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N Ó E S I S AÑO VII

julio/diciembre 1996 ISSN 0188-9834

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La teoría general de Keynes: sesenta años después

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CIUDAD JUÁREZ


N Ó E S I S AÑO VII

julio/diciembre 1996

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La teoría general de Keynes: sesenta años después

UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CIUDAD JUÁREZ


DIRECTORIO Rubén Lau Rojo Rector Carlos González Herrera Secretario General Manuel Loera de la Rosa Director General de Investigación y Posgrado

Director Jesús Lau Noriega Coordinador del número Cuauhtémoc Calderón

Diseño:

Galo Marmolejo A.

COMITÉ EDITORIAL: Leonel Barraza Pacheco, Ysla Campbell, Federico Ferro Gay, Ricardo León, Carlos González Herrera, Rubén Lau Rojo, Manuel Loera de la Rosa. Revista semestral de la Dirección General de Investigación y Posgrado, Año VII, núm. 17, julio/diciembre 1996, López Mateos #20, CP 32310, Ciudad Juárez. © Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Hecho en México/Printed in Mexico.


NÓESIS Número 17

julio/diciembre 1996

CONTENIDO Presentación

7

The general theory after sixty years: history or economic laws? Joseph Halevi

15

Demanda efectiva y teoría monetaria de las tasas de interés en Keynes: una interpretación Jerôme de Boyer

29

La agregación de trabajos heterogéneos: salarios, precios y nivel general de empleo Edith a. Klimovsky

47

Kalecki, Marx and the “other” theory of effective demand Julio López G.

65

L'euthanasie des rentiers et leur résurgence Marc Lavoie

85

Politique mexicaine de stabilisation des prix 19881992: les leçons d'une guérison Gilles Caire y Cuauhtémoc Calderón

105

Política económica y crisis política en América Latina Eugenia Correa

143

Latin American progress under structural reform Thomas M. Fullerton Jr., and Richard L. Sprinkle

159

Reseña

175


PRESENTACIÓN 1.- La publicación de este número corresponde a uno de los objetivos del programa Desarrollos Contemporáneos de la Ciencia Económica del Centro de Estudios Regionales de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, que se ha propuesto llevar adelante tanto la discusión de los problemas fundamentales de la ciencia económica como el desarrollo de la investigación económica. En este sentido, es un esfuerzo importante, ya que conjunta una serie de trabajos originales, de primera calidad, que contribuyen al desarrollo de la teoría económica. Estas aportaciones han sido elaboradas por destacados académicos de universidades de países diversos como: Australia, Canadá, Estados Unidos de América, Francia y México. Este número de la revista Nóesis está dedicado a conmemorar el sesenta aniversario de la aparición de la Teoría general del empleo, del interés y del dinero de lord John Maynard Keynes. 2.- En su totalidad los artículos tratan cuestiones relativas a la teoría macroeconómica moderna inaugurada por Keynes. En términos generales se abordan dos niveles analíticos diferentes. En primer lugar, se abordan cuestiones relativas a la fundamentación teórica del paradigma keynesiano, en donde se destaca la discusión sobre la teoría macroeconómica keynesiana emanada de la Teoría general de Keynes. En segundo lugar, tratan problemas de macroeconomía aplicada (política económica), que de manera específica abordan la discusión sobre los efectos de las políticas macroeconómicas de estabilización en las economías de los países latinoamericanos. 3.- Los primeros tres artículos discuten de manera sistemática la validez de aspectos fundamentales del paradigma keynesiano. En los tres encontramos una validación de la actualidad del análisis de la Teoría general, tanto en el terreno metodológico, como en el ámbito de la teoría del interés, la moneda y el ingreso. Por último, encontramos que se revalida desde la perspectiva de la teoría de los precios de producción, el método de agregación utilizado por Keynes en su obra.


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4.- El profesor Joseph Halevi, del Departamento de Economía de la University of Sydney, Australia, en su artículo de carácter metodológico intenta demostrar el acierto del escepticismo keynesiano y kaleckiano sobre la existencia de leyes o factores económicos endógenos que garanticen el crecimiento y equilibrio del largo plazo. Para el profesor Halevi, en el largo plazo son los factores exógenos no-económicos los que determinan el crecimiento económico. Así, desde su perspectiva, la historia –y no las leyes económicas– va a ser el factor determinante del crecimiento, para demostrar esto toma como ejemplo el caso de la industrialización en los países del sudeste asiático. 5.- El profesor Jerôme de Boyer, de la Université de Dauphine, Francia, efectúa un estudio comparado de las dos obras mayores de Keynes: el Treatise on money y la Teoría general del empleo, del interés y del dinero. El profesor Boyer llega a la conclusión de que en ambos textos Keynes nos ofrece dos presentaciones diferentes de una misma teoría monetaria del interés e ingreso. Desde su perspectiva, una lectura paralela de las obras posibilita una interpretación coherente del pensamiento keynesiano, donde el principio económico de la demanda efectiva tiene como corolario una teoría específica de las tasas de interés y de la moneda. Precisamente la moneda es un concepto que permite tomar en cuenta la existencia del desequilibrio macroeconómico en el marco de la teoría keynesiana del ingreso. Así, desde la óptica keynesiana la moneda no es una moneda circulante sino una moneda “estocada”. 6.- La profesora Edith A. Klimovsky de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, México, en su trascendente artículo de corte eminentemente teórico, demuestra la validez del enfoque keynesiano macroeconómico bajo la forma de relaciones entre agregados económicos. Desde su perspectiva, este enfoque analítico resulta válido a condición de que el comportamiento de estas magnitudes reflejen tan sólo la evolución de sus componentes, cualesquiera que sean los coeficientes de ponderación. Asimismo confirma la validez del método de cálculo de agregación de trabajos de diferente calidad, utilizado por Keynes en la sección III del capítulo 4 de la Teoría general, donde Keynes propone homogeneizar los distintos tipos de trabajo con base en sus salarios. Este método de cálculo


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tiene su génesis en la teoría clásica (Smith, Ricardo y Sraffa) y es básico para determinar el nivel general de empleo, variable fundamental de la macroeconomía moderna. 7.- Los dos artículos siguientes destacan las bondades de la otra teoría de la demanda efectiva derivada de la formulación de M. Kalecki. El artículo del profesor Marc Lavoie pone énfasis en los límites de la teoría del capital de Keynes que está estrechamente asociada con la teoría marshalliana. El artículo del profesor Julio López expone con claridad la teoría de la demanda efectiva de Kalecki. 8.- El profesor Marc Lavoie de la Universidad de Otawa, Canadá, desarrolla una crítica a la tesis keynesiana enunciada en la Teoría general, según la cual, el sistema capitalista moderno anunciaba el fin del capitalismo rentista. Desde la perspectiva del autor las predicciones de Keynes sobre la evolución de las economías modernas estaban equivocadas. Y para demostrar esto se apoya en el análisis de la economía canadiense. Según el profesor Lavoie, Keynes retoma el argumento marshalliano, según el cual las tasas de interés y de ganancia elevadas expresarían la existencia de un capital escaso. Así, para Keynes el capital financiero guarda un parecido con la tierra. 9.- El profesor Julio López de la Universidad Nacional Autónoma de México, nos expone de manera precisa la teoría kaleckiana de la demanda efectiva. A diferencia de la teoría key-nesiana de la demanda efectiva, la teoría kaleckiana está estrechamente ligada con la teoría marxista de la acumulación del capital. Y la mayor parte de su obra alcanza niveles trascendentales en la medida que su teoría del sistema bancario, su teoría de la dinámica económica y del progreso técnico se sitúan en la línea de las ideas de Wicksell y Schumpeter. La teoría económica kaleckiana ofrece una serie de particularidades en relación con la teoría económica marxista, a saber: Kalecki no cree que un incremento de los salarios trae consigo la caída de las ganancias. En el modelo kaleckiano, la ley de la caída tendencial de la ganancia no juega un papel central y para Kalecki todo gasto deficitario afecta el nivel de la ganancia. 10.- Los subsiguientes tres artículos analizan desde ángulos analíticos diferentes los impactos de las políticas económicas aplicadas


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durante la década de los ochenta. El primer artículo demuestra que las políticas de estabilización aplicadas en México durante el sexenio de Salinas de Gortari eran de corte heterodoxo y no de corte neoliberal. El segundo artículo asume una perspectiva de análisis socioeconómico y destaca los aspectos negativos de la políticas neoliberales sobre las economías latinoamericanas. Y el tercero, analiza de manera precisa los efectos positivos de las políticas de cambio estructural y de ajuste macroeconómico aplicadas en los países de la región. 11.- Los profesores Cuauhtémoc Calderón de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, México, y Gilles Caire de la Université de Poitiers, Francia, en su artículo desarrollan un análisis macroeconómico de la política de estabilización aplicada en México durante el sexenio de Carlos Salinas de Gortari. Desde diciembre de 1987, México instrumentó una política de estabilización antiinflacionaria que ha sido citada como ejemplo por los especialistas de manera cuasiunánime. Desde la perspectiva de los autores este evento macroeconómico involucró la aplicación de un cuerpo teórico heterodoxo desarrollado específicamente por R. Dornbusch, M. Bruno y Simonsen, que se integra dentro del paradigma de la “Nueva Síntesis Keynesiana” y más específicamente forma parte de los trabajos de la teoría de las “Fallas de Coordinación" (Coordination Failure Theories). Los autores del artículo al explicar el proceso inflacionario entre 1985-1987 en México, subrayan la importancia de la expectativas en la transmisión de la inflación de período en período, a partir de un análisis clásico de un desajuste presupuestario y monetario inicial. Además, su estudio de las políticas anti-inflacionarias en México pone el énfasis en las nociones de credibilidad, de consenso y de coordinación. En este artículo se demuestra de manera clara que las políticas de estabilización aplicadas durante el sexenio de Salinas de Gortari fueron básicamente neokeynesianas y no de carácter “neoliberal” como comúnmente se ha afirmado. En este artículo se confirma que las políticas económicas del período tuvieron un carácter esencialmente heterodoxo. 12.- Desde una perspectiva analítica totalmente diferente la doc-


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tora Eugenia Correa, de la División de Posgrado de la Facultad de Economía (UNAM), afirma que las políticas económicas, y la apertura comercial y financiera en los países de América Latina ha desarticulado la coherencia económica interna de los países más importantes de la región. Tales políticas han provocado la destrucción y desplazamiento de grupos que económica y políticamente eran hegemónicos. En particular, los grupos económicos que tenían el control del crédito y la propiedad de los intermediarios financieros, han perdido posiciones a favor de capitales extranjeros. Por otra parte, el empobrecimiento de amplias capas de la población de los países subdesarrollados de América Latina ha reducido sus mercados internos locales. Finalmente este trabajo afirma que las políticas neoliberales han jugado un papel reestructurador en las economías y sociedades de la región. Se considera que dichas políticas no son la expresión de un nuevo modelo económico. 13.- Desde una perspectiva estrictamente analítica los profesores Thomas M. Fullerton Jr., y Richard L. Sprinkle de la University of Texas at El Paso de los EUA, señalan que durante la llamada “década perdida” de los ochenta, los gobiernos latinoamericanos gradualmente empezaron a adoptar paquetes de política económica orientados al mercado, a fin de mejorar su funcionamiento interno. Los problemas que surgieron en los ochenta, recesión, desempleo masivo, déficits de la balanza de pagos y una estructura de precios inestable, fueron inducidos en su mayor parte por los errores de política económica en la mayor parte de los países de la región. Con excepción de Chile, la mayor parte de la economías mantuvieron sus tipos de cambio sobrevaluados, frecuentemente acompañados por un déficit fiscal monetizado que indica la presencia de tasas de inflación aceleradas. Estos problemas crónicos combinados con un reducido acceso a los mercados internacionales de capitales finalmente convencieron a los hacedores de la política a implementar medidas de austeridad y paquetes de ajuste macroeconómico. Este artículo proporciona un análisis preciso de los resultados más importantes de las políticas de ajuste y cambio estructural aplicadas durante la “década perdida” apuntando que estas políticas sanearon las economías de la región.


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14.- Como corolario de este número, la profesora Leticia Hernández de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, hace una reseña del “Simposium sobre la economía keynesiana actual” donde se exponen los resultados actuales de la investigación teórica de los nuevos y viejos keynesianos. Se exponen los resultados de la nueva escuela keynesiana que trata de explicar la existencia del desempleo a partir de condiciones de rigideces en los precios y los salarios (nominales y reales), asimetrías de la información, costos de transacción, etcétera. 15.- En suma, los artículos especialmente elaborados para este número constituyen un homenaje a la obra fundamental de Keynes que sentó las bases de la macroeconomía y política económica modernas del presente siglo. La Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, fue la obra teórica más influyente del siglo XX, y lo seguirá siendo en el siglo XXI, dado que, en primer término, ésta obra fue el intento más serio de este siglo por construir una teoría heterodoxa alternativa a la teoría ortodoxa de su tiempo. La idea de Keynes residía en construir una teoría heterodoxa que se confrontara a la conclusión fundamental de la teoría ortodoxa, es decir, que en un sistema de libre competencia existen fuerzas o mecanismos autoreguladores (determinados por el sistema de precios y salarios flexibles), que eliminan cualquier desequilibrio y conducen automáticamente a una situación de equilibrio eficiente. Situación que excluye de facto la existencia de un equilibrio con desempleo involuntario. Keynes a través de su obra se opone a esta conclusión fundamental, y propone una teoría heterodoxa que afirma que en condiciones de flexibilidad de precios y salarios, de perfecta flexibilidad, el sistema de mercado de libre competencia puede conducir a una situación de equilibrio pero con desempleo involuntario. En este sentido, la obra de Keynes propone que la intervención económica del Estado, es decir intervención a nivel de la inversión, es la única que puede corregir este estado. Desde esta perspectiva la proposición teórica de la obra de Keynes es actual y original dado que la mayor parte de los modelos macroeconómicos modernos explican el desempleo (involuntario y voluntario) a partir de condiciones de rigideces de precios y salarios (nominales y reales), asimetría de la


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información, costos de transacción, etcétera, situándose de facto dentro de la perspectiva de la teoría ortodoxa. Pero poco se ha avanzado dentro de la perspectiva crítica de la obra de Keynes, que es, a fin de cuentas, la única del siglo XX que intentó hacer una crítica general1 a la teoría ortodoxa dominante. Dr. Cuauhtémoc Calderón*

1 “He llamado a este libro Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, recalcando el sufijo general, con objeto de que el título sirva para contrastar mis argumentos y conclusiones con los de la teoría clásica”, J. M. Keynes, p. 15. * Es doctor en Economía por la Université de Nice Sophie-Antipolis, France, profesor-investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, profesorFulbright del Department of Economics and Finance de la University of Texas at El Paso, USA, miembro del Sistema Nacional de Investigadores y coordinador del posgrado en Ciencias Económicas de la UACJ.


THE GENERAL THEORY AFTER SIXTY YEARS: HISTORY OR ECONOMIC LAWS? Joseph Halevi*

I. INTRODUCTION My attempt to evaluate the significance of the General theory of employment interest and money will focus on the concept of effective demand beginning with a set of considerations vis à vis Classical and Marxian political economy. Indeed the principle of effective demand can be much more directly related to this body of thought rather than to Marginalist inspired doctrines. Furthermore Marginalism in its modern form has become so much devoid of conceptual content as to be challenged on methodological grounds by some of its most qualified practitioners (Clower, 1994; Malinvaud, 1995). In the process of the discussion it will be shown that Keynes was not wrong in dubbing all his predecessors as Classical. Finally, I will argue that during the long boom the level of aggregate investment has been determined in the main by external - non economic factors, thereby confirming Kalecki’s and Keynes’s sceptical views about the existence of endogenously created long run propulsive forces.

II. THE CLASSICS: MARX I have chosen to take Marx as the Classical reference with which to compare Keynes’s notion of effective demand since the author of the General theory himself in a famous letter to Bernard Shaw —reprinted in the back cover of the Macmillan paperback editions of the book— stated that his work will knock away the Ricardian foundations of Marxism. In reality, however, it was Kalecki who —pro * Centre d’ études de la pensée économique (CEPE), Université Pierre Mendès France, 38040 Grenoble, France. Department of Economics, University of Sydney, NSW 2000, Australia, josephh@bullwinkle.econ.su.oz.au.


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ceeding from the Marxism elaborated in Central Europe— departed from Marx’s framework (Halevi, 1992). I will therefore discuss both Keynes’s and Kalecki’s contributions. Marx addressed the questions of a fully industrialized economy and, in this context, he brought Classical thought to its peak. In particular, Marx, by breaking with Malthusian naturalism, invented the first, and still the most logically robust, theory of the business cycle. One of the several achievements of the first volume of Das Kapital lies in making the process of investment and accumulation completely endogenous to the capitalist system. This is obtained through the well known mechanism of the Reserve Army of Labor, which, in turn, is based on the Classical hypothesis of the inverse relationship between the wage rate and the rate of profit. A simple set of accounting identities will clarify the point. Consider X to be total corn output, K the corn stock of capital, d its rate of depreciation, a the output capital coefficient, w the corn wage rate and n the number of workers operating one unit of the corn stock of capital. The accounting relation for total net corn profits P is then: (1) P = X - W - dK (2) X = aK (3) W = wnK

where d = 1 with circulating capital at full capacity where nK = Employment E, W = wE

Substituting equations (2) and (3) into (1) and dividing by K we obtain the expression for the rate of profit: (4) r = [a - wn -d] where: d =1 at full capacity From equation (4) we see that the rate of profit is always inversely related to the wage rate, positively related to the output coefficient a and positively related to any decline in the labor capital coefficient n induced by technical progress. If we leave aside the special case of a falling rate of profit in the long run, due to a fall in a not matched by a greater fall in n, Marx’s theory of the business cycle is entirely captured by equation (4). Capitalists, pushed by competition strive to


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invest all the surplus or most of it. Hence: (5) sP = I = DK (6) g = sr

where s is the propensity to save out of profits and it is very near 1. where g is the rate of accumulation.

In accounting terms (6) is similar to the Cambridge equation of distribution which in a Kaldor-Pasinetti model operates ex hypothesis in a fully employed economy with steady growth. Yet in Marx the behavior of accumulation is based on a strong cyclical variation in the share of profits over output and in the rate of profit, both positively related to each other. In Das Kapital, the productive powers unleashed by modern capitalism —always strongly associated with machine production— cannot allow accumulation to be limited by the natural increase in population. Thus, as capitalism initially develops from a small industrial core, it draws from the surplus population emanating from the hitherto non-capitalistic branches of the economy. Furthermore, greater productivity brings about a ruination of the petty commodity producer, which, along with the dispossession of the people living by natural right on the land, causes a systemic surplus population available for capitalistic exploitation. As a consequence, having nothing but only their labor power to sell, these people will drive down the real wage rate. On the basis of equation (4) the fall in the wage rate is ipso facto transformed into a higher rate of profit, into a higher share of profit over national income and into a higher share of investment over total output. It follows that the presence of a surplus population speeds up the rate of accumulation and growth through the rise it induces in r (see equation 6). This is the inescapable conclusion stemming from Marx’s own discussion of the law of capital accumulation presented in chapter 25 of the first volume of Capital. Subsequently, the quickening of the pace of accumulation will eventually bring about a dwindling of the Reserve Army of Labor. Wage rates rise and the rate and share of profits fall as prescribed by (4). Remember now that Marx adhered strictly to the Classical notion of competition, so that in the face of rising wages induced by a decline in the Reserve Army, firms can only react by changing the technological structure of production. In other words Marx’s phrase according to


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which competition “compels [the individual capitalist] to constantly extend his capital in order to preserve it, but extend it he cannot except by means of progressive accumulation” (Marx, 1977 I, p.555), means that firms keep investing most of their surplus no matter how meagre it has become. Yet they will do so by demanding labor saving capital goods which is the only way firms can face up to the profit squeeze generated by the dwindling of the Reserve Army. Such a type of technical change will reduce the quantity of labor —n— needed to operate each unit of machinery, resulting in technological unemployment compounded by the slow intake of workers into production due to the profit/investment squeeze. The formation of large scale unemployment will expand the Reserve Army and the wage rate will fall setting the stage for the cyclical upturn as predicted by equation (4). Through technical change the expansion of capitalist accumulation does not have to rely on surplus labor from pre-capitalist sector. The systemic fall in the labor coefficient n induced by the profit squeeze, will ensure an internal surplus population totally functional to the requirements of accumulation. We may conclude this section by observing that Marx’s system is very predictable once the Classical mechanism of the formation of a general rate of profit is combined with the specific interaction between the Reserve Army of labor, the profit squeeze and the labor saving process caused by the latter. Investment is virtually identical to surplus creation and the ratio of investment to the stock of capital approximates the rate of profit. This ratio will rise or fall according to whether or not the Reserve Army is large (or small) enough to allow for a wage or a profit squeeze. It follows that investment is endogenously determined and so is the dynamics of technical change.

III. EFFECTIVE DEMAND: THE END OF MARXIAN LAWS In Marx the cyclical variation in the rate of profit and in the distribution of income, constitute, with the long run theory of the falling rate of profit, the General Law of capital accumulation. The Law leaves very little room for the working of the principle of effective demand.


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According to the Law unemployment brings down the wage rate and, with it, effective demand for consumption goods. At the same time the lower real wage restores the rate of profits and, through the endogenous creation of investment, it contributes to the next upswing. If we now think in terms of a two sector system, it will become apparent the problem of effective demand will tame Marx’s optimistic views about the immanent dynamism of capitalist accumulation. The endogenous expansion of the Reserve Army of labor, by means of labor saving investments, will curtail effective demand for consumption goods thereby creating unused capacity in the consumption goods sector. If such a rise in unemployment leads also to a decline in the real wage rate, further unused capacity will emerge in the consumption goods industries. Under these circumstances, the level of investment demand stemming from the consumption goods sector is likely to suffer causing unwanted unused capacity in the investment goods industries. As a consequence, the system instead of moving onto a higher rate of accumulation, as prescribed by Marx’s theory of cyclical growth, will plunge into a state of chronic depression with structural unused capacity. In other words, the Reserve Army will not be used to restart the process of growth. It follows that Marx’s reliance on the competitive tendency to a uniform rate of profit in order to force the capitalist to constantly extend his capital by means of progressive accumulation, was excessive. The introduction of effective demand considerations into Marx’s own framework has actually derailed the working of the fundamental Law of capital accumulation, while reducing, at the same time, the importance ascribed to the formation of a general and uniform rate of profit. Not only is the system no longer able to implement its compulsion to accumulate but, with the emergence of unused capacity as a structural phenomenon, the rate of profit need not be systematically inversely related to the wage rate. Hence: (7) p = u(a - wn - d)

where p is the new rate of profit when the rate of capacity utilization - u - is less than unity.


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Differentiation of p in relation to both u and w, shows that the rate of profit will not be, in general, inversely related to the wage rate because of the capacity utilization factor u. Such a factor cannot be taken as stable or as adjusting to a desired value u*. For u* to exist as a meaningful target, even as an attractor, the process of accumulation should have a built-in tendency towards a steady state, an event that modern growth theory has shown to be extremely remote (Halevi and Kriesler, 1991). As a consequence, the formation of unused capacity is not just an occurrence at the bottom of the crisis which will be weeded out by bankruptcies —due to price deflation— thereby leaving a clean terrain for the subsequent recovery. The principle of effective demand makes the rate of capacity utilization emerge as a persistent feature in the working of a capitalist economy. In other words, as Pasinetti has pointed out, the difference between actual and potential output is a central characteristic of an industrial system (Pasinetti, 1974). In terms of the example given above, the upshot of the discussion is that if wages fall as prescribed by the conditions of recovery in the Marxian trade cycle, the system instead of reaching out towards the higher notional rate of profit and growth, is likely to move to a lower rate of capacity utilization in both the consumption and the capital goods industries. In this context, the unemployed cease to function as a Reserve Army of labor and their role is no longer that of regulating the cyclical expansion of capitalist production. Unemployment is the product of the failure to invest as correctly understood by Keynes. Let us note that once the regular or normal pattern of classical accumulation is broken, workers can claim for higher wages also under conditions of mass unemployment. With investment being determined by, and being the determinant of, the level of effective demand and output, the Classical laws of motion lose their thrust. We simply no longer know what the direction and the share of investment will be. To go back to our example of a fall in consumption demand due to the impact of unemployment, we could say that, with the appearance of unused capacity in both sectors, it is impossible to establish in a convincing functional way the level of investment, which therefore may be treated as exogenously deter-


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mined. Profits, while continuing to be the main objective of capitalist production, do not lead accumulation but depend on the externally given level of investment, as described by Kalecki in the formula (Kalecki, 1971, p. 2): (8) P = B[1/(1-s)]A

B = autonomous capitalists’ consumption

Where A is investment (gross accumulation in Kalecki) and s is the propensity to save out of profits. Investment appears as an exogenous factor; its changes are not functionally related to variations in the share of profits over output (Kalecki, 1971). Under these conditions it becomes impossible to map out a regular investment and cyclical pattern of accumulation. In this way, Classical laws, centered on the link between the tendency towards a uniform rate of profit and accumulation, cease to act as gravitational and inertial forces. Nowhere is such a break with the long run dynamics portrayed by Marxian political economy as clear as in Kalecki’s treatment of wages and class struggle in an effective demand framework. It suffices to compare Kalecki’s Money and real wages (1939) and Class struggle and distribution of national income (1971), with Marx’s Wage Price and Profit which is based entirely on the theory of cyclical growth summarized earlier. In the first of the two essays Kalecki argued that unemployment and business cycle exist also in a flexprice system. Hence if money wages are reduced in the presence of unemployment, prices will decline pro-tanto leaving the situation unchanged. By contrast, under conditions of imperfect competition the same fall in money wages will be accompanied by a lesser flexibility in prices which will cut real effective demand for wage goods. As a consequence unemployment is not due to the particular strength of collective bargaining. The same argument is reiterated in a more dynamic form in the 1971 essay where Kalecki assumed an overall increase in money wages. In this case, if prices were to increase exactly by the same proportion the system would be a perfectly competitive one. If prices do not rise as much as wages, markups will shrink and employment will expand under the impact of higher con


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sumption demand. It follows that according to the principle of effective demand, collective bargaining is not the cause of unemployment while its role in an expansionary situation is to cut into the markup of oligopolistic firms thereby ensuring a higher level of demand. This result is made possible by the link between oligopolistic pricing and unused capacity which, according to Kalecki, is always present in the system. From Marx’s point of view, as expressed in Wages Price and Profit, the ideas put forward by Kalecki would make little sense. Wages, Marx would say, do not rise and fall independently from the rate of accumulation which determines the size of the Reserve Army of labor. The dependence of the dynamics of real wages upon the rate of accumulation implies that variations in wages have no impact on the prices of commodities but affect distribution instead. Marx therefore sees the attempts to raise money wages as a response to a rise in the value of labor power measured in terms of the hours socially necessary to produce the basket of wage goods. Such a view stems from the fact that the share of investment is endogenously determined and its long term function is to restore the conditions of accumulation in an upward, albeit cyclical, direction. The comparison between Marx and Kalecki, who developed the concept of effective demand better than Keynes, allows us however to conclude that Keynes was correct in labelling all the economists before him as Classical. Indeed for both Classical and Marginalist economists the act of saving is nothing but a procedure leading to investment. In the Classics, the size of the surplus and level of profits are synonymous, while savings are almost identical to profits. Thus Classical causality runs from Surplus to Profits to Investment to Accumulation and, if all profits are saved, these terms are just the same expression for the increment in the stock of capital. For the Marginalists the process is more complicated because of the intervening role of the rate of interest to equilibrate the supply for and the demand of capital (Savings and Investment) at full employment. Both approaches do assume that a prior pool of savings and profit is the necessary condition for investment to occur. In this respect Marginalist and Classical political economy, although in conflict on the crucial ques-


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tions of value and distribution are conservative in nature when confronted with the implications of the concept of effective demand. In this context Keynes’s view that an act of individual savings is “not a substitution of future consumption demand for present consumption demand”, but it is “a net diminution of such demand” can be applicable also to a Classical framework (Keynes, 1936, p. 210). In the latter case instead of referring to an intertemporal consumption preference it would be necessary to specify that an act of savings does not constitute an act of accumulation.

IV. DYNAMICS AS SHORT PERIOD ANALYSIS It follows that the principle of effective demand frees one’s thoughts from the constraints arising from deterministic regularities. The persistent formation of unused capacity without any systemic target rate of capacity utilization, allows both wage rates and profit rates to rise in tandem with increases in the degree of capacity utilization. Under conditions of technical change and rising productivity the positive relation between wage and profit rates becomes notionally the norm. Therefore Keynes’s conceptual framework is liberated from the iron clad laws concerning the link between accumulation and the rate of profit. In Keynes’s world there is no reason to wait for the accumulation of profits in order to generate investment. The latter can be financed by credit and profits turn out to be the ex-post accounting savings generated by prior investment. At the same time contradictions do arise but not because of the need to accumulate profits in order to finance investment. The absence of deterministic and mechanical tendencies implies that the fundamental conflict lies not in the rate of profits versus the wage rate but in the internal composition of the capitalist classes. A monetary economy cannot be conceived without the existence of financial markets. These markets do not act just as intermediaries facilitating investment. In a sophisticated economy they generate alternative means in which wealth can be held. In so doing financial markets give rise to very strong constraints on firm’s plans and on


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banks’ credit (Parguez, 1996a) To satisfy the constraints imposed by the financial sector, industrial firms —which in a monetary economy tend to operate on a debt basis— have to generate a certain rate of return which includes the interest to be paid on their debts. Now, as pointed out by Parguez (1996b, 1994), positive expectations about the future capital value of firms determine productive decisions. Firms’ debts are held by traders in the financial markets which include the banks themselves. If these anticipate a fall in the future capital values of firms relatively to firms’ demand for credit, private financial institutions would impose a credit rationing on firms’ expenditure plans. Firms must convince financial markets of their profitability being thereby pushed to increase their rate of return at the expense of wages prior to an expansion in output which —by increasing the rate of capacity utilization— would have accommodated both a higher rate of profit and a higher wage rate. The conflict between long term investment and the alternative ways in which savings can be held in a monetary economy, was expressed by Keynes in chapter 12 of the General theory, titled the “State of LongTerm Expectations”. The chief lesson from reading that chapter is that long term expectations, which sustain the investment process, cannot be anchored to any robust and predictable behavioral pattern, unless institutions and State policies are brought in explicitly. In other words, a pure theory of investment is impossible. Thus, any discussion about the macroeconomic impact of investment cannot be but placed in its specific historical and political setting and cannot be derived from models where virtually all the variables are economic ones in the most abstract sense of the word. Indeed, this is according to me the main reason why Kalecki’s post war attempts to build a theory of investment have failed. It is not a coincidence that Kalecki’s work is remembered in relation to mark up pricing as well as for the connection between effective demand and reproduction schemes. Yet his approach to the determinants of investment is hardly mentioned. Indeed, if the economy —that is the society— is portrayed by the level of output as a whole which is made to depend on the level of aggregate investment, then the latter is inseparable from the socio-political circumstances in which it occurs. It is much better to treat it as an exogenous variable.


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V. POLITICS AS THE SOURCE OF EXOGENOUS IMPULSES The idea that the determinants of investment can only partly be found within the spectrum of the decisions taken by individual firms, introduces a conceptual break in the historical reading of the process of economic evolution. I will now give some examples of the different perspective that emerges form looking at investment not as resulting from endogenous accumulation but as determined by ad hoc historical and political circumstances. I will concentrate on certain aspects of East Asian industrialization. A great deal of to day’s Japanese brand names are companies whose industrial strength emerged during the 1930s, that is during a period of world depression. In Japan the same decade marked the phase of heavy and chemical industrialization. The source of the process was not at all endogenous. It originated in the political response to the crisis that hit Japan with the onset of the Great Depression in the United States. In 1931, Japan embarked on a renewed imperialist expansion towards China and the militarization imposed upon the economy was the single most important factor in the process of heavy and chemical industrial growth and of technological change (Johnson, 1982). Imperial expansion while industrializing the economy could not solve Japan’s balance of payments problems since the yen area did not create enough surpluses with the rest of the world to finance Japan’s deficits (Nakamura, 1983). The more Japan expanded into China, the more it encroached upon American interests, eventually leading to a global conflict. After the WWII the essential phases of Japanese reconstruction and capital accumulation were also determined by ad hoc circumstances rather than by immanent long period forces. The only long period force is the determination to industrialize which has guided and united institutions with the private Zaibatsu system (Calder, 1993). By itself this orientation was not sufficient to guarantee long term accumulation. As shown by the outcome of the military expansion of the 1930s such a volition can encounter insurmountable barriers, which are first and foremost political in character such as the specific interests of the United States at the time.


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After 1945 even the integration of Japan into the American system as a key factor in countering the emergence of the movements of national independence in Asia and of the People’s Republic of China, did not provide sufficient momentum for the Zaibatsus to regain confidence and animal spirits. What really brought accumulation back was the Korean war and the subsequent financial and diplomatic measures undertaken by the USA to wrap Japan in a highly protected environment, made even safer by the long wave of Washington’s public expenditure in Asia engendered by the Vietnam war (Schaller, 1985). In conclusion, if capitalism’s dynamics does not depend on endogenous systemic laws governing accumulation, it is quite legitimate to invert the Marxian concern with the economic base and to consider socio-political and power relations as the main determinants of the pattern of economic activity. Keynes’s ultimate indeterminacy as to the forces leading investment decisions tells us just that.

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Kalecki, M. (1939). Studies in the Theories of the Business Cycle, New York: Russell and Russell. --- (1971). Selected Essays on the Dynamics of the Capitalist Economy, Cambridge: Cambridge University Press. Keynes, J. M. (1936). The General Theory of Employment Interest and money, London: Macmillan. Malinvaud, E. (1995). “Why Economists do not Make Discoveries”, Invited Lecture, XIth World Congress of the International Economic Association, Tunis, December 18-22. Marx, K. (1977). Capital, Moscow, Progress Publishers. Nakamura, T. (1983). Economic Growth in Prewar Japan, New Haven, Connecticut: Yale University Press. Parguez, A. (1996a). “Financial Markets, Unemployment and Inflation”, Economies et Sociétés, 33(2-3), pp. 163-92. --- (1996b). “Beyond Scarcity”, in Ghislain Deleplace and Edward Nell (eds.), Money in Motion, London: Macmillan. --- (1994). “Debts and Savings or the Scourge for the Search for Sound Finance”, Economies et Sociétés, 27(1-2), pp. 127-50. Pasinetti, L. (1974). Growth and Income Distribution: Essays in Economic Theory, Cambridge: Cambridge University Press. Schaller, M.(1985). The American Occupation of Japan: The Origins of the Cold War in Asia, New York: Oxford University Press.


DEMANDA EFECTIVA Y TEORÍA MONETARIA DE LAS TASAS DE INTERÉS EN KEYNES: UNA INTERPRETACIÓN* Jerôme de Boyer**

Al exponer el principio de la demanda efectiva, Keynes llegó a la conclusión de que era necesaria la igualdad entre ahorro e inversión. Esto significa que el acto del ahorro mismo es la operación de inversión, de donde estamos en presencia de una identidad de estos dos términos. Este artículo intenta demostrar: – Que para comprender el verdadero significado de esta identidad es necesario que se opere una lectura simultánea de las dos obras mayores de Keynes, a saber: A treatise on money y de la Teoría general del empleo, del interés y de la moneda; – Que esta identidad supone efectivamente una teoría de las tasas de interés original: que se basa en una teoría monetaria de la cual Keynes ofrece una exposición magistral. Si tal lectura deviene enriquecedora, es porque cada uno de los dos textos ofrece una presentación diferente de una misma teoría y cada uno de ellos mejora la comprensión del otro. Esta vía nos permite descubrir que el principio de la demanda efectiva expuesto en la Teoría general tiene como corolario una teoría del mercado específica, de la cual encontramos una exposición única en el Treatise on money. Nuestro interés es hacer inteligible la crítica formulada por Keynes en contra de la teoría clásica del interés, por lo que destacaremos el * Este artículo fue traducido por el doctor Cuauhtémoc Calderón y la maestra Leticia Hernández profesores-investigadores de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Se cuenta con la autorización del autor, quien preparó esta versión especial para la revista Nóesis. ** Profesor de l'Université de Dauphine-France, deboyer@cidmail. services.dauphine.fr.


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papel singular jugado por la moneda en la teoría de Keynes, y trataremos de restituir en consecuencia la coherencia existente de la teoría keynesiana de las tasas de interés con el principio de la demanda efectiva.

I. UNA MISMA TEORÍA DE LOS INGRESOS EN EL TREATISE ON MONEY Y EN LA TEORÍA GENERAL En la Teoría general está ausente la posibilidad de una igualdad entre el monto del ahorro y el monto de inversión, y esta posibilidad se encuentra en el corazón del tratado de la moneda. Una brecha entre estas dos magnitudes trae consigo la aparición de una ganancia (positiva o negativa). Cabe apuntar que la noción de ganancia se encuentra ausente en la Teoría general. No obstante estas diferencias entre ambas exposiciones no significa que la teoría keynesiana haya cambiado entre las dos obras. Si los términos empleados cambian, los conceptos utilizados en ambas son los mismos, de esta manera el término “ahorro” no tiene el mismo sentido en las dos obras, pero el concepto de “ahorro” es el mismo en ambas. Desde el momento que consideramos el estatus de las ganancias, y desde el punto de vista de la teoría del ingreso, esto se confirma. En el Treatise on money, como lo hace ulteriormente en la Teoría general, Keynes plantea que el ingreso está dado por el costo de producción y su nivel está determinado por el empleo de los factores de la producción. Esta definición del empleo conduce a Keynes a excluir de la categoría de los ingresos las ganancias que aparecen sobre el mercado y que resultan de una diferencia entre el precio del mercado y costo de producción de bienes. La ganancia, que Keynes distingue cuidadosamente de la remuneración del empresario,1 no aumenta en nada el ingreso de la sociedad, ya que este último está determinado bajo la forma de costos de producción antes que aparezcan las ganancias. Keynes preci1 En la Teoría general, Keynes utiliza el término “ganancia” en el sentido de remuneración normal del empresario, véase pp. 75 y 98. En esta obra, la búsqueda de la maximización de la ganancia implica una modificación del volumen de empleo que tiene por efecto fijar la ganancia del empresario a un nivel normal. En el Treatise on money, ella tiene por efecto anular la ganancia. Es el término de ganancia tal como es utilizado en el Treatise on money cuya cuestión se trata en este artículo.


