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Número 3
EDICIÓN ESPECIAL
Cuentos Africanos ISSN 2011-3099
El Makeda la Reina de Tambor Saba Magico y la
El
León
serpiente
Bandera
2 Edición - Julio de 2009
Director Haile Selassie I JAH RASTAFARI Consejo Editorial Ras Isacar Ras Nyahliel Prince Maurice Compilación Ras Isacar Ras Nyahliel Bejamin Enoch Irhayi Selassie Ivan Cañadas Edición Comunidad Etiope RastafarI Ilustraciones Sista Stefany Brother Ricardo Diseño y Diagramación Prince Maurice Contacto revistanegarit@hotmail.com Facebook: Revista Negarit
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Contenido
Contenido
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Editorial Negarit, Etiopía, ayer, hoy y siempre
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Makeda, la Reina de Saba
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Fortuna e Infortunio de Wadadjé El León y la Serpiente
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El Guerrero Terrible
27 El Tambor Magico
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La Hora del Sacrificio
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Cómo la sabiduría se esparció por el mundo
44 Fara y el viejo cocodrilo
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Seetetelané
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Editorial
Negarit, Etiopía, ayer, hoy y siempre
“Hablaré con parábolas; daré a conocer cosas que estaban ocultas desde la creación del mundo” Mt 13, 34
ses al más alto de la creaZión, H.I.M Haile Selassie I Jahovia Dios JAH RastafarI, el primero y su Emperatriz Menen I, a los Elders, guardianes del Arca y de las tradiciones santas, Angeles, profetas, príncipes y princesas, todos los hijos del padre tiempo y la madre tierra.
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Hoy, una ves más en el nombre de nuestro Señor, con amor y la humildad, hemos querido compartir con nuestros amables lectores un ejemplar más de Negarit; con lo que esperamos que éste natural elemento de comunicación y difusión ubicado dentro del livity de la alabanza Etíope siga resonando y esparciendo sus vibraciones de perfecto amor en cada uno de los corazones de yo y yo, a través del I-niverso. Dado que la comunidad Etíope Rastafari en comunión con el grupo de trabajo comUNidad Rastafari se han dedicado a la alabanza y al cumplimiento de la voluntad del todo poderoso; y recordando que dentro de sus deseos se encuentra la labor de comunicación de las tradiciones africanas y la educación de todo el pueblo negro sobre la tierra, hemos decidido presentar para ésta edición una selección de cuentos africanos, puesto que el cuento es un genero literario ampliamente trabajado desde la antigüedad en los pueblos africanos, y en ellos podemos encontrar una gran cantidad de saberes y tradiciones ancestrales. 4
Editorial
Igualmente, consideramos que el cuento es un Genaro literario que puede facilitar para el lector la comprensión y asimilación de los conocimientos, valores y tradiciones que ellos contienen, pues el cuento presenta varias características que favorecen su lectura y comprensión, así, podemos ver que el cuento es un género que presenta un lenguaje sencillo; lo que facilita su entendimiento, es un genero literario generalmente corto, pero que capta la atención y el interés del lector desde el primer momento y lo mantiene en tensión hasta su fin, es un genero que se desarrolla generalmente en espacios y situaciones cotidianas, pero a pesar de lo familiar y especifico de las situaciones que maneja, logra motivar en el lector “una especie de apertura, de fermento que proyecta la inteligencia y la sensibilidad hacia algo que va mucho más allá” de la anécdota literaria contenida, es decir, que el conocimiento contenido en el cuento generalmente, va mucho mas allá de la pequeña y a veces desdichada anécdota que cuenta y presenta un mensaje que en principio parece trivial pero que contiene en muchos casos profundos consejos de sabiduría que de ser entendidos y practicados pueden llevar a vivir una vida recta. Por ultimo queremos recordar que cada una de las reflexiones plasmadas en las siguientes paginas, pretenden inducir a sus lectores hacia la contemplación de la razón fundamental por la que se sustenta la vida en la creaZion; la cual es el perfecto amor, el amor Rastafari, el amor negro, el amor natural, puro y verdadero que profesa la unión entre los hijos y las hijas de áfrica esparcidos por las cuatro esquinas de la tierra, sin distinción de raza o color, que tocados por el espíritu buscan el retorno a la gran nación: Etiopía. Y que su única pretensión es la comunicación de éste mensaje para posibilitar la destrucción de la maldad y la opresión de babilonia, y propiciar así la liberación, unificación, y reconciliación de la población negra en esta Iwa. ¡Selah!. Ras Isacar
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Makeda, la Reina de Saba
Makeda, la Reina de Saba
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Leyenda de la que fue a visitar a Salomón2 para averiguar el secreto del bien y del mal. rase una vez, hace muchísimos años…
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La tierra, que ya no era grande y plana como una bosta3 de vaca, era desde luego redonda. En aquel país, había nómadas que se pasaban la vida en busca del cielo. En aquel país, había vivido Arwé, el rey-serpiente, guardián del único manantial de agua pura, gracias al cual vivían los seres humanos y las plantas en aquellas regiones donde apenas había sombra. Una vez al año, Arwé se comía a una doncella que le era ofrecida en sacrificio, y todos lloraban, fuera cual fuera la designada. Desde luego, muchos hombres, e incluso algunas mujeres, habían intentado matar al monstruo cubierto de escamas y de lengua bífida. Imposible: tenia demasiado veneno. Este veneno era el fuego, que el mismo ponía a su alrededor para que lo protegiera mejor que un seto de espino. Desde luego muchos hombres, e incluso algunas mujeres, habían propuesto al monstruo cambiar a la doncella por una camella tierna, una becerra o un dik-dik4. Pero la serpiente Arwé no accedía no quería alimentarse de otra cosa que no fuera la carne fresca, tierna y perfumada de una jovencita. Una madre lloraba. Acababan de elegir a su hija para saciar al monstruo. Un joven guerrero oyó el llanto de la madre. ¿Será posible lo imposible?, se preguntó para sus adentros. Y se ve que se dijo que si, porque una tarde echó a andar, a solas, hacía el manantial de agua pura, empuñando su sable y su cayado5.
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Reino del sudoeste de Arabia y del Nordeste de África, célebre por sus riquezas. Desapareció bajo dominio musulmán. El Antiguo Testamento cuenta la visita de la reina de Saba a Israel, atraída por la sabiduría y fama del rey Salomón, con el que tuvo un hijo (Menelik) 2 Rey de Israel (970-933 a.C.) Célebre por su proverbial sabiduría. Su reinado se caracterizó por la preponderancia de Israel frente a la decadencia de Egipto y Babilonia. 3 Excremento del ganado vacuno o del caballar. 1
Makeda, la Reina de Saba
Como cada atardecer, la noche había cerrado los ojos sobre el mundo y sobre el manantial, que solo estaba iluminado por el veneno de la serpiente: un bonito fuego que ardía sin ruido, sin movimiento, sin reír ni hablar. El joven guerrero, que era muy alto, alzo la mirada por encima de las llamas, y vio al monstruo-serpiente dormido. Tendido alrededor del manantial al que rodeaba totalmente. El joven sabía que lo que tenía que hacer era muy arriesgado, pero estaba decidido. Había olvidado su miedo y todos los miedos ajenos. Sacó de la calabaza un ramillete de hojas secas de áloe y arrastrándose por el suelo, como un reptil que pretendiera disimularse entre las piedras o la arena del desierto, se acercó al fuego. << Ese fuego es hermano del sol, calienta tanto como él>> pensó. Cuando tuvo el rostro casi pegado a las llamas, metió en ellas el ramillete de áloe e inmediatamente este se prendió. Entonces se levantó y, calzado con las suelas de viento hechas con piel de camella echó a correr más veloz que el propio viento. Arwé, que seguía dormido, no se había enterado de nada. El joven guerrero llegó a su campamento. Había robado el fuego, la serpiente ya no era venenosa. Dik-dik. Pequeño antílope, de tamaño del doble de una liebre. el termino dik- dik procede del este de África, y es una onomatopeya del grito que emite la hembra cuando se asusta. 5 Palo o bastón corvo por la parte superior. 4
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Makeda, la Reina de Saba
El joven entregó el fuego a la madre que lloraba por la futura muerte de su hija, y esta lo escondió debajo de una piedra sobre la que estaban puestos unos granos de cebada. El fuego calentó la piedra y tostó los granos. y así fue como los que solo sabían de la energía del sol sobre las piedras para calentar los alimentos conocieron el fuego para tostarlos y cocinarlos. El joven guerrero regreso inmediatamente al manantial. ¡Arwé se había despertado y estaba furioso! Buscaba el veneno pero sus ojos incendiados no le mostraban más que la noche con la noche. Hasta que de repente distinguió al joven guerrero, entonces se irguió y, con más agilidad que una rama de Dum6, lo ataco. El joven guerrero sabía que Arwé ya no tenía veneno por lo que iba preparado para enfrentarse y luchar cuerpo a cuerpo con él. Esquivó la cabeza cubierta de escamas, la lengua bífida y, más rápido que una estrella fugaz, le asestó un golpe. Su sable cortó tan perfectamente en dos al monstruo que la hoja de su arma desnuda chorreó sangre fría y la bestia sin cabeza se desplomó junto al manantial. Al día siguiente, enterraron la cabeza y el cuerpo de Arwé debajo de unas piedras y se celebró la boda del joven guerrero y de la doncella perfumada… Como había triunfado sobre el monstruo, lo nombraron rey. Pero él no quiso ser el amo del agua: todo el mundo tendría derecho a ir a beber agua del manantial, tanto en la época de lluvias como en la de sequía. Pasó el tiempo. El rey y su esposa salvada del monstruo tuvieron solo una hija, negra y hermosa más hermosa que la hierba que crece debajo de los árboles…, una hija con la melena más rizada que nadie. Esta también fue reina y tuvo solo una hija, negra y hermosa, más hermosa que la hierba que crece de bajo de los árboles…, una hija con la melena más rizada que nadie. Así transcurrieron las cosas en Saba, de hija a reina, de reina a hija, hasta el día señalado en que nació Makeda. Ella fue la única hija, negra y hermosa más hermosa que la hierba que
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Dum: palmera gigante cuyo tronco se ramifica por sucesivas bifurcaciones.
