EDICIÓN
No.
VISTIENDO CONTENIDO: MODA, RITUALES Y SEDUCCIÓN LAS CANCIONES DE NO_RAM, HOTEL Y CANCIONEIRA JOSÉ JOAQUÍN FIGUEROA Y SU PAÍS DE MARAVILLAS EL VICIO POÉTICO DE ALEJANDRO CASTRO ROMÁN CHALBAUD: CINE PARA ENFRENTAR LA REALIDAD
DIRECTORIO PRESIDENCIA Verónica Ruiz del Vizo
Entre el sonido del rock venezolano, que se abre paso en escenarios cada vez más masivos y de mayor reconocimiento, también se escucha otra melodía. Artesanal, de inspiración literaria o sinfónica, a la par de las bandas que aspiran a los estadios, también hemos visto el regreso de la canción. “Todo oídos” se centra en tres exponentes que cultivan la composición con factura personalísima. Los “Fuera del aula” se ven en el espejo de la moda. Inaugura la serie de crónicas una visita a una famosa tienda de Caracas que ofrece vestidos de novias. Nuestra reportera, por primera vez en su vida, se enfrenta ante su reflejo de punta en blanco y allí confronta sus creencias. En seguida, visitamos el mercado del Cementerio para comprobar sus mitos de meca de las joyas a buen precio. Cuando pasa la página llegamos a la historia de los sastres, en su mayoría inmigrantes, que llegaron al país con arte y oficio para la confección. Y culmina la serie una visita a un taller de alta costura, para certificar con nuestros ojos cómo se cosen los hilos de mayor abolengo.
Juan Expósito / Armando Rosales
CORRECCIÓN
Pablo Duarte / Gabriela Benazar Juan Pedro Cámara Pérez Ashley Garrido / Orianna Camejo
Juan Pedro Cámara Pérez
MERCADEO
EDITOR WEB Gabriela Benazar
ADMINISTRACIÓN
DISEÑO WEB
Abner Valero Rodrigo Moscoso Gian Oliveri
DEPÓSITO LEGAL Pp200802DC2893
Crimental, C.A. / RIF. J-29573168-0
La ropa como extensión del cuerpo, proyección de los deseos, contenido web, performance digital. El cuerpo revelado, hipertrofiado, decorado, disfrazado o desnudo. En esta nueva edición de Revista OJO decidimos tantear las faldas de algunos rituales de la moda, sin descuidar el acontecer cultural.
Jesús Torrivilla
REDACCIÓN
Lis Mirabal / Lourdes Noda Ornella Cedeño
SE VISTE DE CONTENIDO
DISEÑO GRÁFICO / DIRECCIÓN DE ARTE
Gabriela Benazar / Ashley Garrido Daniela Márquez
PRODUCCIÓN
Revista OJO
EDITOR
COLABORADORES Jonathan Reverón, Indira Rojas, José Joaquín Figueroa, Faride Mereb, Alejandro Castro, Nicolás Gerardi, Alejandro Martínez, Daniel Jerez, Samantha Mesones, Arianna Arteaga Quintero, Teresa Mulet Andrés Molina. AGRADECIMIENTOS
En un país de maravillas aparecen los fantasmas del “Ensayo fotográfico”. Disfraces hechos por el autor, José Joaquín Figueroa, se transforman en seres mitológicos que se pasean por la ciudad y la traspasan hacia el mundo de la ficción redentora. Una fábula sobre el más allá y los paraísos prometidos, un parque temático sin sonrisas. Estrenamos una nueva sección: “La letra seduce”, a cargo de Samantha Mesones, colaboradora frecuente de nuestras páginas, que hablará sobre el cuerpo y sus vaivenes, desde la calle y los libros, desde la noche lujuriosa de la ciudad. Sigue con el tema de la moda y de su hipótesis tomamos el título de esta editorial: en estos días no solo vestimos ropa sino contenido que multiplicamos en las redes. Los poemas de Alejandro Castro son el perfecto acompañante para esta peña sobre el cuerpo. En sus versos, además de una crítica mordaz a nuestro mayor prócer, también leemos un íntimo retrato del yo poético.
Entrevistados de lujo completan nuestras secciones: Román Chalbaud, una de las figuras referenciales de nuestro cine, nos recibió en su casa para hablar de sus comienzos, sus afinidades políticas y cinematográficas, mientras que Yucef Merhi, pionero del arte digital, nos habló sobre su visión de la cultura, y la necesidad que ve de volver a civilizar con valores venezolanos. En “Protagonista OJO”, Luis Bonilla —mejor conocido como FE— y Gabriel Mesa comparten su visión del arte, la ciudad y sus pasiones. Atentos a los bestsellers, al amor y la sanación, una crónica sobre la visita del gurú de la autoayuda, Jorge Bucay, cierra las páginas de la veintitrés. El “Backstage” ofrece una mirada sobre este tipo de encuentros, en los que se va a buscar la felicidad perdida, así sea a través de naipes rotos. Forma y función se hipertrofian, estetizan en nuestro “Última página”. Teresa Mulet fotografió una de sus anotaciones del proyecto tipo útil ® en el que la tipografía se vuelve objeto, asiento y vestido. Una reflexión final que cierra el taller de Revista OJO, donde la cultura joven tiene el papel central de tinta y bytes.
Corporación Digitel, La MEGA 107.3, Pepsi y Empresas Polar, Diageo, Hoy Que Hay, Biblioteca Los Palos Grandes, Tecniciencia, El Buscón, Kalathos, Librerías Alejandría, Librería Lugar Común, Marcy Rangel, José Sánchez, Ezequiel Abdala, Daniela Pineda, Linda Meléndez, Rodrigo Fernández
DIRECCIÓN Av. Francisco de Miranda, Edif. Parque Cristal, Mezzanina, Oficina 5. Los Palos Grandes. Código Postal 1062. Caracas – Venezuela TLF _ 0212 2839980 www.revistaojo.com / ojoproduccion@gmail.com
REVISTA OJO es una publicación universitaria y bimestral. El contenido publicitario o de redacción no refleja necesariamente la posición del editor. Cada autor se hace responsable de lo que escribe. La revista se distribuye gratuitamente en las universidades y a través de twitter, por @RevistaOjo. Prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la revista sin previa autorización por escrito del grupo editorial.
