NĂşmero 32 | Octubre de 2012
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DIRECTORIO Marco Tulio Castro Director marco@diez4.com Luisa Orduño Jefa de diseño luisa@diez4.com Carlos Aguilar Webmarketing carlos@diez4.com
¡DEPORTE!
Sergio Nolasco Editor redaccion@diez4.com Dalia Chávez Editor de foto dalia@diez4.com Luis Mario Sarmiento Ilustrador sarmiento@diez4.com Planeación y negocios bisnes@diez4.com VENTAS Lina Contreras lina@diez4.com Abril Valdez abril@diez4.com PORTADA Sandino Cabrera Sin título. Especial para Diez4. Técnica: Fotografía digital. COLABORADORES Cesar Perez, Eduardo Rivera Scott, Fausto Ovalle, Guillermo Samperio, Nano Malhora, Juan Pablo Proal, Julio César Pérez Cruz, Roberto Macías, Tomás Pérez Vizzon. CONSEJO EDITORIAL Juan Pablo Proal Quitzé Fernández Carlos Rosquillas César González Gama Wilberth Chong
Si el deporte compite con otra disciplina es sin duda con la literatura. Y como el periodismo también es literatura, decidimos armar esta edición dedicada al ejercicio. Más allá de las tablas de resultados, de estadísticas y probabilidades, escribir sobre el deporte es una invitación al ejercicio intelectual que requiere cualquier otra sección periodística: encontrar cual es el mejor camino para contar una historia. El reto de la edición es descartar la obviedad de escribir sobre números y adentrarnos en la cabeza de los personajes que nos mantienen en la expectativa de sus respectivas competencias. La edición despide la marginación que provocan los resultados de algún encuentro. ¿Qué hace sentir a los argentinos que son los mejores del balompié en el mundo? ¿O por qué el fanático del box opina que todos están equivocados menos él? La edición pretende responder que abajo del ring y fuera de la cancha están todas las respuestas. Hemos incluido una crónica sobre el deporte de la nobleza: laesgrima, y hemos probado que para ser esgrimista no sólo se requiere rapidez, sino paciencia. Y por primera vez incluimos ficción junto a las crónicas. Se trata de un cuento escrito por Guillermo Samperio que nos muestra con humor qué sucede cuando en el futbol se mezcla el sindicalismo. Ya por 1830, el escritor Thomas de Quincey nos probó que el binomio entre literatura y deporte se aderezaba con humor. Quincey escribió en Del asesinato como una de las bellas artes: «En los tres asaltos siguientes el maestro de los bollos se tambaleó como una vaca sobre hielo. Dándome cuenta de la situación, en el 24 asalto le susurré al oído algo que le sentó como un tiro. Se trataba tan sólo de mi opinión personal sobre el valor que tendría su garganta en una agencia de seguros. Este pequeño susurro confidencial lo afectó mucho; hasta el sudor se le congeló en la cara y durante los próximos asaltos hice lo que me vino en gana». Si usted practica el deporte, seguro disfrutará la lectura. Si gusta de la lectura, tal vez gustará del deporte y si gusta de los dos, diviértase con esta edición.
Diez4 se incubó en: Diez4, año 1, número 32, Octubre de 2012. Revista mensual editada y publicada por Editorial Diez4. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier sistema o método del contenido, incluyendo cualquier medio electrónico o magnético sin previa autorización por escrito del director. Derechos de autor reservados en forma y concepto. El contenido de las imágenes, la publicidad y los artículos incluidos en Diez4 reflejan solamente la opinión de sus autores o anunciantes y no representan el punto de vista de Editorial Diez4. Esta publicación se encuentra protegida y registrada ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Secretaría de Educación Pública, según consta en la Reserva de Derechos No. 04-2011-090909291600-102. Esta revista es producida gracias al programa «Edmundo Valadés», de apoyo a la edición de revistas independientes, 2011, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Diez4 se imprime en Cias. Periodísticas del Sol del Pacífico S.A. de C.V. Dirección: Rufino Tamayo #4 Zona Urbana Río Tijuana.
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Realidades y casualidades de la urbe. www.diez4.com. buzon@diez4.com. Sirak Baloyán #1917, interior 210. Zona Centro, Tijuana, Baja California, México. Código postal 22000. Tel: (664) 378-2524
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LA BARRA DE PESAS COMO REFUGIO DE OFICINISTAS
LA INFANCIA SE RECUPERA EN UN GIMNASIO Si bien la camaradería entre humanos es la estampa más fiel de los gimnasios, la relación más íntima se da con los espejos. Los efectos de cada pesa levantada se corroboran frente al cristal. Por: Juan Pablo Proal Fotografías: Luisa Orduño Los hombres más musculosos enseñan a los nuevos cómo incrementar los bíceps, qué licuado beber, cuál pastilla ingerir, cuántas claras de huevo desayunar… Los gimnasios son una invitación a la nostalgia del pasado más inocente: los años de estudiante. El nuevo siempre es recibido como el más reciente miembro de la secta. Los administradores del lugar le ofrecen un recorrido minucioso por cada uno de los aparatos. Éste, generalmente debilucho y desgarbado, los observa con animosa curiosidad. Ve a ese inmenso fornido cargar una pesa de cincuenta kilos y se imagina que en unos pocos meses lucirá así. Los primeros acercamientos con los compañeros están estrechamente relacionados a la relación maestro-alumno. El nuevo quiere cargar una pesa, pero no sabe cómo. Opta por elegir una mediana y copia lo que ve. Pronto, algún profeta le recetará un monólogo: —¿Qué harás hoy? Mira, yo le empecé a dar mucho al cardio, pero es aburrido, si quieres marcarte dale a los martillos, primero lento, tres series de ocho, después haces pirámides de cuatro, y repites. Yo así le di y mira. Cuando acabes te echas un licuado, te recomiendo tomar mucha Carnitina, aquí también
la venden. Yo llevo cuatro meses y ¡mira! Si quieres adelgazar dale duro a la caminadora, puedes hacer muchos inclinados, pero si quieres masa no hay más que repeticionesno-importatantoelpesosinolasrepeticiones. Repeticiones-másquepeso. Me llamo Hugo. —Yo Luis. — Sí mira, ahorita estás empezando, no te apures, nomás que al principio te van a doler mucho los músculos, eso es señal de que estás trabajando. Te veo luego, ya se desocupó la elíptica. Después llegará otro maestro a enseñar su doctrina. Dirá que la otra es errónea, que afectará el hígado, los riñones y fomenta la obesidad. Entonces dará su mensaje de verdadera liturgia. Como en las razas de perro, generalmente los más grandotes son los más bonachones. Ese tipo con cara de pocos amigos, licras pegadas y playera sin manga emite una voz casi afeminada y practica juegos familiares típicos de la época adolescente: zapes, albures e inocentes retos de fuercitas. Si bien la camaradería entre humanos es la estampa más fiel de los gimnasios, la relación más íntima se da con los espejos. Los efectos de cada pesa levantada se corroboran frente al cristal. Éste es el fiel reflejo del día a día. El mejor consejero, el amigo solidario, el gran adulador.