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sa “Lo mismo que un crecimiento del valor del capital existente no es parte del ingreso corriente, las ganancias no deben ser consideradas como parte de los ingresos (earnings) de la comunidad sino como un crecimiento (o disminución en el caso de ganancias negativas) del valor de la riqueza acumulada de los empresarios.”2 Esta exclusión de la ganancia de la categoría de los ingresos no es el resultado de una demostración de Keynes sino una premisa de su análisis. Así por definición la ganancia no es un ingreso. Nuestra exposición señalará cual esencial es esta concepción de la ganancia en la teoría de Keynes. Es necesario apuntar que según esta definición, la ganancia no es un ingreso, y no puede dar lugar a un gasto de ingreso. En otros términos, la ganancia está desprovista de todo poder de compra.3 La ganancia definida de esta manera es una noción radicalmente diferente de aquella de excedente que encontramos en el análisis neoclásico. De esta manera para A. Marshall el excedente generado a partir de una diferencia entre el precio de mercado y el costo de producción, es un ingreso que proviene4 de la pérdida de otro empresario. La definición utilizada por Keynes rompe con la perspectiva microeconómica, y nos envía a las categorías del análisis macroeconómico que permiten definir el desequilibrio. La ganancia no siendo un ingreso puede ser global.5 Veamos esto. Keynes examina una economía con dos bienes: los bienes de consumo y los bienes de inversión que respectivamente son tomados como homogéneos. En el Treatise on money, Keynes plantea: C´ es el costo de transacción de la cantidad R de bienes de consumo; I´ 2

Véase Treatise on money, p. 112. Treatise on money, pp. 124-125. No compartimos la interpretación propuesta por B. Schmitt en l´Analyse macro-économique des revenus, que le permite según nosotros, hacer la omisión del análisis del concepto de ahorro tal y como es utilizado en el Treatise on money. 4 Véase Principles of economics, libro VI, capítulo 8. Nosotros hacemos aquí la hipótesis de que los salarios se encuentran en su nivel de equilibrio. 5 No resulta un desplazamiento de capitales entre las ramas indicando un nivel de actividad constante, sino una modificación global del nivel de producción. Nosotros señalamos la incompatibilidad de estos conceptos keynesianos con la teoría de A. Marshall por lo cual una ganancia se emparenta a una transferencia de ingreso que desaparece en el largo plazo. Véase Principles of economics, libro V, capítulos 3 y 4 y libro VI, capítulo 8. 3


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el costo de producción de la cantidad K de bienes de inversión; C´ + I´ el costo de producción de la cantidad O del output global: O= R + K.6 Este costo de producción representa los ingresos E distribuidos a los factores de producción. Sin embargo, no existe ninguna razón para que la proporción de ingreso monetario gastado en la compra de bienes de consumo sea igual a la proporción del costo de producción global de estos bienes, ni que el gasto en bienes de inversión corresponde al costo de producción de estos bienes. Es justamente la diferencia entre estas dos magnitudes de precios, del output e ingresos distribuidos, lo que provoca la formación de las ganancias: i) En el sector que produce los bienes de consumo Q1=(E-S)-C'= (E-S)-(E-I')=I'-S ii) en el sector que produce los bienes de producción Q2= I-I'; iii) y globalmente tendríamos la ganancia : Q2 = (C + I) - (C' + I') = (E - S + I) - (E - I' + I') = I - S Q = I - S = Q1+ Q2 Esta ecuación de la ganancia global induce la igualdad I = Q + S7 que a su vez, traduce situándose en el cuadro de la teoría del ingreso, la identidad del ahorro y de la inversión, cualquiera que sea el monto de la ganancia, puesto que estos no son ingresos. Esta identidad no se niega por la falta de realización de las anticipaciones de los empresarios, anticipaciones que les condujeron a distribuir los ingresos de monto C´ e I´ una vez dadas las producciones respectivas de R y K.8 6 Keynes escoge las unidades de las cantidades de los bienes de manera que una unidad de cada bien tenga el mismo costo de producción C´ I ´ E esta unidad = = R K de medida es válida para todo el período. 7 Véase la definición de inversión en el Treatise on Omoney, p.114. 8 Los gastos anticipados eran respectivamente C´ e I´, los gastos efectivos son respectivamente (E-S) e I.


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El desequilibrio no es incompatible con las definiciones de la teoría keynesiana, al contrario, estas son necesarias para la definición del desequilibrio, según Keynes, para que el desequilibrio pueda ser anticipado, es necesario considerar que los “ingresos” que genera no tengan las características del ingreso: “Actualmente, nuestra conclusión es, en primer lugar, que los beneficios (o las pérdidas) son un efecto del mantenimiento de la situación, más que su causa. Es por ello que sería una anomalía, agregar (o sustraer) los beneficios al ingreso, ya que en este caso los ahorros no podrían disminuirse, cualquiera que sea la medida de los gastos de consumo corriente de parte del público. Igualmente, los ahorros no podrían jamás acrecentarse después de una reducción del gasto de consumo, siendo que los empresarios continúan produciendo el mismo output de bienes de inversión”.9 Si los beneficios pudieran ser gastados o ahorrados estos desaparecerían como todo ingreso monetario en esta operación. Esto es lo que contribuiría a la formación de los precios de venta del conjunto de bienes producidos y evidenciaría la inexistencia de los beneficios y sólo la situación de equilibrio sería prevista. La definición del beneficio se emparenta con aquella del desequilibrio. Nos proponemos explicitar las propiedades de tal desequilibrio, para hacer esto se debe abandonar el cuadro global, tomar la dimensión del desequilibrio cuando aparece en los mercados respectivos de los bienes de consumo e inversión, a fin de ilustrar la proposición según la cual los beneficios no son ingresos. Nuestro comentario versará sobre una de las nueve situaciones posibles (Q1 < 0, Q2 = 0). II. DESEQUILIBRIO Y MERCADOS Según el principio de la demanda efectiva, los empresarios habiendo anticipado un cierto nivel de gasto, deciden fijar la producción al nivel correspondiente, y distribuyen en consecuencia, a los propietarios de los factores de la producción, los ingresos que les van a permitir este gasto. En función de la exposición de Keynes,10 seguiremos el 9 10

Véase op. cit., p. 126. Esta vía fue igualmente adoptada por las teorías del desequilibrio que proponen


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proceso de gasto del ingreso analizando en primer término, el mercado de bienes de consumo. Figura 1

Costo unitario de

C´/R

producción.

Precio unitario del mercado

(R,C´/R) C-C´=Q1

P=C/R

(R,E-S/R) C= P.R=E-S

Q0=R

CANTIDAD OFERTADA= CANTIDAD DEMANDADA

Según nuestras hipótesis los empresarios producen respectivamente R y K, ya que anticipan respectivamente una demanda R * P y K * P´11 igual a los ingresos C´ e I´ distribuidos en este momento. Supongamos que los titulares del ingreso ( E=C´+I´) fijan la fracción del ingreso que destinan al consumo en un nivel C inferior al costo de producción de R: C´. En este caso, según Keynes la fijación del precio de mercado se efectúa a un nivel inferior a aquel anticipado por los empresarios, de manera que toda la producción R es vendida.12 Sobre el mercado de los bienes de consumo solamente figura un punto situado sobre el eje vertical de la cantidad ofertada, de abscisa R y de ordenada C entre R. Este punto no puede ser interpretado como un precio de equilibrio en un sentido neoclásico en la medida que la cantidad producida y ofertada (hipótesis de ausencia de stoks) es función de la demanda anticipada, y en la medida en que la demanda no es una función del precio. La demanda es una cantidad de unidades monetarias, que confrontada a la cantiuna interpretación del circuito en términos de mercados jerarquizados. Véase Ch. de Boissieu, “Los mercados en desequilibrio”, en Economie du déséquilibre, Editorial Económica. 11 Donde P es el precio unitario de los precios de consumo y P´ aquél de los bienes de inversión. 12 Véase las parábola de las bananas en Treatise on money, p. 158.


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dad de bienes ofertados, determina el precio. Aquí los empresarios sufren una pérdida Q1 que equivale a la cantidad de unidades monetarias que han distribuido como ingreso y que no refluyen hacia ellos, pero este desequilibrio —anticipaciones no realizadas de los bienes de consumo— no afecta el segundo mercado, es decir, aquel de los bienes de inversión. Es en esto, donde reside, según nosotros la originalidad de la teoría de Keynes. No siendo los beneficios ingresos, la pérdida sufrida por los empresarios no puede ser vista como una pérdida de ingreso. El empresario no puede ser confundido con el titular de cualquier ingreso, ya que él no percibe ningún ingreso sino que los distribuye. En consecuencia es lógico que esta pérdida no tenga efecto sobre el gasto de ingreso que representa la inversión. ¡Sin embargo son los empresarios quienes invierten! Es necesario que continuemos con el análisis del proceso del gasto del ingreso. Habiendo gastado C los titulares de ingresos disponen de una cantidad E-C de unidades monetarias, es decir: el ahorro. Este no tiene poder de compra sobre los bienes de consumo, puesto que la totalidad de estos han sido vendidos. El ahorro no puede permitir la adquisición más que de los bienes de inversión K. Sin embargo, los titulares de los ingresos no son aquellos quienes compran K, ya que ellos transmiten el poder de compra que detentan sobre estos bienes a los empresarios. Esta operación se efectúa una vez elegida la forma bajo la cual el ahorro será mantenido, es decir: moneda o títulos. Keynes evoca esta segunda elección realizada por los titulares de los ingresos, consecutiva a la primera —el consumo— que fija de manera residual el monto del ahorro, en estos términos: “se puede describir convenientemente esta segunda decisión como la elección entre la ‘tesorización’ y la ‘inversión’, es decir, como la elección entre ‘depósitos bancarios’ y ‘títulos’”.13 El resultado de esta elección es bien conocido, es decir, la fijación de las tasas de interés o precio de los títulos. Keynes asimila el establecimiento de los precios de los títulos al valor de la inversión I. Este valor de la inversión confrontado a la oferta K determina el precio de los bienes de inversión, y hace aparecer sobre el segundo 13

Véase Treatise on money, p. 127.


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mercado una ganancia que puede ser nula, positiva o negativa. Si nos ubicamos en la hipótesis donde I es igual I´ constatamos que el mercado de bienes de inversión no es afectado por el desequilibrio del mercado de bienes de consumo. La situación de nuestro ejemplo se presenta de esta manera: Figura 2

PRECIO

C´/R

PRECIO

....................................... .............................................. Q1 I/K=P´=I´/K

C/R=P C=E-S 0

I=I´ R MERCADO A

Q

0

K

Q

MERCADO B

La anticipación equivocada del empresario, relativa a la abstinencia del consumo, es decir, al ahorro tiene un efecto inmediato sobre el mercado de bienes de consumo, pero ninguno sobre aquel de los bienes de inversión. Keynes supone por tanto la heterogeneidad de dos bienes y rechaza el principio de substitución,14 es decir, el capital no está constituido por bienes de consumo ahorrados y la inversión no es un consumo particular de bienes.15 14 Véase A. Marshall, op. cit. libro V, capítulos 3 y 4, donde el autor trata la cuestión de la substitución entre los factores de la producción, así como la substitución entre los bienes. 15 Véase P. Garegnani, “Note on consumption, investment and effective demand”, in Cambridge Journal of Economics, diciembre de 1978 y marzo 1979. El autor muestra que la implicación de esta cuestión es simplemente la validez del rechazo que hace Keynes del segundo postulado de la teoría clásica del empleo. Sin embargo, nuestra interpretación del pensamiento de Keynes es diferente a la de este autor, puesto que, este último concluye sobre la necesidad de hacer abstracción del capítulo 14 de la Teoría general, mientras que nosotros buscamos mostrar el interés y la coherencia.


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Estamos en presencia de una teoría que concibe dos mercados independientes para dos bienes heterogéneos. Consideramos, que esta concepción es el corolario del principio de la demanda efectiva expuesta en la teoría general y que proporciona una buena identificación del fundamento macroeconómico de la teoría que estudiamos. Al nivel de la moneda, la teoría es muy importante para la comprensión de las propiedades del análisis macroeconómico de una economía que produce dos bienes y es en este contexto que la originalidad de la teoría de Keynes resulta evidente. Este punto de vista que es el de Keynes16 debe ser examinado más de cerca.

III. LA MONEDA La concepción de dos mercados independientes que se deriva de la lectura del Treatise on money, se encuentra en el corazón de la exposición de la Teoría general. En efecto, ella justifica el rechazo explícito a la teoría clásica de la tasa de interés, según la cual, es el precio del mercado quien asegura el equilibrio entre la abstinencia al consumo y la inversión. Para Keynes el mercado donde aparece el monto del no consumo y aquel donde aparece la inversión no se confunden, por ello rompe el nexo clásico entre abstinencia e inversión: “debería de ser evidente que la tasa de interés no puede ser una recompensa por el ahorro o la abstinencia en tanto que tal”.17 La crítica de Keynes a la teoría de los fondos prestables tiene por fundamento el rechazo de la concepción clásica del mercado, rechazo de una tesis que concibe que el poder de compra se puede desplazar de un mercado a otro.18 El rechazo de esta tesis nos envía a la proposición según la cual, una ganancia, producto de un desequilibrio sobre el mercado de bienes de consumo, carece de todo poder de compra, es decir, no tiene ningún poder sobre el primer mercado y no puede 16 Nosotros remitimos al lector a la Teoría general y también a los artículos posteriores publicados en el Economic Journal de 1937: “Alternative theories of the rate of interest and the ex-ante theorie of the rate of interest”. 17 Véase Teoría general, p. 178. 18 Hemos establecido la existencia de dos mercados para dos bienes.


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tenerlo sobre el segundo; no pudiendo ser gastado no es un ingreso.19 Keynes evita las confusiones20 suscitadas por las definiciones del Treatise on money, desembarazándose de esta noción de ganancia al redactar la Teoría general, pero con esto suscitó nuevas confusiones, ya que no se dispone en la segunda obra de los medios para aprehender la originalidad de su teoría monetaria, teoría que justifica su punto de vista sobre la tasa de interés. Regresemos al Treatise on money. La cantidad de moneda que vehicula el poder de compra sobre el producto O, es transferido a los titulares del ingreso en el momento de la producción de O; E es esta cantidad de moneda, los agentes gastan C para la compra de R y disponen de E - C= S. Según la teoría de los fondos prestables los titulares de los ingresos prestan esta cantidad S, directamente o a través del sistema bancario, a los inversionistas. El valor de la inversión está determinado por: I = S. Si nos ubicamos en la hipótesis según la cual la ganancia de Q1 es negativa, esto se traduce en la necesidad de una ganancia Q2 positiva en un monto igual: Figura 3

I/K=P´ C´/R

I´/K

Q2

Q1 C/R=P

I=S=I´-Q1 C=E-S 0

R MERCADO A: C=E-S

Q

K

Q

MERCADO B: I=I´-Q1=S

19 El análisis macroeconómico de dos mercados define bien la ganancia como una categoría macro y no microeconómica. Véase supra p. 53. 20 Objetivo enunciado en las páginas 81 y 99 de la Teoría general. Las dos fuentes de confusión del Treatise on money residen, según Keynes, en la interpretación especial que operó de los términos ganancia y ahorro.


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Sobre el mercado A se tiene: Q1 = C-C´. Sobre el mercado B se tiene: I = E - C = E - Q1 - C´ = I´ + C´ - Q1 -C´ I - I´ = - Q1 = Q2. Este es el resultado que Keynes logra evitar excluyendo la ganancia de la categoría de los ingresos.21 En la teoría de Keynes la ganancia negativa de Q1 mide la cantidad de unidades monetarias (C´- C) que los titulares del ingreso han ahorrado en el momento de la compra de R en una situación de equilibrio. Así que esta cantidad carece de poder de compra, y se ajusta, por lo tanto a su ahorro corriente, cuyo monto (S= C´- C + I´=E-C) está igualmente desprovisto de todo poder de compra por el titular del ingreso. En efecto, la única moneda dotada todavía de poder de compra es aquella que se presentará sobre el mercado de bienes de inversión, mercado sobre el cual los titulares del ingreso no aparecen. Igual que para el primer mercado, la cantidad de moneda que tiene poder de compra era C, la cantidad de moneda que tienen el poder de compra sobre el segundo mercado es I. En nuestro ejemplo C < C´ e I=I´. No queda más que explicar cómo los agentes no titulares de ingresos —las empresas—, se procuran esta cantidad de moneda I a fin de gastarla en la compra de bienes de inversión. Son los ahorradores, quienes al comprar títulos trasmiten a las empresas la cantidad I, permitiéndoles adquirir K al precio del mercado unitario I/K. El precio de los bienes de inversión y el precio de títulos están determinados por un mismo proceso, es decir, la transferencia operada sobre el mercado financiero del poder de compra sobre los bienes de inversión. Esta operación de transferencia que Keynes define en la Teoría general contrariamente al Treatise on money, es el ahorro: 21 Q2=-Q1<=>I-I´=-I´+S<=>I=S<=>C+I=E. La originalidad del principio de la demanda efectiva reside justamente, en el hecho de negar que la magnitud C+I sea constante.


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Treatise on money: Ahorro = E - C = (C´ + I´) - C Ahorro = ingreso monetario - consumo. Teoría general: Ahorro = (C + I) - C = I Ahorro = valor de la producción - consumo. Definido bajo el ángulo de la destrucción del ingreso —principio de la demanda efectiva—, el ahorro se identifica con la inversión. La cuestión del equilibrio del ahorro y de la inversión, no tiene lugar en la teoría keynesiana; y cuando se habla del “ahorro” su monto no es determinante para el valor de la inversión. El poder de compra sobre los bienes de inversión es transmitido directamente a las empresas o por intermedio del sistema bancario. En efecto, la Banca Central debe dirigir la moneda22 e intervenir para fijar la tasa de interés, es decir, el valor de I. Esta intervención consiste en ceder o en comprar a los ahorradores títulos contra de la moneda... bancaria.23 Para un estado dado de las preferencias de la liquidez del público, el sistema bancario fija por tanto el valor de la inversión restringido por el “equilibrio de la moneda”. “El nivel de los precios de los bienes de inversión en su conjunto, y en consecuencia aquel de las nuevas inversiones, es el nivel de los precios; tal que el deseo del público de tener depósitos de ahorro es igual al monto de depósitos de ahorro que el sistema bancario desearía y es capaz de crear”.24 La cantidad de unidades monetarias que reciben los empresarios, puede por tanto ser el resultado de una infinidad de combinaciones posibles, de la asignación del ahorro E - C realizada por los titulares de los ingresos entre moneda bancaria y títulos. En el caso, que ellos compren títulos transmiten directamente la moneda a las empresas; en el caso que ellos conserven los depósitos en el banco, ellos lo hacen por el intermedio del sistema bancario que se encuentra en 22 23 24

Esto constituye el punto de partida del Treatise on money, véase p. 8. Keynes no prevé más que este tipo de moneda. Véase Treatise on Money, p. 129.


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posibilidad de comprar títulos a los empresas o de otorgarles créditos.25 La representación keynesiana del mercado financiero, permite que la tasa de interés sea estabilizada fuera de la igualdad I=E -C. Para clasificar nuestra exposición suponemos que: E=C´ + I´ = 100, C´=I´= 50, C=25, S =E-C = 75 e I=I´ = 50. ¿Cómo es posible que los titulares de los ingresos ahorren 75 y que tan sólo 50 lleguen a los empresarios? La respuesta es que el sistema bancario ha absorbido 25. Para comprender esta operación es necesario ver lo que implica la noción de público que detenta a la vez moneda y títulos. El especulador vende (compra) títulos cuando anticipa una baja (alza) en su curso, y una alza (baja) de la tasa de interés, provocando de esta manera la baja (alza) del curso y alza (baja) de la tasa de interés. En estas condiciones, él no adquiere más que títulos o moneda, especulando sobre los diferenciales de la tasa de interés él posee sea títulos o moneda.26 Especulando, el público fija la tasa de interés al nivel que hace compatible el stock de moneda y su deseo de detentar ésta y los títulos. El público está, por lo tanto, compuesto por dos clases de especuladores, es decir, aquellos que juegan a la baja de la tasa de interés y que únicamente detentan títulos y aquellos que juegan a la alza y que detentan moneda.27 Para estabilizar la tasa de interés al nivel que desea la banca, ésta toma parte por una de las dos categorías. De esta manera, en el caso de una especulación a la baja de los cursos de los títulos, ella se pone del lado de aquellos que especulan a la alza y crea moneda en contrapartida de los títulos que compra, y actúa inversamente en caso de la especulación a la baja. Mientras que en el mercado especulativo, el comportamiento de los agentes está en función del diferencial entre las tasas de interés, la banca determina su intervención en función 25

Lo que quiere decir lo mismo. Nuestra reflexión nos conduce a no considerar más que la moneda detenida por el motivo especulación. Introducir la moneda detenida por los motivos de transacción y de precaución conduciría a estudiar la manera como ésta es desviada por el motivo de especulación y a estudiar como consecuencia la sobreposición de la circulación industrial y de la circulación financiera. Nosotros no podemos abordar en el presente artículo estas cuestiones de cuyo objeto es el libro 4 de la obra de Keynes: Treatise on money. 27 Véase op. cit., pp. 128-129 y p. 224. 26


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del nivel de la tasa de interés que desea fijar. No hay aquí una tasa de interés natural sino una tasa determinada por el hecho de que la banca es víctima de lo que podríamos calificar como “ilusión monetaria”. En esta teoría, la moneda es introducida al nivel del mercado financiero. El único caso en que la banca no está en medida de fijar la tasa de interés es aquel donde todos los individuos apuestan a la baja, es decir, este caso corresponde a la trampa de liquidez. De esta manera, en nuestro ejemplo se puede prever que los ahorradores compran títulos a las empresas por una cantidad de I=50 y los títulos cedidos por los bancos por una cantidad de S-I = 25; pero igualmente ellos conservan S=75 en depósitos bancarios, en cuyo caso son las bancas quienes adquieren la cantidad I =50 de títulos nuevamente emitidos. Así como la cantidad S-I = 25 de títulos anteriormente emitidos —cedidos por el público— y esto a fin de impe-dir un alza de la tasa de interés consecutiva a la preferencia acrecentada del público por la liquidez. El valor de la inversión depende por lo tanto de la “opinión del público” y del comportamiento del sistema bancario y no del monto E-C. El poder de creación monetario de los bancos permite la estabilidad del mercado financiero fuera del caso I = S = 75. El sistema bancario destruye (crea) moneda bancaria por un monto igual a los títulos que cede (adquiere). Su balance es equilibrado cualquiera que sea el nivel de las tasas de interés —y por tanto I—, que la autoridad monetaria escoge fijar al nivel que ella considera, esta característica del sistema bancario de poder influir sobre el valor de la inversión, traduce la idea que toda creación activa de depósitos es idénticamente una creación pasiva de depósitos.28 Ello indica que la banca tiene una actividad de intermediación financiera y que la moneda es un activo financiero. La detención de moneda no es una detención de poder de compra sino de un activo financiero. Este resultado se corresponde a nuestro ejemplo, es decir C´ - C = S-I está desprovisto de todo poder de compra. Esta magnitud corresponde a una transferencia de activos financieros de los empresarios hacia los ahorradores. Esta transferencia financia las pérdidas de los empresarios ( Q= Q1 = I-S): 28

Véase op. cit., pp. 20 y siguientes.


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...si el valor de los nuevos bienes de inversión es inferior al volumen de los ahorros corrientes, los empresarios en su conjunto deben igualar las pérdidas a la diferencia. Estas pérdidas que representan la no realización de las previsiones de venta del outpout corriente deben de ser financiadas, y la pérdida debe ser compensada. Los empresarios no pueden lograrlo más que reduciendo sus propios depósitos bancarios o vendiendo una parte de sus otros activos financieros. Los depósitos bancarios de esta manera realizados y los títulos vendidos son utilizables para, y en un monto exactamente igual a, el exceso de ahorros corrientes sobre el valor de la inversión nueva.29

La ganancia monetaria por tanto es una transferencia de riqueza y no un ingreso.30 No se trata de una transferencia del poder de compra (sobre los bienes que han sido todos vendidos) sino una transferencia de la propiedad del capital bajo la forma de activos financieros — por lo tanto bajo la forma de moneda—. La teoría keynesiana del ingreso es de naturaleza dicotómica, es decir: el ingreso es definido por C + I —valor de O = R + K— y no por E. En cuanto a la moneda es definida, por oposición a aquello que la teoría cuantitativa postula, como un activo financiero desprovisto de poder de compra.31

CONCLUSIÓN Nuestra lectura paralela de las dos obras principales de Keynes permiten una interpretación coherente del pensamiento de este autor, es decir: el principio de la demanda efectiva tiene como corolario la teoría original de la tasa de interés de la cual Keynes nos hace una exposición. Esta teoría reposa sobre el estatus de la moneda. La moneda es un activo financiero emitido por los bancos y detentado por los ahorradores. La oferta de moneda es una operación por la cual el sistema bancario participa en la transferencia del poder de compra sobre los bienes de inversión pagando de tal suerte el valor de esta inversión. El acto del ahorro definido —este es el caso 29 30 31

Véase Treatise on money, p. 131. Las ganancias no son ingresos de transferencia. ...“La segunda decisión es la elección entre tesorización e inversión”.


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en la teoría general— como acto del gasto del ingreso es la operación misma de transferencia. El ahorro no es otra cosa que la inversión; este es idéntico a ella cualquiera que sea su valor. Por el contrario considerado como modo de afectación necesaria de los ingresos por los titulares, nada obliga a que el ahorro tenga la misma magnitud que la inversión. Sin embargo, como teoría del ingreso, la teoría keynesiana explica su destrucción. Este es el motivo por el cual Keynes se interesa por el valor del consumo y de la inversión tanto en el Treatise on money como en la Teoría general. Es por ello que al hablar de equilibrio o de desequilibrio, el ingreso es una magnitud única. En cuanto a la no realización de las anticipaciones no contradice las definiciones de ingreso; y es por tanto lógico que los beneficios obtenidos no sean ingresos. La moneda es precisamente el concepto que permite tomar en cuenta la existencia del desequilibrio32 en el marco de la teoría del ingreso. Según el principio de la demanda efectiva los empresarios distribuyen C´ e I´ como ingresos, ya que ellos anticipan respectivamente los gastos C´ e I´ sobre los dos mercados respectivos de bienes de consumo y de inversión. Estos dos tipos de bienes son heterogéneos si bien que ningún poder de compra no puede ser definido comúnmente en los dos mercados,33 ningún poder de compra puede desplazarse de un mercado hacia el otro. La identidad necesaria de ahorro y de inversión enunciada por la Teoría general tiene por fundamento el rechazo de la teoría de los fondos prestables y de la distinción entre tasa de interés real y nominal de la moneda. Según Keynes, después del consumo, los titulares del ingreso ya no disponen de ningún poder de compra que pueda ser prestado, pero disponen del poder de determinar el valor de la inversión; teniendo en cuenta la política de creación monetaria seguida por los bancos. Esta es la teoría de la preferencia por la liquidez. La moneda de la cual Keynes hace la teoría no es de una moneda circulante sino de una moneda “stokada”. En el límite de los dos mercados, el poder 32 Denominado desequilibrio de funcionamiento por A. Barrère, en Déséquilibres économiques et contre-revolution keynésienne. 33 Tal es el fundamento de las críticas de Keynes, véase libro II del Treatise on money en contra de autores cuantitativistas.


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de creación monetario de los bancos reside en las funciones cumplidas por esta moneda y que se puede ilustrar de la manera siguiente: el no traslado del desequilibrio de un mercado sobre el otro.34 Este atributo de la moneda es esencial con respecto de las definiciones de la teoría macroeconómica de Keynes. En este sentido nosotros estimamos que el principio de la demanda efectiva y la teoría monetaria de la tasa de interés enunciadas por Keynes están estrechamente ligadas.

34 Notemos la similitud de este resultado con la función de financiamiento de los desequilibrios privilegiados por la moneda por ciertos autores de la Teoría de los desequilibrios; véase D. Blondel et J. M. Parly, “Papel de la moneda en las relaciones del desequilibrio y estabilización de las economías descentralizadas” en Etudes sur l’économie en desequilibre, P. Y. Henin, Ed. Económica. Nota final.- La ambición de este artículo se limita a proponer una interpretación desde el punto de vista de Keynes sobre la teoría del interés que restituye a la teoría keynesiana su coherencia. El presente artículo se inspira en nuestra tesis de tercer ciclo, “La actividad bancaria: análisis y definiciones”, en donde adelantamos algunos elementos de crítica a esta teoría reconstituida de este modo.


LA AGREGACIÓN DE TRABAJOS HETEROGÉNEOS: SALARIOS, PRECIOS Y NIVEL GENERAL DE EMPLEO Edith A. Klimovsky*

La macroeconomía analiza las relaciones entre los grandes agregados económicos. Este enfoque se justifica totalmente si la medida y el comportamiento de estas magnitudes son independientes de su estructura, ya que sólo en este caso es válido limitarse a estudiar los efectos a nivel global. El nivel general de empleo es una de las variables claves de la macroeconomía moderna. Su cálculo supone la agregación de trabajos de diferente calidad. En la sección III del capítulo 4 de la Teoría general, Keynes propone homogeneizar los distintos tipos de trabajo sobre la base de sus salarios. Este método, que tiene su origen en la tradición clásica,1 supone el conocimiento, por un lado, de las cantidades de los diferentes tipos de trabajo empleados, y por el otro, de la estructura de sus salarios. Mientras que las primeras están definidas por la técnica, la segunda concierne a la distribución. Éstos son, precisamente, los datos a partir de los cuales se construye el vector de cantidades de trabajo homogéneo que figura en el sistema de precios de producción.2 Habitualmente, desde Ricardo, este método de agregación de los distintos tipos de trabajo se funda en el supuesto de estabilidad de la estructura de sus salarios. En efecto, es sobre esta base que Ricardo, invocando a Smith, justifica su aplicación para el cálculo de las cantidades de trabajo utilizadas en la producción de mercancías. 3 El * Profesora del Departamento de Economía de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, y del Doctorado en Ciencias Económicas de dicha universidad. La autora agradece a Carlo Benetti y Felipe Peredo por sus valiosos comentarios. klimov@msh/paris.fr 1 Esta idea fue sugerida por Smith, adoptada por Ricardo y, como mostramos en un trabajo anterior, también está implícita en Sraffa. Véase en las referencias Klimovsky, E. (1995a), pp. 7-24. 2 Veáse Klimovsky, E. (1995b), p. 58. 3 Véase Ricardo, D. [1821], pp. 16-17.


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mismo argumento se encuentra en la Teoría general donde se afirma que “en la medida en que grados y clases diferentes de trabajo y empleo asalariado disfruten de una remuneración relativa más o menos fija, la magnitud de la ocupación puede definirse bastante bien, [...], tomando una hora de empleo del trabajo ordinario como unidad y ponderando una hora de trabajo especial proporcionalmente a su remuneración”.4 Esta misma idea es sostenida por los autores contemporáneos que han contribuido al desarrollo de la tradición clásica. Garegnani es el primero en señalar que la posibilidad de homogeneizar las diversas calidades de trabajo “se apoya en la hipótesis de invariabilidad, frente a los cambios estudiados por la teoría, de las relaciones entre las tasas de salario para trabajos de diversas calidades”.5 Posteriormente, Benetti y Cartelier, que proponen la primera presentación general del criterio clásico de homogeneización del trabajo, insisten también sobre la hipótesis de una estructura de salarios dada.6 Nosotros mismos sostuvimos en un trabajo anterior que este supuesto es un requisito para que el vector de trabajo homogéneo pueda ser considerado como un dato del sistema.7 Más recientemente, Kurz y Salvadori que, siguiendo a Smith, tratan de explicar económicamente la diferenciación de los salarios de los distintos tipos de trabajo —con lo cual la estructura de los mismos deja de ser un dato exógeno—, reconocen que la agregación clásica de los trabajos requiere que los salarios relativos no sean afectados por los cambios en la tasa general de ganancia y en las técnicas utilizadas.8 En síntesis, comúnmente se sostiene que la estructura de salarios debe ser estable para definir el nivel general de empleo y el vector de trabajo homogéneo que figura en el sistema de precios de producción. Este supuesto sugiere que, dada la técnica, las cantidades de trabajo homogéneo se modifican cuando cambia la estructura de salarios. El problema de la homogeneización de los trabajos a partir de los salarios no ha sido suficientemente estudiado en la literatura. Particu4 5 6 7 8

Keynes, J. M. [1936], p. 50. Garegnani, P. [1960], nota 13, p. 14. Benetti, C. y Cartelier, J. (1977), p. 156. Véase Klimovsky, E. (1995a), p. 21. Véase Kurz, H. D. y Salvadori, N. (1995), p. 333.


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larmente, no se ha prestado ninguna atención a la influencia de las condiciones técnicas representadas en la matriz de requerimientos de trabajo. En este artículo demostraremos que, excepto para ciertas técnicas particulares que vamos a precisar, existe más de una estructura de salarios positiva que transforma una matriz dada de requerimientos de trabajo en un cierto vector de trabajo homogéno. Apoyándonos en la teoría clásica de los precios de producción, mostraremos luego que todos los cambios en los salarios relativos que no alteran la estructura del vector de trabajo homogéno, no tienen ningún efecto sobre los precios. Estos resultados son de extrema importancia pues, al delimitar el campo de variación de la estructura de los salarios compatible con los análisis a nivel global, permite precisar el gran número de casos en que la utilización del enfoque macroeconómico está plenamente justificada.

I. LA MATRIZ DE REQUERIMIENTOS DE TRABAJO Los distintos tipos de trabajo que intervienen en la producción de las mercancías están representados en una matriz N=[nij], siendo nij la cantidad de trabajo j utilizada para producir la mercancía i. N es una matriz no negativa, cuyo rango indica el número de sus filas y columnas linealmente independientes, y que puede ser cuadrada o rectangular según que el número de mercancías sea o no igual al de variedades de trabajo empleadas para producirlas. La interpretación técnico-económica de la dependencia lineal de las filas y columnas de la matriz N no es, en general, muy evidente, excepto en los casos de proporcionalidad. Cuando dos o más filas de la matriz N son proporcionales, los mismos tipos de trabajo son empleados en iguales proporciones en más de una rama de producción. Se dice entonces que la composición técnica de los requerimientos de trabajo es idéntica en dichas ramas. Por su parte, la proporcionalidad de algunas de las columnas de la matriz N significa que ciertos tipos de trabajo se combinan en proporciones fijas en la producción de todas las mercancías. La dependencia lineal de las filas y columnas de las matrices de


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requerimientos de trabajo rectangulares, de orden n x k, resulta aun mucho menos obvia. Cuando el número de mercancías es superior al número de tipos de trabajo empleados en la producción, el rango de la matriz N es a lo sumo igual a k, o sea, al menos n - k filas de la matriz son linealmente dependientes. En cambio, si el número de mercancías es inferior al de las variedades de trabajo, su rango no puede ser mayor que n, es decir, la matriz N tiene por lo menos k - n columnas linealmente dependientes. Esto no implica ningún supuesto especial acerca de la técnica de producción de las mercancías, sino simplemente que n - k filas (k - n columnas) de la matriz N pueden ser expresadas matemáticamente como combinación lineal de algunas o de todas sus filas (columnas) linealmente independientes.

II. HOMOGENEIZACIÓN DE LOS TRABAJOS A TRAVÉS DE LOS SALARIOS Sabemos que, dados una matriz N de requerimientos de trabajo y un vector w que indica la estructura de los salarios de las diferentes variedades de trabajo, siempre se puede calcular el vector l de cantidades de trabajo homogéneo correspondiente, el cual se obtiene multiplicando la matriz N por el vector w . Cuando los trabajos de distinta calidad se homogeneizan a través de sus salarios, el vector de cantidades de trabajo homogéneo representa, o bien cantidades de un tipo especial de trabajo si los salarios se miden en términos de un salario particular, o bien la distribución del trabajo homogéneo entre las ramas si se expresan en términos de la masa salarial de la economía.9 Cualquiera de estas dos maneras de medir los salarios puede ser adoptada para la definición del vector de cantidades de trabajo homogéneo que figura en el sistema de precios de producción,10 mientras que sólo la primera es posible para el cálcu9

Para un análisis detallado de la homogeneización de los trabajos a través de sus salarios, véase Klimovsky, E. (1995a), pp. 18-21. 10 Obviamente, el salario que aparece en el sistema de precios de producción indica, en el primer caso, el salario elegido como unidad de medida de todos los salarios, y en el segundo, la masa salarial de la economía.


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lo del nivel general de empleo utilizado en la macroeconomía. En síntesis, el sistema que permite calcular el vector de trabajo homogéneo a partir de una matriz de requerimientos de trabajo y una estructura de salarios dadas se escribe: Nw =l Cuando los trabajos de distinta calidad se homogeneizan a través de sus salarios, el rango de la matriz N es necesariamente igual al de la matriz ampliada. Por consiguiente, la dependencia lineal de dos o más filas de la matriz N implica la dependencia lineal de las mismas filas de la matriz ampliada. Ahora bien, la homogeneización de los trabajos a partir de la relación salarial puede ser considerada como un sistema de ecuaciones lineales cuyas incógnitas son los salarios de los distintos tipos de trabajo. En el marco de esta interpretación se plantea inmediatamente el problema de saber si la estructura de salarios que permite pasar de una matriz dada de requerimientos de trabajo a un cierto vector de trabajo homogéneo es o no única. Esta pregunta, relativa a la unicidad del vector w , concierne obviamente a la necesidad del supuesto de estabilidad de la estructura de salarios.

