Galera #81

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#81 路 NOVENTAS












BEBER CON MODERACIÓN. PROHIBIDA SU VENTA A MENORES DE 18 AÑOS





16 I ATRODEN QUIÉNES SOMOS

ENCONTRANOS EN

DIRECTOR RESPONSABLE

Novecento, Hoteles Esplendor, Dadá, Tienda Malba, Olsen, La Olla de Félix, Arevalito, Dandy, Bruni, Hotel Faena, Florería Atlántico, Hotel Madero, Tegui, Camarín de las Musas, Fervor, Spa Markus, Osaka, Roho, Cucina Paradiso, Malvón, Sucre, Proa, Voulez Bar, Aldo’s, Le Blé y Farinelli.

Marco Simeone Ariosa marco@intelectualyfrivola.com

DIRECTOR EDITORIAL Esteban Feune de Colombi esteban@intelectualyfrivola.com

EDICIÓN Lucía Colombo lucia@intelectualyfrivola.com

Lucrecia Gratas lucrecia@intelectualyfrivola.com

Carlos Federico López Delgado (ilustración Visionario), Diego Neuman (foto De la galera), Hugo Horita (ilustración La columna), Lucas Gallo (fotos Oficios), Antolín Olgiatti (ilustraciones Top 5 visitante) y Javier Velasco (ilustración Grandes vestimentas).

PRENSA Y RELACIONES PÚBLICAS

MUCHAS GRACIAS

DISEÑO Florencia Martínez diseno@intelectualyfrivola.com

ASISTENTE COMERCIAL

Grupo Mass PR info@masspr.net

IMPRESIÓN Galt Printing Ayolas 494 (CABA)

DISTRIBUCIÓN Y LOGÍSTICA

GALERA #81 Noventas • 2016 TIRADA: 10.000 ejemplares FOTO DE TAPA: Valeria Mazza en una de las míticas campañas de Guess Jeans,

retratada por Dewey Nicks (1995).

intelectualyfrivola.com

COLABORAN

Promail Condarco 4846 / 4572-0505

Galera Intelectual y Frívola es una publicación de Marco Simeone Ariosa, French 3112 (CABA). Las opiniones de los entrevistados y los artículos no reflejan necesariamente la opinión de quienes hacen Galera Intelectual y Frívola. Se prohíbe la reproducción parcial o total del contenido publicado en esta edición. Hecho el depósito que marca la ley 11.723.

Martina Lotti, Valeria Mazza, Alejandra Ledesma, Chino Moro, Camila Loss, Gino Bogani, Miuki Madelaire, Federico de Álzaga, Griselda Siciliani, Carlitos Casella, Roma Renom, Gustavo Castagnino, Soledad Carranza, Clara Lindstroem, Mercedes González del Cerro, Ever Miguez, Guillermo Cicciari, Mariano Maldonado, Marcela Remoli, Marcela Peduto, Jorge Roig, Lucio Butafuocco, Aníbal Terra, Pablo Sartori, Lola Scotta, Candelaria Zavalía, Mili Allende, Martín Egozcue, Diego Romero, Germán Geller, Lucila Sperber, Juan Pedro La Rosa Pedernera, Juan Izuibejeres y Nano Babusci.



18 I LA NUBE

NOVENTAS Miuki Madelaire • Sergio de Loof

Federico de Álzaga • Bret Easton Ellis Gino Bogani • Winona Ryder María Julia Alsogaray • Romina Yan

Griselda Siciliani & Carlitos Casella Roma Renom • CHINO MORO Jean-Paul Gaultier • Roland Barthes



20 I EDITORIAL ZAPPEADO

aT NgS d feB eR D 1 9 Programas

Puntos

Hola Susana ................................................. 30.2 Nuevediario –segunda edición– ................ 25.7 Boca-River ................................................... 24.6 División Miami ............................................ 24.4 Seis para triunfar ......................................... 23.0 Videoclub 13 ................................................. 23.0 La ola está de fiesta –lunes a viernes– ...... 23.0 El duende azul ............................................. 22.6 Mc Gyver ...................................................... 21.3 Grandes valores del tango .......................... 20.2 Las gatitas y ratones de Porcel ................... 19.3 Domingos para la juventud ......................... 18.6 Stress ............................................................. 18.5 Atrévase a soñar .......................................... 18.5 Racing-River ................................................ 18.3 Racing-Boca .................................................. 18.0 Los tops del 13 ............................................. 16.9 El mundo del espectáculo ........................... 16.8 Así son los míos ........................................... 16.7 La película de la semana ............................. 16.6 La aventura del hombre .............................. 16.7 Cine del 2 ..................................................... 16.3 Clave de sol .................................................. 15.7 La ola está de fiesta –sábado– .................... 15.4 Nuevediario –primera edición– ................. 15.4 Fútbol de primera ........................................ 14.9 Canal 13 informa –segunda edición– ......... 14.7 Tiempo nuevo .............................................. 14.5 Sábados musicales del 13 ............................ 14.4 Hecha para TV ............................................. 14.4

¡ESCANEÁ LA PÁGINA Y MIRÁ LOS PROGRAMAS DE TV!

Estos 30 puestos pertenecen a los líderes televisivos del segundo mes de los 90, el último suspiro de la TV estatal. A partir de marzo, Canal 13 se convirtió en Artear y Canal 11 adoptó el nombre de Telefé.


VOLVER I 21

Esta inolvidable placa pertenece a la campaña de Versace de 1994, protagonizada por sus legendarias súper-modelos, quienes prácticamente acuñaron el término porque el sustantivo sin prefijo les quedaba tan corto como las polleras en esta foto del gran Richard Avedon. Ellas son, sin repetir y sin soplar, Nadja Auermann, Christy Turlington, Claudia Schiffer, Cindy Crawford y Stephanie Seymour.


Despampanante, Jennifer Lawrance en los Golden Globes.

Taylor Schilling se empirifolló para los Golden Globes.

Naomi Preizler chusmeó la nueva sede de Editor Market en Dorrego. Fernando Trocca y Armando Bó se encontraron en Lacoste Privé en La Caracola.

Vero Lozano fue parte de #TuManoPorLaPaz, una acción de Scholas en conjunto con Clara.

Humberto Tortonese pasó por la inauguración de Olsen en Conrad Punta del Este.

Dafne Cejas posó para las cámaras en la fiesta Swatch de Playa Cher. Florencia Raggi tomó sol en Playa Cher.

Maximiliano Patané estuvo en el desfile de Alcorta en La Susana, José Ignacio.

A pura sonrisa, María Cher en el Sunset de Noblex en Playa Cher.

Concepción Cochrane Blaquier se calzó un tocado indio para el Corona Sunset.

Paloma Cepeda y Juampi Bonino muy acaramelados en la fiesta de Playa Cher. Dolores Barreiro apostó unas fichas en el Blackjack de Olsen. Juana Molina como Marcela Balsam, noventosísimo.


CIENCIAS SOCIALES I 23

Dante Spinetta recorrió Playa Cher. María del Cerro paseó por Enjoy Conrad. Matthew McConaughey hizo voltear cabezas en los SAG Awards.

Lucía Celasco disfrutó de Playa Cher.

Julieta Cardinali pululó por Editor Market Dorrego.

Zorrito Von Quinteiro fue al lanzamiento de Enjoy Conrad.

Mariano Martínez y su hijo Milo fueron a ver el show de Lali Espósito en Conrad.

Jimena Buttigliengo festejó año nuevo en la fiesta de Stella Artois en Narbona.

Wally Diamante meditó sobre el capó de un KIAmouflage. Guillermina Valdez y Marcelo Tinelli se cantaron todos los temas en el recital de Tan Biónica.

Julieta Spina, encantada con el desfile de Alcorta.


24 I EL RELATO

Menuda trama los espera dentro de “Martes”, uno de los turbulentos capítulos de Psicópata Americano, de 1991. Este librazo del polémico Bret Easton Ellis funciona como un confesionario en primera persona de un yuppie neoyorquino con pasatiempos muy, pero muy siniestros. Esta noche hay una fiesta de gala en el Puck Building con motivo de una nueva generación informatizada de aparatos para remar profesionales, y después de jugar al squash con Frederick Dibble, tomo unas copas en Harry’s con Jamie Conway, Kevin Wynn y Jason Gladwin, y nos subimos a la limusina que ha alquilado Kevin para esta noche y nos dirigimos a la parte alta de la ciudad. Yo llevo un chaleco de jacquard de Kilgour, French & Stanbury comprado en Barney’s, una pajarita de seda de Saks, zapatos sin cordones de charol de Baker-Benjes, gemelos antiguos de diamante de Kentshire Galleries y un abrigo de lana gris bordeado de seda con mangas ranglán y una chaqueta de Luciano Soprani. Una cartera de avestruz de Bosca contiene cuatrocientos dólares en metálico en el bolsillo de atrás de mis pantalones negros de lana. En lugar de mi Rolex, llevo un reloj de oro de catorce quilates de H. Stern. Paseo sin objetivo por la sala de baile del primer piso del Puck Building, aburrido, bebiendo mal champán (¿podría ser un Bollinger?) en una copa alargada de plástico y tomando trocitos de kiwi, cada uno con un poco de chèvre por

encima, con la vaga intención de conseguir cocaína. En lugar de encontrarme con alguien que conozca a un traficante, me tropiezo con Courtney junto a la escalera. Lleva una túnica de seda, algodón y tul con pantalones de encaje con lentejuelas, parece tensa y me advierte que me mantenga lejos de Luis. Alude que sospecha algo. Una orquesta toca malas versiones de viejos éxitos de la Motown de los años sesenta. –¿Cómo qué? –pregunto, paseando la vista por la sala–. ¿Qué dos y dos hacen cuatro? ¿Que en secreto tú eres Nancy Reagan? –No comas con él la semana que viene en el Yale Club –dice ella, sonriéndole a un fotógrafo cuyo flash nos ciega momentáneamente. –Esta noche tienes un aspecto... voluptuoso –digo, tocándole el cuello y recorriendo su barbilla con el dedo hasta que alcanzo el labio inferior. –No estoy bromeando Patrick. –Sonríe y saluda con la mano a Luis, que está bailando desganadamente con Jennifer Morgan. Él lleva una chaqueta de esmoquin de algodón y un chaleco de seda de cuadros escoceses, todo de Hugo Boss, una corbata de lazo de Saks

