El Comité 1973 número 29. Crítica Literaria.

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Crítica literaria R e v i s ta E l C o m i t é 1 9 7 3 Año 5. Núm. 29. 2017.


El Comité 1973 Director Meneses Monroy

EL COMITÉ 1973. Núm. 29. Crítica Literaria Revista de difusión, crítica y creación literaria. Correo electrónico: elcomite1973@gmail.com http://issuu.com/revistaelcomite1973 https://www.facebook.com/revistaelcomite1973 https://twitter.com/ElComite1973

Editora Asmara Gay Jefa de redacción Patricia Oliver Cuidado de Portafolio Almendra Vergara Imagen y Diseño Gráfico Israel Campos Nava

Consejo editorial Agustín Cadena Guadalupe Flores Liera Daniel Olivares Viniegra Israel J. González S.

Comité colaborador de este número Xavier Enríquez Asmara Gay Hans Giébe Israel J. González S. Adriana Marrufo Díaz Rodrigo Herrasti Dulce G. Ramírez Rodiles

Portada y contraportada Israel Campos

Publicación Bimestral Junio - Julio Año 5. Núm. 29. 2017.

Publicación incluida en el catálogo de revistas electrónicas de arte y cultura del CONACULTA http://sic.conaculta.gob.mx/ficha.php?table=revista_elec&table_id=136


indice Dossier En defensa de la crítica literaria Asmara Gay Traducción Carta a B / Carta de Edgar Allan Poe Asmara Gay

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Relato Los pasos del éxito Xavier Enríquez

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Ensayo Creación vs Crítica Hans Giébe

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La vida como creación artística: tema fundamental de Marcel Proust Rodrigo Herrasti Herederos de la cultura Dulce G. Ramírez Rodiles

Portafolio Adriana Marrufo Díaz Ensayo Paradoja del amor correspondido Israel J. Gonzáles S. greguería No es fruta Meneses Monroy

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En defensa de la crítica literaria Asmara Gay

En su ensayo publicado en 1891 “El crítico como artista”, Oscar Wilde, de manera lúdica y amplia, aborda un importante tema sobre la cuestión artística que probablemente surgió con la llegada del romanticismo: ¿de qué sirve la crítica de arte? Para algunos artistas, semejantes a los que defendieron esa postura en el siglo XIX y que en la obra del autor irlandés están representados en su personaje Ernesto, el arte no necesita de la crítica porque, por un lado, creen en una absoluta e ilusoria libertad del arte, ya que consideran que éste se logra por medio de la inspiración creadora (la musa homérica), y, por el otro, opinan que la crítica es, exclusivamente, la valoración que un sujeto (el crítico, que no es un artista) hace de una obra de arte. Mediante el otro personaje de este ensayo, Gilberto, Wilde construye el importante papel que


la crítica ha tenido en la creación artística desde la época griega. De este modo, Gilberto no sólo le muestra a Ernesto que lo que piensa sobre la crítica es un lugar común en el que caen muchas personas ajenas a la creación, sino que, con base en claros argumentos, demuestra el equívoco de tales pensamientos a través de una serie de interesantes meditaciones sobre la estrecha relación que la crítica guarda con el arte. Entre las reflexiones que expone Wilde se encuentran: a. Para realizar una obra, el artista necesita de la crítica para decidir qué aspectos, con base en la teoría de cada arte, habrá de incorporar u omitir, de forma que su producto artístico tenga la calidad necesaria para considerarse una obra de arte y el efecto deseado sobre el espectador esté bien logrado. b. Así, toda obra imaginativa tiene conciencia de sí misma y es intencional; es producto del esfuerzo consciente de su creador, de su estudio y de la práctica que cada día ejerce sobre su arte, aprendiendo, como en cualquier oficio, del ensayo y error. c. El arte no es el reflejo de la vida del artista, sino su conocimiento de las formas y su transgresión de ellas, porque si el arte cambia, se mueve de época en época, es gracias a la crítica que los creadores realizan con respecto de los modelos y las teorías de cada arte. d. Un buen crítico no es, como usualmente se piensa, aquel que habla sobre las obras de arte sin practicarlas, porque para hablar de una obra, el crítico necesita conocer y practicar el arte para juzgarlo, evaluarlo, argumentar su pensamiento,

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analizar cada obra y hacer una crítica honesta. Sólo así nos puede compartir su experiencia estética, las impresiones que le ha causado una obra, proceso tan subjetivo como difícil de explicar si se desconocen los aspectos formales del arte. De esta forma, en lo que tan inteligentemente nos expone Wilde, la crítica conserva fuertemente su sentido etimológico, pues proviene del vocablo griego χρίνειν, que significa ‘separar, decidir, juzgar’. El artista, para crear su obra, ha de juzgar, separar y decidir cuánto incorporará o quitará en ella para que ésta tenga la calidad suficiente; se integre, tal vez, a una corriente, y, sobre todo, sea vista o leída por el espectador en la forma en que lo ha planeado. Esto solamente en lo que respecta al primer paso creador, pero es que la crítica no puede ejercerla tampoco cualquier persona. Ciertamente, todos podemos opinar sobre cuanto asunto se nos ocurra, incluso sin tener un conocimiento sólido del tema, pero no todos podemos hacer uso de la crítica, porque ésta es, como afirma Juan Antonio Rosado en su libro Cómo argumentar, “la expresión razonada, por medio del lenguaje articulado, de nuestra experiencia ante cualquier fenómeno social, político, histórico, religioso, científico, artístico” (2004: 10); lo que quiere decir que para elaborar una crítica sobre algún fenómeno necesitamos de la razón, del conocimiento y del orden para manifestar esa experiencia. Otro gran escritor del siglo XIX, Edgar Allan Poe, en una carta (“Carta a B”) dirigida posiblemente al editor que le publicó Poems en 1831, Elam Bliss, afirma: “Se ha dicho que una buena crítica de un poema puede ser


escrita por alguien que no sea él mismo un poeta. Esto ―de acuerdo a su idea y la mía de lo que es la poesía― siento que es falso: cuanto menos poeta sea el crítico, menos justa será la crítica, y al revés”. Sin embargo, muchos lectores y escritores del siglo XX y XXI no parecen haber comprendido o leído a Wilde y a Poe, pues las mismas, anquilosadas, ideas que expuso Ernesto parecen seguir viviendo entre nosotros. Se habla de la libertad creativa en términos absolutos, cuando sabemos que para crear algo y ser libre en el arte se necesita del conocimiento previo para comprender qué estamos transgrediendo; se comenta arrebatadamente todavía en muchos medios que el artista es un ser incomprendido y que el crítico no hace más que, en sus críticas, manifestar el odio que le tiene porque éste no puede crear y ya quisiera hacer algo, al menos, como aquél está haciendo. Las opiniones, dice Poe en la carta antes referida, son del mundo en tanto éste se las apropia sin haberlas él mismo forjado. En lo que respecta a la crítica literaria el problema es mucho más profundo y tiene asperezas de las que pocos, o casi nadie, quisieran hablar. No hace mucho leí en una página de internet el comentario de una persona afirmando que la crítica ya no existía, sino que ésta era maquillada para comentar a favor o en contra de una obra o de un autor en particular, con claros intereses sociales, económicos o políticos detrás. En parte, esta persona tiene razón, aunque todavía hay claros ejemplos de críticos que tratan de representar honestamente su papel. Ha habido escritores, incluso de gran prestigio como Antonio Alatorre y Mario Benedetti, que se dieron a la tarea de reflexionar la importancia que la crítica tiene en la literatura, además de denunciar las prácticas corruptas que aparecen maquilladas de crítica literaria. Esto en el caso de la literatura mexicana, aunque también podría

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aplicarse en el caso de toda la literatura hispanoamericana como sugiere Antonio Cienfuegos en su ensayo “Poesía y corrupción. Un ensayo testimonial de las mafias literarias en México e Iberoamérica” (2013, diciembre). En su ensayo “La mafia literaria mexicana”, Benedetti comenta que la crítica literaria en México estaba, precisamente, basada en el “esnobismo crítico y el frívolo internacionalismo”, impuesto por la mafia intelectual que tenía por Dios a Octavio Paz y como profeta a Carlos Fuentes, que “usó un lenguaje que tenía sus claves, y de alguna manera hacía cómplices a sus miembros […] [para asegurar la] fama, traducciones, premios, becas, viajes, promoción publicitaria. El célebre boom fue en realidad una prolongación internacional de la mafia; y no es casual que los mexicanos hayan sido sus más fervientes y eficaces promotores” (1972). Benedetti apelaba a la transgresión que parecía surgir en algunos escritores mexicanos jóvenes de aquella época con respecto de la mafia intelectual, pero se equivocó. Muchos de los jóvenes escritores de aquel entonces terminarían adhiriéndose a la mafia literaria mexicana como ejemplo a seguir tanto en el estilo de sus textos como en el de su vida como escritores. Así, para Benedetti, la mafia intelectual mexicana había impedido que surgieran nuevos talentos, se dinamizara la literatura e incluso que uno de los autores con mayor prestigio en el mundo, Juan Rulfo, continuara escribiendo cuentos y novelas: “Pero ¿a nadie se le ha ocurrido pensar que el gran mariachi armado por la mafia puede haber sido factor de inhibición para el mejor narrador de América Latina?” (1972). Un texto de Rulfo, publicado en 1979 en el suplemento La Cultura en México de la revista Siempre!, “Una perspectiva rulfiana de la vida intelectual mexicana”, parece dialogar con la apuesta de Benedetti sobre su silencio



cionales y extranjeras, tiene una lectura pobre de las obras. 2. Nebulismo. A la crítica mexicana le falta rigor e imprecisión al valorar las obras. Está llena de frases vagas y opiniones vacuas que nada aportan al lector sobre una obra determinada. 3. Doctrinarismo. El enfoque de quienes hacen crítica literaria suele estar equivocado porque lo basan únicamente en el mensaje del autor, en el contenido social, filosófico, etcétera, pero nada dicen de los valores creativos y expresivos que son los más importantes de cualquier obra literaria. 4. Cuatachismo. “La llamada crítica literaria de muchas de nuestras revistas no es más que una excelente organización de elogios mutuos, como alguien la ha bautizado, con frase feliz. Manifestar simpatía por el autor, elogiarlo, no es hacer crítica literaria (como tampoco manifestarle antipatía o insultarlo). El crítico debería tener en cuenta que la mejor manera de servir a sus amigos es hacer juicios sinceros de sus obras. Los poetas y los críticos mexicanos deben concebir la crítica literaria como la libertad de ayudarse e iluminarse unos a otros”.

