Por razones de censura, nuestra portada aparecerรก en la siguiente pรกgina, gracias a tod@s.
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+letras Revista independiente
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ÂĄGracias! Queremos agradeceros todo vuestro apoyo en esta aventura que tenemos por delante. ÂĄMuchas gracias por ser una parte de ĂŠsto y un enorme abrazo! - Equipo +Letras
Prosa
Daniel Rabanedo .... 4 Laura Fjäder .... 6
Poesía
Romina Espinosa .... 32 Ignacio Castellanos .... 39 Pablo Díaz .... 41 Iyán Vigil .... 43 Didac MJ .... 45 Ana Vega .... 50
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Cuento
Laura Lobeiras ....7 Ignacio Castellanos .... 9 Luis Carlos Palazuelos ....16
Ilustración David Mena .... 17
Relato
Noelia Antonietta .... 29
Motivación
Empiezas a interesarte por los entrenamientos, alimentación, ropa, material...todo. Descubres que gente que no conoces también hace lo que te gusta. Grupos de la zona, amigos de amigos...pero tu sigues a lo tuyo. Pasa el tiempo, sigues saliendo solo y más o menos por los mismos lugares. Ya esta superada la primera etapa, eres capaz de hacer la misma ruta de siempre pero en mucho menos tiempo que al principio. A la vez que te sientes mejor contigo mismo pierdes un poco ilusión, hasta que un día das un paso más y sales con gente que no conoces. Pensaras cosas como, ¿tendré forma suficiente?, ¡ellos son mucho más profesionales que yo, fíjate en todo!. El día anterior lo dejas todo preparado y no descansas bien, pero la ilusión puede más que todo eso. Miedo escénico ¿no?.
por Daniel Rabanedo
Y llega el día, todo listo para pasar por uno de ellos. Te sorprendes al acabar y piensas cosas como: “No estoy tan mal”, “les aguante bien”...auto engaño o realidad te preguntas ¿por qué llevo tanes que el deporte te llena de valores y to tiempo saliendo solo?, te lo has pasado genial de buenos ejemplos. Ahí va: y has descubierto un lugar nuevo del que ya estas pensando en volver cuando puedas. Ahora toda Empiezas medio de casualidad, un esa información que descubriste solo, la amplias grupo de amigos de clase te invita con el grupo de gente que vas conociendo. Además “Rabanedo, el viernes vamos a subir el Naranco rápidamente te integran en él, gente que no conoen bicicleta ¿te apuntas?” y te quedas con las ga- ces preguntan por ti en una de las innumerables nas por que la bicicleta la tienes en el pueblo. marchas a las que te apuntas y ese grupo de gente conocida cada vez se hace más grande. Una vez que la traes, preguntas…¿seguís saliendo? y entonces ya no hay vuelta atrás. Subir el Naran- Sin darte cuenta y más si eres joven, le dedicas co, llegar arriba, pasarlo bien y poder sentirte or- mucho tiempo y recursos (los pocos que tengas), gulloso de lo que hiciste no tiene precio, descubres pero te encanta y como no tienes que rendir cuenque tienes un aventurero dentro. tas a nadie, no frenas. El problema no es el tiem-
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po que le puedes dedicar, el problema es el dinero para lucir un mejor aspecto físico, es otra cosa. Te que no tienes, pues eres estudiante. Con el cambio llena, te motiva y lo quieres compartir. de estudiante a trabajador esto se invierte en gran medida. Y aquí es donde sin dejar de aprender, en esa ilusión por compartir y a la vez dejar de ser tan Quizás ya han pasado unos años y de ese grupo egoísta, te involucras más en el grupo al que pergrande de personas conocidas, que más de una y teneces o al que empiezas a crear. Difusión de la de dos... si las ves por la calle sin el casco no la actividad con fotos, vídeos, días de promoción, orreconoces :) te vas quedando más cerca con las que ganización de una carrera, marcha, ruta de promejores migas haces. Planificas más días juntos, moción, proyectos que requieran patrocinadores... más salidas, más ilusiones y definitiva más vida. tenemos ejemplos de todo. Incuso hay quien ha Compartes no solo todo lo bueno que te va pasan- conseguido la forma de ganarse la vida así. do, sino también inconvenientes que poco a poco te llegan. La familia y los amigos se resienten ¿Esto se acaba alguna vez?, en una ocasión leí: “ sino compensas bien esos días en los que tu sales Vida laboral, vida familiar y vida deportiva, escohacer lo tuyo, punto delicado ese momento pero ge dos”. No estoy de acuerdo, buscando la formula lo superas con una mejor planificación. Quizás seguro que la encuentras. Además lo que depende abandones algunos de tus “objetivos deportivos” y de nosotros podemos dedicarle el tiempo que nosote centres más en otros para no dedicarte siempre tros queramos. Por lo tanto no hay excusa. a ti mismo. Y todo esto ¿qué?. Que cuando estas esperando Como ya tienes vida deportiva, te suceden cosas a que llegue un mejor momento te estas equivode deportistas profesionales, obvio ¿no?. Exacto cando. Nada llega sino lo atraes, sino lo buscas, estoy hablando de las lesiones. No sabes lo mal sino sales de la zona de confort. Efectivamente al que lo puedes pasar hasta que te viene la primera. igual que las lesiones en el deporte, hay momentos Quizás te venga por primera vez, por ese objetivo malos en la vida. No son nada que más indicativos deportivo al que llevas mucho tiempo dedicado. para que dejemos de hacer lo que estamos hacienNo has echo bien tus deberes como deportista, te do, no va por el buen camino. ha faltado descansar, estirar, masajes...en definitiva recursos que como no eres profesional lo Todos tenemos ejemplos de logros conseguidos y pasas por alto para no dedicar más dinero. Te lo que realmente nos llena sigue el mismo esquerecuperas y sigues, con más prudencia o incluso ma: saber lo que queremos, pensar en que tienes cambiando de actividad o combinando una nueva que hacer para conseguirlo, aprender y hacerlo. con la anterior. Lo de menos es que deporte hacer, sino hacer deporte. No lo haces para adelgazar o ¡Salud!
