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La anciana misteriosa por Evelyn Alexandra Escalona Venadero

por Evelyn Alxandra Escalona Venadero

Era una noche fría y lluviosa en el municipio de Toluca, Estado de México. Alexis caminaba cubriéndose con una sombrilla y entre el correr de la poca gente que aún se encontraba en la calle y la fuerte lluvia, pudo distinguir a una anciana caminando a paso lento, Alexis apresuró el paso para alcanzarla y compartir su sombrilla con ella.

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—¡Permítame, por favor! —dijo Alexis acercándose y al hacerlo sintió un fuerte escalofrío. La anciana mirando en todo momento el suelo, al sentir que él la protegía de la lluvia se detuvo un segundo y luego sin decir nada siguió caminando a su lado, era una anciana extrañamente delgada que llevaba puesto un vestido gris que le llegaba hasta los tobillos de sus pies, Alexis tenía mucha curiosidad por ver el rostro de aquella anciana, pero no lo lograba, ya que su cabello largo cubría la mitad de su rostro.

—Quién iba a pensar que la lluvia se vendría tan fuerte, ¿verdad? —dijo él tratando de hacerle plática, pero no obtuvo respuesta. Después de caminar un largo tramo la anciana se detuvo y por fin habló. —Un hombre te viene siguiendo. Alexis miró sutilmente hacia atrás, y efectivamente, había un hombre a unos metros de ellos, con mala facha y actitud sospechosa. —No se preocupe, seguramente…

Ella lo interrumpió diciendo: —Generalmente no hago nada por los mortales, pero tú has tenido un acto de amabilidad conmigo, atraviesa la calle, ¡toma un taxi que está por llegar y vete ahora! La mujer levantó por fin la mirada y Alexis pudo observar su rostro muy pálido, pero lo que más le llamó la atención fue que no tenía ojos y su boca era enorme, asustado, miró hacia atrás y vio que el delincuente ya estaba más cerca y observó que sacaba una navaja del bolsillo de su pantalón.

En ese momento, Alexis tiró su sombrilla y atravesó la calle, justo en ese momento pasó un taxi que abordó de inmediato, al arrancar el vehículo pudo observar cómo la anciana levantaba la sombrilla que había tirado, siguió caminando, dio vuelta en una esquina y el delincuente al ver que Alexis no estaba, decidió ir tras la anciana.

Cuando llegó a su casa la lluvia había cesado, su esposa lo estaba esperando con la cena lista. —Siéntate, ahora te sirvo, ¿sabes? vino una mujer anciana a buscarte y trajo esto—dijo su esposa mientras le mostraba su sombrilla. Al verlo se impresionó mucho. —¿Viste su rostro? — preguntó él sorprendido. —Ahora que lo mencionas no recuerdo cómo era, pero cuando le abrí la puerta sentí un escalofrío terrible, en fin, dijo que gracias por tu caballerosidad y que te devolvía lo que era tuyo. Al día siguiente en aquella calle donde la anciana dio vuelta, apareció el cadáver del asaltante, tenía la navaja en la mano y una expresión de pánico en rostro.

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