Los gimnasios son como el transporte público: cada rostro es diferente al prejuicio que emana. Aquel fortachón con mallas lila puede ser el geógrafo más destacado de la UNAM y ese gordinflón amanerado el economista más próspero de Paseo de la Reforma. A pesar de la divergencia, físicamente siempre hay rasgos en común. Primero están los novatos, generalmente con un entusiasmo directamente proporcional a su desdibujada figura. Están los gays, que tienden a la gordura y a murmurar gozando las nalgas de algún otro chico. Los fortachones-buena onda, el profeta de las píldoras, el cincuentón mamado y el que nunca devuelve el saludo de buenos días. Las mujeres se repliegan entre sí. Muchas, cansadas de las miradas morbosas de los machos hambrientos. Otras, también, porque su rutina es diferente. Prefieren las clases
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de zumba, aerobics, yoga o spinning. Su intención no es aumentar la masa muscular, sino mantenerse en forma. Así que, también, como en los años estudiantiles de los más católicos institutos, continua la máxima: hombres por un lado, mujeres por otro. Lo que más une a los asistentes de los gimnasios es que la gran mayoría se la pasa en la oficina. Se trata de trajeados con ingresos medios o altos. Por eso comenzó la fiebre de gimnasios 24 horas, 365 días de la semana. Contrario a una clase de karate o de natación, lo más práctico es entrenarse a la hora y día que tenga libre. Es curioso que todos ellos respeten el viernes como día de guardar la fiesta. Los centros de entrenamiento quedan libres el fin de semana, pero no dejan de acoger a quien se quedó solo, sin plan alguno para salir de la rutina. Con los boy-scouts lejos de las opciones para adultos, los oficinistas que no quieren
Al principio no quería meterse un solo licuado ni pócima alguna por temor a resultados contraproducentes. Ahora está tentado a hacerlo. No hay bíceps ni estómago de lavadero. emborracharse encuentran en estos centros su mejor sitio de convivencia: —¿Con quién vas a salir esta noche? —Con mis amigos del gym. También son lugares de ligue y hasta puntos de apertura para un encuentro sexual. Las nuevas casas del árbol, las maquinitas de la esquina, la cascarita de fut de la noche, el regreso a la infancia, la ruta de la inocencia perdida. Pero regresemos al nuevo. Ya lleva un par de meses en el gimnasio. «¡Te están defraudando!», se burlan los amigos que jamás hacen deporte. Y él mismo comienza a dudar de los resultados. Empezó lleno de vigor y hoy
está fastidiado de aburrición. Estar dando vueltas sobre la cinta de la caminadora durante media hora le resulta una acción mecánicamente jodida. Al principio no quería meterse un solo licuado ni pócima alguna por temor a resultados contraproducentes. Ahora está tentado a hacerlo. No hay bíceps ni estómago de lavadero. Casi todo está idéntico a como empezó, nomás que ahora está fastidiado y preferiría quedarse en casa viendo el cable. Sí, hay mujeres hermosas, pero con ninguna de ellas ha platicado. Nadie lo hace, salvo los privilegiados entrenadores. Ellas, inmersas en sus clases de aeróbics y ensimismadas bajo un par de audífonos. Está en el
6 Y cambiará toda su dieta. A partir de ahora no probará nada más que latas de atún, arroz, ensaladas, avena y pechugas de pollo. Ingerirá también tantas pastillas como un enfermo terminal. punto en que quiere regresar a su vida pasada: noches de series de detectives con una pizza al lado. Antes de que regrese al infierno, un entrenador se acerca y le sopla al oído con un dejo de malicia. —¿Quieres ponerte mamado? —Sssssí. —Sígueme. Lo lleva aparte y le pregunta qué desayuna. —Pues chilaquiles, molletes, huevos, quesadillas… —¿Y de comida?
—Lo normal, comida corrida. —¿De cena? —Un sándwich, cereal, a veces unos tacos. —Pues con razón. El entrenador, en su plan de orientador espiritual, le explica que necesita cambiar su dieta de inmediato. Después le pregunta por su rutina. —Hago un rato de bici, también de caminadora, estoy haciendo pocas mancuernas. —¡Con razón! El coach, de inmediato, se apresura a medir y pesar a
su víctima. De un sopetón, le ofrece un diagnóstico desolador: sobrepeso y nula masa muscular. Le ofrece entrenarlo personalmente por una cantidad extra a la mensualidad del gimnasio. El novato, con la esperanza de regreso, acepta. Y cambiará toda su dieta. A partir de ahora no probará nada más que latas de atún, arroz, ensaladas, avena y pechugas de pollo. Ingerirá también tantas pastillas como un enfermo terminal: vitamina A, B, E, Carnitina, Ocuvite… Cuando hace cuentas, se percata que gran parte de su sueldo se irá a GNC y Nutrisa. Pero lo más importante de la dieta es un inmenso frasco con una malteada impresa en
7 Está dispuesto a comer los alimentos más insípidos antes que regresar a los exquisitos chilaquiles. Su plática con los compañeros gira en torno a malteadas, medicamentos y cremas musculares.