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Joaquín Costa, 46 por Laura Fjäder
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a igual qué calle escojas, la luz es distinta en cada una.Te asfixia a medidodía y te ciega al atardecer, cuando enfilas Tallers apartando a desorientados que buscan como hormigas tiendas de discos o el restaurante más moderno del Raval.
Tabernas con moscatel de la casa se acogen a la sombra estéril del MACBA, tironeando de voluntades de pijos, estudiantes, turistas veganos, compitiendo con estudios de diseño y badulakes, tiendas de fanzines feministas. “Perdona, tienes Una Buena Barba?” “Caballo, cacahuetes, cocaína...!!! “ “Puta lo será tu madre, cabròn!!! “
Un perro ladra desde la calle al tendero del ultramarinos. Se llama Wilson. Conozco a su dueña, la fotógrafa pelirroja venida de otro planeta, maravillosa, que le tira corchos para que juegue. El tendero y Wilson se odian, es evidente.
Justo a tiempo, al otro lado de la calle, descubro a Alicia Con Zapatos Rojos. Las pestañas prestadas le llegan al suelo . Dice que así, aprovecha para barrer malos polvos . “No te escapes, que no muerdo, maricón”
Alguien ha escrito en un portal
Me acerca un tabuerete y me siento al lado de su sonrisa de barra, la más cierta, la más bonita. “Es la mejor hora, más tarde esto se llena de actores. Eduard, al chaval le pones un Negroni, invito yo.”
“El alma prende fuego cuando deja de amar” Nunca sabe uno por dònde llegarán los versos. Saco el móvil y hago una foto, de esas de “like fácil” para Instagram.
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Sol y luna por Laura Lobeiras
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a no tiene fuerzas y sin embargo, sostiene con tesón sus ojeras frente al espejo. De nuevo, pone sus puños en alza, y maldice aquel inusitado mentón que la frena y la contiene. Como un laurel de ojos peregrinos y aspaviento congelado, se planta en esa vieja mecedora que se mueve a ninguna parte; Era como ella, siempre moviéndose, a ninguna parte. Enferma de razón y de locura, de aventura y de desidia, de arrojo y de canguelo. Esa era ella. –No le queda mucho- dijo el muchacho empapado en lágrimas- Padece de un estilo incurable, huidizo; alejado. Una lágrima escurridiza como ella, una sonrisa perdida. A continuación, unos dedos temblorosos se deslizaron a través de su barba por última vez. - No es culpa tuya. Tú eres
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mi ancla, mi ancla a tierra. Pero yo quiero el sol. Solo quiero tocarlo, solo tocarlo.... –se le quebró la voz- - Pero tú eres mi sol. Tú eres mi tierra, y no quiero que vayas a ninguna parte. Quedate conmigo, por favor. Quédate conmigo. - Se acaban los víveres- susurro ella, como si fuese un secreto- No duraremos mucho tiempo aquí. - ¡No hay víveres, maldita sea! No hay nada de eso. Solo, tú y yo. Mírame, mírame…-la sujetó de la barbilla y la zarandeó, pero sus ojos, ya se habían roto. Nadie sabe a donde fue, pero lo logró. Finalmente, lo logró. Había escapado. Ya era libre, libre de todos y de todo. Quizá fue en busca de aquel lugar donde el sol lucía anaranjado; Puede que corriese feliz por aquel sitio donde para ella, no existía el dolor, ni los sentidos; Fue a un lugar, donde la distancia no era distancia, donde el tiempo, no era tiempo. Donde todo aquello a lo que temía, se quedaba vagabundo y a las puertas; Donde los gritos, se ahogaban.
ciesen de sus uñas dejando a un Apolo patético y desolado, llorándole a un ser inerte, sin calor. Con aquel narcótico hormigueo, pudo contemplar como la mano le había dejado de doler. Ella se escapó entre sus dedos como un diente de león desmenuzado. Le costó emprender el vuelo. Él llevaba años estrujando aquella flor con la esperanza de mantenerla siempre a su lado, siempre suya. La flor, mezclada con el calor de su palma, había comenzado a marchitarse hacia tiempo. Una vez que emprendió el vuelo, él descubrió que buena parte de ella, se había quedado allí perpetua; Que su olor lo acompañaba, y que siempre que observase su mano resentida, la recordaría. Solo volver a mirar al cielo, le bastaría para saber, que ella nunca se había ido y que viviría contemplándole, eternamente.
