Revista Laboral #16

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TRANSFORMACIONES DEL TRABAJO Y DE LA ORGANIZACIÓN SINDICAL A CUARENTA AÑOS DEL GOLPE MILITAR

Revista laboral ICAL REVISTA LABORAL ICAL

KatiadeMolinaValenzuela Instituto CienciasFelipe Alejandro Lipschutz Ical. www.ical.cl Editores Nº16 – AÑO 6


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ÍNDICE

Revista Laboral Ical © Nº16- Año 6 Ediciones: Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz ICAL Ricardo Cumming 350, Santiago, Chile. www.ical.cl Edición General : Katia Molina- Felipe Valenzuela katia.molina@ical.cl // // comunicaciones@ical.cl Año 2013. Diseño y Diagramación : Manuel Olate Inscripción ISBN : 0719-1715

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Editorial ................................................................................5 Transformaciones del Trabajo y la Organización Sindical, A cuarenta años del golpe militar. Katia Molina y Felipe Valenzuela.............................................9 Sindicalismo en Chile y su influencia en la tasa de explotación: Análisis histórico desde la fundación de la CUT hasta el Golpe militar. Luis Ignacio Silva Neira.........................................................28 Transformaciones en el Trabajo. Discusión en torno a su definición. Mauricio E. Muñoz Flores ....................................................42 Violación a la Libertad Sindical en los Call centers Katia Molina Ponce...............................................................81 El derecho a la seguridad social. Roberto Barraza .................................................................102 El presente del Sindicalismo en Chile. Un panorama general de sus tendencias y divergencias. Dasten Julián......................................................................118 El Trabajo y los Sentidos Ricardo Antunes .................................................................151

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Editorial

El Área Laboral del Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz presenta la publicación Las Transformaciones del Trabajo a Cuarenta años del golpe militar, con el objetivo de aportar a la reflexión del significado de estas transformaciones, centrada específicamente en el mundo del trabajo. La memoria constituye un espacio, que se encuentra siempre en disputa. Particularmente, nos interesa reflexionar conservando en la memoria el rol que jugaron en la historia los miles y miles de trabajadores organizados en miles de sindicatos que, cobijaban a los obreros de antaño, trabajadores que al igual que hoy, creaban la riqueza de nuestro país. Esta memoria se ha transformado en el sedimento, y debe serlo, al que los trabajadores y los movimientos sociales en general, recurran, con el propósito de perspectivar las luchas que se avecinan, con la tarea del momento y del futuro, que permita devolver la centralidad del trabajo que ha sido postergada ideológicamente en Chile, por la fuerza dirigida al pueblo y luego por políticas de acuerdos que han invisibilizado al trabajo como creador de valor tanto cuantitativa como cualitativamente. Los artículos que siguen pretenden convertirse, en una contribución para la lucha y la organización. El artículo “Transformaciones del Trabajo y la Organización Sindical a cuarenta años del golpe militar” escrito por Felipe Valenzuela y Katia Molina, hace una reflexión acerca de los continuos ideológicos neoliberales, expresados en el mundo del trabajo, considerando los aspectos estructurales de la transformación del modo

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de acumulación capitalista, los dispositivos utilizados para disciplinar a la clase trabajadora y cómo estos han impactado en su organización colectiva. El texto fue presentado en el encuentro CLACSO Chile en septiembre de este año. El texto Sindicalismo en Chile y su influencia en la tasa de explotación: Análisis histórico desde la fundación de la CUT hasta el Golpe militar, de Luis Ignacio Silva Neira, economista, nos entrega elementos importantísimos sobre la tasa de explotación y como esta ha sido modificada históricamente por la acción de la lucha sindical, perspectiva que es de suma importancia considerar el día de hoy. Mauricio E. Muñoz Flores, nos presenta el texto Transformaciones en el trabajo. Discusiones en torno a su definición, a partir de la problemática de las transformaciones en el modo de producción, se proyecta una discusión en torno al trabajo. Para esto realiza un recorrido por el modo industrial de organizar la producción bajo el Estado Desarrollista, el giro hacia el neoliberalismo, los cambios en el Estado y el impacto en la clase trabajadora. Buscando articular este contexto de transformación histórica, política, cultural y social con la discusión teórica, desde una episteme marxista, el concepto de trabajo. Finalmente, para ilustrar la discusión empíricamente, analiza la actividad productiva de los callcenters, describiendo el negocio, las condiciones laborales de sus trabajadores y las lógicas de flexibilidad laboral dominantes en este tipo de empresas. El artículo, Violación a la Libertad Sindical en los Call centers, escrito por Katia Molina, reflexiona sobre la importancia de la triada sindicalismo, negociación colectiva y huelga, a partir de lo que acontece en los callcenter y su vulneración, como una constante

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ideológica de la sociedad en que vivimos, donde la libertad sindical se debe constituir en la condición mínima que debe cumplir un Estado. Roberto Barraza, abogado comparte con nosotros El derecho a la seguridad social, quien plantea que frente a la crisis del actual sistema previsional, es necesario revisar el contenido del derecho a la seguridad social en el constitucionalismo chileno, y de las reformas de carácter neoliberal que a partir del golpe militar, constituyeron una clara regresión tanto del punto de vista material como jurídico, debido a la introducción de la subsidiaridad como principio rector, inhibiendo el rol activo del el Estado chileno en esta materia. Agradecemos el aporte de Dasten Julián, quien de manera crítica reflexiona sobre El presente del sindicalismo en Chile. Un Panorama general de sus tendencias y divergencias. En el artículo, pretende dar cuenta de una descripción general del panorama del sindicalismo en los años de la transición a la democracia (1990-2010), haciendo una revisión a los principales indicadores estadísticos que muestran el estado del sindicalismo en Chile. Para ello define cinco tendencias que marcan el proceso de constitución sindical en la actualidad, referidas a su precariedad, fragmentación y heterogeneidad. Agradecemos también, al profesor Ricardo Antunes, quien de forma fraterna y solidaria, nos ha regalado el texto El Trabajo y los Sentidos donde realiza una profunda revisión teórica, analizando la necesidad de apuntar a la especificidad de las mutaciones y de las consecuencias que ellas ejercen en el interior del sistema de producción capitalista, donde estaría emergiendo “un régimen de acumulación flexible nacido desde 1973”, que se caracteriza por la nueva “división de mercados, desempleo, división global del trabajo, capital volátil,

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cierre de plantas industriales, reorganización financiera e tecnológica”, entre tantas mutaciones que marcan esa nueva fase de la producción capitalista Agradecemos a la Fundación Rosa Luxemburgo, que en el marco de la XI Escuela Sindical “Por los derechos del trabajo y contra la desigualdad”, nos permite publicar estas reflexiones. El carácter dialéctico de la historia nos permite imaginar un mundo mejor, de esta forma, los invitamos a leer, con el fin de recobrar la lucha por la centralidad del trabajo, dotado de sentido y emancipador, características que tanta falta hacen al mundo del trabajo actual.

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TRANSFORMACIONES DEL TRABAJO Y LA ORGANIZACIÓN SINDICAL A CUARENTA AÑOS DEL GOLPE MILITAR Katia Molina Ponce Felipe Valenzuela

Las modificaciones en las formas de acumulación capitalista, con su reestructuración política, económica y social, ocurridas a partir de los años setenta, son el marco del golpe militar en Chile y en el resto de América, que contempló la suspensión de las libertades sindicales, la persecución y aniquilamiento de los dirigentes sindicales y fue el comienzo de los cambios radicales en la organización del trabajo. Se instala por la fuerza una matriz mercado-céntrica, transformándose el Estado en garante de la iniciativa privada y en promotor de los cambios en el trabajo, requeridos por el capital, originando nuevas formas de relaciones laborales, con un mercado del trabajo “formal”, que tiende a la flexibilidad, propio de un modo de acumulación flexible. En lo relacionado con el trabajo formal, la introducción de nuevas tecnologías impactó directamente en la organización de las funciones, ahora caracterizadas por la flexibilidad interna y los cambios en las calificaciones. Por otro lado, parte del mercado del trabajo tiende a la informalidad o a la precarización laboral que viene de la mano del empleo a tiempo parcial y la subcontratación (De la Garza, 2003: 31). La organización del trabajo, en esta nueva perspectiva, debe tener la capacidad de adaptarse a las crisis

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económicas propias del capitalismo, se trata de generar dinámicas productivas que, lejos de evitar las crisis, se ajusten a ellas. Se trata, en definitiva, de generar una “acumulación flexible” (Muñoz, 2013). En el presente artículo analizaremos las transformaciones del trabajo desde la dictadura militar hasta nuestros días, los dispositivos de dominación y su impacto en las organizaciones sindicales. I. Reestructuración Productiva y transformaciones del trabajo Las transformaciones que ha experimentado el trabajo y como consecuencia de aquello, los cambios en la organización sindical en el Chile de las últimas cuatro décadas, necesariamente exige referirse al momento en el cual se inician los cambios profundos del sistema capitalista mundial y el modo en que estos afectan a América Latina y en especial a nuestro país. En tal sentido, examinaremos someramente la forma en que las principales dimensiones de nuestras sociedades experimentaron cambios a partir de la década de los setenta del siglo pasado, es decir lo ocurrido en el plano ideológico, político y económico A).- Ideología Debe señalarse que en el ámbito de la ideología, asistimos en la segunda mitad del siglo veinte, a manifestaciones desde la academia y los intelectuales, que derivarán en un cambio epistemológico de entender el liberalismo que guiaba la vida en occidente. Se trataba de desplazar el avance de las expresiones colectivas, que se multiplicaban mediante la resistencia y lucha que

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oponían los trabajadores, que habían logrado instalar el valor del trabajo en el proceso productivo, incluso otorgándole significación emancipadora. Surge entonces la fórmula de reponer el individualismo, mediante el argumento de que el liberalismo que se practicaba en el siglo veinte, en la administración del modo de producción capitalista en su máxima expresión industrial, desembocaría necesariamente en formas de conducción totalitarias, usando como referente las vivencias del nacional socialismo con Hitler por un lado y el Stalinismo de la Unión Soviética por el otro. Como podemos observar en las expresiones, de uno de los más importantes pensadores de esta corriente, F. Hayek. ‘’Cuán fuerte es la ruptura, no sólo con el pasado reciente, sino con todo el desarrollo de la civilización occidental, que significa el rumbo moderno hacia el socialismo, se ve con claridad si la consideramos no sólo sobre el fondo del siglo XIX, sino en una perspectiva histórica más amplia. Estamos abandonando rápidamente, no sólo las ideas de Cobden y Bright, de Adam Smith y Hume e incluso de Locke y Milton, sino una de las características de la civilización occidental tal como se ha desarrollado a partir de sus fundamentos establecidos por el cristianismo y por Grecia y Roma. No sólo el liberalismo de los siglos XIX y XVIII, sino el fundamental individualismo que heredamos de Erasmo y Montaigne, de Cicerón y Tácito, Pericles y Tucídides, se han abandonado progresivamente’’ (Hayek, 2007) De este modo, esta corriente ideológica se transformó en un discurso que permeo a una generación de jóvenes, los llamados Chicago Boys1 (Muñoz, 2012). 1 En este grupo destacan: Pablo Baraona (Presidente del Banco Central 1975-

76; Ministro de Economía, 1976-78, 1988-89 y de Minería 1988-89), Álvaro

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Los que promovieron la centralidad del mercado en la totalidad de la vida social y política del país. Para ello fue necesario producir una profunda transformación del estado, pasando de un estado promotor de la producción a uno de tipo subsidiario, al servicio de los intereses de la clase dominante. B).- Política La dimensión de la política, nos coloca frente al Bardón (Presidente del Banco Central 1977-81; Ministro de Economía, 198283), Hernán Büchi (Ministro de Economía, 1979-80; ODEPLAN 1983-84; de Hacienda 1985-89), Jorge Cauas (Ministro de Economía 1976-82), Sergio de Castro (Ministro de Hacienda 1974-82: Presidente del Banco Central 198182), Miguel Kast (ODEPLAN 1978-1980; Ministro del Trabajo y Previsión Social 1980-82; Presidente del Banco Central 1982), Roberto Kelly (Ministro de Economía, 1978-79), Felipe Lamarca (Director del Servicio de Impuestos Internos 1978-84), Fernando Léniz (Ministro de Economía, 1973-75), Rolf Lüders (Ministro de Economía 1982; de Hacienda 1982-83), Juan Carlos Méndez González (Director de Presupuesto 1975-81), Juan Ariztía Matte (Superintendente de AFP 1980 - 1989), José Piñera Echenique (Ministro del Trabajo y Previsión Social 1979-80; de Minería 1980-81), Francisco Soza (CORFO 1975), Luis Arturo Fuenzalida, Alonso Ibáñez y Durán (Fundador del CEESP México, Analista Económico, Fundador y Rector del IDE), Ernesto Fontaine, Cristián Larroulet, Joaquín Lavín (UDI), Camilo Carrasco (Gerente General Banco Central de Chile, 1994 -2005) y Juan Andrés Fontaine. Las ideas y propuestas de los Chicago Boys las podemos encontrar en el primer Programa de Desarrollo Económico de la Dictadura Militar, que abordó dimensiones como la propiedad de la tierra, de los bancos, de las empresas del área social y de la minería. Este documento fue hecho público a comienzos de los noventa y se le conoce como “El Ladrillo”. Sus principales postulados tienen como base el Programa Económico elaborado por el Centro de Estudios Socioeconómico (CESEC), dirigido por Emilio Sanfuentes Vergara, para el candidato presidencial Jorge Alessandri Rodríguez, quien en 1970 compitió en las elecciones presidenciales con Radomiro Tomic y Salvador Allende. Las orientaciones de este Programa fueron: la apertura de la economía chilena, la eliminación de prácticas monopólicas, la liberación del sistema de precios, la modificación del sistema tributario, la creación y formación de un mercado de capitales, la generación de un nuevo sistema previsional, la “normalización” de la actividad agrícola nacional “destrozada por la reforma agraria” y la protección de los derechos de propiedad.

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derrotero histórico bien conocido en nuestro continente y que se inaugura el año 1964 con la primera dictadura en Brasil. La que podemos considerar como un ensayo general, que permitió el análisis de todos los factores que era necesario controlar en la región. La justificación política de los sucesivos gobiernos autoritarios, que algunos autores los señalan como los responsables del cambio de la matriz socio-política en la región, era el restablecimiento del orden que se veía amenazado por sectores de izquierda, influenciados por la Revolución Cubana y otras manifestaciones. En el caso chileno las características del golpe de Estado del que se cumplen cuarenta años, de acuerdo a Paul Drake, se explicarían por el grado de profundidad de las reformas llevadas a cabo durante el gobierno de la Unidad Popular “Desde la década de 1930 hasta 1970, el movimiento obrero y sus partidos políticos crecieron dentro de un modelo económico de industrialización protegida. En 1970, el porcentaje de la población activa en sindicatos llegó a casi un tercio. Tenían derechos y organizaciones importantes, representadas por la Central Única de Trabajadores (CUT). Después de los partidos políticos, los sindicatos fueron el portavoz más fuerte del pueblo. Sin embargo, por razón a las limitaciones de sus instituciones y de sus poderes legales, los trabajadores tenían menos fuerza con los empleadores que con el Estado. Por eso, dependían de sus partidos políticos, especialmente los comunistas y socialistas, para atraer el apoyo del gobierno para obtener mejores remuneraciones, condiciones de trabajo y concesiones del sector privado. Esa ayuda del gobierno nacional era sumamente crucial para combatir la inflación crónica. Esa colaboración con el Estado culminó con la Unidad Popular (1970-73), cuando los trabajadores conquistaron más que nunca. Fue el gobierno izquierdista más revolucionario en la historia de la América del Sur’’ (Drake, 1971) 13


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C).- Economía Finalmente el ámbito económico internacional se caracterizaba por la caída del sistema monetario de Bretón Woods que permitía una hegemonía internacional por parte de los Estados Unidos y que se derrumba cuando fuera de ese país, existían más divisas que las reservas en oro que ellos atesoraban; una alta inflación que se incrementaba provocando una desaceleración del crecimiento y el enorme impacto del precio del petróleo en 1973, que se disparó al alza. La presión ejercida por los trabajadores organizados significó un aumento importante del valor de la hora hombre, especialmente en los países del capitalismo central. Esto último, provoca el desplazamiento de partes de procesos productivos y actividades productivas completas, desde los centros tradicionales de producción en Occidente hacia otros sectores del planeta, fundamentalmente Asia, situación que se ha ido consolidando en la década del noventa, tal como nos ilustra la O I T2 que nos informa que en el período, de 1970 a 1990, el empleo en las industrias TVC (textiles, vestuario y calzado) de los países desarrollados disminuyó considerablemente. En efecto, las reducciones del número de trabajadores en el sector fueron de 58 por ciento en Alemania, 55 por ciento en el Reino Unido, 49 por ciento en Francia y 31 por ciento en los Estados Unidos. Con respecto a este último país, cabe señalar que, aun cuando la mano de obra del sector es todavía de 1,6 millones de personas, en 1980 empleaba a 2,5 millones de trabajadores, lo que significa el desplazamiento desde el sector productivo de prácticamente un millón de trabajadores. 2 ‘’la mundializacíon cambia la fisonomía de las industrias de los textiles, el

vestido y el calzado’’. Fecha de la publicación: 28 de octubre de 1996 O I T

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La transformación Como veremos en las cifras que presentaremos más adelante, los cambios experimentados en el mundo del trabajo, a partir de la década del setenta del siglo pasado, por las razones expuestas someramente arriba, autores como Ricardo Antunes (2001) las han calificado como la “metamorfosis en el mundo del trabajo.” El camino seguido por esta conversión, se encuentra avalada por la decisión de los sectores financieros, frente a las condiciones en el mundo occidental, de trasladar las inversiones productivas al Asia, especialmente a China y luego a la India, donde se concentrará aceleradamente la industria manufacturera del planeta, que se expande en el ámbito de una economía a escala, es decir asegurando bajísimos costos unitarios por un incremento incesante de los volúmenes de producción, que sumados a los bajos niveles de salarios, produce una nueva distribución del trabajo a nivel internacional, ratificada por el acuerdo celebrado en el Consenso de Washington en 1989. Este desplazamiento de las cadenas de valoración hacia los países del Asia, han significado en palabras del mismo Antunes: “...hubo una disminución de la clase obrera industrial tradicional. Pero paralelamente, se efectuó una notoria expansión del trabajo asalariado, a partir de la enorme ampliación de asalariados del sector servicios; se verificó una severa heterogenización del trabajo, expresada también a través de la creciente incorporación de contingentes femeninos al mundo obrero; se percibe, igualmente, una subproletarización

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intensificada, presente en la expansión del trabajo parcial, temporario, precario, subcontratado, tercereizado...” Concretamente en Chile, este fenómeno ha presentado uno de los rasgos de mayor profundidad y más distintivos respecto a otros países latinoamericanos, y durante estos cuarenta años, gradualmente se verifica la modificación de la matriz productiva, que ha hecho más compleja y fragmentada la fuerza de trabajo del país. El cambio en su composición, lo podemos observar en el siguiente gráfico, que compara los datos del año 1960 con los del año 2012, en esta materia.

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productivos son 1.865.180, significando un 13.62 % de la fuerza de trabajo. Es decir el incremento en los sectores productivos de la economía en 50 años, es sólo de un 0.78 %. Sin embargo, la fuerza de trabajo considerando los datos del trimestre Agosto-Septiembre-Octubre del 2012 (INE) ha crecido en un 208% Esto significa que una enorme cantidad de trabajadores en Chile se han incorporado durante estos cuarenta años a sectores de trabajos improductivos, especialmente en el sector de comercio y servicios, que tiene un componente de feminización importante. La transformación tutelada Los cambios experimentados desde la aplicación del llamado ajuste estructural que inició la dictadura, fueron institucionalizados en 1979 con la redacción del “Plan Laboral” y luego con el Código del Trabajo vigente.

Elaboración Propia con datos de INE

De esta forma, si consideramos que los mayores de 15 años, según el censo de 1960 eran 4.446.591 personas (PEA). Y los trabajadores productivos, trabajadores del sector real3 eran 571.500, representando un 12.84 % de esa fuerza de trabajo. Hoy día, de acuerdo al INE los mayores de 15 años son 13.695.080 personas (PEA) Los trabajadores 3 Construcción, minería, industria

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Este amparo legal, que ha consolidado la relación capital – trabajo, significó no sólo la consolidación de este proceso, sino, y probablemente, la más importante de las consecuencias, una profunda desigualdad existente en nuestra sociedad, observada precisamente en los asalariados, tal como lo indican los siguientes antecedentes. Al mes de Marzo del año 2013 se presenta la siguiente situación: - 915.635 trabajadores tienen un ingreso imponible inferior a $ 200.000.-

1.580.070 trabajadores reciben un ingreso

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imponible menor a $ 400.0004.Lo que significa que del total de los chilenos que cotizaron el mes de Marzo, que suman cuatro millones 928.334 personas, el 50,64 % ganan menos de $ 400.000 imponibles. Esta cifra de ingreso mensual, representa la mitad de los veinte mil dólares que corresponden al ingreso per-cápita que se exhibe como logro de nuestro modelo. Podemos afirmar entonces que el carácter relevante de la posición del capital sobre el trabajo, en estos cuarenta años, ha sido el incremento de los niveles de explotación, que han impactado fuertemente en la distribución funcional del ingreso como podemos observar en la tabla siguiente:

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Se evidencia una constante en la precarización que se realiza año a año de la clase trabajadora y un incremento sostenido del capital, que no tiene freno. La flexibilidad instalada, tanto interna como externa, implica una fuerte fragmentación, que facilita la aplicación de políticas de dominación y explotación, que se expresan claramente en lo que ha sucedido con el poder de la organización sindical en este periodo. II. El poder de la organización sindical clausurado por el poder dominante. La relación entre la violencia ejercida contra los dirigentes sindicales y la violación a la libertad sindical es directa, se inscribe dentro de un continuo ideológico que se inicia con el golpe de Estado de 1973, y que es parte de lo que deben enfrentar los dirigentes sindicales para realizar su quehacer hasta el día de hoy. En este continuo neoliberal, los sindicatos son considerados una “distorsión del mercado”, la que ha constituido la mirada del empresariado, que se cristalizada en su actuar en contra de la organización sindical.

Elaboración Propia con datos del Banco Central 4 Informe Estadístico Trimestral de Afiliados y Cotizante. Corresponde al

número de afiliados que cotizaron en Marzo de 2013, por remuneraciones devengadas en Febrero de 2013. Superintendencia de Pensiones

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y morales… el dispositivo siempre está inscrito en un juego de poder, pero también ligado a los límites del saber…el dispositivo estrategias de relaciones de fuerza sosteniendo tipos de saber y sostenidas por ellas” (Foucault, 1977) Consideramos como dispositivos específicos contra la organización sindical: el terror, la legislación laboral y la actual flexibilidad laboral

Elaboración Propia con datos de la Encuestas Laborales ENCLA del 98 al 2011

El gráfico nos señala la actitud del empresariado chileno frente al sindicato, observamos la tendencia de “obstaculizar la afiliación sindical” como una práctica antisindical consolidada. Para el año 2011 la actitud negativa a la organización sindical es superior al 35% Para comprender los juegos de poder en la sociedad chilena, consideramos los mecanismos de dominación puestos en acción en contra los trabajadores. De esta forma, abordaremos tres de los dispositivos específicos que han sido utilizados en distintos momentos de estos cuarenta años. Entenderemos por dispositivo “un conjunto que compone los discursos, las instituciones, las habilitaciones arquitectónicas, las decisiones reglamentarias, las leyes, las medidas administrativas, los enunciados científicos, las proposiciones filosóficas

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A).- Dispositivos de terror. Los primeros dispositivos utilizados por la dictadura militar, contra los trabajadores y sindicalistas fueron el terror, la persecución y el aniquilamiento de los dirigentes y la prohibición de las organizaciones sindicales desde el mismo 11 de septiembre de 1973. Esa fuerza descargada para devastar el movimiento sindical dejó una huella en la sociedad chilena. En la etapa pos- dictadura, sigue impactando el miedo entre los trabajadores, temor a perder el trabajo, a ser excluidos y a la incertidumbre del salario; desde donde se domina y se hace renunciar a las luchas por mejorar las condiciones de vida y se instala “el consumo de la experiencia del consumo”.

Elaboración Propia con datos de la Encuesta Laboral ENCLA

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Como lo indica el gráfico, que recoge información desde el año 1998 hasta el presente, “el temor a consecuencias negativas en su trabajo” supera el 40% y es la actitud de los trabajadores frente a la organización sindical. De esta forma, se puede comprender que este dispositivo permea la subjetividad del trabajador consolidando un hiper individualismo y haciéndolo vulnerable y sin protección frente al poder dominante. B) La Legislación laboral como dispositivo racional de dominación. La Legislación Laboral confeccionada por la ideología neoliberal, tuvo por objetivo central el disciplinamiento de la fuerza de trabajo y la de-construcción del movimiento sindical, su fragmentación y debilitamiento, con el fin de realizar la reestructuración económica y transitar hacia “la plena libertad del mercado”, donde el sindicalismo, es considerado una traba, una distorsión que es necesaria superar. Para ello se requería una legislación pensada en impedir el actuar colectivo, quitarle el protagonismo político y el poder negociador, dejándolo encapsulado en el sindicato de base. Se introduce para este fin el concepto de voluntariedad de la sindicalización, que mina la sustentación del poder sindical. Se pasa de un sujeto político a un individuo cooptado. Esto, porque se necesitaba realizar cambios estructurales al modelo de desarrollo que impulsaba la Unidad Popular, sin regresar al modelo de inspiración keynesiana, era la oportunidad de materializar la utopía neoliberal de plena libertad del mercado. De esta forma, los derechos colectivos, cuyos pilares son la triada: afiliación sindical, negociación colectiva

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y huelga, tras la normativa jurídica que emana del Plan Laboral de 1979, confeccionado por José Piñera y que se mantiene casi sin modificaciones en el Código del Trabajo hasta el día de hoy, no están asegurados. El objetivo del Plan laboral fue restarle poder negociador a las organizaciones sindicales, circunscribirlas al espacio de las empresas y no reconocer los derechos del trabajo, sólo la libertad de contratación tal como lo señala la Constitución Política de 1980.5 Las reformas al marco legal realizadas en democracia no alteraron el desequilibrio entre el poder del empresario y del trabajador, se sacralizó una legislación laboral débil para no estorbar la apertura democrática y asegurar su éxito. De esta forma, se articulan disposiciones jurídicas que tienen consecuencias en la estabilidad laboral y en la inseguridad vital, como es el artículo 161 del actual Código del Trabajo6, que permite despedir “por necesidad de la empresa” constituyéndose en la principal causa de destrucción sindical, pues se torna un dispositivo de amedrentamiento a los trabajadores no sindicalizados. “Mientras subsista el libre despido, amparado en el artículo 161 del Código, los empleadores continuarán intimidando durante los procesos negociadores, inhibiendo a los trabajadores para que no insistan en sus peticiones; avisando –por diversas formas- que utilizarán este mecanismo de despido inmediato una vez terminado el fuero de los trabajadores involucrados (en general, 30 días después de firmado el nuevo contrato” (Hernández, 2010) C).- Flexibilidad dominación.

Laboral

como

dispositivo

de

5 Constitución Política 6 Ley 19.010 del Código del Trabajo. 1990

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La flexibilidad es la modalidad que usan las empresas para adecuarse a los constantes cambios que se producen en el mercado, a fin de obtener los niveles de productividad necesarias de acuerdo a su patrón de acumulación. Para hacer frente a una demanda discontinua, heterogénea y diferenciada, la producción se hace flexible y se flexibilizan las condiciones laborales de los trabajadores. La explotación no tiene contención desde el Estado, ni tampoco desde la organización sindical, que está debilitada, por la fragmentación que le impone este modo de organización laboral. La economía reordenada con la lógica de la desconcentración, crea un marco para el actuar de las empresas, las que implementan una transformación profunda en la concepción del trabajo, su organización e implementación. El régimen de relaciones laborales que emergen de este sector y la calidad del empleo, paralizan la actuación del colectivo de trabajadores y fragmenta las relaciones laborales, traspasa a los asalariados el peso de las fluctuaciones del mercado, lo que debilita los derechos laborales e introduce la informalidad y precariedad, amparándose en derechos flexibles para poder disponer de una fuerza de trabajo en función directa a las necesidades del mercado consumidor (Antunes, 2005). La flexibilidad laboral actúa entonces, como un dispositivo de dominación, disciplinamiento y explotación de los trabajadores, a la vez que debilita la organización sindical y su poder, pues frente a un escenario de atomización y fragmentación, constituir un sindicato es un desafío mayor. Estos dispositivos permiten que el continuo ideológico neoliberal se mantenga en nuestra sociedad. Se sigue privilegiando las relaciones pluri-individuales frente a

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las colectivas, es en definitiva el trabajador- individuo, nunca la organización sindical, la que enfrenta el desequilibrio del capital. III.- Las resistencias frente a los dispositivos de dominación Según Agamben “Todo dispositivo implica un proceso de subjetivación sin el cual no podría funcionar como dispositivo de gobierno, aunque se reduzca a un puro ejercicio de violencia”. (Agamben, 2011) Estos cuarenta años, se han distinguido por políticas de consenso, amparadas por el desequilibrio de la relación capital trabajo, a favor siempre del capital, que solamente se ha visto alterada, cuando los trabajadores han desplazado el cerco legal, impuesto por la institucionalidad y que han motivado movilizaciones por una distribución más justa de la riqueza que los trabajadores producen, en este ámbito es preciso destacar el papel que han jugado los trabajadores del Estado, que a pesar de no tener derecho a negociar, han marcado un hito para los trabajadores en general con sus acciones reivindicativas. De esta forma, la organización colectiva de los trabajadores, presenta nuevas características, un proceso de recomposición buscando un espacio en la sociedad global actual y no simplemente desvaneciéndose (Aravena, 2007). Indudablemente presentan un estado de debilidad si se le compara con el rol que tenía antes de la ruptura de 1973, pero se viene gestado un proceso de luchas desde el año 2003, embrionaria y simbólica. Los niveles de organización mostrada por los trabajadores subcontratistas, del cobre, forestales, salmoneros, entre 2006 y 2008, implicaron el desarrollo de una serie de movilizaciones masivas, que los visibilizó en la sociedad. De esta forma, en los juegos del

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poder, existe una fisura de los dispositivos específicos de dominación, que implica nuevos procesos de subjetivación. La estrategia, pensar una organización sindical desde el subcontrato y legitimar su acción fuera de la legalidad, dando un salto cualitativo al plantear Negociaciones Colectivas fuera de la empresa y negociar por la vía de los hechos con la empresa mandante. Esta acción se desarrolla como resistencia a los dispositivos de dominación como son la legislación laboral y la flexibilidad laboral, expresada en la tercerización y en el miedo a organizarse sindicalmente. Estas acciones se han constituido en un ejemplo para otros trabajadores, para repensarse desde la organización colectiva, tras la consigna “a igual trabajo, igual salario” y buscar estrategias articuladoras que se requieren realizar y la búsqueda de estrategias para frenar las tendencias de precarización, flexibilidad que se instalan sin restricción en el mundo del trabajo.

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debate necesario”. Alternativa Nº25. Santiago: ICAL Drake, Paul W. Professor Emeritus of Political Science Ph.D. Stanford University, 1971 Comparative Politics, Latin America Encuestas Laborales ENCLA año 98, 99, 2002, 2004, 2006, 2008, 2011 en http://www.dt.gob.cl/ documentacion/1612/w3-propertyvalue-22780.html Hayek F. Camino de Servidumbre. Título Original: The Road to Serfdom Quinta reimpresión: 2007. Hernández, Alfonso. Vicios en la Legalidad Laboral Chilena, 2010 Muñoz, Mauricio. Revista Laboral de ICAL Nº 14 2012 Muñoz, Mauricio. Documento de Trabajo Interno ICAL 2013 (De La Garza, E. (2003). “El papel del concepto de trabajo en la teoría social del siglo XX”. En: De la Garza, E. (compilador). Tratado latinoamericano de sociología del trabajo. México: FCE.) O I T Fecha de la publicación: 28 de octubre de 1996

Referencias bibliográficas Agamben. G ¿Qué es un dispositivo? en: Sociología, año 26, número 73, pp. 249-264, año 2011 Antunes R. Los Sentidos del Trabajo. Bs. As.: Ediciones Herramienta. Año 2005. Antunes, R. ¿Adiós al trabajo? Ensayo sobre la metamorfosis y la centralidad del mundo del trabajo. Sao Paulo: Corez Editora. Año 2001. Aravena, A. “Reflexiones metodológicas para el estudio del sindicalismo en Chile: aportes para un

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SINDICALISMO EN CHILE Y SU INFLUENCIA EN LA TASA DE EXPLOTACIÓN: Análisis histórico desde la fundación de la CUT hasta el Golpe militar. Luis Ignacio Silva Neira Economista “Soy un incasable predicador por la unidad de la clase trabajadora chilena. Porque cuando la clase trabajadora chilena está unida, es invencible, nadie se atreve contra ella” Clotario Blest 1.-Introducción: Muchos años han pasado, ya desde su inicio, y el capitalismo sigue hoy creciendo y acumulando, proceso que no se ve sólo en la mayor concentración de capital y riqueza, sino también en una acumulación de trabajadores, que cada día llegan desde el campo a incorporarse a la fuerza de trabajo en procesos de producción capitalista de los cuales antes estaban ajenos. Así, este sistema se apodera cada día más de la vida de millones de personas en el mundo, si bien es claro que no será para siempre, urge la necesidad de encontrar fuentes que lo desestabilicen, de penetrar en su escondida forma de apropiarse del trabajo ajeno. En el sistema de producción capitalista, en donde los trabajadores no tienen más que ofrecer que su fuerza de trabajo y se subordinan a los dueños de los medios

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de producción, el trabajo realizado, puede entenderse como composición de dos partes, en términos de jornada laboral, por un lado el trabajo necesario, que se compone por la parte de la jornada laboral en que el trabajador produce lo que finalmente será para él, que es justamente lo necesario para reproducirse a si mismo, esto se entiende comúnmente como salario. El otro se le denomina el trabajo excedente, el cual sería su complemento, compuesto por lo producido en el resto de la jornada laboral, que finalmente es apropiado por el capitalista, es la parte del tiempo del horario laboral en que el trabajador trabaja única y exclusivamente para su empleador y sus ganancias. Sin embargo, esta separación no es simple a la vista, ya que algo propio del sistema es esconderla dentro de la jornada laboral. Pero, el hecho de que este escondida, no significa que este intacta, ya que existen formas de reducir el trabajo excedente y de esta forma, reducir también la tasa explotación. De esta manera, la organización sindical, a través de la negociación colectiva y la fuerza política-organizacional que puedan llegar a tener, podrían ser capaces de intervenir en la actual relación existente que compone la jornada laboral, precisamente aumentando la composición salario. Es preciso también entender la lucha sindical y el ejercicio de sus derechos, como una expresión de la lucha de clases, donde se expresa en términos concretos esta relación entre capitalistas y obreros (o las múltiples formas en las que se ha diversificado el trabajo y su misma explotación, como es el caso de los subcontratados o los trabajadores del área de servicios por nombrar algunos ejemplos); de esta manera la lucha sindical no se entiende como una pelea espontánea por reivindicaciones laborales, sino que es inherente al sistema de explotación capitalista. En este sentido, en la presente investigación se abordará la fuerza que ha tenido la lucha sindical en el

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periodo comprendido entre el 1960 al 1973, de forma de poder contrastarla con la tasa de explotación a nivel nacional en el mismo periodo, para luego pasar a comparar ambos parámetros y explicarlos en base a la coyuntura histórica vivida en ese momento en el país. II.-Metodología: Para realizar el presente análisis es necesario contar con la Tasa de Explotación del periodo a estudiar (comprendido entre los años 1960 al 1973). Se presenta el siguiente gráfico que presenta las estadísticas desde el año 1960 al año 2009.