literario: “Entre los escritores ya reconocidos, Octavio Paz nuclea a un pequeño círculo de incondicionales…” (1997: 410). Como cuando se arroja una piedra al agua, el círculo que se forma hace ondas que se ensanchan hasta donde el mar lo permite. En 1955, Antonio Alatorre da una ponencia en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM acerca de la crítica literaria en México, como parte de una mesa de discusión organizada por Difusión Cultural de la UNAM sobre el tema. En dicha comunicación, Alatorre comenta que México necesita de buenos críticos literarios, pues hay malos críticos a los que denomina criticastros, y que son la mayoría, y cómo, desde su perspectiva, al leer, el crítico recrea la obra del autor, convirtiéndose de cierta forma en una especie de creador. Algo parecido a lo que expuso Wilde en 1891, pero con ciertos matices. Recalca, sobre todo, la imperiosa necesidad de que el crítico explique cuáles son las obras auténticamente literarias, la impresión artística suscitada por cada obra y le señale al lector las groseras simulaciones. En pocas palabras: que el crítico apueste honradamente y se comprometa con la verdad, es decir, con los valores auténticamente literarios. Sin embargo, Alatorre indica algunos de los principales defectos de la crítica literaria en México, la cual, además, impide que la otra, la verdadera crítica, se desarrolle. Enumero brevemente esos defectos a continuación (2001: 24-25): 1. Dilettantismo. Generalmente, el crítico es un lector improvisado, sin muchos conocimientos de teoría literaria y como cuenta con pocas lecturas, na-

La situación referida por Alatorre no parece haber cambiado mucho en México sesenta y dos años después. Hay intentos de varios autores por hacer una crítica honesta, como la mencionada por Alatorre, pero estos escritores no forman parte del Stablishmen que recibe los apoyos gubernamentales y que son elogiados y “criticados” en diversas publicaciones para consolidar y legitimar su obra dentro del mundo literario mexicano. Además, en el medio editorial, cuya base debería ser la crítica literaria de las obras para dar a conocer a los lectores literatura de calidad, éste se ha transformado en un negocio al que solamente le im-

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portan las ventas de los libros, y con ello, lo morboso, lo insólito o lo snob prevalece, sin tomar en cuanta siquiera si el autor tiene buena ortografía o respeta al menos la sintaxis, ya no digamos si se trata de una obra literaria. Aunque en muchos medios no lo parezca (habrá quien piense: “¡wow!, cuántos reconocimientos internacionales se les otorgan a los escritores mexicanos últimamente, qué buena es esta literatura”; pero entre algunos sectores de escritores siempre queda la duda de cómo se obtuvo algún premio literario), México vive una crisis en sus letras, una crisis que merma la calidad de la literatura mexicana, pues hay muchísimos críticos, editores y escritores que siguen ejerciendo el cuatachismo, que ya mencionaba Alatorre, antes de leer una obra y hacer una crítica honesta sobre ella y ni pensar en la posibilidad de que abran un libro de un escritor poco conocido que no sea amigo de ellos o del que no puedan sacarle algún provecho. Para revitalizar la literatura, para devolverle un papel digno a la que muchas veces representó la vanguardia latinoamericana, habría que mirar con otros ojos a la crítica en México e incorporar ética a una profesión que, como la sociedad mexicana en general, ha alcanzado tan altos niveles de corrupción que el resultado será, naturalmente, su propia aniquilación. Referencias ALATORRE, Antonio (2001). La crítica literaria. Ensayos sobre crítica literaria. México: Conaculta, pp. 17-25. BENEDETTI, Mario (1972). La mafia literaria mexicana. Marco Fonz. La mafia literaria mexicana según Benedetti. El ojo lleno de dientes: Me tragarán pero me vomitarán, [en línea], http://elojollenodedientes.blogspot.mx/2011/06/la-mafia-literaria-mexicana-segun.html. Consultado el 17 de mayo de 2017. CIENFUEGOS, Antonio (2013, diciembre). Poesía y corrupción. Un ensayo testimonial de las mafias literarias en México e Iberoamérica. Otro lunes. Revista Hispanoamericana de Cultura, [en línea], año 7, núm. 30, http://otrolunes.com/30/este-lunes/poesia-y-corrupcion/. Consultado el 17 de mayo de 2017. GAY, Asmara (2014, 30 de enero). El crítico como artista y el artista como crítico. Entre libros. El blog de Asmara Gay, [en línea], http://asmaragay.blogspot.mx/2014/01/uno-de-los-libros-con-queabrire-mi.html. Consultado el 17 de mayo de 2017. POE, Edgar Allan (1836, julio). Letter to B. Southern Literary Messenger, [en línea], vol. 2, pp. 501-503, https://www.eapoe. org/works/essays/bletterb.htm. Consultado el 17 de mayo de 2017. ROSADO, Juan Antonio (2004). Cómo argumentar. México: Praxis. RULFO, Juan (1997). “Una perspectiva rulfiana de la vida intelectual mexicana”. Toda la obra (ed. Claude Fell). México: ALLCA XX/Universidad de Costa Rica/Conaculta, pp. 410-411.

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Carta a B Carta de Edgar Allan Poe Traducciรณn de Asmara Gay

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Se ha dicho que una buena crítica de un poema puede ser escrita por alguien que no sea él mismo un poeta. Esto ―de acuerdo a su idea y la mía de lo que es la poesía― siento que es falso: cuanto menos poeta sea el crítico, menos justa será la crítica, y al revés. Según esto, y porque hay muy pocos B en el mundo, yo estaría tan avergonzado de la opinión del mundo como orgulloso de la suya. Otro que no fuera usted, podría observar aquí: “Shakespeare posee la buena opinión del mundo, y Shakespeare es el más grande de los poetas. Entonces, si parece que el mundo juzga correctamente, ¿por qué usted se avergonzaría de que su juicio sea favorable?”. El problema radica en la interpretación de la palabra “juicio” u “opinión”. La opinión es del mundo, ciertamente, pero puede llamársele suya de la misma forma en que un hombre puede llamar a un libro suyo por haberlo comprado; él no escribió el libro, pero es suyo; el mundo no originó la opinión, pero es suya. Un tonto, por ejemplo, piensa que Shakespeare es un gran poeta ―aunque este tonto nunca haya leído a Shakespeare―, pero el vecino del tonto ―que está un paso por encima en los Andes de la mente, cuya cabeza (es decir, su pensamiento más exaltado) está demasiado lejos del tonto para ser vista o comprendida, y cuyos pies (con lo que quiero decir: sus acciones cotidianas) están suficientemente cerca para ser visibles, y por medio de ellos es que nos cercioramos de esta superioridad, pues sin ellos tal vez nunca habría sido descubierta―, este vecino, pues, asegura que Shakespeare es un gran poeta, el tonto le cree, y a partir de ahí es su opinión. La opinión del vecino ha sido adoptada, de la misma manera, por alguien encima de él, y así sucesivamente, de modo ascendente, por varios individuos talentosos, que se arrodillan alrededor de la cima, contemplando, cara a cara, el espíritu maestro que permanece arriba del pináculo… Usted está consciente de la gran barrera en el camino de un escritor americano. Es instruido, si es que lo es, de preferencia en el ingenio combinado y establecido del mundo. Digo establecido porque con la literatura ocurre lo mismo que con la ley o con el imperio: un nombre establecido es un estado en pertenencia, o un trono en posesión. Además, uno podría suponer que los libros, como sus autores, mejoran al viajar; haber cruzado el mar es, a nuestros ojos, una distinción muy grande. Nuestros anticuarios abandonan el tiempo por la distancia; nuestros señoritos miran desde el encuadernado hasta abajo del título del libro, donde los caracteres místicos que deletrean Londres, París o Génova son precisamente otras tantas cartas de recomendación… Mencioné hace un momento un error vulgar con respecto de la crítica. Pienso que la idea acerca de que ningún poeta puede formarse una correcta estimación de sus propios escritos es otro error. Comenté antes que la justicia de una crítica sobre poesía está en proporción al talento poético. Por

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lo tanto, un mal poeta podría, concediendo, hacer una falsa crítica, y su amor propio, inexorablemente, influiría sobre su pequeño juicio a su favor; pero un poeta, que en verdad es un poeta, no podría, pienso, dejar de hacer una crítica justa. Cualquier cosa que fuera deducida por ese estriado amor propio, podría ser reemplazada por su íntimo conocimiento del tema. En suma, tenemos más ejemplos de falsas críticas que de justas, de las que nuestros propios escritos son la prueba, simplemente porque tenemos más malos poetas que buenos. Hay, por supuesto, muchas objeciones sobre lo que afirmo: Milton es un gran ejemplo de lo contrario; pero su opinión con respecto al Paraíso recobrado no está, de ninguna manera, justamente examinada. ¡Por qué triviales circunstancias los hombres a menudo son llevados a afirmar lo que realmente no creen! Tal vez una palabra inadvertida ha descendido a la posteridad. Pero, de hecho, el Paraíso recobrado es, por mucho, inferior al Paraíso perdido, y se supone que esto es así porque a los hombres no les gusta la épica, cualquiera de ellos podría expresar lo contrario, pero al leer a Milton en su orden natural se aburrirán demasiado con lo primero para hallar placer en lo segundo. Me atrevería a decir que Milton prefería Comus a cualquiera de las dos y ―si fue así― con justicia. Como estoy hablando de poesía, no me parece inapropiado hacer un leve comentario acerca de la herejía más singular en su historia moderna: la herejía de lo que se ha llamado desahogarse tontamente. Hace algunos años podría haber sido inducido, en una ocasión como la presente, a intentar una refutación formal de la doctrina de Lake School; pero en la actualidad me parece una labor supererogatoria. Los sabios deben inclinarse ante la sabiduría de hombres como Coleridge y Southey, pero, siendo sabios, se han reído de las teorías poéticas tan prosaicamente ejemplificadas.