y un pañuelo de bolsillo de Paul Stuart. Devuelve el saludo. Yo levanto el pulgar. –Valiente carapijo –susurra tristemente Courtney para sí misma. –Oye, me marcho –digo, terminando el champán–. ¿Por qué no bailas con el... que siempre deja un espacio de seguridad? –¿Adónde vas? – pregunta ella, agarrándome del brazo. –Courtney, no me apetece experimentar otra de tus... explosiones sentimentales– le digo– Además los canapés son una mierda. –¿Adónde vas? –vuelve a preguntar–. Detalles mister Bateman. –¿Por qué te interesa tanto? –Porque me gusta saber esas cosas – dice–. No habrás quedado con Evelyn, ¿verdad? –Podría ser –miento. –Patrick –dice Courtney–. No me dejes aquí. No quiero que te vayas. –Tengo que devolver unos vídeos –vuelvo a mentir, dándole mi copa de champán, justo cuando nos deslumbra otro flash de una cámara. Me alejo. La orquesta encadena con una ruidosa versión de “Life in the Fast Lane” y me


pongo a buscar tías buenas con la vista. Charles Simpson –o alguien que se le parece especialmente: pelo peinado hacia atrás, tirantes, gafas Oliver Peoples– me estrecha la mano, grita: –¿Qué tal, William? – y me dice que me reúna con un grupo de personas que incluye a Alexandra Craig, en el Nell’s a eso de las medianoche. Le aprieto brevemente el hombro y le digo que no faltaré. Una vez fuera, fumando un puro y contemplando el cielo, distingo a Red Thompson, que sale del Puck Building con su séquito –Jamie Conway, Kevin Wynn, Marcus Halberstam, pero ninguna chica– y me invita a que me una a ellos para cenar, y aunque sospecho que tienen drogas, no me apetece pensar la noche con ellos y decido no acompañarles a ese bistró salvadoreño, especialmente porque no tienen mesa reservada y puede que no la consigan. Me despido de ellos con la mano, luego atravieso el Houston, evitando otras limusinas que dejan la fiesta, y me dirijo hacia la parte alta de la ciudad. Voy andando por Broadway y me detengo en un cajero automático donde saco otros cien dólares, sintiéndome mejor al tener quinientos en la cartera. Me sorprendo atravesando a pie la zona de anticuarios de debajo de la calle Catorce. Se me ha parado el reloj, de modo que no estoy seguro de la hora que es, aunque probablemente sean las diez y media o así. Pasan unos tíos negros ofreciendo crack o entradas robadas para una fiesta en el Palladium.

Paso junto a un quiosco, una tintorería, una iglesia, un restaurante. Las calles están desiertas; el único ruido que rompe el silencio es el de un taxi ocasional que se dirige hacia Union Square. Pasa una pareja de maricones esqueléticos mientras estoy en una cabina telefónica escuchando los mensajes de mi contestador, al tiempo que contemplo mi reflejo en el escaparate de un anticuario. Uno de ellos me silba, el otro se ríe: un sonido agudo, moribundo, terrible. Un arrugado programa de Les Misérables yace en la acera destrozada, manchada de orina. Una farola se funde. Alguien con un abrigo de Jean-Paul Gaultier mea en una calleja. El vapor se alza desde el asfalto, ondula y se evapora. Bolsas de basura congelada se alinean en los bordillos. La luna, pálida y baja, cuelga por encima del Chrysler Building. Del West Village llega la sirena de una ambulancia, el viento la recoge y luego su eco se desvanece. El vagabundo, un negro, está tumbado a la puerta de una tienda de antigüedades abandonada de la calle Doce, encima de una reja abierta y rodeado de bolsas de basura y un carrito de la compra de Gristede’s cargado con lo que supongo que son sus pertenencias personales: periódicos, botellas, latas de aluminio. Un cartel escrito a mano sujeto a la parte delantera del carrito dice: “Estoy hambriento y no tengo casa. Por favor ayúdeme”. Un perro, un chucho pequeño, de pelo corto muy delgado, está tumbado junto a él, con la correa sujeta al carrito de la compra. No me fijo en el perro la primera vez que paso por delante. Sólo después de haber

dado la vuelta a la manzana y volver, lo distingo tumbado encima de una pila de periódicos, custodiando al vagabundo, con un collar que lleva sujeta una placa metálica excesivamente grande para él, que dice Gizmo. El perro alza la vista hacia mí, moviendo su delgado y patético rabo y, cuando le ofrezco mi mano enguantada, la chupa, hambriento. La pestilencia de algo así como alcohol barato mezclado con excrementos se alza como una nube pesada, invisible, y tengo que contener la respiración antes de acostumbrarme a ella. El vagabundo se despierta, abre los ojos, bosteza, y enseña unos dientes muy sucios entre unos labios púrpura agrietados. Tiene unos cuarenta años, es corpulento, y cuando intenta sentarse puedo distinguir con más claridad sus rasgos a la luz de la farola: barba de unos cuantos días, papada, una nariz colorada con gruesas venas marrones. Lleva puesto una especie de traje de poliéster de un verde lima muy chillón con unos pantalones vaqueros de Sergio Valente muy gastados por encima (la última moda de los sin casa de esta temporada), junto a un jersey de cuello en pico a rayas naranjas y marrones manchado de algo que podría ser vino de borgoña. Parece muy borracho –a no ser que esté loco o sea retrasado mental–. No es capaz de enfocarme con los ojos cuando me detengo delante de él, tapando la luz de la farola. Me arrodillo. –Hola –digo, tendiéndole la mano, la que ha chupado el perro–. Pat Bateman.


26 I EL RELATO El vagabundo asiente con la cabeza y se echa a llorar, agradecido. Busco en el bolsillo y saco un billete de diez dólares, luego cambio de idea y sujeto uno de cinco. –Es lo que necesita, ¿verdad? El vagabundo vuelve a asentir con la cabeza y aparta la vista, y después de aclararse la voz, dice tranquilamente: –Tengo mucha hambre. –Además hace frío –digo yo–. ¿No es así? –Tengo mucha hambre. –Tose una vez, dos, tres, luego aparta la vista, avergonzado. –¿Por qué no trabaja? –le pregunto, con el billete en la mano, pero lejos del alcance del vagabundo–. Si tiene mucha hambre, ¿por qué no trabaja? Respira, tiembla y entre sollozos admite: –Me quedé sin trabajo... –¿Por qué? –pregunto, auténticamente interesado–. Bebía usted mucho, ¿verdad? ¿Fue por eso porque se quedó sin trabajo? Era una broma. No, de verdad..., ¿bebía usted en el trabajo? –Se encoge de hombros, entre sollozos, y dice ahogadamente: –Me echaron. Me pusieron en la calle. Lo acepto, asintiendo con la cabeza. –Vaya por Dios, eso está muy mal. –Tengo mucha hambre –dice, y se pone a llorar con más fuerza. Su perro, esa cosa

que se le llama Gizmo, se pone a gemir. –¿Por qué no consigue otro? –pregunto–. ¿Por qué no consigue otro trabajo? –No estoy... –Tose, temblando de un modo terrible, incapaz de terminar la frase. –¿No está usted qué? –pregunto suavemente–. ¿Cualificado para otro? –Tengo hambre –susurra. –Ya lo sé, ya lo sé –digo–. Vaya, parece usted un disco rayado. Estoy tratando de ayudarle... –Mi impaciencia aumenta. –Tengo hambre –repite. –Oiga. ¿Cree usted que está bien pedirle dinero a la gente que trabaja? ¿A quién tiene trabajo? Se le contrae la cara y dice entrecortadamente, con una voz ronca: –¿Qué puedo hacer? –Oiga –digo–, ¿Cómo se llama? –Al –contesta. –Más alto –digo–. Venga. –Al –repite, un poco más alto. –Tiene que conseguir un trabajo, Al –le digo seriamente–. Tiene usted una actitud muy negativa. Eso es lo que le impide conseguirlo. Debe mostrarse decidido. Yo le ayudaré. –Es usted tan amable, señor. Es usted tan amable. Es usted un hombre muy amable– balbucea–. Se lo aseguro. –Chist –susurro–. Está bien. –Me pongo a acariciar al perro. –Por favor –dice, cogiéndome de la muñeca–. No sé qué hacer. Tengo tanto frío. –¿Se da usted cuenta de lo mal que huele? –susurro, dándole un golpecito en la cara–. Apesta. Dios mío... –No consigo... –Se ahoga, traga saliva–.

No consigo encontrar sitio donde vivir. –Apesta –le repitió–. Apesta usted a... mierda. –Sigo acariciando al perro, cuyos ojos se abren mucho y se humedecen de agradecimiento–. ¿Sabe una cosa? Maldita sea, Al..., míreme y deje de llorar como un marica –grito. Mi enfado aumenta, luego se aplaca y cierro los ojos, llevándome la mano a la nariz para tapármela, luego suspiro–. Al..., lo siento. Lo que pasa es que..., no sé. No tengo nada en común con usted. El vagabundo no escucha. Llora con tal fuerza que es incapaz de responder de modo coherente. Vuelvo a guardarme lentamente el billete en el bolsillo de mi chaqueta Luciano Soprani y dejo de acariciar al perro con la otra mano, que me meto al bolsillo. El vagabundo deja de sollozar bruscamente y se sienta, buscando con la vista el billete de cinco dólares o, supongo, su botella de Thunderbird. Adelanto una mano y le vuelvo a tocar la cara suavemente, con compasión y susurro: –¿Sabes que eres un jodido perdedor? Él empieza a asentir, desesperado, y yo saco un largo y delgado cuchillo con hoja de sierra y, con mucho cuidado para no matarle, le hundo aproximadamente un centímetro de la hoja en el ojo derecho, empujando con el mango y sacándole la retina. El vagabundo está demasiado sorprendido para decir nada. Se limita a abrir la boca, aturdido, y se lleva lentamente una mano sucia y con unos guantes sin


dedos a la cara. Le bajo los pantalones de un tirón y, a la luz de los faros de un taxi que pasa, distingo sus blandos y negros muslos, con un sarpullido asqueroso debido a que se mea constantemente con los pantalones puestos. El hedor a mierda me llega inmediatamente a la cara y, respirando por la boca, me agacho y le apuñalo en el estómago, sin hundir demasiado el cuchillo, por encima de la densa mata de vello púbico. Esto parece que le deja un tanto sobrio, e instintivamente trata de protegerse con las manos, mientras el perro se pone a aullar, de un modo furioso de verdad, pero no me ataca. Sigo dándole puñaladas al vagabundo, ahora entre los dedos, en el dorso de las manos. El ojo le cuelga de la cuenca y le oscila por delante de la cara, y él sigue parpadeando, lo que hace que lo que le queda dentro de la herida suelte una especia de yema de huevo roja. Le agarro por la cabeza con una mano, se la echo hacia atrás y con el pulgar y el índice le sujeto el otro ojo, se lo mantengo abierto y meto la punta del cuchillo en la cuenca, rompiendo primero la membrana protectora, de modo que la cuenca se le llena de sangre. Luego le corto el globo ocular... y él empieza a gritar cuando le corto la nariz en dos, lo que hace que la sangre me salpique un poco. También el perro, Gizmo, que parpadea al caerle la sangre en los ojos. Deslizo rápidamente la hoja por la cara del mendigo, abriéndole el músculo por encima de la mejilla. Todavía arrodillado, le tiro una moneda de veinticinco centavos a la cara que brilla debido a la sangre y tiene las dos cuencas vaciadas y llenas de coágulos de sangre, y lo que queda de sus ojos balan-

