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Entre la falta ética y la Ética falta

Luis Robles Guerrero (Médico Salubrista)

Ante los hechos que han trascendido del llamado “vacunagate”, se desprenden aspectos legales, administrativos y políticos que requieren ser analizados en los espacios correspondientes. Este texto se restringe a la perspectiva ética de tal crisis.

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En el principio

El mundo vive una pandemia con alta mortalidad, donde el riesgo de morir es real y cercano. En esta situación se presenta un símil genésico donde Adán y Eva caen porque creen que –a despecho de la divina prohibición– pueden alcanzar el poder del conocimiento del bien y del mal. Hoy en día, en otro símil, en medio de lo que más pareciera el purgatorio, aparece la figura de un médico que tienta a otros para recibir una protección contra la muerte (la vacuna). Entonces, entre tentador y tentados crean una red de poder que los hace sentirse diferente a los demás y hasta con derechos o privilegios que otros no tienen.

Es en estas circunstancias de pandemia donde las personas hacen cosas que no harían en condiciones ordinarias y controladas. Pero la ética es la misma, no es que haya una ética especial para pandemias; lo que cambian son las circunstancias en la que las personas deciden hacerlo. No es difícil imaginar lo que pasa ante el miedo a morir, como ocurre en

medio de la pandemia; de ahí que si alguien ofrece una alternativa creíble para evadir la posibilidad de muerte es posible que haya personas que la tomen. Esto es lo que ocurre, por ejemplo, con la ivermectina, el dióxido de cloro y, por qué no, con la vacuna.

“No es difícil imaginar lo que pasa ante el miedo a morir, como ocurre en medio de la pandemia; de ahí que si alguien ofrece una alternativa creíble para evadir la posibilidad de muerte es posible que haya personas que la tomen”.

La decisión personal

La decisión corresponde al ejercicio personal de la autonomía y de la beneficencia, ambos principios de la bioética, y por ellos la persona puede tener el derecho a decidir por algo que le sea de provecho o beneficio, y no sentirse mal por ello. Pero el análisis técnico no culmina allí, pasa del sujeto moral que es el “yo” (el individuo) al sujeto moral que son los “otros”, y para ello rigen los principios de la no maleficencia y el de justicia social. Por tanto, la decisión personal tiene que estar supeditada a no perjudicar ni postergar a nadie, es decir, no quitarle la oportunidad al que no la tiene, mereciéndola.

Por tanto, lo que antes parecía correcto o justificable por el ejercicio de la autonomía y la beneficencia, ya no lo es cuando significa que ello afecta a otros. Así surge la expresión de la ética en acción, de actuar éticamente, y hasta acá la reflexión aplica para cualquier ciudadano.

Una persona comete una falta cuando actúa contraviniendo una norma o regla que se presume ya conoce; si no la conoce, también la puede incumplir, pero en ese caso puede argumentar desconocimiento, en cuyo caso al no haber conciencia de la falta y no haber conciencia de culpa, no habrá arrepentimiento y tampoco enmienda. Por esto es que planteamos ¿es una falta ética? o ¿la Ética falta, está ausente? Esto sería más grave.

“….lo que antes parecía correcto o justificable por el ejercicio de la autonomía y la beneficencia, ya no lo es cuando significa que ello afecta a otros”.

La decisión en el cargo

Cuando se trata de un funcionario público, a la reflexión anterior se añade que éste puede creer que, por su cargo, se justifica tener la preeminencia para acceder a un bien escaso, como la vacuna. Encontrará siempre una justificación y cualquier otra razón que justifique desplazar a otros. En el fondo actúa por una decisión basada en un supuesto ´derecho natural o divino´ basado en una preminencia que otro no tiene, pero que, sin embargo, no se realiza a la luz pública, sino de forma discreta, soterrada. Hacerlo veladamente, y

mantenerlo en secreto, es la confirmación de que no es correcto, que es prohibido y que es consciente de ello.

No puede dejarse de lado el hecho que el funcionario público debe cumplir y hacer cumplir el Código de Ética de la Función Pública (Ley N° 27815), que establece principios y deberes éticos de la función pública, como probidad, veracidad, justicia, equidad, transparencia y responsabilidad, entre otros. Es obvio que, incluso desconociendo el marco conceptual, por el marco legal vigente hay reglas claras del campo ético que el funcionario público tiene que acatar.

La Ética ausente

“La ciencia sin ética puede ser tan salvaje y cruel como la ignorancia más primitiva”.

Con la Ética pasa exactamente eso, se tiene que aprender, luego desarrollar la convicción de su importancia y necesidad para la convivencia humana, y finalmente aplicarla en lo cotidiano. La Ética de lo cotidiano es la demostración de que no se toma la Ética como algo declarativo, protocolar, ceremonial, ocasional o decorativo. Es vivencial para cada individuo, y con mayor razón para quien tiene un cargo público y toma decisiones que pueden afectar a los demás, pero que podrían privilegiarle a él o a su entorno. La formación ética debe venir desde pregrado. Reto difícil pero ineludible, si creemos que la formación profesional es una respuesta de las universidades a la sociedad en la que existe. La ciencia sin ética puede ser tan salvaje y cruel como la ignorancia más primitiva. Así sea en sociedades del siglo XXI, como acabamos de ver.

Un comentario adicional es el que corresponde a la aplicación del “principio categórico de Kant”. La persona luego de haber evaluado sí su decisión o su acción se hacen dentro del marco de la Ética, puede someterlo a la evaluación del principio categórico de Kant: “Sí eso que hago, en el momento que lo hago se vuelve una regla universal”. Es decir, si los vacunados se hubiesen preguntado qué pensarían ellos mismos si se enterasen que algunos funcionarios de manera secreta accedieron a las vacunas, y ellos fueran personal de salud o ciudadanos comunes y corrientes, ¿qué sentirían y pensarían de esa decisión? Si la respuesta es la misma que la que ellos asumen como protagonistas vacunados, entonces probablemente no hay un conflicto; pero si la opinión es diferente, opuesta a la que argumentan tomando su decisión, entonces existe un conflicto ético. La decisión de aceptar la vacuna no sería correcta.

Al final

La reflexión final incluye que se dio una circunstancia aún de consecuencias impredecibles. Sin embargo, se puede avizorar una reflexión de lo que significa la práctica ética en lo cotidiano y la necesidad de hacer que esa práctica se vuelva real y efectiva. No corresponde hacer una cacería de brujas, como suelen hacer los fariseos que se rasgan las vestiduras o los doctos que siempre saben de todo sin hacer nada. Hablamos de respetar al individuo, intentar comprenderlo en su total dimensión. A la par que la persona se someta al debido proceso en los foros que correspondan, la pregunta que deberíamos hacer es ¿cuál habría sido nuestra decisión en ese particular contexto, en el lugar de los que ahora criticamos? ¿Habríamos cometido una falta ética o habríamos demostrado que la Ética falta?

Referencias recomendadas

1. Principles of biomedical ethics / Tom L. Beauchamps, James F.

Childress.- 7th ed. 2013. Oxford

University Press.

2. Ley N° 27815, Ley del Código de

Ética de la Función Pública. Disponible en: https://www.mimp. gob.pe/files/transparencia/

CET/ley27815.pdf

3. Kant Immanuel, Fundamentación de la metafísica de las costumbres, Capítulo Segundo. © 2007, Pedro M. Rosario Barbosa.

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