Porque eras tú y no otro, el sol que ella siempre Él palidecía preocupado y ansioso. Siempre ha- estuvo buscando. Y como todo sol, eres su desgrabía sido así, ella se lo decía. Siempre persiguien- cia en la lejanía, su alegría en la proximidad y la do una luna que se alejaba a cada paso pero que muerte, a su lado. le acompañaba, fuese a donde fuese. Sonrió pensando, que después de todo, no resultaban ser tan diferentes. Chequeó su destemplanza con la palma ardiente y los dedos ateridos. Ya no había nadie allí, No quedaba nada dentro de aquel cuerpo. Él oprimió su puño sanguinolento hasta que dejo de sentir su mano. Ella, como si de la obstinada Daphne se tratase, dejó que miles de brotes cre-
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Directa a las tripas La noche fue, como cabría esperar. Retrete obstruido. Hinchazón en la entrepierna. Y Piernas que prometían paraísos sagrados, sin ser paraíso ni tierra sagrada. Pues todos sabemos, que lo saUna introducción totalmente descartable: grado carece de belleza, una vez lo rozamos con los dedos. sta historia comienza como tantas A veces creo, que podría conformarme solo con otras malas decisiones. Entre dos mirar sus piernas, en cualquiera de sus formas. piernas y un deseo hipócrita, de com- Ya tendría tiempo de culminar en solitario. ¿Obpensar un fracaso tras otro… sesionado con las piernas? Puede. Pero pregunAposté por mi propia persona. Poco tadle a un alpinista, qué prefiere del recorrido. tiempo después, experimenté el significado de la La escalada, o el momento que corona una cima. expresión “apostar por el caballo perdedor” Al amanecer, o más bien, al atardecer; una mujer desnuda y de espaldas a mí, roncaba como una Y continúa el despropósito: bestia. Estaba destapada de cintura para abajo. Desayuné en silencio, mientras observaba sus En algún piso barato y sin ascensor, mi estómago piernas. Era mucho mejor que la radio o la tele. se encogía, mientras la ropa, se acumulaba inex- Cuando estaba a punto de dar el último sorbo a mi plicablemente, sucia y usada, por el suelo, la cama café pos-resaca, un pedo atronador, salió de entre y las facturas. las blancas y bellas nalgas de la mujer dormida. Por la noche dejaría, de manera inusitada, la Un nauseabundo olor a muerte, inundó la habisoledad momentáneamente. Cambiaría por unos tación. Silencioso, abrí la ventana. Terminé mi instantes, mi silencio, por peores compañías. Al- café, con la cara pegada al aire del exterior. cohol del que me gusta, el más barato. Amigos por (Es increíble lo que un hombre cachondo es capaz los que moriría. Y mujeres a las que les importo de pasar por alto, con tal de tener al lado, unas una mierda. piernas bonitas. Somos realmente superficiales)
por Ignacio Castellanos
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Esto, y poco más, pensaba con las piernas sobre la cama, y el culo sobre una silla.
golpe recibido. Corriendo y rezando porque no se despertara la mujer/amazona, senté mi culo en el retrete. El baño no tenía puerta y se encontraba Traicioneramente, me acerqué por la espalda y frente a mi habitación. Descargué toda la basule besé el cuello descubierto. Una patada directa ra nocturna sobre el agua negra. Abrí los ojos. a las tripas, hizo que gruñera. No era más, que Relajado y pletórico, vi desaparecer la molestia un violento y desafortunado acto reflejo, provo- del golpe, y los retorcijones mañaneros. Frente a cado por mi bienintencionado saludo. Pero poco mí, una chica de pezones rosados y mofletes pecome importaba, pues en ese preciso momento, mis sos, se tapaba la boca mientras reía a mandíbula tripas se pusieron en movimiento, producto del abierta bajo las sabanas.
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El rey y la senda del silencio por Ignacio Castellanos
Primera parte:
Con la llegada de las primeras nieves, aparecieron también los primeros augurios por parte de magos La profecía y el sabio y sabios. Un augurio especialmente perturbador se extendió con gran rapidez. Este decía, que la ace muchos años, cuando el conoci- tierra perdería una reina en la noche del basilismiento aún no había desterrado a co, y su rey, un heredero. la sabiduría, y los primeros pobla- El rey, al enterarse del nefasto augurio, y más dores eran más numerosos que en airado por el hecho de que su esposa lo hubiera nuestros días, existió un reino que escuchado, que por el crédito de este, estalló en se extendía desde la montaña más lejana, hasta cólera e hizo desterrar del reino sin posibilidad las extrañas aguas del océano inexplorado. de retorno, al sabio que había difundido tan teSu rey era de costumbres tranquilas. Apegadas a rrible falacia. las tradiciones, al igual que su reina. La providencia y la juventud, quisieron compen- Los meses trascurrieron, sin cambios, como en los sar al dichoso matrimonio con un primogénito. días antiguos. Aún era tiempo de recogida, y de Los reyes estaban henchidos de felicidad y orgu- momento, el invierno se presentaba muy lejano en llo. Las fiestas en valles y plazas se sucedían sin el tiempo. Pero la reina, permanecía preocupada cesar. Mercados, torneos de caballeros, concursos la mayor parte del tiempo. No dejaba de cavilar de belleza y poesía, y banquetes donde cualquiera sobre los augurios. ¿Por qué a ella se le habría de con ánimo de compartir, podía formar parte, fue- castigar con semejante crueldad? ¿Qué había heron la norma en los días que siguieron a la gran cho para merecerlo? No solo pensaba en la posible noticia. El simple cambio de actitud por parte de futura muerte de su hijo, y la suya propia, sino en los jóvenes reyes, hizo que el reino prosperara en su esposo y la pesada carga que tendría que acacuerpo y espíritu como nunca antes se había visto. rrear tras la terrible perdida.