ceándosele literalmente por encima de sus labios que gritan. Le susurro tranquilamente: –Ahí tienes venticinco centavos. Cómprate un chicle, jodido negro asqueroso. Luego me vuelvo al perro que ladra, y cuando me levanto se dispone a echárseme encima, enseñando los dientes, pero le doy un tajo en los huesos de las patas traseras y cae de lado aullando de dolor, mientras alza las patas delanteras en el aire. No puedo sino echarme a reír y me complazco en la escena, divertido por el espectáculo. Cuando distingo a un taxi que se acerca, me alejo lentamente de allí. Después, dos manzanas hacia el oeste, me noto temerario, feroz, excitado, como si hubiera hecho ejercicio y las endorfinas me inundaran el sistema nervioso, o como si acabara de meterme la primera línea de cocaína, dado la primera calada a un buen puro, tomado el primer trago de Cristal. Me muero de hambre y necesito comer algo, pero no quiero pasar por Nell’s, aunque podría ir andando, e Indochine me parece un sitio poco adecuado para tomar un trago para celebrarlo. De modo que decido ir a un sitio al que podría ir Al, el McDonalds’s de Union Square. Pido batido de vainilla (“Extraespeso”, advierto al que sirve, que se limita a mover la cabeza y volverse hacia la máquina) y lo llego a la mesa de delante, donde probablemente se sentaría Al, con la chaqueta y las mangas del abrigo ligeramente salpicadas de sangre. Dos camareras del Cat Club entran detrás de mí y se sientan en una mesa enfrente de la mía; las dos sonríen, coqueteando.

Yo hago como que no me doy cuenta y las ignoro. Una vieja con pinta de loca, arrugada, que fuma un pitillo tras otro, está sentada cerca de nosotros, asintiendo al vacío. Pasa un coche de policía, y después de dos batidos mi excitación se va aplacando lentamente. Me noto terriblemente aburrido, cansado; la noche me parece terriblemente depresiva y empiezo a maldecirme por no haber ido a ese bistró salvadoreño con Reed Thompson y los demás. Las dos chicas siguen mirando, aún interesadas. Yo echo una ojeada a mi reloj. Uno de los mexicanos que trabajan detrás del mostrador me observa fijamente mientras fuma un pitillo, y parece interesado en las manchas de la chaqueta Soprani de un modo que sugiere que va a decir algo sobre ellas, pero entra un cliente, uno de los negros que han tratado de venderme crack antes, y tiene que atenderle. De modo que el mexicano deja su pitillo, y es lo único que hace.


28 I CAPTURAS

NOS VESTIMOS CON NUESTRAS PILCHAS MÁS OLD SCHOOL PARA ESCUDRIÑAR POR LOS NOSTÁLGICOS BAÚLES DE LA WEB. ALLÍ FUE DONDE DESEMPOLVAMOS ESTAS NOVENTOSAS CAPTURAS.

Dicen los que saben que los años dorados se conservan en filmaciones de mala calidad. Consiga el efecto nostálgico que sólo las cámaras de antaño podían darle a sus grabaciones con VHS Camrecorder App. Sus videos tendrán la fecha noventosa en una de las esquinas, la atmósfera vintage y la pésima calidad audiovisual que tanto añora. Sumado a eso, podrá documentar cualquier tipo de secuencia y asegurar fervientemente que pasó hace 20 años.

Si usted es adicto a las ferias americanas o a acumular objetos fútiles, estará encantado con las colecciones de recuerdos que exhumaron estos dos Tumblr. Fuckyeah1990s contiene infinitas páginas de material noventoso: desde gifs de Sailor Moon hasta merchandising de Forrest Gump pasando por tapas de revistas de MTV. Otro recomendado es 90s-fashion, un reservorio de modas tanto pasajeras como definitorias de esta increíble década. Pase y maravíllese con ridiculísimos conjuntos que mezclan felpa, animal print y hombreras.


Prepárese para revivir la época gloriosa de la caja boba cuando gobernaba el ritmo de los hogares y el WiFi era sólo una leyenda. Por su pantalla pasaron tendencias, íconos y acontecimientos que podrá reencontrar en My90stv.com. Aunque únicamente presenta programas gringos, en este televisor habitan todos los clásicos que podrá ver haciendo zapping por los canales y años –de 1990 a 1999–. Como si fuera poco, el sitio incluye unas TVs de los 70 y 80.

Advertencia: esta app puede generar fuertes retrocesos en aquellos que se atrevan a descargarla. Dicho esto, le anunciamos la mejor noticia desde la vuelta de los cheetos de kétchup. Tamagotchi L.I.F.E. es la versión celular del queridísimo huevito que, por supuesto, incluye todas las funciones vitales de sus antepasados. Vuestro rol consiste en alimentarlo, jugarle y levantarle su excremento hasta su muerte inexorable –que no será tan trágica, ya que la app es gratis–.



VISIONARIO: SERGIO DE LOOF I 31

Fue, sin lugar a dudas, el paladín de la cultura alternativa porteña desde los 80 hasta bien entrados los 90. Afinando su ojo clínico para indagar y mezclar culturas, el diseñador de indumentaria creó performances, revistas, bares, discotecas y restaurantes –la mayoría, ubicados en Palermo, previo a la llegada de los motes como Hollywood o Soho–. Se cae de maduro que sus mayores expresiones de genialidad marcharon por las pasarelas citadinas. Claro ejemplo fue Latina Winter by Cotolengo Fashion, su primer desfile en 1989, con 100 personas en escena que llevaban loquísimos conjuntos armados con ropa usada. Con el despunte de los 90, De Loof huyó del mundo glamoroso-trash que había reinventado y se recluyó en la casa de sus padres, Blanquita y Enrique, ubicada en Hudson. Hoy por hoy, pueden encontrar esporádicos destellos de su originalidad en sus exposiciones de fotos cuasi documentales o en películas que rinden culto a su figura, como Una historia del trash rococó, del artista Miguel Mitlag.

¡ESCANEÁ LA OTRA PÁGINA Y SACATE UNA FOTO CON LA CORONA DE SERGIO!


32 I ÁRBOL GENEALÓGICO

9 ÍTEMS INFALIBLES DE LOS NOVENTAS

DISCMAN A pesar de su impractiquísimo tamaño, este dispositivo fue el rey de la música portátil y de la rayadura de CDs.

TAZOS Pasos a seguir: abrir una bolsa de papas Frenchitas, sacar el tazo de Pokémon, lamerlo y apostarlo en el recreo.

DISQUETE 50% de sus usuarios lo guardaron para almacenar información y el 50% restante para jugar con su cabezal metálico.

TATOOS POLÉMICOS El tatuaje tribal gobernó bíceps y espaldas de los más osados mientras que los símbolos chinos eran los predilectos de intelectuales.

GEL Ningún cabello estaba a salvo de este brilloso moldeador. Culpable de crestas, pelos pinchudos y el inigualable jopo de Palermo.

NINTENDO 64 La consola de Mario Kart marcó un antes y un después dentro del mundo de las excusas para no moverse del sillón.

MOVICOM ¿Cómo olvidar su frágil antena, la micro pantalla de luz naranja y el espantoso portacelular enganchado al cinturón?

PASAJE A DISNEY El destino por excelencia para la clase media que supo exprimir el 1 a 1 en montañas rusas y souvenirs de Mickey Mouse.

ENCARTA La evolución enciclopédica vino en CD. Un mundo de aprendizaje interactivo que fue vapuleado por Wikipedia y Google.


PLANETA LOLLAPALOOZA I 33

Of Monsters and Men Les introducimos cinco bandazas que no les alcanzó con presentarse el 18 y 19 de marzo en el Hipódromo de San Isidro. Se trata de los imperdibles Side Shows que rockearán en vísperas del festival.

Alabama Shakes

El cuarteto oriundo del estado que llevan en su nombre es liderado por la magnífica Brittany Howard. Todo comenzó cuando la muchacha armó una inocente bandita de covers que al poco tiempo se convirtió en esta maquina de sacar temones. -

16/3 en Niceto Club Entradas por Ticketek

Albert Hammond Jr.

17/3 en Niceto Club Entradas por Ticketek

Die Antwoord

Ninja, Yo-Landi Vi$$er y DJ HiTek crearon esta comunión de música, insultos y bizarres. Estos sudafricanos se bautizaron como “la verdad” en afrikáans y exportaron su cultura callejera a fuerza de hitazos. 17/3 en La Rural Entras por All Access

Esta agrupación islandesa fue catapultada a la fama tras descoserla en Músiktilraunir, un concurso nórdico de bandas. Su encantador y pegadizo sencillo “Little Talks” fue merecedor de un cuádruple disco de platino y millones de likes. -

Reconocido por su impoluta carrera como histórico violero de los Strokes, Albert será el telonero de Tame Impala en Vorterix. Esta esperanza del rock ya cuenta con cuatro álbumes en su haber y es hijo de una argentina apellidada Fernández. 17/3 en Vorterix Entradas por Ticketek

Tame Impala

Comandados por Kevin Parker – genio melómano que escribe, graba, toca y produce cada canción–, este quinteto australiano es una de las semillas que germinó en los jardines de MySpace. Currents es su flamante álbum de cadencia electro popera. 17/3 en Vorterix Entradas por Ticketek



LA COLUMNA I 35

MODA EN BOGA Desde su perspectiva como protagonista y entusiasta de los 90, la extravagante diseñadora Miuki Madelaire nos relata la creación de un evangelio artístico que revolucionó las pasarelas de esa década.

