Por 1ra vez en
Guatiní IRMA VEROLIN REINALDO BUSTILLO ISRAEL RODRIGUEZ PEREZ IRELA CASAÑAS
LIBROS Y AUTORES
Sonia Escolano Pág. 35 …
POESíA CUENTOS RELATOSA RTICULOS ENTREVISTA
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REVISTA GUATINí Fundada en Abril de 2007 La Revista Guatiní, ahora con salida mensual es un vehículo de promoción cultural y literaria. Todo el material aquí publicado puede ser copiado sin cambio alguno, mencionando autor y fuente y siempre con intenciones educativas, nunca para menoscabar la razón de la existencia ni la labor literaria de sus colaboradores. Guatiní de manera virtual da a conocer a escritores, hombres y mujeres éditos e inéditos, que publican en la Red de la Internet. Y como algo importante, da a conocer a cubanos y cubanas que residen dentro o fuera de la Isla porque entiende que somos una sola raíz, un solo sueño, una sola Literatura. Es una Revista sin ánimo de lucro, es decir, que la plataforma básica de su contenido nunca se rendirá a los intereses de nadie, solamente al respeto de lo publicado y a sus autores. Busca el nido de Guatiní también en Facebook. www.facebook.com/RevistaGuatini.
Revista literaria Guatiní Nro. 158 AÑO VIII Fundada el 19 de Abril de 2007 Fundador Editor General Enesto R. del Valle Colaboradores Permanentes: Aurelia Castillo/ R. Dominicana Odalys Leyva/ Cuba Lorenzo Suarez Crespo/ Cuba Gladys Taboro. Argentina Margarita Bokuso Mina. / España Lucio Estévez. Cuba Portada: Homenaje al día de los Padres. Diseño de portada Ernesto R. del Valle Logo: Suanmy Mercedes/ Larisa. Rep. Dominicana Todo material publicado en esta Revista puede ser difundido siempre que se mencione la fuente y el autor y no se tome para ofender o defender intereses particulares. Revista editada sin ánimo de Lucro en soporte virtual. ISSUU http:www.issuu.com/revistaguatini
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MANUEL NAVARRO LUNA1 Cuba
el general antonio Si habláis de la vergüenza… Si queréis señalar las altas cumbres del decoro… Entre llamas y túmulos y banderas ennegrecidas… Tenéis que dar la excelsitud de un grito ¡El General Antonio! Para que escuche el monte y la piedra y la nube y los oídos claros, y los oídos oscuros y sordos… ¡El General Antonio! Con Mariana y con Marcos, el capitán Rondón tuvo armas y dinero, y caballos y todo. Se alzaban las primeras amapolas sangrientas de la guerra entre los rudos filos del resplandor heroico. Y el Capitán Rondón dijo después a Marcos: ¿Y cuál de los muchachos me vais a dar ahora? Guardó silencio el padre, un silencio de padre, fuerte y doloroso… Pero tres de los hijos respondieron por Marcos: ¡José! ¡Justo! ¡Antonio! El último, más fuerte y más pronto, el último, más fuerte que los otros. Si habláis de la Patria, del dolor y el denuedo de la marcha con hambre y del camino áspero y torvo de la gloria en la herida y de la gloria en la sangre.
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Manuel Navarro Luna, poeta y periodista cubano. Matanzas 1894. Habana 1966.
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del largo y cruento batallar sin reposo, de en mil batallas veintisiete heridas cual veintisiete surcos. ¡Tenéis que hablar del General Antonio! Con dos balas se acaba la guerra —dijo Cánovas. Tal vez con una para el soldado epónimo, pero aun no la tenían los fusiles de España. Y el Pacto de Zanjón, no fue paz, sino tregua y encono. La bandera, sudario, que alguien dijo — bordada en Camagüey por manos de mujeres— la izó en Mantua el machete del General Antonio. ¡Esto va bien! —exclama—, cuando se siente herido en Punta Brava. Es la muerte, él lo sabe, y sonríe victorioso. Ya ni la muerte misma podrá vencerlo! Nada podrá vencer al General Antonio! Si habláis de la vergüenza. Si queréis señalar las altas cumbre del decoro. Buscad allá en la cumbre del Hombre. Entre raíz de trueno y palpitar de troncos. La presencia profunda que nos manda y nos cerca… ¡El General Antonio!
Y el Pacto de Zanjón, no fue paz, sino tregua y encono…
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©EDITH L. MICHELOTTI Argentina
el dolor invisible de la ancianidad Los años no vienen solos, repiten los adultos mayores en franca alusión a diferentes dolencias que los alteran desfavorablemente. Disminución de la vista y el oído, lentitud al andar, aumento de visitas al dentista, dolores reumáticos, agotamientos, reiterados olvidos. Cambios del régimen alimenticio, menos sal y menos azúcar. No más chocolates, tortas, o lechoncito a la parrilla. Pérdida de lozanía en la piel, arrugas, canas y celulitis. Novedosa sexualidad que motiva bromas y “cargadas” entre pares. Cambios. Constantes y permanentes cambios que obligan a una adaptación imparable. Y surgen casi sin darse cuenta, los rezongos lógicos, porque cada día suele aparecer algo nuevo que hay que incorporar y sobrellevar sin opciones. “La vejez no es para cobardes” escuché decir a un opinólogo radial de gran trayectoria. Me sumo. No es para cobardes si lo que pretendemos brindarle a esta etapa, tan particular como todas, es la mejor calidad de vida posible con el aprovechamiento de las experiencias incorporadas, para beneficio propio y también para el de aquellos que nos rodean. Lo cierto es, que algunos tempranamente y otros en edad más avanzada, ninguno está exento de estas transformaciones, lo cual no quiere decir que esté enfermo, solo posee capacidades diferentes al transitar los últimos peldaños de la ascendente escalera que es la vida. De cara a esta sintética y sencilla definición de lo que llamamos tercera edad, podemos encarar un breve análisis desde el punto de vista social, individual y ya que estamos, también argentino. Como todo en la vida cotidiana del ser humano está relacionado a la clase social a la que pertenece, si se llega a la vejez con mucho dinero los riesgos podrían ser enormes. Los “herederos” si no poseen valores verdaderos como el amor, el agradecimiento o el reconocimiento, quizás deseen que el anciano alcance cuanto antes su descanso eterno. Si en cambio se ha logrado transmitirles esos valores, la etapa puede ser muy buena. El anciano la transitará en su casa, asistido correctamente y rodeado de afectos. Forjará proyectos hasta el final de sus posibilidades y un día se retirará al necesario y merecido descanso, quedando en el recuerdo de todos. Si por el contrario pertenece a la clase media, donde sus hijos se encuentran abocados a la vorágine de un trabajo intenso para sostener sus familias, para proveer a sus propios hijos de los valores necesarios para enfrentar esta difícil Argentina del siglo XXI, cuidándolos para que nadie los elimine a la salida de una confitería, de un club, o en la calle, previniéndolos contra la droga y sus consecuencias; el anciano podría llegar a ser una molestia. Un impedimento. Un trastorno. Puede haber amor, pero no hay tiempo disponible para él y su pesada carga de falencias.