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Makeda, la Reina de Saba Polvo grasiento con el que las mujeres de África del norte y del este se maquillan el rostro y también el cuerpo. Paraje de un río con fondo firme y poco profundo. 9 Teff: cereal de granos minúsculos, original de Etiopia, que se cultiva en Abisinia desde los tiempos más remotos. 7 8
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Makeda, la Reina de Saba
crece debajo de los árboles, y llegó a ser la reina de la séptima generación…, la reina con la melena más rizada que nadie. En aquellos tiempos, en Saba, las mujeres eran muy comedidas y las camellas daban tanta leche que con ella regaban los árboles. Makeda, negra y hermosa, llevaba siempre los ojos perfilados con kohl7. Su piel era más suave que el suero que se forma por debajo de la leche. El pueblo no quería aceptar a aquella reina que era más hermosa que el sol, al que todos adoraban, más bonita que un vado8 donde saciar la sed, y se tramó una revuelta. Entonces, bajo el sol de medio día y en presencia de todos, Makeda metió en su cinturón de mujer un puñal plateado y en compañía de su hermosa y fiel criada, Emuhay, se dirigió a la tumba de la gran serpiente, Arwé, a la que había dado muerte el bisabuelo del tatarabuelo del abuelo de su padre. Fueron muchos los hombres y las mujeres que la siguieron. Makeda se arrodillo frente a la tumba y allí se quedo un día, dos días… al final del tercer día apareció una serpiente pequeñita que empezó a crecer, y crecer y crecer. Todos reconocieron a Arwé, que había vuelto a la vida. Entonces Makeda, cogió un mazo y aplastó con gran destreza la cabeza del monstruo. El pueblo, cuando vio esta proeza, se sometió. Pero, ¡ay! Al aplastar la cabeza del monstruo brotó sangre y esta mojó los pies de la hermosa Makeda, que poco a poco vio como se convertían en pezuñas de asno. La gran serpiente que había matado Makeda, reina de Saba, fue enterrada y, allí, sobre la tumba del monstruo, brotó por primera vez el teff8 de granos minúsculo y ligeros que tanto gusta a todo el mundo. Makeda había vencido a la serpiente. Makeda había conseguido que naciera el teff, que desde entonces serviría de alimento para su pueblo. Makeda reinaba en un reino que se extendía, por el este, más allá del mar rojo desde la ciudad de Aksum10 hasta Yemen; un reino que, por el sur llegaba hasta la gran isla de Madagascar; un reino que, por el oeste, limitaba con el Nilo blanco11; un reino que, por el norte, limitaba con el alto Egipto. Solo las aves, sobrevolando desiertos y montañas, podía
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Ciudad de Etiopia (región del Tigris) y nombre del gran reino que floreció en esa región entre los siglos III y VII. La ciudad es famosa por sus monumentos y, en particular, por sus obeliscos. 11 Afluente del Nilo. El Nilo, río del nordeste de África, es el más largo del mundo; nace en el lago Victoria, y recorre Uganda, Sudán y Egipto y desemboca en el Mediterráneo formando un delta que comienza en El Cairo. 10
Makeda tenía una abubilla12 que volaba en su nombre tanto hacia donde se levanta el sol como hacia donde se pone. Un día que regresaba a Aksum, la abubilla fue seguida por otra que, guiada por su seguridad volaba a su lado. Esta ave venia de muy lejos, ¡de las pajareras del Rey Salomón! Como tenia un pico de oro, empezó a hacerle preguntas a la abubilla de Makeda, y esta se la llevó a asistir a Aksum y el país de Saba. Allí la abubilla se informó detalladamente del reino de Makeda, reina de Saba, reino en el que por la tarde se recogían las provisiones de agua para la tarde y par la mañana las provisiones de agua para la mañana.
Makeda, la Reina de Saba
medir el espacio que abarcaban las comarcas de Saba.
En cuanto el ave regreso a Jerusalén, se posó en la muñeca de su rey y le dijo: - Salomón, descendiente de David13 , me he enterado de algo que tú desconoces. Vengo de Saba, con noticias que te van a interesar. Salomón hizo señas de que hablara a su magnifica oradora y esta habló:
Ave coraciforme insectívora, del tamaño de una tórtola, con el pico largo y delgado y un penacho de plumas eréctiles en la cabeza. Profeta (hacia 1010-970 a.C.), rey de Israel después de la muerte de Saúl; fue el fundador del linaje de Jesucristo.
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Makeda, la Reina de Saba
- He visto que en Saba es una mujer la que reina sobre los hombres. Tiene toda clase de bienes y un trono muy grande. También me he enterado de que ella y su pueblo adoran al sol, y que no se arrodillan ante el Dios único que a plena luz del día crea los secretos de los cielos y de la tierra, ante el Dios que sabe lo que cada uno piensa y lo que cada uno hace. El rey Salomón se quedó unos instantes meditando. Invitó a la abubilla a que lo acompañara y se puso a escribir una carta. Cuando la hubo concluido, se la entrego al ave y le ordeno lo siguiente: - Ve a llevar esta carta a Saba y léesela a la mujer que reina a ese país. La abubilla echó a volar. Se reunió con la abubilla de Makeda y las dos fueron a posarse sobre los hombres de la reina. Makeda escucho todas las palabras que le había escrito Salomón. Mando llamar a los notables del reino para que también ellos conocieran el mensaje y les dijo: - Ya había escuchado hablar de ese gran rey; me han dicho que es un dechado14 de sabiduría y prudencia. ¿Dicen que es más fuerte que nadie y que su ejercito podría expulsarnos de nuestra tierra y someternos! Voy a ir a verlo. Quiero saber si es como cuentan y como el se pinta. Le explicare como somos los de Saba y a quien hemos vencido para fundar este reino. Al día siguiente, ordenó que se preparara una gran caravana de más de cien camellos, que se cargaran los animales y que se tomaran las medidas necesarias para enfrentarse a arenas y piedras, mar y cielo…, y seguir a su abubilla que debía conducirlos a ella y a sus camelleros hasta Jerusalén. Una mañana. se pusieron en marcha.
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En sentido figurado, ejemplo, modelo.
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Nada más llegar a Jerusalén hizo saber al rey que había llegado. Este pregunto enseguida: - ¿Es tan hermosa como me refirió mi abubilla? Le contestaron:
Makeda, la Reina de Saba
Makeda iba acompañada por su fiel criada, la hermosa Emuhay. Llevaba sus animales cargados de oro, incienso, mirra, ámbar y piedras preciosas, así como todo tipo de perfumes y miel.
- Es una reina negra y hermosa, más hermosa que la hierba que crece debajo de los árboles, es una reina con una melena más rizada que nadie que le cae como un rebaño de cabras que baja por el monte, y sus dientes son como un rebaño blanco de ovejas que sube del lavadero. Salomón cerró los ojos y se quedó pensando un instante en aquella que le acababan de describir. Un criado añadió: - Pero… ¡dicen que debajo de la ropa esconde unas pezuñas de asno! - ¡que venga a verme! Quiero admirar su rostro… y ver lo que esconde. A la luz del día, Makeda se presento ante las puertas del palacio del rey Salomón, recién construido. Junto a ella se encontraba su fiel Emuhay Salomón, impaciente, las había visto llegar desde una de las ventanas de palacio, y había observado su esbelto cuello y el balance de sus caderas al caminar. Makeda iba adelante. Cuando llegó al quicio15 de la puerta, alzó la cabeza hacia el sol que vigilaba en cielo, de tal modo que no pudo ver un tronco de árbol que había tirado en el suelo; el tronco era demasiado pesado para hacer con el una viga, y demasiado corto para hacer con el un pilar. Makeda tropezó con el tronco, y del golpe se le cayeron las pezuñas que cubrían sus pies. Cuando se encontró ante Salomón, este aspiro su perfume: ¿olía a incienso y mirra! Al rey le pareció tan hermosa, con su piel negra, tan fresca como una pieza de cerámica recién lavada, que comprendió que su abubilla no había mentido: Makeda era una mujer, una reina, bellísima, no cabía la menor duda. Salomón la recibió todos los días e incluso varias veces al día. Makeda llegaba acompañada de su fiel Emuhay que tenia también el cabello rizado y untado de manteca perfumada. AMadero que afirma y asegura las puertas y ventanas por medio de bisagras, para que girando se abran y cierren.
