C U L T U R A I N D E P E N D I E N T E
EL6A
ISSN 0718—9540 N° 1 / Año 1 Edición Trimestral Septiembre - Diciembre 2011 Edición Digital
R E V I S T A
EN ESTE NÚMERO:
Juan Pablo Arias Frank Bilderberg Christian Bravo Ysabel Briceño Juan Pablo Cozzi Eloísa Echeverría Alejandro Flores Manuel Gatica Holtmann Rodrigo Honores Cristian Lagunas Dibujante Mac Alma Maldonado Minda Leonor Monnez Santiago Ocampos Rosibel Palomera Óscar Rodríguez Serenade Leopoldo Vidal Vifube
ARTÍCULO ESPECIAL
Las tesis: un primer acercamiento al mundo de la investigación
LITERATURA
Cuentos Poesía y más
FOTOGRAFÍA ARTE VISUAL
REVISTA EL6A - Información General
Revista EL6A – Cultura Independiente
es una publicación de Editorial Los Seis Antonio y se encuentra bajo licencia Creative Commons: Reconocimiento-Compartir-Sin obra derivada, bajo Licencia 3.0, Legislación Internacional. Quedan prohibidos, dentro de los l ímites establecidos en la ley y bajo los apercibimientos legalmente previstos, la reproducción total o parcial de esta obra bajo cualquier medio o procedimiento, sea electrónico, mecánico o químico, el tratamiento informático, el alquiler o cualquier forma de cesión de la obra sin la autorización previa y por escrito de los titulares de la Licencia.
Equipo DIRECTOR GENERAL DISEÑO Matías Fuentes A. EDITOR DE CONTENIDOS DISEÑO Sebastián Aguirre H. ASUNTOS LEGALES ASESOR DE CONTENIDOS Jaime Henríquez M. REPRESENTANTE LEGAL Víctor Fuentes B.
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ISSN 0718-9540 N° 1 - Año 1 Edición Trimestral Octubre - Diciembre 2010 Santiago, Chile.
STAFF EDITORIAL VÍCTOR FUENTES BESOAÍN Director General XIMENA ZAPATA RODRÍGUEZ Directora Proyectos ALEJANDRO FLORES PINTO Director Creativo DIBUJANTE MAC Director Arte TATIANA BESOAÍN NAVARRO Directora Traducciones MATÍAS FUENTES AGUIRRE Director Nuevas Tecnologías
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AGRADECIMIENTOS Revista EL6A agradece de antemano a sus colaboradores y lectores por creer en esta aventura. Tambi én a Ignacio Fuenzalida, Alejandro Oñate, Camilo Provoste, al blog http://concursosliterarioschile.blogspot.com y a todos quienes difundieron la convocatoria anónimamente vía redes sociales. A Lissa Lagos por la incondicionalidad. A Ulises Aguirre y Cecilia Hernández por la acogida, además de permitir las reuniones de trabajo hasta altas horas de la noche y a Diego Aguirre por su asesoría en el diseño.
Manuel Gatica Holtmann Obra: "Se nos acabó el berrinche" Contacto: manuel.gatica.holtmann@gmail.com
Santiago Ocampos Obra: El peregrino de la luna creciente Contacto: ocampossantiago@gmail.com http://www.elserafodelplata.blogspot.com
Eloísa Echeverría (Magdalena Cortes) Obra : "Tiempo persiguiendo soles." Contacto: mad_mad_4@hotmail.com http://www.echeverriaeloisa.blogspot.com
Cristian Lagunas Obra: Consumĕre Email: lagunas.cristian94@gmail.com http://decrepitoverdorimaginado.wordpress.com Rodrigo Honores Obra: Amor Intelectual Contacto: rorroou@gmail.com http://bajounaservilleta.blogspot.com/ Juan Pablo Cozzi Obra : Boceto Contacto: jpcozzi@gmail.com http://bastardillas.blogspot.com
Fotografía Juan Pablo Arias Obras: "Fluio" y “Agua” Contacto: jotapeame@gmail.com http://www.flickr.com/agujerodegusano
Cuentwittos Microcuentos
Ysabel Briceño Romero
Frank Bilderberg (Franco Espinoza) Obra: “Pánico y Locura en la Vega Chica” Contacto: moskungle@hotmail.com http:/www.drogokulturadiktiva.blogspot.com/
Óscar Rodríguez (El Desapercibido) Obra: El Traidor Contacto: oscar.rodriguez.nieto@gmail.com http://pasaba-desapercibido.blogspot.com
Leopoldo Eric Vidal
Meyer
Obra: “El Presente” Contacto: capacitacionmeyer@gmail.com
Christian Moisés Bravo Vargas Obra: Jenny Wren E-mail : produccionmecanica@gmail.com
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Rosibel Palomera Martin Obra : La Mentira Contacto: rc.palomera@gmail.com
Minda Obras: Rojo Tinto Sangre - Olvido Contacto: fabiminda@gmail.com http://monologobohemio.blogspot.com/
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Leonor Monnez
(Denise Montes)
Obra: A Felipe Contacto: Denise_04m@hotmail.com
REVISTA EL6A
Poesía
-
Serenade (Cecilia Ananías) Obra: “Cómprelas o cómpresela” Contacto: bajoelmardehierro@gmail.com http://nopiensoniexisto.tumblr.com
Colaboradores de este número
Cuentos
4 SUMARIO REVISTA EL6A
Literatura
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- Artículo Especial La Tesis
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- Cuentos
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- Poesía
29
- Microcuentos
36
- Cuentwittos
Fotografía
8-9 / 23-24 Artes Visuales
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EDITORIAL Los hechos concretos no son más que la manifestación de una tendencia que se viene gestando hace años en las mentes de sus ejecutores; esto es, simplemente, uno más de ellos. Debemos ser agradecidos del momento en que nos tocó vivir; la historia de la humanidad entera tuvo que pasar para llegar a una “pseudo-democratización” de los medios y oportunidades. Las ganas de hacer cosas y el ingenio harán desaparecer paulatinamente al prefijo, además de equiparar el camino recorrido y difusión con respecto a quienes desde siempre han tenido la mayor injerencia sobre la información, la que no siempre nos representa. Esta es la cultura independiente, las ideas que no son masificadas ni alienadas artificialmente por las masas; es lo que hacemos, vemos y sentimos todos como una gran comunidad, con el toque personal de cada uno. La creación de este espacio es para difundirla, para salir de lo que siempre nos muestran y abrirnos a la realidad que construimos, de la que no siempre nos percatamos. Invitados a llenarlo, todos aquellos que sintieron estas palabras. Matías Fuentes Aguirre Director General Revista EL6A
