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"Bueno, Miguel se va"

y se nos fue. Descansa en paz.

Así lo recordaremos siempre, sus compañeros y equipo de trabajo. Como un maestro ejemplar, temeroso de Dios y lleno de una incalculable calidez humana. Un esposo inmejorable, un papá orgulloso y un tierno y comprensivo abuelo.

Sus canas fueron su honra, la sabiduría de sus años escrita en su pelo. Sus incontables enseñanzas marcaron la ruta de la revista Hechos&Crónicas donde dejó los mejores recuerdos de un legado periodístico, una amistad más allá del título y sus palabras que no se borrarán de nuestra memoria: “mi puerta siempre está abierta para ustedes”. Su trabajo nunca fue inútil, sus enseñanzas quedaron para siempre y su puerta jamás se cerrará. Adiós a un grande, hasta siempre, querido Augusto.

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