cifras de impunidad. La pifia sobre el lavado de dinero le daba continuidad a errores en sus mensajes con los que arrancó su campaña. Entonces regresó la imagen en la Ciudad de México de las gradas del Estadio Azul semivacío; aquellas panorámicas en que aparecieron huecos en las tribunas el día de su toma de protesta como abanderada del PAN a la Presidencia de la República eran el retrato fiel de las fallas en la logística y organización del evento. Pero el episodio que quedó grabado como el chasco del arranque de campaña sucedió el Jueves Santo. Esa mañana Vázquez Mota se trasladó con su comitiva a la caseta de cobro de la autopista México-Cuernava11
“Maternalismo“, Jesús Silva-Herzog Márquez, op. cit.
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ca, donde repartirían propaganda. Era seguida por una columna de reporteros de diferentes medios de comunicación cuando el descontento por las aglomeraciones que esto causó se tradujo en toques de claxon poco amigables de la mayoría de los automovilistas que a esa hora salían de asueto. Momentos más tarde se dirigió a almorzar kilómetros adelante, al poblado de Tres Marías. Entró a un restaurante a comer quesadillas y no tardó mucho para que las protestas de algunos de los asistentes que ya se encontraban allí, por la manera de interrumpir y de causar molestia con la aglomeración, la obligaran a abandonar el lugar. Salió y se detuvo en otro local comercial más modesto, donde comenzó a platicar con una de las jóvenes que atendían. Los periódicos del día siguiente registraron que aquella mujer era una universitaria que trabajaba haciendo quesadillas. Paró en seco a la panista cuando le dijo que su partido no merecía otra oportunidad, que a los habitantes de Tres Marías debería hablarles diferente. —Para empezar, quiten los gasolinazos —interrumpió otra de las empleadas del lugar. La joven, de nombre Christian Nicolás, retomó la palabra y la cuestionó sobre las deficiencias del sistema educativo, la ausencia de oportunidades y el abandono de los ex trabajadores del Sindicato Mexicano de Elec53
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tricistas, a algunos de los cuales se les subcontrató sin prestaciones. —¿Cuáles son sus propuestas de empleo? —le preguntó. —Yo tendré un diálogo permanente con los trabajadores —respondió Josefina. —¿Nada más diálogo? Lo que se necesitan son soluciones —espetó la joven. Entonces el rostro de Vázquez Mota se hundió en el desconcierto. —Dices que tienes propuestas pero no dices cuáles. Le das vueltas y vueltas a mis preguntas, eres una política más —añadió, mientras una sonrisita nerviosa asomaba en el rostro de la candidata. Vázquez Mota no respondió, no esperaba esa reacción y no supo qué decir. Dio media vuelta luego de despedirse amablemente y comenzó a escucharse un coro de aquellas mujeres que decía: “Ni un voto al PAN, ni un voto al PAN”. En esa ocasión no hubo algún asesor que le escribiera en una tarjeta qué contestar, ni tampoco apeló a las emociones, ese recurso que le funcionó tan bien en su etapa de conferencista de autoayuda. Fue como una postal de la realidad, con todo y sus contradicciones, siempre por encima de la fantasía del pensamiento positivo. 54