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Makeda, la Reina de Saba
Makeda bailaba para Salomón, que admiraba las colinas de su cuerpo flexible. Y hablaban. La reina, muy sorprendida, escuchaba a Salomón responder a todas sus preguntas y solucionar todas las adivinanzas y todos los enigmas que ella le proponía. ¡Lo sabia todo sobre el bien y el mal! Todos los días ella se enteraba de algo nuevo sobre el comportamiento privado y publico del rey. Se quedó tan impresionada que incluso rezaba con Salomón al Dios al que este rezaba. Una mañana en que se hallaban a solas después de rezar, Salomón le dijo: - Makeda, yo que soy amado por más de sesenta reinas y muchas otras mujeres, ¡Te deseo! Makeda se limito a sonreír y le dijo: - Rey no debes cortejarme, pues tienes ya muchas esposas. yo jamás he conocido hombre, vengo de un país en el que los hombre no aman más que a una sola mujer y las mujeres a un solo hombre. Salomón estuvo un rato en silencio, devorándola con la mirada y, finalmente, dijo: - Sea. Pero entonces ni tu ni Emuhay, tu criada, podréis tomar en mi reino nada mío sin mi permiso. - De acuerdo… - Nada, pues, de lo contrario, yo, Salomón, podré tomar lo que desee de ti y de ella. - De acuerdo… Paso algún tiempo. Makeda sentía cada vez mayor admiración por el Dios de Salomón que con su ley administraba Jerusalén tan acertadamente. Una noche Salomón tras haber contemplado durante mucho tiempo a Makeda y a Emuhay bailando para él, las invitó a cenar y ellas aceptaron. Les sirvieron unos platos exquisitos, pero muy cargados de especias. Después de cenar como era ya muy tarde, Salomón se retiro a dormir. El rey dormía siempre con los ojos abiertos. Makeda y Emuhay se fueron a su habitación. Les abrazaba la garganta. La comida que tanto les había gustado les había dejado la lengua y la garganta como si les traspasaran
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- Emuhay, ve a buscarme un vaso de agua y bebe tú también. Salomón está dormido, no se enterara de nada. Obedéceme. Emuhay fue a hacer lo que le mandaba su ama.
Makeda, la Reina de Saba
agujas al rojo vivo.
Como era prudente, primero se acerco a comprobar que Salomón dormía y vio que Salomón tenía los ojos cerrados ¡pero estaba despierto! En cuanto Makeda y Emuhay saciaron su sed, se levantó y acudió a su habitación.
manos de Makeda y la obligo a levantarse. Luego le dijo:
- Habéis cogido sin mi permiso algo que me pertenecía. ¡Era cierto! El se las quedó mirando. La oscilante luz de los candiles las iluminad, realzando su belleza. Salomón copio las
- Ven, por que ahora puedo tomar de ti lo que deseo. Ven, que quiero desentrañar el más secreto de tus secretos. Ella lo siguió. Aquella noche, en los brazos de Salomón, el tiempo se quebró para Makeda, se acabo, para volver a empezar como un tiempo nuevo. - Quédate en Jerusalén para siempre y comparte tus días conmigo - le pidió 15
Makeda, la Reina de Saba
Salomón. Ella le respondió: - Tengo que regresar. Mi pueblo me espera. Debo irme. Volveré al reino de Saba y desde allá lejos compartiré mis oraciones contigo. El viaje de regreso fue tan largo como el de ida. Una noche, en el campamento, Emuhay puso una mano sobre el vientre abultado de Makeda, y luego colocó la otra sobre su propio vientre, también abultado. Makeda le dijo: - Seguramente mañana llegaremos a Aksum. - Yo no- musitó Emuhay. Y luego añadió: - Prefiero seguir camino hasta allá lejos… Al alba se separaron. Cuando llegó a su tierra, Makeda enseñó a todo el mundo todo lo que había aprendido con Salomón. En cuanto nació su hijo, le empezó a hablar de un Dios único Creador del cielo y de la tierra. Su hijo tuvo una descendencia muy numerosa. Cuando nació, Nadie podía imaginar que sería el tatarabuelo del tatarabuelo del tatarabuelo… del último rey de reyes. Pingüilli, Yves. 2002. “Cuentos y Leyendas Del Cuerno de África”. Rodesa, España.
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Fortuna e Infortunio de Wadadjé
Fortuna e Infortunio de Wadadjé
al vez aquel fuera el país en el que los hombres leían el porvenir en las entrañas de las vacas… siempre conviene estar enterado de las costumbres de un lugar antes de visitarlo.
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Varias veces al día, Wadadjé contaba y volvía a contar los ochenta taleros16 de plata y las 17
Fortuna e Infortunio de Wadadjé
veinte monedas de oro que tenia en el bolsillo. Caminaba, sin decirle a nadie si peregrinaba a La Meca17 o a Lalibela18 . El caso es que llego a una ciudad, y allí se quedo a descansar y a pasar la noche. Al día siguiente, después de tomar unas gachas19 de avena y manteca, se disponía a reemprender el camino cuando, por primera vez aquel día, se le ocurrió volver a contar su fortuna. Nada. Tenía el bolsillo vacío. Por más que metió en él la mano izquierda después de haber metido la derecha, allí no había nada. No tenia la ropa rota y no se la había quitado para dormir, y se había acostado del lado en que guardaba las monedas. Tuvo que admitir que ningún ladrón podía haberle robado su pequeña fortuna. ¡Así que él era el único culpable, el único responsable! Seguramente, las dos bolsas de monedas se le habían caído mientras corría en medio de la sombras de la noche mientras en busca cobijo. Se dirigió a un dabtara20 que le recomendó que se fuera a ver el sacerdote. El sacerdote escucho lo que Wadadje le contaba, y le dijo que intervendría una vez convenida un apequeña cantidad de dinero, cantidad que iría a para a las arcas de la iglesia si aparecía la fortuna. El sacerdote ordenó que inmediatamente se proclamara la noticia, y antes que el sol se encontrara en equilibrio en el punto mas alto en el cielo, todos los habitantes se enteraron de que un hombre había perdido dos bolsas llenas de taleros de plata y de monedas de oro. Se enteraron también de que quien las hubiera encontrado estaría obligado a devolverlas, bajo pena de excomunión y de no conocer jamás la dulzura del paraíso de los cielos. Azieb al igual que los demás, oyó el mensaje del sacerdote. Ella había encontrado las bolsas muy de mañana, cuando volvía de comprar una qunna21 de teff. Mientras calentaba el horno y engrasaba la plancha para hacer una injera22, se decía repetidamente: <<tengo que ir a devolver ese dinero, tengo que ir…>> Extendió la masa fermentada formando una hermosa espiral sobre la fuente de barro y siguió diciéndose: <<tengo que ir a devolver ese dinero, tengo que ir a>>. Cubrió la masa y dejo que se calentara. Cuando la injera estuvo cocida, la sacó del horno con un plato de mimbre. Luego Azieb, que llevaba una cruz tatuada en el cuello, se puso en pie y dijo: - Ahora mismo voy a devolver ese dinero.
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Moneda de plata. A partir del siglo XVIII, los comerciantes difundieron el tálero por el Cuerno de África y por Arabia. Ciudad en la que nació Mahoma, el profeta del Islam, situada en lo que hoy es Arabia Saudí. Ciudad santa de Etiopía, famosa por sus monumentales iglesias monolíticas, como la de San Jorge, con forma de cruz. 19 Gachas: Comida compuesta de harina, agua, sal, leche, miel, etc. 16 17 18
- Aquí están las dos bolsas que encontré esta mañana. Tienen muchos taleros y monedas de oro.
Fortuna e Infortunio de Wadadjé
Se unto el cabello con manteca perfumada y, cuando se vio guapa, se fue a ver al sacerdote que aguardaba al delante de la iglesia, en compañía de dabtara y Wadadjé.
El sacerdote cogió las bolsas, le dio las gracias y volcó las monedas en el suelo. Contó ochenta taleros de plata y veinte monedas de oro. - ¿No falta nada? - pregunto el sacerdote. Wadadje, que estaba muy sorprendido de que le devolvieran lo que había perdido, miró por encima a Azieb y dijo: - ¡No puede ser, esa mujer me devuelve la mitad de mi dinero! Se ha quedando con la otra mitad… - No es verdad. Te he devuelto todo lo que encontré. Azieb juntó las manos alzó lo ojos al cielo y repitió: -
No es verdad. Te he devuelto todo lo que encontré.
Wadadjé pretendía que le devolvieran lo que el no había perdido. Él pensaba que una mujer capaz de devolver una fortuna así, con toda seguridad debía ser muy rica. Él insistió y ella repitió: - Es todo lo que encontré. El sacerdote estaba muy molesto. ¿Quien decía la verdad? ¿El forastero que le había proDabtara: hombre al servicio de la Iglesia. Entre otras, desempeña las funciones de lector, escriba, y chantre (el que dirige el canto en el coro). Qunna: cesto con capacidad para cuatro o cinco litros de cereales. Injera: Gran torta, típica de Etiopia, que se hace con masa de teff fermentada. Puede tener un diámetro de setenta centímetros.