Aquí observamos la tasa de explotación durante la segunda mitad del siglo XX, las cuales fueron desarrolladas a partir de datos de la CEPAL, donde al excedente de explotación (que es la porción del PIB chileno producido por los trabajadores) se le restó la masa de remuneraciones de los asalariados, todo esto partido en la suma de los salarios, de esta manera se obtiene la tasa de explotación para los distintos años,

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definida por Karl Marx como la plusvalía dividida en el salario. Por otro lado, es necesario cuantificar de alguna manera la actividad sindical del periodo a analizar, para que permitan entender el desarrollo histórico del movimiento sindical en dicho periodo, algunos indicadores que se tomarán son: Cantidad de huelguistas y Tasa de sindicalización. Indicador Cantidad de huelguistas:

1961

2125346

Número total de trabajadores involucrados en huelgas por año 257208

1962

2212823

182013

1963

1648249

323172

1964

1631117

356375

1965

2089989

332484

1966

1078100

156927

1967

2252478

460906

1968

3718248

288736

1969

1867455

525122

1970

421110

1860662

1971

1647383

329925

1972

2138217

440298

1973

6932340

920737

año

Número total de días hombre: De trabajo perdidos en huelgas por año

Fuente: A. Amstrong: “Tendencias, magnitudes y causas de las huelgas de trabajadores dependientes de un empleador en Chile”.

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Tasa de sindicalización: Año 1932 1935 1940 1955 1965 1970 1973

III.- ¿Por qué se escogió dicho período?

Nº de sindicatos 421 669 1,888 2,177 2,059 4,581 6,502

Nº afiliados 54,801 83,262 162,29 305,192 302,408 627,666 934,335

Fuente: CEME, “Antecedentes del movimiento sindical chileno”.

La primera tabla nos muestra la cantidad de trabajadores que participaron en huelgas en el periodo comprendido entre el 1961 al 1973, como también el número total de días hombre de trabajo perdido por huelgas en el año correspondiente. La segunda tabla nos muestra la tasa de sindicalización desde 1932 hasta 1973, donde se ve la cantidad de sindicatos activos, como también el número de afiliados. Estos datos en su conjunto son los que permitirán de cierta manera cuantificar la acción sindical de aquellos años, todo esto, entendiendo también el contexto histórico, tanto logros como avances e hitos relevantes que se produjeron. Contando con esto, se buscará encontrar una relación entre el avance en el mundo sindical producida en esos años, con las variaciones en la tasa de explotación, pudiendo buscar explicaciones teóricas (respaldadas por las estadísticas presentadas) que argumenten una posible relación indirecta entre estos dos parámetros anteriormente nombrados.

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Antes de comenzar a desarrollar la idea presentada en el actual trabajo, es necesario aclarar, por qué fue elegido para estudiar el periodo comprendido entre los años 1960 a 1973. Dado que queremos observar la influencia de la lucha sindical en la tasa de explotación, debemos contar con antecedentes claros sobre el desarrollo del movimiento sindical, en el sentido de que la tasa de explotación (variable que depende directamente del PIB) puede tener múltiples correlaciones con otras variables que la determinen, por lo tanto es preciso estudiar un periodo en que sea fácilmente observable la evolución del movimiento sindical en términos de fuerza, y este es uno de los periodos de la historia de Chile donde se observa más claramente esto. Según los datos considerados, se observa un punto de partida de la actividad sindical sumamente debilitada (luego del gobierno de Gabriel González Videla), hasta un apogeo nunca antes visto en la historia con la llegada de la UP al gobierno. Es posible observar que la tasa de explotación, tiene una clara tendencia a la baja desde el año 1963, la cual disminuye hasta la mitad de lo que era en dicho año en el 1973 (desde una tasa que alcanzaba 120% a 60%), es decir una disminución de un 50 % en solo 10 años. Como se ha dicho anteriormente, son muchos los factores que pueden determinar las fluctuaciones de la tasa de explotación producto de que está directamente ligada al PIB, sin embargo se condice dicha baja con un ascenso del movimiento sindical observado en las tabla donde se aprecian la cantidad de huelguistas, y la siguiente en la que se tiene información sobre la cantidad de sindicatos activos como el número de trabajadores sindicalizados. Por un lado vemos que la sindicalización ha venido

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en aumento durante todo el periodo comprendido entre 1932-1973, sin embargo existen algunos años en que dicho aumento se acentúa, como lo es en el año 1940, donde aumentó el número de sindicatos en un 280% en 5 años, y el número de afiliados en un 94%; si bien luego de este aumento se ve un estancamiento en los indicadores, la siguiente alza se ve precisamente en el período estudiado, donde el número de sindicatos y el número de afiliados se incrementó en 122% y 105 % respectivamente, siguiendo con un aumento menor pero de igual manera importante entre el 1970 y 1973 de un 42% y 49%, esto nos hace observar la directa correlación7 existente en dicho período entre la disminución de la tasa de explotación con el aumento de la actividad sindical en términos de número de sindicatos activos y número de afiliados. Además de ver los incrementos presentados en el párrafo anterior, surge la interrogante de cuál es la actividad de dichos sindicatos, de manera de comprender su real influencia en la agenda nacional, para esto se adjunta en la tabla “Indicador Cantidad de huelguistas”, en esta se pretende ver la intensidad de la actividad sindical evidenciada en términos de cualitativos en el indicador presentado anteriormente. En cuanto a días de trabajos perdidos por huelgas en cada año, es posible observar un alza considerable entre los años 1966 al 1968, el cual aumenta de 1.078.100 días perdidos, a 3.718.248, es decir, un aumento de 344% en dos años, culminado en 1973 con una cantidad que llega a los 6.932.340. Por otro lado, los trabajadores involucrados en huelgas mantienen cifras con mayor volatilidad, sin embargo, los valores alcanzan cifras más altas en la segunda mitad de la década del 60 y 7 Es importante aclarar que correlación no implica a priori causalidad, si bien

en dicha sección se intenta mostrar la correlación, será en la siguiente donde se explicitaran los argumentos para justificar una causalidad entre dichas variables.

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primeros años de la década del 70 (llegan a 1.860.662 en 1970) por sobre la primera mitad de la década del 60 (sólo 356.375 trabajadores en 1964), lo que se puede entender en un contexto de agitación social, que cada vez aumentaba y que tenía como una de sus expresiones las huelgas, que se llevaban a cabo y la participación de los trabajadores en estas. A continuación será presentado el periodo histórico, en función de la lucha sindical, su trayectoria y su influencia en la tasa de explotación. IV.-Desarrollo: En el gobierno de Gabriel González Videla (19461952) se produce el quiebre interno del Frente Popular, el año 1946, donde participaban el Partido Comunista, el Partido Socialista y el Partido Radical. A esto se suma, la promulgación de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia (1948), también conocida como la “Ley Maldita”8, que tuvo como consecuencia un inmenso retroceso en los procesos sindicales y movimientos populares que habían comenzado a surgir desde comienzos de siglo, producto de la llamada “Cuestión Social”; además permitió la persecución de 8 Ley N° 8.987, promulgada en Septiembre de 1948, derogada por Ley N°

12.927, sobre Seguridad del Estado, en Agosto de 1958. Esta ley prohibía “la existencia, organización, acción y propaganda, de palabra, por escrito, o cualquier otro medio, del Partido Comunista y en general de toda asociación, entidad, partido, facción o movimiento que persiguieran la implantación en la República de un régimen opuesto a la democracia o a la soberanía del país”

* Ricardo Antunes es Professor Titular de Sociología en el Instituto de Filosofia e Ciências Humanas de la UNICAMP. Es investigador del CNPq (Conselho Nacional da Pesquisa) rantunes@unicamp.br ** Publicada en Sociología del Trabajo, nueva época, núm. 74, invierno de 2011, pp. 47-66.Madrid.

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una gran cantidad de dirigentes provenientes del Partido Comunista, como también aumentó las dificultades para movilizarse en torno a huelgas o incluso para formar sindicatos. En este sentido, no es hasta la fundación de la Central Única de Trabajadores CUT en el año 1953, donde vuelven a resurgir movimientos que empiezan a tomar fuerza, encontrando un punto de inflexión en el año 1955, donde la Central (la que comenzará a ser un actor fundamental en los procesos sociales vividos a partir de esa fecha) inicia una campaña que culmina en un gran paro general el 7 de Julio de 1955, dando inicio a un nuevo periodo de movimientos sociales y de trabajadores que comienza poco a poco a movilizarse. De esta manera, la década de los 60 cuenta con una Central Única de Trabajadores, que aglutina a una gran cantidad de sindicatos, y presenta una actividad sindical que crece día a día. Es posible observar como entre los años 1965 al 1970 la cantidad de sindicatos creció de 2.059 a 4.511 organismos, con 292.661 afiliados a 551.086 al final de la década (tal como muestran las tablas presentadas en la sección anterior). Todo esto, como reflejo concreto de victorias de los trabajadores, que se evidenciaron durante la década, entre ellos, es posible mencionar que en el año 1965 se establece un salario mínimo campesino que debía ser único en todo el país, el cual en el año1967 llega a equipararse con el del sector industrial, aumentando entre dichos años en un 50% en términos reales. Todo esto puede ser considerado como producto del aumento de la actividad sindical de trabajadores del campo, que comenzaba a prosperar como consecuencia del proceso de la reforma agraria comenzada en el gobierno de Eduardo Frei Montalva. No es necesario ir muy lejos para desprender una aparente y clara relación entre la actividad sindical y la

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influencia que tuvo en este periodo en los salarios, se puede apreciar cómo la fuerza que adquieren los trabajadores en aquellos años aumenta el poder de negociación y pone en una encrucijada a la clase capitalistas y al mismo Estado, que frente a un aumento en la huelgas y una mayor organización que se expresa en los aumentos considerables de trabajadores sindicalizados (factores que debilitan a la clase dominante ya que intervienen en su proceso productivo, y por ende, sus ganancias se ven perjudicadas) terminan otorgando beneficios a estos, entre ellos aumentos salariales como los explicitados anteriormente en el caso del campo, relación que tiene una influencia directa con la tasa de explotación. Esto se produce, ya que al aumentar los salarios, disminuye el trabajo excedente realizado por los obreros, y aumenta el trabajo necesario. Esto también es posible observarlo en el gráfico 1, donde en términos agregados, se ve una caída en la tasa de explotación a lo largo de la década del 60, precisamente hasta el año 1973, donde el golpe militar acaba con toda la actividad sindical, y se da inicio a una persecución política a toda persona participantes de estas colectividades, de esta manera, la organización (clandestina) que comenzó a articularse en dictadura, tuvo un marcado carácter opositor al régimen imperante, teniendo como principal objetivo luchar por poner fin a la dictadura militar, proceso que se vivió en alianzas con otros sectores sociales; de esta manera, se ve un quiebre o término momentáneo de la lucha por la reivindicación del trabajo y sus derechos propios. La fuerza y accionar de los sindicatos no sólo repercute en la clase capitalista, sino también en el Estado, que históricamente ha sido un aparato de dominación de clase, una institución encargada de mantener dichas desigualdades, en palabras de Marx es “la forma bajo la que los individuos de la clase dominante hacen valer sus intereses comunes y en la que se condensa toda la sociedad civil de la época, se sigue de aquí que todas las

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instituciones comunes se objetivan a través del Estado y adquieren a través de él la forma política. De ahí la ilusión de que la ley se basa en la voluntad y, además, en la voluntad desgajada de su base real, en la voluntad libre. Y, del mismo modo, se reduce el derecho, a su vez, a la ley…” Bajo esta concepción de Estado, los sindicatos ejercieron presión en la década del 60 a dicha institución, lo que tuvo como consecuencias una serie de reformas, que influenciaron a la baja la tasa de explotación y que además mejoraron las condiciones laborales de los trabajadores. Entre ellas están la política salarial de 1964, donde se reajustaron en un 100% en términos reales, los salarios con base al aumento del costo de la vida de ese periodo, y además de aumentar el salario mínimo, también se creó la Subsecretaria del Trabajo y una serie de disposiciones legales destinadas a beneficiar al sector laboral, todo esto, como consecuencia del auge del movimiento sindical en esa época y la presión ejercida por este. Es importante señalar también que la fuerza que tomaron los sindicatos es explicada por la unión que estos tuvieron, si bien existían otras agrupaciones de sindicatos, era la CUT la que concentraba a la inmensa mayoría, lo que le daba un poder negociador mayor teniendo como punto culmine la incorporación de dicho organismo en el gobierno de la Unidad Popular. La CUT contaba con más de 3.600 sindicatos, federaciones y otras organizaciones afiliadas en el año 1968, que representaban aproximadamente 340.000 trabajadores, de un total de 370.000 sindicalizados en total en el país (Pizarro: 1986) Ubicándonos también en el contexto político y social, vemos que el surgimiento de los movimientos sindicales no nace de manera espontánea, sino que son inherentes a un sistema de producción que predomina en ese momento y que sus contradicciones se evidencian cada

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vez más con el paso del tiempo y con el surgimiento y crecimiento de los movimientos sociales. En este sentido, la mayor sindicalización vista en este periodo se engloba también dentro de un contexto político-social que se nutre de dicho surgimiento para llegar finalmente al poder en el año 1970, cuando es electo el presidente Salvador Allende, periodo en el cual estaba en evidencia la lucha de clases y la hegemonía capitalista estaba al borde del abismo luego de la emergencia de los trabajadores, que de manera organizada y unida se contraponían a la fuerza dominante, en términos más concretos, eran trabajadores que abogaban (obteniendo resultados) por recuperar el fruto de su propio trabajo, y es está presión hacia los aumentos de los salarios (que implica directamente una disminución de la tasa de explotación) ejercida por los trabajadores, que disminuyendo la ganancia de los capitalistas, los situaba en una situación clara: no sería posible mantener dicho sistema de producción, y por ende, mantener sus privilegios de clase históricos si la clase trabajadora seguía creciendo e irrumpiendo en la escena nacional, con cada vez más organización, es decir con cada vez más poder. V.-Conclusiones: En vista de los datos analizados, y principalmente de los hechos acontecidos en el periodo estudiado, es posible entender la lucha sindical como una expresión de la lucha de clases, en donde la fuerza de los trabajadores expresada en la organización sindical, es la pelea misma de la clase obrera por recuperar la retribución justa de su trabajo, lo que desestabiliza a la clase dominante en su afán de aumentar constantemente la plusvalía o trabajo excedente, uno de los sustentos del sistema de producción capitalista.

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Si bien, es posible entender la lucha sindical y sus esfuerzos por disminuir la tasa de explotación, como la solución para terminar con la reproducción capitalista, es necesario entender que se deben desarrollar aspectos sociales que van más allá de la lucha práctica de pelear por aumentos salariales, y que se envuelven en un conjunto de condiciones materiales que son creadas por la sociedad en un determinado periodo histórico como consecuencia explicita de las mismas contradicciones del sistema capitalista, la cual es la apropiación individual de los beneficios de la producción en contraste con la producción social, es decir, el enriquecimiento de los dueños de los grandes capitales, por sobre el empobrecimiento de la clase trabajadora que son quienes producen el valor y las riquezas que hoy abundan, pero solo para algunos. En este sentido, la lucha sindical solo será transformadora en cuanto se proponga ir más allá de obtener beneficios concretos, sino que también sea entendida como consecuencia de dichas contradicciones, que este permeada de estas y sea transformadora, en el sentido de que apunte, además de disminuir la tasa de explotación a través de los salarios, a destruir con la actual apropiación individual nombrada anteriormente.

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Bibliografía: CEME, Antecedentes del movimiento sindical chileno, Santiago, Archivo Chile, 2000 Coloma, Fernando; Rojas, Patricio. Evolución del mercado laboral en Chile: Reformas y resultados. CEP. 2001 Engels, Friedrich. Del socialismo utópico al socialismo científico. España, Mestas ediciones, 2001. Marx, Karl. El Capital. México, Fondo de Cultura Económica, 2000. Pizarro, Crisóstomo. La Huelga Obrera en Chile. Santiago, Ediciones Sur, 1986. Página 170. Ulloa, Víctor. El movimiento sindical chileno del siglo XX hasta nuestros días, Santiago, Datos de Catalogación de la OIT, 2003.

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TRANSFORMACIONES EN EL TRABAJO Discusión en torno a su definición9 Mauricio E. Muñoz Flores Sociólogo

“Una araña ejecuta operaciones que semejan a la manipulación del tejedor, y la construcción de los panales de las abejas podría avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro” Karl Marx Los estudios pendientes de las transformaciones del trabajo llaman “postfordismo” a la actual configuración productiva. La implementación de las políticas neoliberales, a partir de la década de los 70 del siglo pasado, generaron las condiciones para pasar de una 9 La primera versión de este trabajo fue publicada en el mes de septiembre del

año 2013 como un artículo del libro titulado “Tranformacion(es) del trabajo: tiempo(s) de precariedad(es) y resistencia(s): Algunas aproximaciones desde América Latina”, el cual fue compilado por María Angélica Rodríguez y Paula Vidal. La versión que se presenta aquí, sin desmerecer la anterior, está mejorada en cuanto que los análisis y las definiciones de los conceptos utilizados fueron hechos de manera más densa, lo que implicó un mayor nivel de detalles que derivó en un texto más acabado.

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sociedad industrial, que organizaba la producción según los parámetros clásicos vinculados a las ideas fordista y tayloristas, a una de nuevo tipo, donde predomina la acumulación flexible. En este capitalismo tardío el trabajo habría dejado de tener la centralidad que tuvo para “antigua” sociedad industrial. A consecuencia de estos cambios, en la sociedad postindustrial, el capitalismo se transformó en una fábrica de fragmentación productiva, social e identitaria; donde los trabajadores, en tanto sujetos políticos y actores esenciales en la producción, habrían dejado de tener la importancia de otrora (Harvey, 2007 [2001]). Así, las reestructuraciones productivas capitalistas, los cambios en la producción, el desplazamiento de la industria, el auge del sector de servicios y la flexibilidad laboral como paradigma de gestión de la fuerza de trabajo y organización del mercado del trabajo (De la Garza: 2001) (De la Garza: 2003b: 716-734), han llevado a gran parte del desarrollo teórico sociológico a afirmar que se arribó a las sociedades del “fin del trabajo” (Rifkin, 2010 [1994]): Por un lado Bauman (2007 [2000]) indica que el trabajo en la “era postindustrial” no satisface tanto la vocación ética de un productor o creador, sino que ahora lo que está en el centro son las necesidades o deseos estéticos de los consumidores, sedientos de nuevas sensaciones y experiencias. Por otro lado Gorz (1989 [1980]) sepultó a los proletarios, antes sepultureros del Capitalismo, y en Sennett (2010 [1998]) la actividad productiva aparece signada por la flexibilidad y la inestabilidad, derivando en la corrosión del carácter de los sujetos, los cuales no tienen arraigo en un grupo social determinado, cuestión que implica una desestructuración del sentido del tiempo y el espacio y la aparición de relaciones sociales superfluas, gracias a la heterogeneidad de las ocupaciones.

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En síntesis y de forma esquemática: Si antes el obrero hacía su trabajo en la industria, se organizaba en sindicatos, se constituía como clase trabajadora, vivía en poblaciones obreras, al alero de las mismas industrias donde se desempeñaba la mayor parte de su vida productiva y, en definitiva, su vida giraba en torno a su trabajo. Hoy el trabajador tendría una relación más bien fragmentada e inestable frente a su labor. La decadencia de la industria impactó directamente en la configuración de la identidad obrera y su correlato como clase trabajadora. Los trabajadores son más bien agentes nómadas que transitan de puesto de trabajo en puesto de trabajo, intentando adaptarse a los vaivenes de una vida laboral inestable, flexible y precaria. En este contexto, sumergido en la problemática de las transformaciones en el modo de producción, es donde se instala la presente reflexión para, desde allí, proyectar una discusión en torno al trabajo. Para esto realizaré un recorrido por el modo industrial de organizar la producción bajo el paraguas del Estado Desarrollista, el giro hacia el neoliberalismo, los cambios en el Estado y el impacto en la clase trabajadora. Buscando articular este contexto de transformación histórica, política, cultural y social con la discusión teórica, desarrollaré, desde una episteme marxista, el concepto de trabajo y analizaré sus particularidades en lo industrial y postindustrial. Finalmente, para ilustrar la discusión empíricamente, analizaré la actividad productiva de los callcenters, describiré el negocio, las condiciones laborales de sus trabajadores y las lógicas de flexibilidad laboral dominantes en este tipo de empresas. La idea es que, a partir de sus particularidades, en tanto paradigma de trabajo postindustrial, intentar problematizar la afirmación del fin del trabajo.

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1. Formas de organizar la producción: De lo industrial a lo postindustrial. 1.1. Fordismo. Al modo industrial de producir se le llama fordismo éste es una forma de organizar el trabajo10 que se caracteriza por la producción en masa, homogénea, a través de la clásica línea de montaje; racionalizando, por medio del control de los tiempos y movimientos, la producción, que se define por la existencia del trabajo parcelado, es decir, la fragmentación de funciones, separación -en el proceso de trabajo- de la ejecución y la elaboración de los productos; y es llevada a cabo en fábricas concentradas y organizadas por estamentos o sectores (Antunes, 2001). Económicamente, la doctrina dominante de este periodo, que abarca desde comienzos del siglo XX hasta fines de los 60, fue el keynesianismo, lo que redundó en una amplia participación de los Estados en las decisiones económicas, aplicando políticas fiscales que respondían, por un lado, a las exigencias capitalistas de acumulación relacionadas con la generación de ganancias y reinversión en el proceso productivo; y, por otro lado, a los requerimiento de la población que, a través de la redistribución de la riqueza implementada desde el Estado, satisfacía sus necesidades básicas (Pacheco, 2004). 10 Según Martha Novick (2003: 126) “Por organización del trabajo puede definirse

el conjunto de aspectos técnicos y sociales que intervienen en la producción de determinado objeto. Se refiere a la división del trabajo entre las personas, así como entre las personas y las máquinas. Intervienen el medioambiente y la totalidad de las dimensiones presentes en cualquier prestación laboral. La organización del trabajo es el resultado del conjunto de reglas y normas que determinan cómo se ejecuta la producción en la empresa. Desde esta perspectiva es una construcción social, histórica, modificable y cambiante”.

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La organización del trabajo del periodo y las políticas económicas keynesianas dieron paso a la configuración del Estado de Bienestar europeo y, para el caso latinoamericano, al Estado Desarrollista. Este tipo de Estado fue fundamental para los intentos de industrialización en la región, la cual fue de carácter sustitutiva y se replicó en un modelo de desarrollo de crecimiento hacia dentro que dio paso a la configuración de un marco institucional que canalizaba las demandas de los trabajadores organizados en sindicatos frente a la estructura de poder empresarial y estatal. De ser un mero “mediador” entre la burguesía nacional y la inversión extranjera, el Estado pasó a iniciar fuertes políticas de defensa arancelarias del mercado, promoviendo la transferencia de recursos desde el sector exportador al sector interno; propiciando la creación de una infraestructura de apoyo a la industria sustitutiva (Faletto y Kirkwood, 1976). Esta organización social consolidó la formación de clase sociales, burgueses o empresarios y proletarios o trabajadores, y también gracias a ella comienza a surgir la burocracia estatal y, con esta, los sectores medios que se identifican con el Estado y vieron en él sus posibilidades de futuro. En este periodo, en Chile, se consolidó el sindicalismo de los empleados públicos y particulares, el surgimiento de la Asociación Nacional de Empleados Fiscales (ANEF) en 1943 y de la Confederación de Empleados Particulares (CEPCH), fundada en 1948, dan cuenta de tal fortalecimiento. Los trabajadores cumplieron aquí un rol fundamental para la expansión económica y, por lo mismo, alcanzaron diversos derechos sociales como fueron la organización sindical, el derecho a huelga y la seguridad social. Surgieron grandes sindicatos industriales que fueron un actor de gran peso político a la hora en que el “Estado Protector” debía tomar decisiones. En Chile “la central de trabajadores de Chile, CTCH (1938),

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como base social del Frente Popular, adquiriría una importante experiencia participando en la gestión del gobierno y en las tareas de la industrialización y del desarrollo” (Frías, 1993: 11). Fue en esta etapa en la que el sindicalismo nacional se consolidó como tal, puesto que se generaron los canales institucionales que permitieron a las organizaciones de los trabajadores negociar, ahora legalmente, con la clase dominante (Zapata, 1993: 39-41). 1.2. Giro hacia el neoliberalismo: Los cambios en el Estado y el golpe a la clase trabajadora. Para José Piñera, ideólogo neoliberal y ministro del Trabajo y Previsión Social (1978-1980) y de Minería (1980-1981) durante la Dictadura Militar del general Augusto Pinochet, Chile es un país paradigmático pues “fue el primer país tercermundista en emprender una revolución de libre mercado” (Piñera, 1997: 4). El ajuste estructural llevado a cabo en el país en la segunda mitad de la década de los 70 se dio en un contexto latinoamericano de crisis económica y fue promovido tanto por el Banco Mundial (BM) como por el Fondo Monetario Internacional (FMI) con el objetivo de implementar el neoliberalismo como modelo de desarrollo en la región. Para alcanzar tal meta, la dictadura militar implementó una serie de políticas de ajuste estructural que tenían la intensión de, primero, “estabilizar” la economía nacional a través de un “tratamiento de shock”11, disminuyendo el gasto fiscal 11 Termino utilizado por Jorge Cauas, Ministro de Hacienda (1974-1976) del

periodo inicial de la Dictadura Militar, citado por José Piñera (1990: 8). Por otro lado, una renovada lectura que analiza la puesta en práctica del neoliberalismo por intermedio de un trauma que tiene la capacidad de suspender las reglas del juego para cambiarlas e instituir las nuevas, es la que realiza Naomi Klein (2007), cuya principal tesis es que la “doctrina del shock”, el desastre original –llámese golpe, ataque terrorista, colapso del mercado, guerra, tsunami o

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y desincentivando la demanda interna por medio de la rebaja en los salarios; y, segundo, abrir la economía nacional, quitando el proteccionismo y dando paso a una liberalización del mercado mediante la promoción de las exportaciones, la desregulación, el impulso de las privatizaciones y, en definitiva, la entrega de condiciones favorables para el arribo de los capitales extranjeros al país. Esta nueva configuración no sólo tiene que ver con las modificaciones del orden material y económico sino que su potencia radica en que reconfigura el orden simbólico, cultural y social. El neoliberalismo, fundamentalmente, busca imponer el predominio del mercado por sobre el Estado, refundándolo, liberalizando la sociedad mediante políticas económicas, favoreciendo a la empresa privada y desregulando los mercados. La autorregulación del libre mercado deja atrás al Estado, antes interventor y redistribuidor de la riqueza –modelo ISI-, ahora acotado a un rol macroeconómico, dedicado a mitigar los ciclos de crisis y lograr en cada momento el mayor empleo posible de los factores productivos o, si se quiere, sostener cuando ya no se soporte la anarquía que genera el libre mercado12. huracán- lleva a la población a un estado de shock colectivo, lo que permite que ésta se transforme en materia dócil de ser moldeada. 12 Es el austriaco Friedrich August von Hayek (1978), en su obra “El camino a la servidumbre” de 1944, quien entrega las bases del pensamiento neoliberal, poniendo en juego los principios de una sociedad libre. La condición para la “libertad” es que la coacción que se ejerce sobre el individuo en el ámbito social se reduzca completamente, es decir, se defiende la independencia del individuo frente al poder arbitrario de sus semejantes, frente al poder de lo social representado, por ejemplo, en el Estado. Asimismo, Hayek indica que la libertad en materia económica, sin la cual jamás existió en el pasado libertad personal ni política, es la condición de libertad esencial, por lo tanto cualquier interferencia que pueda existir sobre la relación espontánea y natural de los individuos en el mercado sería atentar contra la libertad de estos. En el libre mercado todas las actividades y transacciones económicas dependen exclusivamente de la libre iniciativa de los individuos, los cuales intentan alcanzar sus objetivos económicos de la forma que consideren más adecuada,

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A esto, los monetaristas ortodoxos de la Pontificia Universidad Católica de Chile, apodados “Chicago Boys”13 por su formación de postgrado en la Universidad de Chicago, le llamaron “modernizar el país” y tuvo relación con: sin intervención externa. En este contexto económico, los individuos toman con libertad decisiones sobre su empleo, la utilización de su capital y el destino de sus recursos (Hayek, 1982 [1961]). 13 En este grupo destacan: Pablo Baraona (Presidente del Banco Central 197576; Ministro de Economía, 1976-78, 1988-89 y de Minería 1988-89), Álvaro Bardón (Presidente del Banco Central 1977-81; Ministro de Economía, 198283), Hernán Büchi (Ministro de Economía, 1979-80; ODEPLAN 1983-84; de Hacienda 1985-89), Jorge Cauas (Ministro de Economía 1976-82), Sergio de Castro (Ministro de Hacienda 1974-82: Presidente del Banco Central 198182), Miguel Kast (ODEPLAN 1978-1980; Ministro del Trabajo y Previsión Social 1980-82; Presidente del Banco Central 1982), Roberto Kelly (Ministro de Economía, 1978-79), Felipe Lamarca (Director del Servicio de Impuestos Internos 1978-84), Fernando Léniz (Ministro de Economía, 1973-75), Rolf Lüders (Ministro de Economía 1982; de Hacienda 1982-83), Juan Carlos Méndez González (Director de Presupuesto 1975-81), Juan Ariztía Matte (Superintendente de AFP 1980 - 1989), José Piñera Echenique (Ministro del Trabajo y Previsión Social 1979-80; de Minería 1980-81), Francisco Soza (CORFO 1975), Luis Arturo Fuenzalida, Alonso Ibáñez y Durán (Fundador del CEESP México, Analista Económico, Fundador y Rector del IDE), Ernesto Fontaine, Cristián Larroulet, Joaquín Lavín (UDI), Camilo Carrasco (Gerente General Banco Central de Chile, 1994 -2005) y Juan Andrés Fontaine. Las ideas y propuestas de los Chicago Boys las podemos encontrar en el primer Programa de Desarrollo Económico de la Dictadura Militar, que abordó dimensiones como la propiedad de la tierra, de los bancos, de las empresas del área social y de la minería. Este documento fue hecho público a comienzos de los 90 y se le conoce como “El Ladrillo”. Sus principales postulados tienen como base el Programa Económico elaborado por el Centro de Estudios Socioeconómico (CESEC), dirigido por Emilio Sanfuentes Vergara, para el candidato presidencial Jorge Alessandri Rodríguez, quien en 1970 compitió en las elecciones presidenciales con Radomiro Tomic y Salvador Allende. Las orientaciones de este Programa fueron: la apertura de la economía chilena, la eliminación de prácticas monopólicas, la liberación del sistema de precios, la modificación del sistema tributario, la creación y formación de un mercado de capitales, la generación de un nuevo sistema previsional, la “normalización” de la actividad agrícola nacional “destrozada por la reforma agraria” y la protección de los derechos de propiedad.

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1) La apertura económica absoluta. 2) La privatización de la mayoría de las empresas estatales. 3) La creación de un sistema privado de pensiones (AFPs) y de salud (ISAPRES). 4) La privatización y apertura de los distintos sectores productivos. 5) La flexibilidad en el mercado del trabajo. La desregulación del mercado del trabajo es un factor estratégico para la instalación, consolidación y profundización del neoliberalismo puesto que la flexibilización laboral constituye la condición, pero también el sello distintivo del modelo neoliberal, pues sin ella el principio de los ajustes microeconómicos del mercado se hace casi imposible (Moulian, 2002: 292293) y, además, tiene altos efectos políticos puesto que desarticula a un actor clave: el movimiento de los trabajadores (Núñez, 2004: 17). Sin una revolución en materia laboral es imposible la instalación de un nuevo proyecto social, puesto que es aquí donde se juega la producción de las condiciones materiales de la sociedad, pero también su imaginario cultural. 1.3. Postfordismo. La instalación del neoliberalismo, en la década de los 70 del siglo pasado, en tanto reestructuración política, económica y social, fue el comienzo de cambios radicales en la organización del trabajo (De La Garza, 2003b) (De La Garza, 2001) (Núñez, 2004) (Muñoz, 2012) (Soto, Espinoza y Gómez, 2008). En lo relacionado con el trabajo formal, la introducción de nuevas tecnologías impactó directamente en la organización de las funciones y los cambios en las calificaciones. Por otro lado, parte del 50

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mercado del trabajo ha tendido a la informalidad o a la precarización laboral, la cual ha venido de la mano del empleo a tiempo parcial y la subcontratación (De la Garza, 2003a: 31). Así, las empresas, en el contexto del neoliberalismo, buscan responder con discontinuidad en los procesos productivos, flexibilizando la organización del trabajo y, por lo tanto, las condiciones laborales de los trabajadores. Se espera generar dinámicas productivas que, lejos de evitar las crisis económicas inherentes a la configuración capitalista, se ajusten a ellas. Se trata, en definitiva, de generar una “acumulación flexible”. Si en el fordismo el supuesto era la demanda continua, frente a la cual se respondía con una producción continua, en serie, estable, homogénea y en constante crecimiento; que buscaba provocar una acumulación de mercancías que, posteriormente, eran almacenadas o comercializadas en los mercados. Por el contrario, en el postfordismo se genera el “principio de cero existencia”, pues lo que hay es una demanda discontinua y heterogénea que hace innecesaria la acumulación de mercancías en un stock. En este contexto las empresas buscan responder con discontinuidad en los procesos productivos, flexibilizando la organización del trabajo y, por lo tanto, las condiciones laborales de los trabajadores: “derechos flexibles para poder disponer de una fuerza de trabajo en función directa a las necesidades del mercado consumidor” (Antunes, 2001: 40). El supuesto es que primero se vende y luego se produce. Se comercializa antes de vender, se produce justo a tiempo con plantillas de trabajadores variables, representados en los subcontratados, que pueden aumentar o disminuir según las necesidades de la producción; y adaptables a diversos rubros, lo que no quiere decir necesariamente

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que el trabajador sea un experto en cada una de las actividades a las cuales se debe adaptar, sino que, más bien, se ha transformado en un experto en adaptarse. 2. Transformaciones en el trabajo. 2.1. El concepto de trabajo. Para Marx, el trabajo es, antes que todo, un proceso entre el hombre y la naturaleza, en el cuál el primero realiza, regula y controla, mediante su propia acción, el intercambio de materias con la segunda y, a la par, en este proceso, el hombre transforma su propia naturaleza como ser humano. Así, el trabajo, puede ser definido como: “La actividad racional encaminada a la producción de valores de uso, la asimilación de las materias naturales al servicio de las necesidades humanas, la condición general del intercambio de materias entre la naturaleza y el hombre, la condición natural eterna de la vida humana, y por tanto, independiente de las formas y modalidades de esta vida y común a todas las formas sociales por igual” (Marx, 2006 [1867]: 137). Los factores que intervienen en el proceso de trabajo son: la actividad adecuada a un fin, es decir, el propio trabajo, su objeto y sus medios (Marx, 2006 [1867]: 131). En la producción, por lo tanto, se ponen en relación las materias primas y la fuerza de trabajo, donde esta última produce o transforma, valiéndose de los medios de producción, es decir, de la técnica o herramientas, a las primeras. De este proceso se deriva una determinada forma de consumo -puesto que toda producción implica el consumo o desgaste de las capacidades del individuo que produce, físicas y mentales y de los medios de producción que emplea con tales objetivos. Así, todo

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trabajo lleva consigo un consumo productivo. Por otro lado, existe un consumo otro, que es donde el producto alcanza su realización, puesto que éste se hace realmente producto cuando se consume, antes sólo es un objeto (Marx, 1980 [1857]: 21-48). Por lo tanto, a través del consumo es que se hace posible la generación de productores y consumidores. En definitiva, desde una perspectiva dialéctica, producción y consumo son dos momentos donde cada uno no se limita a ser el otro de manera inmediata sino que, realizándose, produce al otro. Por otro lado, la distribución es aquello que se interpone entre los productores y los productos, puesto que el retorno de estos últimos al sujeto productor depende de las relaciones de este sujeto con otros individuos, en un mercado donde, mediante convenciones sociales, se determina la parte de los productos que les corresponde a los individuos. El desarrollo de la división de trabajo y la organización de la producción, además, es lo que determina la intensidad del intercambio, el cual puede ser, en el caso de los trabajadores, de actividades y capacidades; o de productos en el caso de las mercancías. Todo producto se cambia para ser consumido14. El trabajo, precisa Marx, en tanto producción, no es sólo fuente de riqueza sino que, y antes que todo, es creador de valores en general. La producción humana, antes de intercambiarse en un mercado y, por lo tanto, antes de transformarse en mercancía y tener un valor de cambio, puede ser entendida como la creación de objetos 14 “1) No existe cambio sin división del trabajo, sea esta natural o constituya

un resultado histórico; 2) el cambio privado presupone la producción privada; 3) la intensidad del cambio, lo mismo que su extensión y su índole están determinados por el desarrollo y la organización de la producción. [...] El cambio aparece así, en todos sus momentos, como directamente incluido en la producción o determinado por ella”. (Marx, 1980 [1857]: 38).

