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¿La elección de Biden es el fin de Trump?

Fragmentación social y política en la sociedad norteamericana.

Es real que el partido demócrata ganó las elecciones en este contexto muy polarizado con una pequeña ventaja y tiene grandes retos para lograr la unidad de los americanos. La votación a favor de Trump alcanzó casi la mitad de los electores, y aunque se pueda asumir con relativa seguridad que después del 6 de enero muchos reprobaron su liderazgo, lo cierto es que tal liderazgo fue importante para millones de ciudadanos, mientras que para otro número similar de personas bajo la era Trump se incrementó la fragmentación social y política en la sociedad norteamericana.

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Por: Krishna Muro Mesones. Director General de ICOM @krishnamuro

Este hecho, sin precedentes en la vida política de los Estados Unidos, culminó el proceso que inició Trump cuatro años antes cuando se propuso llegar a la presidencia de su país. Los ejecutores de este suceso del 6 de enero fueron ciudadanos norteamericanos que compartían una fuerte devoción por Trump, creían en sus afirmaciones que la presidencia le había sido arrebatada y compartían coordenadas ideológicas ultraconservadoras como el movimiento antivacuna, incredulidad frente al coronavirus, en la práctica el no uso de mascarillas, fobias frente a la homosexualidad, con los migrantes, con los nuevos grupos de organizaciones de ciudadanos afroamericanos, comunidad LGTBIQ, entre otros.

Esta cultura era reforzada con el propio discurso oficial de Trump y del grupo mayoritario del dirigente del partido Republicano. Así también como era cultivado sistemáticamente a través de las redes sociales y dentro de ellas en redes digitales como Parler, una plataforma de extrema derecha que por ahora ha sido desactivada. El movimiento de más trascendencia de estas fuerzas Trumpistas ha sido el de la supremacía blanca que ha convocado a su alrededor movimientos neonazis y extremistas de derecha, no es la primera vez que en los últimos años estos movimientos intervienen o apoyan eventos violentos como el de la Sinagoga de Pittsburgh, el del Centro Comercial en el Paso Texas 2019, apoligizados en redes sociales como GAB o 8kum.

Una conspiración

El evento del 6 de enero pudo ser la cereza del pastel del afán de Trump por lograr frustrar la transferencia de poder al ganador demócrata, previamente había agotado todos los medios a su alcance para desconocer el resultado adverso del 2020 y que alegando un fraude electoral, que nunca pudo probar y cuyos resultados a lo largo del fallido proceso de impugnación fueron presentados sistemáticamente y cada vez con mayor intensidad como una conspiración.

Aunque debemos recordar que este supuesto fraude fue presentado antes del propio proceso electoral, la historia del 6 de enero no es sino la culminación de la iniciativa política de Trump y su entorno que se caracterizó por el uso reiterado de la apelación a una serie de elementos discursivos recurrentes en el uso de la mentira o la construcción de una propia verdad, no importando cual fuera efectivamente la verdad, este discurso era propuesto sistemáticamente por Trump para asegurarse el espacio de apoyo que le permitiera el ejercicio de la presidencia y su continuidad sin límites. Fue un discurso transgresor en el ámbito de la política de los Estados Unidos tanto en aspecto de forma y de fondo.

La divulgación pública de estas verdades, las que él construía es lo que algunos llaman la posverdad, filosofía que de alguna manera encuentra su momento político más resaltante en la historia contemporánea en la elección y ascenso de Trump. Mathew d´Ancona, periodista reconocido de The Guardian y The New York Times, menciona en su libro Posverdad. La nueva guerra contra la verdad y cómo combatirla escrito en 2017 que “Trump es el inverosímil beneficiario de una filosofía de la que nunca ha oído hablar, y que sin duda despreciaría. Su ascenso al cargo más poderoso del mundo, sin el estorbo de la preocupación por la verdad, acelerado por la impresionante fuerza de las redes sociales fue, a su manera, el momento posmoderno por antonomasia”.

Esta cultura era reforzada con el propio discurso oficial de Trump y del grupo mayoritario del dirigente del partido Republicano. Así también como era cultivado sistemáticamente a través de las redes sociales y dentro de ellas en redes digitales como Parler, una plataforma de extrema derecha que por ahora ha sido desactivada.