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ArtĂculo Especial
Un primer acercamiento al mundo de la investigación Convencionalmente, el grado académico que se agrega al título profesional debería indicar las capacidades investigativas que posee la persona que accede a los mismos, con la cumbre del doctor, como un potencial destacado estudioso y generador de nuevos conocimientos. Licenciados (en ciertos países) y magísteres (su equivalente en otras naciones), se entiende son personas con un dominio menor de las artes investigativas de tipo científico. Tradicionalmente, esto se podía notar en que a un abogado no se le laureaba como licenciado en leyes, sino licenciado en ciencias jurídicas y sociales; un periodista no resultaba licenciado en periodismo, sino en ciencias de la comunicación. Se puede notar el intento de vincular el grado académico a una ciencia, porque de eso se trata el asunto. Para ser abogado, periodista, o el profesional universitario que sea, se estudia durante cinco años una serie de asignaturas y se hace alguna práctica. Pero para ser licenciado o magíster había que aprender algo diferente, porque sino entregar esos grados es simplemente usarlos como anzuelos para atraer clientes: cuál universidad otorga más beneficios a la clientela por los mismos estudios. Entonces ahí entraban en funciones las tesis o memorias, donde los estudiantes durante un año realizaban un estudio riguroso, preferentemente empleando el método científico, lo cual les permitía hacer una especie de práctica investigativa, si se permite la expresión. Estas tesis, reforzadas con algunos cursos previos de metodología de la investigación, justificaban entonces que el flamante profesional, aparte de ser sociólogo (su profesión) fuera licenciado en sociología (su grado dentro de una disciplina científica). El tiempo pasado que se emplea en el párrafo anterior se debe a que, en buena medida, tal lógica se ha desnaturalizado bastante por el uso arbitrario de los grados académicos, transformados en incentivos para elegir una u otra de las empresas de servicios (universidades) que titulan gente en Chile. Y, aunque parezca insólito, el grado académico se ha transformado en un símbolo de estatus, más allá de los reales aportes que signifiquen para la persona los conocimientos adquiridos. Esto lleva a una desvalorización de los grados y a la necesidad (social) de ir por más. En conclusión, los estudios de posgrado están a la orden del día y son negocio redondo. Aún quedan programas de estudios de pregrado donde se mantiene la idea original de enseñar algo especial para ser un graduado (aparte de un profesional): saber de métodos y técnicas de investigación, especialmente si tales títulos caben dentro de una disciplina científica. Tesis y memorias deben seguir siendo el primer ejercicio metódico y riguroso a través del cual algunas personas pueden descubrir su interés por la investigación científica. Aún en un país tan pobre en investigación científica.
Alejandro Flores P.
7 Artículo Especial
La Tesis
Juan Pablo Arias
Cuentos
Cuentos
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Boceto No es la misma cara por la que había sentido antes la brisa en el delgado abanico de sus pestañas. Tampoco son los mismos ojos. No es la boca, ni el cuello, ni el dorso de su nariz marmórea. Pero sí es proyección, perspectiva, equinoccio, línea de fuga. ¿Qué hay en este modelo vivo que no hubo antes en otros, o quizás sí había en Ella? Trazado a carbón, el retrato parece tener más vida que la flaca osamenta sobre la cual se sostenía una cara perfecta. Su pose de gato azuzado blandea el pelo oscuro sobre un hombro y sostiene unos cuántos músculos tiesos. Nadie puede aguantar en esa posición más de diez minutos. Ella sí. Me distraigo en el detalle del paisaje. Aquí, donde no llega mi mano a rozar el cálido hielo de la modelo desnuda, no hay paisaje: el cuarto silencioso la rodea, las caras serias de los dibujantes, la música hueca de la carbonilla y el roce permanente de las miradas austeras. Pero en la hoja, detrás de la estatua viva hay un palco, un coliseo, un arroyo, el Palatino y el cielo nublado con la luz diagonal que había imaginado Leonardo. Si existieran, de hecho, habría ángeles y querubines sobrevolándola excelsos. Pero no los hay. Y es cierto que la cara del retrato no es la misma cara del modelo. Aunque sí la curvatura del hombro y el cuello agazapados. Un timbre opacado por paredes de concreto da por finalizada la hora y la modelo recupera lentamente su movilidad. Busca sin mirar su bata. Nadie la mira ahora. Yo, finjo extraviar algo, procuro demorarme más que el resto de los retratistas, que ya guardaron sus hojas en carpetas y maletines, sus lápices en morrales pardos, sus ojos en pares de lentes oscuros, y volaron a la calle. La veo tomar su ropa con cuidado, no tiene frío, pero hace frío. Ya sin excusas para retrasar mi salida, junto mis cosas y abandono la habitación. La modelo queda atrás, poniéndose un saco largo y grueso, apagando la estufa y cobrando su salario. Yo, escalones abajo, no volveré a voltear para verla una vez más. En mi carpeta está todo lo que quise de ella y todo lo que querré siempre. El tren tarda en llegar. Una persona me pregunta la hora. Le contesto con un susurro apenas. El viento llega ahora desde el andén y hace instantes decidí no volver a pisar la escuela. Con el tiempo, sé que haré cientos de copias de el retrato que hice minutos antes de abandonarla, y cada nueva copia será más infiel que la anterior, resguardando aquella cara perfecta en ese rincón de la memoria al que no podré volver nunca más.