ILUSTRACIÓN: HUGO HORITA

Mis primeros pasos en el mundo artístico los di a los 18 años cuando estudié Arte y Diseño en el Saint Martins School of Arts –instituto del que salieron grandes personalidades como John Galliano o Alexander Mc Queen–. Cuando volví a Buenos Aires, estaba sobrecargada de información. Trabajé con Alan Faena y Paula Cahen D’Anvers en su marca Via Vai y, al poco tiempo, puse mi propio local en la galería Bond Street. Allí fui pionera en el rock style y las prendas surrealistas. Los 90 fueron efervescencia pura, frescura y alegría; un despertar en el arte, la moda y la música. Fue un gran semillero del que surgieron los grandes artistas de hoy. Había más libertad y, personalmente, sentía mucha camaradería en lo que era un grupo muy unido de diseñadores, músicos, artistas plásticos y directores de cine. Las salidas consistían en visitar inauguraciones o aperturas de una muestra para apoyarnos y festejarnos. En ese marco de espontaneidad surgió la posibilidad de exhibir moda en espacios no convencionales, que terminó dando lugar a la performance. En pocas palabras, pusimos de moda la moda, sobre todo en el contexto de las artes visuales. Soy parte de un movimiento liberador que fue precursor del diseño de autor. No seguíamos tendencias: la idea era romper con los dictados de la moda de esa época.

Junto a Javier Lúquez, gran referente del PR, armamos producciones que marcaron un antes y un después en los lanzamientos de productos. Con él compartíamos el placer de hacer soñar y sorprender, éramos un equipo perfecto. Realizamos acciones a lo grande como nunca se había visto en Buenos Aires; le dábamos emoción a los eventos más convencionales. La creación que más me enorgullece es la trilogía de Paseo Alcorta: tres mega shows montados en la playa de estacionamiento que arrancaron con Halloween, luego Fashion Circus y, por último, Jungla, un homenaje a mi tierra misionera. Fue una gran producción que agrupó actrices, modelos y música en vivo. Logramos una explosión creativa de vestuarios, instalaciones, escenografías y, sobre todo, alegría. Siempre me inspiré en la naturaleza, el arte, la música, las personas y las emociones. Creo que ser fiel a uno mismo es una forma de elegancia. Llevo mis raíces impregnadas del color, la luz y las formas regionales, pero también me mueve el surrealismo, el mundo fantástico y la mitología. Sí, todo es búsqueda de sensaciones y respuestas. Mi arte es mi vida, arte es libertad, oxígeno. El arte es la verdad.


¿Cuál es vuestro estado mental más frecuente? G: Disfrutando. C: Me gustaría decir “budeidad”, pero la verdad es incertidumbre.

¿Cuáles son vuestros gustos de helado predilectos? G: Menta granizada y dulce de leche. C: Dulce de leche y dulce de leche con dulce de leche verdadero.

¿Qué personaje histórico les gustaría interpretar? G: Una boxeadora. C: Bowie, es un inspirador.

¿Qué canción les resulta hipnótica? G: Cualquiera cantada por Carlos Casella. C: Cualquiera de Björk, “Everyday Robots” de Damon Albarn o algunas de Grace Jones.

Si descubriesen un planeta, ¿cómo lo llamarían? G: Margarita: ella es todo mi mundo y todos los mundos posibles. C: No quiero pecar de falsa humildad, le pondría Carlitos, lo merezco. Si no, Chongolandia. ¿Qué extrañan de los 90? G: Agrandar el combo por 50 centavos. C: Vivir con mis amigos más queridos en la calle México. Si pudiesen llevar tres objetos a una isla desierta, ¿cuáles serían? G: Lápiz, papel y miles de golosinas. C: Una botella de vino de alta gama, un alicate y preservativos por si descubro que no está tan desierta. ¿Qué actitud consideran imperdonable? G: La solemnidad... Me aleja. C: Avaricia; sobre todo, cuando está encubierta.

¿Cuál es vuestra mayor debilidad? G: La fiaca. C: Mis amigos. ¿Qué estaban haciendo, por poner una fecha, en febrero de 1996? G: Estaba por ingresar a la carrera de Intérprete en Danza Contemporánea y en cuarto año de teatro en la escuela de Hugo Midón. C: Trabajando con De La Guarda en el Recoleta, en Cabo Polonio o mirando la repetición de Rosa… de lejos por ATC. Si fueran magos, ¿qué sacarían de la galera? G: Lo que mi hija necesite. C: La vacuna para muchas cosas: el cáncer, el VIH, la pobreza y la estupidez.


& Griselda Siciliani Carlitos Casella

DE LA GALERA I 37


38 I EL VESTIDO DE UNA AMIGA: ROMA RENOM

Roma Renom, la espléndida diseñadora de ropajes que llevan su nombre en la etiqueta, exploró su vestidor en busca de la prenda más noventosa y dio con este ítem infalible: “Corría el año 1994 y mi madre se preparaba para salir a una fiesta con un mini black dress con cristales en los breteles. ¡Era un vestido tan minimal y tan sexy! Yo, que tenía 7 años, le dije: “ese vestido guardalo para mí porque lo voy a usar cuando sea grande”. ¡Y así fue! Es una reliquia que conservo y uso una vez al año, sin excepción. Lástima que una vez decidí ponerlo en remojo demasiado tiempo y quedó más corto de lo que era originalmente... ¡un accidente que mi madre se va a enterar leyendo esta nota!”.




TRASTIENDA DE TAPA I 41

NOVENTARIO Una veintena de años más tarde, la gloriosa época de las hombreras, el pop y las patillas retorna triunfante a vidrieras, mentes y pasarelas. La década que ya se convirtió en todo un concepto tiene significado y significante que mutan según el relator. Por eso, convocamos a una troupe fashion-noventosa –integrada por diseñadores, bloggers, fotógrafos, estilistas y más– para responder a la pregunta crucial que atraviesa, perfora y horada esta edición: “¿Cómo definirías los 90?”.


42 I TRASTIENDA DE TAPA Jessica Trosman

Ricardo Piñeiro

D i s eñ a d ora

Age n cia de mode los Ricard o P i ñei ro

A fines de los 80 terminé de estudiar como traductora y vivía en Estados Unidos, donde reinaba Madonna, se bailaba breakdance y los rulos se usaban a morir. En el 91 me cambió la vida porque tuve a mi primer hijo, Jerónimo. Recuerdo que quería ser dark –hacía que mi abuela me tiña el pelo de blanco–, pero me iba a veranear a Pinamar. Mi vida profesional explotó en el 97, cuando arranqué a trabajar con Martín Churba y al poco tiempo abrimos nuestro primer local. Fue una época en la que reflotó el concepto del diseñador. En el plano musical, recuerdo que escuchaba mucho rock nacional, como Soda o los Redonditos.

Hubo una época, no muy lejana, en la que no existían las redes sociales, el street style, los blogs ni las IT girls. La moda se reducía a dos grandes pilares: Los diseñadores y las modelos. Eran ellos los que que escribían las reglas del Fashion Business. Los 90 fueron la década del glamour y las súper-modelos, ellas fueron las verdaderas celebrities. No era necesario decir su apellido: Claudia, Cindy, Naomi, Christy, Elle, Helena o Linda, junto a su célebre frase “No me levanto de la cama por menos de 10.000 dólares”. Yo manejaba la carrera de nuestras tops, las que no era necesario decir su nombre: Arias, Rabollini, Pelleriti, Villaverde, Frigerio, Raggi, Brero, entre otras. ¡Los dorados 90! Punta del Este y las fiestas de Gilberto Scarpa con invitados como Catherine Deneuve. Confirmar a mis invitados en Punta Piedras por teléfono ¡de línea!¡Recibir a Alberto de Mónaco en casa! Insisto... así fueron de dorados los 90.

Nahuel Mutti Actor, fa n t a s io s o y l i b re p e ns ad o r La década del fin de siglo me atemorizaba allá, en algún lugar de la psiquis. El fin del mundo se aproximaba y, pese a todo, los púber nos conmovíamos con la Pechocha en Son de Diez, las cabelleras de los Diegos Torres y el platinado de Sbaraglia. Araceli, ese ángel que todos queríamos cerca; Gastón y Nancy, Tango feroz y los videos de MTV. “¡Es tuya, Juan!”. En River tocaba Michael, U2, los Rolling, Madonna, Prince y más. Votábamos cada cuatro años: mal, pero votábamos. Aparecieron las grandes fiestas junto con el boom de los RRPP. Asomaban internet y los Movicom’s; ya no más mensajes en los contestadores de las casas, ya no más la distancia que hacía que nos extrañásemos, esa distancia que nos acerca. El 1 a 1, Verano del 98 y el fin de la década gastada.

Lorena Ceriscioli M a n a g er d e m o d e l o s e n LO Manag e m en t Inmediatamente pienso en las supermodelos, ¡guapas, sexis, curvilíneas y muy femeninas! Fue una década de brillo y glamour. Hacíamos más de 30 desfiles por semana en el hotel Alvear. Gaby Rocca fue el fotógrafo que mejor retrató a la mujer, la belleza y los 90. Hubo mucha diversión con amigos y amigas. Estaban los inolvidables desfiles de Via Vai, US 41 y El Cielo. Punta del Este era lo mejor. Fue la época de Dotto vs. Piñeiro, en la que había mucho trabajo y del bueno: los cuerpos del verano, las tapas de Gente, las campañas de Nasa Jeans y, por supuesto, los desnudos cuidados. ¡Menem lo hizo! Depeche Mode y U2 siempre. Lo mejor fue el viaje a Cartagena de Indias para Class Life con Dolo Trull y esa foto emblemática de la pelea con los cuerpos tallados.

Eléctrico Pe lu q u ero y g ui t arri st a d e WO M Mis recuerdos de los 90 están siempre asociados con la música: My Bloody Valentine, Ride, Sonic Youth y toda la movida shoegaze. Era fan del sello 4AD y las novedades estaban en la disquería de Miguel, Feñix, en el subsuelo de la Bond Street. Siempre pasaba a saludar a mi amiga Prisl, de Pri, a ver qué tenía de nuevo y cruzaba a tomar algo al café Remis París. Todavía guardo las primeras Wipe de mi amigo Visciglio.

Gabriel Rocca Fotógrafo Como fotógrafo y parte del movimiento de los 90, puedo definir esta época como muy intensa y de locura creativa. Cuando nada estaba hecho, aparecimos varios a crear lo que hoy es la moda argentina. Las agencias de Dotto y Piñeiro; Via Vai con Alan Faena y Paula Cahen D’Anvers; Rocca Cherniavsky –mi dupla en fotografía–; el rock nacional con los raros peinados nuevos y Charly García a pleno. Era la fusión de todo esto. Rescato el gran desfile de Via Vai en Obras del 95, en el que junto a Andy y mi querido Horacio Gallo hicimos la producción. Charly cantó el himno al final y estaban todas las modelos del momento: Carolina Peleritti, Bárbara Durán, Flor Raggi, Mariana Arias y más. ¡Toda la moda y todo el rock junto! Fue una década de meternos en terrenos a experimentar yde despertar artistas en la que muchos talentos salieron a la luz.