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Aristóteles, con singular arrojo, ha declarado que la poesía es la escritura más filosófica1; pero se requirió de un Wordswoth que declarara que era la más metafísica. Parece pensar que el fin de la poesía es, o debería ser, la instrucción, aunque es una perogrullada decir que el fin de nuestra existencia es la felicidad; si esto es así, el fin de cada parte separada de nuestra existencia ―todo lo relacionado con nuestra existencia― debería ser también la felicidad. Por tanto, el fin de la instrucción debería ser la felicidad, y la felicidad es otro nombre para el placer; así que el fin de la instrucción debería ser el placer: sin embargo, vemos que la opinión mencionada anteriormente implica precisamente lo contrario. Para avanzar: ceteris paribus [dadas las mismas circunstancias], aquel que agrada es más importante para su prójimo que quien instruye, puesto que la utilidad es la felicidad, y el placer es el fin ya obtenido, mientras que la instrucción es simplemente el medio de obtenerlo. No veo ninguna razón, entonces, para que nuestros poetas metafísicos se vanaglorien tanto acerca de la utilidad de sus obras, a menos que se refieran de verdad a la instrucción con la eternidad en la mira; en cuyo caso, un sincero respeto hacia su piedad no me permitiría expresar mi desprecio por su juicio, desprecio que podría ser difícil de ocultar, ya que sus escritos son declaradamente entendidos por pocos, y son tantos los que necesitan de la salvación. En tal caso, sin duda, estaría tentado a pensar en el demonio de Melmoth, quien trabaja infatigablemente a través de tres volúmenes en octavo para lograr la destrucción de una o dos almas, mientras que cualquier demonio común habría demolido mil o dos mil… Contra las sutilezas que haría de la poesía un estudio ―no una pasión―, es propio del metafísico razonar, y del poeta oponerse. No obstante, Wordsworth y Coleridge son hombres entrados en años; el primero, imbuido en la contemplación desde su infancia, y el otro un gigante en cuanto a su intelecto y sabiduría. La timidez, entonces, con la que me aventuro a disputar su autoridad podría ser abrumadora si no sintiera, desde el fondo de mi corazón, que la sabiduría tiene poco que ver con la imaginación, el intelecto con las pasiones, o la edad con la poesía…

Menudencias, como pajitas, abundan sobre la superficie, quien deseé encontrar perlas debe zambullirse hasta lo más hondo.

1 Spoudiotaton kai philosophikotaton genos. 15


Son líneas que han hecho mucho daño. En cuanto a las grandes verdades, los hombres frecuentemente se han equivocado al buscarlas más en lo profundo que en la cima; la profundidad yace en los inmensos abismos donde se busca la sabiduría, no en evidentes palacios donde ella se encuentra. Los antiguos no siempre estuvieron en lo correcto al esconder a la diosa en un pozo: vean la luz que Bacon ha arrojado sobre la filosofía; observen los principios de nuestra fe divina, ese mecanismo moral por el que la simplicidad de un niño puede hacer tambalear la sabiduría de un hombre. Vemos un ejemplo de la tendencia a equivocarse de Coleridge en su Biografía literaria, que trata supuestamente de su vida y sus opiniones literarias, pero, de hecho, es un tratado omni scibili et quibusdam aliis [‘acerca de cada cosa cognoscible e incluso de tantas otras cosas]. Se equivoca debido a su propia profundidad, y de su error tenemos un tipo natural de contemplación de una estrella. Quien la observa directa e intensamente ve, es verdad, la estrella, pero es una estrella sin rayos, mientras que quien examina menos inquisitivamente es consciente de todo lo que esta estrella es útil para nosotros, los que estamos por debajo de su brillantez y belleza… Con respecto a Wordsworth, no tengo fe en él. Que él tenía, en su juventud, los sentimientos de un poeta lo creo ―porque hay vislumbres de extrema delicadeza en sus escritos y la delicadeza es el reino propio de los poetas, [como puede verse en] su El Dorado―, pero tienen la apariencia de haber tenido mejores días, y los vislumbres, en el mejor de los casos, son poca evidencia de un fuego poético presente; sabemos que unas cuantos flores dispersas brotan diariamente en la grietas del glaciar. Él es culpable de agotar su juventud en la contemplación con el fin de poetizar en su madurez. Con el aumento de su juicio, la luz que debería hacerlo aparecer se ha apagado. Su juicio, por consiguiente, es demasiado correcto. Esto puede no ser comprendido, pero los viejos godos de Alemania lo habrían entendido, pues solían discutir asuntos de importancia para su Estado dos veces: una cuando estaban borrachos, y la otra cuando estaban sobrios; sobrios para no ser deficientes en cuanto a la formalidad, borrachos para no estar desprovistos de vigor. Las largas discusiones y palabrería a través de las cuales intenta hacernos entrar en razón para que admiremos su poesía dicen muy poco en su favor. Están llenas de aseveraciones como ésta (he abierto uno de sus libros al azar): “La única prueba del genio es el acto de hacer bien lo que es digno de ser hecho, y que nunca antes fue hecho”. ¡En efecto! De esto se desprende que hacer lo que no es digno de ser hecho o hacer lo que ya se ha hecho antes no da señal alguna de genio; no obstante, el robo de carteras es un acto indigno, las carteras han sido robadas desde tiempos inmemoriales, y Barrington, el carterista, en un momento de genio lo habría pensado mucho en una comparación con William Wordsworth, el poeta.

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Una vez más, el estimar el mérito de ciertos poemas, ya sean de Ossian o de MacPherson, seguramente podría tener pocas consecuencias; sin embargo, para probar su ineptitud, el señor W. ha gastado muchas páginas en tal controversia. Tantæne animis? [¿Por qué tanto ánimo?] ¿Pueden las grandes mentes descender a tal absurdo? Pero lo peor está por llegar: para poder derrotar cualquier argumento en favor de estos poemas, él triunfalmente arrastra un pasaje con abominación, de la cual espera la simpatía del lector. Es el principio del poema épico “Temora”: “Las ondas azules de Ullin ruedan en la luz; las verdes colinas están cubiertas de día; los árboles sacuden sus oscuras cabezas en la brisa”. Y ésta ―esta imagen magnífica pero simple― donde todo vive y jadea con inmortalidad, el autor de “Peter Bell”, William Wordsworth, la ha seleccionado para su desprecio. Veamos lo que él, en su propio persona, tiene mejor que ofrecer. Imprimis:

Y ahora ella está en la cabeza del pony. y ahora ella está en la cola del pony, ahora de un lado, y del otro ahora, y casi está ahogada de felicidad. Unas cuantas tristes lágrimas derrama Betty. Dónde y cuándo acaricia al pony, ella no lo sabe: ¡Feliz Betty Foy! ¡Oh, Jonhy! ¡No importa el doctor!

Otro ejemplo:

El rocío estaba cayendo rápido, las estrellas comenzaron a parpadear, escuché una voz que dijo: bebe, bella criatura, bebe, y, mirando hacia el cerco, vi delante de mí un cordero montés, blanco como la nieve, con una doncella a su lado. Ninguna oveja estaba cerca, el cordero estaba solo, y con un delgado cordón estaba atado a una piedra.

