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El hijo más difícil de criar

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Charles Stanley

Charles Stanley

¿Cuál es el hijo más difícil de criar? ¡El hijo de su suegra!

A la mayoría de esposas nos puede parecer un buen chiste, argumentando que nosotras terminamos de criar a nuestros esposos.

Tal vez hemos olvidado que nuestros esposos son seres humanos completos y capaces, que no necesitan que los salvemos de nada, pues para esto ya tienen un Salvador y que están en proceso continuo de aprendizaje en esta vida, igual que nosotras.

¡Y eso nos hace sentir orgullo! Es como si vinieran llenos de taras o problemas de sus hogares que nosotras como salvadoras vinimos a solucionar. Que se vestían mal, que no sabían hacer muchas cosas y que lo poco que hacían, no estaba bien. Con el tiempo los fuimos moldeando y ahora son mejores personas, gracias a nosotras, sus maravillosas esposas.

Para la abogada, mentora de padres y especialista en crianza, Ana María Franco, este chiste deja ver la etapa por la que está pasando nuestra sociedad. “Veo muchas mujeres últimamente esperando tener un esposo que piense igual que ellas, que aplique crianza respetuosa, que se tire al piso a jugar con títeres y ¡eso no existe! Eso no es un equipo. Es un sistema en donde maternamos a la pareja y pretendemos supervisar y que nos rindan cuentas de sus acciones”.

¿De patriarcado a matriarcado?

Por años, la sociedad patriarcal dejó a las mujeres por fuera de las decisiones importantes. Sus opiniones no eran validadas y se les quitaba la voz. La única opinión válida era la del hombre y su hogar debía estar sometido a sus órdenes, aunque fueran arbitrarias y equivocadas.

Han transcurrido los años y mucho se ha avanzado en materia de derechos de las mujeres. Algunos pasos correctos y otros en falso han devuelto la voz e identidad a las mujeres que se creía perdida. Aunque sabemos que es Dios quien realmente nos valida, la restitución de derechos siempre es un gran avance.

En términos de crianza, maternidad y paternidad, también se ha avanzado mucho al reconocer que la labor que ejerce un padre con sus hijos también es fundamental y generando una conexión que antes no se tenía.

Ahora estamos viendo a muchos hombres queriendo participar activamente en la crianza de sus hijos, trabajando hombro a hombro con las esposas en su educación y queriendo involucrarse de lleno en su formación. Sin embargo, los seres humanos somos extremistas por naturaleza y de un lado pasamos al otro sin contemplaciones.

Hoy vemos que muchas mujeres que antes reclamaban la “ayuda” de sus esposos en la crianza de los hijos, hoy los invalidan como padres, apelando a que su intuición de mamás, manera de criar, destreza o capacidad multitarea son muy superiores a la forma que los papás tienen para educar.

Muchos padres terminan perdiendo el interés, no en la crianza de sus hijos, sino en las maneras sencillas en las que pueden participar debido a que sus esposas los invalidan y menosprecian sus esfuerzos, sin reconocer las diferencias con las que fuimos creados.

"Suelta tu afán de perfección. Permítele a tu pareja ejercer su papel sin tus instrucciones".

Esposos y padres

Cuando los esposos se convierten en padres, es muy fácil que las prioridades se desordenen y la relación sufra. Es por esto que, por no lograr ponerse de acuerdo en temas de crianza, muchos matrimonios terminan en divorcios que se habrían podido evitar mejorando la comunicación de pareja.

¿Qué futuro tiene un matrimonio en el que constantemente uno de los dos es atacado? Muchas veces no consideramos maltrato el hecho de menospreciar las opiniones del otro, de criticar su manera de hacer las cosas o de dar instrucciones exageradas como si la otra persona fuera completamente incapaz de pensar por sí mismo.

Para que la función como padres no compita con la relación de pareja, es fundamental comprender los roles que cada uno tiene, las capacidades con los que fuimos dotados y el hecho de que Dios nos hizo personas diferentes, en algunos casos, opuestas. No es necesario que mi pareja se parezca a mí para que todo funcione, ni que haga las co- sas de la misma manera para que queden bien hechas. Al contrario, es precisamente en la diferencia donde está el aprendizaje. Pues si fuéramos iguales no seríamos equipo sino competencia.

Papá sí sabe

La científica y antropóloga, Anna Machin, en su libro The Life of Dad: The Making of a Modern Father asegura que, “tras convertirse en padres, los hombres presentan una expansión de la neocorteza, la región del cerebro encargada del razonamiento, la toma de decisiones y el pensamiento abstracto. Esto les permite ser más hábiles en resolver conflictos y convertirse en la guía fundamental de los hijos para enfrentar el mundo exterior”. Es decir, los hombres fueron correctamente dotados por Dios para ser buenos padres. ¿Por qué lo dudamos entonces?

Mujeres, dejemos de criticar a nuestro cónyuge porque la trenza no le quedó tan bien recogida o porque el almuerzo que les dio no fue tan saludable y enfoquémonos en que nuestro hogar sea un lugar donde sobresalga el fruto del Espíritu Santo y basemos nuestra crianza en la Palabra de Dios, donde dice que nuestra cabeza espiritual es el esposo. Recuperemos la confianza en que el papá, igual que nosotras, siempre busca lo mejor para nuestros hijos. Valoremos, validemos y respetemos. Esto no solo ayudará a la relación padres-hijos, sino a nuestra relación de pareja pues fomenta la confianza en el otro y, por ende, el amor crece.

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