María Allo Dise ñ adora e n A llô Mar tín ez En los 90 el furor era lo under. Recuerdo El Cielo y Tequila –era otro Tequila–, dos caras opuestas de la moda y la sociedad. Fue un proceso creativo, lo under era under hasta que lo tomaba el resto de la sociedad y dejaba de ser marginal. Por ejemplo, el Parakultural puso sus actores en la TV. La moda se manifestaba de dos maneras: lo comercial iba por un lado, mientras que el diseño pertenecía a La Age, El Dorado, Bolivia, Ave Porco o Caniche. Después de un tiempo surgió Bajotierra, un lugar en el que confluían ambas corrientes. Había menos “net” y más trabajo de imaginación. Mucha música, nada de streaming y venían cientos de bandas al país. ¿Lo máximo? Tom Ford, Gucci y su desfile del 98. Fue una década en la que definir el lugar de cada uno era una búsqueda súper interesante.


Gerardo Dubois Fa s h ion m a ke r (d i s e ñad o r e n B and o l e iro) “Re noventas” es algo que decimos todo el tiempo; sin embargo, cuando hay que bajarlo a conceptos específicos, es como un montón de palabras sueltas que hacen un compilado muy cheese, cache, cutre, groncho, mersa, bizarro, wanna be y lleno de guilty pleasures, en todo sentido. El bromance estaba en el aire y los elásticos de Calvin Klein y Fruit Of The Loom asomaban de las primeros swags en el patio del colegio. Aunque éramos pocos, la mayoría eran rugbiers con sus nasas bien clavadas en sus glúteos. Mucho jogging, mucha friza azul. Iba a un colegio bastante flexible con el uniforme, igualmente usaba bastante pantalón de vestir con Adidas Superstar –que los chongos fashion bully me preguntaban si venían para varón–. Era claro, sólo la teníamos yo y Georgina, una de esas chicas que jugaban al hockey con mucha cama solar y mucho Kenzo encima. No podía evitar adorar a algunas chicas que usaban jumpers cortos para salir, con cartelones de John Cook, y a las Sarah Kay de vestido floreado Sail, media blanca y borcego. Para los chicos, todo era bastante más aburrido, pero asomaba el grunge y usar la ropa un poco rota o atarte una camisa a cuadros en la cintura. Se respiraba denim, Anna Nicole Smith hacía las campañas de Guess. Mientras tanto, en Buenos Aires, los chicos cool eran los de Montaña rusa y las it girls lucían más reales, como Ruth Infarinato y Deborah de Corral. Debutaba KSK con Lorena Giaquinto y Marina Marré sosteniendo helados desde las bolsas. Llegaba el super low cut. Miuki Madelaire y Sergio De Loof haciendo de las suyas en la contracultura que se volvió mainstream. Javier Lúquez, Clota, Lorena Ceriscioli, Dolores Moreno, María Vázquez, Carlitos y Zulemita, el flequillo araña, las medusas de Gianni, las camisas del Diego, el caso Coppola, Samantha, machito, el charol, ¡es muuuucho! Me agarra como un angustión, mejor dejo acá.

Andy Cherniavsky Fotó g ra fa Los noventas tuvieron características que se fundieron en muchos estilos y que se convirtieron en marcas registradas. En la calle, la moda se veía más indefinida, mientras que las top models –Kate Moss, Claudia Schiffer, Naomi Campbell, Linda Evangelista, Cindy Crawford y Elle Macpherson– nos mostraban la moda de los grandes creadores y las pasarelas del mundo. Fue la época de los grandes diseñadores como Gucci, Dolce & Gabbana, Calvin Klein y Chanel, aunque, sin lugar a dudas, Versace fue el diseñador más icónico de los 90. Tomando elementos de Warhol y la antigua Roma, vistió a Madonna, Eric Clapton, Sting, la princesa Diana y Elton John. También, el estilo gótico fue parte de esta década en la que aparecieron creaciones vanguardistas y prendas atrevidas inspiradas en bandas como Nirvana, Pearl Jam, Oasis o The Smashing Pumpkins. También, las discotecas y bares se animaron a mostrar lo atrevido e indefinido. Hubo iconos opuestos y muy instalados. Convivieron permanentes con el largo degradado de Rachel en Friends. Entre las cosas que más me atraen de esa década está la cámara analógica, MTV y la escena under de fines de los 90.

Javier Arroyuelo E scr itor No, no, noventa. 1992: como un 49.2 % de mis compatriotas franceses, voto contra el Tratado de Maastricht que crea la Unión Europea. 1993: Culmino una tarde, en París, 13 años de sesiones psicoanalíticas y, a los dos días, en una librería de New York, descubro la obra inicial de un poeta del psicoanálisis, Adam Phillips, que nunca dejaré de leer –On Kissing, Tickling, and Being Bored–. 1994/95: Arrancan, según lo veo yo, los años noventa cuando la World Wide Web comienza a extenderse seriamente y el mundo, en y por y a través de ella a transformarse. Principal industria beneficiada por el nuevo medio: la pornografía, que penetra en las vidas cotidianas de billones de personas. Adiós al erotismo. Casual chic y casual casual. Red Hot Chili Peppers. Cecilia Bartoli. Anne Teresa de Keersmaeker. Los noventa terminan el 11/9/2001.

Marou Rivero S ocióloga e in flu e n ce r Cuando pienso en los 90 no puedo correrme del Romeo y Julieta de Di Caprio y Danes. Ahí quedé flechada para toda la vida con las películas de amor –si son disfuncionales, mejor– y con tres conceptos que me habitan a diario: el amor es a primera vista o nada; las mejores fiestas serán siempre las de disfraces; y el que no arriesga, no gana. Los 90 son los mega estampados y las siluetas enormes, tanto para hombres como para mujeres, y son los vestidos de aire victoriano que acaban de volver. Son el amor platónico por Iván de Pineda y Un sol para los chicos en mi remera. Son mi singing club de los Beatles en el colegio y mis primeras salidas a bailar en Recreo, el pueblo donde nací, y mis primeras funciones en el Cine Club Municipal Hugo del Carril de Córdoba. Son mi primer viaje a Nueva York, mi primer disco de Britney Spears y mi primera coreo sacando la lengua en cada “L” de la canción “Baby One More Time”.

Sofía Sarkany A r tista y dise ñ adora Los 90 fueron una época marcada por la nueva generación de íconos pop –como N’Sync, Backstreet Boys o Destiny’s Child– y la democratización de la tecnología. En la moda había mucho enterito de jean, pantalón de corderoy y tops como los que usaban las Spice Girls. Fueron mis años de jardín y los primeros de colegio. En esa época jugaba mucho a las Barbies con mi hermana: podíamos pasar horas vistiéndolas y decorando sus casas hasta que nos aburríamos y terminábamos andando en bici o patines. También experimenté el fanatismo por Britney Spears –en sus buenas épocas–, a tal punto que coleccioné todos sus posters, CDs y aprendí las coreos de sus videoclips. Me acuerdo del comienzo de internet con los primeros chats: fue el fin de las eternas charlas telefónicas entre amigas que se mudaron a ICQ mientras bajábamos música por Kazaa.


44 I TRASTIENDA DE TAPA Angie Chevallier e Isabel García Calvo

Oscar Fernández Roho

D i s eñ a d ora s e n T H E M

O bs e r vador par ticipan te, directo r creati vo

Los 90 se sienten modernos, muy libres y despojados. Huelen a Eternity y One. Jeans rotos de tanto usarlos. Converse, también rotas. Camisas escocesas, sweaters del abuelo y pelo sin lavar. Reggae, hippie, skater o grunge. Y micro minis a lo Spice Girls con medias tres cuartos. Gap, Keds y Via Vai. Trainspotting y Friends. Kurt y Courtney con sus baby dolls y Dr. Martens. Beck, Alanis Morisette, Pearl Jam, Blind Melon, Oasis, Blur, Radiohead y “El amor después del amor”. Liv Taylor y Alicia Silverstone. La Rock & Pop y los Unplugged de MTV. Y, por supuesto, Kate. Y más Kate. Y Kate con Johnny. Y Winona. Y Reality Bites y River Phoenix. Y Brad. Y Mrs. Mia Wallace bailando con Vincent Vega y un tango desnudo entre Dopazo y Mirás.

Sin duda, fuimos los guerreros de la revolución que cambió todo en los 90. Como criaturas exquisitas de 20 años, éramos la fantasía que horrorizó a la prensa y escandalizó a la cultura reinante de fines de los 80, que no era más que hippies llenando estadios de rock. Si bien éramos fans de esos artistas y los admirábamos en silencio, teníamos necesidad de mayores sutilezas. Estábamos muy unidos y con el deseo de manipular las nuevas tendencias en pos de asumir un riesgo estético: debíamos hacer que la moda se ponga de moda. En ese momento, la moda que imperaba era de tan mal gusto, que creé un slogan que rezaba “Roho no está de moda”. Con el tiempo, pudimos torcer el rumbo. Roho funcionaba como una usina de información y punto de encuentro en el que se cocinaban un montón de situaciones relacionadas con la moda, el rock y la cultura. Lo demás nos parecía aburrido, insoportablemente vulgar y sin estilo. La industria del videoclip nos empujó a crear nuestro propio evangelio estético. Roho se convirtió en el set de notas en las que se entrevistaba a esos artistas que para el común denominador iban directo al fracaso, incluidos nosotros mismos. Realmente íbamos por algo nuevo, aunque estábamos en el camino incorrecto. Al final, llegamos a ser los ninjas que lograron que la moda y las nuevas tendencias dejaran de ser el foco del pánico moral; se convirtieron en un medio de disfrute y dejamos de ser señalados por creer que el único criterio de un acto era su elegancia, llevando el pelo azul, verde o rosa.

Lucía Nini Fa s h io n Blog ge r Los 90 fueron un exceso de purpurina. Pertenezco a la generación Xuxa. En mi walkman sonaban los cassettes de Backstreet Boys, Spice Girls, Guns y Oasis. Bailaba las coreos de Jugate conmigo y Chiquititas y me escondía en el cuarto de mis papás para poder ver Verano del 98. Los fines de semana jugábamos al Family o a la Nintendo con mis primos y todos creíamos ser campeones de Mario Kart y Super Mario Bros. En los recreos cuidábamos a nuestra mascota virtual, Dinkie Dino, y coleccionábamos tazos, trolls, papeles de carta y esos collares de chupetes que sin duda marcaron una época. Lograr que me llevaran a Pumper Nic o Play Center después del colegio era mi misión de cada día. Estaba de moda tener el reloj Baby G más grande, las remeras batik, las gargantillas tipo tatuaje, las skippies, los pantalones Oxford, las bandanas, las mochilas infladas y la medallita con forma de corazón que se partía al medio y compartías con tu mejor amiga.

