EDICIÓN
24
No.
ESPECIAL: ELOGIO, CRISIS Y QUEMA DEL PAPEL CAZANDO A FRANZ FERDINAND EL DERECHO A COPIAR: CREATIVE COMMONS EN VENEZUELA CRÓNICAS DEL TRÁFICO: DEL HELICÓPTERO AL METRO CARACAS Y MAGALLANES DESDE LA FILA CONTRARIA
SUMARIO 04. Editorial
DIRECTORIO PRESIDENCIA Verónica Ruiz del Vizo
El papel nos ocupa. Leemos en papel. Lo celebramos, lo problematizamos, lo quemamos, lo usamos para dibujar, para crear. El papel todavía es indivisible al libro, inclusive, a la hoja blanca tintineante que usamos para escribir en el procesador de textos. La computadora lo recuerda, lo honra, lo amenaza y lo redime. Acechados por su escasez, lo elegimos como tema centra del esta edición.
Virginia Riquelme habla sobre el futuro inmediato del libro. En “Ojo con” contextualiza los retos que tiene la industria en Venezuela y les habla directamente a los lectores, fuera de predicciones apocalípticas. A pesar de la escasez de divisas y de materia prima, la lectura multiplicada en las pantallas y en las rotativas da la idea de un mundo en que la palabra escrita no se acaba. Existen cuentos de famosas omisiones a las que obligan a los estudiantes de arquitectura. Montañas de pronto prístinas de verde. Luis Itanare a.k.a Kuizz, se olvida de esa negligencia y centra su visión de los ranchos, castillos imposibles inspirados por los experimentos visuales de Escher. Su mirada frontal sobre la arquitectura patria es un trabajo que explora la estética informal venezolana, el margen que, a pesar de improvisado, no deja de tener espacio para el juego y la ternura, el cruce fugaz de un papagayo. En la línea vertiginosa de cotas y racionalidades, el “Ensayo fotográfico” de Luis Arroyo nos presenta el trazado de la enfermedad a la normalidad. En el papel, registros de electroencefalogramas, se lee “el repertorio de una textualidad que intercepta y captura la relación sonora del individuo”. Reñidos con el tiempo y con el fuego, son el germen de la obra de Arroyo, que las ha vuelto esculturas, instalaciones, objetos. Un lectura que, como un eco, se remantiza al compás del doblez del soporte. La reflexión de Arroyo es el preámbulo para dos textos del “Pluma y papel”, que ofrecen diferentes acercamientos narrativos al tema central. Uno, desde un episodio occidental, donde también el fuego acontece y la pulpa salva; el otro, situado en las antípodas del mundo, cuenta un episodio en el que la hoja se vuelve sinónimo del castigo y circularidad. Acompañan a la ficción un elogio al papel como el quinto elemento, éter materializado, cuyo origen múltiple, historia y futuro indudable, lo convierten en el cotidiano y milagroso soporte del mundo.
Centinela de la crónica, una mujer de vanguardia, Elisa Lerner es el “Diablo por viejo” de esta edición. En su entrevista, hacemos un recorrido por una Caracas provinciana que de pronto se volvió moderna y urgente. De libros y conocimiento habla Marianne Díaz Hernández en el “Big Bang”, en el que echa el cuento de la licencia de Creative Commons en Venezuela, una oportunidad para la innovación y la apropiación. El horizonte azul de Los Roques acompaña las páginas de “Por los caminos verdes”, en una guía que Arianna Arteaga Quintero preparó para vivir el paraíso en la tierra sin la atadura de paquetes de viajes, y con el mar como el destino posible para la belleza. Quisimos preparar dos artículos en los que se intentara la reconciliación, a fuerza de batazos. En “Adrenalina”, les pedimos a dos fanáticos del Caracas y del Magallanes que hicieran cada uno un perfil del equipo contrario, con concesiones incluidas. Quedaron relatos entre enternecedores e hilarantes sobre el potencial que tiene el deporte para despertar las pasiones de la vida. Otro escenario para el corneteo y las imprecaciones es el tráfico caraqueño. En las crónicas de “Fuera del aula” hacemos un recorrido por varias vías de la ciudad, en sentido descendente. Comenzamos por el helicóptero donde el caos se vuelve paisaje, impronta cromática; seguimos a bordo de una moto que serpentea las calles en contra del estigma; después a pie por las pasarelas de peatones, estructuras en su mayoría ignoradas, abandonadas a la inseguridad; y termina en el subterráneo, escenario del amor en un recorrido ida y vuelta. En sus manos o en sus tabletas, la edición 24 de Revista OJO habla con el papel y se atreve a mostrarlos en llamas. Pero solo con la certidumbre de que allí se guarecerá la historia. Y de que pase lo que pase seguiremos leyendo.
DISEÑO GRÁFICO / DIRECCIÓN DE ARTE
Jesús Torrivilla
Juan Expósito / Armando Rosales
REDACCIÓN
CORRECCIÓN
Gabriela Benazar / Ashley Garrido Daniela Márquez
Pablo Duarte / Gabriela Benazar Juan Pedro Cámara Pérez Ashley Garrido / Orianna Camejo
Ezequiel Abdala
MERCADEO
EDITOR WEB
PRODUCCIÓN
Revista incendio y elogio del papel
EDITOR
Lis Mirabal / Lourdes Noda Ornella Cedeño
DISEÑO WEB
Abner Valero Rodrigo Moscoso Gian Oliveri
Gabriela Benazar
ADMINISTRACIÓN
DEPÓSITO LEGAL Pp200802DC2893
Crimental, C.A. / RIF. J-29573168-0
COLABORADORES Virginia Riquelme, Marcy Rangel, Mariana Maduro, Joey Rego, Luis Itanare, Luis Arroyo, Joaquín Ortega, José Miguel del Pozo, Marianne Díaz, Guillermo Ramos Flamerich, Arianna Arteaga Quintero, Samantha Mesones, Eduardo Meza, Kike Sánchez AGRADECIMIENTOS Corporación Digitel, La MEGA 107.3, Pepsi y Empresas Polar, Diageo, Hoy Que Hay, Biblioteca Los Palos Grandes, Tecniciencia, El Buscón, Kalathos, Librerías Alejandría, Librería Lugar Común, Elisa Lerner, Daniela Pineda, Emiliana Machado, Luis Palmero, Linda Meléndez
DIRECCIÓN Av. Francisco de Miranda, Edif. Parque Cristal, Mezzanina, Oficina 5. Los Palos Grandes. Código Postal 1062. Caracas – Venezuela TLF
0212 2839980
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REVISTA OJO es una publicación universitaria y bimestral. El contenido publicitario o de redacción no refleja necesariamente la posición del editor. Cada autor se hace responsable de lo que escribe. La revista se distribuye gratuitamente en las universidades y a través de twitter, por @RevistaOjo. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la revista sin previa autorización por escrito del grupo editorial.
01
CARTA DE AMOR / La felicidad suprema
JESÚS TORRIVILLA / EDITOR
PABLO DUARTE / REDACCIÓN
EZEQUIEL ABDALA / CORRECCIÓN
ARMANDO ROSALES / DISEÑO GRÁFICO
La suprema es la búsqueda, el chispazo, el rush de endorfinas. No tiene norma, se acaba pronto, es finita. Lo dijo Vinicius de Moraes: tristeza nao tem fim / felicidade sim. La felicidad suprema es el instante del roce, el subrayado. Pasar la página también lo es, la certidumbre de una herida sana. La felicidad suprema, a pesar de efímera, tampoco es inocente, inmaculada. En alemán lo saben. La schadenfreude es el regocijo en el tropiezo del enemigo, en su miseria. También se es feliz cuando se añora, cuando se conjuga en pasado. Cuando se duerme, cuando se está en vela y el corazón da un vuelco por la sinapsis de un recuerdo.
No sé qué tanto tendré que reír para alcanzar la suprema felicidad. De vez en cuando me hago esa pregunta, pensando que es posible que, de aquí a cientos de años, todos mis descendientes y sus descendientes alcanzarán una dicha elevada. La imagino como un Nirvana húmedo, después de reír sin tapujos, sin sentir más nada. Es una risa incoluada por la relajación de esfínteres, con la consecuencia de la sensación caliente del orine. Capaz ese sea el significado de la verdadera felicidad suprema: estar bañado en una lluvia dorada de dicha y una sonrisa envuelta en la confusión del momento.
Podría ponerme muy teológico y hablar de los novísimos y la visión beatífica, pero no viene al caso. Tampoco metamos a los griegos, aunque tienen vela en este entierro de la felicidad. Quiero centrarme en el adjetivo y más que eso en el adverbio que de él se deriva: supremamente, que después de Juan Valdés es lo más colombiano del mundo. Es un significado que resume una nacionalidad: no hay paisa, costeño o cachaco que no lo use. Es parte de su ADN lingüístico. Su santo y seña. Lo que los descubre y a veces delata.
Lo que más me amarga es el tiempo. Cuando sobra, molesta, se distiende y todo se solapa, pero cuando falta todo se pone serio, grave; y me las parte. Definitivamente la solución la tenía Bernardo, un niño que lograba cierto dominio del tiempo con un reloj de bolsillo que le dio un cartero. No tenía completa libertad para utilizarlo, debía suscribirse a un código moral simple, pero lo suficientemente sensato como para admitir que detener el tiempo no es trampa.
GABRIELA BENAZAR / REDACCIÓN
ASHLEY GARRIDO / REDACCIÓN – PRODUCCIÓN
ORIANNA CAMEJO / REDACCIÓN - PRODUCCIÓN
LOURDES NODA / MERCADEO
Cuando has pasado horas frente a una tarima, aguantado bandas que te desagradan y un inclemente sol, llega el momento. Las luces se apagan, las personas que están detrás de ti te empujan pero no puedes quejarte: están sintiendo lo mismo que tú. Ahí están, los músicos que estás cansado de ver en Youtube por fin están frente a tus ojos y el primer grito de emoción sale de tu garganta. Para mí, esa es la aproximación más cercana a la suprema felicidad, a la que considero tan efímera como la duración de un concierto.
Lo que repiten muchos conocidos es: "Nadie conoce la verdadera incertidumbre hasta que pisa Venezuela". No soy tan absoluta, pero la incertidumbre venezolana asfixia. El no estar seguro de nada, de temerle a todo, de apagar las luces y vivir en la oscuridad. La suprema felicidad no creo que exista, pero quitarse esa incertidumbre de encima debe serlo. Con esa suprema felicidad podría pasear por las calles y solo preocuparme por cómo el sol lo ilumina todo; en cambio, tengo los ojos pegados al piso.
Para mí la suprema felicidad supone estar en paz con uno mismo. Pasa por sentirme bien, ser proactiva en mi trabajo y en mis estudios, ayudar a los otros. Con el tiempo uno va aprendiendo que lo material no proporciona felicidad, en cambio, sí lo hacen las vivencias con la familia y los amigos que le dan sentido a nuestra vida y nos hacen mejores personas. La suprema felicidad la puedo traducir en viajar y ahorrar para conocer nuevos lugares, culturas y formas de vida. Lo mejor que se puede hacer con el dinero es ahorrarlo y conocer el punto de vista positivo del mundo, cambiar la rutina diaria, llenarnos poco a poco de esperanza.
Para mí la suprema felicidad es más utópico aún que el mal llamado socialismo del siglo XXI. La felicidad, al igual que la miseria, no puede ser suprema ni perdurar infinitamente en el tiempo, mucho menos ser universal o generalizada. La felicidad solo se conoce, se entiende y se aprecia cuando se ha vivido la tristeza, la frustración o la insatisfacción. La vida no es el estado perenne de una sola emoción, es el constante vaivén entre ellas que no debe estar atada nunca a una política estadal.
SUMARIO
BUZÓN DE DE BUZÓN ENTRADA ENTRADA
04. Editorial 05. Directorio
REVISTA OJO ESTÁ LA VOZ TODO CABE, SIEMPRE Y CUANDO REVISTA OJOHECHA ESTÁ CON HECHA CONDE LASUS VOZLECTORES. DE SUS LECTORES. TODO CABE, SIEMPREHAYA Y CUANDO NOMBRE Y APELLIDO. LA INVITACIÓN ES A QUE PARTICIPEN Y ESCRIBAN. ¡LA LÍNEA ESTÁ ABIERTA! HAYA NOMBRE Y APELLIDO. LA INVITACIÓN ES A QUE PARTICIPEN Y ESCRIBAN. ¡LA LÍNEA ESTÁ CUALQUIER COSA, CUALQUIERA, PEGUEN UN GRITO. ESCRIBAN ENGRITO. NUESTRA PÁGINA WEB ABIERTA! CUALQUIER COSA, CUALQUIERA, PEGUEN UN ESCRIBAN EN NUESTRA PÁGINA WWW.REVISTAOJO.COM, LLAMEN A NUESTRA OFICINA 0212 2839980. ¡O NOS BUSCAN WEB WWW.REVISTAOJO.COM, LLAMEN A NUESTRA OFICINA 0212 2839980.EN¡OLAS NOS BUSCAN UNIVERSIDADES! DIGAN “OJO” TRES VECES Y, ALTRES ESTILO BEETLEJUICE, AHÍ ESTAREMOS. EN LAS UNIVERSIDADES! DIGAN “OJO” VECES Y, AL ESTILO BEETLEJUICE, AHÍ ESTAREMOS. ¡GRACIAS POR SUS MENSAJES! ¡GRACIAS POR SUS MENSAJES!
Irene Castro Samuel Coelho Comunicación Social Educación UCAB Universidad de Carabobo
Bárbara Rodríguez Enhorabuena por una Ingeniería civil revista deUSB vanguardia
Me sorprende que algunos hombres se sorprendan de artística que llega a que aquellos que aman la nuestrasMe manos o a inscribí en la Universidad Leo Revista OJO desde la web.nuestras pantallas. ¡Kudos *Nos pasaron un refinada y músicaenmás La cultura en Venezuela tiene Simón Bolívar por su papelitocompleja, este fragmento de Mematerial gusta seguirlos en las redesal equipo todo, como mucho a explotar. y son capaces siempre!reputación como una de lasEn torno al lenguaje, de Leer sociales entre líneas serácomparten el porque de llorar escuchándola, mejores del país. Es difícil, Rafael Cadenas: proceso idóneo para tomar y sin información de actualidad, sean a la vez capaces de crear. Nuestro entorno es la pero a la vez un reto para Ernesto Rodríguez olvidar artículos para Ingeniería Civil Para mí, al menos,Elesarte no es lo ferocidad. fuente infinita. Perderclaves el miedo todos los estudiantes que que alguien que sucede es elentender segundo lopaso. ¡El arte en es el UCV disfrutamos en ella. Es de evidentecontrario de la barbarie. La consciente de lo que son para acontecer protestar enoticioso. incomodar, Espero razón no es Soy seguidor del rock las pocas universidades que las palabras estará contradictoria en aprovechémoslo! siempre poder contar con la venezolano, lo escucho la violencia.para No se todavía ofrecen un ambientemejoresdecondiciones posibilidad de descargar desde hace tiempo y a resistir todas las formas de puede oponer lo arbitrario José Alfonso Valero cuidado y tranquilo para manipulación que laatentan gratuitamente Comunicación Social el pdf de cada pesar de todo lo disfruto, al Estado, paz a la estudiar,ni alopesar no lo padezco, apoyode todos contra su individualidad; es UMAedición, ¡no se les olvide! guerra, la sangre vertida al sin chistar. embargo los Sin recortes de presupuesto.improbable que no pueda pensamiento, últimamente siento sus que alianzas paradetectarfluir las del imposturas al Igualmente Solo heLoredana tenido laCárdenas oportunidad más propuestas porque ni caerá lo arbitrario, en ni de leerEducación un par de ediciones de hacen falta intercambios académicos uso; difícilmente que apuesten por sonidos la trampa del gregarismo. UNIMET la Revista OJO pero su diseño la muerte, ni la violencia, con el extranjero experimentales y mejoresson una El hombre no tiene me ha dejado encantado. Me lamasa sangre ventaja increíble. letras. Queremos escuchar lenguaje;ni usa el quenileel gusta la diagramación y los son ajenos a cosa a parte de grupos imponen.pensamiento Cuando comienza colores Me el rock ni otra Noque me utilizan. gusta mucho la unaeslógica permanece a tenerlo, decir,que cuando parecen un complemento ideal que se creen salvadores del música alternativa, pero gracias a o que escriben la país pone atención a lascuando rebase lógica aun para los interesantes artículos misma Revista OJO he descubierto que en canción inocua. Un palabras yrazón. va dejando de que presentan. de entrar que pegue mása un usarlas lamecánicamente, ya nuestro país existen historias ytipo de rock*Antes fuerte, más visceral, que concierto, un está en camino de zafarse talentos George Galo importantes que descubrir. La sociedades tenga menos miedo de no de la hipnosis a la queno están encapuchado que se Letras Me sorprendió saber de músicos poder salir en radio. estaba condenado. libres de la entropía UCAB presentó como Pascal con proyectos raros. También caótica que constituyó su Quignard nos dijo siempre las Ilustraciones, La Revista OJOreviso me llegó desde José Gregorio Bello origen: hará su destino. esto al oído: Comunicación Social su primer número por manos de con que me permiten encontrarme UCV quienelestrabajo hoy sudeeditor. Cabría artistas finos. Revista El estupor de la audición decirse queesdesde entonces no OJO una ventana para Me enteré de la existencia de produce la muerte. me ha abandonado jamás. La descubrir una Caracas distinta, que antesRevista de OJO vía Twitter. Han veo cuando salgo de Kalathos, pasado doce ediciones desde entrar cuando llegoa alalauniversidad universidadjamás y me hasta hubiese me llegaimaginado a la camaque de existía. la que la conocí y me sigue impresionando que pueda clínica cuando estoy en recibirla directamente en el postoperatorio. Qué bonita metáfora la que hoy cumple OJO trabajo y de manera gratuita. cuando estando en todos lados Otra cosa que me gusta de ella es la actualidad que maneja, nos hace entender, allende su contenido tajante de por medio, basta con que piense en un evento o banda para que sea que el arte va a estar siempre —y como sea— en todos lados. publicado en OJO. Además es digno de admirar que sea una ventana para los estudiantes.
