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Las huellas de Jesús en el Señor de los Anillos
El Señor de los Anillos es una obra maestra de la literatura de fantasía épica que ha sido llevada al cine, televisión, plataformas de streaming, teatro y hasta la radio. Sin embargo, es un libro escrito por un creyente y que está cargado de simbolismo cristiano, a pesar de ser una historia de ficción y llena de mitología.
John Ronald Reuel Tolkien, más conocido como J.R. R. Tolkien, es el autor de la trilogía de libros del Señor de los Anillos y del libro El Hobbit. Tolkien nació el 3 de enero de 1892 y fue escritor, poeta, filólogo, lingüista y profesor. Estuvo casado con Edith Mary Bratt y tuvieron cuatro hijos. En cuanto a sus creencias, su familia era bautista pero Tolkein es cristiano católico desde 1.900. Fue amigo personal del escritor C.S. Lewis, autor de las Crónicas de Narnia, siendo uno de sus principales correctores e hicieron parte del club literario denominado Inklings. Falleció el 2 de septiembre de 1973.
El Señor de los Anillos, una obra religiosa Más allá de la batalla del bien y el mal, los personajes, situaciones, diálogos y toda la temática del Señor de los Anillos tienen una semejanza discreta en su trama con historias bíblicas, conceptos teológicos, cosmovisión cristiana y a personajes de la Biblia. Tolkien reconoció, en una de sus cartas, que: “El Señor de los Anillos es, por supuesto, una obra fundamentalmente religiosa”.
En este sentido, Juan Francisco Muela, pastor en la Iglesia Bautista de Santutxu (Bilbao, España) y teólogo en la Facultad Internacional de Teología (IBSTE) y en la Universidad de Deusto, compartió algunas reflexiones sobre el cristianismo y la cristología en El Señor de los Anillos en un seminario virtual realizado por la Sociedad Bíblica.
“La espiritualidad está siempre ahí. En el Señor de los Anillos, y en otros libros, la dimensión espiritual convive estrechamente con el fundamento mítico de la obra. Y aunque el ‘ropaje’ es pagano porque la obra ha sido inspirada en mitos finlandeses, germánicos, celtas y es ambientada en tiempos primitivos anteriores a los acontecimientos del cristianismo, la espiritualidad que subyace es netamente cristiana”.
En una carta de Tolkien a su amigo jesuita Robert Murray, el autor señala que “el Señor de los Anillos es rica en simbolismo cristiano de manera inconsciente al principio pero luego tomé conciencia de ello en la revisión, cosa por la que no incluí y he eliminado, toda referencia a nada que se parezca a la religión, ya sean cultos o prácticas, en ese mundo imaginario. Porque el elemento religioso queda absorbido en la historia y el simbolismo”.
Cristología en sus personajes
Varios autores y expertos han identificado reflejos de Cristo en personajes centrales de El Señor de los Anillos: Gandalf, Frodo y Aragorn. Estos han llegado a pensar que ejemplifican el simbolismo mesiánico del triple oficio del Antiguo Testamento: profeta (Gandalf), sacerdote (Frodo) y rey (Aragorn).
El pastor Juan Francisco Muela señala que no comparte completamente este análisis debido a que la cristología presente en la obra no es directa sino redistribuida en sus personajes y acciones: “No veremos nunca en las obras de Tolkien, especialmente en el Señor de la Anillos, una personificación de Cristo deliberada, completa, concreta y evidente; comparable con el personaje de Aslan en las Crónicas de Narnia de C.S. Lewis. Creo que esa presencia no es consiente ni deliberada, aparece fragmentada en un mosaico y redistribuida a lo largo de varios personajes. Algunos de ellos sorpresivamente insospechados y con la intención expresa de que sea el lector en su libertad, sea el que hallé la aplicabilidad correspondiente”. Un análisis de algunos personajes de la obra, deja ver lo implícita que está la cristología en ellos y en el desarrollo de toda la historia, veamos:
Gandalf
Viene del más allá y se encarna en un cuerpo mortal. Esta encarnación es al estilo de Jesús, es decir, anonadado. Renunció a su divinidad, humanizándose sin poderes, llegando a un mundo que no es el suyo, es decir la Tierra Media, y su llegada ‘inaugura’ los últimos tiempos. Gandalf llega a la Tierra Media por la misericordia de los Valar, es decir los dioses que en el fondo representan al Dios único. Estos se compadecen de la miseria humana y de las víctimas del mal en el mundo y lo envían para ayudar a los humanos. Su verdadero nombre es Olórin pero en la tierra es conocido como Gandalf para los humanos y Mithrandir para los Elfos. De alguna manera como el hijo de Dios, Jesús es el nombre que le ponen sus padres en la tierra (suponemos), era un hombre común en la Judea de su época pero en la Escritura se nos dice que el nombre de Jesús es Emanuel, que significa “Dios está con nosotros”.
Gandalf personifica la sabiduría y como ‘profeta’ de los dioses moviliza y alienta siempre, tal como Jesús al llevar fe y esperanza. Este personaje estimula y anima, pero nunca fuerza. Respeta la libertad de las criaturas y renuncia, en modo alguno, a dominar sus voluntades, que es justo lo que pretende el enemigo. A menudo, este personaje se gana la reputación de aguafiestas y de anunciador de desgracias, lo que le hace impopular. Galdalf, al igual que Jesús, en ocasiones, es tajante, radical y de genio vivo (no olvidemos al Jesús del templo). Este mago actúa como intérprete y mediador de la provincia divina. Su personaje es misericordioso y compasivo, tanto con las víctimas del mal como con las víctimas su propio ‘pecado’ y nunca cierra la puerta a la oportunidad de redención, como en el caso de Gollum.