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Ahora sin duda sabemos que todo esto es verdad. Lo creeremos, de hecho, vaya que lo haremos, señor W. ¿Es que era simpatía por las ovejas lo que quería despertar en nosotros? Amo a una oveja desde el fondo de mi corazón… Pero hay ocasiones, querido B…, hay ocasiones en que incluso Wordsworth es razonable. Se dice que aun Estambul tendrá un fin, y los errores más desafortunados deben llegar a una conclusión. Aquí está un fragmento de su prefación: “Aquellos que han estado acostumbrados a la fraseología de los escritores modernos, si persisten en la lectura de este libro hasta su fin (¡Imposible!), sin duda tendrán que luchar con sentimientos de molestia (¡Ja, ja, ja!), buscarán poesía (¡ja, ja, ja!), y serán inducidos a preguntar por qué especie de cortesía estos intentos han sido permitidos para asumir semejante título” (¡Ja, ja, ja, ja, ja!). No obstante, no permitamos que el señor W. se desespere; ha dado la inmortalidad a un vagón, la abeja Sófocles ha transmitido a la eternidad un dedo del pie dolorido y ha dignificado la tragedia con un coro de pavos… De Colerigde no puedo hablar más que con reverencia. ¡Su imponente intelecto! ¡Su poder gigantesco! Él es una evidencia más del hecho de “que la plupart des sectes ont raison dans une bonne partie de ce qu’elles avancent, mais non pas en ce qu’elles nient”. Ha encarcelado sus propias ideas con la barrera que ha erigido contra los demás. Es lamentable pensar que una mente como ésta sea enterrada en la metafísica y, como los jazmines, malgaste su perfume en la soledad de la noche. Tiemblo al leer su poesía, como quien permanece sobre un volcán, consciente de la quemante oscuridad del cráter, del fuego y de la luz que se revuelcan abajo. […] ¿Qué es poesía? ¡Poesía!, esa idea tan proteica, ¡con tantas denominaciones como la nueve veces nombrada Corcyra! “Dame”, pedí a un erudito hace tiempo, “dame una definición de poesía”. “Très-volontiers”, [me dijo], y fue a su biblioteca, me trajo un libro del Dr. Johnson y me abrumó con una definición. ¡Sombra del inmortal Shakespeare! Me imaginé el ceño de tu ojo espiritual sobre la profanación de esta desvergonzada Osa Mayor. Piensa en la poesía, querido B, piensa en la poesía y ¡entonces piensa en el Dr. Samuel Johnson! Piensa en todo lo que es etéreo, como las hadas, y luego en todo lo que es horrible y denso, piensa en su enorme volumen, ¡el Elefante!, y entonces… ¡y entonces piensa en La Tempestad, en El sueño de una noche de verano, Próspero, Oberón y Titania!

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Un poema, en mi opinión, se opone a un trabajo científico al tener por objetivo inmediato placer, no verdad; a la novela, por tener un placer indefinido en lugar de uno definido; un poema es en la medida en que se alcanza este objetivo. La novela presenta imágenes perceptibles con poesía y sensaciones definidas, para cuyo fin la música es esencial, ya que la comprensión del dulce sonido es nuestra idea más indefinida. Música, cuando es combinada con una idea placentera, es poesía; la música, sin esta idea, es simplemente música; la idea, sin la música, es prosa por su misma y definitiva característica. ¿Qué significó la invectiva contra quien no tenía música en su alma? Para resumir este largo galimatías, tengo, querido B, lo que sin duda percibes ya hacia los poetas metafísicos; como poetas: el más soberano desprecio. Que ellos tengan seguidores no prueba nada.

Ningún príncipe indio atrae a su palacio más seguidores que un ladrón a la horca.

*Impreso con la siguiente nota en el segundo volumen del Southern Literary Messenger: “Estos pasajes sueltos forman parte del prefacio de un pequeño volumen impreso hace algunos años para una circulación privada. Tienen mucho vigor y originalidad, pero, por supuesto, no seremos llamados a respaldar todas las opiniones del escritor. [Esta irónica nota fue escrita por el mismo Poe y el pequeño volumen al que se refiere es Poe’s Poems, publicado en 1831 por el editor Elam Bliss, quien se cree que es el destinatario de esta carta.]

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Creación vs Crítica por Hans Giébe

HACE POCO más de un año, en febrero del 2016, creé un espacio para facilitar las invita-

bajo la montaña, porque mucho me aventaja la montaña en meditación.”

ciones personales a eventos literarios y filosóficos. A ese grupo en la plataforma de whatsapp lo llamé Tertulias Filosóficas. En el transcurso de ese tiempo se han suscitado debates e intercambios de ideas con bastante calidad, fin que no tuve previsto al momento de inaugurar ese peculiar espacio, esa ágora y foro intangible, virtual. El grupo lo integran cerca de un centenar de personas, en su mayoría escritores, pintores, músicos, intelectuales, profesionistas, lectores y poetas, con la participación recurrente de un tercio de ese grupo de amigos y conocidos.

La reacción de uno de los contertulios, llamado Pedro González, de profesión abogado y asiduo lector, intervino diciéndome esto acerca del primer Soliloquio inédito: “Encuentra un sinónimo más armónico a la palabra crujido.” Y yo le respondí a su imperativa petición: “¿Como cuál Pedro? Hay palabras que son insustituibles y que producen un significado único y una sonoridad específica.” Él me respondió: “Esta observación pretende enriquecer tu obra. Tú sabes dónde consultar, acércate a tu libro de sinónimos.‬” Yo le respondí: “Pedro... No hay otra palabra que yo considere mejor en ese espacio que la palabra ‘crujir’. Por eso te solicité una sugerencia. Yo no escribo con diccionarios de sinónimos y antónimos. Lo que pienso o siento, lo que imagino y elaboro como escritor se va moldeando a mi voluntad. El aforismo no es un ejercicio de narrativa o crónica. Lo

En una ocasión Claudia, profesora y alumna en un taller de haikú que impartí, citó uno de mis Soliloquios, y yo en agradecimiento le compartí algunos inéditos: “¿Qué es ese tenue sonido? ―Me pregunté en esta inmovilidad nocturna―. ¿Acaso el silencio está crujiendo? Probablemente ―me respondí― es el murmullo de mi pensamiento.” Y otros más: “Es imposible compensar con una moneda el valor real de una sola de mis horas.” “Medito

que uno dice en una sentencia corta sólo tiene una forma exacta para decirse, y sólo una.

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Gracias por la observación, pero en este caso he de declinar utilizar un diccionario de sinónimos para ‘enriquecer’ lo que ya ha atesorado un significado en mi interior. Saludos.” El crítico no podía quedarse callado ante la contestación de un creador. En ese momento nace el reflejo de una obra a través del espectador. Pero la relación que hay entre creador y crítico es dudosa, pues el crítico está castrado en sus facultades creativas para poder comprender de raíz a un artista. Él continúo el litigio con la siguiente respuesta: “La teoría literaria existe y hay miles de palabras en el universo de la poesía. El diccionario y la enciclopedia tienen valor imperecedero e importancia para su consideración. Soy un lector y amante de la poesía y tengo el derecho a la crítica y tú sabes que va en bien del perfeccionamiento tu rol en la literatura”. Lo que se estaba suscitando en ese foro de whatsapp era una confrontación entre creador y crítico. Lo interesante es que el crítico, a pesar de no crear y de desconocer los subterfugios de la inspiración, creía estar a la altura de la alquimia verbal, del magma que se desata al nacer una obra. Era mi obligación y deber el replicarle: “¿Y de esas miles (de palabras) cuál, según tu criterio, podría sustituir sin menoscabo del sentido completo de ese breve pensamiento? (que no entra en el género de poesía, por cierto). Un diccio-

nario de sinónimos indica que la palabra ‘crujir’ tiene términos análogos como: chasquear, crepitar, traquetear, rasgarse, desgarrarse, rechinar, chirriar. Y ninguna me convence. La expresión es: ‘¿Acaso el silencio está crujiendo?’. Te invito a sustituir con los sinónimos y notarás que cambia el sentido y la sonoridad. ‘¿Acaso el silencio está chirriando, traqueteando, chasqueando?’. La palabra ‘crujir’ implica una partícula menos agresiva que ‘chirriar’. Las palabras tienen una fuente onomatopéyica. Son únicas, como perlas pacientemente confeccionadas. ‘Crujir’ contiene un pequeño estruendo que rompe el silencio. La hojarasca ‘cruje’, no ‘chirría o crepita’. Aquí comparo al pensamiento con una actividad atenuada, casi silenciosa.” “Estimado Pedro, eres un lector, un crítico agudo, un intelectual... pero yo soy un creador, un escritor, además de las cualidades primeras. Los teóricos no serían teóricos sin la obra de un creador. Los creadores prescinden de los críticos, no a la inversa, pues entre creadores se pueden otorgar una crítica, una apreciación o una opinión. [sig.] Por cierto, para ser crítico primero hay que leer la obra de quien se critica. Recuérdame volverte a obsequiar un ejemplar de mis Soliloquios. Lo que acabó de compartir pertenece a esa obrita, por eso me extraña que lo consideres dentro del género de la poesía en donde yo tendría la posibilidad de inventar neologismos y

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exclusión no le resta poder a la crítica, gracias a ella, hoy existen obras maestras, en las cuales tú has bebido su ejemplo para tu creación. Tengo derecho como tu lector. Y no soy cualquier lector”.

palabras jamás antes exploradas que van más allá de un simple compendio de sinónimos y antónimos.” En el grupo de Tertulias Filosóficas en la plataforma de whatsapp hay otros amigos poetas que comprendían perfectamente la diferencia entre un creador y un crítico. Uno entre ellos que estaba leyendo la reyerta era Alejandro Zenteno: “Yo también me he encontrado, Hans, personas a quienes les molesta la palabra ‘crujir’, y como tú he encontrado que me resulta insustituible. Pablo de Rokha la utiliza mucho, Max Rojas también: ‘un hombre al borde de su sombra cruje’. En poesía ninguna palabra puede ser desechada. Se pueden utilizar absolutamente todas. Los versos de Max Rojas dicen así: ‘sombra como retazo del olvido... un hombre al borde de su sombra cruje’. Cambia la palabra ‘cruje’ por cualquier otra más ‘bonita’ y el texto pierde su fuerza”.