CARTA DE AMOR / Objetos deseados
JESÚS TORRIVILLA / EDITOR
PABLO DUARTE / REDACCIÓN
JUAN EXPÓSITO / DISEÑO GRÁFICO
ARMANDO ROSALES / DISEÑO GRÁFICO
Si nos vamos a poner a desear, resolvamos el asunto. No uno sino dos apartamentos en Nueva York. Uno para alquilar, por supuesto, y tener ingreso fijo, que tenga vista al Central Park, fragmento de verde que asegura la renta. El otro sería de apariencia frugal, pongamos, con una biblioteca minimalista pero protagónica en la sala como ostentación mayor, de esas que se llenan con los años y no con cheques. Esa sede newyorkina será una estación central que siempre esté ocupada por los amigos, que tendrán hotel asegurado.
Desde muy pequeño, deseaba conocer secretamente a algún elefante. De chamo, tuve la oportunidad mi primer encuentro: visité el Zoológico de Caricuao y me encontré un paquidermo encadenado, triste en apariencia. Ahí, sin embargo, se reafirmó mi idea de tener un elefante. Mi identificación con el animal me llevó inclusive a escribir un cuento en el que un paquidermo de circo moría y para solucionar el transporte, los payasos lo descuartizaban para acabar con su recuerdo, que es infinito. En fin, si llego a ser como el otro Pablo, el de Colombia, no tendría jabalís, ni tigres, solo elefantes recorriendo el paso del tiempo.
Cuando pienso en lo que quiero, siempre imagino cosas que seguro lograré a largo plazo. Me gusta mucho la comida, por eso mi sueño de toda la vida es tener un restaurante, o varios, si es posible. Pero creo que lo que realmente deseo, para cuando esté viejo y no pueda trabajar desde mi computadora, es tener una panadería, en la que tampoco haría mucho: solo estar ahí, comiendo y administrándola.
Está lo sublime e insondable y lo mundanamente objetual. Apelando a la segunda idea, declaro que deseo una colección de baterías, mínimo tres o cuatro kits por década desde sus inicios, todo a tope de su condición. Debe incluir platillos, parales, pedales, redoblantes, micrófonos, junto con un estudio ridículo para grabar todo sin límites.
GABRIELA BENAZAR / REDACCIÓN
ASHLEY GARRIDO / REDACCIÓN / PRODUCCIÓN
ORIANNA CAMEJO / REDACCIÓN / PRODUCCIÓN
Un apartamento en París. Uno pequeño como el de Vargas Llosa en la Rue de Tournon para mantener la esencia francesa y verme obligada a recibir a mis visitas en el café más cercano. Al contrario de Pete Doherty, no soy exigente con la ubicación, me daría igual si está ubicado cerca del Parc Monceau o Sacre Coeur siempre y cuando tenga una estación de metro y un Monoprix a pasos de distancia. Después de comprarlo quedaría como Hemingway, estirando hasta fin de mes cada centavo del pago recibido por mis textos.
Mi reino por una biblioteca. En una familia que hace mucho y lee poco no hay espacio para estantes repletos de libros; solo enciclopedias pesadas y genéricas. Por eso, el único lugar que quedó en la casa para mis libros fue un estante encima de la cabecera de mi cama. Más de 60 libros en menos de un metro de estante. Cada día hay más libros, más peso y menos espacio. Y así hay una linda metáfora: los libros pueden caerme encima, con final gore incluido. Antes de perder mis libros o el conocimiento, ¿por qué no puedo tener una biblioteca del tamaño de la casa?
JUAN PEDRO CÁMARA / REDACCIÓN – CORRECCIÓN Si el ejercicio es hipotético no pongamos límites. No lo dejemos en “objeto de deseo”; a mí que me den todo un ecosistema, una isla privada, con mi seudónimo en su nombre y solo lo que yo decida en su geografía. Que sea en el Caribe o en el Pacífico Sur y que no lleguen ni barcos extranjeros, ni turistas ruidosos, ni el negocio de la pesca. Precisamente todo para esconderme: de la gente, de los malos hábitos, del trabajo. Que sea la guarida para entregarme en mis momentos de mayor haterismo.
Siempre he tenido una debilidad por la joyería. He pasado horas pegada a las vitrinas y le he dado like a todas las fotos en Instagram de Tiffanny y de H. Stern. Recuerdo claramente mi fascinación cuando vi el diamante Hope en una exposición en un museo de ciencias. Mi objeto deseado no es uno en específico, será un aro de plata ni tan grueso ni tan delgado que me compraré con mi dinero y que estará coronado con un diamante ovalado o con una esmeralda colombiana y acompañado a los lados con unos brillantes más pequeños, tres de cada lado. Lo guardaré todas las noches en su cajita verde-azul de Tiffany o en su caja negra de H. Stern. Marilyn no se equivocó, después de todo.
SUMARIO
BUZĂ“N DE ENTRADA
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04. Editorial 05. Directorio 06. Carta de amor
REVISTA OJO ESTĂ HECHA CON LA VOZ DE SUS LECTORES. TODO CABE, SIEMPRE Y CUANDO HAYA NOMBRE Y APELLIDO. LA INVITACIĂ“N ES A QUE PARTICIPEN Y ESCRIBAN. ÂĄLA LĂ?NEA ESTĂ ABIERTA! CUALQUIER COSA, CUALQUIERA, PEGUEN UN GRITO. ESCRIBAN EN NUESTRA PĂ GINA WEB WWW.REVISTAOJO.COM, LLAMEN A NUESTRA OFICINA 0212 2839980. ÂĄO NOS BUSCAN EN LAS UNIVERSIDADES! DIGAN “OJOâ€? TRES VECES Y, AL ESTILO BEETLEJUICE, AHĂ? ESTAREMOS. ÂĄGRACIAS POR SUS MENSAJES!
10. Pasando Lista 12. Cartelera 14. OJO Con / Jonathan ReverĂłn 16. Todo OĂdos / Regreso canciĂłn 20. Fuera del Aula 1 / Un vestido para el dĂa mĂĄs feliz de mi vida 22. Fuera del Aula 2 / El mito del cementerio
La cultura en Venezuela tiene mucho material a explotar. Leer entre lĂneas serĂĄ el proceso idĂłneo para tomar y crear. Nuestro entorno es la fuente inďŹ nita. Perder el miedo es el segundo paso. ÂĄEl arte es para protestar e incomodar, aprovechĂŠmoslo! JosĂŠ Alfonso Valero ComunicaciĂłn Social UMA
Solo he tenido la oportunidad de leer un par de ediciones de la Revista OJO pero su diseĂąo me ha dejado encantado. Me gusta la diagramaciĂłn y los colores que utilizan. Me parecen un complemento ideal para los interesantes artĂculos que presentan. George Galo Letras UCAB
La Revista OJO me llegĂł desde su primer nĂşmero por manos de quien es hoy su editor. CabrĂa decirse que desde entonces no me ha abandonado jamĂĄs. La veo cuando salgo de Kalathos, cuando llego a la universidad y hasta me llega a la cama de la clĂnica cuando estoy en postoperatorio. QuĂŠ bonita metĂĄfora la que hoy cumple OJO cuando estando en todos lados nos hace entender, allende su contenido tajante de por medio, que el arte va a estar siempre —y como sea— en todos lados.
