galera #55 11.2013
ESTE MES: POLO
I n t e l ect ua l y f r í vo l a
#55 11.2013
ESTE MES: POLO
16 I ATRODEN Quiénes Somos
Encontranos en
Director comercial Marco Simeone marco@intelectualyfrivola.com
Novecento, Hotel Faena, Dadá, Tienda Malba, Ruth Benzacar, Aldo’s, Ginebra, Le Pain Quotidien, Bruni, Florería Atlántico, Olivetti, Bartola, Foster Catena, Osaka, Roho, Cucina Paradiso, Malvón, Sucre, Proa, Le Blé y Farinelli.
Director editorial Esteban Feune de Colombi esteban@intelectualyfrivola.com Director de arte Juan Moreno juan@intelectualyfrivola.com Producción Rosario Bibiloni rosario@intelectualyfrivola.com Prensa y relaciones públicas Grupo Mass PR info@masspr.net Impresión Galt Printing Ayolas 494 / 4303-3723 Distribución y logística Promail Condarco 4846 / 4572-0505
Galera Intelectual y Frívola
GALERA #55 POLO · noviembre 2013 Tirada: 10.000 ejemplares Modelo: Astrid Muñoz Fotografía de tapa: Candelaria Gil Asistente de fotografía: Fausto Elizalde Estilismo: Esmeralda Ulloa Maquillaje: Belén Saenz para Estudio Brandt Maculan con productos L’Oréal Paris Pelo: Facundo Díaz para Estudio H Accesorios: Pérez Sanz Locación: La Aguada Polo Club
es una publicación de Marco Simeone French 3112 (Ciudad de Buenos Aires). Las opiniones de los entrevistados y los artículos no reflejan necesariamente la opinión de quienes hacen Galera Intelectual y Frívola. Se prohíbe la reproducción parcial o total del contenido publicado en esta edición. Hecho el depósito que marca la ley 11.723.
Colaboran Wally Diamante, Facu Garayalde, Janina Miculitzki, Matías Garda, Delfina Campos, Lucrecia Gratas, Juan Moreno (foto Quiromancia), Daiana Silva (ilustración Visionario), Delfina Blaquier (fotos Decí whisky), Diego Roa (ilustración Prendé la mecha) y Javier Velasco (Grandes vestimentas).
Muchas gracias Astrid Muñoz, Eduardo Novillo Astrada, Esmeralda Ulloa, Luisa Miguens, Bárbara Tanoira, Loli Acuña, Javier Tanoira, Martín Pepa, Polito Pieres, Alejandro Novillo Astrada, Adolfo Cambiaso, Jorge Lukowski, Pablo Trombetta, Nacho Figueras, Paloma Cepeda, Alejandro Allende, Carolina Duer, Carolina Medvuidenur, Pier Squillari, Constanza Ottaviani, Virginia López, Josefina Hassan, Eduardo Lizaso, Gustavo Castagnino, Soledad Carranza, Ary Matteazzi, Diego Romero, Noel Romero, Natalia Antolin, Ever Miguez, Fernando Farré, Ramiro Lucero Marín, Marcela Rémoli, Juan Pons, Lucía Montero, Gisela Casella, Tomás Donlon, Clara Gessaghi, Lucila Sperber, Germán Geller, María Florencia Méndez, Romina Fontana, Santiago Di Ció, Nicolás Morelli, Federico Ares, Rafael Scarinci, Marcela Naón, Ximena Hernández, Héctor Filice, María de Montalembert, Iván de Pineda, Gimena Loza y Naima Bennani.
18 I La nube
POLO ASTRID MUÑOZ Juan Carlos Harriott • PSY
ALBERTO PEDRO HEGUY Dorothy Parker • ADOLFO CAMBIASO • ALPI DELFINA BLAQUIER • Eadweard Muybridge
Patadas de chancho • PATTI
SMITH • Nacho Figueras
Alejandro Novillo Astrada • MARTÍN PEPA JAVIER TANOIRA & LOLI ACUÑA
POLITO PIERES PALOMA CEPEDA
WILLY VILAS •
Guillermo Cabrera Infante Pelajes equinos
intelectualyfrivola.com GaleraGalera
20 I editorial bailado
PSY El Gangnam Style –bautizado también el “baile del caballo”– rompió las fronteras de todo lo imaginable en términos de récords, algunos ridículos y otros no tanto. De los absurdos, basta con recordar a gente de lo más distinguida desubicándose en medio de una fiesta o celebración; se sabe, nada peor que alguien que baila mal. De los no tanto, por ejemplo, la canción alabada por el lingüista Noam Chomsky registra casi ¡¡2 mil millones!! de
reproducciones en YouTube: más que un récord, directamente una guarangada. Gangnam Style es un coloquialismo coreano que hace referencia al estilo de vida lujoso de los habitantes de Gangnam, un distrito del sur de Seúl adonde residen los más pudientes del país. La crítica a las Doenjang Girl –chicas que comen comida barata con el fin de comprar caros Frappuccinos en Starbucks– ha sido una de las claves de su éxito, sumada a la pegadiza coreografía.
volver I 21
Alfredo Harriott, Horacio Heguy, Juan Carlos Harriott, Cacho Merlos y Álvaro Pieres compartiendo un mate en una caballeriza de San Antonio, Texas, durante la Copa de las Américas que Argentina ganó en 1980.
Candelaria Gil y Cuti Von Niederhausern en la presentación verano 2014 de Evangelina Bomparola.
Saúl Sacca en el espacio de Galera Intelectual y Frívola en BA Photo. Juliana Awada en la apertura de Nuestro Secreto, Four Seasons, con el apoyo de HSBC Premier.
Ale Burset presentó Baroque, las fotos de su nuevo proyecto, en el espacio de Galera en BA Photo.
Rogelio Polesello y Martín Cabrales en la presentación del libro de arte de HSBC.
Sofía Reca en la presentación de colección verano de Lee. Charly Alberti y Ernesto Catena en la Feria Anual de vinos de su bodega.
Urko Suaya en el espacio de Stella Artois en BA Photo junto a la modelo Carla Ciffoni.
Emilia Attias se acercó a conocer “2”, la nueva colección de Topper por Martín Churba.
Gino Bogani en la presentación de Atlas, la nueva colección de Tiffany & Co.
Natalia Oreiro en la gala Four Seasons HSBC, a beneficio de UNICEF.
Concepción Cochrane Blaquier e Inés Azumendi, de Converse, en BA Photo.
Victoria Sánchez detrás de Galera en el Centro Cultural Recoleta.
Karina Rabolini y Juan Cruz Bordeu en la inauguración del Museo de Arte Contemporáneo de Mar del Plata.
Panda Elliot tocó con su banda en el Nomad Festival de Rapsodia, en el local de Nordelta.
ciencias sociales I 23
Hernán Agote Blaquier y Lucila Vacca Vergara degustaron Veuve Clicquot en Yelloween. Ailin Salas en la Celebración Ceremonial que organizó Blackmamba.
Sofía Fanego almorzó en el Jardín Japonés, invitada por Bodega Norton.
Rodrigo Castro Canale y Morita Peralta Ramos en el espacio de Galera y Félix en BA Photo.
Marcela Remoli, Head Marketing de HSBC, acompañó a Evangelina Bomparola en la presentación de su nueva colección.
Juan Pons, Brand Manager de Lee, en la presentación de colección verano de la marca. Mariano Martínez en ALPI, donde se construirá el Centro de Internación y Rehabilitación Pediátrico.
Mirtha Legrand en Atlas, la nueva colección de Atlas de Tiffany & Co.
Nacho Figueras y Delfina Blaquier en la gala Four Seasons HSBC, a beneficio de UNICEF.
Complot lanzó una “Special Edition” por Luciana Rondolini.
Zelmira Frers estuvo en Buenos Aires Photo y visitó el espacio de Galera Intelectual y Frívola. María Eugenia Vidal, vicejefa de Gobierno porteño, junto al papa Francisco. Alicia de Arteaga visitó el espacio de Galera en BA Photo, adonde se presentó la obra de Ale Burset.