Entones yo le contesté al minucioso lector: “¿Quién recuerda a los críticos de la época de Shakespeare? Sólo recordamos su obra, a Hamlet, al Rey Lear y a Otelo, (Shakespeare inventó, trajo a la luz palabras que sólo él concibió y heredó al idioma inglés). ¿Quién recuerda a los críticos de Cervantes, Baudelaire y Sor Juana? Incluso con los estudios de otro poeta luminoso como Octavio Paz, la obra de Sor Juana es legado universal. Los críticos son meras sombras rondando la obra de los creadores. Una obra sobrevive por su calidad y originalidad además de su mensaje único para el mundo, tienen voz propia, y un crítico siempre tomará prestado. Los lectores y los críticos no entran en este juicio que el tiempo le hace al autor y su obra. Imagina si a todos los lectores y críticos de Max Rojas no les gustara la palabra ‘crujir’, ¿crees que por ese detalle no se apreciaría su obra y no se le hubiera dado un homenaje a su labor de poeta en el Palacio de Bellas Artes? Hay un abismo de distancia entre el autor y los críticos”.

Yo me adherí al comentario de Zenteno: “Exactamente Alejandro. Gracias por citar a otros poetas, con el mismo don de la palabra como tú, como lo tuvo Max Rojas. Precisamente con la lectura que hice del Turno del aullante de Max Rojas, fue como tuve otra apreciación de la palabra ‘crujir’ que era una constante en sus versos. Gracias por la anotación. Saludos”. El crítico, Pedro, quiso revirar sobreponiendo su calidad de crítico sobre mi posición de creador: “Estás en un error, la palabra crujido, no me convence, el fonema no es de mi agrado. La crítica existe y va a la par, tiene su importancia en la historia de las letras y las artes. Todo ser humano es creador. La

“Los que creamos ―continué― padecemos junto a nuestras creaciones. Las sufrimos y las amamos como los padres a sus hijos. Un lector, un crítico, sólo se sienta cómodamente a abrir un libro para decir qué le gusta y qué no le gusta de lo que ha absorbido como una esponja de otros que han tenido el valor de empuñar una pluma ante la nada”.

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Yo le contesté al crítico: “Jamás he puesto bajo los ojos de un juez mi obra para intentar convencer a alguien de que mis letras tienen valor. Yo escribo porque es mi naturaleza. No escribo para los críticos y jueces, y jamás he buscado una bequita o una medalla. Eso lo saben quienes me han leído y quienes me conocen. Algunos de los genios universales que admiro (Kafka, Rimbaud, Sor Juana, Lautrèamont) ni siquiera llegaron a publicar en serie o a tratar de ‘convencer’ al lector, o esperar una buena crítica. Los que

El crítico Pedro se quedó con la necesidad de contestar. Y lo hizo: “Las obras en letras y las artes son personalísimas, dignas de respeto y admiración. La crítica en artes y letras existe y existirá. Por favor no marginar este género, un abanico de sentidos y sensibilidad. No conozco a Max Rojas. En Literatura, los lectores son tu estímulo y tu motivación y tienen derecho a emitir una humilde opinión, esperando no ofender al Unicornio o la Torre de marfil. Sin más, uno más de tus lectores y admiradores”.

escribimos con una pasión incomprensible para otros, lo hacemos porque hay un fuego que corre en nuestras venas, pero jamás esperamos aplausos o reconocimientos. La primera vez que me publicaron en Europa yo ni estaba enterado. Cuando lo hice en México fue algo circunstancial y tenía la ilusión de obsequiarle al maestro Rubén Bonifaz Nuño, quien me cambió la vida con uno sólo de sus poemas, un ejemplar de mis textos, a manera de profundo agradecimiento. Desafortunadamente falleció cuando yo vivía en Europa. Habemos quienes no escribimos para los críticos y, me atrevo a decir, para lectores de ocasión. Sólo un puñado escribimos porque es la única manera de estar conectados con el mundo y el lenguaje de la vida. Nos es más indispensable la palabra que el aire y el agua que bebemos...”.

El poeta Alejandro Zenteno intervino y dijo: “Si se habla de derecho a la crítica también se debería hablar de la obligación a reconocer los errores de la crítica, lo cual no siempre es posible debido a la soberbia. La crítica tiene valor cuando quien la ejerce ayuda, con base en un conocimiento profundo, a enriquecer el conocimiento de los demás lectores, pero muchos que se dicen críticos no hacen más que repetir prejuicios, y lo peor es que bajo una máscara de ‘humilde opinión’ se esconde la soberbia”. Pedro el crítico, respondió: “La crítica existe y existirá, pese a quien le pese y se debe agradecer que haya lectores que ejercen con libertad su derecho a disentir. Me lastima que se proyecte frustración de reconocimiento, en literatos. Saludos desde la esfera de Nix, un lector en las sombras. El resto es silencio. Pgd”. Y volvió a arremeter: “En un certamen de literatura, hay un jurado que lee, evalúa y emite una opinión sujeta a una Crítica literaria. ¿Debemos descalificar o nulificar al jurado calificador?”.

Alejandro Zenteno intervino: “Me parece muy acertada tu disertación, Hans. Lástima que no nos hayamos conocido antes porque con mucho gusto te hubiera llevado

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cuanto al verbo ‘crujir’ y sus conjugaciones podemos ver qué crujir, crujido o crujiendo tampoco repiten fonemas. La ‘crítica’ del Sr González, por tanto, no tiene sustento. La crítica no puede basarse en ocurrencias, ni en un me gusta o no me gusta: hay que sustentarla con conocimiento

a conocer al maestro Rubén Bonifaz Nuño. Hay palabras que en sí mismas son muy sonoras, por ejemplo ‘Florencia’. Si se dan cuenta, no se repite ningún fonema. Por eso Cardona Peña dijo: ‘Florencia: tan sólo tu nombre Es una delicia para los labios’. En cuanto al verbo ‘crujir’ y sus conjugaciones podemos ver qué crujir, crujido o crujiendo tampoco repiten fonemas. La ‘crítica’ del Sr González, por tanto, no tiene sustento. La crítica no puede basarse en ocurrencias, ni en un me gusta o no me gusta: hay que sustentarla con conocimiento

El crítico llegó a su límite de contra-argumentación, diciendo lo siguiente: “Adelante, olvídense de sus lectores y sigan en su círculo patológico, impregnado de narcisismo y egolatría. La ignorancia en ustedes ya está inscrita en su patología. Me despido como posible lector de ustedes. La provocación maliciosa no es aceptable para mí. Enciérrense en su torre de marfil. Estoy saliendo de este debate que no tuvo altura, gracias a ustedes. En su oportunidad, hablaré con Hans. Sin más, un lector menos, Pgd. Gracias, tengo asuntos más importantes que atender”. De esta manera se concluía la confrontación entre la Creación y la Crítica. Júzguese las grandes diferencias, pero también nodos de similitud, entre estas dos posturas frente a la obra. Muy distinto es quien está destinado a crear a quien está destinado a contemplar.

El crítico llegó a su límite de contra-argumentación, diciendo lo siguiente: “Adelante, olvídense de sus lectores y sigan en su círculo patológico, impregnado de narcisismo y egolatría. La ignorancia en ustedes ya está inscrita en su patología. Me despido como posible lector de ustedes. La provocación maliciosa no es aceptable para mí. Enciérrense en su torre de marfil. Estoy saliendo de este debate que no tuvo altura, gracias a ustedes. En su oportunidad, hablaré con Hans. Sin más, un lector menos, Pgd. Gracias, tengo asuntos más importantes que atender”. De esta manera se concluía la confrontación entre la Creación y la Crítica. Júzguese las grandes diferencias, pero también nodos de similitud, entre estas dos posturas frente a la obra. Muy distinto es quien está destinado a crear a quien está destinado a contemplar.

“Al señor Pedro González ―se dirigió Alejandro Zenteno― que presume de sapiente, todos los epítetos que nos ha dirigido el Sr. González me tienen sin cuidado y su soberbia me resulta ridícula”. Jaime Reyes, escritor, compositor y participante asiduo de las Tertulias Filosóficas, dijo: “Estoy de acuerdo con Hans sin él necesitar mi apoyo. La palabra es el fruto y la semilla del pensamiento, sentimiento, conocimiento y

“Al señor Pedro González ―se dirigió Alejandro Zenteno― que presume de sapiente, todos los epítetos que nos ha dirigido el Sr. González me tienen sin cuidado y su soberbia

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ten la opinión del lector. En mi caso, para ti, mi respeto y afecto y para los otros no tengo afección alguna, no los conozco y que tengan suerte. Pgd”.

talento personal; si no, no hubiese creatividad. Hacer no es fácil. Además, hay estilos diferentes, y la diferencia define la calidad aunque no nos gustara tal o cual estilo o forma. Además, son opiniones, y también son personales. Jaime Reyes”.

“Discrepo en que mis argumentos ‘no han estado a la altura’. Se utilizó incluso terminología literaria. Además, eso lo determinarán los que nos han leído. Miren... Este breve intercambio de ideas entre Pedro y yo fue a partir de que no le gustó la palabra ‘crujir’. Lo invité a

Yo, pensando aún que nuestro Crítico andaba revisando de reojo la conversación aún viva en whatsapp, le dije: “Pedro, se han expuesto argumentos minuciosamente explicados... incluso te invité a sugerir una mejor propuesta para la palabra ‘crujir’. Se te dieron razones literarias, fonéticas, poéticas. En este grupo hay gente con mucho conocimiento en distintas materias. Los que restamos en este grupo es porque hemos superado los tirones de las vísceras al admitir una opinión ajena pero razonable. Imagina si yo digo que ‘tengo cosas mejores que hacer’ escapando así de este intercambio de ideas. Me parece que le faltaría el respeto a todos los presentes. En este grupo hay calidad de personas, amigos y allegados... La cantidad importa poco. Los demás fuera de este tipo de grupos no hablarán de literatura o filosofía, por eso son los ‘demás’.

hacer una modificación y jamás la hizo. Incluso le sugerí recomendarme los sinónimos que él mismo me invitó a revisar. Si yo demostré que no era posible esa modificación, las opiniones colaterales quedan de sobra. El eje de este intercambio de ideas fue expuesto desde ayer. Le ruego esto no termine en un sermón dominical”. Nata, una integrante siempre con la agudeza de sus comentarios, dijo: “Fue mi percepción Alejandro... Si hablamos de empatía, a Pedro pues lo he visto un par de veces. Sobre Hans qué puedo decir... Hans defendió su obra de una manera excelsa, y en sus primeras aportaciones fue muy razonable. Por cierto ese soliloquio a mí, como toda la obra de Hans, me pareció genial”. El crítico jamás volvió a opinar y así se ponía punto final a una confrontación entre Creación versus Crítica en el grupo de Tertulias Filosóficas de whatsapp. En definitiva, quien lea esto tendrá su propio criterio y su propia conclusión.