Ary Matteazzi Diseñador en Gola “Health insurance –rip off lying, F.D.A. big bankers buying. Fake computer crashes dining, Cloning while they’re multiplying. Fashion shoots with Beck and Hanson, Courtney Love and Marilyn Manson. You’re all fakes, Run to your mansions. Come around, We’ll kick your ass in!” (“You get what you give”, New Radicals)

Nicolás Saez Intérprete textil argentino (diseñador en Ona Saez) En los 90 se impuso la moda desde un lugar más elitista y el “fashion victim” llegó a un nivel masivo. Aparecieron las marcas a la vista y el status brand nacional. La gente se producía para salir de una manera genial, había mucho vestuarismo y looks increíbles. ¡Se me mezclan los recuerdos! Mi festejo de 15 en casa que tocaron Los Violadores y los perros se tiraban de la terraza, una locura. Las salidas a Freedom, Morocco y más. Hacer brandstorming con mi abuelo y ponerle a la marca el nombre de una tribu argentina. Venderle a Patricia Field –el templo de la vanguardia en Nueva York–, claro que el Made In China no arrasaba tanto como ahora. Apropiarnos e identificarnos con el color negro se lo debo a los 90 y a toda la influencia oscura de ese momento.

Belén Chavanne Actr iz Suena el despertador de Garfield a las 7.30, me pongo el uniforme y voy entre sueños a desayunar. Unos Choco Krispis y al colegio a intercambiar tazos, figuritas, escuchar el último hit de los Guns n Roses y volver a casa. Las zapatillas con velcro, los jeans gastados, y las ridículas remeras estampadas con colores flúo que traía papá de Estados Unidos, mis favoritas. Xuxa, Alf, los relojes Casio y Nirvana. Eso resume mis 90s.


Pancho Dotto Esteta trendsetter, generador de ideas y creador de marcas Los 90 fueron de mucha creatividad, un clima que generó obras y cambios. Surgieron las punto.com y mi primera Web, “El sitio”, en la que difundíamos increíbles acciones y eventos. Fue la década de Dotto Beach, en Laguna Garzón, un maravilloso parador en tonos pasteles al que se llegaba cruzando en balsa, con carteles que mostraban flora y fauna del lugar y nuestro compromiso con la ecología. Tengo miles de recuerdos y anécdotas de descubrimiento de talentos, muchas tonadas y acentos, talentos que convertí en marcas. El “uno a uno” generó un intercambio diferente. El 1 de diciembre de 1999, con clima de euforia, “El sitio” trasmitió en vivo por internet el desfile de Dotto Models, realizado en Miami, conmemorando su 15 aniversario. Runway con 50 modelos del staff pasando diseño argentino: Benito Fernández, Jazmín Chebar y Marcelo Senra. Fue el primer desfile transmitido por internet en directo. Tengo la imagen de Jazmín saltando en una explosión de alegría colectiva al cierre del desfile. Fue todo un hito. Mucha euforia por el logro.

Lulu Biaus Dis e ñ adora y produ ctora de mo da Me hubiera gustado no ser tan pequeña en los 90 para asimilar la simpleza y el espíritu minimalista de la época que tanto marcó a esa generación. Pienso en las prendas de Via Vai que me regaló mi tía y que atesoro en mi ropero y en los cassettes de Britney y Spice Girls que escuchaba ida y vuelta sin parar. Mis primas más grandes veían Friends mientras yo insistía con no perderme las aventuras de la bruja adolescente Sabrina y las mellizas Mary Kate and Ashley. Me agarraba insomnio con Jumanji y, entre pesadillas y asombro, recuerdo haberla visto muchas veces, ¡hasta el punto de soñar con conseguir ese juego de mesa! Lo que es seguro es que los personajes de los 90 tienen un estilo y una personalidad únicas, ¡tanto como para reivindicarlos después de un par de décadas! Ellos son quienes, en el imaginario colectivo, vuelven a resurgir y rearmar como un rompecabezas de lo que fueron esos magníficos años.

Chino Zavalia Fotógrafo

Estefanía Novillo Ma q u illa d ora y m ad re Los 90 era la época de Aerosmith y Nirvana, dos bandas que tuve la suerte de ver en vivo. Era muy fan de Liv Tyler, amaba su maquillaje, me inspiraba mucho en ella. Mis boliches eran Penélope y The Roxy. No era muy estudiosa, pero sí muy trabajadora; probé un par de carreras y terminé en maquillaje. También laburé de moza en Pizza Banana: ¡era top y la pasaba bomba! Empecé a maquillar profesionalmente en 1998 como asistente de Correa y trabajaba con Trull, Ceriscioli y Barreiro. Me tocó la época de los hot jeans de la revista Gente.

Viví los noventa, empecé en los noventa y me llevaron a ser el fotógrafo que soy hoy. Los fotógrafos mirábamos el mundo desde los ojos de Demarchelier, Avedon, Newton y varios grosos más. ¡¿Quién no recuerda una Linda Evangelista, una Schiffer o una Campbell?! Glamour, puede ser, estábamos cerca del mundo aspiracional. Ganas de hacer, ¡sin duda! Desde un Sergio De Loof a un Alan y Paula en un mítico Via Vai; de un Dorado a un Tequila ¡cuánto power! Cuantas ganas de hacer lo que se te cantara el culo. No lo había pensado antes de esta pregunta de Galera, pero para los que laburamos y disfrutamos de la moda, los 90 fueron golden. ¡Se los extraña! Modelos eran modelos y no bailaban por un sueño, fotógrafos que no googleaban y el Photoshop era tan sólo una ilusión. Había guita y libertad. Los noventa fueron una bomba. No todo tiempo pasado fue mejor, ¡pero qué bien la pase! Les debo a los 90 ser quien soy hoy, ¡aleluya!

Martina Keenan Fotógrafa, integra el estudio creativo BAAUHS

Victoria Sánchez

Al haber nacido el 2 de abril de 1990 me considero casi una hija primogénita de la década 90, nacimiento de la liberación y diversidad en su máximo esplendor. Los 90 me remontan a Córdoba, al campo, a mis días de kamikaze imparable, a la inconsciencia, la ingenuidad y la felicidad sin límites. Recuerdo mis primeros juegos con la Nintendo 64, mis primeros chats en Messenger, el Gameboy, Beverly Hills 90210 y Chiquititas (se nota que era muy chica). Cuando mamás algo de tan chica, eso te acompaña y te rige para toda la vida. Soy noventas, pienso y me inspiro constantemente en esta década a la hora de vestirme y de sacar fotos, más que nada porque no se caracterizó por un estilo específico sino por la variedad y la coexistencia de diferentes tendencias. Sin embargo, pensándolo bien, me hubiera gustado experimentarla de más grande para sacarle más provecho.

E stilista y cre adora de B ol azo Argenti na Aunque era muy chica, la década de una Argentina con “libertad de precio” fue inspiradora. Lo primero que recuerdo es el Mundial de Italia y aquella célebre final. Los desfiles en la escalinatas de la Facultad de Derecho en los que Kate Moss, Naomi Campbell y Claudia Schiffer vestían diseños argentinos, al igual que un Donna Sotto le Stelle en Piazza Spagna. Además, podías elegir tu primer jean canchero en Motor Oil, Via Vai o Kenzo. Recuerdo usar perfumes importados y mis botas Charro –que aún tengo–,que llevé a los recitales de Bowie, Guns, Nirvana, Rolling y The Police. El menemismo, el 2x1 y el índice de desempleo. Las primeras llamadas a celulares, las compus, el lenguaje logo y las simpáticas tortuguitas, ¡algo impensable en ese momento!


46 I CANTANTES HISPANOS NOVENTÉRRIMOS

CAE

DIEGO TORRES

ALEJANDRO SANZ

CHAYANNE

LUIS MIGUEL

FEY

RICKY MARTIN

PAULINA RUBIO

SHAKIRA

ELVIS CRESPO

THALIA

ENRIQUE IGLESIAS


“La autocrítica es propia de una dialéctica de izquierda que yo no practico”.

LA FRASE: MARÍA JULIA ALSOGARAY I 47


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OFICIOS: JOYERO I 49

CORRIENTE BESTIAL Bajo el ardiente calor del soplete charlamos con Federico de Álzaga, creador de las espectaculares piezas de Aracano. Este apasionado por el diseño metalúrgico aún busca un calificativo que calce como anillo al dedo para su oficio. Sin medias tintas, aclara: “hago joyas, pero no me defino como joyero”.

Texto: Lucía Colombo Fotos: Lucas Gallo


¿Cómo fue que arrancaste a trabajar con metales?

Me crié en el campo, en el partido de Punta Indio, y desde muy chico tuve una fijación por los metales. Volvía de la escuela a caballo y lo primero que hacía era buscar un fierro para jugar con el martillo, la lima y el fuego. Por eso, mi papá me regaló un juego de herramientas en miniatura; así que, ya de chico, tenía mucha claridad de cómo trabajar con metales.

¿Cuál fue el comienzo de Aracano, tu marca?

A los 31 años, después de haber trabajado en publicidad mucho tiempo y vivir tres años en Estados Unidos, me di cuenta de que era el momento de dedicarme a lo que me apasionaba. Pegué la vuelta en 2001 y empecé a hacer las primeras piezas de la colección Aracano.

¿Por qué lo bautizaste así?

Me encanta la historia de los araucanos y cómo resuena la palabra al pronunciarla. Quise bautizar mi marca con ese nombre, pero antes les pedí opinión a algunas amigas estadounidenses. Mi intención era que la marca se expandiera. Les mandé un mail contándoles sobre el proyecto y dos me contestaron diciendo que le saque la “au” de araucano porque ese fonema no se usa en inglés.

¿Cómo describirías tus piezas?

Tienen carácter y fuerza. Las relaciono con el movimiento bestialista de la arquitectura; ¡son como una corriente bestial de las joyas! Aracano es esencialmente dura, rústica, masculina, lineal, angulosa e industrial. Estoy en las antípodas de la joya refinada y chiquita con

diamantitos. A la vez, pretendo juntar dos atributos que son casi irreconciliables –especialmente, en joyas–: lo rústico y lo elegante.

¿Cuál es tu definición de elegancia? No sé si se puede definir, creo que sería incluso arrogante intentarlo. Sé que la elegancia debe tener algún rasgo de austeridad; el resto es bastante subjetivo.

¿Cómo resumirías tu impronta?