24 I El relato
Con motivo de esta edición dedicada a la maravillosa galaxia del polo, les regalamos Un banquete de sapos, un cuento de la estadounidense Dorothy Parker publicado en la revista The New Yorker en 1957. Aquel fue un año de locos, un año en que las cosas que debían haber ocurrido a su debido tiempo salieron de cualquier manera. Fue un año en que la nieve cayó copiosa y duradera en pleno abril y los periódicos sensacionalistas publicaron fotos de chicas vestidas con pantalones cortos tomando baños de sol en el Parque Central en pleno enero. Fue un año en que, pese a la gran prosperidad reinante en la nación más rica, no podías andar cinco manzanas sin que los mendigos te pidieran limosna; en que no era infrecuente ver mujeres llamativas, de paso vacilante, vestidas con trajes caros, exhibirse en lugares públicos; en que los mostradores de las farmacias rebosaban de pastillas para tranquilizarte y de pastillas para animarte. Fue un año en que muchas esposas, colocadas en los altares, apenas unos pulgadas por debajo de los santos, árbitros de la etiqueta, veneradas anfitrionas, arquitectas de menús memorables, de golpe y porrazo preparaban la bolsa de viaje y el joyero y huían a México en compañía de jóvenes ambiguos dedicados al arte; en que los maridos que habían regresado a casa todas las noches no sólo a la misma hora sino en el mismo minuto de la misma hora, regresaban a casa una noche más, decían unas cuantas palabras y luego salían por la puerta que no volverían a cruzar jamás. Si Guy Allen hubiese dejado a su mujer en otra época, ella habría conseguido mantener el perdurable interés de sus amistades. Pero en aquel año de locura fueron tantos los pecios matrimoniales varados en la playa de Norman’s Woe que las amigas ya estaban demasiado familiarizadas con las historias de naufragios. Al principio acudieron a su lado y, duchas en esas lides, hicieron lo posible por curarle la herida. Chasqueaban la lengua en señal de pena y sacudían la cabeza para manifestar su asombro; diagnosticaban que el de Guy Allen era un caso de demencia; hacían virulentas generalizaciones sobre los hombres, considerados como tribu; le aseguraban a Maida Allen que ninguna mujer habría sido
capaz de hacer más por un hombre ni haber significado más; le estrechaban la mano y le prometían: “Volverá. ¡Ya verás cómo vuelve!”. Pero el tiempo siguió su curso, como la señora Allen, a quien nunca nadie había visto antes aferrarse así a un tema: repetía una y otra vez la historia del agravio que le habían causado, y ella, claro, pobrecita, una santa inocente. Las amigas ya no tenían fuerzas para intercalar en su letanía arrullos de condolencia, debilitadas de tanto escuchar su historia, la suya, y otras como la suya; la cruel verdad es que las sagas de las mujeres abandonadas adolecen de una lamentable falta de variedad. Y así, llegó un día en que, tras depositar con violencia la taza de té en la mesa, una de estas damas se puso en pie de un salto y gritó: –¡Por el amor del cielo, Maida, habla de otra cosa! La señora Allen no volvió a ver a esa dama. También comenzó a ver cada vez menos a sus otras amigas, aunque eso fue cosa de las amigas, no de ella. No se enorgullecían de semejante abandono; las inquietaba la idea acechante de que la más despiadada de las pelmas pudiera seguir realmente angustiada. Trataron –cada una de ellas una sola vez– de invitarla a pequeñas cenas agradables para que se distrajera. La señora Allen acudía llevando consigo su obsesión, y la colocaba, por así decirlo, en medio del mantel cual macabro centro de mesa. Las amigas aportaron varios huéspedes masculinos, ninguno de ellos conocido de la señora Allen. De buen humor por encontrarse ante una mujer nueva y atractiva, realizaban pequeñas incursiones amorosas. Ella respondía haciéndolos partícipes de su tragedia y, mientras daban cuenta de la ensalada y esperaban la mousse de moca, les recitaba su lista de talentos comprobados como esposa, compañera
y amante, y les hacía notar, con una cínica carcajada, para qué le habían servido. Cuando los huéspedes se marchaban, la anfitriona aceptaba abatida el ultimátum de su marido en relación con quién no debían volver a invitar jamás. No obstante, siguieron invitándola a sus cócteles multitudinarios, obligación social por excelencia para beber como esponjas, pensando que la señora Allen, con su voz suave, sería incapaz de hacerse oír en medio del gran bullicio que impera en estas fiestas y, de ese modo, acallados sus problemas, tal vez, por un momento, quedaran olvidados. Cuando la señora Allen llegaba, se acercaba en línea recta a aquellas amistades que la habían conocido con su marido, y les preguntaba si habían visto a Guy. Si le contestaban que sí, les preguntaba cómo estaba. Si le contestaban: “Pues… estupendamente”, les ofrecía una sonrisa indulgente y se alejaba. Sus amigas la dejaron por imposible. A la señora Allen le sentó mal ese comportamiento. Las tachó a todas de criaturas que sólo funcionaban cuando las cosas venían bien dadas y dio gracias por haberlas desenmascarado a tiempo; a tiempo de qué, nunca lo dijo. Pero no había nadie que se lo preguntara, porque hablaba consigo misma. Había adoptado esta costumbre mientras se paseaba hasta bien entrada la noche por los cuartos silenciosos de su apartamento, y pronto la llevó consigo a la calle, a su paseo diario. Fue un año en que muchos transitaban las aceras murmurando soliloquios y, a menos que hablaran en voz alta o hicieran gestos, los demás peatones no se volvían a mirarlos. Pasó un mes, luego dos, luego casi cuatro, y ella seguía sin tener noticias directas de Guy Allen. Uno o dos días después de que él se marchara, la había telefoneado al apartamento y, tras interesarse por la salud de la criada que atendió la llamada (siempre fue el ideal de los sirvientes), le había pedido que
le enviasen la correspondencia a su club, donde iba a alojarse. Más tarde, ese mismo día, Guy Allen mandó al mozo del club a que recogiera su ropa, la metiera en una maleta y se la llevara. Estos incidentes ocurrieron en ausencia de la señora Allen; a ella no la mencionó en ningún momento, ni a la criada ni por medio del mozo, y por eso se llevó un disgusto. De todos modos, se dijo, como mínimo sabía dónde estaba su marido. No se le ocurrió ir más allá y pensar que como máximo sabía dónde estaba su marido. El primer día de cada mes recibía un cheque por la misma cantidad de siempre para sus gastos y los de la casa. El alquiler debía de llegarle directamente al propietario del edificio de apartamentos porque a ella nunca se lo reclamaron. Los cheques no los mandaba Guy Allen; venían con una nota adjunta de su banquero, un distinguido caballero de cabello cano, cuyas comunicaciones daban la sensación de estar escritas con pluma. Aparte de los cheques, nada indicaba que Guy y Maida Allen fueran marido y mujer. A la señora Allen el presente se le volvió intolerable y veía el futuro sólo como su espantosa prolongación. Se refugió en el pasado. No se dejó guiar por la memoria; fue ella quien la condujo y puso rumbo hacia los recónditos y soleados caminos de su matrimonio. Once años de matrimonio, años de felicidad, de felicidad perfecta. Claro que a veces Guy había tenido los pequeños malos humores típicos de los hombres, pero ella siempre había conseguido que se le pasaran con una sonrisa, y esos episodios sin importancia solo servían para unirlos más dulcemente; las peleas entre enamorados preparan el camino hacia el lecho. En abril, lágrimas mil derramó la señora Allen por los tiempos pasados; y nadie se le acercó nunca para explicarle que, si había tenido once años de felicidad perfecta, era el único ser humano al que le había ocurrido algo semejante. Sin embargo, la memoria es una compañera muda. El silencio golpeaba atronador en los oídos de la señora Allen. Ella quería escuchar voces tiernas, especialmente la suya. Quería encontrar comprensión, esa cosa que tantos se pasan la vida buscando, con lo fácil que tiene que ser encontrarla, porque ¿qué es sino alabanzas y compasión mutuas? Sus amigas la habían defraudado, por eso debía buscarse otras. Resulta sorprendentemente difícil reunir
un nuevo círculo. A la señora Allen le costó tiempo y esfuerzo localizar a las señoras cuyo trato había frecuentado en otros tiempos, y que durante años había conseguido no recordar siquiera, y localizar a las agradables compañeras de viaje que había conocido a bordo de barcos y aviones. No obstante, obtuvo algunas respuestas, seguidas de sesiones íntimas en su apartamento, por las tardes. Fueron poco satisfactorias. Las señoras no le ofrecieron comprensión sino recomendaciones. Le decían que se animara, que recobrara la compostura, que estuviera alerta; una de ellas llegó incluso a darle una palmada en el hombro. Las sesiones llegaron a adquirir gran parte del carácter que tienen las disputas de vestuario en el descanso de un partido de fútbol, y cuando al final la instaron a que mandara a Guy Allen al infierno, la señora Allen las suspendió. Pese a todo, algo bueno sacó de ellas porque por intermedio de una de sus ignorantes consejeras la señora Allen conoció a la doctora Langham. Aunque la doctora Marjorie Langham se ganaba la vida trabajando, no había perdido ni una pizca de su feminidad, sin duda, porque nunca había tenido que pisar los pasillos manchados de sangre de la facultad de medicina ni quemarse las bonitas pestañas estudiando para conseguir el doctorado. De un solo salto, lleno de gracia, había caído sobre los delgados pies convertida en curandera de mentes atribuladas. Aquel fue un año en que los divanes de tales curanderos no llegaban a enfriarse entre paciente y paciente. La doctora Langham gozaba de un éxito tremendo. Tenía infinidad de anécdotas sobre sus pacientes. Y una manera muy suya de contarlas que hacía que las historias clínicas no sólo fueran para morirse de risa, sino que te daban a ti, su interlocutor, la estupenda sensación de que, después de todo, no estabas tan chiflado. En su faceta más profunda, era una mujer que lo comprendía todo al vuelo y demostraba una firme simpatía por las desgracias de las representantes sensibles de su sexo. Estaba hecha para la señora Allen. En su primera visita a la doctora Langham, la
