NĂşmero Siete
Varela
Identidad Particular
Led
2012
ClichĂŠ
Venezuela
B s .40
18 | Monismo
EDICIÓN LIMITADA La imagen del hombre fuerte que gobierna y decide según su estado de ánimo es un cliché con el cual todos los venezolanos nos identificamos. Afortunadamente como señala Led Varela en su texto, los líderes carismáticos aparecen raramente y en facsímiles coleccionables POR Led
Varela Bargalló
FOTOGRAFÍA Roberto
ESTILISMO Adoración
Gonzáles
Mata
@LedVarela
20 | Monismo Ser portada en sí es un cliché, una forma que reconozcan lo que haces, siendo a su vez lo que hago, un cliché de otro tipo. Cuando se habla de cliché siempre se habla desde afuera, como quien habla de una característica negativa: la envidia, la mala educación, la prepotencia. Pocos se consideran a sí mismos un cliché, una cosa repetida, predecible, e incluso, aburrida. Requiere de mucha capacidad de autocrítica, y mucho irrespeto por lo que se es, actitud que en cualquiera sea el caso, es la correcta. Como pueblo mantenemos clichés comunes: el del militar; el de la miss; el del obrero limpiecito que se para temprano, llena un termo con pabellón y lo guarda en un abandonado morral de Barbie que su hija dejó de usar; está el heladero contundentemente negro y sonriente, el portugués parado frente a su negocio con esos pantalones marrón verdoso y correa desgastada, lentes de moldura gruesa; el joven oficinista TSU que camina rápido y energético, inocente no de algo sino de todo; los estudiantes que caminan juntos dándose golpes y comiendo chupetas, pasando frente al colegio privado donde no se dan golpes ni se comen chupetas; el chofer de la gandola, siempre serio, acompañado de su ayudante brazo quemado, siempre asomado, viendo a las mujeres, capaz de piropear a la mujer más horrenda (alegría de las feas). Se podría decir que todo esto estaba predicho, se podría decir que somos un pueblo que no solo es un cliché, sino que es un cliché al futuro, esperando pacientes las consecuencias de un comportamiento que se solicitó con premura. La simple existencia del Samán de Guere es en sí una cómica maldición, un país como este no debería tener lugares donde se hagan juramentos, es algo demasiado serio para un país tan cómico. “Entonces, ¿le echamos bola?” “Claro, pero primero…” “Al samán” “Me quitaste la palabra de la boca”. En los documentales muestran que un león, cuando quiere quitar el mando a otro, lo hace solo, se para y se enfrenta, el otro está viejo y ya ha mandado suficiente. A veces el joven se equivoca y el viejo no era tan viejo, recibe entonces una reprimenda. El mismo documental muestra que ese león joven
regañado lo volverá a intentar, pues es su razón de ser, y en determinado momento, lo logrará. El viejo, de una extraña manera, debe de entender, que es así, así es. La manada espectadora solo ve, sin mayor participación que el vitoreo. Los líderes carismáticos son clichés específicos, digamos, de baja reproducción, ediciones especiales, de colección. Tipos pequeñajos y peculiares que suelen tener infancias llenas de simbolismos. Inteligentes y astutos, con gustos, como ellos, específicos. Se paran a las cinco de la madrugada para ver el sol salir mientras encienden un cigarrillo y ven a lo lejos como jóvenes capataces matan al ciervo de la cena, ciervo al cual se le removerán las vísceras y será adobado, al gusto del líder, con un toque de lima. El líder carismático ve todo desde las alturas, y sostiene toda esa fantasía a puro carisma, a pura emoción, a puro grito, a puro recuerdo, a pura exaltación, y se abre la chaqueta y muestra el pecho y recuerda y recuerda y recuerda, porque el futuro para él, a diferencia del pasado, nunca es tan inmediato, por lo tanto, mejor no apurarse. A diferencia de lo que muestran los sectores opositores, me gusta pensar o suelo creer, que la realidad que vivimos es merecida y de una sádica manera, me alegra que así sea, obviando que no existe el mandato divino sino que es nuestra elección. Un líder cliché requiere un pueblo cliché. Y este pensamiento también es un cliché. “Entonces… ¿cómo es la vaina?” “Coño, la vaina es así, ¿no ves?” “De bolas…” Ahora, el individuo. Cuando paso demasiado tiempo en mi cuarto, con el televisor apagado, en total silencio, empiezo a ver todos los objetos que tengo en mi cuarto; los imagino entonces quemados y abandonados, como víctimas de un Apocalipsis Nuclear. Alimentado por el cine, pienso de acá a cien años, cuando un forastero nuclear armado con un arpón y una oxidada mágnum .44 que entra al cuarto en búsqueda de municiones y alimento. Revisa todo y ahí mi tristeza: el tipo no tiene ni idea de cómo era yo, los objetos son predecibles, el reloj de pulsera es el mismo que tienen mil tipos, que tuvieron, mil tipos más; la mesa, normal; la cama, normal; restos de ropa, normal. El forastero jurunga un poco y se va pensando: “Equis, cualquier vaina”.