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Fortuna e Infortunio de Wadadjé
metido una recompensa para la iglesia o aquella mujer con la cruz tatuada en el cuello? ante el temor de no saber juzgar acertadamente, les recomendó que acudieran al rey: el estaba acostumbrado a repartir justicia. Una vez en presencia del rey, Wadadjé hizo dos reverencias, dijo en voz alta y sonora: - Que Dios os muestre la verdad - y continuación explico-: yo he devuelto todo lo que encontré. <<Todo>> quiere decir <<Todo>> no me he quedado con nada, no me he robado nada. El rey les pidió que dijeran todo lo que habían dicho. Lo repitieron sin cambiar ni una sola palabra. El rey se quedo un momento reflexionando y, luego, sin consultar con ninguno de sus consejeros dijo: - Tu hombre, has perdido ciento sesenta taleros y cuarenta monedas de oro. O sea, que la suma que te devuelven no es la tuya. ¡Entrégamela! Hablaba con mucha autoridad. El sacerdote que acompañaba a Wadadjé tenía todavía las bolsas de dinero. Se acerco al rey y se las entrego. El se volvió a Azieb y le dijo: - ¡Tu acércate! Ella dio dos pasos y dio una reverencia ante el rey. Este le dijo en voz alta, para que todos pudieran oírle: -Toma esta fortuna que has encontrado. Tuya es. Nadie la ha reclamado. No hay nadie en la ciudad que busque una bolsa con ochenta taleros de plata y veinte monedas de oro. Azieb le dio las gracias y se fue a su casa a comer la injera en compañía de los suyos. Wadadjé se marcho de la ciudad, sin decir a donde le llevaban sus pasos. Unos afirmaban que iba a la Meca, otros aseguraban que iba de peregrinación a Lalibela. Pingüilli, Yves. 2002. “Cuentos y Leyendas Del Cuerno de África”. Rodesa, España.
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El León y la Serpiente
El León y la Serpiente
uentan, entre los animales, y los hombres y las mujeres, que un día de tantos en que Libah estaba descansando a primera hora de la tarde bajo la densa sombra de un alquequenje23…
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Cómodamente recostado contra una gran roca, Libah estaba con los dos ojos cerrados, porque su madre estaba allí cerca, vigilando los alrededores. Había dormido ya lo suficiente como para soñar diez veces con la carne fresca de cien dik-diks . Al poco tiempo su madre volvió a avisarle: - ¡Hijo, levántate, que viene una manada de hienas y parece que están muertas de hambre! El abrió un ojo y contesto: - Andan de lado, van a pasar lejos y ¿desde cuando un león como yo a tenido miedo de las hienas? Árbol común en África, y fruto del mismo, cuyas hojas tienen distinta utilización según las zonas. En el Islam, el alquequenje es el árbol del paraíso, y en la zona del cuerno de África, todavía existe la creencia de que resiste cualquier sequía. 23
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El León y la Serpiente
Se volvió a dormir, con la esperanza de seguir soñando con la carne fresca de unos dikdiks. Así se fue transcurriendo la tarde. La madre despertó a su hijo cuando vio pasar un búfalo muy grandote, unos camellos de imponentes jorobas y unos corderos muy gordos. Y el se dormía una y otra vez, repitiendo que no tenia miedo y que ya los encontraría al día siguiente, si fuese necesario, a la hora de comer. Pero de repente la madre del león le grito: - ¡Libah, hijo mío, allí viene un hombre empuñando un afilado golchad24 y una puntiaguda lanza! No hizo falta que repitiera lo dicho: el león se enderezó y lanzó tal rugido que las ramas del alquequenje bajo el que había estado acostado se estremecieron. Libah le gritó al hombre: - ¡Alto ahí, estas sombra fresca es mía! Su madre se había escondido prudentemente detrás de un gran roca. El hombre no dijo nada. Empuñó el sable con una mano y blandió la lanza con la otra. Avanzó con seguridad, dispuesto a matar o morir. Entonces el león retrocedió y siguió retrocediendo… Libah, el león, lo dejo pasar. En cuanto el hombre se hubo alejado, Libah oyó una gran carcajada. Se volvió y vio una gran serpiente, gorda como una barra de sal. - No te estarás burlando de mi, ¿verdad?. - Si, tu eres el más fuerte, pero te da miedo un hombre. - Yo, que soy una serpiente, me habría enfrentado a el y le habría matado. - ¿Tu? - ¡Yo! Libah dio unos pasitos hacia la serpiente. Ganas le daban de olvidar la vergüenza de haber cedido ante el hombre y de matar al reptil de un buen zarpazo en la cabeza. Pero cuando
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Sable Afar;; es un arma tradicional que actualmente los nómadas utilizan como adorno.
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- ¡Hijo, ahí va una mujer con fardo de leña! Libah miró ala serpiente y le dijo: - No es más que una mujer; muéstrame que eres capaz de vencerla y luego hablamos. La serpiente detecto un tono burlón en la voz de Libah. Se planto delante de la mujer y le dijo:
El León y la Serpiente
ya estaba junto a la serpiente, oyó la voz de su madre que le avisaba:
- ¡Alto ahí, esta sombra fresca es mía! La mujer se detuvo en seco. Era la primera vez que una serpiente le dirigía la palabra. La miró y se atrevió a decirle: - Voy muy cargada, estoy cansada, tengo que llegar a casa y dentro de poco es hora de rezar. No puedo volverme atrás… La serpiente ni la escucho y se lanzo sobre ella, la mujer no tuvo tiempo ni de asustarse, y rápidamente le echó encima sallí25, cubriéndola desde las escamas de la cabeza hasta las escamas de la cola. Luego se inclino y, con todas sus fuerzas, echó el fardo de leña sobre la estera aplastando al reptil que murió al instante. Libah y su madre habían contemplado toda la escena escondidos detrás de la gran roca. Dejaron que la mujer atravesara la sombra y prosiguiera su camino… Cualquier día entre tantos días, cualquier tarde entre tantas tardes, cualquier noche entre tantas noches, el más fuerte puede ser también el más prudente . Pingüilli, Yves. 2002. “Cuentos y Leyendas Del Cuerno de África”. Rodesa, España.
Estera de fibra de palmera que se utiliza para rezar o simplemente para descansar sobre ella en las casas.
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El Guerrero Terrible
El Guerrero Terrible
n día, una diminuta oruga entro arrastrándose hasta la madriguera de un conejo, aprovechando su ausencia. Se acomodo muy bien en una esquinita escondida y caliente, y allí se quedo.