la etiqueta. La proteína. Todas tienen nombres que prometen aumentar la masa muscular casi por acto de magia. Pero éstas pócimas tienen sus feligreses. No hay mamado que no las haya tomado. Provocan gases, diarrea, indigestión, pero los efectos secundarios son lo de menos. Con la nueva dieta y rutina de ejercicios, el novato comienza a ver resultados. Algo de bíceps, hombros más anchos,
menos grasa suelta. Cuando ve a los nuevos flacos se compadece de ellos y repite la historia. —Yo empecé como tú, pero mira a mí lo que me dio resultado… En cuanto el antes novato ve su cuerpo fornido, la adicción se dispara. No quiere dejar un solo día la dieta. Prefiere ir al gimnasio que salir al cine con sus viejos amigos. Está dispuesto a comer los
alimentos más insípidos antes que regresar a los exquisitos chilaquiles. Su plática con los compañeros gira en torno a malteadas, medicamentos y cremas musculares. Le urge salir de la oficina para ver a sus compañeros de viaje. Al arquitecto y al padrote, al esposo celoso y al guionista de cine, al estudiante pacheco y al profesor de kinder, al vendedor de automóviles y al paseador de perros. Tal vez no tiene nada más en común con ellos salvo la obsesión por los bíceps, ¡pero qué más da!, son sus verdaderos amigos, sus compañeros de adicción, los solidarios camaradas, hombres con los que no compite, los compas de la escuela. La niñez perdida regresó. El entrenador es el maestro, las niñas guapas están aparte, los dispares camaradas prestos a ayudar, hay tarea para casa y los pupitres son los bancos de pesas.
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EL DEPORTE QUE BUSCA TOCAR SIN SER TOCADO
LA PACIENCIA Y LA ESGRIMA
La esgrimista de 15 años de edad que se prepara en el Centro de Alto Rendimiento de Baja California representa la calma y la victoria: dos medallas de oro y una de plata. Por: Roberto Macías Fotografías: Cortesía Inició en la esgrima hace tres años porque le gustan las emociones fuertes, la confrontación física y ensuciarse
las manos sin perder el estilo. El contacto es el objetivo, un toque, un roce, el sonido del florete rasgando la tela del contrincante, la vista concentrada, los sentidos perfilados en una espera paciente, el momento exacto, la estocada perfecta. La esgrima es un deporte que al lado de actividades como el futbol y el box pasa desapercibido, pero capta la atención en eventos de un ámbito menos incluyente y competencias particulares, selectas. Un deporte que depura a los intranquilos y con el paso del tiempo, perfecciona a los pacientes y veloces.
El sol en la frente, un ligero viento fresco y una pila de maletas. Una adolescente sentada con las piernas sobre la banca de acero con ropa deportiva que descansa inadvertida, recibe con un beso casual en la mejilla a otro. Las maletas con un compartimiento largo ocultan un arma del siglo XVII. Otros más se acercan a saludar y una adolescente acalorada se sienta junto a Lydia a padecer los rayos del sol sin mayor gesto de molestia. Conversan con tranquilidad y esperan, como en cualquier otro momento, a que llegue el maestro. Todas las maletas permanecen forman una pila en
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el suelo que resulta familiar. Sentados en el concreto los más pequeños, se escudan del contacto directo del sol sin apuros. Unos pasos por el área y llegan carros, uno tras otro, de donde bajan niños y adultos por igual; entran y salen atletas por la puerta de las instalaciones, atraviesan un pasillo entre una caseta de seguridad y una mesa blanca con dos guardias que revisan a detalle mochilas sospechosas de guardar una amenaza, aunque las espadas aquí no son amenaza. Al menos la decena de sables y espadas apiladas al sol, junto a Lydia Casillas Cordero, no.
La esgrimista de 15 años de edad que se prepara en el Centro de Alto Rendimiento de Baja California representa la calma y la victoria: dos medallas de oro y una de plata. Lydia es una de las campeonas que han llevado a Baja California a ser llamada la máquina de esgrima, al conseguir 21 medallas de oro en la Olimpiada Nacional que se celebró este año en Puebla. *** Pasan los atletas mostrando su gafete y continúan hacia las instalaciones que se reservan el derecho de mostrarse, salvo en ocasiones especiales. Sucede que en el Centro de Alto Rendimiento, como en todos
los centros de alto rendimiento del país, no hay acceso para los adversos al deporte. La mayoría pasa lanzando miradas críticas a los ajenos, sobretodo al que no está vestido con ropa deportiva. Muestran un aire de arrogancia y seguridad. Juzgan tal vez el desinterés por la salud. Pasan los ciclistas y los corredores; cuerpos bien formados pasan por el pavimento, fuertes y ligeros, entrenados para realizar actividades que requieren una precisión milimétrica. Pasan envueltos en telas plásticas con logotipos conocidos y miradas que evocan líneas como «sólo hazlo» y «nada es imposible».
10 Pasan mostrando una discordancia entre las personas que entran y las ligeramente pasadas de peso que esperan en la entrada, vestidas con tacones o camisas formales, contando los minutos para que salga quien esperan. Pasan mientras los miran quedándose atrás hasta que se pierden a la vista. La continua y enorme cerca blanca que aparta a deportistas de sujetos vestidos de civiles y que rodea el terreno no parece imponerse o presentar un reto para los atletas que resguarda. Las frentes en alto de las personas que tienen honorables medallas para comprobar su valía. Impecable escenario entre cemento y pasto que no varían en su tonalidad gris y verde y que llenan de energía junto a los colores primarios que adornan las estructuras sólo distraídos por las voces que permanecen en constante agitación y los autos que circulan sin detenimiento por el circuito universitario. Y me acerco a la adolescente que se rehusa a pasar por una razón que no comparte con sus compañeros: espera con tranquilidad a alguien, a mi.