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El rey por su parte, hizo enviar emisarios a los antiguos pueblos de las montañas, adoradores de piedras y árboles. Según se decía en las esferas más intelectuales, ellos aún mantenían tratos con trasgos, hadas y criaturas más antiguas que la palabra escrita. Quizás entre todos ellos, se encontrara alguien capaz de discernir con claridad el destino de un mortal, fuera del humo y la mediocridad proveniente de los augures. Una soleada mañana, cuando las calles de la capital bullían de vida en torno a los mercados y concursos varios, un enviado de las montañas se presentó en el palacio real. Hablaba con fluidez la lengua del reino, aunque con cierta aspereza en la entonación. Pidió audiencia con el rey, lo cual se le concedió con rapidez, pues su motivo era de máxima prioridad para el joven monarca. Ambos hombres se alejaron del ajetreo de la corte, en una habitación que hacía las veces de biblioteca. En ella, el rey había aprendido todo sobre las leyes y las tierras más allá de los confines del reino. Si bien era cierto que nunca los había visto. El hombre venido de tan lejos, vestía una túnica verde, sencilla y sin adorno alguno. Solo llevaba consigo un bastón y un zurrón de lana. Iba descalzo; lo cual llamó enormemente la atención del rey. Enseguida tranquilizó al monarca, informándole de que no hubiera hecho semejante viaje, si no quedara esperanza. La razón de su repentina llegada lo alegró y a la vez lo amedrentó en cierta medida. El hombre de
las montañas le relató la manera en que podría no discernir el futuro, sino bifurcar el destino en dos direcciones. Siempre y cuando estuviera decidido a realizar el mayor acto de fe conocido. Una entrega total a la naturaleza misma de la vida y su misterio. “…por tanto deberéis dejar de lado, al menos por un tiempo, vuestra existencia en este mundo como rey. Viajaréis como igual, a través de la tierra, hasta la piedra y el árbol, pináculo de nuestra religión. En dicho lugar, seréis sometido a una prueba de fe, como simple criatura de la tierra…” El rey informó a su esposa de tan importante noticia. Omitió las partes que consideró más oscuras o peligrosas, pues no quería alterar más de lo necesario su estado, ya de por sí estropeado por las preocupaciones. La reina lo abrazó. Acarició sus cabellos, y en la medida de sus posibilidades lo consoló. Lo urgió a tener fe, nada debía temer, pues el infortunio les había sido impuesto sin motivo ni culpa. Con telas bastas, capucha y botas con suela de madera tosca y astillada, partió de la capital con el hombre de las montañas. Recorrieron el río mayor, que va a morir al misterioso y tormentoso mar. Atravesaron bastas llanuras, repletas de cosechas en proceso de recolección. Colinas verdes moteadas de dorado. Túmulos y monumentos de los días antiguos recibieron a ambos, cuando llegaron a la fortaleza Garra De Piedra. Esta fortificación era la más antigua
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que se tenía constancia de la raza de los hombres. Su nombre le fue puesto por la grandiosa montaña que protegía su espalda pedregosa. Tan grande era, que las nubes negras cubrían su cima, imposibilitando la visión de su cumbre. Esta construcción, proveniente de la zona más oscura y poco conocida del tiempo, ya no se usaba para nada, salvo como salón para espectros y espíritus anclados y condenados a vagar por la Tierra. Los humanos y Elfos provenientes de los bosques Orientales, eran reacios a habitar semejante enclave. Pero más de un valiente pionero se había asentado en los alrededores, viviendo de la tierra y el lago rico en pescado. Entre altos y destartalados muros recubiertos de musgo, asentaron sus cuerpos, protegidos por el viento frío de la noche. El hombre sabio de las montañas contó historias al joven rey, sobre tiempos lejanos, en que la tierra estaba cubierta de bosques, y las montañas servían de hogar a Dioses menores. El rey tenía los ojos clavados en el fuego, mientras las palabras calaban en su mente, pero más importante aún, en su corazón. Casi podía oír el golpeteo de los martillos y los picos, de los enanos artesanos, bajo la tierra que ahora pisaban. No fueron visitados por espíritus aquella noche, o criatura alguna. Aunque en los momentos en que el sueño parecía cercano, el aire arrastraba agradables susurros, pero en otras ocasiones, los susurros acababan convirtiéndose en lamentos, o murmullos incesantes.