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Cuando regreso el conejo, observo en el suelo una huella que no había visto antes. - ¿Quién ha podido dejar esta marca? Se pregunto, y grito -: ¿Quién esta ahí? La oruga, desde el fondo de la madriguera, respondió con una voz fuerte y atronadora: - ¡Soy un guerrero terrible, hijo del jefe de los guerreros del País de la Nada! ¡Hago morder el polvo al Rinoceronte y pateo al elefante! ¡soy invencible! El conejo, temblando de terror, salió corriendo. Cuando estuvo a prudente distancia de su hogar pensó con tristeza que era muy débil para hacerle frente a un animal capaz de vencer al Rinoceronte y al elefante. Por casualidad, se encontró con el chacal, y le dijo: - Amigo chacal, ¿puedes hacerme un favor? - Con gusto, amigo conejo. - Una bestia feroz ha invadido mi casa. Ven a hablarle, por favor, dile que se vaya. El chacal acepto ayudarlo y cuando llegaron a la entrada de la madriguera, grito: - ¿Quién es el intruso que se ha atrevido a invadir la madriguera de mi amigo conejo? y la oruga, con voz de trueno, respondió:
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- ¡Excúsame, pero no puedo hacer nada contra semejante adversario! El conejo, cada vez más asustado, busco al leopardo y le pidió que hablara con el feroz animal que ocupaba su casa el leopardo acepto, pero cuando escucho la respuesta de la oruga, dijo:
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- ¡Soy un guerrero terrible, hijo del jefe de los guerreros del País de la Nada! ¡Hago morder el polvo al rinoceronte y pateo al elefante! ¡Soy invencible! Al oír esta respuesta, el chacal huyo despavorido y apenas tuvo tiempo de decir:
- Amigo conejo, si ese animal puede derribar al elefante y al Rinoceronte puede hacerme trizas. ¡Y yo quiero vivir! Así que el leopardo también huyo tratando en vano de disimular el terror que lo dominaba. El conejo se dirigió y entonces al rinoceronte, para que le ayudara a expulsar al invasor. - Por supuesto que te ayudare- Respondió la enorme bestia, deseosa de hacer alarde de su fuerza. Delante de la madriguera, el Rinoceronte gruñó: - ¿Quién te crees que invades la madriguera de mi amigo conejo? La oruga sin bacilar, respondió: - Te reconozco, rinoceronte, pero no te temo porque soy un guerrero terrible, hijo del jefe de los guerreros del país de la Nada. Aplasto a todos los rinocerontes y pateo a todos los elefantes. El rinoceronte, olvidando su soberbia y muy apocado, refunfuño: - ¡Un animal capaz de aplastarme! ¡Mejor me salvo! El conejo, mas abatido que nunca lo vio alejares, y decidió ir a ver al gran elefante. - Querido amigo - le dijo suplicante ¡eres mi ultima esperanza! ven a hablar con el feroz guerrero del país de la nada que invadió mi casa y que se jacta de aplastar a los rinocerontes y patear a los elefantes. - Amigo conejo - Respondió el elefante desde lo alto de su imponente estatura- ¿Por 25
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qué hacerme patear por u guerrero terrible? francamente no lo deseo. ¡Adiós y buena suerte! Y se marcho, majestuoso e indiferente, dejando al conejito muy deprimido. Una rana paso por allí y viéndolo en ese estado, le pregunto: - ¿Que te pasa amigo conejo? ¡Si supieras! ¡Ya no se que hacer! Mi casa ha sido invadida por un guerrero tan terrible, que ha hecho huir al leopardo, al rinoceronte y al elefante. - ¿Y quien es ese terrible individuo que infunde tanto terror? - Dice que es el hijo del jefe de los guerreros del país de la Nada. - Escucha, quisiera ver de cerca de ese extraño personaje que asusta a los animales más feroces. La rana se aproximo a la entrada y grito: - ¿Quién ocupa la casa de mi amigo conejo? La oruga respondió, como de costumbre con voz fuerte: - ¡Soy yo, el más valeroso de los guerreros! ¡Acabo con todos los animales feroces; aplasto al rinoceronte y pateo los elefantes! - Bueno, ¡pues tendrás que hacerlo conmigo ahora! Y la rana entro saltando a la madriguera. Cuando la oruga vio que se dirigía hacia ella, murmuro temblando: - ¡No te enojes, te lo ruego! ¡Solo soy una pobre oruga! La valiente rana hizo salir a la oruga y se la mostró a los animales especialmente a los más débiles y miedosos. La rana declaro que en adelante la oruga quedaba bajo su protección y nadie le podría hace daño. La historia hizo reír a todos y fue la diversión de toda la selva por mucho tiempo. Villamizar, Jesús. Gaitán, Consuelo. 1999. “Cuentos África”. 1ª edición. Grupo editorial Fabbri S.P.A. Bogotá - Colombia
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El Tambor Magico
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ace mucho tiempo, no muy lejos de la costa de África, la tortuga y el leopardo vivían en el mismo pueblo. Eran, en realidad, bastante amistosos entre sí, y cada uno vivía, con sus dos esposas, en los extremos opuestos de la avenida principal.
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Entonces llegó la carestía, trayendo consigo el hambre al pueblo. El rey Masemi decretó que cualquiera que encontrase el alimento debía traérselo, y designó espías especiales para asegurarse de que sus órdenes fueran obedecidas. Cansada de pasar hambre, la tortuga le dijo a sus esposas e hijos que iba a deambular a lo largo de la playa, y desde allí se encaminaría tierra adentro para ver qué podía encontrarles. Haciendo esto, caminó y caminó hasta que llego a un rio muy ancho y de corriente muy fuerte. En la orilla había un cocotero que se elevaba hacia el cielo, y muy alto, cerca de la copa se apiñaban los cocos. “Esto es lo que mi hambrienta familia necesita” árbol.
Pensó la tortuga al comenzar a trepar al
Cuando llegó a la copa sacudió dos cocos que cayeron al suelo, al pie del árbol; pero el
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La corriente la agarró y la arrastró río abajo, subiendo y bajando por la superficie, bien lejos, hasta que chocó contra un muelle de madera y una mujer que se encontraba lavando en el lugar la ayudó a salir. A medida que la mujer la sacaba y la ayudaba a llegar a las tablas del muelle, oyó una voz que provenía de una casa cercana y que gritaba “¡Cógeme! ¡Cógeme!”.
El Tambor Magico
tercero cayó en el río y fue arrastrado por la corriente. Sin detenerse en el posible peligro, la tortuga se dejó caer en el agua para recuperar el coco.
Cuando la tortuga pregunto quién era el que gritaba de ese modo, la mujer le dijo que sólo se lo diría si le explicaba la razón de su visita. La tortuga le conto sobre al carestía, el cocotero, y la forma en que se había tirado al río para poder conseguir alimento para sus esposas e hijos. -Entra en esa casa que se encuentra allí dijo la mujer . Nosotros le decimos la casa de lo tambores, porque en su interior hay muchos tambores. Algunos de ellos pueden hablar, pero a esos debes dejarlos tranquilos porque son tambores que no tienen poder. Los poderosos son aquellos que no pueden hablar. Y cuando haya elegido un tambor, ¿Qué haré con él? Tráemelo y te enseñaré a utilizarlo. Entonces la tortuga entro en la casa de los Tambores, y no hizo caso a los tambores que gritaban “¡Cógeme! ¡Cógeme!”, sino que eligió uno de los que no hablaban y se lo llevó a la mujer que se encontraba en el muelle. -Ngoma, haz lo que mandaron dijo la mujer golpeando el tambor. Una larga mesa apareció, y la mujer volvió a golpear el tambor, diciendo: -Ngoma, haz lo que mandaron y la mesa se llenó de alimentos: Carne, pescado, cocos y toda clase de manjares africanos. -Ngoma, llévatelo! Ordenó la tercera vez, y la mesa y los alimentos desaparecieron tan misteriosa mente como habían aparecido. Luego agregó : Ahora, tortuga, llévate este tambor, amárralo al cocotero, exactamente donde caíste al agua, y el hará por ti lo que acaba de hacer por mi. 29
El Tambor Magico
La tortuga cargó el tambor a todo lo largo de la orilla del rio, hasta que llegó al cocotero. Allí lo amarró y, golpeándolo, gritó: -Ngoma, haz lo que te dijo la anciana! Una larga mesa apareció, cargada de alimentos, y la tortuga comió hasta que apaciguó el hambre. Entonces, gritó otra vez: -Ngoma, llévatelo! Los alimentos, la mesa y el tambor desaparecieron del árbol, y quedó un poco de comida en un sitio limpio cerca de la tortuga. Entonces el tambor regresó a su lado, como si esperase nuevas órdenes. La tortuga puso el tambor y la comida en su saco, junto con los dos cocos que había encontrado temprano ese día, y partió rumbo al pueblo. Antes de llegar a la casa, probó otra vez el poder del tambor, sólo para asegurarse de que no estaba soñando, ordenándole que doblara un árbol hacia ella. Al hacerlo, amarró el tambor mágico a una de sus ramas, y al enderezarse el árbol, el tambor quedó oculto a la vista de los que pasaran por ahí. Cuando llegó a la casa y le dio a su familia los cocos y la comida, le preguntaron dónde había estado y como había conseguido comida en una tierra que estaba azotada por la carestía. -Es un secreto replico la tortuga . Así que no deben decir una palabra sobre esto, porque si los espías del rey se enteran me arrestarán, y ese será el fin de mi suministro secreto de comida. A la mañana siguiente, muy temprano, se dirigió al árbol donde estaba colgado el tambor en las ramas y grito:
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Magico El Tambor Omega Reina
-Ngoma, haz lo que mandaron! Otra vez apareció la mesa cargada de comida. Se comió su parte, metió el resto en el saco para su familia y regresó a su casa. Durante una semana no tuvo problemas. Pero al octavo día, sin que la tortuga lo supiese, su hijo mayor la siguió, observo asombrado como su padre le ordenaba al árbol que se doblase, luego golpeaba el tambor, ingería un poco de comida, guardaba un poco para su familia, hacía que la mesa y el tambor desapareciesen, y le ordenaba al árbol otra vea que se enderezase, de modo que nadie al pasa por su lado pudiera ver el tambor que se encontraba atado a una de las ramas más altas. A la mañana siguiente, mientras la tortuga estaba fuera buscando hongos (por alguna razón los hongos nunca aparecían en la mesa mágica), su hijo fue al árbol y gritó las órdenes que había oído dar a su padre: -Árbol, dóblate. -Ngoma, haz lo que mandaron -Ngoma, llévatelo. Todo salió a la perfección. Se llevó consigo el tambor para la casa, lo hizo funcionar y la familia de la tortuga comió hasta que, una vez ya repletos, se quedaron dormidos sobre el piso de la choza. Mientras tanto, la tortuga había estado en el árbol después de una búsqueda infructuosa de hongos. -¡Dóblate! gritó, pero para su sorpresa el árbol no se movió ni una pulgada. -¡Dóblate! Gritó otra vez , o te convierto en leña para el fuego! El árbol se mantuvo firme, y entonces la tortuga cortó una y otra vez hasta que convirtió el árbol en un montón de leña. Triste, con las manos vacías, re-
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gresó a la casa, donde se encontró a su familia durmiendo alrededor del tambor mágico. Tan consolado quedó que ni siquiera azoto a su hijo cuando le confeso que había tomado el tambor del árbol mientras que él buscaba hongos. Con toda aquella excitación, olvido el decreto del rey Masemi, y padre e hijo le ordenaron al tambor mágico que les suministrara comida. Comieron la cena delante de los pequeños que jugaban afuera, a quienes dieron de comer. Mientras estaban comiendo, el leopardo venía bajando por la calle. -¡Anjá! Exclamó . Están ingiriendo comida, pero no se lo han dicho al rey Masemi. Gran problema se han buscado, a menos que me aseguren a mí y a mi familia una parte. Si lo haces, te demostraremos que sabemos mantener un secreto. -Mañana tendrán comida en abundancia replicó la tortuga , ¡te lo prometo! A la mañana siguiente, cargó con el tambor por toda la calle hasta el lugar donde vivía el leopardo con sus esposas y familia. Les mostro como funcionaba, y cuando terminaron de comer recogió el tambor, pero el leopardo, con sus dientes al descubierto, gruño: -Déjame el tambor, tortuga. Tú y tu familia pueden comer aquí, pero el tambor se queda conmigo. La tortuga encogió los hombros bajo su caparazón, porque si hubiera tenido que pelear, ¿qué podía hacer contra los dientes y las garras del leopardo? Durante dos semanas la familia de la tortuga comió en casa del leopardo. Pero este, que era muy rudo y exigente, golpeaba el tambor demasiado duro y le gritaba órdenes. Al decimoquinto día, a causa de su rudeza, el tambor rehusó obedecer las órdenes del leopardo, sin importarle cuán alto gritaba ni cuán duro golpeaba el estirado cuero. -Toma tu tambor mágico gritó, tirándoselo a la tortuga . Ha perdido su poder, y no le puede servir a hombre ni a bestia. Muy triste, la tortuga colgó el tambor en la pared de la sala de su casa. Al día siguiente, el rey Masemi y sus consejeros se aparecieron en la puerta.