Nuestro Crítico, de entre las sombras, aterrizó sus últimas palabras: “Los argumentos vertidos no tienen altura y sí, tengo asuntos que atender y por favor, no quiero una cascada de razones del actuar bajo un estilo personal. Además, ustedes no toleran la crítica literaria, la descalifican, la nulifican y, como lector, me reservaré mi opinión. El silencio será una respuesta. Nos veremos pronto y también, respe-

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Los pasos del éxito Xavier Enríquez

Personajes: Felipe: de 33 años, autor de dos novelas. Apenas está tratando de consolidarse como escritor. Miguel: Autor de 50 libros que nadie recuerda. Es un autor consolidado en las letras mexicanas. Le gusta vivir bien, aunque está algo amargado. Tiene 70 años.

Acto único

Escena 1 Miguel está sentado en el sillón de su casa viendo la televisión cuando escucha que tocan a la puerta. Miguel: Voy… (levantándose), voy…, ¡qué manera de tocar!, ya voy… (Para sus adentros.) Para qué grité que ya iba, me hubiera quedado callado hasta que se fueran… Eso haré la próxima vez. (Abre la puerta.)

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Felipe: ¡Hola, maestro!, espero no haber llegado muy temprano… Miguel: ¿De qué hablas? Si son las doce… ¡Hombre!, las doce y yo en estas fachas… ¿Quedamos de vernos hoy? Felipe: Sí, maestro Galván, ¿ya no se acuerda? Miguel: ¿¡Cómo no me voy a acordar!? No digas tonterías; pásate y apaga la tele. Voy a poner café para que trabajemos. (Pone a hervir un poco de agua en la estufa.) ¿Llegaron muchos? Felipe: Un montón, maestro, parece que ahora a todo el mundo le ha dado por ser escritor. Miguel: ¡Idiotas!

Escena 2 Miguel y Felipe están sentados en la mesa del comedor. Sobre ella hay depositadas muchas hojas, sobres manila pequeños y grandes. Ellos leen. Miguel: ¿Qué tal está el tuyo? Felipe: Bien, me gustó, aunque siento el final apresurado. ¿Cómo está el que le tocó? Miguel: Espantoso, creí que por la mitad mejoraría, pero es un fiasco. A ver, pásame el tuyo. (Después de unos minutos:) ¿Bueno…? Pasable, ¿no? Felipe: Al menos no tiene faltas de ortografía. Miguel: ¡Pero, vamos! Si tuviera faltas de ortografía ni siquiera lo leería, no digas necedades. Se oye el timbre del teléfono. Miguel se levanta a contestar. Miguel: ¿Bueno? … ¡Ah!, ¡hola, Claudia! ¿Cómo has estado? … ¿Tu hija? … Qué bueno. ¿Vas a ir el viernes al taller? … ¿Pero el siguiente sí? …

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Es que tengo un proyectito que quiero mostrarte para la editorial. Nada grande, es para niños. … ¿Que dé por hecho que se publica? ¡Magnífico! Muchas muchas gracias. … Sí, dime, ¿qué pasó? … Ah, no sabía, ¿pero entonces? … bueno, no te preocupes, así se hará, como tú lo ordenes. … Me parece bien, y además no sabes el peso que me quitas de encima. … Perfecto, Clau, nos vemos pronto, ciao! Miguel cuelga y se dirige a la mesa donde Felipe sigue leyendo. Miguel: Ya deja, le van a dar el premio a la hija de Legorreta. Me dijo Claudia que así matan dos pájaros de un tiro, porque le están editando un libro de cuentos y con el premio del concurso van a promocionar mejor el libro. Vamos a recoger todo y a otra cosa mariposa… Felipe: Está bien, maestro, pero todavía nos faltan dos menciones. Dicen las bases que se van a entregar. Miguel: ¿Dos menciones? Claudia no me dijo nada de las menciones y no sé si ella ya tenga pensado si se las va a dar a alguien en particular. Pero por si las dudas, a ver (mira por encima de la mesa, con el dedo índice apuntando hacia los textos y al final toma dos cuentos al azar). ¿Qué te parecen estos dos? ¿Ves faltas de ortografía? Felipe: No, maestro, parece que vienen limpios. Miguel: ¡Qué bueno! Guarda todo, Miguel, y nos vemos mañana en mi clase. Felipe: Sí, maestro, pero es que antes de irme quería pedirle un favor… Miguel: ¿De qué se trata? Felipe: ¿Sabe? Hace poco escribí una obrita de teatro que… Miguel: ¡Ah, ya!, quieres que te la publiquen.

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Felipe: No… bueno sí… sí me gustaría que la publicaran, pero antes me gustaría que fuera representada en un teatro. Miguel: Vaya, pero eso cuesta mucho dinero, y lo sabes. Pagar al director, los actores, la escenografía… Felipe: Sí, lo sé, pero estoy pensando que eso me ayudaría a que me vieran más, y a lo mejor podrían invitarme a colaborar en otros proyectos. Miguel: Pues bien pensado, muchacho, seguro que tienes razón. Pero insisto: eso cuesta. Yo te puedo conseguir lo que necesitas, lo que quieras con solo hacer unas llamadas a mis amigos y convencerlos de que tienes una obra estupenda, extraordinaria, con la que van a ganar mucho dinero. Pero, chico, eso cuesta, ¿cuánto estás dispuesto a pagar esta vez? Felipe: Yo… ¿lo de siempre, maestro? Miguel: No, esta vez además de eso me vas a escribir una novela negra, siempre he querido incursionar en el género. Quiero que sea una obra asombrosa con la que se sorprendan mis amigos y lectores, ¿entendido?

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La vida como creación artística: tema fundamental de Marcel Proust Rodrigo Herrasti

El único viaje verdadero, él único baño de juventud, no sería ir hacia nuevos paisajes, sino tener otros ojos, ver el universo con los ojos de otro… Marcel Proust

En busca del tiempo perdido de Marcel Proust es una obra monumental que presenta, a lo largo de más de un millón doscientas mil palabras, una multiplicidad de personajes y situaciones. Son muchos los temas que aborda: el amor nihilista, los celos, la homosexualidad, cuestiones políticas, la alta sociedad de su época, la concepción del tiempo… Una lectura somera y simplista nos sugeriría que el tema principal es el intento del protagonista–narrador por recuperar años de ocio, sin embargo, me parece que el gran tema de la novela es la creación artística. En la novela figuran tres artistas ficticios: Bergotte, escritor; Elstir, pintor, y Vinteuil, músico. Estos tres personajes, en conjunto, representan a la figura del artista, pero no el prototipo romántico, sino la imagen real: el artista como sujeto fragmentado, incompleto, humano. Y cada uno, por separado, encarna un eslabón que ayudará a Marcel, el protagonista, a construir su concepción de la creación artística.

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Ya desde pequeño, Marcel, el personaje de la novela, sueña con ser escritor. Vive embelesado con la idea de dedicarse a temas importantes. Piensa que la literatura, en particular, y el arte, en general, deben aspirar a las grandes verdades filosóficas. No obstante, esta concepción artística se derrumba cuando conoce a Bergotte, a quien tanto admira. No es el hombre que se había imaginado; es gordo y con la nariz abultada, en otras palabras: un hombre común. Y es este enfrentamiento con la realidad lo que hace que empiece a modificar su idea del arte y apreciar la belleza de manera diferente en los textos de Bergotte: ya no es relevante la grandeza o pequeñez de los temas que trata, sino la belleza de las palabras mismas. Más adelante, cuando viaja a la playa de Balbec, conoce al pintor Elstir y se maravilla con sus marinas. Nos dice que el pintor, para poder enfrentarse a la realidad, debía desprenderse de toda racionalidad.

El esfuerzo que hacía Elstir para despojarse, en presencia de la realidad, de todas las nociones de su inteligencia, era tanto más admirable cuanto que aquel hombre, que antes de pintar hacía por ser ignorante y lo olvidaba todo por probidad, pues lo que sabemos no nos pertenece, tenía precisamente una inteligencia excepcionalmente cultivada (Proust, 2013: 167).