Ante ellos, los primeros rayos del alba arrancaban destellos cobrizos, sobrenaturales, a la roca y el musgo. La montaña cubierta de niebla, era en sí misma un monumento a la unión de la tierra y el cielo. Un elfo llegó caminando entre la niebla, supo de la presencia del hombre sabio, y le llevó algo de avituallamiento, para esa mañana, y el resto del viaje. Les acompañó a pie, durante un día y una noche. El elfo no dejaba de responder a las preguntas del rey, ávido por saber más de las antiguas religiones de la tierra, sus habitantes, costumbres y destino. Al hombre de las Montañas del Norte le divertía el espíritu curioso del rey; el joven, por un momento, se olvidó del propósito de aquel viaje, y solo deseaba acariciar con los dedos algo intrínsicamente ligado al mundo, pero que se le escapaba. Sabio y rey, se despidieron, no sin pesar, del elfo. Se abrazaron y se desearon lo mejor, por ambas partes. Atravesaron praderas y siguieron arroyos, hasta llegar a un gran lago interior, al sur de las Montañas del Norte. A orillas del lago, se erigía un pueblo antiguo de artesanos y agricultores. Sus gentes no conocían el conflicto desde los tiempos en que los humanos aún temían a la noche, en cualquier rincón de la tierra. Los pequeños muros de piedra y madera que rodeaban el poblado se encontraban cubiertos completamente de musgo y hierba. Las casas de piedra y adobe, estaban construidas de manera concéntrica, hasta converger en una plaza, donde El amanecer resultó un espectáculo revelador se erigía el roble más grande que el rey hubiera para el rey. No así para el hombre sabio. Pues sus visto en toda su vida. Por este roble, el pueblo se ojos se centraban más, en la reacción de su acompañante. 14
llamaba Roble Alto. En dicha plaza, sus gentes se reunían una vez cada siete días, para vender sus productos, e intercambiar noticias de más allá del lago. No pasaron más de una noche en el poblado, aunque al rey le hubiera gustado saber más de sus habitantes, costumbres y creencias. Una curiosidad por el reino de lo espiritual y sobrenatural, que él consideraba tan lejano a él, comenzaba a crecer sin barreras en su corazón. Cada vez tenía más conciencia de que aquello no era solo lo que el mundo ofrecía; había algo más bajo el telón de la vida. Los lugareños conocían los orígenes de ambos forasteros. Sabían de su viaje por boca del sabio del Norte. Los despidieron con música de flautas y bailes típicos. También les obsequiaron con dos bastones hechos en madera de roble, perfectos para el camino. El rey lloró por la marcha de tan bello lugar, enraizado en la tierra. Se prometió que algún día volvería con su esposa, y su hijo. Ahora comenzaba a ver con claridad.
serpientes aladas vivían en las grutas más interiores. El humo provenía del vapor producido por sus ardientes lomos, deslizándose por la pierda desnuda. El sabio tranquilizó al rey, explicándole que rara vez se entrometían en los asuntos de los mortales. No así, los trasgos y hadas crueles, de los cuales, sí debían recelar en los caminos.
Navegaron por el lago, hasta introducirse en un río dirección Nordeste. No tardaron en llegar a las faldas de las Montañas del Norte. El paisaje comenzaba a hacerse más rocoso, salpicado de árboles robustos y espesos. Ya no había colinas ni praderas cultivadas. El rey podía ver a lo lejos las grandes Montañas del Norte, con sus densos bosques cubriendo su base. La niebla comenzaba a cubrir las arboledas circundantes, y las cimas eran, ya de por sí, imposibles de vislumbrar. El sabio explicó al rey que la niebla en aquellos parajes nunca era de procedencia natural. Grandes
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La burbuja de jabón pretenciosa por Luis Carlos Palazuelos
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abía una vez una burbuja de jabón que quería ser fuego artificial. Apenas nació, ya estuvo impulsada suficientemente para subir pero no muy alto. En su reluciente superficie, se reflejaban fuegos artificiales distantes que subían sin parar y allá, en lo más oscuro del cielo, lo iluminaban todo con una fuerte explosión que demoraba unos segundos en hacerse oír por los mortales que, con la cabeza en alto, también reflejaban emoción en sus rostros. La pompa de jabón se impulsaba así misma pero sin éxito. Quería subir y no podía. Vanos eran sus esfuerzos por llegar a la zona de explosión de los fuegos artificiales. Quería iluminar el cielo con matices rojos, verdes, amarillos y azules pero apenas se notaban chispitas de colores en su cara iluminada. En su desánimo, la pompa de jabón comenzó a caer y el viento la empujaba a unos matorrales donde seguramente terminaría apenas estallando con un sonido imperceptible.
De pronto, cuando se venía abajo, sintió un soplo que la levantó un poquillo, luego otro soplo y un poquillo más. Cuando el viento ya no corría y los matorrales estaban lejanos y en otra dirección, se dio cuenta que un niño era quien la impulsaba a subir. Se puso contenta, miro hacia el cielo y allí se dirigió. No pensaba más en las alturas de los poderosos fuegos artificiales importados de Asia. El cielo oscuro y estrellado era también para ella. Antes de cumplir su ciclo, miró para abajo y se fijó en el niño, que sin aire en sus pulmones para impulsarla más, le mostró una sonrisa que fue suficiente para saber que ella esa noche fue tan importante como los fuegos artificiales y fue capaz de iluminar la cara de su amigo. Llegó donde pudo y siendo feliz, explotó con su sonido casi inaudible y con chispitas de agua jabonosa que iluminaron el cielo bajito donde las burbujas de jabón se quedan para alegrar a los niños.