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El Tambor Magico -Dicen que tienes comida retumbó el rey , pero no me dijiste nada. Sólo se te perdonará la vida si puedes proporcionar comida para toda la aldea esta tarde. Tus deseos serán cumplidos, oh, rey replicó la tortuga . Si esta tarde la tribu se reúne en la plaza, habrá comida en abundancia para toda la aldea. Luego le susurró al estropeado tambor mágico: -Te hemos pedido mucho y no siempre te hemos tratado con consideración, pero, por favor, al menos una vez más, proporciona la comida que me salvará la vida. Todos se encontraban reunidos en la plaza. Rodeada por los hombres de la tribu, la tortuga golpeó el tambor, exclamando: -¡Ngoma, haz lo que mandaron! Un murmullo de alegría y asombro brotó de los hombres de la tribu cuando vieron la larga mesa y la gran variedad de comidas maravillosas. Después de comer, todavía tenían hambre y el rey ordenó que apareciese más comida, cuando se hubo agotado la segunda mesa que apareció llena de manjares, el consejero del rey tocó el tambor, y luego el brujo de la tribu. Enojado e indignado, el tambor cesó de funcionar. Todas las mesas desaparecieron, y a pesar de lo duro que lo golpearon y de lo mucho que le gritaron: 33
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“!Ngoma, haz lo que te mandaron!”, no surgió ninguna otra mesa de la nada. Al día siguiente la tortuga regresó al cocotero, trepó a él, tiró dos cocos al pie del árbol y tiró un tercer coco en el río revuelto. Saltó al agua y la corriente lo arrastró al muelle de madera donde se encontraba la misma mujer lavando ropa. -¿A que has venido? -A recuperar mí coco que se me cayó en el río. Mi familia lo necesita para sobrevivir en mi aldea, donde hay una gran carestía. -¿Por qué no coges un tambor de la casa de los tambores? Ya has estado por aquí. Conoces el poder de nuestros tambores. Pero no cojas el que hable. Los silenciosos son los que te sirven. Ya dentro de la Casa de los Tambores, donde algunos se mantenían silenciosos mientras que otros gritaban “¡Cógeme! ¡Cógeme!”, la tortuga pensaba: ¿Por qué voy a hacer lo que dijo la lavandera en el muelle? Quizás no me recomienda que coja los tambores que hablan porque tienen poderes mayores que los silenciosos”. Por eso tomó un tambor que gritaba “¡Cógeme! ¡Cógeme!”, mas alto que los otros. De regreso al pie del cocotero, golpeó el tambor y dijo: -Ngoma, haz lo que mandaron y apareció una larga mesa -Ngoma, haz lo que mandaron exclamó otra vez, saliéndosele la saliva del pico mientras pensaba en los deliciosos majares que iba a comer. Pero en vez de comida apareció sobre la mesa una enorme cantidad de látigos. -¡Ngoma, haz lo que mandaron! Volvió a gritar, y los látigos se levantaron, fueron hacia él y lo golpearon severamente hasta que pudo exclamar ¡Ngoma, llévatelo! La mesa y los látigos desaparecieron. La tortuga, muy triste, pensó que había sido tonto hacer caso omiso del consejo de la lavandera, pero aun en medio de su tristeza, una idea brillante surgió de su mente ágil y la hizo sonreír. Iba a vengarse del leopardo, del rey Masemi y de sus consejeros, porque si no hubiera sido por ellos su familia todavía estaría viviendo en medio de la abundancia. Por eso le pidió al rey que llamara a todos sus consejeros y a la familia del leopardo para
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que se reunieran en la casa del rey la tarde del día siguiente. Cuando todos estuvieron reunidos, le dijo a su familia que lo esperaran afuera y solicitó al rey: -El tambor mágico realizará sus maravillas sólo si todas las puertas y ventanas se mantienen cerradas, con la excepción de esta pequeña ventana a mis espaldas se hizo lo que dijo la tortuga. Entonces la tortuga llamó al tambor. La mesa apareció. Los látigos surgieron sobre esta. Y cuando a través de la pequeña ventana la tortuga escapaba, gritó: -¡Ngoma, haz lo que mandaron! Y rió a carcajadas cuando los látigos se levantaron, cayeron dentro de la habitación tan estrechamente atestada, golpearon al rey Masemi y a sus consejeros, y al leopardo y su familia, hasta que todos gritaron de dolor. Por último, sintiendo compasión por ellos, gritó a través de la pequeña ventana: -¡Ngoma, llévatelo! Los látigos y la mesa desaparecieron y los gritos de dolor se convirtieron en rugidos de furia. -¡Hacia el río! Le gritó la tortuga a su familia . Nos matarán seguramente. Cuando llegaban a la orilla, el leopardo, que los embestía por detrás, les gritó: -Ya dejamos de ser amigos. Si nos volvemos a encontrar, solo yo quedaré vivo. La tortuga, sus esposas y los niños se sumergieron a tiempo en el agua, donde como tortugas han vivido desde entonces. Stuart F. Diez cuentos africanos. Editorial gente nueva. 35
La Hora del Sacrificio
La Hora del Sacrificio
abía una vez un pastor que conocía el lenguaje de los animales. Entendía sin dificultad lo que decían sus bueyes, sus vacas y sus ovejas. También ocurría que hablaba con su perro. Los dos tenían un gran cariño y donde iba uno el otro le seguía. Pero sucedió que una tarde calurosa, cuando el viejo sol en el horizonte lejano ponía sobre su lecho sus mantas rojas, el hombre y su compañero, sentados a tomar el fresco delante de su puerta, vieron venir entre las zarzas secas de la sabana uno de esos perros vagabundos que les disputaban los huesos a las ratas entre la basura, a la entrada de los pueblos. Cuando pudieron oírle, el vagabundo alargó su largo hocico hacia la casa tranquila y dijo con breve ladrido:
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-Hola perro pastor -Hola contestó el otro. -Eh, no te apetece correr conmigo? 36
La Hora del Sacrificio
-Otro día quizá, -Ven, vamos a aullar a la luna que sale! -Esta tarde no puedo dijo el perro del pastor, Siento que se está incubando un fuego. La casa de mi amo arderá hacia media noche, tengo que estar aquí. El pastor pensó: Bromea. Se divierte asustándome. Pero, ¿Quién sabe? Nuestros viejos sabios dicen: Dios vela sobre ti, vela sobre tus bienes. Sacó de la casa su lecho, su cocina, sus vestidos de fiesta, sus pequeños tesoros y no dejó allí más que las cuatro paredes y el techo de paja. El cielo se cubrió. La tormenta rugió. El rayo cayó. La casa ardió. El hombre barrió las cenizas humeantes, se arremangó y se construyó otra vivienda más bella y espaciosa. Pasaron cien días y he aquí que una dulce mañana cuando el sol abría su gran ojo al fondo del oriente, volvió el perro vagabundo a merodear a lo largo del cercado donde todavía dormían los animales. Husmeó el viento, meó contra su poste, y luego llamó: -¿Está ahí amigo? El perro del pastor salió al patio donde su amo se echaba agua fresca al borde del pozo y le contestó: -Hola perro vagabundo. -¿Vendrás esta noche a correr conmigo? No tengo amigos, no tengo a nadie, con quien andar un trecho de camino. -Mañana si quieres, esta noche imposible. Hace varias jornadas que el viento apesta a hiena. Antes de mediodía vendrán veinte, asaltarán el cercado y todos nuestros bueyes morirán y la ovejas también. Tengo que quedarme junto a mi amo. El pastor pensó: “si el perro dice la verdad, ¡pobre de mi! Y durante todo el día llevó a sus animales a los sólidos apriscos del señor del lugar. Llegada la noche, veinte hienas se deslizaron de sombra en sombra. Invadieron el cercado desierto, clavaron los colmillos en las ramas muertas y se marcharon con las fauces vacías, aullando a las estrellas por los senderos de la sabana. Pasaron otros cien días tranquilos. Un buen día hacia media mañana, cuando los pájaros, en lo mas alto del cielo, abanicaban con sus alas la redonda cara del sol, regresó el perro vagabundo con la lengua afuera. Se detuvo al borde de la sombra donde el pastor dormitaba junto a su compañero y dijo si aliento:
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-Eh, hola, perro del hombre. -¿Qué quieres de mi, hermano? -Nada malo, amigo, nada malo. Esta tarde, al crepúsculo, vendré a buscarte. Quiero cantarte una canción que he aprendido, de palabras rosas y música amarilla. -Por desgracia, le dijo el perro del hombre – esta noche muere mi amo. Yo no puedo abandonarlo. El pastor, espantado, se incorporó de un salto, fue tras el perro vagabundo y volvió al momento, se arrodilló en la hierba, imploró al cielo azul, y por fin juntó las manos ante su animal amigo. -Perro mío, tú que lo sabes todo, dime, dime ¿qué puedo hacer para evitar la muerte? -Nada, respondió el perro. -¿Cómo?, ¿nada? Rugió el otro. – Tú me has salvado dos veces. ¡No puedes dejar de ayudarme ahora! -Hombre, le dijo el perro, - por dos veces te he dado ocasión de pagar el precio de una larga estancia sobre la tierra, La primera vez, has rehusado ofrecer tu casa y tus bienes a las llamas del rayo. La segunda vez, no has querido que las hienas devoraran tus bueyes y tus ovejas. Uno u otro de estos sacrificios te hubieran valido cien años de vida dichosa. Por desgracia esta noche te lloraré. Poco antes de la media noche murió el pastor. Su perro, junto a él, levantó el hocico hacia la luna llena. -¡Oh, luna dijo, ¿Porqué los humanos no saben agachar la cabeza? ¿Por qué no saben que las maldiciones del sótano, para quien las acoge sin temor, son siempre bendiciones del desván? Si lo supieran vivirían ¡ Gougaud H (1987). Cuentos Africanos. Editorial sígueme (salamanca) 2003
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Cómo la sabiduría....