Enhorabuena por una revista de vanguardia artĂstica que llega a nuestras manos o a nuestras pantallas. ÂĄKudos al equipo todo, como siempre! Ernesto RodrĂguez IngenierĂa Civil UCV
Soy seguidor del rock venezolano, lo escucho desde hace tiempo y a pesar de todo lo disfruto, no lo padezco, ni lo apoyo sin chistar. Sin embargo Ăşltimamente siento que hacen falta mĂĄs propuestas que apuesten por sonidos experimentales y mejores letras. Queremos escuchar otra cosa a parte de grupos que se creen salvadores del paĂs o que escriben la misma canciĂłn inocua. Un tipo de rock que pegue mĂĄs fuerte, mĂĄs visceral, que tenga menos miedo de no poder salir en radio. JosĂŠ Gregorio Bello ComunicaciĂłn Social UCV
Me enterĂŠ de la existencia de Revista OJO vĂa Twitter. Han pasado doce ediciones desde que la conocĂ y me sigue impresionando que pueda recibirla directamente en el trabajo y de manera gratuita. Otra cosa que me gusta de ella es la actualidad que maneja, basta con que piense en un evento o banda para que sea publicado en OJO. AdemĂĄs es digno de admirar que sea una ventana para los estudiantes.
*Nos pasaron en un papelito este fragmento de En torno al lenguaje, de Rafael Cadenas: Para mĂ, al menos, es evidente que alguien consciente de lo que son las palabras estarĂĄ en mejores condiciones para resistir todas las formas de manipulaciĂłn que atentan contra su individualidad; es improbable que no pueda detectar las imposturas al uso; difĂcilmente caerĂĄ en la trampa del gregarismo. El hombre masa no tiene lenguaje; usa el que le imponen. Cuando comienza a tenerlo, es decir, cuando pone atenciĂłn a las palabras y va dejando de usarlas mecĂĄnicamente, ya estĂĄ en camino de zafarse de la hipnosis a la que estaba condenado.
@Generaciones125 Oct Un gran #FF para ustedes, gracias por el apoyo !! @RevistaOjo
24. Fuera del Aula 3 / OďŹ cio a la medida 26. Fuera del Aula 4 / La trastienda de la alta costura 28. Ensayo fotogrĂĄďŹ co / Yet another wonderland 34. Ilustraciones / Faride Mereb 38. La letra seduce / Vistiendo contenido
@giselakozak Gracias a @RevistaOjo por haber reseĂąado el exitoso evento de El #FuturodelaCultura en Venezuela, en la #UCV @JGBandieramonte "VIDA DE ROADIE" Gracias a @RevistaOjo por brindar esta entrevista
40. Pluma y Papel / Alejandro Castro 44. Hay que leer / Tres dĂas de BolaĂąo 46. Diablo Por Viejo / RomĂĄn Chalbaud 48. Desde la Burbuja / Brivil 50. Big Bang / Arte sĂşper moderno
@alfpach @RevistaOjo Orgullo venezolano!!
52. Taller de arte / Yucef Merhi 54. Por los caminos verdes / El vuelo de Tony 56. Backstage / Hotel de barajas
@carlaquesada Hoy cierro una etapa inmensa en mi vida. Me voy de la mejor universidad que he tenido. Gracias @MashupAgency @RevistaOjo @hoyquehay @Gnefma Enamorada de esta revista, excelente el diseĂąo, muy buenos artĂculos. A leerla @RevistaOjo
60. Sociales 62. Chuleta / MacroeconomĂa UCAB 64. Ăšltima PĂĄgina / Teresa Mulet
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Samuel Coelho EducaciĂłn UCAB
VĂa twitter
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PASANDO LISTA
JONATHAN REVERÓN
FARIDE MEREB
YUCEF MERHI
ROMÁN CHALBAUD
Periodista desde los 15 años y aspirante a un rancho de verano en Pampatar. Empezó a trabajar con Marianella Salazar y produjo en radio Los Imposibles de Leonardo Padrón, y actualmente escribe para Todo en Domingo, Papel Literario, entre otras publicaciones. En mayo de 2013 publica su primer libro Los Años Después, seis cuentos de ficción sobre la tragedia del estado Vargas en 1999. En “Ojo con” nos echa, precisamente, el cuento del cuento, o cómo el mar cambió para siempre la vida de un montón de venezolanos.
Diseñadora gráfica del IDC, cursa Artes en la Universidad Arturo Michelena. Utiliza la tipografía, la poesía y la experiencia personal como herramientas esenciales. Su línea de investigación se basa en el estudio de la imagen literaria y su traducción en imagen gráfica. En paralelo, desarrolla proyectos sobre la escritora Miyó Vestrini. Se la pasa entre exposiciones individuales y colectivas. Es la autora de las “Ilustraciones” de esta edición, una serie de carteles, a la vez crudos y delicados, sobre el amor y el sexo.
Hackeó el correo de Hugo Chávez, la página del Museo de Arte Contemporáneo de Caracas y se apropió de la base de datos disponible en línea del Consejo Nacional Electoral. No, él no es una versión de Edward Snowden. Yucef Merhi une en una representación estética lo digital y lo político para crear arte y es el pionero de esta manifestación en nuestro país. Para esta edición, conversamos con él para el “Taller de Arte” y sobre la nueva Ley de Cultura aprobada por la Asamblea Nacional. Su cruzada es por civilizar.
Cuando se habla del desarrollo del cine en Venezuela, uno de los nombres de referencia para muchas generaciones es Román Chalbaud. Las historias de Chalbaud han tratado desde las épicas de los próceres de independencia hasta las de los héroes anónimos, pasando por adaptaciones que se pasean por la gran pantalla, las tablas y la televisión desde hace ya cincuenta años. Chalbaud, el “Diablo por viejo” de esta edición, conversa sobre ese tipo de arte que busca volcarse hacia la realidad en lugar de escapar de ella.