señora Allen no fue directamente al diván. En la consulta llena de cretona y alegría, ella y la doctora se sentaron frente a frente, de mujer a mujer; de esa manera, a la señora Allen le resultó más fácil desahogarse a gusto. Durante el relato del indignante comportamiento de Guy Allen, la doctora asintió repetidas veces; cuando se enteró, a petición suya, de la edad de Guy Allen, esbozó una sonrisita divertida. –¡Pero claro! Lo que imaginaba –dijo–. ¡Vaya, vaya con la crisis de los cuarenta y tantos! ¡Edad difícil y peligrosa! Eso es todo lo que le pasa… está pasando por el cambio. La señora Allen se dio unos golpecitos en las sienes con los puños por ser tan tonta y no haberlo pensado antes. Se había hartado de llorar y gemir porque se le había olvidado por completo que también los hombres vienen al mundo llevando a cuestas la deuda del pecado original; a Guy Allen, como a cualquier hijo de vecino, le había llegado la hora de pagarla; ahí estaba el quid de la cuestión. (En los últimos dos casos de matrimonios rotos de los que la señora Allen se había enterado ese año, uno de los maridos salientes tenía veintinueve y el otro sesenta y dos, pero no le vinieron a la memoria.) La explicación de la doctora tranquilizó de tal modo a la señora Allen que se levantó y fue a tumbarse en el diván. –Así me gusta… relájese –le sugirió la doctora Langham–. ¡Ah, esas pobres mujeres, esas pobres idiotas! Se destrozan el corazón, se flagelan con sus porqués, porqués, porqués, se dejan la piel para encontrar un motivo estrambótico que justifique el hecho de que sus maridos las dejen plantadas, cuando no se trata más que de un caso tradicional y pasajero de nervios exacerbados y un cambio rutinario de metabolismo. La doctora le prestó a la señora Allen algunos libros para que se los llevara a casa y los leyera antes de la siguiente visita; algunas de las autoras, le dijo, eran muy amigas suyas, mujeres reconocidas como autoridades en la materia. Los libros parecían salidos de la misma pluma y estaban escritos en un estilo fluido, coloquial, asequible para el lector profano. Se notaba cierta uniformidad en sus contenidos; todos exponían una colección de casos de
26 I El relato hombres casados que, en un arranque de enfurecida rebelión contra la madurez, habían abandonado el lecho conyugal y el techo familiar. Las rebeliones, como tales, resultaban conmovedoras. Masas de hombres con ojos desorbitados iban por la vida sin rumbo ni objetivo, sus noches eran frías y amargas, sus hogares, una fuente de enfermiza añoranza. Uno tras otro, los revolucionarios volvían con la cabeza gacha, las manos suplicantes, volvían al lado de sus sabias y amables esposas. Aquellas obras impresionaron a la señora Allen. Encontró más de un pasaje que, de haber sido suyos los libros, habría subrayado profusamente. Tuvo la sensación de que tenía todo el derecho del mundo a incluirse entre las esposas que esperaban en casa, tan amables, tan sabias. Podía decir, sin falsa modestia, que muchos le habían dicho que era demasiado amable para su propio bien, y que era capaz de reconocer un acto de verdadera sabiduría. En los primeros y aciagos días de su sufrimiento, se había jurado que no daría un solo paso para acercarse a Guy Allen. ¡Que se le pudriera la mano derecha y se le separara del brazo, si la utilizaba para marcar su número de teléfono! Nadie habría sido capaz de contar las millas que había recorrido por las alfombras de su casa pugnando por mantener el juramento. Y lo mantuvo, pero la vista de su mano derecha intacta, de su piel fresca y clara, no le servía de consuelo, sencillamente le recordaba el uso al cual podía haberla destinado. Y acto seguido, pensando siempre con renovado dolor en otra mano posada sobre otro disco, se recordaba que Guy Allen jamás la había llamado. La doctora Langham le puso muy buena nota por mantenerse alejada del teléfono y restó importancia a su pena ante el silencio de Guy Allen. –Por supuesto que no la ha llamado –le dijo–. Tal como yo esperaba, claro… es el mejor indicio que tenemos de que él también sufre lo suyo. Teme hablar con usted. Está avergonzado de sí. Sabe lo que le ha hecho; no sabe por qué, como nosotras, pero sabe que lo que hizo es terrible. Piensa mucho en usted. Lo demuestra el hecho de que no se atreva a llamarla. Uno de los grandes factores que contribuía al éxito
de la doctora Langham era su habilidad para conseguir que a quienes estaban a punto de ahogarse, una pajita mojada les pareciera un tronco sólido. La cura de Maida Allen no se produjo de un día para otro. Tuvieron que pasar varias semanas antes de que se sintiera entera. Según ella, todo el mérito era de su doctora. Por el mero hecho de haber arrojado la fría luz de la ciencia sobre el motivo del aparente abandono de Guy Allen, la doctora Langham había conseguido devolverle la ecuanimidad. Ya no era la criatura desolada y solitaria, rechazada como una flor marchita, un guante raído, una liga dada de sí. Era una mujer valiente y humana que, con la paciencia que era la joya de su corona, esperaba que su pobre hombre confundido superase su pequeña indisposición y volviese a su lado, para que ella le alegrara la convalecencia contribuyendo así a su pronta recuperación. Día tras día, en el diván de la doctora Langham, mientras hablaba y escuchaba, iba recuperando fuerzas. Y ocurrió el milagro. Su marido la llamó por teléfono. Le pidió si esa noche podía pasar por el apartamento a recoger una maleta que le hacía falta. Ella le sugirió que se quedara a cenar. Él le dijo que le sería imposible porque debía cenar temprano con un cliente, pero que pasaría a eso de las nueve. En caso de que no estuviera en casa, que por favor le dejara la maleta a Jessie, la criada. Ella le dijo que era la primera noche, en no se sabía cuánto tiempo, que no salía. Estupendo, dijo él, entonces la vería más tarde; y colgó. La señora Allen llegó temprano a la cita con su doctora. Le dio la noticia a la doctora Langham con una especie de gorjeo alegre. La doctora asintió y su sonrisa divertida se fue haciendo más grande hasta dejar al descubierto casi todos los dientes excepcionalmente bonitos. –Pues ahí tiene usted –le comentó–. Ha dado señales de vida. ¿Y quién le dijo que iba a ser así? Ahora escúcheme bien. Es importante, tal vez la parte más importante de todo su tratamiento. Esta noche no vaya usted a perder la cabeza. Recuerde que este hombre ha hecho sufrir lo indecible a una de las criaturas más sensibles que he conocido en mi vida. No se ponga blanda con él. No se muestre entusiasta, como si le estuviera haciendo un favor al volver
a su lado. No sea demasiado indulgente con él. –¡Nooo, qué vaaa! –exclamó la señora Allen–. ¡Guy Allen va a tragarse sus palabras! –Así me gusta –dijo la doctora Langham–. No le haga escenas, ya sabe; pero tampoco le dé a entender que todo está perdonado. Muéstrese dulce y fría. Ni por un momento deje que adivine que lo ha echado de menos. Simplemente deje que se dé cuenta de lo que se ha estado perdiendo. Y por el amor de Dios, ni se le ocurra pedirle que se quede a pasar toda la noche. –Ni por todo el oro del mundo –dijo la señora Allen–. Si eso es lo que quiere, tendrá que pedírmelo. ¡Sí! ¡Y de rodillas! El apartamento estaba precioso; la señora Allen se ocupó de que así fuera y de que ella no le fuera a la zaga. Al volver a casa, después de haber estado en la consulta de la doctora, compró montones de flores y las dispuso con exquisito gusto -siempre se le habían dado bien los arreglos florales- por toda la sala. Él llamó al timbre a las nueve y tres minutos. La señora Allen le había dado la noche libre a la criada. Ella misma se encargó de abrir la puerta. -¡Hola! –lo saludó. –¿Qué tal? ¿Cómo estás? –Pues, perfectamente –dijo ella–. Pasa. Creo que ya conoces el camino, ¿no? La siguió hasta la sala. Tenía el sombrero en la mano y llevaba el abrigo doblado sobre el brazo. –Cuántas flores –dijo él–. Qué bonitas. –Sí, ¿no son preciosas? Todo el mundo es muy amable conmigo. Dame tus cosas, que te las guardo. –Dispongo apenas de un momento –dijo él–. He quedado con alguien en el club. –Vaya, qué lástima. Siguió una pausa. Y él dijo: –Tienes buen aspecto, Maida. –Ay, no sé por qué –dijo ella–. Estoy que no me tengo en pie. Últimamente no paro ni de día ni de noche. –Te sienta bien. –¿No has notado nada nuevo en la sala? –le preguntó ella. –Pues, no sé… ya me he fijado en las flores.
