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PERFILES. Homenaje al primer instructor

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EDITORIAL

EDITORIAL

Krzysztof Szafrański

Homenaje al primer INSTRUCTOR DE ESCALADA en Colombia.

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Las historias de vida que se tejen en torno a la escalada y la montaña suelen tener capítulos inspiradores, marcando un destino que muchos decidimos seguir. Una de esas historias de vida que más ha transformado la escalada en Colombia, fue la llegada de “El Polaco” Cristobal (Krzysztof) Szanfranski.

Corrían los años 70´s y los jóvenes aventureros polacos aprovechaban la apertura política de su país para buscar desafíos por todo el mundo. Una generación de jóvenes entusiastas aventureros, naciente de las difíciles condiciones que les había heredado la política soviética. Veían en las altas cordilleras su oportunidad ideal para maximizar su libertad en las cimas. Algunos buscaron el Himalaya, dando origen a lo que posteriormente se conoció como la “edad dorada” del himalayismo polaco; otros buscaron Los Andes, entre ellos nuestro Polaco.

En 1975, Cristobal Szanfranski llegó al país como jefe de la expedición “Andes 75”, organizada por el Club Marítimo de Espeleología de Gydnia, de Polonia, que invitada por la Universidad Nacional de Colombia y por la Empresa Colombiana de Turismo, exploró y efectuó estudios preliminares en 24 cavernas de Huila y Santander, y escaló entre otras, el Pico Sur del Nevado del Huila. Después de mes y medio de exploraciones y escaladas, Cristobal fue cautivado por el país anfitrión y por los encantos de una colombiana.

Cristobal regresó a su país natal para entregar informes de sus expediciones por Venezuela, Colombia y Perú, pero con la seguridad de regresar prontamente a las tierras del realismo mágico. Poco tiempo después, El Polaco desembarcaría en el puerto de Barranquilla, cargado con fardos repletos de pertenencias y equipos de montañismo, escalada y espeleología; sin tener idea del idioma español, pero con la fuerte determinación polaca de volver al lado de Rebeca, la colombiana que había motivado su radical cambio de vida.

Para esa misma época, finales de los 70´s, un entusiasta grupo de jóvenes iniciaba viajes y escaladas en Colombia. Entre ellos, Marcelo Arbeláez y Juan Pablo Ruiz, que recomendados por el grupo “Campo Abierto”, llegaron a las puertas de Cristobal para tomar, lo que pudo haber sido el primer curso de escalada en Colombia. El Polaco no hablaba español, pero con ingenio y pasión, logró transmitir con ejemplos y dibujos los conocimientos que tenía en técnicas de escalada y montaña. Así entonces, se convirtió en el primer instructor de escalada del país. Pero lo más importante de sus enseñanzas no fue la técnica o las maniobras, sino la ética, actitud y pasión que se le debe a la escalada. Cada domingo, día de prácticas en las Rocas de Suesca, una diferente ruta de escalada era abierta bajo las instrucciones del Polaco: apertura escalando, siempre de abajo hacia arriba, escalada limpia, libre y artificial siempre saliendo por la cima, la pared permanecía sin modificarse. Así fueron las primeras rutas y aún así se conservan las clásicas de Suesca. Cristobal importó a las paredes de Suesca la ética de apertura Polaca.

“EL POLACO” Amigo y Maestro.

Amediados de 1976 recibimos una invitación de la asociación Campo Abierto para tomar un curso de montañismo, escalada y espeleología. Era dictado por un polaco recién radicado en Colombia. Llegamos un sábado en la tarde a un edificio de Pablo VI; ahí vivía Krzysztof y Rebequita, su esposa colombiana, la razón por la que se radicó en nuestro país.

Nos recibió en la buhardilla del apartamento y nos sorprendió la cantidad de equipo de montañismo, escalada y espeleología que tenía (por cierto, muy ordenado). Fue maravilloso encontrar todo ese equipo de montaña, para ese entonces en Colombia no existía la posibilidad de contar con nada de este material.

Increíblemente, el polaco no hablaba español y no teníamos ningún idioma común para comunicarnos, solo su gran recursividad, así que a través de ilustraciones de un libro en polaco, su interés por enseñar y nuestra fascinación por aprender, iniciamos como únicos alumnos, el curso con el polaco. Este se convirtió en toda una formación integral en técnicas, prácticas, filosofía y actitud hacia la actividad de montaña en sus diversos contextos. El curso no tenía

tiempo de finalización y consistía en clases teóricas los sábados en la tarde en la buhardilla de Pablo VI y prácticas los domingos en las Rocas de Suesca. Todo era nuevo para nosotros.

