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VACUNAGATE
El escándalo de las vacunas en Perú y la imagen pública
“La ética es la práctica de reflexionar sobre lo que vamos a hacer y los motivos por los que vamos a hacerlo.” Fernando Savater
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Una tormenta política es lo que se vive en Perú desde que se conoció que un grupo de funcionarios entre los que figura el expresidente Martín Vizcarra y allegados a su círculo más íntimo, se inmunizaron de forma irregular, cuando aún estaba en el poder.
Por: Kathy Perales Ysla. Periodista, maestrando en filosofía y docente universitaria @KathyPeralesY
En setiembre del 2020 el laboratorio chino Sinopharm envío al país un lote de 3,200 vacunas extra “para el personal del equipo de investigación y personas relacionadas al estudio que acepten recibirla de forma voluntaria”, mientras que parte de la población peruana participaba como voluntaria del ensayo clínico fase III para probar la efectividad de la vacuna, la cual ya había dado claras muestras de eficacia en el país de origen.
El escándalo “vacunagate” develó que han sido 470 personas las que se vacunaron indebidamente contra la COVID-19, la revelación de los hechos obligó la renuncia de la ministra de Relaciones Exteriores, Elizabeth Astete, y la ministra de Salud, Pilar Mazzetti, quien había logrado mantenerse en el cargo a pesar de la destitución de Martín Vizcarra de la presidencia de la República en medio de escándalos por corrupción. Desde noviembre del 2020 un gobierno de emergencia encabezado por Francisco Sagasti ha asumido y ha tenido que hacer frente al escándalo sin poder explicar cómo, sin pertenecer al grupo de investigación clínica, varios de sus funcionarios se inmunizaron antes del inicio oficial de la vacunación.
Perú es uno de los países de América Latina que más ha sufrido por la pandemia a nivel planetario. La ineficiencia de sus gobernantes se ha hecho evidente de manera descarnada con un sistema de salud totalmente colapsado, que enfrenta un atroz rebrote del virus. Las cifras oficiales muestran que el mes de febrero cierra con más de 1´320,000 casos de infectados y 46,299 muertos, mientras que el Sistema Nacional de Defunciones (Sinadef) registra más de 100,000 muertos, todo esto ocurre a pocas semanas de las elecciones presidenciales.
Desconfianza en la clase política
La sucesión de crisis políticas ha generado en la población peruana un sentimiento de desafección frente a los partidos políticos y sus aspiraciones a convertirse en gobernantes. Es evidente la apatía y desconexión de la población que ha comprobado cómo la clase dirigente toma decisiones para su beneficio personal, dejando de lado los intereses de las mayorías y del país.
La investidura presidencial ha degenerado de manera ostensible, después que la población peruana ha comprobado con estupor cómo el expresidente Vizcarra, su esposa y otras personas de su círculo más íntimo se vacunaron mucho antes que la mayoría de la población, así como otros altos funcionarios de los ministerios de Salud y Relaciones Exteriores.
El caso de la exministra Pilar Mazzetti, resulta ser una muestra de lo sensible que es la imagen pública frente a los escándalos de los gobernantes. Ella se presentó ante el Congreso de la República y afirmó que no tenía conocimiento que el expresidente y sus familiares hayan recibido la vacuna, además dijo a manera de crítica que “para no sesgar los resultados del ensayo clínico de la vacuna”, no deberían participar quienes tenían capacidad de decisión sobre la campaña de vacunación, dejando ver que era plenamente consciente de lo delicado que sería el proceso de vacunación. Además, aseguró que ella no se había vacunado y que esperaría hasta el final para hacerlo porque “el capitán es el último que abandona el barco” en clara alusión a la responsabilidad de su cargo.
De inmediato empezó a circular a través de las redes sociales, el insistente rumor de que en el Congreso de la República se preparaba una moción de censura contra Mazzetti, por lo que decidió renunciar antes de ser destituida. Posteriormente se supo que la moción de censura fue apócrifa, no tenía firma ni el respaldo de ningún congresista. Frente a la renuncia de Mazzetti el presidente de la República, Francisco Sagasti, le expresó su respaldo y declaró públicamente que le había parecido injusto el tratamiento que se le había dado a Mazzetti en el Congreso, sometiéndola a un interrogatorio indignante con el planteamiento de temas sin evidencia. Durante la juramentación del reemplazante ministro de Salud, el presidente solicitó a la exministra subir al podio para recibir el caluroso aplauso de los asistentes como muestra del agradecimiento de la población por los servicios prestados a la Nación.
Solo unos días después se conoció que la exministra de Relaciones Exteriores, Elizabeth Astete y de Salud, Pilar Mazzetti, sí se habían vacunado. El presidente Sagasti dijo sentirse "indignado y con un sentimiento de profundo dolor", por la falta de lealtad de las funcionarias y a través de una resolución suprema dejó sin efecto el agradecimiento que días antes había dado a Mazzetti en el texto de su resolución de cese.
Finalmente, ha sido penoso y ha provocado vergüenza ajena conocer la carta de Mazzetti, en la que dice: “No va a ser suficiente pedir disculpas a todos los que he decepcionado”, al intentar justificar que tomó la decisión de vacunarse con los temores y limitaciones de un ser humano.
Crisis de imagen política
Estos desafortunados hechos han causado el rechazo social de una población que se siente agotada de actores políticos que despliegan sus más elaborados esfuerzos por manipular a la población peruana de manera descarada.
Hoy más que nunca se convierte en un reto para los políticos encontrar el camino para volver a conectar con una población harta de información negativa y reticente a volver con una mirada esperanzadora en la clase política peruana.
Vivimos la época del apogeo de las redes sociales, estas son utilizadas por millones de personas de forma simultánea y generan una vorágine de información muchas veces falsa o parcializada, conocida como fake news, esto provoca un peligroso círculo de desinformación que lleva a los navegantes de la red, en muchos casos, a no distinguir lo que es verdadero de lo que es falso.
En definitiva, la potencia de las redes sociales, especialmente plataformas como Facebook, Twitter y Youtube, obligan más que nunca a los políticos no solo a mantener un organizado manejo de la imagen pública, eso hoy ya no es suficiente. Es necesario preguntarse, de qué sirve un político organizador de masas, un diestro operador o un sesudo analista de la realidad, si la imagen pública que transmite esta alejada de los principios básicos de la ética y la moral. Decir la verdad sigue siendo el pilar irremplazable en la construcción de la credibilidad para generar confianza.
(Continuará)