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Alexander McQueen su última escenificación
Décimo aniversario luctuoso Alexander McQueen: su última escenificación
Francisco Solís
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Sólo la distancia de diez años de su muerte nos permite analizar con atención la terrible escenificación que dejó tras de sí el diseñador británico Alexander McQueen al suicidarse. Según el testimonio de su asistente, fue encontrado colgado en su vestidor; había una vela todavía prendida en el piso, y sus perros ladraban desesperadamente en la puerta. El reporte de la policía indicó que en el lugar se encontró una copia de un libro llamado The Descent of Man, que recontaba la trayectoria del artista Wolfe Von Lenkiewicz, en cuya contraportada Lee Alexander McQueen había escrito:
Por favor cuiden a mis perros. Lo siento, los amo. Lee. P. D. Entiérrenme en la iglesia.
Su madre, Joyce McQueen, había muerto apenas unos días antes, y el mundo entero asumió que el motivo de su suicidio había sido esta irreparable pérdida. Sin embargo, su médico, el doctor Stephen Pereira, aseguró que Alexander se sentía muy presionado por su trabajo en la industria de la moda: por un lado, era el área de su vida en la que había alcanzado algo extraordinario; por el otro, después de cada show se sentía muy deprimido, aislado y decaído.
EL VESTIDOR: SU CARRERA
La ropa, la moda, lo que ello implicó en la vida de McQueen resultó ser un don y una maldición al mismo tiempo. Muy joven, a los 16 años, encontró trabajo como patronista y cortador en la casa Anderson & Sheppard, de Savile Row, uno de los sastres del príncipe Carlos de Inglaterra. Ahí demostró su aptitud con el gis y las tijeras, y fue este oficio el que lo llevaría a la muerte y a la posteridad. Tras un breve periodo en Gieves & Hawkes, fue contratado por la manufacturera de vestuarios teatrales Angels & Bermans, cuya influencia continuó sintiéndose en sus creaciones grandilocuentes, con toques casi operísticos, que lo hicieron tan popular entre músicos y celebridades.
Con apenas 20 años, trabajó con el diseñador japonés Koji Tatsuno, antes de viajar a Milán para trabajar con Romeo Gigli como patronista y cortador. Todo perfilaba para que abriera su propia marca, pero decidió concluir sus estudios en el Central St. Martins College of Art and Design de Londres. Ahí conoció a la que sería su amiga, musa y descubridora: la antigua editora de Vogue Inglaterra, Isabella Blow. Ella se convirtió en una especie de mecenas que invirtió en el talento del joven Lee y le sugirió usar su segundo nombre para crear su marca: Alexander McQueen. En 2007, Isabella Blow se suicidó, y Alexander dedicó su colección 2008 a su memoria.
Los ojos del mundo voltearon a ver a este diseñador con su colección Highland Rape, de 1995, cuya espectacularidad y violencia, combinadas con una finura de acabados y alta costura, no habían sido vistas en una pasarela europea. Tal fue el revuelo, que la casa francesa Givenchy contrató a McQueen para ser el diseñador de sus siguientes colecciones, de modo que, sin esperarlo, siguió los pasos de John Galliano, y fue el segundo gran diseñador inglés en ser alabado en París.
En el documental McQueen, Alexander recuerda que la casa Givenchy fue una experiencia excitante, pero que el principal motivo para firmar el contrato fue obtener los fondos necesarios para hacer crecer su propia marca. Y así lo hizo: tras cinco años en esa casa, McQueen terminó su relación con Givenchy, argumentando que estaba muy restringido creativamente y que, para realizar su visión, tendría que cambiar de raíz la estética parisina de Givenchy. De este modo, regresó a Londres a trabajar nuevamente su propia versión de la moda.
Sin duda alguna, el momento más esperado durante todas las fashion weeks de París en la década de 2000 a 2010 era la colección de Alexander McQueen, no sólo por el prestigio que brinda una marca, sin importar lo que presente —como ocurre con muchas de las grandes casas de moda—, sino porque era seguro que él desarrollaría un concepto en un espectáculo que daría de qué hablar por mucho tiempo.