Juan Pablo Cozzi
Mírame bien
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Mírame bien, ¿me estás viendo? La noche no dejaba de destrozar sus pensamientos, los esparcía por su cama como pedazos de un tían perdidos y sin conexión, su mente era una marea de ideas sueltas y sin sentido común que fluía hacia la realidad convirtiéndose en un torbellino fragmentado de gotas autónomas y agónicas. ¿Qué somos?... bueno, no mucho. La verdad es que somos nada ante un todo máximo y sublime, contra quien todos a veces hemos querido atentar pero que a la larga termina domando nuestro espíritu (si no lo hace, bueno, te hará desaparecer). Me cansas con tus meditaciones… sólo abrázame Te abrazaría si pudiera, pero estás tan lejos. Mis brazos te alcanzan ¿pero podré alcanzarte yo? Conectarme contigo es una tarea casi imposible (por no decir utópica)…
cada uno de nosotros vive su
realidad y en verdad nadie se entiende, nadie se comprende. Están todos tan preocupados de sí mismos que no son (y no somos capaces) de compenetrarnos con el otro y asumir su condición como personas, como iguales… me siento como vedado de entenderte… siento que hay algo que no puedo sentir, porque se me ha prohibido. El individualismo: la soledad de estar en sociedad… ¿Has visto la luna?... Silencio, quiero dormir. Y yo quiero morir…
Jaime Henríquez mella
Cuentos
cristal destrozado y vuelto a destrozar: se repar-
Cuentos
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Cómprelas o cómpreselas La veo muy sentada, ignorando la lluvia que arrecia, rodeada de un campo magnético propio (un paraguas). Viste de blanco, con un delantal a cuadrillé rojo y que combina con el activista que pasó raja corriendo, perseguido por un guardia, aún llevando la lata de spray en la mano (el activista, no el guardia). Ella tiene una pañoleta blanca atrapando la cabellera, no porque se crea rockera o pirata, sino que pa’ no echarle pelos a la comida. Ella vende empanadas: - Calentitas, de pino y de queso mis niños. Llévelas ¡que se acaban! Es una figura incólume entre el laberinto de pasillos, caminos tejados y no tejados, pastos, facultades, cafeterías y baños. Su pelo es cano, lleva lentes. Aparenta la edad de mi abuela (la que conversa con sus figuras de porcelana y pone billetes en una figura de elefantito), pero es más delgada, menos blandita. Y está ahí sentada sobre el frío concreto, en una universidad cualquiera y vendiendo como si nada. Los estudiantes pasan. Uno, dos, tres, diez, doce, diez de nuevo y me aburro de contar. Lluvia y viento, Concepción es tropical, pero sin el calor; también es antártica, pero sin la nieve; además es costa, pero sin el olor a mar. Siento lástima por del supuesto asiento y nos deja el invierno). y brownies con “yapa”: lando en vez de dar la
ella, que no debe sentir el trasero arriba ni para el pastito le alcanza (sólo barro Más allá, unos rastas vendiendo hamburguesas los comes y terminas hablando de cerdos vodisertación (me han contado).
- Niños, apúrense en comprar, están calentitas. Por el otro lado del camino pasa una mina llorando, despedazada por algún profesor incierto, en algún certamen indefinido, de un ramo random. - ¡Segunda vez que me lo echo!- rabea sola en voz alta. Pero ella no me da pena. Vuelvo la mirada a la abuela de las empanadas a $250, lleve 3 en $600, que están calentitas y se van a acabar. Y que pare de llover, Dios! - Se me pasaron las zapatillas, tengo una pecera en las patascomenta el estudiante uno. - ¿Cómo no? ¡Si mira como llueve!- responde el estudiante dos. - ¿De arriba pa’ abajo? Los obreros no paran de meter ruido y, a pesar de estar a su buena distancia, dejan un sabor a pasta muro en el aire. Los constructores y sus estúpidos arreglines para dejar semi-parados los edificios devastados: un día de estos inventarán un parche curita lo suficientemente grande como para pegárselo a la Facultad de Educación… - Deja de divagar, ¡por la oh! Me meto la mano al bolsillo: un par de monedas, dos boletos de micro, mi pase, una pelusa, un chicle abandonado. Suficiente. Me acerco hacia ella…
- ¿Me da dos de pino?- pregunto. Sonríe con esas sonrisas que sólo las abuelitas tienen:
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Están realmente buenas o yo realmente cagado de hambre. Disfruto cada sabor entre mi lengua: cebolla, carne, más cebolla y algún aliño inidentificable. Luego de comprarle, me siguen un par de estudiantes más. Genial, he salvado a la abuelita y ya puedo volver tranquilo a mis estudios para el certamen final (ligeramente tentado por la presencia de navegados que preparan los estudiantes de Sociología, un par de hectáreas de pasto más allá). Estudio. La importancia de Sigmund Freud radica en descubrir el inconsciente… - ¿Sigmund Freud tuvo el primer apagón etílico de la historia? Olor a vino caliente y naranjas. Tienen una olla gigante y un cucharón ídem pa’ revolver. También está pasao’ a sopaipas y choripán. Estúpidos sociólogos que me tientan, quieren enseñarme lo que es estar realmente inconsciente. No importa, porque el psicoanálisis… - ¿Qué? ¿Entraste a sicología para ver si te podías arreglar la cabeza? Pasa una chica corriendo sin polera y hasta allí llega mi estudio. No sé qué le echarán a ese vino, pero definitivamente está más fascinante que el certamen. Tendría que estar loco (y estar estudiando con los de Periodismo) si dejara desperdiciar la oportunidad de pasarlo la raja. Aunque por otro lado, no voy a aprobar el ramo… le echo una última mirada a la vendedora, como buscando una señal divina, no sé… Se ha retirado a una esquina retirada (valga la redundancia), pero aún así la alcanzo a ver: se quita la pañoleta, también el pelo… y como hay más pelo abajo, deduzco que es una peluca. En realidad es rubia y de pronto se ve más alta. Se saca las ropas y tiene una buena figura. Y ropa cara, de esas que vale la pena exponer la marca. Se cambia los lentes por unas gafas de diseñador. Saca el perro celular. Ah no, perdón… un Blackberry. Y dice así a su interlocutor: - Terminé con mi experimento social. Ven a retirarme. Dicho y hecho se estaciona un Mercedes Benz negro (como si se hubiera teletransportado, como si hubiera caída con la lluvia) y ella se sube. leo:
Retiro la mirada hasta la última línea de mis apuntes y
...la realidad es subjetiva. La construimos nosotros mismos. Y creo que al fin estoy de acuerdo con mis libros. …y se me quitaron las ganas de tomar.