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Pero el viejo está viejo, lo cual no quiere decir que hayan terminado sus necesidades, especialmente las afectivas. Y si solamente envejeció sano, tendría que continuar viviendo en su hogar, con sus recuerdos, sus olores, sus pertenencias. Acompañado quizás de alguna persona que supervise su andar inseguro, como cuando era niño y no escapaba a la atenta mirada de sus mayores. Seguramente las situaciones no son tan sencillas como las planteo, sino la sociedad no hubiera inventado recursos que en generaciones pasadas no fueron necesarios porque las condiciones eran diferentes. Y surgieron los geriátricos. Hace ya bastante tiempo. Los argentinos en general no están satisfechos con ellos, pero casi nunca hay lugares disponibles. Algunos los definen como verdaderos depósitos de ancianos, agrupados por sexo. Y observan que sus cuidadores obvian que muchos de ellos podrían brindar algunas aptitudes adquiridas en su vida, lo cual les permitiría no solo ser útiles en variadas disciplinas, sino también, hacerles sentir que estar vivo es maravilloso. Suelen compartir ancianos sanos con enfermos, sobre todo mentalmente. Algunos geriátricos más paquetes que dependen de jubilaciones más importantes, organizan un poco mejor estas cuestiones. Pero los seis millones de argentinos que cobran jubilación mínima, no pueden mirar con alegría su próximo futuro porque conocen esos geriátricos, que son tan mínimos como sus jubilaciones y en los que también repercute la ausencia del 82 % tan soñado. Además, hay abuelos que no reciben visitas de sus familiares. Los amigos no están, o permanecen encerrados en otros lugares, y, en algunos casos, nadie viene a llevarlos los fines de semana para compartir con la familia. Para rodearlos de un poco de amor, de compañía, de “comida hecha en casa”, o, aunque más no sea, para aprovecharlos y desterrar un poco la culpa que quizás pudiera haberles provocado la obligada “exclusión”. ¿Y los muy pobres? Los muy pobres no tienen elección. El anciano muere en la villa o en el rancho, rodeado de la familia que pudo lograr, sufriendo el hambre, el frío o el calor que su endeble anatomía pueda soportar, porque los geriátricos gratuitos no abundan. ¿Quién sabe a ciencia cierta cómo son los sentimientos de un anciano en cualquiera de las condiciones que enumeré? Supongo que solamente lo sabe el mismo anciano, porque nadie puede comprender el invisible dolor que lo habita porque al estar en la cima de la escalera puede comprender a todos, pero nadie lo puede comprender a él. Solo cuando otros alcancen su peldaño se les hará la luz, pero entonces ya será tarde. Y se enoja. Tiene mal humor porque tiene razón. No está bien la solución que encontró la Argentina. Es una materia pendiente que debe plantearse, estudiarse y resolverse de la mejor forma. No sé bien cuál será, pero sí creo que podríamos desarrollar la inteligencia para encontrar el sendero apropiado para todos y cada uno, porque así como están las cosas, aparte de los dueños de los geriátricos privados, considero que nadie está conforme.
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barro y fuego en las calles camagüeyanas. Por ©CARMEN LUISA HERNÁNDEZ LOREDO/ Fotos: ©OTILIO RIVERO DELGADO [Tomado de Adelante] Diario de Camagüey, Cuba Camagüey.- La céntrica y popular Plaza de los Trabajadores será sede por los próximos cinco días del festival Barro y Fuego en su VI edición. La festividad convocada por la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (ACAA) en el territorio comenzó con la inauguración de la expo Retrospectiva en función de homenajear a los ceramistas de la ACAA de Ernesto Giralt Hernández. Durante el resto de la semana se podrá disfrutar en las inmediaciones de la plaza del trabajo en vivo de los mejores artesanos camagüeyanos en asuntos tales como el decorado de vasijas mediante esmaltes y otras técnicas, elaboración de vasijas torneadas y de pequeño formato; el modelado, con la utilización de la técnica del engobe y la realización de un mural texturizado; modelado con la técnica de pintura en frío sobre cerámica; el esgrafiado y modelado para decorar vasijas.tmbién habrá competencias de habilidades todos los días a las 11:00 a.m. con temáticas como la ornamentación de vasijas a través del esgrafiado, realización de platos y porrones través. de la tornería
Muestras en la Plaza de los Trabajadores
Las manos del artista
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Poemas a Camagüey, ciudad que embruja y desconcierta al visitante y al residente, al que allí nació y al que se muda por cualquier motivo. El que se marcha de Camagüey queda marcado para toda su vida. Lugar donde las leyendas han dirigido los pasos de artistas y escritores de todo el mundo. Con estos textos deseo llevar hermosos recuerdos y una viva nostalgia a los camagüeyanos que la lean. Si eso ha sido así, he cumplido con mi objetivo. El Editor. .
PRIMERA VEZ
camagüey
©HERMINIA D. IBACETA. Cuba-EUA
Camagüey, la de Agramonte, de Cuba la legendaria, la del ganado en el monte, la de la inmensa sabana que confina el horizonte.
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La que de España conserva reliquias de tradición y en el patio colonial el típico tinajón. La que en dorada madeja mil ilusiones tejió y de amores palpitó tras las románticas rejas. La criolla, la que aroma campo y ciudad a la vez, la que Cuba a sorbos toma en la taza de café.
…y en el patio colonial el típico tinajón.
Confesión 10
©LUCIO ESTÉVEZ Cuba-EUA
La ciudad está llena de gorriones. Llenan jardines, templos, cárceles, hospitales, bibliotecas, cementerios... sin importar frío o calor, verano, otoño, invierno o primavera. Los gorriones están a cada hora en parques, playas, subterráneos, pistas de avión, salas funerarias y prefieren sobre todo hacer sus nidos, en los interiores de las casas de gobierno.
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La ciudad está llena de gorriones…
1 Camagüey, he vuelto aquí después de años de ausencia y hoy en tu muda presencia todo me habla de ti. De mi loco frenesí cuando a tu suelo llegué y de la callada fe que sintió mi corazón cuando con tierna pasión tus callejones pisé. 2 Siento en mi pecho el clamor de aquel diamante bruñido que como beso ha nacido de tu cintura al amor. Quien supo cortar la flor de apasionado querer a la pura y fiel mujer que por nombre llevó Amalia y como blanca quicalia le supo corresponder 3 Llego hasta El Cristo a besar la tumba del hijo amado que enterrado en mi costado late en cada palpitar Lo veo riente jugar y correr por tu cariño, en ramillete que ciño en tu frente con arrullos cuajado de mil capullos de una guirnalda hecha niño. 4 Y así llego hasta tus sienes en que El Lugareño piensa cómo todo en ti comienza de nuevo vestida vienes Como ya no te detienes frente al ibérico atuendo y como al Norte va huyendo cuando tocas el clarín, paloma vestida al fin, aurora que va creciendo
regreso .
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ELSA MORALES. Cuba
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suplicando clemencia He abierto los ojos a la mesura de los vértices extrayendo cristales de las pequeñas siluetas que proyectan susurros de alusiones remediables contra el litigio. Una figura, celular y acoplada, en la reflexión de una noche abierta, una voz que habla de nuevas ilusiones ante los estruendos del oriente, enloda las misteriosas plegarias por la paz. Apasionados, incitadores versos infinitos abren los raciocinios ataviados del altruismo, en minoría que no se escucha. Un hervidero de justificaciones tempranas posibilita las ráfagas y el hombre, ciego, grita de bruces suplicando piedad a sus dioses… ¡Cuando éstos se rinden a la voluntad de otros hombres!