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que permiten satisfacer determinadas necesidades, es decir, el trabajo se nos muestra siempre, antes que todo, asociado a una utilidad y su valor es definido por su uso:“…en el proceso de trabajo la actividad del hombre consigue, valiéndose del instrumento correspondiente, transformar el objeto sobre que versa el trabajo con arreglo al fin perseguido. Este proceso desemboca y se extingue en el producto. Su producto en un valor de uso, una materia dispuesta por la naturaleza y adaptada a las necesidades humanas mediante un cambio de forma. El trabajo se compenetra y confunde con su objeto. Se materializa en el objeto, al paso que este se elabora. Y lo que en el trabajador era dinamismo, es ahora en el producto, plasmado en lo que es, quietud” (Marx, 2006 [1867]: 133). El proceso de trabajo, tal como lo indica Markus (1985 [1971]: 21) siguiendo a Marx, permite la objetivación de la actividad del sujeto activo en el producto y, con esto, altera paulatinamente el mundo y el entorno natural comienza a ceder su lugar a un entorno cultural. Según Marx (1962 [1844]: 111) la construcción práctica de un mundo objetivo, la manipulación de la naturaleza inorgánica, es la confirmación del hombre como ser genérico consciente, es decir, como un ser que considera a la especie como su propio ser o a sí mismo como especie: “Es en su trabajo sobre el mundo objetivo como el hombre se muestra realmente como ser genérico. Esta producción es su vida activa como especie; mediante ella, la naturaleza aparece como su obra y su realidad. El objeto del trabajo es, pues, la objetivación de la vida del hombre como especie; porque él no se produce ya sólo intelectualmente, como en la conciencia, sino activamente y en un sentido real, y contempla su propio reflejo en un mundo que él ha construido” (1962 [1844]: 112). 54

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Por lo tanto, el mundo que rodea al hombre no es una naturaleza abstracta inmediatamente desde siempre y siempre igual a sí misma sino que, más bien, es un producto de la industria y del contexto social, es, por lo tanto, histórico. Cómo escribe Markus: “El trabajo, la objetivación de la naturaleza humana, es lo que constituye la posibilidad de una historia como tal –y continúa citando un pasaje de Marx en ‘La ideología alemana’-: ‘Los hombres tienen historia porque tienen que producir su vida, y la tienen que producir de un modo determinado…’” (1985 [1971]: 22). Entonces, el trabajo considerado desde el sujeto, altera la naturaleza del hombre mismo. En la producción se configuran nuevas cualidades, fuerzas y representaciones, nuevas necesidades y nuevos lenguajes. El hombre, por lo tanto, al hacer su historia, crea y, a la vez, se apropia de nuevas propiedades, capacidades y necesidades, “el trabajo aparece, por un lado, en su determinación antropológico-sociológica, como proceso de autoproducción del hombre, de su autocreación en la historia. […] Por otra parte, la producción humana aparece en su determinación evolutivo-natural como estadio supremo, como forma cualitativamente nueva del desarrollo de la naturaleza” (Markus, 1985 [1971]: 31) En este sentido, es posible hacer un paralelo con Lukács, para quien el trabajo es una categoría central en la ontología del ser social en tanto que éste actúa como productor de lo social. “Sólo el trabajo posee, de acuerdo con su esencia ontológica, un carácter expresamente transicional: es, según su esencia, una interrelación entre el hombre (sociedad) y la naturaleza y, por cierto, tanto con la inorgánica […] como con la orgánica […] pero ante todo se caracteriza en el propio

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hombre que transición desde el ser puramente biológico al social […] En el trabajo se hayan contenidas todas las determinaciones que, tal como veremos, constituyen la esencia de lo nuevo dentro del ser social. El trabajo puede ser considerado, pues, como fenómeno originario [Urphänomen], como modelo del ser social…” (Lukács, 2004 [1986]: 59) El ser social busca la producción y reproducción de su vida social por medio del trabajo y, además, crea y renueva las propias condiciones de su reproducción. Así, el trabajo es el resultado de una posición teleológica que previamente el ser social ha ideado en su conciencia. Marx, al respecto indica que “…partimos del supuesto del trabajo plasmado ya bajo una forma en la que pertenece exclusivamente al hombre. Una araña ejecuta operaciones que semejan a las manipulaciones del tejedor, y la construcción de los paneles de las abejas podría avergonzar, por su perfección, a más de un maestro de obras. Pero, hay algo en que el peor maestro de obras aventaja, desde luego, a la mejor abeja, y es el hecho de que, antes de ejecutar la construcción, la proyecta en su cerebro. Al final del proceso de trabajo, brota un resultado que antes de comenzar el proceso existía ya en la mente del obrero; es decir, un resultado que tenía ya existencia” (Marx, 2006 [1867]: 130-131). La teleología está presente en la propia exposición de finalidades y el pensar expone la finalidad y concibe los medios para su realización, como el producir concreta la realización de la finalidad pretendida. Existe una relación de reciprocidad entre teleología y causalidad que, tal como indica Antúnes siguiendo a Lukács: “Tiene su esencia dada por la realización material de una idealidad puesta; un fin previamente ideado transforma la realidad material introduciéndole algo cualitativa y

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radicalmente nuevo con relación a la naturaleza” (2005: 130). Así es que el trabajo se coloca como un elemento mediador entre la esfera de la necesidad y la de su satisfacción. Un proceso de autorrealización de la humanidad, una superposición del ser consciente sobre “la mera espontaneidad de lo biológicamente instintivo”, dirá Lukács, que se configura como referencia ontológica fundante de la praxis social. 2.2. Particularidades conceptuales del trabajo en lo industrial y lo postindustrial. Las categorías marxistas para describir la unidad productiva en general, elaboradas por este autor a partir del detallado estudio del incipiente capitalismo industrial del siglo XIX, se pueden extrapolar para el análisis de la producción que se tiene lugar en el actual capitalismo tardío, en donde la industria no ha desaparecido sino que, gracias a la globalización, la informatización y al elevado desarrollo tecnológico, se ha trasladado a lugares específicos del planeta donde los costos productivos, de materias primas, fuerza de trabajo y medios de producción, son menores y, por lo tanto, se hace más auspiciosa la sobreexplotación capitalista15. Este significativo aumento en la desterritorialización del capital ha modificado, gracias a la división internacional del trabajo, la configuración de los sectores productivos 15 Al respecto es interesante el desarrollo teórico que realizan Michael Hardt

y Antonio Negri (2002: 261-280) donde identifican al periodo postindustrial como un momento histórico donde la modernización ha llegado a su fin en tanto la producción industrial, ya que no expande su dominio sobre las formas económicas y los fenómenos sociales, ahora más bien es la informatización la que, en el sometimiento de la industria, redefine los procesos y lógicas de la producción, impactando en las relaciones sociales.

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de los países16. Particularmente en Chile se da “una reorientación de la producción desde el sector de la industria al sector de los servicios, con nuevas formas de organización de la empresa, tanto en el campo del trabajo como en el campo de la gestión” (Moulian, 2001: 32-33) y sus consecuencias, más nítidamente, se pueden apreciar a partir de los años noventas. Sin embargo, el trabajo continúa articulando producción, consumo productivo, intercambio, mercado y consumo. La manera de producir o, más bien, quienes controlan la división del trabajo, acelerarán o compactarán, según corresponda, dependiendo de las características de la mercancía que se produce y de los mercados en y para los cuales se produce, los tiempos en los que se articulan estos distintos momentos de la producción. Si lo leemos desde los tipos ideales “trabajo industrial” – “trabajo postindustrial”, esquemáticamente, se puede inferir que: 1. En el “trabajo industrial” la producción que se da al interior de la fábrica, en la cual se ponen en relación el capital, la fuerza de trabajo, las materias primas y los medios de producción. Los objetos que se producen pueden ser almacenados o transados y distribuidos en un mercado, principalmente nacional. Estas mercancías están dispuestas para un consumo posterior, con el objetivo de satisfacer necesidades más o menos homogéneas. 2. En el “trabajo postindustrial”, al igual que en la anterior, se da una relación entre capital, fuerza de trabajo, materias primas y medios de producción, 16 Enrique De La Garza (2003b) trabaja el concepto de “reestructuraciones

productivas” las cuales, según el autor, han sido decididas directamente por las empresas ante las nuevas condiciones del mercado y la reorientación económica del Estado; han estado también en relación con el cambio específico de la política industrial, de la de fomento a la industrialización, propia del periodo de sustitución de importaciones, a la nueva, de menor intervención estatal e intento de conversión del sector exportador en el elemento dinamizador de la economía.

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pero aquí ésta no necesariamente toma forma en una “industria” y, a consecuencia, es por definición inestable. Su principal característica es la producción de servicios modernos, los cuales, al ser inmateriales, no pueden ser almacenados y, por lo tanto, quienes los producen deben estar dispuestos según los requerimientos que realice la demanda. Su intercambio y consumo no se realiza ex post sino que, más bien, al momento, y las necesidades a satisfacer son pensadas como intermitentes y heterogéneas: “El proceso productivo implica compactaciones entre la actividad del trabajador que lo produce en el momento de su generación, la distribución de los consumidores y el acto de consumo, esto significa una reformulación de quienes son los actores en el proceso productivo” (De la Garza, 2005: 11). No es posible separar la producción, el producto y su consumo, estos tres momentos que para la producción industrial son tres instantes distintos, en la producción postindustrial convergen en uno solo. 3. Callcenters: Paradigma del trabajo postindustrial17. Un callcenter es, en primer lugar y como la palabra lo indica, un centro de llamadas. Esta actividad ya no la realiza la clásica operadora telefónica que conectaba y desconectaba cables de un panel para transferir llamadas entre usuarios de un servicio telefónico incipiente. Ahora, más bien, son miles de anónimos trabajadores cuya misión no es sólo la transferencia de llamadas de una compañía telefónica sino que sus funciones se han modificado y multiplicado, así como sus condiciones laborales precarizado. 17 Ver Muñoz, M. (2012: 90-104). En la presente publicación he actualizado la

información entregada por la encuesta ENCLA de la Dirección del Trabajo de Chile. En el original aparecen los datos publicados en el año 2008, aquí los del 2011.

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3.1. Descripción del negocio. Estas empresas disponen de una serie de trabajadores cuyos empleadores llaman colaboradores o agentes y que se dedican a atender (inbound) o a realizar (outbound) llamadas telefónicas o incluso ambas tareas, con diversos objetivos, tales como atención a clientes, fidelización, atención de reclamos, asistencia o soporte técnico, encuestas o telemarketing, entre otras. Como la actividad de estas empresas se centra en la realización o recepción de llamadas telefónicas, el control de la información que está relacionada con éstas es vital, tanto para vigilar y controlar las actividades al interior de la empresa, como para ofertar sus servicios a otras compañías. En este sentido, las dimensiones que son tomadas en cuenta son: el número de llamadas recibidas y realizadas, duración, forma y contenido de éstas, tiempos medios, tiempos de respuesta y la disponibilidad de los agentes o teleoperadores. Organizativamente los callcenters, en su mayoría, están formados por: 1.- Gerencia general. 2.- Distintas subgerencias. 3.- Jefes de plataformas. 4.- Supervisores. 5.- Team líder. 6.- Teleoperadores. En esta estructura, que es de tipo piramidal, donde la gerencia general ocupa la parte superior de la figura y los teleoperadores la base, es usual que un supervisor tenga a cargo un grupo de agentes telefónicos. Igualmente existen los “especialistas en datos” que se encargan de suministrar información estadística, que sirven de insumo para mejorar la competitividad del negocio. Una especie de “asesoría” para lograr mayor eficiencia y eficacia. 60

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El negocio de los callcenters comenzó a masificarse cuando grandes empresas de los países desarrollados decidieron contratar servicios telefónicos de atención al cliente en países cuyas principales características en materia laboral son el bajo costo de la mano de obra y un alto crecimiento de la capacidad tecnológica. En un primer momento estos capitales pusieron sus ojos en India, pero desde hace poco más de una década, países de Latinoamérica con relativa estabilidad, como Perú, Colombia, Uruguay y Chile han sido seductores mercados para su arribo. Consideramos que los principales factores tomados en cuenta a la hora de decidir la instalación de este tipo de empresas en los países de la región y particularmente en Chile, han sido los siguientes: 1.- Factores laborales. La tasa de desempleo del país, sobre todo la juvenil y femenina, debe ser relativamente elevada, ya que se necesita contar con una alta población de personas para reclutar y entregar continuidad de fuerza de trabajo, con el fin de asegurar el flujo constante de empleados, los cuales, en general, son mujeres jóvenes, estudiantes con horarios flexibles o trabajadores de tiempo parcial18. En Chile, según la última Encuesta Nacional de Juventud publicada por el Instituto Nacional de la Juventud (INJUV), publicada el año 2010, el 67,1% de los jóvenes no está trabajando y de estos, el 73% corresponde a mujeres. Asimismo, las condiciones de trabajo flexible, relacionadas con las jornadas, los salarios, contratos y subcontratos; son tierra fértil para la emergencia de estas empresas. 18 Como se verá posteriormente, en Chile la industria de los callcenters emplea

a cerca de 35 mil personas, la mayoría jóvenes que trabajan por primera vez, con apenas cuarto medio rendido o cursando una carrera de enseñanza superior. En estas empresas destaca la baja antigüedad laboral, debido a la alta rotación de personal existente, que en promedio no supera los 2 años; el alto grado de feminización de la fuerza de trabajo utilizada y la juventud de ésta, que en promedio tiene 27 años.

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2.- Factores educacionales. Los estudiantes universitarios son la fuente más importante de reclutamiento de trabajadores para callcenters, aunque no la única. Personas egresadas de enseñanza media, con un grado mínimo de conocimientos informáticos y tecnológicos o, si se quiere, alfabetizados digitalmente, son también potenciales trabajadores para estas compañías. Esta es una decisión estratégica en la conformación de la fuerza de trabajo de un callcenter, debido a su bajo costo, poca experiencia y docilidad en su administración. En Chile, desde comienzos de la década de los 90, el Ministerio de Educación ha implementado políticas que están en relación con preparar a los estudiantes para el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs). Con el objetivo de alfabetizar digitalmente a las nuevas generaciones es que en 1992 surge el llamado “Proyecto Enlace”, el cual, a través de la formación de una red educacional a nivel nacional entre las escuelas y liceos subvencionados del país, buscó incorporar las TICs a la educación mediante la “informática educativa” y el desarrollo de una “cultura digital”19. Este proyecto, según sus propios gestores, ha contribuido al desarrollo de las “competencias esenciales del siglo XXI”, entre las cuales ocupan un lugar central las “competencias digitales”, que pueden ser definidas como la capacidad de usar el conocimiento y las destrezas relacionadas al desarrollo de elementos y procesos; haciendo uso de los conocimientos, las habilidades y aptitudes, para utilizar de manera eficaz y eficiente los instrumentos y recursos tecnológicos. Este proyecto, que ya tiene más de 20 años de ejecución, ha sido la principal política pública relacionada con la inclusión digital en el país. Su ejecución constante y sistemática ha permitido, por un lado, potenciar el uso de las TICs en la población y, por otro, generar una base 19 Ver http://www.enlaces.cl/index.php?t=44&i=2&cc=1883&tm=2.

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mínima de conocimientos relacionados con la gestión de la información a través del uso de dispositivos tecnológicos, principalmente computadores personales, y la conectividad. Políticas de este tipo son centrales para generar en la fuerza de trabajo las habilidades y destrezas mínimas que empresas como los callcenters demandan, en tanto que sus medios de producción están directamente vinculados a las TICs. 3.- Factores tecnológicos. Los medios de producción de este tipo de empresas, que están relacionados principalmente con la tecnología computacional y de conectividad, tienen que ser de bajo costo y deben permitir manejar un alto tráfico de llamadas, así como adaptarse a nuevas tecnologías que hagan más eficaces las labores. 4.- Factores gubernamentales o de estabilidad. Contar con facilidades para la actividad que se desea desarrollar, entrega un alto atractivo al lugar donde se instalará el negocio. Además de la flexibilidad laboral y la contención de cualquier conflicto social o político, estas empresas buscan que los gobiernos tengan políticas de reducción de impuestos inmobiliarios, créditos o subsidios a la creación de trabajo y subsidios destinados a la capacitación de personas cesantes. Particularmente en Chile, dentro de esta dimensión, otros 2 factores entregan mayores posibilidades para el arribo de los callcenters: 4.1.- Una legislación laboral a la medida de los grandes capitales que, como se dijo en el primer capítulo de esta investigación, desde la implementación del Plan Laboral de 1979 hasta hoy, ha buscado generar las condiciones para que la fuerza de trabajo se convierta en un mero factor económico dentro del mercado laboral desregulado o flexibilizado y heterogéneo. 4.2.- El bajo costo de la fuerza de trabajo. En el país,

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según la ENCLA 2011, el 46% de los trabajadores tiene un salario bruto que está por debajo de los $344.000 mensual. De estos, el 6,4% gana menos de $172.000; el 22,7% gana entre $172.000 y $258.000; y el 16,6% ganar entre $258.001 y $344.000. 3.2. Condiciones de trabajo. La gran mayoría de los callcenters funcionan durante todo el año. Se trabaja las 24 horas del día, durante los 7 días de la semana y, para cubrir todos los horarios, pueden llegar a existir distintos tipos de turnos, lo que habla del alto grado de flexibilidad horaria de estas empresas. Durante la jornada laboral, cada tres horas se le debe otorgar un descanso de 15 minutos al trabajador. Esta normativa generalmente no es cumplida debido, principalmente, al “encolamiento” de las llamadas entrantes, las cuales no demoran más de tres segundos en activarse, es decir que, cuando termina una llamada, el trabajador tiene menos de tres segundos para estar listo y atento para contestar la próxima, siguiendo, con amabilidad, una pauta establecida para aquello: “Saludo: Atiende oportunamente. Se identifica con su nombre y el de la compañía. Manejo de la conversación: Amable y cortés utilizando un vocabulario. Personaliza la atención. Escucha y conversación activa. Evita extender la llamada innecesariamente. Manejo de situación compleja. Evita realizar comentarios indiscretos acerca de compañía o competencia. Resolución de la llamada: Entrega información correcta y completa. Ingresa la información a los sistemas (los errores en la dirección, teléfono o productos en despacho a domicilio se califican como Error Fatal).

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Sigue los procedimientos definidos según la consulta. Tipifica la llamada correctamente (los errores por no tipificar o hacerlo de manera errónea en un contacto escalable serán calificados como Error Fatal). Cierre: Síntesis y aseguramiento del llamado. Despedida.” (ENTEL, 2012: 9). Estas llamadas son permanentemente monitoreadas, tanto su cantidad, duración y contenido, y, como veremos, de su correcta evaluación depende parte del salario variable que perciben los trabajadores. El seguimiento de las conversaciones se puede realizar en detalle gracias a que es el propio medio de producción de los teleoperadores, es decir, la computadora, la que almacena toda esta información que queda a disposición de los supervisores para su posterior chequeo y evaluación. “De todas las llamadas que un agente realiza en un mes, se graban automáticamente un promedio de 6 a 12 llamadas, las que son evaluadas de acuerdo a una pauta de calidad del servicio”, reza en su cuarta carilla el “Manual de Proceso de Renta para Ejecutivos de Callcenter” de la empresa SERMEC. Existe acá cierta analogía con la lógica del dispositivo panóptico que Foucault describe en “Vigilar y Castigar”, donde el autor da cuenta de un mecanismo de registro permanente que induce en los sujetos vigilados un estado consciente y permanente de visibilidad que garantiza el funcionamiento automático del poder. Incluso si esta vigilancia es discontinua en su acción -como en el caso de los callcenters que graban entre 6 a 12 llamadas por trabajador- sus efectos son permanentes pues, el teleoperador nunca sabrá cuáles son las llamadas que serán registradas para posteriormente ser cotejadas. Así, el panóptico: “En cada una de sus aplicaciones, permite perfeccionar el ejercicio del poder. Y esto de varias maneras; porque puede reducir el número de los

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que lo ejercen, a la vez que multiplica el número de aquellos sobre quienes se ejerce. Porque permite intervenir a cada instante y la presión constante actúa aun antes de que las faltas, los errores o los delitos se cometan. Porque, en estas condiciones, su fuerza estiba en no intervenir jamás, en ejercerse espontáneamente y sin ruido, en constituir un mecanismo cuyos efectos se encadenan los unos a los otros. […] El esquema panóptico es un intensificador para cualquier aparato de poder: garantiza su economía (en material, en tiempo); garantiza su eficacia por su carácter preventivo, su funcionamiento continuo y sus mecanismos automáticos” (Foucault, 2009 [1975]: 238). Además, hace de los trabajadores vigilados sujetos que son vistos pero que jamás ven, es decir, los transforma en productos u objetos de información, pero nunca en sujetos de comunicación. Su objetivo se juega no en la interacción sino que en el sometimiento para optimizar e intensificar la aplicación de la fuerza de trabajo mediante la identificación, caracterización, reconocimiento, individualización y permanente vigilancia que se ejerce sobre los sujetos. Una aplicación que, en última instancia, a través de la distinción de lo normal y lo anormal, es decir, a través de la distribución entre quienes hacen bien el trabajo y quienes no, garantiza el ordenamiento general de los trabajadores, y que responde a los siguientes criterios: 1.- Hacer el ejercicio del poder lo menos costoso posible. Tanto en su dimensión económica, es decir, mediante la reducción del gasto que acarrea su aplicación; como en su dimensión política, por su discreción, baja exteriorización, relativa invisibilidad y escasa resistencia que suscita. 2.- Hace que los efectos de poder alcancen su máxima intensidad.

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3.- Liga el crecimiento económico del poder y el rendimiento de los aparatos dentro de los cuales se ejerce, aumentando, a la vez, la docilidad y utilidad de todos los elementos del sistema. En definitiva, este disciplinamiento de los trabajadores es una técnica por medio de la cual la fuerza de trabajo de los sujetos es reducida con el menor gasto como fuerza política y, a la vez, maximizada como fuerza útil para el Capital. Por otro lado, en cuanto a los tipos de contrato, es común que en estas empresas exista un periodo de prueba con contratos de plazo fijo. En algunos casos durante los dos primeros meses se realiza un contrato por mes, posteriormente, a partir del tercero, el contrato pasa a ser indefinido. En otros casos puede existir un periodo de prueba de un año, con dos contratos de plazo fijo de seis meses y luego un contrato indefinido. Si bien en estas empresas es común la contratación indefinida, esta no necesariamente es sinónimo de estabilidad laboral, pues, como veremos más adelante, la antigüedad laboral en los callcenters instalados en Chile no supera los 2 años y, además, si consideramos las cifras entregadas por la Dirección del Trabajo en la ENCLA 2011, que indican que en Chile alrededor del 20,3% de los contratos indefinidos no supera el año de duración, es posible afirmar que existe una relativización de la estabilidad laboral que supone el contrato indefinido. Además, ningún contrato indica cuál de los distintos turnos son los que el trabajador debe cumplir. Estos especifican la cantidad de horas semanales de trabajo, el sueldo base y el detalle de los bonos que conforman el resto de sueldo final. Los turnos, generalmente, son asignados a los trabajadores por los supervisores de plataformas o, en ocasiones, son acordados entre ambas partes.

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Con respecto a los salarios, estos son variables por definición y dependen, en primer lugar de la cantidad de horas trabajadas, lo cual conforma el sueldo base y, en segundo lugar, de las tareas realizadas, evaluadas según las pautas establecidas por la empresa, y que son la parte del salario variable. Según el “Manual de Proceso de Renta para Ejecutivos de Callcenter” de la empresa SERMEC, aludido anteriormente, la renta variable es definida por: “Calidad: De todas las llamadas que un agente realiza en un mes, se graban automáticamente un promedio de 6 a 12 llamadas, las que son evaluadas de acuerdo a una pauta de calidad del servicio. Disponibilidad: El trabajo del agente es estar conectado y listo para atender llamados en el turno que efectivamente se le programó, por lo tanto, este indicador mide el porcentaje de tiempo que el agente estuvo atendiendo llamadas o listo para recibirlas” (SERMEC, 2012: 4) Los salarios, en el mejor de los casos, alcanzan los $250.000 mensuales, aunque tienden a agruparse en el rango que va entre los 150 y 200 mil pesos, con un valor hora-hombre que varía entre los $800 y $1.300. Los temas de la maternidad y salas cunas son muy importantes para los trabajadores de callcenters puesto que, como se ha indicado, la mayor parte de los empleados que se desempeñan en estas empresas son mujeres jóvenes, en edad fértil, o en muchos casos madres solteras. Al respecto, la presidenta de la Federación de Trabajadores de Callcenters (FETRACALL), indica que las empresas cumplen con las normativas legales que tienen relación, por un lado, con la obligación de entregar el servicio de salas cunas para los hijos menores de 2 años de las trabajadoras y, por otro, con aquellas que tienen derecho a una

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hora para amamantar a sus hijos, hasta que termine este periodo; sólo y siempre y cuando los trabajadores mismos estén en permanente fiscalización, es decir, no existe un acercamiento de parte de las compañías hacia las madres para que éstas ejerzan sus derechos sino que deben ser ellas o, en muchos casos, los sindicatos, quienes se encarguen de “recordar” a la empresa tales obligaciones. Con respecto a la relación con los clientes, esta no siempre es de las mejores, sobre todo en los casos en que las llamadas están relacionadas con la cobranza de alguna deuda o el reclamo de algún tipo de problema con un servicio o producto que la empresa mandante del callcenter entrega. Cuando existen malos tratos de parte de los clientes esto provoca problemas psicológicos, de estrés y/o depresiones en los trabajadores. Según FETRACALL, mensualmente, aproximadamente el 10% de los empleados de estas empresas presenta una licencia médica aludiendo estas problemáticas. Las empresas también contribuye al estrés laboral que sufre el trabajador ya que en muchos casos, cuando se necesita desvincular a un empleado sin despedirlo, o sea, haciéndolo renunciar para evitar pagar la indemnización que el despido acarrea, la empresa lleva a cabo métodos de hostigamiento que tienen que ver, principalmente, con realizar cambios de turnos “sorpresas” o modificaciones arbitrarias en el horario de ingreso de los trabajadores, de lo cual este último sólo se entera cuando llega a su puesto de trabajo en la jornada laboral que supuestamente le correspondía. La presidenta de FETRACALL lo grafica de la siguiente manera: “Cuando uno va llegando a trabajar, ponte tú en un turno de noche, a las 10 de la noche, en la marcación de entrada te enteras que el ingreso

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fue cambiado según lo que se había acordado previamente o lo que te habían informado. Entrabas a las 10, pero a las 10 de la mañana. Automáticamente tienes un día perdido. Esto puede pasar con menos horas también. Si marcas a la una de la tarde, resulta que entrabas a las 9 de la mañana…” Esta práctica se lleva a cabo ya que, contractualmente, en la mayoría de los callcenters, si el trabajador acumula 90 minutos de atrasos en 6 meses es causal de despido. Es decir, los trabajadores no se pueden retrasar en la llegada a su puesto de trabajo más de 15 minutos mensuales. Por lo tanto, a modo de ejemplo, si consideramos a aquellos que trabajan los 20 días hábiles del mes, estos no se pueden retrasar más de un minuto diario en su entrada. Finalmente, en relación con las enfermedades físicas, el lumbago y la tendinítis son problemáticas propias de las dinámicas laborales de estos trabajadores. Lo reducido de su lugar de trabajo, el constante digitar que deben llevar a cabo para llenar el “historial” de lo que han dicho y escuchado en cada llamada y las horas continuas, sin descansos, que implica su jornada laboral, contribuyen a esto. 3.3. Los callcenters en Chile. A Chile, estas empresas, comenzaron a llegar a fines de los 90. Atento S.A., de la mano de Telefónica o, ahora, Movistar, el gigante español de las telecomunicaciones instalado en Latinoamérica desde comienzos de esa misma década; es la primera compañía importante que arriba a nuestro país para exclusivamente prestar

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servicios de este tipo, primero a la propia Telefónica, dueña del casi el 30% de Atento, y posteriormente a cualquier empresa que lo requiriera, dentro o fuera de las fronteras nacionales. Hoy las compañías nacionales o transnacionales instaladas en Chile, que optaron por externalizar sus servicios de atención al cliente vía telefónica lo hacen en algunas de las 60 empresas de callcenters ubicadas en el país. Muchas de las que aquí operan son transnacionales como Sitel, Teleperformance, Transcom, ACS Multivoice, Unísono o Atento. En el país esta industria emplea a cerca de 35 mil personas, la mayoría jóvenes que trabajan por primera vez, con apenas cuarto medio rendido o cursando una carrera de enseñanza superior. Las cifras al respecto nos indican que en estas empresas destaca: 1.- La baja antigüedad laboral, debido a la alta rotación de personal existente, que en promedio no supera los 2 años. 2.- El 70% de la fuerza de trabajo utilizada son mujeres, lo que habla de un alto grado de feminización. 3.- El promedio de edad es de 27 años. Por otro lado, los sectores productivos donde las empresas de callcenters venden sus servicios son principalmente las telecomunicaciones, abarcando el 34% de su demanda; el sector financiero con un 33% y el retail con 7%. De ellas, el 80% son nacionales o, lo que a esta alturas pasa a ser un sinónimo, transnacionales operando en el país, y el 20% son empresas que desde el extranjero, sobre todo de España, contratan estos servicios (Diario La Nación: 8 de agosto de 2010), donde trabajadores puestos en oficinas en Chile prestan servicios a empresas y personas ubicadas en Europa. En Chile, este sector productivo está en progresiva

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expansión, mostrando un nivel de crecimiento alto y sostenido en los últimos años. De acuerdo a los datos proporcionados por la Dirección del Trabajo, desde que surgieron los servicios de esta área, y hasta antes de la crisis económica, este mercado registraba crecimientos de entre un 15% y un 33% anuales, al igual que la industria de callcenters a nivel mundial. Aunque el sector se contrajo un 9% durante la crisis económica de los subprime (2008-2009), las proyecciones son auspiciosas, se esperan cifras cercanas al 15% en promedio anual para los próximos años. La facturación del sector, en el año 2011 llegó a US$479.000 millones, creciendo un 17% respecto del año anterior (UribeEcheverría y Morales, 2010: 23-24). Sin embargo, durante el año 2010, según información entregada por la FETRACALL, se perdieron aproximadamente 4.500 puestos de trabajo, lo que responde a la migración de varios de sus clientes a otros países de la región, que entregan mejores condiciones para sus negocios debido, principalmente, al menor costo de la fuerza de trabajo. “Capitales golondrinas” que trasladan sus operaciones a donde existan mejores condiciones para el negocio, pues este tipo de actividades productivas, caracterizadas por la flexibilidad absoluta, geográfica y laboralmente hablando, se dan en un contexto de desarrollo tecnológico constante y acelerado, mercados altamente transnacionalizados y países con políticas tendientes a favorecer al capital, flexibilizar la fuerza de trabajo y atomizar a los actores sociales, particularmente sindicales. Otra de las particularidades del sector de los callcenters, relacionada con la flexibilidad laboral, es que estas empresas, muchas veces, aumentan el nivel de subcontratación, por medio de la contratación de trabajadores a través de empresas colocadoras de personal o creando otras razones sociales para este fin, lo que desvirtúa la ya “clásica” relación triangular

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de la subcontratación, derivando a una relación de subcontratación poligonal. Así, es posible apreciar que en la relación de subcontratación clásica entran en interacción tres actores: 1.- Empresa Mandante (A). 2.- Empresa Contratista (B). 3.- Trabajadores Subcontratados (C). Donde A tiene una relación contractual de prestación de servicios con B, servicios que son entregados por C, los cuales, a la vez, tienen una relación laboral real con A y una relación laboral formal con B. Por otro lado, en la relación de subcontratación poligonal que se da en el negocio de los callcenters, existe una interacción entre, al menos, cinco actores: 1.- Empresa Mandante (1.A). 2.- Callcenter (1.B). 3.- Trabajadores Subcontratados 1 (1.C). 4.- Empresa Externa (2.A). 5.- Trabajadores Subcontratados 2 (2.B). Aquí, sobre la relación de subcontratación clásica se yuxtapone, articulándose y conviviendo, otro nivel de subcontratación. Metamorfoseando el triangulo y derivando en polígono, configurando una especie de fractal flexibilizante que permite un segundo nivel de subcontratación. Una radicalización de la lógica del subcontrato donde 1.A tiene una relación contractual de prestación de servicios con 1.B, los cuales son entregados por 1.C, que, a la vez, tienen una relación laboral real con 1.A y una relación laboral formal con 1.B. Pero además 1.B se encarga, cuando la demanda de 1.A aumenta, de vincularse con una segunda

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empresa contratista (2.A), que mediante el suministro de personal (2.B) permita cubrir los requerimientos de 1.B. Complejizando la vinculación de estos trabajadores subcontratados de segundo orden (2.B), quienes tienen un vinculo laboral real con 1.A, una relación laboral formal con 2.A y una relación virtual, indefinida, líquida, con 1.B. La actividad de los callcenters es la hipérbole de la flexibilidad laboral, en tanto que articula la flexibilidad al interior del proceso productivo, particularmente aquella referida a la relación salarial (turnos o duración del trabajo, horarios, remuneraciones, etc.) y la flexibilidad laboral al exterior del proceso productivo o en el mercado del trabajo, relacionando formas contractuales de plazo fijo con el contrato de tipo indefinido y radicalizando la lógica de externalización de la mano de obra generando una relación de subcontrato poligonal. Este paroxismo le permite al capital prolongar la duración del proceso de trabajo –recordemos que estas empresas funcionan todas las horas del año- y, siguiendo el análisis marxista, mediante el sometimiento, la gestión y optimización económica de la aplicación de la fuerza de trabajo, generar mayores ganancias, es decir, aumentar la plusvalía. Mediante esta sujeción, se hace de los trabajadores mera y exclusiva fuerza de trabajo. Se los confina a un factor económico, que es donde el capital busca depositar a los sujetos para limitar y delimitar la configuración de esta fuerza de trabajo según los objetivos materiales, simbólicos e ideológicos del capitalismo. Finalmente, podemos afirmar que con este tipo de actividades productivas, caracterizadas por la flexibilidad absoluta, geográfica y laboralmente hablando, cuya emergencia sólo es posible en un contexto neoliberal, de desarrollo tecnológico constante y acelerado,

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mercados altamente transnacionalizados y países con políticas tendientes a favorecer al capital, flexibilizar la fuerza de trabajo y atomizar a los actores sociales, con economías puestas en contra de un desarrollo socialmente sustentable; es posible darse cuenta que con la producción postindustrial la sociedad del trabajo no ha llegado a su fin. 4. ¿Fin de la sociedad industrial? La “sociedad postindustrial” no es, en ningún caso, contra-industrial. Ella necesita descansar en una compleja estructura material que produce la alimentación, maquinaría, tecnología y muchos de sus servicios -a bajo costo y en condiciones de trabajo precarias- necesarios para su reproducción. Por lo tanto, no es posible proclamar el fin de la sociedad industrial como lo hace la utopía posmoderna sino que, con mayor precisión y de acuerdo a lo expuesto hasta acá, es más adecuado referirse al actual momento como un estado de radicalización del modo de producción capitalista, en un contexto donde las condiciones materiales lo hacen posible; lo que si bien permite la emergencia de un nuevo tipo de sociedad, ésta no necesariamente anula o deja atrás a la configuración productiva industrial sino que es complementaria y, en su sometimiento, dependiente de ésta. Entre ambas maneras de producir, es decir, entre aquella que se acerca más al tipo ideal industrial y aquella que lo hace al postindustrial, existe un entramado de vínculos comerciales, productivos, sociales y culturales. Intercambio permanente de capitales económicos y simbólicos que dan cuenta de una interrelación que, a la vez, matiza el espacio que queda entre ambos, complementando y generando vínculos de dependencia