¿Hay algo más? –Las cortinas, las cortinas –contestó ella–. Son nuevas, de la semana pasada. –Ah, sí. Son bonitas. De color rojo pálido. –Rosa –dijo ella–. La sala está bonita con estas cortinas, ¿no te parece? –Sí, estupenda. –¿Qué tal tu habitación en el club? –le preguntó. –Está bien. Tengo todo lo que quiero. –¿Todo, todo? –preguntó ella. –Sí, claro. –¿Qué tal la comida? –quiso saber ella. –Ahora, bastante buena. Mucho mejor que antes. Han puesto un nuevo chef. –¡Qué divertido! ¿O sea que te gusta? Vivir en el club, digo. –Sí, claro –contestó él–. Estoy muy cómodo. –¿Por qué no te sientas y me cuentas qué es lo que no te gustaba de aquí? ¿La comida? ¿El espejo que usabas para afeitarte? ¿Qué? –Vaya, todo estaba bien –respondió él–. Verás, Maida, tengo que irme corriendo. ¿Tienes por aquí mi maleta? –Está en el dormitorio, en tu armario, donde siempre ha estado –dijo ella–. Siéntate… ya te la traigo. –No, no te molestes, ya voy yo. Se fue para el dormitorio. La señora Allen empezó a ir tras él, pero entonces se acordó de la doctora Langham y se quedó donde estaba. Sin duda, a la doctora le parecería algo indulgente de su parte el que entrara con él en el dormitorio cuando no hacía ni dos minutos que había vuelto. Él regresó con la maleta. –Seguro que puedes sentarte y tomar una copa, anda –insistió ella. –Ojalá pudiera, pero tengo que irme, de veras. –Pensé que podríamos intercambiar unas cuantas palabras de cortesía –dijo ella–. La última vez que oí tu voz, lo que me dijiste no fue muy agradable. –Lo lamento. –Estabas justo ahí, al lado de la puerta… muy guapo, por cierto –dijo ella–. En la vida te había visto tan incómodo. Si alguna vez ibas a estarlo, aquel fue el momento más oportuno. Cuando me dijiste lo que me dijiste. ¿Te acuerdas? –¿Y tú? –preguntó él a su vez. –Vaya si me acuerdo. “Ya no quiero seguir así, Maida. Se acabó”. ¿De veras te parece bonito decirme
algo así? A mí me pareció bastante repentino, después de once años. –No. No fue repentino –dijo él–. Me pasé seis de esos once años diciéndotelo. –Pues no me enteré. –Claro que te enteraste, querida. Lo interpretaste como una falsa alarma, pero vaya si te enteraste. –¿Cómo es posible que te hayas pasado seis años planificando esta salida tan drástica? –Planificando, no –aclaró él–. Pensando, nada más. No tenía planes. Ni siquiera cuando te dije esas palabras de despedida, indudablemente poco acertadas. –¿Y ahora los tienes? –preguntó ella. –Por la mañana me marcho a San Francisco –respondió él. –Qué amable eres al confiar en mí. ¿Cuánto tiempo estarás fuera? –La verdad es que no lo sé. Hemos abierto allí una sucursal, ¿sabes? Las cosas se han complicado un poco y tengo que ir a poner orden. No sé decirte cuánto tiempo llevará. –Te gusta San Francisco, ¿no? –Sí –dijo él–. Como ciudad no está mal. –Claro y encima está bien lejos –dijo ella–. No podías irte más lejos y seguir estando en los lindos Estados Unidos, ¿no? –En eso tienes razón –admitió él–. Oye, me marcho ya, tengo mucha prisa. Llego tarde. –¿Es que no me puedes contar así por encima lo que has estado haciendo? –He estado trabajando todo el día y gran parte de las noches –contestó él. –¿Y te interesa? –Sí, me gusta, la verdad. –Me alegro por ti –dijo ella–. No es que quiera hacerte llegar tarde a tu cita. Pero me gustaría tener aunque sea una leve idea de por qué hiciste lo que hiciste. ¿Tan infeliz eras? –En realidad sí, muy infeliz. No había necesidad de que me obligaras a decirlo. Lo sabías. –¿Por qué eras infeliz? –insistió ella. –Porque dos personas no pueden pasarse la vida haciendo las mismas cosas año tras año, cuando solo a una de las dos le gusta hacerlas y, pese a eso, seguir siendo feliz –contestó él. –¿Y tú te crees que yo puedo ser feliz así como estoy? –Pues sí –respondió él–. Creo que lo conseguirás. Ojalá hubiera una manera más agradable de ha-
cerlo, pero creo que después de un tiempo, no muy largo, por cierto, estarás mejor que nunca. –¿Conque eso es lo que crees? Ah, ya sé lo que pasa, te cuesta creer que soy una persona sensible. –No será porque no me lo hayas dicho… once años te pasaste diciéndomelo. Oye, esto no tiene sentido. Adiós, Maida. Cuídate. –Lo haré. Te lo prometo. Él cruzó la puerta, fue pasillo abajo y llamó el ascensor. Ella se quedó mirándolo desde el umbral, con la puerta abierta. –¿Sabes qué, querido mío? –le dijo–. ¿Sabes qué es lo que a ti te pasa? Has llegado a la edad madura. Por eso tienes estas ideas. El ascensor se detuvo en la planta y el ascensorista abrió la puerta. Guy Allen se dio media vuelta antes de entrar en la cabina. –Hace seis años todavía no había llegado a la edad madura –le dijo–. Y entonces ya las tenía. Adiós, Maida. Buena suerte. –Buen viaje –le deseó ella–. Mándame una postal de la ciudad. La señora Allen cerró la puerta y regresó a la sala. Se quedó muy quieta en el centro de la habitación. No se sentía como había imaginado. En fin. Se había comportado con perfecta frialdad y dulzura. Debía de ser que Guy todavía no estaba del todo recuperado de su leve dolencia. Pero se recuperaría; vaya si lo haría. Vaya si lo haría. Cuando estuviera allá lejos, dando tumbos por las colinas de San Francisco, recobraría el buen juicio. Intentó fantasear un rato; él volvería a su lado, el cabello se le pondría gris de la noche a la mañana –la noche en que se diera cuenta del tormento de su locura– y el cabello gris no lo favorecería nada. Regresaría para comerse sus palabras, sí, ella se aseguraría de que lo hiciera. En su mente casi podía verlo: canoso, ajado y desmoralizado, mientras mordisqueaba las palabras frías, negras, brillosas y desagradables. No. La fantasía no era suficiente. Fue al teléfono y llamó a la doctora Langham.
28 I El CUADRO: eadweard muybridge
the horse in motion (1873)
La frase: andrĂŠ breton I 29
30 I los afiches
32 I VISIONARIO: ALBERTO PEDRO HEGUY
“Quiero una muerte heroica; me gustaría estar en misa, que un comando tome la iglesia y yo me ofrezca de rehén para que los demás sean liberados”: así luce, según leímos en una controvertida entrevista, la imaginación de Alberto Pedro Heguy, leyenda del polo. Con 72 pirulos, el pampeano –que dice nunca haber llorado, pero envidia a los que pueden– es el patriarca de uno de los clanes más reconocidos del deporte de las monturas y los tacos. Fue quien más veces jugó el Abierto Argentino, que ganó en 17 ocasiones. Recuerda con añoranza el místico Coronel Suárez, equipo al que se unió en 1963 y que perdió tan sólo en un par de oportunidades a lo largo de dos décadas. Luego, Heguy se aventuró en política, llegando a ser candidato a diputado, a senador y a gobernador, además de haber sido concejal de Intendente Alvear. Hoy, este veterinario se consagra ferovorsamente a la cría de caballos: especializado en genética, abastece a su familia con los mejores especímenes.
34 I quiromancia
Las manos de la boxeadora
Carolina Duer
“Las manos son fundamentales, representan el primer contacto con el éxito”, cuenta Carolina Duer, aka “La Turca”, @barbiedeacero en Twitter y Campeona Mundial Supermosca OMB. “Muchas veces me subo al ring con las uñas pintadas, pero la pelea suele arruinar su apariencia: termino con el puño hinchado y le tengo que poner hielo. Le presto mucha atención a la feminidad, por eso me pongo cremas y me protejo con vendajes. Hoy, la gran mayoría de las boxeadoras tiene un fuerte sentido de la estética y se cuida. Peleo hace 11 años y aunque me salen callos en los nudillos, el aspecto de la mano generalmente no cambia. Creo que los puños que más me intimidaron fueron los de la Tigresa Acuña. De todas formas, eso me pasó antes de enfrentarla: ya en el combate me di cuenta de que le podía ganar”.
EL MANUSCRITO: GUILLERMO CABRERA INFANTE I 35
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JAVIER TANOIRA LOLI ACUÑA
de la galera I 39 ¿Cuál es vuestro estado mental más frecuente? J: Disperso. L: Ocupada. ¿Qué fue exactamente lo último que compraron? J: Pañales. L: Flores. ¿A qué o a quiénes les son leales? J: A la naturaleza de las cosas. L: A todos. ¿Con qué personaje histórico, vivo o muerto, compartirían un viaje a la luna? J: Con Ray Bradbury. L: Con Ronnie Wood. ¿Cuál es su mayor extravagancia? J: Estar enamorado de cuatro mujeres al mismo tiempo. L: Haber tenido mellizas. ¿Cómo les gustaría morir? J: De golpe. L: Dormida y soñando. En la cocina, ¿qué es lo mejor que saben hacer? J: Abrir y cerrar la heladera. L: Sopas. ¿Al paso, al trote o al galope? J: Al paso, pero redoblado, como el Sargento Cabral en San Lorenzo. L: Al galope. ¿Cuál es vuestra palabra preferida? J: “Compasión”. L: “Gracias”. Si fueran magos, ¿qué harían salir de la galera? J: Alimentos no perecederos. L: Tiempo. ¿En qué proyecto están trabajando actualmente? J: En un documental sobre un laberinto en homenaje a Borges. L: En mis cuadros.