©JOSE VALLE VALDÉZ Cuba
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©BARBARA BENITEZ OSORIO Cuba
a duras penas, un café !Ay mamá Inés¡
ANA C. BLUM. Ecuador.
la que se fue Camina en otras calles. Sucumbe en otra lengua. Lejos de su casa, escoltada por el anonimato, con la alforja vacía de país y herencia asiste al velatorio del espejismo. Entre los monumentos de la muerte ha olvidado: de qué savia está hecha su sangre, de qué oficio se yerguen sus huesos. No quiso retornar cuando pudo, es tarde para alcanzar las carabelas. Lo que dejó se lo comió el apetito de la ausencia. Volver al mismo mar es volver al desencuentro.
¡Ay Mamá Inés! Todo los negro tomamo café!
Reclama el Bola de Nieve desde una grabación en el tocadiscos, de una casa desconocida. El dueño no hace más que mirar sus paredes de madera, el muro de piedra que ha aguantado ciclones, tormentas, marejadas de un metro y medio. Él se pregunta cómo ha resistido los embates del tiempo, así como su tocadiscos, con tanta tecnología que hasta el disco compacto o los casetes se han convertido en objetos de colección para museos. Toma el café; a duras penas logra conservar caliente, de tanto pensar en las paredes de su casa desconocida. La casa se descubre como la prisión de la nostalgia.
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IRMA VEROLIN Argentina
la escalera del patio gris Relato. Vivíamos todos en una casi tenía un patio tan grande, tan pero tan grande que casi podría decirse que vivíamos en aquel patio. Era un patio de paredes altas y pisos grises con incrustaciones blancas y negras, bordeado de macetas despintadas por la lluvia y la mala voluntad. Nuestro pequeño mundo se extendía entre la puerta cancel y la cocina, entre el baño minúsculo y la escalera de portland. No éramos felices. Y la verdad es que eso no tenía demasiada importancia. Para nosotros la felicidad era un agregado que podía estar o no estar en la vida de la gente, no su esencia o su columna vertebral, ese esqueleto hecho de espuma y cenizas. Sin embargo, nuestra infelicidad no obstaculizaba el ir y venir de las ocupaciones, el ritmo de nuestra respiración ni el horario de las comidas. Por otra parte hablábamos lo justo y necesario. El sol se trasladaba por el cielo con esa pulcritud que sumaba una gota de confianza a la costumbre de dejarse llevar por lo que acontece, por la historia anterior de abuelos, bisabuelos y vecinos. Así que yo veía al sol trasladarse, lento, llameante, y ni siquiera podía imaginarme que en realidad era nuestro patio con sus paredes altas y sus grises baldosas el que se movía haciendo que, de pronto, el copete del sol absorbiera las sombras para dejarnos toda una noche a oscuras. Yo tenía catorce años. Creo que siempre he tenido catorce años. Y ellos eran viejos, desde siempre también y no existía en el mundo nadie más que ellos para mí. Además del gato de cola finita que mostraba un hastío especial hacia todo, al extremo de que parecía andar diciendo con su silencio que la vida le importaba un bledo. Yo amaba a aquel gato. Al gato y a la escalera de portland. Y soñaba con viajar por la escalera, peldaño a peldaño para llegar hasta el haz de luz rectangular que quedaba allá, en el fondo, un rectángulo perfecto que me comía los ojos. El patio, solamente el patio nos pertenecía, era nuestro sitio en un mundo que estaba lejos, lejísimos. Es muy probable que eso fuera lo que nos mantenía unidos, vaya a saber para qué. Lo cierto es que respirando el aire del patio yo imaginaba que al subir la escalera empezaba otro lugar que no era el mundo, que no era el patio. De modo que subir aquella escalera significaba emprender un viaje muy largo, para el que quizá yo no estuviese preparada. Mi abuela decía que los viajes eran peligrosos, al tiempo que masticaba la papilla con zapallo haciendo muecas de asco y, por supuesto, sacando a relucir ampulosamente antiguos recuerdos: el tranvía, sus mareos, el peligro de matar un perro vagabundo, esas cosas terribles que, según ella, solían suceder durante los viajes. Mi abuela había viajado mucho en tranvía y se enorgullecía de ello. Mi abuelo, en cambio, prefería no hablar del tema, que se había convertido en algo parecido a un tabú; el simple hecho de mencionarlo le ponía la carne de gallina. Mi tía aseguraba haber viajado hasta el hartazgo; con esas exactas palabras lo decía y, según mi modesto entendimiento, el hartazgo había acabado con su paciencia y casi con su persona enteramente. Cuando se refería al asunto adoptaba un gesto temerario, ponía los ojos en blanco y revoleaba por el aire el tenedor hasta hacerlo girar infinitas veces, como si imitase el girar de la tierra sobre su propio eje, alrededor del sol y acaso expandiéndose con el Universo hacia la nada oscura donde inagotablemente el Universo se expande. Mi hermana gemela no decía ni mu, Ninguna cosa podía decir porque ella, igual que yo, conocía únicamente aquel patio de altas paredes y macetas descoloridas. Sin embargo mi hermana no tenía ningún plan, ningún deseo secreto como yo. Ella no miraba la escalera de
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portland. Ella no miraba absolutamente nada, ella simplemente se dejaba estar. Y así pasaban los días por el patio mientras mi escalera iba siempre hacia arriba desplegando sus igualdades y sus ocultas perfecciones. Que la escalera resbalara sin contradicción hacia lo alto para culminar en un rectángulo de luz, a mí me estremecía de la cabeza a los pies y me llenaba de ilusión. Pero era un secreto, porque, como ya dije, tenía catorce años y a esa edad se tienen secretos o un novio. Yo tenía secretos. Entre ellos, el mejor era el de viajar por esa escalera, salir del patio para no volverlo a ver nunca, para hacerlo desaparecer y con él a la familia en pleno. Imaginaba que del otro lado de la placa rectangular de luz existía lo inconcebible. Naturalmente, por tratarse de un secreto, no lo comenté con nadie, sólo dejé escapar la palabra “viaje”, así, muy al pasar, con bastante desgano. Enseguida sentí que la palabra al ser dicha en voz alta era capaz de desenganchar estructuras en el aire hasta desatar mis piernas obligándolas a trepar por los escalones, vertiginosamente, vertiginosamente. -¿Qué manía te ha agarrado a vos que estás hablando sin parar de lo mismo?- dijo mi abuela cuando juntaba la papilla amarillenta con el tenedor. Fue durante la cena y, desde ya, se dirigía a mí. Su tono de voz y sus ojos saltones me acusaron. Mientras miraba el plato blanco, liso y blanco que recortaba el mantel a cuadros, yo había estado hablando de Simbad, el marino, y de Gulliver. A mi abuela no le había gustado nada. En su opinión nuestro patio con las paredes altas y el cielo chato y deslucido sobre nuestras cabezas era irreprochable. Y otra vez se acordó del tranvía: un ciempiés gigante engullendo el cuerpo gordo de mi abuela. Un rato después el brazo de mi abuelo, doblado y sosteniendo el tenedor con la papilla, me causó mucha gracia. Ante la menor alusión a un viaje mi tía suspiraba hondo, con fastidio, sin dejar de mirar para otro lado. Por su parte el abuelo hacía crecer su desinterés como a una planta medicinal con espinas y flores. Así que no me quedó otro remedio que omitir la mención más insignificante a viajes o cosa parecida. Mientras tanto la escalera nacía ancha para mí y se enangostaba apenas al llegar a esa culminación de luz rectangular, donde mis ojos se aflojaban y entraban en el sueño. Del otro lado de la puerta cancel proliferaban ruidos de calle y una luz diferente. No recordaba haberla traspasado; en mi memoria existía el patio, nada más, con la tía y la abuela y el abuelo yendo y viniendo bajo la lluvia o en la sequía de la siesta. Y, por supuesto, mi hermana y el gato. Con el correr del tiempo me crecieron la pollera y la melena y nadie preguntaba por mí del otro lado de la puerta cancel y nada era diferente a lo del día anterior y, sin embargo, algo me hacía sentir que todo era traicionado, aunque se repitiera hasta el cansancio lo que se repetía una y otra vez, porque la vida necesita calcarse a sí