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ACADEMIA
Imagen de la película El señor de los anillos.
EL ANILLO DE GIGES EL MITO EN LA CORRUPCIÓN DE COLOMBIA
POR DR. MIGUEL RUJANA QUINTERO Director de Investigaciones Universidad del Sinú Bogotá.
Dice Glaucón a Sócrates: “... queda demostrado que nadie es justo por voluntad, sino por necesidad, y que ser justo no es un bien en sí mismo, puesto que el ser humano se hace injusto tan pronto como puede, sin serlo, sin riesgo alguno”.1 Se hace corrupto.
El mundo entero padece algún nivel de corrupción, América Latina mucho más, pero Colombia es una vergüenza en el ámbito mundial. Ocupa el puesto No. 92 entre los países con mayor corrupción, según Transparencia Internacional, en un estudio realizado entre 180 países.2 Y es mucha la bibliografía sobre el tema. En Colombia se dice, y ha quedado demostrado, que la corrupción en este país es de proporciones incalculables. Un buen número ha concluido que "... quienes trabajan para el Estado o se relacionan con él creen que la corrupción es el camino para lograr que la maquinaria de éste funcione, generalizando una dinámica exponencial, que termina por convertir el fenómeno en un problema sistémico... (todo está articulado con todo: intereses, beneficios, lealtades, riesgos, impunidad)... Esto ocurre porque la corrupción de unos estimula la de los demás y los lleva a aceptar sobornos hasta que todos, incluyendo los más moralistas, se corrompen".3
Son muchas las explicaciones que las ciencias humanas y sociales han dado sobre la corrupción. Los economistas consideran que es un problema de intereses, que los costos de transacción les resultan injustos a las personas y, por ello, incumplen las leyes. Los politólogos dicen que no hay legi-
timidad en las instituciones y que, por esta razón, se viola la ley como una forma de resistencia al poder. Los juristas aseguran que es un problema de legalidad y de desobediencia al derecho. Algunos historiadores la atribuyen a la herencia cultural que los pueblos hispanoamericanos recibieron de España. Como que "había que tener honor, virtud y libertad”. Esa libertad se traducía en dos grandes privilegios: no trabajar y no obedecer. Trabajar era visto como el oficio de las clases inferiores.4
Otras disciplinas estiman que la corrupción es un fenómeno genético; unas más, que es un malestar social y de aprendizaje; las más antiguas coinciden en que es un problema de necesidad del ser humano, como afirma Platón en su diálogo de la Politeia. Las que avanzan con estudios de punta reflexionan que “... la corrupción implica, conduce a y se acompaña con violaciones a los derechos humanos, y que, por consiguiente, correlativamente, la mejor manera de luchar contra la violación de los derechos humanos es solucionando los problemas de corrupción".5 Es desde estos dos últimos enfoques que se aborda en este artículo. Y desde allí sobre aquellas personas, dirigentes, gerentes, políticos y gobernantes, que, a pesar de haber sido lujosamente educadas, son corruptas.
La corrupción es el aprovechamiento y el abuso de los bienes y de las instituciones del Estado, por cualquier funcionario público para su beneficio o el de terceros. La ideología que soporta este flagelo es que el Estado es un botín al que hay que acechar, sorprender, asaltar y esquilmar, por aquella funesta razón: "si ellos roban, robemos también". ¿Cómo explicar esta conducta que empobrece moral y económicamente a la nación? El filósofo griego Platón nos puede ayudar.