*** La esgrima es un deporte de contacto no popular en México. Tan inusual como cargar consigo un florete por las calles en el siglo XXI, tan sutil como pelear con una mano y tan veloz como una buena estocada. Como dice la historia de la Federación Internacional de Esgrima, el deporte «es tan antiguo como la historia misma». Sus antecedentes vienen de los egipcios que combatían con palos, despues los griegos con armas letales y los romanos con espadas y escudos que enseñaron la técnica del combate. Si toda cultura ejerció su fuerza o su defensa con sangre, las armas y la esgrima siempre tuvieron el rigor del progreso. En las canchas donde se practica el deporte es común escuchar un frase que se vuelve sentencia: «tocar sin ser tocado». Si antes las peleas se hacían a campo abierto, hoy los combatientes tienen un pasillo de dos metros de ancho y la posibilidad de avanzar y retroceder. El ataque tiene un límite, y mide 14 metros de
largo. Hay tres tipos de arma: sable, espada y florete. El combate es en esencia el mismo, pero la diferencia radica en detalles técnicos. El sable es medianamente pesado y con éste la zona válida de contacto es de la cintura hacia arriba. La espada es pesada y requiere mayor fuerza en los brazos para manejarla pero la zona de contacto es todo el cuerpo. Lydia utiliza el florete, un arma de carácter ligero y manejable que sólo tiene como zona de contacto el torso. El florete es el arma que más se asocia con la esgrima: una linea delgada de metal apenas visible durante las tiradas. La voz de la adolescente sentada se agita. Se abre una sonrisa llena de emoción e inquieta repitiendo frases. —Se necesitan buenos reflejos y mucha concentración. Buenos reflejos y mucha tensión. Hay que conservar la calma pero mantener la tensión. Tensión. Luego hace una pausa. Explica que el objetivo es tocar al enemigo («tocar sin ser tocado») y vuelve a la concentración: —Lo mejor es dejar de lado las
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Se necesitan buenos reflejos y mucha concentración. Buenos reflejos y mucha tensión. Hay que conservar la calma pero mantener la tensión. Tensión. Tensión. voces de ánimo que gritan desde las gradas, concentrarse en el contrario y observar. Y hay que saber defenderse para atacar. Mantener la calma, un temple irrompible, una velocidad insólita que permita ver en cámara lenta el ataque que se abalanza sobre ti y contenerlo. Respirar y buscar el hueco, enfoque, un parpadeo y estacar el florete en el pecho del combatiente. Un contraataque impecable. *** Lydia es muy pequeña, de piel morena y complexión delgada. Lleva el cabello recogido con una banda elástica y permanece sobre la banca cubriéndose inútilmente de los
rayos del sol con sus manos no tan delicadas. Tiene un carácter fuerte que hace notar con cada palabra. Mantiene una conversación sencilla pero concisa. Ahora el vocabulario que utiliza refleja una sensación de relajación mientras responde a las preguntas. Le gustan los viajes y la esgrima se los ha dado. —Una ventaja secundaria, pero agradable. Le gusta conocer el mundo cuando compite, tomar las maletas, pasar por el área de carga con las inevitables y ocasionalmente graciosas interrogaciones de los policías al ver el florete, «¿Quién va a competir, tú? ¿Tan pequeña?». Sí. La pequeña venció a Guadalajara en la olimpiada pasada, presionando a su contrincante con movimientos precisos y agresivos, aun siendo superada en altura y zancada, sin importarle los gritos de apoyo en su contra y sin dejarse intimidar por los toques. Atacando sin permitir respuesta, intensa pero manteniendo los pies en el combate, los ojos abiertos.
Lydia no está como hoy con una mano sobre su frente, cubriéndose del sol. Se cubre con la armadura blanca de tela gruesa y su careta de malla metálica que no permite ver su rostro, el guante blanco que evita que el metal de la empuñadura se deslice con el sudor de la mano, un chaquetín oscuro lleno de sensores electrónicos que no permiten mentir a los esgrimistas. Vuelve finalmente sobre el clima templado de Puebla, las playas de Cancún llenas de arena blanca y de aguas tibias y después contrapone un viaje por Europa. El frío impresionante de Moscú, los árboles de Alemania y de Hungría, la historia de Italia y los cielos de Polonia, cada lugar mas impresionante que el anterior. —Es mucho esfuerzo, pero vale la pena, tiene muchas recompensas. Cierro mi libreta y ella se levanta. Toma su maleta del suelo, se despide y camina hacia la puerta a un entrenamiento, a un combate más.
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FICCIÓN SOBRE EL BALOMPIÉ SINDICAL
LENIN EN EL FUTBOL
Por: Guillermo Samperio Ilustración: Nano Malhora Ya ves, el que no se vuelve entrenador, pone su negocio o hace comerciales. No sé si has visto al Reynoso haciendo comerciales para el pan Bimbo, y El Pajarito anunciando relojes contra balonazos durante un supuesto partido de garra. Yo he estado a un lado de la portería y nunca le he mirado ningún reloj, si hasta las rodilleras le molestan. En la actualidad nada más los mamones usan
rodilleras y relojes, como Calderón. Yo las llegué a utilizar, pero ya llovió desde entonces, ahora a pura rodilla pelona y nada más, manito. Pero el asunto que me tiene jodido no fue una cosa que se me ocurriera de la noche a la mañana; además, tú sabes bien que los jugadores siempre se han quejado, los de ayer y los de ahora, y siempre es la misma cantaleta; no hay seguridad y todo déjalo a la buena suerte de tus piernas. Otro hecho que me animó a pensar mejor las cosas
fue el movimiento sindical del Suterm, que se la está rajando bonito y sabroso. Desde luego que no trato de escamotear mi responsabilidad, ni desmentir lo que dicen los periódicos sobre la propaganda que yo realicé, y esto no lo escamoteo porque creo que nosotros teníamos la razón, ¿verdad? Lo estuve pensando mucho tiempo y hasta me leí un libro de Lenin que habla sobre los sindicatos y lo pinche que son los patrones. A últimas fechas la idea se fue madurando como una buena