Como Jesús, el Mithrandir puede cometer errores porque es humano y es sensible a la tentación del anillo, pero no peca porque rehúsa libremente a hacerlo. Este no llega a la Tierra Media para derrotar al mal en confrontación directa, como Jesús, sino para hacer posible la estrategia oculta del bien, que sean los seres humanos y seres creados los que derroten al mal por su conducta entrega y valor.
Como un espíritu del bien, Gandalf tiene una opción preferencial por aquellos, tanto del lado del bien como del mal, a los que son menospreciados o infravalorados: los pequeños, los sencillos, los sin poder: los hobbits.
En la historia Gandalf muere y se sacrifica por la misión, en última instancia por la humanidad. Más adelante, es resucitado y transfigurado de Gandalf el Gris a Gandalf el Blanco, un ser más poderoso que el anterior. Su muerte provocaría en sus compañeros una gran desolación, similar a la que se produjo la crucifixión de Jesús en sus discípulos, hasta que los hobbits tuvieron su propio ‘Emaús’. Finalmente, y cuando todo termina, Gandalf tiene su propia ascensión y retorno al reino bendecido, de donde es oriundo.
Aragorn
El rey profetizado de desde tiempos antiguos, el rey que vendrá y lo restaurará todo. Un rey esperado, como el Mesías, pero ya casi olvidado y que es una leyenda para muchos. El rey que desciende de un rey, a su vez idealizado, es el heredero de Isildur, como Jesús que es el hijo de David, otro rey idealizado. Son dos reyes grandes e importantes pero frágiles, a pesar de su fuerza y de su grandeza reconocida, son reyes que fracasaron de cierto modo.
Aragorn tiene un origen oscuro y un nacimiento humilde, hasta él desconoce en un principio su identidad, linaje, y poco a poco se va haciendo consiente de su misión y de su papel en el mundo. Él no solo trae la esperanza, sino que la encarna. Al principio, este no parece un rey sino un montaraz tosco, al que muchos de alguna manera lo evitan y desprecian, hasta que finalmente se revela en toda su gloria.
Aragorn cumple esa profecía de que “las manos del rey, son manos que curan”, al entrar a Minas Tirith él empieza a sanar a los heridos por el enemigo y es reconocido por muchos como el verdadero rey que tenía que venir.
En similitud con Cristo, Aragorn toma el sendero de los muertos, baja al inframundo y regresa triunfante y con poder, que hasta los muertos le obedecen. Es así como finalmente es coronado por Gandalf, en la culminación de su misión, desde lo alto de su reino e inaugura una nueva era. Sin embargo, antes de esto tuvo que mostrarse digno de su posición y ganarse con hechos su credibilidad, tal como Jesús, quién es el único proclamado digno de detentar el poder.
Tom Bombadil
Es probablemente el personaje más enigmático, bizarro y difícil de clasificar. Este no aparece en las películas, pero sí en los libros. Algunos estudiosos expresaron que Tom Bombadil era un avatar de Eru, el nombre del dios unitario, algo que incluso se menciona en el anillo de Morgoth, uno de los relatos inconclusos del Tolkien. Tom es un personaje desconcertante y que es descrito como el más antiguo, no tiene padre, ni nombre, ni origen conocido, él que estaba antes de todo. (Solo faltó decir: “antes que nada fuera, yo soy”).
Este personaje no tiene nombre conocido y Tom Bombadil es el nombre que le pusieron los hobbits. En su presencia y bajo su techo desaparece todo temor, toda amenaza queda neutralizada por ¿magia? Bombadil es el optimismo en persona ante cualquier circunstancia por adversa, nada parece complicarle. Es la personificación de la confianza absoluta en la providencia bondadosa e invencible del dios. Tiene poder sobre las cosas y los seres con su palabra, pero no los posee ni es poseído por ninguno de ellos. Es absolutamente invulnerable a la tentación del poder, así como al anillo y sus efectos.
Frodo
A este personaje se le atribuyen funciones de sacerdote, de alguna manera él es el intermediario entre las criaturas y la misión que lleva a cabo en nombre de ellas.
Samsagaz Gamyi
El hobbit cristológico por antonomasia. Los hobbits encarnan las bienaventuranzas, como el propio Jesús. Mansos, humildes, hambrientos de justicia, los que lloran, los que valoran lo más humano, sencillos, cotidianos y son los que al final heredarán la tierra. Sam más que Frodo es el prototipo del hobbit. Tanto Frodo como Bilbo, de alguna manera, son como aristócratas, pero Sam es un hobbit del montón. Él encarna, mucho mejor que Frodo, el espíritu del sacrificio. En una carta a su hijo Christopher, Tolkien llego a escribir de Sam que era el verdadero y principal héroe de toda la búsqueda, el único que no flaqueó al final.
Sam es humilde, sencillo, sin pretensiones, es el leal compañero en toda circunstancia, el siempre fiel. Encarna como nadie la perseverancia, la resistencia de los que aparentemente son más débiles. Es un antihéroe, heroico. Siendo humano podemos ver que el poder no lo corrompe.
Sam cargó al mismo Frodo e incluso tendrá su propia ascensión cuando al final de su vida es aceptado en el Valinor, la tierra de los Valar.
Sam y Frodo fueron los primeros en el reino de Ilúvatar porque estuvieron dispuestos a ser los últimos y los menos importantes.