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Opinión
Almas de la tierra
Jesús Alcanda Vergara Ingeniero Técnico Forestal
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A comienzos de la última década del siglo pasado, estábamos mi amigo Luis Carlos y yo perdidos entre las laderas calcinadas de la Sierra de Francia, realizando unas calicatas, que pretendían ser la base de una repoblación para restaurar los miles de hectáreas recién asolados por el fuego. Llevábamos todo el día entrando y saliendo de las calicatas, tomando muestras de cada horizonte, etiquetando, apuntando…, asistidos por la inestimable ayuda de Don Juan Porras, por aquel entonces magnífico guarda forestal de aquellos parajes, castellano recio, hombre de campo, maduro, atento, experimentado, que hablaba del monte como si fuera su propia carne. Caía la tarde entre dos luces que desvanecían los rebollares otoñales de la umbría frente a nosotros. Terminábamos la faena y yo acercaba las últimas muestras al Land Rover, donde Juan acomodaba el resto de las muestras en la parte trasera del viejo todoterreno. Según cerraba Juan el portón trasero, a mí se me ocurrió gimotear: –Hoy me he puesto perdido de barro y me he manchado enterito: tengo tierra hasta en las orejas… Juan se quedó callado durante unos segundos, se repasó las comisuras de los labios con los dedos índice y pulgar y, con esa sinceridad que solo puede fraguarse en la honestidad y limpieza de un corazón de campo, me espetó: –Nunca diga usted eso… La tierra no mancha. La luz cegadora de esa sencilla frase me arrojó del caballo de la soberbia mezquina, urbanita y miserable, típica del mastuerzo de Universidad… Dicha allí y en presencia testimonial de brezos y jaguarzos sirvió para cambiar para siempre mi forma de mirar y entender el monte; sobre todo gané la dosis de humildad suficiente para discernir al paisano que ama la tierra, y andando los años, para descubrir esa sagrada comunión entre la tierra y el amo que la ama, una unión que existe desde siempre para todo aquel que quiera alcanzar a descubrir la inescindible conexión entre lo natural y lo sobrenatural. En cualquier época y en cualquier lugar, cuando el ser humano dedica gran parte de su vida a cuidar la tierra, aunque sea en una maceta, surge esa sagrada comunión donde lo natural y lo sobrenatural conectan, y tan solo el hecho de alcanzar a intuir ese sacramento es un privilegio que se nos ofrece en más de una ocasión a lo largo de nuestra vida. Por eso, cuando tres meses después de que muriera mi tía, que rondó los noventa años, caí en la cuenta, acudí a su piso madrileño para intentar salvar las plantas que ella había mimado durante más de un cuarto de siglo. Cuando llegué, me llevé la sorpresa de que sus plantas no solo estaban vivas, sino que gozaban de un lustre solemne. Cuando abandonaba la casa, pregunté al portero si él o alguien había regado las plantas, porque me extrañaba que no se hubieran echado a perder; y él me replicó que nadie le había encargado tal cosa y que nadie había pasado por allí, pero que no me extrañara tanto, porque el alma de mi tía –me dijo el portero– había custodiado sus plantas durante ese tiempo, y el alma del amo custodia siempre sus plantas.
Hoya de Don Gil, Burete (Murcia)
Y tenía razón, porque el portero es uno de esos privilegiados que, con toda la naturalidad del mundo, detecta esa conexión sagrada sempiterna, y piensa lo mismo que G.K. Chesterton, que afirmaba que si de nuestras vidas eliminamos lo sobrenatural, lo que nos queda no es lo natural sino lo “anti-natural” p.
Hacia el consenso en el conflicto lobo-ganadería
Juan M. Theureau Ingeniero de Montes
Se plantea decidir cuál ha de ser la categoría normativa que debe tener el lobo para la necesaria conservación de sus poblaciones, en relación a la eliminación o no de su condición de especie cinegética al norte del Duero. El conflicto suscitado, que ha supuesto el enfrentamiento entre Administraciones, radica principalmente en que la ganadería extensiva (también en zonas donde va a llegar el lobo) se pregunta qué va a ser de ella en el caso de que se le impida el uso de una herramienta que consideran útil e imprescindible para prevenir los ataques del lobo al ganado. Y se lo pregunta porque los grupos ecologistas, además de ser explícitos contra toda muerte de lobo, lo han advertido: si el lobo deja de ser especie cinegética, publicándose la correspondiente orden ministerial, “todos los planes de gestión que amparan el control poblacional letal serán ilegales, incluido el de Asturias” (Twitter de la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico, tras visita del secretario de Estado de Medio Ambiente a Asturias, febrero de 2021).