misma, poner espejos delante para seguir avanzando. Lo único que no variaba y daba la impresión de mantenerse en un estado de fidelidad era la escalera de pórtland, parca, interminable, lista para que mis ojos quedaran fijos en ella. Altos mis ojos hacían el viaje que mis piernas se negaban a emprender. Por lo visto mis piernas estaban hechas para caminar por el patio, tapar cada tanto la delgadísima línea que unía las baldosas y el salpicado en negros y blancos que interrumpía el gris y, a veces, la sombra de mis pies que crecía como una melena hacia atrás o hacia delante y que mis pies, mis propios pies, pisaban y pisaban hasta que los vestigios del sol se borroneaban en el cielo del patio. Cansada de hablar a regañadientes en los horarios de las comidas sobre los grandes viajes, una tarde tuve el coraje de arrimarme al borde del último escalón de la escalera. Y temblé. Me dio la impresión de que aquel filo grisáceo era el océano que separaba dos continentes. Y ahí, en el borde, la luz rectangular me encegueció. Un aluvión opaco surgió desde mi estómago y me envolvió la cabeza. Caí hacia atrás. Fue un duro golpe aceptar el fracaso, el viaje no había comenzado y yo había sido tragada una vez más por el vacío del patio. Si pensaba que viajar era ir de lo conocido a lo desconocido, subir esa escalera podía ser el viaje más importante de todos. Al parecer se trataba tan sólo de una idea mía, ya que en casa nadie mostraba el menor interés por esa suma de escalones a los que tía consideraba ásperos,
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pura rusticidad, y a la que el resto de la gente de la casa mataba con su indiferencia. Menos mal que, en una suerte de acto solidario, el gato utilizaba la escalera para limarse las uñas. Bueno, a la escalera no, sino a su baranda construida con vaya a saber qué clase de árboles añosos que casi no se dejaban tocar. De cualquier forma el gato insistía, subía al primer escalón y se estiraba y se estiraba mostrando las uñas. Salvo mis ojos y las uñas del gato nadie había incluido a la escalera en su vida particular, como si aquella escalera no existiese y en el patio no desembocara nada, como si el patio no tuviera esa gran cola de reina, gris, áspera y presuntuosa. Alguna vez, entre los silbidos apagados de la siesta, al subir por aquella escalera, las polleras de mi madre se arremolinaron sobre sus piernas blancas. Pero ahora mi madre estaba en un lugar que no era el mundo ni era el patio. Y no se había vuelto a hablar de ella. Ninguno la recordaba ni mi hermana que, dos por tres y sin el menor disimulo, se dedicaba a espiarme. Yo entonces desviaba la vista o simulaba jugar con el gato. No pasaba un segundo antes de que mi abuela me retara diciendo que dejara de alborotar el aire. Al rato estábamos todos tan quietos, tan horriblemente quietos, que la vida pasaba por el patio deslizándose sobre patines. Y pasaba. Era una ráfaga, cuando nos descuidábamos, ya se había ido. En muchas ocasiones me sorprendí mirando la escalera como a algo definitivamente perdido, como si fuese un mar, un espacio infinito, no un rincón del patio donde la luz se comportaba con excelencia. Por desgracia, al darme cuenta de esto, la escalera se me volvía inaccesible, dejaba de ser aquel puente entre el escenario de baldosas grises y el rectángulo de luz. Era entonces cuando creía renunciar al sencillo taconeo de escalón sobre escalón. E inmediatamente la escalera se transformaba en una montaña empinada o, a lo mejor, en una cartulina, una superficie chata, sin profundidad, imposible de ser transitada. De modo que no tuve más escapatoria que girar sobre mis talones para darle la espalda. Podía pasarme toda la tarde dándole la espalda a la escalera, sin embargo, giraba la cabeza, me parecía verla por primera vez y, de repente, la descubría de nuevo: era un mar, era un puente larguísimo, una montaña en extremo elevada, un terreno ingrato que prometía viajes irrealizables, una travesía de sueños. Por eso evité darle la espalda. Quizá porque la atracción que sentía por la escalera más el correr del tiempo o de la vida en el patio me hicieron descuidar el resto de las cosas y de la gente, poco y nada puedo decir de mis abuelos, de mi hermana, de mi tía y hasta del gato. O tal vez porque la imagen de la escalera empezó a crecer dentro de mí día a día, igual que los malvones en las macetas despintadas, lo cierto es que en mi recuerdo la escalera se agigantaba y se agigantaba como si estuviese viva. Solamente los rasguños del gato en la baranda me arrancaban de la memoria esa sensación de descomunal crecimiento. Varias noches soñé con el acto audaz y arriesgado de subirme a ella. Aunque los sueños podían comenzar de las maneras más estrafalarias, en su mayoría terminaban de la misma forma. Yo subía la escalera en monopatín o corriendo, casi flotando en el aire o montada en una escoba, despacio o apuradísima, la cuestión es que lo que sucedía después no cambiaba jamás: me precipitaba con violencia hacia abajo, caía en un abismo o desde la azotea de una torre de departamentos, caía, caía sin cesar y el patio me tragaba. No eran sueños sino pesadillas, no eran viajes sino accidentes. Desmelenada, cubierta de moretones y con los huesos rotos, amanecía en mi sueño justo en el centro de un patio con baldosas grises, el mismo patio blanco por el sol del mediodía en el que desembocaba mi escalera de verdad, la que no era subida ni bajada, la que yo sólo miraba a la distancia en el centro del gran patio de paredes muy altas, la que trazaba para mi un camino sin viaje. Después vino un tiempo en el que no sucedió realmente nada, mucho menos de lo que hasta entonces casi no había sucedido y, en medio de este son suceder, ocurrió que el gato con sus uñas ya afiladas continuó estirándose y estirándose por la escalera y yo, que seguía teniendo como siempre catorce años, vi el cuerpecito del gato atraído por el rectángulo de luz o por lo que fuera, ir hacia arriba, subir largo y tendido uno a uno los escalones de pórtland. “Ya está”, pensé y al decirlo me pareció mentira. Allí adelante, el gato continuaba estirándose. Yo
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también estiré la mano, el brazo y sin querer se me fueron los pies. Mis pies veloces me arrastraron hacia arriba, por la escalera tras el gato. Casi sin que me diera cuenta subíamos el gato y yo con un lejano aire de hipnotizados. Giré la vista hacia atrás y el patio empequeñecido fue una suma de cuadrados grises que, ante mi estupor, también podían ser mirados desde un lugar diferente. Allí estaba yo, casi pisando las patas del gato, casi atravesando el aire luminoso con forma de rectángulo. Di unos pocos pasos más, con sorpresa comprendí que me esperaba otro patio, muy grande, igual al de abajo, con las paredes altas y las baldosas grises y las macetas sin colores. Por arriba nada: la oscuridad, el borde del Universo. Sí, era un patio igual al de abajo, pero en el que no desembocaba ninguna escalera, en el que no había nada para mirar. Un patio sin gente, calcado de otro, la sombra, el fantasma de un patio real. Ya no sé cuántas vueltas di rozando las paredes filosas ni cuántos ángulos me obligaron a girar para seguir dando vueltas. La noche se veía grande, muy grande, sin luna, sólo noche: un espacio hueco donde podía proliferar mundos y estrellas, un sitio por el que los patios del mundo dejarían crecer sus tentáculos, sus filamentos, sus rústicas líneas. Pensé que el patio de abajo tenía raíces que se incrustaban en la tierra negra buscando algún centro y que este patio alto estaría cubierto, hasta el fin de los finales, por la noche oscura y que cada uno de estos dos patios era la cara de una moneda que la escalera de pórtland unía con cierta delicadeza, de ese modo frágil en el que dos cosas demasiados semejantes se unen. De pronto sentí miedo de que mi escalera pudiera volverse invisible entre semejante desparramo de negruras. Entonces bajé los párpados, aflojé las piernas y me figuré una luna llena, plateada, densa, a la que nadie, ni siquiera el gato, se pudiera trepar.