Vía twitter Vía twitter @lelitaMiguezOct @Generaciones125 @RevistaOjo Un gran #FFMuy paracool ustedes, gracias con por el articulo El Valle de la Fiesta Hi Tech apoyo !! @RevistaOjo
06. Carta de amor 12. Pasando Lista 14. Cartelera 16. OJO Con / Virginia Riquelme 18. Todo Oídos / Cazando a Franz Ferdinand 20. Fuera del Aula 1 / Caracas desde el helicóptero 22. Fuera del Aula 2 / Motoratones 24. Fuera del Aula 3 / Pasarelas sin coordenadas 26. Fuera del Aula 4 / Corazón ida y vuelta
@giselakozak @pau_m Gracias a @RevistaOjo por haber reseñado el que tengo Qué ratas @RevistaOjo, con la depre exitoso evento #FuturodelaCultura por de no Elhaber ido a ver a Fito en y postean un video Venezuela, en de laél #UCV cantando "Eres" de Cafeta. Se pasan :(
28. Ilustraciones / Luis Itanare 32. Ensayo fotográfico / Esquizonancia 38. Pluma y Papel 1 / Pablo Duarte
@JGBandieramonte "VIDA DE ROADIE" Gracias a @RevistaOjo por @chocolatrey5 brindar esta@RevistaOjo entrevista hola. tengo fotos de ovnis, me las compras? @alfpach @RevistaOjo@unpollofrito Orgullo venezolano!! Los ídolos, como la moneda: devaluados. [cc @RevistaOjo] @carlaquesada @blueruin Hoy cierro una etapa inmensa en mi vida. Me voy todasque las @RevistaOjo de este año de la mejor Miren, universidad he tenido. Gracias issuu.com/revistaojo :) @MashupAgency @RevistaOjo @hoyquehay
40. Pluma y Papel 2 / Joaquín Ortega 42. Hay que leer / Elogio al papel 44. Diablo Por Viejo / Elisa Lerner 46. Big Bang / Creative Commons en Venezuela 48. Por los caminos verdes / Los Roques al aire libre 50. La letra seduce / La habitación desvergonzada 54. Adrenalina / Magallanes visto por un caraquista
@Gnefma Enamorada @Generaciones1 de esta revista, excelente el especial para ustedes, diseño, muy#FF buenos artículos. A leerla gracias por @RevistaOjo el apoyo @cclasvirtudes @RevistaOjo @cubokreativo@twittpeninsula @vipsisters @ciudaddelviento
56. Adrenalina / Caracas visto por una magallanera 60. Sociales 62. Chuleta / Filología - UCAB 64. Última Página
PASANDO LISTA
VIRGINIA RIQUELME Se define como inconforme por naturaleza y por convicción. Virginia Riquelme es licenciada en letras por la Universidad Central de Venezuela y Magíster en Edición por la Universitat Autònoma de Barcelona. Fue coordinadora de Papel literario, una editora en toda regla cuya carrera profesional gira en torno al libro y sobre su futuro le preguntamos. En “Ojo con” nos habla sobre la crisis del papel y ofrece un futuro esperanzador: más allá del soporte, siempre seguir leyendo.
LUIS ARROYO Estudió en el Instituto de Artes Plásticas Armando Reverón y en el Instituto Federico Brandt, y tras experimentar en varias áreas como el dibujo, la escultura y la intervención de objetos, Luis Arroyo ha expuesto su trabajo tanto en el país como en Inglaterra, Brasil, Colombia y Cuba. En el “Ensayo fotográfico” de esta edición, Arroyo muestra el registro de donde se originan muchas de sus obras: archivos de electroencefalogramas esquizoides en los que la armonía y el caos se unen, un soporte de poderosa lectura política sobre la racionalidad.
ELISA LERNER
MARIANNE DÍAZ
Valencia, 1932. Narradora, cronista y dramaturga. Es centinela de la palabra, desde un influjo femenino y poderoso, con aliento de vanguardia. Con reconocimientos como el Premio Anna Julia Rojas (1964) y el Premio Nacional de Literatura (1999). También se ha destacado en la escritura humorística en publicaciones como El Sádico Ilustrado. Elisa Lerner es la “Diablo por Viejo” de esta edición, en la que habla de su narrativa y sus vínculos con una generación que le dio forma a la cultura venezolana contemporánea.
Es escritora, editora, abogada. Activista por los derechos digitales, también la podríamos reconocer como perteneciente a una estirpe más antigua y aguerrida: la de los piratas, esta vez de los mares de Internet. Ha publicado, entre otros, los libros Cuentos en el espejo (ganador del Concurso para Autores Inéditos de Monteávila) e Historias de mujeres perversas (ganadora de la I Bienal Nacional de Literatura Gustavo Pereira). Escribe para “Big bang” sobre Creative Commons y derechos de autor en Venezuela .
JOAQUÍN ORTEGA
GUILLERMO RAMOS FLAMERICH
EDUARDO MEZA
Politólogo egresado de la Universidad Central de Venezuela, ha trabajado como locutor, libretista y productor en Bolívar Films, RCTV, Discovery Channel, La Mega Estación. Es una gente bella, que además de hacer shows se especializa en narrativas visuales, el cómic, el humor y dirige su propia firma, Ortega Brothers, sobre consultoría de estrategias comunicacionales, creativas y políticas. En “Pluma y Papel,” Joaquín Ortega explora los orígenes asiáticos del papel en un cuento de crímenes mitológicos y almendras.
Periodista de la Universidad Católica Andrés Bello, estudió el Diplomado en Historia Contemporánea de Venezuela de la Fundación Rómulo Betancourt. En época de Djs y fashion bloggers, Guillermo se especializa en personajes de la cultura en Venezuela, de políticos y escritores, así como en “comprender la realidad venezolana”, según sus palabras. Colaborador de nuestras páginas, entrevistó en esta edición a Elisa Lerner para “Diablo por viejo”.
Diseñador gráfico, fotógrafo y creativo, estudió en la Escuela de los Altos de Chavón en República Dominicana, donde obtuvo una beca para terminar su carrera en Parsons, Nueva York, ciudad donde actualmente reside. Desde su “Ensayo fotográfico” en la edición 11 de Revista OJO, Eduardo se ha transformado en el fotógrafo oficial de nuestros artículos sobre seducción y erotismo. En esta edición repite en “La letra seduce”, para el que preparó una sesión con el encanto del cuarto, un juego entre lo oculto, el cuerpo y el espejo.
LUIS ITANARE Mejor conocido como Kuizz, Luis Itanare es un ilustrador dedicado a la transgresión del contenido pop en el arte. Fundador del Estudio Design or Die, explora una estética de lo popular, a través del dibujo cabilla. Con participaciones en revistas independientes y exposiciones individuales, Itanare muestra en “Ilustraciones” una serie sobre las construcciones informales venezolanas, ranchos imposibles inspirados en las composiciones de Escher y en el caos urbano, una estética de la construcción criolla.
CARTELERA
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LEGOS EN LA GRAN PANTALLA
LOLLAPALOOZA LATINOAMERICANO
SALVAR A WES ANDERSON
LOU REED EN PAPEL
UNA ÉPICA VENEZOLANA
PARA SIEMPRE COUNTRY
The LEGO Movie tiene potencial para convertirse en una película de culto, disfrutable por niños y adultos fanáticos de la marca danesa. Emmet, un hombrecillo de LEGO, amarillo y corriente, es convocado para convertirse en el salvador del universo LEGO. Para esta tarea contará con la ayuda de los súper héroes de DC Comics, personasje de Star Wars, Las Tortugas Ninjas y de un Abraham Lincoln que se desplaza en jet supersónico, todos bajo la guía de un maestro con la voz de Morgan Freeman.
Hace tres años el Lollapalooza salió de Chicago con rumbo a sur américa. Tras establecer el festival en las capitales de Chile y Brasil, se anunció que Buenos Aires será la tercera ciudad latina con una franquicia del hijo mayor de Perry Farrell, fundador de Jane’s Addiction. La primera edición del “Lolla Ar” tendrá lugar los días 1 y 2 de abril. Como ya es costumbre, el cartel, encabezado por Red Hot Chilli Peppers, Nine Inch Nails, Arcade Fire y Soundgarden, será compartido por los tres vecinos del sur.
Black Francis (líder de Pixies) será uno de los músicos que participará en I Saved Latin! -alución a la frase más recordada de Rushmore- , un álbum tributo a la obra del director Wes Anderson. Este homenaje incluirá versiones de canciones que han aparecido en Bottle Rocket, The Royal Tenenbaums, Darjeeling Limited y Moonrise Kingdom. Está previsto que I Saved Latin! sea publicado en el segundo trimestre del año bajo el sello American Laundromant Records y que inunde tarde o temprano todas las fuentes de Internet.
Desde que formó parte de The Velvet Underground hasta su última colaboración con Metallica, la vida del fallecido Lou Reed llegará a las librerías de la pluma de Anthony DeCurtis, quien ha escrito para Rollling Stone desde hace más de treinta años y entrevistó a Reed en múltiples ocasiones. El libro será publicado bajo la editorial Little, Brown and Co pero aún se desconoce el título que llevará y cuándo estará disponible en las estanterías. Es una de las sorpresas del 2013, para los fanáticos de las mejores historias del rock.
En La escribana del viento Ana Teresa Torres narra el periplo de una familia judía que escapa de la Inquisición y huye a América donde, por circunstancias no deseadas, terminan en la Vela de Coro, Venezuela. La historia se centra en Ana, hija de emigrados, que haciendo caso de promesas de mejorar su vida abandona la Catedral de Coro para adentrarse en Paraguaná. Una visión de alguien que se siente ajeno en la Venezuela de 1649. La novela se bautizó en la Feria del Libro de Baruta del pasado noviembre y ya está disponible en las librerías.
Un experimento de canciones entrañables que, de dos fuentes inesperadas, logra un tono oscuro y romántico. Así resultó la colaboración de el vocalista de Green Day, Billie Joe Armstrong y Norah Jones. Juntos, grabaron en tan solo nueve días el disco Foreverly, inspirado en Songs our daddy taught us, un álbum de canciones tradicionales norteamericanas de los Everly Brothers. Estas reinterpretaciones combinan dos voces aparentemente irreconciliables en un resultado de inédita estirpe country.
OJO CON
Fotos Gabriel Osorio
En Venezuela: el papel, las divisas.
Seguir leyendo Por Virginia Riquelme
Empecemos por un acuerdo: mucho se habla sobre el futuro del libro y poco se sabe realmente. Y algo más, una certeza: seguiremos leyendo. A partir de allí, podemos apuntar ciertos aspectos que preocupan diariamente a quienes nos movemos y vivimos de la industria editorial, incluso a los lectores habituales o a quienes les interesa la tecnología; pues por primera vez el mundo del libro se ha visto obligado a atender ciertas pautas que le marca ese otro mercado, el de lo digital, ante la posibilidad cierta y económicamente tambaleante que el mundo de los dispositivos electrónicos les ofrece a las editoriales. Podemos ver cómo casi a diario la prensa y las redes sociales se llenan de artículos, entrevistas y disertaciones que se enfocan en apuntar una palabra más sobre el futuro del libro. Editores y escritores ocupan centimetraje ofreciendo opiniones sobre lo que puede llegar a suceder. Algunos predicen la muerte del libro impreso, otros (quizás más optimistas o sabios) abogan por la convivencia de ambos formatos, y los más ortodoxos decretan la desaparición de los formatos electrónicos calificándolos de moda pasajera; incluso hay quienes, románticamente, fetichizan el libro impreso y decretan su larga vida apoyándose en la experiencia única que les ofrecen las páginas de papel a los lectores. En todo caso, creo importante estar al tanto de estas opiniones pues cada una habla desde un lugar posible, desde una experiencia certera, y apunta lo que probablemente más temprano que tarde sea una realidad.
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Sin embargo, sin importar dónde nos ubiquemos en la cadena de producción de lo escrito, es decir, seamos editores, correctores o consumidores, tenemos una condición común: todos somos lectores, leamos el contenido que leamos. De este modo, entonces, lo vital es reconocernos como tales y saber qué hacemos para seguir leyendo, más allá de las coyunturas. Ahí están los libros, las bibliotecas personales y públicas, los archivos por descargar, lo que podemos encontrar en internet, la prensa, ferias del libro y festivales de lectura, iniciativas en las que hasta se donan libros, amigos que leen, libros, libros y más libros por todas partes. Ya la industria por sí misma tiene de qué ocuparse y, como decía, diariamente observa de cerca su movilidad y transformación. Ocupémonos entonces nosotros, los lectores, de hacernos de más palabras. Aunque las circunstancias nos obliguen a convencernos de que hay una realidad distinta.
Mientras el mundo entero se debate entre el libro de papel o el libro electrónico, mientras las editoriales toman decisiones sobre sus catálogos, inventan estrategias de mercado, deciden frente a un título específico si lanzarlo en un formato o en otro o en ambos, en nuestro país las preocupaciones nos acercan más a lo precario, a lo originario… a la escasez. A grandes rasgos, actualmente podemos dividir nuestros problemas editoriales en tres: No hay divisas para importar libros. Las editoriales locales hacen su mejor esfuerzo, publican títulos valiosos, muestran lo mejor de nuestros autores y los talentos de otros países. Pero para los lectores venezolanos esto no es suficiente, sabemos que allá afuera hay una cantidad impresionante de libros que queremos leer. Pero también sabemos que Venezuela padece un control de cambio que deja a las distribuidoras y a las mismas casas editoriales trasnacionales, a las librerías y, finalmente, a los lectores, fuera de juego. Entonces, se lee lo que se puede, lo que se consigue, lo que se logra traer. La decisión de los editores venezolanos por lo digital es más difícil. ¿Cuántas personas vemos en el metro leyendo en una tablet? ¿Cuántas personas pueden hacerse una biblioteca digital con el cupo electrónico? Estas y otras realidades las conocen de cerca los editores venezolanos, por lo que si ya se marcha con cautela hacia lo digital, los nuestros lo hacen más lentamente y con mayores temores.
No hay papel. Hace poco Twitter se llenó con el hashtag #PapelparaelPapelLiterario. Así nos enterábamos de que el suplemento literario más antiguo de Latinoamérica pasaba a formato digital ante la imposibilidad de imprimirlo en papel. Ese lugar donde miles de lectores se enteran de qué sucede en Venezuela en lo que respecta a la lectura, los libros y las artes dejaría de ser su propio nombre: dejaría de ser papel; a la vez que las editoriales venezolanas tienen retrasos en sus publicaciones porque tampoco tienen papel para imprimir. Aquel domingo, con aquel hashtag, tomamos conciencia de que nuestro retraso en las lecturas era mucho mayor del que imaginábamos. En resumen, estamos ante una crisis editorial real de factura nacional. Hecha en casa, para entendernos. Entonces, ¿qué hacer? ¿Debemos seguir siendo lectores de papel? Creo que la respuesta que nos favorece es que debemos seguir siendo lectores. ¡A leer, a leer, que el mundo se va a acabar! Hace poco veía en internet que un estudio ha determinado que los llamados nativos digitales tienen lo que ha dado por llamarse atención parcial continua. Leemos, leemos de todo, en distintos formatos; atendemos nuestra cuenta de correo, Facebook, Twitter, el teléfono, los mensajes que nos llegan por Whatsapp, tomamos un libro, dejamos en stand by un artículo que leemos mientras se carga un video en YouTube. Saltamos de un lado al otro, pero nos mantenemos leyendo una cantidad importante de palabras diariamente.