III. UNICIDAD DE LA ESTRUCTURA DE SALARIOS Dadas la matriz de requerimientos de trabajo y la estructura de los salarios que caracterizan a una economía, el vector de trabajo homogéneo correspondiente se obtiene como producto de la primera por la segunda. Que ésta sea la única estructura de salarios positiva que relaciona la matriz de requerimientos de trabajo dada con el vector de trabajo homogéneo así calculado, es una cuestión que depende del orden y del rango de la matriz N. Si N es una matriz cuadrada de orden n11 y todas sus filas —y 11 Si cada tipo de trabajo se emplea en la producción de una única mercancía, es una matriz diagonal. Tal sería el caso, por ejemplo, de una economía en la que no existe división social del trabajo al interior de cada unidad de producción.

N


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por lo tanto también todas sus columnas— son linealmente independientes, su rango es igual a n. Se trata, pues, de una matriz no singular, cuyo determinante es distinto de cero y que tiene por ende inversa, en cuyo caso: w = N-1 l En consecuencia, si las condiciones técnicas de una economía son tales que la matriz de requerimientos de trabajo es cuadrada y no singular, la estructura de salarios imperante es la única compatible con el vector de trabajo homogéneo que se obtiene multiplicando la matriz N por el vector w . Por ejemplo, una economía en la cual se tiene la siguiente matriz de requerimientos de trabajo de orden 3 y rango 3:

N=

2 1 5

1 0 2

4 3 6

y en la que la estructura de los salarios está representada por el siguiente vector w : 0.0180 w = 0.0901 0.0450 el vector de trabajo homogéneo es entonces:

l=

0.306 0.153 0.541

En este caso, no existe otra estructura de salarios que transforme la matriz N dada en el vector de trabajo homogéneo anterior. Si algunas de las filas y columnas de la matriz N son linealmente dependientes, su rango es menor que n y existe entonces un número infinito de estructuras de salario compatibles con la matriz N y el


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vector l calculado a partir de la estructura de salarios vigente. Dado que esta última es necesariamente positiva, tienen que haber otras estructuras de salario positivas, aunque también pueden haber algunas que no sean estrictamente positivas. Por ejemplo, si la economía está caracterizada por la matriz de requerimientos de trabajo de orden tres y rango dos, y la estructura de salarios siguientes:

N=

2 6 1

1 3 2

3 9 4

y

0.0070 w 1 = 0.0325 0.0464

el vector de trabajo homogéneo es entonces:

l=

0.186 0.557 0.257

Dada la matriz de requerimientos de trabajo anterior, dicho vector de trabajo homogéneo es también compatible con otras estructuras de salarios, entre las cuales se cuentan las siguientes: 0.0147 w 2 = 0.0518 0.0348

0.0224 w 3 = 0.0712 0.0232

-0.00500 w 4= 0.00167 0.06467

Evidentemente, la estructura de salarios representada por el vector w 4 carece de sentido económico. Cuando el número de mercancías es inferior al número de tipos de trabajo que se utilizan para producirlas, la matriz de requerimientos de trabajo es una matriz rectangular de orden n x k (n < k), cuyo rango no puede ser mayor que n. De todos modos, cualquiera que sea el rango de la matriz N, el sistema de ecuaciones tiene k - n grados de libertad. Existe, en este caso, un número infinito de estructuras de salario, algunas positivas y otras no, que transforman la matriz de requerimientos dada en un mismo vector de trabajo homogéneo. Por ejemplo, si se tiene la siguiente matriz de requeri


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mientos de trabajo de orden 3 x 5 y rango 2:

N=

1 1.5 2 3 3 1

2 4 5

5 10 2

0.5 1 7

y la estructura de salarios es: 2 1 w 1 = 0.5 0.4 0.6 se obtiene el siguiente vector de cantidades de trabajo homogéneo: l=

6.80 13.60 14.50

Este vector l también es compatible con otras estructuras de salarios como, por ejemplo, la indicada por el vector w 2: 3 1 w 2 = 0.3 0.3059 0.3412 Nótese que el vector l anterior representa cantidades de un tipo particular de trabajo, el segundo, cuyo salario es la unidad de medida de todos los salarios. Si el número de mercancías es superior al de variedades de trabajo, la matriz de requerimientos de trabajo es rectangular, de orden n x k (n > k), cuyo rango puede a lo sumo ser igual a k. En este caso, la unicidad de la estructura de salarios depende del rango de la matriz N. Si ésta es de rango k, la estructura de salarios imperante en un mo-


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mento dado es la única compatible con el vector de trabajo homogéneo calculado a partir de la misma. Por ejemplo, si se tiene la siguiente matriz N de orden 5 x 3 y rango 3:

N=

2 1

0 2

1 0

4 2 3

1 0.5 0.75

3 1.5 2.25

y la estructura de salarios es:

w=

1.5 2 1

esta estructura de salarios es la única que permite pasar de la matriz de requerimientos de trabajo dada al siguiente vector de cantidades de trabajo homogéneo:

l=

4 5.5 11 5.5 8.25

En cambio, si el rango de la matriz de requerimientos de trabajo es inferior a k, además de la estructura de salarios en vigor, existe un número infinito de estructuras de salario, algunas positivas y otras no, que transforman la matriz dada en el vector de cantidades de trabajo homogéneo que resulta de multiplicarla por el vector w que representa la estructura vigente. Por ejemplo, si se tiene la siguiente matriz de requerimientos de trabajo de orden 5 x 3 y rango 2:


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N=

2 0 0 0 0

1 4 2 1 3

3 2 1 0.5 1.5

y la estructura de salarios imperante es: 0.08225 w 1 = 0.02570 0.06910 el vector de cantidades de trabajo homogéneo correspondiente es entonces: l =

0.39750 0.24100 0.12050 0.06025 0.18075

que es compatible con un número infinito de estructuras de salario, algunas positivas y otras no, entre las cuales se encuentran, por ejemplo, las representadas por los siguientes vectores w 2 y w 3: 0.16375 w 2 = 0.05830 0.00390

0.23675 w 3 = 0.08750 -0.05450

Señalemos finalmente que en el caso de idéntica composición técnica de los requerimientos de trabajo, la estructura del vector de trabajo homogéneo está determinada pura y exclusivamente por las características de la matriz de requerimientos de trabajo, sea ésta cuadrada o


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rectangular. Esto es así porque la dependencia lineal de las filas de la matriz N implica la dependencia lineal de las mismas filas de la matriz ampliada cuando los distintos tipos de trabajo se homogenizan a través de sus salarios.

IV. JUSTIFICACIÓN DEL ENFOQUE MACROECONÓMICO Si existe un número infinito de estructuras de salarios que transforman una matriz de requerimientos de trabajo dada en un cierto vector de trabajo homogéneo, no todo cambio en la estructura de los salarios modifica este vector. En este caso, no es preciso suponer la estabilidad de la estructura de salarios para asegurar la invariabilidad del vector de trabajo homogéneo, como sucede cuando ésta es única, sino que basta con limitar las variaciones de la estructura de los salarios al conjunto de las que no lo alteran. Sabemos que la influencia de los cambios en la estructura de salarios sobre el vector de trabajo homogéneo depende de las condiciones técnicas del sistema económico, representadas en la matriz de requerimientos de trabajo. Como se vio, sólo si la matriz de requerimientos de trabajo es cuadrada y no singular, o si es rectangular de orden n x k y rango k, siendo n > k, existe una única estructura de salarios que permite pasar de la matriz dada de requerimientos de trabajo a un cierto vector de trabajo homogéneo. En todos los demás casos, el número de estructuras de salarios posibles es infinito. En principio no existe ninguna razón válida de orden técnico ni económico para que la matriz de requerimientos de trabajo sea del tipo de alguna de las dos primeras, lo cual restringe considerablemente la necesidad del supuesto de estabilidad de la estructura de salarios. La poca atención prestada al estudio del papel de las características técnicas de la matriz de requerimientos de trabajo explica, muy probablemente, que se haya pasado por alto esta circunstancia. Este resultado es de vital importancia para la macroeconomía: no es necesario excluir totalmente la posibilidad de cambios en la estructura de salarios en todas aquellas economías en las que la matriz


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de requerimientos de trabajo es tal que la estructura de salarios vigente no es la única que permite definir un cierto nivel general del empleo. Consideremos, por ejemplo, una economía en la que se producen tres mercancías mediante el empleo de cinco tipos diferentes de trabajo y en la cual la matriz de requerimientos de trabajo es:

N=

1 1.5 2 5 0.5 3 1 5 2 7 2

4

3 1 0

y la estructura de salarios vigente está definida por el vector w 1: 2 1 w 1 = 0.5 0.4 0.6 El vector de trabajo homogéneo, que representa cantidades del segundo tipo de trabajo pues todos los salarios están medidos en términos del suyo, es entonces: 6.8 l = 14.5 9.9 En esta economía, el nivel general de empleo equivale por lo tanto a 31.2 unidades del segundo tipo de trabajo. Ahora bien, dadas las características de la matriz de requerimientos de trabajo, existen infinitas estructuras de salario compatibles con el vector de trabajo homogéneo anterior, como por ejemplo la representada por el vector w 2: 0.86875 1 w 2 = 1.28125 0.31875 0.55


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En consecuencia, el nivel general de empleo de esta economía equivale también a 31.2 unidades del segundo tipo de trabajo cuando la estructura de salarios está definida por el vector w 2. Así pues, en economías de esta naturaleza, los análisis macroeconómicos están plenamente justificados en todos los casos en que un mismo nivel general de empleo es compatible con distintas estructuras de salarios. La validez de los análisis agregados es corroborada totalmente por la teoría de los precios de producción, que muestra que todos los cambios en los salarios que no alteran la estructura del vector de trabajo homogéneo no tienen, para un estado dado de la distribución, ninguna consecuencia sobre los precios relativos. Ahora bien, aunque la estructura del vector de trabajo homogéneo no varíe cuando cambia la estructura de salarios, puede darse que las cantidades de trabajo medidas en términos de un trabajo particular sí se modifiquen. El único problema que se plantea, en este caso, es el de la especificación del estado dado de la distribución, el cual sólo puede entonces ser definido o por la tasa general de ganancia o por la masa salarial, pero ya no por el salario de un tipo particular de trabajo pues, dado el cambio operado en la estructura de los salarios, mantener constante el nivel de salario de un tipo particular de trabajo implicaría introducir una modificación en el reparto entre salarios y ganancias. El siguiente ejemplo numérico permite ilustrar claramente la independencia de los precios relativos respecto a las variaciones en la estructura de los salarios que no alteran la estructura del vector de trabajo homogéneo. Sea una economía en la que se producen tres mercancías —a, b y c— mediante el empleo de tres tipos distintos de trabajo, y en la que la técnica está definida por las siguientes matrices de coeficientes técnicos12 y de requerimientos de trabajo: 0 0.4 0 2 1 3 A = 0.25 0.6 0 N= 1 2 4 0.5 0 0.5 3 3 7 12 Las filas de la matriz A indican las condiciones de producción de las mercancías a, b y c, respectivamente.


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y en la que la estructura de salarios está representada por el vector w 1: 1 w 1 = 1.5 0.8 Llamamos l1(1) al vector de trabajo homogéneo, expresado en términos del primer tipo de trabajo, correspondiente a la estructura de salarios definida por el vector w 113, el cual es:

(1) 1

l

=

5.9 7.2 13.1

y l1, al vector que representa la distribución del trabajo homogéneo total entre las ramas para la estructura de salarios definida por el vector w 1, que es entonces el siguiente:

l1 =

0.2252 0.2748 0.5

En esta economía, cuando el vector que figura en el sistema de precios de producción es l1(1), y los precios y el salario se miden en términos de la mercancía a, la solución del sistema para una tasa general de ganancia del 20 %, cuando el salario constituye una deducción del producto neto,14 es: r = 0.2 pa = 1 pb = 1.756 a/b 13

El supraíndice indica el tipo de trabajo y el subíndice la estructura de salarios. En el sistema de precios de producción, para un nivel dado de la tasa general de ganancia, se tienen los mismos precios relativos, cualquiera que sea la concepción del salario, es decir, ya sea que éste forme parte del capital adelantado, ya sea que constituya una deducción del producto neto. Lo único que cambia es el valor del salario para el nivel dado de la tasa general de ganancia, siendo en el segundo caso igual al del primero multiplicado por (1 + r). 14


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pc = 2.372 a/c w1(1) = 0.0266 a En este caso, w1(1) indica el salario correspondiente al primer tipo de trabajo cuando la estructura de salarios está definida por el vector w 1. Si el vector de trabajo homogéneo que figura en el sistema de precios de producción es en cambio l1, se tienen, para el nivel dado de la tasa general de ganancia, los mismos precios de las mercancías, pero el salario —designado por w1— representa la masa salarial de la economía cuando la estructura de salarios está definida por el vector w 1, y es: w1 = 0.698 a Si se modifica la estructura de salarios, que está ahora indicada por el siguiente vector w 2: 1 w 2 = 0.984127 1.984127 el vector de trabajo homogéneo, expresado en términos del primer tipo de trabajo, es entonces: 8.9365 l2(1) = 10.9048 19.8413 el cual tiene la misma estructura que l1(1). En las nuevas condiciones, la solución del sistema para el nivel dado de la tasa general de ganancia es: r = 0.2 pa = 1 pb = 1.756 a/b pc = 2.372 a/c w2 (1) = 0.0176 a


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donde w2(1) representa el salario correspondiente al primer tipo de trabajo cuando la estructura de salarios está definida por el vector w 2. En síntesis, la única manifestación de un cambio en la estructura de los salarios que no altera la estructura del vector de trabajo homogéneo es la variación del salario del tipo particular de trabajo en términos del cual están expresados todos los trabajos, puesto que los precios de las mercancías y la masa salarial de la economía permanecen en este caso constantes. Así pues, este tipo de modificaciones en la estructura de salarios representan cambios en la distribución que no tienen ninguna consecuencia sobre los precios relativos. Nótese que este resultado no supone la idéntica composición técnica de los requerimientos de trabajo. De esta forma, la teoría de los precios de producción refuerza la conclusión obtenida a nivel macroeconómico en el sentido de que existen economías cuya técnica es tal que los análisis agregados son compatibles con distintas estructuras de salarios, todas las cuales implican el mismo sistema de precios relativos.

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KALECKI, MARX AND THE “OTHER” THEORY OF EFFECTIVE DEMAND Julio López G.*

In 1933 a small book, An essay on the theory of the business cycle, was published in Poland by Michal Kalecki, then a young self-taught economist. In that book the theory of effective demand, which was to initiate, albeit in John Maynard Keynes’s version, a new phase in economic ideas, was first presented. Kalecki’s teaching and approach have not left a very deep imprint in the main currents of economic thought. His theories were, and still are, received with suspicion not only by mainstream economists but also by most marxist economists, in spite of Kalecki’s marxists cultural background. The purpose of this essay is the presentation of a general view of Kalecki’s theory of the functioning and dynamics of advanced capitalism. In this context, I will try to show how they are linked with marxist thought —and specifically where he continues with and where he differs from that thought. Joan Robinson pointed out that “Kalecki had one great advantage over Keynes —he had never learned orthodox economics” (Robinson, 1965). However, Kalecki was well acquainted with, and hand been much influenced by some non-marxist authors. For example, his approach to the functioning of the banking system, his view of dynamics, and his appraisal of the role of technical progress in stimulating private investment, were much in line with Wicksell’s and Schumpeter’s ideas. On the other hand, it should be kept in mind that during Kalecki’s formative years, marxism was a very vital intellectual current, and there still did not exist an “official” marxist school of thought, with enough power to impose its own theoretical version and to repress * The author is a professor in the Maestría en Ciencias Económicas, Universidad Nacional Autónoma de México, México.


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those of the rest. There were multiple interpretations which competed among themselves on an equal footing. In linking Kalecki’s theory with marxists thought it is not my purpose to suggest that he was a “marxist”. Actually, I do not see the existence of such a category as something unitary. Neither do I have a “Marxometer” to classify someone as a marxist or non-marxist. Rather, what I would like is to show how in some general principles formulated by Marx, one finds in embryo the theory of effective demand as well as some of his later developments. All this could be further developed by a serious student with an independent mind and a real concern form the problems of his times, like Kalecki was.

I. REALIZATION AND THE LEVELS OF ECONOMIC ACTIVITY Marx did not formulate a precise theory on the determination of levels of short term economic activity (production, employment, etc.). Nevertheless, he established certain fundamental, somewhat philosophical, principles which could serve as a basis for such a formulation, and which were taken up in Kalecki’s theoretical construct. These principles are embedded in what Sweezy (1942) called the qualitative aspect of the theory of value. Synthetically, the idea is the following. In capitalism, since it is a developed mode of commodity production, the products of labor appear as “commodities”, i.e. as goods which are produced for others. Thus, the search for a profit, which is contained in the prince of production of the commodities but which can only be obtained from its sale, will be the incentive of production. The problem of effective demand, with which Kalecki begins, is directly related to Marx’s proposition of capitalism as a fully developed mode of commodity production. The labor contained in the sum of commodities produced —the total product— only reveals itself as socially necessary if commodities are realized; that is, sold at their prices of production. The effective demand determines then the level of economic activity, with the (obvious) condition that that level, cannot exceed the productive capacities of society.


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Now we will link Kalecki’s theory of effective demand, with the socalled “problem of realization” of marxist economic thought. Consider a private, closed economy in conditions of expanded reproduction (year after year the total product as well as the means of production grow). In order to simplify matters, we will suppose that all of the sectors of this economy are vertically integrated, in the sense that they produce for themselves all of the intermediate inputs which they utilize (therefore, for each and every one of them, the gross value of production and gross value added coincide exactly). We will also assume, as Kalecki did, that workers are paid at the end of the period of production. At the beginning of the productive period, the capitalists possess a certain endowment of means of production and hire a labor force. At the end of a productive period, part of these means of production have disappeared as such. In their place, the capitalists now have commodities, which must be sold. The entirety of these commodities is equivalent to the global product (gross) produced; which, in terms of value, can be separated into constant capital, variable capital and surplus value (or, simplifying, profits). The realization of these commodities takes place in the course of the process of circulation. This has as its starting point in the money which the capitalists throw into the market. A part of this money they use to replace the machinery and equipment worn out during this period. This expenditure (and demand) serves to realize the constant capital included in the global product. Another part of this money is used to pay the labor force hired. The workers spend all of their wages to buy the necessities of life which they themselves have produced during the period of production. Through this expenditure (and demand) the variable capital is realized. In the third place, the capitalist throw money into the market for their personal consumption: necessities of life and luxuries. Finally, —and since we have assumed conditions of expanded reproduction— the capitalist throw money into circulation to expand their endowment of the means of production. Through the latter two types of expenditures, as much for their personal consumption as for their (net) accumulation, the capitalists realize the surplus value (or profit) contained in the global product.


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To summarize: i) A total equal to the constant capital of the product is realized through the expenditure by the capitalist for the replacement of the means of production existing at the beginning of the period. (Replacement investment = IR) ii) A total equal to variable capital is realized (indirectly), through the consumption of the workers through the payment of the labors force employed during the period. (Cw) iii) A total equal to the surplus value (or profit) is realized by the consumption of the capitalist class (Ck) and from its purchases to expand the resources of the means of production in relation to those they had at the beginning of this period. (IN) This last component we call net investment. Therefore, the surplus value is realized through the consumption of the capitalists and from their net investment.1 The result of the preceding analysis can be formalized with three of Kalecki’s equations. The first relates the income realized with the total effective demand. The second links the net profits (or surplus value, if we simplify the reasoning) with capitalists’ expenditures. The third refers to gross profits. (1) Y = Ib + Ck + Cw In which Y is the (gross) income realized, Ib is the private gross investment (replacement investment plus net investment), Ck is the consumption of the capitalists, and Cw is the consumption of the workers. (2) Pn = IN + Ck In which Pn is the net profit (or surplus value). 1 This equality between accumulation and net investment may seem strange, since marxist economic theory also includes in accumulation the increment of variable capital from one period to the following. The exclusion of this last element from our definition of accumulation is due to the fact that we assume that the workers advance their labor to the capitalists, and that they are paid for their work at the end of the productive period. As a consequence, for each period, the surplus value not consumed by the capitalist, and which is used for the expansion of the production in the following period —that is, that which accumulates— exclusively encompasses the increment of constant capital. This increment is nothing other than net investment.


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Lastly, we can determine the equation for gross profits (net profits plus the depreciation of the means of production = replacement investment) (3) P = Ib + Ck In which P is gross profits All of the reasoning of the preceding paragraph lead to two central questions, which are certainly inter-related. In the first place, we refer to the significance of the equality between the income realized and the expenditure, or the equivalency between realized profits and capitalists’ expenditures. In the second place, we allude to the causal relation between profits and expenditure. In a developed commodity economy, production will be carried up to the point in which the commodities can be sold, and no further. If, for example, the capitalists have produced more than the market can absorb, then stocks of unsold good will accumulate and later firms will reduce their levels of production.2 The effective demand determines, then the levels of economic activity. Stated another way, when the effective demand changes, production tends to change in the same measure (if we leave aside the variation of stocks, which is a short rum phenomena). But when production changes, without an autonomous change in effective demand, demand does not change in the same magnitude.3 From this it follows that it is production which accommodates itself to demand, and not the other way around. The preceding reasoning also serves for interpreting the causal relationship between profits and capital expenditure. Simplifying, 2 Also they can reduce their prices; but to simplify matters we will leave this possibility aside. We will only mention that if prices fall (wages remaining constant) the distribution of income will move in favor of wages. This point will be studied below. 3 It could be argued that when production changes, demand also changes, since the wage bill and the consumption of the workers alter themselves. However, if the capitalists’ demand is constant, the change in the gross value of production would be larger than the change in the demand. Therefore, an undesired variation in stocks will occur, which would tend to correct itself through a decrease in production. Incidentally, this same argument was also put forward by Keynes (1936, ch. 3).


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we can define gross profits as equivalent to the difference between total sales and total prime costs. Now, the demand of the capitalists (in investment goods and consumer goods) determines a level of sale and of production, and, given unit prime costs, a level of costs such that, the level of gross profits obtained is exactly equivalent to said expenditure. We can now examine the significance of the equality between profits and demand; or, what amounts to the same, between profits and capitalists’ expenditure. Let us start with a sentence of Marx which Kalecki cited in one of his papers (Kalecki, 1968a), probably because it clarified his affinity with this aspect of Marx’s view: “The conditions of direct exploitation and those of the realization of surplus value are not the same. They are separated not only by time and space, but also logically, The first ones are merely limited by the time and space, but also logically. The first ones are merely limited by the productive capacity of society, the second ones by the proportion of the various branches of production and by the consumer power of the society”. (Capital, Vol. III). Indeed, in a commodity economy, production and realization (demand) of commodities do not coincide, and do not respond to the same logic. The first is determined, within the limits of productive capacity, by the short term expectations of the capitalists, relating to their possibilities for sales and for profits. The second, on the other hand, is decided by a conjunction of factors, within which the long term expectations play, through the demand for investment goods, a central role. The rule is, therefore, not the coincidence but rather the discrepancy between production and expenditure decisions. The short term mechanism of correction is the variations in stocks. In the medium term the adjustment occurs through changes in production so that it is adequate to the demand. Now then, the equations (1), (2) and (3) show an equilibrium. Nevertheless, this must be interpreted as a sort of “terminal situation”, in which the initial disequilibrium has been corrected (which is to say, in which there exists no undesired variation in inventories). Taking the previous ideas as a starting point, Kalecki went on to


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show that in an open economy where government expenditure exist, and in which the workers save, the level of gross realized profit will be equivalent to the capitalist expenditure, plus the surplus of exports over imports, plus the governmental deficit, less the savings of the workers. These last components, the external surplus and the governmental deficit, constitute what Kalecki called “semi-exogenous” mechanisms of expansion of profits and of effective demand. Thus, in a more general sense, the equation for profits is expressed as follows. (4) P = Gk + E + B -Sw Where Gk is the capitalists’ expenditure (in investment and consumption), E is the surplus of exports, B is the government’s deficit, and Sw is workers’ savings. Now we will change focus to a different subject, but one which is linked with the previous one: the theory of the distribution of income. In Marx’s theory, income distribution is determined, ultimately, by the struggle and the strength of capitalists and workers. The rate of surplus value, equivalent, grosso modo, to the relation between net profits and the wage bill, is determined by the productivity and the real wage per worker. The first is considered as a given for purposes of analysis; the second, however, depends on “historical and moral” factors, which can change over the medium or long term. Changes in the real wage, and in the rate of surplus value, would seem to be determined exclusively in the labor force market. Stated another way: in Marx prices seem to play a passive role when it comes to the distribution of income. In general, he works with the (implicit) assumption that businesses are “price-takers”, and that they cannot influence on the latter. Naturally this derives from the historical model which he examines: the competitive british capitalism of the nineteenth century, in which monopoly had a marginal importance. Kalecki retains the general focus of Marx, and in particular the idea that the factor which determines the distribution of income is the class struggle (See Kalecki, 1971). But on the other hand, he


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takes into consideration the new reality of the monopolies, as elements which are not now marginal, but rather decisive, in the twentieth century world, as well as the theories about imperfect competition which have appeared in academic thought. In his conception, businesses are now “price makers”, in that that they can fix their prices in accord with their monopolistic control over their markets. Thus, the distribution of income is determined as much in the labor force market as in the market of commodities. Kalecki’s theory of distribution can be presented in a simplified manner as follows. Consider a vertically integrated sector that produces all the inputs it uses, and also sells everything produced. Let Y be the gross value of production (equal to the value added and also to the value of sales); P stands for total gross profits, equal to total sales less total direct costs (here only wage costs); Q total output in units ; W is total wages; p is the average sale price for each commodity, and su is the wage cost per unit of output. Thus: (5) W / Y = Q.su/Q.p = su / p (5a) P/Y = (Y - W)/Y = (Q.p - Q.su) / Q.p = (p - su )/p = 1- (su/p) Equation (5) shows that the share of wages in value added depends directly on the ratio between wage unit costs and the price of the output. Thus, for example, if prices rise without unit wage costs rising, then the share of wages in the value added will fall. Since profits and wages make up production value and value added completely (in this simplified economy, intermediate inputs are neither bought or sold), the share of profits in the value added vary directly with the unit price/wage ratio (equation 5a). From this it follows that in whatever industry, the greater the monopolistic control the businesses have over the market, the greater will be their capacity to fix high prices (in relation with their costs) and the proportion of profits in the value added will be greater.4 4

In a more realistic situation, in which the industries are not vertically


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Kalecki’s model of short term demand is now complete. In the general case, we have (4) P = Gk + E + B -Sw (6) Y = P/e Where Gk is the capitalists’ expenditure (in investment and consumption), E is the surplus of exports, B is the government’s deficit, Sw is workers’ savings, and e is the share of profits in output. The logic of this reasoning can be synthetically expressed as follows. Through their expenditure, the capitalists determine an amount of total sales so that profits which are obtained from these are equivalent to that expenditure. In addition, given the price/unit wage relation, the total wage bill and the total consumption of the workers are established. The latter appears, therefore, as a purely residual or induced element determined entirely by capitalist expenditure and by the distribution of income. We can consider now the connection between wages, profits and effective demand. Here, as we will see, there is a fundamental break by Kalecki from Marx. Of course, Marx was aware of the double role of wages in capitalism ; an element of the market and an element of costs, simultaneously. Now, his judgment of the effects of a change in wages with respect to profits is very clear: in whatever circumstance, a raise (lowering) in wages provokes a fall (increase) in profits. Both variables move in an inverse direction. Kalecki’s conclusion is different. He makes two hypothesis which seem reasonable given the conditions of modern capitalism. First, he supposes that in whatever short period capitalists’s expenditure in investment and in consumption is predetermined in real terms. Which is to say, that it was determined in preceding periods, and is not modified in a significant manner by what happens in a short run period. Second, he supposes that the economy in question integrated, the share of in value added also depends on the ratio of material costs to wage costs. Finally, for the economy as a whole this share also depends on the composition of industry.


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is functioning at a level lower than the limits of its productive capacities; that is, that there is elasticity in potential supply. Now, if the money wages increase —due for example, to a greater bargaining power of the workers— two things can happen. One possibility, the most probable in the present monopolistic conditions, is that prices increase in proportion to the increase money wages. Therefore, real wages are not modified. Neither are real profits modified, given that the real expenditure of the capitalists has not modified (even though the nominal expenditure has grown). The other possibility is that the increase in money wages is not totally transferred to prices. Neither will the real capitalist expenditure change in this example. But now the consumption of the workers will increase. Therefore, as a result, the real profits do not change, but effective demand grows, and with is the realized real income. Accordingly, now the capitalists appropriate a smaller proportion from a greater income (the income can increase due to the unutilized productive capacity which initially existed).5 It can be seen that unlike Marx, when he studied the relation between wages and profits, Kalecki does not suppose that the total product is given. On the contrary, it changes with changes in effective demand. The latter changes with real wages (and the real consumption of the workers). On this points, the contradiction of interests between capitalists and workers is less strong in Kalecki than is was in Marx.

II. DYNAMICS: BUSINESS CYCLES, THE TREND AND GOVERNMENT INTERVENTION. The previous considerations referred exclusively to the short-term. Now we will analyze the long term, or, to put it into marxist terms, the process of reproduction on an expanded scale. 5 In the more realistic example of an open economy, an increase in wages will provoke a fall in profits. This is so because the growth in the sales of the domestic businesses (equivalent to the increase in the consumption of the workers) will be lower that the increment in its costs (equivalent to increase in wages plus the increase in imports). In terms of equation (4), the external surplus (B) will diminish.


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Kalecki’s central concern was the analysis of how in a capitalist economy cycles and long-term growth are generated in conjunction. It was while tackling this problem that he first presented his theory of effective demand. In his analysis, he conferred a central role to investment. Accordingly, his point of departure was a theory of investment decisions. He argued that a theory on investment decisions does not exist in Marx, but that neither does such a theory exist in modern economics (Kalecki, 1968a).6 Marx analysis of the long-run tendencies of capitalism, was based on the idea that capitalism is doomed due to the “law of the tendency of the rate of profit to fall”. Besides, when studying the business cycle, he related, although somewhat loosely, business upswings and downswings to parallel movements of the profit rate. Kalecki took up Marx general idea concerning the central roles of profits in investment decisions, when he specified his model of the dynamics of capitalism for a “laissez faire” economy in which there is no foreign trade or government deficit. He distinguished between the autonomous elements in effective demand and those which are induced. In a private and closed economy, the only autonomous element is capitalists’s expenditure; consumption of workers is induced; it depends on the level of capitalists’s expenditures and on the distribution of income. Moreover, he considers investment to be the fundamental autonomous variable, because capitalist consumption tends to adapt itself to profits in a rather passive way, and after a certain lag. His purpose was to synthesize his points if view in an equation whose solution should simulate the real global movement; which is to say, that it contains the tendency as well as the cycle around the trend line. This equation establishes the factors which determine investment decisions. In his firsts writings, the dynamics of capitalism is examined ex 6 It is interesting to point out that Kalecki was also very critical of Keynes theory of investment. In his review of The General Theory (Kalecki 1936, p. 231) he pointed out that “it is difficult to consider Keynes’ solution of the investment problem to be satisfactory. The reason for this failure lies in an approach which is basically static to a matter which is by its nature dynamic”.


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clusively in terms of a “pure cycle”. That is, he studied an economy which, after a time, returns to its initial position. Later, in his Studies in economic dynamics (Kalecki, 1943a) he considered the more realistic case of a capitalist economy in which long term growth takes place, and where cyclical fluctuations occur around the trend line. Going to the essential, Kalecki’s equation for the dynamics of capitalism can be presented as follows:7 (7) D = aS + r (g-g*) + b (t) In which D are the new investment decisions; S are business savings; g is the rate of profit of those businesses which invested in the last year; g* is the rate of profit which would be considered as normal; and b(t) is the effect of technical progress on the new investment decisions. It is considered that this element by itself, tends to stimulate new investment decisions, owing to the “extra” profits which the capitalists who take advantage of it, hope to obtain. It should be noted that technical progress has an additional effect: it shifts profits from firms with “old” technology to those with “new” technology; this effect is contained in g. The parameter a represents the proportion of their savings which firms are willing to invest, if one leaves aside other factors. This parameter is less than one due to the principle of “increasing risk”.8 The parameter r, indicates up to what point the businessmen react in their investment policies to the evaluation of the results obtained by those businessmen whose establishments began to function in the period considered. Now, given that the investment decisions are transformed into real investments with a certain time lag (which we denote by z); and 7 I follow here Kalecki (1968b). The reader interested in a deeper analysis of Kalecki’s different models, is referred to J. Steindl’s (1990a) excellent paper. 8 This principle, stated in Kalecki (1937a), was his positive response to the weaknesses he saw in Keynes’ theory of investment. The principle states that the risk associated with investment will grow with the amount of investment. This same idea was later used and developed independently by H. P. Minsky (1975), as an interpretation of Keynes’ thought. But to attribute this idea to Keynes, in my judgment, is a tour de force somewhat excessive; even though suggestions in this direction can be found in Keynes.


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considering the equality of savings and investment, and the relation between investment and capitalist consumption and gross profits, after a few manipulations equation (7) can be expressed as follows: (8) It+ z = cIt + bDIt + F(t) In which it is supposed that the parameter c is positive and less than one and b is a positive parameter. The term F(t) is a function of the time, which changes very slowly. Its movement depends on that of b(t) (of equation (7)); and also on the behavior of that part of capitalist consumption which does not depend on the evolution of profits. The solution of equation (8) results in a movement which combines a tendency with cycles around the trend line. The trend component of investment may increase or decline; that is, expanded reproduction is not taken for granted. For plausible values of the parameters, and incorporating random shocks to the model, cycles around the trend appear to have a constant amplitude and period. Kalecki’s model thus adequately simulates what seems to have been the real historic course of the evolution of capitalism in its “laissez faire” phase. Without going into details, it seems important to point out a few general questions about Kalecki’s dynamic model. In the first place, it should be mentioned that the model exclusively considers aggregate demand, without any type of role for supply. Stated another way, it is assumed that the expansion of demand is, not only a necessary condition for growth in the long term, but in addition a sufficient condition. This implies supposing that the levels of effective economic activity are always below potential levels; which is to say that, in every moment of time there exist unutilized productive capacities. Kalecki specifies this when he states that “a laissez faire capitalist economy used to achieve a more or less full utilization of resources only at the top of a boom, and frequently not even then” (Kalecki, 1968b, p. 438). Kalecki view thus differs drastically, inter alia, with the NeoKeynesian theories, according to which the degree of monopoly (or the gross profit margin) varies in direct relation with the degree of


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utilization of productive capacities, securing, in the long term, a complete (or constant) utilization of the capacities. The divergence derives from Kalecki’s conviction that the flexibility of prices, in the short and in the long term, does not exist in monopolized economy such as that of advanced capitalism. In the second place, in dealing with a closed and private economy, the trend and cycle will be determined by the behavior of private expenditure, and specifically by private investment. The tendency will depend entirely on the “semi-exogenous” content of the term F(t) of the equation (8). This means that it will be determined by the rate of the technological progress, to the extent that this stimulates private investment; and by the change in capitalist consumption which is not associated with the change in profits. Even though Kalecki did not present it in this way, perhaps it could be considered that that part of capitalist consumption would also be determined by technical progress, and more specifically by the appearance of new products which stimulate a dynamics of consumption which would other wise tend to stagnate. In according such a central role to technical progress, Kalecki seems to follow closely Schumpeter, as well as Marx. Indeed, Marx posited that capitalists accumulate part of their profits, expanding their endowment of means of production, motivated by the competitive struggle; and make use of the technical progress which the system itself generates, which the expectation of obtaining extraordinary profits due to the new technology embodied in their production methods. It is the competitive struggle and the technical progress linked to it, which, in his view, explains why in capitalism reproduction is expanded reproduction. It should be emphasized, as does J. Steindl (1990a), that Kalecki’s model, in order to embody a tendency, must incorporate investment decisions, and capitalist expenditures in general, which are not motivated by current profits and savings, but rather are dependent on future expectations. If the latter do not exist, then the model will only give a cyclical solution (for the values of the parameters which are plausible). As regards the business cycle, in Kalecki’s model this would be of


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“automatic” cycle; that is, generated by economic forces which are autonomous and endogenous. More precisely, the cyclical movement of private investment will completely determine the cyclical movement of the economy as a whole. From the point of view of the mechanics of the process, this cyclical movement of investment derives from two elements. First, from the principle of the incomplete reinvestment of savings and second, from the cyclical movement of the rate of profit. The latter occurs because of the dual roles played by investment in a capitalist economy. On one hand, it expands effective demand and total realized profits, with which it positively affects the rate of profit. On the other hand, it expands the volume of capital within which profits have to be distributed, which by itself tends to depress the rate of profit. In Kalecki’s model, the proportional change of profits is always different than the proportional change of capital; for which reason the rate of profit always fluctuates. For the same reason, private investment has a totally unstable behavior. Of course, Kalecki’s overall vision of the real dynamics of capitalism was much richer than his formal model, inter alia because he clearly specified how government intervention, through demand management, could affect the actual course of the economic dynamics, and because he emphasized the importance of government demand in the advanced stage of capitalist development.9 According to Kalecki, the effect of government expenditure depends on its form of financing, and he considered two extreme and one intermediate cases. On one side, an increase in public expenditure financed with taxes on the workers does not affect profits or effective demand; it only provokes a redistribution of this demand, reducing worker’s demand in exactly the same amount in which government’s demand expands. On the other extreme, an increase in public expenditure financed with governmental debt (deficit) does not reduce capitalist expendi

9 In one of his last papers, Kalecki (1971, p. 113) said “the present state of capitalist economies is an offshoot of a somewhat chaotic interplay between the laisser-faire tendencies and of government intervention”.