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…me figuré una luna llena, plateada, densa, a la que nadie, ni siquiera el gato, se pudiera trepar
Revista Literaria Guatiní
PRIMERA VEZ
©REYNALDO BUSTILLO Colombia
el colibrí Fragmento de la luz, vivificado en el instante exacto del aroma; que entre los rojos pétalos se asoma, para quedar en ave transformado. Es milagro del viento represado, que en esquirlas de tiempo, en el abroma, sólo el néctar dulcísimo se toma, y a los dioses les deja lo sobrado. En sábanas de pétalos de seda, ondeando como en el mar la espuma, bajo el beso sutil de brisa leda, la gravidez del cuerpo no lo abruma, pues suspendido en éxtasis se queda flotando sobre el sueño de la pluma.
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Revista Literaria Guatiní ©ALINA VELAZCO-RAMOS Méxic
frío en primavera Toda la tarde ha llovido. A ratos con una fuerza descomunal. Y por momentos con un suave y gracioso caer de las gotas. La tierra mojada despide ese aroma que me recuerda el hogar en que ya no estoy y el árbol de granada perdió muchas de las flores que habrían de convertirse en rojas frutas. Los pájaros que viven en el árbol grande, ésta vez no cantaron para despedir el atardecer. Y todas las hojas de las plantas se han tornado de un color verde brillante. Se que por la noche sentiré que me congelo. Con este clima, no parece que estemos en primavera. Con este frío, se antoja un café caliente, un té. Un abrazo tuyo. Con un poco de paciencia, sé que puedo prepararme los primeros, pero tu abrazo, jamás. Me es imposible simularlo. El frío de mi cuerpo se irá, pero el de mi amor estará conmigo, aguardando por ti y por tu abrazo que difícilmente llegará.
<Con este frío, se antoja un café caliente, un té. Un abrazo tuyo>
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Revista Literaria Guatiní
©ISRAEL DOMÍNGUEZ PÉREZ Cuba
releyendo paradiso
De sus dientes brota una burla: no conozco la marca del auto en que ella y sus amigos recorren el país. Recuerdo cuando aquellos muchachos delicados con la vista se decían: “Qué horror, no sabe quién es Andrea Bocelli”. “Releyendo Paradiso”, respondí en un banco donde leía por primera vez aquellas páginas.
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Revista Literaria Guatiní
Guatiní saluda la conclusión de la XII Bienal en Cuba
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De izquierda a derecha, los artistas de la plástica Luis Torres, Nelson Varona, Yasbel Pérez, y Aziyadé Ruiz Vallejo, los galeristas Roberto Cossío e Iván Hanuszkiewicz XII Bienal de La Habana. Inauguración de la Exposición de las artistas de la plástica Aziyadé Ruiz Vallejo y Yadira Escobar Tubella, en el cine de 23 y 12, Vedado, auspiciada por la Cinemateca de Cuba, el 21 de Mayo de 2015.
La Duodécima Bienal de La Habana nos convida a situarnos “entre la idea y la experiencia”, no solo en lo que tradicionalmente hemos denominado arte. Esta fiesta sensorial plantea un campo de acción transdisciplinar que también abarca a las ciencias sociales y la comunicación
Revista Literaria Guatiní ©LAZARA NANCY DIAZ Cuba-EUA
cena para dos Todos los recuerdos de este instante danzan levemente sobre las paginas sueltas -de mi diario¡alzamos la copa aquel día! ¿ lo recuerdas? ebrios de besos , más que de vino chocamos la suerte y lloraron los cristales la huella de nuestros labios dispersa la sombra de dos cuerpos abrazados ¡No habrá resurrección! Fue aquí - junto al mar – Lo recuerdo… Sobre la mesa yacen íntimos versos ¡puedo percibir el aroma del ultimo café ¡ Compartimos la locura de las aves ese emigrar constante de sus alas -que provoca y convoca libertadLos astros invocaron nuestros nombres la mirada cómplice -dialogó con el amor¿cómo será mañana ? cuando despierte el sol sobre la playa Y solo queden las huellas de unos pasos ¡ Cantará el viento una alabanza ¡ -ningún amor resucitaNos soltamos las manos él me regalo una rosa allí quedo su pañuelo un beso de despedida… ¡las alianzas sobre el suelo!
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Revista Literaria Guatiní
viento de cuaresma ©ERNESTO
R. DEL VALLE. Cuba-EUA
Se llevó lo incógnito como lastre Universal. Nos dejó la agonía, las mínimas palabras con las que el Hombre se atraganta. Las alas de los cuervos, el temor a los búhos e insomnio de las bestias. Cargó con el oficio de alacranes y abogados Nos dejó entre otras cosas el color azul de los cangrejos, la vida llena de sorpresas, acertijos en forma de problemas y otras veleidades entre las cenizas.
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Revista Literaria Guatiní GLADYS TABORO Argentina.
la revelación La llama del fósforo vaciló entre los dedos de Lucía y se apagó a causa de la brisa suave que se escurría entre las cortinas de voile. Ahora, totalmente a oscuras, tanteó el
rostro
de
su
amado,
que
dormía
plácidamente y rozó sus labios húmedos en la curva de los hombros. En las sombras nocturnas, tan azabache como sus ojos, se fue desnudando lentamente. El respirar de su pareja era una suave música que endulzaba sus oídos. Un año atrás se habían conocido buceando en los mares caribeños. Él admiró su cuerpo de sirena y sus movimientos ondulantes en las aguas turquesas. Después vino el descubrimiento interno, el ahogo de los besos, el fuego de los abrazos, el despertar juntos en las auroras. Lucía lo amaba de verdad. Y ahí, tendida a su lado, aguardaba la mínima señal de su despertar para al fin, susurrarle al oído, que serían tres.