La historia, incluso, nos ha demostrado que bajo las peores circunstancias el hombre ha hecho de todo por seguir informado y culturizándose; los libros han sido fuente de resistencia desde que existen. Así que dejemos de temer, seguirán existiendo, solo hace falta mantenerse atentos para conocer cómo mutan. ¿No es, finalmente, la cultura un valor sinuoso, latente, cambiante? ¿Por qué debería el libro, uno de sus productos, comportarse de manera distinta? Preocupémonos, más bien, si nos enteramos en algún momento de que se ha perdido el interés por leer, pero mientras eso no suceda y leamos continuamente, podemos estar tranquilos, como los libros de un estante esperando que alguien abra sus páginas, como el archivo digital que también espera que alguien prenda el dispositivo. ¡Leamos! ¡Donde sea! ¡Leamos!
¿La verdad? Leemos. Leemos mientras en el mundo se siguen editando, publicando y vendiendo millones de ejemplares de libros en papel o en digital. Incluso a pesar de la crisis económica mundial siguen surgiendo iniciativas editoriales que ponen a disposición de los lectores cientos, miles de palabras. Fenómenos hay para todas las edades, desde Harry Potter hasta Cincuenta sombras de Grey; libros de texto, sesudos ensayos, novelas de altísimo nivel literario, ciencia, historia, todo allí, en distintos formatos y para todos los gustos y edades. Los libros existen, son, se leen y se venden. Estemos donde estemos, bajo cualquier circunstancia seguimos leyendo.
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todo oidos
Esa corta carrera tuvo una buena recompensa. Éramos las personas número once y doce para entrar al Moody Theater, lo sé porque a medida que la fila creció la chica Me negaba a despegarme del wifi del hotel, que estaba de primera propuso que nos todas mis esperanzas estaban puestas en las identificáramos para mantener el orden redes sociales de las bandas que debían cuando dieran puertas. Nosotros, como las presentarse ese día. No en vano Austin es cientos de personas que se habían conocida como “la capital mundial de la congregado en el teatro, no teníamos mayor música en vivo” y locales para tocar no faltan. información que la proporcionada por Alex Kapranos en un tuit.
Franz Ferdinand VIVIR EN PAÍSES FUERA DEL RADAR DE LOS FESTIVALES DE MÚSICA OBLIGA A LOS FANÁTICOS A VIAJAR PARA ENCONTRARSE CON SUS BANDAS FAVORITAS. QUE UNA TORMENTA CANCELE EL ÚLTIMO DÍA DEL AUSTIN CITY LIMITS NO ES UN OBSTÁCULO PARA EL ENCUENTRO CON EL ROCK ESCOCÉS Me bajé del taxi y no pude contener la risa. La dirección que me dio Carlos era la de un local destartalado que había sido objeto de mis burlas la noche anterior. En la marquesina aún se anunciaba al rapero Slim Thug y sus ventanas estaban forradas con afiches de múltiples derivados del Metal. El interior de Infest le hacía honor a su exterior. El lugar era espacioso. Seiscientas cincuenta personas podían acomodarse en él sin sentirse en un vagón del metro de Caracas a las cinco de la tarde, pero las dimensiones no podían esconder los huecos en el techo, el polvo en el piso y la falta de camerino para la banda. No fui la única que se rió señalando el techo que se podía caer en cualquier momento, el pelirrojo y desdentado roadie de Franz Ferdinand también lo hizo.
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Por Ashley Garrido
Esa mañana, Austin amaneció de la misma forma en que lo había hecho los dos días anteriores: con lluvia, un cielo nublado y un calor de puta madre. Mientras devorábamos waffles con la forma del estado petrolero, Carlos y yo ignorábamos la noticia que pondría nuestro día de cabeza. “Debido a las condiciones climáticas, el Austin City Limits ha sido cancelado”, leía y releía la descripción de la foto. No lo podía creer. Ese día, el último del festival, era la razón por la que viajé 3876 kilómetros y por la que tenía compañía durante el viaje. Si Franz Ferdinand no hubiera estado en el cartel, Carlos probablemente estaría comprando un cortado grande en algún café de Buenos Aires, no conmigo en Texas.
“¡Alex Kapranos tuiteó! Está pidiendo un local libre en Austin!”. Con ese grito Carlos me convenció de sacar mis converses de la calefacción—aún húmedos por el palo de agua que había caído mientras Kings of Leon cerraba el segundo día del ACL—y ponernos en marcha hacia el centro, teniendo como única guía el timeline de un rockstar escosés. Entretanto las ansias por más información nos consumían. Nos dirigimos a Waterloo Records con la esperanza de conseguir una concentración de dolientes por la cancelación del festival o al menos alguna firma de autógrafos. Nada. Era un domingo cualquiera en una de las disco tiendas más famosas de EEUU. Solo nos quedó, como quienes llenan sus vacíos afectivos con comida, llenar el nuestro por el Austin City Limits con discos y vinilos. Carlos no decía nada, quedó hipnotizado por su teléfono un momento y luego me preguntó: —¿La segunda queda antes o después del Colorado? —Antes, ¿por qué? —Van a tocar ahí. Lo acaba de tuitear. Estábamos en la sexta, caminamos a paso normal pero en la última cuadra decidimos correr. La posibilidad de que Carlos pudiera ver a Franz Ferdinand en la primera fila de un teatro después de verlos en shows al aire libre en tres países distintos podía ser interrumpida por un grupo de personas que vestía camisas de la banda y nos llevaba varios metros de ventaja.
Alguien comentó que equipos de backline comenzaban a desfilar por la puerta de carga. La expectativa aumentaba pero fue quebranta por un odioso anunció hecho por una mujer miembro del staff del teatro. “Sé que hay un tuit circulando pero no es cierto, esa banda no va a tocar aquí esta noche. Quizás sí se presente una banda pero no la que están esperando”, sentenció la señora. Comenzaba a llover nuevamente y teníamos que tomar una decisión: resignarnos e irnos al hotel o seguir pateando las calles de Austin confiando en que Kapranos y compañía no nos dejarían mal. Carlos necesitaba cargar su celular y yo tenía que dejar varias cosas en el hotel. Él se quedó cerca de la acción en el Hide Out Café y yo me dirigí a La Quinta Inn, que para gracia de mi bolsillo estaba a solo tres dólares de distancia en taxi. No pasé más de diez minutos en la habitación y decidí caminar de vuelta al Hide Out. Cuando llegaba a la Avenida del Congreso recibí un sms de Carlos —ese día lo último que me importaba era el roaming internacional— con esta frase: “5th and La Vaca. Vente ya!”. Estaba en la 11, necesitaba un taxi. Vi que uno se acercaba en la dirección contraria, corrí en medio de la calle con autobuses y carros aproximándose. Si hubo un momento donde pude necesitar el seguro de viaje que con tanta insistencia mi papá me hizo comprar fue en ese. La puerta no se había terminado de cerrar cuando le grité la dirección al moreno señor que manejaba descalzo y escuchaba jazz en la capital de Texas. En pocos minutos llegamos al Infest y conseguir a Carlos en la fila no fue una tarea difícil.
Diez dólares en la puerta y estábamos dentro después de tres horas de espera, en las que conocimos a brasileros estudiantes de la Universidad de Texas, a un californiano aburrido del festival de Coachella y respondimos incontables veces a la pregunta “¿Quién va a tocar aquí?” que hacían quienes pasaban en sus carros. La iluminación era escasa, un par de reflectores amarillos apuntaron a la tarima durante el set de veintidós canciones que comenzó con Take Me Out, en el cual los cuatro de Glasgow saltaron, bromearon y sonrieron junto al público. —¿Los esperamos afuera?. No hubo necesidad de respuesta. Sentados en el borde de la acera veíamos cómo unas cougars trataban de seducir al chofer del autobús al mismo tiempo que Alex Kapranos era el primero en salir. Por unos minutos él fue el dios griego del rock, nadie se atrevió a interrumpir su discurso de agradecimiento. Cuando terminó, un abrumador aplauso dio inicio a la ronda de autógrafos. Lo tenía frente a mi y fui la primera en acercarme a él. Le di mi libreta, la firmó y posamos para la anhelaba foto. Un grupo de mexicanas se le coleó a Carlos pero minutos después tendría su momento personal con su ídolo. Bob Hardy fue el segundo en salir, le siguió Paul Thompson y por último Nick McCarthy, repetimos la operación con cada uno pero con Nick fue diferente, él tenía que saber que mi amigo los estaba viendo por cuarta vez, todas en distintos países. Cientos de veces he visto en mi timeline anuncios de shows sorpresa de mis bandas favoritas en distintas ciudades del mundo. Con envidia veía fotos y tuits de los afortunados que habían conseguido entrar a esos shows, que, en el mundo del rock, son el equivalente de entrar a la fábrica de chocolates de Willy Wonka. Por una jugada del destino pude estar en los zapatos que añoraba, en aquellos que corrían por las calles de ciudades ajenas a la mía buscando una entrada a ese gig que tenía quince minutos de haber sido anunciado. Volvimos con Kapranos para despedirnos, esta vez le agradecí por darme un día que vale la pena recordar en papel.
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FUERA DEL AULA
CCS La única manera de amar a Caracas en la hora pico es sobrevolándola. La ciudad se ve entera llena de imprudencias, de esperanza certera que se guiña con la placa del carro de adelante. Se ven motos maniobrando en la línea delgada que cruza la destreza con la locura. Caracas desde El Ávila se ve sonriente y saluda al helicóptero enviándole brisa para el vuelo de la tarde y nubes que se dejan ver al caer el sol. La capital del caos, desde el aire, se ve posible y con soluciones. Se ve facilita de arreglar.
Caracas no es verde, es ladrillo. Son cuadros pequeñitos desde el aire. Tienen divisiones, pero no las que se observan desde el suelo con pisos improvisados unos encima de los otros, sino más bien una división invisible en la que apenas se adivina el verde que alguna vez fue protagonista y que ahora solo está de soporte. Los funiculares del Waraira Repano se ven chiquiticos, las guayas que los sostienen no se divisan a seis mil pies de altura. La mezquita se ve imponente y delgada, como advirtiendo respeto a la diversidad, también arquitectónica. De pronto, también hay que toparse con detalles más pequeños con más atención. Por ejemplo, esa pirámide de espejos que está en medio de la calle, que incide con su reflejo de luz en el helicóptero y hace que el copiloto se detenga a reconocer la zona. De pronto, veo una estación del Metro y me ubico. Es La Hoyada, con sus montones de camioneticas mal paradas en medio del camino, recogiendo pasajeros sin prometerles hora exacta de llegada a sus destinos. Nuestro Louvre mínimo.
Por Marcy Alejandra Rangel - @MarcyAlejandra
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Los íconos se olvidan desde el aire. El que vuela por primera vez en helicóptero a la hora pico caraqueña no se preocupa por ver los carros detenidos en el fuero de la quincena previa a los aguinaldos. Más bien se detiene –en la lucha por no marearse durante el viaje– en reconocer los valores más importantes de su ciudad, los que lo identifican con lo que ha vivido en ella. Allá está la Plaza Alfredo Sadel de Las Mercedes con sus lucecitas en los toldos que anuncian la inauguración de una feria del libro y más adelantico se ve el Centro Ítalo Venezolano, al borde de una montaña y al lado del barrio Santa Cruz, atendiendo a los jugadores de tenis que no quieren saber de tráfico en ese momento.
Renato Yánez dice desde el micrófono, simultáneamente, cuál es la calle, el carro infractor, el choque que ocurrió. Mira hacia abajo mientras hace las cuñas de los 27 clientes que casi sabe de memoria. Ese programa del tráfico en Caracas lo escuchan los oficialistas y opositores, los creyentes y agnósticos, los que tienen carro y los que van en bicicleta. Los stand up comedy y la resignación caraqueña saben que no es una solución escucharlo, que cuando mencionan las vías alternas ya la mayoría está en una cola interminable. Pero este servicio público, el único aprobado para despegar y aterrizar tres veces al día en la Base Aérea Generalísimo Francisco de Miranda en La Carlota, tiene la virtud de llegarle a la gente. “Saludamos desde aquí al carro blanco que nos enciende y nos apaga las luces”, y uno mira desde arriba cómo el carro blanco repite otra vez la acción como respondiendo el saludo. Lo hace desde la autopista Francisco Fajardo, de la que le faltan por lo menos 60 minutos más para salir por el distribuidor Altamira en aquello que parece un estacionamiento.
Pero volar Caracas también significa agotarla rápido. Vivirla en las horas de más tránsito requiere probar las “vías alternas” del cielo: volar la Valle Coche en sentido oeste y luego decidir ir al Centro o hacia El Paraíso y ver si hay juego en el estadio Brígido Iriarte. Todo en minutos de un destino al otro en curvas que se detienen, de pronto, en la torre Oeste de Parque Central. “Buena marcha en la avenida Bolívar hasta llegar al Museo de Los Niños” se escucha en el monitor, mientras veo la magnitud de la torre de 56 pisos aún mal reparada después del incendio de 2004. Al lado está el Teatro Teresa Carreño que, aunque uno lo ve hermoso desde la planicie, arriba cuesta entender su geometría.
Pero Caracas, la grande, también es El Junquito, La Guaira, San Antonio de Los Altos y los Valles del Tuy. Y desde el rotor principal (la hélice, en términos especializados), se ve la gente que le da la vuelta a la Plaza Venezuela para buscar camino hacia esos lugares y que usa los nuevos elevados que han creado, peligrosísimos, “para aligerar el tráfico”. La fuente se ve hermosa, se ve ciudad, se ve amable. No se ve caos de terminal del metro. Tampoco se entiende desde el aire qué es lo que pasa cuando hay una cola de punta a punta en los túneles. “Debe ser que pasó algo allá adentro, vamos a acercarnos”, dicen en la radio. La radio que tiene un programa en vivo que habla del tránsito y que es la única conexión tecnológica con la realidad desde los audífonos del Bell Ranger Rojo. El cielo es tan perfecto, que no hay señal en el celular.
Desde el aire hay cierta impotencia. El Petare de Caracas llega hasta Mariches con los techos descuidados y el hacinamiento desbordado. Pero se despeja en Prados del Este con techos rojos y town houses que tienen piscina y áreas comunes. Después vienen los campos de golf del Country, los estadios de la Universidad Central de Venezuela y su biblioteca con rasguños de maltrato y falta de mantenimiento. En Chacao, el karma es otro: las hileras de carros que no avanzan y el verde de La Carlota desde donde, apenas, parten unos cuantos helicópteros al día. ¿Qué pasaría si se convirtiera en parque? La grama enrejada mira a la ciudad también impotente por no sentirse aprovechada.
transeúntes que llegan del mercado o van camino a su clase de yoga después del trabajo. El distribuidor La Araña y la Cota Mil son unas trampas: desde el helicóptero provoca gritarles a todos los carros que están llegando hasta ahí que no, que no se metan por ahí, que hay otra vía, pero que todo el embudo se debe a la gandola volteada, al accidente que está recogiendo una grúa en el rayado, o a la imprudencia de una camioneta que rodó por el hombrillo y ahora debe incorporarse. Volar en helicóptero por hora y media sobre Caracas, a las 5:30 pm de un jueves, da la certeza de ver el atardecer más auténtico y también te hace mejor ser humano. Al menos, mejor ciudadano.