23 Aprendimos a hacer rappel con la técnica dulfer donde la cuerda pasa por el cuerpo y es la fricción la que frena el descenso. No existían arneses, para escalar nos amarrábamos directamente a la cuerda mediante el nudo As de guía. En cada práctica, el Polaco nos motivaba a abrir una nueva ruta utilizando clavijas y martillos con mosquetones ovalados de hierro y ascendiendo con botas grulla o botas rígidas de caminar. Todo era una aventura, siempre regidos por la importancia de la seguridad de nosotros mismos y en la economía de los recursos. Nos enseñó a fabricar nuestro propio equipo, en PERFILES

herrerías hacíamos los clavos, martillos, crampones y piolets. Cuando llegó el momento de alta montaña, con materiales comprados en el 7 de agosto y San Victorino, fabricamos botas, chaquetas impermeables, carpa y aislantes.

En ese momento, la vida de nosotros giraba alrededor de los estudios y las clases de montañismo y escalada; Marcelo estudiaba geología en la Universidad Nacional, mientras Juan Pablo, estudiaba Economía en los Andes y trabajaba en una cantera. De profesor y alumnos, pasamos a ser amigos y compañeros de aventuras. Después de un año de clases y prácticas le dijimos al polaco que queríamos graduarnos, fue así que nos llevó al Cocuy. Frente al Púlpito del Diablo nos dijo, “ustedes ya están en capacidad de escalar esta pared, ¡ese es su examen! yo los observo desde aquí”. Con la cuerda polaca, 10 clavijas y 8 mosquetones de hierro escalamos la pared vertical de roca de 80 metros que emerge del glaciar del Pan de Azúcar. Para ese momento el equipo del polaco ya era nuestro equipo, lo habíamos ido comprando a medida que avanzaba el curso.

A partir de este curso y de las innumerables enseñanzas del polaco, surgió la iniciativa de crear la primera academia de montañismo en Colombia que denominamos “El Escalador”. Marcelo actuaba como ayudante del maestro (que era el Polaco). Se hicieron dos cursos con amigos de Rebequita y otros referidos. Para el tercer curso, se habían inscrito un grupo de estudiantes del colegio Andino; a su vez, el Polaco tenía un viaje a su tierra natal, así que le dijo a Marcelo, “tú ya puedes ser el profesor, ¡adelante!”. Qué mejor forma de hacer que alguien surja, enseñarle, darle las herramientas y motivar a que confíe en sí mismo, ese ha sido el mayor legado que el polaco “Cristobalín” dejó en nuestras vidas. Compartimos con el “Polaquillo” muchas situaciones y momentos, con su gran espíritu recursivo, de aventura, entrega y amistad.

Para finales del año 1980, nos enteramos que Antoine Fabre, geólogo suizo y gran escalador (que estaba realizando estudios de geología de la sierra del Cocuy), y Sergio Gaviria el más destacado montañista colombiano del momento, se habían propuesto escalar la primera ruta en una gran pared de alta montaña en Colombia, que correspondía a los 650 metros de la pared oriental del Ritacuba Blanco. Admirados por el gran valor de dicho reto, lo compartimos con el polaco quien sin dudarlo nos dijo, “¡ustedes también pueden!”. Fue así que para el 31 de diciembre de ese mismo año a las 12 de la noche, colgando en hamacas a 250 metros de la base del filar oriental del Ritacuba Negro y a 200 metros de la cumbre, celebramos con Antoine y Sergio de pared a pared la llegada del nuevo año, mediante señales de luces con nuestras linternas frontales.

Krzysztof el Polaquillo, ha marcado el camino hacia cada pared y cada montaña recorrida, dándonos la mejor guía con su ejemplo y enseñanza. Nos acompañó en los primeros viajes al Himalaya y gracias a sus enseñanzas, logramos en el año 2001 ascender la cumbre del Monte Everest. El primer ascenso colombiano; con el apoyo de un equipo de once colombianos, Manolo Barrios y Fernando González Rubio en la primera cordada y nosotros dos en la segunda, logramos para Colombia la cima más alta del mundo, logro que hoy agradecemos a Krzysztof, nuestro amigo y maestro.

Por: Marcelo Arbeláez y Juan Pablo Ruiz

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