Y ahí, tendida a su lado, aguardaba…
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Revista Literaria Guatiní PREMIO LITERARIO CASA DE LAS AMÉRICAS 2016 (Cuba) 31:10:2015 Género: Relato, teatro y ensayo Premio: 3000 dólares y edición Abierto a: sin restricciones Entidad convocante: Casa de las Américas País de la entidad convocante: Cuba Fecha de cierre: 31:10:2015
BASES Casa de las Américas (3ra y G, El Vedado, La Habana 10400, Cuba), o a cualquiera de las embajadas de Cuba | Del 20 de marzo de 2015 al 31 de octubre de 2015 Lugar: Casa de las Américas (3ra y G, El Vedado, La Habana 10400, Cuba), o a cualquiera de las embajadas de Cuba Responsable: Casa de las Américas Instituciones: UNEAC Patrocinadores: La edición 57 del Premio Literario Casa de las Américas tendrá lugar entre el 18 y el 28 de enero de 2016. La Ventana ofrece a continuación las bases del certámen. La Casa de las Américas convoca para el año 2016 a la LVII edición de su Premio Literario. En esta ocasión podrán concursar obras inéditas en los siguientes géneros y categorías: a) cuento, b) teatro, c) ensayo de tema artístico-literario y d) Premio de estudios sobre las culturas originarias de América. Además, se convoca a la literatura brasileña (con libros de no ficción escritos en portugués y publicados en esa lengua durante el bienio 2014-2015), y a la literatura caribeña en francés o creol (con libros publicados durante el período 2012-2015). Los autores concursantes en cuento, teatro, ensayo de tema artístico-literario, así como en el Premio de estudios sobre las culturas originarias de América deberán regirse por las siguientes Para saber más ◄Abrir.
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Revista Literaria Guatiní POR PRIMERA VEZ ©IRELA CASAÑAS Cuba
escribir en la arena sin que la ola alcance el rasgo Escribir en la arena sin que la ola alcance el rasgo. afirmar con los ojos cuando nadie da el rostro es superior el agua impotente en su golpe al humilde temor de no lanzarse Física pero no real será la orilla de los mapas cuando en tus pies se encarnen las minúsculas piedras ya no serás la parte del borde subrayado ni del paisaje escrito ni de los brazos que despiden se es forastero repetidor de soledades He dejado marchar a quien respira en todos los lugares de próximo abandono he escrito sus mensajes en espacios que habrán de disolverse la duración es el deseo pero existe esa mezcla de tiempos y fronteras que no tiene remedio con palabras.
…pero existe esa mezcla de tiempos y fronteras que no tiene remedio con palabras.
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Revista Literaria Guatiní IRMA VEROLIN EN LA ZONA DE SU INTERIOR. [Entrevista Especial para la
Revista Guatiní]
Por. ©Ernesto R. del Valle. Cuba Editor. Irma Verolín ha vivido una vida plena de viajes, desde su tierna infancia, cuenta que, acabada de nacer en Buenos Aires, la trasladan a Rosario con sus abuelos paternos. Encuentro en mi bandeja de entrada una nota suya a la cual contesto con una invitación a esta entrevista para la Revista Guatiní, a la cual accede gustosamente. Irma tiene varios premios, publicaciones variadas, ha transitado por el género Infantil, la novela, etc. Pero me interesa indagar su zona interior, esas partículas de recuerdos que subsisten, que perviven, marcándonos para siempre. REVISTA GUATINÍ.- Gracias, estimada colega por su gentileza al aceptar esta pequeña conversación para la Revista Guatiní, en Miami. Nacida en Buenos Aires, capital de Argentina. ¿Qué recuerdos le trae su casa natal, sus impresiones infantiles, rincón preferido, etc. IRMA VEROLIN.- Mis abuelos tenían una casa grande en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe, de dos pisos, con jardín que en aquellos años se llamaba “petit hotel”, pero casi no la recuerdo, porque viví con ellos siendo muy niña un tiempo del que lamentablemente no me quedan recortes de escenas, aunque en aquella casa aprendí a caminar y a hablar. Fuera de ese lapso, viví con mis padres quienes, apenas se casaron, alquilaron lo que hoy llama PH (propiedad horizontal) en planta alta en Buenos Aires donde vivimos hasta que yo tuve cinco años. A esa escalera de mármol marrón jaspeado sí la recuerdo perfectamente y hasta creo que la gran caída que me hizo perder los dientes de adelante se produjo allí. Mi rincón preferido en esa casa no fue mi habitación sino el llamado “comedor” que daba a la calle y estaba aislado. En un rincón había un antiguo combinado para pasar discos. En aquel comedor yo escribía, leía, tocaba la guitarra y recitaba. Con los años la casa se fue deteriorando, mis abuelos estaban más ancianos. En fin. La vida describe una parábola siempre y en esa parábola se encontraron mi juventud y el declinar de la vida de mis abuelos, que fueron mis padres adoptivos. Y otro lugar que al que solía ir era la terraza, una terraza llena de macetas con malvones, azaleas y
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Revista Literaria Guatiní rosas que mi abuelo regaba cada día al atardecer. En aquella terraza yo bailaba con un viejo vestido de organza de mi abuela poniendo música clásica, de más está decir que yo era un zafarrancho bailando, la expresión corporal no es mi fuerte, lo hacía para divertirme. La terraza fue mi conexión cielo-tierra RG.- Perder a nuestros padres en la infancia es una página dolorosa en cualquier niño, una paradoja imposible de creer. ¿Cómo la niña que vivía en Usted, llena de juegos, de intereses y sueños, pudo asimilar aquel hecho, aquella realidad? IV.- Es significativo y aunque resulte paradojal: el dolor dio lugar a la más grande de mis fortunas, lo uno presupone lo otro de un modo indiscutible. Hay algunas escenas que marcaron el inicio de mi encuentro con la palabra, son esas escenas llamadas “fundacionales” y están ligadas a la muerte: Tengo cinco años y medio y estoy sola en una habitación con las paredes pintadas de un color azul muy oscuro. Hay una ventana frente a mí. Es invierno. Entra mi abuela y parada desde la puerta me dice: “Tu mamá se fue al cielo”. Luego se va y yo quedo ahí, encerrada en la oscuridad de las paredes que se prolonga en la ventana. Todo es oscuro, el cielo mismo que hace un instante mencionó mi abuela es casi negro. Hay otra escena que ocurrió inmediatamente después. En aquel primer grado que en esa época se llamaba “primero inferior” (luego venía en primero superior) se organizó un acto de fin de año. Yo estaba muy entusiasmada porque representaba a una muñeca. Ensayamos dos o tres semanas hasta que una tarde la maestra se acerca a la tarima y coloca su mano en mi pecho, es una imagen nítida que está dentro de mí, puedo sentir todavía esa mano y su calor. De inmediato a voz en cuello dice: “Verolín no puede participar porque no tiene madre que le haga el vestido”. Y me sacan del acto, quedo excluida. Cada vez que retorno a aquella situación pienso que es grotesca, desproporcionada. RG.- Durante su etapa de adolescente tuvo experiencias sobre el teatro, ese mundillo a veces mal comprendido, mal ubicado en espacio y tiempo pero que está lleno de ricas experiencias tanto personales como sociales. A su edad, esa edad en que aún los valores estéticos se sienten de una forma tan especial, ¿qué le influyó esta realidad para su futura vocación literaria? IV.- El teatro estuvo siempre por el contacto cotidiano con mis tíos que desempeñaron junto a mis abuelos el rol de padres, generacionalmente estaban más cerca de mí que mis abuelos, incluso mis abuelos les preguntaban sobre crianza a ellos cuando mi hermano y yo planteábamos los conflictos clásicos de los jóvenes. La literatura me llegó a través de esas voces trabajadas y moduladas de los actores. Mi historia personal debía conducirme a escoger la palabra escrita antes que a ninguna otra modalidad expresiva. Lo efímero de la vida me plantea cuestiones