La capital venezolana dejó de tener publicidades en los edificios hace algunos años. Quitaron la taza de café y la bolita de refresco que hubieran ayudado a la ubicación en el mapa. La cartografía caraqueña también carece de anuncios publicitarios llamativos y electrónicos, de aceras amplias que además de ver a motos infractoras dejen ver a los
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FUERA DEL AULA
“Hoy me fue bien. Hoy por ejemplo fui pa Caricuao, pa Guarenas y pa La Guaira. Llevé a un señor pal aeropuerto. 300 mil. Yo bajo lento pero llego rápido, porque hay cola pero uno le pasa por el medio, ¿ves? A 80 kilómetros llego seguro, lento pero seguro. Nunca me ha pasado nada, gracias a Dios”. El señor Luis miró al cielo como diciéndole a Dios que no le viniera a echar una vaina a estas alturas del partido. “Nosotros somos una cooperativa de diez, trabajamos pa pura gente de oficina de por acá, también llevamos encomiendas, hacemos depósitos, de todo pues. Trabajamos de ocho a seis todos los días, y semanal le damos 400 a la cooperativa porque el día que le pase algo a mi moto, a mí o a mi familia la cooperativa responde”. A sus 45 años, quizá por su prudencia pero también por suerte, a él nunca le había pasado nada. Solo me subí a un mototaxi una vez. Era el día de mi inscripción en la UCV. Chequeando todos los documentos vi que mi foto carnet no aparecía y pensando en cómo resolver, nerviosa, recordé que una amiga del colegio que vivía en Santa Mónica tenía una. En autobús era complicado llegar porque ninguna ruta pasaba cerca y no me quedaba mucho tiempo antes de que cerraran la taquilla, entonces dije como decimos ahora: moto taxi or die. Sabía que por la entrada de Las Tres Gracias siempre había un grupo de mototaxistas. Recordé a mi papá, quien anda en moto desde el 68 pero ese día estaba ocupado: “Tú sabes que yo no te prohíbo nada, pero nunca, y es en serio, Mariana Valentina, nunca te montes en un mototaxi. Tú me llamas y yo te busco. ¡Nunca!”. Mi papá creía firmemente que la mejor manera de enseñarle a un hijo era dejando que se equivocara solo. Fuma lo que te provoque, bebe, vomita, sal con quien quieras, pero nunca te subas en un mototaxi. Le eché el cuento al chamo: “Mi papá no me deja”. “Niñita mimada”, habrá pensado. Riéndose, seguramente burlándose de mí, quedamos en que manejaría tranquilo. No tenía segundo casco, me pidió que me montara así, que relajada porque era cerca. Interpretó mi mirada, pidió uno prestado y salimos. Por Mariana Maduro
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Tranquilo nada. No diré que fue lo más extremo que he hecho en mi vida, pero todas las vueltas en U que no se pueden dar en cinco kilómetros, él las dio. Hizo y deshizo bailando a su son por todas las aceras a las que no se sube ni una bicicleta. Todas las calles que iban en una dirección, él las cruzó en el sentido contrario. Se las conocía bien y circulaba sabrosamente en su laberinto. Comprendí en pocos minutos que el zigzag era su figura favorita y que a la velocidad a la que íbamos no me tocaba sino abrazarlo. Y entonces, abrazados, buscamos la foto, regresamos a la UCV y logré inscribirme. Le eché ese cuento al señor Luis mientras lo entrevistaba, se rió de mí y conmigo. “Niña, no todos somos como el loquito con el que te montaste. Sí, hay muchos así, no te voy a decir que no, lo que pasa es que la gente por la prisa y por ganar más plata hace tonterías”. De eso yo estaba bastante segura, la gente en esta ciudad, en este país, por conseguir más dinero cometía más de una insensatez. Efectivamente, la mayoría de los mototaxistas que él conocía eran jóvenes: “Quieren ser independientes y el negocio de la moto rinde, lo que pasa es que hay gente safrisca a la que no le gusta montarse, o piensa como tú piensas, pues, que todos somos unos locos”. “Esa moto me costó a mí 7 mil hace un año y medio. Ahorita cuesta 29”, me contó señalándola. ¿Y los repuestos? Lo único que le faltaba eran las empacaduras, “sí las hay, pues, pero yo no compro robado, entonces prefiero esperar”. Tenía tres años manejando, antes trabajaba en refrigeración, arreglaba neveras, cocinas y lavadoras a domicilio. “Soy bien bueno pa eso, pero la gente siempre pedía fiado, y que no tenían rial, y yo qué va. Entonces me metí en la cooperativa. Mensualmente gano ocho, nueve millones, con lo de la refrigeración ganaba tres y medio”. Le pregunté si quería dedicarse a esto toda la vida, me dijo que le gustaba, pero que lo que de verdad quería era abrir una charcutería, que ya lo tenía hablado. “Yo compro unos 300, 400 kilos de chuleta y de quesos y cosas así y los vendo desde mi casa. Ya tengo mi clientela fija en Petare, yo vivo arriba en el cerro, en la Guaicaipuro, y ahí todos me conocen”.
confunde a uno por andar en moto, te paras en el semáforo y suben el vidrio, siempre hay desconfianza”.
¿Y usted hace carreras pa donde sea?, le pregunté. “Yo a donde me digan. Caracas tiene mala fama, pero es más el miedo que le tiene la gente, y bueno, que la gente que no sabe cree que los barrios son todos peligrosos, pero yo vivo en un barrio y no soy un ladrón, pues. Y nadie en mi familia es ladrón. A veces con los clientes me pasan cosas raras, gente que parece seria y cuando se baja de la moto, ¿cómo te digo? Es rara, pues, hombres que se besan con hombres, cosas así. Pero yo llevo a la gente bien a donde me lo pida. A nadie que se ha montado conmigo le ha pasado nunca nada”. ¿Y es arriesgado ser mototaxista? Porque uno escucha muchas cosas, que hay ladrones disfrazados con su chaleco, que el que robó en la autopista era uno de ustedes y que hasta tenía un cliente de parrillero, que les roban las motos con frecuencia, pero pocas veces el cuento viene de la boca del que lo vive y se generan infinitas cadenas de la historia de la historia de la historia que alguna vez alguien contó. “Pues solo hay dos cosas peligrosas: que te caigas o que te lleve un carro por el medio. A nosotros nunca nos ha pasado nada, como te dije, vamos lento pero seguro, no como los chamitos nuevos que no saben manejar y se ponen como locos y se mueren. Yo por 300 bolos no voy a correr ni a matarme. Yo tengo familia”.
Antes de despedirnos el señor me sonrió: “La gente acá en Caracas anda agresiva, ¿ves? Desde hace unos años pacá todo el mundo pelea, anda bravo. Yo sé que la cosa está trancada pero a mí no me gusta pelear, yo no les hago caso, si me pongo a pelear me da dolor de cabeza, me siento mal después, prefiero ignorarlos. Sigo derecho, me hago el loco. Nunca he tenido problemas con la gente porque no les hago caso. Nunca. A uno le afecta el tráfico, pero uno se divierte llevando a la gente. La gente tiene que entender que nosotros somos es motoratones, no malandros ni ladrones”. Justo cuando me iba me miró a los ojos: “Mira niña, acuérdate de algo vivas donde vivas, lo de las ciudades es como dicen con lo del signo, la vaina inclina pero no obliga. Uno no se va a volver loco por vivir en una ciudad de locos, ¿ves? Que la ciudad no te coma y listo, haz como yo: ignora a los loquitos, a los apurados y a los violentos”. Y yo en mi cabeza le respondí que esperara sus repuestos con paciencia y que muchas gracias por no comprar robado.
¿Y los robos?, ¿no los roban? “No vale, igual si a uno lo roban uno sabe cómo recuperar esa moto. Rápido. Todos los motorizados nos conocemos. Y cuando alguno hace la payasada de robar y nos deja mal, uno también lo sabe. Allá por donde vivo todos sabemos quién anda en moto. Si roban una por acá, con tres o cuatro millones de recompensa la recuperas”. ¿Y lo han confundido con un ladrón? “Bueno, la gente a veces lo
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FUERA DEL AULA
Al final de la Avenida Baralt emerge el elevado, pieza metálica que cubre aproximadamente cinco canales de la avenida. Comunica dos extremos de la vía, sella dos estructuras históricas del país, el Tribunal Supremo de Justicia y las fronteras de la parroquia San Pedro. Desde lejos se puede observar cómo crece a la vista. Sea que subas en carro o caminando, la pasarela de peatones adquiere esa fuerza visual de aparecer de la nada.
PASARELAS
Caminar por las escaleras parece un acto de riesgo más que de necesidad. La mayoría de los peatones se suman al transitar de los vehículos: prefieren confundirse entre las cuatro ruedas, en dos patas, cruzar con gran premura, con decisión adormecida, y llegar al extremo contrario. Signado por las consecuencias previstas que acontecen en la mayoría de estas alturas, los peatones prefieren caminar, correr y arriesgarse a ser atropellados, llevados por un automóvil, moto, o cualquier instrumento que tenga motor y capacidad de bombear al más desprovisto. Muchos se arriesgan, pocos ven a los lados, la seguridad de la invencibilidad, de ser supermanes de la vía, son suficientes para dar el paso. Las escaleras tiesas —metálicas o de concreto— emergen de la tierra, ahora interrumpida por la vialidad, por el transitar de los vehículos que han cubierto toda su superficie. Es el carro el que, además, impide el libre transitar de las personas, llamadas peatones, seres que ahora se elevan a las mismas alturas de las escaleras.
COORDENADAS Por Pablo Luis Duarte Borges -@pabludu
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La altura otorga una vista que desde abajo es interrumpida, un Ávila estático que respira el humo de los autobuses, y las colas que comienzan en la punta de la Cota Mil en horas pico y en días de semana. Nadie sabe qué decir cuando preguntas: "¿Alguna personas se ha muerto allá abajo?, ¿has visto algún choque?". Todos creen haber presenciado alguno, pero no tienen un recuerdo claro de eso. Viven con la seguridad borrosa de que en algún momento pasó algo, un deja vu necesario para justificar su paso rápido por debajo de las escaleras. Así pasa con los que deciden acabar con sus vidas lanzándose al metro, seres fantasmas, invisibles, que son recordados con rostros llenos del odio y la furia del caos.
Caminar completo un elevado puede ser una aventura. Te arriesgas a conseguirte a cualquier persona que proyecte en ti sus fines más inhóspitos, y te convierta en un espectáculo que desde abajo todos verán fugazmente. Quizás solo un encuentro o un robo, los espectadores crearán sus intrigas. Los elevados nacen para unir, congregar la raza de aquellos que deciden caminar, que solo pueden caminar, que se elevan a para transitar de un lado a otro sin importar el tráfico.
ESTE A CENTRO En todas las coordenadas aparecen: regados por los cuatro puntos cardinales viven estas piezas metálicas en uso o en desuso. Inauguradas por gobiernos como grandes obras urbanas, se transforman en hitos, en sus logros eternos; o son olvidadas a un lado como en el caso de la pasarela que se encuentra adyacente al Parque del Este. La de Chuao es una de tantas. Igualmente emerge, discreta, con estructuras de concreto que refuerzan todo el elevado. De nuevo, pocos optan por cruzar, arriesgándose a atravesar rápidamente una vía que es transitada ferozmente por los carros que consiguen un escape luego de las colas de la autopista. Las cornetas no son suficientes, el personal de tránsito tampoco. En la encrucijada entre automóviles, motorizados y peatones, priva el instinto de supervivencia. Por algún particular sino, las autoridades permanecen a merced de los carros, antes que orientar a las personas hacia el paso aéreo. Desde abajo, los pocos oficiales de tránsito ven cómo la mayoría corre. Apenas toman unos segundos ocasionales para advertir a alguno que otro del riesgo que toman al no subirla. Tratan de inspirar cierta confianza que será olvidada con toda la seguridad al llegar a la siguiente acera. Ellos lo saben.
No se puede negar que al subir se experimenta una sensación de turismo de aventura. Mientras avanza el recorrido esa corazonada se transforma en el orgullo personal de haber conquistado un trauma infantil, un problema que significaba un atraso en la vida: el miedo a lo desconocido, a las alturas. Luego, solo queda el encuentro con el siguiente elevado, para, después de la iniciación, estar consiente de si subirlo o no, y si quieres revivir esas emociones. Usada por miles diariamente, esta pasarela transporta a quienes van hacia dos de los núcleos comerciales simbólicos de la ciudad, el CCCT y el Cubo Negro, o aquellos que con franelas blancas que se dirigen hasta la sede de la UNEFA, antes PDVSA Chuao. Una pasarela similar en estructura se eleva encima de la avenida México, también bañada de concreto, huella de una Caracas que en los ochenta no escatimaba en su uso, ejemplo de una ciudad que fue capaz de construir las torres de Parque Central, el Teresa Carreño, y las obras que los rodeaban. Señales del desarrollo, recintos de la cultura, que se difuminan en la dificultad de las esporas del concreto. El elevado surca toda la avenida para comunicar el Teresa Carreño con Bellas Artes. Desde las altura es una obra que se extiende, comunica y cruza un perfecto eje turístico fallido: cultura, hoteles, arte. Subirlo es una odisea que se experimenta desde su introductor olor a orine, señal de vidas que pasan horas nocturnas, que luchan por reclamar como propios espacios abandonados. Ellos se retiran con la claridad del día y dejan esas esquinas para que los transiten los peatones más arriesgados.
Los semáforos no son suficientes. Los automóviles cercanos a ellos olvidan que están ignorando el verde y rojo. Solo piensan en la prohibición y aceleran ante la proximidad de un caminante que interrumpa su paso. La rapidez del automóvil es capaz de empujarte por lo menos unos centímetros, tantear la voracidad de lo que pudo haber pasado y voltear sudado hacia la opción aérea. Te hace preguntarte qué pasará si subes, qué conseguirás si te elevas del aire unos metros. Ya cuando la luz va comenzando a difuminarse en el concreto, las pasarelas adquieren un tono más críptico. Los detalles en su estructura, sea metálica o de cemento, se pronuncian más, se tiñen de un misterio aún mayor, invitan a sus próximos visitantes a pisarlas en la mañana, cuando la nueva decisión se perfile en el horizonte.
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fuera de l aula
Lo mío era una extravagancia, un capricho maniático. Desde que llegué a Caracas lo primero que me atrajo fue la idea de usar el metro, y la primera vez que sentí la ola de viento golpearme la cara, segundos antes de ver un monstruo a noventa por hora llegar imponiéndose y cargado de vidas, me di cuenta de lo violenta que es esta ciudad. Es que nada define mejor a Caracas que el metro: es rápido, vehemente, lleno de vidas, algunas que acaban de nacer y otras consumidas por enfermedades, hay arrogancia de pie y cansancio en los asientos azules, murmullos curiosos, discapacidades atravesando bultos de carne y teléfonos costosos escupiendo ritmos baratos.
CORAZÓN IDA Y VUELTA Por Joey Rego
La primera vez que lo hice fue cuando esperaba a Dayana en la estación Capitolio. Compré dos ida y vuelta y escribí en el de ella: “Para que te vengas como lo haces encima de mí”. Siempre pensé que Dayana nunca vio lo que estaba escrito. Después de tomar el primer viaje, nos regresamos en taxi y ella guardó el ticket en algún rincón de su cartera. Dicen que puedes saber todo lo que quieras de una mujer por el interior de su cartera, y Dayana era como un coctel anti resaca, hipocondría con piernas de modelo. La cantidad de medicinas que tenía en la cartera enterraron el ticket.
Pero al tiempo Dayana no soportó el desastre que guarda mi alma. La última vez que nos vimos me regresó todos los regalos que alguna vez le había dado, un par de camisas que había dejado en su casa y aquel ticket del metro, después de decirme que no quería volver a saber de mí en toda su vida. Todo esto sucedió justamente cuando el Metro anunciaba su cambio de tarifas. Dayana, como el metro, había aumentado su precio y ese ticket, al igual que yo, había expirado. Luego, fue mostrándole por primera vez el subterráneo a una modelo española que había conocido en alguna fiesta de una marca de cigarros que odio. Floretine se emocionó cuando lo vio y me dijo que nuestro metro era un lujo. Lo dijo estando en un vagón lleno, sin aire acondicionado, con merengue a todo volumen, que además tenía un grupo de personas que, en círculo, rodeaban un espacio manchado de vómito tratando de no pisarlo, así que no quise preguntar cómo eran los que ella había tomado en Europa. En el ticket ida y vuelta que le di, escribí: “Cuando te conocí, me presionaste el botón rojo de emergencias —mi corazón—, y todo se detuvo”. Pero a las semanas, Floretine había conocido a un modelo que le presentó su agente y, cuando me dejó, me regresó el ticket y me dijo que yo también le había presionado su botón de emergencias, solo que el de ella quedaba en su entrepierna y no la hacía detenerse sino llegar más rápido. Supongo que para ella solo fui una comida que, como buena modelo de pasarela, eventualmente vomita, y por segundos me convertí en ese espacio manchado del vagón de aquel momento. Ese día fui por una cerveza con un amigo y me dijo que mis relaciones eran como la frecuencia de los trenes del metro: de 1 a 10 minutos según el día y la estación. Me traté de defender acotando un par de relaciones largas que había tenido, pero me dijo que aún en esos casos existía parecido porque cuando la frecuencia era más larga, el tren llegaba más lleno y el desastre era peor.