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Placeres capitales por David Mena Os presentamos la serie, placeres capitales. En esta ocasion, David, representa en esta obra la partida que Dios nos plantea, basada en los pecados capitales, es peculiar el modo en que, Dios, nos regala unos instintos y luego pone sus propias reglas castigándolos, es sádico si lo pensamos. Muestra así lo humano de todo ello, con virtudes y defectos, convirtiéndolo en placeres capitales.
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Versiones de grabados antiguos por David Mena Gran formato.
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La sal justa por Noelia Antonietta “...no hay un solo hecho que no pueda Algunos me miraron con hastío y otros me sonrieser el primero de una serie infinita” ron con simpatía. J.L. Borges Clorindo se me acercó y me guiñó el ojo. —Qué va a tomar. —Lo que recomiendes, Clorindo. ra una noche fría y ya había pasado En la mesa contigua, a mi izquierda, un cliente la hora de cenar. Entré con las ma- estaba quejándose. Reclamaba que le habían traínos agarrotadas, los vidrios estaban do una cerveza tibia y que los maníes estaban carempañados y en el aire flotaba el comidos por las ratas. Con gran disconformidad olor del café mezclado con el del co- se trasladó a la mesa vecina y golpeó con el puño ñac. Miré las hileras de mesas de algarrobo, todas la madera. iguales y paralelas. Hacía mucho que no entraba, —El que atiende acá—rezongó, como si no le supero recordaba qué mozo servía cada una. La que piera el nombre. yo quería estaba libre, así que la tomé. La cliente- Guzmán apareció, solícito, y se le paró al frente la era la de siempre, sus gustos no habían variado. con los pies juntos y el cuello rígido.
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—Tengo hambre y me importa un pito que haya pasado la hora de cenar. La demanda me hizo crujir el estómago, pensé que si Guzmán accedía al requerimiento yo me vería en el derecho de exigirle a Clorindo lo mismo. —Señor, aquí hay que respetar los horarios, que por algo están—trató de oponerse el mozo. —Vaya, se ve que no le enseñaron quién tiene la razón—gruñó el tipo, mientras se trepaba a la mesa e interpelaba al público—. ¿Quién tiene la razón? — ¡El cliente!—contestamos todos al unísono. Se trataba de una regla clara y recurrentemente citada en las ordenanzas del lugar. Guzmán se metió a la cocina sin decir palabra y el otro quedó con temple especulativo parado sobre la mesa, parecía decepcionado de no haber suscitado una riña. Clorindo me acercó una botella de grapa y me la dejó en señal de confianza. Se escuchó el ruido del aceite friéndose en la cocina, de la vajilla entrechocándose. Al rato Guzmán emergía del fondo con un plato de humeante guiso de lentejas. El estómago, caliente por la grapa, se me apretó deseoso. —Le falta sal y está frío—se quejó el comensal, limpiándose la boca tras el primer bocado y largando la servilleta de papel sobre el resto. —Frío no está—repuso el mozo—. Y a la sal se la puedo alcanzar... si quiere... —¡No! Lo que hizo el tipo fue mudarse a una tercera mesa, la que estaba bajo el mando de Fabrizcio. Éste se acercó medio enojado. —Quiero el mejor plato del menú. —Señor, usted debe entender que está a deshora.
—El mejor plato—porfió, levantándose de la silla y señalando la nariz del mozo—. ¡Ahora! Fabrizcio partió con la bandeja que contenía el libretito de bebidas. Los ruidos de la cocina se entreveraban con el murmullo de la gente. Comentaban que el cliente se había vuelto loco y que no sabía lo que estaba haciendo. No obstante, nadie se abstenía de ordenarle a su mozo una suculenta cena. En pocos segundos el salón se llenó de aromas y de sonidos de cubiertos rechinando sobre los platos. Cuando me decidí a hacer lo propio descubrí que Clorindo estaba ocupado apaciguando al disconforme que protestaba por la tardanza y amenazaba con la deserción. — ¡Yo pedí primero! —Usted pidió el mejor menú—le recordaba Clorindo con entrenada paciencia—, y ése lleva más tiempo de elaboración. El rezongón entonces se quedó quieto y Clorindo acudió a mi llamado. Le encargué lo más simple que tuviera, en generosa ración. Fabrizcio reapareció tras la cortina de cañas que separaba los dos ambientes y destapó una fragante paella especiada. El cliente se hizo servir porción doble y repitió la maniobra: —Está fría y le falta sal. Fabrizcio, que ya tenía la vena del cuello hinchada y se había lastimado el labio inferior por morderse, no pudo más. — ¡Si quiere sal, aquí tiene!—exclamó, volcando sal a mansalva sobre los frutos de mar—. ¿O sigue faltando? ¡Aquí un poco más! El contenido del salero pasó al plato en forma de pirámide. El cliente miraba al mozo con desprecio y el mozo miraba al cliente con enardecida bronca. Un segundo antes de que se agarrasen a 31
las piñas el dueño del resto-bar intervino. —Acá nadie se pelea—dijo—. Vos Fabrizcio vas a atender la número cuatro hoy, y usted Gervasio se va a comer el plato que le han servido. —De ninguna manera. —El local es mío. —El cliente siempre tiene la razón. —A las reglas las hago yo. Usted cómase el plato o paga los tres que ha despreciado. — ¿Pagar por algo que no sirve? Un aplauso unánime y complacido resonó acompañado de chiflidos. Empezaron a desafiar al rebelde y, con una cuenta regresiva que inició en cinco, lo apuraron. El tipo, incitado por el reto, comenzó a meterse bocados enormes de sal apaellada que masticaba con desesperación. Los dientes chirriaban dentro de su boca y el rostro se le contraía. — ¡Fabrizcio, traele agua!—mandó el dueño. Fabrizcio corrió hasta la cocina y volvió con una jarra de agua mineral que el cliente se empinó con ansiedad. Lo vimos tragar lo que tenía atorado en el buche como si fuera un avestruz. —Todavía queda—aclaró Fabrizcio señalando el plato. La mitad de la sal había resbalado del tenedor. Con un ademán afirmativo el dueño del restobar le indicó al tipo que prosiguiera. Fabrizcio le arrimó pan y cuchara para facilitarle el trabajo. Como si fuera una sopa el hombre se cargó con el resto de la salmuera. — ¡Puaj!—exclamó un rezagado. Limpio el plato, Fabrizcio amagó retirarse. Al pendenciero no parecían quedarle ganas de querellar. Sus ojos, brillosos, reflejaban la saturación de sodio.