Cómo la sabiduría se esparció por el mundo
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Cómo la sabiduría....
n Taubilandia vivía en tiempos remotos, remotísimos, un hombre que poseía toda la sabiduría del mundo. Se llamaba este hombre Padre Ananzi, y la fama de su sabiduría se había extendido por todo el país, hasta los más apartados rincones, y así sucedía que de todos los ámbitos acudían a visitarlo las gentes para pedirle consejo y aprender de él.
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Pero he aquí que aquellas gentes se comportaron indebidamente y Ananzi se enfadó con ellos. Entonces pensó en la manera de castigarlos. Tras largas y profundas meditaciones decidió privarles de la sabiduría, escondiéndola en un lugar tan hondo e insospechado que nadie pudiera encontrarla. Pero él ya había prodigado sus consejos y ellos contenían parte de la sabiduría que, ante todo, debía recuperar. Y lo consiguió; al menos así lo pensaba nuestro Ananzi. Ahora debía buscar un lugarcito donde esconder el cacharro de la sabiduría; y, sí, también él sabía un lugar. Y se dispuso a llevar hasta allí su preciado tesoro. Pero... Padre Ananzi tenía un hijo que tampoco tenía un pelo de tonto; se llamaba Kweku Tsjin. Y cuando éste vio a su padre andar tan misteriosamente y con tanta cautela de un lado a
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-¡Cosa de gran importancia debe ser ésa! Y como listo que era, se puso ojo avizor, para vigilar lo que Padre Ananzi se proponía.
Cómo la sabiduría....
otro con su pote, pensó para sus adentros:
Como suponía, lo oyó muy temprano por la mañana, cuando se levantaba. Kweku prestó mucha atención a todo cuanto su padre hacía, sin que éste lo advirtiera. Y cuando poco después Ananzi se alejaba rápida y sigilosamente, saltó de un brinco de la cama y se dispuso a seguir a su padre por donde quiera que éste fuese, con la precaución de que no se diera cuenta de ello. Kweku vio pronto que Ananzi llevaba una gran jarra, y le aguijoneaba la curiosidad de saber lo que en ella había. Ananzi atravesó el poblado; era tan de mañana que todo el mundo dormía aún; luego se internó profundamente en el bosque. Cuando llegó a un macizo de palmeras altas como el cielo, buscó la más esbelta de todas y empezó a trepar con la jarra o pote de la sabiduría pendiendo de un cordel que llevaba atado por la parte delantera del cuello. Indudablemente, quería esconder el Jarro de la Sabiduría en lo más alto de la copa del árbol, donde seguramente ningún mortal había de acudir a buscarlo... Pero era difícil y pe41
Cómo la sabiduría.... sada la ascensión; con todo, seguía trepando y mirando hacia abajo. No obstante la altura, no se asustó, sino que seguía sube que te sube. El jarro que contenía toda la sabiduría del mundo oscilaba de un lado a otro, ya a derecha ya a izquierda, igual que un péndulo, y otras veces entre su pecho y el tronco del árbol. ¡La subida era ardua, pero Ananzi era muy tozudo! No cesó de trepar hasta que Kweku Tsjin, que desde su puesto de observatorio se moría de curiosidad, ya no lo podía distinguir. -Padre -le gritó- ¿por qué no llevas colgado de la espalda ese jarro preciado? ¡Tal como te lo propones, la ascensión a la más alta copa te será empresa difícil y arriesgada! Apenas había oído Ananzi estas palabras, se inclinó para mirar a la tierra que tenía a sus pies. -Escucha -gritó a todo pulmón- yo creía haber metido toda la sabiduría del mundo en este jarro, y ahora descubro, de repente, que mi propio hijo me da lección de sabiduría. Yo no me había percatado de la mejor manera de subir este jarro sin incidente y con relativa comodidad hasta la copa de este árbol. Pero mi hijito ha sabido lo bastante para decírmelo. Su decepción era tan grande que, con todas sus fuerzas, tiró el Jarro de la Sabiduría todo lo 42
Y como es de suponer, toda la sabiduría del mundo que allí dentro estaba encerrada se derramó, esparciéndose por todos los ámbitos de la tierra. Biblioteca Digital Ciudad Seva
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lejos que pudo. El jarro chocó contra una piedra y se rompió en mil pedazos.
Fara y el viejo cocodrilo
Fara y el viejo cocodrilo
rase una vez dos hermanas, Rapela y Fara, que vivían en Madagascar y gustaban de jugar a la orilla del río. Tan sólo de vez en cuando la madre les daba permiso, pues muchos cocodrilos rondaban por aquellos parajes. Un día, tanto le suplicaron Rapela y Fara, que no supo la buena madre negarles el permiso; accediendo a sus preces, así las amonestó:
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-Vayan, pero guárdense de burlarse de Ikakinidriaholomamba. El viejo cocodrilo -añadió la madre- tiene muy mal talante y el peor de los genios; si se mofan él, las devorará. Las dos hermanitas prometieron obedecer, y se fueron alegres para jugar con las piedras del río. Muy pronto Ikakinidriaholomamba asomó entre los cañaverales para distraer su ocio con el juego de las niñas; éstas lo vieron y como, en verdad, el viejo cocodrilo era enormemente feo, Fara, que había olvidado los consejos de su madre, exclamó: ¡Oh, oh, qué viejo está padre Cocodrilo! ¡Y qué cabeza tan hundida! ¡Y qué ojos tan hinchados! 44
Por lo que Ikakinidriaholomamba, enfurecido, trepó hasta la orilla para alcanzarlas; mas ellas corrieron, ligeras como galgos, llegando salvas al hogar. -Bien, hijitas, bien -preguntó la madre- fueron prudentes y cautas, ¿no es cierto? -¡Oh, mamá! -contestó Rapela-. ¡El viejo Cocodrilo intentó zamparse a Fara! -¡Ah! -exclamó la madre moviendo la cabeza-. ¡Fara se habrá burlado de él! ¡Es menester saber moderar la lengua, hijitas mías! A la mañana siguiente, las hermanas retornaron al río y nuevamente emprendieron sus juegos con las piedrecillas de la orilla.
Fara y el viejo cocodrilo
¡Y qué vientre tan lleno de arrugas! ¡Y cuántas escamas tiene en su cuerpo!