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Tenía un año de relación con Cristina cuando, entre otros regalos, le di un ticket multiabono por ser una ocasión especial. Es que Cristina era una mujer especial. Cuando nos conocimos, pasamos los 6,7 kilómetros que hay entre Propatria y La Hoyada viéndonos fijamente a los ojos, agarrados de la mano, como si el mundo a nuestro alrededor se hubiera detenido. Aunque, en verdad, en el fondo escuchábamos personas quejándose y sentíamos en nuestros costados los codazos de los que intentaban pasar. Era algo parecido a la última escena de Fight Club pero encerrados en un vagón de esos nuevos que vinieron con el consorcio español CAF —que igual huelen a viejo—, y no sonaban Los Pixies en el fondo, sino algo que parecía champeta con reggaetón. En el multiabono que le di, le escribí: “Miles de viajes nos esperan”, pero luego fue lo primero que aplastó contra mi cara cuando la engañé con una vecina. A esa vecina le había dado uno de esos tickets estudiantiles azules, que encontré en el suelo, y le había escrito la dedicatoria: “Me haces sentir como un niño de nuevo”, pero creo que olvidé escribirle que tenía pareja, y lo rompió antes de tirarlo al piso y gritarme que esperaba que me cayera en el andén de Plaza Venezuela. La última vez que lo hice fue con Anna y creo ella fue la que mejor entendió mi tendencia con los tickets. Cuando le dije que nunca la había amado, me regresó ese multiabono integrado que le había regalado, donde había escrito: “Este amor no tiene límite de estaciones, así que viajemos, y no solo por debajo de la tierra”, y le agregó: “Mejor vete tú a la mierda”. En esos pequeños boletos se cristalizaban los viajes que me tocaban en esta vida, pero siempre, de una forma u otra, regresaban a mí. Supongo que así es el amor: ida y vuelta.
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ilustraciones / luis itanare
ensayo fotogrรกfico / Esquizonancia / luis arroyo
ilustraciones / luis arroyo
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Cinco letras incendiadas Por Pablo Luís Duarte Borges
Todos reunidos decidieron sobrevivir a la tragedia. Cada uno se aferró al objeto que tenía más cerca. Esta vez fue una gran superficie de papel cebolla, envuelta en una cinta roja. Parecía una tubería Cuando no vio más nada en su camino, y más de las que se rompían a su solo quedaba seguir navegando, se aferró alrededor, pero esta sobrevivía, curiosaal papel. Quiso apreciar la superficie, se mente, flotando en el agua. movía mientras esquivaba a los que dormían, a los que remaban, en lo que No se sabe quién ordenó que la comentropezó con una protuberancia. Era un zaran a desatar. Las gotas caían como en pequeño montículo dorado, que hacía una esa película donde Tom Hanks interpreta a circunferencia del tamaño de su cabeza, un retardado con suerte. Su sonido aturdía una especie de círculo. En ese momento el espacio. El grito se confundió con el se dio cuenta por primera vez de las ruido, pero todos compartieron esa escena letras alojadas en el papel. Seguían un en sus mentes, y acompañaron el recuerdo orden vertical u horizontal, viajaban por del retardado con una media sonrisa. toda su extensión, cubrían todos los espacios, como un manifiesto aburrido de No fue complicado romper el nudo. Unas letras grandes, pequeñas, góticas, que cuantas mordidas con sus pronunciados aclamaban a viva voz su idolatría. dientes frontales y se desplegó una gran balsa, se abrió por completo en forma No podía distinguir ninguna. No se lo de “u”. permitía su naturaleza, no era suya la tarea de encarar la humana soledad del Decidieron montarse sobre el papel aprendizaje. No sabía qué significaba lo traslúcido, que solo dejaba entrever el que estaba allí escrito, pero no quería reflejo de las luces de los carros y pasar por tonto y no preguntó, porque así autopistas, que pasaban en ráfagas y capaz sacaba a relucir su ignorancia. dejaban tras de sí los últimos segundos antes de que baterías y cables murieran. A pesar de sus esfuerzos, ahora cada Se instalaba la oscuridad en la soledad letra se desvanecía en su propia tinta. de la tragedia. Hasta el círculo dorado, quizás lo más preciado del papel, flotaba derretido en Los más fuertes tomaron un lado del su propio líquido. papel y con la ayuda de pequeños trozos de madera decidieron fortalecer la balsa. El papel se comenzó a sentir caliente, lo alcanzaba el fulgor de un sol contrariado. Durante horas navegaron por escombros. Buscaban pelear contra la gravedad, contra el agua y una que otra figura humana que sobresalía en la superficie inundada. Ellos, en cambio, podían flotar gracias a su anatomía. El más pequeño del grupo, el que tenía poca fuerza, se convirtió en la pieza fundamental de la travesía, pues debía indicar hacia qué lado cruzar para esquivar los incidentales trozos de miseria.
Todos se percataron de esto, pero lo ignoraron. Sus instintos rastreros los hacían escapar, solo huir. El más pequeño recostó su cabeza sobre el papel. Se quemó ligeramente y escuchó un nuevo sonido, un redoble desde muy profundo, que reverberaba hasta por dentro de su diminuto cuerpo. Quería avisarles a los demás, levantó la cabeza para alertarles lo que venía. Solo observó sus pálidos rostros, las narices frías y alargadas, frenéticas, por el cansancio de tanto remar. Creyó que los veía aceptar la nueva tragedia, le pareció ver lágrimas ocultas por la lluvia. Antes de resignarse, y proferir el esperado grito, la ola se levantó y lo lanzó cientos de metros por encima del nivel al que tanto se habían familiarizado. Se aferró fuertemente al trozo donde todavía existía un conjunto de cinco letras inmortales, y vio cómo todos los demás terminaban en el aire, calcinados por el fuego que brotaba del agua.
Siguió aferrado a la madera, el único trozo sobreviviente. Cayó, mucho tiempo después, en una última y gran explosión en el agua. Se hundió en un estado comatoso por ahogarse apenas en unos centímetros, pero se refugió de nuevo. El agua parecía que se había secado con la explosión. Terminó la lluvia y el sol se dejó ver furiosamente sobre el desastre. Su piel, calcinada por espacios, era el recuerdo de lo poco que le pasó ante las figuras desaparecidas de sus amigos. Lloró, como solía hacer Tom Hanks en toda la película. Sus amigos decían que el personaje lo había logrado todo: el dinero y las mejores expresiones de poder en su país y su tiempo. Todo con un diploma ganado por complacer un estilo de vida impuesto en algún lugar que él nunca llegaría a conocer. Reconoció ahí el tubo, el listón. Era lo que el retardado tenía en sus manos en una de las escenas de la película, lo mismo que él había descubierto alojado en una de las esquinas de la casa donde cayeron todos. Ese nuevo refugio, balsa, que les había dado la calma, hasta la explosión voraz que acabó con todos. Ahora solo quedaban cinco letras. Ese era el recuerdo de alguien que también lo había ganado gracias a cualquiera de las razones que a esa raza de asesinos le diera la gana de conferirse. Juntas parecían hacer una palabra que nunca podrá reconocer y desconocerá hasta esos últimos minutos en que se detenga su corazón. Apenas un nombre, su nombre rastrero, que lo arroparía hasta que todo ardiera.
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El pliego y las almendras Por Joaquín Ortega
I El hombre que arrastraba el fardo con los pliegos repetía la frase de su maestro: “Olvidar el aprendizaje, abandonar la mente, estar en armonía sin ningún conocimiento consciente: esta es la consumación postrera de la quejumbrosa marcha al final del camino”. Aquel mentor esponjaba la memoria para recitar en voz baja: “la espada que mata”, pero el alumno era poco precavido y cada éxito mercantil lo volvía un poco más glotón y un poco más fatuo. En su boca lamía una almendra. Al igual que el gran maestro Miyamoto Musashi, quien vencía sin hacer daño —a la inversa no se puede sino llamar a las serpientes—, el minorista de un bulto con cintas rebuscaba palabras que se filtraran dulces pero que se portaran venenosas. Que toda frase paralizara al animal humano frente a la mercancía, que le dieran una diminuta muerte, y que una adicción resultara de su embrujo: como si rumiaran una almendra.
II Fujiwara Tadamichi acostumbraba a dejar entrar el número correcto de cortesanos a sus aposentos, por eso Lu y Teri hicieron el viaje; uno de los primeros que harían sus familias, entre las islas y el continente. Llevaban un espíritu claro y un material nuevo: ligero, flexible y en blanco. Perfecto para el dibujo, fácil de llevar y resistente al hielo y al fuego. Se trataba de un textil próximo a los tonos de la almendra. Una historia, tal vez ficticia, habla de cómo una línea de elefantes de guerra le abre paso a la caballería. Frente a ellos, una ola de arqueros deja las monturas al movimiento de una bandera. Nadie cree lo que ve, es una victoria de mongoles, vista por los ojos de un mediterráneo
esperanzado en el regreso y la fortuna. El año es 1277, y a casi nadie le importa. El registro cuenta la despavorida acción de unos cuadrúpedos extraordinarios que se vuelven contra su propio orden de batalla. Las flechas pudieron ser mortales, a pesar de que sus puntas eran tan delgadas como una burda almendra.
III El insular muestra el papiro, escribe sobre su superficie, lo destapa sobre una tabla y juega a la participación, a la maniobra destructiva, a la ruptura, a la quema y el cincel. No hay magia detrás de sus ejercicios ni en el manejo diáfano del sublime tejido, que pretende hacer llegar solo a manos de los óptimos. Ese pliego no soporta la fuerza del viento o de las manos que lo llevan de aquí para allá, pero sí es un reflejo perenne del fracaso: destino de todo intento destructor que lo intente corromper. Una fila se hace y varios hombres de ciencia, aventureros y curiosos intentan darle despedida al objeto frágil solo a la vista: fuego, barro, azufre, cuchillos y hasta dentelladas demuestran que el vendedor lleva sobre sus hombros, por decir lo menos, una borrasca de buena fortuna. Entre tantos enemigos, sigue siendo un Samurái. Entre sus labios, gira diminuta, poco más o menos, una chica y láctea almendra.
IV Un correo real lleva al límite a su jaco, en algún período más enérgico. Los cascos fulguran cuando pasa cerca de las minas. El suelo ayuda a que se fortalezca la leyenda del propio animal y su ascendencia: monstruosas y rítmicas explosiones pretenden darle fuerza y propósito a la noticia de los amores ilícitos que el joven Hsao lleva hasta su viejo padre, hoy alumbrado por la juventud de unas faldas y la riqueza del pillaje militar. Apenas da la noticia, su hijo consigue la prisión y el olvido. Es mayor la ceguera producida por el músculo sano y la piel fresca, que la versión acaso descarriada del heredero. Cierra la puerta con sangre y le dice adiós al amor de padre. En sus desvelos, el joven cuenta los días de su encierro, y observa los nimios surcos de una rancia almendra.
V El rollo de originales es colocado sobre las espaldas de varios mayordomos. Algunos escuderos abren paso para que lleguen con bien al castillo del señor. La suma, sin ser exagerada, pudo haber alimentado a un pequeño ejército. La disipación y el placer van de la mano según el I Ching, y de esto hay muchos escribanos y capitanes que van rumiando en silencio sus pareceres. Hay un encargo adicional: buscar una caligrafía digna de la felicidad del señor y de sus triunfos en batalla, que cuente el tamaño de su estrella en los afectos y de su agradecimiento a los dioses. Un hombre, ya con el sol en sus espaldas se ofrece. En lugar de partir con lo bien ganado en su mercancía invulnerable, la voz avara y la soberbia lo guían hasta un salón donde se narra —a dos voces amantes— la historia de conquistas de heredades y de alcobas. Esos cabellos —y esa cintura— distraen a los hombres, por la sutil mezcla de danza femenina y perfume como de un millón de almendras.
Hsao, no obstante reflexivo, veía con ceño severo el giro funesto que también afectaba a su linaje, sus relaciones futuras, sus nexos y vecindades: extranjeros japoneses, mongoles y marineros de todo tipo. Así, contra ese telón de pensamientos, aceleró un fuego y ordenó envolver los tres cuerpos en el papiro, avivándolos diariamente —mientras las estrellas alumbraran desde el cielo— con una mezcla especial de rezos y aceite puro, elaborado con las mejores y más dulces y más perfectas y puntiagudas almendras.
VI Un conejo se dibuja a ratos sobre el suelo, una dentellada, el caparazón de una tortuga, un león en posición humanizada. Tres cuerpos se estiran exánimes frente a un pozo dorado, rojo y blanco. La historia de sus laureles, hoy vistos crímenes, quedaron tras de sí, a fuerza de voces ligeras. Los protagonistas descollaron en pinceladas y frases elegantes sobre cada uno de sus lances, usurpaciones, desmanes e ilícitos. Este papel, de fibra casi sobrenatural, guardó con esmero la historia que apoyaba la versión del hijo, sobre la conducta de su madrastra y los excesos poco honorables de su padre.
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El papel es el quinto elemento. Hechura de un sinfín de materiales, es un invento que todas las culturas desarrollaron sin darse cuenta.
HAY QUE LEER
Los egipcios lo hicieron de papiro, una técnica que los hizo grandes comerciantes por más de un milenio, pues lo exportaban por rollos a todo el Mediterráneo. Proviene de una flor acuática del Nilo, muy parecida a un diente de león gigante. El papiro era la flor del Rey, y solo ellos podían disfrutarlo. Los chinos a partir de seda y granos crearon sus folios; los europeos medievales con cueros curtidos, los famosos pergaminos, extremadamente costosos y complejos de elaborar. A falta de pergaminos y gracias a sus propiedades grasas, nacen los palimpsestos. Como la producción era tan limitada, muchos filósofos y escritores agarraban pergaminos ya usados, les aplicaban una capa de grasa y escribían por encima. Así, los palimpsestos son esas obras que los cazadores de tesoros adoran. Un rompecabezas con varios significados y contenidos.
Palimpsesto: José Miguel del Pozo
CADA PUEBLO ANTIGUO LO INVENTÓ Y USÓ A SU MANERA, Y DURANTE SIGLOS FUE EL SUSTENTO DE LA CULTURAUNIVERSAL. VOCES AGORERAS ANUNCIAN AHORA SU DESAPARICIÓN, MIENTRAS ESCASEA EN EL PAÍS. POR ELLO LA OCASIÓN ES PROPICIA PARA REPASAR SU HISTORIA Y RENDIRLE HOMENAJE Por Orianna Camejo -@oriasmultiverse
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Los franceses intentaron con el lino y, más adelante, el papel se creó con pedazos de tela y algodón. La respuesta a los pergaminos vino con las camisas. El papel se reprodujo por centenares gracias a todas esas camisas viejas. Con solo mojarlas y ponerlas al sol para que se endurecieran bastaba. Esas camisas de abuelos y campesinos permitieron el boom de la imprenta. Con tanto papel se inventó el mecanismo que reprodujera las letras tan rápido como los folios. Ahora es que se hace con celulosa de madera, pero el papel puede ser creado a partir de cualquier vegetal. El proceso para crear papel nació a la par de los grandes pensadores. Fue bautizado por los filósofos y artistas. Mentor y vehículo de la historia, antes de escribir, hay que leer toda la herencia literaria; antes de dibujar, hay que analizar los trazos de los grandes pintores. Toda la teoría se encuentra en papel. No hay ciencia alguna que no esté plasmada en él. En cierta manera, para ser ciencia debe estar en papel. Una lámina es sagrada, en ella se registra la producción humana. Los bocetos anatómicos de Da Vinci, las leyes de Newton, la poética de Aristóteles. En él todos los artistas practicaron y perfeccionaron su estilo. Con él, se consolidaron los grandes cambios y las revoluciones. La música se desmenuzó en la sencillez de su textura.
El papel no fue explorado solo por Occidente, el Medio Oriente o Asia. Una de las culturas más desarrolladas de América Latina, los mexicas, fueron los que elevaron estas láminas a su estado más puro: como puente hacia la eternidad. Con papel vestían a sus dioses, en el papel vertían sus sacrificios de sangre. A través del papel —los códices—, redimieron a los aztecas sin rostro y reformaron su sociedad hasta construir un imperio. Los poetas mexicas, antes de la Conquista, ya habían acordado que la única forma de que su fama y esencia duraran era a través de sus cantos. Los que luego transcribieron esos cantos les cumplieron ese deseo. Su cultura se preserva y es mitificada como la griega o egipcia. Es conservada como el resto de las muestras culturales del mundo. El que sabe leer, con el papel es inmortal.
