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WALL STREET CORP
Enoctubre de 1918, William Saunders, presidente de Ingersoll-Rand Corp., director de American International Corp. y vicepresidente del Federal Reserve Bank of New York, le dirigía una carta al presidente Wilson en estos términos: “Estimado Sr Presidente; tengo una gran admiración por la forma en que se ha estructurado y opera el gobierno soviético, y la considero la mejor y la más apropiada ruta para lograr la prosperidad del pueblo ruso”. Wilson, convencido de tal afirmación, ya había enviado a México sus agentes para tomar control de nuestro país a través del funesto embajador de igual nombre, Lane Wilson. Ya en 1911, Robert Minot, publicaba una caricatura en el St. Louis Post-Dispatch que levantara gran controversia. Dibujaba un barbado y brillante Karl Marx parado en medio de Wall Street con su obra bajo el brazo, siendo felicitado por luminarias financieras como JP Morgan, su socio, George W Perkins, un esquelético John D Rockefeller, John D Ryan del National City Bank, Teddy Roosevelt con sus inconfundibles dientes. La calle decorada con banderas rojas. La escena de un grupo expresando su admiración por Marx y su gran popularidad en esa guarida de capitalistas que representaba ese distrito financiero.
Y Robert Minot no daba palos de ciego, él estaba de pie sobre un suelo muy firme describiendo una entusiasta alianza entre Wall Street y el socialismo marxista. En su caricatura Marx simbo- lizaba las revoluciones futuras de Lenin, Trotsky, y los zares del “capitalismo”, Morgan y Rockefeller, la historia de una sociedad que ya se desarrollaba, pero permanecía oculta. Sin embargo, las contradicciones expuestas en la caricatura de inmediato serian barridas bajo la alfombra de la historia porque era algo que no se conciliaba con el espectro conceptual de la política, tanto de la izquierda como la de la derecha. Porque los bolcheviques debían estar siempre a la izquierda de ese espectro político, así como los financieros de Wall Street siempre deberían estar a su derecha. Entonces, automáticamente se debía razonar que los dos grupos no tenían nada en común y una alianza entre ellos era imposible. Así, los hechos de este conceptual arreglo de inmediato eran rechazados describiéndolo como algo ridículo, lo que de rápidamente se calificaba como una conspiración. Sin embargo, era muy claro que los dos extremos del espectro convencional eran igualmente colectivistas. El socialismo nacional (fascismo) y la internacional socialista (comunismo), ambos luchaban para establecer sistemas políticoeconómicos basados en el poder del estado y la coerción del individuo. Ambos requerían el monopolio y control totalitario de la sociedad. Y aún que el monopolio controlador de los negocios había sido siempre el objetivo de Morgan y Rockefeller, para el siglo 19 Wall Street había entendido que el camino más eficiente y rápido para lograr ese mo- nopolio, sin estorbos que lo cuestionaran, era a través de la política logrando que la sociedad trabajara para esos monopolistas—siempre bajo la bandera del bien común de la sociedad. Esta estrategia sería detallada en 1906 por Frederic Howe su magna obra; “Confesiones de un Monopolista”. Pero, como siempre sucede, nadie le hizo caso. Como consecuencia, la barrera para un entendimiento de la historia reciente es la noción de que todos los capitalistas son feroces enemigos del marxismo y socialismo. Esta errónea idea originada con Marx sería muy efectiva para su propósito ya compartido. Ha existido una continua alianza, aunque oculta, entre capitalistas internacionales de la política y revolucionarios internacionales del socialismo—porque ambos se benefician. Y esta alianza ha navegado sin detección porque historiadores, con pocas excepciones, siempre han tenido gran admiración inconsciente del marxismo y se han cerrado ante la posibilidad de la existencia de esa sociedad.
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“El capitalismo democrático no se conjuga con el socialismo. El socialismo es veneno que destruye nuestra democracia. Capitalismo democrático significa oportunidades para todos. El socialismo las destruye. Bolcheviquismo es la semilla del socialismo y tenemos infinidad de informes para comprobar lo que sucede. La mayoría de los profesores de universidades están enseñando socialismo. El presidente Eliot de Har- vard está enseñando bolcheviquismo. Los peores bolcheviques de EU no son solo los profesores universitarios; son los capitalistas.
William Boyce Thomson enseña bolcheviquismo y ya ha convertido a Lamont de JP Morgan. Vanderlip es bolchevique y también Charles R Crane. Henry Ford es otro y también los cientos de miembros en el gobierno de Wilson sembrando ideas que están cavando la tumba del país. Y este será el infierno que les dejaremos a las generaciones futuras”.
Antes del triunfo de la revolución marxista de Rusia, Leon Trotsky abandonaba EU donde vivía. Ahí en 1917 publicaría un espeluznante artículo en el NY Times previniendo a los americanos:
“Ustedes tendrán otra terrible revolución. Y el curso que tome dependerá de lo que el Sr Rockefeller le ordene hacer al Sr Hague. El Sr Rockefeller es el símbolo de la clase reinante de EU y el Sr Hague es la representación de sus herramientas políticas”. Después, enviaba su grupo de Trotskistas a México con el poder para participar en la elaboración de la Constitución de 1917. Así, México se distinguiría como el primer gobierno mundial en adoptar una constitución estilo soviética y, como siempre, esa parte de la historia la barreríamos bajo la alfombra.
• Ricardo Valenzuela chero@refugioliberal.net chero.itesm@live.com chero@reflexioneslibertarias.com
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