ALEJANDRO CASTRO
JOSÉ JOAQUÍN FIGUEROA
SAMANTHA MESONES
TERESA MULET
Profesor y egresado de la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela, actualmente escribe su tesis de grado en la Maestría en Literatura Latinoamericana de la Universidad Simón Bolívar. Ha publicado dos libros de poesía: No es por vicio ni por fornicio. Uranismo y otras parafilias (ganador del Concurso para Autores Inéditos de Monte Ávila en 2010) y El lejano oeste (2013, bid & co.). Poeta que utiliza las referencias a gusto y las transforma, para “Pluma y papel” nos envió una selección de sus textos, que hablan sin pudor sobre lo que lo desvela.
Fotógrafo entrenado bajo el lente de Nelson Garrido, actualmente vive en Nueva York. Entre sus reconocimientos están una mención honorífica en el XV Salón Supercable Jóvenes con FIA y una beca de parte de la Fundación Cisneros. El cuerpo, las mercancías, el género, la realidad y la ficción son temas recurrentes en su trabajo. Para el “Ensayo fotográfico” mostramos parte de Yet another wonderland (Y aún otro país de maravillas), un más allá que de pronto se funde con la tierra.
Graduada de Artes en la Universidad Central de Venezuela, en la práctica, sus lecturas y la ciudad la han hecho experta en un tipo de historia: la de la seducción. Entre tazas de café, rones y tinta, Samantha está en las redes desde su alter ego @ohmyporn, donde habla de cultura visual en sus cotas más eróticas. Colaboradora querida de la casa, en esta edición nos sinceramos y estrenamos su propia sección “La letra seduce”, para la que nos habla de una pequeña historia de la moda y el cuerpo.
Si alguien sabe del poder del diseño gráfico para la comunicación visual, esa es Teresa Mulet. Su trabajo ha sido expuesto en museos, ha tomado forma en libros de diseño y literatura infantil, en catálogos y objetos. Su investigación se centra en la tipografía, en cómo se pueden transformar en elementos funcionales, a la par que piensa sobre los límites del lenguaje, el alfabeto como oxímoron. Nos regaló su “Última página”, con bocetos de su proyecto “Tipo útil”.
CARTELERA
2 3 EL MAÑANA DEL CLAN Un mejor mañana se vislumbra en el camino de uno de las agrupaciones más importantes del hip hop. Los de Staten Island, Wu-Tang Clan, volverán para presentar su sexto disco A Better Tomorrow. Los actuales miembros del clan, RZA, GZA, Method Man, Raekwon, Ghostface Killah, Inspectah Deck, U-God y Masta Killa, ya han dejado grandes compilaciones, tanto como grupo o como producto de sus proyectos individuales. Son figuras necesarias de la historia del buen ritmo del género. El regreso de Wu-Tang Clan será su oportunidad de reivindicación, luego de su poco gratificante 8 Diagrams en el 2007.
SCANNONE HISTÓRICO
EL REGRESO DEL BIGOTE
Autor de los libros esenciales de la cocina venezolana, Armando Scannone más que cocinero y gastrónomo es un centinela de la memoria. El libro El legado de don Armando, escrito por Rossana Di Turi, revela el detrás de cámaras de los fogones, los rituales y las tradiciones que se ha logrado documentar en los libros, para resguardar una sazón eminentemente venezolana, que ya forma parte de generaciones. El libro estará disponible en librerías como Tecni Ciencia y Lugar Común, para transformarse en el regalo ideal de diciembre.
Ron Burgundy es la imagen del narrador de noticias perfecto. Su estilo marcó a millones de espectadores que siguen sin cesar las enseñanzas del Anchorman por antonomasia. Este año, Burgundy, interpretado por el genial Will Ferrell, se mudará de San Diego a New York en Anchorman 2: The Legend Continues. Su misión es la misma: convertirse en el narrador de noticias del momento. En el elenco se mantendrán Paul Rudd, Christina Applegate, Steve Carell; pero a la redacción llegarán Jim Carrey, Harrison Ford, Liam Neeson, Kristen Wiig, Tina Fey, entre otros. Pase lo que pase en la actualidad noticiosa, la cinta promete ser el suceso épico del año.
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AMERICANIZANDO A CHAN-WOOK PARK
LA SOLEDAD DE SMAUG
NEUMAN HABLA SOLO
Basado en el cómic de Garon Tsuchiya y Nobuaki Minegishi y en la cinta de Chan-wook Park, regresa Old boy, la historia del hombre confinado veinte años de su vida a una habitación, castigado por los errores del pasado. La obra épica del coreano Chan-wook Park, perteneciente a su llamada trilogía de la venganza, es interpretada por el cineasta Spike Lee en la cinta del mismo nombre, a estrenarse diez años luego de la primera. Protagonizada por Josh Brolin, Elizabeth Olsen y Samuel L. Jackson, es una de las preferidas de este año, dada la gran legión de seguidores que dejó su predecesora.
Luego de El Señor de los Anillos, Peter Jackson tomó la tarea de ser el narrador cinematográfico de las obras de J.R.R. Tolkien. Este año se espera que la taquilla y los fanáticos se alienten más con la nueva adición de la serie de The Hobbit, trilogía basada en el libro del mismo nombre. The Hobbit: The Desolation of Smaug sigue los pasos de Bilbo y los enanos en las cuevas místicas, mientras escapan del dragón Smaug con la ayuda del mago Gandalf. Protagonizada por Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, entre otros, Jackson propone una película mucho más oscura que su predecesora, con más líneas argumentales y paisajes de la Tierra Media.
El escritor argentino-español, Andrés Neuman estuvo en la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo (FILUC) para presentar su nueva novela, Hablar solos, publicada por el sello Alfaguara, premio homónimo del que resultara ganador en el año 2009. Neuman se pasea por múltiples géneros como el ensayo, la poesía, el cuento, las crónicas de viajes y los aforismos y en esta oportunidad presenta una historia sobre un padre acechado por la enfermedad que decide emprender un viaje por carretera con su hijo, mientras la madre se aventura a su propia exploración. La novela ofrecerá un cruce entre la idea de perversión, pérdida y familia.