La describiría como indígena andino argentina. Cerca de nuestro campo, en la cuenca del Salado, sacábamos pedazos de vasijas aborígenes y eso me marcó mucho. Además, tengo sangre indígena argentina por parte de mis dos abuelas: son porcentajes pequeños, pero está presente.

¿En qué te inspirás a la hora de crear?

Desde que tengo memoria, me atacan todas las noches ideas y conceptos de la más diversa índole. Así esté en mi casa, trabajando o en una carpa, tengo papel y lápiz a mano para dibujar lo que se me pasa por la cabeza. Toda mi energía está puesta en las formas; no tengo un proceso creativo. De hecho, las ideas me llegan antes de que lo decida.

¿Cuál es el proceso para pasar del concepto al objeto?

Uso dos caminos. Un método es el trabajo con metales en crudo –plata o cobre–: son relativamente blandos y se pueden cortar, forjar, doblar, soldar y hacer prototipos. Otra forma es modelar una pieza en cera que luego se transfiere al metal a través del método “cera per-

dida”, una técnica milenaria y muy sencilla. Todo aquel que quiera hacer una piecita de metal puede armar un pequeño modelo en cera de vela, se lo lleva a un fundidor y tiene su objeto.

“Desde el corte de pelo, hasta la barba, pasando por los anteojos y zapatos, los objetos y adornos son un modo de decir quién es uno y qué quiere comunicar. Todo es accesorio”. ¿Cuánto tardás en terminar una de tus creaciones?

Una vez que tengo la pieza y la pulo, se convierte en otra cosa, me mira distinto. A partir de ahí, decido cómo modificarla. El proceso, según los niveles de obsesión, puede ser rápido –hay piezas que considero fantásticas y las hice en una tarde– o tomar un buen tiempo si modifico mil veces el modelo. En promedio, lleva dos días hacer un original.

¿Qué herramientas usás?

Todas las herramientas que uso son muy primitivas, de la Edad de Hierro. Cuando uno entra en un buen taller de platería, ve equipos que son antiquísimos: martillos, yunques y fierros por todos lados.

¿Y cuáles son tus materias primas?

Plata, bronce, oro y aguamarina –que incorporé hace poco–. Uso esa piedra en crudo porque es fantástica y dinámica; aunque

es un oxímoron pensar en una roca dinámica, su superficie parece agua enfurecida bajando por un río de montaña. Es la piedra que sintetiza la esencia misma de Sudamérica y de los Andes.

¿Cuál es, en general, tu metodología de trabajo?

Trabajo en tres talleres, cada uno tiene su fortaleza y su especificidad. El primero está formado por un equipo estrella: graduados de la escuela Raggio que tienen una precisión, un señorío y un amor por la joyería increíbles. El otro taller lo integran personas sin aprendizaje formal, pero que saben del oficio por mano de otros plateros. Si bien no son precisos, cuentan con la capacidad de hacer piezas bestiales y encarar los proyectos más desafiantes. Con el tercer taller trabajo la aguamarina. Todos los días de mi vida voy a los talleres porque trabajar con originales desde la concepción es como ir componiendo un poema entre mucha gente: cada uno aporta a la creación.

Y tus clientes, ¿cómo son?

El elemento vinculante entre las personas que usan mis joyas es la individualidad, la singularidad. Puedo asegurrar que hay de todas las edades y orígenes.

¿Tenés competencia?

Para mí, no hay competencia. No lo digo desde un lugar de arrogancia sino que lo mío es muy singular; para algunas personas puede ser hasta inusable. Y mejor que sea así porque no lo concibo como algo para todos. Estaría cometiendo un error si a todo el mundo le gustara Aracano.


OFICIOS: JOYERO I 51 ¿Qué es lo más desafiante de tu trabajo?

No usaría la palabra “desafío” porque presupone esfuerzo o lucha. Aunque ganara 20 palos verdes, seguiría haciendo exactamente lo mismo en todo su alcance, de principio a fin, hasta el último día de mi vida.

¿Tenés una pieza favorita?

Van mutando con el paso del tiempo. Ahora estoy muerto de amor por unas piezas que pertenecen a una nueva línea marítima. Hay un colgante –una interpretación de una vertebra de tiburón– que me vuela la peluca. Aun así, la que llevo en el corazón es la flecha, mi emblema y sello; la hago hace mucho porque es la que más sencillamente define de qué trata Aracano.

¿Cuál creés que es la importancia de usar joyas? No hay tribu humana que no use joyas. Los adornos sirven para mostrar, desde un punto de vista más formal, el status religioso, militar y político tanto en las culturas más primitivas como en las más avanzadas. Desde el corte de pelo, hasta la barba, pasando por los anteojos y zapatos, los objetos y adornos son un modo de decir quién es uno y qué quiere comunicar. Todo es accesorio. Las joyas dicen mil cosas sin hablar y, como el ser humano es gregario y busca relacionarse con gente, muchas veces con los accesorios logramos comunicarnos: podemos elegir que nos entiendan todos o unos pocos.


52 I PATADAS DE CHANCHO

¡QUÉ BARDO! E L S P

ara este número memorioso, les preguntamos a nuestros seguidores de Facebook: “¿Cuál es el objeto más emblemático de los 90?”. Acá, sus geniales respuestas: 1) Yuppies; 2) Champagne; 3) Australes; 4) Súper-modelos; 5) El suicidio; 6) Menem; 7) Denim; 8) CDs; 9) Laser disc; 10) Terminator; 11) Toppers; 12) Nirvana; 13) Magiclick; 14) Desfiles de Giordano; 15) Comecordones; 16) Spice Girls; 17) MTV; 18) Disney; 19) El jarrón de Coppola; 20) Plástico; 21) “Qué tendrá el petiso”; 22) La Ferrari de Menem; 23) Las hombreras; 24) El Startac; 25) El mundial de Italia.

l magnífico autor David Foster Wallace escribió en La broma infinita, de 1996: “Hijo, tienes diez años y esta es una noticia difícil de tragar para alguien de diez, incluso aunque tengas casi once y seas un posible freak pituitario. Hijo, tú eres un cuerpo. Ese pequeño cerebro científico y prodigioso del que ella está tan orgullosa y del que no deja de gorjear: Hijo, no son más que espasmos neuronales, esas ideas en tu cabeza no son más que el sonido de tu cabecita acelerada y la cabeza no es más que cuerpo, Jim. Métetelo en la sesera. La cabeza es cuerpo. Jim, ven a mis brazos para recibir esta mala noticia a los diez años: tú eres una máquina un cuerpo un objeto, Jim, no más que este rutilante Montclair, o este rollo de manguera o aquel rastrillo para la grava del patio delantero o Dios santo esa horrible araña está haciendo flexiones en su telaraña allí sobre el rastrillo, ¿la ves? ¿La ves? Latrodectus mactans, Jim. Una viuda. Coge esta raqueta y muévete con gracia y ganas hasta allí y mata esa viuda por mí, señorito Jim”.

ou Pearlman, también conocido como “el toro”, era un millonario de Orlando con un peculiar sueño: formar una súper boy band. En 1992, logró convocar un formidable quinteto a través de un anuncio en los diarios locales. Ellos eran Howie, A.J., Nick –que tenía 13 años–, Kevin y Brian, quienes, al poco tiempo, se convirtieron en los Backstreet Boys. Cuenta la historia que fueron sometidos a rigurosos entrenamientos de canto y baile hasta que su mecenas les dio el visto bueno para lanzar su primer disco en 1995. El álbum debut llegó a vender 14 millones de copias sólo en Estados Unidos. Dos años más tarde, demandaron a su creador alegando que no merecía obtener parte de los ingresos. Durante su exitosísima carrera, los ídolos sufrieron muchos altibajos: desde tours mundiales, hasta rehabilitaciones, pasando por más demandas y cirugías cardiovasculares. Hoy por hoy, apenas llenan un Luna Park.

in lugar a dudas, las gargantillas fueron el accesorio más popular en los 90. Este ítem que parecía enterrado ha retornado victorioso al mundo del bijoux como en tantos otros momentos históricos. Fue vista por primera vez en plena Revolución Francesa porque las mujeres honraban a los guillotinados usando una cinta roja alrededor del cuello. En 1860, este accesorio se convirtió en la marca personal de las prostitutas europeas, aunque para 1870 ya era tendencia entre todas las damiselas –como comprueban las pinturas de Edgar Degas–. A fines de 1800, las gargantillas de lujo fueron furor en los círculos aristocráticos gracias a Alejandra de Dinamarca, quien adoptó esta moda de sus múltiples viajes a la India para tapar una cicatriz en su cuello. Vale remarcar que la reina consorte fue tan influyente en la moda de la época, que hasta popularizó el caminar cojo, ¡producto de una enfermedad que le dejó la pierna rígida!


DICEN LOS QUE SABEN QUE GANAREMOS CUANDO APRENDAMOS A PERDER. DICEN LOS QUE SABEN QUE LA COTORRA ES MÁS LINDA QUE EL LORO. DICEN LOS QUE SABEN QUE LOS POWER RANGERS ESTUVIERON PROHIBIDOS EN NUEVA ZELANDA HASTA 2011. DICEN LOS QUE SABEN QUE LA ONDA ES LITERAL. DICEN LOS QUE SABEN QUE BORRÓN Y CUENTA NUEVA. DICEN LOS QUE SABEN QUE HAY QUE RECICLAR LA ROPA DE LOS 90. DICEN LOS QUE SABEN QUE SE FICHA DE ABAJO PARA ARRIBA. DICEN LOS QUE SABEN QUE CHAYANNE SE LLAMA, EN REALIDAD, ELMER FIGUEROA ARCE. DICEN LOS QUE SABEN QUE EN LOS 90 SE COMÍAN GOLOSINAS QUE TE EXPLOTABAN EN LA BOCA, COMO EL PUAJ O EL CRAZY DIPS. DICEN LOS QUE SABEN QUE AMOR VERANIEGO, AMOR PASAJERO. DICEN LOS QUE SABEN QUE LOS PENALES LOS ERRAN QUIENES LOS PATEAN. DICEN LOS QUE SABEN QUE TAMAGOTCHI SIGNIFICA “HUEVO” Y “AMIGO” EN JAPONÉS. DICEN LOS QUE SABEN QUE LA CLASE MEDIA SE DEPRIME. DICEN LOS QUE SABEN QUE EL WIFI MATÓ A LA TELEVISIÓN.

MANTÉNGANSE ATENTOS A LO QUE DICEN LOS QUE SABEN.


54 I STILL LIFE

¡ESCANEÁ LA PÁGINA Y RECORDÁ LA PELÍCULA!

