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LA CANDIDATA ES CLAUDIA SHEINBAUM

El día 19 de septiembre de 2017. Con el sismo de 7.1 grados que sacudió al país, se desplomó el Colegio Rébsamen, ubicado en la alcaldía Tlalpan de la Ciudad de México. Murieron 26 personas, 19 eran niños. Fue una tragedia que evidenció fallas en la construcción, así como corruptelas y omisiones con conocimiento de las autoridades. La jefa delegacional de Tlalpan en ese momento era Claudia Sheinbaum. Y estuvo ahí, en el colegio, mientras la Secretaría de Marina encabezaba los rescates. Más de cinco años después de la tragedia, la jefa de Gobierno ofreció una disculpa pública. La propaganda oficial presentó la disculpa para potenciar la imagen de Claudia Sheinbaum de cara a sus aspiraciones presidenciales: que si cercana a la gente, que si empática, que si histórica. En su discurso, Claudia dijo que ofrecía la disculpa por convicción. Mintió. Dijo que era una la jefa de Gobierno no quería ofrecer la disculpa: Primero se escudó en que supuestamente “el protocolo” dictaba que Martí Batres, como secretario de Gobierno, ofreciera la disculpa pública en nombre del Gobierno de la Ciudad. Después se excusó en que su consejero jurídico le aconsejaba no ser ella la que ofreciera la disculpa. Al final, sacó el viejo recurso de que debía cuidar la investidura que la Jefatura de Gobierno representa.

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¿Se acuerdan cuando calificó de “incidente” la muerte de 26 personas al colapsar la Línea 12 del Metro? Cualquier persona con un mínimo de empatía sabría que para quienes la pérdida es irreparable, el protocolo, las instituciones y la investidura no son argumentos válidos. Después de que los papás la arrinconaron y le exigieron en esa reunión que fuera ella la de la disculpa, Claudia dio su brazo a torcer. Sheinbaum quiso hacer de su disculpa pública otro acto de campaña.

Los audiostadosche muestran el uso que quiso hacer de la tragedia: su disculpa no significó nada. Hace más de 70 años Frida Khalo lo explicó: “Si tengo que pedírtelo, ya no lo quiero”.

El detonador de las bombas de tiempo Quien llegue a la Presidencia en 2024 lo hará en condiciones muy distintas a López Obrador. Es esperable que no gane la elección con esos márgenes, ni tenga esas mayorías parlamentarias, que no llegue con ese capital político, que no tenga esa conexión social, ese teflón que tanto le envidian políticos de uno y otro lados. Quien llegue va a tener que trabajar con los huesos que dejó la borrachera del banquete del obradorato: secretarías de Estado completamente desdibujadas, un servicio civil de carrera desmantelado y rellenado con incompetentes, con récords históricos de violencia, de feminicidios, de asesinatos a periodistas, con una Policía debilitada, una Guardia Nacional rebasada, un Ejército empoderado. Un sistema de salud destruido con niveles históricos de desabasto de medicamentos. Con instituciones minadas, contrapesos absurdamente dinamitados, un modelo de recaudación insuficiente, una población que envejece con un sistema de pensiones insostenible y un retroceso en el desarrollo energético equivalente a décadas.

Son las bombas de tiempo que heredará López Obrador a quien lo suceda en el poder. ¿A quién le van a estallar esas bombas? Hay dos escenarios lógicos: El primero -hoy por hoy, según las encuestas, el más pro- bable, es que López Obrador le entregue la estafeta a alguien de su propio movimiento. Le va a dejar las bombas con un contador encendido. Y como herramienta para desactivarlas, tendrá un partido sin procesos, reglas ni procedimientos que lo sostengan. Porque todo el entramado político-partidista del sexenio está basado en la figura de AMLO. Es absolutamente unipersonal. Morena no ha sido capaz de crear un pegamento político para todas sus facciones. Lo único que los une es AMLO, y que AMLO tiene poder para repartir. No se ve que nadie más tenga la capacidad de unir y de operar.

El segundo escenario, que hoy se antoja más remoto, es que gane la oposición la elección presidencial del 2024. Va a toparse con esas bombas de tiempo activadas por López Obrador. Si estallan, será discursivamente sencillo cargarle la responsabilidad al que las puso. Pero éste no se va a quedar quietecito en su rancho. ¿No se imaginan a un AMLO aprovechando para arrancar una marcha de Tabasco a la Ciudad de México, recolectando firmas para pedir la revocación de mandato (una mina política que él mismo sembró en la Constitución) ante la crisis nacional? ¿No se imaginan a un AMLO impulsando la caída del Gobierno acusándolo de la desgracia del presente?

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