serenade
Cuentos
- Gracias hijito, están calentitas!- me repite.
Cuentos
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Consumêre La ambición me mató, me arrastró aquí. Alcanzo a ver un rayito de luz filtrándose en la celda y busco algún objeto al cual sujetarme. Es muy curioso como desde niña tuve un extraño aferramiento a las cosas nuevas. Cada vez que recibía regalos, una sensación placentera me subía desde las puntas de los pies hasta el cerebro. Como la única hija, me dieron regalos únicos, escogidos especialmente para mí. Mis hermanos, que eran cuatro, se conformaban con recibir un par de aburridos pantalones, o camisas del mismo modelo. Por eso siempre supe que mi madre escogió mis obsequios con cierta delicadeza. Era imposible obtener algo repetido, ya que, como mujer, la posibilidad de compras es infinita. En mi infancia, fueron fundamentales los juguetes y los vestidos de holanes, que en cuestión de tiempo eran reemplazados por otros nuevos. Cuántos cadáveres de vestidos había en mi clóset para cuando tenía nueve. En ese entonces, no me atrevía a tirarlos, ni a permitirle a mi madre que los regalara. «Vamos a regalarlos, al fin tú ya no te los pones» «No mamá, si no son nuevos, no valen… Qué van a decir de nosotras». Tiempo después, la vida me recordaría lo inválido en mis palabras. En la adolescencia, acostumbraba decirle a mi padre que tomaría clases de corte y confección por las tardes, y con eso lograba sacarle unos cuantos pesos. Mientras un grupo de mujeres cortaba tela, como idiotas, yo iba a probar, con el dinero, distintas clases de maquillaje. Me decían: «Señorita, ese no es de su tono» «No importa, me lo llevo, y también aquel, el más oscuro». Qué bien me sentía en cada tienda. Con el tiempo, los dependientes se acostumbraron a mi presencia. Compré llaveros que se repitieron hasta tres veces entre mis llaves, porque sentía que ellos también tenían la capacidad de envejecer. El impulso me llevó a adquirir lápices labiales corrientes y discos piratas que escuchaba acostada sobre la cama. Fue entonces cuando comencé a fumar, y mis tardes se vieron envueltas en humo. Ver cada cajetilla nueva me provocaba una emoción sin igual. Me mordía los labios, nerviosa, mientras retiraba el delgado celofán que envolvía cada paquete. Descubrir la promesa blanca y ahumada en cada una de ellas, provocó que coleccionara encendedores que terminaron en un cajón. El descubrimiento más grande que alguna vez hizo el ser humano, fue el de cambiar cosas por dinero. Lo maravilloso de mi juventud fue descubrir que te da un poder excepcional, pero lo que te hace reina es verte rodeada de objetos que completan tu espacio, que rellenan ese hueco que es la vida. A los veintiuno, cuatro años después de que comenzaran mis supuestas clases, mi madre acudió a mí para pedirme que le ayudara a coser un pantalón que se había rasgado. Pero yo no sabía ni ensartar el hilo en la aguja. -No te preocupes –le dije. Y ella se fue contenta, mientras yo no encontraba paz por ningún lado. La impotencia me consumió y los cigarrillos no lograron quitarla. Mi idea más brillante fue ir con la vecina de al lado a pedirle ayuda. Toqué varias veces a la puerta, y practiqué una cara de niña enferma. La escuché acercarse, sus pasos pequeños. -¿Qué se te ofrece?
-Buenos días, disculpe que la moleste. Mire, es que mi mamá no está y me siento muy mal. Me pidió que cosiera este pantalón, pero las manos me tiemblan y no puedo hacer nada. Si no lo coso, me va a regañar, y mi papá no tendrá nada que ponerse.