—Todavía falta—replicó el patrón—. Te he dicho el plato. El ruido de loza partiéndose hizo volver las cabezas de todos hacia sus respectivas mesas. La masticación crujiente y dificultosa reinó sobre el silencio sepulcral del resto-bar. Apenas la radio, sintonizada en una FM local allá en la cocina, murmuraba de lejos una canción viejísima. Concluida la demanda, Fabrizcio lucía una sobriedad satisfecha. El auditorio miraba al mozo de reojo, con respetuoso recelo, y al dueño del negocio con pesarosa sumisión. Cuando el mozo se encaminó hacia la mesa que el patrón le había asignado, la persona sentada a ella se puso en pie como si tuviera un resorte. Vi que Fabrizcio intentaba retenerla infructuosamente. Clorindo me trajo un plato de ravioles con crema blanca. Las tripas me crujían, desesperadas, cuando metí los dos bocados impulsivamente en la boca y sentí que había excedido la capacidad. La comida me quemaba la lengua, el paladar y las encías, pero me negaba a escupir. Clorindo se dio cuenta y me llenó el vaso con agua. El líquido me alivió el ardor y ayudó a engullir la exorbitante porción. — ¡Clorindo!—exclamé espontáneamente una vez que tragué—¡Esto está muy caliente! El restablecido barullo cesó y todos miraron un poco a Clorindo y un poco a mí. Los rostros, detenidos, sopesaban las circunstancias, medían los gestos y tasaban mi capacidad de resistencia. —Pero es una comida muy rica—condescendí, empujándome el siguiente raviol—. Y tiene la sal justa.
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La copa rota Por Romina Espinosa
Siendo hoy un día gris No pude evitar pensar en ti Mirando al cielo vi un avión Volaban sueños, destinos distintos Alguna vez volabas tú Y yo aquí, esperándote con ansias y todo mi amor Sintiéndome linda, queriendo ser linda para ti y para mí Alumbrar tus ojos La copa transparente con Sauvignon Blanc se terminó Se volvió opaca y se me rompió. Cayo al piso, rodó un poco y toda la magia desapareció. 33
Naranja... Por Romina Espinosa
Así me siento hoy Color naranja, coqueta y una con mi Madre Tierra Me siento bella, hermosa, radiante Estoy viva! Viva y jovial Renaciendo Evolucionando Redescubriendo Redescubriéndome a mi misma Siento de mi vientre vida pura Siento de mis pechos calor y fuerzas Siento de mi alma una fuerza indomable Siento de mí respirar determinación 34
Así me siento hoy Tan naranja como las hojas bellas del otoño Tan naranja como el color del sol en pleno atardecer Tan naranja como el fuego que consume la vida Así soy yo Una mujer de la tierra… Naranja como la vida misma Naranja, llena de alegrías y con una dulce sonrisa
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Desamor en la frontera Por Romina Espinosa
Un alma golpeada Por fin es liberada Noches y dĂas de tormentas En la Zona de la frontera Mundos distintos Complejidad vs Simplicidad Ella volando entre ambos laberintos Al final escucha su mĂĄs Ăntimo ser Vuela, vive, vibra Ella opta por sola crecer 36
Amor lastimado Su corazón tirado a la mar Ella no sabe nadar pero sí puede volar Encuentra luz en el momento inesperado Al final escucha su más íntimo ser Vuela, vive, vibra Ella opta por sola crecer
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Terapia de vida Por Romina Espinosa
Empapada en sudor Siento menos el dolor Vive todavĂa Un amor asĂ de grande no se olvida Vivo para ser feliz Trazando mundos para poder vivir Ciclos y transformaciones Una planta bella verde que cobra mĂĄs brillo Una hoja tostada por el sol que se deshace Sin embargo es otra la que nace
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Ella vuela libre por un cielo libre de nubes Un cielo celeste y radiante Ella es mucho mรกs bella que un diamante
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En silencio Por Ignacio Castellanos
El viaje último y más importante, Es el viaje al interior de uno mismo, Entrar en contacto con la conciencia/ Todo es divino, Es conciencia, Es esencia, Llamémosle Dios, Ser o eternidad/ Las palabras solo tienen importancia, En el mundo de la ilusión, Las palabras, Deberían servirnos únicamente, Como peldaños, 40
Para llegar al campo de las emociones/ La emoción es el lenguaje de la esencia, Y en la esencia, está el ser, la conciencia o Dios, No hay que buscar a Dios fuera, Hay que buscarlo dentro de nosotros mismos/ La sabiduría, el amor, todo lo que necesitamos, Viene insertado en nuestro ser, Solo hay que estar dispuesto a relajarse Y conectar con la esencia/ Hay algo mucho más importante que el pensar, Es el no pensar, El silencio.
