MaGín 2

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Marzo 2007

Año 1, No. 2

GÉNESIS “Al principio fue el verbo”, dije. Después abrí tus piernas, y callé. Alfonso García Cortéz

FILOSOFÍA DE LA ALCOBA Hay que tocar antes de entrar. Elizabeth Algrávez

MAESTRO Dedicado a Víctor Soto Ferrel

Se escurre con pasos casi milimétricos hacia su destino. Mirada profunda y ojos diafragmáticos. Tuve que seguir sus ecos por las paredes de la casa de Asterión para encontrarme tomando un colectivo de regreso al centro. Alonso Díaz y Mavi Robles

¡YEAH, BABY! El tiempo es un anciano de pantalones cortos, bigote recortado y rostro infantil. Sucede que cuando se roba un segundo, un minuto, una hora o hasta un día, es muy probable encontrarlo a la mañana siguiente apostando el botín obtenido en algún casino de Las Vegas mientras grita “¡Yeah, baby, give me a million dollars!” Alonso Díaz


APUNTE CALLEJERO 1 La escena es un encuentro entre un hombre y un perro. El hombre no es de esa ciudad ni de ese país. El perro sí y es callejero del vecindario de esa ciudad. Esa noche hombre y perro se encuentran casualmente. Perro que baja el callejón, hombre que va subiendo para llegar a casa de esa ciudad acantilada. 2 La escena no logre evitarla: vi venir a mi encuentro la figura negra de ese perro en la penumbrade las 8:30 de la noche en ese callejón. Es el perro callejero del vecindario, le llaman Muchacho. Se lo digo en inglés y mueve la cola, se lo pronuncio en español y responde igual, sin duda es un perro bilingüe. Nos encontramos ayer, yo subía la calle de callejón, que me sube a casa.El perro dejó su camino, comenzó a seguirme olfateando la bolsa de pan que mi mano sujetaba. Le dije Muchacho y continuó a mi lado. No logré evitar esa figura perruna, solitaria, junto a mí me acompaño hasta la puerta, le di un pedazo de pan. Esa figura, perraza como hermana a mi condición. Llegando de calle en calle, de frontera en frontera. Buscando un sitio, buscando una trinchera para defender mi existencia en una ciudad acantilada. Manuel Luna

PARA ESTOS DÍAS DE FRÍO Tejer una bufanda no es nada complicado. El meollo está en coordinar ágilmente los derechos y revés (si se quiere una puntada sencilla), ser creativo en la combinación de colores y calcular la longitud y anchura exacta del producto. Pero lo más importante es conseguir un estambre resistente (de preferencia poliéster) para que, llegada la hora, no se reviente y te deje a medio asfixiar. Rosa Razo

SIN TÍTULO Por encima de los gatos prefiero cien animales. Mi vecina, una mujer ya mayor, se hizo de unos seis o siete que tomaron la costumbre de rondar en mi patio por el día y de maullar a la ventana por la noche. Me incomodé, claro, y les diré que fui paciente algunos días, pero confieso también que no quise llegar a mártir. Yo, falto de valor, evité reclamar a la vecina, ella me agrada. En cambio decidí buscar a Rigo, un joven de algunos catorce años que tiene una destreza natural para desaparecer a los animales que no caben en su agrado y que, convenientemente, sabe ser discreto.

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A los pocos días encontré a la señora un tanto preocupada y, hasta cierto punto, triste. Me preguntó si había mirado al Lorenzo y al Pinto, que supuse eran dos de sus gatos. No, lo siento, le contesté. No supe decir más, solo vi que buscaba por cualquier rinconcillo con la vista baja y así, sin alzar los ojos, dijo Menos mal que la Lola está panzona. Mario Araujo

EL HOMBRE DEL CIGARRILLO Ahí va otra vez el hombre del cigarrillo: camina de un lado a otro y se detiene en la entrada del cuarto. Veo su silueta perfectamente delineada detrás de esa sábana blanca que simula una puerta. ¿Me estará vigilando? ¡Y mi abuela que no despierta! No, no puedo moverme y me refugio bajo este cobertor que huele a rancio y mi única luz protectora es la del televisor encendido que proyecta La noche de los muertos vivientes. Tengo calor, mucho calor y… ¡Dios mío!: míralo ahí otra vez chupando y expulsando el humo. ¿Quién será ese hombre de sombrero? Debí aguantar el sueño y haberme quedado en esa aburrida fiesta de la boda de mi tío: prefiero que me obliguen a bailar a esta sensación de helamiento total. Mientras tanto, tendré que esperar a papá y mamá bajo mi pequeño refugio de tela añeja soportando el baño de sudor y esperando no ser atacado por el hombre del cigarrillo. Me despiertas cuando lleguen. Néstor Robles

SIN TÍTULO Dejo caer mis ropas. Entro en ella y sé que tenía razón. En su inmovilidad. En su rancio sudor. En sus nulos intentos de fingir lo que no siente. Percibo la paz. La verdadera conclusión de mi historia. - G. H. Porcayo