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ture because this had been decided in previous periods, but it expands aggregate demand, with a constant price/unit cost relation (supposing that idle productive capacities exist). Accordingly, private profits grow dragging with them workers’ consumption and output (see equation 4). Finally, in an intermediate case, an increase in public expenditure financed with taxes on business’ profits does not reduce capitalist expenditure, but expands effective demand (Kalecki, 1937b). The latter brings about a growth in profits before taxes such that, profits after taxes remain constant (he supposed that the tax is not transferred to prices; if this transfer should occur, then the purchasing power of the population would be reduced and the final result would be equivalent to the first case) (See also Mott and Slattery, 1994). From the previous reasoning we may easily infer how Kalecki viewed the effect of public expenditure on the dynamics of capitalism. Demand manage through fiscal policy might lead to the demise of business fluctuations. Also, growing government expenditure would generate an expansive tendency; thus ensuring high growth rates in the long run. In the first place, the aggregate demand would be permanently above what would have been the case if said expenditure had not existed, and in fact growth of output would be only limited by the growth of productive capacities. In the second place, unless the expenditure would be entirely financed with business profits, the levels and rate of profits, as well as the utilization of productive capacities, would also be above their “spontaneous” level, which would stimulate private investment and growth of the productive capacities. Therefore, according to Kalecki’s theory, the management of demand by the government could ensure, from a technical point of view, high rates of growth of output and of employment in advanced capitalism, with very mild cyclical fluctuations or none at all. Nevertheless, Kalecki emphasized that this does not happen in reality, due to political factors. He pointed out that in contemporary capitalism a “political cycle” tends to appear, induced by policies of State expenditure of “stop and go” (Kalecki, 1943b). In his view, a lasting boom would bring about political changes —fear of a greater State intervention, weakening of “worker discipline”— and economic changes


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—especially inflationary tendencies— which induce the capitalist class and its allies to struggle to reduce government expenditure, even though this would provoke a fall, not only in the levels of economic activity in general, but also in the level of private profits. On the other hand, when there exists too low a level of employment, as a result of pressures from the masses or even without these pressures, capitalist governments are stimulated to intervene in order to revive the economic cycle and to reduce unemployment.10

III. FINAL REMARKS I mentioned in the introduction that Kalecki’s economics was mistrusted by a large majority of marxist economists, in spite of his closeness to Marx’s overall vision of capitalism, and especially their common critical stand towards capitalism and their rejection of Say’s Law. It may be useful to conclude this note pointing out to some reasons for this mistrust. A first reason has already been mentioned. Unlike Marx, Kalecki did not thought that wage increases would reduce profits. Rather, higher wages would normally be passed on to prices. Alternatively, if firms could not raise prices, then higher wages would increase sales by as much as wages rose, so that profits would not fall. For some marxists, this might be seen perhaps as a rejection of one of the inner contradictions of capitalism, and as a support for taming class struggle. The second reason is a bit more subtle. In Kalecki’s different models of capitalist long-run evolution, nowhere the “law of the falling rate of profit” is given the central place accorded to it by Marx and his followers.11 Apparently, Kalecki did not believe on 10 It is worth pointing out, incidentally, that the concept of the capitalist State implicit in Kalecki’s ideas is totally foreign to the official marxist thought (State = instrument of the dominant classes), at the time (1943) he put forward theses ideas, and corresponds better with the notion of the “relative autonomy of the State”, which was developed later by marxian authors. 11 As far as I have been able to ascertain, this “law” is mentioned only once, in Kalecki (1945).


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the actuality of this “law”, or in any case did not consider it important for the future of capitalism. In fact, in the words of one of his closest collaborators and followers “Kalecki...as well as most socialist, took it for granted that capitalism was threatened by a crisis of existence...But found the reason, given by Marx, as to why such a crisis should develop, unconvincing” (Steindl, 1990 b). The third reason is as follows. Beyond its technicality, equation (4) points to a collision of Kalecki’s vision with Marx and orthodox marxism. This is the result of the budget deficit appearing as a variable which can in principle affect profits; and through them also output and employment. Marx and orthodox marxism could not accept the idea that government intervention, and specifically intervention through a budget deficit, could affect the level of profits. For if this were so, then the inner laws of movement capitalism would not longer be effectual. For example, the law of the rate of profit to fall could be counteracted by deficit spending. More in general, the general crisis of capitalism, which might have been delayed somewhat but would sooner or later come into view, could be avoided through government intervention. In fact, in one of his last (and posthumous) papers, Kalecki stated that government intervention through demand management produced a “crucial reform” in capitalism. This “crucial reform” has brought about a considerable improvement in the standard of living and on employment in contemporary capitalism, which are now considerably better than in the “laissez faire” period. But also owing to this “crucial reform”, the class struggle has been attenuated, with which capitalism has achieved a greater global political stability (Kalecki and Kowalik, 1971).


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REFERENCES Kalecki, M. (1933). “Essays on the business cycle theory” in Collected works of Michal Kalecki, vol. I, edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1990. --- (1936). “Some remarks on Keynes’s theory” in Collected works of Michal Kalecki, vol. I, edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1990. --- (1937a). “The principle of increasing risk” in Collected works of Michal Kalecki, vol. I, edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1990. --- (1937b). “A theory of commodity, income and capital taxation” in Collected works of Michal Kalecki, vol. I , edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1990. --- (1943a). “Studies in economic dynamics” in Collected works of Michal Kalecki, vol. II, edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1991. --- (1943b). “Political aspects of full employment” in Collected works of Michal Kalecki, vol. I, edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1990. --- (1945). “Full employment by stimulating private investment?” in Collected works of Michal Kalecki, vol. I , edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1990. --- (1968a). “The Marxian equations of reproduction and modern economics” in Collected works of Michal Kalecki, vol. II, edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1991. --- (1968b). “Trend and the business cycle” in Collected works of Michal Kalecki, vol. II, edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1991.


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--- (1970). “Theories of growth in different social systems” in Collected works of Michal Kalecki, vol. IV, edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1993. --- (1971). “Class struggle and the distribution of national income” in Collected works of Michal Kalecki, vol. II , edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1991. Kalecki, M. and T. Kowalik (1971). “Observations on the ‘Crucial Reform’” in Collected works of Michal Kalecki, vol. II, edited by J. Osiatynsky, Oxford University Press, 1991. Keynes, J. M. (1936). The general theory of employment, interest and money, Harcourt: Brace, New York. Minsky, H. (1975) . John Maynard Keynes, Columbia University Press, New York. Mott, T. and E. Slattery (1994). “Tax incidence and macroeconomic effects in a Kaleckian model when profits finance affect investmente and prices may respond to taxes”, Journal of PostKeynesian Economics, vol. 16, no. 3. Robinson, J. (1965). “Kalecki and Keynes” in Collected economic papers, vol. III. Basil Blackwell. Oxford. Steindl, J. (1990a).“Some comments on the three versions of Kalecki’s theory of the trade cycle” in J. Steindl economic papers 194188, St. Martin’s Press, New York. Steindl, J. (1990b). “Reflections on the present state of economics” in J. Steindl economic papers 1941-88, St. Martin’s Press, New York. Sweezy, P. M. (1942). The theory of capitalist development. Principles of marxian political economy, Oxford University Press, Oxford.


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L’EUTHANASIE DES RENTIERS ET LEUR RÉSURGENCE Marc Lavoie*

INTRODUCTION Il y a soixante ans, John Maynard Keynes prédisait l’euthanasie des rentiers, c’est-à-dire la fin d’une certaine forme de capitalisme, favorable à une classe oisive dont le seul mérite est d’avoir hérité de vastes fortunes. Dans sa Théorie générale, Keynes annonce à deux reprises la fin du capitalisme rentier (1936: 221, 376; 1975: 228, 369). Si, peu après la fin de la Deuxième guerre mondiale, on a pu croire que Keynes avait correctement prédit l’évolution des économies modernes, il faut bien reconnaître aujourd’hui que sur ce point Keynes s’est complément trompé. Le présent article est divisé en cinq sections. Dans un premier temps, nous verrons pour quelles raisons Keynes croyait que le capitalisme allait évoluer vers une forme dépourvue de rentiers, avec des taux d’intérêt (réels?) voisins de zéro. Ceci nous amènera à nous interroger sur la détermination des taux d’intérêt et des taux de profit, et à remettre en cause la théorie du capital sur laquelle s’appuie Keynes pour faire ses prédictions. Dans la troisième section, nous ferons un bref rappel de l’évolution historique des taux d’intérêt au Canada, en expliquant pourquoi la lutte à l’inflation, plutôt que la lutte au chômage, est devenue la grande priorité de la Banque du Canada et des autres banques centrales. Dans la quatrième section, nous identifierons ce que nous qualifierons de taux d’intérêt juste, et nous verrons quel est son lien avec la place qu’occupent les rentiers dans la société. Dans un cinquième temps, en nous inspirant de cette définition du taux d’intérêt juste, nous nous efforcerons de quantifier l’évolution de nos économies vers le capitalisme rentier, du moins dans le cas du Canada. * Professeur titulaire Département de Science Économique, Université d’Ottawa, Septembre 1996.


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I. L’EUTHANASIE DES RENTIERS Keynes était persuadé que la classe des rentiers allait disparaître dans un futur relativement proche. Selon Keynes, avec une politique de plein emploi adéquate, et grâce à la socialisation de l’investissement, il était possible de venir à bout de la rareté du capital. Selon Keynes, les taux d’intérêt et les taux de profit élevés sont dus à la rareté du capital. Keynes répète cet argument très marshallien à chaque fois qu’il prédit la disparition du capitalisme rentier. Pour Keynes le capital financier est semblable à la terre. Un rendement net positif sur le capital est comparable à une rente foncière généralisée au capital financier. “Le détenteur du capital peut obtenir un intérêt parce que le capital est rare, de même que le détenteur du sol peut obtenir une rente parce que le sol est rare” (1975: 369). Il existe cependant une différence essentielle entre la terre et le capital. Dans le premier cas, il existe de véritable limites à la quantité de terres disponibles. Dans le cas du capital, ces limites peuvent être repoussées. Autrement dit le capital est reproductible. La société dans son ensemble peut remédier à la rareté du capital. Selon Keynes, “tandis que la rareté du sol peut s’expliquer par des raisons intrinsèques, il n’y a pas de raisons intrinsèques qui expliquent la rareté du capital”. Selon Keynes, si le capital exige un paiement en intérêt, c’est en raison de sa rareté artificielle. Keynes appuie son raisonnement sur son modèle de détermination de l’investissement. Selon Keynes, le taux d’investissement dépend de l’écart entre le taux d’intérêt et l’efficacité marginale du capital, toujours décroissante, définie à un moment donné selon le stock de capital en existence. Si, pour une population donnée, la société réussit à accumuler un stock de capital tel que l’efficacité marginale du capital est nulle, alors le taux de rendement sur le capital sera nul. Comme le dit Keynes (1975: 369), “Nous sommes convaincus que la demande de capital est strictement limitée, en ce sens qu’il ne serait pas difficile d’accroître l’équipement jusqu’à ce que son efficacité marginale tombe à un niveau très faible”. Le taux de rendement brut sur le capital serait alors tout juste égal au taux de dépréciation du capital; le taux de rendement net serait


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donc nul, exception faite des primes de risque, et il serait facile d’abaisser à zéro le taux d’intérêt sur les actifs dépourvus de risque. Keynes est très clair à cet égard: “Ceci ne veut pas dire que l’usage des biens capitaux ne coûterait presque rien, mais seulement que le revenu qu’on en tirerait n’aurait guère à couvrir que la dépréciation due à l’usure et à la désuétude, augmentée d’une marge pour compenser les risques ainsi que l’exercice de l’habileté et du jugement” (1975: 369). Keynes se rend bien compte qu’une telle vision à des effets substantiels sur les classes sociales et la répartition du revenu. Comme il le dit, les conséquences de sa théorie sont importantes “pour l’avenir des inégalités de fortune” (1975: 368). “La disparition progressive d’un taux de rendement afférent à la richesse accumulée” aurait pour effet des “énormes changements sociaux”. Keynes voit en fait d’un assez bon oeil la disparition des rentiers. La chute jusqu’à zéro de l’efficacité marginale du capital “serait sans doute la façon la plus raisonnable d’éliminer graduellement les aspects les plus choquants du capitalisme” (1975: 228). Keynes, qui croyait qu’il était inutile de tomber dans les excès du socialisme, pensait ainsi qu’il était possible de réformer le capitalisme, sans révolution et sans heurts.

II. UNE THÉORIE DE LA VALEUR DÉFICIENTE Keynes était persuadé qu’il était possible d’abaisser à zéro les taux de rendement nets sur le capital en rendant le capital abondant. Cette abondance était définie relativement à la main d’oeuvre. Le capital est abondant s’il suffit à employer tous les travailleurs. Autrement dit, si le capital est rare, il y a chômage involontaire de type classique: des travailleurs désireraient travailler, mais ils ne le peuvent pas en raison du manque de machines. Ceux qui disposent de ces machines en tirent une rente, égale à l’efficacité marginale du capital. Pour abolir la rente financière des rentiers, il suffit donc d’accroître le stock de capital jusqu’à ce que son efficacité tombe à zéro. Selon cette vision, «une communauté bien gouvernée, équipée de ressources techniques modernes, et dont la population n’augmente pas


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rapidement», serait capable d’abaisser l’efficacité marginale du capital à zéro. Comme Keynes l’affirme alors lui-même, “les conditions qui caractérisent une économie stationnaire se trouveraient alors réalisées” (1975: 228). Dans le fond, sur bien des points, le modèle qui sous-tend cette vision de l’euthanasie du rentier n’est guère différente du modèle standard. La rémunération du capital dépend uniquement de sa rareté autant pour Keynes que pour les néoclassiques. Chez Keynes c’est l’investissement qui permet de parvenir à de faibles taux de rendement du capital. Chez les néoclassiques, c’est une propension à épargner plus élevée, ou une préférence moins marquée pour le présent, qui va permettre d’arriver au même résultat. Dans le modèle de croissance néoclassique, notamment dans le cas particulier de l’état stationnaire et dans le cadre du modèle bien connu de Solow, la hausse du rapport capital/travail est associée à une baisse du taux de rendement sur le capital. Avec un capital plus abondant, donc avec un rapport capital/ travail suffisamment accru, on peut parvenir à un taux de rendement égal ou voisin de zéro. De fait, dans le modèle standard, la consommation par tête est maximisée, dans le cas particulier de l’économie stationnaire, lorsque le taux de rendement brut sur le capital est égal au taux de dépréciation. C’est exactement ce que vise Keynes quand il affirme que le taux de rendement net du capital, ou son efficacité marginale, devrait être ramené à zéro. Dans ce modèle standard, comme dans le discours de Keynes lorsqu’il parle de l’euthanasie du rentier, il n’y a aucune distinction entre le taux d’intérêt et le taux de profit. À long terme, les deux taux vont s’égaliser. Tout au plus peut-on dire que Keynes ne croit pas que le système bancaire puisse abaisser le taux d’intérêt à un niveau suffisamment bas pour pouvoir conduire au plein emploi des travailleurs et à l’abondance du capital. “Il est improbable que l’influence de la politique bancaire sur le taux d’intérêt suffise à amener le flux d’investissement à sa valeur optimum” (1975: 371). Keynes en est donc conduit à réclamer la détermination du niveau d’investissement global. C’est ce qu’il appelle la socialisation de l’investissement. “Aussi pensons-nous qu’une assez large socialisation de l’investissement s’avérera le seul moyen d’assurer


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approximativement le plein emploi” (1975: 371). Les propos de Keynes concernant l’euthanasie du rentier reposent donc sur une théorie de la valeur erronée, et aussi sur une certaine naïveté. Les controverses de Cambridge sur le capital ont mis en lumière les faiblesses de la théorie néoclassique pour expliquer le taux de profit macroéconomique sur le capital. Les machines ne sont pas des biens comme la terre ou les ressources naturelles. Ce sont des marchandises reproductibles, des marchandises qui sont elles-même produites. Les économistes sraffiens ont forcé les économistes néoclassiques à reconnaître que le taux de profit sur le capital ne pouvait représenter la rareté du capital. Autrement dit, il n’existe pas nécessairement de relation inverse et continue entre le rapport capital/travail et le taux de rendement sur le capital. Le taux de profit ne peut pas s’expliquer par l’abondance ou la rareté du capital (Lavoie 1987). Keynes est encore trop marshallien dans la Théorie générale. D’ailleurs à peine a-t-il affirmé que le plein emploi ne saurait être garanti par la main invisible du marché qu’il s’empresse d’ajouter que quand le plein emploi sera atteint, “la théorie classique [néoclassique] reprendra tous ses droits” (1975: 372). Nous avons dit que Keynes était un peu naïf, convaincu qu’il était que le bon sens et le bien commun finiraient par triompher des intérêts constitués et des intérêts de classe. Ce n’était pas l’opinion de tous, cependant, notamment de Michal Kalecki, l’autre concepteur de la notion de demande effective. Lors de la sortie de la Théorie générale, dans la recension qu’il en fait dès 1936 pour une revue polonaise, Kalecki voit immédiatement les faiblesses de la théorie de l’investissement qui s’y trouve (Targetti et Kinda-Hass 1982). C’est une théorie fondamentalement orthodoxe, reposant sur l’hypothèse de coûts marginaux croissants, et offrant une vision statique des déterminants des profits et du taux de profit anticipé. Kalecki rejette donc ce qui va apparaître comme une faiblesse irrémédiable de la théorie de la valeur endossée par Keynes à travers sa théorie du taux de rendement du capital. Mais il y a plus. Dès 1943, Kalecki (1971) s’interroge sur le maintien d’une politique délibérée de plein emploi dans le cadre d’une économie capitaliste. Tandis que Keynes pense que l’État est capable


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de préserver le plein emploi pourvu qu’il sache seulement comment y arriver, Kalecki croit au contraire qu’il existe de puissants groupes de pression qui n’ont aucun intérêt à ce que la croissance et le plein emploi perdurent. Selon Kalecki, les objectifs de plein emploi seront vite abandonnés sous la pression de ces groupes, au profit de d’autres objectifs, notamment l’équilibre budgétaire du gouvernement. Pour Kalecki, la coalition des grandes entreprises et des rentiers va inévitablement persuader les politiciens à renoncer à leur objectif de plein emploi. Les grands patrons veulent maintenir la discipline dans leurs usines, en conservant le renvoi et le chômage comme mesures punitives; les rentiers se fatiguent de l’expansion économique, car celle-ci, en économie capitaliste libre, est nécessairement associée à la hausse des salaires et des prix, qui peut mettre en péril leurs revenus. Pour mettre fin à une politique de plein emploi, dit Kalecki, il suffira de trouver un nombre suffisamment grand d’économistes pour déclarer que la situation budgétaire du gouvernement est dangereuse, ou pour soutenir que l’action, ou l’inaction, du gouvernement détruit la confiance du petit et du grand patronat, comme le reconnaissait d’ailleurs Keynes en 1936 (1975: 135). C’est précisément ce qui se passe aujourd’hui. Après avoir répété sous tous les toits que l’équilibre budgétaire de l’État était une nécessité pour rétablir la confiance des investisseurs, la majorité des économistes se sont évertués à démontrer que les coûts de l’inflation surpassent de loin ceux du chômage. Ces appels à la lutte contre l’inflation ont conduit les banques centrales à imposer des taux d’intérêt absurdement élevés, qui ont régénéré la classe des rentiers et rétabli l’économie capitaliste rentière que Keynes croyait sur son déclin. C’est le cas au Canada, dont nous étudierons plus particulièrement la situation, mais aussi dans les autres pays, où les taux d’intérêt ont évolué dans la même direction qu’au Canada, même si l’ampleur des variations peut avoir été moindre.

III. LA RESTAURATION DE LA CLASSE RENTIÈRE Depuis bientôt une quinzaine d’années les économistes du pouvoir nous serinent que les taux de chômage de dix pour cent et plus que les


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Canadiens subissent, comme nombre d’Européens ou de latinoaméricains, ne sont qu’un modeste tribut à payer pour bénéficier des éventuels bienfaits d’une inflation voisine de zéro. Ces bienfaits finiraient bien par se manifester, ajoutent ces économistes, si les gouvernements se décidaient enfin à faire passer les déficits sous la barre des trois pour cent du produit intérieur brut. Quelques bonnes âmes, notamment le Gouverneur de la Banque du Canada, se félicitent quotidiennement des bas taux d’intérêt et des faibles taux d’inflation que nous connaissons ces temps-ci, ou bien par naïveté ou par souci de désinformer. La véritable mesure du fardeau de l’endettement, c’est le taux d’intérêt réel. Celui-ci, comme chacun le sait, est approximativement égal à l’écart entre le taux d’intérêt nominal et le taux d’inflation des prix. Or les taux d’intérêt réels n’ont jamais été aussi élevés au Canada. C’est ce qu’établit le tableau 1 ci-joint. La première colonne indique l’évolution des taux d’inflation. On constate que les taux d’inflation que connaît le Canada depuis 1985, soit entre 1985 et 1995, ne sont guère différents que ceux observés durant la glorieuse période comprise entre 1950 et 1969. La seconde colonne donne l’évolution historique, en termes réels, du taux de rendement moyen sur les Bons du Trésor à trois mois, un taux d’intérêt réel à court terme que d’aucuns estiment être sous le contrôle presque direct de la Banque du Canada. La troisième colonne donne, encore en taux réels, le taux de rendement moyen des obligations du gouvernement canadien à plus de dix ans, c’est-à-dire un indice des taux réels de long terme. Évidemment ces taux ne constituent qu’une indication: le véritable coût de l’argent pour un emprunteur ordinaire est supérieur à ceux-ci, mais au moins ces séries ont l’avantage d’être homogènes dans le temps. Finalement, la quatrième colonne donne l’écart, pour les effets commerciaux, entre les taux canadiens et les taux américains. De façon très générale, on peut dire que l’évolution des taux un peu partout dans le monde est assez similaire à celle observée au Canada, même si les valeurs exactes prises par ces taux changent de pays en pays. On constate que l’histoire monétaire qui fait suite à la


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Seconde Guerre Mondiale peut être divisée en trois grandes périodes. Dans l’immédiat après-guerre, entre 1946 et 1954, les taux d’intérêt réels étaient fortement négatifs, malgré la formidable demande de capitaux destinés à la reconstruction de l’Europe, et malgré des ratios dette/ PIB encore plus élevés que ceux que nous connaissons maintenant. Ceci est bien une preuve par l’absurde que le niveau général des taux d’intérêt n’a rien à voir avec la rareté du capital ou les taux d’endettement de l’État. À cette époque, on assistait effectivement à l’euthanasie du rentier, comme le prédisait Keynes dans la Théorie générale. Par la suite, les taux d’intérêt réels à court terme ont avoisiné 1% de 1955 à 1979, tandis que les taux d’intérêt réels à long terme étaient en moyenne de 2%. On verra plus loin dans quelle mesure ces taux étaient légitimes. Lors de la troisième période, de 1980 à 1995, les taux d’intérêt réels de court terme ont été maintenus à 5,2% et les taux réels de long terme à 6,0%. Cela fait maintenant près de quinze ans que l’économie canadienne fait face à des taux d’intérêt réels absurdement élevés. Cela fait quinze ans que l’austérité monétaire fait ses ravages. Cela fait quinze ans que la politique monétaire contribue à l’explosion incontrôlable de l’endettement public, et par voie de conséquence à la remise en cause des programmes mis en place par l’État-Providence. Pire, comme le montre la quatrième colonne, cela fait maintenant plus de cinq ans que la Banque du Canada nous impose des taux d’intérêt nettement plus élevés que ceux prescrits chez nos voisins américains, une situation totalement anormale par rapport à celle qui a prévalu historiquement. La situation du Canada n’est cependant pas unique, bien qu’elle soit la pire parmi les pays du G7. À l’été 1996, le taux d’intérêt réel à long terme sur les obligations d’État était de 6,4% au Canada. Ce taux était de 5,4% en Italie, 5,3% en Grande-Bretagne, 4,9% en Allemagne, 4,1% en France et aux États-Unis, et de 3,4% au Japon. Pourquoi la Banque du Canada et les autres banques centrales nous imposent-elles des taux d’intérêt réels si élevés, alors que chacun sait que des taux d’intérêt réels élevés découragent l’investissement et les consommateurs?


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Tableau 1 Historique des taux d’inflation et des taux d’intérêt au Canada, 1946-1995 Taux d’intérêt réel Années

Taux d’inflation

à court terme

à long terme

Écart avec les taux américains

1946-1949 1950-1954 1955-1959

6,7 4,0 1,7

6,3 2,9 + 1,6

4,3 1,1 + 2,2

1960-1964 1965-1969

1,6 3,6

+ 1,9 + 1,8

+ 3,5 + 2,6

0,0

1970-1974 1975-1979 1980-1984 1985-1989

5,9 8,9 8,7 4,3

0,6 0,2 + 5,2 + 5,3

+ + + +

1,8 0,4 5,6 5,8

0,7

1990-1995

2,6

+ 5,1

+ 6,4

3,2

La réponse de la Banque du Canada est dépourvue d’ambiguïté: il lui faut lutter contre l’inflation, et atteindre puis maintenir son objectif d’inflation quasi-zéro. Mais pourquoi les bureaucrates de la Banque du Canada, soutenus par une majorité d’économistes et d’éditorialistes, s’inquiètent-ils d’inflation quand nos sociétés contemporaines sont chargées de chômeurs et d’assistés sociaux? Une réponse quelque peu radicale, dans l’esprit de Kalecki, serait la suivante. Invoquer les dangers et l’imminence de l’inflation, c’est justifier l’imposition des taux d’intérêt élevés; imposer des taux élevés, c’est forcer la hausse exponentielle de la dette publique, à moins de contraindre l’État à se désengager de ses programmes sociaux et de ses champs d’activité en créant une psychose de l’endettement; le désengagement de l’État et les privatisations ouvrent de nouveaux horizons à l’entreprise privée, et la répression de l’expansion économique qui accompagne l’austérité monétaire permet de conserver une main d’oeuvre docile, soumise au chantage auquel


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peuvent se livrer les grandes entreprise dans le cadre des accords du libre-échange, comme l’ALÉNA. Les explications avancées par les bureaucrates de la Banque du Canada sont évidemment toutes autres. Ceux-ci invoquent surtout deux raisons pour justifier leurs objectifs d’inflation zéro: la productivité et la justice sociale (Banque du Canada 1995). Selon les chercheurs de la Banque du Canada, il existe une relation inverse entre les taux d’inflation des prix et le taux de croissance de la productivité. Plus le taux d’inflation est proche de zéro, plus élevé serait le taux de croissance de la productivité (Jarret et Selody 1982). Puisque le niveau de vie des Canadiens dépend fondamentalement de la productivité globale de l’économie, plus rapide est le taux de croissance de la productivité, plus grande sera l’amélioration du niveau de vie de l’ensemble des Canadiens. La Banque du Canada, qui ne veut que notre bien, prétend donc qu’elle se doit de poursuivre des politiques monétaires compatibles avec une inflation voisine de zéro, quelles que puissent être les conséquences à court terme sur le chômage. Selon les bureaucrates de la Banque du Canada, les coûts de l’inflation sont énormes, toujours plus grands que ceux engendrés par le chômage, car l’inflation engendre non seulement des pertes de productivité, au même titre que le chômage, mais aussi des pertes (irrécupérables) dans le taux de croissance de la productivité et du pouvoir d’achat. Mais pourquoi l’inflation infligerait-elle ces baisses dans le taux de croissance de la productivité? C’est là que le bât blesse. La Banque et ses courtisans invoquent tantôt les coûts occasionnées par les nombreux déplacements aux guichets automatiques, afin de se procurer des billets de banque, tantôt l’incertitude engendrée par l’inflation. L’explication la plus sophistiquée repose sur certains modèles de croissance endogène. Lorsqu’on retire de ces modèles toutes leurs fioritures techniques qui les rendent difficilement compréhensibles, on se rend compte qu’ils reposent en définitive sur une hypothèse simple, mais tout à fait grotesque. L’inflation ralentirait le progrès technique parce qu’elle forcerait les entreprises à modifier l’allocation des tâches de leurs employés: ainsi les chercheurs, plutôt que consacrer leurs heures de travail à la recherche et au


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développement, seraient contraints de passer leur temps à changer les listes et les étiquettes de prix et à réécrire les catalogues! L’inflation serait néfaste au progrès technique parce qu’elle détournerait les chercheurs de leurs tâches normales! Voilà ce que de savantes cogitations, financées par les deniers publics, ont finalement engendré pour justifier les politiques anti-inflationnistes qui plaisent tant aux suppôts du grand capital. Il existe peut-être une relation inverse entre le taux de croissance de la productivité et l’inflation des prix. Mais la causalité qu’en donne la Banque du Canada doit être inversée. Ce n’est pas un faible taux d’inflation qui est la cause de l’accélération de la productivité. Au contraire, ce sont les taux de croissance élevés de la productivité qui permettent d’expliquer les faibles taux d’inflation (Seccareccia et Lavoie 1996). A taux de salaires constants, bien évidemment, une hausse de la productivité permet d’abaisser les prix, comme le montrent les modèles post-keynésiens élémentaires d’inflation. De plus, si les travailleurs bénéficient d’augmentations de leur pouvoir d’achat, suite à des hausses de productivité, ils seront moins portés à exiger des augmentations de leur salaire nominal qui se répercuteraient sur les prix. Voilà une explication qui tombe sous le sens! Par exemple, si les prix du pétrole augmentent brusquement, il est fort probable que ceci engendrera une flambée inflationniste tandis que les mesures multifactorielles de productivité montreront une baisse du taux de croissance de la productivité. La relation inverse entre progrès technique et inflation est bien évidente: mais l’interprétation causale qu’en donne la Banque du Canada est complètement erronée et farfelue. (Voilà un autre cas de causalité renversée, semblable à celui qui associe prix et masse monétaire: ce n’est pas le taux de croissance de la monnaie qui explique le taux d’inflation; c’est le taux de croissance de la valeur du PIB qui explique le taux de croissance de la masse monétaire). Quoi qu’il en soit, sauf pour les cas d’hyper-inflation, à toutes fins pratiques, la relation inverse entre inflation et taux de croissance n’existe tout simplement pas (Stanners 1996).


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IV. ÉQUITÉ, INFLATION, ET TAUX D’INTÉRÊT Les bureaucrates de la Banque du Canada opposent cependant un second argument de taille à ceux qui voudraient nier l’existence d’une relation causale entre inflation et productivité. Selon ces bureaucrates, l’inflation frappe “les groupes les moins favorisés”, et elle profite “à ceux qui ont la capacité d’investir dans des avoirs ... au détriment d’autres membres de la collectivité”. L’inflation, autant selon l’ancien que le nouveau gouverneur de la Banque du Canada, “engendre un profond sentiment d’injustice au sein de la société”, puisque certains s’enrichissent sans effort (Banque du Canada 1995: 26). De toute évidence, il n’est jamais venu à l’esprit des bureaucrates de la Banque du Canada que des taux de chômage élevés et des emplois précaires pouvaient créer de l’incertitude auprès des consommateurs, et qu’ils pouvaient aussi engendrer un profond sentiment d’injustice auprès des plus défavorisés, comme ceux qui ont renoncés à se chercher un emploi, après des mois d’efforts infructueux, dans le cadre d’une économie délibérément poussée à la stagnation depuis 1989. Mais nonobstant ces iniquités engendrées par le chômage, les politiques anti-inflationnistes des banques centrales ont eu d’énormes effets de redistribution, à travers les hausses systématisées des taux d’intérêt réels. En souhaitant des taux d’intérêt nuls, Keynes semblait penser qu’un taux d’intérêt proche de zéro était un taux d’intérêt juste. Luigi Pasinetti (1981, ch. 8) s’est récemment demandé ce que devraient être un taux d’intérêt et un taux de profit justes. Pour Pasinetti, puisque les machines sont elles-mêmes reproductibles, ainsi que l’atteste la tradition cambridgienne à la Sraffa, la production est ultimement le résultat du travail, qu’il soit direct, indirect, ou hyper-indirect (dans la fabrication des machines nécessaires à l’expansion). Dans ce cadre, le taux de profit juste est un taux proportionnel au taux de croissance de l’économie, et permettant le respect des conditions imposées par la demande effective. Le taux d’intérêt juste, lui, est le taux d’intérêt qui préserve le pouvoir d’achat du travail à travers le temps. Dans une économie avec croissance de la population, mais sans croissance de la productivité et sans inflation, le monde du Moyen-Âge peut-


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être, le taux d’intérêt juste est donc égal à zéro, comme l’aurait dit Keynes. Dans un monde inflationniste, mais sans croissance de la productivité, le taux d’intérêt juste en termes nominaux est égal au taux d’inflation, et le taux d’intérêt juste, en termes réels, est encore une fois égal à zéro. Taux d’intérêt et taux de profit ne sont donc pas normalement égaux, sauf dans le cas très particulier de l’état stationnaire. Pasinetti ressuscite donc la distinction que pose Keynes lorsqu’il cherche à réhabiliter les anciennes lois contre l’usure. Vouloir que le taux d’intérêt soit faible ne veut pas nécessairement dire que le taux de profit devrait être tout aussi faible. “Nous avons été instruits dans la croyance que l’attitude de l’Église du Moyen Âge envers le taux de l’intérêt était intrinsèquement absurde et que les argumentations subtiles visant à distinguer le revenu des prêts du revenu des investissements actifs n’étaient que moyens jésuitiques pour échapper à une théorie déraisonnable. Aujourd’hui ces argumentations nous apparaissent au contraire comme un honnête effort intellectuel pour maintenir une séparation entre deux facteurs que la théorie classique a confondus d’une manière inextricable: le taux de l’intérêt et l’efficacité marginale du capital. Il semble clair maintenant que les traités des scolastiques avaient pour but de rendre intelligible une formule autorisant la courbe de l’efficacité marginale du capital à se situer en des zones élevées tout en utilisant les règlements, la coutume et la loi morale pour maintenir l’intérêt à un niveau réduit” (Keynes 1975: 347). Nous vivons néanmoins dans un monde de croissance technique. Dans ce cas, le taux de croissance du pouvoir d’achat du travail, autrement dit le taux de croissance du salaire réel, est égal au taux de croissance de la productivité du travail, direct, indirect et hyperindirect. Autrement dit, le taux de croissance du salaire réel est, sauf changement substantiel dans la répartition du revenu, le taux de croissance de la productivité multifactorielle. Le taux d’intérêt juste, en termes réels, est donc le taux de croissance des salaires réels. Par exemple, si le salaire réel en 1996 était de 10$ de l’heure, et que, grâce à l’accroissement de la productivité, le taux horaire passe à 10,50$ en 1997, ceci signifie que le taux d’intérêt juste devrait être


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de 5%, car en prêtant en 1996 l’équivalent d’une heure de travail à ce taux, le prêteur récupère en 1997 ce qui se trouve être à nouveau l’équivalent d’une heure de travail, même s’il a empoché 0,50$ d’intérêt. Le cas de l’emprunteur est évidemment symétrique. Il est donc facile de mesurer l’impact redistributif des politiques monétaires des banques centrales. En tenant compte de l’évolution des salaires réels (et donc du taux de croissance de la productivité multifactorielle), et en la comparant aux taux d’intérêt réels, on est en mesure d’évaluer si les politiques monétaires ont été favorables ou défavorables aux rentiers (Seccareccia et Lavoie 1989). De façon plus concrète, lorsque le taux de croissance des salaires nominaux excède les taux d’intérêt nominaux, la conjoncture est défavorable aux rentiers, et on se dirige vers l’euthanasie de ceux-ci. Dans le cas contraire, nous sommes dans une économie favorable aux rentiers. Les deux exemples qui suivent ont pour objet d’illustrer l’ampleur de la redistribution vers les rentiers au cours des dernières années.