Censura mediática, eco social y años sesenta

La respuesta predominante de los medios, y la que parece ser la opinión pública norteamericana, censuró duramente el ataque y la incitación atribuida al presidente. Las duras reprobaciones implican un punto de quiebre en el manejo Republicano hasta ese momento del gobierno y la política de USA; se dio paso a la confirmación de Biden y se abrió juicio político contra Trump. El tradicional maniqueísmo, la división del mundo entre buenos y malos planteó el resultado del evento como la victoria del bien sobre el mal.

Sin embargo, pensar que esta historia es un Western sería infantil, o que esta historia ya acabó no constituye una buena lectura de la experiencia. En la realidad Estados Unidos acaba de enfrentarse a un evento con perfil fascistoide cuya incubación es de larga data, Trump no es sino el catalizador de un proceso que se puede remontar con mayor certidumbre a los años sesenta del siglo XX.

La expansión de la economía norteamericana entró relativamente rápido en problemas al comenzar los años sesenta, los primeros indicios de una sobreproducción industrial y un encarecimiento de los costos de producción propiciaron varios fenómenos como la globalización de la economía, la emisión descontrolada de dinero, la liberalización de la incorporación de mano de obra barata proveniente sobre todo de México y Centro América, las deslocalización de las industrias y la creciente tercerización de la producción o el desplazamiento hacia otros países en la búsqueda de bajar costos. Esto estuvo asociado a la intención de mantener la hegemonía política y social en el mundo, primero en su enfrentamiento con la Unión Soviética y luego con China, amén de las numerosas intervenciones en las que se vió comprometido.

La historia del 6 de enero no es sino la culminación de la iniciativa política de Trump y su entorno que se caracterizó por el uso reiterado de la apelación a una serie de elementos discursivos recurrentes en el uso de la mentira o la construcción de una propia verdad, no importando cual fuera efectivamente la verdad, este discurso era propuesto sistemáticamente por Trump para asegurarse el espacio de apoyo que le permitiera el ejercicio de la presidencia y su continuidad sin límites.

A todo ello, se suma la paulatina aparición de movimientos de minorías que originaron un crecimiento de las demandas, una fragmentación social y política en la sociedad norteamericana. En este contexto debemos recordar que en los años sesenta el esquema de discriminación racial sobre los afronorteamericanos entro en crisis.

El proceso rápidamente descrito tiene consecuencias en la vida de los norteamericanos de crecientes problemas de desigualdad, calidad de la educación, acceso a la salud, en realidad ocurre un continuo deterioro del Welfare de la preguerra y la inspiración Keynesiana de la economía.

Este proceso ha conocido momentos de crisis social, política y económica durante los cuales se han dado importantes cambios en la vida de los norteamericanos como en el mundo en general, momentos como el asesinato de Kennedy, la renuncia de Nixon, la derrota en la guerra de Vietnam, el ímpetu neoliberal, la consolidación de un nuevo grupo social sobre las bases de una meritocracia generada a partir del acceso a la educación y la tecnología, los atentados de las Torres Gemelas, la incorporación de los grupos afro americanos a la vida político y social, la crisis inmobiliaria del 2008, la aparición de los nuevos grandes de los negocios, ya no en la esfera de la producción industrial sino en el desarrollo y aplicación de tecnología.

En la realidad Estados Unidos acaba de enfrentarse a un evento con perfil fascistoide cuya incubación es de larga data, Trump no es sino el catalizador de un proceso que se puede remontar con mayor certidumbre a los años sesenta del siglo XX.

Fracturas sociales y políticas

La crisis inmobiliaria del 2008 creó un contexto de relaciones políticas más polarizadas; la administración Obama de alguna u otra forma legitimó cambios importantes en la vida social incluyendo una nueva política de bienestar recuperando la iniciativa en la salud pública, dándole mayor fuerza a la movilidad social a partir de la educación consolidándose la integración de los afroamericanos.

Estos hechos admiten una lectura positiva para la situación de los económicamente menos favorecidos, pero también arrastra la carga de una reactivación al sistema financiero que dejó muy maltratados a todos aquellos que especularon con el crédito bancario y las hipotecas en la crisis y las consiguientes dificultades que ello generó.