40 I la catedral del polo
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7 12
2 1
6
3 5 4 ENTRADA
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Usted esta aquí 1 y 6 MERCEDES-BENZ 2 STELLA ARTOIS 3 NESPRESSO 4 GUARDERÍA NIÑOS 5 LA MARTINA 7 CHANDON 8 TRIBUNA DORREGO 9 CANCHA Nº 1 10 TRIBUNA C 11 ALPI 12 HSBC 13 CANCHA Nº 2 14 TRIBUNA Cnel. PADILLA 15 FREDDO 16 PARA ALQUILAR BALCONES 14
42 I LA yegua de un amigo: Llovizna, de Alejandro Novillo Astrada
44 I ÁRBOL GENEALÓGICO BLANCO ALBINO Unicornio descornado, pegaso áptero. Su carencia de melanina y ojos pardos-rojizos le otorgan una apariencia mitológica y chamánica. BAYO Como cualquier Fernando Fernández o Gonzalo González, el caballo bayo –cacofónico a su pesar– era víctima de burlas en la escuela. MANIALBO Referido por la chusma como ‘‘ladrón de guante blanco’’, este espécimen se distingue por poseer sus cuatro extremidades color nieve.
9 PELAJES EQUINOS
MALACARA De trompa blanca, se trata de un pingo proveniente del linaje galés patagónico que hizo historia por salvar a su jinete, John Daniel Evans. COLORADO Llamados “kolü” por los araucanos, estos pelajes fueron víctimas de la fijación del general Juan Manuel de Rosas por tener una gama punzó. ALAZÁN “Era una cinta de fuego, galopando, crin revuelta en llamaradas, mi alazán te estoy nombrando”, cantaba el gran Atahualpa Yupanqui. GATEADO Criatura de gran arrojo y porfiada en el camino, al paso o al galope. Tal vez, el pelaje más característico de los caballos vernáculos. CEBRUNO Bautizado así por una alteración rioplatense de “cervuno” –piel de ciervo–. Tiene amarillo, naranja, mucho de oscuro y algo de tostado. TORDILLO Este equino que lleva el nombre de una localidad bonaerense se marchita como los humanos: a medida que envejece, encanece.
La MÁS linda: paloma cepeda I 45
Esto nos cuenta Paloma, que sigue actualmente los pasos de su madre, Mariana Arias, y que muere por el Torrontés de Finca La Linda: “El vino ocupa un lugar importante en mi casa. Desde chica me enseñaron cómo tomarlo y a saber disfrutarlo. Viajar a Mendoza y visitar los viñedos es un programa que hacemos habitualmente y que disfruto muchísimo. Creo que lo más lindo del vino son las situaciones en que se abre; en mi vida, se trata de un momento de conexión y de encuentro con otra persona”.
46 I paTADAS DE CHANCHO
Arre, arre P
eter Handke: “Aprovechás el primer momento de pánico para procurar un segundo momento de pánico, y el segundo momento de pánico para procurar otro nuevo momento de pánico. Para que, cuando ellos acaben de recuperarse de un momento de pánico, porque no estás siendo víctima de ningún momento de pánico, vos los aventajes con un momento de pánico para el que te has preparado mientras ellos todavía se recuperan del primer momento de pánico”.
E
l Abraham de los caballos percherones se llamó Jean Le Blanc. En 1823, juntóse el patriarca con una yegua en el condado francés de Perche, cerca de Normandía, dando comienzo al donairoso linaje de patas cortas y musculosas y zarpados cascos que afamó a ese territorio. Después de la Segunda Guerra, la invención del tractor casi los extingue, pero unos granjeros Amish se dedicaron a preservarlos. Bien los conocemos: superestrellas de la tracción a sangre, hoy pasean a los nostálgicos que eligen el carruaje para conocer las grandes ciudades.
R
alph Lifshitz vendía guantes en Nueva York cuando un golpe de inspiración lo llevó a cambiar de rubro y de apellido. En 1967 ya era Ralph Lauren, maestro corbatero neoyorquino. Fabricaba unas corbatas extravagantísimas y anchas que desbancaron a las clásicas y enjutas de la época. La mayor astucia de este visionario residió en la armonización del estilo clásico estadounidense con el primor europeo, valores que condensó en la creación de su marca Polo. La musa de la marca fue su mujer, quien cultivaba su adulado estilo con periódicas y furtivas escapadas a boutiques masculinas de ropa para montar.
A
nte la propuesta “De pronto, ups, tienen mellizos. ¿Qué nombres les ponen?”, formulada en nuestra página en Facebook, nos contestaron, entre otras cosas, lo siguiente: 1) “Amalia y Fermín, me quedé con las ganas de ambos”; 2) “Charís y Sharick”; 3) “Luigi y Mario”; 4) “Merbellux y Merbelluxa”; 5) “Trinidad y Tobago”; 6) “Copy y Paste; 7) “Dalma y Giannina”; 8) “Guada y Lupe”; 9) “Hansel y Gretel”; 10) “Ortega y Gasset”; 11) “Dolce y Gabbana”.
×Dicen los que saben que la gala anual que el Four Seasons organizó junto a HSBC a beneficio de Unicef fue despampanante. ×Dicen los que saben que aquellos que menos saben son los que creen que más saben. ×Dicen los que saben que no hay peor gestión que la que no se hace. ×Dicen los que saben que la carrera de carruajes fue el primer deporte olímpico. ×Dicen los que saben que lo más difícil de ocultar es el amor y la tos. ×Dicen los que saben que en sudestada se rompen 7.015 paraguas por día. ×Dicen lso que saben que en Nueva York es ilegal abrir un paraguas cerca de un caballo. ×Dicen los que saben que cuanto menos tenés menos perdés. ×Dicen los que saben que según Yoko Ono lo opuesto al amor es el miedo, no el odio. ×Dicen los que saben que consumir es más americano que pensar. ×Dicen los que saben que el corazón de un caballo pesa más de cuatro kilos. ×Dicen los que saben que la risa tiene su origen en el llanto. × Dicen los que saben que no somos de nadie. ×Dicen los que saben que los pingos se ven en la cancha. ×Dicen los que saben que la palabra “jockey” significa “el pequeño Juan”. ×Dicen los que saben que engánchense con el chamamé, la rompe. ×Dicen los que saben que todo es mejor mojado en nutella. ×Dicen los que saben un caballo es capaz de beber 37 litros de agua por día.
MAnténganse atentos a lo que dicen los que saben.
48 I SANTIAMÉN
Solución del enigma anterior: E.T., el extraterrestre.
ADIVINA adivinador I 49
E
El tercer emperador de la Antigua Roma estaba de la croqueta. Su mayor obsesión era su caballo Incitatus, a quien casó con una mujer, concedió un palacio de hermosos jardines e incluso nombró Cónsul. Sin duda, fue el corcel más poderoso de la historia. ¿Cómo se llamaba su trastornado dueño?
astrid muñoz por candelaria gil I 51
DÍA DE CAMPO Partimos de viaje por el día a La Aguada, un espectacular club de campo de 400 hectáreas dedicado al polo. Llegamos allá, a Luján, de la mano de Astrid Muñoz, nuestra despampanante protagonista de tapa, que fue retratada por la lente de Candelaria Gil en plena naturaleza, alrededor de yeguas preciosas y jilgueros verborrágicos.
52 I DETRÁS DE TAPA
E Este álbum crucial en la ola punk neoyorquina de los 70, en la que también brillaban Blondie y los Ramones, es un iluminado batido con influencias del jazz, el blues, de Arthur Rimbaud, de Hendrix, de Tom Verlaine y de la familia disfuncional de la propia Patti Smith, entre otras fuentes de inspiración. La foto de la portada del disco fue tomada por el inmenso Robert Mapplethorpe en un departamento pelado del Greenwich Village, con luz natural. Al octavo disparo, el fotógrafo e íntimo amigo de Smith dejó su Polaroid de lado y dijo: “la tengo”. Arista Records, la compañía discográfica, propuso hacer varios retoques –¡incluyendo quitar la pelusa del bigote de Smith!–, pero, por suerte, no hubo caso.
arafue I 53
MARTÍN PEPA POLISTA Y HABITANTE DE LOS HAMPTONS “Mi vida está allá”, dice Martín cuando se refiere a los Hamptons, el Punta del Este yanqui y su hogar desde hace 13 años. Cuenta que viajó a Estados Unidos en 1999 y le gustó tanto el estilo de vida que decidió quedarse. Hoy reparte su faena de polista entre Palm Beach y su ciudad y visita Argentina un par de meses al año para taquear con los Pieres en La Ellerstina. “La gente de los Hamptons es relajada y low key. Aunque hay zonas de muy alto perfil que explotan en verano, los pueblos que más me gustan son Sag Harbor y Water Mill: en este último compré una casa en la que paso la mayor parte del tiempo. Juego tres o cuatro veces por semana con patrones de nivel bajo, mediano y alto; entonces, los escasos momentos de placer los reservo para visitar playas –las más lindas que vi en mi vida– y andar en barco con amigos. A la noche disfruto de salir a comer afuera: los restaurantes italianos y de sushi son riquísimos”.
trastienda de tapa I 55
POLARIO Les regalamos, para este nĂşmero dedicado al coqueto universo del juego de los reyes, el versĂĄtil Polario, que viene abrazado por HSBC, uno de nuestros principales anunciantes y el title sponsor del Abierto de Polo de Palermo. Texto: Delfina Campos
56 I trastienda de tapa
ABIERTO: Hasta 1923, el Abierto Argentino de Polo se llamaba
River Plate Polo Championship. Tenía lugar en el Hurlingham Club de Buenos Aires y luego en Cañada de Gómez, hasta que el cambio de denominación implicó su mudanza al campo de Palermo. Gracias a la excelsitud que adquirió el polo criollo a principios del siglo XX, el Abierto se convirtió en el certamen más importante, en el Mundial de este deporte a nivel planetario.