V. UNE MESURE EMPIRIQUE DE L’ÉCONOMIE DE RENTIERS Prenons une personne qui aurait emprunté 1000$ pour dix ans, en promettant de rembourser capital et intérêt au bout de la dixième année, sans faire de paiements entre-temps. Une personne qui aurait emprunté ce 1000$ au début de 1985, disons l’équivalent de 100 heures de travail, serait tenue de rembourser 2000$ (en dollars constants de 1985) à la fin de 1994, en supposant que cet emprunt se soit fait à un taux supérieur de seulement un pour-cent au taux des obligations à long terme du gouvernement fédéral canadien (ce qui est douteux). Compte tenu du fait que le pouvoir d’achat d’une heure de travail (le salaire moyen divisé par l’indice des prix à la consommation) est resté à peu près constant entre 1985 et 1995, l’emprunteur devra travailler pendant environ 198 heures avant de pouvoir rembourser son prêt avec les intérêts. Le prêteur lui, aura prêté le fruit de 100 heures de travail pour en obtenir ensuite l’équivalent de 198. C’est ce qui se dénonçait autrefois comme prêt usuraire (sans parler des prêts à 18% consentis


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sur les cartes de crédit bancaires)! La situation à l’époque des Trente Glorieuses de l’après-guerre était toute autre, comme le montre le tableau 2. Une personne empruntant 1000$ en 1965 se voyait réclamer 1380$ en dollars constants dix ans plus tard. Mais dans les années soixante et au début des années soixante-dix, le taux de croissance annuel de la productivité et celui du pouvoir d’achat avoisinait les 2,5%. Entre 1965 et 1975, le pouvoir d’achat d’une heure de travail s’est accru de 30% (le ratio entre le salaire hebdomadaire et l’indice des prix à la consommation s’est accru de 30%). Ainsi ce n’est pas 138 heures de travail que devaient rembourser l’emprunteur de cette époque, mais seulement 106 heures. Pour un emprunt équivalent, les jeunes ménages d’aujourd’hui doivent donc travailler presque deux fois plus longtemps que les ménages d’autrefois avant de pouvoir rembourser leur emprunt. En dépit des leçons de morale des gens qui vivent de leurs rentes, on comprend mieux pourquoi les jeunes ménages prennent tant de temps à se désendetter. Évidemment le même raisonnement s’applique à la dette publique. Pour préserver les paiements aux rentiers et leur niveau de vie accru, il faudra bientôt sacrifier éducation, santé et sécurité sociale. Tableau 2 Un emprunt à 1% au-dessus du taux des obligations à long terme du gouvernement fédéral canadien, avec remboursement complet au bout de dix ans Année

Emprunt

Accroissement décennal du pouvoir d’achat

En dollars En équivalent d'heures de travail

1965-1974 1975-1984 1985-1994

1000 1000 1000

100 100 100

Remboursement

En dollars En équiconstants valent d’heures de travail 30% 4% 1%

1380 1490 2000

106 143 198


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On pourrait argumenter que les emprunteurs payent des intérêts et remboursent une partie de leur prêt avant l’échéance de celui-ci, et qu’en conséquence l’exemple ci-dessus exagère l’ampleur de la redistribution. Ceci est exact, mais l’exploitation grandissante des emprunteurs par les rentiers n’en reste pas moins vraie. Le tableau 3 traite du cas concret des prêts hypothécaires, et compare la situation des travailleurs moyens qui se seraient acheté une maison ordinaire en 1961, 1981 et 1986, chacun amortissant son emprunt sur une durée de 15 ans. Les données sur les prix des maisons s’appliquent aux prix régissant les logements situés dans la capitale fédérale du Canada, la ville d’Ottawa. Dans le cas de l’acheteur de 1961, le prix moyen des maisons était de 16 800$. Le salaire moyen hebdomadaire au Canada était alors de 70$. Le prix d’une maison était donc équivalent à 240 semaines de travail. Avec une hypothèque à 6%, fermée pour 15 ans —le taux disponible aux emprunteurs de l’époque— l’emprunteur devait payer 143$ par mois, en postulant que la maison soit entièrement financée par un emprunt. En supposant que le salaire de ce travailleur a augmenté au même rythme que le salaire canadien moyen, on peut calculer qu’il aura fallu l’équivalent de 244 semaines de travail pour rembourser le prêt hypothécaire et payer la maison. En termes de temps de travail, l’acheteur-emprunteur de 1961 payait ultimement la valeur juste de sa maison. Tableau 3 Emprunt hypothécaire de 15 ans, pour une maison de prix moyen, aux taux hypothécaires en vigueur au Canada, pour un travailleur avec salaire moyen Année Prix de la d’achat maison en dollars courants

1961 1981 1986

16 800 64 900 111 600

Salaire hebdomadaire moyen en dollars courants 70 320 424

Prix au comptant comptant en semaines de travail

240 203 260

Coût total de l’emprunt en semaines de travail 244 330 396


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Il en va tout autrement pour les ménages d’aujourd’hui. L’acheteur moyen de 1981 n’aurait eu besoin que de 203 semaines de travail pour payer comptant la maison moyenne. Par contre, en empruntant aux taux hypothécaires en vigueur pour un an, et en amortissant son emprunt initial sur 15 ans, cet emprunteur aurait eu besoin de 330 semaines de labeur pour rembourser son emprunt. Quant au travailleur moyen qui aurait acheté une maison moyenne lors du boom économique de 1986, il aurait payé comptant l’équivalent de 260 semaines de travail. Avec un amortissement sur 15 ans, avec un taux hypothécaire renégocié à chaque année, et en supposant que les taux entre 1996 et l’an 2000 soient de 7,5% tandis que les salaires nominaux augmentent de 3%, il faudra à ce travailleur moyen pas moins de 396 semaines de travail pour pouvoir financer entièrement sa maison, soit 60% d’heures de travail supplémentaires par rapport à l’acheteur de 1961. Dans ces conditions, il n’est pas surprenant que de plus en plus de ménages de la classe moyenne se sentent coincés financièrement. Ils subissent l’exploitation de ceux qui ont eu les moyens d’accumuler une épargne financière –les rentiers. L’économie capitaliste de rentiers, dont Keynes voulait et prédisait la disparition, est plus que jamais présente dans le monde contemporain.

CONCLUSION La Banque du Canada et les autres banques centrales continuent à prôner des politiques d’inflation zéro en prétendant qu’un environnement économique avec de faibles taux d’inflation est un garant de justice et de progrès économique. Les gouverneurs des différentes banques centrales et les bureaucrates des grandes organisations comme l’OCDE et le FMI se complaisent à prétendre que les faibles taux d’inflation que nous avons connus au cours des dix dernières années, autour de 3% en moyenne au Canada, ont entraîné de spectaculaires hausses de productivité et d’efficacité, en invoquant les augmentations de la productivité du travail. Au Canada tout au moins, ce genre d’affirmations relève de l’illusionnisme statistique. La productivité directe du travail n’est d’aucune utilité


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pour mesurer la productivité globale de l’économie —la productivité multifactorielle— la seule qui soit pertinente pour jauger l’évolution du pouvoir d’achat. Or les données de Statistiques Canada démontrent clairement, comme il est noté au tableau 2, que le pouvoir d’achat des travailleurs n’a augmenté que de 1% entre 1985 et 1995 (moins de 0,1% par année, contre près de 3% par an entre 1961 et 1974!). S’il y avait vraiment des hausses de productivité multifactorielle, celles-ci finiraient par se refléter dans le pouvoir d’achat des travailleurs. Cinq ans après avoir atteint l’objectif du taux d’inflation à 2%, si l’on fait exception des profits mirobolants des banques, le citoyen ordinaire attend toujours les bienfaits miraculeux des politiques antiinflationnistes. Quant aux notions d’équité et de justice dont se gargarisent les bureaucrates de la Banque du Canada, les calculs présentés ci-haut permettent de constater à quel point les politiques monétaires mises en oeuvre depuis une quinzaine d’années ont permis de les bafouer. Les taux d’intérêt réels élevés imposés par la Banque du Canada favorisent les rentiers et autres héritiers assis sur leur pécule financier, au détriment des emprunteurs et des jeunes ménages en particulier, sans parler des centaines de milliers d’emplois perdus lors des récessions planifiées par la Banque du Canada dans le but de contrer les forces inflationnistes et ainsi favoriser une justice dont seuls les interlocuteurs du Gouverneur semble profiter! A condition de ne pas être effrayé par une baisse temporaire du taux de change, une politique monétaire indépendante, avec des taux d’intérêt réels faibles, est tout à fait possible. Mais les bureaucrates de la Banque du Canada, malgré la preuve contraire des cinq dernières années, craignent la dépréciation du dollar canadien car ils redoutent qu’elle n’entraîne une résurgence de l’inflation, par la hausse du coût des produits importés. Bien entendu, si les taux d’intérêt réels à travers le monde étaient tous voisins de zéro, il serait beaucoup plus simple pour la Banque du Canada de faire de même, si tel était le désir de son Gouverneur. Nous savons depuis le krach de 1987, lorsque les autorités monétaires ont cru que le système financier allait s’écrouler, qu’une action concertée des banques centrales est la chose la plus aisée qui soit. Ce qui manque, évidemment, c’est la volonté politique. Tant et


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aussi longtemps que les banques centrales seront sous la responsabilité de bureaucrates qui, concrètement, n’ont de comptes à rendre à personne, si ce n’est aux financiers et aux grands rentiers avec qui ils sont quotidiennement en contact, on ne peut guère espérer de changement. On dit souvent que les universitaires vivent dans une tour d’ivoire. Keynes lui-même, malgré ses contacts nombreux avec les fonctionnaires et les financiers de la City, ne semble pas avoir correctement prévu la force du lobby financier. Il suffit de visiter les somptueux locaux de la Banque du Canada pour comprendre combien il doit être facile à ses bureaucrates de vivre dans un monde déconnecté de la réalité. Pour ceux qui représentent le puissant lobby financier, la baisse des taux d’intérêt réels constitue une perte de revenus et une diminution du taux d’exploitation des emprunteurs. Ces usuriers n’ont aucun avantage à voir ces taux diminuer, et toutes les raisons sont bonnes pour justifier des taux d’intérêt élevés. Quant aux économistes qui contestent le bien-fondé des politiques d’austérité monétaire de la Banque et qui récusent le dogme selon lequel il faut souffrir pour devenir vertueux (ou compétitif), ils sont des ennemis de la Nation; car en s’objectant à la doctrine monétaire prêchée par l’orthodoxie, ces hérétiques contribuent à dilapider la crédibilité durement acquise par la banque centrale, en insufflant le doute dans la population. Mais qui devrait se soucier d’une banque centrale crédible aux yeux du grand capital, quand le nombre de chômeurs et de jeunes assistés sociaux ne cesse de croître?


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RÉFÉRENCES Banque du Canada (1995). Rapport sur la politique monétaire, Ottawa, mai. Jarret, Peter et Jack Selody (1982). “The productivity-inflation nexus in Canada, 1963-1979”, Review of Economics and Statistics, vol. 64, pp. 361-367. Kalecki, Michal (1971). “Political aspects of full employment”, in Selected essays on the dynamics of the capitalist economy, Cambridge University Press, Cambridge, pp. 138-145. Keynes, John Maynard (1936). The general theory of employment, interest and money, Macmillan, Londres, 428 pp. --- (1975). La théorie générale de l’emploi, de l’intérêt et de la monnaie, Payot, Paris, 387 pp. Lavoie, Marc. Macroéconomie: théorie et controverses postkeynésiennes, Dunod, Paris, 220 pp. Pasinetti, Luigi L. (1981). Structural change and economic growth: a theoretical essay on the dynamics of the wealth of nations, Cambridge University Press, Cambridge, 281 pp. Seccareccia, Mario et Marc Lavoie (1989). “Les idées révolutionnaires de Keynes en politique économique et le déclin du capitalisme rentier”, Économie appliquée, vol. 42, num. 1, pp. 47-70. --- (1996). “Central bank austerity policy, zero-inflation targets, and productivity growth in Canada”, Journal of economic issues, vol. 30, num. 2, pp. 533-544. Stanners, W. (1996). “Inflation and growth”, Cambridge journal of economics, vol. 20, num. 4, pp. 509-512. Targetti, Ferdinando et Bogulslawa Kinda-Hass (1982). “Kalecki’s review of Keynes’ general theory”, Australian economic papers, vol. 21, núm. 38, pp. 244-260.


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POLITIQUE MEXICAINE DE STABILISATION DES PRIX 1988-1992: LES LEÇONS D’UNE GUÉRISON* Gilles Caire,** Cuauhtémoc Calderón*** Cet article propose une grille de lecture de la politique de stabilisation des prix menée avec succès entre 1988 et 1992 au Mexique, en termes de théorie des défauts de coordination, type d’analyse développé par Dornbusch, Bruno et Simonsen notamment. La première partie relie le développement progressif entre 1982 et 1987 d’une inflation caractérisée comme inertielle, et les modèles de double équilibre et de jeu non coopératif, pour lesquels un équilibre de haute inflation est hautement probable. La seconde partie après une présentation des principaux traits du plan de stabilisation (Pacto), de ses résultats et des difficultés monétaires rencontrées, tire les enseignements de l’expérience en insistant particulièrement sur le rôle spécifique de la politique des revenus et sur la notion de crédibilité.

A partir de décembre 1987, le Mexique s’est engagé dans une politique de stabilisation anti-inflationniste qui depuis est citée en exemple de façon quasi-unanime. Il s’agit selon nous d’une expérience, totalement consciente et en grandeur réelle, d’application d’un corpus théorique développé notamment par Dornbusch, Bruno et Simonsen, s’intégrant dans les travaux de la “Nouvelle Synthèse Keynesienne” et plus particulièrement au sein de la théorie des “défauts de coordination” *

Agradecemos los comentarios y críticas de los dos árbitros externos. Professeur a la Université de Poitiers, chercheur à l' Université de NiceSophia-Antipolis, Centre d’Études en Macroéconomie et Finance Internationale, Faculté de Droit, des Sciences Economiques et de Gestion, 7 avenue Robert Schuman, 06050 Nice cedex 1, Nice, France. *** Directeur du programme de 3ème cycle en sciences economiques à la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez; chercheur au CEMAFI, Université de Nice-Sophia-Antipolis; membre du Sistema Nacional de Investigadores au Mexique; et Professeur Fulbrigth à la University of Texas at El Paso (UTEP), Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Av. López Mateos, núm. 20, c. p. 32200, ccaldero@uacj.mx. et ccalder@utep.edu. **


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(Coordination Failure Theories). Ces auteurs, à partir d’une analyse classique d’un dérèglement budgétaire et monétaire originel, soulignent l’importance des anticipations dans la transmission de période en période de l’inflation, mais aussi et surtout mettent l’accent sur le rôle primordial des notions de crédibilité, de consensus et de coordination dans la réussite d’une politique de stabilisation définie comme hétérodoxe. La définition de l’hétérodoxie est évidemment différente selon les auteurs, mais pour notre propos nous adopterons celle qu’en donne Dornbusch, pour lequel une stratégie de stabilisation hétérodoxe est constituée: - d’un volet orthodoxe de discipline budgétaire et monétaire: “Les économistes et les gouvernements sensés savent depuis longtemps que la discipline de la demande agrégée est une condition nécessaire à la stabilité durable des prix. Cependant, il est possible que cela ne suffise pas pour stopper une inflation élevée en conservant un niveau de chômage tolérable. La preuve en est l’échec des différents programmes bénéficiant de l’appui du FMI qui oublièrent l’inertie inflationniste” (Dornbusch et Simonsen [1987]). - d’un volet original (condition complémentaire) de politique des revenus par contrôle des prix et des salaires, la seule apte selon lui à obtenir un résultat rapide dans la lutte contre une inflation chronique “inertielle”. Ce choix d’une “autre” politique, aprés l’échec des politiques orthodoxes entre 82 et 87, est clairement celui du gouvernement mexicain puisque dans un discours de présentation du “pacto” en décembre 1987, Pedro Aspe1 affirmait: “Un ajustement restreint aux seules finances publiques signifierait un effort infructueux, coûteux et injustifiable socialement”. Le propos spécifique d’un traitement de choc hétérodoxe réside donc dans l’objectif d’éviter le “trade-off” entre chômage et inflation inhérent aux plans orthodoxes. Il nous parait ainsi particulièrement adéquat de tirer les enseignements du cas mexicain à travers une grille de lecture profondément inspirée des divers articles de R. Dornbusch, concernant directement ou non le Mexique. 1 Secrétaire d’Etat au Plan et au Budget (1987/88) puis à partir de décembre 1988, Secrétaire d’Etat aux Finances et au Crédit public.


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En premier lieu, il s’agira de comprendre le “diagnostic” concernant la situation économique du pays établi en 1987 par Dornbusch à la veille du premier plan de stabilisation. Sa démarche de type analytique permet ainsi de relier la notion d’inflation inertielle avec la distinction entre l’origine et la propagation de la fièvre inflationniste mexicaine des années 80, analyse que nous justifierons par une brève présentation des modéles d’équilibre multiples et de jeux non coopératifs (I). En second lieu, nous dresserons un parallèle entre les mesures pratiques des deux “pactes” de stabilisation successifs et les “prescriptions” de politique de stabilisation préconisée par Dornbusch et inspirée profondément des expériences passées (Argentine et Israël lors de l’année1985 mais aussi Allemagne des années vingt). Nous verrons ainsi, que si les mesures ne sont pas réellement originales dans une Amérique Latine où tout a été expérimenté depuis 20 ans (notamment en Argentine, laboratoire en grandeur réelle de toutes les politiques économiques), par contre l’accent mis sur la chronologie de politiques économiques à respecter, l’existence d’un fort consensus social, et l’histoire inflationniste paraissent spécifiques au cas mexicain (II).

I. LE DIAGNOSTIC: ORIGINE ET PROPAGATION DE LA FIEVRE INFLATIONNISTE Dornbusch et Simonsen [1987] proposent une explication du processus de hausse des prix, dans les pays d’inflation chronique élevée, fondée sur l’équation suivante: (1) pt = pt-1 + a “brêche”t +Vt

a >0

où:- la brèche constitue l’écart entre PNB potentiel et PNB effectif, i.e. la position cyclique de l’économie; il s’agit alors d’une inflation classique par la demande (“trop d’argent poursuit trop peu de biens”) ou bien, en sens opposé, d’une déflation de dépression. - Vt représente les éventuels chocs d’offre de la période courante.


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- et la partie autorégréssive de l’équation (pt = pt -1) est dénommée inflation inertielle. Au premier abord cette formulation théorique parait peu originale. L’équation (1) rappelle “irrésistiblement” la version de la courbe de Phillips augmentée d’anticipations adaptatives proposée par Friedman, que l’on résume généralement par deux équations:2 (2) pt = pta –b(ut –u*) a (3) pta = pt-1 + q ( p t-1 – pa t-1) qui par substitution de (3) en (2) donnent: (4) pt = pt -1 –bq(ut –u*) –b( 1– q )(ut –ut-1) (1) apparaît alors comme un simple cas particulier de (4) lorsque q prend la valeur 1 (i.e. toute hausse du taux d’inflation courant est interprétée comme permanente). On retrouve alors le cas limite où les anticipations adaptatives se transforment en anticipations purement régressives!3 Or l’originalité de la démarche de Dornbusch ne réside pas dans cette formalisation mathématique triviale, mais dans l’explicitation économique qu’il en donne, en opérant une distinction nette entre les éléments d’origine de l’inflation et les éléments de sa propagation. Face à une situation d’inflation élevée et persistante, l’interrogation ne porte plus sur le débat traditionnel inflation par la demande/inflation par les coûts, mais se centre sur la recherche des différences causales entre l’impulsion initiale, le défict bugétaire, et le mécanisme ou la spirale qui maintient en marche le processus inflationniste. I.1 L’origine de l’inflation: le déficit budgétaire certes, mais lequel? La source de l’inflation est pour Dornbusch d’essence classique. Hors chocs exogènes, un déficit budgétaire trop important et financé 2 3

ut étant le taux de chômage courant et u* le taux de chômage naturel. soit (3)'pat = pt -1 , et dans (4) (ut -u*) constitue une mesure de la “brêche”.


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selon un mode monétaire, constitue la cause unique de la hausse initiale des prix.4 Mais lorsque le phènomène perdure, que l’inflation devient “chronique”, alors les forces motrices de l’inflation deviennent plus complexes. Selon ses propres termes: “affirmer comme le FMI qu’un déficit est un déficit et rien d’autre, est un pauvre point de départ”; “en fait il suffit que le solde opérationnel soit en équilibre puisque dans ce cas le gouvernement n’a pas besoin d’un financement inflationniste pour payer”. Comment justifie-t-il cette position “iconoclaste” (pour 1988, puisqu’aujourd’hui la Banque Mondiale semble en avoir fait son “credo”) (A) et en quoi est-elle pertinente dans le cas mexicain (B)? A) Les diverses notions de déficit budgétaire Il nous parait tout d’abord nécessaire de faire le point sur les divers indicateurs budgétaires, au nombre de quatre, construits par la théorie (Dornbusch [1988], Blejer [1991]) et utilisés par les autorités fédérales mexicaines. 1) Le déficit primaire représente le déficit hors paiements d’intérêts (DP). Il décrit l’effort gouvernemental de la période courante en excluant des paiements d’intérêts excessifs, conséquence de la (mauvaise) gestion des années précédentes. 2) Le déficit financier (ou effectif ou budgétaire ou total, selon les documents) représente la différence entre dépenses totales et recettes totales du secteur public,5 dont on peut ensuite éventuellement soustraire les recettes exceptionnelles par vente d’actifs (privatisations d’entreprises publiques). Il représente donc l’appel public global de fonds auprès des marchés financiers (besoin de financement des administrations publiques en France). 4 Sous l’hypothèse de l’existence d’au moins un goulet d’étranglement du coté de l’offre. 5 Entendu au sens large : administrations fédérales, District fédéral, IMSS, ISSSTE, PEMEX et autres entreprises sous contrôle budgétaire (électricité, chemin de fer, CONASUPO notamment).


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Un éventuel déficit financier peut se financer sous deux formes: i) Vente de titres au système bancaire, H (financement monétaire) ii) Vente de titres aux agents nationaux non bancaires (B), ou à des non-résidents (B*) L’encours de la dette nominale (L) est alors: [a] L= B+eB*+H, et le déficit financier s’écrit: (5) DF=DL=DP + (r + p) B + i* eB * où: - p est le taux d’inflation - r le taux d’intérêt réel interne - i* le taux d’intérêt externe - et e le taux de change (e pesos pour un dollar)6 Or l’inflation engendre une érosion du principal (si la dette n’est pas indexée sur les prix).7 On peut alors définir un troisième solde: 3) Le déficit opérationnel (ou solde corrigé de l’inflation) revient à défalquer du déficit financier cette érosion du principal de la dette interne et externe publique: (6) DO=DF - pB- peB* que l’on peut encore écrire: (7) DO=DP +rB + (i* - p)eB* L’idée est ici de tenir compte de l’effet de neutralité de l’inflation sur l’équilibre budgétaire: une hausse des paiements nominaux d’intérêt, suite à une accélération de l’inflation (pB dans (5) ) est intégralement compensée par une réduction correspondante de la valeur réelle de 6 Il faudrait normalement pondérer les deux derniers éléments par la part de chaque devise dans l’encours de la dette. Mais l’approximation en dollars est acceptable puisque l’endettement extérieur mexicain s’est opéré à plus de 90% en dollars. 7 La création des ajustabonos, indexés sur l’IPC, date de 1989, nous y reviendrons.


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l’encours du passif public (gain réel en capital pour l’Etat dans [a]). 4) Enfin on peut définir le déficit économique comme: (8) DE=DO – pH ou encore: (9) DE = DP + rB + ( i* – p)eB* –pH Il s’agit ici de prendre en compte le rôle du seigneuriage (pH) comme élément de financement du déficit public. La “planche à billet” conduit directement à un surcroît d’inflation (toujours le fameux “trop d’argent poursuit trop peu de biens”) qui érode la valeur des encaisses monétaires réelles des agents privés. Le seigneuriage constituerait un véritable “prélévement d’inflation” sur les détenteurs de monnaie,8 un transfert indirect de ressources réelles vers le secteur public. Comme tout “impôt” il diminuerait donc le déficit “réel”.9 Symétriquement, en cas de brusque chute de l’inflation, ce déficit économique croit automatiquement. Il existerait donc une relation “paradoxale” inverse entre taux d’inflation et déficit budgétaire. Mais pour Dornbusch, toute politique de lutte contre l’inflation doit reposer sur un renoncement étatique au seigneuriage. En effet, par un apprentissage progressif que nous étudierons, les agents privés vont se protéger grace à des indexations. Dans ce cas, à l’image de la courbe de Phillips augmentée à la Friedman, la relation entre seigneuriage et hausse des prix tend à se transformer en boucle. Avec le temps, pour obtenir un même montant de seigneuriage, l’Etat mexicain a ainsi du accepter un surplus d’inflation:

8 L’idée voisine de taxe d’inflation, définie comme: . , P M remonte à Keynes (A Tract on Monetary Reform, 1923). P P 9 Il posséde de plus l’avantage de “taxer” d’avantage l’économie souterraine qui par définition fonctionne et thésaurise plutôt en liquide.


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Graphique 1: Mexique 70/89, relation entre inflation et seigneuriage Taux d'inflation 160

88

140 120 87

100

60

75 72

0 0

0,5

1

1,5

82

73

74 71

70

2

85

86

89

40 20

83

84

80

76

81

77

78

80 79

2,5

3

3,5

4

4,5

seigneuriage en % du PIB

Source: Banco de Mexico [1992b].

Dans ce cadre, seul le déficit opérationnel permet de mesurer la congruence existante entre la politique budgétaire et un niveau d’inflation modéré, par opposition aux quantitativistes stricts du FMI pour lesquels seul le déficit financier compte. B) Mexique 1982-1987: d’une inflation par la demande vers une inflation inertielle En utilisant ces divers concepts de déficit budgétaire, il est possible d’élaborer une approche historique de l’inflation mexicaine récente se décomposant en trois phases: 1) Avant 1982: une inflation issue d’une politique populiste.10 Entre 1971 et août 1982, l’économie mexicaine connut un période de forte croissance (7% annuel en moyenne), alimentée par le dynamisme de la demande intérieure provoqué par un interventionnisme étatique croissant et des dépenses publiques en forte expansion (avec une légère pause en 76/77) allant bien au-delà de 10

Une bonne analyse de cette période se trouve dans Bazdresch, Levy [1992].


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l’augmentation des recettes en devises dues au second choc pétrolier.11 Quel que soit l’indicateur budgétaire choisi, l’ensemble des déficits publics se creuse12 et l’inflation se développe (de 13 à 63%), mettant fin à deux décennies de croissance équilibrée et d’inflation à un chiffre. L’inflation est alors de nature traditionnelle, provenant d’une création monétaire excessive par financement monétaire des déficits publics et monétisation des entrées de devises.13 2) 1982-1985: Une inflation monétaire auto-entretenue L’inflation ne provient plus d’une gestion populiste puisque dés 82 une politique d’ajustement est mise en place à travers une forte contraction de l’ensemble des dépenses publiques “maîtrisables” (i.e. hors charges d’intérêt) qui passent de 36% du PIB à 25%. Le solde primaire se convertit dés 1982 en un excédent assez fort (de l’ordre de 3% du PIB sur les trois années). Pour Dornbusch le haut niveau d’inflation mexicain entre août 1982 et décembre 85 (évoluant entre 50% et 100%) est donc la marque d’une période de transition. Il existerait un triple effet en retour de l’inflation sur le montant du déficit budgétaire qui constituerait une source potentielle d’accélération autoentretenue des prix: a) L’effet Olivera-Tanzi14 Du fait de l’existence d’un décalage entre la date de calcul et celle de la perception de l’impôt (généralement un retard annuel pour l’impôt sur les revenus et les sociétés; mensuel pour la TVA), un niveau d’inflation élevé provoque mécaniquement un effondrement de la valeur réelle des recettes fiscales. Toutefois sur la période étudiée l’effet semble être contrebalancé par l’effet de “tranche rampante” (bracket creep): 11

Sorte de variante mexicaine de la “dutch disease”. Le déficit primaire passe ainsi de 0,4% du PIB en 1971 à 8% en 1981. 13 En fin de période, le Mexique se transforme en «champion de l’absorption» (Zedillo[1985]): la dette publique extérieure croît de 18% du PIB en 1980 à 39% en 1982. 14 Voir par exemple Tanzi [1977]. 12


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1) La progression des revenus indexés sur l’inflation fait monter l’agent dans l’échelle de progressivité de l’impôt. 2) Les seuils de non-imposition étant calculés à partir de multiples du salaire minimum, labaisse de la valeur réelle du salaire minimum légal a provoqué une hausse du nombre de ménages imposables. Comme de plus le Mexique pratique un système de retenue à la source de l’IR sur les salaires15 versés bimensuellement, l’effet OliveraTanzi ne nous parait donc pas, contrairement à la supposition de Dornbusch, pouvoir expliquer la forte inflation de 1982/85 (l’effet est ainsi évalué par Gil, Ramos [1988] à seulement 0,8 % du PIB). b) La composante inflationniste du service de la dette Le second facteur potentiel d’accélération de l’inflation évoqué par Dornbusch concerne le service et l’amortissement de la dette publique, en forte croissance sur la période précédente. Il importe ici d’étudier l’effet de feed-back de l’inflation sur le montant du déficit via la dette. D’aprés l’équation (7) du déficit opérationnel, le taux d’inflation? n’apparaît que dans son influence à travers la dette externe. A taux d’intérêt international constant (i*), on observe: - Si l’évolution du taux de change est exogène (sous contrôle du gouvernement), toute progression de l’inflation conduit à une diminution du déficit opérationnel, par érosion du principal exprimé en pesos. - Si le taux de change est par contre inversement proportionnel au taux d’inflation (parité des pouvoirs d’achat), alors toute hausse de l’inflation se traduit par une dépréciation équivalente du taux de change (hausse de e). L’inflation est alors neutre vis-à-vis du montant du déficit. Le déficit ne peut se creuser (et donc accélérer l’inflation) que par: - Une hausse du taux d’intérêt réel interne r (éventuellement par effet d’éviction). - Une hausse du taux d’intérêt externe i* (dans ces deux premiers cas si au moins une partie de l’endettement s’est fait à taux flexibles). 15 En outre en 1986, face à la recrue de l’inflation, des acomptes provisionnels sur l’impôt sur le revenu des non-salariés ont été perçus mensuellement.


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- Une appréciation du taux de change réel (baisse de e), ce qui fut le cas durant l’année 1986. Là encore l’effet global de l’inflation sur l’équilibre budgétaire semble rester relativement marginal puisque le déficit opérationnel est peu important (de l’ordre de 1% du PIB). c) La démonétisation Reste alors l’interaction entre inflation et ce que Dornbusch nomme “la démonétisation de l’économie”, qui constituerait une solution au paradoxe d’un déficit opérationnel peu important engendrant une inflation “galopante”. L’idée en est simple: En période de forte inflation et d’incertitude croissante quant à la réalisation de leurs anticipations, le coût d’opportunité de détention de la monnaie devient extrêmement élevé pour les agents privés. Ils agiront alors de façon à réduire leurs encaisses (de transaction) réelles par utilisation d’actifs très liquides. On a donc, dans un cadre analytique IS-LM classique un déplacement de la courbe de demande de monnaie vers la gauche que l’on peut caractériser comme une démonétisation de l’économie.16 Or dans le même temps, après l’arrêt brutal d’août 82 des prêts étrangers à l’état mexicain, le mode de financement budgétaire dominant devient exclusivement monétaire par avances de la Banque Centrale. On comprend alors la position de Dornbusch que l’OCDE [1992] synthétise en ces termes: “la démonétisation de l’économie a accru les effets inflationnistes de la monétisation d’un déficit donné ou d’une fraction du dit déficit”. L’inflation trés importante des années 82/85 ne provient donc plus “classiquement” d’une variable sous contrôle (le déficit opérationnel), mais des comportements financiers des agents privés.

16 Que l’on peut mesurer par un taux de croissance de M4 systématiquement supérieur à celui de M1 sur la période (voir annexe).


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3) Les années 1986-1987: une explosion de l’inflation Durant ces deux années, le taux d’inflation progresse de manière exponentielle (pour atteindre fin 1987 prés de 200% en rythme annuel) alors que simultanément le déficit opérationnel disparait et le financement du déficit financier ne se fait plus par avances de la Banque Centrale mais par emprunts forcés auprès des banques commerciales à des taux inférieurs à ceux du marché.17 Dans ce cas le caractère monétaire du financement du déficit pose problème. En effet il ne s’agit d’une source potentielle d’inflation que si l’une des deux conditions suivantes est vérifiée: i) Les banques commerciales peuvent présenter ces titres de créances au refinancement auprès de la Banque Centrale. Or il semble que l’effet global de ce circuit “indirect” soit resté marginal sur la période. ii) Les banques commerciales répercutent ce manque à gagner sur leur taux d’intérêts débiteurs à leur clientèle privée. Or cette source d’inflation par les coûts ne fut pas opérante car à l’époque l’ensemble des taux demeurait sous une réglementation étatique serrée.18 Le début d’un financement non inflationniste semble donc dater de la fin de 1985. Or un regain du processus inflationniste se constate dés le milieu de 1986. Comment expliquer ce paradoxe? L’accélération de l’inflation sur 1986 et 1987 semble donc plutôt se cantonner à une explication fondé sur le mode de formation des anticipations, que l’on nomme généralement “crise de confiance”19 ou “cercle vicieux d’anticipations de forte inflation” et que Dornbusch 17

Plus précisément, selon l’OCDE, le financement du budget est: - mixte banque centrale/banques commerciales en 1985, - à forte dominante banques commerciales en 1986, - mixte banques commerciales/obligations aux conditions de marché en 1987. 18 La suppression des plafonds de taux d’intérêt n’intervient qu’aprés un an et demi de stabilisation en avril 1989. De plus il faut garder en mémoire que les banques commerciales sont nationalisées en 1982 et que la modification de la constitution permettant leur privatisation ne se fait qu’en juin 1989. 19 Cette crise de confiance se traduit également par une dollarisation de l’économie (les dépots en dollars passant de 3 à 25% de l’ensemble des dépots à vue et les instruments en dollars progressant de 2,5% à 10% au sein de l’agrégat M3).


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reprend sous le concept d’inflation inertielle. En résumé, l’inflation surgirait d’une “étincelle budgétaire”, serait alimentée dans un premier temps par le “carburant monétaire”, puis, à partir d’une certaine “vitesse” de hausse des prix, le “système inflationniste” serait mu par sa propre inertie.20 Cette hypothèse d’un glissement progressif entre 82 et 87 d’une inflation par la demande vers une inflation inertielle constitue la thèse officielle du gouvernement, que l’on retrouve par exemple dans les discours de présentation des “Pactes”. I.2 La propagation de l’inflation: le rôle clé des anticipations La fixation des prix relatifs se fait alors selon des éléments indépendants de l’excès de demande sur le marché en question car l’indexation devient un mécanisme structurel (A), qui peut conduire à un équilibre de haute inflation (B). A) Les indexations Au Mexique l’indexation institutionnelle ne concerne que l’assiette et du barème des impôts déjà évoqués et le processus de fixation du salaire minimum. Cette dernière indexation peut se mesurer de deux façons (graphique 2, les “pics” correspondent aux dates de renégociation): - Par le montant du pouvoir d’achat du salaire minimum, en ordonnée. - Par les intervalles de renégociation nationale de la commission tripartite (État, patronat, salariés), en abscisse.

20 A l’opposé, J. Sachs [1986] opte pour une approche purement monétariste des inflations latino-américaines en suggérant que le seigneuriage peut avoir des effets retardés. L’accroissement progressif de l’inflation sur 82/87 serait alors le produit du seigneuriage du passé alors même que le seigneuriage s’était déja stabilisé.


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Graphique 2: Taux de salaire minimum journalier réel (base 100=1982) 110 100 90 80 70 60 50 40 30 78

80

82

84

86

88

90

92

Source: Banco de Mexico [1992a].

Si les indexations légales ont peu existé au Mexique (contrairement au Brésil), par contre celles de marché ont été nombreuses. En présence d’inflation chronique, face à des coûts d’information élevés, il devient rationnel de maintenir des relations relativement continue entre les cocontractants par l’intermédiaire de contrats échelonnés caractérisés par des clauses de revalorisation nominale automatique en fonction de l’évolution de l’indice des prix à la consommation du mois ou du trimestre précédent.21 En conséquence les prix deviennent des variables “visqueuses”, inertielles, et les ajustements propres à chaque marché se font par les quantités. Dans le cas mexicain le système des contrats échelonnés s’est particulièrement développé dans la période 86/88. Ainsi par exemple en ce qui concerne les loyers, les contrats de prêts et les indemnités d’assurance, la durée des contrats reste annuelle avec éventuellement tacite reconduction, mais ils intègrent une clause d’indexation rétrospective sur l’IPC mensuel ou trimestriel. Dans ce cadre, l’auto-entretien de l’inflation selon Dornbusch (équation (1)) se différencie de la théorie monétariste traditionnelle. 21 L’indexation par rapport au taux du Dollar sur le marché libre fut relativement rare, contrairement à l’Argentine à la fin des années 80.


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La rigidité n’est pas celle des prix (au sens large, y compris les salaires) mais celle du mode de formation des anticipations, 22 rigidité provenant d’un marché de l’information imparfait. B) L’équilibre de haute inflation Le développement de cette inflation inertielle a conduit, entre 86 et 88, l’économie mexicaine jusqu’à un état d’équilibre de haute inflation chronique, équilibre que l’on peut justifier comme le fait Dornbusch, d’une part par un modèle d’équilibre dual (A), et d’autre part par la théorie des jeux (B), deux approches conduisant à des conclusions identiques. 1) La théorie dynamique du double équilibre Depuis le début des années 1980, de nombreux auteurs23 ont insisté sur la possible existence d’un double équilibre de plein-emploi, de haute et de basse inflation,24 et sur les conditions de leur stabilité respective. Pour un même niveau de déficit budgétaire25 d, financé uniquement par avances H de la banque centrale, donc à montant de seigneuriage donné, soit: . (9) H/PY = d Et pour une demande de monnaie banque centrale: (10) H/PY º h = exp ( - apa, ) L’économie peut se trouver alternativement en équilibre de basse 22

Blejer, Cheasty [1988] proposent le terme d’anticipations d’inertie. Notamment Bruno et Fisher [1990] dans le prolongement des travaux de P. Cagan [1956]. 24 Par analogie avec la courbe de Laffer (même montant de recettes fiscales avec deux taux marginal d’imposition différents). 25 Relativement au PIB nominal Y. 26 Pour la présentation complète du modèle, voir par exemple l’appendice mathématique de Bruno [1989], ou en Français, A. Bouhaili, G. Kremer [1992]. 23


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inflation (A) ou de haute inflation (B).26 En régime stationnaire, l’inflation réalisée est identique à l’inflation anticipée, les équilibres A et B vérifient tous deux:

.

(11) pa = p = q - n

où q H/H est le taux de croissance de la monnaie banque centrale et n le taux de croissance du PIB. Sur le graphique 3, les équilibres A et B se trouvent à l’intersection: - De la droite hh qui constitue l’ensemble des points: taux d’inflation/ encaisses réelles pour lesquels il y a équilibre du marché monétaire. - De l’hyperbole dd qui se compose des combinaisons de points taux d’inflation/encaisses réelles qui assurent la taxe d’inflation nécessaire pour financer le déficit budgétaire. Graphique 3: double équilibre de haute et basse inflation π inflation h

d

B

A d h encaisses monétaires réelles

Sous l’hypothèse supplémentaire d’anticipations adaptatives:27

.