ojo con
A TI QUE COMO A MÍ, EL MAR NOS CAMBIÓ LA VIDA Por Jonathan Reverón / @elreveron Fotos: José Pisano
Son las cinco de la mañana y despierto borracho de sueño. El blackout total de mi habitación apenas es interrumpido. Parpadea la luz de mi MacBook, que está cerrada pero no apagada. Al despertador —que viene incorporado al copete de la cama— también le parpadea una luz que no sé dónde se apaga. De la misma forma, un mensaje pendiente en el Blackberry. Más al fondo titilan puntos rojos, iguales a los del teléfono, pero sobre una ciudad que desconozco y probablemente muchos de sus sobrevivientes mayores de 68 años también: amanezco en Hiroshima, este lugar cuya tragedia la hizo detritos a la fuerza, es un triste y común adjetivo. Las coberturas como la que realizo ahora (mientras escribo viajo con la Orquesta Sinfónica Juvenil de Caracas) nos da amaneceres perturbadores. Hay un microsegundo en el que no tienes la certeza del estar. Son muchas ciudades en poco tiempo, pero estoy muy claro de que amanecí en Japón. El día anterior había visitado un verdadero museo del horror: Museo conmemorativo de la paz de Hiroshima. Toda la documentación videográfica y fotográfica posible del ataque nuclear está allí. Hace calor, el sol de las dos de la tarde parece el de nuestro mediodía, rompe las piedras. La mayoría de los hombres que usan traje llevan lino, sus chaquetas se transparentan con la luz. La mayoría de las mujeres también visten telas ligeras y muchas están abotonadas completamente, protegiendo la piel de un bronceado que en muchas clases sociales está mal visto (al menos eso dicen).
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En el front desk del infierno debe haber un japonés que solo habla japonés. He probado con el inglés y el francés, pero nada. La primera persona a la que me dirijo llama a otra y esta llama, a su vez, a otra y la segunda llama a una tercera hasta que los tres te miran y se hacen una idea de lo que necesitas. Logré romper el candado de mi maleta con el entendimiento de tres empleados del hotel viendo la palabra alicate en Google images. Quizás sea una intolerancia temporal y estoy en proceso de adaptación, apenas llegué ayer. Todas las tiendas de libros en los aeropuertos por los que he pasado (menos el de Maiquetía) muestran una portada genial. Da muestra también de lo icónico que puede resultar el personaje que la adorna. El arte es una interpretación simple y moderna de los elementos del característico del rostro de Hitler: Ha Vuelto de Timur Vermes es un bestseller mundial, que, cuentan, es una novela en clave de humor contra el líder del Tercer Reich. Las críticas, su autor y lectores la describen como un texto sencillo. Desde que publiqué mi primer libro (Los años después, Queiroz Publicidad 2013), no tengo la certeza total de qué quiero hacer con mi carrera, pero no quiero parar de escribir. Para mí es muy falsa esa idea de que el escritor oficia para él mismo. No, yo quisiera bautizar un libro todas las semanas, pero uno tiene la oportunidad de hacer las cosas bien en la vida una sola vez. Un libro todas las semanas sería un acto irresponsable y acabaría por convertirme en un autor mediocre. Y no quiero ser un escritor malo, quiero ser uno muy exitoso como Vermes, leído en muchos idiomas, que mis libros me den la satisfacción de llamar a mis amigos y decirles: “Hey, te está llegando un pasaje, te vienes conmigo a mi rancho de verano en Pampatar”. Me he paseado por destinos más caros, pero soy Tauro y peco de aterrizar los sueños. Luego veremos si las cosas dan para la casita en Verona.
Mi libro habla de una tragedia. Reconozco a quienes han superado un evento mortal y de grandes magnitudes porque se vive con menos miedo, los prejuicios también se minimizan y hay toda una refundación de valores. Hiroshima es el primer sitio de Japón que visito (aún no he llegado a Tokio) y hay una cierta levedad. Ya se sabe que esta cultura le dio semántica a la delicadeza, pero a pesar de tener el horror tan vigente, de ver grupos escolares todos los días visitando la plaza conmemorativa a los caídos, hay un “gracias a la vida”. Quienes presenciamos la devastación estamos convencidos de que no es posible vivir más de una tragedia natural. A los quince años sufrí la tragedia de Vargas junto con mis padres y mi hermanita. Sobrevivimos y nuestro nivel de horror no se compara a quienes lo perdieron todo, inclusive miembros de su familia. La segunda vez que vi a mi padre llorar fue frente al malecón de Maiquetía, caminábamos hacia el aeropuerto y en dirección contraria a nosotros un pequeño grupo de boyscouts llegaban a Vargas con la intención de colaborar. Era obvio que en ese momento el país no conocía el tamaño de su herida. A mí me cuesta comprender la dimensión de la de Hiroshima. Por más que esté escrito y documentado, nunca sabré qué se siente porque cada catástrofe es entendida por sus desterrados. Ya lo dijo Paul Valéry, el mar todos los días recomienza. Es el consuelo de los sobrevivientes al poder del agua, esa frase se nos ajusta mejor. El mar nos cambia la vida, el mar, que es una madre, tiene el poder de expulsarnos o de navegarnos con un tierno balanceo. La bomba cruzó el mar desde Tinian. El agua buscaba el mar desde las montañas. Y yo, como Josefina en uno de mis cuentos, La Algazara, me doy cuenta de la suerte que a veces tenemos de catalizar tarde los hechos que avergüenzan a Dios y al hombre.
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Por Ashely Garrido
Como si se tratara de piezas impresionistas, las canciones de Linda Sjoquist dibujan instantes en la mente de quien las escucha. Un Monet sonoro realizado desde un apartamento en Maracaibo.
TODO OIDOS
Hoy se llama Cancioneira pero llegó por primera vez a los reproductores de mp3 como Al cruzar la calle. Su iniciación en la música comenzó a los 16 años y en retrospectiva la ve como un diario adolescente. “Llegué a detestar a Al cruzar la calle”, confiesa Linda, quien le cantaba a una persona que prefiere mantener en el anonimato y que influyó profundamente en la producción de sus canciones. Por eso explica que ACLA es un proyecto que nunca tomará la misma forma y que decidió abandonar.
EL REGRESO DE LA CANCIÓN LLEGAN DESDE OCCIDENTE CON PROYECTOS CAPACES DE MOVER LA FIBRA MÁS ÍNTIMA DESDE EL OÍDO. CANCIONEIRA, NO_RAM Y HOTEL SE LANZARON A UNA CONQUISTA DIFÍCIL, TRADICIONALMENTE DOMINADA POR ESCENARIOS MASIVOS, CON PROYECTOS QUE TIENEN MUCHO DE ROMÁNTICOS, CASEROS Y LITERARIOS
En un país donde la tropicalidad no solo se siente en la temperatura, los cantantautores suelen ser etiquetados como estrellas pop creadoras de éxitos, de cortinas para telenovelas en los años noventa. Una nueva generación de cantautores se cuela en la escena musical venezolana, con marcadas diferencias de aquellos que en su momento ganaron incontables Orquídeas de diamante.