El verdadero problema es cómo compatibilizar el lobo con la ganadería
Hay consenso en lo siguiente: v ¿Es útil la prevención de ataques con perros mastines?: sí v ¿Son útiles otras medidas en algunos casos?: sí v ¿Bastan las anteriores medidas?: no. Habrá que seguir pagando indemnizaciones También hay “consenso” a nivel técnico (la ciencia no se rige por consensos) en lo siguiente: o ¿Las indemnizaciones al ganadero ayudan a condicionar el comportamiento del lobo, evitando ataques donde será preciso pagar indemnizaciones?: no o Se trata de controlar la predación del lobo sobre el ganado y no de controlar las poblaciones de lobo. o ¿El uso de armas de fuego es una herramienta útil para condicionar el comportamiento del lobo?: sí, incluso con acciones letales y no meramente disparos, si bien en este tema no puede asegurarse el “consenso” real porque muchos técnicos prefieren no manifestarse sobre las acciones letales. La oposición a toda muerte de lobo implica el estudio de otras nuevas alternativas, cuya aplicación en el campo requiere de tiempo y debe aún comprobarse su utilidad. o La muerte de ejemplares de lobo al norte del Duero, protocolizada para atender intereses ganaderos, no compromete la conservación de las poblaciones de lobo. Incluso las poblaciones de lobo han crecido y se han extendido hasta antiguos territorios como el Sistema Central, desde el año de diferenciación de las poblaciones de lobo al norte y sur del Duero. o Conservar las poblaciones de lobo no es conservar cada uno de sus ejemplares. No estamos en el caso de Sierra Morena.
Debe considerarse que la ecología, ciencia frecuentemente olvidada, puede aportar mucho en la resolución del conflicto (https://revistajaraysedal.es/ ecologia-ciencia-olvidada-conflicto-lobo/).
Dos puntos de vista: social y político
A nivel político, la UE ha respetado la potestad de España de diferenciar, en su día, las poblaciones del norte y sur del Duero. Hay otros países en Europa que mantienen tal diferencia a nivel legal en su territorio (Grecia diferencia las poblaciones de lobo por el paralelo 39). No sólo estamos ante un caso de compatibilización de lobos-ganadería, estamos ante un conflicto social cuyas técnicas para su resolución también deben ser atendidas (hay expertos en dicha materia). Son diversas las manifestaciones en ese sentido. Perder ya sea al lobo como a la ganadería sería un fracaso en materia de conservación de la biodiversidad. La pérdida de la ganadería comportaría otros fracasos añadidos. Hay que trabajar bajo la premisa de la conservación de las poblaciones de lobo - el lobo no puede ser perseguido como antaño. Pero hay que reconocer también el papel de la ganadería en la biodiversidad, y el potencial, a favor del lobo, de acciones bien normalizadas y propias de los habitantes del medio rural (que interaccionan con el hábitat); una de ellas es la caza ordenada de ungulados. El mandato de las Directivas Europeas es que los organismos competentes de los Estados miembros establezcan las medidas necesarias para mantener o restablecer los hábitats naturales y las especies de interés comunitario en un estado de conservación favorable, teniendo en cuenta los intereses económicos, sociales y culturales, y las características regionales y locales. Ello es Objetivo Estratégico de la Directiva Hábitats (Fuente: Consulta pública de la Comisión Europea, de 2015, dentro del chequeo de la legislación de la UE sobre naturaleza). Es un principio fundamental. Por tanto, establecer el necesario equilibrio, integrando al hombre, ya no sólo en la ecuación de la biodiversidad, sino en otra ecuación donde entran muchas más variables, les compete a los políticos y no pueden atribuirlo en exclusividad a la Ciencia. Señalar líneas rojas al lobo a través de las armas de fuego es indispensable en muchos casos para garantizar su compatibilidad con la ganadería extensiva o semiextensiva. ¿Podrá ello normalizarse de forma transparente, allá donde haga falta? ¿No estaba bien normalizado en muchas zonas rurales en forma de planes facultativos aprobados por las Administraciones competentes? Hacer las preguntas correctas
Lo que se ha preguntado a la Ciencia es si el lobo ha de tener una u otra consideración legal. El efecto práctico de ello es dudoso, pues existe una voluntad ideológica manifiesta de impedir toda muerte de lobo. Y en esto la Ciencia lo tiene muy claro: no se mete en política. Ello no quita para que la Ciencia pueda ayudar a replantear la pregunta a los políticos y preguntarles qué es lo que quieren resolver. ¿Se quiere resolver el problema de la ganadería con el lobo? Si es así, el dictamen encargado y ya elaborado no les sirve, pues no aporta soluciones. Si la política toma una decisión conforme a un “mandato” científico que nace de un encargo planteado incorrectamente, además de enajenarse de su responsabilidad (por derivarla en exceso a la ciencia) corre grave riesgo de equivocarse. Antes de errar, consígase el acuerdo-consenso. No hay urgencia alguna a resultas de la progresión de las poblaciones de lobo. La vía del consenso requiere de acuerdo entre el Ministerio(s) y las comunidades autónomas, no entre los colectivos “enfrentados”, cuyo acercamiento sí es deseable. Los extremismos han de ser apartados, o no habrá entendimiento. Si se desea contar con un dictamen científico, para afrontar lo que hay que hacer en el campo, búsquese conjuntamente a expertos de manera consensuada y háganse las preguntas correctas. El problema ha de resolverse decidiendo lo que corresponde hacer en el campo, no decidiendo lo que pueda figurar en un papel. Lléguese primero al acuerdo de lo que requiere el campo y luego, si se estima, acomódese el papel de manera que haya garantía de evitar enfrentamientos en la Justicia (incluida la Europea) o demandas de los que nunca se dan por satisfechos. p