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El insaciable apetito del poder
Aland Bisso Andrade (Médico Internista)
2. Aniquilamiento moral. Les puso una estrella en el pecho para identificarlos, discriminarlos, segregarlos y quitarles todos sus derechos.
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3. Expropiación de todos sus bienes materiales, propiedades y dinero.
4. Borramiento de la obra y la simbología judía. Hitler conocía el valor de los símbolos, puesto que hombres y hechos pueden perdurar a través de ellos, pese al tiempo y a la desaparición física.
Sin duda, Hitler dio una verdadera muestra de poder. Les doy más ejemplos: el poder ejercido por cualquier emperador romano, o por Gengis Kan, por Stalin, Mussolini, Pol Pot, Idi Amin Dada, Saddam Hussein, Jean-Claude Duvalier, Nicolae Ceaucescu, Augusto Pinochet, Jorge Videla, Alfredo Stroessner, Rafael Trujillo, Fidel Castro, Muamar Gadafi, entre muchos otros.
El biopoder
Cuando Hitler sometió a los judíos tuvo por objetivo final el holocausto total, la extinción de la raza. Para ello se valió de cuatro estrategias básicas:
1. Exterminio físico. Mediante asesinatos masivos (cámaras de gas, fusilamiento), y el cese de la reproducción humana separando a los hombres de las mujeres y aplicando medios masivos de esterilización. Todos los nombres arriba mencionados llegaron al poder absoluto y condensaron en una sola mano el destino entero de un país, incluyendo la vida misma de sus gobernados. A ese tipo de poder, el filósofo francés Michel Foucault denominó “biopoder”, porque es aquel que pretende convertir la vida en un objeto administrable. En este sentido, la vida sometida a una regulación política pretende ser protegida, diversificada y expandida (Hit-
ler pretendía la supremacía de la raza aria sobre la Tierra), pero para tales objetivos es necesario realizar medidas extremas, como la pena capital, la represión, la tortura, la eugenesia, el genocidio y la contracepción, a fin de acabar o modificar el cauce de la vida.
“La vida sometida a una regulación política pretende ser protegida, diversificada y expandida, para tales objetivos son necesarios la pena capital, la represión, la tortura, la eugenesia, el genocidio y la contracepción, a fin de acabar o modificar el cauce de la vida”.
Pol Pot instauró en Camboya un régimen brutal que llevó al exterminio de más de tres millones de personas en solo cuatro años de poder. En 1975 declaro el “Año Cero” y el inicio de una nueva era que primero debería borrar el pasado en todos sus aspectos: moneda, mercado, educación, vestimenta, comunicación, costumbres familiares y sociales, etc. Cualquier tipo de práctica anterior al “Año Cero” (incluso el deporte) se consideraba traición y se castigaba con la tortura o la muerte. Los niños fueron aleccionados para denunciar a sus propios padres y hasta participaban en la ejecución de los mismos.
Hoy en día, además de dictaduras como Cuba y Venezuela, entre otras, Corea del Norte vive bajo el garrote unipartidista, dictatorial y dinástico de Kim Jong-un. Líder arrogante de un régimen autocrático y militarista que bajo la amenaza de una guerra nuclear se abre paso a codazos en el escenario internacional.
En general, todo dictador se convierte con el tiempo en un monstruo maquiavélico que jamás termina de saciar su apetito de poder. Los discursos son altisonantes, mesiánicos, almibarados y repletos de frases destellantes (¿recuerdan la exclamación: ¡“Disolver!”, cuando Fujimori aniquiló el Congreso en 1992?).
El futuro dictador es un personaje que antes de entrar a palacio puede lucir modesto, humilde y respetuoso de las leyes y de sus semejantes. Sin embargo, con el correr de los días sufre una metamorfosis que lo despoja de la careta anterior. A partir de ahí infiltra sus tentáculos en todas las instituciones del Estado y se vale de funcionarios corruptos –tan ambiciosos como él– para ir armando la maquinaria que lo entronizará en el poder. Se teje así la telaraña de una mafia que, más allá de dos o tres cabezas visibles, se sustentará en cientos o miles de personajes que escaparán del dominio público y que trabajarán solo para satisfacer los intereses del dictador y su grupo de poder.
La soberbia y el despotismo marcan el ritmo del poder. El dictador destella arrogancia, omnipresencia y el aurea de que “todo lo puede”. Genera un status de superioridad que, más allá de un fascismo inevitable, sienta las bases de un sistema de gobierno absoluto que no está limitado por ley alguna. Las leyes se rompen y se confeccionan a la medida del dictador. La constitución puede ser disuelta y reformada ad-infinitum según
Adolf Hitler. Presidente y canciller de Alemania entre 1933 -1945. Precursor del nazismo y genocida del pueblo judío
Joseph Stalin, dictador de la Unión Soviética de 1924 a 1953. Responsable de la muerte de más de 20 millones de personas Pol Pot, dictador camboyano entre 1976 -1979. Responsable del asesinato, tortura y exterminó de un tercio de la población de Camboya.
los apetitos del partido reinante. Los altos mandos del ejército quedan maniatados y la libertad de prensa se reduce a su mínima expresión o desaparece. En ese marco, se genera una subcultura de sumisión basada en una política de pan con circo.
El dictador se viste de cordero y baja al llano para mezclarse con su pueblo: se pone la camiseta sudada del jugador que metió el gol del triunfo de la selección de fútbol; baila chicha y huayno en una fiesta patronal; acepta bocados de comida en cualquier mercado, se remanga la camisa y se saca los zapatos para caminar “codo a codo” con la gente que lo aclama, y hasta se burla de sus propios funcionarios y congresistas, ante el festejo de la masa que lo adula, dando una imagen de camarada, de socio, de hermano. Es él quien está con el pueblo, los demás no, y vive envuelto con el aurea del mesías que salvará a su pueblo de los malos elementos (escuchen los discursos de Chávez y Maduro). El lenguaje paternal y las medidas populistas están a la orden del día. Nada más falso. Con el correr del tiempo el paraíso prometido se convierte en un infierno sin retorno. Felizmente no son eternos, por suerte el dictador es un ente finito que tarde o temprano se acaba. Si antes no se va por muerte natural, morirá por asesinato o por condena; otros sufrirán el destierro o terminarán en la cárcel clamando indulto y perdón.
Libros y películas recomendados
Para conocer más sobre el poder, recomiendo las novelas: “Memorias de Adriano” (Margarita Yourcenar), “Yo: El Supremo” (A. Roa Bastos), “El Otoño del Patriarca” (G. García Márquez), “El Señor Presidente” (M.A. Asturias), “La fiesta del chivo” (M. Vargas Llosa) y “Los idus de marzo” (Thornton Wilder).
También se han filmado muchas películas al respecto. Las que más me gustaron: “Los gritos del silencio” (Roland Joffé), “El acorazado Potemkin” (Serguéi Eisenstein), “1900” (Bernardo Bertolucci), “La lista de Schindler” (Steven Spielberg), “El pianista” (Roman Polansky) y “El niño del pijama a rayas” (Mark Herman).