BICIPOLO
: Curioso híbrido a cuyos progenitores dedicamos el número que leen ahora mismo y su predecesor, esta curiosa actividad de tintes urbanos se deshace del caballo para pedalear sobre césped o pavimento. Ideado por el irlandés Richard J. Mecredy en 1891, este deporte desembarcó en un galpón de Chacarita el año pasado, cuando se celebró el desafiante Torneo Sudaca.
CHOMBA
: En Perú, “polo piqué”; en Venezuela, “chemise”; en Ecuador, “camiseta polo”; en República Dominicana, “poloché” (desopilante derivado de “polo shirt”); “playera” en Panamá; y en Argentina, “chomba”. Esta prenda diseñada para uniformar a los polistas y popularizada por Lacoste se reconoce por su raja delantera coronada por dos o tres botones, por la tradicional tela piqué y por un cuello. La opinión pública ubica este ítem entre la formalidad de una camisa y la desfachatez de la remera, en ese desconcertante y espantoso limbo bautizado “elegante sport”.
DRIBBLING: Maniobra vistosa y banana que consiste en cabalgar
mientras se hace picar la pelota repetidamente sobre el taco sin que caiga al piso, superando así las marcaciones más cerradas. Es, sin lugar a dudas, una de las jugadas predilectas de Adolfo Cambiaso, el goleador histórico del Abierto de Palermo.
EQUIPAMENTO
: Los polistas que se precian no salen de sus casas sin los siguientes accesorios: pantalones blancos –típicamente, Levi’s 501–, botas de montar, rodilleras, guantes, casco, chomba, anteojos protectores y fusta. La normativa dicta que el taco debe medir alrededor de 1,30 metros y maniobrarse siempre con la mano derecha (¡incluso los jugadores zurdos!). Por su parte, la bocha es casi siempre de madera, pesa entre 120 y 130 gramos y mide de 76 a 89 milímetros de diámetro.
FRANCIA: Los clubes de polo que tienen su sede en Bagatelle,
Saint-Tropez, Chantilly y Deauville reciben todos los años a los centauros del polo mundial para sus coquetos torneos. La famosa “Coupe d’Or” de Deauville se juega desde 1950 y es considerada uno de los cuatro campeonatos más importantes fuera del país galo.
GODIVA
: Cuenta la leyenda que en el siglo XI la guapa y piadosa Lady Godiva exigió a su esposo, Leofric, conde de Chester y de Mercia y señor de Coventry, que les redujera los impuestos a sus vasallos. Él accedió, con la condición de que ella paseara por el pueblo desnuda, montada sobre un caballo. Entonces, la dama les pidió a los vecinos que permanecieran en sus casas con las ventanas cerradas mientras deambulaba por las calles en bolas. Curiosamente, se cree que el voyeurismo nació con Peeping Tom, un sastre que se había tentado con espiar a Godiva y quedó ciego en el intento.
HANDICAP
: El hándicap polístico se inventó en Estados Unidos en 1890 y fue implementado aquí dos décadas después. Va de -2 a 10, siendo estos los extremos de rendimiento de un jugador y cuya suma determina el nivel del equipo. Salvo en los torneos abiertos, la diferencia de hándicap entre los contrincantes constituye la ventaja de goles con la que la formación desfavorecida empieza a jugar. En 1974, Coronel Suárez fue el primer conjunto en sumar 40 goles, honor que sólo han ostentado otras cinco alineaciones en la historia: La Espadaña (1988), Indios Chapaleufú (1991), La Dolfina (2007) y Ellerstina (2008, 2010).
IMPECABLE: Según los récords Guinness, el jugador de polo más
veterano se llamaba Harold Smith y tenía poco más de 75 años cuando formó parte del South African Club Championship en septiembre de 2004. Esa vez, Smith estiró durante tanto tiempo antes de salir a la cancha que estuvo por batir un nuevo récord, llegando a las tres horas, 41 minutos y 59 segundos de elongación de aductores (apenas unos minutos menos que el maratonista somalí Elaye Obanajoor).
JUEGOS OLÍMPICOS: El polo se jugó en las Olimpíadas de
1900, 1908, 1920, 1924 y 1936. Argentina triunfó en las últimas dos ocasiones. La medalla de oro lograda en París 1924, batiendo al equipo anfitrión, fue la primera presea que ganó el país en su historia. Entonces, formábamos con Juan Nelson, Enrique Padilla, Arturo Kenny y Juan Miles.
KILOGRAMOS: En promedio, los caballos de polo pesan entre
400 y 500 kilos, salvo la raza Standardbred –que supera brevemente la media tonelada–. En general, las razas equinas más pesadas son utilizadas para tiro; algunos notables ejemplares llegan a superar los mil kilos.
LADIES
: Cada vez son más las mujeres que deciden subirse a un caballo y taquear: en el país, por ejemplo, la Copa Princesa Máxima se lleva a cabo en el Hurlingham Club desde 2004. Las participantes suelen ser ejecutivas de entre 25 y 40 años. El torneo está organizado por la Ladies Polo Association, la asociación francesa de polo de damas que congrega a aproximadamente un millar de mujeres de las
5.000 practicantes del deporte en el mundo. De todas ellas, la “Messi” es Nina Vestley, una inglesa de 27 años que cuenta con tres goles de hándicap. Se rumorea que el desembarco de las mujeres en el polo se asocia, en Europa, con el hecho de haber practicado otros deportes ecuestres, y en Argentina por mera tradición familiar.
MARCO POLO: Este veneciano emprendió un viaje a Asia con
su padre y su tío, del cual volvió un cuarto de siglo después, colmado de riquezas y habiendo recorrido la friolera de 24.000 kilómetros. En ese momento, Venecia estaba en guerra con Génova, motivo por el cual el insaciable viajero fue encarcelado. En su celda, le relató la odisea a su compañero de encierro, el escritor Rustichello de Pisa, quien la inmortalizó en la célebre obra Il Milione. Tras ser liberado en 1299, el aventurero devino en mercader, se casó y tuvo hijos. Desde su lecho de muerte, a los 70 años, se despidió diciendo: “no escribí la mitad de lo que vi porque sabía que no me creerían”.
NOVILLO ASTRADA: El nacimiento del apellido data de 1914 con Don Julio como su primer portador, quien solía taquear junto a sus hermanos en la estancia cordobesa La Aguada. En los años 70, compró un terreno en Open Door, provincia de Buenos Aires, para que su familia se volcara profesionalmente al polo. Años más tarde, La Aguada se convirtió en el primer equipo de la historia integrado por cuatro hermanos en conseguir el galardón más notorio de este deporte a nivel mundial.
ÑANDUBAY BICENTENARIO: Este es el mote del primer
potrillo clonado de Argentina, para cuya creación, en agosto de 2010, se usaron las células del virtuoso equino Ñandubay. El origen de este proceso se remonta a la famosa oveja Dolly, clonada en Gran Bretaña en 1996. Como el índice de fracasos de estos experimentos resulta costosísimo, por el momento la clonación de pingos se desarrolla sólo aquí, en Estados Unidos, Canadá e Italia.
ORIGEN
: Etimológicamente, la palabra “polo” deriva de “pulu”, que significa “pelota” en tibetano. En sus comienzos, el juego se realizaba para entrenar a las unidades de caballería de la guardia real en Irán, en el siglo sexto antes de Cristo. Más adelante, llegó a practicarse en Persia y en el resto del Sur asiático. Durante la dinastía china Tang (la misma que la de los jugos), el polo se representaba en numerosos frescos y estatuas. Toda esta larga perorata hasta que en Manipur, India, los británicos dieron con el deporte y, oh sorpresa, lo popularizaron en Occidente.