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Cancioneira
Demuestran que no es necesario contar con estudios millonarios o el empuje mediático de un canal de televisión para tocar la fibra más interna de cada ser. Le cantan al amor, al mundo y a quienes los rodean. Se muestran poco, ocultan su nombre detrás de un pseudónimo, lo cual los libera para contar todo aquello que han vivido. Son tres aristas del polígono musical que se extiende por todo el país. Ellos son: Cancioneira, nO_ram y Hotel.
Hace más de un año adoptó su actual pseudónimo, con el que comenzó una catarsis de sentimientos, emociones y personas que vivió durante su anterior trabajo. Las canciones de Linda son parte de un duelo: “Es un miedo que estoy enfrentando”.
Cancioneira se encuentra en un proceso de exploración y experimentación: “Un día despierto y digo que quiero hacer música folklórica, al siguiente quiero tocar en una banda de punk y otro día quiero ser hip-hopera. Tengo ganas de hacer de todo”. Este proceso se ve reflejado en la Serie la séver —que no es sino la palabra “revés” al revés— , un grupo de temas experimentales, de poca duración, donde se obsesionó con la idea de descomponer las canciones. “Se trata de no partir de una raíz sino de llegar a ella”. Bajo la premisa de “conseguir el sonido de un recuerdo”, Linda grabó todos los tracks de manera convencional, pero los invirtió con un programa de edición. Escondiendo partes, exaltando otras y logrando sonidos con su guitarra que simulan el latido del corazón. Mar raro y emocional “Dentro de esta ciudad que es tan calurosa y a veces insoportable, vivimos en un mundo a parte donde nos expresamos, somos raros y exageradamente dramáticos”. Linda habla en nombre de sus colegas de Entorno Doméstico, un grupo especialmente prolífico en nuevas propuestas.
Aflicción poética Una vez Linda se definió como “una persona triste que a veces está feliz”. Para ella los temas grises, como la depresión, el dolor y la tristeza son tabú en un país “tan tropical donde lo que queremos es bailar y estar alegres”. Define su proceso de composición como un trabajo que prioriza la reflexión antes del estudio. Una melodía atrapa su atención y no puede deshacerse de ella hasta que esté terminada. Dicho proceso no le toma más de un día o una madrugada, su momento preferido para crear. “Es más agradable grabar mientras todos duermen”, comenta. Su cuenta en Souncloud es un archivo que revisa esporádicamente para evaluar su trabajo. Al preguntarle sobre su constante actualización responde: “¿Qué pasa si me muero mañana?, ¿o si se daña mi computadora? Si no las subiera nadie habría escuchado las canciones y eso me parece sumamente triste. No porque sean mías, sino porque serían obras de arte perdidas. Ese tema me aflige muchísimo”.
Aunque este sea el panorama marabino, Cancioneira confiesa la dificultad que tiene para conseguir presentaciones. “Te piden que colabores tocando en un teatro, pero para nadie es rentable tocar gratis. Haciendo música no solo se invierte dinero; el tiempo y la dedicación también valen”, dice Linda y agrega: “En los únicos sitios donde te pagan es en los locales nocturnos, pero es difícil tocar en ellos. La música de uno es muy pacito y la gente ahí no te escucha, es una sensación muy desagradable”.
Para Palacio era importante mantener la intimidad y la naturalidad de Cancioneira, por eso, al igual que en los demos originales, él defendió la idea de grabar en casa de Linda, durante octubre y noviembre de 2012. Mar Muerto no incluye canciones inéditas, todas son transformadas partiendo de las versiones que se encuentran en Soundcloud. Tras negociar con Entorno Doméstico (su sello en Venezuela) y YoConVoz, Linda llegó a acordar la realización de dos lanzamientos digitales. Primero en su país, luego en Argentina. La versión venezolana será un EP que incluirá un b-side de demos, mientras que el argentino será publicado en una sola parte y tendrá una mezcla distinta. “Fue algo en lo que insistí. No quería que fueran iguales, incluso van a tener artes distintos”, agrega Sjoquist. Luego de los lanzamientos digitales, planea publicar la edición física de Mar Muerto y se embarcará en la tarea de promocionarlo en varias ciudades del país. Mientras esto sucede Linda continuará sus estudios de Letras en la Universidad del Zulia. Finalizando la conversación, vislumbra la idea de agregar un nuevo sello a su pasaporte: el de México.
El sello argentino YoConVoz la contactó a mediados del año pasado y así es como el productor Juan Cruz Palacio decidió volar desde Buenos Aires para grabar Mar Muerto.
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hotel TODO OIDOS
Apenas se acerca a los veinte años, y cuando sea viejo podrá presumir de ser la primera persona que se montó en la tarima del Festival Nuevas Bandas solamente acompañado de una guitarra. Su nombre es Diego García, pero en realidad es un Hotel que cuando sale a la calle “cubre sus ventanas con ojos y sus ladrillos con piel, para no asustar a la gente”. Su imagen recuerda a la del joven Bob Dylan, a aquel que en 1964 le presentó la hierba a Los Beatles. Cabello alborotado y camisa de cuadros, se ríe al leer “la banda Hotel” y se imagina a sí mismo viajando con un montón de instrumentos. Diego es parte de esta nueva manada de cantautores cuyas letras y acordes apuntan a lo profundo, a la confluencia introspectiva. Son temas para escuchar tomando un mojito, tal y como lo habría hecho Hemingway mientras escribía El viejo y el mar.
no_Ram
nO_ram es un proyecto que se rebela contra los géneros musicales, con canciones acústicas que devienen en piezas electrónicas.
Desde hace cuatro años el páramo merideño le ha servido de trinchera a Kike Cabanzo, la mente detrás de nO_ ram. Pero este proyecto tiene historia. Comenzó en 2002, cuando Cabanzo salía del Taller de Arte Sonoro (TAS) y descubrió el mundo de la composición por secuenciadores: “Fue el paraíso. Recuerdo que le dibujé una boca y un par de ojos al monitor de la computadora. Estaba viva y era el mejor músico con el que había tocado”, comenta Kike. Paralelamente a los primeros trabajos de nO_ram, Cabanzo fue parte de la banda Jabón Eléctrico, un proyecto tan experimental como efímero, con el cuál grabó un álbum que quedaría para el recuerdo. En unos meses, el grupo se disolvió y todos sus integrantes decidieron abandonar la ciudad de Caracas. A principios de este año, nO_ram publicó Humano, un álbum que reúne temas compuestos entre 2003 y 2012. Por considerar a las canciones que solo incluyen guitarra y voz como una “pérdida de entretenimiento e imaginación”, grabó este trabajo con todos los instrumentos que las canciones le pedían e incluso contó con la participación de la Sinfónica de Mérida en las cuerdas y metales.