Aún desnuda. Ella se recarga en la cabecera de la cama y se acaricia el pelo. Sus rígidos pezones denotan frío. Un ahogado grito de placer o dolor se escucha en otra de las habitaciones. Es normal. El cuarto a media luz da la impresión de una escena extraída del cine negro ―Ya es tarde― se dice a sí misma. Rápido se levanta y comienza a buscar su ropa. Utiliza una de sus medias para limpiarse las manchas de la cara y después se acomoda el cabello frente al espejo con las dos manos. Toma su tiempo. No hay prisa. Sale del cuarto sin voltear a mirar a la cama, ni al hombre con un disparo en la nuca que yace boca a bajo en ella. Jhonnatan Curiel

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PATER NOSTER Esculpo santos en el interior de una iglesia. El señor obispo sale con celeridad del confesionario. Se para en el púlpito y escupe sus manos. Se arrodilla al pie de una monja crucificada por pagana, llora y se persigna. Escucho campanadas. Él revisa la hora y sonríe como diablo. Le acaricia la entrepierna a una amante imaginaria, y se dirige al dormitorio con la canastilla del diezmo. Abre la puerta. Entra lentamente. Se despoja de los oficios y la sotana cae al suelo. Se queda erguido, quieto. Un niño vestido de negro entra a hurtadillas. Sólo hay silencio. Termino mi escultura. En el campanario revolotean las palomas porque llaman a misa de seis. Veo salir de la habitación al niño convertido en hombre, desnudo, sollozante. Trae un rosario entre sus manos. Reza el Padrenuestro. Gotas blancas le recorren las mejillas. Luis Alfredo Gastelum

PERECEDERO Miguel me contaba que una vaca en su rancho familiar había muerto al parir. La carne se iba a distribuir entre toda la familia. “¿No se te hace feo y gracioso, dijo, un vegetariano se la puede comer porque no sufrió? Dios nos la dio”. Entre risa y risa estuve de acuerdo con él. “Pobre vaquita, cada bocado nos recordará que no vio caminar a su crío.” Ninguno de los dos reía ya. Lo único que se me venía a la mente era: ¿qué será de mí cuando muera? No sé qué pensó Miguel, solo sé que rompió el silencio diciendo “Por eso espero no morir en alguna región remota donde alguien pueda decir: dios nos lo dio.” Patricia Casian

AZUL Cuando te vayas prometo llorar mucho, guardar en pequeñas botellas cristalinas cada una de las lágrimas que derrame por ti y para ti. Cuando haya suficientes las enviaré a donde estés junto con una nota que diga cuánto te amo. Así ya no tendrás problema cuando estés lejos tocando otras frutas, queriendo fingir que me extrañas y cuán arrepentida estás de hacerme daño. Sólo tendrás que destapar una botella, beberla e inmediatamente llorarás. Mis lágrimas correrán por tus mejillas engañando a tu corazón, haciéndolo creer que me amas más que nunca, aunque para ti ya tenga otros ojos, otro cuerpo, otro corazón… Querrás pretender que mi voz, mi acento mimetizan tu ambiente. Pero cuando regreses te darás cuenta que en efectosoy otra, a la que el corazón se le secó de tanto llorar, alguien que ya no ama, ya no llora, alguien que sólo lucha por sobrevivir al enorme vacío que dejó la mujer azul. Sarah A. Zarza

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NÉMESIS Domingo al medio día. Me levanto decidida a vestir un atuendo gallardo, acorde a la ocasión. La fiesta brava no es cualquier cosa –me repito una y otra vez-. Sin darme cuenta ya estoy en mi butaca. Las lentejuelas que visten al matador armonizan con el sol, me deslumbran, ciegan mis pensamientos. Esa fue una faena irresistible. Me siento desorbitada, arrebatada. El tercero de la tarde encara su cita con desfachatez. Me excita, me toma por completo. Hoy es el día, hoy es la tarde del aficionado afortunado. Desdoblo mi capote. Me llaman al ruedo. Estoy dispuesta a protagonizar esta afrenta. Un pase de frente, un ligue de suertes. El capote posee al cielo por un momento, se escapan mis fuerzas. Estoy mareada, aturdida. Siento como mi sangre se calienta, un torrente de sudor escurre por mi rostro. La última suerte desata mis instintos. Ahora corro con frenesí. Automáticamente estoy de vuelta en mi casa. El reloj puntual marca las seis. Mi entusiasmo se desdibuja frente al espejo. Mi cabeza está bañada en sangre y uno de mis cuernos destrozado. Retiro la banderilla que se aloja en mi espalda. Y me desplomo para morir de cara al sol. Mavi Robles Castillo