PETISERO: Héctor Lezcano tiene 74 años y se ocupa de los potrillos de la familia Heguy desde hace medio siglo. Se lo considera el mejor petisero del mundo por su extraordinaria intuición a la hora de percibir
el estado de los animales. En sus propias palabras: “Lo que más me gusta de mi oficio es que puedo estar todo el tiempo con los caballos y alegrarme con los triunfos que logran”. Eduardo Heguy recuerda la impresionante labor de Lezcano en la mañana previa a la victoria de Indios Chapaleufú sobre La Espaldaña en 1986: con sólo echarles un vistazo, había ordenado dar de comer una comida específica a una yegua, varear a otra que estaba nerviosa, dejar tranquila a una cuyo estado “era óptimo” e inyectarle un estimulante a dos que “andaban de orejas caídas”.
QUIJADA
: Dicen los que saben que a trompa sensible, bicho dominable: la boca del caballo de polo es muy delicada y de ella depende la buena química entre jugador y animal.
REGLAS
(sólo algunas): A continuación, lo prohibido: tocar deliberadamente a otro jugador, taco o caballo; usar el taco en la mano izquierda, escupir en cantidad, golpear a la pelota por entre las patas de un caballo, hacer relinchar al potrillo para distraer al contrincante, intentar cualquier tipo de acrobacia arriba del animal, hacer “sándwich de caballos” con ayuda de un compañero para encerrar a un enemigo y parar al potrillo en dos patas o hacer que se recueste.
SOTOGRANDE: A principios de los 60, Sotogrande –en la pro-
vincia española de Cádiz– era un latifundio prácticamente despoblado. Allí, el Santa María Polo Club se encargó desde 1971 de organizar la Copa de Oro de la ciudad, hoy llamada Torneo Internacional Land Rover de Polo. ¿Saben qué? El éxito indiscutible del certamen ha convertido a Sotogrande en una de las urbanizaciones de lujo más prestigiosas de Europa.
TROYA: En el siglo XVII, el inglés John Bushnell quiso realizar
una reconstrucción del célebre “caballo de Troya”, que sería tan grande que seis hombres sentados alrededor de una mesa cabrían dentro de su cabeza. Desafortunadamente, la construcción fue destruida por una tormenta antes de ser terminada. Por otro lado, en 1707 se erigió una reproducción fastuosa de cinco metros de altura para una obra de teatro del poeta y dramaturgo Elkanah Settle, de donde saldrían 40 guerreros armados. En la actualidad, se pueden encontrar copias de este celebérrimo ícono del engaño en Praga, en la frontera entre México y Estados Unidos y en el centro comercial del Caesar’s Palace de Las Vegas.
UNEKU ATAWODI: Es la única mujer negra del mundo que juega al polo profesional. Se cuenta que, cuando se trepa a un bayo, atrae multitudes y genera impensables ovaciones con boca abierta y ojos saltones. Nacida en Nigeria, organizó el primer torneo de polo femenino en África occidental.
58 I trastienda de tapa
VENTILADOR: Las instancias finales del Abierto acontecen al
calor –a veces, insoportable– del diciembre porteño. Algunos rocines, sofocados y sofocantes en el palenque, esperan su oportunidad de cabalgar un chukker. Los potrillos que retornan de la batalla suspiran, incinerados, y su único remedio radica en entregarse a la piadosa, pero picante brisa que regalan los ventiladores para bajar la elevada temperatura corporal.
WATER POLO: El waterpolo se practica en una pileta que en-
frenta a dos equipos. El objetivo del juego es marcar el mayor número de goles en la portería del contrario durante los cuatro tiempos de ocho minutos que dura el partido. Los conjuntos cuentan en el agua con seis jugadores y un portero. No está permitido tocar el suelo de la piscina en ningún momento de la contienda; de todas formas, la profundidad no lo permite fácilmente. Cuando la pelota está en disputa, los waterpolistas deben entonces mantenerse flotando a lo largo de más de media hora. Sí, leyeron bien.
XELIN
: Este caballo murió al ser embestido por un toro durante una corrida en Sevilla, desatando una vez más la ira de los detractores de la tauromaquia. Su dueño, Rui Fernández, es un rejoneador o matador de toros a caballo –práctica originalmente previa a las toreadas a pie– y se encontraba en la arena en el momento fatal del incidente.
YEGUA: Sorpresa… nueve de cada diez caballos de polo son ye-
guas. ¿La razón? Ellas están mucho más tiempo dispuestas a aprender, mientras que los machos se empacan rápido durante la etapa de adiestramiento y no quieren saber más nada. Y no termina acá. Esto no se aplica sólo a los caballos: estudios psicológicos han descubierto que las mujeres sacan mejores notas en la escuela que los hombres y que son mucho más complacientes con sus maestros. Por si fuera poco, ellas desconfían de sus capacidades al mismo tiempo que ellos sobreestiman las propias.
ZARINA: Los enemigos de Catalina de Rusia, la zarina más impor-
tante de todos los tiempos, esparcieron, aprovechando su fama de promiscua, un rumor que sobrevivió durante dos siglos: dijeron que prefería la satisfacción sexual que le brindaba su caballo por sobre la del impotente zar Pedro III. Catalina, al parecer, murió aplastada por el semental en pleno coito. Sin embargo, lo cierto es que la líder estiró la pata de un ataque al corazón a los 67 años. La razón detrás de sus frecuentes visitas a los establos eran fogosos encuentros con miembros de la caballería real. De hecho, el irrefrenable apetito carnal de la monarca requería de los favores de sus (¡21!) amantes por lo menos seis veces en el día.
60 I TOP CINCO VISITANTE
A
UNA CIUDAD Hay muchas ciudades hermosas que me fascinan, pero, para mí, San Martín de los Andes es única. La combinación de montañas y lagos me encanta y me transmite mucha paz.
Adolfo Cambiaso Estas son las excelentes recomendaciones de Adolfo Cambiaso, integrante del equipazo La Dolfina y el mejor jugador de polo del mundo mundial.
B
UN EQUIPO HISTÓRICO DE POLO Si bien varios hicieron historia, me quedo con La Espadaña (1988), que fue el segundo equipo en la historia del polo en alcanzar los 40 goles. Tenía un funcionamiento casi perfecto y un juego muy vistoso.
C
UN TORNEO DE POLO DEL EXTERIOR Existen dos que disfruto mucho: el US Open, en Estados Unidos, y la Queens Cup de Inglaterra. Ambos me divierten y los juego desde muy joven. Además, allá tuve la oportunidad de hacer grandes amigos y deportivamente obtuve grandes resultados.
D
UN SANDWICH El sándwich que más me gusta es el de pan francés, pollo, lechuga y tomate porque resulta fresco, liviano, satisface y me permite seguir haciendo mis actividades.
E
UN CABALLO Sin dudas, elijo a Cuartetera. Es la mejor yegua con la que jugué en mi vida. Le tengo un cariño muy especial porque la crié y con ella marqué mi gol 700 en el Abierto (en el triunfo ante Magual, en la jornada inaugural de Palermo 2012). Ése fue un momento muy lindo.
62 I prode
el prode de galera concurso nÚMERO 55, NOVIEMBRE 2013
POLITO PIERES
Nombre y apellido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . LOCAL
EMPATE VISITANTE
L Cerveza
E vino
V
L blanco
E negro
V
L montura
E apero
V
L Mate
E café
V
L pasto
E nieve
V
L Hurlingham
E Tortugas
V
L Adentro
E afuera
V
L carbón
E leña
V
L bota
E alpargata
V
L rubia
E morocha v
64 I EL filántropO
IDEAS QUE DEFINEN EL proyecto • En Argentina sólo existen 25 camas de internación pediátrica para rehabilitación motora, que aportan 750 días camas por mes, con un promedio de 63 días de internación por paciente. Este número de camas sólo alcanza para 11 pacientes y las mismas se encuentran únicamente en el sector privado. • Los accidentes son una de las primeras causas de muerte en el país, en personas de entre 1 y 18 años. Por cada muerto, tres quedan con lesiones severas que les impiden seguir con su actividad normal.
alpi Les acercamos el caso ejemplar de Asociación Lucha contra la Parálisis Infantil (ALPI), fundada por el doctor Marcelo Fitte en 1943 y presidida por Alejandro Allende, quien respondió a nuestras preguntas. Si querés saber más:
www.alpi.org.ar
• La incidencia de traumatismo cráneo-encefálico-pediátrico es tres veces mayor en Argentina si nos comparamos con el promedio internacional. • ALPI propone construir el Centro de Internación Pediátrico (un proyecto de 13.000m2 que aumentan la oferta de camas a más del doble) y un hospital para niños discapacitados de todo el país, que permitirá diseñar e implementar estrategias terapéuticas desde el momento en que se produce el daño, lo que disminuye el impacto de la secuela y la gravedad de los procesos invalidantes. Esto facilitará el acceso a la atención pediátrica integral a aquellos que no pueden atenderse en algunas instituciones privadas debido a los altísimos costos.