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La aflicción que impregna los temas proviene, como bien lo dice el nombre del álbum, de la experiencia humana. “La melancolía fue el color que escogí para dibujar cómo veo a la humanidad hoy en día”, comenta Kike y también agrega: “Si tuviera que explicarles a los extraterrestres cómo se siente la tierra no usaría una canción alegre, usaría una melancólica”.
Herencia de tinta “Yo no canto porque sé ni porque mi voz sea buena, canto para que no caiga más culpa sobre mis penas”. Siendo un niño, Diego leyó este verso perteneciente a Los Caujaritos de Ignacio Figueredo. Ha pasado mucho tiempo desde ese momento y las “penas” de Hotel se han transformado en un EP llamado Otras Muertes, producido por Andrés Melo en Flamante Studio. El proceso de grabación del EP fue sin artificios. “Grabar era sentarme en un cajoncito y cantarle a los micrófonos mientras Melo fingía dormir del otro lado de la cabina”. Para explicar sus letras toma como ejemplo las conversaciones de Sábato, donde habla de Flaubert y Madame Bovary y cómo, en cada personaje escrito el autor va escribiéndose a sí mismo también, sin darse cuenta. Y confiesa que ha pasado por eso en más de una ocasión. Se declara admirador de la “visceralidad” de Bukowski y prefiere no comentar sobre Leonard Cohen, para no desvivirse en elogios. De Hemingway rescata que toma a las acciones como protagonistas y agrega: “¿De qué sirve decir que duele?, ¿de qué sirve hablar del calor? Haz que duela, da calor”.
En cuanto al contenido de sus letras, las vivencias han sido fundamentales, sus altos y bajos: “Es como una cama elástica. Mientras más te hundes, más te elevas”.
“Siempre he pensado que al hacer algo bueno, alguna de las 30 personas a las cuales les envío mi música tendrá la necesidad de compartirla. Afortunadamente así ha sucedido con Humano”, señala al respecto.
Locos a tierra De un lado de la tarima del FNB, un menudo muchacho con una estoica mirada observaba la presentación de Hotel. Se trataba de Andrés Melo (ingeniero de grabación y ex guitarrista de Los Dhalí), a quien Diego describe como un “científico loco de la grabación”, capaz de llevar lo abstracto al plano físico por medio de aparatos con botones y micrófonos que comen palabras.
Humano es un álbum que no quiere tocar en vivo. No le gustaría obligarse a modular los arreglos sinfónicos a través de secuenciadores, y buscar músicos que lo acompañen tocando viejas canciones le parece una pérdida de tiempo.
No está interesado en las redes sociales y advierte lo perjudiciales que podrían resultar para la gente: “Muchos se olvidan de lo que dice su cerebro por estar preocupados de lo que dicen los demás”.
El dúo que componen estos dos jóvenes músicos puede llegar a pisar lo quijotesco. Mientras Diego vive entre libros e ideas, Melo es el encargado de traerlo de regreso a la tierra.
Al googlear el nombre de nO_ram solo se encuentra un perfil en Soundcloud y varias compañías de informática, que por supuesto no tienen nada que ver con Kike Cabanzo. Él no ve a la música como un negocio. Produce para él y sus amistades más cercanas, es gratis y siempre se mantendrá de esta forma.
Antes de su mudanza a Mérida no contaba con el tiempo, el espacio ni los equipos necesarios para grabar, por eso solo se dedicaba a componer. De estos años son fruto tres álbumes que aún no han sido completados: Renacer (2005), El Mirador de ciegos (2007) y Marabunta (2009). Mientras nO_ram culmina esta trilogía de álbumes seguirá siendo el secreto mejor guardado de los Andes.
Maracaibo, una ciudad marcada por la impronta del mar pero sin su atractivo turístico, es un novedoso hervidero creativo para Diego. Lo describe como “un desfile esquizofrénico de gente increíble que, aunque no lo ven, son golpeados en la cabeza una y otra vez por el mar”. Esas contusiones se vuelven una “herida comunal” que buscan sanar a través del arte.
Sus planes a futuro no tienen fecha ni nombre. Su primer trabajo de larga duración y un EP experimental podrían ser parte de ellos. Mientras tanto seguirá grabando mucho, durmiendo poco y convirtiéndose en un mejor “músico de bolsillo”.
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FUERA DEL AULA
De pequeña no podía encontrar una sábana blanca, una tela o un pedazo de velo mal puesto porque empezaba la diversión. Me casé con todas mis amigas, reales e imaginarias, y armé una pataleta cuando me tocó hacer de San José en el acto de navidad porque no tendría ni vestido ni velo. Fui cortejo en el matrimonio de todas mis tías y de todos los amigos de mis padres que se casaron. Pedí, siendo ya una mujer adulta, tener un bouquet en el cortejo de mi primo porque quería entrar en una iglesia sosteniendo un ramo de flores y no estoy ni remotamente cerca de casarme. Tengo lo que todas las revistas de mujeres anglo parlantes llaman wedding brains.
FELIZ DE MI Por Gabriela Benazar Acosta
¿Cómo podría ser distinta? En algún lugar de mi cerebro tengo alojada la idea desde hace muchos años de que el matrimonio es el fin último y la felicidad. Por eso decidí comenzar a preparar desde ya mi gran día: hice una cita en Pronovias para poder pensar y escribir como si estuviera cercana, inminente, al altar. Mis padres dicen que casarse no tiene ningún mérito. Yo los entiendo. Con una tasa de divorcios que roza el 50% en países como Estados Unidos y después de ver cómo los matrimonios de sus hermanos y amigos colapsaron, después de asistir a innumerables enlaces 40-20 y metidas de pata, comprendo su enfoque meritocrático de la vida. Yo todavía creo en el matrimonio como institución social. No solo creo en él, lo quiero. Por ello, tengo toda mi vida planeando cómo será el día en el que por fin sea yo el centro de atención. La industria de las bodas nos ha hecho creer que el llamado gran día será el día más feliz de nuestras vidas y por ende todo, absolutamente todo, tiene que salir perfecto.