Para poder acceder a la realidad y mimetizarla, el artista ha de deshacerse de todos sus filtros racionales, para dejar que sea la sensibilidad la que atrape su entorno. Y esto es válido, tanto en la creación artística como en su contemplación: “Cuando la inteligencia razonadora quiere meterse a juzgar obras de arte, ya no hay nada seguro, nada cierto” (Proust, 2011b: 267). Nuestro alrededor no se puede poseer por completo como proponían los artistas realistas y naturalistas, por el contrario, es algo que conocemos de forma parcial y desde nuestra subjetividad; algo que si no llegamos a entender del todo, menos hemos de poderlo dominar. Por lo tanto, el artista ha de buscar reflejar su incapacidad de adueñarse de la realidad y no pretender poseer lo imposible. En este sentido, Proust es impresionista y no romántico, como podría pensarse, ya que, al privilegiar la sensibilidad sobre la inteligencia, no busca la exacerbación

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de la sensibilidad por la exacerbación misma, sino el menoscabo de la inteligencia como reconocimiento de nuestra dificultad de conocer nuestro alrededor. El sentimiento de incompetencia y falta de aptitud ante la literatura de Marcel, el protagonista, así como su desesperación por intentar conservar los sitios y las personas tal como las recuerda, no son sino su incapacidad para entender y plasmar su alrededor, es decir, un reflejo del problema del artista frente a la realidad. Así, la vida, al igual que la creación artística, es algo inconcluso y sujeto a diferentes puntos de vista, sólo un conjunto de impresiones. Años más tarde, cuando, en casa de madame Verdurin, Marcel escucha el septeto de monsieur Vinteuil, aquel compositor retirado que conoció de pequeño cerca de Crombray, reflexiona y llega a la conclusión de que en la obra completa de Vinteuil prevalece una voz única y particular, y que cada artista tiene una melodía interna y única que proviene de su paraíso perdido, es decir, de su infancia, ese momento en la vida en el que la persona es capaz de asombrarse por las cosas insignificantes y nimias. Para Proust, los artistas viven en una perpetua infancia, por decirlo de cierta forma, que les permite apreciar y maravillarse por las cosas simples y los momentos sencillos. Así, oler las flores en primavera, ver un avión surcar los cielos o contemplar el reflejo de los rayos del sol en el mar constituyen lo realmente importante en la vida. La existencia misma, al igual que la creación artística, se construye con impresiones, a partir de la falta y la incapacidad de entender y representar fielmente la realidad, pero es justo esto lo que permite la posibilidad de apreciar la belleza, de mirar con ojos distintos y de hacer arte. La historia concluye con la determinación del protagonista-narrador a escribir la gran novela, que, se asume, es la misma que el lector tiene en sus manos: En busca del tiempo perdido. Este juego metaliterario nos hace darnos cuenta de que la gran creación artística no es otra cosa más que la vida misma.

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Lo que nos propone Proust en su magistral novela es que no es necesario ser escritor, pintor o músico, ni tampoco tratar de poseer complejas verdades filosóficas, basta con ver el mundo con ojos de niño, de artista, para apreciar la belleza. “Entonces surgió en mí una luz, menos resplandeciente sin duda que la que me había hecho percibir que la obra de arte era el único medio de recobrar el Tiempo perdido” (Proust, 2011b: 274). La recuperación del tiempo perdido consiste en regresar a ese paraíso olvidado de la infancia, en otras palabras, en ver nuestro entorno como niños y dejarnos deslumbrar. Esto es, hacer de nuestra vida una obra de arte.

Referencias: Proust, M. (2011a). En Busca del tiempo perdido. 5: La prisionera (3a ed.). España: Alianza. ――― (2011b). En Busca del tiempo perdido. 7: El tiempo recobrado (3a ed.). España: Alianza. ――― (2013). El almuerzo en la hierba: selección de pensamientos de “En busca del tiempo perdido” (1a. ed.). España: Hermida Editores.

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Herederos de la cultura

Deshaced ese verso, quitadle los caireles de la rima, el metro, la cadencia y hasta la idea misma. Aventad las palabras, y si después queda algo todavía, eso

Dulce G. Ramírez Rodiles

será la poesía. León Felipe

Originalmente este ensayo se iba a titular de otra manera, pero tras echarle una ojeada a una serie de artículos sobre la crítica literaria latinoamericana en nuestros tiempos llegué a una conclusión un tanto diferente que les desglosaré a continuación.

Esta formulación del juicio de valor es la que se discute en varios textos sobre la crítica, acerca de si el crítico literario tiene influencia de su realidad socioeconómica, cultural, política, histórica, si es experto en un autor, una corriente literaria, etcétera.

Para empezar, hay muchas disciplinas que estudian la literatura: filosofía, historia, psicología, sociología, lingüística, pedagogía, erudición, etcétera. Pero las anteriores disciplinas sólo intentan responder a la pregunta de ¿qué es esta obra? La crítica no sólo intenta responder a esta pregunta sino también a la otra de ¿qué vale tal obra?

Me atrevería a apostar que ni es dependiente ni mucho menos independiente del contexto, más bien, importa el tipo de crítica que realice, para aclarar este punto, nos encontramos con que hay dos tipos de crítica: la externa y la interna. La crítica externa prefiere estudiar la génesis de la obra o las reacciones del público lector ―aquí es en donde entran “los motivos del lector y del escritor” ―. La crítica interna aísla a la obra de sus circunstancias y analiza los objetos autónomos en sus elementos constructivos, o sea el tema, la forma y el estilo ― es un tipo de crítica más objetiva, pero no quiere decir que completa.

Dar respuesta a esa cuestión sobre el valor no parece cosa fácil, ya que se debe formular necesariamente un juicio de valor que incluya varios factores.

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También es importante recordar la interdependencia que existente entre la crítica, la economía y los escritores. Es igual de trascendente diferenciar entre crítica académica y la que no lo es. Así como los motivos de la crítica.

el objetivo del crítico es que la obra sea perdurable a través del tiempo. Para lograrlo, sus herramientas son: la lingüística, la estética y la retórica. Es así como el crítico descubre, desnuda, llega más allá que el lector común.

Para ilustrar el párrafo anterior hay que reconocer que la creación y la crítica nacen juntas. Desde que la obra está en proceso, el autor o la autora realizan un primer tipo de crítica hacia su propia obra (en el mejor de los casos). Posteriormente, la dará a leer a alguna amistad o conocido que igual se dedica a la creación literaria y ellos/as a su vez le darán una opinión sobre la obra (en el mejor de los casos una opinión lo más objetiva posible). Finalmente, esa obra será publicada (o no) y una vez afuera quedará al desnudo totalmente.

Es importante considerar lo siguiente: La crítica literaria requiere evolucionar junto con la literatura, ya que casi siempre se remite a autores clásicos y desvirtúa a la escritura moderna. El espacio sociocultural e histórico tiene mucha importancia para comprender una obra literaria. Hay críticas muy tajantes, esto es peligroso sobre todo porque va en detrimento del lector. Se clasifican las obras en buenas/malas, lo que hay que leer de lo que no, lo que es considerado literatura y lo que no y pareciera que las lecturas complicadas hacen a los mejores lectores.

Recordemos la sentencia máxima que dicta “todo texto que sale a la luz es sujeto de crítica”. Es aquí donde la crítica no académica tal vez eche una ojeada en ese autor o autora y aventarán flores o tierra sobre ese texto. Y la crítica académica solo se interesará en autores considerados buenos/ as (allá van todos mis sueños de escritora… chascarrillo).

Para finalizar, la crítica académica, así como los estudios científicos, se queda entre ciertos grupos selectos que son quienes comprenden esa misma crítica y les interesa, es importante empezar a hacer accesible estos análisis al lector común, es tarea tanto del creador como del crítico literario lograr sembrar la semilla de la crítica en las mentes que los leen y que sean entendidos, más aún si es verdad que su interés prioritario es la evolución y la preservación de la cultura.

Ahora bien, qué le importa a esta crítica académica que últimamente está en desuso y que como podemos observar diariamente no tiene la menor implicación en que una obra se venda o no, ya que muchas veces se falsea la crítica con tal de vender una obra (eso no sucede en este mundo trágico, cruel y corrupto). Según los textos de los que hablaba varias líneas arriba, le importa, eso, heredar la cultura. Pero ¿qué es esto de heredar la cultura? Se resume en pocas palabras pero implica mucho:

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Adriana Marrufo Díaz Maestra en Artes Visuales por la Universidad Autónoma de México, plantel San Carlos, egresada de la generación 2014. En 2009 fue ganadora de la Beca Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, especialidad en gráfica. Ha participado en la Ilustración de la Antología de Letras, Dramaturgia, Guión Cinematográfico y Lenguas Indígenas, Jóvenes Creadores 2009-2010 Segundo Periodo, FONCA y Programa Cultural Tierra Adentro, Impreso en 2010. También ilustró el cuento de Margarita Castillo llamado “Alas de colibrí”, Editado e impreso en México D.F., Agosto de 2007. Entre sus exposiciones se encuentran “Zoolatría” Academia de San Carlos, 2014. “Papaloteando” 2012 en el centro Cultural Universitario Dr. Victor Manuel Ballesteros García de la UAEH. Y en la Galería D. Monroy, Mineral del Monte Hgo., entre otras, igualmente ha participado en más de una docena de exposiciones colectivas. La obra plástica de esta artista, mejor conocida como “Mirardluna” es un homenaje a la naturaleza, pues su trabajo se asemeja a una particular mirada como si fuese, a través de un microscopio, que al descubrir los filamentos, las texturas, los colores, las transparencias y tonalidades de los pétalos y hojas, es que se despliega un mar de posibilidades plásticas que se van poco a poco incorporando en su experimentar gráfico. Su trayectoria plástica lleva aproximadamente diez años, en la cual se ha ido especializando en la búsqueda de nuevas formas alterna a los papeles normales de impresión gráfica, sin embargo, también hay una búsqueda más simple como las formas zoomorfas de las hojas, es decir, que se asemejan a animales, como las alas de mariposas, temática primordial de su trabajo artístico.