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El lic Iturralde dijo que lo único que faltaba, después de los tupamaros, era balompiecistas de izquierda, como si los futbolistas fuéramos puros pendejos conformistas. jugada para gol y cuando comencé con mi propaganda, manito, el lic Iturralde dijo que lo único que faltaba, después de los tupamaros, era balompiecistas de izquierda, como si los futbolistas fuéramos puros pendejos conformistas. Por su parte, Benítez, un vendido a la directiva, argumentó que por lo menos (te das cuenta, manito: por lo menos) ahora pagaban mejor que antes, que cuando El Dumbo Rodríguez y El Pirata Fuentes. Que no había motivo para tanto escándalo. Pero Benítez es seleccionado, a Benítez le importa una chingada lo que pasa en las reservas; Benítez no piensa en los de segunda ni en los de tercera; Benítez gana bien, tiene una tienda de deportes, vive a toda madre y se parece al lic Iturralde, en lo ojete. Sí, aunque tiene apellido español, es argentino pero de los que dicen que hay que acabar con los comunistas; sí, estaría muy bien departiendo con los militares, aunque no lo creas. Y Benítez no tiene remedio, y yo creo que me ha de odiar porque en las asambleas siempre lo ponía de ejemplo de lo que no debe ser un futbolista. Elvira también tenía miedo, pero un miedo distinto, de mujer, aunque podría pensarse que Benítez tenía miedo de mujer, peor para él; Elvira me salió luego luego
con sus no te metas en líos, mira que los niños necesitan un futuro bien cimentado, deja el asunto para otra ocasión y bla-bla-bla, y hasta en la cama seguía con su bla-bla-bla, machaca y machaca. Tú sabes lo sentimental que son las mujeres y Elvira me salió de las radicales, ya la conoces; pero le agradezco sus caricias en las noches en que me veía muy desesperado. Todo va a salir bien, me decía, a pesar de sus rabietas matinales, y sus manos me despeinaban y luego me alisaban el cabello. Cuando me salía con sus reproches yo no le decía nada, comía en silencio, tragándome también las chingadas madres, porque Elvira no pensaba mejor las cosas, nada más existía su casa y sus hijos y su madre. Con mi suegra fueron unos escándalos de los mil demonios; mi suegro estaba de acuerdo en la necesidad de sindicalizar a los ba-lompie-cis-tas. Y todo lo planifiqué como si estuviera formando la mejor selección nacional, manito. Fíjate. Algunos sólo querían que se pidiera aumento de sueldo y primas extraordinarias; otros, con los que yo había platicado, pedíamos que no sólo se remunerara debidamente a todos los compañeros, sino que era indispensable crear una organización que nos protegiera ahora y en el futuro, que la mejor manera de que lográramos respeto era ésa, un sindicato de futbolistas, que sólo así tendríamos la suficiente fuerza para que desde tercera hasta primera dejaran de jodernos. Se nombraron comisiones para ir a provincia: en Toluca ganamos algunos adeptos, en Guadalajara se decidieron a aplicar el programa de acción hasta sus últimas
consecuencias, o sea, hasta la huelga si era preciso. Hasta Gómez se aventó la puntada de comprometerse a formar un buen equipo que le entrara a las patadas en el área chica. Algún periodista me juró que si nosotros armábamos el jaleo él se comprometía a lanzar unos buenos articulazos a nuestro favor, que ya era tiempo de que se hiciera justicia al deportista, que a partir de nosotros surgía la posibilidad de crear una gran confederación de deportistas; y mira que los articulazos aparecieron pero en autogol, para jodernos, tratándonos de alborotadores y argumentando que la política y el deporte eran como el agua y el aceite. Ahí fue cuando Elvira se puso más necia que nunca y hasta mandó a los niños con mi suegra, porque, según ella, no tardaban en hacernos algo. Mira manito, entiendo que el periodismo funciona inyectándole dinero y que la cacheteada honestidad vale un carajo para los Iturraldes y para los mismos periodistas deportivos; sin embargo uno se desespera y no nada más por no tener dinero para llenarles de plata los bolsillos a los periodistas, y poco a poco hasta los de confianza te dan la espalda. Aquel periodista me dijo unos articulazos como dándome a entender que aparecerían en primera plana y con la fotografía de los muchachos que estaban en el comité, pero nanay, manito, puro camote y bien redondo. En el juego contra el Pachuca, el centro delantero y El Pelirrojo Pérez me estuvieron dando duro, como si los hubieran mandado a joderme, como una advertencia, porque hasta me decían, bajita la mano, ande cabrón, por revoltoso. A El Pelirrojo, el árbitro no tuvo otra que expulsarlo en el segundo tiempo, porque
14 El documento fracasó y con él fracasaba la oportunidad de crear el primer sindicato nacional de futbolistas. De todos modos pensamos que la cosa no podía quedar así, había que agotar todas las oportunidades. cuando salté por un centro me sumió el codo en las costillas a lo descarado. Tú sabes que siempre se forman dos bandos, mejor dicho, se forman tres; y los más peligrosos son los que están codo con codo con el patrón, aunque sean tus propios compañeros de juego. Tienen la fuerza del dinero, en forma de primas extraordinarias, compensaciones, cheques que caen del cielo, sin contar con las amenazas de que son objeto. Y a otros compañeros del comité les pasaba lo mismo; los chingaban y los chingaban sus propios compañeros. Al principio nadie se echaba para atrás, estaban con los huevos bien plantados; al final nada más quedamos unos cuantos. ¿Por qué? Las cosas vinieron así: se formaron tres bandos; los de la directiva, que eran la mayoría; los que sólo pedían aumento de sueldo, que también eran una buena cantidad; y nosotros, que después de los dimes y diretes, resultamos no más de veinte. Al principio parecía que contábamos con más de cien jugadores; todos te decían: estoy de acuerdo, saquen el documento y lo firmo. Estoy de acuerdo, estoy de acuerdo: todo mundo. Y a la hora que el