IPSO FACTO El hombre enfadado mira el reloj de su oficina. Las siete en punto, se repite con desgano. Toma las llaves de su carro y camina distraído. Acto seguido llama a su mujer y le explica: ―Disculpa, amor, tengo junta. Duérmete. No me esperes. Sube a su deportivo último modelo y se dirige a la cantina de costumbre. En el primer crucero un auto con cuatro colosales mujeres se le empareja. Ellas le sonríen y él sorprendido contesta el gesto. Inicia el flirteo y preso de la emoción baja la capota de piel en señal de triunfo. Casi sin darse cuenta siente una efigie elevarse dentro de su pantalón. Contento, toma otra vez el teléfono y dice: ―Amor, siempre no hay junta. Llego en quince minutos. Acuesta a los niños. Inmediatamente se ensaña con el acelerador y sin reparo empieza a violar señales de tránsito. Un alto por aquí, dos semáforos por allá. Hasta que un individuo más astuto y apurado que él, hábilmente, se atraviesa en su camino y lo obliga a estancarse en un semáforo antes de su casa. Obsesionado contempla la luz y empieza una desesperante cuenta regresiva. De repente descubre que la pieza arquitectónica se disuelve en la espera. Herido marca a su casa y balbucea: ―Amor, lo siento. Siempre sí hay junta. Mavi Robles Castillo

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PANDORA Su padre, al morir, le dejó una cajita metálica negra, con una llave que colgaba de un cordel rojo. En el lecho de muerte le hizo prometer que guardaría siempre la caja, pero que jamás la abriría. Pasaron muchos años. Él siempre luchó contra la tentación, esforzándose por cumplir lo que le había prometido a su padre. Pero ahora, cuando él mismo está a punto de morir, no quiere irse sin saber qué se oculta allí. Luchando inútilmente contra la curiosidad última, abre la caja, saca el papel que hay dentro y puede leer que su padre le maldice. Aquiles Heredia Getino

SENTENCIA ―¿Qué buscas?– preguntó el prisionero a la mariposa nocturna. ―El camino adecuado para guiarte al infierno. Álvaro Conchas

INTERFERENCIA Todo el pueblo de Noschataron fue a la plaza central a orar porque la tierra no daba fruto. Algunos pensaban que no la trabajaban apropiadamente, que les faltaba conocerla mejor. Pidieron a Dios que los iluminara, pero Él oyó mal y los eliminó a todos. Roberto Rábago

ESPEJO Todos los días te observaba vagar por mi cuerpo. Me intrigaba tu manera de seguir cada ruta y de esconder toda intención. Así procuraba resarcirme día a día, para que al andar por mis caminos no encontraras falla alguna. Semanas pasaron y nada cambiaba. La intriga se acre6


centaba haciendo insoportable aquella rutina. Fue entonces cuando decidí actuar. Me acerqué a ti con miradade pánico y tú me devolviste el gesto, cerré mi puño y te pegué con la fuerza suficiente para derribar un elefante. Tranquilamente me di la vuelta y al caminar sólo se oían los pedazos de tu cuerpo crujiendo bajo mis pies. Sarah A. Zarza

EN EL SUPERMERCADO Fui con mamá a comprar la despensa. Cuando llegamos a pagar a la caja, vi entrar al Místico, a Mascara Sagrada, y a Octagón. En cuanto iba con ellos todo se hizo bolas. El Místico sacó una pistola y empezó a gritar ¡Esto es un asalto hijos de la chingada, al suelo! ¡Órale, cabrones! Para eso, mamá ya me había tirado al piso y no me soltaba. Nada más oí como Máscara Sagrada y Octagón le pedían el dinero a las cajeras. Cuando logré que mamá me soltara ya era demasiado tarde. Se habían ido sin que pudiera pedirles un autógrafo. Alonso Díaz

SUICIDAL Escribía una novela. En el último párrafo di muerte al personaje principal con un suicidio; sin embargo, no puede continuar la frase posterior porque la tinta se extinguió. Entonces sustraje el bolígrafo de mi garganta. Una gota de sangre colocó el punto final. Luis Alfredo Gastélum

EL POLICIA DEL CRUCERO Pasan como bólidos, tan cerca que casi pierdo el equilibrio. Ahora sé que debo estar más atento. No vaya a ser que otro se me vaya sin pagar. Fernando Alfaro 7


Marzo 2007

Año 1, No. 2

DIRECTOR GENERAL Alonso Díaz SUBDIRECTOR EDITORIAL Luis Alfredo Gastélum CONSEJO EDITORIAL DISTRIBUCIÓN Alonso Díaz Néstor Robles Rosa Razo Luis Alfredo Gastélum C. I. Solórzano Rafael Zamudio EDITORES Rosa Razo Néstor Robles CORRECCIÓN DE ESTILO Rafael Zamudio DIRECTORA ADMINISTRATIVA C. I. Solórzano IDEA DE DISEÑO Octavio Machado VERSIÓN DIGITAL Néstor Robles

Revista Mensual Tijuana, Baja California, México Marzo 2007 Edición Digital Envía tus minificciones a: colaboraciones@revistamagin.com Visita: www.revistamagin.com


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