Yo sentado, le grito “¡¡Vuelve!! mira, mira, por acá, en algún lugar, hay unos dibujos que yo hacía, que eran, espera que los consiga…”. Termino deprimido por lo común que soy para un forastero post Apocalipsis Nuclear desconocido imaginario. Me sorprendí mucho cuando vi Fight Club por primera vez, específicamente con la escena en la que el protagonista imagina el accidente aéreo, constantemente, desde niño, imaginé la misma escena en carros, en autobuses; imaginar una muerte espectacular es un placer exquisito que antes de esa película, pensaba era solo mío. Estúpidamente, creía que nadie imaginaba una muerte tan elaborada como la mía, pero toqué el tema con par de amigos y ambos me confesaron ya haber imaginado sus muertes en distintos contextos: caída libre, tiros en una persecución, acuchillados e incluso, los más conservadores, con un cáncer siendo ya mayores. Así como imagino la muerte, imagino un país distinto, no ese unido de comercial de navidad de canal de televisión donde una rubia espectacular monta a una flaca yegua y el elenco de una novela, abrazado, asegura ser un negrito fullero, cliché que me resulta tan horroroso como el bananero clásico. Imagino un lugar donde pasan cosas que afectan a pocos, donde nada está generalizado. Después del Apocalipsis Nuclear, el forastero, al pasar por acá, no consigue ni mansiones con huesos de elefantes, ni cosas tan paupérrimas como un rifle en la cocina de un rancho, una cosa más imperceptible... Menos cliché.
28 | Catálogo
@daliaferreira
PA ST I C H E
Con curiosidad y energía inagotables, Dalia Ferreira (Caracas, 1966) desenreda la maraña visual de la ciudad en fotogramas que más que una lectura plana de la urbe y sus habitantes, presentan flashes de momentos imposibles donde lo soñado se mezcla con lo visto y lo escuchado. Comunicador social profundamente influenciado por la fotografía, especialmente por la estética del maestro Nelson Garrido, Dalia Ferreira ha desarrollado su carrera en televisión, publicidad y radio, con proyectos inolvidables y anti establishment como el del Instituto Nacional del Rock y de la Cultura de la emisora 92.9FM.
POR
Dalia Ferreira
Ferreira ha participado en colectivas e individuales de fotografía desde 2005, y su trabajo visual ha sido galardonado este año con una residencia en The Art Students League en Nueva York.
— daliaferreira.com —
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J -29625410-9
v a n e ssa b oult on . c om
40 | Portafolio
EL ANIMA SOLA
@fotodonelli
Cumpliendo treinta años como uno de los fotógrafos de sociales más reverenciados del país, Mauricio Donelli escapa del cliché de las bodas, para adentrarse en el territorio de lo imposible persiguiendo a la figura más reconocida de nuestro santoral, en un periplo de autodescubrimiento por los paisajes de Venezuela.
—www.mauriciodonelli.com —