HOJA XXI Luego de ese paseo jurásico por los rincones míticos del papel, los ojos digitales de ahora pueden aceptarlo: sigue siendo el invento más valioso de todos. Fue el primer hardware de la humanidad. Estuvo antes de Word; antes de Photoshop o Illustrator; antes de las calculadoras; antes de las máquinas. Puede que sea inflamable, consumible, y que todo su atesorado conocimiento se destruya en segundos. Pero eso ocurre exactamente con el hardware. Lo hermoso del conocimiento conservado en papel es que es análogo, deja rastro, así sean cenizas. Así puede venir Bradbury con todos sus bomberos distópicos y quemar cada pedazo de papel, pero de ninguna manera se pierde. Como también lo hicieron los diferentes fanáticos religiosos, como Savonarola, que destruyó la literatura florentina y cambió a artistas como Boticelli. O como la Iglesia católica que tiene su efímera lista de libros prohibidos. Una lista infinita que tiene libros famosos y libros desaparecidos. Pueden pasar todos los déspotas por la Historia, pero siempre quedará el papel como prueba de sus ideas más descabelladas.
El papel es demasiado sólido, demasiado común como para perderse por completo. La única manera de detenerlo es dejar de producirlo. El papel es la memoria humana, allí se encuentra su esencia. Detener su producción no destruye todo lo antes conservado, pero desconecta la memoria externa. No permite que nada más se agregue al conocimiento universal. Se conserva a Velázquez pero no al heredero de Cruz Diez; a Neruda pero no a las creaciones poéticas luego de Ramos Sucre. No hay plataforma digital que aguante o mantenga la esencia que transmite el papel a cada uso que se le da. El papel ha mantenido el amor a distancia; desafía mentes creativas y despierta a otras. Conecta el futuro con el pasado, el antes con el después. Genera curiosidad, intrigas y tragedias. Y fue el primero en abrir la ventana a las ficciones. Puede ser bidimensional o romper con el espacio. En definitiva, es el quinto elemento: el de todas las posibilidades juntas. No es un producto inacabable y monótono que escupen las impresoras. No es una repetición inútil, una copia. No sirve para ser pisoteado, quemado o desechado. Es vía de escape y encuentro. Es el único medio por donde el ser humano se llega a conocer a sí mismo. Donde se libera y se reconoce único. ¿Cuántas verdades y placeres no esconde el papel? En él queda la Historia Universal y la gran mayoría de todo lo conservado. El hombre está rodeado de papel, de esa textura familiar. El papel nos lleva a casa.
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DIABLO POR VIEJO
Foto Luis González del Castillo
Elisa Lerner: de una soledad a otra
En un apartamento más bien pequeño pero acogedor en Los Palos Grandes, Elisa Lerner, junto a Juana, su empleada de años, convive con sus recuerdos, interrumpidos continuamente por el presente.
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En el estrecho pasillo de entrada está un cuadro de Manuel Quintana Castillo firmado por sus compañeros del grupo Sardio en la ocasión de una fiesta de cumpleaños; una pequeña pintura de Mercedes Pardo alusiva a su signo zodiacal; alguna caricatura dedicada por Pedro León Zapata; muñecas de trapo mexicanas y libros de colección. Todo esto bajo la mirada tranquila de viejas fotos familiares. Pero lo que sobresale de la salita-comedor es la luz que proviene del Ávila. Al fondo se abre una vista serena, es la montaña que guía a la ciudad. Al llegar la tarde solo ese rincón cambia de color. Diferentes tonalidades de anaranjado se logran percibir hasta que cae la noche y se escucha el primer grillo.
No tan lejos del temblor del mundo También está la historia menuda de la “muchachita blanquita que vestía a la europea”, de padres rumanos, pero muy caraqueña. La que iba en familia al teatro mucho antes de entrar a la escuela primaria. El vago recuerdo de una actuación de la argentina Paulina Singerman en el Teatro Municipal, unos cosacos que se presentaron en el Teatro Nacional, o el sabor de las tabletas de chocolate Duncan que compraban antes de la función. Es la Caracas de los años treinta y cuarenta, pequeña y humana, “no muy lejos de la belleza y del temblor del mundo”, como recuerda en la crónica El sueño de un mundo, recopilada en Carriel para la fiesta (1997). Por Guillermo Ramos Flamerich
LEYENDO LAS SECCIONES CULTURALES DE LOS PERIÓDICOS SE CONVENCIÓ DE QUE QUERÍA SER DIPLOMÁTICA, PERIODISTA Y ESCRITORA. Y LO CONSIGUIÓ. FORMÓ PARTE DEL GRUPO SARDIO Y DE EL SÁDICO ILUSTRADO. AHORA SE DEDICA A RECORDAR Y ESCRIBIR
Es domingo, el final de una tarde y de semana, Elisa ofrece torta de chocolate y té. Repasa los años de Rómulo Gallegos y su derrocamiento, los cuales retrata “de manera sesgada” en la novela De muerte lenta, coedición de la Fundación Bigott con Equinoccio en 2006: “Habíamos caído de la manera más tonta en una dictadura”. Al poco tiempo ya no quiere hablar de ello: “Cuando escribo algo es porque ya salí de esos fantasmas. Si caigo en la reiteración siento que me estoy convirtiendo en poseedora de un pasado que también le pertenece a otros”. La “aurora galleguiana” es una de las cuatro ocasiones en la vida de Elisa en que ha sentido la euforia de un posible enderazamiento nacional. La primera, en los albores de la infancia: la apertura de Eleazar López Contreras; la segunda, el 18 de octubre de 1945; y la última, el 23 de enero de 1958, en plena juventud. Todo esto la ha vuelto algo susceptible cuando se le habla de enrumbar la nación. No confía o desconfía, solo observa como de esas esperanzas se retorna al dolor histórico.
Su madre, Matilde, se comunicaba con su hermano en el exterior a través de cartas: “No podías marear la perdiz, o escribir para entretener el paso del tiempo”. De un tío viajero, Elisa recibía cartas en inglés, y gracias a esas experiencias aprendió una lección para toda su vida: “Escribir es algo muy serio, es un camino en el que se va de una soledad a otra”. A pesar de sus estudios de derecho en la Universidad Central de Venezuela, convertirse en escritora fue un afán desde la infancia. Cuando leía las secciones literarias de los periódicos, los reportajes de Ida Gramcko, pensaba en la posibilidad de ser periodista, diplomática y escritora. Se ha cumplido: en los años ochenta fue consejero cultural de Venezuela en España; por insistencia del escritor José Balza publicó una compilación de sus ensayos y crónicas bajo el título de Yo amo a Columbo (1979); y gracias al apoyo del historiador Ramón J. Velásquez, otra colección de crónicas: Carriel número cinco (1983).
El pulso de la escritora Para Elisa, la escritura ha sido una pulsión sanguínea: “No sabía cuál género escoger, no premedité nada, solo sabía que debía comunicarme”. A principios de los cincuenta esas inquietudes la llevan a formar un grupo con otros jóvenes con los mismos propósitos. La mayoría, son los amigos del Liceo Fermín Toro, otros van apareciendo poco a poco en el camino: Adriano González León, Guillermo Sucre, Luis García Morales, Salvador Garmendia, son algunos de los nombres de la inquieta vanguardia: “Para nosotros era el cine, el comienzo de un nuevo y sorprendente teatro, lo barato y asequible de las singulares ediciones argentinas que podían conseguirse en la modernísima librería Cruz del Sur”. Es la gestación de Sardio, y ella la única mujer participante. Las reuniones ocurren a pesar de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez. Al llegar la democracia el grupo adquiere mayor libertad y puede editar hasta su propia revista. Precisamente es en la revista Sardio, en su edición número 7 (abril-mayo, 1960), donde publica su primera pieza, el monólogo de La bella de inteligencia, que surge de sus tiempos de recién graduada, cuando la búsqueda de trabajo la obliga a leer el periódico entero y no solo la sección cultural. La siguiente obra: En el vasto silencio de Manhattan, nace de su experiencia en Nueva York, mientras escuchaba los cuentos de “una señora presbiteriana que quería aprender español, porque cuando la pensionaran quería ir a Bolivia a encontrarse con su hermano”. La cena era el momento perfecto para esas historias. Pero es Vida con mamá (1975) la de mayor éxito, no solo por taquilla, también por la crítica. El filólogo Ángel Rosenblat dirá que el español utilizado en ella “es uno de los más puros y hermosos”, también el escritor Mario Vargas Llosa tendrá una buena opinión sobre la pieza. Para finales de los setenta Elisa escribe para la revista El Sádico Ilustrado. Toca temas cotidianos, de la cultura popular y de la mujer. Con ingenio y burla se adueña de un género mal visto para la reputación del escritor: lo cómico. Mucho más si se trata de una mujer.
Sus crónicas poco a poco han tomado un estilo más narrativo, se han convertido en relatos como los tres de Homenaje a la estrella (2002) y De muerte lenta, su primera novela. Si los compromisos se lo permiten, podrá finalizar lo que está escribiendo actualmente. Sobre el movimiento literario del país, editoriales y festivales de lectura en la actualidad, cree que ayudan a escribir con más esperanza: “En un país donde hay escritores de diferentes gamas, el lector puede tener preferencias y no un único poeta o novelista. Es ese un país donde el espíritu se asoma generosamente”.
Algo más sobre Elisa En 1999 recibió el Premio Nacional de Literatura y en 2013 fue homenajeada en la Feria Internacional de Libro de la Universidad de Carabobo con el Botón Filuc por su trayectoria literaria. Su título más fácil de conseguir en librerías es De muerte lenta, pero también se recomienda buscar la edición de su Teatro completo que en el año 2004 publicó Angria Ediciones. Se espera que próximamente se reedite parte de sus ensayos y crónicas. preferencias y no un único poeta o novelista. Es ese un país donde el espíritu se asoma generosamente”.
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Fotos: Imagen de Kristina Alexanderson, bajo Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-
bang la letrabig seduce
A
Inmersos en la cultura del remix, en la que hacer un video-parodia de una película reciente o crear memes a partir de fotografías ajenas es simplemente natural y parte de la interacción social, la idea de que ciertos derechos de acceso a los contenidos culturales pertenecen al colectivo puede resultar, incluso, evidente para las nuevas generaciones, pero no por ello deja de estar al margen de la ley. Frente a esta realidad, hay gente que impulsa el concepto del procomún desde todas las perspectivas, intenta reformar las leyes de copyright y busca llegar al poder para cambiarlo desde adentro, como el Partido Pirata, o que simplemente ignora las normas porque les resultan incómodas e injustas, al estilo del prócer de la piratería, Kim Dotcom.
CREATIVE COMMONS: EL ÁMBITO DONDE LA CULTURA NOS PERTENECE A TODOS Por Marianne Díaz Hernández
El concepto del procomún −traducción castellana del anglosajón "the commons"−, muy en boga desde hace algunos años, traza sus orígenes desde la Antigua Grecia y abarca un abanico amplísimo de bienes que pertenecen al colectivo, desde el mar y el aire hasta la defensa y seguridad nacional. Es en la discusión sobre software libre y reforma de la propiedad intelectual donde ha ganado nuevos matices con respecto a bienes intangibles, en específico a bienes intelectuales. Es fácil comprender que el aire es un bien común del que todos tenemos derecho a hacer uso, pero quizá no sea tan sencillo entender que ciertos productos del intelecto −la información o la cultura− también pueden pertenecer a lo común. Esta dificultad que muchas personas pueden encontrar al enfrentarse al concepto de procomún es una consecuencia inevitable del imperio del copyright, que nos ha dicho hasta la saciedad que las actividades que consideramos cotidianas y partes integrales de nuestra manera de relacionarnos con la cultura −compartir música en internet, ver un video de YouTube, bajar el último episodio de nuestra serie favorita− son ilegales y deben ser penadas.
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Desde una perspectiva más conciliatoria y ortodoxa, surge Creative Commons en el año 2001. Fundada por el gran intelectual y activista de la cultura libre, Lawrence Lessig, junto a Hal Abelson y Erik Eldred, la organización busca expandir el acervo de obras de creación intelectual que se encuentran en el ámbito de lo común, a través de licencias que se fundamentan en el sistema existente de copyright y sirven como herramientas al creador para liberar elementos de esa protección, lo que permite la copia libre, la creación de obras derivadas y/o el uso comercial. Hay un menú para elegir y el creador puede ajustarlo a la medida de sus deseos: Creative Commons pretende ser un sistema ágil, rápido y de bajo costo para el manejo de los derechos de autor, que ha sido desde entonces adoptado por organizaciones sin fines de lucro, instituciones estatales y artistas a lo largo de todo el mundo, desde Wikipedia, Flickr y Google hasta el Gobierno Argentino, pasando por Nine Inch Nails.
CREATIVE COMMONS EN VENEZUELA Tradicionalmente, las licencias Creative Commons debían ser adaptadas a la legislación de cada país para poder ser utilizadas de manera local, a pesar de la existencia de una licencia internacional que podía ser empleada en caso de que no existiera un capítulo local de Creative Commons. Aunque la mayoría de los países latinoamericanos crearon capítulos regionales con rapidez, Venezuela se rezagó, a pesar de contar con el apoyo del Estado a través del Ministerio de Ciencia y Tecnología. A cargo del Centro Nacional de Tecnologías de la Información, luego de años de trabajo, finalmente Venezuela ha presentado su versión adaptada de la licencia 3.0 el pasado noviembre. Esto significa que los usuarios ahora pueden acceder a licencias compatibles con la legislación local, pero más allá de eso, significa también un respaldo institucional a la figura del licenciamiento alternativo, que se constituye en una opción legitimada a través de los canales regulares. La institucionalización de Creative Commons en Venezuela valida el licenciamiento libre; los activistas del conocimiento abierto ya no navegamos a la deriva, Creative Commons se constituye en un referente en torno al cual pueden derivarse nuevas experiencias de uso, casos de estudio, comunidades de creación y de cultura. El reto, ahora, es precisamente la construcción de esas comunidades.
Corresponde tomar este estado de perpetuo borrador como un reto, fabricar nuestras propias experiencias y posibilidades: pensar, por ejemplo, que la información que debe hacerse pública bajo la Ley de Infogobierno podría licenciarse bajo modelos abiertos, pensar que los libros publicados por instituciones públicas −¿y por qué no?, también por editoriales independientes− podrían hacer uso de estas licencias, analizar cómo podrían beneficiarse las investigaciones académicas, las publicaciones independientes, la música, el teatro, la televisión y los medios audiovisuales alternativos de nuevos modelos de derechos de autor. Mi profesora de Sociología del Derecho no se cansaba de repetir que la ley era "factor social y producto social": la ley influye sobre la sociedad, pero ésta a su vez genera la ley. De modo que esperar por la reforma del copyright quizás no sea el camino correcto. Cambiar el uso que hacemos de los derechos de autor es una manera de reformar la ley, que ya se ha vuelto obsoleta y arcaica, en la dinámica de una sociedad que se relaciona con la cultura de una manera distinta.
En Latinoamérica, organizaciones no gubernamentales y universidades se han aliado, con el apoyo en ocasiones de instituciones de gobierno, para dar paso a experiencias diversas: digitalización de bibliotecas en Argentina, licenciamiento abierto de la data pública en Brasil. La lista de proyectos posibles es casi infinita y en nuestro país todo está por hacerse.
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POR LOS CAMINOS VERDES
Se vale acampar: Solo tienes que ser bien guerrero, protegerte del sol como tu peor enemigo, pedir el permiso en Inparques al llegar y cuadrar con un pescador para que te deje acampar bajo el techo de su ranchería y te ayude a conseguir unos pescados para la cena. El hielo y el agua los compras allá para no enloquecer a la aerolínea con sobrepeso.
al aire libre Texto y fotos Arianna Arteaga Quintero - @arianuchis
VISITAR LOS ROQUES ES UNA EXPERIENCIA INOLVIDABLE. CON ESTOS CONSEJOS PODRÁS VIVIRLA AL MÁXIMO, SIN COSTOSOS PAQUETES, CON UN ESPÍRITU GUERRERO Y UNA EMOCIÓN GENUINA POR PASAR UNOS DÍAS RODEADO DEL PAISAJE MÁS HERMOSO DEL CARIBE El Parque Nacional Archipiélago de Los Roques se creó en 1972 para proteger ese ecosistema marino de excepcional belleza y valor ecológico que tanto vemos en fotos. Su agua es azul, azulísima, porque está tan lejos de la costa que no hay sedimentos de río que la perturben, es un arrecife de coral inmenso y son los restos de esos corales los que se convierten en la arena blanquísima que lo sitúa en el altar de los fetiches caribeños.