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-¿Más o menos cuánto? –le pregunté, víctima de la ambición. -Muchísimo, hija, miles, miles, pero no tengo con quién compartirlos. Su casa estaba bien amoblada, y ella vestía ropa de temporada. Fácilmente reconocí los cortes Chanel, tan finos, y alcancé a percibir la delicadeza de su fragancia. Asumí que su historia era cierta. Cuántas cosas me compraría esta vieja, pensé, y en cuanto me dejó ir, me prometí regresar al día siguiente. La segunda vez, le pedí una taza de azúcar, y aproveché para quedarme un rato con ella. Pensé que el dinero se me había acabado, pero que mi madre había quedado tan satisfecha con el pantalón que me permití pedirle que me pagara otro trimestre del curso. Por supuesto, aceptó, y esas fueron las tardes en que visité a la vieja y le conté mentirillas sobre “mi triste pasado”. Obviamente, para causarle lástima, comencé por decirle cosas simples, como que de niña había tenido una rara enfermedad que no me permitió caminar sino hasta los siete años, y que mis padres lo vendieron todo para pagarle a un terapeuta. La mujer, conmovida, se enjugaba las lágrimas y decía: -Hija, ve por mi cartera. La vieja acostumbraba llamarme así con ternura. Casi todas las tardes salía de su casa con un fajo de billetes en mi bolsillo. Comencé a comprarme cosas más caras, como perfumes de Dior y ropa que nunca en mi vida me había imaginado. Aprovechaba cada oportunidad para hacerme la víctima y que ella me enviara por su cartera. Una vez le dije que mis padres ya no tenían más dinero para pagar la hipoteca de la casa, y que muy pronto no tendríamos donde vivir. Sus manos arrugadas me dieron falso consuelo, y en ese momento me comunicó una noticia que cambió el rumbo de las cosas: -Esta mañana fui al notario para que te agregaran a mi testamento. Me tragué el sollozo que pretendía escaparme por la boca, todavía presa de mi mentira. Aunque la felicidad se estrelló contra las paredes de mi cuerpo, mi exterior mostraba gran serenidad. -¡Oh, mil gracias! –le dije entre abrazos y besos a toda su frente amplia. Pero en pocos días la felicidad se extinguió para dar paso a la pobreza. Quizá mis mentiras se hicieron cada vez menos creíbles. «Mi hermano está en la cárcel y tenemos que pagarle una pequeña fianza» «No tengo con qué comprarle un regalo de cumpleaños a mi mamá». Las cantidades de dinero proporcionadas fueron disminuyendo considerablemente, y un par de días lo único que me dijo fue algo como «Pobre de ti, ya Dios dirá».
Cuentos
La vecina accedió a coser el pantalón, y me dio unas aspirinas. Como pasa en muchas películas, me invitó a tomar té en tacitas de porcelana y se puso a contarme su juventud. Entonces me enteré de que su marido había muerto dos años después de la boda, y que le había heredado una enorme cantidad de dinero.
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Cuando quise comprarme más ropa, me di cuenta de que sólo me alcanzaba para la usada. Mis deseos de estrenar fueron demasiado grandes, y no me resistí a comprar una enorme cantidad de prendas viejas y agujereadas. En mi cuarto se estancaron junto con las cosas que tenía desde la niñez. Pensaba en lo estúpida que era la vieja al no darme más dinero, y mis atenciones fueron en aumento. La acompañaba a todas partes, le hacía la comida, le compraba un tipo especial de té traído de África, pero nada parecía complacerla. Un día me dijo:
Cuentos
-Regresa mañana, estoy cansada. Llena de rabia por la falta de dinero y atención, me fui a casa resoplando. En mi cuarto, con un cigarro apagado entre los labios, recordé que la vieja estaba dispuesta a heredarme todo, y se me ocurrió la maravillosa idea de matarla. Pensé tantas cosas, fumando, escupiendo el humo contra el vidrio de la ventana. «Triturar el medicamento y mezclarlo con el té... No» «Apuñalarla, no, tampoco» «Asfixiarla… Asfixiarla, sí, asfixiarla, perfecto» Aplastando las colillas que había tirado en el piso, comencé a dar saltitos, emocionada. Muy pronto tendría mi dinero. Creí que no sería difícil. Me acuerdo que eran como las cinco de la tarde, y ofrecí poner té en la estufa. Me había asegurado de cerrar puertas y ventanas, excusándome con el intenso frío. Fue tan fácil abrir un poquito la llave del gas. -¡Se nos acabó el té! Voy por más a mi casa, no tardo –le dije. Entonces le di un besito en la frente y tomé disimuladamente las llaves de su bolsillo. Cerré triunfante la puerta y esperé como idiota en la calle, pensando en que pocos minutos después estaría muerta. Estaba meditando en lo estúpida que fui por no haber tomado algún objeto de valor, cuando escuché sirenas acercándose. Dos patrullas se detuvieron enfrente de la casa, y la ventana a mi lado se abrió, sorpresivamente. -¡Ella es, ella me quiso matar! Intenté huir, corriendo hacia la esquina, pero dos oficiales lograron acorralarme y con facilidad me esposaron. -¡Suéltenme, malditos, ahorita van a ver! Mis palabras se escucharon por toda la calle. Todos los vecinos salieron, incluida mi madre, que desesperada, arremetió contra los oficiales. Nuestros esfuerzos fueron absolutamente inútiles. Me recuerdo esposada, mirando hacia atrás, mi madre y la vieja perdiéndose al final de la calle. Ahora estoy aquí, encerrada en una celda sucia y húmeda. De vez en cuando mi mamá me trae regalitos que reavivan el gozo. Pero mis compañeras de celda me los roban, y nunca vuelvo a verlos. Quizá los venden, no sé. Lo único que me dicen es que aquí no necesito nada de eso. Es probable que me roben este cuaderno que me llegó hace pocos días, y esta historia se pierda dentro de la prisión. Paso mis días en completa soledad, esperando paciente el día de visita, en el que mi madre me traerá algo nuevo. Si bien, los objetos ya no se amontonan en este lugar, como en la habitación de mi casa, por lo menos me dan un momentito de felicidad, me hacen sentir que sigo viva.
Cristián lagunas
ARTES VISUALES
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CÓMIX PAGE por Dibujante Mac.