27 Préférées à des anticipations rationnelles, choix que Bruno et Fisher [1990] justifient par des statistiques de déficit budgétaire ou de croissance monétaire non significatives ou connues avec un retard important, ou/et par des annonces de politiques et de résultats non crédibles.


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(12) pa =b(p - pa) on obtient le résultat suivant: - si b est faible, A est stable - si b est élevé, B est stable28 Or dans son article de 1989, Bruno complète cette analyse en interprétant b comme la vitesse de réaction de l’économie à l’inflation. Dans ce cas b est vraisemblablement faible quand p est faible et élevé quand p est élevé, puisque la mise en place des mécanismes d’indexation évoqués plus haut progresse de pair . avec la hausse de l’inflation. Sous: (13) pa = b( pa )(p - pa) où b’>0, Bruno démontre que les deux équilibres A et B sont alors stables. En conséquence afin de casser l’inflation chronique (passer de B à A), une politique orthodoxe de contraction de la demande n’est pas théoriquement utile29 puisque l’inflation élevée ne provient pas d’un excès de demande. Par contre l’Etat doit mener une politique axée sur les anticipations des agents afin que ceux-ci révisent à la baisse leurs prévisions sur le taux d’inflation. Enfin, une fois le retour à un régime d’inflation acceptable réalisé se pose la question de son maintien. Bruno montre que la stabilité de cet équilibre A peut être conforté par un ajustement budgétaire approprié. 2) L’inflation inertielle et l’équilibre non coopératif Pour Simonsen (1988), les politiques orthodoxes ont échoué car il existe “une force ignorée par les modèles d’anticipations rationnelles: l’inertie provoquée par l’interdépendance des stratégies 28

Si b tend vers l’infini, on retrouve le cas des anticipations rationnelles. On montre même que, sous certaines conditions, elle peut être néfaste: une diminution du déficit budgétaire peut conduire paradoxalement à une élévation du taux d’inflation d’équilibre! 29


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des divers agents économiques privés”. Dans le cadre d’une économie décentralisée avec information imparfaite, il n’y a aucune raison de supposer, comme le fait la Nouvelle Economie Classique (Sargent [1985]) que des agents rationnels en situation de jeu non coopératif (n “joueurs” privés plus un “joueur” public) puissent atteindre instantanément un équilibre de Nash.30 En effet un agent se comportera comme un stratège de Nash si et seulement si, il est totalement sûr que les autres agents choisiront la même stratégie. Dans le cas contraire, il optera pour une conduite de “stratège prudent” ou même fortement prudent selon son degré d’aversion pour le risque (stratégie Maximin),31 qui conduira à un équilibre moins satisfaisant pour l’ensemble des agents.32 Dans le cas d’un jeu répété, par tâtonnements, le jeu peut certes conduire graduellement à un équilibre de Nash. “Cependant, on ne peut rien dire sur la vitesse de convergence, qui peut être extrêmement lente après une période prolongée d’inflation” (Simonsen, op. cité). En effet, il est plus rapide de passer de l’équilibre de basse inflation à celui d’inflation élevée que l’inverse. L’agent individuel accepte de ne plus augmenter ses prix si et seulement si il est assuré que tous les gens qui l’entourent feront de même. Le problème est que personne ne voudra commencer.33 30 Que l’on définit comme “un ensemble de stratégies, une pour chaque joueur, tel qu’aucun joueur ne puisse améliorer son niveau d’utilité anticipé par un changement unilatéral de stratégie”. 31 “Recherche du meilleur rendement possible dans la pire des situations concevables”. 32 Simonsen choisit comme exemple un jeu bimatriciel, où le joueur X choisit une ligne et le joueur Y une colonne, en ignorant tous deux le choix de l’autre, et où les couples (a,b) représentent les gains respectifs:

X1 X2 X3

Y1 (3;2) (8;3) (4;6)

Y2 (-10;8) (5;5) (5;-8)

Y3 (-3;5) (-10;4) (4;4)

(X2,Y2) est alors l’unique équilibre de Nash et (X3, Y3) est l’optimum en cas de stratégies maximin. 33 On pourrait étendre ce schéma d’analyse de l’inflation à des jeux coopératifs par formation de coalitions entre agents ayant les mêmes intérêts. Dans ce cas il se peut fort bien qu’aucun équilibre n’existe. On observerait alors certaines


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Ainsi, si la Banque Centrale annonce la mise en marche d’une politique monétaire restrictive, ce signal devrait être interprété par des agents économiques comme une promesse de baisse future de l’inflation. Toutefois, les fixeurs de prix prudents ne se précipiteront pas à “sauter le pas”, i.e. à stopper la progression de leurs prix de vente. En effet, “le premier à sauter a peu à gagner si les autres participants le suivent, et beaucoup à perdre s’il saute seul. Dans ce dernier cas le châtiment est concret: une réduction du revenu réel, alors que la récompense est abstraite: des commandes additionnelles qui ne pourront être satisfaites puisque le jour ne possède que 24 heures” (Simonsen, op. cité). Le comportement rationnel optimal d’un agent prudent est alors “d’attendre et de voir”, soit un comportement inertiel caractéristique. Il y a donc en quelque sorte conflit entre rationalité individuelle et rationalité collective (Simonsen parle de rationalité restreinte).34 Afin d’accélérer la localisation de l’équilibre de Nash (basse inflation), le gouvernement doit donc remplir le rôle traditionnel d’arbitre indépendant dévolu au commissaire-priseur walrassien, i.e. “utiliser la main visible pour atteindre ce que les modèles d’anticipations rationnelles supposent que réalise la main invisible” similitudes avec les travaux pourtant anciens, de H. AUJAC [1950] qui comparait, selon une parabole devenue célébre, les péripéties de l’inflation à celles d’un jeu de “Mistigri”. La vitesse de circulation de la monnaie constitue alors la marque de l’apreté de la circulation de “la mauvaise carte que chaque groupe social essaye de refiler au voisin, à savoir une diminution relative de son niveau de vie”. 34 Alors que dans le modèle de Bruno, on ne comprend pas bien en quoi l’équilibre de haute inflation serait plus néfaste que celui de basse inflation, la construction de Simonsen, en termes de jeu à somme négative, s’appuye sur des couts informationnels élevés et donc un bien-être moins élevé pour tous. On pourrait y ajouter des coûts transactionnels: la fuite générale devant la liquidité engendre le phénomène bien connu de “corrida bancaire” (dépôts et retraits de fonds à intervalles de plus en plus courts, voire quotidiens pour l’Argentine en 1989) et de sur-sophistication du système financier (création d’actifs liquides de 1 à 7 jours; comptes en dollars...). Ainsi, sur la période 82/88, les services financiers ont été le secteur économique qui a connu la plus forte progression en volume (3,6% en moyenne annuelle contre 0,2% pour le PIB et 0,6% pour les industries manufacturières) alors que sur 89/91 il n’occupe plus que le 6ème rang (sur 9 secteurs) pour son taux de croissance (3,1% en taux annuel moyen contre 3,8% pour le PIB et 5,6% pour les industries manufacturières).


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(Simonsen, op. cité). Une politique des revenus est là encore indispensable afin d’organiser la coordination des procédures de décisions des agents privés par l’information sur ce que vont faire les autres participants. De même le joueur public (le gouvernement) doit également s’engager à “ne pas en profiter”, i.e. promettre de respecter la règle de l’équilibre budgétaire et de fixité du taux de change. L’intitulé de “pacto” du programme de stabilisation initié fin 1987 peut ainsi se justifier théoriquement en tant qu’accord tripartite, signé (et depuis renégocié à intervalles réguliers) par les syndicats, le patronat et le gouvernement, bref “la concertation sociale est la colonne vertébrale qui soutient le plan” (Pedro Aspe). Ainsi face à un “diagnostic” reposant sur des bases théoriques différentes, les deux types de modélisation concluent à la nécessité d’une thérapie hétérodoxe, où la politique des revenus tient un rôle central.

II. LA PRESCRIPTION: THERAPIE HETERODOXE ET RESTRICTIONS D’USAGE Dans cette optique, les principaux traits de la politique mexicaine de stabilisation mise en place à partir de décembre 1987, nous semblent suivre une logique de construction induite par cette théorie “hétérodoxe” de l’inflation de Dornbusch et des auteurs de la “Nouvelle Synthèse Keynésienne” (II.1). Mais, face à la réussite remarquable de cette politique en termes de baisse du taux d’inflation et de retour à une croissance économique par tête positive (II.2), on peut s’interroger sur son caractère éventuellement reproductible (II.3) car la plupart des articles parus sur le sujet durant la période qui nous intéresse (1988/1992) notent qu’une seule expérience (préalable) similaire fut conduite: en 1985 en Israël. II.1 Le programme hétérodoxe: les “Pacto” 1988/1992 Tous les auteurs pré-cités insistent sur le rôle fondamental des anticipations dans la permanence de l’inflation. Les mots-clé définissant une politique de stabilisation sont selon Dornbusch:


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“engagement, réputation, réalisme et signaux”. L’intervention de l’Etat doit se concentrer sur l’émission claire de signaux d’une priorité politique accordée à la lutte contre l’inflation afin d’assurer la coordination des décisions des agents privés,35 et ceci pour chacun des trois volets du plan. A) Le contrôle des salaires et des prix Cette coordination s’articule autour du volet hétérodoxe de la politique de stabilisation: la politique des revenus. En liaison avec les théories citées, quatre questions se posent alors: 1) Quelle base de départ? Fallait-il remettre les compteurs à zéro, afin d’éviter des distorsions dans l’allocation des ressources, au risque d’accélérer encore l’inflation dans un premier temps? La réponse du gouvernement fut clairement positive. Le problème du réajustement initial des prix relatifs fut résolu en deux temps: - Les contrôles des prix du secteur privé 36 sont totalement supprimés début 1987. La période d’inflation intense qui en découle est considérée comme un mal nécessaire qui, par un haut degré de synchronisation des décisions, permet la “mise à plat” des prix relatifs. - Puis, en décembre1987, le gouvernement mexicain décide une correction générale de l’ordre de 80% des prix réglementés (énergie, sucre, engrais...) et des tarifs publics (transports, téléphone...). La dévaluation du taux de change de 22% constitue également une certaine remise en ordre d’un autre type de prix réel. Jusque là rien de bien original au regard des recommandations à l’époque du FMI. Plus singulier, le choix d’un rattrapage du salaire 35 Ainsi Cukierman et Liviatan [1989] proposent dans le cadre du modèle de double équilibre l’alternative suivante : pour un même montant de déficit budgétaire financé monétairement , l’équilibre de haute inflation serait stable dans le cas d’une politique discrétionnaire alors que l’équilibre de basse inflation le serait pour une politique économique pré-annoncée. 36 Contrôle plus ou moins strict, mais constant depuis 1973. 37 Toutefois le rattrapage n’est pas total puisque le salaire réel minimum en 1987


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minimum (+ 42%)37 visait à éviter une récession durant la phase initiale du plan, ainsi qu’à assurer la signature de l’accord par le syndicat des travailleurs (CTM). 2) Quels prix contrôler? Comment optimiser le rapport efficacité/coûts du contrôle? Afin de limiter la surveillance administrative de suivi du contrôle (nombre de surveillants et d’amendes), deux solutions furent adoptées:38 - Une libéralisation des échanges (suppression de la plupart des licences d’importations et baisse des droits de douane maximums de 45 à 20%) afin de faire pression sur les prix internes. - Un contrôle limité aux prix sensibles d’un panier de 75 produits et services de base (et notamment ceux produits par le secteur public). Le suivi du plan est donc limité à un certain nombre de prix et de salaires minimums (par branche et qualifications). Le reste des prix et salaires continue de relever du domaine contractuel accompagné d’un engagement écrit par une clause du Pacte, mais non chiffré, des syndicats et des entrepreneurs de conduire “les négociations salariales en conformité avec l’objectif concerté de taux d’inflation”. Ce choix d’un contrôle restreint semble avoir été judicieux puisque depuis l’entrée en vigueur du PECE, après un retard sensible durant le premier semestre 1989, prix contrôlés et prix non contrôlés ont sensiblement évolué au même rythme: le rapport Indice des Prix à la Consommation (IPC) controlés/IPC non controlés base100 au 1/1/ 89, diminue à 93 au 1/6/89 puis se stabilise. 3) Quelle stratégie de contrôle? Après une phase de blocage de deux mois (janvier/février 1988), le choix fut fait d’une indexation de décélération,39 par définition de avait perdu 66% de son pouvoir d’achat depuis 1982 (contre 44% pour le salaire moyen réel dans l’industrie). 38 Outre le fait que la hausse du taux d’intérêt réel provoque sur le très court terme une hausse de l’offre de produits par déstockage. 39 Préféré au blocage, pourtant plus simple puisque chaque consommateur devient alors un agent-controleur potentiel.


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zones cibles pour les prix et les salaires minimums: à chaque réunion du Comité de Suivi et d’Évaluation du Pacte, les prix sont ajustés en fonction du rythme d’inflation projeté et préannoncé. 4) Combien de temps? Le gouvernement doit en effet arbitrer entre le risque de mauvaise allocation des ressources par distorsion des prix relatifs40 et le temps nécessaire pour convaincre la population que l’équilibre de basse inflation est soutenable sur le moyen et le long terme. Il existe toujours le risque que la sortie du programme puisse être interprétée comme un signal d’abandon de la priorité donnée à la lutte contre l’inflation. Paradoxalement se pose alors la question de savoir comment juger des progrès de la désinflation. L’inflation peu élevée l’est-elle parce que les fondamentaux sont en ordre ou parce que les contrôles sont encore en place? Le succès ne deviendrait certain que lorsque tous les contrôles sont levés. Cependant à partir d’un nouvel instrument émis par le Trésor mexicain depuis 1989, les Ajustabonos indexés sur l’IPC, il est possible, par comparaison de son cours avec le rendement nominal des bons classiques de même durée, d’analyser l’évolution des anticipations concernant l’inflation.41 Selon les données de la Banque du Mexique, dés mai 1990, l’inflation annuelle attendue révélée devient très proche de l’inflation annuelle effective réalisée 12 mois plus tard. On peut ainsi juger l’inflation inertielle jugulée vers le milieu 1990, au moment où justement elle passe en dessous des 20% annuels, seuil jugé caractéristique de l’inflation chronique. Toutefois, par mesure de “sécurité”, depuis 1991, la sortie de l’aspect politique des revenus de la stabilisation s’est opérée de façon progressive par réduction de la gamme des biens et services soumis à contrôle. Le point commun de toutes ces mesures techniques est le choix d’une action sur les anticipations des agents privés et non pas directement sur leurs comportements par la coercition. Elles répondent

40 Notamment dans le cas de contrats échelonnés, un contrôle de longue durée pénalisera plus les contrats anciens que les récents. 41 Voir OCDE [1992], p. 265


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donc de trés prés à l’approche de Simonsen en termes de théorie des jeux: “La fonction de la politique des revenus n’est pas de restreindre la prise de décisions individuelles, mais de dire à chaque acteur comment agiront les autres”. B) L’ancre nominale: le taux de change Là encore, les deux références théoriques déjà citées justifient ce choix de politique de change. Pour Bruno et Fisher [1990], une ancre nominale (taux de progression de la masse monétaire ou taux de change nominal en économie ouverte) joue un rôle fondamental dans la stabilité de l’équilibre de basse inflation. Et dans le cadre de la théorie des jeux, les “otages du plan”, i.e. les agents privés et notamment les investisseurs, doivent être rassurés en contrepartie de leur prise de risque par un engagement ferme du gouvernement sur le taux de change et cela d’autant plus que les Mexicains avaient déja “expérimenté” en 1986 un abandon brutal, non annoncé, de la fixité du cours du Peso vis à vis du dollar établie en 84. Ainsi depuis le début des Pactes en 1988, le gouvernement annonce systématiquement les valeurs futures du change pour les 6 mois à venir. Le choix se fera très vite42 en faveur d’un taux de dépréciation nominal constant de 1 peso par jour, système dit de parité à crémaillère permettant la coordination des anticipations des agents. En outre, en décembre 1987, le gouvernement possédait un double “matelas de sécurité” afin de conduire une telle politique de change: - Un point de départ soutenable du fait d’une grande dévaluation initiale. - Des réserves en devises importantes. Cette appréciation en termes réels (100 au1/1/88, 149 fin 91) possède en outre l’avantage de rendre les produits importés plus compétitifs, faisant ainsi pression sur les prix internes (notamment ceux des biens durables de consommation). Enfin Dornbusch insiste particulièrement sur une bonne synchronisation des politiques de revenu et de change (taux de change, salaires, prix des services publics, prix du secteur privé) afin 42

En janvier 1989 après une fixité totale durant l’année 88.


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d’éviter: 1) les faillites (notamment des PME), car la fixation de ces diverses variables ne se fait pas au même instant du cycle mensuel ou trimestriel, 2) les comportements stratégiques inflationnistes qui en découleraient. C) L’austérité budgétaire Le volet purement orthodoxe du programme de stabilisation est évidemment bien plus classique. L’austérité budgétaire commence en fait comme nous l’avons vu dés la fin 1982,43 puisque sur toute la période il existe un excédent primaire constamment entretenu par une réduction des dépenses44 (-15% en termes réels entre 82 et 88). Pourtant, comme nous l’avons vu, entre 85 et 87 le déficit financier retrouve un niveau proche (16% du PIB) de celui jugé astronomique de 1982! Outre la chute des prix internationaux du pétrole et des recettes publiques en découlant,45 l’explication provient alors bien de paiements nominaux d’intérêts trop élevés par suite du climat d’inflation inertielle. Et dés lors que le problème de la dette externe est partiellement résolu par les négociations des années 88-91 (voir plus bas) et que les recettes46 des privatisations sont affectés au remboursement anticipé d’une partie de la dette interne, l’excédent financier est atteint pour la première fois en 1992.47 Enfin le rôle d’accompagnement de l’Etat passe par le renforcement du consensus social par accroissement des dépenses sociales et par l’effet d’entraînement des investissements publics d’infrastructure. Deux composantes qui occupent aujourd’hui une part croissante du budget fédéral mexicain.48 En dernier lieu, un point particulier de l’expérience mexicaine 43

Et le financement majoritairement non monétaire débute en 1987. Préférée à une hausse de la pression fiscale, jugée plus inflationniste. 45 Compensée en partie par une certaine hausse des impôts en 86. 46 Ou directement échange titre de propriété contre titres de dette. 47 Par contre l’effet Olivera-Tanzi fonctionnant à l’envers, i.e. la baisse de l’inflation provoque un accroissement des recettes réelles, ne semble pas avoir été très important. 48 Les dépenses sociales (éducation, santé, protection sociale) sont passées entre 1988 et 1992 de 26% à 41% des dépenses publiques hors taux d’intérêt. 44


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mérite ici d’être souligné. Les autorités se sont refusées à changer d’unité monétaire lors de la première phase de stabilisation, pratique courante des plans “type FMI”. Dans le cadre de la poursuite d’un objectif de crédibilité, le gouvernement a estimé que le changement n’aurait lieu qu’une fois les prix stabilisés de manière durable,49 symbolisant ainsi une volonté de “tourner la page”. II.2 Des résultats positifs malgré les écueils monétaires Sur le court terme, la thérapie hétérodoxe a atteint le résultat espéré: éviter le “choix obligé” entre chômage et inflation. Depuis juin 1993, le taux d’inflation mexicain (en glissement annuel) est repassé sous les 10%, revenant ainsi à la situation durable d’inflation faible prévalant 20 ans plus tôt (que l’on peut interpréter comme un équilibre stable de basse inflation). Le taux de chômage est demeuré peu important (inférieur à 3%).50 Et dés 1989, le pays avait renoué avec une croissance économique par tête positive (de l’ordre de 2% annuel entre 89 et 92, le taux de croissance démographique étant d’un peu moins de 2%). Si le salaire minimum continue à décroître en termes réels51 (taux annuel moyen de -6,7% pour 89/91) par contre les gains réels (salaires, primes et protection sociale) des salariés du privé progressent assez fortement, notamment pour le secteur manufacturier (+5,9 % annuel sur 89/91)52 et pour les services marchands (+7,9%). Toutefois la stabilisation a rencontré certaines difficultés. A) Des taux d’intérêt réels trop élevés (1988-1990) Lors de l’application du PSE et des premières phases du PECE, entre janvier 1988 et le milieu de 1990, se sont manifestés les symptômes les 49 Le nouveau Peso (division par mille de l’ancienne unité de compte) est entré en vigueur le 1/1/93, soit 5 ans après le début du “Pacte”. 50 Taux urbain officiel qui reste toutefois à interpréter avec prudence dans un pays où il n’existe pas d’assurance-chômage. 51 Mais il ne concerne qu’une partie de plus en plus faible de la population active (moins de 8% en 1991 contre 19% en 1984). 52 Toutefois fin 91, ils n’avaient pas encore retrouvés leur niveau de 1978 ( 100 en 1978, 89 fin 91, mais 68 début 89 ).


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plus importants d’incertitude et de doutes quant à la réussite de la stratégie anti-inflationniste, se traduisant par des taux d’intérêt réels oscillant entre 30 et 40%.53 Et par une dollarisation très forte: Graphique 4: Dollarisation de l’économie mexicaine (85/91) 32,5

en % des dépots à vue

27,5 22,5 17,5 12,5

en % de M3

7,5 2,5 Jui-85

Oct-86

Jan-88

Avr-89

Jui-90

Oct-91

Source: Banco de Mexico [1992b].

Selon Dornbusch, la Banque centrale doit en effet choisir sa route54 entre les différents récifs monétaires propres à la phase de désinflation des plans hétérodoxes. La sphère monétaire constitue selon lui le champ de rencontre des objectifs contradictoires respectifs des politiques budgétaire et de change.Tout d’abord rappelons que le maintien pendant deux ans de taux d’intérêt réels (ex-post) internes largement supérieurs aux taux internationaux n’est pas la conséquence classique d’un trop large appel du secteur public aux marchés des capitaux, puisque le déficit n’existait plus. De nombreux auteurs expliquent ces taux d’intérêt élevés par l’incertitude informationnelle. Les agents privés choisissent de calculer le rendement de leurs placements ex-post. La mesure de l’intérêt réel se fait alors au regard du dernier IPC connu (mois précédent ou même souvent de l’antépénultième):55 53

Taux des Bons du Trésor (CETES) à échéance de 28 à 365 jours, source quasi-unique de financement public. 54 “Calibrer sa politique monétaire” selon ses propres termes. 55 Notamment en cas d’inflation élevée, l’écart indice définitif/indice provisoire peut être important.


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.

.

(15) raréel / mois t = f (pmois t-1 , pmois t - 2) Mais si l’on peut accepter cette idée pour la période initiale de désinflation (en gros pour les 6 premiers mois), une fois l’IPC stabilisé autour des 2% mensuels, l’erreur de prévision à un mois est faible. Selon Dornbusch, il existe un risque que les autorités monétaires ne satisfassent pas la progression de la demande de monnaie résultant d’anticipations inflationnistes en baisse.56 La baisse du climat inflationniste incite les agents à accroître leurs demandes d’encaisses réelles à fins de transaction, ce qu’il nomme “remonétisation de l’économie”.57 Il s’agirait donc d’une explication de taux réels élevés en termes de “rareté de la liquidité”. Cette situation est donc contradictoire avec les objectifs affichés de reprise de l’investissement privé productif, de consolidation financière des comptes des PME et surtout de la contraction voulue des paiements d’intérêts sur la dette publique interne. Pour éviter ces taux d’intérêt excessifs, toujours selon Dornbusch, les autorités devaient répondre à une demande accrue de crédits, par une augmentation de l’offre nominale de monnaie (M1), par “une monétisation ferme (bien que prudente et limitée) des réserves accrues par le rapatriement des capitaux en fuite”.58 B) Un afflux dangereux de capitaux extérieurs (1990-1992) A partir du second semestre 90, les anticipations des agents sur l’avenir de l’économie mexicaine s’améliorent. Pour eux, face à l’embellie rapide sur le front des prix, le gouvernement serait forcément soumis à la tentation de relâcher l’effort budgétaire et d’abandonner la contrainte d’ancre nominale (comme ce fut le cas après un ou deux semestres du 56 Ce fut semble-t-il l’erreur du gouvernement pour 88/89 qui choisit une politique monétaire quantitativiste stricte. 57 En fait il existe un certain effet de cliquet: la démonétisation de l’économie durant la période 85/87 a pu engendrer des habitudes d’arbitrage M1/M4 qui font que le retour vers la droite de la demande de monnaie réelle n’est pas intégral. 58 Uniquement valable dans le cadre d’un taux de change fixe, condition ici vérifiée puisque le taux de change a été choisi comme ancre nominale. 59 Voir l’analyse qu’en fait Dornbusch [1990].


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Brésil et de l’Argentine en 198559 ou même du plan mexicain PIRE lors de la même année). Or la signature des accords de renégociation de la dette externe, les mesures de changement structurel, les réformes légales qui ont permis la reprivatisation des banques commerciales et l’annonce du Traîté de Libre Echange avec la première puissance mondiale ont conduit à rejeter cette idée. Et le rapatriement des capitaux et l’entrée d’un flux abondant d’investissements étrangers ont provoqué une considérable augmentation des réserves internationales de 6,5 milliards de dollars en 1988-89 à 10,2 en 1990 et 18,3 en 1992. Mais cette entrée de flux abondants de capitaux externes a amplifié la capacité d’importations de biens et services engendrant un déficit courant croissant (de 2,9% du PIB en 1990 à 6% en 1992), défaut propre aux plans hétérodoxes (cas d’Israël en 1985 et de l’Argentine en 1993). Toutefois pour le ministre des finances Pedro Aspe [1992]: “le déficit extérieur actuel est de nature différente de ceux des décennies précédentes. Les réformes structurelles ont changé le mécanisme de transmission. (...) Le déficit des transactions courantes est le résultat des projets du nouveau secteur privé qui sont directement financés par le rapatriement des capitaux ou par investissements directs de l’étranger”. Cependant ces flux de capitaux peuvent occasionner par création monétaire une augmentation excessive de la demande globale qui pourrait faire échouer les acquis de la stratégie anti-inflationniste. Pour contenir ces effets inflationnistes des fluctuations erratiques de la demande interne, la Banque Centrale a procédé à des mesures de stérilisation accompagnées par la flexibilisation de la politique de change60 et la limitation des capacités d’endettement externe des banques commerciales [Guzmán (1993)]. Ainsi en juin 1990, alors que les avoirs extérieurs nets de la banque centrale augmentaient de 12,1 milliards de dollars, par operations d’open market sur un mar

60 Le taux de change fluctue dans une bande dont le seuil maximal d’intervention à la vente se deprecie journellement d’un montant préannoncé alors que le seuil maximal à l’achat reste fixe. 61 La suppression des coefficients marginaux de réserves obligatoires pourrait expliquer, au moins partiellement, la résurgence transitoire de l’inflation en 90.


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ché financier étendu et libéralisé,61 les créances sur les banques et sur le Trésor étaient réduits de 8,3 milliards de dollars. La politique monétaire devient alors l’axe central de la seconde phase du plan de stabilisation, tout en gardant pour objectif intermédiaire la stabilisation du taux de change nominal par rapport au dollar. II.3 Un modèle de politique économique généralisable? Le plus surprenant dans cette expérience, c’est la réussite mexicaine dans la lutte contre l’inflation, là où la plupart des autres pays d’Amérique Latine ont longtemps échoué (quinze plans argentins pour la seule année 1989!). La réussite du plan de stabilisation mexicain est-il alors un cas d’école ou seulement un cas d’espèce? Pour répondre à cette question, trois points importants nous semblent devoir être reliés à une certaine “particularité” mexicaine. A) Une politique hétérodoxe pour un type particulier d’inflation Tout d’abord, la politique hétérodoxe de stabilisation présentée n’a pas une prétention universelle de lutte contre toute situation inflationniste, elle constituent uniquement une réponse ciblée à un certain type d’inflation, l’inflation inertielle. Elle n’est donc pas pertinente dans les trois cas suivants: - Dans l’éventualité d’une hausse soudaine des prix due à un choc exogène, un recours à un contrôle des revenus ne se justifie pas puisque les agents économiques vont vraisemblablement la considérer comme temporaire. La seule politique est alors de laisser faire. Une politique hétérodoxe ne concerne qu’une inflation chronique. - Dans le cas d’une inflation provenant de rigidités institutionnelles, l’opportunité d’un blocage semble discutable car il conférerait un privilège indéniable pour les secteurs protégés. Seule une mesure mettant fin au système d’échelle mobile des salaires et un réalignement général des prix relatifs paraissent opportuns (cas du Brésil). - Enfin dans une situation d’hyperinflation, une politique classique de restriction budgétaire et monétaire apparait mieux adaptée et il est alors préférable de construire une analyse du processus d’hyper-


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inflation sur la base d’anticipations rationnelles et non plus adaptatives (Kiguel et Liviatan [1991]). En régime d’hyperinflation, les prix ne sont plus inertiels mais (re)deviennent flexibles. La mémoire du système se contracte fortement: le système de fixation des prix relatifs se transforme alors par réduction de la durée des contrats nominaux, l’indexation rétrospective devenant trop coûteuse.62 Reste à tracer la frontière entre haute inflation et hyperinflation. Ce point fait l’objet de multiples contreverses sémantiques et quantitatives. La délimitation chiffrée classique est celle de Cagan [1956] qui fixe la frontière à 50% mensuels. Pour Salama et Valier [1990], plus que le taux en lui-même, une accélération exponentielle et une imprévisibilité croissante différencie l’ hyperinflation rampante (un simple palier) de l’hyperinflation ouverte. Pour notre part nous adopterons la définition comportementale qu’en donne Leijonhufvud [1992] pour qui l’hyperinflation commence “lorsque l’horizon effectif pour la cotation des prix de la monnaie ou pour l’accord sur les contrats nominaux devient inférieur à un mois”, qui nous parait compatible avec celle de Kiguel et Liviatan [1992] qui optent pour un taux annuel d’inflation compris entre 20 et 200%. B) Le relâchement de la contrainte de la dette La réussite du Plan de stabilisation était totalement conditionnée par les résultats de la renégociation de la dette externe publique, renégociation entamée dés 82 et dont les principaux accords furent conclus entre 89 et 91. L’encours de la dette publique externe a ainsi régressé de 46,8% du PIB en 1988 à 22,5% fin 1991.63 Conjuguée à la baisse rapide des taux d’intérêt en dollars sur la période, la diminution du service de la dette est considérable: les intérêts versés par l’État passant de 17,7% en 1988 à moins de 5% du PIB en 92. Dés lors que “l’ombre” de la dette s’estompe, la méfiance de la population dans la pérennité de l’ajustement des finances publiques 62 On assiste même à des fermetures de magasins “par manque de prix” (Cas de l’Argentine à la fin des années 80) 63 Au total on peut estimer l’allégement en résultant à environ 40 cents pour un dollar de dette.


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disparaît, diminuant ainsi la vigueur de l’inflation inertielle. De plus avec la confiance, le rapatriement des capitaux et le développement des investissements étrangers renforce également la crédibilité dans le caractère soutenable d’un taux de change contrôlé (les transferts nets vers l’extérieur qui représentaient en moyenne 6% du PIB entre 83 et 88 deviennent négatifs, de l’ordre de 2% par an sur 89-92). La chute brutale fin 90 du taux d’intérêt réel, c’est-à-dire au moment où les négociations sur la dette externe dans le cadre du plan Brady s’achèvent, plaide pour une interprétation à posteriori des taux élevés par le manque de confiance dans la durabilité de la politique de change. C) Anticipations adverses et crédibilité “Le problème de crédibilité est le point le plus important des programmes hétérodoxes” (Kiguel, Liviatan [1992]). Partant du principe “qu’il faut beaucoup de temps pour être crédible mais que l’incrédulité se transmet à une très grande vitesse”, “il n’existe qu’une chance et pas deux” (Dornbusch [1988]). Les doutes des agents ne portent pas sur l’efficacité immédiate du programme, puisque en présence de contrôle des prix et des salaires, la chute de l’inflation sera toujours rapide et spectaculaire, quelques soient les mesures d’accompagnement. Il s’agit plutôt d’un climat de scepticisme général quant au caractère soutenable sur le moyen terme de la stabilisation, en termes de coûts politiques et économiques. Dans l’esprit des agents, face à l’embellie rapide sur le front des prix, le gouvernement sera forcément soumis à la tentation de relâcher l’effort budgétaire et d’abandonner la contrainte d’ancre nominale (comme ce fut le cas après un ou deux semestres du Brésil et de l’Argentine en 198564 ou même du plan mexicain PIRE lors de la même année). Le gouvernement doit donc se concentrer sur l’émission de signaux clairs de sa volonté inébranlable de persévérer dans la même voie, bref il doit “monter le son” dans un climat général d’incertitude. Or, il nous semble que l’objectif de crédibilité fut plus facile à atteindre dans le cas du Mexique du fait de trois traits caractéristiques: 1) la force des inerties inflationnistes est nettement plus faible au 64

Voir l’analyse qu’en fait Dornbusch, Edwards [1990].


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Mexique que dans les autres pays d’Amérique Latine. L’histoire nationale de l’inflation y est spécifique: Taux d’inflation par décennie65

Mexique Argentine Brésil Pérou

1960-1969

1970-1979

1980-198

30% 686% 4240% 152%

294% 467451% 1332% 949%

14929% 338941150% 40102563% 10680000%

Dans ce cadre, le régime considéré comme habituel par la population est celui d’une inflation modérée. Comme de plus il n’existe pas d’expérience de politique de stabilisation ayant déjà échoué,66 il parait plus facile de convaincre les individus de la réussite du “Pacto”, puisqu’il ne s’agit finalement que d’un retour à la normale. 2) Il n’existait pas d’expérience récente de politique de stabilisation ayant déjà échoué.67 Il parait dés lors plus facile de convaincre les individus de la réussite du “Pacto”, puisqu’il ne s’agit finalement que d’un retour à la normale. Il n’y avait nul besoin de récupérer un “réputation perdue”. 3) “Le Mexique possède le seul gouvernement ayant 6 ans devant lui”, Dornbusch dixit. La stabilité du système politique mexicain, de type présidentiel, facilite la crédibilité de la société dans la promesse gouvernementale annoncant en début de sexennat la poursuite de la politique économique entreprise un an plus tôt par le président précédent. De plus, l’existence d’un gouvernement fédéral fort constitue un “émetteur” puissant de signaux non contradictoires, non “brouillés”. Dornbusch cite ainsi comme contre-exemple l’Argentine des années 80, où les impôts étaient décidés au niveau fédéral alors 65

Source: P. Salama, J. Valier, 1990, p.13. De type populiste ou hétérodoxe, durable ou non; seule la politique de stabilisation orthodoxe de 82/87 constitue une expérience interne d’échec. 67 De type populiste ou hétérodoxe, durable ou non; seul la politique de stabilisation orthodoxe de 82/87 constitue une expérience interne d’échec. A contrario, l’Argentine a connu pas moins de quinze plans différents de stabilisation pour la seule année 1989. 66


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que la majorité des dépenses publiques relèvait des différents Etats. CONCLUSION: LES LEÇONS THÉORIQUES Les travaux français portant sur l’inflation en Amérique Latine établissent souvent une filiation chronologique et théorique entre les modèles de Cagan, Sargent et Bruno (voir par exemple Bouhaili, Kremer [1992]). Pour notre part il nous semble qu’un reclassement s’impose, en fonction du cadre analytique choisi par ces auteurs et par Simonsen. Ainsi les modèles de Cagan et Bruno68 nous semblent relever de la macroéconomie de la synthèse qui, tant pour la stabilisation des prix que pour tout autre sujet, comporte deux versants: l’un monétariste première version, comme Cagan pour qui la demande de monnaie est stable même en situation d’hyperinflation, l’autre plutôt keynésien, à l’exemple de Bruno, pour lequel l’existence de plusieurs équilibres remet en cause le lien quantitativiste strict entre offre de monnaie et hausse des prix, justifiant une intervention des pouvoirs publics par blocage des prix, seule à même de lever l’indétermination. La “Nouvelle Macroéconomie”, axée pour partie sur la théorie des jeux, comporte également deux cas de figure tranchés, selon que l’on se place au sein de la NEC, Sargent, pour lequel un retour au régime de basse inflation est automatique dés lors que le déficit budgétaire disparait, ou de la NEK, Simonsen, pour qui la convergence vers un équilibre de basse inflation est forcément lente, à moins d’une intervention coordinatrice de l’Etat. Il nous semble que l’on peut traduire ce reclassement de manière utile, en complétant de la façon suivante, l’équation de prix (1) proposée par Dornbusch: (16) pt = dpt -1 + a "brêche"t +Vt

où:

- a n’est plus un paramètre estimé, résultant d’une relation mécanique univoque de type monétariste strict allant du déficit public 68 Les deux modèles s’interéssent exclusivement à la sphére monétaire, le réel restant régi par des fondements néoclassiques, i.e. le processus inflationnisteest supposé n’affecter que marginalement la structure des prix relatifs.