Los demócratas pierden las elecciones frente a Trump por el descontento muy importante de poblaciones de blancos adultos que habían visto mermados sus ingresos por la pérdida de empleos, por la deslocalización del sector automotriz o por la inversión latina de trabajadores informales para las áreas del campo o en general la población migrante con mayor predisposición de asumir tareas duras a bajo costo, desplazando a estos grupos poblacionales blancos y tradicionalmente norteamericanos. A ello cabe agregar los problemas de una educación de irregular calidad que tiende a concentrar las mayores posibilidades de impulso en los grupos de mayores ingresos; Michael Sandel recientemente publicó el libro “La Tiranía del Mérito” en el que desnuda esta incompetencia de la meritocracia respecto a la justicia en los Estados Unidos.

Trump parece haber entendido las expectativas de estos grupos de norteamericanos “ofendidos” por las dificultades que el sistema les pone para integrarse al bienestar que ellos demandan. Como ningún Republicano previamente sistematiza su propuesta dirigiéndose a los grupos más conservadores del caudal del partido con una propuesta agresiva de nuevo orden que vuelva a hacer a América grande, eje de su discurso político.

Este discurso tiene componentes populistas, en tanto encierra propuestas de crecimiento del ingreso y el consumo que sustentan en la añoranza de un pasado no muy lejano de crecimiento acelerado; pero ello se asocia a su vez en una propuesta de tratamiento migratorio sumamente restrictiva dura que no solo afecta a potenciales inmigrantes sino también a aquellos largamente radicados en los Estados Unidos. Todo ello en el marco de una política xenófoba particularmente para aquellos que no son blancos. El discurso que es indudablemente más que la palabra es misógino, machista, apelando siempre a la construcción de un enemigo externo, fortaleciendo la construcción de teorías conspiracionistas, soportando un desdén por la ciencia, manifestado con claridad en el tratamiento de la pandemia en curso. Además de otros elementos como la ostentación personal constituyéndose en icono del éxito de viejo cuño (Torres, Avión, campos de golf... ). Al mismo tiempo que legitima y refuerza el uso de armas y símbolos asociados.

Estos elementos son integrados sin ningún escrúpulo con un lenguaje desenfadado que puede recurrir a la mentira, distorsión, o “creación” de nueva verdad sin reparos para alcanzar los propósitos deseados, las famosas mentiras “fake news”. Tampoco podemos dejar de señalar el trabajo de inteligencia de la emocionalidad y la manipulación de la información y el pensamiento que bajo la dirección de asesores como el recientemente indultado Steve Bannon (Cambridge Analytics/Brexit), se hicieron en esta dirección.

Toda esta descripción apunta a admitir el peligro que los Estados Unidos ha estado atravesando y que la intentona que culminará el 6 de enero es más que un gesto autoritario en tanto tiene elementos fascistoides incubados en especial en los últimos cincuenta años por las fracturas sociales y políticas consecuencia de su propio desarrollo económico.

La crisis inmobiliaria del 2008 creó un contexto de relaciones políticas más polarizadas; la administración Obama de alguna u otra forma legitimó cambios importantes en la vida social incluyendo una nueva política de bienestar recuperando la iniciativa en la salud pública, dándole mayor fuerza a la movilidad social a partir de la educación consolidándose la integración de los afroamericanos.

La complejidad del discurso político y los nuevos retos

Los rasgos autoritarios, populistas o fascistoides que se mostraran en esta ocasión, no son un accidente en la política mundial, movimientos como los de Orban en Hungría, Mateo Salvini en Italia, experiencias Griega y Turca. Las características de la insurgencia de la movilización masiva de los Chalecos Amarillos en Francia, la controvertida elección de Bolsonaro en Brasil, los movimientos neonazis en Alemania o los conservadores de los países bajos son algunas de las situaciones que están mostrando la complejidad del discurso político que está poniendo en jaque los tradicionales formatos democráticos.

Podemos señalar que Biden enfrenta grandes retos si desea restaurar la unidad de la sociedad norteamericana y el liderazgo internacional que ha caracterizado a los Estados Unidos y superar la proclividad que ha representado Trump.

Ello significa superar condiciones de empleo, salud, movilidad social al interior de los Estados Unidos así como implementar una política migratoria capaz de contentar a todas las partes. Subsiste igualmente una demanda de política exterior realista vinculada a imperativos de administración del cambio climático, políticas de desarme, administración de las intervenciones en áreas de conflicto y las obvias de salud.

Finalmente subyace un tema de implicaciones éticas muy importantes para recuperar la verdad y credibilidad en la democracia.

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