Juan Pablo Arias
Amor Intelectual (I)
La mina quedó tirada en la cama, sonriéndome y observándome con una mirada mezcla de ternura y pasión. Yo quería huir, pero fui -soy- muy cobarde. Solo me quedé parado frente a ella, desnudo, con mi miembro flácido. Sin energía. Vacío. - Te entregué lo más preciado que tenía, lo sabes. Espero que lo valores - Sí. Lo sé - respondí cínicamente. En mi interior sabía que después de esto no la volvería a ver. No me importaba mucho tampoco, pero aún así, disfrutaba observar su inocencia y me provocaba placer pensar que en poco tiempo yo ya no estaría allí y que toda su entrega había sido en vano. Perverso. Lo sé. Me senté al borde de la cama y tomé su pequeño rostro entre mis manos. Al poner mi pecho sobre el suyo sentí que su corazón latía a mil por hora. La besé como nunca. Ella me besó como nunca. Nunca lo supe, pero creo que a partir de ese instante se enamoró de mi. Le cagué la vida. Siempre lo hago. Cuando la terminé de besar le acaricié el pelo y le prometí el cielo y la tierra. Y lo que no tenía. Se veía feliz, eso aparentaba al menos. Me vestí, pasé al baño y me refresqué la cara. Cuando entré en el cuarto nuevamente ella me miró con dulzura: - ¿Ya te vas? Yo quería que te quedaras esta noche conmigo - Debo estudiar. Tengo examen y me queda poco tiempo. - ¿Nos veremos mañana? - Sí. Por supuesto - Le mentí. - Te adoro. Por eso hago todo esto. Me estás salvando de la vida, y eso te lo agradezco. Creo que te amo. Un nudo se formó en mi garganta. Sufrí, pero solo un poco. Quizá sentí un poco de angustia, pero se me pasó luego. Siempre era así. Soy incapaz de sentir algo por alguien. Aunque quizá esta vez fue - debió- ser distinto. Le di un beso en la frente y me fui. Ella quedó mirándome con felicidad, tirada en la cama. Se veía linda. Tierna. Obviamente no la volví a ver. Huí. Era lo que siempre hacía. Ahora, mientras escribo esto, miro a la cama: Ella duerme. Su cabello pelirrojo le cubre su pálido rostro. Se ve hermosa. Está agotada, pero se le nota feliz. Ya es tarde, creo que quizá es hora de vestirme y salir sin que nadie se dé cuenta. Hay que seguir con la rutina. (2) Quedamos de juntarnos en el café y libros de la calle Mosqueto. Llegué media hora antes de lo acordado, me senté y pedí un jugo de frambuesa. Lo típico. El café estaba casi vacío. Cerca mío, bajo a una estantería repleta de libros de Bukowski y Parra, discutían acaloradamente dos huevones con pinta de intelectualoides fracasados. Que la esencia, que la forma, que la materia, que sé yo... Hablaban tan fuerte que era imposible dejar de escucharlos. El tiempo avanzaba imperturbablemente. El café era bastante cómodo, estaba repleto de espejos en donde pude notar que mi rostro brillaba. Estaba feliz, obvio, por fin había encontrado a alguien que me valoraba por lo que era. Me quería y yo sentía que me estaba enamorando.
Cuentos
PRIMERA PARTE
19
Cuentos
20 Puta la huevona ingenua pienso ahora. Lo conocí en una fiesta. En el cumpleaños de la Rocío Plaza. El estudiaba Sociología en la Chile. Yo estaba conversando con el Pedro cuando él se acercó. Nos quedamos hasta tarde hablando, me fascinaba su mundo. Esa mezcla entre hippie e intelectual me volvía loca. Esa noche me invitó a su departamento que quedaba cerca de la plaza Los Dominicos. Vivía solo. Su departamento estaba lleno de posters y afiches de Queen, Pink Floyd, Axl Rose. Su pieza era bastante grande y en el fondo había un retrato de él con su madre. Nunca le pregunté, pero al parecer jamás conoció a su papá. Apenas entramos a su departamento nos empezamos a comer escandalosamente. Fue mi primer beso. Siempre fui bastante tímida y los hombres no se acercaban mucho a mí. Con él fue distinto. Me enganché apenas lo vi. Era mi complemento, rellenaba todas mis carencias. Esa noche no pasó nada importante. Conversamos mucho, nos reímos y quedamos de vernos al otro día en el Parque Forestal. Me acuerdo que esa mañana me levanté temprano, me arreglé mucho y llamé a la Pau y a la Cote Correa para contarles que había conocido al hombre de mi vida. Mis amigas se pusieron felices. Éramos siempre las tres, pero de un tiempo a esta parte ellas estaban consumidas por sus relaciones sentimentales y yo me había quedado sola. Eso me estaba cagando un poco la psiquis. Siempre fui la violinista, ahora las cosas estaban cambiando. Nos juntamos fuera del Museo de Bellas Artes y fuimos a comer a un café de Lastarria. Él amaba ese barrio. Me habló toda la tarde de literatura y autores under que yo no cachaba. Pero igual me fascinaba hablar con él. Tenía tanto mundo, tanta vida. Llamé a mi casa y les dije que no volvería esa noche, que me iría a la casa de la Cote a estudiar. Nos fuimos al Parlamento, un hotel que estaba al frente del forestal. Era piola. Nos atendió un tipo que era bastante joven pero aún así tenía una incipiente calva. Pidió una habitación. Tercer piso. Subimos y desde ese momento todo se volvió idílico. La habitación era gigante, colgaban unas lámparas azules, de vidrio que iluminaban el cuarto tenuemente. No estaba del todo oscuro pero la luminosidad escaseaba. La cama estaba salpicada con pétalos de flores, onda motel de película gringa. Apenas entramos el me comenzó a besar. Yo me entregué. Sentí que me daba tanto cariño que tenía que aprovechar. Fue todo tan perfecto, me desvistió con cuidado y nos acostamos. Fue mi primera vez. No me dolió ni nada por el estilo, quizás fue así porque estaba tan obnubilada que olvidé todo lo que pasaba. Se vistió y yo quedé allí tirada. Se tenía que ir a estudiar. Igual me dio lata, porque yo quería quedarme con el toda la noche. Nunca voy a olvidar que le dije que lo amaba. Lo conocía solo hace tres días pero consideré que tenía que expresarle lo que sentía. Él no me respondió. Se dio la media vuelta y se fue. Quedamos de juntarnos hoy. Aquí y ahora.