¿Cómo definirías el verbo “ayudar”? Hay personas que tuvieron peor suerte con su salud y ayudarla significa darles una alegría. Ayudar es lo que mejor nos hace: hacer el bien hace bien; ayudar es comunicarnos con quienes se sienten solos, incomprendidos y desesperanzados. Es dar, dar y más dar. Ayudar representa la esencia de ALPI.
prendé la mecha I 65 A menudo, las genialidades abrevan en otras genialidades y las trascienden de forma inesperada. Tal es el caso de la Gran Willy, el singularísimo golpe que Guillermo Vilas patentó en 1974, cuando, en una cancha del club Obras Sanitarias y enfrentando al francés Wanaro N’Godrella, lo improvisó de espaldas a la red al devolver la pelota pasando su raqueta por debajo de las piernas. Lo curioso de esto radica en el hecho de que el espejo para Vilas fue el hechicero “backhander” que practicaba por entre las patas de su yegua predilecta Juan Carlos Harriott, uno de los dioses del polo vernáculo y, en la década del 60, protagonista de un aviso de Old Smuggler.
Tan sólo un año antes del invento de Willy, Mercedes-Benz había innovado en materia de simulación: el “offset-frontal crash test” reprodujo con inédita verosimilitud la concentración de fuerzas en un choque automovilístico.
66 I TOP CINCO residente
1
2
Sabe cantar y tocar teclados, armónica, tambor, bajo, bongó, keytar, acordeón y harpejji: Stevie Wonder es la octava maravilla del mundo y pondrá a bailar al estadio Vélez Sarsfield el 12 de diciembre.
Olaya es la nueva propuesta del chef José Castro Mendivil. Se trata de un restaurant de alta cocina peruana que abreva en la fusión de sabores de la era colombina. Sus suculentos manjares te esperan en Humboldt 1550.
3
4
5
¿Qué sueña la gente de tu ciudad?, ¿quiénes tienen tus mismas pesadillas? Shadow, una aplicación que está por presentarse, permitirá grabar los sueños al despertar, estableciendo así patrones a nivel mundial.
“El arte no reproduce lo visible, lo hace visible’’, dijo una vez el suizo Paul Klee, el genio del color de quien la Tate Modern expone, hasta marzo de 2014, una retrospectiva fascinante.
El mítico Patio Bullrich cumplió nada más y nada menos que un cuarto de siglo de vida y lo festejó interviniendo sus alrededores – autos, vidrieras, escaleras– con coloridas mariposas.
68 I DECĂ? WHISKY
delfina blaquier
espera
curiosos
70 I DECÍ WHISKY
montura de cuero
72 I EL MANIFIESTO
El Manifiesto Russell-Einstein es un texto redactado por Bertrand Russell y apoyado por Albert Einstein (junto a otros científicos), firmado en Londres el 9 de julio de 1955 en plena Guerra Fría. Entonces, los firmantes alertaban de la peligrosidad de la proliferación del armamento nuclear y solicitaban a los líderes mundiales buscar soluciones pacíficas a los conflictos internacionales. No podría este escrito ser más contemporáneo…
En la trágica situación que afronta la humanidad, consideramos que los científicos deberían reunirse en una conferencia para asumir los peligros que han aparecido como resultado del desarrollo de las armas de destrucción masiva y discutir una resolución en el espíritu del proyecto anexo al presente. En esta ocasión hablamos, no como miembros de esta o aquella nación, continente o credo, sino como seres humanos, miembros de la especie humana, cuya continuidad de existencia está en duda. El mundo está lleno de conflictos; y oscureciendo todos los conflictos menores, la titánica lucha entre comunismo y anticomunismo. Casi todos quienes son políticamente conscientes tienen fuertes sentimientos sobre uno o más de estos temas; pero quisiéramos que ustedes, si pueden, dejen de lado esos sentimientos y se consideren a sí mismos solamente como miembros de una especie biológica que ha tenido una historia destacada y cuya desaparición no desea ninguno de nosotros. Trataremos de no decir ni una sola palabra que pudiera aludir a un grupo más que a otro. Todos, por igual, están en peligro, y, si el peligro es entendido, existe la esperanza de que ellos colectivamente puedan conjurarlo. Debemos aprender a pensar en una nueva forma. Debemos aprender a interrogarnos no sobre los pasos que pueden darse para dar la victoria militar al grupo de nuestra preferencia, porque ya no existen esos pasos; la pregunta que debemos formularnos es: ¿qué pasos pueden tomarse para prevenir una confrontación militar cuya aparición necesariamente será desastrosa para todos los contendientes? El público en general –y aun algunos hombres en posiciones de autoridad– no ha advertido sobre lo que acarrearía una guerra con bombas nucleares. El público en general todavía piensa en términos de destrucción de ciudades. Se sabe que las nuevas bombas son más poderosas que las antiguas, y que, mientras una bomba-A podía arrasar Hiroshima, una bomba-H podría destruir las ciudades más grandes, como Londres, Nueva York o Moscú. Sin duda que en una guerra con bombas-H las ciudades serían arrasadas. Pero este sería uno de los menores desastres que habría que enfrentar. Si todos en Londres, Nueva York y Moscú fueran exterminados, el mundo podría, en el curso de unos pocos siglos, recuperarse de la explosión. Pero sabemos, especialmente desde la prueba de Bikini, que las bombas nucleares pueden gradualmente dispersar destrucción sobre un área mucho mayor que la prevista. Está comprobado con gran autoridad que actualmente puede construirse una bomba con una potencia 2.500 veces superior a la que destruyó Hiroshima. Tal bomba, si explotara cerca del suelo o bajo el agua, enviaría partículas radiactivas a las capas superiores del aire. Estas caerían gradualmente alcanzando la superficie de la tierra en forma de lluvia o polvo letales. Fue ése el polvo que afectó a los pescadores japoneses y a sus capturas de pescado. Nadie sabe cuán ampliamente esas partículas radiactivas podrían diseminarse, pero las mejores autoridades expresan unánimemente que una guerra con bombas-H podría poner fin a la raza humana. Se teme que si varias bombas-H fueran usadas habría una muerte universal, repentina sólo para una minoría, pero para la mayoría continuaría una lenta tortura de enfermedad y desintegración. Muchas advertencias han sido publicadas por eminentes hombres de ciencia y por autoridades en estrategia militar. Ninguna de ellas dirá que los peores
resultados son seguros. Lo que ellas sí dicen es que estos resultados son posibles y nadie puede estar seguro de que no sucederán. Nosotros no hemos encontrado que las visiones de los expertos en este tema dependan en algún grado de sus ideas políticas o prejuicios. Ellas dependen solamente, hasta donde nuestros investigadores han revelado, de la intensidad del conocimiento específico de cada experto en particular. Hemos descubierto que los hombres que más saben son los más sombríos. Aquí radica pues el problema que le presentamos, cabal, espantoso e ineludible: ¿Pondremos fin a la raza humana o la humanidad renunciará a la guerra? El pueblo no afrontará esta alternativa porque es demasiado difícil abolir la guerra. La abolición de la guerra exigirá desagradables limitaciones a la soberanía nacional. Sin embargo, lo que tal vez impida la comprensión de la situación más que ninguna otra cosa es que el término “humanidad” se siente algo vago y abstracto. La gente apenas imagina que el peligro es para ellos mismos, sus hijos y sus nietos y no sólo para una borrosamente entendida humanidad. Apenas pueden advertir que ellos, individualmente, y cada uno de sus seres queridos están en peligro inminente de perecer de manera agonizante. Y así esperan que tal vez la guerra pueda ser autorizada a continuar siendo provista de armas modernas con ciertas prohibiciones. Esta esperanza es ilusoria. Cualquier acuerdo alcanzado en tiempos de paz para no utilizar bombas-H no será considerado vinculante en tiempo de guerra y ambas partes se pondrían a fabricar bombas-H tan pronto como estallara la guerra, en caso de que, si una de las partes construyera las bombas y la otra no, quien las construyera resultaría inevitablemente victorioso. Aunque un acuerdo de renunciar a las armas nucleares como parte de una reducción general de armamentos no representaría una solución definitiva, serviría a importantes propósitos. Primero: cualquier acuerdo entre Este y Oeste será para bien, dado que tenderá a reducir la tensión. Segundo: la abolición de las armas termonucleares, si cada parte ha comprendido que la otra lo ha hecho sinceramente, disminuiría el temor de un ataque sorpresivo del tipo de Pearl Harbour, lo que en la actualidad mantiene a ambas partes en estado de aprensión nerviosa. Deberíamos, por lo tanto, dar la bienvenida a tal acuerdo, aunque sea solamente como un primer paso. Está ante nosotros, si lo elegimos, progreso continuo en felicidad, conocimiento y sabiduría. ¿Elegiremos la muerte, por lo contrario, por no poder olvidar nuestras disputas? Hacemos este llamado como seres humanos: recuerden su condición humana y olviden lo demás. Si pueden hacerlo el camino permanece abierto hacia un nuevo paraíso; si no pueden, está frente a ustedes el riesgo de la muerte universal.
Resolución Invitamos a este congreso, y a través de los científicos del mundo al público en general, a suscribir la presente resolución: En vista del hecho de que en cualquier futura guerra mundial las armas nucleares serán sin duda empleadas, y que esas armas nucleares amenazan la continuidad de la existencia del ser humano, urgimos a los Gobiernos del mundo a tomar consciencia y a reconocer públicamente que sus propósitos no pueden alcanzarse por medio de una guerra mundial, y los instamos, en consecuencia, a encontrar medios pacíficos para la solución de todo conflicto o disputa entre ellos.
74 I GRANDES VESTIMENTAS