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Revista Literaria Guatiní existenciales y me lleva a tomar como tema literario el tiempo, que es una de mis obsesiones. Tuve una adolescencia muy triste y ensimismada, me orienté hacia la mística también, influida por la educación de las monjas. La nota de color, como siempre, vino de la mano de mis tíos actores. RG.- ¿Cómo fue el ‘encontronazo’ de Irma Verolin con la Literatura? IV.- La palabra escrita se me presentó desde el principio como una compensación frente al cuerpo ausente de mi madre. Por otra parte mi padre cometió el error de decirnos que mamá iba a volver, una promesa incumplible, lo que generó en mí una dualidad y una frustración muy grandes. Y además produjo un concepto equivocado sobre la muerte, la muerte se me coló en la vida y ya no pude separar lo uno de lo otro, además modificó ciertos hábitos: mi hermano y yo nos acostumbramos a sentarnos en el umbral al atardecer esperando que mi madre regresara. Aquel umbral se convirtió en un contradictorio símbolo de la imposibilidad y de la esperanza. Las palabras podían tener un peso demoledor y era preciso hacer algo con ellas, darles lugar para reconfortar un pequeño mundo que se venía abajo. Sólo la palabra escrita vino a suturar esa bifurcación, la palabra escrita se convirtió en un sostén de la existencia. La palabra se convirtió en un medio de supervivencia. Con los años se volvería también un instrumento de conocimiento. Ahora con mi regreso a la poesía mucho más porque la palabra poética se relaciona con la filosofía y con la música. RG.- ¿Cuáles fueron sus primero autores y lecturas? ¿Alguien en especial le ha influido de alguna manera en su estilo, forma literaria? IV.- Lo primero de todo fue la poesía. Vino en letras de tango a través de las voces de la radio. El tango cuenta formidablemente las historias de infortunio, de desarraigo y de pérdida. Me encantan esas historias. Inmediatamente llegan Gustavo Adolfo Bécquer en mi primera adolescencia y Alfonsina Storni. A Alfonsina Storni la adoré, pero la adoré literalmente. Mis lecturas juveniles eran caóticas, me gustaban las historias de vida como el diario de Ana Frank o las novelitas románticas. A la vez me llegaban libros sugeridos por mis tíos de otro calibre, autores como Bertold Brecht, Julio Cortázar o Leopoldo Marechal, todo mezclado, para ser sincera debo decir que siempre tendí a mezclar, a buscar que lo opuesto encontrara un punto de unión. Me siento obligada a admitir que los autores y autoras que me influyeron son aquellos que leía cuando comencé a escribir de otra forma, yo diría a partir de los veinte años. Leer a la poeta argentina Alejandra Pizarnik fue decisivo para mí. Hay una luz oscura y una síntesis apretada en sus versos que me conmueve y me duele. La venero. De modo que las escritoras del setenta fueron mis principales referentes literarios a la hora
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Revista Literaria Guatiní de escribir, ya que si bien comencé con la poesía me definí muy pronto como narradora. Ahora estoy abocada a delinear una poética. RG.- Hay arraigos en su educación de realidades y culturas diferentes. ¿Cómo traduce o manifiesta, la escritora estas culturas en su expresión literaria? IV Es interesante esta pregunta porque la Argentina es un país de diversidad cultural como producto del proceso inmigratorio impulsado por Domingo Faustino Sarmiento en la segunda mitad del siglo XIX. Estamos cayéndonos del mapa pero el mundo parece haberse refugiado aquí, en este triángulo geográfico. Como argentina que soy lo multicultural lo he vivido desde el principio. Hace unos meses estuve con amigos en la provincia de Corrientes y hablaban en portugués por su contacto con el Brasil. Cuando viví en Misiones me habitué a escuchar varias lenguas mezcladas porque es una provincia de colonos alemanes y polacos principalmente, también se habla mucho guaraní por la población paraguaya que se ha afincado en la provincia, por otra parte el guaraní no es una lengua uniforme, tiene diferentes ramas. Esta sensación de vivir entre extranjeros es muy familiar en mi país. R.G. ¿Cómo se trasladó esta experiencia de vida a su escritura? I.V.- No podría precisarlo. He escrito en literatura para chicos un cuento sobre lo que acabo de narrar, tengo un cuento titulado “Verolines” que se publicó en “El Quirquincho” (el quirquincho es un animal autóctono, lo he visto con frecuencia en Misiones, una vez durante un viaje por el interior de la provincia pisamos uno en la ruta sin querer y fue muy triste para nosotros, llevábamos pala, así que lo enterramos ahí mismo). RG.- Tiene varios poemarios y novelas publicados. ¿Con cual se siente identificada la autora, cuál le sigue mordiendo sus ijares en ese momento de soledad y reflexión que todos tenemos?, IV.- Intentaré responder esta pregunta aunque saber si siento auténticas preferencias con respecto a un libro u otro no me surge naturalmente. Sentí mucho apego por mi primera novela, tal vez porque tardé unos cuantos años en escribirla. Me acuerdo que en aquella época no había computadora y yo viajaba desde Misiones en avión a Buenos Aires y no guardé las copias, únicas por otra parte, en la valija por temor a que se perdieran, las puse conmigo en el bolso de mano, eran muy pesadas. Sin embargo, para ser sincera, tendría que confesar que fue mi primer libro “Hay una nena que gira”, Ese libro fue importante y lo sigue siendo por una repercusión entre los escritores que a mí me pareció valiosa, dado que venía del absoluto silencio. Ese libro
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Revista Literaria Guatiní me conectó con Libertad Demitrópulos y su marido Joaquín Giannuzzi que fueron como padres para mí, mis grandes amigos. Ahora estoy tan pero tan subyugada por la poesía que me apasiono por lo que estoy escribiendo. Lo escrito ya está escrito ¿no? Y forma parte de lo que no nos pertenece, al publicarse ha sido soltado, les pertenece a los otros, lo que estoy escribiendo todavía me pertenece en cierto sentido, tengo injerencia en la forma que va adquiriendo: estoy gestando a la criatura. RG.- ¿Planes presentes?. ¿Planes futuros? RV.- Ahora en todo lo que pienso es en la poesía, pero no sólo en escribirla sino en decodificar y profundizar a muchos autores que aún no he abordado a través de la lectura. Se me ha abierto un mundo nuevo, sin límites. Siento que la poesía me está alargando la vida porque me muestra mucho por indagar y ver y eso estimula mis a veces flacas ganas de vivir. RG.- La realidad argentina enfrenta en estos momentos, como muchos países en el mundo, una lucha manifiesta de fuerzas que traen y contraen sus músculos para el poder. Como entes sociales somos totalmente políticos, nuestras acciones más imperceptibles son llevadas a cabo por una política, estrategias y tácticas a fin de lograr el triunfo. En lo profesional, no ligar esto con aquello, debe ser lo correcto, pero sentimos como todo ciudadano, en nuestro costado, dolor y alegría por nuestra Patria, por la Sociedad a la que pertenecemos. Qué dicen la mujer social y la profesional de su interior sobre esto. ¿Convergen en ideas y acciones? IV.- Hasta cierto momento de mi vida tuve una visión muy política- trataré de transmitir esto cabalmente. Veremos si lo logro- consideraba que la identidad de una persona estaba directamente ligada a la idea que se forjaba sobre los criterios con que se organiza el mundo afuera. Después se modificó mi concepto de identidad y comencé a sentir que las ideas cambiaban y que lo que cambia no es lo que forja, hay en cada persona un basamento constitutivo y eso no varía, los valores éticos por ejemplo. Con los mismos valores éticos se puede estar en un partido político o en otro. El movimiento para mí hoy es al revés, no se trata de hacer la revolución y listo, esa fue la consigna de mi generación que apostó a la militancia política, el movimiento que transforma es desde adentro hacia fuera, insisto. Hubo mucha farsa en esa actitud, no todos eran el Che Guevara, aunque las ideas podían ser legítimas terminamos en la masacre de los treinta mil desaparecidos. Con respecto a la Argentina actual yo no me pronuncio contra este gobierno que nos ha brindado buenas leyes, lo que no me gusta es la eterna división entre facciones
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Revista Literaria Guatiní típicamente nuestra que parece haberse profundizado últimamente, el tironeo se realizada desde los dos lados, eso atenta contra nuestro crecimiento como país porque muchas veces los gobiernos no toman los aportes del anterior sino que los destruyen simplemente porque pertenecían al partido contrario. RG.- ¿Cómo ve en Argentina el desarrollo de la Literatura entre los jóvenes? IV.- Esta pregunta tampoco me resulta fácil de responder. Estuve unos cuantos años alejada del medio dedicada a profundizar en temas espirituales y a cuidar a mi abuela que murió con cien años. Entre narradores y narradoras he descubierto gente interesante, los jóvenes siempre renuevan, traen energías originales, enfoques inesperados. En poesía mi confusión es aún mayor. Y no me pasa únicamente a mí.
