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Máskara: Año 3, Número 15, Noviembre 2022

Mujer: magia y misterio

Aland Bisso Andrade

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Médico Internista

Hace poco escuché decir a un empresario que contratar mujeres “le resultaba caro”, que “eran frágiles para determinado tipo de trabajos” y que “perdía dinero” cuando salían embarazadas por los beneficios de los periodos prenatal, postnatal y lactancia, amén de otras desventajas “que ya todo el mundo sabía”. Estoy con- vencido de que la estupidez es un problema de salud pública; no tiene vacuna, los factores de riesgo son innumerables y muchas veces se contagia sin que te des cuenta.

Sería mucho pedir que al empresario de marras le quepa en la cabeza entender que la mujer carga con la mayor responsabilidad de la reproducción humana. El hombre simplemente echa al aire un promedio de 200 millones de espermatozoides para que solo uno de ellos llegue a su destino y cumpla su objetivo.

A partir de ahí es prescindible, sustituible y muchas veces, hasta inútil. A la mujer le basta con aportar una sola célula: enorme, redonda y radiante como el Sol. Una formidable célula que, ante la presencia de millones de espermatozoi- des, abrirá su cerradura para aceptar a uno solo, el de su preferencia, y a quien le cortará la cabeza y desechará el resto antes de dejarlo ingresar. Acto seguido, fusionará ambas cargas genéticas y pondrá en marcha la mecánica de la vida, el milagro de lo que somos. El huevo fecundado camina por la trompa hacia el útero y se organiza ahí la for- mación del embrión para su implante definitivo. Durante nueve meses se alimentará, desarrollará y crecerá a ex- pensas de la madre (que ya lo es desde el momento mismo de la fecundación), bajo riesgo de serias complicaciones que pueden poner en riesgo su vida, además de alteraciones anatómicas y estéticas que le dejarán huellas imborrables.

Dánae, personaje de la mitología griega, es un símbolo del amor divino

“Dánae” (Gustav Klimt)

La muerte materna en el mundo es alrededor de 211 muertes por cada 100.000 nacidos vivos (en el Perú la cifra está cerca a las 90 muertes por cada 100.000 nacidos vivos). Eso es lo que ignora el empresario del que hablamos al inicio. Su madre arriesgó su vida por él. Los factores de riesgo para morir son múltiples, pero las más expuestas y vulnerables son aquellas gestantes que viven lejos de los servicios de salud y que no tienen un adecuado control durante el embarazo; sin embargo, pueden resultar igual o peor agravante el hecho de vivir en una sociedad machista y discriminatoria que se empecina en ver a la mujer como una simple máquina de hacer y criar hijos, y valorizada en el mismo nivel con el que se considera a un animal de carga, a la combi o a un mototaxi. Solo un cerebro obtuso y de neuronas tan retorcidas y estúpidas como su propio dueño, puede negar el justo derecho que tiene la mujer embarazada a los beneficios laborales que, obviamente, un hombre no puede tener.

Si la mujer es quien carga con tamaña responsabilidad biológica, entonces el costo de la reproducción humana debe ser asumido no solo por el Estado, sino por la sociedad entera. Por último, aunque no esté embarazada, su sola condición de mujer debe ser suficiente para que su peso en la economía del universo tenga una ponderación trascendental, un valor agregado que le da color al mundo que le conocemos. Más allá de su probada capacidad intelectual y física, la mujer tiene un don especial para torcer las leyes de la física y caminar en una dimensión ajena a cualquier entendimiento. ¿Acaso no es la musa inspiradora de cuanto cantor y poeta habita en este mundo? ¿Quién no tiene un suspiro y el alma en vilo cuando un bolero, un tango, un vals o una balada, evoca el recuerdo de una mujer?

Hasta hace apenas un siglo, se consideraba que los deberes de la mujer, como madre y esposa, eran incompatibles con el derecho al voto y al trabajo remunerado en iguales condiciones que los hombres. Hombre y mujer, siempre se- rán diferentes por naturaleza propia, pero ante la Ley, todos somos iguales. Y si algún hombre piensa diferente, lo invito a que se haga embarazar (puede implantarse un embrión en la cavidad peritoneal) y durante nueve meses trabaje doce horas diarias, al mismo tiempo cocine antes de salir, lleve a los niños a la escuela, regrese a limpiar, lavar, planchar y ayudar a sus hijos en sus tareas escolares, y a la vez tenga que soportar a un jefe más bruto que él, que vocifera a los cuatro vientos que “con su descanso pre y postnatal su empresa perderá plata”.

Más allá de su probada capacidad intelectual y física, la mujer tiene un don especial para torcer las leyes de la física y caminar en una dimensión ajena a cualquier entendimiento.

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