documento con las demandas económicas y políticas circuló, nada más firmaron veinte, nadie más; entonces en la Junta de Conciliación y Arbitraje se iban a burlar de nosotros. El documento fracasó y con él fracasaba la oportunidad de crear el primer sindicato nacional de futbolistas. De todos modos pensamos que la cosa no podía quedar así, había que agotar todas las oportunidades: proseguir con la propaganda y comenzar por sindicalizar un equipo, aunque fuera uno, así pondríamos el ejemplo y demostraríamos que no era para tanto, que no pasaba nada, que nadie se moría en una lucha como ésas. Ya lo ves, argumentos no nos faltaban: desde las fuerzas inferiores los chamacos necesitan llevar algo de dinero a sus casas; primero, porque no estudian y quieren vivir de la patada, y segundo, porque confían en que el futbol es la puerta para la gloria, y no hay nadie que les haga desistir de la idea de querer ser los Borjas del futuro. Se van a probar a las reservas de las reservas de las reservas, y si de casualidad los aceptan apenas les dan para los transportes y
cualquier babosada dizque para gastar; cuando te contratan te pagan una miseria, ni siquiera el salario mínimo, son chingaderas. Y luego quieren que uno juegue por amor a la camiseta, eso es imposible; el futbolista es un trabajador como cualquier otro y nada más. Por lo regular uno se va a probar al equipo de su pasión y ahí se recibe el primer frentazo: no, chamaco, te falta mucho para ser un futbolista de verdad (yo he escuchado a esos mercachifles del deporte). Ni siquiera te dicen, amablemente, tienes este defecto y el otro, te tienes que tirar con las piernas estiradas y luego arquearlas para caer bien, o cuida mejor el ángulo derecho, nada, sólo te dicen que ni futbolista eres, que más bien pareces un remedo del peor balompiecista. Yo he visto a muchos muchachos que le dan las tres y las malas a Calderón. Luego, después de que has pasado años en las reservas, esperando que alguno se lastime, que vendan a fulano, tienes que jugar contra el equipo de tus amores y quisieras dejar pasar uno que otro balón para que ganara tu equipo, pero no se puede, tu raya y tu puesto se ponen en juego, además de que siempre hay dos porteros detrás de ti esperando que falles, que envejezcas, para sustituirte. Entonces le ganas a tu equipo, ni modo, qué se le hace. Con el tiempo dejas de tener equipo favorito, te da lo mismo estar en el Necaxa que
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en el América. Los únicos que no son aficionados al futbol son los mismos futbolistas. Esto la gente no lo sabe. Un día Zague me contó la historia de Amado Benigno, un portero extraordinario. En el año de 1926 era la estrella del Flamengo, luego pasó, con los años, al Botafogo, y de ahí a la miseria y luego a la muerte; un día amaneció muerto en la calle el que fuera el famoso golero Amado Benigno, contó Zague. Zague me dijo también que en el Brasil tenías que ser un Pelé para que el gobierno te protegiera cuando viejo. Y yo, mientras tanto, pensaba en los chamacos que juegan en los llanos, en los viejos que ya no juegan. Aunque no sean viejos, porque tú sabes que los jugadores después de los treinta valemos puritita cagada. Necesitas ser un Scarone para jugar con la calva a cuestas, o poner tu negocito, o salir en la televisión anunciando el pan Bimbo, o cualquier oficio que nada tiene que ver con la cancha ni los estadios. Bueno, una vez que el documento fracasó, la idea de sindicalizar al equipo cobró una fuerza inesperada entre nosotros. Esa idea iba acompañada de otras demandas de menor importancia pero indispensables para jalar otra poca de gente: vacaciones obligatorias, indemnización absoluta en casos de accidentes serios de trabajo, pago proporcional para la jubilación por parte de cada equipo en los que trabajaste, etc. Algún equipo tenía que lanzarse a fondo y nosotros fuimos los primeros. El lic Iturralde pegó el grito en el cielo de la directiva y salió con su eterna demagogia, respondiéndole a la comisión: ustedes no son trabajadores, sino jugadores, entiéndanlo,
ju-ga-do-res. Ni su madre le creyó; la cosa era tan seria que ya nadie creía en esas niñerías, ni en los gritos del lic Iturralde, ni en las amenazas de la directiva. Si no se cumplían nuestras demandas, políticas y económicas, nos iríamos a la huelga, sí señor. Futbolistas de izquierda, nada más eso nos faltaba. Mi error fue platicarle toda la situación a Elvira, porque su cantaleta arreció, y si nos bañábamos juntos seguía dale que dale con su hogar, sus niños, su futuro. Ni modo de responderle lo mismo que al lic Iturralde; yo me enjabonaba despacio cada pedacito de carne; metía la cabeza en la regadera y ahí la dejaba un buen rato, las palabras de Elvira se confundían con el ruido de la regadera, así descansaba un poco, manito. Ahorita Elvira está en casa de mis suegros; mi suegra ya me vino a gritar mis cosas, ella que tanto me pedía que le dedicara un paradón. Mi suegro viene y me anima; bajita la mano me dice que no le haga caso a doña Elvira, que a veces no sabe ni en dónde se encuentra parada. Cuando la directiva se dio cuenta de que la cosa iba en serio, nos empezaron a atacar muy feo por los periódicos y por la televisión. Las amenazas y las presiones estaban al orden del
día. Luego vino la friega de a de veras: unos mafiosos fueron a tirar piedras a la casa, un vidrio fue el que quedó sano y salvo, los demás estaban hechos un llanto. Llegaron tarjetas anónimas y llamadas telefónicas para meternos miedo. Elvira no esperó más y desde la noche de las pedradas se fue de la casa. Entonces pensamos que había que dar el salto definitivo: ir a la huelga de futbolistas, la directiva no nos dejaba otro camino. Y aunque ahora nos quieran responsabilizar a nosotros, la directiva fue la que arrojó la primera piedra. El comité en su conjunto padecía insomnio, pero no se rajó: el paro laboral tomó cuerpo. Y nada más ahí, en el pleito legal, ahora ilegal, la cosa se empezó a desquebrajar. Lo que vino después, manito, ya te lo sabes de memoria. El equipo cambió de razón social, se declaró la quiebra y el comité se quedó en el aire. Las demandas en mi contra salieron a primer plano, aunque todas no tengan una base real. Mi licenciado parece una tortuga de las grandes, porque no veo para cuándo voy a salir del tambo. Por ahí tengo un dinerito ahorrado: la mitad se va para la fianza y la otra para una taquería o quizá para un restorán. Y como estoy muy feo no creo que me contraten para los comerciales de la televisión.
