EMPRESAS

POR CAROLINA BLANCO DÍAZ DIRECTORA DE ESTRATEGIA Y RRPP CORPORATIVAS DE 3ORANGES

Del free press a las relaciones públicas

Muchas personas creen que hacer free press es igual a trabajar en relaciones públicas, y ahí comienza una cadena de errores alrededor del mensaje, el posicionamiento y la fidelización que se quieren alcanzar con las audiencias que rodean a la organización.

Cuando una empresa u organización piensa en relaciones públicas por lo general relaciona directamente esta actividad con aparecer en los medios de comunicación. Es entonces cuando contratan agencias de comunicación o de relaciones públicas queriendo difundir información relevante.

En esa manera tradicional y ortodoxa de ver a los medios como su única estrategia de comunicación, lo que buscan los clientes es emitir un documento de prensa con información que consideran importante o hablan con los periodistas, esperando que un vocero de la compañía consiga un espacio, o que, finalmente, se logre la publicación de una noticia o del boletín.

Según el interés que despierte y el alcance que se pretenda obtener a través de un medio de comunicación local, nacional o internacional –sin que esté el pago de una pauta– a esa publicación se le conoce en el ámbito informativo y de la comunicación como free press.

Sin embargo, muchos creen que hacer free press es igual a trabajar en relaciones públicas, esto provoca una cadena de errores alrededor del mensaje, el posicionamiento y la fidelización que se quieren alcanzar con las audiencias que rodean a la organización.

Una de las definiciones que más me gusta de relaciones públicas es la de Manuel Palencia-Lefler que la define como una “actividad de dirección de carácter permanente y organizado, por la que una empresa u organismo privado o público pretende conseguir y mantener la comprensión, la simpatía y el curso de aquellos con los cuales tiene o puede tener relación”.

Es un ejercicio profesional que pretende mejorar las relaciones entre la organización y sus objetivos públicos. Cuando la empresa logra ese acercamiento con sus audiencias impacta con el mensaje clave, consigue el posicionamiento y la recordación que tanto desea.

Esto no quiere decir que los medios de comunicación no sean importantes, ellos apoyan y respaldan el mensaje que la empresa quiere dar a conocer. Al enfocarnos únicamente en los medios de comunicación estamos dejando a un lado parte de la audiencia, y los públicos objetivos tienen la misma relevancia al momento de crear imagen y reputación organizacional. Lo que pasa es que no todos los espectadores están dispuestos a recibir el mensaje de la misma manera y, si no se tienen en cuenta, se corre el riesgo de provocar una crisis que puede verse representada a nivel económico.

Ahí juega un papel esencial la creación de la estrategia de comunicaciones, porque nos muestra el panorama real y completo de cómo está la compañía frente a su público, cómo debemos abarcarlos, qué canales de comunicación utilizar, qué acciones ejecutar, cuándo transmitir el mensaje y hasta el lenguaje apropiado a utilizar. Con respecto a los medios de comunicación, una buena estrategia nos indica hasta cuáles son los apropiados para respaldar la información organizacional de manera correcta.

El público es quien posiciona la imagen de la organización y, como dice Palencia-Lefler en su libro 90 técnicas de relaciones públicas: “La imagen es un intangible que es propiedad de los públicos, no de la organización, pero las relaciones públicas pueden hacerlo de manera indirecta, trabajando sobre la identidad”.

FOTO PIXABAY

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POR MELISSA TOVAR GUERRERO FOTO @JUANCARLOSGUERREROBELTRÁN

Susan Cain

FOTO AARON FEDOR

QUIET

En esta obra, que se consolida como un referente esencial para cada lector, Susan Cain reivindica el derecho a ser introvertido y desentraña el poderío de los callados, que, en este mundo abrumado por los ruidos, es más que sustancial.