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entre uno y otro. Pero esta nueva configuración en ningún caso le ha quitado importancia al trabajo en la vida de los sujetos que habitan el mundo de capitalista occidental. Los postulados posmodernas que buscan explicar el paso de una sociedad industrial a otra postindustrial, que anula a la primera, tienden a polarizar el análisis. Como tal, no existe una transición de una forma de producir a otra. Para el caso latinoamericano, por ejemplo, el sociólogo mexicano Enrique De la Garza indica que en la actualidad hay una heterogeneidad conceptual para intentar captar los “antiguos” y “nuevos” trabajos, entregando la siguiente salvaguarda: “Por trabajos clásicos no habría que entender necesariamente los que fueron o son mayoritarios en la población ocupada –situación que nunca fue cierta en los países subdesarrollados-, sino aquellos que fueron considerados en la teorización e investigación empírica como la línea principal de evolución del trabajo (industrial, fordista, estable, regulado)” (De la Garza, 2011: 13). Los trabajos ahora llamados “no clásicos” han sido, en América latina en general, históricamente mayoritarios, mucho más comunes de lo que los desarrollos teóricos europeos o norteamericanos, que se sorprenden con las actuales formaciones laborales precarias, los conciben. Muy distinto a no existir es ser despreciado. El capitalismo, hoy como ayer, continúa sosteniéndose en el trabajo. Podrá, a través de su sometimiento, control y gestión, precarizarlo en virtud de generar mayores ganancias, mas no puede eliminarlo puesto que el trabajo es lo único que provoca valor y que en el proceso productivo capitalista genera plusvalía, a saber: aquella parte del valor que el trabajador produce, el excedente de trabajo del que se apropia el capitalista. Sin esta apropiación el sistema no podría existir ya que es parte del núcleo basal que sostiene a la propiedad privada. El trabajo sigue ahí. 76

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VIOLACIÓN A LA LIBERTAD SINDICAL EN LOS CALL CENTERS

Katia Molina Ponce Socióloga

1.- Introducción: La violación a la libertad sindical, se constituye en uno de los graves problemas que presenta el mundo del trabajo en la sociedad chilena, el que podemos rastrear como resultado del continuo ideológico neoliberal, que se instala a partir de la dictadura militar, hegemonizando la actitud que prevalece frente a la organización colectiva de los trabajadores dentro del sistema imperante. Entendemos que la libertad Sindical está íntimamente relacionada con los derechos del trabajo, con la profundidad y límites de la democracia, con la redistribución de la riqueza, por ende con la desigualdad, con la exclusión e inclusión social y en última instancia con el poder de los trabajadores organizados. En esto radica su relevancia. Entonces cuando el estado permite su violación sistemática, a través de mantener una normativa jurídica que la debilita20, además de no implementar una efectiva fiscalización sobre los patrones que rutinizan las prácticas desleales y antisindicales. Y al mismo tiempo, en su funcionamiento cotidiano, los tribunales del trabajo, no reconocen la libertad sindical, como una categoría de derecho humano fundamental, intentando mediarlo (Molina: 2013) Estamos, ante una clara violación a la libertad sindical, a pesar de 20 Código del Trabajo, basado en el Plan Laboral de 1979

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la ratificación de los Convenios de la OIT sobre estas materias, por el estado chileno. Esta problemática es relevante, porque el mundo del trabajo en Chile, se caracteriza por altos índices de precariedad, flexibilidad, informalidad y desempleo encubierto. Donde más del 1 millón ciento siete mil trabajadores que cotizan en Chile ganan menos de 350.000 pesos imponibles, significando que disponen de 560 dólares al mes para vivir, lo que indica que la pobreza es parte constituitiva de la materialidad de más de 22.42%21 trabajadoras y trabajadores chilenos, principalmente mujeres y jóvenes. Sumándole a esto, la alta rotación en los puestos de trabajo, independiente del contrato indefinido que los trabajadores puedan tener, 22este componente de las relaciones laborales, genera un clima de inseguridad e incertidumbre, pues más de 17.3% de los trabajadores son tercerizados.23 La pobreza la enfrentan asumiendo altos índices de endeudamiento, el 13.5% de la familia está endeudada24 en un promedio de 1 millón 432.000 pesos, con el sistema bancario; además la misma encuesta señala que el 43.5% de los hogares tiene una deuda promedio de 195.000 pesos con las casas comerciales. Desde este diagnóstico acotado, la triada: sindicalismo, negociación colectiva y huelga y su interrelación se hace fundamental. Pero debemos decir que existen múltiples y sistemáticas violaciones a la libertad sindical en nuestro país, invisibles porque la institucionalidad laboral tiene un funcionamiento formal y débil en esta materia. 21 Superintendencia de Pensiones 30 de julio 2013 22 No hay que olvidar que existen algunos indicadores como el GINI que nos

sitúan en 0.57 con una redistribución de la riqueza social eminentemente desigual. 23 Secretaria General de la Presidencia (Segpres) 2013 24 Encuesta Financiera de los Hogares del Banco Central 2013

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Centraremos este artículo en los callcenter, sin desconocer que en todas las actividades productivas los sindicatos se deben enfrentar esta problemática. De esta forma, mirar con el prisma de la libertad sindical, lo que sucede con las “nuevas” actividades ligadas a las tecnologías de la informática, como son los callcenter, nos permitirá observar los continuos ideológicos del modelo neoliberal, que impactan a los “nuevos” trabajadores que se incorporan como asalariados en esta actividad, convencidos que su “conocimiento” les permitirá desarrollar un trabajo menos deshumanizador. El presente artículo intenta visibilizar estos aspectos. 2.- Los infoproletarios en las empresas de Call Center en Chile. Breve descripción. La reestructuración productiva realizada en Chile a partir de la década del setenta, abre la economía, de acuerdo a la división internacional del trabajo, a las exportaciones de materias primas25 y generaliza las actividades de servicio. Dentro de este modelo la incorporación del callcenter fortalece las tendencias de flexibilidad que ocurre en todos los niveles, se avanza de esta forma en el modelo de acumulación flexible que impera en la actualidad. Este proceso implicó la privatización de la empresa estatal Telefónica26 Chile en el año 1990, la que inaugura una nueva modalidad productiva, que incorpora el concepto de callcenter, el que se constituye dentro del modelo total, en parte significativa del paradigma flexibilizador, pues implica la externalización del área 25 Minerales, principalmente Cobre, fruta de exportación y maderas. 26 Telefónica Chile es una empresa transnacional de capitales internacionales,

principalmente españoles, con presencia en el país desde el año 1990, momento en el que se consolida la privatización del área de las telecomunicaciones nacionales

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comercial y venta de las empresas; asociado a su vez con la tercerización (subcontrato y suministro) de áreas de trabajo directo de las empresas. Es así que, en la década de los noventa, las empresas de los callcenter27 (Muñoz: 2012) se masifican en el país, incorporando a una gran cantidad de trabajadores a esta actividad. Crece este mercado en un 10% al año, actualmente existen 70.000 personas que trabajan en él, 40 mil son operadores de empresas propias (bancos e instituciones financieras) y 30 mil de servicios externos principalmente telecomunicaciones.28 La fuerza de trabajo está constituida por jóvenes, estudiantes-trabajadores, que tienen toda la enseñanza secundaria cursada, lo que les permite poseer conocimiento del uso de la informática29. El promedio de edad es de 27 años. Es una actividad feminizada, el 70% de la fuerza de trabajo son mujeres (Muñoz: 2012). Actualmente se han incorporado adultos mayores a trabajar en los call center (tercera preferencia para Asociación Chilena de Empresas de Callcanter, después de las madres solteras). Las Condiciones de estos trabajadores, los llamados infoproletarios por Antunes, están al centro de las tendencias precarizadoras y de flexibilidad del trabajo, los que se caracterizan por una alta rotación30, por ende baja antigüedad laboral. “El infoproletario, parece apuntar mucho más hacia una nueva condición de asalariado en el sector de los servicios, hacia un nuevo segmento del proletario no industrial, sujeto a 27 “Hoy las compañías nacionales o transnacionales instaladas en Chile, que

optaron por externalizar sus servicios de atención al cliente vía telefónica lo hacen en algunas de las 60 empresas de callcenters ubicadas en el país. Muchas de las empresas que aquí operan son transnacionales como Sitel, Teleperformance, Transcom, ACS Multivoice, Unísono o Atento”. 28 ACEC Asociación Chilena de Empresas de CallCenter, 2013 29 Logro de la Reforma Educacional y el Programa Enlace 30 La duración en los puestos de trabajo es de 1 año.

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la explotación de su trabajo, desprovisto del control y de la gestión de su labor y que viene creciendo de manera exponencial desde que el capitalismo avanzó con la llamada era de los cambios tecno-informacionaldigitales” (Antunes: 2011) La precarización de estos trabajos se caracteriza por los bajos niveles de ingreso, donde los salarios, alcanzan los $250.000 (US$500) mensuales, aunque tienden a agruparse en el rango que va entre los 150 y 200 mil pesos (300 y 400 dólares), con un valor horahombre que varía entre los $800 y $1.300 (US$1,6 y US$2,6). (Muñoz: 2012). Además tienen baja seguridad social, hay contratos y niveles de sueldo diferenciados y trabajan por comisiones, lo que hace más incierta su condición salarial. 2.1.- El sometimiento del cuerpo de los trabajadores en el callcenter. Los dispositivos de control y disciplinamiento en las plataformas de callcenter, pueden ser igualadas a las de las cadenas productivaa, de carácter tayloristafordista, pero esta vez asociadas a las nuevas tecnologías informáticas, “hace de los trabajadores vigilados sujetos que son vistos pero que jamás ven, es decir, los transforma en productos u objetos de información, pero nunca en sujetos de comunicación. Su objetivo se juega no en la interacción sino que en el sometimiento para optimizar e intensificar la aplicación de la fuerza de trabajo mediante la identificación, caracterización, reconocimiento, individualización y permanente vigilancia que se ejerce sobre los sujetos.” (Muñoz: 2012) Esta organización del trabajo hace que los trabajadores expresen que “tenemos relaciones o prácticas laborales

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como en la esclavitud, tenemos problemas de higiene y seguridad, no se está garantizando el tema del trabajo pesado (…) tenemos una cantidad de trabajadores enfermos que hasta el día de hoy, las mutuales no lo consideran como enfermedades profesionales, como tendinitis, estrés laboral y una cantidad de enfermedades que no son consideradas enfermedades profesionales”.31

2.1.1. Estrategias de Control: La organización interna de los callcenter considera estrategias de control variadas y complejas, las que ponen en funcionamiento una disciplina que conjuga prácticas tradicionales con nuevos dispositivos, mezclando ambas formas que condicionan el actuar de los trabajadores. Para ello se implementan dos tipos de dispositivos de control: los de vigilancia y los de convencimiento, ambos son utilizados en la búsqueda por lograr la interiorización de la disciplina, de la norma y de su aceptación, y por ende de la naturalización de la asimetría del capital, la invisibilización de la dominación y del funcionamiento de la estructura jerárquica. De esta forma, se legitiman los modos de hacer, los valores implícitos en ese hacer, los comportamientos y actitudes, lo que produce un impacto en la subjetividad específica del trabajador. Los dispositivos para convencer actúan sobre los factores emocionales, las creencias y la cultura del trabajador, generando una ilusión de participación sobre la toma de decisiones en una estructura de horizontalidad. Esta estrategia de las empresas corresponde a un disciplinamiento subjetivo. Los dispositivos para vigilar establecen un control a través de la programación de las llamadas, las que 31 Fetracall 2013

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tienen un cronometro de entrada y salida. De esta forma, hay monitoreo permanente de la llamada, en cantidad, duración y contenido, las que son evaluadas y de esto depende el salario de los trabajadores. Dentro de las formas de control directo y vigilancia, llevadas a cabo por la empresa se encuentran las remuneraciones. La modalidad de la composición del sueldo se constituye en un elemento de control. Compuesto de un sueldo base más comisiones por venta, bonos y premios, hace que los trabajadores se esfuercen por hacer que la parte variable aumente. Para la gerencia este incentivo aumenta la productividad. Todo esto se traduce en una frecuente variación en las modalidades de remuneración, en una incertidumbre permanente para los trabajadores. “Tenemos una precariedad absoluta, condiciones inhumanas dentro del mismo trabajo, si los trabajadores van al baño, pierden su componente variable que es el componente de su remuneración (…) Hay una cantidad de infracciones al código de trabajo, no se paga semana corrida, no hay protección a la maternidad, no se les entrega el derecho de Ley de alimentación a las trabajadoras con hijos menores de dos años, no existe el tema de la cuidadora, o embarazadas que trabajan horarios nocturnos”32 La jornada de trabajo en el callcenter tiene un impacto directo en la salud de los trabajadores, de una forma más sofisticada y sutil, se realiza la violencia sobre los cuerpos de los trabajadores, significando una socialización en las nuevas condiciones de organización del trabajo que imperan al interior de la empresa. 3.- Violación a la libertad sindical en los callcenter Es necesario indicar que para la Organización Internacional del Trabajo OIT, las cuatro categorías 32 Fetracall 2013

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de principios y derechos fundamentales en el trabajo son: la libertad sindical y el reconocimiento efectivo del derecho de negociación colectiva; la eliminación de todas las formas de trabajo forzoso u obligatorio; la abolición efectiva del trabajo infantil; y la eliminación de la discriminación en materia de empleo y ocupación. (OIT, 2012). Las Prácticas desleales y antisindicales son expresión del conflicto de las relaciones asimétricas entre los trabajadores y el capital, de esta forma la violación a la libertad sindical se inscribe dentro de un continuo que se inicia en el Plan Laboral de 1979, y que es parte de lo que deben enfrentar los dirigentes sindicales para realizar su quehacer, hasta el día de hoy. El objetivo de este Plan laboral fue restarle poder negociador a las organizaciones sindicales, circunscribirlas al espacio de las empresas y no reconocer los derechos del trabajo, sólo la libertad de contratación tal como lo señala la Constitución Política de 1980.33 De esta forma, el núcleo del paradigma neoliberal, que considera a los sindicatos “una distorsión del mercado”, ha constituido la mirada del empresariado, que se cristalizada en su actuar en contra de la organización sindical. Los informes de la Organización Internacional del trabajo OIT, dan cuenta de este continuo y a pesar de la ratificación de los Convenio 87 y 98 el año 1999 por el estado chileno, existe la vulneración del derecho de la libertad sindical, que es considerado un derecho humano fundamental y su implementación se ha hecho imposible. 33 Constitución Política 1980 Art. 19 número 16 de la libertad de trabajo, “La

Constitución asegura a todas las personas:”16º La libertad de trabajo y su protección. “Toda persona tiene derecho a la libre contratación y a la libre elección del trabajo con una justa retribución”.

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En este sentido, daremos cuenta de tres casos a la violación de la libertad sindical en el sector de comunicaciones, entre otros muchos que se han suscitado y que dan cuenta del continuo ideológico neoliberal. A)- Reestructuración de la empresa Telefónica Chile: Telefónica Chile es una empresa transnacional de capitales españoles que opera en el país desde los años noventa. En el proceso de la llamada reestructuración, la subdivisión de la empresa, afectó a 7.518 trabajadores con despidos, recontrataciones y reubicaciones. Entre el año 2000 al 2003 “…Telefónica implementaría una <política de racionalización de personal> que terminaría con 4.570 trabajadores despedidos. Finalmente para el año 2004 la cantidad de trabajadores de la compañía se redujo a 3.774, una disminución de más de la mitad del personal de planta con el que contaba la empresa antes de esta tercera reestructuración (año 1999), que era de 9.933 empleados” (Muñoz: 2010) Los años 2006, 2007, 2008 la empresa es acusada por prácticas antisindicales ante la Dirección del Trabajo, los hechos sancionados el segundo semestre del año 2006 son “impedir el libre acceso de los dirigentes a dependencias de la empresa; Favorecer a algunos para fomentar la desafiliación de sus socios a través de desventajosas proposiciones de convenio. Celebración de reuniones en que se infunde el temor de perder el empleo a quienes se encuentran acogidos a un derecho laboral, ejercido por los socios del sindicato denunciante” 34 La empresa fue multada esta vez con 150 UTM, equivalentes a 12.300 dólares. 34 Dirección del Trabajo, Empresas condenadas por prácticas antisindicales

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Luego es acusada por infringir el Código del Trabajo mediante actos de injerencia sindical y discriminación hacia los trabajadores“. El primer semestre del 2008 es sancionada por “discriminación al presidente del sindicato” 35 perteneciente al SITP. La empresa es multada a pagar 100 UTM. La reestructuración productiva de la Telefónica preparó el camino para la emergencia de los callcenter en Chile, como parte del paradigma flexibilizador. Pero todo este proceso se hizo de la mano de la violación a la libertad sindical, en forma sostenida la empresa fue incurriendo en prácticas desleales y conductas antisindicales, las que están sancionadas por la institucionalidad laboral36. Pero, es el concepto de organización colectiva el que es debilitado a través de estas prácticas, enfatizando el predominio del acuerdo individual por sobre el sindicato, el que es atacado en el rol que debe cumplir, negándoles la posibilidad de ser una actor en la defensa de los derechos de los trabajadores. Consideramos que estas prácticas antisindicales obedecen a la racionalidad instalada de la ideología neoliberal. B).- La Negociación colectiva del Callcenter Multivoice 2008 y el despido de trabajadores sindicalizados. El sindicato Nº1 del Callcenter Multivoice, de capitales norteamericanos, en su proceso de Negociación Colectiva y huelga del año 2008, es víctima de violación a la libertad sindical. 35 Dirección del Trabajo, Empresas condenadas por prácticas antisindicales 36 Multa a nuestra consideración muy baja considerando la capitalización de la

empresa.

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El Sindicato hizo efectiva la huelga con el apoyo del 81% de los trabajadores, logrando que les igualaran el sueldo base con el ingreso mínimo mensual, sin imputación de bonos o rentas variables, además de un bono de locomoción, colación y un seguro complementario de salud. Consiguieron también un bono de término de conflicto que varió entre 10 mil y 20 mil pesos dependiendo de la antigüedad del trabajador. “Pero lejos lo más importante fue la igualación del base con el mínimo sin que nos quitaran los bonos”37 El sindicato denunció la aplicación sistemática de prácticas antisindicales, como hostigamiento a dirigentes y amenazas, a la Dirección del Trabajo. La Negociación que se realizó en el sector, develó una serie de prácticas antisindicales y de represalias, es así que existió reemplazo en la huelga “…, porque en la huelga comenzaron a desviar los llamados a sus sucursales en otros países, lo que implicaba reemplazar a los trabajadores en huelga, lo que como todos saben es una práctica ilegal muy grave”38 que es propio de las características de esta actividad. Posterior a la huelga se produce un incidente en las oficinas de Multivoice, las dirigentes reciben golpes desde uno de los gerentes del callcenter39 y quedan con lesiones. “Tamara Muñoz, fue golpeada por el jefe del departamento de tesorería Marcelo Muñoz, quien le propinó puñetazos a las mujeres cuando estas le pidieron la nómina de las cotizaciones de los trabajadores afiliados al sindicato que recién había salido victorioso de la 37 Presidenta del sindicato Tamara Muñoz desde agosto de 2008. 38 Dirigenta Callcenter Multivoice 39 El Ciudadano. 06 de marzo, 2009

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negociación colectiva. “Nosotras fuimos a la oficina de Marcelo Muñoz para retirar el cheque de las cuotas sindicales y le solicitamos la nómina de los descuentos de los trabajadores, entonces este señor se ofuscó y nos empujó diciéndonos que él sabía hacer su trabajo y nos sacó de la oficina a combo limpio”40 Pero como expresión máxima de la violencia aplicada a los trabajadores, y que se relaciona directamente con la violación a la libertad sindical, es lo que sucede después que el sindicato de Multivoice termina la huelga, la empresa despide a 245 trabajadores, de estos 125 eran trabajadores sindicalizados41. Los sucesos que se desarrollan en el proceso de negociación colectiva y huelga culmina con el despido de los trabajadores sindicalizados, de esta forma los logros alcanzados por la negociación no son entregados a los trabajadores, salvo a un porcentaje menor. De esta 40 El Ciudadano. 06 de marzo, 2009 41 El Ciudadano. 12 de marzo, 2009

Los motivos presentados por la empresa fueron variados. A unos los acusaron de fraude y a otros de superar los minutos de atraso permitidos por la ley. A Claudia Mora la acusaron de fraude a un cliente el 12 de enero, “pero yo ese día ya tenía mi clave para trabajar bloqueada, además no figura el número del cliente, sólo la fecha y el monto de la supuesta estafa, lo que indica que es todo mentira”. Por estas razones Claudia presentó una denuncia a la Inspección del trabajo por despido injustificado, medida que también tomó la mayoría de los trabajadores despedidos el lunes. Es el caso de Osvaldo Jilliberto, acusado por la empresa de totalizar 799 minutos de atraso en los últimos seis meses “Yo ni siquiera me atrasé 90 minutos, que es el máximo permitido por la ley, recursos humanos no registró las veces que me cambiaron mi turno y por eso la cifra” explica. A Osvaldo lo despidieron el viernes pasado y el martes, igual que Claudia y muchos otros, puso una denuncia por despido injustificado. No descarta que el motivo real haya sido su participación en la última negociación colectiva, “no me sorprendería, porque la mayor parte de los despidos forman parte del sindicato”

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forma, el sindicato se debilita como organización. Las señales entregadas por la empresa a las y los trabajadores son de una violencia tanto simbólica como física, la que relaciona directamente la participación en un sindicato con represalias y castigo, es decir se refuerza el miedo a sindicalizarse, como parte de la ideología imperante. Además, la institucionalidad laboral no asume las características de esta nueva actividad laboral, de esta forma el reemplazo de los trabajadores en huelga, a través del desvío de llamadas a otros call center, no logran ser consideradas como una violación a los derechos de los trabajadores. De esta manera, es muy difícil hacer efectiva la presión de una huelga, si es que los patronos tienen los mecanismos técnicos para hacer que una paralización, enmarcada en una negociación colectiva, no se realice. c).- Represión de la Fuerzas Policiales en el marco de la negociación Colectiva del Callcenter Konecta, año 201242. Los sindicatos Nº 2 y Nº 3 de la empresa transnacional española Konecta43, en su proceso de negociación colectiva que involucra a 700 trabajadores, en su mayoría mujeres, deben realizar acciones para presionar a la empresa, frente a la disposición negativa que esta presenta. La legislación laboral chilena permite al empleador que la negociación colectiva pueda ser rechazada por los patronos, incluso negarse a realizarla, de esta forma sigue en vigencia la última negociación 42 Involucrados 700 trabajadores. Dos sindicatos involucrados. 43 En Chile tiene como clientes a las empresas Claro, Chilectra, BancoEstado y

Transantiago. De acuerdo a los trabajadores, en el 2011 obtuvo ganancias de US$320 millones en el mercado local

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realizada. La empresa “se ha negado a conversar con los representantes de los trabajadores y lo único que ha hecho es reemplazar a los trabajadores en huelga, antes de que se iniciara”. El comportamiento de la empresa en el conflicto es procurar que no se paralicen sus funciones: “En este momento ellos no tienen ninguna pérdida porque se las arreglaron ilegalmente para reemplazar a los trabajadores, ya sea desviando las llamadas a otros call center o poniendo trabajadores de su propia empresa Konecta a otros call center a responder llamados telefónicos44” La Dirección del Trabajo (DT) no fiscaliza, “para constatar el reemplazo de trabajadores que hemos denunciado. La DT no se ha movido, manteniendo un bajo perfil en cuanto a los intereses de los trabajadores y es por eso que estamos presionando”45. Asimismo y frente a una disposición negativa de la empresa a acceder a las demandas del sindicato, particularmente a un reajuste salarial del 10 por ciento. Es necesario indicar que los trabajadores habían presentado 40 puntos en su negociación colectiva, de estos insisten sólo en 5 puntos de su demanda, de los cuales quedaron el incremento de salarios, bonos, vigencia del contrato colectivo, reajuste por IPC y el bono de término de conflicto. Los sindicatos de Konecta, hacen acciones que interrumpan el normal funcionamiento del callcenter. “esta empresa tiene bastantes ganancias, pero no les alcanza para pagar sueldos dignos (…) Nos exigen y exigen todo el día, pero cuando tiene que pagar nunca 44 Presidenta de la Federación de Trabajadores de Centros de Llamados, Tamara

Muñoz

45 Dirigenta FETRACALL Tamara Muñoz

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tienen, no pagan a tiempo y nos pagan mal por ello. Estamos dispuestos a tomar todas la vías de lucha para lograr ser escuchados en nuestras peticiones”46. Con pitos y bubuselas se instalan a las afueras de las empresas, para detener el normal funcionamiento del centro de llamadaspero son reprimidos por las fuerzas policiales, y 17 trabajadores son detenidos. “Nos parece grave que Carabineros interfiera en un proceso legal, como es la huelga, en favor de una parte del conflicto, en este caso de la patronal, amedrentando a los trabajadores y actuando de manera totalmente desproporcionada, usando gas lacrimógeno y el carro lanza agua en contra de trabajadores y trabajadoras que se manifestaban en la puerta de la empresa, que no estaban obstruyendo el tránsito ni atentaban contra el orden público”47 La dirigente, además, anunció que denunciaran el actuar “abusivo” que a su juicio ha tenido Carabineros en este conflicto: “Nosotros también vamos a hacer nuestra denuncia a los organismos que correspondan por la violencia que ha ejercido el Ministerio del Interior a través de los mismos carabineros. La fuerza que se vio el día miércoles cuando se llevaron los trabajadores nosotros no la habíamos visto en otras huelgas del mismo sector” Además han existido acciones para mostrar lo que sucede al resto de la población y han realizado acciones tomándose la línea del metro. El 9 de julio 2012 los dirigentes sindicales señalan “Hemos decidido tomar la estación Rodrigo de Araya del metro para manifestar que tanto esta empresa, como la Dirección del Trabajo y la ministra del trabajo no han tomado ninguna medida para solucionar este conflicto. Más bien se han puesto del lado 46 Dirigente Sindical Víctor Urbina 47 Dirigenta FETRACALL Tamara Muñoz

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de la empresa, la que ha contado todos los días con la colaboración de las fuerzas especiales de carabineros para impedir que los trabajadores nos manifestemos. En estos días de huelga han caído detenidos 17 de nuestros compañeros”48. Una vez terminada la huelga son despedidos los dirigentes sindicales. Hay que entender entonces la irrupción de los dirigentes de Konecta en el espacio urbano, deteniendo el flujo del transporte, como el momento de visibilización de un problema que aqueja a todas y a todos los que viven del trabajo, en un contexto mayor, para comprender la sociedad desigual en que vivimos, donde la redistribución de la riqueza no se hace con la negociación colectiva. 4.- Conclusiones La libertad sindical se inscribe dentro de los derechos humanos fundamentales y que el estado chileno, en virtud de la ratificación del Convenio 87 ante la OIT debe crear las condiciones para que este, se implemente de la mejor forma en el país. La implementación efectiva de este Convenio, es una deuda de la democracia con los trabajadores chilenos que hay que visibilizar. Según el informe de la OIT 2012 hay recomendaciones medulares relacionadas con el Convenio 87 que se refiere la Libertad sindical y Protección del derecho de sindicación y Convenio 98 referido a derecho de sindicación y negociación colectiva. Recomendación que también se habían hecho en el año 2008 y que no habían sido consideradas por el estado chileno. Dentro de las observaciones, se señala por ejemplo 48 Sindicato SINTRAC

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que “los reemplazos de trabajadores en huelga se encuentran por regla general prohibida”, que lo referido a “que la huelga debe ser acordada por la mayoría absoluta de los trabajadores de la empresa” no debería cursar, que “los trabajadores agrícolas deben tener derecho a huelga”, entre otras. Cada una de estas indicaciones señala una modificación al articulado del Código del Trabajo vigente. Sabemos que la huelga en Chile no juega su rol histórico, no es una herramienta al servicio de los trabajadores, pues su implementación se hace casi imposible, es un derecho débil y legalmente desprotegido. La posibilidad de reemplazar a los trabajadores en huelga es lo que hace ineficaz el instrumento, además expone a los dirigentes y trabajadores al despido tras su participación en ella. La negociación colectiva está restringida al ámbito de la gran empresa y según ENCLA 2008 la negociación se desarrolla sobre todo en empresas que cuentan con sindicato, cuando este no existe, los trabajadores a pesar que pueden utilizar los instrumentos colectivos, no lo hacen. Los Call Center en este sentido, sufren una mayor desprotección, porque la tecnología existente posibilita que las gerencias desvíen las llamadas a otros centros de llamada haciendo estéril el recurso. La negociación colectiva se supedita a la voluntad del empresario, despide a trabajadores sindicalizados, construye listas negras, persigue a los dirigentes, crea sindicatos pro-empresa, compra el fuero de los dirigentes sindicales, le entrega los mismos beneficios a los sindicalizados que a los no sindicalizados, y principalmente fija y mantiene los salarios de acuerdo a su modelo de acumulación, pues la libertad del mercado le otorga variados procedimientos para actuar. Las negociaciones colectivas y las huelgas en Chile,

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a pesar de ser reconocidas por el Código del Trabajo, tienen una aplicación débil, porque “predomina en Chile una doctrina empresarial de los derechos laborales, que concibe los intereses de la empresa como los únicos realmente auténticos y legítimos, que alimenta una cultura corporativa basada en la adhesión y la fidelidad de los trabajadores a la empresa” (López, 52:2009) La negociación colectiva debería comportarse como un mecanismo distributivo de la riqueza, pero la negociación de Konecta, como el 80% de los casos, sólo negocia el reajuste del IPC, con el fin de mantener el poder adquisitivo que se pierde año a año. Se pacta entonces, sin que signifique un aumento remuneracional, ni un sueldo digno. Durante los últimos 10 años, el reajuste real inicial por negociación colectiva no supera el 1%. En igual periodo las empresas han generado niveles records en excedentes de explotación, ganancias históricas no distribuidas que han ocasionado un punto de inflexión en la curva que mide la distribución funcional del ingreso. (Durán, 37: 2009) Pero nos encontramos con una criminalización de las acciones de los sindicatos y los trabajadores, cada vez que intenta hacer efectivo el derecho a negociar colectivamente y realizar la huelga, las fuerzas policiales asumen el papel defensa de la propiedad privada empresarial, evidenciando el conflicto de la sociedad mercadocéntrica. Entonces, desde la concepción neoliberal, un estado que sólo protege la libertad individual, no así los derechos colectivos, y una normativa jurídica débil, permiten que se acentúe el desequilibrio de la relación capital/ trabajo, de esta forma, el capital no tiene restricción y los trabajadores no tienen derechos colectivos asegurados,

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porque se flexibilizan las relaciones individuales, con una tendencia a la desregulación de la normativa de las relaciones individuales de trabajo, pero se rigidiza la regulación de las relaciones colectivas, hasta hacerlas estériles. De este modo, exigir la libertad sindical, está directamente relacionado con avanzar en más derechos para los trabajadores y es indispensable para mejorar las condiciones de trabajo, se hace imperioso avanzar en la transformación social en perspectivas del trabajo emancipado, dotado de sentido.

Bibliografía Antunes, Ricardo. Revista Sociología del Trabajo, nueva época, núm. 74, invierno de 2011, pp. 47-66. Madrid. Durán, G; López, D; y Feres, M (2009) Negociación Colectiva en Chile, Debilidad de un Derecho Imprescindible, Santiago: Dirección del Trtabajo. Elizabeth Lira y Hugo Rojas (Editores) Libertad Sindical y Derechos Humanos. Análisis de los Informes del Comité de la Libertad Sindical de la OIT (1973-1990). Edit LOM. 2009 Espacios Sociales en Interdicción. Hacia una tipología de las prácticas desleales o antisindicales. Temas Laborales. Dirección del Trabajo. 2009 Muñoz, Mauricio. En Cartilla Laboral Telefónica Chile, ICAL. 2010 Muñoz Mauricio. La flexibilidad laboral y su impacto en la configuración de subjetividades. Pag. 96, 98, 100 ICAL. 2012 ACEC http://www.acec.cl/

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Proyecto Enlace: http://www.enlaces.cl/index. php?t=44&i=2&cc=1883&tm=2 Dirección del Trabajo, Empresas condenadas por prácticas antisindicales, segundo semestre 2006 http://www.dt.gob.cl/1601/articles-94445_recurso_4. pdf Dirección del Trabajo, Empresas condenadas por prácticas antisindicales, primer semestre del 2008 http://www.dt.gob.cl/1601/articles-94445_recurso_7. pdf Molina, Katia. Columna de Opinión ICAL, Tribunales del Trabajo: http://www.ical.cl/2013/07/tribunales-del-trabajomercantilizacion-de-derechos-fundamentales-de-lostrabajadores/

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5.-Radio Universidad de Chile http://radio.uchile. cl/2012/07/07/trabajadores-de-konecta-cumplencuarto-dia-de-huelga-

Prensa: 1.-El Ciudadano http://www.elciudadano.cl/2009/03/12/6507/ multivoice-despide-a-245-trabajadores-y-niegaagresiones-a-dirigentas-sindicales/ http://www.elciudadano.cl/2009/03/06/6387/ empresario-golpea-y-amenaza-a-dirigenta-sindical-decall-center-multivoice/ 2.- Huelga Conecta 2012 http://www.sintracchile. cl/index.php/videos-sintrac 3.- FETRACALL 2013 http://laverdadsecuenta. cl/2013/05/06/trabajadores-de-call-center denuncian-condiciones-de-esclavitud-inaceptables. shtml 4.- CONSTRAMET 2012 http://www.constramet. cl/trabajadores-de-call-center-konecta-chile-cumplentres-dias-en-huelga-legal/

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EL DERECHO A LA SEGURIDAD SOCIAL Roberto Barraza Abogado

necesidad urgente de ampliar el contenido normativo en esta materia y adecuarlo al desarrollo doctrinal propio del Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social. Con todo, no puedo dejar de prevenir que gran parte del contenido de esta presentación se puede consultar, con más detalle, en el interesante artículo desarrollado por el abogado Iván Obando “El derecho a la seguridad social en el constitucionalismo chileno”, en el cual se inspira el presente artículo.