Rapela se divertía mucho, sin cuitas de ningún género; mas Fara, intranquila con el recuerdo de las burlas del día anterior, contemplaba a Ikakinidriaholomamba que, ojos cerrados, permanecía tumbado a lo largo de un tronco de árbol. Era horriblemente feo, y Fara, sin poderse contener, se dijo de nuevo entre dientes:
¡Oh, qué viejo está padre Cocodrilo! ¡Y qué cabeza tan hundida! ¡Y qué ojos tan hinchados! ¡Y qué vientre tan lleno de arrugas! ¡Y cuántas escamas tienen en su cuerpo! Mas esta vez fue la vencida, ya que el Cocodrilo le echó el diente y la engulló. En vano la desventurada Rapela imploró al monstruo para que le devolviese a su hermana; aquél se había sumergido ya en la corriente, dejándola triste y sin consuelo. Los padres de Fara corrieron a la orilla y, llegados al lugar, la madre así imploró al viejo Cocodrilo: -¡Oh, Mamba, devuélvenos a Fara! ¡En verdad ella fue muy mala, pero es tanta nuestra angustia que bien podrías devolvérnosla! 45 45
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A lo que Ikakinidriaholomamba respondió, imitando la voz de Fara: -Sí, sí, buena señora. Acudan en busca de su Fara. Pero Fara tiene la lengua muy larga.
Busquen a Fara. ¡Y qué cabeza tan hundida! Busquen a Fara. ¡Y qué ojos tan hinchados! Busquen a Fara. ¡Y qué vientre tan lleno de arrugas! Busquen a Fara. ¡Y cuántas escamas tiene en el cuerpo! “Así hablaba la niña, ¿no es cierto?” La pobre madre quedó abatida ante tal réplica y, dirigiéndose a su marido, le dijo: -¡Háblale tú al Cocodrilo, a ver si lo convences! Entonces el padre de Fara gritó: -¡Oh, Mamba, devuélvenos a Fara! ¡En verdad, ella fue muy mala, pero es tanta nuestra desdicha que bien podrías compadecerte y devolvérnosla! Más Ikakinidriaholomamba le respondió: “-Sí, sí, mi viejo. Acudan en busca de su Fara. Pero Fara tiene la lengua muy larga.
Busquen a Fara. ¡Y qué cabeza tan hundida! Busquen a Fara. ¡Y qué ojos tan hinchados! Busquen a Fara. ¡Y qué vientre tan lleno de arrugas! Busquen a Fara. ¡Y cuántas escamas tiene en el cuerpo! “Así hablaba la niña, ¿no es cierto?” Los desventurados padres estaban descorazonados, cuando la madre propuso: -¿Y si le ofreciéramos algo a cambio de Fara? -Ofrezcámosle un buey -dijo el padre. Y la madre voceó: -¡Oh, Mamba! Un buey te daremos por Fara. Ikakinidriaholomamba se dirigió a su prisionera y le dijo: 46
-¡Madre, mi buena madre, Mamba no quiere aceptar! Entonces el padre, mejorando la oferta, clamó: -¡Oh, Mamba, diez bueyes te daremos por Fara! Y Fara, nuevamente, gritó:
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-Contesta a tu madre, que estoy muy cansado. Y Fara gritó:
-¡Padre, querido padre, Mamba no quiere aceptar! Rapela contempla a sus padres y ofrece: -¡Oh, Mamba, veinte bueyes te daremos, si me devuelves la hermana! Y Fara también esta vez contestó:
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El árbol que hablaba
-¡Rapela, mi dulce hermana, Mamba no quiere, no! Entonces la madre, desesperada, clamó fuertemente: -¡Oh, Mamba, cien bueyes te daremos por nuestra Fara! El viejo Cocodrilo, que era muy glotón, pensó que cien bueyes bien valían el rescate de una niña, y murmuró: -Bien, bien; me place la oferta; preparen los cien bueyes. Y Fara, llena de contento, desde el vientre del Cocodrilo contestó: -¡Madre, oh madre, Mamba aceptó ya! Rapela y sus padres corrieron a la villa con harta turbación, porque ellos tan sólo poseían veinte bueyes. Fueron al encuentro de parientes y amigos, y éstos, para que no se menoscabara el rescate de Fara, les prestaron cuantos bueyes hubieron menester para completar la oferta. Los aldeanos reunieron los cien bueyes y se dirigieron hacia la ribera. Así que el viejo Cocodrilo divisó al rebaño soltó a Fara para aproximarse a la orilla, pero los labriegos habían colocado a la cabeza del rebaño al toro más poderoso y feroz; éste se lanzó sobre Ikakinidriaholomamba y con sus enormes cuernos le vació los ojos; cundió el ejemplo y los demás bueyes lo pisotearon hasta darle muerte cruel. Así el viejo Cocodrilo halló un muy desgraciado fin, quedándose sin un solo buey por haber apetecido muchos. Cuando Fara, se vio nuevamente bajo el techo del hogar, se hizo el propósito firme de no hablar más de la cuenta en lo futuro y de medir las palabras en el resto de sus días. Biblioteca Digital Ciudad Seva
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El árbol que hablaba
Seetetelané
rase una vez un hombre pobre, tan pobre que carecía de familia, alimentándose únicamente de ratones silvestres con cuyas pieles se había fabricado un tseha o calzón corto, que apenas le llegaba a la rodilla, constituyendo esta prenda su único vestido.
E
Cierto día que salió a cazar ratones silvestres como de costumbre, tropezó de pronto con un huevo de avestruz. Lo llevó rápidamente a su hogar y reanudó seguidamente la caza. Cuando regresó, fatigado por la dura jornada y hambriento, ya que sólo había conseguido cazar dos miserables ratones, se encontró la mesa puesta y sobre ella un apetitoso voala de harina de mijo y carne de cordero lechal. Asombrado, exclamó: -¿Me habré casado sin saberlo?... Esta comida es obra de una mujer, sin duda algu49
Seetetelané
na... ¿Eh, dónde está la mujer que ha hecho esto? En aquel momento se abrió el huevo de avestruz que recogiera y salió de él una doncella hermosísima. -Me llamo Seetetelané -dijo con dulce voz-. Permaneceré a tu lado hasta que, en un momento de embriaguez, me llames hija de huevo de avestruz. Si lo hicieras, desapareceré y no volverás jamás a verme. El cazador de ratones salvajes prometió solemnemente no embriagarse en su vida y durante varios días gozó de una existencia paradisíaca en compañía de su bella esposa, que le narraba cuentos maravillosos y le confeccionaba platos exquisitos. Un día, viendo que se aburría, le dijo: -¿Te gustaría convertirte en jefe de tribu y tener esclavos, animales y servidores? -¿Serías tú capaz de proporcionármelos? -preguntó él incrédulo. Seetetelané sonrió. Acto seguido dio una patada en el suelo y la tierra se abrió, surgiendo de ella una caravana de esclavos con camellos, caballos, mulos, bueyes, carneros y cabras, así como gran número de hombres y mujeres que inmediatamente empezaron a aclamar al cazador de ratones, gritando con todas sus fuerzas: -¡Viva nuestro jefe! ¡Viva nuestro jefe! El hombre se pellizcaba las mejillas para convencerse de que no soñaba. Seetetelané, sonriendo, le hizo mirarse en las aguas de un riachuelo y se dio cuenta de que estaba joven y apuesto, y que su tseha de pieles de ratones se había transformado en riquísimos vestidos de pieles de chacal, de pelo largo y de mucho abrigo. Cuando volvieron a la choza, ésta se había convertido en una casa de piedra y madera con cuatro recintos y su habitación estaba llena de pieles de pantera, cebra, chacal y león. Estuvo a punto de desmayarse al ver tanta riqueza. Durante dos semanas se condujo como un verdadero jefe, haciendo equitativa justicia entre los suyos y dando ejemplo de sabiduría, enseñándoles a trabajar la tierra y a cazar o a erigir cabañas de troncos y hojas.
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Cuando hubo trasegado a su vientre cuatro vasos de maíz fermentado se le enturbiaron los ojos, se le soltó la lengua y empezó a insultar a los padres de familia que asistían a la reunión.
Seetetelané
Pero una noche celebraron una fiesta para conmemorar el nacimiento de un niño, y el antiguo cazador de ratones no supo resistir a la tentación de beber.
Seetetelané, disgustada, quiso hacerlo entrar en razón, pero él, furioso por la intervención de su esposa, le dio un empujón terrible y exclamó con voz pastosa de borracho: -¡Quítate de mi presencia, miserable hija de un huevo de avestruz! Seetetelané lo miró dolorosamente y no dijo nada. Aquella noche, el borracho sintió frío. Se levantó para buscar una piel de chacal y no encontró ninguna. Salió a la puerta para llamar a un esclavo y se dio cuenta de que se hallaba en su antigua cabaña y de que estaba completamente solo, vestido con su tseha de pieles de ratones salvajes. El bienestar que había gozado durante aquellas semanas lo había vuelto más sensible a los rigores de la temperatura, haciéndolo infinitamente perezoso. El resultado fue que a los pocos dios murió de hambre y de frío, más solo que un leproso, reprochándose hasta su último momento su falta de voluntad para resistir a la tentación de la embriaguez que había causado su desgracia. Biblioteca Digital Ciudad Seva
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Negarit, Etiopia, Ayer, Hoy y
Siempre
Somos Ni単os del Dios del Amor, por esto debemos mostrar ese Amor ante nosotros mismos...
Paz y Amor... RastafarI trae todo el
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Amor