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UNO O DOS GOLPES EN EL RING
EL CAMPEÓN DE LA MENTIRA
Por: Julio César Pérez Cruz Fotografías: Marco Tulio Castro A Magaña el ojo derecho no le obedece, a veces le gira a la izquierda a veces a la derecha. Cuando uno se pone a perseguirlo, se cansa. Y no es sólo eso sino que las cejas,
espesas como de San Bernardo, y la falta de algunos dientes, hacen que echarle un vistazo sea fatigoso. Según Magaña, lo de las cejas es herencia, lo de los dientes falta de calcio y lo del ojo virolo por un golpe que recibió hace unos años, un descuido que no debió cometer y que le costó, aparte del dominio sobre su ojo,
la pelea. —Un volado de derecha que aguanté como los meros chingones. Era el séptimo, no, el octavo, iba ganando de calle pero me dio un piquete en la panza y medio me retorcí. El bato me cimbró macizo en la mera ceja —dice y aplasta las nalgas en
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De cincuenta y tres años de vida, Magaña tiene diez y nueve, o más, contando la misma historia. El problema es para los demás, no a todos les gusta que trate de verles la cara. la tierra. La caguama, sobre su panza, una bolita que parece sandía a punto de explotar, le timbra antes de que un eructo le salga por la boca—. Es el hígado encebollado carnal, no me respeta las tripas y menos por tanto gancho que me dieron. Como esa vez, después de la derecha vino el putazo al hígado. Si no me caí fue porque estaba bien parado, abierto el compás a las diez y a las dos, como debe de ser. Me levantaría pa’ darte una clase pa’ que aprendieras pero ya sabes que estas rodillas no me dejan desde que El Lobo Solitario, el Zague no el papá, se me barrió a la mala, pero eso te lo digo después. El caso es que el bato que me chingó el ojo nunca quiso revancha, no quería perder, nada pendejo. *** De cincuenta y tres años de vida, Magaña tiene diez y nueve, o más, contando la misma historia. Y no es que moleste, por lo menos a mí no, pues a cada versión le agrega algo nuevo. El problema es para los demás, no a todos les gusta que trate de verles la cara. No digas pendejadas, Magaña, le avisan diez segundos antes de darle el primer derechazo, no uno profesional sino uno de calle, con la palma y no con los nudillos. Prueba de ello es que de un año a la fecha lleva tres
nocauts, todos en contra, dos de ellos por una manca que lo fintó con la derecha y lo remató con la mano buena, la zurda. En ambas ocasiones Magaña nunca soltó la caguama, en ambas ocasiones, también, después de recibir el madrazo soltó un «¡Qué rico pegas, mami!». El caso es que miente y miente bien. Hace dos años decía que tenía la quijada trabada por un upper de izquierda que le dio Chávez padre en el noventa y cuatro (ahora dice que se lo pegó en el noventa y uno), cuando venía a entrenar con Rómulo Quirarte, en la Unidad Deportiva CREA, de Tijuana. El problema es que en esa época Magaña estaba entambado porque se robó una minita de gas. De hecho ni se la alcanzó a robar, estuvo toda la noche queriendo cortar la cadena de seguridad, para las seis de la mañana se quedó dormido. Lo demás fue fácil: los dueños de la mina lo amarraron de los pies y las manos y lo tuvieron en el sol hasta que una patrulla fue por él. —Se pasaron Julio, pinches juras, después de dos años dijeron que me les olvidé, ni las gracias me dieron por hacerles la talacha casi a diario, así son esos cabrones —me llegó a decir alguna vez. —Ya me tocó Magañón —le llegué a contestar, también, alguna vez—, que según me había robado un Santander, nomás porque andaba pelón, si no es porque traía doscientos pesos también me enjaulan. —Bonito te ibas a ver en el pintón, con lo chillón que eres hasta te andas suicidando, cabrón. En la pinta pura gente dura, a mí me respetaron porque llevaba buenas credenciales, mucha raza me conocía porque fui campeón de los Guantes de Oro en el ochenta y seis. Pero
a un blandito como tú, se lo comen vivo. —Tampoco me menosprecies. —Lo que es, hermano, lo que es. *** Magaña vive la vida fácil, es mecánico de los malos, rara vez repara un carro y cuando lo hace le deja otra falla que lo descompondrá en un mes. Ése es, como él dice, su negocio. De un cambio de balatas termina cambiando el motor; de un cambio de motor el carro termina en la metalera. Tiene dos dedos de la mano derecha quebrados, él dice que es porque una vez, en una pelea eliminatoria, le pegó un volado a un yucateco; la verdad es que se los quebró con unas llaves mientras quitaba una transmisión. Por más fácil que sea, nunca acepta más de un trabajo por semana. —Es que lo mío lo mío es el box y pa’ eso tengo que andar con los músculos descansados, desentumidos. No vaya siendo que me pase como una vez: me ofrecieron una pelea de escalón pa’ subir a un bato a las estelares, no quise, la feria era muy poca y aparte había conseguido jale de tres días por semana. Tanto estuvieron chingando que me aventé, nocaut en el segundo round, las piernas no responden con cansancio, loco —dice Magaña y su ojo izquierdo, el que sí le obedece, se va hacia arriba como si estuviera recordando, luego baja y se enfoca en el partido de futbol. Y no es que le guste, y mucho menos el que se juega aquí en la Unidad Deportiva del Mariano Matamoros es más bien que le gusta criticar, sobre todo porque él fue, casi casi, dice, profesional. —Pinches veteranos, puro chilillo aguado —dice, mientras
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20 Ya ni la chinga, ayer hasta las dos estuvimos tomando aquí, dos Tonayas nos acabamos, quedamos bien pedos, le andaban pegando por mentiroso y necio.