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vers l’inflation. Il s’agit plutôt d’un “coefficient de friction” traduisant le degré de confiance des agents privés quant au caractère durable ou non de la volonté du gouvernement de mener une politique restrictive sur le pôle de la demande, confiance dépendant de deux facteurs, la réputation et la crédibilité du joueur public. La réputation est propre à l’histoire nationale, récente ou non (notamment le nombre de plans antérieurs et l’inflation considérée comme habituelle). La crédiblité peut être mesurée par l’évolution des taux d’intérêt (ou des taux de change s’il existe un marché parallèle) lors des premiers mois d’application du plan. - d est un nouveau paramètre reflétant l’état de la coordination dans une situation d’information imparfaite.69 En présence de stratégies maximin, ? est proche de 1: face à la complexité de l’information en situation de haute inflation, l’ensemble des agents simplifie au maximum leurs stratégies en construisant des prévisions les “moins mauvaises possibles”, i.e. sur la base du taux d’inflation de la période antérieure (Leijonhufvud, [1992]). Par une action sur le pole de l’offre, à travers l’application d’une politique des revenus, ? faiblit voire s’annule (confiance totale). L’équilibre de Nash est atteint, non tant par la contrainte d’un blocage des prix (ce qui induirait de l’inflation réprimée: pénuries, marché noir) que par l’information sur le comportement des autres agents privés, procurée par la signature d’un Pacte. Enfin, il faut rappeler que ces programmes hétérodoxes n’ont en aucun cas une vocation macro-économique généraliste, leur unique objectif étant la lutte contre l’inflation inertielle, si possible au moindre coût. Dornbusch [1988] lui-même en limite la portée: “La désinflation est seulement le tiers, et le tiers le plus facile de la stabilisation”, la plus grande difficulté résidant dans le passage d’une inflation modérée à une croissance soutenable de l’économie. Selon son point de vue, “la difficulté provient du fait que le gouvernement peut aider à coordonner la désinflation et fixer par son austérité budgétaire le cadre financier de base nécessaire à la croissance, mais il ne peut pas réaliser la croissance. Le secteur privé doit jouer son rôle et

69 En cas d’information parfaite (d=o), des comportements inertiels ne sont pas rationnels.


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s’occuper de l’investissement, la production et l’emploi”. Bref un plan de stabilisation n’a jamais permis de faire l’impasse sur le choix d’une stratégie de développement et l’opportunité pour le Mexique se situe sans doute dans l’effet d’entrainement de l’ALENA.

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POLÍTICA ECONÓMICA Y CRISIS POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA Eugenia Correa*

INTRODUCCIÓN La apertura comercial y financiera en los países de América Latina ha venido desarticulando el pobre nivel de coherencia económica en que se fundaban varias de las mayores economías. A tal punto ha llegado esta destrucción que están siendo rápidamente desplazados sectores o grupos que económica y políticamente daban sustento al bloque en el poder que durante décadas dirigió la acumulación. Al tiempo en que otros grupos han venido resolviendo la cuestión de su rearticulación con capitales extranjeros. En particular, algunos grupos económicos que tenían, entre otras actividades, un lugar en el control del crédito y en la propiedad de los intermediarios financieros están rápidamente perdiendo posiciones a favor de capitales extranjeros. El desplazamiento, en su caso disolución o reacomodo, como parte del grupo social económica y políticamente dominante plantea en la orden del día las condiciones de su reemplazo. Por otra parte, el acelerado empobrecimiento de amplios sectores de los países subdesarrollados de América Latina ha empequeñecido sus mercados locales, mientras que la producción en gran escala en algunos centros y los cuatro tigres, penetra y saca del mercado a los productores locales. La condición de consumidor de productos extranjeros y escaso productor que estaría imponiéndose, no posee sustento económico alguno, no puede desarrollarse sino momentáneamente a través de la palanca del crédito y tenderá a la deflación, en tanto los países de la región continúan sin la posibilidad de retener el valor agregado que producen y por el contrario se * División de Estudios de Posgrado, Facultad de Economía, UNAM, México. La autora agradece el invaluable apoyo de los becarios Claudia Maya y Carlos Argüello.


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suceden cíclicos y agudos procesos de fuga de capitales y de transferencia neta de capitales. Las naciones de la región con un más amplio desarrollo del mercado financiero que van permitiendo la presencia y crecimiento de intermediarios financieros extranjeros en sus economías, podrían tender a la integración monetaria y financiera. En condiciones de deflación, los intermediarios financieros con mejores condiciones para fondearse en moneda extranjera podrían penetrar rápidamente y apropiarse el reducido mercado financiero en estos países, sacando del mercado a los intermediarios locales con significativas pérdidas para éstos o para sus Estados salvaguarda, tal es la tendencia presente en las crisis bancarias de Argentina, Brasil, Venezuela y México. La agudización de las fuerzas deflacionarias procede del centro, aun cuando el eslabón más débil son los países subdesarrollados. Las constantes devaluaciones de las monedas locales frente al dólar, el sobrendeudamiento de las familias, empresas y gobiernos y la persistencia de altas tasas reales de interés, agotan las posibilidades de utilización local de los excedentes generados y cuestionan la posibilidad misma de su creación. En este trabajo se insiste en la necesidad de analizar las políticas neoliberales por su papel reestructurador de las economías y sociedades de la región y con ello enfatizar la insuficiencia de los acercamientos que únicamente las evalúan desde la perspectiva de sus objetivos explícitos y en gran medida fracasados. Asimismo, se considera que dichas políticas no constituyen en sí mismas la expresión de un nuevo modelo económico, sino en todo caso prefiguran algunas de las características que este podría asumir en el futuro.

I. CRISIS Y POLÍTICA ECONÓMICA Más allá de los objetivos explícitos de los programas de ajuste y de la reiteración de las metas de estabilización, en alguna medida fracasadas, las políticas neoliberales desarrolladas en la región en los años ochenta y noventa, deben ser analizadas también por su papel


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en el proceso de reestructuración capitalista. Esto es por su desempeño en el transcurrir de la crisis en la que se encuentra la región desde los setenta.1 Dichas políticas se generalizaron en la región a partir de la necesidad de crear condiciones que hicieran posible sostener un nivel máximo en el servicio de la deuda, aunque éste no fuese su objetivo explícito. Los efectos que han tenido en materia de crecimiento, empleo, inflación están a la vista en los diversos balances de los últimos años. Los profundos cambios que ella misma expresa y al propio tiempo alienta requieren de una mayor evaluación e incluso de proyección al futuro cuando se requiere pensar en términos de una estrategia alternativa de desarrollo para los países de esta región. Los objetivos de "cambio estructural", sin aparecer como un todo explícito y coherente en cada país, cuestionan profundamente la dirección económica vigente en los sesenta e incluso setenta y proyectan un modelo de economía abierta, liberalizada, privatizada e integrada hacia el exterior. En las políticas aplicadas en la región, por momentos tan específicas y diversas en cada país, podemos encontrar, sorprendentemente, puntos de confluencia. Pueden destacarse:2 – Políticas industriales y agrícolas que más que enfatizar objetivos de integración productiva, generación de empleos y de soberanía alimentaria, buscan alentar las inversiones en función de los niveles de productividad, rentabilidad y competitividad externa; 1 Al respecto Samuel Lichtensztejn considera: “Por lo tanto, más que la evaluación de los objetivos formales de equilibrio (financiero y de precios) en el corto plazo, lo esencial de esas políticas habría sido, a nuestro modo de ver, sus eventuales efectos reestructuradores sobre la dinámica de la acumulación y las relaciones de poder económico... En otros términos lo anterior significa privilegiar el papel que esas políticas desempeñaron respecto a las estructuras oligopólicas de poder (productivo y financiero) y su grado de dependencia con las estrategias del capital internacional”. Samuel Lichtensztejn, “De las políticas de estabilización a las políticas de ajuste”, en Revista Economía de América Latina, núm. 11, Primer Semestre de 1984, México, CIDE-CET, p. 15. 2 Puede consultarse: Eugenia Correa, Los mercados financieros y la crisis en América Latina, México, Instituto de Investigaciones Económicas, UNAM, 1992.


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– Políticas hacia la inversión extranjera que más que buscar la complementaridad, alientan la acelerada remoción de disposiciones reguladoras y el cambio en las estructuras jurídicas y financieras que promuevan su desarrollo (acuerdos de libre comercio, asociación con capitales nativos, canje de deuda por inversión, etcétera). Atraer dicha inversión se fue convirtiendo en un fin en sí mismo, más que lo que esta pueda ofrecer en materia de integración productiva, predomina su posible aporte inmediato en divisas. – Políticas de comercio exterior que pretenden incrementar rápidamente las exportaciones, mientras que se reduce e incluso elimina la protección efectiva de la mayor parte de las ramas económicas. – Políticas de gasto e ingreso públicos encaminadas a suprimir el déficit fiscal e incluso alcanzar superávit con el objetivo de mantener posiciones de reserva en garantía a la movilidad de las inversiones extranjeras de cartera, pero sin afectar los niveles de rentabilidad financiera a través de altos rendimientos sobre la deuda pública interna, rescate financiero de empresas y bancos, asunción de pasivos en moneda extranjera. Por ello, se avanza en el incremento real en imposición fiscal, y en la reducción de subsidios y del gasto social. – Políticas de privatización acelerada de sectores antes reservados a la inversión pública, tal es el caso de la telefonía y telecomunicaciones, energéticos, producción minera, infraestructura, etcétera. – Políticas laborales tendientes a permitir y promover reacomodos en las estructuras ocupacionales y salariales, con rápidos descensos en el poder adquisitivo de éstos. Lo que se acompaña de acciones que entrañan el debilitamiento de las organizaciones laborales, ahí donde estas habían logrado mayor poder de convocatoria, organización y defensa. – Políticas financieras tendientes a alcanzar una apertura plena de los mercados financieros locales, buscando en alguna medida salvaguardar los intereses de algunos de los grupos sociales que mantienen la propiedad de los intermediarios financieros.


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La generalización de estas políticas en la región y su aplicación más o menos profunda en cada país, ha permitido que el modelo de economía subyacente en las “recomendaciones” de política y cartas de intención con el FMI y el BM, penetre ampliamente en estos países. Se encuentra presente tanto en la dirección que ha venido teniendo la gestión estatal sobre las economías, como en la ideología y la práctica económica de los gobiernos. Las políticas aplicadas han tenido efectos desarticuladores e incluso en alguna medida destructores de parte de la actividad productiva, en particular en aquellos países de la región que habían alcanzado a formar una estructura productiva más desarrollada. En materia económica, algunos de los resultados que arrojan varios años de aplicación de las políticas neoliberales, presentes con mayor o menor intensidad, son: – Profundización de las desigualdades económicas regionales, empobrecimiento de pueblos y zonas geográficas (incluso países). – Avanza una desintegración de las estructuras productivas nacionales, ahí donde ello se había logrado, e integración de parte de estas a la lógica de transformación productiva aún en proceso en las economías industrializadas. Cuestión que en los años noventa significa abundantes quiebras y fusiones, de manera que algunas de las industrias se van organizando a partir de la lógica de reproducción de mercados en el exterior. – Va sucediéndose consecuentemente una ampliación y profundización de la asociación de capitales locales con extranjeros; una acelerada recomposición de los grupos económicos ahí donde éstos se encuentran más desarrollados; y, “desnacionalización” de parte del aparato productivo, particularmente a través de los procesos de privatización. – Crece el desempleo y subempleo con cambios más o menos profundos en la estructura ocupacional. – Se suceden mayores desigualdades en la estructura salarial, con una constante presión a la baja de los salarios. – Una modificación de la presencia estatal en la economía, pri-


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vatización de empresas, desregulación financiera y mayor deuda externa. Las transformaciones regionales en esta perspectiva han venido presentándose con un ritmo distinto y en medio de las propias diferencias entre los países. Sin embargo, mientras que a finales de los setenta y antes de la crisis de deuda podemos encontrar pocas alteraciones en los patrones productivos o en la inserción en el comercio mundial, en los años noventa es factible constatar una generalización del modelo neoliberal en las estrategias gubernamentales y una profundización de su presencia en el “sentido común” de los pueblos de la región. Si hasta el momento las políticas neoliberales no han completado su tarea transformadora es porque la crisis aún no culmina la propia y porque su razón de existencia esta vinculada a ésta. En ese sentido, las políticas neoliberales aparecen como una estrategia enderezada para alcanzar una mayor apertura y penetración de los capitales, y no como un modelo de desarrollo estable y de largo plazo. En esa medida creemos que dicha estrategia tiende a rearticular y redistribuir los espacios económicos, ampliando la competencia. Así analizada destaca su funcionalidad, en la trayectoria de la crisis, a los objetivos de un nuevo reparto económico del mundo. Funcional también a la contención salarial de los trabajadores de los países desarrollados, en la medida en que éstos enfrentan la competencia de la mano de obra barata de los países que han levantado todos los controles sobre la inversión extranjera. 3

II. ESTADO Y SOCIEDAD En el contexto de la crisis, el nuevo reparto del mundo económico, el cuestionamiento de los estados nacionales y de sus funciones soberanas, todo ello en el ámbito político, está poniendo en entredicho la 3 Al respecto puede verse el trabajo de Gerard De Bernis, “Endettement... ajustement... développement...Un cercle vertueux impossible a trouver”, Dev-89/ Conf-802/Col-6, París, febrero 1989. Podemos encontrar en este trabajo una crítica a las políticas neoliberales y sus efectos sobre los países del Tercer Mundo.


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organización política y social de los países latinoamericanos. La propia trayectoria de la crisis en nuestros países está modificando aceleradamente la composición de clases y grupos sociales. El viejo bloque en el poder ha mostrado su resquebrajamiento. Sin embargo, hasta el momento no acaba de configurarse plenamente un nuevo bloque, esto es, una fuerza política con capacidad de nuclear a su alrededor a amplios sectores sociales a partir de una propuesta de crecimiento sostenido y de largo plazo. Más distante estaría el momento de un ejercicio del poder político tal que combine un máximo de consenso y un mínimo de coerción. La crisis entendida no sólo en su contenido económico, sino también político implica un enfrentamiento generalizado entre los distintos grupos y fracciones de capital por alcanzar niveles adecuados de valorización. Ello posee una expresión propia en el terreno de su acción política y del ejercicio del poder político que no se aparece mecánicamente en los resultados económicos. La concentración del poder económico es una realidad que en la política y en la lucha por el poder puede cobrar formas distintas. Una nueva composición del bloque en el poder podrá avanzar a distinto paso en los países latinoamericanos, un acontecimiento importante en dicha trayectoria será su capacidad de negociación con sectores extranjeros y con sectores del empresariado medio y con el resto de la sociedad. Las políticas neoliberales y el tipo de movimientos que realizan los diversos agentes económicos para intentar reproducirse, están modificando todo el cuerpo social de la América Latina. Sin la intención de sustituir el análisis histórico-concreto que en este punto se impone para cada uno de los países de la región, pueden esbozarse, considerando el grupo de las grandes economías, las siguientes tendencias: – La composición de clases y fracciones de clase de las sociedades latinoamericanas ha venido transformándose con el desempleo y el subempleo crónicos, que en los últimos años se suma a descensos importantes del volumen de salarios. Se modifica la importancia relativa de los así llamados sectores “marginales”, con un achicamiento de las clases medias y el


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empobrecimiento de sectores de trabajadores que son expulsados de ramas que dejaron de tener el dinamismo previo. – La existencia de una masa creciente de grupos sociales en condiciones de pobreza extrema en las ciudades que, con baja presencia política, son susceptibles de fuerte manipulación. Estos han venido siendo objeto de atención a través de las políticas de combate a la pobreza y a la pobreza extrema promovidas por el Banco Mundial. – Diferenciación entre los trabajadores asalariados, en especial entre aquellos ocupados en las ramas o consorcios que se internacionalizan, pero que no otorgan a sus trabajadores las condiciones de sus similares en los países desarrollados; y, aquellos trabajadores que quedan ocupados en las ramas menos competitivas y que ven deteriorarse rápidamente sus condiciones de trabajo. La empresa transnacional o su asociación local en general, restringe lo más posible la organización sindical y sus demandas. – Lo anterior se acompaña de notables cambios en las estructuras salariales, con una tendencia a la baja general en las condiciones de vida. Aumenta la población con los menores niveles educativos y cuestiona todo el mecanismo preexistente de reproducción de la fuerza de trabajo con medianas capacidades. – Algunos sectores de entre los mayores grupos económicos que en otro momento habían sido respaldados y protegidos por los Estados, han sido afectados al dejar de ser tan ampliamente beneficiados por el presupuesto público del que echaban mano constantemente. La competencia en este punto ha sido importante para comprender la reconfiguración de los grupos dominantes. En algunos casos, parecen favorecidos por los términos de las reprivatizaciones que les están entregando ramas o empresas con posibilidades de rentabilidad y que les permite reconfigurar grupos más poderosos en asociación con capitales extranjeros. En otros casos, las reprivatizaciones están dando paso a capitalistas extranjeros sin asociación alguna con los locales. En otros más, la creciente apertura de las economías ha venido a deteriorar su posición relativa.


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– En medio de todo lo anterior, va cambiando la configuración del bloque en el poder, en algún caso con la participación creciente de intereses extranjeros.4 La reconfiguración del bloque en el poder, también implica cambios significativos en las relaciones de este con las clases subalternas y en formas de ejercicio del poder del Estado. Los sistemas políticos aparecen pues con modificaciones de envergadura que en algunos casos llegan a configurar crisis políticas. Las difíciles sucesiones presidenciales a finales de los años ochenta e incluso en los noventa en Argentina, Brasil y México parecen apuntar en ese sentido. Las transformaciones regionales en esta perspectiva han venido presentándose con un ritmo distinto y en medio de las propias diferencias entre los países. Sin embargo, desde el inicio de la década de los noventa es factible constatar una generalización de las políticas neoliberales en las estrategias gubernamentales. Mantienen una vigencia no por los éxitos económicos alcanzados, que en muchos casos son menores y de corto alcance, sino por la persistencia de la crisis y su papel en ella. La tarea transformadora que dichas políticas efectúan continuará teniendo un sentido económico y político en tanto la crisis persista. La propia integración de nuestras economías y sociedades con las potencias del norte parece que no encontrará sentido pleno, pero mientras tanto los obstáculos internos a ello, de orden político-ideológico, están siendo removidos.

4 "En el transcurso de la década del 70, a nivel de distintos países latinoamericanos, pero con mayor notoriedad en aquellos que se han visto sometidos a procesos de reajuste y reestructuración... han prosperado y adquirido poder algunos nuevos y viejos grupos financieros nacionales. Su enlace con corporaciones y bancos privados internacionales, así como su papel fundamental en los procesos de concentración y centralización del capital en diversas actividades, durante las etapas recesivas inflacionarias, los han dotado de una fuerza económica que casi no tiene precedentes en la historia moderna de esos países. Habría que admitir que esa 'neoacumulación del capital' se ha basado en buena medida, directa o indirectamente, sobre una gran y primitiva explotación de la fuerza de trabajo, que tampoco tiene antecedentes en su historia reciente”. Samuel Lichtensztejn, “Notas sobre el capital financiero en América Latina”, en Revista de Economía de América Latina, núm. 4, México, CIDE, 1980, p. 53.


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III. NEOLIBERALISMO E INTEGRACIÓN En nuestros días, en el curso de la presente crisis, la ideología del libre mercado reapareció. Como en otras ocasiones esta ideología se presenta acompañada de importantes formas de participación estatal. En América Latina se constatan varias poderosas modalidades de intervención, entre ellas: las privatizaciones, los rescates bancarios y el pago del servicio de la deuda externa. En un caso se interviene para redefinir la estructura de la propiedad del capital, impulsando una mayor centralización y presencia de capitales norteamericanos, en primer lugar. Se interviene también destinando amplios recursos presupuestales para subsidiar al sistema financiero. Finalmente, se interviene afectando toda la dinámica económica para garantizar el traslado de recursos financieros hacia el exterior, hacia los acreedores externos. Visto en esta perspectiva, el neoliberalismo —el liberalismo de nuestros días— es una fuerza política de la que se valen como lo sostenía Gramsci, un grupo social dominante y dirigente para imponer su programa o por lo menos lograr mayor fuerza económica. Gramsci afirma que el liberalismo es un acto de voluntad consciente de los propios fines y no la expresión espontánea, automática, del hecho económico. El liberalismo, por lo tanto es un programa político destinado a cambiar, en la medida en que triunfa, el personal dirigente de un Estado y el programa económico del mismo Estado, o sea cambiar la distribución de la renta nacional. 5 Sin embargo, a diferencia de otros momentos en que esta ideología también estuvo en primer plano, ahora se difunde y recrea con toda la fuerza económica y política de los consorcios y de los gobiernos de las naciones más poderosas. Al respecto Samuel Lichtenjtensz sostiene: “...la crisis que se vive en el presente, por contraste de otras del pasado, no muestra una dispersión ni una pérdida de control de las situaciones por parte del capital financiero internacional. En esta fase, su organización monopólica se erige sobre una alta centralización de recursos y un fortalecimiento político basado en la protección de sus intereses por la acción combinada de los gobiernos de sus países de origen y de los 5 Antonio Gramsci, Notas sobre Maquiavelo, sobre política y sobre el Estado moderno, México, Juan Pablos Editores, 1975, p. 54. Subrayado mío.


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organismos financieros internacionales”.6 No puede establecerse una relación mecánica entre crisis económica y crisis política, como tampoco entre régimen político y políticas neoliberales. Sin embargo, el profundo cambio de orientación de las políticas de los gobiernos de los países de la región y la generalización de las políticas neoliberales son muestra de que también están cambiando, en mayor o menor medida, los sistemas políticos de cada nación. La crisis capitalista ha estado cuestionando y modificando profundamente no sólo la economía, sino también a las sociedades como un todo. Cambia, no sin obstáculos, la mediación estatal que en otras épocas hizo posible el rápido crecimiento de capitales locales muy concentrados.7 La mediación estatal ha estado presente por años, se modificó desde la crisis del Estado liberal-oligárquico,8 y llevó a la consolidación de 6 Samuel Lichtensztejn, “La deuda externa, la disponibilidad del excedente y los proyectos democráticos en América Latina”, en Pablo González Casanova (coord.), El Estado en América Latina. Teoría y práctica, México, Ed. Siglo XXI , 1990, p. 177. 7 “En América Latina, para que un bloque burgués lograra imponerse y disponer de una masa centralizada de capital —y esto sucedió fundamentalmente en las etapas de industrialización— debió contar con el papel activo y primario del Estado. En América Latina, el capitalismo financiero fue, desde su embrión, monopólico y estatal. El sistema bancario público, las empresas públicas y las políticas económicas en todos los planos (monetario, crediticio, cambiario, comercial, tributario, etcétera) cumplieron la mediación requerida para ensamblar y volver hegemónico un patrón de acumulación privado que rápidamente se internacionalizó”. Samuel Lichtensztejn, “Notas sobre el capital financiero en América Latina”, op. cit., p. 54. 8 Jorge Graciarena señala que: “Hacia fines de la primera guerra mundial, y más aun desde la gran crisis económica que arranca con el colapso financiero del viernes negro de octubre de 1929, se cierra el ciclo histórico del Estado liberal oligárquico con la quiebra del pacto de dominación que lo sustentaba”. Jorge Graciarena, “Estado periférico y economía capitalista: transiciones y crisis”, en Pablo González Casanova (coord.), El Estado en América Latina. Teoría y práctica, op. cit., p. 45. Este autor considera que del Estado liberal oligárquico, los países latinoamericanos transitaron a un Estado desarrollista que entra en crisis en nuestros días para dar paso a “...un inédito entrelazamiento de relaciones económicas y políticas de subordinación, que redefinen los grados de libertad de los estados periféricos restringiendo su capacidad para diseñar y promover estilos propios de desarrollo nacional”. Ibid., p. 66. De alguna manera encontramos en el autor la idea de que la situación política


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oligarquías modernas durante los años sesenta y setenta, en muchos de nuestros países. Hoy, en medio de una gestión estatal de corte neoliberal, se reconfiguran los grupos capitalistas locales, en muchos casos se modifican sus condiciones de asociación con el capital extranjero y en algunos países (como es el caso de México) aparece ya una clara profundización de dichos lazos con Norteamérica. Al respecto Arturo Guillén considera: “A diferencia de la crisis de los años treinta que permitió un relajamiento de los lazos de dependencia de América Latina respecto de los países industrializados y alentó el surgimiento de proyectos de desarrollo autónomos, la crisis actual reforzó al máximo dichos lazos. La crisis de la deuda externa ha sido un valioso instrumento para restar autonomía a la política económica de los países latinoamericanos e imponer una estrategia de desarrollo que favorece la apertura de las economías y su inserción subordinada en un supuesto esquema de 'economía mundial'”.9 Menor autonomía pero no menor participación de los estados latinoamericanos, como señala Samuel Lichtensztejn “...lo más pro-bable es que el tratamiento actual de la deuda externa y las políticas de ajuste se vuelvan instrumentos de redefinición en los patrones de desarrollo de nuestros países. Las nuevas determinantes de ese proceso no suponen una participación menor o más pasiva de los estados latinoamericanos, pero sí una tendencia de disminuir su capacidad para controlar o regular sus consecuencias económicas internas”.10 La reflexión sobre el Estado y la crisis actual en América Latina nos lleva a subrayar que esta no es sólo una crisis económica. Por tanto, su actual en los países de la región, más que apuntar hacia un “pacto de dominación” consolidado, expresan un momento de tránsito a lo que quizás podría llamarse un Estado oligárquico asociado. “Cualquier prospección que extrapole las tendencias actuales hacia un futuro no muy lejano puede constatar que la fase próxima de internacionalización del capital entraña un riesgo definitivo para la continuidad autónoma de los estados nacionales y aún para su supervivencia”. Ibid., p. 68. 9 Arturo Guillén, “La fase deflacionaria de la crisis estructural”, ponencia presentada en la Academia Mexicana de Economía Política el 18 de octubre de 1990, México, pp. 28-29. 10 Samuel Lichtensztejn, “La deuda externa, la disponibilidad del excedente y los proyectos democráticos actuales de América Latina”, en Pablo González Casanova (coord.), El Estado en América Latina. Teoría y práctica, México, Ed. Siglo XXI, 1990, p. 176.


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superación no debe analizarse puramente en dicho ámbito, al mismo tiempo de que, como señala Pablo González Casanova, dicha superación no puede ser vista únicamente “...como el restableci-miento de la normalidad capitalista, neocapitalista y colonial... La radicalización de las políticas socialdemócratas y del nacionalismo revolucionario del Tercer Mundo supone la reestructuración de los pacto obreros y parlamentarios y de las coaliciones populares que se encuentran en el origen de esos estados y de sus manifestaciones políticas. Supone también advertir que la crisis mundial no puede ser vista como una mera crisis económica, ni su superación como el restablecimiento de la normalidad capitalista, neocapitalista y colonial. Una política de no intervención y de respeto a la soberanía de los pueblos no sólo implica el respeto en política exterior a la negociación posneocolonial, sino la ampliación interna e internacional de las distintas manifestaciones de la democracia política y social”.11 Una salida no capitalista a la crisis actual, a pesar del proceso de derechización presente en nuestras sociedades, no puede ser cancelada de manera definitiva. Los resultados en materia de aplicación de las políticas neoliberales también pueden ser analizados como expresión de cambios sustantivos en la configuración del bloque en el poder, a partir de una reconstitución de los grupos económicos dominantes. Sin embargo, la conformación de un nuevo bloque hegemónico aún no se sucede, a pesar del rápido avance de las ideas neoliberales en nuestras sociedades. Ello es así, porque dichos grupos emergentes, compuestos por nuevos y viejos elementos, están construyendo nuevas relaciones con los cambiantes grupos y clases subalternas. Esta construcción en un sentido hegemónico plantea la necesidad de un proyecto de sociedad para todos, alcanzar un apoyo activo de diversos sectores sociales. En el momento actual ésto no es viable, por lo menos para la mayoría de los países de América Latina. La generalización de las políticas neoliberales está expresando que el bloque en el poder previo fue fracturado. En su lugar ha venido emergiendo, en contados países, un nuevo grupo oligárquico 11 Pablo González Casanova, “La teoría del Estado y la crisis mundial”, en El Estado en América Latina. Teoría y práctica, op. cit., p. 18.


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financiero que, por el momento, podría distinguirse de su predecesor por haber ampliado sus relaciones con los capitales norteamericanos; por buscar y en algunos casos lograr una relativa internacionalización de sus intereses económicos; por constituir su beneficio a partir de prácticas especulativas de todo orden. Sin embargo, su falta de proyecto para toda la sociedad, la dinámica excluyente con la que se desarrolla, e incluso la desestructuración de relaciones que permitían la existencia de otros grupos empresariales y de clases medias, impone serias barreras a la rearticulación del bloque en el poder como bloque hegemónico. La creciente supeditación regional a la “voluntad de Washington”12 impone serios límites a la acción de burocracias con viejas inercias, la compresión salarial acelerada y profunda sólo fue posible gracias a la desarticulación de las organizaciones de trabajadores asalariados, especialmente en aquellos países donde tenían mayor desarrollo. Además existen signos de que la destrucción es más penetrante e incontrolable respecto de lo deseable en el esquema neoliberal, tal es el caso de los cambios en las estructuras ocupacionales. Por su parte, las políticas de promoción de las exportaciones y de la inversión extranjera no parecen rendir sus frutos con la velocidad requerida e incluso podrían no aparecer dichos frutos para el caso de las economías más pequeñas de la región que no han podido ampliar el espectro de sus exportaciones, mientras que sus ventas externas tradicionales encuentran cada vez menores precios e incluso la competencia de sustitutos. La apertura económica emprendida por los distintos países de la región desde los años ochenta e incluso antes en algunos casos, ha empezado a dejar constancia de sus efectos con el desplazamiento de productores locales, en muchos casos pequeños y medianos, de los mercados nacionales y la saturación de productos importados, prestadores de servicios, etcétera. América Latina ha estado pagando un costo muy alto por nada o por 12 Acerca de la “voluntad de Washington”, su definición y contenido, puede verse el interesante trabajo de John Williamson, Latin America adjustment. How much has happened? , Washington, Institute for International Economics, abril de 1990.


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casi nada. Los años ochenta, la “década perdida” para el desarrollo, e incluso los años noventa están transcurriendo sin que la región encuentre una solución certera a los más urgentes problemas: el peso del servicio de la deuda; el descenso de los precios relativos de sus exportaciones; el estancamiento económico; los altos niveles de desempleo, subempleo y marginalidad. En cambio, la política neoliberal aplicada ha modificado el espectro ideológico en que se efectúa el debate sobre las políticas de desarrollo para la región. En este sentido la Iniciativa de las Américas del gobierno norteamericano encontró un terreno bien barbechado. Aunque también ha debido enfrentar los distintos testimonios que constatan, a lo largo de la historia de la región, el inmenso costo de la dependencia económica. Para concluir, es importante denotar que la fuerza de los intereses de los grupos empresariales y más bien oligárquicos regionales es distinta y han enfrentado los designios de “Washington” con mayor o menor posibilidad de defender espacios propios de acumulación. En varios casos, esto último parece haber desaparecido para dar paso a verdaderos intentos de estados asociados. En otros, las respuestas han sido más contundentes y de enfrentamiento, aunque no abierto y directo, no por ello de menores consecuencias. Bien podría encontrarse en un futuro cercano en algunos países una búsqueda de otras opciones —cuestión presente tanto en deuda, como en materia comercial— que en un momento dado les separe de los caminos que van tomando otros países en el área. Las mayores economías de la región parecen envueltas en el conflicto de, por un lado, reconstruir las deterioradas relaciones entre las distintas clases y grupos sociales, y por otro avanzar en reformas estructurales que coartan las posibilidades del aparato estatal para alcanzar a hacerlo. Así, la reconfiguración del bloque hegemónico avanza lentamente y por momentos parece estancarse dando paso a agudos momentos de crisis política en la que los propios conflictos al seno del bloque en el poder actúan en un sentido desestabilizador.


LATIN AMERICAN PROGRESS UNDER STRUCTURAL REFORM Thomas M. Fullerton, Jr.* Richard L. Sprinkle**

INTRODUCTION During the so-called “lost decade” of the 1980s, Latin American governments gradually began adopting market-oriented policy packages in order to improve overall economic performances. In some countries, large-scale turnabouts were necessary, while others needed to merely change a few key measures. An example of the latter is provided by Chile, which had deregulated and privatized much of its economy during the late 1970s and early 1980s, but failed to introduce a flexible exchange rate regime until the mid-1980’s (Edwards, 1995). In contrast, Venezuela attempted to adopt badly needed policy changes over a wide range of public sector activities in 1989 (Hausmann, 1990). Prior to the debt crisis, most Latin American economic development strategies followed some facsimile of the inward-looking “infant industry” import substitution argument pioneered by Raul Prebisch at the United Nations. Unlike what was originally prescribed under the original strategy, the “incubation periods” in much of the region became permanent (Cardoso and Helwege, 1992). The latter development was due in large measure to rent-seeking behavior on the parts of labor unions and business groups seeking protection from import competition (Krueger, 1987). While global trade was rapidly expanding during the 1950s and 1960s, these practices were feasible. Petroleum importing nations in Latin America began experiencing difficulties * Department of Economics and Finance, College of Business Administration and Texas Center for Border Economic Development, University of Texas at El Paso, tomf@utep.edu. ** Department of Economics and Finance, College of Business Administration, and Center for the Study of Western Hemispheric Trade, University of Texas at El Paso, rsprinkl@utep.edu.


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during the mid-1970s. They were joined by oil exporters such as Ecuador, Mexico, and Venezuela by the early 1980s. Problems which surfaced in the 1980s included business cycle downturns, high levels of unemployment, balance of payment deficits, and unstable prices. The vast majority of these disequilibria can be traced to self-inflicted government policy mistakes. With the exception of Colombia, virtually all of the economies in the region allowed their exchange rates to become severely overvalued. The latter were frequently accompanied by large consolidated public sector fiscal deficits that eventually became monetized, forcing inflation rates to accelerate (Fullerton, 1993a). Retail price controls and government interest rate subsidies encouraged investments to flow to sectors of the economies that generally did not hold any true comparative advantages. These decisions, plus sharply higher global interest rates following the second OPEC crisis, made it increasingly difficult for Latin American governments to finance infrastructure projects, further eroding growth potential on a region-wide basis (Cuddington, 1987). The chronic nature of these debilitating problems, combined with reduced access to international capital markets, finally convinced regional policymakers to begin implementing austerity measures and adjustment packages. Selecting the Bolivian anti-inflationary experiment (Sachs, 1986) as the starting point for this trend, an approximate ten-year track record exists in which sufficient evidence is available to analyze whether the efforts have proven worthwhile. This article provides a broad outline of the major results that have accrued under the structural reform period in this important region of the world.

I. PREVIOUSLY EXISTING ECONOMIC CONDITIONS By the time Mexico defaulted on its international debt payments in 1982, Latin American economies were already experiencing serious problems in the aftermath of 37 years of government intervention beyond the traditional public sector roles in health, education, infra-


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structure, and institutions such as the judiciary. In 1982, for instance, consumer price increases averaged 68.2 percent among the nine largest economies in the region. Business cycle downturns occurred in all of these countries (Argentina, Brazil, Chile, Colombia, Ecuador, Mexico, Peru, Uruguay, and Venezuela), causing real per capita gross domestic product (GDP) measured in dollars to fall by 3.4 percent. The recessions were not short-term in nature. Measured in 1980 constant dollars, real per capita GDP declined for three consecutive years before increasing by only slightly more than $30 to $2065 in 1985 (Garlow, 1988). A common difficulty faced throughout Latin America in 1982 was the burden imposed by regional indebtedness. Higher global interest rates, especially the six-month London Interbank Offer Rate or LIBOR, low nonpetroleum commodity export prices, and surging imports all contributed to widespread increases in external obligations. Between 1978 and 1982, total international debt owed by the nine largest economies more than doubled in nominal terms from approximately $140 billion to just over $300 billion (World Bank, 1987). Debt service ratios (DSR) of 50 percent or lower are generally considered manageable for developing countries. In 1982, the average DSR for the nine major Latin American debtors reached nearly 140 percent. Not surprisingly, the international creditworthiness of these and other neighboring countries was virtually nonexistent during the mid-1980s (Swan, 1992). After first adopting a wait-and-see attitude in the vain hope that international economic conditions would begin to resemble those of a decade earlier, governments throughout the region began considering alternative policy responses to the economic debacle in which Latin America became ensnared. In several cases, this slow acceptance of reality came in recognition of earlier policy mistakes such as Chile’s adoption of a fixed nominal exchange rate during the late 1970s. In other instances, such as the panic observed during Bolivia’s hyperinflationary episode, market-oriented adjustments were introduced out of sheer desperation. The demonstration effect of the Chilean and Bolivian success stories played an important role in convincing other leaders to reexamine many previously sacro-


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sanct administrative decisions. No case serves to better illustrate this than when Mexico began dismantling import barriers in 1985, thus reversing six-and-a-half decades of post-revolutionary foreign policy (Arellano-Cadena, 1993). Other examples abound. Colombia, macroeconomically the most stable country in the region over the past 30 years, began introducing microeconomic reform measures under the Barco administration with the 1986 income tax code revisions (Hommes and Correa, 1990). Efforts such as the latter often entailed hard-fought battles that pitted executive branches against legislative branches in the new democracies that emerged during the crisis period. These political slugfests generally made it difficult to introduce comprehensive orthodox remedies, and mixtures of old interventionest and new deregulation packages were common. Frequently, serious policy disagreements resulted between debtors and creditors. Over time, however, adjustment packages began to rely increasingly on market-oriented measures that included the elimination of fiscal deficits (Lora and Talvi, 1996). As a consequence of these efforts, Latin America began emerging from the recurring bouts of heterodox policy and business cycle downturns that characterized the 1980s. As an inducement to enacting the 180-degree turnabouts required to improve economic and social performance in Latin America, the Brady Initiative offered a combination of partial debt write-offs and partial US. Treasury Department official repayment guarantees. Widely scorned after its introduction, it was characterized by flexibility and a basic “hands-off� approach in allowing debtors and creditors hammer out their own individual agreements in market-style sessions of give-and-take negotiations. Mexico was the first country to obtain a Brady Agreement, although similar negotiations had already occurred with Bolivia and Chile (Edwards, 1995). Regional moves in favor of market reforms also received a boost from the rapid deregulation which occurred in Eastern Europe during the late-1980s and early-1990s. Latin American leaders during this period essentially became concerned that they would miss out on global capital flows shifting in favor of


NÓESIS 17

eastern bloc economies that initiated transitions to western-style markets with radically smaller degrees of government planning.