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Hay montones de maneras de gozarse este paisaje, yo les voy a hablar de la mía, que es libre, sin paquetes y cerquita de la naturaleza. Nunca un paquete: No lo hagan. De pronto puede que sea más barato irse con un paquete, pero estar en un lugar así y no tener libertad de movimiento es un asco. No quedarte en la playa que te provocó, que te arreen en un catamarán con changa de un lado para otro, que te pongan horarios de comida estrictos. ¡Guácatela! Si vas a invertir un pocotón de plata en estar allá, que la cosa se amolde a tu gusto. Compra tu pasaje, elige una posada y una vez allá vas viendo qué te pide el cuerpo.
Actívate: En Los Roques se puede hacer paddle, kitesurf, windsurf, surf, buceo, pesca deportiva, snorkel. Existen operadoras que te ofrecen los equipos, la asesoría y lo que necesites. No te quedes echado todo el tiempo, estas son manera extraordinarias de estar más cerca de esa naturaleza de azules que es Los Roques. Haz la visita: Visita Carenero o Isla Agustín y siéntate a conversar con los pescadores de toda la vida, tienen las mejores historias del archipiélago. Visita en Cayo Pirata a Patricia Hamal, que tiene 20 años allá y pinta unos cuadros hermosísimos de Los Roques en tablitas que le trae el mar. Colabora: Navega hasta Dos Mosquises y conoce de cerca a las tortuguitas que la Fundación Científica Los Roques se esmera en proteger. Adopta una y regresa en un año a liberarla, es de las experiencias más genuinamente conmovedoras que podemos vivir como seres humanos. Si tienen niños, más todavía, regálales el valor de conservar la fauna. (www.fundacionlosroques.org). Come: Abunda la oferta gastronómica, no cenes siempre en la posada, pregunta, averigua, pásate por Aquarena y tómate un trago viendo el atardecer. Gózatelo: Levántate temprano, mira qué bellas son las gaviotas, sube al Faro a ver todo desde arriba, báñate mil veces en el mar transparentísimo, acuéstate sobre la arena y empanízate, no te laves el pelo, camina descalzo y vívete Los Roques al aire libre, es la delicia máxima.
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Fotos Eduardo Meza
La habitación
la letra seduce
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Por Samantha Mesones
El cuarto se quita el pudor Imaginemos nuestro cuarto como un cuerpo. Uno que es pudoroso a ratos. Es decir, que está consciente de las normas de recato y no anda mostrándose por ahí. En él, irónicamente, empezamos a ser nosotros. Nadie mira, nadie está. Su aura pudorosa nos protege. En nuestra habitación penosa podemos, sin darle explicación a nadie, sentir casi placer al quitarnos los zapatos luego de un día complicado. Llorar hasta que no podamos más o, al contrario, reírnos de alguna peli tonta. Se disfraza de tremendito cuando invitamos a alguien a darnos besos en nuestra cama grandota, pero aun así sigue siendo pudoroso. El pudor, según Rubén Monasterios, se apega a las normas de recato que dictan las culturas. No se trata únicamente cuerpos discretos y su falta de desnudez. Se trata de la manera cómo nos mostramos en ciertas partes del mundo. Las normas son normas –aunque no estén escritas en papel-. Así, nuestros baños, cocinas, cuartos, carros, tienen un código cultural dentro de ellos. El “deber ser” intangible de nuestra cultura. Las cosas “son como son”.
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¿Qué queremos poner a la venta desde la comodidad de nuestra casa? Nuestra palabra, servicios, arte, producción, letras, números. Finalmente: conocimiento y experticia. Nuestro cuarto tímido se está quitando un poco la pena y se está mostrando, con toda la inteligencia y fuerza, a un mundo que espera ser atendido. El trabajo del hogar se ha reconocido, desde siempre, como el de “ama de casa”. Esa que tenemos bajo la piel y no hace falta mucho para que salga a flote: un novio nuevo, una visita o simplemente nuestra conciencia femenina que grita: “cómo es posible que la cocina esté en este estado…”. Pero los conceptos, como todo ente vivo, cambian. Los espacios privados que estaban destinados a ser modosos se están independizando. El cuarto como plataforma laboral está tomando forma.
“Como productoras en una era de redes, el reto más básico, y por ello más significativo, ya no es sólo la página o la pantalla en blanco. Es también la creación de la posibilidad de un tiempo en blanco. Llamémosle mejor: «un tiempo propio cotidiano»” Remedios Zafra.
EL CUARTO COMO METÁFORA SE DEBATE ENTRE EL PUDOR Y EL EXHIBICIONISMO, QUE TOMA FUERZA EN TIEMPOS DE REDES. DESDE SUS PAREDES, LA INTIMIDAD SE PROYECTA PARA VOLVERSE PÚBLICA. AHORA INTERCONECTADO, REVELA NUEVAS RELACIONES DE PODER, QUE SUPERAN EL PARADIGMA DE LA AMA DE CASA
IAun así el exhibicionismo, compañero eterno de lo pudoroso, se está apropiando de nuestro “cuarto-cuerpo”. Poco a poco se está desvistiendo, nos está mostrando su hombro, su cuello, invitándonos a que nos demos una pasadita por allí. Cosas muy chéveres están pasando afuera de esas cuatro paredes como para no aprovecharlo.
La habitación conectada Remedios Zafra es una investigadora española que se enfoca en los estudios de género a través de las tecnologías de conexión contemporáneas: internet es una de ellas. Su texto Una habitación propia conectada nos habla de este espacio enchufado como uno político, emancipado y revolucionario. El espacio doméstico, no valorizado económicamente, ha dado un vuelco. No sólo es un ámbito de potencial producción monetaria. Es, afortunadamente, un lugar de producción cultural personalizado: hago lo que me provoca hacer. No es extraño que estemos en tiempos en los que, al hablar de trabajo, al menos decimos dos veces la palabra “emprendimiento” o “empoderamiento”. No es casual que estemos cada vez más alejados de la calle. O, mejor dicho, que nos entreguemos a ella sólo cuando es necesario. Y de esta manera hacerla propia: la ciudad como espacio para hacer deporte, para buscar historias, cerrar negocios o sentir placer. ¿Y quién no quiere vivir en un mundo así?
Los espacios públicos y privados se han transformado. A partir de nuestra estadía hogareña estamos construyendo una realidad política y pública en nuestros alrededores. Un cambio de vida completo. Pero esto no viene solo. La producción de nuestro “yo” debe ser pensada antes de sacarla a la calle a través de redes, blogs, tuits o llamadas de teléfono. Y me acerco a la teoría de la “trinidad de identidades” de Ana María Guasch: soy la que ha vivido, la que vive y la que escribe. Una concepción de nuestro yo que es pensada y elaborada. Un tiempo en el que vale más decir lo que se piensa a través de un tuit que cara a cara. Tiempos de perfiles y gustos. ¿Suena conocido? Absolutamente. Y vemos cómo todas las piezas se juntan. Mi casa, mi cuarto, mi trabajo Para quedarse en casa no hace falta leer teorías del yo. Basta con amar internet. Desde que nos comunicamos a través de las pantallas tenemos a la mano nuevos universos. Los jóvenes llevamos más tiempo empapados de tecnología de conexión, así que es natural que sudemos en palabra y acción nuestro espacio virtual.
El “regresar a casa” le está dando poder a nuestra palabra. Y eso es mucho. Prometer un trabajo de calidad, llegadas a tiempo, presencia constante no solo a un cliente sino a diez, nos inyecta responsabilidad. Nuestro espacio privado, que alguna vez se definió por una taza de café rica, una vista bonita o una tarde-noche de sexo sin interrupciones, es ahora nuestro centro de producción. ¿Que siguen existiendo la taza de café y los besitos en el cuello? Claro. Sigue siendo nuestro espacio. Solo que ya anda sin pudores. Esta reflexión de Remedios Zafra nace de la ya clásica e impactante frase de Virginia Woolf: “no hace falta más que un cuarto propio y dinero para vivir”. Porque darle poder productivo al lugar donde hacemos el amor, lloramos, nos pintamos la boca o nos reímos de una película tonta nos está cambiando no solo como individuos. Estamos dándole posibilidad productiva a toda aquella que tenga las ganas. Esto es una revolución. Vamos a hacerla nuestra.
Cuando los afectos están lejos recurrimos a las aplicaciones: Twitter, Facebook, Whatsapp, Viber, Skype. Son los medios para poder decirles: “Hey, te extraño, ¿nos vemos más tarde?” o “¡Listos los conciertos del año que viene! La primera semana de enero compro un pasaje para verte”. Así la ciudad y el mundo se han vuelto más agradables. Porque las interacciones digitales también son reales.
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¿Por qué GEF es indispensable?
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GEF, el indispensable
Muchas veces me he animado a buscar prendas clásicas en un abanico de tiendas que difieren en calidad, precio y prestigio. En las que son más accesibles, la calidad y concepto de esa prenda no es la que tengo en mente. Digamos, una camiseta color salmón que sirva tanto para viernes por la noche como domingos familiares. Mi cacería luego sube de rango y busca entre las tiendas más prestigiosas, donde consigues todo tipo de prendas, pero no esa camiseta color salmón. Siempre llega el momento en que me animo a buscar en GEF y, quizás no está la camiseta color salmón, pero está esa prenda versátil que no puedes salir de la tienda sin tener. Allí es cuando hay que aceptarlo: GEF es parada fija en la cacería de la ropa perfecta.
Por Orianna Camejo
Hace un par de años, cuando se hablaba de la tienda GEF lo que venía a la mente eran prendas en colores pasteles y tela bastante delgada y cómoda. Poco más, poco menos. Era esa marca que resaltaba por sus undies o ropa deportiva. Pero este año GEF invitó a todos los fashionistas a que hurgaran su inventario sin pudor. Y ahora la marca colombiana se reconoce indispensable. GEF resalta en el mercado por proporcionar prendas de la más alta calidad, accesibles y con las últimas tendencias del mundo de la moda. Y esta filosofía se visualiza en todas sus tiendas, diseñadas alrededor de la vida urbana y fresca: un ambiente que envuelve al consumidor con photoshoots que muestran modelos cómodos, frescos y naturales. El concepto detrás de GEF puede ser sencillo; pero mientras más sencilla es la idea, más difícil es de plasmar. Para conseguir una pieza clásica debes tener una forma inmaculada, con la sobriedad y simpleza necesarias para que esa adquisición pueda moldearse a cualquier época y tendencia. ¿Suena fácil? Solo es necesario ver el armario de cualquier persona para darse cuenta.
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Estas prendas representan gran parte del armario. GEF es una marca que viste a todas las generaciones de una familia. Todos tenemos una camisa blanca, un skinny jean, una prenda de lunares. Pero detrás de esta simpleza hay miles de formas de conocer el próximo clásico, o lo que todos deberían empezar a tener en su inventario. GEF desarrolla varios conceptos con diferentes modelos donde mezcla las necesidades urbanas con la frescura y dinamismo cultural. Con el pasar de los años, su variedad en telas, tejidos y calidad ha evolucionado. Todo para satisfacer esa etérea necesidad de encontrar el clásico perfecto. La estética de pasarela da pasos agigantados con muchos riesgos, pero las tendencias en prendas elementales son minuciosas y estudiadas a fondo. ¿Cuál será el próximo clásico?, ¿Animal print? Esperemos que no; y para determinar eso hace falta mucho más que un gusto por los estampados animales y una tendencia temporal.
El reto GEF circuló y Edmary Fuentes —o CheekyChinese— y Rosshanna Bracho —a.k.a. Miss Monroe— lo aceptaron. Estas chicas conocen el secreto detrás de una buena prenda base, pero no conocían que en GEF podrían conseguir el skinny jean de sus sueños. Detrás de un buen conjunto está el buen uso de prendas y accesorios que se ajusten a la figura y que generen contraste. Así, CheekyChinese y Miss Monroe utilizan marcas como Suite Blanco, Garota, Zara y GEF. Entre blazers, jumpsuits y shorts ambas apuntan a un estilo sofisticado sin ser complicado. Refrescaron su armario a la vez que refrescaron su perspectiva sobre la franquicia y sus productos.
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Así se abrió la década de los setenta, de todas, quizás, la más memorable, con 3 títulos y 2 subcampeonatos. Fue la época del “Poder Negro”, una feliz coincidencia de peloteros de raza y casta con fuerza en el madero, en cuyos spikes de novatos habría luego extraordinarios grandeligas como Don Baylor y “La Cobra” Parker.
Magallanes por un caraquista Por Ezequiel Abdala -@eaa17-
EL CARACAS Y EL MAGALLANES SON LOS RIVALES HISTÓRICOS DE LA LIGA VENEZOLANA DE BEISBOL. QUISIMOS DEMOSTRAR QUE SUS TRINCHERAS NO SON IRRECONCILIABLES Y LES PEDIMOS A LOS FANÁTICOS MÁS ACÉRRIMOS DE NUESTRA REDACCIÓN QUE HICIERAN UN PERFIL DEL EQUIPO CONTRARIO, UN ABRAZO DE TINTA PARA RECONOCERSE EN LA IGLESIA DE LA PELOTA NACIONAL
Magallanes es el equipo de las derrotas imposibles, los outs que se pierden y las debacles apocalípticas. La exégesis fatalista del “no se acaba hasta que se termina” y la prueba palpable de que el absurdo existe más allá de Kakfa. Todo comenzó en 1917, en un botiquín de Catia. De acuerdo a un diario de la época, un grupo de jóvenes fundó un equipo de beisbol al que le pusieron Magallanes, no se sabe bien por qué. El detallazo de la historia es que nunca hubo registro oficial del nombre. A partir de ahí comenzó una frenética carrera plagada de desapariciones, reapariciones y cambios de nombre –hasta Oriente se llamaron-, que asentó en sus primeros fanáticos la creencia de que tenían el hado del Ave Fénix y siempre resurgirían de las cenizas. En esos años debutan en la LVBP con Alejandro “El Patón” Carrasquel, primer venezolano en la MLB, como pitcher.
Terminando la década apareció “El Brujo”, Willie Horton, quien a mediados de la 78-79 tomó las riendas de un Magallanes colista -5to en la tabla- y con su improbable estilo de dirigir lo hizo ganar 21 de los siguientes 30 juegos para titularlos campeones. La guinda la puso en Puerto Rico uno de los del “poder negro”, Mitchell Page, que con un soberbio jonrón en el noveno inning hizo del Magallanes el primer y único equipo venezolano con dos Series del Caribe. Apoteosis, delirio, júbilo y frenesí. Los magallaneros levitaban como criaturas escogidas, los favoritos de los dioses del beisbol. Lo que no sabían es que a partir de ahí vendría una sequía bárbara y no les quedaría sino echarle agua al caldo de su historia para rendirlo y poder alimentarse de él durante la década venidera. Los ochenta fueron unos años horribles y hasta 1994 no hubo nada que celebrar, quizás por eso el premio fue tan grande: le ganaron la primera final al Caracas, cosa que repetirían dos temporadas después. Fue el Magallanes de Luís Raven, Álvaro Espinoza, Melvin Mora, Richard Hidalgo, Endy Chávez, entre algunos otros nombres que hoy día siguen produciendo un ligero escalofrío en cualquier espina dorsal caraquista. Se cuenta otro título más en el haber de esa buena década -5 finales y 3 títulos- pero lo verdaderamente importante fue ganarle, y dos veces, al Caracas. Cíclica como es la historia, a los buenos noventas le han seguido unos pobres dos miles -2 títulos en 13 años-. Algunos ligan que la corona del año pasado sea el comienzo de otro resurgir. Los más antiguos recuerdan al Ave Fénix, y a ella se amparan todos.
Los fanáticos folklóricos Los fanáticos del Magallanes van por la vida de muy populares. Desde que Billo les compuso par de guarachas con pegada, se asumieron, casi, como el culto oficial de Venezuela, la esencia indispensable en la receta clásica de la venezolanidad arquetípica. Solo les falta poner un turpial en el escudo del mánager y pasear en hombros a Lila Morillo por el estadio para completar el rompecabezas del equipo genuinamente venezolano. Sociológicamente, han sido más populistas que populares. Tienen al pueblo en la boca, su sede en Valencia –cuna del rancio abolengo- y una de las nóminas más altas de la LVBP. La mentada supremacía popular se basa en unas legendarias encuestas que como buenas leyendas muchos citan y nadie precisa y que siempre se estrellan con el hecho de que no son el equipo que lleva más gente al estadio. No en balde han sido los favoritos de los inquilinos de Miraflores, y valgan de muestra los botones de Caldera, Carlos Andrés y Chávez, que de los otros no se sabe. A falta de poder ser llamados nunca el equipo más ganador de la LVBP -10 títulos son mucha diferencia, el orgullo Magallanero se edificó siempre sobre la base de haber logrado lo que el Caracas no. Y hubieran podido seguir tan tranquilos en esas, de no ser porque en estos años el Caracas ganó su segunda serie del Caribe, se tituló ante el Magallanes y documentos en mano puso en duda los números de la serie particular. Las últimas debacles no los han hecho más prudentes, solo un poco más desconfiados. Se reconoce en ellos una cierta aprehensión a creerse las victorias y un desasosiego impenitente cada vez que pasan del séptimo inning. Es un problema de confianza, pero no el único. También está el asunto del orgullo herido y cómo reconstruir el discurso, cosa de retórica a fin de cuentas. Lo verdaderamente grave, eso sí, es el delirio de equipo del pueblo, esa fiebre folklórica que en ellos no parece tener cura.