I. Introducción

II. El derecho a la seguridad social: Algunos conceptos previos

Frente a la crisis actual del sistema previsional, creemos necesario revisar el contenido del derecho a la seguridad social en el constitucionalismo chileno, que fue variable desde 1925 y que configuró gradualmente una institucionalidad acorde a las demandas progresivas de la sociedad chilena, hasta el golpe de estado del 11 de septiembre 1973. Desde esa fecha se da inicio a una serie de reformas de carácter neoliberal o “modernizadoras” -como las autodenominaron sus redactores-, las que constituyeron una clara regresión tanto del punto de vista material como jurídico, debido a la introducción de la subsidiaridad como principio rector, inhibiendo el rol activo que históricamente había tenido en esta materia el Estado chileno. Surge así, una interesante discusión doctrinal en torno al contenido del derecho a la seguridad social y que los últimos años ha dado fundamento a la jurisprudencia, principalmente a la elaborada por Tribunal Constitucional, para fallar contra el constreñido marco que ofrece la Constitución Política y las leyes vigentes en esta materia. Este trabajo pretende dar cuenta de dicha situación mediante un breve análisis, planteando desde ya la

El derecho a la seguridad social forma parte de los derechos sociales, que son poderes o facultades de las personas para solicitar y, eventualmente, exigir ciertas prestaciones, servicios y programas de parte de la sociedad y del Estado. Ellos constituyen, lo que se ha denominado, derechos de segunda generación, cuyo objeto es fortalecer la autodeterminación de las personas, mediante la remoción de impedimentos fácticos a la libertad e igualdad, perfeccionando así el contenido de los derechos civiles y políticos, que son los derechos de primera generación. La seguridad social puede ser conceptualizada desde múltiples puntos de vista. Así, desde un punto de vista orgánico, es el conjunto de órganos públicos que tiene por misión la prevención y satisfacción de las contingencias sociales que afectan a la población. Por otro lado, desde un punto de vista funcional, es el conjunto de actividades y medidas ejecutadas por prestadores de servicios, cualquiera sea su naturaleza, para prevenir y satisfacer contingencias sociales. Desde un punto de vista institucional, es el patrón continuo, estable, regular y autosostenible de acciones originado por la existencia de contingencias sociales. Finalmente,

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desde un punto de vista jurídico, es el conjunto de normas jurídicas y principios interpretativos que regulan prevención y satisfacción de contingencias sociales, tanto en sus aspectos orgánicos como funcionales (Obando: 2012). Para efectos de su eficacia o identidad, la seguridad social se inspira en algunos principios rectores clásicos: · Principio de universalidad objetiva: consiste en que la seguridad social debe extenderse a todas las contingencias sociales de carácter no voluntario, como enfermedad, desempleo, vejez, invalidez, muerte, maternidad, sobrevivencia y salud y riesgos ocupacionales, comprendiendo en etapas más avanzadas las que afectan lo social, económico y cultural; · Principio de universalidad subjetiva: significa que la seguridad social debe comprender sobre una base no discriminatoria a toda la población, independiente de su estado ocupacional, laboral, remuneracional, marital, género, etc.; · Principio de integridad o suficiencia: apunta a que la seguridad social debe otorgar prestaciones o beneficios médicos, económicos y familiares que satisfagan totalmente las consecuencias directas de una contingencia social, solucionando el caso que afecta a un miembro de la población; · Principio de unidad: se traduce en una orientación sistémica, unitaria y estructurada de la seguridad social, como una política pública coordinada, integral, uniforme y de conjunto; · Principio de solidaridad: sugiere que detrás de la seguridad social se encuentra un esfuerzo comunitario, pues todos los integrantes de la comunidad deben cooperar a la obtención de sus objetivos conforme a su ingreso y posibilidades, beneficiándose todos de acuerdo a sus necesidades, redistribuyendo así el ingreso nacional;

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· Principio de internacionalidad: comporta, por una parte, la vinculación de las instituciones fundamentales de la seguridad social en un marco jurídico unitario para fines de integración internacional, y por la otra, que dichas las mismas encuentran su fuente en los convenios de la Organización Internacional del Trabajo; · Principio de exclusividad legal se traduce en que, por razones de estabilidad jurídica, la ley –y no el seguro privado–, constituye la fuente única de la seguridad social desde un punto de vista histórico, sin perjuicio de la obtención de beneficios complementarios mediante la celebración de convenios colectivos. III. Constitución de 1925: La protección a las obras de previsión social El primer texto constitucional que contempló una norma relacionada con la seguridad social fue la Constitución Política de 1925. El artículo 10 Nº 14 de esta Constitución estableció una norma programática que aseguraba la protección a las obras de previsión social, la que sostenía lo siguiente: “Artículo 10.- La Constitución asegura a todos los habitantes de la República: 14.º La protección al trabajo, a la industria, y a las obras de previsión social, especialmente en cuanto se refieren a la habitación sana y a las condiciones económicas de la vida, en forma de proporcionar a cada habitante un mínimo de bienestar, adecuado a la satisfacción de sus necesidades personales y a las de su familia. La ley regulará esta organización. El Estado propenderá a la conveniente división de la propiedad y a la constitución de la propiedad familiar. Ninguna clase de trabajo o industria puede ser

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prohibida, a menos que se oponga a las buenas costumbres, a la seguridad o a la salubridad pública, o que lo exija el interés nacional y una ley lo declare así. Es deber del Estado velar por la salud pública y el bienestar higiénico del país. Deberá destinarse casa año una cantidad suficiente para mantener un servicio nacional de salubridad, y […]”. La adopción de este precepto guardó concordancia con la tendencia del constitucionalismo social, cuyo origen directo estuvo en el impacto de la “Cuestión Social” sobre el sistema político. La protección a las obras de previsión social persiguió proporcionar a cada habitante un mínimo de bienestar, adecuado a la satisfacción de sus necesidades personales y a las de su familia. En este sentido, la Constitución encomendó a la ley reglar la organización de la protección a dichas obras, la que podía adoptar modalidades diversas. Al mismo tiempo, el precepto estableció un cometido estatal: velar por la salubridad pública y el bienestar higiénico del país, para lo cual debía financiarse anualmente un servicio nacional de salubridad. Por lo anterior, el Estado asumió un papel preponderante en salubridad e higiene, reduciéndose el papel tradicional de las municipalidades en la materia. Respecto a la doctrina, una parte de ella sostuvo que el precepto constitucional se relacionaba con la libertad de trabajo, consagrando medidas de protección social e involucraba una norma de carácter programático en lo social. Así, Raveau vinculó el precepto del articulo 10 Nº 14 inciso 1º con la protección al trabajo. Él expresó que la Constitución hacía “una declaración de carácter social, que tiene antecedentes en la mayoría de las nuevas constituciones” (Raveau, R: 1939). En el mismo sentido se inclinó Quinzio, quien sostuvo que dicho artículo reglamentaba garantías individualistas de corte liberal, como la libertad de trabajo, comercio e industria, al igual que contenía “principios y finalidades sociales”

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(Quinzio F., Jorge 1969) relativos a la protección social del trabajo. Con todo, no obstante su enfoque restrictivo, ya que sólo contempló el derecho a la seguridad social de forma indirecta, el precepto permitió el desarrollo de un conjunto de instituciones y órganos propios de la seguridad social, mediante los cuales el Estado y la clase media urbana procuraron democráticamente la satisfacción de contingencias sociales. Sin embargo, la falta de una orientación sistémica y uniforme, generó una discriminación en contra de ciertos grupos sociales en el largo plazo, aun cuando el desarrollo experimentado hasta 1973 superó con creces los modestos marcos constitucionales establecidos en 192549. IV. “Estatuto de garantías constitucionales”: El nacimiento del derecho a la seguridad social La consagración constitucional del derecho a la seguridad social, debió esperar hasta diciembre de 1970, cuando se aprobó la reforma del “Estatuto de Garantías Constitucionales”, que dio lugar a la Ley Nº 17.398. Esta reforma constitucional, tramitada entre el 13 de octubre y el 21 de diciembre de 1970, fue el resultado de una negociación entre los partidos de la Unidad Popular y el Partido Demócrata Cristiano, con miras a la elección presidencial de 1970 por el Congreso Pleno y se basó en el proyecto de reforma aprobado por la Cámara de Diputados en 1965. Aun cuando el derecho Cabe recordar que solo en materia de pensiones el sistema chileno estaba integrado por tres grandes sistemas –para los trabajadores manuales, empleados asalariados y empleados públicos– y cerca de 50 subsistemas más pequeños para categorías particulares de empleados. Hacia 1980 existían 32 instituciones previsionales, todas controladas, administradas y normadas por el Estado, donde la afiliación era obligatoria, de acuerdo al tipo de trabajo desempeñado. Cada institución tenía diferentes requisitos y otorgaba también distintos beneficios (Arenas, 2000).

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a la seguridad social no figuraba originalmente en la moción, este fue incorporado mediante una indicación en la Comisión de Constitución, Legislación y Justicia de la Cámara de Diputados. Finalmente, el Congreso Pleno aprobó esta reforma el 21 de diciembre de 1970, con la abstención de los representantes del Partido Nacional. En concreto, el precepto constitucional respectivo aseguró el derecho a la seguridad social, al que dotó de autonomía respecto del derecho y la libertad de trabajo, pero, al mismo tiempo, lo vinculó funcionalmente con el derecho a la salud. La seguridad social, a su turno, se basaba en los principios de universalidad objetiva, universalidad subjetiva, solidaridad y exclusividad legal. Así, esta reforma constitucional incorporó el derecho a la seguridad social a la Constitución Política, mediante la agregación del numeral 16 al artículo 10, que sostenía lo siguiente: “Artículo 10.- La Constitución asegura a todos los habitantes de la República: 16.º El derecho a la seguridad social. El Estado adoptará todas las medidas que tiendan a la satisfacción de los derechos sociales, económicos y culturales necesarios para el libre desenvolvimiento de la personalidad y de la dignidad humanas, para la protección integral de la colectividad y para propender a una equitativa redistribución de la renta nacional. La ley deberá cubrir, especialmente, los riesgos de pérdida, suspensión o disminución involuntaria de la capacidad de trabajo individual, muerte del jefe de familia o de cesantía involuntaria, así como el derecho a la atención médica; preventiva, curativa y de rehabilitación en caso de accidente, enfermedad o maternidad y el derecho a prestaciones familiares a los jefes de hogares. El Estado mantendrá un seguro social de accidentes para asegurar el riesgo profesional de los trabajadores.

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Es deber del Estado velar por la salud pública y el bienestar higiénico del país. Deberá destinarse cada año una cantidad de dinero suficiente para mantener un servicio nacional de salud, y […]”. Lamentablemente, esta reforma tuvo una vigencia breve, como consecuencia del golpe de estado de 11 de septiembre de 1973. Lo anterior, unido al conflicto político de la época, incidió en una doctrina escasa sobre los nuevos derechos sociales. En general, se enfatizó en el papel activo del Estado, el surgimiento de derechos y el carácter solidario y universal de la seguridad social. No obstante, Novoa hizo notar, años más tarde, la importancia de esta reforma, especialmente por asignar un carácter integral y redistributivo al sistema de la seguridad social y, al respecto, sostuvo, que el precepto respectivo comprendía “las bases institucionales de un verdadero sistema de Seguridad Social, acentuando el carácter redistributivo que ha de tener, a la vez que la protección para todas las contingencia sociales” (Novoa: 1977) V. Regresión jurídica: Reforma al derecho de la seguridad social en la constitución de 1980 El segundo texto constitucional que contempló el derecho a la seguridad social fue la Constitución Política de 1980, cuyo artículo 19 Nº 18 preceptuó: “Artículo 19.- La Constitución asegura a todas las personas: 18.º El derecho a la seguridad social. Las leyes que regulen el ejercicio de este derecho serán de quórum calificado. La acción del Estado estará dirigida a garantizar el acceso de todos los habitantes al goce de prestaciones básicas uniformes, sea que se otorguen a través de

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instituciones públicas o privadas. La ley podrá establecer cotizaciones obligatorias. El Estado supervigilará el adecuado ejercicio del derecho a la seguridad social;”. La elaboración de este precepto trasuntó las tensiones al interior del gobierno dictatorial de la época. En una primera etapa, el precepto elaborado por la Comisión de Estudio de la Nueva Constitución Política de la República –más conocida como “Comisión Ortúzar”-, discurrió sobre bases participativas, distributivas y solidarias, conforme a las orientaciones imperantes en el Ministerio del Trabajo y Previsión Social. En una segunda etapa, marcada por un cambio en la composición de la Comisión, el precepto fue revisado sobre bases neoliberales, acorde a un cambio de orientación en la política laboral y social que perseguía dotar a esta última de libertad, eficiencia, seguridad y justicia individual. Esto fue complementado más adelante por el Consejo de Estado y Junta Militar de Gobierno, respectivamente, que enfatizaron la inserción de la seguridad social en el Orden Público Económico y el papel subsidiario del Estado. Producto de lo anterior, el precepto constitucional aprobado reflejó estas últimas orientaciones, limitándose a asegurar el derecho a la seguridad social, pero dejando la determinación de su ámbito material, es decir, la regulación del ejercicio del derecho, al legislador, el cual debía actuar mediante una ley de quórum calificado. Así, lo que se aprobó en 1980 fue un derecho sin contenido, cuyos contornos fueron delimitados por los principios de universalidad subjetiva, igualdad no sustancial y exclusividad legal, a los cuales se agregó el principio de subsidiariedad, el que fue entendido como un principio rector. Consecuentemente, la adopción eventual de los restantes principios rectores de la seguridad social, en especial los principios de

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universalidad objetiva, integridad o suficiencia y solidaridad, pasó a depender del criterio exclusivo del legislador. La oposición al gobierno de facto fue particularmente crítica. Sanhueza, ex-profesor universitario e integrante del Grupo de Estudios Constitucionales o Grupo de los 24, afirmó que el artículo 19 tenía un carácter retórico por omitir derechos de cierta significación, entre los cuales estaba el derecho a la seguridad social. Según el autor, este derecho no estaba contemplado en la constitución como obligación del Estado, porque el papel de este último se limitaba a “dirigir su acción para el acceso y para regular el adecuado ejercicio del Derecho a la Seguridad Social, pero no se encuentra como obligación del Estado” (Sanhueza:1985) VI. El debate en torno al principio de subsidiaridad como principio rector de la seguridad social Por su relevancia para el ordenamiento constitucional chileno actual y para comprender, en parte, la regresión jurídica desde 1980 a la fecha, es necesario referirse al tratamiento que la doctrina en materia de Derecho del Trabajo y Seguridad Social otorga al principio de subsidiariedad. Al respecto, Novoa se refiere a este principio con motivo de la administración de la seguridad social, lo que permite inferir que este autor no considera a dicho principio como orientador de la seguridad social; aún más, él sostiene que se trata de un principio de filosofía social y política que se puede proyectar en dicha administración mediante una participación de la comunidad, en especial de los trabajadores, en la

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gestión administrativa de la seguridad social, lo que él denomina gestión operativa, sin perjuicio del papel decisivo del Estado en la materia. Así planteado, para este autor el principio de subsidiariedad equivale al principio de participación. Consecuentemente, Novoa rechaza por igual tanto la administración estatal exclusiva y excluyente, como la administración privada por entidades con fines de lucro, por lo que corresponde al poder político determinar la magnitud de la intervención administrativa de uno y de otros; no obstante, rechaza la primacía de la actividad administrativa privada con fines de lucro y un papel administrativo residual y menor del Estado, como lo dejan de manifiesto sus palabras: “No han faltado voces que, acordándose de este principio, han llegado a la peregrina conclusión de que la actividad privada (léase con fines de lucro), debe erigirse en administradora de los seguros sociales, dejándole al Estado aquella parte que se considere incapaz de gestionar. Raciocinios efectuados de acuerdo a esta variante, provocaron páginas de acerbas críticas de Eugenio Blanco y Antonio Perpiña./ Compartimos las críticas a tales raciocinios [….]/ Nadie puede pretender que en nombre de la subsidiariedad, el Estado le diga a los hombres y comunidades inferiores: ‘Hagan Uds. lo que quieran y en la forma que estimen prudente (dándose variantes de anarquía administrativa, intereses lucrativos) ¿y yo, Estado, por la vía asistencial, me ocuparé del resto!’. Esto no es subsidiariedad: en el mejor de los casos sería una estupidez” (Novoa: 1977) Por su parte, Humeres reconoce que gran parte de la doctrina niega al principio de subsidiariedad el carácter de principio orientador de la seguridad social, por encontrarse en contraposición a la responsabilidad estatal en seguridad social, aunque clarifica que “implica abrirle un amplio campo a la iniciativa privada y parte de la premisa de delimitar la acción del Estado, constituyéndose en garante de la actividad particular

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encaminada como ayuda a los más débiles”. Aunque el autor reconoce que para un sector de la doctrina este principio constituye una mera filosofía de administración de la seguridad social, mas no un principio orientador, ya que se encuentra en contraposición a los principios de unidad y solidaridad, lo que “atenta en contra del sistema en su totalidad” (Humeres: 2000) No obstante, el autor reconoce su avance progresivo, concluyendo que este principio constituye sólo “un elemento de administración o gestión del sistema”, pero de aplicación restringida por sus efectos potencialmente regresivos y discriminatorios. Asimismo, la Constitución de 1980 no pasó inadvertida para algunos observadores extranjeros. Uno de ellos, particularmente crítico, fue Cassese, quien observó que la competencia y el libre mercado constituían ideas básicas de la vida económica y social en la nueva constitución, ya que en ambos ámbitos se suponía una intervención mínima de parte del Estado. Respecto al derecho a la seguridad social señaló: “El derecho a la seguridad social, está reconocido en términos generales y confusos: […]/ En verdad, no queda claro en la disposición cuándo y bajo qué condiciones una persona cesante tiene derecho a gozar de los beneficios sociales. Aún más, la disposición no específica qué tipo ni qué categoría de beneficios de seguridad social tienen derecho a reclamar los mismos trabajadores./ Resulta, pues, evidente que mientras la Constitución chilena adhiere plenamente a las normas de la economía libre de mercado, no introduce ni contempla ninguna medida importante en lo económico ni en lo social capaz de mejorar ostensiblemente la condición de los desposeídos./ Este tipo de normas, en una sociedad como la chilena en que imperan la desigualdad económica y social, no puede sino arrojar como resultado el que diferencias o injusticias se perpetúen, pudiendo incluso acentuarlas. Por lo tanto, corresponde concluir que la doctrina igualitaria

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establecida en la Constitución no será probablemente más que frase carente de sentido” (Cassese: 1984) En contrapartida, la mayoría de la doctrina constitucional se limitó más bien a desentrañar la exégesis o antecedentes históricos del precepto constitucional, sin poner atención a los efectos y alcances de la aplicación del mismo, conformándose con un análisis meramente descriptivo. Así, a mediados de la década de 1980, Evans De la Cuadra precisó el alcance del derecho a la seguridad social. Señaló que la Constitución se limitaba a asegurar el derecho; encomendaba a la ley de quórum calificado regular su ejercicio; indicaba que la acción estatal tenía por objeto garantizar el acceso a prestaciones básicas uniformes y supervigilar el adecuado ejercicio del derecho; autorizaba la existencia de instituciones previsionales públicas estatales o particulares y que la ley podía establecer cotizaciones obligatorias para el financiamiento de la seguridad social, que caracterizó por los principios de generalidad, que equivalía al de universalidad subjetiva; integralidad, que equivalía a la universalidad objetiva, y uniformidad, advirtiendo que el principio de la solidaridad podía o no concurrir en los sistemas previsionales, fundado en la reforma previsional del DL. Nº 3.500, de 13 de noviembre de 1980 (Evans: 1986) Del mismo modo, Pfeffer dio a conocer antecedentes sobre la elaboración del precepto. Señaló que el precepto aprobado por la Comisión Ortúzar relevaba el principio de subsidiariedad; eliminaba el cometido estatal de formular una política de seguridad social; sujetaba el otorgamiento de beneficios complementarios en algún grado a la acción estatal; otorgaba amplia libertad de elección a los particulares, eliminando un sistema estatal único, y acordaba un mínimo de prestaciones a los afiliados. El precepto aprobado otorgaba al Estado la supervigilancia del sistema con fines meramente

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estabilizantes; regulaba el ejercicio del derecho mediante una ley de quórum calificado, sin perjuicio de garantizar el acceso de los habitantes al goce de prestaciones básicas uniformes, a través de instituciones públicas o privadas, pudiendo la ley establecer cotizaciones obligatorias (Pfeffer: 1986) VII. Conclusión En definitiva, no es fácil anticipar un contenido único sobre el derecho a la seguridad social dada su evolución histórica, que como vimos en este trabajo no está exenta de discusión y regresiones. Sin embargo, creemos, se debe valorar el desarrollo doctrinal propio del Derecho al Trabajo y la seguridad social que en respuesta a las demandas progresivas de la sociedad ha elaborado una serie de principios rectores con el objeto de informar el contenido y alcance de las instituciones u organismos en esta materia. En este sentido, destacamos el desarrollo histórico constitucional que tuvo este precepto, que si bien, a comienzos de siglo tenía como fuente sólo la protección al trabajo, a la industria, y a las obras de previsión social, dos elementos presentes en la redacción original del Constitución de 1925, contribuyeron a su fortalecimiento y progresividad: el rol activo y preferente del Estado y la exclusividad legal. No obstante, la Constitución de 1980 y el cambio de paradigma e introducción del principio de subsidiariedad como principio rector del derecho a la seguridad social significó una clara regresión, resistida incluso por la doctrina especializada ¿Alguien podría dudar de la existencia de una “anarquía administrativa e intereses lucrativos” en el funcionamiento actual del sistema de Administradoras de Fondos de Pensiones? Asimismo, ¿Se podría siquiera discutir lo planteado por Cassese al sostener que “este tipo de normas, en una sociedad como

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la chilena en que imperan la desigualdad económica y social, no puede sino arrojar como resultado el que diferencias o injusticias se perpetúen, pudiendo incluso acentuarlas.”?

REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS

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Raveau, Rafael (1939): Tratado Elemental de Derecho Constitucional Chileno y Comparado, Santiago, Editorial Nascimiento. p. 704 Sanhueza, Carlos (1985): Exposiciones y debate del Seminario “Un Sistema Jurídico-Político Constitucional para Chile”, realizado el 27 y 28 de julio de 1984, Santiago, Instituto Chileno de Estudios Humanísticos p. 104.

Arenas, Alberto (2000): Cobertura previsional en Chile: Lecciones y desafíos del sistema de pensiones administrado por el sector privado (Vol. Serie Financiamiento del Desarrollo No. 105). Santiago, Cepal. Cassese, Antonio (1984): Principios de la constitución chilena que rigen las relaciones socio-económicas. En Verkruise, Willem G. (ed.), Constitución de 1980. Comentarios de Juristas Internacionales, Santiago, Ediciones Chile y América. p. 131. Evans, Enrique (1986): Los Derechos Constitucionales, Tomo II, Santiago, Editorial Jurídica de Chile. p.556. Humeres, Héctor (2000): Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Santiago, Editorial Jurídica de Chile. p 438 Novoa, Patricio (1977): Derecho de la Seguridad Social, Santiago, Editorial Jurídica de Chile. p.131. p. 474- 475 Obando, Iván (2012): El derecho a la seguridad social en el constitucionalismo chileno: un continente en busca de su contenido, Estudios Constitucionales, Año 10, Nº1. Universidad de Talca, Chile. p. 292. Pfeffer, Emilio (1986): Manual de Derecho Constitucional, Tomo I, Santiago, Ediar Conosur Ltda. p. 369 Quinzio, Jorge (1969): Manual de Derecho Constitucional, Santiago, Editorial Jurídica de Chile. p. 535

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EL PRESENTE DEL SINDICALISMO EN CHILE Un Panorama general de sus tendencias y divergencias50

Dasten Julián Vejar51 Sociólogo

1. Introducción. Considerando que los sindicatos y asociaciones juegan un papel significativo, como expresión institucionalizada de la representación de los intereses de los trabajadores en la sociedad, en el marco de lo que se entiende por las relaciones laborales (Hyman, 1989), es que éste se vuelve un actor que es necesario estudiar con el fin de generar mayor entendimiento sobre el desarrollo y dinámica de las llamadas “sociedades inequitativas” (Atria, 2004). El sindicalismo juega un rol clave en la mediación del conflicto social y la relación salarial capital/trabajo (Antunes, 2005), en su incidencia creciente como sujeto/actor de políticas públicas en materia laborales en distintos contextos (González, 2006; Ermida, 2007; Dixon, 2010; Rojas, 2010), y como agente en la redistribución del ingreso y de superación de la pobreza (Caputo y Galarce 2007; Pizarro, 2005; Ramos, 2010). 50 Este artículo es parte de las reflexiones y resultados obtenidos parcialmente

de mi proyecto de tesis de Doctorado (2010-2014) “Restrukturierung der Arbeitswelt in Chile 1975-2010. Analyse der Arbeitskraftnutzung in strategischen Industriesektoren”. Bajo la supervisión del Profesor Klaus Dörre. Universidad Friedrich Schiller. Jena, Alemania. 51 Sociólogo. Estudiante del Doctorado en Sociología del Trabajo, Industria y Sociología económica. Lehrstuhl für arbeits-industrie- und Wirtschaftssoziologie. Institut für Soziologie. Friedrich Schiller Universität. Jena. Alemania. dasten@gmail.com

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El rol del sindicalismo en Chile, ha estado marcado en las últimas décadas por “la instalación del régimen democrático”, la cual “estuvo dada por la estabilización de los marcos institucionales prefijados por el autoritarismo y por el modelo económico neoliberal” (Garrido y Retamozo, 2010: 103), siendo parte de la política de subordinar el proceso de democratización a las exigencias y los ritmos de los esquemas económicos que iban en desgaste en términos de legitimidad (tanto en el espacio de la opinión pública nacional como en la internacional), imponiéndole un discurso político, por sobre las expectativas populares, como forma de consolidar el poder y un proyecto político, ante la amenaza “fantasmagórica” de los elementos militares golpistas en el escenario político en curso52. La “transición democrática” (1990-2010) involucró un cambio en las estrategias y métodos del sindicalismo, hacia un giro corporativo (Guzmán, 2004; Frías, 2008), dejando de lado la tradición y experiencia política que había sido obtenida de las fases anteriores del proceso de “lucha por la democracia” (Zapata, 2004), en la década de los 80’, principalmente. Así se sellaban las raíces de la lucha contra el Plan laboral de 1979, las demandas de democratización del régimen político; el fortalecimiento de la negociación colectiva; el paro y la huelga nacional como métodos de protesta y lucha 52 No acordamos totalmente con la posición de Garrido y Retamozo (2010)

en señalar a este proceso como una “obligación” que debió asumir el nuevo gobierno, sino que creemos que más bien fue parte del proyecto político de las nuevas elites dominantes, las cuales se desafectaron de sus bases sociales, incluyendo, claro está, el movimiento sindical, y por ello renunciando a sus bases política y deformando en un nuevo proyecto que veló por los intereses macro-económicos, la desigualdad social, etc. que hacían de la democracia poseer un carácter híbrido (Zapata, 2004), en cuanto descansa en la presencia simultánea de dos tipos distintos de instituciones, unas, las democráticas, como son los procesos electorales para designar a aquellos ciudadanos que ocuparan los puestos de representación popular, las otras, las autoritarias, heredadas de la dictadura militar (contenidas en la Constitución de 1980).

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sindical; las demandas referidas a la libertad sindical, etc.; y recanalizando sus fuerzas hacia una orientación dialógica tripartita con el empresariado y el gobierno, a través de la mediación de los partidos políticos, lo cual resultó funesto para 20 años de afiliación sindical (Frías, 2008). La consolidación de éste modelo sindical neocorporativo (Guzmán, 2004), se produce en un contexto de flexibilización laboral del mercado de trabajo (Arrieta, 2003), la consecuente fragilidad de los derechos de los/as trabajadores/as (Soto, et al., 2008), la mundialización de la producción (Campero, 2000), y la acelerada descomposición del actor sindical en el mundo del trabajo (Zapata, 2004; De la Garza, 2005). La multidimensional de éste fenómeno configura la consolidación de la asimétrica estructura de la relaciones laborales (Hyman, 1989), la cual fortalece una herramienta de control en la sindicalización y de disciplinamiento en la acción sindical, ya que no permite constituir un libre ejercicio de la afiliación, la libertad sindical, la acción y la negociación colectiva, limitando ésta última su margen de acción a términos estrictamente relacionados con las remuneraciones salariales, bonos y beneficios empresariales (Julián, 2012). A comienzos de la década de los 90’ y en medio del proceso de estabilización de los marcos de la reestructuración productiva neoliberal, muchos trabajadores transitaron entre puestos y condiciones de trabajo precarias y flexibles (Leiva, 2000; 2009; Sisto, 2009), una base de desprotección, inseguridad e informalidad en el empleo (Portes y Hoffmann, 2003; De la Garza, 2011) la fragmentación y la mecanización productiva (Drake, 2003), y el acrecentamiento de los niveles de vulnerabilidad social (Hoenh, 2009). Estos fenómenos parecían acoplarse al proceso de configuración de un sindicalismo neo-corporativo

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(Guzmán, 2004), que debía comenzar a integrar la contingencia de las medidas y políticas neoliberales como parte de su programa de acción, de forma de no debilitarse aún más ante la amenaza de erosión de las bases estructurales de su columna medular: los grandes sectores productivos exportadores y el sector público (Díaz, 1995; Leiva, 2009). Si bien el proceso de privatizaciones del año 1981 había conseguido desarmar muchos de los núcleos de la clase trabajadora y de un sindicalismo de corte más clasista (Díaz, 1995; Trafilaf y Montero, 2001), será en los años 90’ luego del crecimiento de la tasa de afiliación, las huelgas legales, de las negociaciones y contratos colectivos, que comenzará un proceso de declinación y fragilidad de la actividad sindical. Ésta situación de fragilidad se caracterizaba y retroalimentaba con/ de la configuración de pequeños sindicatos, con pocos afiliados, reducidos al ámbito de la gran empresa, y parte de un proceso de fragmentación de las endebles organizaciones sindicales; la existencia del paralelismo, la atomización y la falta de unidad; la existencia de gran número de sindicatos en situación de receso, etc., lo cual demuestra objetivamente, que el sindicalismo ha perdido fuerza en este contexto social (Espinoza y Yanes, 1998), pero aún así no clarifica ni las causas específicas del proceso, ni las responsabilidades de la acción propia del sindicalismo como actor de su propia crisis (Julián, 2012). En este artículo, pretendemos dar cuenta de una descripción general del panorama del sindicalismo en los años de la transición a la democracia (1990-2010), haciendo una revisión a los principales indicadores estadísticos que muestran el estado del sindicalismo en Chile. Para ello definimos cinco tendencias que marcan el proceso de constitución sindical en la actualidad, referidas a su precariedad, fragmentación y heterogeneidad. Por último planteamos algunas

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conclusiones con respecto este debate de forma de generar lineamientos y perspectivas del sindicalismo, re-organizando una propuesta de investigación empírica y de estrecha colaboración con los actores sindicales. Cabe mencionar que éste artículo ésta generado desde el enfoque de la Investigación Participativa, la cual está relacionada con una experiencia de investigación permanente, de participación en distintas instancias sindicales (encuentros, reuniones, talleres y escuelas sindicales), como en espacios comunitarios, y en entrevistas en profundidad realizadas en los meses de Febrero-Marzo de 2011 y Junio-Julio de 2012 en distintas ciudades de Chile, a diferentes dirigentes sindicales, pero que se inicia como proceso el año 2006, en los primeros acercamientos a huelgas y procesos de negociación colectiva de distintos sindicatos, especialmente en la ciudad de Temuco (Región de la Araucanía). Desde ahí a la fecha, se ha constituido una relación de colaboración y retroalimentación entre organizaciones sindicales y ésta línea de investigación, lo cual ha dado forma al presente texto a través de sus diversas contribuciones y fuentes, y se ha cristalizado en el proyecto de investigación de Doctorado que desarrollo desde el año 2010 en el Institut für Soziologie de la Universidad Friedrich Schiller de la ciudad de Jena, Alemania.

la tasa de negociación colectiva, la fragmentación del mundo del trabajo e individualización de las relaciones laborales, con una respectiva heterogeneización y complejización de las formas de trabajo y composición de la clase trabajadora (Antunes, 2003)53 a partir de los cambios en el mundo del trabajo. A ello se suma un debilitamiento de la base social real de los sindicatos; una reducción de la conflictividad laboral; y la disminución de su influencia social en el plano de los debates de política pública. Todo esto pareció sentar las bases del agotamiento del discurso y la práctica sindical, y sus dificultades para dar respuestas satisfactorias a los retos planteados por el capitalismo global, con una profunda erosión y acelerada descomposición de los elementos y relaciones que permitían hablar de un actor colectivo, de un sujeto social (Díaz, 1995). Si bien reconocemos que la “crisis del sindicalismo” más bien es un fenómeno propio de la heterogeneidad estructural latinoamericana y que está atravesada por diferentes tensiones temporales, con dinamizadores culturales, sociales, políticos, etc., en/para cada formación social, nos adentraremos a continuación en cada una de las dimensiones que hemos señalado como características estructurales que dan forma y representan el fenómeno concreto e histórico de la crisis del sindicalismo en Chile.

2. Un sindicalismo heterogéneo, fragmentado. Cinco tendencias.

53 Aquí podemos señalar algunos fenómenos como a) la aprobación de la ley de

precario

y

La llamada “crisis del sindicalismo en América Latina” (Zapata, 2004), tuvo su correlato en Chile. Ésta crisis se extendió por dos décadas (1990-2010) hasta la actualidad (2012), caracterizada principalmente por bajas tasas de afiliación sindical, la tendencia a la inactividad de los sindicatos, el escaso crecimiento de

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subcontratación (No. 20.123) el año 2007, como práctica institucionalizada del proceso de precarización de las condiciones de trabajo; b) las políticas-planes pro-empleo de gobierno y la instalación de la hegemonía de la forma-empleo precaria y flexible en estos programas; c) las lógicas de intensificación del trabajo por medio de un sistema de remuneraciones basado en la productividad del trabajador/a; d) la feminización de la fuerza de trabajo y la desigualdad(es) de genero presentes en la actualidad; entre otros.

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Tendencia I. Las bajas tasas de afiliación sindical Según las cifras del 2011 (54) existían alrededor de 10.310 sindicatos activos, con una población total de afiliados/as de 892.365 trabajadores/as, lo cual representaba un 11,8% de la fuerza total ocupada y un 14,1%, si se considera tan sólo a los asalariados del sector privado, la población de servicios y trabajadores/ as por cuenta propia (con potencial de sindicalización), que se encuentran en sindicatos activos. Esta tendencia contrasta con la realidad de países de la región latinoamericana, como Argentina, Brasil, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Paraguay y Uruguay, en donde el crecimiento de las tasas ha sido más alto y ha existido un proceso de fortalecimiento, en contraste con países como Costa Rica, Colombia, Chile, Ecuador, Guatemala y México, los cuales presentan un estancamiento o debilitamiento en el poder de sus sindicatos55. La evolución de la tasa de sindicalización en la década de los 90’ muestra que en sus primeros años (1990, 1991 y 1992), los saltos en materia de afiliación fueron considerables. En 1990 un 13,4% del total de la población ocupada se encontraba afiliada, lo cual llegó a un histórico 15,1% en 1991 (el porcentaje más alto en las últimas dos décadas), y alcanzando un 14,8% en 1992 que inaugura el decrecimiento de la tasa de afiliación sindical hasta un 10,7% en 1999. Éste fenómeno va de la mano de las expectativas que se generaron el conjunto de los actores sociales sobre el proceso “transición democrática”, y especialmente 54 Fuente: Compendio estadístico de la Dirección del Trabajo (1990-2011). 55 Aún así las tasas de sindicalización siguen siendo bajas en la región, con

excepción de Argentina con un 37%, seguida por Uruguay con un 25% y Brasil con 19,1%. (Almeyra y Suárez, 2009).

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de parte del mundo sindical (Zapata, 1992; Trafilaf y Montero, 2001), ya que en los primeros años se esperaban se realizaren mejoras en las condiciones de trabajo, fortalecimiento de la negociación colectiva y consolidación de la libertad sindical, lo cual alimentó un sentimiento de movilización y de identificación con las organizaciones laborales, con crecimientos en las tasas de un 2% en relación a 1989. En definitiva no fue realizado por ninguno de los gobiernos de la Concertación (1990-1994, y 1994-2000), sino que al contrario, consolidó las condiciones de flexibilización y precariedad laboral, además del debilitamiento de las organizaciones de trabajadores, lo cual a su vez impactó en las tasas de sindicalización de forma negativa, ya que detuvo el motor dinamizador del proceso de afiliación: un respaldo político orgánico a las demandas de los trabajadores y la promoción de una política de fortalecimiento del actor sindical. Si bien Salinero (2006) señala que “las variaciones de la afiliación sindical se muestran sensibles a los cambios en la composición de la fuerza de trabajo ocupada, especialmente por la mayor importancia relativa de los trabajadores por cuenta propia y de las mujeres en la fuerza de trabajo asalariada”, ésta variación no llega a ser significativa para explicar los cambios producidos en la tasa de afiliación desde los primeros 3 años de 1990 hacia la actualidad, ya que la estabilización de las tasas de afiliación, entre 19932010, con una tasas entre el 12,9% (1994) y el 11,4% (2010), con una tasa promedio del 11,7%, no muestran significativos cambios, sino que se refieren más bien a fenómenos macroeconómicos, como la crisis asiática en la década de los 90’, como a las disposiciones en materia de política laboral. Además éste fenómenos

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se replica en la medición de la tasa de sindicalización tan sólo para los trabajadores dependientes, con una variación decreciente en la primera década, de 19,2% en 1990 a un 14,5% en 1999, y su estabilización entre el 14,8% en 2000 y un 15,8% en 201056. Ésta última medición descarta considerablemente la tesis acerca de la centralidad de los cambios productivos ocupacionales como el factor central de la explicación del fenómeno de la baja afiliación sindical. Creemos que la escasez de un aumento en las tasas de sindicalización constituye uno de los síntomas de la faltas en el imaginario de los/as trabajadores/ as, en cuanto a concebir al sindicalismo como una herramienta colectiva de acción, organización y representación eficiente de sus intereses en el mundo del trabajo, lo cual es un fenómeno que comporta una multidimensionalidad de características, que detonan algunos de los núcleos problemáticos del sindicalismo en la actualidad. Tendencia II. El decrecimiento de la negociación colectiva La tendencia que se observa en la afiliación sindical, con un alto crecimiento en los primeros años de la década de los 90’ y su decreciente tendencia y estancamiento, pueden ser observadas en correlación con el fenómeno de la negociación colectiva en Chile. Es claro que en Chile la legislación laboral desactiva la necesidad de los contratos colectivos, con el enfoque 56 Sólo es posible observar dos puntos que rompen ésta tendencia. La primera

en el año 2008, con una tasa del 16,1%, y la segunda en el año 2009 con una tasa de 17,5%. Si bien esto permitiría hablar del un proceso ascendente en la afiliación sindical, contrasta con estabilización de la tasa en 2010 en un 15,8%, y en el 2011 con un 15,7%.