Uno de los símbolos con los que se asocia el camino de la vida es la constante búsqueda por descubrir quiénes somos y hacia dónde vamos. Parece una quimera de la que muy pocos elegidos disfrutan las bondades si llegan a hallarla. La conferenciante y escritora estadounidense Susan Cain ha concentrado en Quiet, su primer best seller, la brújula que nos ayuda a emprender un viaje hacia nuestro ser con certezas, con el aliento por sentirnos comprendidos y con la esperanza por reconocer que, para los introvertidos, sí hay lugares en este mundo.

La metodología que Cain empleó para la escritura de Quiet es prodigiosa, las investigaciones que agrupa las explica con un lenguaje académico y, aún así, cercano y comprensible para todos los lectores. Realizó un trabajo de campo minucioso para reconocer personalidades introvertidas en la maratónica Silicon Valley; pasando por las eufóricas congregaciones cristianas; la estruendosa y vanidosa Harvard Business School; los fervientes y suntuosos edificios de Wall Street –que además conoce muy bien por sus años como abogada en la banca–; hasta llegar a hogares de familias comunes con hijos introvertidos. En cada uno de estos contextos encontró personas silenciosas, creativas, diligentes con sus labores y con deseos para ocupar espacios en estas sociedades que las omiten. O, lo que es peor, que las inducen a alterar sus esencias si no quieren ser invisibles.

Con proeza, Cain alcanza el punto ecuánime para argumentar que este elogio a la introversión no se trata de criticar a los extrovertidos –de quienes demuestra que son tan vitales en las comunidades como sus opuestos– sino que es una invitación a que los introvertidos acepten sus personalidades, abracen sus temperamentos y salgan a alcanzar sus sueños siendo quienes son; ni más ni menos. Este mensaje resulta más que alentador en tiempos en los que las imposturas, traducidas en disfraces y maquillajes, parecen principios imperantes. Sin embargo, Quiet expone que no son fundamentales y que la vida resulta más llevadera si se anulan de las ecuaciones cotidianas.

Además, la autora desmitifica imaginarios que las sociedades occidentales han erigido para hacernos creer que las formas de ser apabullantes, ensordecedoras y temerarias, son las únicas que marcan el ritmo en la conquista de las metas. Retoma con acierto las tradiciones de las culturas asiáticas que han hallado en las habilidades de escuchar capacidades para conectar con el receptor; en las responsabilidades para asumir las asignaciones signos de respeto por el trabajo en equipo; y que reconocen en las conversaciones profundas oportunidades para conectar con el otro desde la reflexión con respecto a lo relevante de la existencia. Porque Cain expone que los introvertidos pueden hablar con destreza y seguridad ante un público multitudinario –ella misma es un ejemplo de alcanzar este atributo con denuedo– y que pueden entablar amistades consistentes a través del tiempo sin que esto se traduzca en encuentros gratuitos y desgastantes que carecen de sentido.

Expone por qué los mecanismos de enseñanzas que se enfocan sólo en los extrovertidos propenden a perder los potenciales aportes de los introvertidos. Dilucida las desventajas de los entornos laborales con espacios libres que han eliminado los recintos silenciosos que tanto le otorgan a la concentración y al desarrollo eficaz de los trabajadores. Para aprender del profundo universo de la introversión Cain nos lleva a desaprender axiomas que se han instalado en el inconsciente colectivo sin motivos y, magistralmente, nos enseña los beneficios de la extroversión, con las herramientas para valerse de ella aún cuando no sea parte de nuestro carácter. Al retratar la relevancia de la introversión, consigue registrar cómo es posible e imperante que cohabite con la extroversión que, aplicada con acierto, le brinda valiosos progresos a las comunidades. Quiet es un espejo en el que cada lector puede verse, reconocer su reflejo y a partir de este aprendizaje interior, comprender y agradecer el entorno. Tanto si te reconoces como una persona introvertida, como si interactúas con ella, este libro es un mapa que esclarece los senderos del alma y nos muestra cómo relacionarnos sin que esto suponga quitarle la esencia al otro.

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