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De querer escribir a gritos lo que no sé decir de viva voz Por Pablo Díaz
De apagar farolas a pedradas. De llorar mentiras porque de llorar se trata porque de sentir se obliga y de desatar guerras civiles en tu cama para derramar esta agonía que me libere del dolor que no sabe sentir ni de conocer nada de lo que a mí se refiere. Ganas de mí, sin saber lo que hago pagando el precio más alto que la locura impone ofreciendo la vida como moneda devaluada. De buscar respuestas en un mar extraño que alimenten los jardines desterrados del dueño de mi destino. 42
Que de vivir así, me vino a decir que no tenía remedio que no tenía dudas de que de construir versos sin sentido no se vivía mejor y que tampoco un libro alimentaba un espíritu contrahecho porque la agonía al alcohol hermana y yo de alcohol y agonía sé más que nadie. De inmolarme con claveles recién afilados para morir sin disfrutarlo con la conciencia despedazada por no haber logrado hacer lo que nunca he sabido. 43
Malos tragos Por IyĂĄn Vigil
Los malos tragos no me entusiasman, ni precisamente me definen. Pero ayudan. Uno tras otro van pasando: caras, risas, discusiones. Para poder verme -humo denso medianteen todo el esplendor de mi decadencia.
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Doble filo Por Iyรกn Vigil
El tiempo pesa lo mismo por mucho que corras. Los recuerdos cortan por mucho que vayas de puntillas. Ser faquir de un รกlbum arriesgando la vida en cada foto.
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Dibujarte Por Didac MJ
Un cuerpo una silueta punteada geometría espacial líneas superpuestas dando formas dando sentido fijando en el papel una imagen un dibujo de otro tiempo lápiz que surcas en el fino papel dando vida a una visión dándole comprensión 46
a los primeros trazos al primer esbozo un cuerpo de rasgos negros cuerpo de mujer.
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La parodia del alma mia Por Didac MJ
¡Buenas noches señora! ¡Permítame!, que le presente a mi alma, y no se fije usted en su apariencia, que para entenderla, habría que mirar/ en su interior para darse cuenta que sufrió muchos años la pérdida de un duradero amor y desengaños de amores fugaces, y algún que otro revés. Sin embargo, decirle que todas esas heridas aun sangran y las cicatrices duelen y pican 49
aun conserva capacidad y fuerza para amar y ser amado y empujar/ al corazón a ritmos crepitantes cercanos al colapso por un amor, que sane el alma mía. . Si algún interés despertó mi alma y quiere usted conocerle mejor y ser la propietaria de este alma mía, que al verla resurgió alegre y saltarina, y de este corazón que dicta versos a la razón, para susurrárselos en las tardes de lluvia y en las noches de amor. 50
Herencia Por Ana Vega
Y esto es tan sólo ... el esqueleto escrito de mi memoria. Lo que soy y en lo que me he convertido, una herencia que va más allá del cuerpo. Una devastación interior que concluye en una cierta fiereza o carácter salvaje o indómito, tal vez herencia animal de quien ha logrado sobrevivir a lo largo de esta historia.
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Arde Por Ana Vega
Precaución, arde. Esta mujer que escribe arde. Su piel quema y aún es peor en el caso de su pensamiento. Ese carácter encendido le provoca una mala aceptación del mundo y es por eso que ustedes deben alejarse de ella. Arde esta piel y esta palabra, y esta conciencia que tan sólo encuentra justicia en cierto equilibrio entre palabra, obra y hecho. Tengan precaución entonces y cierto cuidado, pues toda llama tiende a extenderse y es fácil entonces 52
que esta voz les alcance y tal vez hiera en esta quema necesaria, en este incendio que busca provocar la palabra escrita. Cómo comprender el mundo entonces si no es a través de este avanzar entre las llamas y que afecte cada luz, cada sombra, cada actitud y comportamiento que observas y has de traducir a este reino de silencio roto por la palabra. Cómo enfrentarse entonces al mundo de otro modo, más allá de una traducción dolorosa y exacta de éste. Tengan cuidado entonces, insisto, esta mujer arde, quema, arrasa y destruye todo cuanto su palabra o roce alcanza. Y ésa es su intención primera 53
al escribir. Conciencia en llamas que ha de quemar y alcanzar al otro. Precaución, pues arde. Ese frío absoluto de sus manos así lo atestigua.
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