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de impulsar las negociaciones individuales, o de obtener los mismos beneficios a partir de un proceso de negociación colectiva para los/as trabajadores/as sindicalizados como no sindicalizados (Julián, 2012). Además, las formas de contratos colectivos permiten que se pueda negociar un convenio con el empleador, sin la necesidad de que los/as trabajadores/as posean sindicato (Salinero, 2004). Además se debe agregar que el mayor porcentaje de instrumentos colectivos en Chile es realizado por sindicatos (78%) en contraste con grupos negociadores de trabajadores no sindicalizados (22%), lo cual representa un ensanchamiento de las diferencias entre ambas, en relación al año 2001, donde los primeros alcanzaban un 56,2% del total de los instrumentos colectivos obtenidos por grupos negociadores. En ésta serie de datos también es posible observar la caída del número total de instrumentos colectivos entre los años 1993 hasta el 2001. En el caso de los sindicatos pasaron de 1.803 instrumentos colectivos obtenidos en 1993, a 1.285 en el año 2001. Mientras que los grupos negociadores de trabajadores no-sindicalizados que alcanzaban entre contratos y convenios instrumentos colectivos un promedio de 1.139 instrumentos colectivos entre los años 1990-1995, sufrieron un decrecimiento hasta los 1.000 en 2002, y desde allí un proceso de estabilización entre los 465 en 2003 y un 565 en 2010, y un considerable crecimiento en 2011 a los 659 instrumentos colectivos, de los cuales 440 son convenios colectivos, mostrando la emergencia de un núcleo negociador e interlocutor importante en las relaciones industriales, como intensión del empresariado de desincentivar la formación de sindicatos y el conflicto laboral. Aún así el crecimiento de los instrumentos colectivos celebrados por sindicatos, ha estado marcado por un crecimiento sostenido desde el año 2005 a la fecha.

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Se pasó de 1.595 instrumentos colectivos en 2005 a 2.349 en 2011, con un crecimiento del 32% en 7 años. Queda entre paréntesis el año 2009, en el cual las tasas de sindicalización crecieron significativamente, pero en términos de negociación colectiva e instrumentos colectivos por parte de los sindicatos, significó una baja de un 7,3%, y un 7,9% en los instrumentos obtenidos por los grupos negociadores no-sindicalizados. Esto claramente tuvo su relación con las tácticas empleadas por el sindicalismo en relación a la crisis capitalista de 2009, las cuales implicaron un retroceso y una adaptación a los imperativos empresariales de ajustes productivos. Por otra parte, éste crecimiento en el número de instrumentos no se ha reflejado de forma significativa en el número de trabajadores bajo la cobertura de un instrumento colectivo. La negociación colectiva en Chile involucra, a través de la vigencia de instrumentos colectivos (convenios y contratos de trabajo), a tan sólo 311.196 trabajadores/as para el año 2011. De este total, 275.240 están sindicalizados, es decir el 88,4%, lo que significa que los instrumentos colectivos tan solo cubren al 30,8% de los/as trabajadores/as en sindicatos activos en Chile. Esto se asemeja al 30% de 1993 con un total de 205.762 trabajadores bajo un instrumento colectivo de un total de 684.361 trabajadores en sindicatos activos. Si consideramos el total de la fuerza ocupada en Chile al último trimestre de 201157, es decir 4,560 millones de personas, podemos concluir que tan sólo un 6,8% de los trabajadores en Chile se encuentra involucrado en un instrumento colectivo, lo cual exhibe el nivel de desprotección e individualización de las relaciones laborales en el país, y el contexto asimétrico que el sindicalismo debe afrontar con el fin de asegurar mejores condiciones de trabajo. 57 Fuente: Instituto Nacional de Estadísticas. Series 1990-2011. División del

Trabajo. Santiago, Chile.

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Tendencia III. Fragmentados y atomizados Es posible identificar diferencias significativas en términos de concentración y fragmentación, a partir de los tamaños y características de los sectores productivos en donde la sindicalización se hace efectiva. Por ejemplo, el sector que comprende el mayor número de sindicatos activos (1991) es el sector de Transporte, almacenamiento y telecomunicaciones. El total de su población afiliada es de 144.644, lo que significa un promedio de 72 trabajadores por sindicato. Mientras que en el sector de Intermediación financiera son 191 sindicatos y 38.042 sindicalizados, lo cual significa un promedio de 199 trabajadores por sindicato. Por otra parte es posible identificar la concentración de un núcleo importante en el sector del Comercio por Mayor (Retail), donde se encuentra el mayor número de población afiliada con 183.104 afiliados/as, y un total de 1714 sindicatos, con un promedio de 106 trabajadores/as por sindicatos. Esto muestra cómo se desarrollan tendencias diversas por los sectores de la producción referentes a la concentración, dispersión y fragmentación de los afiliados, lo cual está imbricado con las actuales condiciones de trabajo y la legislación laboral. En términos totales de trabajadores sindicalizados, en relación al número total de sindicatos activos, obtenemos un promedio de 86 trabajadores por sindicato en Chile para el año 2011. En comparación a años anteriores podemos observar como en los distintos sectores se produce un fenómeno de las mismas características. El sector transporte para el año 1991 poseía 1.168 sindicatos activos, con un total de 101.636, lo que daba como promedio 87 trabajadores/ as por sindicato. En el caso de intermediación financiera se da una tendencia distinta, ya que en 1991 existían 223 sindicatos activos, con un total de 32.429 trabajadores/as afiliados, lo cual implica un promedio de 145 trabajadores/as por sindicato. Es claro que la

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tendencia ha sido desigual en términos de sectores, y ha avanzado por distintas características en distintas direcciones. Mientras que en cifras totales vemos que las variaciones por año en términos de afiliación y número de sindicatos activos, encontramos una correlación hasta el año 1999 manifestada en el decrecimiento de los trabajadores sindicalizados y el decrecimiento correspondiente del número de sindicatos58. Lo que nos señalan en términos generales los datos es que el crecimiento del número de sindicatos no está relacionado con el crecimiento de la tasa de afiliación sindical, sino que habla de una tendencia de la fragmentación y atomización de la población sindicalizada en sindicatos cada vez de menor tamaño, lo cual representa un limitante para el poder colectivo de los trabajadores organizados. Las tendencias al crecimiento y decrecimiento del número de la población afiliada, es proporcional con la tendencia en el número de sindicatos activos, y además se observa una tendencia a la creación de mayor número de sindicatos en relación al crecimiento de la población afiliada. El año 2000 marca un hito en éste sentido ya que a contra-tendencia de los años anteriores, se observa un crecimiento de la población afiliada, el cual no se experimentaba desde el año 1995, con una consecuente caída en el número de sindicatos. Podría decirse que ésta situación se restituye en los años 2007-2008, hacia la concentración, donde existe un mayor número de sindicatos y de población sindicalizada. Con respecto a las particularidades sectoriales, a fines de 2011, el total del empleo en el sector de Comercio al por mayor y menor, representaba 1.547.290 del total de la población ocupada59. Si consideramos que el número 58 Fuente: Series Estadísticas de la Dirección del Trabajo. 1990-2011. División

del Trabajo. Santiago, Chile.

59 Fuente: Series Estadísticas de la Dirección del Trabajo. 1990-2011. División

del Trabajo. Santiago, Chile.

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total de afiliados es de 183.104, obtenemos que su tasa de afiliación es de un 11,8%, es decir, un 3% bajo la tasa promedio. Mientras que sectores que poseen menos trabajadores, como Suministro de Electricidad, gas y agua, con 57.940 trabajadores, presentan una afiliación de 11.478, es decir un 19,8%, que se encuentra 5,7% sobre la tasa promedio de afiliación sindical. Este ejemplo muestra como las tasas de afiliación y de concentración varían de acuerdo a la estructura de los sectores productivos. Tendencia IV. La “conflictividad laboral” y el consenso Entre los años 1990-1993 se realizan en total de 886 huelgas legales. El año 1991 vuelve a ser icónico, no tan sólo por el número de huelgas realizadas, 219, sino por el número de trabajadores involucrados en ella, el cual asciende a 45.910 trabajadores, la cual no vuelve a superarse, pese al crecimiento de un 27,2% de la población total sindicalizada (191.010 de trabajadores/ as) al año 2011. También en estos primeros destaca el año 1990 con el mayor promedio de duración de las huelgas (15 días), justo el referente establecido en el marco de la legislación laboral como la duración de la huelga legal, sin que en ningún año siguiente vuelva a repetirse o elevarse tal número promedio. Mientras que el año 1992 se registra el máximo de duración de días de huelga con 2.975 días totales, cifra que no se volverá a repetir ni a sobrepasar en los siguientes 20 años. Esta tendencia de los primeros cuatro años de transición democrática (1990-1993) muestra las bases de un sindicalismo distinto al que se articulará en las décadas siguientes, y que constituye parte de un periodo caracterizado por “las posibilidades de expresión del contexto democrático, así como también

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un alto crecimiento económico del país. Ambos factores plantean el momento propicio para que los trabajadores impulsen una demanda que retribuya su participación en dicho crecimiento.” (Espinoza, 2007: 4). Los finales de la década del 90’ consolidaban un modelo sindical que ya no se basaba en la herramienta de la huelga, y estaba marcado por las consecuencias producidas para el empleo por la crisis asiática60. En el año 1999 era posible identificar un decrecimiento del 51,7% en relación al número de huelgas efectuadas en 1993; una baja del 57,4% en los trabajadores involucrados; una reducción de un 50,3% en la duración de los días totales de la huelga; y con una baja de un 66,9% en los costos días personas. Entre el año 2000-2006 destaca un total de 1345 huelgas legales e ilegales (Espinoza, 2007), las cuales incorporan al sector público, para el cual las huelgas son ilegales. En ciclo de huelgas del año 1998-2006 se encuentran como principales causas de la huelga (Amstrong y Aguila, 2006) motivos estrictamente económicos con un 70,4%, siguiéndola con un 7,4% las protestas por cambio de dependencia o propiedad de la empresa, y con la misma cifra el reclamo por las condiciones generales de trabajo (Espinoza, 2007). Así los motivos principales de huelga se van consolidando a un modelo corporativo sindical (Ross, 2007), tanto en el sector privado, como en el sector público.

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Por otra parte, el dinamismo del conflicto laboral durante el proceso de “transición democrática” (19901997) tuvo como principales ejes sectores de la producción como la Industria (41,7%), la Minería (25%), y Trasporte y comunicaciones (20,8%). Ésta estructura concentrada del conflicto laboral procedió a una mayor diversificación en el período entre 1998-2006, con una presencia de sectores como el comercio (con un 3,7%), gobierno y sector público (14,8%), construcción (7,4%) y servicios financieros (7,4%). A ello debemos agregar en éste período, una crisis de los núcleos anteriores del conflicto laboral, con una baja en Minería (-13,9%), Industria (-19,5%) y Transporte y comunicaciones (-12,5%). Esto se graficará en el número de huelgas que se realizarán en estos últimos tres sectores entre los años 2006-2011, las cuales ascenderán a 51 huelgas en Minería, 101 en Transporte y Comunicaciones, y 262 en Industria. Según López (2009: 7): “es probable que en vez del predominio de la acción política –centrada en los intentos de influir en las decisiones gubernamentales y legislativas-, estemos presenciando un nuevo protagonismo de la acción directa sobre las empresas en la agenda sindical, sobre todo protagonizada por colectivos que hasta ahora no habían logrado un reconocimiento cabal de sus propios intereses en las habituales instancias de representación sindical”.

60 En ésta dirección nuestra tesis es contraria a la de Espinoza quien señala que

éste tercer período del conflicto sindical se extendería desde 1990 a 1997, lo cual para nosotros parece incomprensible, ya que observando los mismos datos que ella analiza en su texto (Espinoza, 2007) da cuenta de un cambio en el período 1993 al 1997, con una baja sostenida de todos los indicadores del conflicto laboral. Por ello creemos aquí se prepara o modela una caída de la actividad sindical, en un breve margen que instala una etapa de inactividad, que será parte importante para entender el fenómeno de la reacción del sindicalismo ante la crisis asiática de 1997 al 2000, y sus residuos el 2001.

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Creemos que éste diagnóstico acompaña la tensión entre el proyecto corporativo, dominante en el sindicalismo chileno de las dos últimas décadas, y un proyecto sociopolítico con rasgos movimientistas (Moody, 2001; Julián, 2013), que define lo político “más allá” de las relaciones partidarias e institucionales, encuentra

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su soporte ético en “lo comunitario”, “lo ciudadano” y en la acción de los actores sociales, reordenando simbólicamente el carácter del trabajador y el trabajo (Julián, 2012). A nuestro parecer esto genera un nuevo núcleo de conflicto en el seno del sindicalismo nacional, lo cual contrasta con, primero, a) el marco de un nuevo contexto político en 2011: con el segundo año de un nuevo gobierno de coalición de partidos de derecha, donde se registraron en el plano de los espacios laborales 183 huelgas efectuadas61, las cuales involucraron a 22.698 trabajadores con un total de 2.227 días, y un promedio de duración de 12,2 días. Contrasta con el 2010, donde pese a haber menos huelgas (174), involucró la participación 31.799 en total, mientras que la duración promedio fue similar (12,5 días)62. La mayoría de las huelgas se produjo en el sector Servicios, el cual recordemos se encuentra altamente feminizado, con 51 huelgas efectuadas, lo cual implicó a 5.055 trabajadores/as. Luego le sigue el sector de la Industria con 37 huelgas y 3.340 involucrados en las huelgas. Resulta curioso que sector con alta sindicalización como Suministro de Electricidad, gas y agua con un 19,8%, solo hayan efectuado una huelga en 2011 con 103 trabajadores/as involucrados. Y segundo, b) las tendencias a la legalización del conflicto laboral, esto por medio de los requerimientos de oficios, una disposición introducida al código del trabajo el año 2001, los cuales han conseguido direccionar las huelgas aprobadas hacia procesos de negociación y diálogo con el empleador antes de hacer efectiva la huelga. Esto se grafica en que 61 Las huelgas aprobadas, por lo tanto legales, resultaron ser 735, pero tan solo

se efectuaron de ellas 183. además se deben agregar las huelgas votadas, que no se efectuaron por el requerimiento de los buenos oficios, de acuerdo al Art.374 bis. En el año 2011 alcanzó a 613 casos 62 Este fenómeno es significativo al considerar que va en contra tendencia de los hechos que caracterización el año 2011 en Chile: la movilización social, la emergencia de actores sociales, y la organización ciudadana.

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de las 6.860 huelgas aprobadas entre 1997-2011, tan sólo se han efectuado 2.026, es decir un 29,5% del total. Cabe resaltar que en Chile está permitido el remplazo de trabajadores/as en huelga legal, luego de 15 días de haberse hecho efectiva la misma63. Esto a la vez reduce el poder de presión que pueden generar los/ as trabajadores/as de forma de obtener los beneficios propuestos y de acelerar el proceso de negociación (Julián, 2012). Tendencia V. Flexibilidad y Precariedad A la vez, la diversificación de las tipologías de empleos y trabajos precarios ha generado un nivel de desprotección e inseguridad de un conjunto de la población ocupada en Chile. Aquí podemos señalar algunos fenómenos importantes como a) la aprobación de la ley de subcontratación (N° 20.123) el año 2007 (Caamaño, 2007), como práctica institucionalizada del proceso de precarización de las condiciones de trabajo (Silva, 2007); b) las políticas-planes pro-empleo de gobierno y la instalación de la hegemonía de la formaempleo precaria y flexible en estos programas; c) las lógicas de intensificación del trabajo por medio de un sistema de remuneraciones basado en la productividad del trabajador/a; d) la feminización de la fuerza de trabajo y la desigualdad(es) de género presentes en la actualidad; entre otros. La flexibilidad laboral manifiesta la existencia de una heterogénea variedad de relaciones laborales, las 63 Además sucede, al igual que en el caso de las prácticas antisindicales,

que la sanción de parte de los organismos del estado por la contratación de trabajadores/as en los primeros 15 días de huelga, se traduce en multas que no resultan significativas y nuevamente son dispositivos disciplinares utilizados por las clases empresariales en Chile para debilitar el sindicalismo y su acción.

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que van desde aquéllas que externalizan al máximo la relación con el trabajador y debilitan el compromiso ligado a la relación laboral clásica, hasta otras que, conservando las obligaciones entre empleador y asalariado, introducen cambios en el contrato que afectan el desempeños laboral y la calidad del empleo asalariado de manera significativa (Henríquez y Riquelme, 2006). Esto va sumado a condiciones “atípicas” de trabajo, en un contexto de flexibilización laboral y de trabajo indecente (Henríquez y Riquelme, 2006) que potencian la incertidumbre, la vulnerabilidad y el miedo como factores subjetivos estructurales en el proceso de sujeción en el trabajo64, apuntando a un compromiso moral, en un contexto de flexibilidad de las relaciones laborales. El sindicalismo, en la actualidad, encuentra una heterogeneidad de formas, ha diversificado de cierta manera su capacidad de representación y direcciones políticas, desbordando las posibilidades institucionales de organización. Es un fenómeno contradictorio en donde su estructura se ha fragmentado, por una parte, en una serie de centrales sindicales, federaciones y confederaciones, mientras que por otra, ha organizado y nucleado a “nuevos/as” trabajadores/as, con distintas expectativas sociales, que dan paso a una reconfiguración del mapa sindical en Chile (Arbazúa, 2008; Calderón, 2008; Nuñez, 2008; Aravena, 2009). Por otra parte, las dinámicas de institucionalización de la acción del sindicalismo, se reflejan en la instalación 64 Entre estas nuevas formas que escapan al estatuto clásico de asalariado en

el que se basa el sistema de protección laboral y social, se encuentran los Trabajadores periféricos, que corresponde a trabajadores que conforman claramente la periferia de la empresa, con relaciones en el límite de lo laboralcomercial; los Trabajadores/as con vínculo laboral débil e inestable, que incluye las modalidades de trabajo flexible en varios aspectos, con vínculos laborales debilitados; y los Asalariados/as en condiciones flexibles, que incluye asalariados cuyos contratos tienen flexibilidad horaria, salarial y/o polifuncional (Henríquez y Riquelme, 2006). .

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de los tribunales y defensores laborales, y el rol de las inspecciones del trabajo, que parecen ser el reflejo de la externalización de un sindicalismo frágil, al cual no se le han dado las herramientas para fortalecer los procesos de negociación y fortalecer la acción sindical en la asimetría de la relación capital/trabajo65. También es posible identificar, que si bien a nivel nacional la diferencia entre tasas de afiliación sindical de hombres (15,3%) es mayor a la de mujeres (12,1%), existen sectores donde existe un fenómeno de feminización de la afiliación sindical, es decir, la población femenina afiliada está sobre el 50% la población total. Tal es el caso de Hoteles y Restaurantes, (54,4%), Administración pública y defensa (53,1%), Enseñanza (59,2%), Servicios Sociales y de Salud (79,3%), y Comercio al por mayor y menor (50,2%). Por otra parte existe una clara diferencia en las tasas regionales de sindicalización. Mientras existen regiones como Antofagasta que alcanzan un 23,1% y Atacama con un 19,1%, existen otras regiones como el Maule con un 6,1%, la Araucanía con 7,3% y Coquimbo con un 8,7% , resultados que se encuentran profundamente bajo la media, y que están relacionados a las características socio productivas de cada región66. En este fenómeno es posible distinguir dinámicas de continuidad y dinámicas de irrupción (Julián, 2013). Las nuevas formas que ha asumido la organización de los/as trabajadores/as en cuanto a buscar figuras de colectivos, coordinadoras, etc., que escapan a las figuras legales de sindicatos, federaciones y confederaciones, 65 Creemos que la inefectividad de los tribunales y defensores laborales, no

puede solo ser buscada en los resultados de los juicios y los casos per se, sobre demandas y resoluciones, etc., sino que en el éxito de individualizar las problemáticas laborales y “externalizarlas” hacia otra área de la empresa: el estado. 66 Por ejemplo en el caso de la Región de Antofagasta, en el sector Minas y canteras, existen 66 sindicatos, los cuales representan 16.894 trabajadores afiliados. El total de la población ocupada en el sector son 59.490 personas en la región. Esto implica una tasa de afiliación sindical de un 28,3%.

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muestra nuevas expresiones de parte del mundo del trabajo, tratando de desafiar los niveles de, por una parte, la vigilancia y castigo de parte de los/as empleadores/ as (en la constitución del sindicato), como por la desafiliación entendida como una limitante normativalegal para los/as trabajadores/as más precarizados/ as y explotados/as del sistema productivo. Esto a la vez constituye la irrupción de una nueva subjetividad al interior de la multiforme fuerza que es llamada hoy movimiento sindical (Leiva 2009; Julián, 2013). Dentro de las diferentes tipologías que asumen las organizaciones sindicales, es claro evidenciar una evolución significativa desde 1990 a 2011 en la formación de los sindicatos interempresas. La problemática surgida referente a la figura de empresa y Rut de la empresa (Calderón, 2008; Durán y Kremerman, 2008) es la que representa problemas para efectuar la acción colectiva de los trabajadores en la actualidad. Los sindicatos interempresas, que surgen como parte del conflicto de las empresas con multirut y la subcontratación (Silva, 2007), en 1991 alcanzaban los 571, decayó a 452 sindicatos activos en 2000, mientras que en 2011 alcanzaron los 1.152. Esto significa un crecimiento en 20 años de más de un 100%. Lo cual queda de manifiesto en los 580 sindicatos que de una u otra forma se han estructurado en relación al periodo de transición. Cabe también resaltar el caso de los sindicatos transitorios, los cuales en el año 1991 representaban 248 sindicatos, llegando a caer hasta los 176 en 1997, para comenzar a recomponerse en el año 2001 con 238 y un crecimiento del 27,7% en 2002. En 2011 alcanzan los 305 sindicatos, aunque con un claro síntoma de estancamiento en relación a los últimos 3 años, y lejos de los 394 del año 2004. Similar es el caso de los sindicatos independientes que deben reconocer en 2004 un año histórico con 2.873 sindicatos, lo cual se encuentra lejano a los 2.502 actualmente. La

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particularidad de los sindicatos independientes es que no sufrieron la baja en su número en el período 19942000, como si lo hicieron los sindicatos de trabajadores de empresa, y más bien ha tenido un impacto en los años 2007-2008, con una baja del 18%. Lo que es claro es que el crecimiento de 2010 a 2011 de 490 sindicatos, ha significado el crecimiento de todos los tipos de sindicatos, excepto del transitorios (-1). Este último caso debe estar relacionado de la desafiliación de 2.652 trabajadores/as desde 2010 a 2011 en sindicatos de éste tipo67. Esto puede hablar de la consolidación de una lógica de diálogo de los actores en el sector en torno al proceso de negociación colectiva, o de un debilitamiento de las organizaciones en el plano de convocar a la realización de la huelga legal para la obtención de un contrato colectivo, lo cual se encuentra relacionado directamente con las sanciones que están relacionadas a la actividad sindical en la legislación chilena68. III. Conclusiones. Como hemos visto, el sindicalismo en Chile, sigue siendo atravesado por fenómenos de debilitamiento 67 No es imposible determinar si este hecho está relacionado directamente con

la desaparición del sindicato en cuestión, o con un fenómeno transversal de desafiliación de acuerdo a las características de los sindicatos transitorios, ya que el promedio de los trabajadores afiliados a un sindicato transitorio es de 105 por sindicato, lo cual destacaría la presencia de una desafiliación tendencial en los sindicatos transitorios, más la explicación de la desaparición de más de 2.000 trabajadores por la desaparición de las actividades de un sindicato en particular. 68 El año 2008, la Encuesta Laboral consultó a dirigentes sindicales de todo el país acerca de su percepción de cuáles serían las causas de la no participación sindical, siendo la respuesta más recurrente (47%) que los trabajadores no lo harían por temor a consecuencias negativas en el trabajo, lo cual está asociado a las prácticas antisindicales y desleales en el trabajo de parte de los empleadores.

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interno, fracturas y divisiones, los cuales son fenómenos propios de las organizaciones que se descomponen al reproducirse en un contexto de fragilidad y vulnerabilidad estructural, y con la dificultad de no allanarse a procesos de democratización que posibiliten la apertura de los canales de participación y la acción de sus (no) miembros. Por otra parte, el objetivo de la cultura empresarial laboral de dificultar la afiliación sindical, y en otros casos simplemente prohibirla, hace que un clima de diálogo social y de participación simétrica en las relaciones laborales se vuelva extremadamente difícil y marcado por el sello de las instituciones autoritarias en materia laboral en el país. La continuidad del protagonismo del actor empresarial en la presente matriz de relaciones laborales, vuelve el problema en un eje de la economía política de las relaciones industriales en Chile (Hyman, 1989). Como desafío histórico para el sindicalismo está planteada el cambio del modelo de relaciones laborales instaurado durante la dictadura militar (1973-1989), la que genera aún un límite objetivo con el cual los/ as trabajadores/as cuentan para su organización y defensa de sus intereses a través de la figura del sindicato, la negociación colectiva y la huelga legal, y que en definitiva involucrará, a mediano plazo, una reformulación táctica de la relación entre partidos políticos y movimiento sindical en búsqueda de una reforma política en materia laboral. Al parecer, 22 años de dirigencias sindicales en la principal central sindical del país (la Central Unitaria de Trabajadores), estuvieron caracterizados tanto por altas dosis de oportunismo, corporativismo y lobby político de sus dirigentes, como por la frágil adaptabilidad en los escenarios político-complejos de la transformación de las relaciones laborales a nivel internacional, lo que queda de manifiesto en sus formas de resignación

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y sumisión disciplinada a los cambios introducidos en materia de flexibilización laboral. Aún así, se promovieron con gran éxito los procesos de educación en materia sindical, la preparación de nuevos liderazgos, el conocimiento de la legislación laboral y las herramientas institucionalizadas para la protección del trabajador, produciendo una generación de sindicalistas con un gran manejo oratorio y con conocimiento avanzado de las restricciones legales y los derechos laborales (Baltera y Dussert, 2010). Esta es una constante que podemos constatar en nuestras entrevistas con trabajadores de distintos sectores productivos, edades y género: un vasto conocimiento del código del trabajo y del funcionamiento de las instituciones estatales ligadas a la fiscalización y mediación de los conflictos laborales69. A la vez, es probable que las experiencias de crítica y resistencia a los poderes anidados en la “nueva” estructural sindical (Julián 2013), que han sido tomados instrumentalmente por muchos discursos y actores en el espacio político ante la permeabilidad de la estructura sindical, sean de cierta forma sintetizados en nuevas corrientes sindicales, para comenzar a cuestionar y reconstruir la actual organización sindical en el país. Éste fenómeno es sincrónico con las nuevas perspectivas y orientaciones para las nuevas subjetividades que afloran en el mundo de la (des) organización de la clase trabajadora, y como parte de una praxis crítica, destructora y propositiva que constituye en la actualidad la emergencia de movimientos y actores sociales contrahegemónicos (Mira, 2011; Segovia y Gamboa 2012). En esta misma dirección, y dado el contexto político69 En la actualidad trabajamos en el análisis de 25 entrevistas a dirigentes sindicales

chilenos, lo cual a la fecha nos ha ayudado parcialmente a dar con algunas coordenadas para entender las motivaciones, expectativas, etc., que movilizan a la dirigencia sindical, y cuáles son los perfiles de los/as trabajadores/as que asumen éstas labores. Éste trabajo se enmarca dentro de mi proyecto de tesis Doctoral.

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social en Chile en los últimos dos años, la interpelación al sindicalismo de parte de los actores sociales, constituye un desafío para nueva dirigencia, de forma de generar un diálogo horizontal y convertirse en interlocutor válido en la movilización social (Mira, 2011; Segovia y Gamboa, 2012). Seguro esta constituye una de las demandas que los movimientos sociales le harán al sindicalismo, y del cual seguramente habrá una permeabilidad a reconocer en ellos un campo de experiencias de los cuales sacar un aprendizaje, en cuanto a revitalizar las formas de identificación y proceder en acciones colectivas hacia demandas que se articulen desde el mundo del trabajo. Por otra parte, nos encontramos ante la tensión objetiva, en cuanto a generar lazos directos con/ entre los/as trabajadores/as más precarios que adolecen procesos de aislamiento, sobreexplotación, desprotección y vulnerabilidad en sus puestos de trabajo, y el imaginario fordista del trabajo que aún moviliza la praxis del sindicalismo tradicional. En ésta materia, el constituir y apoyar la formación de organizaciones y colectividades que aglutinen y reúnan a estos sectores de trabajadores/as precarios de forma de promover su coordinación y formación en derechos laborales parece ser una de las necesidades que se instalan como desafíos en el seno de la clase trabajadora apuntando a su reconstrucción como sujeto político-social. Seguro lo que hemos señalado hasta acá serán algunas de las formas que de seguro encontrará el sindicalismo de manera de fortalecer su unidad sindical en éste contexto heterogéneo del trabajo (Antunes, 2003), y trabajadores/as (De la Garza, 2005), con el fin potenciar un proyecto democrático y participativo en su seno. Recordamos que en esa dirección se interponen las tensiones con respecto a una visión de género que no sea tan solo fetichista y discursiva, y por otro una visión internacional en referencia a los procesos de transnacionalización y mundialización de la economía

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que integre la complejidad que asume el sindicalismo y la clase trabajadora al constatar los fenómenos de migración e inmigración que atraviesan los cambios económicos, políticos, sociales y culturales en la actualidad. A ésta altura, y dado el nivel de dinámicas antes comentadas y los núcleos de tensión antes expuestos, ¿No será necesario proyectar una refundación y redefinición del sindicalismo en Chile? Aunque sabemos que esto, más que ser un problema teórico, constituye un problema propiamente práctico, el cual creemos cobra vida en la dialéctica actual de reordenamiento y reexploración del mundo sindical desde sus actores, constamos que una refundación no apelaría a la destrucción, a la eliminación y el tachado de las formas existentes, sino que más bien en su transformación (de su forma), adecuación (dialécticamente) de sus contenidos, y la reactivación en una nueva dirección, proyecto, objetivo, etc., a partir de la resolución de los núcleos en tensión, con la idea de reconfigurar un imaginario de la clase trabajadora como un espectro más amplio, heterogéneo, diverso, simétrico en su composición y relación de poder(es), que implique un desarrollo armónico y democrático (directo) al interior de las estructuras y métodos organizativos de los/as trabajadores/as. La refundación va a acompañada de un aprendizaje colectivo (saber) y un ejercicio de las actuales condiciones de asociatividad (hacer), que se manifiestan en el fortalecimiento de los lazos de identidad y colectividad por la promoción de una cultura, de un referente simbólico que agrupe y llame a la re-creatividad, al ocio y a la conciencia social. Aquí se encuentran algunas bases para sentar los pilares de un nuevo proceso de organización e identidad de/por la clase trabajadora en Chile, y a la vez una promoción intelectual crítica y cooperativa

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en la generación de espacios, articulación de redes y nuevas prácticas de investigación de la compleja y heterogeneidad estructural de la realidad laboral en el país. VI. Bibliografía Almeyra, Guillermo y Carlos Suárez. “Sindicalización, sindicatos y experiencias extra-sindicales actuales en algunos países de América Latina” en Observatorio Social de América Latina. Buenos Aires: CLACSO. Año X, Nº 26. 2006 Antúnez, Ricardo. ¿Adiós al Trabajo? Ensayo sobre metamorfosis del trabajo y el rol central del trabajo. Buenos Aires, Argentina. Ed. Herramienta. Taller de Estudios Laborales. 2003 Antúnez, Ricardo. Los Sentidos del Trabajo. Ensayo sobre la afirmación y negación del trabajo. Buenos Aires, Argentina. Ed. Herramienta. Taller de Estudios Laborales. 2005 Aravena, Antonio. “La industria del salmón en Chile: ¿crecimiento social o explotación laboral?” En Trabajo, empleo, calificaciones profesionales, relaciones de trabajo e identidades laborales. Vol. I. Compilado por Julio César Neffa, Enrique De la Garza y Leticia Muñiz, 397-427. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales - CLACSO : CAICyT, 2009. Arbazúa, Enrique. “Acción sindical de trabajadores contratistas”. En Flexibilidad Laboral y subjetividades. Hacia una comprensión psicosocial del empleo contemporáneo, editado por Álvaro Soto, 79-88. Santiago, Chile: LOM ediciones, 2008 Arrieta, Adolfo. “Mercado de trabajo, organización, representación sindical y gremial”. Santiago, Chile. Oficina Internacional del Trabajo. 2003

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EL TRABAJO Y LOS SENTIDOS70 Ricardo Antunes Sociólogo del Trabajo

I. La reestructuración productiva del capital, el toyotismo y las nuevas formas de acumulación flexible. La crisis del padrón de acumulación taylorista/ fordista, que afloró a fines de los 60’ y a principios de los 70’ ―que en verdad era expresión de una crisis estructural del capital que se extiende hasta la actualidad― hizo, entre tantas otras consecuencias, que el capital implementase un vastísimo proceso de reestructuración, buscando la recuperación de su ciclo reproductivo y, al mismo tiempo, repusiera su proyecto de dominación societal. Dicho proyecto había sido cuestionado por la confrontación y conflictividad del trabajo que sacudieron algunos de los pilares de la sociabilidad del capital y de sus mecanismos de control social. El capital, entonces, impulsó varias transformaciones en el propio proceso productivo, a través de la constitución de las formas de acumulación flexible, del downsizing, de las nuevas formas de gestión organizacional, del avance tecnológico, de los modelos alternativos al binomio taylorismo/fordismo, donde se destaca especialmente el “toyotismo” o el modelo 70 Reproducido de Cuaderno I – Serie Desafíos del Mundo del Trabajo. Grupo de

Estudios del Trabajo (GET). Montevideo, Dto. de Trabajo Social – U. de LAR, 2000. Traducción de Silvia Lema.

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japonés. Estas transformaciones, por un lado, provenían de la propia competencia intercapitalista (en un momento de crisis y disputas intensificadas entre los grandes grupos transnacionales y monopolistas) y, por otro lado, de la propia necesidad de controlar las luchas sociales oriundas del trabajo. Estos aspectos terminaron suscitando la respuesta del capital a su crisis estructural (Antunes, 1999). Oponiéndose al contrapoder que emergía de las luchas sociales, el capital inició un proceso de reorganización de sus formas de dominación societal, no sólo buscando reorganizar en términos capitalistas el proceso productivo, sino procurando generar un proyecto de recuperación de la hegemonía en las más diversas esferas de la sociabilidad. Lo hizo, por ejemplo, a nivel ideológico, a través del culto de un subjetivismo y de un ideario fragmentador que hace apología al individualismo exacerbado contra las formas de solidaridad y de actuación colectiva y social. Según Ellen Wood, se trata de la fase donde las transformaciones económicas, los cambios en la producción y en los mercados, los cambios culturales, generalmente asociadas al término pos-modernismo, estarían, en verdad, conformando un momento de maduración y universalización del capitalismo, mucho más de que un tránsito de la “modernidad” para la “posmodernidad”. (Wood, 1997: 539/540) Estas mutaciones, iniciadas en los años 70’ y en gran medida todavía en curso, han generado más desacuerdos que consensos. Según algunos autores, ellas serían responsables por la instauración de una nueva forma de organización industrial y de relacionamiento entre el capital y el trabajo, más favorables comparadas al taylorismo/fordismo, una vez que posibilitaron el surgimiento de un trabajador más calificado, participativo, multifuncional, polivalente, dotado de una “mayor realización en el espacio del trabajo”.