McQueen tenía la capacidad de sintetizar en sus creaciones complejos problemas tanto históricos como sociales y, en sus últimas colecciones, exploró los lados oscuros de la moda, su propia psicología y la naturaleza humana. Sus colecciones mostraban a la élite de la moda las cosas que no se atrevían a ver, con un discurso bien estructurado, en una envoltura de alta costura inapelable. Sus piezas hablaban de la naturaleza violenta y salvaje del ser humano, en un tiempo en el que los grandes nombres buscaban, en una estética manierista, la idealización de un estilo de vida que no existe en la realidad.
Su creatividad abarcaba una gama que iba desde lo onírico y fantasioso hasta lo más terreno y grotesco, presentado de forma elegante y con alto rigor en el oficio; con ello, logró convertirse no sólo en un diseñador de moda, sino en un artista que en la pasarela jugaba con la escultura y el performance.
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LOS PERROS: SU INTIMIDAD
Una de las características de Alexander McQueen como persona era su total falta de presunción. Hijo de un taxista y una profesora, representaba una figura disruptiva en la sociedad fashionista por sus maneras desenfadadas, su cuna humilde y la preocupación por su familia; del mismo modo, parecía un extranjero en su propio entorno familiar, al tener aspiraciones artísticas y haber sido muy claro, desde temprana edad, sobre su homosexualidad. La aceptación de su familia era fundamental para él. Aunque tenía una sólida y amorosa relación con su madre, su padre no comprendía bien su profesión y su mundo, y no estuvo en buenos términos con él sino hasta que alcanzó cierto nivel de éxito. De hecho, no resulta extraño verlo cerrar sus desfiles al lado de sus padres, con sus amigos, sus seres queridos e, incluso, con sus perros. Estaba orgulloso y quería compartir su éxito con ellos y, al mismo tiempo, recibir validación a nivel personal y familiar.
A pesar de su éxito y renombre, McQueen no fue inmune al inclemente sistema de la moda, a esa obsesión por la belleza y la perfección inalcanzable. El sentimiento de resultar inadecuado lo orilló a realizarse cirugías estéticas para alcanzar una imagen personal que encajara en los estándares admitidos en el medio, para dejar de ser el adolescente suburbano y con sobrepeso. Para asumirse como el diseñador más famoso del mundo, tenía que parecer el personaje, to look the part.
El proceso depresivo en el que se encontraba, que involucró una gran cantidad de drogas y alcohol, no puede definirse sino como el resultado de la imposición de la moda sobre su creatividad. Imposible ver las colecciones de Alexander McQueen sin un dejo de tristeza, tras conocer su historia personal: su lucha, su familia, su infancia y el peso que la dictadura de la moda y la prisión que implica ser una celebridad. Sin duda, la muerte de su madre tuvo un peso importante en la decisión de quitarse la vida, pero no puede decirse que ésa fue la causa: lo fue todo lo demás y, encima de ello, no tener un hogar al cual regresar y en el que pudiera resguardarse.
WOLFE VON LENKIEWICZ: SU LEGADO
El hecho de que haya dejado su nota suicida en un libro de Wolfe Von Lenkiewicz es muy revelador. ¿Por qué elegir a este artista? Sin duda influyó sobre él, y se trata de un reflejo de su mundo interior y su carrera creativa. Von Lenkiewicz se centró en ideas religiosas, creacionistas, mitológicas y científicas para elaborar un proyecto de re-secuenciación (término tomado en préstamo de los genetistas). Ambos artistas utilizaron el lenguaje existente de las imágenes en una nueva y fantástica sintaxis visual. A la manera de un naturalista del siglo xix como Darwin, catalogan las variedades de la experiencia iconográfica: injertan múltiples imágenes para producir sorprendentes híbridos de un inquietante y extraño nuevo orden de “especies”. Tal vez, ésta es la forma en la que él aspiraba a ser recordado.
La escena de su muerte: el vestidor, la vela, los perros y el libro de Lenkiewicz no son accidentales, sino piezas dentro de la última escenificación que evoca tanto su vida como su carrera, su inspiración, su creatividad y su búsqueda.
God Save McQueen! +