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Papalotl II Tipo de hoja: pétalo rosa 40 cm diámetro Lineografía 2012


Orugas Tipo de hoja: rosa, jacaranda y dĂłlar DĂ­ptico 50 x 60 cm Tinta por viscosidad 2014


Alas que miran Tipo de hoja: rosa y bugambilia DĂ­ptico 50 x 40 cm Tinta por viscosidad 2014


Alas de rosa Tipo de hoja: rosa, jacaranda y dĂłlar DĂ­ptico 25 x 40 cm Tinta por viscosidad 2014


Chimalma Tipo de hoja: dĂłlar, bambĂş y girasol 60 x 40 cm Huecograbado 2010


Cihualtlampa Tipo de hoja: rosa y bugambilia DĂ­ptico 123 x 66 cm Linograbado 2010


Coatl - amotlamini Tipo de hoja: ĂĄlamo y rosa DĂ­ptico 25.5 x 21.5 cm Linograbado 2009


Pequiti Tipo de hoja: rosa y gladiola 48 x 36 cm Dibujo con hojas 2010


Paradoja del amor correspondido Israel J. González S.

El recuerdo no miente, sino es el hecho, al ir haciéndose recuerdo, que sólo es verdadero los primeros cinco minutos después de haberse dado. Sin duda hay un rasgo de verdad en toda remembranza, por desgracia, me parece, que ese rasgo queda sujeto a la impronta de la emoción con la que será recordada. Es el caso de Maria da Gloria y de Josemar. En la novela de Puig, Maria queda enloquecida real y metafóricamente por el contacto con Josemar. Y él queda atrapado en la culpa y en un presente gris, por haber huido de ella. Una huida enmascarada en la búsqueda de un trabajo más terrenal que el de realizar su incierto anhelo de jugador de futbol. El verdadero rostro de la escapada es mucho más complejo y enigmático. Uno de ellos, por lo menos el que me parece más importante es: La imposibilidad del profundo contacto con el otro. Precisamente este es el carácter de la paradoja del amor correspondido.

La novela de Manuel Puig, Sangre de amor correspondido es la historia de unos adolescentes enamorados. A diferencia de las historias actuales de amor adolescente, la contada por Puig nos muestra la experiencia dolorosa de abandono, de culpa, de locura y caos a través de los recuerdos de los protagonistas. Es una historia elusiva, con repeticiones y sesgos, cruzada por caminos que se trastocan y se traslapan, ambientada en Río. ¿Hay un tema o varios en esta novela? Es difícil tener una respuesta o, incluso se pueden tener varias a esta pregunta. La principal dificultad para acuñar una respuesta clara es que la novela está escrita a partir de la estructura del recuerdo. Porque si bien los recuerdos son experiencias, no por esa razón dejan de ser un reflejo del momento emocional del individuo que recuerda.

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Pero, ¿a qué aludo cuando digo que existe una imposibilidad de un contacto profundo con el otro? ¿Cómo, a través de qué certezas o saberes que no sea el literario (y si hubiera o utilizara otro de qué tipo sería), tengo una determinada capacidad interpretativa de cierto tipo de la realidad? Y sobre todo, ¿bajo qué criterios llamo a un parecer interpretación y a esa interpretación realidad?

desventaja. Ser superficial, al menos es una toma de posición de la cual podemos partir para comprender. En muchos casos, esa superficie es panorámica, es decir, nos da una noción completa aunque sin detalles. La obra artística, en este caso el cine, no sólo es una representación de una mirada, o al menos, no sólo permanece en ese estado como tal. Es un recorrido de gran distancia entre el espectador, el creador

Voy a utilizar el término “obra de arte” y sus variaciones de manera muy general. De cierta forma, lo haré en un sentido plenamente convencional.

y el cine. Ésta es una de las maneras con las que el imaginario colectivo se construye, y se resignifica continuamente.

Hay un tipo de obra artística que tiene una superficie de carácter inmediato. Creo que ese tipo de obra es el cine. Llamo carácter inmediato no sólo a una de sus propiedades que es la sucesión de imágenes, que permiten a partir de ese movimiento una recreación o incluso un fingimiento, de la realidad, pero quizás no permita del todo una mimesis. Una recreación distinta al teatro, la música o cualquier otra manifestación artística. No sólo en cuanto a sus formas sino en cuanto a sus medios y técnicas.

Quiero tomar un ejemplo contemporáneo para analizar el proceso: La la land (2016), dirigida por Demian Chazelle, es una película que se ha entendido en general como una historia de amor, un tanto cursi, en la que la subtrama principal es su explotación y homenaje al cine en sentido lato, así como al subgénero que es el musical. No hay que olvidar que el anterior trabajo del director, Whiplash (2014), es la historia de un músico de jazz adolescente y su maestro obsesionado por encontrar y formar el nuevo genio del jazz. En este juego de manipulación de las expectativas, Andrew, el joven músico, no sólo comienza a obsesionarse con alcanzar su virtuosismo. Al mismo tiempo busca dar espacio a las necesidades comunes de cualquier persona, como una relación amorosa. Y lo logra, sólo que en ese afán por ser un excelente músico se enajena de sí mismo, no cabe nada más que la música, y la incipiente relación se termina.

Es posible, de acuerdo al carácter de inmediatez del cine, que sea de mayor alcance y en menor tiempo el impacto que tiene como medio de comunicación respecto a la literatura. Por otro lado, tiene la ventaja de documentar con más prontitud la realidad cotidiana. A diferencia de la televisión y de su finalidad de infotenimiento, el cine puede darnos una pequeña ilustración más personal del estado de cosas de cierta sociedad o de la sociedad en general. Esta posibilidad tiene una mayor eficacia que anteriores ejecuciones artísticas; sin embargo, puede tener una

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Puede parecer que simplemente se presente la situación del personaje como un rasgo de su inmadurez, sin embargo, ¿es posible que sólo pueda considerarse esa explicación? Me parece que en la obra de este cineasta, está permeando algo muy significativo respecto a nuestra manera de pensar el éxito. Porque el joven músico llega a un punto de quiebre en el que parece haber condenado su futuro como intérprete, tras haber sido expulsado de la escuela de música.

propósitos que persigue: Una sutil crítica de los parámetros sociales, en este caso, respecto a la manera en que la sociedad le permite creer a los individuos en la intrascendencia del esfuerzo, pero también las impredecibles consecuencias de llevar a cabo ese esfuerzo.

En un momento de la historia, el mentor explica que su método de formación está sustentado en provocar la situación emocional límite del genio en formación. A partir de este punto a sociedad (si se quiere puede leerse aquí sociedad gringa, aunque yo me atrevería decir sociedad occidental) o, mejor, el ambiente social, aparece con un rasgo profundamente infantil. ¿En qué sentido? A partir de que no se fomenta el máximo esfuerzo, sino la automática aceptación de lo que se hace cuando se le dice a alguien: “buen trabajo”.

por las que el Jazz está muriendo, en La la land pareciera que la crítica se centra en el individualismo más despiadado, omnipresente y como el principal responsable de configurar las relaciones amorosas humanas.

Al director, desde mi punto de vista, no le ha parecido descabellado en sus filmes hacer una pequeña crítica social. Si en Whiplash señala en segundo término que la actitud del mínimo esfuerzo es una de las razones

¿Es una historia donde chica conoce chico? Sí. Pero también es una historia en donde el arte está de por medio. Ella quiere ser una actriz de cine y él tener un club de jazz donde pueda tocar su música. Es un poco el encuentro entre el presente un tanto superficial, ingenuo y sentimental con un pasado que aún no se ha ido del todo, pero que es incomprendido. Y sin embargo, el presente se reconoce en ese pasado precisamente por su melodía.

Para reforzar esta idea, el profesor vuelve a relatar la anécdota de Charlie Parker antes de ser llamado Bird. Luego de una mala ejecución, un baterista le arrojó un plato que apenas pudo esquivar. De esa manera, fue echado en medio de burlas. Un año después en un recital logró uno de los mejores solos. De acuerdo a esto, un artista no sólo debe creer en sí mismo sino que debe trabajar hasta el límite para desarrollar el punto máximo de sus capacidades.

Aparece el amor correspondido. Y lo hace en medio del ámbito adverso del capitalismo. Justo es por esta razón que el tono “romántico” de la película se vuelve una ironía. Justo por esa razón, la generosidad de los protagonistas al fomentar en el otro “la realización de sus sueños” se convierte en algo inquietante. Porque tal vez pareciera que en

En esta escena, punto culminante de la película, es bastante claro cuál es uno de los

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la búsqueda de esos sueños, los protagonistas se ven obligados a separarse. Porque tal vez sólo me parece a mí que la historia es un pretexto para indicarnos que más allá de nuestros aparentes y profundos intereses individuales, quizás haya, o debiera por lo menos haber, otros en conjunto. Porque me parece que la historia es algo más que un ejemplo de la realización de los sueños, o como quien dice, de la realización del sueño americano. Quizás es que en ese afán de realización, nos va la vida y muchas veces la perdemos sin darnos cuenta del todo. Lo peor de todo sería darnos cuenta cuando ya la pérdida es irremediable. Aquí es donde aparece la felicidad en toda su imperfección. Es cuando su rostro se torna oscuro y temible. Tan real si pensamos en personajes como Maria da Gloria y Josemar. En literatura este tipo de casos es más frecuente de lo que parece. Y, no obstante, aun anteponiendo nuestros propios intereses disfrazados de generosidad y sacrificio, como en el caso de los personajes de La la land, al final sólo puede quedar un regusto agridulce, algo de incompletud, de insatisfacción. En cierto sentido, tanto la novela de Puig como la película La la land se corresponden mostrando la paradoja del amor correspondido.

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Una greguerĂ­a De Meneses Monroy

No es fruta Un poema verde es muy probable que no madure.

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