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Esta interpretación viene encontrando muchos seguidores que, más o menos próximos a la tesis de la especialización flexible, defienden las llamadas “características innovadoras” de la “nueva fase”, más apropiada a una interacción entre el capital y el trabajo y, en este sentido, superadora de las contradicciones básicas constitutivas de la sociedad capitalista. Según otros, las transformaciones registradas no se orientarían en la dirección de una “japonización o toyotización de la industria”, pero sí estarían intensificando tendencias existentes, que no configurarían, por lo tanto, una nueva forma de organización del trabajo. Al contrario, en el contexto de las economías capitalistas avanzadas, sería posible percibir una reconfiguración del “poder en el lugar de trabajo y en el propio mercado de trabajo, mucho más a favor de los empleadores que de los trabajadores” 1 (Tomaney, 1996: 157/8). Aunque próximos a este enfoque crítico, otros autores buscan acentuar tanto los elementos de continuidad con el padrón productivo anterior, como también los elementos de discontinuidad, pero manteniendo el carácter esencialmente capitalista del modo de producción vigente y de sus pilares fundamentales. En este universo de preocupaciones, se analiza la necesidad de apuntar para la especificidad de estas mutaciones y de las consecuencias que ellas ejercen en el interior del sistema de producción capitalista, donde estaría emergiendo “un régimen de acumulación flexible nacido desde 1973”, que se caracteriza por la nueva “división de mercados, desempleo, división global del trabajo, capital volátil, cierre de plantas industriales, reorganización financiera e tecnológica”, entre tantas mutaciones que marcan esa nueva fase de la producción capitalista (Harvey, 1992 y 1996). Lo que sugestivamente, Juan J. Castillo denominó como expresión de un proceso de “liofilización organizativa”, a través de la eliminación,

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transferencia, tercerización y reducción de unidades productivas (Castillo, 1996: 68 y 1996a) Con mayor afinidad a esta línea, se inserta nuestra reflexión: las mutaciones en cursos son expresión de la reorganización del capital en aras de retomar su nivel de acumulación y su proyecto global de dominación. Es en este sentido, que el proceso de acumulación flexible, basado en los ejemplos de California, del Norte de Italia, Suecia, Alemania, entre tantos otros que se sucedieron, así como, las distintas manifestaciones del toyotismo o del modelo japonés, deben ser objetos de reflexión crítica. Comencemos por la cuestión de la “calidad total”, para posteriormente retomar la reflexión sobre la “liofilización organizativa” de la “empresa enxuta” o de “producción ajustada”. II. La falacia de la “calidad total” sobre la vigencia de la tasa de utilización decreciente del valor de uso de las mercancías Un primer elemento se refiere a la temática de la calidad en los procesos productivos. En la fase de intensificación de la tasa de utilización decreciente del valor de uso de las mercancías (Mészáros, 1995: cap. 15/16), necesaria para la reposición del proceso de valorización del capital, la falacia de la calidad total, tan difundida en el “mundo empresarial moderno”, en la empresa enxuta de la era de la reestructuración productiva, se torna evidente: cuanto mayor “calidad total” deben tener los productos, menor debe ser su tiempo de duración. La necesidad imperiosa de reducir el tiempo de vida útil de los productos, buscando aumentar la velocidad del circuito productivo y de ese modo ampliar la velocidad de la producción de valores de cambio, hace que la “calidad total” sea, en la mayoría de la veces, el envoltorio, la apariencia o

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el perfeccionamiento de lo superfluo, una vez que los productos deben durar poco y tener una reposición ágil en el mercado. La “calidad total”, por eso no se puede contraponer a la tasa de utilización decreciente del valor de uso de las mercancías, pero debe adecuarse al sistema de metabolismo socioeconómico del capital, afectando de ese modo tanto la producción de bienes y servicios, como las instalaciones y maquinarias, y la propia fuerza humana de trabajo (idem: 575) Como el capital tiene una tendencia expansionista intrínseca a su sistema productivo, la “calidad total” debe tornarse enteramente compatible con la lógica de la producción destructiva. Por eso, en su sentido y tendencias más generales, el modo de producción capitalista se convierte en enemigo de la durabilidad de los productos; inclusive, él debe desanimar e inviabilizar las prácticas productivas orientadas para la durabilidad, lo que lo lleva a subvertir deliberadamente su calidad (ídem: 548/549). La “calidad total” se torna, ella también, la negación de la durabilidad de las mercancías. Cuanto más “calidad” las mercancías aparentan (y aquí la apariencia hace la diferencia), menor tiempo de duración ellas deben efectivamente contener. Desperdicio y destrucción acaban siendo sus trazos determinantes. De ese modo, el proclamado desarrollo de los procesos de “calidad total” se convierte en la expresión fenoménica, aparente y superflua de un mecanismo productivo que tiene como uno de sus pilares más importantes la tasa decreciente del valor de uso de las mercancías, como condición para la reproducción ampliada del capital y sus imperativos expansionistas. No hablamos aquí solamente de los fast foods (de lo cual el McDonalds es ejemplar), que desperdician toneladas de materiales descartables en la basura después de una comida producida sobre el ritmo seriado y fordizado, de calidad más que sufrible. Podríamos

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recordar el tiempo medio de vida útil estimada para los automóviles modernos y mundiales, cuya durabilidad es cada vez más reducida. La industria de computadoras, conforme mencionamos anteriormente, se muestra, por la importancia en el mundo productivo contemporáneo, ejemplar de esta tendencia depreciativa y decreciente del valor de uso de las mercancías. Un sistema de software se torna obsoleto y desactualizado en un tiempo bastante reducido, llevando al consumidor a su substitución, pues los nuevos sistemas no son compatibles con los anteriores. Las empresas, en la competencia intensa entablada entre ellas por la necesidad de reducir el tiempo entre producción y consumo, incentivan (porque de ella dependen) al límite esta tendencia destructiva del valor de uso de las mercancías. Para acompañar la competitividad existente en su sector, se crea una lógica que se intensifica, y de la cual la “calidad total” está totalmente prisionera. Más que eso, se torna mecanismo intrínseco de su funcionamiento y funcionalidad. Con la reducción de los ciclos de vida útil de los productos, los capitales no tienen otra opción, para su sobrevivencia, que innovar o correr el riesgo de ser ultrapasados por las empresas en competencia, conforme el ejemplo de la empresa transnacional de computadoras Hewlett Packard, donde, a través de la “innovación” constante de su sistema informático el tiempo de vida útil de los productos se reduce enormemente (ver Kenney, 1997:92). Por eso, la producción de computadoras es ejemplo de la vigencia de la ley de tendencia decreciente del valor de uso de las mercancías, entre tantos otros ejemplos que podríamos citar. Claro que aquí no se está cuestionando el efectivo avance técnico - científico, cuando pautado por los reales imperativos humano – sociales, pero sin la lógica de un sistema de metabolismo del capital que convierte en descartable, superfluo y desperdicio

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aquello que debería ser preservado, tanto para atender efectivamente los valores de uso sociales, como para evitar una destrucción incontrolable y degradante de la naturaleza, de la relación metabólica entre ésta y el hombre. Eso sin mencionar el enorme proceso de destrucción de la fuerza humana de trabajo, causada por el proceso de liofilización organizativa de la “empresa enxuta”. III. La liofilización organizacional y del trabajo en la fábrica toyotizada: las nuevas formas de intensificación del trabajo Intentando retener sus trazos constitutivos más generales, es posible decir que el padrón de acumulación flexible articula un conjunto de elementos de continuidad y de discontinuidad, que acaban por conformar algo relativamente distinto del padrón taylorista/fordista de acumulación. Él se fundamenta en un padrón productivo organizacional y tecnológicamente avanzado, resultado de la introducción de técnicas de gestión de la fuerza de trabajo propias de la fase informática así como de la introducción ampliada de las computadoras en el proceso productivo y de servicios. Se desarrolla en una estructura productiva más flexible, recorriendo frecuentemente a la desconcentración productiva, a las empresas tercerizadas, etc. Utiliza nuevas técnicas de gestión de la fuerza de trabajo, del trabajo en equipo, de las “células de producción”, de los “times de trabajo”, de los grupos “semi-autónomos”, más allá de requerir, al menos en el plano discursivo, el “involucramiento participativo” de los trabajadores, en verdad, una participación manipuladora y que preserva, en la esencia, las condiciones del trabajo alienado y extrañado. El “trabajo polivalente”, “multifuncional’, “calificado”, combinado con una estructura más

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horizontal e integrada entre diversas empresas, inclusive en las empresas tercerizadas, tiene como finalidad la reducción del tiempo de trabajo. De hecho, se trata de un proceso de organización del trabajo cuya finalidad esencial, real, es la intensificación de las condiciones de explotación de la fuerza de trabajo, reduciendo o eliminando tanto el trabajo improductivo, que no crea valor, o sus formas semejantes, especialmente en las actividades de mantenimiento, acompañamiento, inspección de calidad, funciones que pasaron a ser directamente incorporadas al trabajador productivo. Reingeniería, lean production, team work, eliminación de puestos de trabajo, aumento de la productividad, calidad total, son parte del ideario (y de la práctica) cotidiana de la “fábrica moderna”. Sien apogeo del taylorismo/ fordismo la pujanza de una empresa se mensuraba por el número de obreros que en ella ejercían su actividad laboral, se puede decir que, en la era da acumulación flexible y de la “empresa enxuta”, merecen destaque, y son citadas como ejemplos a ser seguidos, aquellas empresas que disponen de menor contingente de fuerza de trabajo y que, a pesar de eso tiene mayores índices de productividad. Algunas de las repercusiones de estas mutaciones en el proceso productivo tienen resultados inmediatos en el mundo del trabajo: desregulación enorme de los derechos del trabajo, que son eliminados cotidianamente en prácticamente todas las partes del mundo donde hay producción industrial y de servicios; aumento de la fragmentación en el interior de la clase trabajadora; precarización y tercerización de la fuerza humana que trabaja; destrucción del sindicalismo de clase y su conversión en un sindicalismo dócil, de aparcería, o también en un “sindicalismo de empresa”. Entre los experimentos del capital, que se diferenciaban del binomio taylorismo/fordismo, se puede decir que el “toyotismo” o el “modelo japonés”

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encontró mayor repercusión, comparado con el ejemplo sueco, la experiencia del norte de Italia (Tercera Italia), la experiencia de los EE. UU. (del Silicon Valley) y la de Alemania, entre otros. El sistema industrial japonés, a partir de los años 70’, tuvo gran impacto en el mundo occidental, cuando se mostró para los países avanzados como una opción posible para la superación capitalista de la crisis. Naturalmente, la “transferibilidad” del toyotismo carecía, para su implantación en Occidente, de las inevitables adaptaciones a las singularidades y particularidades de cada país. Su diseño organizacional, su avance tecnológico, su capacidad de extracción intensificada del trabajo, así como la combinación de trabajo en equipo, los mecanismos de involucramiento, control sindical, eran vistos por los capitales de Occidente como una vía posible de superación para su crisis de acumulación. Y fue en este contexto que se presenció la expansión para el Occidente, de la vía japonesa de consolidación del capitalismo industrial. En las palabras de Sayer, el impacto del modelo japonés “se intensificó a final de los años 70’, después de una década de reducción de la productividad de Occidente, [cuando] la performance exportadora y el extraordinariamente rápido crecimiento de la industria japonesa, particularmente en el ramo de automóviles y productos electrónicos, comenzaron a generar gran interés en Occidente. (....) Más allá de los conocidos elementos de la industria japonesa, tales como círculos de calidad y empleo vitalicio, agregaban otras características importantes, como la práctica de producir modelos completamente diferentes en la misma línea. Gradualmente, se tornó claro que lo que existía no eran simplemente algunas pocas ‘peculiaridades culturales’, sino un innovado y altamente integrado sistema de organización de la producción” (Sayer, 1986: 50 y s.). 159


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El toyotismo (u ohnismo, de Ohno, ingeniero que lo creó en la fábrica Toyota), en cuanto vía japonesa de expansión y consolidación del capitalismo monopolista industrial, es una forma de organización del trabajo que nace en la Toyota, en el Japón de pos-45 y que, muy rápidamente, se propaga para las grandes compañías de aquel país. Él se diferencia del fordismo básicamente en los siguientes trazos: 1) es una producción muy vinculada a la demanda, buscando atender las exigencias más individualizadas del mercado consumidor, diferenciándose de la producción en serie y de masa del taylorismo/fordismo. Por eso su producción es variada y bastante heterogénea, al contrario de la homogeneidad fordista; 2) se fundamenta en el trabajo del obrero en equipo, con multivariedad de funciones, rompiendo con el carácter parcelario típico del fordismo; 3) la producción se estructura en un proceso productivo flexible, que posibilita al obrero operar simultáneamente varias máquinas (en la Toyota, promedialmente, hasta 5 máquinas), alterándose la relación hombre/máquina en la cual se basaba el taylorismo/fordismo; 4) tiene como principio el just in time, el mejor aprovechamiento posible del tiempo de producción; 5) funciona según el sistema de kanban, placas o señales de comando para la reposición de piezas y de stock. En el toyotismo, los stocks son mínimos comparados al fordismo; 6) las empresas del complejo productivo toyotista, incluyendo las tercerizadas, tienen una estructura horizontal, al contrario de la verticalidad fordista. Mientras en la fábrica fordista aproximadamente 75% de la producción era realizada en su interior, la fábrica toyotista es responsable solamente por

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el 25%, tendencia que se viene intensificando todavía más. Esta última prioriza lo que es central en su especialidad en el proceso productivo (la llamada “teoría del foco”) y transfiere a “terceros” gran parte de lo que anteriormente era producido dentro de su espacio productivo. Esa horizontalización se extiende a las subcontratadas, a las firmas “tercerizadas”, acarreando la expansión de los métodos y procedimientos para toda la red de proveedores. De ese modo, flexibilización, tercerización, subcontratación, CCQ, control de calidad total, kanban, just in time, kaizen, team work, eliminación del desperdicio, “gerencia participativa”, sindicalismo de empresa, entre tantos otros puntos, son llevados para un espacio ampliado del proceso productivo; 7) organiza los Círculos de Control de Calidad (CCQs), constituyendo grupos de trabajadores que son instigados por el capital a discutir su trabajo y desempeño, con vistas a mejorar la produtividad de las empresas, convirtiéndose en un importante instrumento para el capital apropiándose del savoir faire intelectual y cognitivo del trabajo, que el fordismo despreciaba; 8) el toyotismo implantó el “empleo vitalicio” para una porción de los trabajadores de las grandes empresas (acerca del 25 al 30% de la población trabajadora, donde se presenciaba la exclusión de las mujeres), más allá de la ganancia salarial íntimamente vinculada al aumento de la productividad. El “empleo vitalicio” garantiza al trabajador japonés, que trabaja en las fábricas insertas en este modelo, la estabilidad del empleo, siendo que a los 55 años el trabajador es trasladado para otro trabajo menos relevante, en el complejo de actividades existentes en la misma empresa.

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Inspirándose inicialmente en la experiencia de la rama textil, donde el trabajador operaba simultáneamente varias máquinas, y posteriormente en la importación de las técnicas de gestión de los supermercados de los EE. UU., que dieron origen al kanban, el toyotismo también ofreció una respuesta a la crisis financiera japonesa de posguerra, aumentando la producción sin aumentar el contingente de trabajadores. A partir del momento en que este recetario se amplía para el conjunto de las empresas japonesas, su resultado fue la recuperación de un nivel de producción que llevó al Japón, en un cortísimo período, a alcanzar padrones de productividad e índices de acumulación altísimos. La racionalización del proceso productivo, dotada de fuerte disciplinamiento de la fuerza de trabajo e impulsada por la necesidad de implantar formas de capital y de trabajo intensivo, caracterizó la vía toyotista de desarrollo del capitalismo monopolista en Japón y su proceso de liofilización organizacional y del trabajo. El trabajo en equipo, la transferencia de las responsabilidades de elaboración y control de la calidad de la producción, anteriormente realizadas por la gerencia científica y ahora interiorizadas en la propia acción de los trabajadores, dio origen al management by streess (Gounet, 1997:77). Como mostró la clásica definición de Satochi Kamata, la racionalización de la Toyota Motor Company, emprendida en su proceso de constitución, “no es tanto para economizar trabajo sino, más directamente, para eliminar trabajadores. Por ejemplo, si el 33% de los ‘movimientos desperdiciados’ son eliminados en tres trabajadores, uno de ellos se torna innecesario. La historia de la racionalización de la Toyota es la historia de la reducción de trabajadores y ese es el secreto de cómo la Toyota muestra que sin aumentar trabajadores, alcanza un sorprendente aumento en su producción. Todo

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tiempo libre durante las horas de trabajo ha sido retirado de los trabajadores de la línea de montaje, siendo considerado como desperdicio. Todo su tiempo, hasta el último segundo, es dedicado a la producción” (Kamata, 1982:199). El proceso de producción de tipo toyotista, a través de los team work supone, por lo tanto, una intensificación de la explotación del trabajo, ya sea por el hecho de que los obreros trabajan simultáneamente con varias máquinas diversificadas, ya sea a través del ritmo y de la velocidad de la cadena productiva dada por el sistema de luces. O sea, se presencia una intensificación del ritmo productivo, dentro del mismo tiempo de trabajo, inclusive hasta cuando este se reduce. En la fábrica Toyota, cuando la luz está verde, el funcionamiento es normal; con la indicación del color naranja, se alcanza una intensidad máxima y, cuando la luz roja aparece, es porque hubo problemas, debiéndose disminuir el ritmo productivo. La apropiación de las actividades intelectuales del trabajo, que provienen de la introducción de maquinaria automatizada e informatizada, aliada a la intensificación del ritmo del proceso de trabajo, configuran un cuadro extremamente positivo para el capital, en la reanudación de su ciclo de acumulación y recuperando su rentabilidad (Ichiyo, 1995: 45 y s.; Gounet, 1991: 41; Coriat, 1992:60; Antunes: 1995:27 y s.). De modo que de forma similar al fordismo vigente a lo largo del siglo XX, pero siguiendo un recetario diferente, el toyotismo reinaugura un nuevo nivel de intensificación del trabajo, combinando fuertemente las formas relativa y absoluta de extracción de plusvalía. Si recordamos que la propuesta del gobierno japonés, recientemente elaborada, conforme indicamos anteriormente, “es aumentar el límite de la jornada de trabajo (de 9 para 10 horas) y la jornada semanal de trabajo (de 48 para

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52 horas”, se tiene un claro ejemplo de lo que arriba mencionamos. (Japan Press Weekly, op. cit.) La expansión del trabajo part time, así como las formas por las cuales el capital utiliza la división sexual del trabajo y el aumento de los trabajadores inmigrantes, cuya expresión son los dekasseguis ejecutando trabajos descalificados y frecuentemente ilegales, constituyen claros ejemplos de la enorme tendencia a la intensificación y explotación de la fuerza de trabajo en el universo del toyotismo. Este se estructura preservando un número reducido de trabajadores dentro de las empresas matrices, más calificados, multifuncionales e involucrados con su ideario, así como ampliando, a través del aumento de las horas extras, de la tercerización en el interior y fuera de las empresas, de la contratación de trabajadores temporarios, etc. - opciones estas que son diferenciadas en función de las condiciones del mercado en que se insertan. Cuanto más toman distancia de las empresas principales, mayor tiende a ser la precarización del trabajo. Por eso los trabajadores de la Toyota trabajan cerca “de 2.300 horas por año en cuanto los trabajadores de las empresas subcontratadas llegan a trabajar 2.800 horas” (Gounet, 1997: 78). La capacidad de transferencia del toyotismo, o de parte de su recetario, se mostró, por lo tanto, de enorme interés para el capital occidental, en crisis desde inicio de los años 70’. Claro que su adaptabilidad, en mayor o menor escala, estaba necesariamente condicionada a las singularidades y particularidades de cada país, tanto en lo que se refiere a las condiciones económicas, sociales, políticas, ideológicas, así como a la inserción de estos países en la división internacional del trabajo, a sus respectivos movimientos sindicales, a las condiciones del mercado de trabajo, entre tantos otros puntos presentes en la incorporación (de elementos) del toyotismo. Como enfatizan Costa y Garanto, en cuanto el

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modelo japonés implementó el “empleo vitalicio” para una porción de su clase trabajadora (30%, según los autores), algo muy diverso ocurre en el Occidente, donde la seguridad en el empleo aparece con un énfasis mucho más restringido y limitado, inclusive en las empresas de capital japonés establecidas en Europa. “En efecto, la seguridad en el empleo no es aceptada por más de un 11% de las empresas. Ella es relativamente más aceptada en el Reino Unido (13% de las firmas instaladas dentro de él), de que en Francia (5%) o en España (6%)” (Costa y Garanto, 1993: 98). Los datos ofrecidos por los autores los llevan a relativizar el “mito de la japonización” en el continente europeo (idem:110). El proceso de occidentalización del toyotismo mezcla, por lo tanto, elementos presentes en Japón, con prácticas existentes en los nuevos países receptores, proviniendo de ahí un proceso diferenciado, particularizado y singularizado de adaptación de este recetario. La vigencia del neoliberalismo, o de políticas desarrolladas sobre su influencia, propiciaron condiciones en gran medida favorables a la adaptación diferenciada de elementos del toyotismo en el Occidente. Siendo el proceso de reestructuración productiva del capital la base material del proyecto ideo-político neoliberal, la estructura sobre la cual se erige el ideario y la pragmática neoliberal, no fue difícil percibir que, desde fines de los 70’ e inicio de los 80’, el mundo capitalista occidental comenzó a desarrollar técnicas similares al toyotismo. Este se mostraba como el más avanzado experimento de reestructuración productiva, originado del propio fordismo japonés y posteriormente convertido en una vía singular de acumulación capitalista, capaz de operar un enorme avance en el capitalismo en Japón,

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derrotado en la posguerra y reconvertido a la condición de país de enorme destaque en el mundo capitalista de fines de los años 70’. Esta asimilación del toyotismo viene siendo realizada por prácticamente todas las grandes empresas, inicialmente en el ramo automovilístico y, posteriormente, propagándose también para el sector industrial en general y para varios ramos del sector de servicios, tanto en los países centrales, como en los países de industrialización intermediaria. Y ese proceso fue responsable por la nueva configuración de la clase trabajadora y también por la acentuación de las formas de precarización del trabajo. IV. Las mutaciones en el mundo del trabajo: la forma de ser de la clase trabajadora hoy El capitalismo contemporáneo, con la configuración que viene asumiendo en las últimas décadas, acentuó su lógica destructiva. Por el propio sentido que conduce estas tendencias (que, en verdad, se constituyen en respuestas del capital a su propia crisis), se acentúan los elementos destructivos que presiden la lógica del capital. Cuanto mayor es la competitividad y la competencia inter-capitales, inter-empresas e interpotencias políticas del capital, más nefastas son sus consecuencias. Dos manifestaciones son las más virulentas y graves: la destrucción y/o precarización, sin paralelismos en toda la era moderna, de la fuerza humana que trabaja y la degradación creciente, en la relación metabólica entre el hombre y la naturaleza, conducida por la lógica orientada prioritariamente para la producción de mercancías que destruyen el medio ambiente. Se trata, por lo tanto, de una aguda destructividad, que en el fondo es la expresión más profunda de

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la crisis estructural que asola la (des)socialización contemporánea: se destruye fuerza humana que trabaja; eliminándose los derechos sociales; se brutalizan enormes contingentes de hombres y mujeres que viven del trabajo; se torna depredatoria la relación producción/naturaleza, creándose una monumental “sociedad de lo descartable”, que tira a fuera todo lo que sirvió como “embalaje” para las mercancías y su sistema, manteniéndose, entretanto, el circuito reproductivo del capital. En este escenario, caracterizado por un ‘trípode’ que domina el mundo (con los Estados Unidos de América y su Nafta al frente, seguidos por Europa unificada con Alemania al frente y el Japón liderando los demás países asiáticos), cuanto más uno de los polos de la triade se fortalece, más los otros se resienten y se debilitan. Por eso la crisis frecuentemente muda de centro, aunque ella esté presente en varios puntos, asumiendo también una dimensión mundial. En el embate cotidiano que emprenden para expandirse por las partes del mundo que les interesan y también para co-administrar sus situaciones más explosivas, para disputar y al mismo tiempo gerenciar las crisis, acaban por acarear todavía más destrucción y precarización. América Latina se “integra” a la llamada mundialización destruyéndose socialmente. En Asia, la enorme expansión se da a costa de una brutal superexplotación del trabajo, de la que las recientes huelgas de trabajadores de Corea del Sur, en 1997/8, son firme denuncia. Superexplotación que alcanza profundamente también a mujeres y niños. Es preciso que se diga de forma clara: desregulación, flexibilización, tercerización, así como todo ese recetario que se desparrama por el “mundo empresarial”, son expresiones de una lógica societal donde el capital vale y la fuerza humana de trabajo sólo cuenta en cuanto parcela imprescindible para la reproducción de

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este mismo capital. Eso porque el capital es incapaz de realizar su auto-valorización sin utilizar el trabajo humano. Puede disminuir el trabajo vivo, pero no eliminarlo. Puede precarizar y desemplear parcelas inmensas, pero no puede extinguirlo. La correcta comprensión de esta configuración actual del mundo del trabajo nos lleva a entender sus principales mutaciones, lo que procuraremos hacer de un modo un poco más detallado a continuación. En las últimas décadas, particularmente después de mediados de los 70’, el mundo del trabajo vivió una situación fuertemente crítica, tal vez la mayor desde el nacimiento de la clase trabajadora y del propio movimiento obrero inglés. La comprensión de los elementos constitutivos de esta crisis es de gran complejidad, una vez que, en este mismo período, ocurrieron mutaciones intensas, de órdenes diferenciados y que, en su conjunto, acabaron por acarrear consecuencias muy fuertes en el interior del movimiento obrero, y en particular, en el ámbito del movimiento sindical. La comprensión de este cuadro, por lo tanto, supone un análisis de la totalidad de los elementos constitutivos de este escenario, emprendimiento al mismo tiempo difícil e imprescindible, que no puede ser tratado de manera ligera. Vamos a indicar algunos elementos que son centrales, a nuestro entender, para una aprehensión más totalizante de la crisis que abatió el interior del movimiento del trabajo. Su desarrollo sería aquí imposible, dada la amplitud y complexidad de cuestiones. Su indicación, entretanto, es fundamental por que afectó tanto la materialidad de la clase trabajadora, su forma de ser, como su esfera más propiamente subjetiva, política, ideológica, de los valores y del ideario que pautan sus acciones y prácticas concretas Hemos dicho anteriormente que en las últimas

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décadas vivenciamos un cuadro de crisis estructural del capital, que abatió el conjunto de las economías capitalistas a partir especialmente del inicio de los años 70’. Su intensidad llevó al capital a desarrollar prácticas materiales de la destructiva autorreproducción ampliada posibilitando la visualización del espectro de la destrucción global, al revés de aceptar las necesarias restricciones positivas en el interior de la producción para la satisfacción de las necesidades humanas. (Mészáros, 1995. Ver también Chesnais: 1996 e Kurz: 1992). Esta crisis hizo que, conforme vimos anteriormente, el capital implementase un vastísimo proceso de reestructuración productiva, con vistas a la recuperación del ciclo de valorización del capital que afectó fuertemente el mundo del trabajo. Un segundo elemento fundamental para entender las causas del reflujo del movimiento obrero proviene del desmoronamiento del Este Europeo (y de la casi totalidad de los países que intentaron una transición socialista, con la ex-Unión Soviética al frente), propagándose, en el interior del mundo del trabajo, la falsa idea del “fin del socialismo”. Aunque a largo plazo las consecuencias del fin del Este Europeo estén impregnados de elementos positivos (pues se coloca la posibilidad de retomar, sobre bases enteramente nuevas, un proyecto socialista de nuevo tipo, que rechace entre otros puntos nefastos, la tesis stalinista del “socialismo en un solo país” y recupere elementos centrales de la formulación de Marx), en el plano más inmediato hubo, en significativos contingentes de la clase trabajadora y del movimiento obrero, la aceptación y también asimilación de la nefasta y equivocada tesis del “fin del socialismo” y, como dicen los defensores del orden, del “fin del marxismo”. Como consecuencia del fin del llamado “bloque

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socialista”, los países capitalistas centrales vienen rebajando brutalmente los derechos y las conquistas sociales de los trabajadores, dada la “inexistencia”, según el capital, del peligro socialista hoy. Por lo tanto, el desmoronamiento de la Unión Soviética y del Este europeo, al final de los años 80’, tuvieron impacto en el movimiento obrero. Bastaría solamente recordar la crisis que abatió los partidos comunistas tradicionales y el sindicalismo a ellos vinculado. Es preciso agregar todavía - y este es el cuarto elemento central de la crisis actual - que, con la enorme expansión del neoliberalismo a partir de fines de los 70’ y la consecuente crisis del welfare state, se dio un proceso de regresión de la propia socialdemocracia, que pasó a actuar de manera muy próxima a la agenda neoliberal, de lo cual la Tercera Vía de Tony Blair es expresión. El Neoliberalismo pasó a dictar el ideario y el programa a ser implementados por los países capitalistas, inicialmente en el centro y luego después en los países subordinados, contemplando la reestructuración productiva, la privatización acelerada, el estrangulamiento del Estado, la implantación de políticas fiscales y monetarias sintonizadas con los organismos mundiales de hegemonía del capital como el Fondo Monetario Internacional La destrucción de los derechos sociales de los trabajadores, el combate cerrado al sindicalismo de clase, a la propagación de un subjetivismo y de un individualismo exacerbados de la cual la cultura “posmoderna” es expresión, así como una clara animosidad contra cualquier propuesta socialista contraria a los valores e intereses del capital, son trazos marcantes de este período reciente. Este proceso complejo afectó fuertemente el interior del mundo del trabajo. Particularmente en los últimos años se intensificaron las transformaciones en el propio

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proceso productivo. Fundamentalmente, esa forma de producción flexibilizada busca la adhesión de fondo, por parte de los trabajadores, que deben aceptar integralmente el proyecto del capital. Se procura una forma de aquello que llamé, en ¿Adiós al Trabajo? (1999), de involucramiento manipulatorio llevado al límite, donde el capital busca el consentimiento, la adhesión y la cooptación de los trabajadores, en el interior de las empresas, para viabilizar un proyecto que es aquel diseñado y concebido según los fundamentos exclusivos del capital. Esta forma flexibilizada de acumulación capitalista, basada en la reingeniería, en la empresa enxuta, para recordar algunas expresiones del nuevo diccionario del capital, tuvo consecuencias enormes en el mundo del trabajo. Podemos aquí tan sólo indicar las más importantes: 1) hay una creciente reducción del proletariado fabril estable, que se desarrolló en la vigencia del binomio taylorismo/fordismo y que viene disminuyendo con la reestructuración, flexibilización y desconcentración del espacio físico productivo, típico de la fase del toyotismo; 2) hay un enorme incremento del nuevo proletariado, del subproletariado fabril y de servicios, lo que ha sido denominado mundialmente de trabajo precarizado. Son los “tercerizados”, subcontratados, “part-time”, entre tantas otras formas semejantes, que se expanden en innumerables partes del mundo. Inicialmente, estos puestos de trabajo fueron tomados por los inmigrantes, como los gastarbeiters en Alemania, el lavoro nero en Italia, los chicanos en los EE. UU., los dekaseguis en el Japón, etc. Pero hoy, su expresión alcanza también a los trabajadores especializados y remanentes de la era tayloristafordista;

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3) se vive un aumento significativo del trabajo femenino, que alcanza más del 40% de la fuerza de trabajo en los países avanzados, y que ha sido preferentemente absorbido por el capital en el universo del trabajo precarizado y desregulado; 4) hay un incremento de los asalariados medios y de servicios, lo que posibilitó un significativo incremento en el sindicalismo de estos sectores, aunque el sector de servicios ya presencie también niveles de desempleo acentuado; 5) hay exclusión de los jóvenes y de los “viejos” del mercado de trabajo: los primeros acaban muchas veces engrosando la filas de movimiento neonazistas y aquellos con cerca de 40 años o más, una vez desempleados y excluidos del trabajo, difícilmente consiguen un empleo nuevo; 6) hay una inclusión precoz y criminal de niños en el mercado de trabajo, particularmente en los países de industrialización intermediaria y subordinada, como en los países asiáticos, latinoamericanos, pero que alcanza también a innumerables países centrales; 7) hay una expansión de lo que Marx llamó trabajo social combinado (Marx, Capítulo VI, Inédito, 1994), donde trabajadores de diversas partes del mundo participan del proceso de producción y de servicios. Lo que, es evidente, no camina en el sentido de la eliminación de la clase trabajadora, sino de su precarización y utilización de manera todavía más intensificada. En otras palabras: aumentan nos niveles de explotación del trabajo. Por lo tanto, la clase trabajadora se fragmentó, se heterogeneizó y se complejizó todavía más. Se tornó más calificada en varios sectores, como en la siderurgia, donde hubo una relativa intelectualización del trabajo,

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pero se descalificó, se precarizó en diversos ramos, como en la industria automovilística, donde el obrero no tiene más la misma importancia, sin hablar de la reducción de los inspectores de calidad, de los gráficos, de los mineros, de los portuarios, de los trabajadores de la construcción naval, etc. Se creó, de un lado, en escala minoritaria, el trabajador “polivalente y multifuncional” de la era informática, capaz de operar con máquinas con control numérico y a veces, de ejercitar con más intensidad su dimensión más intelectual. Y, de otro lado, hay una masa de trabajadores prevaricados, sin calificación, que hoy está presenciando las formas de part-time, empleo temporario, parcial, o entonces, viviendo el desempleo estructural Avanzando conceptualmente podemos decir que la clase trabajadora hoy incluye a la totalidad de aquellos que venden su fuerza de trabajo, teniendo como núcleo central los trabajadores productivos (en el sentido dado por Marx, especialmente en el Capítulo VI, Inédito, 1994). Ella no se restringe, por lo tanto al trabajo manual directo, sino incorpora la totalidad del trabajo social, la totalidad del trabajador colectivo asalariado. Siendo el trabajador productivo aquel que produce directamente plusvalía y que participa directamente del proceso de valorización del capital, él detenta, por eso, un papel central en el interior de la clase trabajadora, encontrando en el proletariado industrial su núcleo principal. Por lo tanto, el trabajo productivo, donde se encontraba el proletario, en la interpretación que hacemos de Marx, no se restringe al trabajo manual directo (aunque en él encuentra su núcleo central), incorporando también formas de trabajo que son productivas, que producen plusvalía, pero que no son directamente manuales. Pero la clase trabajadora engloba también a los trabajadores improductivos, aquellos cuyas formas de

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trabajo son utilizadas como servicio, sea para uso público o para el capitalista, y que no se constituyen en cuanto elemento directamente productivo, en cuando elemento vivo del proceso de valorización del capital y de creación de plusvalía. Son aquellos en que, según Marx, el trabajo es consumido como valor de uso y no en cuanto trabajo que crea valor de cambio. El trabajo improductivo abarca una amplia gama de asalariados, desde aquellos insertos en el sector servicios, bancos, comercio, turismo, servicios públicos, etc., hasta aquellos que realizan actividades en las fábricas, pero que no crean directamente valor. Se constituyen en general en un segmento asalariado en expansión en el capitalismo contemporáneo - los trabajadores en servicios -, aunque algunos de sus parcelas se encuentren en retracción. Son aquellos que se constituyen en trabajadores no productivos, generadores de antivalor en el proceso de trabajo capitalista, pero que son necesarios para la supervivencia del sistema. Considerando, por lo tanto, que todo trabajador productivo es asalariado y que no todo trabajador asalariado es productivo, una noción contemporánea de clase trabajadora, vista de modo ampliado, debe, a nuestro entender, incorporar la totalidad de los trabajadores asalariados. Eso no elimina el papel de centralidad del trabajador productivo, del trabajo social colectivo, creador de valores de cambio, del proletariado industrial moderno en el conjunto de la clase-que-vive-deltrabajo, lo que nos parece por demás evidente, cuando la referencia es dad por la formulación de Marx. Pero, como hay un creciente imbricación entre trabajo productivo e improductivo en el capitalismo contemporáneo, y como la clase trabajadora incorpora estas dos dimensiones básicas del trabajo sobre el capitalismo, esta noción ampliada nos parece fundamental para la comprensión de lo que es la clase trabajadora hoy.