Una concesión al Magallanes Si algo hubiera que concederle al Magallanes, eso sería la gallardía. Populistas han sido siempre, pero gallardos. Nos han ahorrado la vergüenza del discursito victimista estilo Barca, ese del equipo pobre y humilde que como un David de provincia lucha contra el todopoderoso Goliat de la capital. Y eso, visto lo visto en otras ligas, ya es bastante.
? ¿Por qué soy Caraquista?
El por qué soy caraquista es para mi familia un misterio casi tan grande como el de la construcción de las pirámides. Por qué yo, nieto de un magallanero furibundo e hijo de otro que compite con él en fanatismo, que crecí entre gorras y franelas amarillas y azules, con dos cuadros del Poder Negro adornando las paredes de la casa y los himnos magallaneros de Billos sonando cada diciembre, por qué yo, precisamente yo, soy caraquista. Luego de mucho pensar y reflexionar; de descartar alguna rebeldía inconsciente contra el padre o cosas de ese tipo, después de insomnes noches de preguntas, la única respuesta posible es que soy caraquista porque no podía ser otra cosa. Ser de un equipo no es un asunto de elección o escogencia, mueve mecanismos internos que van más allá y que precisamente por eso resultan inexplicables. El fanatismo auténtico es algo de piel. Puede tener, sí, alguna influencia externa pero se decide en lo íntimo. El equipo llama y uno responde. Así de simple. El argumentario se construye luego. En contacto con la historia y hazañas equipo. Son tantas en el caso del Caracas, que escribirlas daría para una edición especial de esta revista. Baste decir que es el mejor de Venezuela. Y eso no es opinión, son números: no hay ninguno con más títulos. Pero aducirlo como motivo sería oportunismo. Uno se hace caraquista antes de saberlo, y una vez que lo sabe, ya lo entiende todo.
Luego de pasear por ciudades y estadios, en 1969 por fin hallaron cobijo. Fue en el José Bernardo Pérez de Valencia, en una temporada inolvidable coronada con un campeonato ante Tiburones e inmortalizada en el álbum de las glorias nacionales con el primer título del Caribe para divisa venezolana alguna. 54
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Una de las características de este equipo, además de ser patrocinante oficial de unas cuantas desgracias y varias glorias de Magallanes, es que desde su origen se proyecta como “el equipo propiedad de”. Hoy día todos sabemos que son parte de los activos de la Organización Cisneros, mismos propietarios de la Cervecería Regional y Venevisión (El Club de los Tigritos siempre me pareció un vehículo de adoctrinamiento caraquista, con su mascota que sospechosamente se parecía a la del equipo).
Caracas por una magallanera Por Gabriela Benazar Acosta
No tendría más de diez años y lo recuerdo como si hubiese pasado hace menos de un mes. Los Bravos de Atlanta, el equipo más mainstream de los años noventa en las Grandes Ligas, venían a jugar dos partidos de exhibición en el Universitario de Caracas contra las Mantarrayas de Tampa Bay. Todos los ojos del mundo estaban puestos encima de Andrés Galarraga y su primer juego después del cáncer que le habían diagnosticado meses antes. Sentada en las gradas del universitario con mi papá y mi hermanita comenzó el público a gritar como un rugido cuando presentaron a los Bravos y nombraron a Galarraga. Más de cinco minutos consecutivos estuvo de pie la fanaticada aplaudiendo y silbando en honor a nuestro grandeliga del momento. Él tenía los ojos aguados y yo también, hasta que a los cuatro minutos con cincuenta y nueve segundos un grupo de fanáticos rompió la magia del momento cuando, desde la esquina del left field, lanzaron el cántico más popular del equipo capitalino: “León, león, león, león”. 56
“Caraquistas tenían que ser”, dijo mi papá mientras dejó de aplaudir y se sentó mal encarado hasta que comenzó el partido. Esa noche ganaron los Bravos, lanzaron cohetones en el estadio como en el cierre de una presentación de Servando y Florentino y todos nos fuimos felices a casa. Si me preguntan cuánto a cuánto quedó el juego, no sabría responder; mi recuerdo más importante de ese día fue el regreso de Galarraga, cánticos caraquistas incluidos. Ese día comprendí que no importa la ocasión, siempre iba a haber un “leonático” escondido, así fuese debajo de una piedra, al acecho para arruinar mis recuerdos de la pelota.
Su fundación, en 1942, fue producto una transacción comercial que el mismo equipo narra: “Jesús Corao, conocido promotor deportivo y ejecutivo de la Cervecería de Maiquetía, le planteó al accionista mayoritario de la Cervecería Caracas, Martín Tovar Lange, que la ocasión era propicia para adquirir el estadio San Agustín y fundar un equipo con la misma fórmula del Royal Criollos, con el cual el propio Corao cosechó innumerables éxitos en las décadas de 1920 y 1930”. Después de esta aseveración, la historia que reseñan los Leones en su sitio web y en los libros de la Fundación Corao, cuenta cómo se le adquirió a Santiago Alfonzo Rivas un estadio en San Agustín del Paraíso por 800 bolívares de los viejos que llevó el nombre de la cervecería, y cómo el resto ha sido historia. Reconocerse entre fanáticos Sí, historia. 21 títulos y dos Series del Caribe, la segunda, una herida que no ha sanado para muchos magallaneros. Pero, a pesar de eso, no se puede dejar de sentir la inyección de capital que vuelve al equipo una fraternidad de consumidores y de gerentes de marketing deportivo, una suerte de Real Madrid, versión criolla. También está aquel fanático que, cuando tenía trece años y estaba estrenando mi gorra de la suerte, golpeó el capó del carro de mi mamá cuando salíamos del universitario y nos gritó: “Lleve esa carajita pal zoológico de Caricuao”. Solo recordar eso me hace querer empezar a llevar la Lopna al estadio.
Si se busca bien se consigue un caraquista con quien se puede conversar con tranquilidad sobre la trayectoria del equipo capitalino. Alguien que cuando le preguntas por qué va al estadio todos los años llueva, truene o relampaguee te responde diciéndote que se siente en comunión con su roster, que Urbano Lugo es su súper héroe principal y que es más importante llevar a Omar Vizquel y a Andrés Galarraga al Salón de la Fama que resolver el problema de armas químicas en Siria.
? ¿Por qué soy magallanera?
Con esos fanáticos comulgo. Una vez que logras quitarte la camiseta y la gorra y reconocer los pros y contras de cada lado, entiendes por qué te gusta tanto el llamado deporte nacional; porque no hay nada más sabroso que conversar con una cerveza de cualquier marca, da igual, sobre números, jugadas, ídolos y memorias indelebles en el colectivo venezolano.
En mi familia siempre se vio beisbol. Mi abuelo materno era fanático de los Yankees de Nueva York y de los Tiburones, pero murió poco después de que yo cumplí ocho años. Mi otro abuelo, al igual que casi todos sus hermanos e hijos, era magallanero y en su casa fue donde vi mi primer juego de pelota. Es parte de mi historia.
También comulgo con varios jugadores de sus filas. La lista es bastante larga, pero para hablar de algo más contemporáneo debo admitir, y no a regañadientes, que el no hitter robado de Armando Galarraga me ofendió más que un insulto a mi mamá; que cuando Bob Abreu jugó en los Yankees pasé meses en secreto queriendo la camiseta azul marina con el 53 estampado en la espalda; que los infinitos Guantes de Oro de Vizquel me generan más sentimiento de pertenencia a la cultura deportiva de mi país que el Deportivo Táchira en cuartos de final de la Libertadores; que el cáncer de Andrés me puso a rezar genuinamente para que volviese al terreno, y que quedé con hambre de su cuadrangular número 400. También confieso que, muy en lo profundo y secretamente, estoy enamorada de Orber Moreno.
Mi papá puede que no sea una biblia en deportes, probablemente yo sé a mis veintitrés años más que él de todas las disciplinas; pero cuando era pequeño jugaba para los Leones de Prados del Este y sabe, aunque no tenga los lentes puestos o solo esté escuchando por radio, cuando un umpire se equivoca cantando un strike como bola y viceversa. Él fue quien me llevó a mi primer juego de pelota, a mi segundo, a mi tercero y a mi cuarto. Él fue quien me regaló un bate de goma cuando yo tenía menos de diez años con la esperanza infructuosa de que aprendiese a batear. También fue mi papá quien me dijo la verdad más universal que he escuchado en mi vida: “El Niño Jesús es magallanero”, porque el espíritu de mis navidades no podía ser de otro color.
Pero mi equipo es el mejor del mundo, y lo es más cada vez que le gana al Caracas. Puede barrer con 20 carreras a los Tigres, a las Águilas, a Cardenales o a quien sea, pero me gusta más cuando le gana, así sea por la mínima y en extra inning, a los Leones. Creo que por mucho que me gusten los juegos de los Tiburones de La Guaira, solo los coliseos romanos le hacen competencia a lo que se siente estar en un Caracas- Magallanes en el universitario. Creo que en el medio de esta eterna discordia entre quién sabe más, quién gana más y quién es el mejor y por qué se encuentra uno de los pilares centrales de mi amor al deporte.
Mi mamá y sus hermanas, fanáticas de La Guaira, se quejan todas las temporadas de mi mal gusto deportivo al escoger un equipo tan complicado como Magallanes; lo que ellas no ven es que yo no decidí ser magallanera por un proceso racional y analítico, lo soy porque me da todavía un sentimiento de pertenencia, una conexión extemporánea con mi papá, mi abuelo y mis primos y recuerdos que para mí son mucho más importantes que un palmarés de títulos y el liderazgo en una serie particular contra otro equipo que por casualidades de la vida juega en la ciudad en la que nací.
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Lourtec:
Por Ashley Garrido
certificado para la innovación INSTITUTO LÍDER EN LA FORMACIÓN DE PROFESIONALES CERTIFICADOS POR MICROSOFT Y CISCO EN VENEZUELA, LOURTEC ALCANZA UN NUEVO ANIVERSARIO PARA CELEBRAR LA GENERACIÓN DE PROFESIONALES CON LAS MEJORES CAPACIDADES PARA APROVECHAR LAS TECNOLOGÍAS DEL MUNDO CONTEMPORÁNEO. Durante quince años, cinco mil personas se han sentado frente a las ochenta computadoras que ocupan un espacio dentro de los cuatro salones que posee Lourtec. Cada uno de ellos bautizado bajo un término poco común: Web, Matrix, Entreprise y Atlantis. Todos ellos equipados con la más reciente tecnología de la empresa fundada en 1975 por Bill Gates en Albuquerque, Nuevo México. La apuesta de Lourtec ha sido convertirse en el principal Centro Oficial de Capacitación Microsoft en Venezuela.
En los pasillos de Lourtec se respira la innovación que sus veinte instructores buscan transmitirles a sus alumnos, a través de soluciones de capacitación efectivas, a la medida y con altos niveles de calidad. Lourtec busca preparar a quienes entren en sus aulas para la continua transformación que se da en el mundo globalizado en el que vivimos. Para ello se dividen en cuatro áreas de estudio: Entrenamientos Certificados Microsoft, Carreras Internacionales, un Programa Técnico y próximamente comenzarán un programa de Capacitación Online. Esta capacitación online se diferencia de los cursos web tradicionales. Establece un horario y método de estudio idéntico al de los alumnos que asisten a los laboratorios del Instituto Lourtec. Jorge León, quien preside la empresa, explica que la certificación Microsoft es un examen que se presenta en varias etapas, y cuyo objetivo es demostrar los conocimientos que posee el alumno en el área que ha decidido prepararse. La recompensa de estos exámenes es la llave simbólica para abrir mil y un puertas dentro del mercado laboral, no solo en Venezuela sino también en el extranjero.
Anualmente, Microsoft realiza un gala donde reconoce a los mejores centros de capacitación a nivel regional. Orgulloso, Jorge León muestra cada uno de los seis (2002, 2005, 2007, 2008, 2010 y 2012) reconocimientos que ha recibido Lourtec como mejor centro de capacitación Microsoft en Venezuela. De la misma forma, comenta que casi la totalidad de los alumnos de Lourtec cuentan con un trabajo estable y si no lo poseen, es muy probable que al salir del programa sean reclutados por alguna empresa. “El éxito de Lourtec se puede medir por el éxito de sus alumnos”, declara León. “Alumnos tan exitosos, que algunos han salido de nuestro país para establecerse en paraísos tecnológicos como: Chile, Australia, Irlanda, Estados Unidos, España, Brasil y Canadá”. Lourtec seguirá posicionándose como una organización líder en el mercado tecnológico venezolano al ofrecer servicios y soluciones puntuales, innovadoras y efectivas para el público, mientras mantiene sus alianzas con los gigantes Microsoft y CISCO.
Cincuenta y ocho por ciento de los Profesionales Certificados por Microsoft en Venezuela han salido de las aulas del Instituto Tecnológico Lourtec, a diferencia del otro cuarenta y dos por ciento que lo ha hecho en otros Institutos o a través de gestores independientes. Este porcentaje ha sido posible de alcanzar gracias a las fortalezas que enumera el Ingeniero León: flexibilidad, vanguardia, especialidad, apoyo constante y la calidad del servicio. 58
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LANZAMIENTO #ESTAENTIHACERLO El sábado 26 de octubre se lanzó la nueva campaña de Smirnoff Venezuela. Con el concepto de Está en ti hacerlo, Smirnoff incentiva las nuevas experiencias y explota la creatividad con su nueva imagen, llena de color, impulso para innovar y atreverse.
FIESTA DE HALLOWEEN MYSTERY Con máscaras, Djs y los disfraces más inventivos, el 1ª de noviembre se celebró el Halloween Mystery 2013. Una de las fiestas de Halloween más divertidas y concurridas de Caracas, donde los asistentes disfrutaron de una noche memorable.
SUMMER TOUR 2013 En Agosto, las ciudades de Venezuela se llenaron de grandes tarimas, la mejor música y el escenario más increíble para las fiestas del verano. Valencia, La Guaira, Puerto La Cruz, Margarita y Maracaibo vivieron noches llenas del color y la osadía de Smirnoff.
DIAGEO
CHULETA
FILOLOGÍA, O EL AMOR A LAS PALABRAS, ES LA MATEMÁTICA DE LOS ESTUDIANTES DE LETRAS. EN LA CATÓLICA, EN FILOLOGÍA I SE ESTUDIA LA EVOLUCIÓN DEL ESPAÑOL DESDE SU LENGUA MADRE: EL LATÍN. CON LEYES COMPLEJAS, PALABRAS COMO CASIU EVOLUCIONAN EN QUESO Y AMIGDALA, DEL GRIEGO, EVOLUCIONA EN ALMENDRA. HAY UN SINFÍN DE NORMAS Y PROCESOS EN LA LENGUA Y, PARA EL TORMENTO DE SUS ESTUDIOSOS, TODAS ESTAS REGLAS SON IRREGULARES. EN EL UNIVERSO DE LA FILOLOGÍA TODO ES POSIBLE.
en las universidades
LA EDICIÓN A
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@RevistaOJO 21
ULTIMA PAGINA
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EN 1929, LA PLUMA DE RÓMULO GALLEGOS NOS PRESENTÓ LA HISTORIA DE LA FÉRREA E INDOMABLE DOÑA BÁRBARA. DESDE EL ARAUCA, LLEGÓ LA “DEVORADORA DE HOMBRES” A LA RADIODIFUSORA VENEZUELA PARA RELATAR SU VIDA A TRAVÉS DE LA VOZ DE LA ACTRIZ ANA TERESA GUINAND, BAJO LA DIRECCIÓN DEL RECORDADO ALBERTO DE PAZ Y MATEOS. EN ESTA ÚLTIMA PÁGINA PAMPERO NOS RECUERDA QUE HA ACOMPAÑADO AL VENEZOLANO DESDE TIEMPOS DE LA “CACICA DEL ARAUCA”, JUNTO CON EL SONIDO Y LA MÚSICA DE LA CULTURA.
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