un viejo patea la pelota con todas sus fuerzas, la bola apenas gira—. Si me metieran a mí, ya estarían ganando. Te digo Julio, que fui delantero cabrón en el noventa y dos, me invitaron a las selecciones menores pero no quise porque había puro malo, y luego era cuando traían la bronca de los cachirules. —No mames, Magaña, en el noventa y dos tú tenías como treinta. —No te digo que en ese tiempo estaba la bronca de los cachirules, me llamaron pero no quise ir, ahí en la casa tengo la carta de la Federación —su ojo izquierdo le salta como gota de agua en el comal, cuando miente lo hace más rápido—. Ah no, ya no la tengo, se mojó en el noventa y cuatro, con eso de las inundaciones, si la tuviera ya sabes que de volada me lanzara por ella pa’ que la vieras. Pero te digo que era chingón, un poco madreado de la rodilla por el Zague. Se agüitó porque andaba perdiendo contra novatos, o eso dijo el culero, es que la neta yo jugaba chilo. Le da otro trago a la caguama, en realidad la botella no tiene cerveza sino mezcal con Frutimax. A unos veinte pasos, Cachito, un viejo de cara roja, que todos los días está por encontrar trabajo, lanza un saludo. Se acerca, antes de llegar, Magaña se levanta para orinar, camina unos pasos, por lo general lo hace en los baños, pero ahora aprovecha porque es sábado por la mañana, aparte de los que juegan futbol, él, Cachito y yo, no hay nadie. —Están pisteando —dice Cachito antes de sentarse sobre un cartón. —El Magaña —le contesto. —Ya ni la chinga, ayer hasta las dos estuvimos tomando aquí, dos Tonayas nos acabamos,
quedamos bien pedos, le andaban pegando por mentiroso y necio. Magaña regresa, le da el último trago a la botella. —Ni modo Cachito, maté, ya no queda. —Ni te pienses que quería, si quisiera yo mismo compro y no una sino dos o hasta tres, una pa’ cada quien. —Cómprela pues —dice Magaña. —Nomás que orita ando quebrado. Le estaba diciendo al compa que ayer me dijeron de un jale, cien metros de puro pegar block. —Pinche Cachito más mentiros que la chingada. —Igual que tú, con eso de que andabas de boxeador, bolseador será. —Eso es neta —Magaña se sienta—, igual que es neta que hace falta un trago. ¿Te lanzas Cachito? Saca un billete de cincuenta. Cachito se levanta. Agarra el dinero. —¿De litro? —Y una soda. Cachito se va, a unos diez metros levanta un vaso, lo pone sobre la barda. —Ira ese cabrón —dice Magaña—, levantó el vaso pa’ no comprar y agarrar el dinero, ni que él lo pagara. Ya ni la chinga. Te decía, mi Julio, si no fuera por esta pata jugaría con estos putos, o a lo mejor ya andaría de entrenador de boxeadores, puro bato chingón iba a sacar, no mamadas como el Chávez o el De Marco —dice. Magaña se queda viendo al campo como pensando si lo que cuenta es verdad, es eso o quizá el mezcal hizo su efecto. En cualquier caso en las próximas dos horas Magaña va a contar la misma historia, sólo que cada vez que lo haga le agregará uno o dos nombres, uno o dos golpes.
DIEZ Aテ前S Y MUCHAS LETRAS
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REGRESA EL FESTIVAL DE LITERATURA DEL NOROESTE
22 Por: Fausto Ovalle Fotografías: Cortesía del Cecut
El Festival de Literatura del Noroeste (FeLiNo) no ha dejado de expandirse desde 2003. Lo que inició como un encuentro literario que reunía a escritores de cuatro estados de la república, ahora se ha convertido en un evento donde se dan cita creadores de México, España y Estados Unidos, que no solo hablan de literatura, sino también de novelas gráficas, revistas culturales, blogs y periodismo cultural. Este año, el FeLiNo llega a su décima edición y sus actividades se realizarán del 7 al 10 de noviembre en el Centro Cultural Tijuana. Como es tradición en las diferentes mesas convivirán y dialogarán jóvenes autores con experimentados escritores, como Francisco Hinojosa, Roberto Castillo, Luis Cortés Bargalló, Mónica Lavín, Rosina Conde, entre otros. El Festival de Literatura del Noroeste inicia en 2003, cuando
escritores de Baja California, Baja California Sur, Sonora y Sinaloa se reunieron en Tijuana para conocer e intercambiar ideas sobre la producción literaria de la región. Desde entonces, el FeLiNo se realiza gracias a la colaboración del Centro Cultural Tijuana con el Fondo Regional para la Cultura y las Artes del Noroeste, FORCA. El FeLiNo conforme aumentaba sus ediciones, también ampliaba sus horizontes geográficos y en 2005 ya participaban autores de todos los estados de la franja fronteriza norte de México, como David Toscana, de Monterrey, y Cristina Rivera Garza, de Tamaulipas. Para la novena edición, participaron más de 60 creadores, no solo del noroeste de la república, sino de entidades como Tlaxcala, Guanajuato y Distrito Federal. La evolución del Festival también representó la integración de escritores de Estados Unidos, primero del sur
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de California, y actualmente de otras entidades como Chicago, y de otros países, como España. «Celebrar la creación literaria reuniendo las voces más diversas y propiciar un espacio de encuentro entre los escritores y el público, alentando el debate y la reflexión sobre el devenir de la literatura», ha sido la justificación desde su nacimiento del FeLiNo. El director del Festival Tijuana Interzona, Leobardo Sarabia, ha dicho que el FeLiNo forma parte de una larga tradición de intercambio de obras, tanto nacional como binacional. Es un testimonio de lo que se produce en el noroeste y es vector de esfuerzos de lo que se hace en Sonora y Baja California Sur. Es una celebración de la literatura, ensayo, poesía y letra impresa, ha agregado. La escritora Rosina Conde,
quien participó en la novena edición del Festival, dijo que la importancia de los encuentros es que permiten intercambiar ideas y conocer la literatura que está viva, que se está haciendo en este momento, y que si no vienes tardarías entre 10 y 15 años en encontrarte con ella. Guillermo Samperio calificó a la misma edición como un espacio donde hubo un estupendo intercambio entre los participantes y estuvo bien organizado, con precisión, sin retrasos, bien armadas las mesas. El Festival de Literatura del Noroeste llega a su décima edición del 7 al 10 de noviembre en el Centro Cultural Tijuana. Entre los autores que participarán están Francisco Hinojosa, Bernardo Fernández, «Bef», Magali Tercero, José Ángel Leyva, Yuri Herrera, Anaïs
Fabriol, Roberto Castillo, Luis Cortés Bargalló y Mónica Lavín. Además Gerardo Cárdenas, Uberto Stabile, Marcial Fernández, César Silva, Patricio Betteo, Claudia Reina Antúnez, Hilario Peña, Pablo Zulaika, Rosina Conde y Alejandro Almazán, entre muchos otros.