Cuenta Platón, en el Libro Segundo de la República (Politeia), la historia del anillo de Giges, un pastor al servicio del rey de Lidia. Un día luego de una gran tempestad y terremoto, la tierra se abrió apareciendo una gran grieta en el lugar mismo donde pastaba su rebaño. Giges descendió por el hueco y, con asombro, encontró un caballo de bronce. En su vientre se veían varias puertas pequeñas, y Giges se asomó por una de ellas. Allí descubrió un cadáver desnudo de talla superior a la humana. Y observó que tan solo portaba un anillo de oro, Giges lo tomó y salió a la superficie. Al cabo de un mes, como era costumbre, los pastores se reunían para informar al rey acerca del ganado. Giges asistió a la reunión con el anillo puesto. En medio del encuentro, por pura casualidad, dio vuelta al anillo, de suerte que la piedra preciosa quedó hacia abajo, hacia el interior de su mano. Inmediatamente Giges se hizo invisible y con gran sorpresa oyó que hablaban de él como si estuviera ausente. Al darse cuenta de ese hecho, en distintas ocasiones le dio vuelta al anillo, y cada vez que esto hacía comprobó que sucedía lo mismo: se volvía invisible, pero si le daba vuelta al anillo de modo que la piedra preciosa quedara hacia afuera, volvía a ser visible ante los demás. Seguro de su descubrimiento, Giges se hizo elegir para asistir a una nueva entrevista con el rey. Una vez en palacio, sedujo a la reina, y con la ayuda de esta mató al rey y se apoderó del trono.
El contexto en el que Platón presenta esta historia es en el esfuerzo de comprensión (definición) de la justicia. De contera, sobre la injusticia: la corrupción. La idea del filósofo, puesta en boca de Glaucón, es que, si hubiera dos anillos como el de Giges, y uno lo llevara puesto un hombre justo, y el otro, un hombre injusto, no habría ninguna diferencia entre ambos. Pues cada uno aprovecharía las circunstancias provistas por el anillo para actuar de acuerdo con su propio interés y capricho. Los comportamientos serían idénticos o muy parecidos. Siendo imposible distinguir quién era justo y quien injusto. En cada uno de los casos los sujetos podrían ir a las casas vecinas, tomar a la mujer ajena, ir al mercado y adueñarse de lo que les plazca, en fin, obrar como un dios entre los mortales.6
En el diálogo platónico Glaucón pregunta a Sócrates: "Entonces, ¿las personas solo son justas porque los demás los ven, y si no, serían injustas si pudieran ponerse el anillo y girarlo?". Quiere decir esta idea que solo el temor al castigo por incumplir las leyes y a la pérdida de reputación es lo que hace justos a los seres humanos. Y, si esos motivos o temores desaparecieran, no habría ninguna persona justa. La idea contenida en el mito del anillo de Giges es que nadie es justo o injusto a priori, y ciertamente no por sus convicciones.
Debido a estos castigos es que se teme de los actos injustos por lo que el ser humano prefiere la justicia. Dicho en términos más sencillos, la idea de base en la exposición de Glaucón, es que los seres humanos están siempre inclinados a hacer las cosas que prefieren, mientras no sean descubiertos haciéndolas o habiéndose hecho. Ejecutar las cosas que se prefieren significa simplemente, actuar por principio de
placer, por beneficio propio, por interés, y, además, en fin, estar guiado por las pasiones y los placeres, antes que por las ideas y las virtudes.7
La leyenda de Giges no puede ser más actual en el caso colombiano. Aquí todo el mundo prefiere el anillo porque les da invisibilidad: impunidad o la seguridad de que no habrá castigo. La corrupción es un fenómeno recurrente en nuestra historia, y estamos lejos de ver caer el anillo. En Colombia es una práctica inveterada que viene desde la conquista, pasando por el virreinato, la independencia y hasta el presente, en una gesta ininterrumpida de barbarie moral. A través de conveniencias, intereses, lealtades, pasiones y placeres que les han permitido a estos actores indeseables los máximos beneficios y ostentaciones.