Pareciera que se nos vuelve difícil ver el espectro general, en parte porque estamos sumidos en él y porque en la actualidad hay un pluralidad de líneas de escritura al menos aquí que no parecen tener puntos en común entre sí. Por tendencia natural me gustan los jóvenes, me interesan, me interesa todo lo que hacen, aprendo de ellos. Hay escritoras más jóvenes como Patricia Suárez, Samanta Schweblin y Hernán Ronsino que me parecen muy buenos. Debo confesar que me falta perspectiva. Por ejemplo en poesía hay una línea de escritura que surgió en la década de los noventa, prosaica, cercana a la oralidad que está bastante difundida entre los jóvenes y se detectan, según mi apreciación, niveles de calidad diferentes. De cualquier modo a mí yo me he volcado más la poesía lírica, confesional con algún sustrato metafísico y lo cotidiano me interesa en la medida que me permite ver más allá, dar un salto que lo eleve y que muestre la condición humana. RG¿Qué representa para Ud., como mujer y autora, el Primer Premio recibido este año en el Concurso de Poesía Horacio Armani con el libro titulado LOS DÍAS? IV: Representa algo muy importante ya que si bien yo he obtenido diversas distinciones en narrativa, este es el primero que recibo en poesía, que he comenzado a desarrollar en forma sostenida hace poco. Con este reconocimiento se reafirma mi compromiso con el género, además es un gran aliciente. No es fácil que una editorial se haga cargo en la Argentina de publicar nada menos que poesía. Muy agradecida
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Revista Literaria Guatiní con la Fundación Victoria Ocampo2 que está desarrollando esta labor de apoyo y fomento a la literatura. RG.- Algo importante que desees agregar, que haya quedado en el tintero, como quien dice? IV.- Esta propuesta es peligrosa para una sagitariana expansiva como yo. Tal vez me gustaría decir que todo lo que vivimos y por lo que bregamos los humanos no debe ser tomado demasiado en serio, el mundo es una ilusión y lo que nos vamos a llevar es aquello que aprendimos a amar y la buena calidad de amor que hemos brindado, eso convertido en aprendizaje emocional es lo que nos hace evolucionar como seres que venimos a este plano a eso, simplemente y nada menos que a ser mejores personas A través de un poema se puede pensar el mundo, se trata de crear una visión, de reflexionar sobre el ángulo desde el cual miramos, nuestra forma de mirar modifica al mundo. Hay una frase de Rilke que considero clave: “Aprender a ver.” RG.- Gracias Irma por su gentileza para con la Revista Guatiní y sus lectores. IV.- Muchas gracias a Guatiní por haberme dado la oportunidad de volver sobre mis pasos, de reflexionar y compartir parte de mi vida.
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Victoria Ocampo fue una intelectual y escritora que a través de la legendaria Revista Sur introdujo en la Argentina a destacados escritores extranjeros, desde Buenos Aires llegaron hasta el resto de Latinoamérica. La Fundación que lleva su nombre continúa con su destacada labor. [Datos de la entrevistada]
Revista Literaria Guatiní LIBROS-AUTORES
el libro, el rey lombriz.
E
s la historia de Buny, un discapacitado psíquico de cuarenta y dos años que vive con su madre, la señora Teresa, en un barrio marginal de ninguna parte cuya variada fauna urbana representa a los abandonados de la sociedad y, entre los cuales, destacan tres: -Besi, una joven prostituta, protectora y amiga inseparable de Buny desde que lo conociera en el colegio público donde ambos intentaban sobrevivir. Una amistad a prueba de golpes, a pesar de las oposiciones de la mamá de Buny. -El Señor-Señora, un transexual amigo de Besi, que es odiado y ultrajado por sus vecinos. -Y la mujer calva, apodo por el que es conocida la solitaria Matilde, una enferma de cáncer terminal reconvertido a médium y vidente. Un giro en su cotidiana vida de barrio hace que estas cuatro personalidades tan diferentes emprenda un viaje hacia su destino. El Rey Lombriz surge primero como guion de cine y, finalmente, ve la luz como una novela de ficción poco corriente.
la autora, sonia escolano.
D
España
irectora de cine, multipremiada internacionalmente por su largometraje Myna se va, publica su primera novela de ficción, El rey lombriz, una historia que surge de uno de sus guiones. Nacida en Alicante, pronto descubrió que se le daba bien eso de contar historias. Se trasladó a Madrid, donde estudió literatura e interpretación. Más tarde, fascinada por el mundo del cine, rodó su primer cortometraje, El Señor Cuello-Largo, con el que gana en Alcine35. Tras varios cortometrajes más presentados por todo el mundo, rueda su ópera prima con el largometraje Myna se va, con el que gana numerosos premios internacionales en festivales de cine, incluyendo el Austin Film Festival. Poco después, logra estrenar la película en Estados Unidos. Actualmente Sonia prepara varios proyectos de largometraje donde suena el nombre de Adrien Brody,
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Revista Literaria GuatinĂ
Revista GuatinĂ
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Para acercarte al Arte y la Literatura
Revista Literaria Guatiní
índice de autores Objetivos de la Revista 2 Machón 2 Requisitos de colaboración. 3 Manuel Navarro Luna. 4 Edith L. Michelotti. 6 Carmen L. Hernández. 8 Poemas a Camagüey. 9 Herminia D. Ibaceta. 10 Lucio Estévez. 11 Elsa Morales. 12 José Valle Valdés. 13 Barbara Benítez Osorio. 14 Ana C. Blum. 14 Irma Verolin. 15 Reynaldo Bustillo. 19 Alina Velazco-Ramos. 20 Israel Domínguez Pérez. 21 Guatiní saluda la conclusión de la XII Bienal en Cuba. 22 Lázara Nancy Díaz. 23 Ernesto R. del Valle. 24 Gladys Taboro.- 25 Bases Concurso Casa de las Américas. 26 Irela Casañas. 27 Entrevista a la escritora Irma Verolin. 28 Libros y Autores con la escritora y cineasta española Sonia Escolano. 35 Logo de Guatiní. 36
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