21 El tiempo siguió corriendo. Diez minutos. Media hora. Una hora. Tomé mi celular y lo llamé. Nadie contestó. Volví a intentar. Lo mismo. Me angustié. ¿Que le habrá pasado? ¿Y si lo asaltaron? ¿Y si no pudo venir y no tiene como avisarme? Me desesperé y seguí llamándolo. No hubo respuesta. De repente, como en el intento número treinta, me contesta. Mi corazón se acelera. Hola flaca, sorry por no avisarte pero no pude ir. Me quedé dormido y ahora me voy a juntar con una amiga. Creo que no cachaste bien la onda, pero igual fue genial lo que pasó anoche, pero quedó ahí, ¿Cachai?, onda, yo no estoy para comprometerme ni mucho menos. Igual prefiero que dejemos de vernos para que no te inventes expectativas. Si querís, después tan amigos como siempre. Cuídate flaca. Igual estuvo bueno el polvo. Quizás algún día se repita. Todo se volvió oscuro. Mi garganta se apretó y algo comenzó a subir. Sin prevenirlo, las lágrimas comenzaron a correr. Primero despacio, luego con desesperación. No podía creerlo. No podía estar pasando. Saqué cinco lucas y las dejé en la mesa. Los huevones que estaban discutiendo se pararon justo cuando yo estaba saliendo. Se profirieron algunos insultos y cada uno siguió su camino. Yo salí llorando y caminé, caminé y llegué a una plaza, al frente del MAC. Uno de los huevones que estaba en el café me siguió y me habló. No sé que me dijo, pero lo abracé y lloré desconsoladamente. Me tiré al pasto y comencé a vomitar. El se quedó allí, parado mirándome. De repente, se dio media vuelta y se fue. Me quedé sola allí embargada por una amalgama de odio y frustración. Llamé a la Cote, necesitaba a alguien que me socorriera. No me contestó. ¡Vida de mierda! Grité. Y me fui caminando entre medio de los árboles esperando que alguien me rescatara. Como en los cuentos. Nunca pasó. ¿Y a ese huevón? No lo volví a ver. Pero hoy más que nunca, siento que jamás me olvidaré de él.
Rodrigo honores
Cuentos
Mi vaso estaba vacío. Llamé al tipo que estaba atendiendo, un huevón medio chascón y que se le notaba mucho que era gay. Le pedí otro jugo de frambuesa. La discusión de los otros dos tipos había alcanzado otro nivel y ambos estaban rojos. Ya no conversaban. Gritaban.
Poesía
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El Caos del Cero
Solo de soledad soledad de no me importa
Poesía
giro y giro atornillado a la sonrisa homicida de mis pasos cada vuelta es la exhibición de un coma temporal propio en el que intento olvidarme de mí y de los míos mientras la voz de fondo dice no sirve cerrar los ojos no sirve que se revuelva el estómago hay labios en los besos de las huellas que no te van a dejar olvidar Y se acerca el ir como huracán rabioso oculto bajo la almohada no hay sueño que pueda negarlo con él se irán los juramentos atragantados juramentos Entonces, pienso yo nunca tú nunca siempre muertos no hubo mucho que pudiéramos decir Entonces, pienso deformes las miradas que urdidas en la piel no quieren cicatrizar.
Senbastián Aguirre
El peregrino de la luna creciente por la tierra recién anochecida con el corazón a cuestas en la espesura poética de la palabra justa mira el cielo roto en el último aliento del sueño la madera huele a amor prometido el golpe de frío le hace temblar las manos como una paloma cuando sale del nido todo su cuerpo es la penumbra de una caricia que se juega la vida como si fuera una estrella tardía aferrada a un resto de luz y roza entonces con la yema de los dedos lo que va dejando caer el silencio que recorre en voz alta la vida toda del hombre como si una paloma se confundiera entre las flores de un poeta antes de dar batalla a la palabra y atrapada en la acrobacia poética querer volar sin empeñar el plumaje el peregrino piensa en la noche como un oleaje violento contra el papel y la vuelve en un solo golpe oración, ruego, súplica, amor intimidad, fuego, confesión, cruz, la vocación del náufrago lo obliga a salir de sí mismo y el poema que ya es un eco que rueda por el vacío arrastra consigo al peregrino de la luna creciente que ve, violentamente, los ojos del Nazareno sobre los suyos tomando las palabras caídas en el jardín del cielo pidiendo que empiece de nuevo, otra vez el poema porque los días necesitan ser nombrados para que pasen porque una poesía necesita del poeta para quedarse.
Santiago ocampos
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Poesía
El Peregrino de la Luna Creciente
Poesía
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Se nos acabó el berrinche
El berrinche, por fin, se nos pasó y los pulmones agotados de tanto grito ya no sirven para correr. La rabia un día se nos acabó y las causas mágicamente desaparecieron como si solo hubiese sido cosa de sonreír. En el fondo, sabemos que es mentira, que hemos optado por las versiones oficiales, las versiones publicitarias de Realidad Corp. donde todo es mármol, luz y estilo, el poder es el objetivo, el dinero el medio y nosotros el mundo. Las nuevas tendencias comienzan a fruncirte el ceño mientras olvidamos los mohicanos y bototos de años tempranos. Pero poca culpa parece hasta tus de ayer héroes lo han hecho. Los ateos andan encomendándose, los anarquistas gerenciando proyectos millonarios, los rockeros cambiaron las consignas por slogans. Tanto grito, tanta discusión, tanto riff... No sé si prefiero olvidar el pasado o el hecho de haberlo abandonado. Después sigo, debo ir al banco.
Manuel gatica
Tiempo Persiguiendo Soles
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Tiempo enredado en el pórtico de mis pestañas.
porque entre más las veo más duelen y
sangran.
Y entre más las intento esconder más a flote reescalan.
¡Si hasta se burla el tiempo en mis desgracias! Tanta cabeza loca en las estaciones desarticulada que engendró distancias y dispares
metáforas.
Mi cabeza perturbada que no logró ver las verdades que amontonaban heridas que ahora se desaguan. Y el tiempo roedor detrás burlándose de mí prosperar, me persigue con pasos agigantados e inoportunos.