II. CURRENT ECONOMIC CONDITIONS Though roundly criticized from multiple quarters when finally introduced, the “shock therapy” of the Brady-style adjustment packages has materially contributed to vastly improved regional economic performance in Latin America. As noted above, the Bolivian stabilization effort of the mid-1980s was one of the first endeavors of this nature. Most notably, it ended one of the worst hyperinflations of the post-war period. Chile’s adoption of a flexible exchange rate system in concert with other market-oriented policy steps ushered in a remarkable era of sustained income growth. The latter was accompanied by moderate inflation and external payments equilibria, a combination which had eluded previous adjustment attempts under the Pinochet regime (Edwards, 1985). However, several countries have lagged in the adoption of adjustment packages. For example, Ecuador adopted a brand of heterodoxy widely known as “gradualism” under the Borja administration from 1988 through 1992. Fraught with niggardly rates of investment and growth, Ecuadorian gradualism simultaneously permitted historically high rates of inflation to persist over the entire four-year period (Fullerton, 1995). Separately, Venezuela’s Congress was lulled into a false sense of security by temporarily higher oil prices during the Gulf War. Voters in that country later succumbed to seductive promises of populist political rhetoric until “regulatory fatigue” once again resurfaced in a manner analogous to what occurred in late1988. Negotiations with the multilateral agencies are currently under way to re-introduce another Brady-style structural reform program, retracing steps Venezuela had earlier taken when it obtained debt relief under the same initiative in 1989 (Lora and Talvi, 1996). Although many countries in Latin America have made important progress, it will be years before all of them reap the ben-


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efits of the structural adjustment efforts implemented over the course of the past 15 years. Table 1 compares inflation adjusted per capita GDP in 1985 US dollars for the major economies in the region. While these data suffer from the pitfalls associated with exchange rate conversions (Summers and Heston, 1984), an interesting fact emerges from the table. The only two economies in Latin America to enjoy consistent annual improvements are Chile and Colombia. These countries have longer traditions of relatively market-oriented macroeconomic management practices than do the others. Chile, where the most rapid income growth is evidenced, further adopted market-oriented microeconomic management policies many years before Colombia, possibly contributing to its superior performance. Table 2 contains consumer price inflation rates over the same tenyear period. In 1990, Argentina, Brazil, and Peru observed inflation rates in excess of 2000 percent. In response, all three eventually adopted more conservative monetary policies and currently enjoy significantly more stable price conditions. Argentina employs a strict “monetary board” that controls liquidity in the banking system, but leaves it vulnerable to capital outflows such as those occurring in 1995 in the aftermath of Mexico’s so-called “tequila effect” devaluation. Brazil has yet to resolve the risks posed by a fractured fiscal system that allows regional governments to run deficits that must be shouldered via monetization by the central bank. Colombia has fallen short of the disinflationary goals set during the Gaviria administration, but has lowered price trends to a range more in line with historically observed rates (Fullerton, 1993b). Chile may have made the transition from a “high inflation” regime to one more commonly identified with industrial economies (Dornbusch, Sturzenegger, and Wolf, 1990). It joined Argentina as the only other major Latin American country to enjoy a single-digit inflation rate in 1995, but did so on the basis of an independent monetary policy apparatus. Ecuador also employed traditional monetary decisionmaking to substantially lower consumer price inflation from 1994 forward (Banco del Pacifico, 1996). In nominal dollar terms, Latin America became more indebted during


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the ten-year period from 1986 through 1995 (Berges, 1995). Total international obligations owed by the nine largest regional economies increased from $361 billion in 1986 to $507.5 billion in 1995. This higher collective debt burden, however, is more manageable than it was prior to the introduction of the Brady Initiative. As shown in Table 3, external interest payments as a percentage of merchandise export volumes have fallen substantially from their decade-ago averages in all nine major debtors. That development is a welcome change from the early 1980s when vulnerability to interest rate hikes contributed to the debt crisis (Brannon and Schauer, 1983). The improvement resulted primarily from more market-oriented trade policies, including more competitively valued currencies. Of course, exports are the payment exacted upon countries for the privilege of purchasing imports from abroad. One of the initial responses to the debt problems of the 1980s was to severely restrict merchandise imports. This type of policy can directly hamper growth performance by making it difficult to obtain badly needed capital goods and intermediate inputs. It can also have significant indirect negative impacts by limiting access to new goods and services that are not locally produced (Romer, 1994). Recent empirical research has confirmed the presence of the latter effects in an international sample of developing economies (Dollar, 1992). Import trends thus have important implications for economic development in Latin America. Table 4 examines regional per capita import trends. With the exception of Venezuela, per capita imports have grown significantly in both real and nominal terms. This probably reflects the emergence of a virtuous circle effect wherein better income performance and lower trade barriers associated with structural reform encourage purchases from abroad. Innovative goods and services from elsewhere, in turn, serve as catalysts to growth and productivity, thus raising imports via income effects. The major exception to this pattern is Venezuela, where a series of disastrous populist intervention policies were adopted in the chaotic aftermath that followed the toppling of the Perez administration (Berges, 1995). A new adjustment plan was belatedly introduced by the Caldera government in 1996, but it is too early to tell whether it will actually be implemented


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since the executive branch cannot count on the support of either of the major parties that dominate the legislative branch in Caracas.

CONCLUSION Latin American economic performance has improved substantially over the course of the past decade. While this is welcome news, it does not mean that opinions regarding market-oriented structural adjustment packages are necessarily favorable. In fact, there remains much political opposition to the type of policy innovations introduced following the outbreak of the debt crisis in the early 1980s (The Economist, 1996). Furthermore, additional reforms are still lacking in a number of important sectors such as regional labor markets (Pages-Serra, 1996). As highlighted by the current banking crisis in Mexico and Venezuela, financial intermediary systems are in need of both improved regulatory oversight as well as market-oriented adjustments. Given the political risk of potential backtracking, the next few years will be critical in determining whether much of the region will continue to stabilize and grow more rapidly.

ACKNOWLEDGMENTS This research was supported with partial funding support provided by the Center for the Study of Western Hemispheric Trade at the University of Texas at El Paso, by the University Research Institute at the University of Texas at El Paso, and by the Public Policy Research Center at the University of Texas at El Paso. Research assitance was provided by George Escobedo, Mika Laaksonen, Juan Alberto Luevano, Josemanuel MascareĂąas, and Oscar Prieto.


3127

1678 1430 1230 1763 2359 989 1695 3766

Argentina

Brazil Chile Colombia Ecuador Mexico Peru Uruguay Venezuela

1704 1503 1272 1618 2357 1059 1824 3804

3164

1987

1672 1588 1300 1745 2341 956 1812 3927

3061

1988

Source: The WEFA Group Latin America Service.

1986

Country

1694 1720 1320 1709 2374 832 1823 3506

2831

1989

1594 1749 1352 1720 2432 776 1827 3604

2794

1990

1573 1847 1356 1766 2472 783 1880 3905

3001

1991

1537 2020 1388 1788 2494 763 2009 4048

3216

1992

1578 2114 1434 1784 2462 791 2053 3969

3362

1993

1645 2168 1490 1816 2503 877 2149 3766

3562

1994

Table 1 REAL PER CAPITA GDP - 1985 US DOLLARS

1698 2301 1540 1821 2281 923 2109 3630

3439

1995

NĂ“ESIS 17


90 131 20 19 23 86 78 76 12

Argentina Brazil Chile Colombia Ecuador Mexico Peru Uruguay Venezuela

131 222 20 23 30 132 86 64 28

1987 343 586 15 28 58 114 668 62 29

1988

Source: The WEFA Group Latin America Service.

1986

Country 3080 1201 17 26 76 20 3523 80 85

1989 2314 2901 26 29 49 27 7483 113 41

1990 172 411 22 30 49 23 410 101 34

1991 25 965 15 27 55 16 73 68 31

1992 11 1920 13 23 45 10 49 54 38

1993

Table 2 CONSUMER PRICES - ANNUAL PERCENTAGE CHANGES

4 2503 11 22 27 7 24 45 61

1994 3 77 8 21 23 35 11 65 60

1995


62.6 45.1 46.3 24.7 35.7 51.6 38.5 34.1 38.1

Argentina Brazil Chile Colombia Ecuador Mexico Peru Uruguay Venezuela

65.2 35.5 31.3 24.7 40.1 39.5 33.9 32.5 28.3

1987 51.2 31.3 25.5 26.1 42.3 42.0 36.6 29.9 31.8

1988

Source: The WEFA Group Latin America Service.

1986

Country 62.9 31.8 22.0 26.3 46.3 40.6 28.8 34.5 28.8

1989 45.4 34.6 21.9 23.2 40.8 34.4 36.0 34.2 18.3

1990 43.4 30.0 18.3 19.9 35.7 34.0 33.5 29.1 16.9

1991 34.4 23.1 14.0 18.4 28.1 34.9 28.4 24.2 20.3

1992 27.5 24.2 13.0 16.0 26.3 36.4 31.0 26.9 19.4

1993 28.1 18.7 11.4 17.6 23.5 34.5 27.8 24.9 16.7

1994

Table 3 INTEREST PAYMENTS TO MERCHANDISE EXPORTS - ANNUAL PERCENTAGES

24.2 22.5 10.4 13.7 18.8 35.5 35.5 27.1 19.1

1995


146 106 255 112 170 213 128 269 477

Argentina Brazil 101 Chile Colombia Ecuador Mexico Peru Uruguay Venezuela

174 101 324 122 204 269 157 355 568

1987 153 124 379 143 155 242 135 363 640

1988 129 143 498 141 161 294 102 369 368

1989

Source: International Monetary Fund and authors’ calculations.

1986

Country 116 143 546 158 167 385 138 409 352

1990 232 138 561 138 210 461 163 496 512

1991 414 167 695 181 194 571 187 617 628

1992

Table 4 PER CAPITA IMPORTS-NOMINAL US DOLLARS

441 215 754 267 225 569 183 672 411

1993 582 323 794 315 292 672 251 818 363

1994

984 383 323 481 342 869 320

548

1995

NÓESIS 17


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PERSPECTIVAS DE LA ECONOMÍA KEYNESIANA MODERNA* Leticia Hernández Bielma**

INTRODUCCIÓN El consenso que había prevalecido en el seno de la teoría macroeconómica en torno al análisis keynesiano de la síntesis hasta los años setentas, desapareció debido a sus fallas tanto en el plano teórico como empírico.1 Gran parte de la investigación macroeconómica se ha dedicado desde entonces a tratar de explicar las causas de la ruptura entre la microeconomía y la macroeconomía y a tratar de construir un modelo macroeconómico alternativo sobre fundamentos microeconómicos. Según N. Gregory Mankiw2 existen tres nuevas vías de investigación. Una de ellas está representada por la Escuela de las Anticipaciones Racionales que ha desarrollado una revolución en el pensamiento económico al replantear la perspectiva de las teorías macroeconómicas modernas. Otra la constituye la Nueva Escuela Clásica (NEC) que señala que la macroeconomía debe ser construida sobre fundamentos microeconómicos walrasianos. La tercera está desarrollada por la Nueva Escuela Keynesiana (NEK) que trata de revivir en los años ochenta las ideas keynesianas, tratando de darles microfundamentos no walrasianos. Esta * “Symposium on keynesian economics today”, Journal of Economic Perspectives, vol. 7, number 1, winter 1993. ** Candidata a doctor en economía por la Université de Nice Sophie-Antipolis, Francia y profesora-investigadora del CER de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Av. López Mateos núm. 20, c. p. 32200 lhernand@uacj.mx. 1 “Sobre el plano empírico, este consenso no podía sostenerse con tasas de inflación y de desempleo crecientes.... Sobre el plano teórico, dejaba un gran vacío entre los fundamentos microeconómicos y la realidad macroeconómica...” N. Gregory Mankiw, “A quick refresher course in macroeconomics”, Journal of Economic Literature, vol. XXVIII (december 1990), p. 1647, traducción propia. 2 Las define como las anticipaciones, la nueva macroeconomía clásica y la nueva macroeconomía keynesiana, op.cit.


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escuela continúa sosteniendo los principios keynesianos del desempleo persistente y las fluctuaciones económicas. En la revista Journal of Economic Perspectives3 bajo el título genérico de “Symposium on keynesian economics today” se presentan una serie de artículos que exponen los resultados más recientes de la Nueva Escuela Keynesiana. Basándonos en la clasificación que hace Gregory N. Mankiw,4 el núcleo de la discusión al interior de la NEK, gira alrededor de la existencia de rigideces (nominales y reales) de los precios; tema que abordan tanto David Romer en “The new keynesian synthesis”, como Bruce Greenwald y Joseph Stiglitz en “New and old keynesians”. Desde la perspectiva keynesiana tradicional, James Tobin hace una crítica a la NEK, y defiende los fundamentos keynesianos frente a la antigua y nueva escuela clásica, en su artículo “Price flexibility and outpout stability: and old keynesian view”. Y por último, Robert G. King en “Will the new keynesian macroeconomics resurrect the ISLM model?” retoma la teoría de las anticipaciones racionales para criticar tanto al modelo keynesiano tradicional como a la NEK, en la medida que ésta retoma el modelo IS-LM para desarrollar su análisis. Enseguida abordaremos cada uno de ellos.

I. LA NUEVA SÍNTESIS KEYNESIANA5 Romer en su artículo, se orienta a explicar los fundamentos microeconómicos de las rigideces de los precios nominales. Es una explicación alternativa a las desarrolladas por otras vertientes de la NEK que por el momento habían tan sólo profundizado el análisis microeconómico de los desequilibrios en el mercado de trabajo. Según Romer, la variedad de análisis no walrasianos sobre el mercado de trabajo explican el desempleo pero no explican las fallas de la dicotomía clásica, dado que centran su explicación en las imper3

Journal of Economic Perspectives, vol.7, number 1, winter 1993. N. Gregory Mankiw, “Symposium on keynesian economics today”, Journal of Economic Perspectives, vol. 7, number 1, winter 1993, pp. 3-4. 5 David Romer, “The new keynesian synthesis”, Journal of Economic Perpectives, vol. 7, number 1, winter 1993, pp. 5-22. 4


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fecciones reales. Por lo que el autor considera que todo microfundamento de una estructura no dicotómica tiene necesidad de una imperfección nominal para no recaer en la explicación clásica. Para Romer el problema fundamental se encuentra en las “fricciones nominales que parecen muy pequeñas al nivel de las familias y las empresas individuales —(y...) tienen un gran efecto a nivel macroeconómico” (p. 7-8). Romer presenta la disyuntiva que enfrentaría una empresa si se dieran disminuciones en la producción agregada, además de que estudia de qué manera las fricciones nominales impiden que se restablezca la producción de equilibrio. Romer fundamenta la existencia de estas fricciones nominales a partir de las rigideces reales que se dan en el mercado de trabajo. Ante contracciones de la producción agregada, las empresas o bien disminuyen sus precios o bien reducen su producción, y esta decisión se toma en función del costo marginal y del ingreso marginal. Por lo tanto, las pequeñas fricciones que puedan haber dependen del estímulo que tengan las empresas individuales para cambiar su precio. Este estímulo depende de si el beneficio es alto o bajo en el nuevo nivel de producción. La medida del estímulo estará en función del ingreso marginal y del costo marginal, frente al desplazamiento de la demanda agregada. Así, la conducta de la empresa ante las pequeñas fricciones en el ajuste de precios, puede ser la causa de perturbaciones en la demanda agregada (con importantes efectos reales). A su vez, la contracción de la demanda agregada provoca un incremento del desempleo que afecta al salario real y a la curva del costo marginal. Romer sostiene que es necesario considerar las fricciones reales y nominales a nivel microeconómico para explicar las perturbaciones nominales. Las más importantes fuentes potenciales de las rigideces reales, son aquellas procedentes del mercado de trabajo. Sin embargo, analizando el proceso de ajuste del mercado, éste dependerá de si estamos frente a un mercado de trabajo walrasiano o no walrasiano. En el marco de un universo walrasiano, –y si la oferta de trabajo no es elástica– los salarios reales serían altamente procíclicos y el impulso para el ajuste sería muy fuerte, pero si no se está en un universo walrasiano, el salario real no es


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procíclico debido a las substituciones intertemporales y por las imperfecciones en el mercado de trabajo causadas por los salarios de eficiencia. Los salarios de eficiencia están por encima de los niveles de equilibrio del mercado para garantizar una alta productividad, por lo que habrá reticencias a disminuirlo. Con respecto a las fricciones, los obstáculos a la flexibilidad nominal pueden tomar diversas formas. La información de los consumidores representará un costo, y será la causa para no cambiar los precios. Sin embargo él considera que la barrera que puede impedir el ajuste nominal es “quasi-racional”, es una situación donde las empresas renuncian a los pequeños montos de beneficio. Por lo tanto, las barreras a la flexibilidad nominal no serían puramente tecnológicas en el sentido de Mankiw para quien el “costo de menú” (el costo tecnológico de cambiar los precios nominales) puede justificar las rigideces. Otro factor importante en la fuerza de las fricciones del ajuste de los precios es la tasa de inflación, si la inflación es elevada, el precio nominal es ajustado bastante frecuentemente, por lo que el efecto real del desplazamiento de la demanda es débil en un entorno inflacionista. Romer intenta demostrarnos que, dada la ineficacia que existe en un contexto de competencia imperfecta, los precios pueden permanecer fijos frente a un decline de la demanda agregada, aun si los costos de la recesión resultante son más grandes que los costos del ajuste de los precios. Con un decline de la producción, la economía se aleja del óptimo del bienestar, las fluctuaciones agregadas devienen ineficazmente prolongadas y las políticas gubernamentales de estabilización anticíclicas devienen importantes, ya que, según Romer, ellas tienen el potencial para corregir las fallas del mercado y aumentar el bienestar.

II. NUEVOS Y VIEJOS KEYNESIANOS6 Bruce Greenwald y Joseph Stiglitz afirman que el rasgo analítico distintivo de la Nueva Escuela Keynesiana (NEK), está en afirmar que existe un sistema de precios viscosos (price sticky). Esta corriente al 6 Bruce Greenwald and Joseph Stiglitz, “New and old keynesians”, Journal of Economic Perspectives , vol. 7, number 1, winter 1993, pp. 23-44.


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igual que las otras corrientes de la NEK se asienta sobre la premisa metodológica de que la macroeconomía debe fundarse sobre principios microeconómicos. Posición que es compartida con corrientes que pertenecen a otros paradigmas, como es el caso de la Nueva Escuela Clásica (NEC) y la teoría del ciclo real de producción. Sin embargo el objeto central de la NEK según Greenwal y Stiglitz es el de incorporar nuevos fundamentos microeconómicos, dado que Keynes había ya argumentado sus relaciones macroeconómicas sobre el análisis microeconómico. Esta afirmación se hace, no obstante la opinión generalizada de que el consenso en torno a la síntesis keynesiana se rompió precisamente por la falta de fundamentos microeconómicos en el modelo keynesiano tradicional. El modelo de Greenwal y Stiglitz se inscribe en la corriente que pone el acento sobre la flexibilidad de precios, en el contexto de mercados no walrasianos, diferenciándose así del otro enfoque de la NEK para quien el problema fundamental es la rigidez nominal de los precios y salarios. El modelo de “price sticky” parte de la noción fundamental de aversión al riesgo. Sobre esta noción se va a tratar de demostrar de qué manera la flexibilidad de precios contribuye ampliamente a las fluctuaciones económicas y por lo tanto al desempleo. La aversión al riesgo de las empresas va a afectar fuertemente su conducta y la modificación de ésta va a tener efectos macroeconómicos considerables. La aversión al riesgo se da en el contexto de imperfecciones en el mercado de capitales y de trabajo. Así se establecen tres principios base del modelo: 1) Aversión al riesgo frente a las imperfecciones del mercado de activos y de la producción. 2) Aversión al riesgo frente a la asignación del crédito 3) Salarios reales rígidos. En el primer caso se trata de demostrar la existencia de un efecto riesgo diferente a cada fuente de financiamiento. Si el financiamiento es hecho con deuda, en caso de quiebra, la empresa asumirá todo el riesgo; si el financiamiento es hecho a través del mercado de activos,


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en este caso a pesar de que el riesgo se comparte, existe el problema de las dimensiones de la empresa y su posibilidad de acceso al mercado de activos. Por otra parte, debido a las imperfecciones del mercado de activos dada la información asimétrica y la selección adversa, las empresas serían altamente sensibles al riesgo de financiarse en el mercado de activos. Este caso de la teoría es particularmente ilustrativo en el contexto de comportamientos altamente especulativos como los que hemos observado recientemente en los mercados bursátiles. En el segundo caso se demuestra cómo la teoría de la aversión al riesgo tiene efectos en el sistema bancario y en el mercado de crédito. En el contexto de tasas de interés elevadas los bancos no querrán prestar dado un efecto de selección adversa. Es decir, los demandadores dignos de crédito no querrán demandar préstamos a tasas de interés elevadas, y las empresas que asumen el riesgo demandarán préstamos aun a esas tasas de interés. De manera que los bancos terminarán por hacer un racionamiento del crédito y a una tasa de interés elevada habrá un exceso de demanda de crédito. Es decir la oferta de préstamos será crítica y las empresas serán limitadas en sus actividades de inversión y producción. El tercer caso se refiere a las imperfecciones en el mercado de trabajo. Estas imperfecciones provocan desempleo involuntario, esto se debe a que los salarios reales son viscosos y no se modifican lo suficiente para equilibrar el mercado de trabajo. En el comportamiento de este mercado vamos a encontrar también la noción de aversión al riesgo. En un contexto de competencia imperfecta y contratos implícitos las empresas fijan los salarios, los precios y el empleo; y dada la aversión al riesgo, éstas no querrán disminuir el salario debido a la incertidumbre sobre la calidad y las tasas de retorno que esta acción producirá. Otro factor que puede explicar dentro de esta teoría las rigideces reales del mercado de trabajo es la noción de salarios eficientes donde, si la productividad se ve afectada por la baja de los salarios, las empresas no los disminuirán. Sobre la actitud frente al riesgo existen tres factores que influyen en la empresa: i) la situación de la economía; ii) la posición de liquidez afectada por el beneficio, donde este es fuertemente afectado por


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pequeños cambios en los precios; iii) cambios en el nivel de precios que afectan la liquidez y la riqueza real de la empresa. Los cambios en los precios incidirán notablemente sobre la conducta de la empresa sensible al riesgo, por lo que la flexibilidad de estos contribuirá más a acentuar la inestabilidad de la economía. A pesar de la flexibilidad de precios, esta vertiente de la NEK sostiene que en materia de política económica, la política monetaria puede ser efectiva. Esto a pesar de que han sido criticados en el sentido de que su teoría implica una posición monetarista. Ellos responden a esta crítica señalando que, si se anticipa el cambio en la oferta de moneda y se responde cambiando proporcionalmente los precios la moneda será neutra. Pero la oferta no es perfectamente observada y los precios no van a cambiar perfectamente, por lo que la política monetaria funciona aún con precios y salarios flexibles.

III. FLEXIBILIDAD DE PRECIOS Y ESTABILIDAD DE LA PRODUCCIÓN7 Tobin en este artículo argumenta a favor de la validez de las proposiciones centrales que van a diferenciar la macroeconomía keynesiana de la antigua y nueva macroeconomía clásica. Pero antes de hacer esta delimitación, Tobin hace la crítica de ciertas proposiciones de la NEK, en particular de la rama que sostiene la rigidez de precios. Considera que la afirmación de la existencia de rigidez de salarios y precios en Keynes es tan errónea, como la afirmación de que es la demanda agregada nominal la que fluctúa.8 A pesar de la crítica de Tobin a la NEK, él encuentra convergencia entre Keynes, keynesianos y la NEK, en el punto de la racionalidad de los agentes económicos. Y también en el hecho de que para todos ellos la “mano invisible” no funciona. A pesar que los agentes económicos individuales sean racionales, el sistema de 7 James Tobin, “Price flexibility and outpout stability: and old keynesian view”, Journal of Economic Perspectives, vol. 7, winter 1993, pp. 45-65. 8 “La proposición fundamental keynesiana no es la rigidez nominal de precios, sino el principio de la demanda efectiva” (p. 46).


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precios al no ser flexible, no conduce a una situación de equilibrio eficiente. Por lo tanto, en este caso, será necesario,9 que sean las instituciones colectivas y las políticas gubernamentales, quienes permitan por medio de sus acciones el resultado óptimo propio de la conducta racional de los agentes. Para el autor, la cuestión capital de la política y la teoría macroeconómica que a opuesto a Keynes frente a sus contemporáneos “clásicos”, es la falla de los mecanismos naturales de la economía de mercado para regresar al pleno empleo, después que la economía ha sido arrojada del equilibrio por un shock de demanda real negativa. Esta es precisamente la misma cuestión que continúa a oponer a la NEK frente a la NEC, pero Tobin considera que en Keynes la solución no se encuentra en una total flexibilidad de salarios y precios nominales, como lo propone una vertiente de la NEK. Tobin señala dos puntos centrales en la macroeconomía keynesiana como la causa de los ciclos de la producción: 1) la restricción de la demanda efectiva y; 2) las fluctuaciones en la demanda agregada efectiva. La restricción efectiva sobre la producción es la demanda agregada de bienes y servicios; y paralelamente a ello se da la restricción efectiva sobre el empleo que es la cantidad de trabajo requerida para producir estos bienes. Esto implicará entonces una situación de desempleo involuntario o keynesiano. Puede darse también la existencia de un desempleo clásico o voluntario, que puede ser causado por una tasa salarial real elevada, impuesta por el gobierno o los sindicatos, o bien a causa de la búsqueda de un trabajo con un salario más elevado.10 Tanto el desempleo keynesiano como el clásico pueden estar asociados con el salario real, el cual estaría por encima de su valor de 9

Como lo afirma Keynes y como lo señala la NEK. Tobin señala que este modelo de desempleo había sido originalmente diseñado para explicar el desempleo bastante elevado en los grandes centros urbanos de los países en desarrollo, donde la fila de trabajadores debería vivir cerca de las fuentes de empleo y lejos de los medios alternativos de subsistencia en la agricultura tradicional. Y que este modelo no es conveniente para el caso de las economías más avanzadas donde los trabajadores pueden buscar trabajo mientras que se encuentran trabajando. Véase p. 49. 10


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equilibrio de pleno empleo. Sin embargo, para Tobin la diferencia entre los dos casos es que en el caso keynesiano el salario real puede disminuir y el empleo aumentar. Otras formas de restricción de la demanda efectiva, pueden ser la restricción de liquidez y las prospecciones sobre la demanda efectiva. La siguiente distinción importante de la macroeconomía keynesiana, que señala el autor, es su concepción sobre el ciclo de producción, este será el resultado de fluctuaciones en la demanda agregada efectiva y será un fenómeno prolongado en la ausencia de políticas que atenúen las fallas crónicas del capitalismo. En este sentido, en relación a las fuerzas naturales del mercado para restablecer el equilibrio después de los shocks negativos de demanda agregada real, el autor considera que los mecanismos de ajuste clásicos tal que los precios actuales (del trabajo y de los bienes) así como las tasas de interés (que incorporan tanto los precios actuales como futuros) son insuficientes. En la concepción de Keynes el hecho de que la moneda tenga también una tasa de interés fijada por las autoridades (generalmente de cero) le da una cierta rigidez a la tasa de interés nominal de los activos no monetarios que le impiden equilibrar el ahorro y la inversión. De esta manera, para Tobin la elasticidad interés de la demanda de moneda constituirá un parámetro clave en la teoría macroeconómica y será el punto de partida de tres puntos de vista y de medidas de políticas económicas bastante diferentes: i) El extremo clásico (teoría cuantitativa), sostiene la elasticidad cero de la demanda de moneda con respecto al interés y para quien únicamente la política monetaria será efectiva ii) El extremo keynesiano (trampa de la liquidez), sostiene la elasticidad infinita negativa de la demanda de moneda, para quien sólo funcionará la política fiscal. iii) El medio keynesiano, que sostiene la elasticidad entre cero y el infinito negativo, para quien funcionará tanto la política monetaria como la fiscal. Los otros mecanismos alternativos para el ajuste de los desequilibrios macroeconómicos son el precio y los salarios nominales. Al respecto existen también dos puntos de vista extremos, aquellos que


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defienden una total e instantánea flexibilidad de precios y aquellos que defienden una total rigidez. Keynes y los keynesianos se encuentran, según Tobin, en el medio de estos extremos (ya que el método de precios fijos ha sido sobre todo utilizado por razones de exposición). Para el autor, el problema a resolver es si la deflación proporcional de todos los precios nominales aumenta o no la demanda efectiva agregada real, por lo tanto hay dos cosas a discernir a este propósito: 1) La relación de la demanda agregada real al nivel de precios; 2) La relación de la demanda agregada real a la tasa de cambio anticipada de precios; En relación al primer caso, Keynes sostenía que la demanda agregada real no estaba en relación al nivel de precios y el salario monetario, ya que si todos los precios y salarios monetarios disminuyen en la misma proporción, la demanda agregada real no cambiará. Por lo que la respuesta según Tobin, se encuentra en “el efecto Keynes” donde, si la cantidad nominal de moneda permanece la misma, su cantidad real aumenta con la disminución de precios y la tasa de interés cae aumentando la demanda real. Sin embargo, este efecto presenta dificultades en la medida que no es dinámico. Se hace la comparación de precios altos y bajos sin tener en cuenta el proceso de cambio al alza o a la baja en el tiempo real. Tomar en cuenta el tiempo es muy importante, ya que el proceso de cambio puede afectar la demanda agregada en exactamente la dirección contraria. Una gran deflación esperada, por ejemplo, se traduce en un aumento en la tasa de interés real (si la tasa de interés nominal es restringida por el plafón cero de la tasa de interés de la moneda). Tobin señala que Keynes había dado una gran importancia al rol de las expectativas de largo plazo, tal que las expectativas de las variables reales (demanda efectiva y retornos reales sobre la inversión) podían ser estabilizantes o desestabilizantes. Es a causa de esto que las políticas y las expectativas de política son muy importantes. Sin embargo, el autor nos indica que el contexto macroeconómico en el cual el análisis de la flexibilidad de los precios debe ser analizada ha cambiado en el tiempo. En los años treinta las políticas monetarias de reflación eran propuestas para la


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recuperación. Actualmente el aumento inesperado de precios significa que la economía está a la baja y una disminución inesperada de precios significaría que la economía está al alza. Por lo tanto, en este contexto la flexibilidad de los precios puede ser estabilizante o desestabilizante.

IV. ¿RESURRECCIÓN DEL MODELO IS-LM?11 El objetivo de King, es el de señalar la importancia de las anticipaciones en la investigación económica y la debilidad de la estructura IS-LM para incorporarlas. Asimismo critica a la NEK en su elección de la estructura IS-LM para investigar sobre las determinantes de la demanda agregada. Parte de la idea que las anticipaciones determinan de manera importante la demanda agregada, y señala que en la medida que la NEK retoma el cuadro de la IS-LM, se aleja de la posibilidad de incorporar las expectativas en el análisis. El autor afirma que las anticipaciones racionales, son una parte poderosa de las explicaciones económicas de la conducta individual y de los mercados, que comprende desde el consumo y la dinámica de inversión hasta el precio de los stocks y de los bonos. Por lo que insistir en la utilización del modelo IS-LM conduce a eliminar determinantes claves de la demanda agregada en la medida que este modelo no incorpora las anticipaciones racionales. King considera que el trabajo de la NEK se ha inclinado sobre todo en el desarrollo de aspectos particulares de la oferta agregada (precios de productos finales y el funcionamiento del mercado de trabajo) centrándose sobre el aspecto microeconómico. Por su parte, busca señalar la influencia de las anticipaciones del lado de la demanda agregada. Para el autor la cuestión fundamental de la macroeconomía continúa siendo la misma que en la época de Keynes, es decir, preguntarse por qué las economías crecen y fluctúan a diferentes tasas y cuáles son las políticas públicas que producen los patrones adecuados 11 Robert G. King, “Will the new keynesian macroeconomics resurrect the IS-LM model?”, Journal of Economic Perspectives, vol. 7, number 1, winter 1993, pp. 67-82.


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de crecimiento y fluctuación. La respuesta dada por Keynes a estas cuestiones se encuentra de manera resumida en las variables siguientes que van a determinar el ingreso nacional y el empleo: 1) “Los tres factores psicológicos fundamentales: la propensión psicológica a consumir, la actitud psicológica con respecto a la liquidez, y la estimación psicológica del rendimiento futuro de los capitales; 2) La unidad de salario, tal que ella es determinada por las convenciones concluidas entre los empleadores y los empleados; 3) La cantidad de moneda determinada por la acción de la banca central”. Sobre esas hipótesis Hicks (1937) y Modigliani (1944) han tomado los elementos claves de la estructura keynesiana para formalizar el modelo operacional estático de la actividad macroeconómica de corto plazo: el modelo IS-LM. King pasa a hacer una compilación de las investigaciones que han sido hechas para comprender los determinantes de las variables de este modelo, y observar en particular el rol de las expectativas en estos desarrollos. Tenemos así que los modelos microeconómicos desarrollados desde los años cincuenta y sesenta, que han contribuido ampliamente a la especificación de la IS-LM, han sido muy importantes y han abierto nuevas vías de investigación, pero siempre en el marco de un análisis de carácter estático. La contribución más importante de estos modelos ha sido en el campo de la investigación empírica econométrica. De esta manera para el autor, las investigaciones de M. Friedman (1957) , Modigliani y R. Brumberg (1954) y Dale Jorgensen (1963), en el caso del consumo y de la inversión, incorporan las expectativas sobre el futuro, pero estas expectativas son exógenas (de la misma manera que en Keynes) y por lo tanto la especificación de la estructura IS-LM no cambia mucho. Sin embargo, varias vías han quedado abiertas para la investigación, ya que hay características dinámicas que no pueden ser asimiladas por la estructura tradicional. En el caso de la LM han sido desarrollados también modelos microeconómicos de la demanda de moneda, como el modelo de W. Baumol (1952) y Tobin (1956). Pero estos modelos no comprenden todas las


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variables que explican la demanda de moneda. Para King hay tres excepciones que escapan al punto de vista estático sobre la demanda de moneda: el caso de M. Friedman (1959) quien introduce la noción de riqueza en el análisis. Así como el punto de vista de los autores que introducen la inflación anticipada, y aquellos que han señalado la introducción del “ajuste parcial” y la importancia de las expectativas en estos procesos de ajuste. Estas incursiones van a alimentar nuevas corrientes de pensamiento surgidas en los años setenta, como las anticipaciones racionales, que según King constituyen un golpe definitivo para la lógica del modelo IS-LM. Ya que los elementos claves de este modelo se ligan sobre la base de principios totalmente diferentes. Para Keynes, había dos distinciones muy nítidas en el análisis; la primera, era la diferenciación entre el corto plazo y el largo plazo; y la segunda, la diferenciación entre los desplazamientos en el ahorro y la inversión, y los desplazamientos en el sector monetario: “pero en los modelos con expectativas racionales, esta separación muy neta es destruida. Primeramente, las expectativas sobre el futuro tienen necesidad que el largo plazo y el corto plazo sean tratados conjuntamente. En segundo lugar, las expectativas articulan siempre las condiciones entre el ahorro y el sector monetario”. (p. 75) El autor constata que después que las anticipaciones racionales han sido introducidas en la teoría del consumo y la inversión, las implicaciones en las anticipaciones sobre el análisis típico de la ISLM son de una gran importancia. De esta manera la introducción de las “...expectativas racionales sobre las decisiones de inversión modifican las predicciones standard sobre los efectos de las acciones de la política monetaria y fiscal”. (p. 76). En este esquema, la política monetaria no puede jugar su rol tradicional, ya que una política monetaria expansiva, que en el marco standar de la IS-LM estaría censada a hacer bajar la tasa de interés real y nominal, con la introducción de las anticipaciones, influencía a la inversión y la curva IS también se desplaza, llevando al alza la tasa de interés real y nominal. Por lo tanto, para King el marco de la IS-LM deviene demasiado estrecho para analizar todas las consecuencias de las políticas en un contexto con anticipaciones racionales.


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V. A MANERA DE CONCLUSIÓN En términos generales el rasgo distintivo del análisis de la NEK, o nueva macroeconomía keynesiana, es la interacción de las imperfecciones nominales y reales de mercado para explicar el desempleo. Sin embargo, al anterior de la NEK existen diversos enfoques sobre la naturaleza y causa de tales imperfecciones del mercado. Una rama de la NEK sostiene que en el marco de la competencia imperfecta las empresas al ser “price makers” imponen rigideces en los precios; rigideces que a su vez producen grandes fluctuaciones en la economía. Estas rigideces nominales, a su vez son amplificadas por rigideces reales en el mercado de trabajo y de bienes. Por otra parte, este enfoque se opone a la dicotomía clásica, al afirmar que las fluctuaciones en variables nominales12 tienen influencia sobre variables reales tales como la producción y el empleo. La otra rama de la NEK, sostiene que distorsiones del mercado en términos de costos de información imperfecta conducen a imperfecciones del mercado de trabajo y de capital, donde la flexibilidad de precios puede acentuar las fluctuaciones económica y el desempleo. Ellos le dan gran importancia a las imperfecciones reales del mercado para explicar las fluctuaciones. Estas serían dos grandes vertientes de la NEK, en torno a cuyas posiciones se abre una discusión sobre la naturaleza de los microfundamentos que originan las fallas del mercado y por ende las fluctuaciones y el desempleo. Las aportaciones que venimos de presentar nos ofrecen una visión general para evaluar la discusión macroeconómica actual y determinar cuales serían las vías que la investigación macroeconómica va a tomar en el siglo XXI. Particularmente, nos ofrece una panorámica de la nueva macroeconomía keynesiana que busca fundamentar la macroeconomía a partir del análisis microeconómico del mercado de bienes, de trabajo y de capitales, manteniendo la hipótesis keynesiana del desempleo persistente y las fluctuaciones económicas.

12

Tales como la oferta de moneda.


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Nóesis. Se terminó de imprimir en enero de 1998 en los talleres de la Imprenta Universitaria, Hermanos Escobar y Plutarco Elías Calles, Ciudad Juárez, Chih., México Tiraje: 500 ejemplares


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