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Una noción ampliada de clase trabajadora incluye, entonces, todos aquellos que venden su fuerza de trabajo a cambio de un salario, incorporando, más allá del proletariado industrial, de los asalariados del sector servicios, también el proletariado rural, que vende su fuerza de trabajo para el capital. Incorpora el proletariado precarizado, o subproletariado moderno, part time, el nuevo proletariado de los McDonalds, los trabajadores ‘guionizados’ de que los que habló Beynon (1995), los trabajadores tercerizados y precarizados de las empresas liofilizadas de las que habló Juan José Castillo (1996 e 1996a), los trabajadores asalariados de la llamada “economía informal”, que muchas veces son indirectamente subordinados al capital, más allá de los trabajadores desempleados, expulsados del proceso productivo y del mercado de trabajo por la reestructuración del capital, y que hipertrofian el ejército industrial de reserva, en la fase de expansión del desempleo estructural. La clase trabajadora hoy excluye, naturalmente, los gestores del capital, sus altos funcionarios, que poseen el papel de control del proceso de trabajo, de valorización y reproducción del capital en el interior de las empresas y que reciben rendimientos elevados o aquellos que, teniendo un capital acumulado, viven de la especulación y de los intereses. Excluye también, a nuestro entender, los pequeños empresarios, la pequeña burguesía urbana y rural propietaria. En la nueva composición de la clase trabajadora se presencia, como vimos anteriormente, un aumento significativo del trabajo femenino, que ha sido absorbido por el capital, preferentemente en el universo del trabajo part time, precarizado y desregulado. En el Reino Unido, por ejemplo, el contingente femenino superó recientemente el masculino en la composición de la fuerza de trabajo. Se sabe que esta expansión del trabajo femenino tiene, entretanto, significado

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inverso cuando se trata de la temática salarial, donde la desigualdad salarial de las mujeres contradice a su creciente participación en el mercado de trabajo. Su porcentaje de remuneración es bien menor de aquel recibido por el trabajo masculino. Lo mismo ocurre frecuentemente en lo que concierne a los derechos y condiciones de trabajo. En la división sexual del trabajo, operada por el capital dentro del espacio fabril, generalmente las actividades de concepción o aquellas basadas en capital intensivos son realizadas por el trabajo masculino, en cuanto aquellas dotadas de menor calificación, más elementales y frecuentemente fundadas en trabajo intensivo, son destinadas a las mujeres trabajadoras (y, muy frecuentemente, también a los trabajadores/as inmigrantes y negros/as). La mujer trabajadora todavía realiza su actividad laboral doblemente, dentro y fuera de la casa, dentro y fuera de la fábrica. Y al hacerlo, más allá de la duplicidad del acto laboral, ella es doblemente explotada por el capital: desde luego por ejercer, en su espacio público, su trabajo productivo en el ámbito fabril; pero, en el universo de su vida privada, consume horas decisivas de su vida en el trabajo doméstico, donde posibilita (al mismo capital) su reproducción, en esta esfera del trabajo no directamente mercantil, donde se crean las condiciones indispensables para la reproducción de la fuerza de trabajo de su marido, de sus hijos y de si misma. Sin esta esfera de la producción no directamente mercantil, las condiciones de reproducción del sistema de metabolismo social del capital estarían bastante comprometidas, sino inviabilizadas. En el proceso más profundo de emancipación del género humano, hay, entretanto, una acción que nos parece imprescindible entre los hombres y las mujeres que trabajan. Esa acción tiene en el capital y en su sistema de metabolismo social la fuente de subordinación

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y extrañamiento. Una vida llena de sentido, capaz de posibilitar el florecimiento de una subjetividad auténtica, es posible a través de una lucha contra ese sistema de metabolismo social, a través de acciones de clase del trabajo contra el capital. La misma condición que moldea las condiciones para las distintas formas de extrañamiento, para una vida desprovista de sentido en el trabajo ofrece las condiciones de florecimiento de una subjetividad auténtica y capaz de construir una vida dotada de sentido. Hombres y mujeres que trabajan son doblemente partícipes de este proceso de emancipación. Pero la lucha de las mujeres por su emancipación es también “y decisivamente- una acción contra las formas históricos-sociales de opresión masculina. En este dominio, la lucha feminista emancipatoria es precapitalista, encuentra vigencia sobre el dominio del capital” será poscapitalista, pues el fin de la sociedad de clases, no significa directa e inmediatamente el fin de la opresión de género. Claro que el fin de las formas de opresión de clase, si es generador de una forma societal auténticamente libre, autodeterminada y emancipada, podrá posibilitar la aparición de condiciones históricosociales nunca vistas anteriormente, capaces de ofrecer condiciones sociales igualitarias que permitan la verdadera existencia de subjetividades diferenciadas, libres y autónomas. Aquí las diferencias de género, distintas y auténticas, se tornan capaces de posibilitar relaciones entre hombres y mujeres verdaderamente desprovistas de formas de opresión existentes en las más distintas formas de sociedades de clases. Estas mutaciones crean, por lo tanto, una clase trabajadora más heterogénea, más fragmentada y más compleja, dividida entre trabajadores calificados y descalificados, del mercado formal e informal, jóvenes y viejos, hombres y mujeres, estables y precarios, inmigrantes y nacionales, blancos y negros, etc., sin hablar de las divisiones que provienen de la inserción

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diferenciada de los países y de sus trabajadores en la nueva división internacional del trabajo. Al contrario, entretanto, de aquellos que defienden el “fin del papel central de la clase trabajadora” en el mundo actual, el desafío mayor de la clase-que-vivedel-trabajo, en este viraje del siglo XX para el XXI, es soldar los lazos de pertenencia de clase existentes entre los diversos segmentos que comprenden el mundo del trabajo. Y, de ese modo, procurando articular desde aquellos segmentos que ejercen un papel central en el proceso de creación de valores de cambio, hasta aquellos segmentos que están más al margen del proceso productivo, pero que, por las condiciones precarias en que se encuentran, se constituyen en contingentes sociales potencialmente rebeldes frente al capital y a sus formas de (des)socialización. (Ver Bihr: 1991). Estas transformaciones en curso no posibilitan, por lo tanto, otorgar estatuto de validez teórica a las tesis sobre el fin del trabajo en el modo de producción capitalista. Lo que se evidencia todavía más cuando se constata que la mayor parte de la fuerza de trabajo se encuentra dentro de los países llamados de Tercer Mundo, donde las tendencias anteriormente apuntadas tienen inclusive un ritmo bastante particular y diferenciado. Restringirse a Alemania o a Francia y a partir de ahí hacer generalizaciones y universalizaciones sobre el fin del trabajo o de la clase trabajadora, desconsiderando lo que pasa en países como India, China, Brasil, México, Corea del Sur, Rusia, Argentina, etc., para no hablar de Japón, se configura como una equivocación de gran significado. Eso sin mencionar que la eliminación del trabajo y la generalización de esta tendencia sobre el capitalismo contemporáneo ― incluyendo el enorme contingente de trabajadores del Tercer Mundo ― supondría la destrucción de la propia economía de mercado, por la incapacidad de integración del proceso de acumulación

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de capital, ya que los robots no podrían participar del mercado como consumidores. La simple sobrevivencia de la economía capitalista estaría comprometida, sin hablar de tantas otras consecuencias sociales y políticas explosivas que desencadenaría esta situación. Todo eso evidencia que es una equivocación pensar en la desaparición o fin del trabajo en cuanto perdurase la sociedad capitalista productora de mercancías y, lo que es fundamental, también no es posible proyectar ninguna posibilidad de eliminación de la clase-quevive-del-trabajo, en tanto estén vigentes los pilares constitutivos del modo de producción del capital. V. Las formas contemporáneas de la centralidad del trabajo El estudio profundo de las relaciones entre trabajo productivo e improductivo, manual e intelectual, material e inmaterial, así como la forma asumida por la división sexual del trabajo, la nueva configuración de la clase trabajadora, entre varios otros elementos, nos permitirán recolocar y dar concretud a la tesis de la centralidad de la categoría trabajo en la formación societal contemporánea, contra la deconstrucción teórica que fue realizada en los últimos años. Al contrario de la propagada substitución del trabajo por la ciencia, o todavía de la substitución de la producción de mercancías por la esfera comunicativa, de la propagada substitución de la producción por la información , las nuevas formas de interpenetración existentes entre las actividades productivas e improductivas, entre las actividades fabriles y de servicios, entre actividades laborales y las actividades de concepción, entre producción y conocimiento científico, que se viene ampliando en el mundo contemporáneo, se configuran como elementos suficientes para mostrar

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la forma contemporánea de la centralidad del trabajo y hacer la crítica de la crítica. En este último capítulo vamos a procurar responder las siguientes indagaciones: ¿las mutaciones en curso acarrean inevitablemente la pérdida de referencia y de relevancia del ser social que trabaja? ¿La categoría trabajo no es más dotada de estatuto de centralidad, en el universo de la praxis humana existente en la sociedad capitalista contemporánea? ¿La llamada “crisis de la sociedad del trabajo” debe ser entendida como el fin de la posibilidad de revolución del trabajo? ¿El trabajo no constituye más el elemento estructurante de una nueva forma de sociabilidad humana? ¿No es más protoforma de la actividad humana, necesidad de efectivizar el intercambio entre los seres sociales y la naturaleza, y entre los mismos seres sociales? Cuando se piensa en la totalidad del mundo del trabajo, al contrario de aquellos autores que defienden la pérdida de la centralidad de la categoría trabajo en la sociedad contemporánea, las tendencias en curso, ya sean en dirección hacia una mayor intelectualización del trabajo fabril o al incremento del trabajo calificado, ya sea en dirección a la descalificación o a su subproletarización, no permiten concluir a cerca de la pérdida de esta centralidad en el universo de una sociedad productora de mercancías. Aunque presenciando una reducción cuantitativa (con repercusiones cualitativas) en el mundo productivo, el trabajo abstracto cumple un papel decisivo en la creación de valores de cambio. La reducción del tiempo físico de trabajo en el proceso productivo, así como la reducción del trabajo manual directo y la ampliación del trabajo más intelectualizado, no niegan la ley del valor, cuando se considera la totalidad del trabajo, la capacidad de trabajo socialmente combinada, el trabajador colectivo como expresión de múltiples actividades combinadas. Cuando se habla de la crisis de la sociedad del

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trabajo, es absolutamente necesario calificar de qué dimensión se esta tratando: si es una crisis de la sociedad del trabajo abstracto (como sugiere Robert Kurz, 1992) o si se trata de la crisis del trabajo también en su dimensión concreta, en cuanto elemento estructurante del intercambio social entre los hombres y la naturaleza (como sugieren Offe, 1989; Gorz, 1990; Habermas (1991 e 1992; Dominique Méda, 1997; Rifkin, 1995, entre tantos otros). En el primer caso, el de la crisis de la sociedad del trabajo abstracto, hay una diferenciación que nos parece decisiva y que en general ha sido negligente. La cuestión esencial aquí es: ¿la sociedad contemporánea es o no predominantemente movida por la lógica del capital, por el sistema productor de mercancías, por el proceso de valorización del capital? Si la respuesta fuese afirmativa, la crisis del trabajo abstracto, cuando se dice adiós al trabajo, se estaría cometiendo una grave equivocación analítica, pues se considera de una sola manera un fenómeno que tiene doble dimensión. En cuanto creador de valores de uso, cosas útiles, forma de intercambio entre el ser social y la naturaleza, no nos parece plausible, concebir en el universo de la sociabilidad humana, la extinción del trabajo social. Sí es posible visualizar, para más allá del capital, la eliminación de la sociedad del trabajo abstracto - acción esta naturalmente articulada con el fin de la sociedad productora de mercancías - es algo ontológicamente distinto suponer o concebir el fin del trabajo como actividad útil, como actividad vital, como elemento fúndante, protoforma de actividad humana. En otras palabras: una cosa es concebir, con la eliminación del capital y de su sistema de metabolismo social, el fin del trabajo abstracto, del trabajo extrañado y alienado; otra muy distinta, es concebir la eliminación, en el universo de la sociabilidad humana, del trabajo concreto, que crea cosas socialmente útiles y que, al hacerlo, (auto)

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transforma a su propio creador. Una vez que se conciba el trabajo desprovisto de esta doble dimensión, resta identificarlo como sinónimo de trabajo abstracto, trabajo extrañado y fetichizado. La consecuencia que de esto discurre, en la mejor de las hipótesis, es imaginar una sociedad del “tiempo libre”, con algún sentido, pero que conviva con las formas existentes de trabajo extrañado y fetichizado. Cuando concebimos la forma contemporánea del trabajo, en cuanto expresión del trabajo social, que es más complejo, socialmente combinado y todavía más intensificado en sus ritmos y procesos, no podemos acordar con las tesis que minimizan o desconsideran el proceso de creación de valores de cambio. Al contrario, defendemos la tesis de que la sociedad del capital y su ley del valor necesitan cada vez menos del trabajo estable y cada vez más de las diversificadas formas de trabajo parcial o part-time, tercerizado, que son en escala creciente, parte constitutiva del proceso de producción capitalista. Exactamente porque el capital no puede eliminar el trabajo vivo del proceso de creación de valores, él debe aumentar la utilización y la productividad del trabajo de modo de intensificar las formas de extracción del sobretrabajo en tiempo cada vez más reducido. Por lo tanto, una cosa es tener la necesidad imperiosa de reducir la dimensión variable del capital y la consecuente necesidad de expandir su parte constante. Otra, muy diferente, es imaginar que eliminando el trabajo vivo, el capital pueda continuar reproduciéndose. La reducción del proletariado estable, heredero del taylorismo/fordismo, la ampliación del trabajo intelectual abstracto en el interior de las plantas productivas modernas, y la ampliación generalizada de las formas de trabajo precarizado, part-time, tercerizado, desarrolladas intensamente en la “era de la empresa flexible” y de la

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desverticalización productiva, son fuertes ejemplos de la vigencia de la ley del valor, una vez que son asumidos como centralidad del trabajo abstracto que produce las formas de descentrar el trabajo, presentes en la expansión monumental del desempleo estructural Cuando concebimos la forma contemporánea del trabajo, también no podemos acordar con la tesis de la transformación de la ciencia en la principal fuerza productiva, en sustitución al valor-trabajo, que se habría tornado inoperante (conforme la tesis de Habermas, 1975). Esta formulación, al “substituir” la tesis del valor-trabajo por la conversión de la ciencia en principal fuerza productiva, acaba por desconsiderar un elemento esencial dado por la complejidad de las relaciones entre la teoría del valor y la del conocimiento científico. O sea, parece desconsiderar que el trabajo vivo, en interacción con la ciencia y la tecnología constituye una compleja y contradictoria relación social capitalista, que impide y limita la expansión autónoma de la ciencia. No se trata de decir que la teoría del valor no reconoce el papel creciente de la ciencia, sino que esta se encuentra impedida en su posibilidad de desarrollo autónomo por la base material de las relaciones entre capital y trabajo, la cual no puede superar. Y es por esta restricción estructural, que libera y además impide la expansión de la ciencia para el incremento último de la producción de valores de cambio, que impide el salto cualitativo societal para una sociedad productora de bienes útiles según la lógica del tiempo disponible. Por eso la ciencia no puede convertirse en la principal fuerza productiva dotada de autonomía. Prisionera de esta base material, menos de que una cientifización de la tecnología hay, conforme sugiere Mészáros (1989), un proceso de tecnologización de la ciencia. Ontológicamente prisionera del suelo material estructurado por el capital, la ciencia no puede tornarse su principal fuerza productiva. Ella interactúa con el trabajo, en la necesidad preponderante de

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participar del proceso de valorización del capital. No se sobrepone al valor, sino es una parte intrínseca de su mecanismo. Esta interpenetración entre actividades laborales y ciencia nos parece, por lo tanto, más compleja: el saber científico y el saber laboral se mezclan más directamente en el mundo contemporáneo sin que el primero se sobreponga al segundo. Varios experimentos, de los cuales el proyecto Saturno de la General Motors, en los EE. UU. (tratado anteriormente) es ejemplar, fracasaron cuando procuraron automatizar el proceso productivo desconsiderando el trabajo. Las máquinas inteligentes no pueden substituir a los trabajadores. Al contrario, su introducción utiliza el trabajo intelectual del obrero que al interactuar con la máquina informatizada, acaba también por transferir parte de sus nuevos atributos intelectuales a la nueva máquina que resulta de este proceso. Se establece, entonces, un complejo proceso interactivo entre trabajo y ciencia productiva, que no puede llevar a la extinción del trabajo. Este proceso de retroalimentación impone al capital la necesidad de encontrar una fuerza de trabajo todavía más compleja, multifuncional, que debe ser explotada de manera más intensa y sofisticada, al menos en los ramos productivos dotados de mayor incremento tecnológico. Con la conversión del trabajo vivo en trabajo muerto, a partir del momento en que, por el desarrollo de los softwares, la máquina informática pasa a desempeñar actividades propias de la inteligencia humana, o lo que se puede presenciar es, para usar una expresión de Lojkine, un proceso de objetivación de las actividades cerebrales junto a la máquina, de transferencia del saber intelectual y cognitivo de la clase trabajadora para la maquina informatizada. La transferencia de capacidades intelectuales para la maquina informatizada, que se convierte en lenguaje de la máquina, propia de la fase

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informática, a través de las computadoras, acentúa la transformación de trabajo vivo en trabajo muerto. Otra tendencia operada por el capital, en la fase de la reestructuración productiva, en lo que concierne a la relación entre trabajo y valor, es aquella que reduce los niveles de trabajo improductivo dentro de las fábricas. La eliminación de varias funciones como supervisión, vigilancia, inspección, gerencias intermediarias, etc., medida que se constituye en elemento central del toyotismo y de la empresa capitalista moderna con base en la lean production, busca transferir e incorporar al trabajo productivo, actividades que eran anteriormente hechas por trabajadores improductivos. Reduciendo el trabajo improductivo, a través de su incorporación al propio trabajo productivo, el capital pierde obligaciones sobre la parcela del conjunto de trabajadores que no participan directamente del proceso de creación de valores. Más allá de la reducción del trabajo improductivo, hay otra tendencia dada por la creciente imbricación entre trabajo material e inmaterial, una vez que se presencia, en el mundo contemporáneo, la expansión del trabajo dotado de mayor dimensión intelectual, ya sea en las actividades industriales más informatizadas, ya sea en las esferas comprendidas por el sector servicios o en las comunicaciones, entre tantas otras. La expansión del trabajo en servicios, en esferas no directamente productivas, pero que muchas veces desempeñan actividades imbricadas con el trabajo productivo, se muestra como otra característica importante de la noción ampliada de trabajo, cuando se quiere comprender su significado en el mundo contemporáneo. Dado que en el mundo de la tecnociencia, la producción de conocimiento se torna un elemento importante de la producción de bienes y servicios, se puede decir que, con J. M. Vincent (1995) los saberes de los trabajadores se constituyen en una característica

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central de la capacidad de trabajo en general, los saberes de los trabajadores constituyen una característica central de la capacidad de trabajo en general, presentándose cada vez más como fuerza de trabajo inteligente, que reacciona a las situaciones productivas en mutación igualando sus problemas. La ampliación de las formas de trabajo inmaterial se torna, por lo tanto, otra característica del sistema de producción en las industrias de tecnología avanzada, una vez que el sistema productivo carece, como dice Lazzarato (1993), crecientemente de actividades de investigación, comunicación y marketing, para la obtención anticipada de las informaciones oriundas del mercado. Todo eso evidencia, en el universo de las empresas productivas y de servicios una expansión y ampliación de las actividades denominadas inmateriales. Las nuevas dimensiones y formas de trabajo vienen trayendo una expansión, una ampliación y una complejidad mayor de la actividad laboral, de la cual la expansión del trabajo inmaterial es ejemplo. Trabajo material e inmaterial, en la imbricación creciente que existe entre ambos, se encuentran, entretanto, centralmente subordinados a la lógica de la producción de mercancías y de capital, mismo cuando el trabajo asume la forma creciente de trabajo intelectual-abstracto, que también es absorbido por el capital como mercancía. De ese modo, las formas de producción material e inmaterial se tornan cada vez más subordinadas a una producción creciente de conocimiento que se convierten en mercancías y capital, para recordar nuevamente J.M. Vincent (1993 Ver también Tosel, 1995). De ese modo, la alienación o, más precisamente el extrañamiento (Entfremdung) del trabajo se encuentra, en su esencia, preservado. Aunque fenoménicamente minimizado por la reducción de la separación entre la elaboración y la ejecución, por la reducción de los niveles jerárquicos en el interior de las empresas, la

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subjetividad que emerge en la fábrica o en las esferas productivas de punta es expresión de una existencia inauténtica y extrañada, para recurrir a la formulación de N. Tertulian (1993). Más allá del saber obrero, que el fordismo expropió y transfirió para la esfera de la gerencia científica, para los niveles de elaboración, la nueva fase del capital, de la cual el toyotismo es la mejor expresión, retransfiere el savoir faire para el trabajo, pero lo hace apropiándose crecientemente de su dimensión intelectual, de sus capacidades cognitivas, procurando envolver más fuerte e intensamente la subjetividad obrera. Pero el proceso no se restringe a esta dimensión, una vez que parte del saber intelectual es transferido para las máquinas informatizadas, que se tornan más inteligentes, reproduciendo parte de las actividades y ellas transferidas por el saber intelectual del trabajo. Como la máquina no puede suprimir el trabajo humano, ella necesita de una mayor interacción entre la subjetividad que trabaja y la nueva máquina inteligente. Y, en este proceso, el involucramiento interactivo aumenta todavía más el extrañamiento del trabajo, amplía las formas modernas de la reificación, distanciando todavía más la subjetividad del ejercicio de una cotitianeidad auténtica y autodeterminada. Si el extrañamiento permanece y se complejiza en las actividades de punta del ciclo productivo, en aquella parcela aparentemente más “estable” de la fuerza de trabajo que ejerce el trabajo intelectual abstracto, el cuadro es todavía más intenso en los estratos precarizados de la fuerza humana de trabajo, que viven las condiciones con mayor desprotección de derechos y en condiciones de inestabilidad cotidiana, dada por el trabajo part-time, temporario, precarizado, para no hablar en los crecientes contingentes que viven el desempleo estructural. Sobre la condición de la precarización o de la expulsión del trabajo, el extrañamiento asume una forma todavía más

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intensificada y más brutalizada, pautada por la pérdida (casi) completa de la dimensión de humanidad. De la explosión de Los Angeles, en 1992, a las explosiones de desempleados de Francia, en expansión desde principios de 1997, asistimos a muchas manifestaciones de revuelta contra los extrañamientos, de aquellos que son expulsados del mundo del trabajo e, consecuentemente, impedidos de vivir una vida dotada de algún sentido. En el polo más intelectualizado de la clase trabajadora, que ejerce su trabajo intelectual abstracto, las formas de reificación tienen una concreción particular, más compleja (más “humanizada” en su esencia deshumanizadora), dada por las nuevas formas de “involucramiento” e interacción entre trabajo vivo y maquinaria informatizada. En los estratos más penalizados por la precarización/exclusión del trabajo, la reificación es directamente más deshumanizada y brutalizada en sus formas de vigencia. Lo que compone el cuadro contemporáneo de los extrañamientos o de las alienaciones en el mundo del capital, diferenciados respecto a su incidencia, pero vigente en tanto manifestación que atañe a la totalidad de la clase-quevive-del-trabajo. Los elementos analíticos presentados a lo largo de este ensayo nos permiten avanzar en nuestra crítica a la formulación de Habermas, presente en su Teoría de la Acción Comunicativa, en lo que concierne a su tentativa teórica de deconstrucción del trabajo (Habermas, 1991 e 1992). Habermas, como sabemos, en su crítica a Marx, realiza una disyunción analítica esencial entre trabajo y interacción, entre praxis laboral e acción intersubjetiva, entre actividad vital y acción comunicativa, entre sistema y mundo de la vida. Pero al hacerla, pierde el momento en que se realiza la articulación inter-relacional entre teleología y causalidad, entre mundo de la objetividad y de la subjetividad, cuestión nodal para la compresión del ser social. Habermas atribuye a Marx la reducción de la esfera comunicativa a la acción instrumental. 188

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Como contraposición, realiza una sobrevalorización y disyunción entre estas dimensiones decisivas de la vida social, y la pérdida de este lazo indisoluble permite a Habermas valorizar y autonomizar la esfera comunicativa. En ese sentido, hablar de colonización del mundo de la vida por el sistema parece ser, entonces, una versión muy tenue, en el mundo contemporáneo, frente a la totalización operada por la vigencia del trabajo abstrato y por la fetichización de la mercancía y sus repercusiones reificadas en el interior de la esfera comunicativa. Y el capitalismo por cierto es mucho más que un subsistema. En el nivel más abstracto, la limitación analítica habermasiana se hace efectiva por la pérdida de la relación de distancia y prolongación existente entre el trabajo y la praxis interactiva, que asume la forma relacional entre esferas que se tornaron disociadas a partir de la complejidad de la vida societal. Mientras para Habermas se opera un desacoplamiento que lleva a la separación, para Lukács de la Ontología de Ser Social tiene lugar un distanciamiento, una mayor complejidad y ampliación que, entre tanto, no rompe el lazo y los vínculos indisolubles entre estas esferas de la sociabilidad, vínculos que ocurren tanto en la génesis, como en el propio proceso emancipatorio. (Lukács, 1981) Habermas, al contrario, en la disyunción que opera a partir de la complejidad de las formas societales, conferirá a la esfera del lenguaje y de la comunicación el espacio y el sentido privilegiado de la emancipación. Ambos, entre tanto, confieren un papel central a la esfera de la subjetividad, tanto en la génesis como en el devenir. Pero el tratamiento que ofrecen a esta categoría es complemente distinto. Para Habermas, el dominio de la subjetividad es complementario al mundo exterior, en cuanto para Lukács esta separación es desprovista de significado.

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Para Habermas, en la disyunción que realiza a partir de la complejidad de las formas societales, con a efectivización del desacoplamiento entre sistema y mundo de la vida y la consecuente autonomización de la intersubjetividad, corresponderá a la esfera del lenguaje y de la razón comunicativa un sentido emancipatorio. En Lukács, al contrario, los vínculos entre subjetividad y trabajo son indisolubles. Así, tanto en la génesis del ser social, como en su desarrollo y en el propio proceso emancipatorio, el trabajo, en cuanto momento fúndante de la propia subjetividad humana, a través de la continua realización de las necesidades humanas, de la búsqueda de la producción y reproducción de su vida societal, de la génesis de la propia conciencia del ser social, se muestra como elemento ontológicamente esencial y fúndante. Si, para Habermas, el fin del “paradigma del trabajo” es una constatación posible, como resultado de sus propios presupuestos analíticos, para Lukács, la complejidad societal no disolvió el sentido original (y esencial) presente en el proceso de trabajo, entre teleología y causalidad, entre mundo de la objetividad y la esfera de la intersubjetividad. En el contexto del capitalismo tardío, la tesis habermasiana de la pacificación de los conflictos de clases se encuentra hoy, a menos de veinte años de su publicación, sufriendo un fuerte cuestionamiento. No sólo el welfare state se viene desmoronando en un relativamente escaso conjunto de países donde él tuvo efectiva vigencia, como también las mutaciones presenciadas en el interior del Estado intervencionista acentuaron su sentido fuertemente privatizante. De este cuadro lleno de mutaciones, se viene desintegrando también, y de manera creciente, la base empírica limitada de sustentación de la crítica habermasiana a la pacificación de las luchas sociales, dada por la hegemonía del proyecto socialdemócrata en el interior

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del movimiento de los trabajadores. Y, mismo cuando este proyecto se presenta victorioso electoralmente, él está cada vez más distanciado de los valores del reformismo socialdemócrata que tuvo vigor en el período de posguerra. Con la erosión creciente del welfare state (y el consecuente enflaquecimiento de su sistema de seguridad social), a lo largo de las últimas décadas y en particular de los años 90, la expresión fenoménica y contingente de la pacificación de los conflictos de clases ― que Habermas quería conferir estatuto de determinación ― viene dando muestras crecientes de envejecimiento precoz. Lo que era una supuesta crítica ejemplificadora de la “incapacidad marxiana de comprender el capitalismo tardío” muestra en verdad una fragilidad del constructo habermasiano. Las recientes acciones de resistencia de los trabajadores parecen, señala una dirección opuesta y ejemplifican las formas contemporáneas de confrontación asumidas entre el capital social total y la totalidad del trabajo. Y una de esas luchas centrales es aquella volcada para a reducción de la jornada (o del tiempo) de trabajo. Es lo que trataremos a continuación, en la parte final de nuestro texto. La lucha por la reducción de la jornada diaria (o del tiempo semanal) de trabajo ha sido una de las más importantes reivindicaciones del mundo del trabajo, una vez que constituye un mecanismo de contraposición a la extracción del sobre-trabajo, realizado por el capital, desde su génesis con la revolución industrial y contemporaneidad con la acumulación flexible de la era del toyotismo y de la máquina informática. Desde el advenimiento del capitalismo la reducción de la jornada de trabajo se muestra como central en la acción de los trabajadores, condición preliminar, conforme dice Marx, para una vida emancipada.

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En los días actuales, esta formulación gana todavía más concreción, pues se muestra, como un mecanismo importante (aunque, cuando es considerado aisladamente, es bastante limitado) para intentar minimizar el desempleo estructural que afecta un conjunto enorme de trabajadores y trabajadoras. Pero transciende mucho esta esfera de la inmediatez, una vez que la discusión de la reducción de la jornada de trabajo se configura como un punto de partida decisivo, anclado en el universo de la vida cotidiana, para, por un lado, permitir una reflexión fundamental sobre el tiempo, y tiempo de trabajo, el autocontrol sobre el tiempo de trabajo y el tiempo de vida. Y, por otro, al posibilitar el florecimiento de una vida dotada de sentido fuera del trabajo. Con eso entramos en otro punto crucial, que se constituye en el eje central de nuestro libro Os Sentidos do Trabalho: una vida llena de sentido fuera do trabajo supone una vida dotada de sentido dentro del trabajo. No es posible compatibilizar trabajo asalariado, fetichizado y extrañado con tiempo (verdaderamente) libre. Una vida desprovista de sentido en el trabajo es incompatible con una vida llena de sentido fuera del trabajo. En alguna medida, la esfera fuera del trabajo estará manchada por la desfetichización que se da en el interior de la vida laboral. Como el sistema global del capital de nuestros días abarca también las esferas de la vida fuera del trabajo, la desfetichización de la sociedad del consumo tiene como corolario imprescindible la desfetichización en el modo de producción de las cosas. Lo que torna su conquista mucho más difícil, no interrelaciona decisivamente la acción por el tiempo libre con la lucha contra la lógica del capital y la vigencia del trabajo abstracto. Una vida llena de sentido en todas las esferas del ser social, dada por la omnilateralidad humana, solamente

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podrá efectivizarse a través de la demolición de las barreras existentes entre tiempo de trabajo y tiempo de no-trabajo, de modo que, a partir de una actividad vital llena de sentido, autodeterminada, para más allá de la división jerárquica que subordina el trabajo al capital hoy vigente y, por lo tanto, sobre bases enteramente nuevas, se pueda desarrollare una nueva sociabilidad tejida por individuos (hombres y mujeres) sociales y libremente asociados, donde ética, arte, filosofía, tiempo verdaderamente libre y ocio, en conformidad con las aspiraciones más auténticas, suscitadas en el interior de la vida cotidiana, posibiliten las condiciones para la efectivización de la identidad entre individuo y género humano, en la multilateralidad de sus dimensiones. En formas enteramente nuevas de sociabilidad, donde libertad y necesidad se realizan mutuamente. Si el trabajo se torna dotado de sentido, será también (y decisivamente) a través del arte, de la poesía, de la pintura, de la literatura, de la música, del tiempo libre, del ocio, que el ser social podrá humanizarse y emanciparse en su sentido más profundo. Si el fundamento de la acción colectiva fuese dirigida radicalmente contra las formas de (des)socialización del mundo de las mercancías, la lucha inmediata por la reducción de la jornada o tiempo de trabajo se torna enteramente compatible con el derecho al trabajo (en jornada reducida y sin reducción de salario). De ese modo, la lucha contemporánea inmediata por la reducción de la jornada (o del tiempo) de trabajo y la lucha por el empleo, al contrario de ser excluyentes, se tornan necesariamente complementarias. Y el emprendimiento societal por un trabajo lleno de sentido y por la vida auténtica fuera del trabajo, por un tiempo disponible para el trabajo un por un tiempo verdaderamente libre y autónomo fuera del trabajo ― ambos, por lo tanto,

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fuera del control y del comando opresivo del capital ― se convierten en elementos esenciales en la construcción de una sociedad no más regulada por el sistema del metabolismo social del capital y sus mecanismos de subordinación. El ejercicio del trabajo autónomo, eliminado el dispendio de tiempo excedente de la producción de mercancías, eliminado también el tiempo de producción destructivo y superfluo (esferas estas controladas por el capital) posibilitará el rescate verdadero del sentido estructurante del trabajo vivo, contra el sentido (des) estructurante del trabajo abstracto para el capital. Esto porque sobre el sistema de metabolismo social del capital, el trabajo que estructura el capital, desestructura el ser social. El trabajo asalariado que da sentido al capital, genera una subjetividad inauténtica en el propio acto de trabajo, al reestructurar el ser social, habrá desestructurado el capital. Y ese mismo trabajo autodeterminado que dejó sin sentido al capital, generará las condiciones sociales para el florecimiento de una subjetividad auténtica y emancipada, dando un nuevo sentido al trabajo. *** A pesar de la heterogeneización, complejización y fragmentación de la clase trabajadora, las posibilidades de una efectiva emancipación humana todavía pueden encontrar concreción y viabilidad social a partir de las revueltas y rebeliones que se originan centralmente en el mundo del trabajo; un proceso de emancipación simultáneamente del trabajo, en el trabajo y por el trabajo. Esta formulación no excluye ni suprime otras formas importantes de rebeldía y protesta. Pero, viviendo en una sociedad que produce mercancías, valores de cambio, las revueltas del trabajo acaban teniendo estatuto de centralidad. Todo el amplio espectro de asalariados que comprenden el sector de servicios, más los trabajadores “tercerizados”, los trabajadores del mercado informal,

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los “trabajadores domésticos”, los desempleados, los subempleados, etc., pueden sumarse a los trabajadores directamente productivos y por eso, actuando en tanto clase, constituirse en el segmento social dotado de mayor potencialidad anticapitalista. Del mismo modo, la lucha ecológica, los movimientos feministas y tantos otros nuevos movimientos sociales tienen mayor vitalidad cuando consiguen articular sus reivindicaciones singulares y auténticas, con la denuncia de la lógica destructiva del capital (en e caso del movimiento ecologista) y del carácter fetichizado, extrañado y “des-realizador” del género humano, generado por la lógica societal del capital (en el caso del movimiento feminista). Esta posibilidad depende, evidentemente, de la particularidad socioeconómica de cada país, de su inserción en la (nueva) división internacional del trabajo, así como de la propia subjetividad de los seres sociales que viven del trabajo, de sus valores políticos, ideológicos, culturales, de género, etc. Y las recientes huelgas y las explosiones sociales, presenciadas por los países capitalistas, se constituyen en importantes ejemplos de las nuevas formas de confrontación social contra el capital. Estas acciones, entre tantas otras, muchas veces mezclando elementos de estos polos diferenciados de la clase-que-vive-del-trabajo, en su nueva morfología del trabajo, constituyen importantes ejemplos de estas nuevas confrontaciones contra la lógica destructiva que preside la sociabilidad contemporánea

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