Winona Ryder en Reality Bites (1994)


55 I TOP CINCO RESIDENTE

1 CHIN CHIN POR EL AGUA

2 COMO NUEVA

3 PLATE EN BELLAS ARTES

Stella Artois unió fuerzas con Matt Damon, co-fundador de Water.org, para luchar contra la escasez de agua que afecta a 663 millones de personas en el mundo. La campaña Buy a Lady a Drink recaudará fondos con la venta de tres copas de edición limitada.

Eximia presentó las cremas Blue Shapire, una fórmula mágica que ayuda a reactivar las células de la piel, y Pure White, que hidrata, proteje y purifica. Esta increíble combineta iluminará vuestros rostros.

Hasta el 27 de marzo podrán pasearse por la exposición Buenos Aires-ParísBuenos Aires, que recorre la producción del artista Roberto Plate, quien se exilió en el país normando tras la clausura de su muestra Baños públicos en 1968.

4 CINE CITADINO

5 ARDE LA CASA BLANCA

Para repensar, homenajear y criticar la gran urbe que nos contiene, el Centro Cultural Matienzo presenta la peli Urbanized, de Gary Hustwit, como parte de su ciclo Bicinéfilo. Además, llevarán dos oradores del palo de la arquitectura y la sociología para debatir el tema.

A partir del 4 de marzo, Frank Underwood vuelve a tomar el poder de nuestras pantallas (y cerebros). La esperadísima cuarta temporada de House of Cards promete más escándalos, tramoyas políticas y amoríos turbulentos.


56 I #GALERAMOVIL

#GaleraMovil @galeragalera En pleno auge estival, pilotamos una Mercedes-Benz Vito a lo largo y a lo ancho de Punta del Este. Desde esa caravana interactiva conectamos personas, lugares y momentos a través de una agenda plagada de contenidos eclécticos que sorprendieron incluso a los habitués. Además, convocamos a nuestros mejores cómplices en el rubro de la comunicación y la movilidad –Mercedes­Benz, Personal, Buquebus, Hush Puppies y Muvin– para unir fuerzas y desplegar, bajo el hashtag #GaleraMovil, una campaña digital e interactiva nunca antes vista: ofrecimos conectividad, difundimos experiencias, repartimos revistas de Galaxia Galera, amplificamos buenas noticias, comunicamos programas imperdibles y transmitimos datos saludables generados por nosotros, pero también por nuestros seguidores. A continuación, un feed de nuestro periplo en el suelo oriental: 5.244 kilómetros de ruta recorridos, 69 exquisitos restaurants visitados, 72.245 likes cosechados y 538 fotos increíbles sacadas.

@conidietrich

@mariacher


@dromomano

@ivan_depineda

@corona_argentina @manigatto

@anita_alvarezdetoledo

@b.lombardo

@wallydiamante

@cochitolopez


58 I #GALERAMOVIL @facundogarayalde


@martinchurba

@camitalpone

@morapr

@esteartefair

@fedemarismo

@mercedesbenzarg

@solrapsodia

@valenfabre


60 I #GALERAMOVIL

@cuisineetvins

@manuelsoneira


@lulilicious


62 I EL CUADRO

Campa単a tributo a Frida Kahlo, de Jean-Paul Gaultier (1998)


MERCI BEAUCOUP: ROMINA YAN I 63

ยกGRACIAS, ROMINA!


64 I TOP CINCO VISITANTE

UNA PRENDA DE LOS 90 En esa época empezaron los vestidos que marcaban la figura, eran al cuerpo y tenían mucho modelado. En mi caso, usé la línea mucho más marcada tanto en vestidos como en todos los tailleurs.

Gino Bogani Sáquenle punta a sus lápices para anotar las recomendaciones de este genio del diseño que, desde tempranísima edad, sorprendió con prendas fabulosas: desde vestidos de novia con poliuretano, hasta impecables trajes para los bailarines del Teatro Colón.

UN VICIO Si bien soy muy vicioso, tengo una particular fascinación por la buena comida (simple, pero buena). Cuando algo me gusta, no tengo fondo: puedo comerme cuatro platos de ñoquis o cinco milanesas con puré sin problema.


UN BAILARÍN Me quedo con Nuréyev por su gran personalidad física, su carácter y, sobre todo, su gran técnica para el ballet. Lo conocí en el Alvear, adonde yo tenía una boutique. Cuando se hospedaba en el hotel, lo llevábamos con mi papá al teatro a ensayar. Todavía guardo sus retratos autografiados.

UNA SERIE

UN GÉNERO INCREÍBLE

Me gusta mucho Mad Men y su estética, aunque tiene unos cuantos errores de vestuario. Por ejemplo, cuando aparecen algunas prendas que en realidad no se usaban en la época. También me encanta la trama que, en pocas palabras, trata sobre lo implacable que es el ser humano cuando quiere poder.

Me gustan todos los que sean de calidad. Sin embargo, en los últimos años la técnica industrial avanzó tanto en tejidos, que una mezcla artificial puede tener la misma textura del cashmere. Hay mucho lugar para la experimentación. Me hace pensar en un vestido mío que modeló Dolores Barreiro. Era de encaje fusionado con poliuretano y fue un éxito.


66 I DECÍ WHISKY

Chino Moro Fisgoneamos innumerables álbumes fotográficos en busca de las mejores placas noventosas y dimos con una impoluta colección de recuerdos. Hoy radicado en México, este esencia de la década entre médanos y parajes de Punta del Este.

CATALINA RAUTEMBERG Y ROXANA ZARECKI.

fotógrafo argentino capturó la



68 I DECÍ WHISKY

JAVIER LÚQUEZ Y SEBASTIÁN ORTEGA.

FLOR RAGGI Y LA TOTA MÁRQUEZ.

DIVERTIDÍSIMO EQUIPETE AGITANDO EN LA MOROCHA.


JUAN RICCI.


CHIWI DEL CORRAL, GINETTE REYNAL, MARÍA VÁZQUEZ Y CHINO MORO JUNTO A TRES JÓVENES CUYOS NOMBRES AÚN NO PESCAMOS (¿ALGUIEN LOS RECONOCE?).

JUAN PONS Y MACA AZUMENDI.

JAVIER LÚQUEZ, GINETTE REYNAL Y MADELAINE REYNAL.

70 I DECÍ WHISKY



72 I EL MANIFIESTO

Qué mejor forma de culminar este número costurero que con “Los tres vestidos”, prólogo del brillante ensayo El sistema de la moda, de Roland Barthes. El moderno y sabiondo semiólogo francés presentó este texto en 1967 –13 años antes de su muerte, causada por una furgoneta que se lo llevó puesto frente a la Sorbona–, aunque fue reeditada y elogiada recién en 1994.


EL MANIFIESTO I 73

Vestido-imagen y vestido escrito

Abro una revista de Moda: veo que trata de dos vestidos distintos. El primero es el que me presentan fotografiado o dibujado, es un vestido-imagen. El segundo es el mismo vestido, pero descrito, transformado en lenguaje; ese vestido, fotografiado a la derecha, pasa a ser a la izquierda: “cinturón de piel por encima del talle, con una rosa prendida, sobre un vestido suave de shetland”; este vestido es un vestido escrito. Los dos vestidos remiten, en principio, a la misma realidad (aquel vestido que llevó aquel día una mujer), y sin embargo no tienen la misma estructura, porque no están hechos con los mismos materiales, y, en consecuencia, esos materiales no tienen las mismas relaciones entre ellos: en uno, los materiales son formas, líneas, superficie, colores, y la relación es espacial; en el otro, son palabras, y la relación es, sino lógica, por lo menos sintáctica; la primera estructura es plástica, la segunda es verbal. ¿Quiere esto decir que cada una de esas estructuras se confunde por completo con el sistema general de la que ha surgido, el vestido-imagen con la fotografía y el vestido escrito con el lenguaje? En absoluto: la fotografía de moda no es una fotografía cualquiera, tiene muy poca relación con la fotografía de prensa o la fotografía de aficionado, por ejemplo; comporta unidades y reglas específicas; en el interior de la comunicación fotográfica, forma un lenguaje particular, que sin duda alguna

posee su léxico y su sintaxis, sus “giros”, prohibidos o recomendados. Asimismo, la estructura del vestido escrito no puede confundirse con la estructura de la frase; ya que si el vestido coincidiera con el discurso, bastaría con cambiar un término de este discurso para cambiar al mismo tiempo la identidad del vestido escrito; evidentemente, este no es el caso; la revista puede escribir indiferentemente: en verano vista tusor, o el tusor es idóneo en verano, sin cambiar nada esencial de la información que transmite a sus lectoras.

El vestido real

Al menos podría pensarse que; esos dos vestidos encuentran una identidad al nivel del vestido real que han de representar, que el vestido desculo y el vestido fotografiado son idénticos a través de ese vestido real al que ambos remiten. Equivalentes, eso sí, pero no idénticos; ya que así como entre el vestido imagen y el vestido escrito hay una diferencia de materiales y de relaciones, y consecuentemente una diferencia de estructura, de la misma manera, de esos dos vestidos al vestido real, hay el paso a otros materiales y a otras relaciones. El vestido real constituye pues una tercera estructura, distinta de las dos primeras, aunque les sirva de modelo, o más exactamente, aunque el modelo que guía la información transmitida por los dos primeros vestidos pertenecen a esa tercera estructura. Hemos visto que las unidades del vestido-imagen están situadas al nivel

de las formas y las del vestido escrito al de las palabras; en cuanto a las unidades del vestido real, no pueden estar al nivel de la lengua ya que, como sabemos, la lengua no es un calco de lo real; tampoco podemos situarlas, y en ese caso la tentación es grande, al nivel de las formas, ya que «ver» un vestido real, incluso en condiciones privilegiadas de presentación, no puede agotar su realidad y menos aún su estructura: no vemos más que una parte, un uso personal y circunstancial, un aspecto particular; para analizar el vestido real en términos sistemáticos, es decir lo bastante formales para que puedan dar cuenta de todos los vestidos análogos, sin duda alguna habría que remontarse hasta los actos que regularon su fabricación. Dicho de otro modo, ante la estructura plástica del vestido-imagen y ante la estructura verbal del vestido escrito, la estructura del vestido real sólo puede ser tecnológica; las unidades de esa estructura no pueden ser más que las trazas diversas de los actos de fabricación, sus fines cumplidos, materializados: una costura, es lo que ha sido cosido, un corte, lo que ha sido cortado tenemos pues una estructura que se constituye al nivel de la materia y de sus transformaciones, no de sus representaciones o de sus significaciones; la etnología podría suministrar en ese caso modelos estructurales relativamente simples.


74 I GRANDES VESTIMENTAS



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