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Y LOS POLITICO CALLEN

El país se cimbra por la tragedia nacional del accidente de la línea 12 del metro en la Ciudad de México, y nos recuerda las diversas urgencias que tenemos en materia de infraestructura y de reformas estructurales que aminoren los riesgos para la población y doten de mejores condiciones de desarrollo para todos. Pero la clase política, ni tarde, ni perezosa, hizo suya la tragedia con el único fin de sacar raja. Por si fuera poco, la tragedia del accidente llega en el clímax de una campaña electoral que se ha caracterizado por ser más negra que una noche sin luna en cuanto a propuestas trascendentales, por lo que queda como anillo al dedo para reactivar los ataques sin razón o propuesta de fondo, mucho menos representó la oportunidad de escuchar a un pueblo que ha sido lastimado históricamente.

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Los procesos electorales se han recortado, se han limitado en cuanto a publicidad y delimitado en topes de gastos; sin embargo, y a pesar de las restricciones el proceso sigue siendo muy engorroso y asfixiante para la ciudadanía por la gran cantidad de información vacía que se genera. Estamos tan estancados que parece ser que las mismas propuestas, actitudes, estrategias y mañas son los límites de los cuales ningún candidato se atreve a romper. Los políticos recorren cientos de kilómetros, abarrotan las plazas, regalan recuerdos y hasta se dan el tiempo de bailar con el pueblo, pero jamás para establecer un verdadero diálogo que nos permita encuadrar al país en un rumbo de progreso y desarrollo que tantos necesitamos. Es tiempo de que el mismo pueblo reaccione y no se estandarice en los procesos electorales, al contrario, se requiere romper el molde y exigir hablar de frente con cada candidato para exponer las ideas y no para hacer solicitudes que se irán al basurero o que quedarán como meras anécdotas.

Un diálogo nacional es necesario para reconstruir moralmente a nuestra nación. Pedir perdón por los errores del pasado sin que signifique impunidad, construir acuerdos y establecer un futuro común en el que quepamos todos deben ser la prioridad nacional. El pasar este proceso electoral con debates sosos solo es premiar las capacidades histriónicas de los candidatos, por lo contrario, requerimos un diálogo nacional en el que se esta blezcan acuerdos para cimentar las bases del México que queremos heredar a las futuras genera nes, pero seguimos igual les vamos a dejar un país hecho añicos muy difícil de le vantar. ¡Es tiempo de hacer algo extraordinario porque el país ya no aguanta más desgracias! Y la propuesta es sencilla: Que el pueblo hable y que los políticos callen.

Ser niño en tiempos de pandemia. Los recientes festejos del Día del Niño nos dejan una profunda reflexión sobre lo que significa ser niño en tiempos de pandemia. Se supone que la mencionada etapa es la era más feliz de la estancia de una persona en la vida, es una época que se recuerda con gran agrado y que marca significativamente la madurez y vejez de un individuo.

Sin embargo, a pesar de que la pandemia no ha sido tan agresiva en materia de salud con los infantes, pero sí les ha pegado en el área emocional, que puede dejar más efectos que un daño físico. El hecho de estar confinados en el hogar tiene a nuestros hijos más expuestos a los problemas del núcleo familiar, porque la escuela representaba una especie de fuga a la realidad para quienes, lamentablemente, sufren esos problemas. Es decir, la realidad de ver fallecer a familiares, amigos y vecinos; sufrir los estragos económicos por la contracción de la economía; ser partícipes de los sacrificios para adquirir los insumos médicos en caso de contagio y una serie de efectos directos al sentido emocional hacen una verdadera bomba que al tiempo nos puede estallar justo al centro de la sociedad.

Aunado al confinamiento, tenemos que observar que se están perdiendo los espacios de socialización directa por el distanciamiento social, que en definitiva agravarán los efectos emocionales que se manifestarán con mayor fuerza en las próximas generaciones. Tal pareciera que la complejidad del tema no tiene salidas, pero si aplicamos la creatividad e innovación podremos aspirar a reducir significativamente los efectos. Precisamente, en el uso de la tecnología tenemos a un gran aliado en los procesos de socialización de los niños, solo es cuestión de supervisar adecuadamente su uso y hacer algunos cambios en las plataformas para construir espacios sanos de socialización. Se sabe que lo anterior no es lo ideal, pero tampoco podemos negarnos a esa posibilidad.

Entonces, ser niño en tiempos de pandemia significa un foco rojo que debemos de atender los adultos, para garantizar un mejor futuro para la sociedad en general. De nosotros depende que esta pandemia forje el carácter de una nueva generación que sea capaz de anotar en la historia que sobrevivió a una pandemia de forma exitosa. ¡Manos a la obra, por el bien de nuestro futuro!

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