Bolívar y Santander no escaparon a actos deshonrosos. Pues a través de intrigas, con la complicidad de las Ibáñez, fue posible que la pena de muerte que el primero impuso al segundo, por la Noche Septembrina, fuera sustituida por destierro a los Estados Unidos. Finalmente, Santander fue absuelto a la muerte del Libertador, gracias a los “buenos oficios” de las Ibáñez. Y así, en una seguidilla de actos corruptos Colombia los ha padecido a lo largo de 200 años, y hasta esta mañana. En el Siglo XX, Alfonso López Pumarejo (el único funcionario ético) debió renunciar a su segundo periodo presidencial, faltando un año, por los actos inmorales de su hijo Alfonso López Michelsen.8
En el actual gobierno es común el uso del anillo. El presidente Duque usa los aviones que están al servicio de la presidencia para viajes de recreo de su familia y amigos. En otros eventos incluye en sus viajes aéreos a su hermano Andrés Duque Márquez, como invitado especial. También convidó a particulares y funcionarios no necesarios para la función pública a un periplo internacional en octubre de 2021, por más de 10 países, desde Brasil hasta Emiratos Árabes Unidos.9 Los costos de estas rutas fueron pagados por los colombianos con sus impuestos.
El New York Times, del 22 de noviembre del 2021, dice que el presidente Duque, en la COP26, Cumbre del Cambio Climático celebrada en Glasgow, no dijo la verdad. Que “... desplegó todos sus encantos en una ofensiva para convencer al mundo de que es un defensor ambiental dispuesto a proteger los vastos bosques de su nación. Por desgracia la realidad lo desmiente. Ya que Colombia se ha convertido en el lugar más mortífero para los ambientalistas y otros defensores de los derechos a la tierra. Global Witness documentó por lo menos 65 asesinatos en 2020".10
Otro gran escándalo de corrupción de este gobierno se dio por cuenta de la exministra de las tecnologías Karen Abudinen, funcionaria exaltada por el primer mandatario. Su acto de corrupción, haber aprobado la licitación de la empresa Centros Poblados, con garantías bancarias falsificadas, otorgando un anticipo de $70.243 millones que en su mayoría salieron del país.11 El fraude, descubierto por una periodista del medio de comunicación WRadio, le mereció a ella el Premio Nacional de Periodismo 2021. Fue tal el descrédito y el escándalo público que su apellido se convirtió en un verbo de reciente creación de la lengua castellana: abudinear.12
Si bien el mito insiste que no hay justicia o injusticia a priori, no niega las posibilidades de la ética. Del mito no se deduce que el sujeto sea refractario al respeto por los seres humanos. Siendo este respeto una conducta que surge de la necesidad de proteger la existencia misma de lo humano en peligro por la acción ("invisible") de otros sujetos. Se trata, el respeto, de una ética universal que se aprende como forma de vida a la que se le guarda fidelidad, sin perjuicio de las pasiones y los placeres. Su obrar justo en este marco es cuidar de todo lo humano, la vida y su integridad. Equivale a decir, defender y combatir todas las formas de las violaciones a los derechos humanos, que es lo mismo que luchar contra la corrupción. Colombia es inviable y cada vez más pobre si no se renuncia a los privilegios que otorga el anillo: la impunidad.
1. En diálogos de Platón. La República. 2. (SAS, 2021) 3. Cuéllar. M.M. (2000). Colombia: un proyecto inconcluso. Valores, instituciones y capital social. T. I y II. Bogotá: Universidad Externado de Colombia. 4. García. M. (2009). Normas de papel: la cultura del incumplimiento de reglas. 5. Maldonado. C.E. (2001). Corrupción y Derechos Humanos. Bogotá: Universidad Libre. ISBN: 958-96928-2-6 6. Ibidem. 7. Ibidem. 8. (Gómez Isaza, 2020) 9. ("Polémica por lista de allegados a Iván Duque que habrían usado el avión presidencial para viajes personales", 2021) 10. (Echeverry & Miller, 2021) 11. ("¿Qué ocurrió en el Mintic?", 2021) 12. La Real Academia Española de la Lengua (RAE) se manifestó ante una pregunta que le hizo un usuario de Twitter sobre los términos “abudinar” y “abudinear”. Su respuesta fue: Documentamos las formas «abudinar» y «abudinear» en textos de redes sociales como verbos de reciente creación, usados en el habla popular de Colombia con el sentido de ‘robar, estafar’.
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