Me viene gritando, advirtiendo
en cada esquina
del reloj de mis canas, arrugas y várices que pasará a dejarme un día cualquiera en las puertas de un sendero con otro espiral que me llevará a distintos tiempos pero estos que tengo aquí jamás regresarán. Y que cargaré las cicatrices en mi corazón pues aquí no tuve el valor de hacerlas sanar. Cobardía rastrera de vivir sin valentía en el andar.
Eloísa Echeverría
Poesía
Cicatrices que intento esconder para olvidarlas
Microcuentos
Microcuentos
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Pánico y Locura en la Vega Chica
Sandias cuadradas a mitad de precio son la novedad. Una anciana timadora en el puente Loreto actúa como lisiada para que la ayuden a tomar un taxi en avenida Santa María, mientras le roba a sus ingenuos escoltas. Y detr ás, un bus del “Transantiago” a punto
de
colisionar.
El vendedor de sandias arroja una carreta llena de su fruta para mermar la hecatombe. En segundos, la esquina se inundó de un rojo intenso con pepas negras. La veterana ensangrentada pregunta “¿desde cuándo la sangre es dulce?". Desde que la justicia es amarga, le responde un carabinero.
Damián Hernández
31 Microcuentos
El Traidor
Cuando Jesús me convenció de besar a Tomás en el Monte de los Olivos para salvarse él, pensé que no era justo, pero finalmente accedí
aceptándolo
como un sacrificio necesario para la defensa de nuestros ideales. Pero, que ahora me venga a pedir la mitad de mis denarios de plata, realmente me parece una conducta impropia de un Mesías.
Óscar RofrÍguez
Microcuentos
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Los Seis Antonio
Los seis caminaban por la vereda. Se veían tranquilos, con excepción de Segundo. Aunque no conocía al padre de su novia, no podía asegurar que ella no le hubiera mostrado sus fotos. El frío hacía que la noche fuera más silenciosa y, por lo mismo, la voz del viejo les retumbó. Frente a la pregunta, “¿Quién de ustedes es Toño?”, el sexteto respondió al unísono: “Yo”. El anciano los dejó seguir creyéndolos confabulados. Jamás supo que en esa familia todos se llamaban Antonio. Sólo entre ellos se distinguían. Al mayor le decían Primero y al más pequeño lo llamaban Sexto.
Vifube
La “casi” estafa
Cuando mezcló el vino “Reserva Privada” con bebida cola cortésmente para servírmelo ,
me percaté
de que no era quien decía ser. Cerrado el trato, acordamos juntarnos en aquel restaurante. Todo fue bien, hasta que una serie de hechos, coronados con el narrado anteriormente, confirmaron mis sospechas. Gracias a mis años de experiencia en el negocio, pude realizar verosímilmente, ciertos ademanes que me permitieron
escapar. Pasaron los días y
el misterio aumentó con cada llamado telefónico que no contesté. Si era un “tira” abstemio o un colega inculto, nunca lo sabré;
cambiar todos mis datos
de identificación nuevamente, era más seguro.
Dilou mafuag
Microcuentos
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Microcuentos
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El Presente
Una suave brisa otoñal remeció su ser; por vez primera sentía todo distinto, novedoso. Caminó horas por el Parque Forestal, su estado emocional
era pacífico, en su mente logró comprimir el
tiempo, vivía un extraño presente, no había espacio para anclarse en el pasado, ni menos proyectar un ilusorio futuro, sólo deseaba reencontrase consigo misma; se sentó en un banco del parque a releer el diagnóstico médico: “Tumor cerebral maligno, con una ventana probable de dos años de vida”. Sofía a sus treinta y tres años, desde lo hondo de ahora”.
Leopoldo Vidal
entendía conscientemente
su corazón: “el milagro del
El sol se escondía tras los edificios cuando los primeros acordes comenzaron a sonar mientras bajaba las escaleras. sé en detenerme.
La señal se perdía y pen-
Pero desobedecí a mi instinto y
tres peldaños más abajo sólo había ruido en mis audífonos.
Voy atrasado… pero tengo pánico de no
volver a escucharla jamás.
Me detengo, dejo pa-
sar al tumulto, vuelvo mis pasos y el dial recobra nitidez.
Subo el volumen y mientras el vie-
jo Paul susurra la historia de Jenny Wren, un pequeño chincol cruza la boca del metro y se posa calmo a mirar la ciudad.
Christian BRavo
Microcuentos
Jenny Wren
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Cuentwittos
En la noche se escucha el llanto de un amor que se perdió. Leonor Monnez
La Mentira La mentira se vistió de traje, caminó hasta el fondo del salón. Dictó clase magistral y se marchó.
Rosibel Palomera
Segundos Bajos Un hombre camina muy despacio por el pasillo que lo conduce a su trabajo. Su autoestima lo aguarda en el escritorio y él lo sabe. Tic tac.
Conciencia Se despertó sin saber dónde estaba. Con razón no quería dejar aquel sueño donde su nombre guindaba del póstigo ¿y si toca la puerta?
Ysabel Briceño
Cuentwittos
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A Felipe
Cuentwittos
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Rojo Tinto Sangre Pasó el rojo tinto a ser rojo sangre. De la copa a la boca, de la boca a las venas, y de las venas, a la locura.
Olvido Cruzaba el río en canoa, con su perro, su gato y sus sueños. Huía, Creyó que llevaba todo; Falso, se le quedó olvidado el amor
Fabiola Minda
Nubes Grises Sus ojos se poblaron de nubes grises, su pelo encaneció y la piel acartonada dibujo trazos de su sabiduría...
Miedos Sus fantasmas lo rodeaban gritándole en silencio lo que su corazón se negaba a decir, aturdiéndolo hasta salir despavorido.
Alma Elena P.
ARTES VISUALES
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CÓMIX PAGE por Dibujante Mac.