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Pero de todo lo que te puede ofrecer una empresa para tu boda, probablemente lo más importante es el vestido de novia. Esos metros de organza, tul y encaje a los que las revistas de chismes le dedican tanto centimetraje cuando se casa una celebridad, los que tu abuela guarda celosamente en su closet con la infértil fe de que alguna de sus nietas usará el mismo con el que ella le dio el sí al padre de sus hijos. Esos mismos vestidos que se tienen que custodiar a toda hora por la Guardia Real cuando va a ocurrir un enlace en una monarquía europea, como pasó antes del matrimonio de Kate Middleton con el Principe William, para evitar que la prensa se enterara de quién fue el afortunado diseñador en confeccionar un traje que será imitado hasta el infinito. En Venezuela, lo más cerca que puedes estar en bolívares fuertes a las pasarelas europeas lo consigues en la sede caraqueña de la marca española Pronovias. Previa cita, te atienden todo el tiempo que sea necesario para que, de un catálogo de 120 vestidos, preselecciones 15 y termines escogiendo solo cinco modelos que te probarás en vivo y en directo.
Tseélon, en un estudio que hizo sobre cuánta atención le prestan las mujeres a la ropa que usan, determinó que el grado más alto de autoconciencia del aspecto propio se manifiesta en ocasiones especiales como bodas o situaciones laborales porque son situaciones que están por encima del plano individual y se ven como prácticas sociales y culturales. Es decir, el mundo entero espera que estés en tu mejor versión para el gran día.
Es muy difícil encontrar el vestido ideal la primera vez que te pruebas uno. Yo tuve que probarme cuatro distintos hasta encontrar uno que quedase perfecto. Pero ya para ese momento estaba saturada de blanco, de quitar y poner, de detallar escotes y pedrerías, del encaje, de las faldas. Probándome los primeros sentí que usurpé temporalmente el puesto de alguien más, que usé Cuando llegué a la tienda ya tenía una idea su fantasía por diez minutos y que estaba general de lo que quería. Mucho encaje, cero tocando algo muy especial que simplemente pedrería; corte a la cintura, nada a la cadera; ni era mío ni me correspondía. falda amplia, prohibidos los trajes de sirena. Sin embargo, el quinto, debo reconocer, lo tenía todo: la falda como yo siempre la soñé, Ponerse un vestido de novia requiere de el escote perfecto, el encaje simplemente asistencia y de amplio conocimiento de las hermoso. El velo que me prestaron para leyes de Newton. Cualquier pisada en falso “tener una mejor idea de cómo se vería” hizo puede condenar toda tu dentadura a un que la gente en la tienda se detuviese a hermoso recuerdo y dejarte una linda cicatriz decirme lo hermosa y perfecta que me veía, en la frente o una fractura que tarde meses cosa que no ocurrió con ningún modelo en sanar. Después del proceso de entrar, anterior. bajar tela, subir tul, acomodar falda y —la más importante— cerrar y ajustar el vestido, Me veía en el espejo y sabía que no iba a verse por primera vez vestida “de punta en encontrar en El Área Metropolitana de blanco”, no con una sábana ni con una tela, Caracas nada que me quedase mejor que sino con un diseño de verdad, es sentir que aquello. Pero algo se sentía raro, inadecuado. todas esas versiones tuyas: la niña del Quizás era el cansancio. Le comenté cómo cortejo, la que jugaba sola, la que se pegaba me sentía a la asistente de ventas que me a las vitrinas de las tiendas en Europa, la que estaba ayudando en todo el proceso. Le dije chillaba por ser San José y no la Virgen María, que a veces creía que lo mejor era ponerme se revindicaban en un instante. algo más sencillo, sin tanto armador, y casarme solo con mi familia y mis amigos en Con ese primer vestido sentí lo que siempre algo más íntimo. “Lo vas a usar solamente pensé que sentiría en ese momento. Ninguna una vez en tu vida: es tu día”, me respondió. de las princesas, reales o ficticias, era más hermosa y perfecta que yo. Todo el vestido, desde el escote hasta la falda, me hacía sentir lista para salir y gritarle al mundo que creo en el amor eterno.
En ese momento me di cuenta de que ese en realidad no es mi día. O al menos yo no quiero ya que lo sea. Quiero que mi matrimonio sea para celebrar que conseguí a alguien especial con quien decidí unirme frente a la sociedad, la ley, su iglesia, la mía, quien sea, y hacer una promesa de construir una familia basada en nuestros valores y siéndonos fieles. No es mi día, es el de los dos. Sí, no puedo negar que con el vestido blanco de princesa me sentí muy especial. Pero no dejaba de hacerme esa pregunta en mi cabeza y más aún cuando me cotizaron los dos vestidos que quería. Por mi primera opción, uno del diseñador Elie Saab, tendría que pagar la módica suma, en tres cuotas, de medio millón de bolívares. Por el otro, con velo y chaqueta de encaje incluidos, casi 150 mil: setenta sueldos mínimos. Entre la duda en mi cabeza y la delicada cartulina con los precios en mi mano, recordé cómo la carroza de la Cenicienta se convertía en calabaza y sentí que mi eterna fantasía del vestido de novia perfecto había, por los momentos, llegado a su fin. El matrimonio ya no es el final feliz de un largo proceso de desembolsos, peleas, pruebas de trajes, confecciones y la búsqueda de ese vestido perfecto que tengo tantos años confeccionando en mi cabeza. Es el principio de una etapa nueva que definitivamente no quiero que comience bajo la premisa de que solo será mi día.
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FUERA DEL AULA
EL MITO DE EL CEMENTERIO Por Juan Pedro Cámara - @juanpecamara
La mayoría de lo que venden allí es ropa para mujeres. Desde lo más casual hasta lo más suntuoso. Hay vestidos combinados con tiaras de brillantes, cinturones de hebillas grandes, plataformas de corcho y pantalones plásticos. Hay frases pícaras dibujadas con escarchas, jerseys deportivos de “Los Laker” y perfumes de marcas internacionales. “¿El Bvlgari?, ese te queda para 1.900, chico”. A las muñecas del cementerio no les asusta el golpe de la santamaría. Son maniquíes blancos de pies percudidos, senos y traseros grandes. Ellas se quedan afuera una vez cerradas las puertas, guardianas bien plantadas de sus quioscos, con rostros desafiantes pintados con marcador permanente y las pelucas descolocadas por el trajín final. A la una de la tarde de un domingo, la mitad de las tiendas de “la boutique más grande del país” ya están cerradas. En el resto, los vendedores ven impacientemente sus relojes para, cerca de las 2 p. m., dar por terminada la faena de la semana. A esa hora las maletas se siguen chocando con los montones de basura que se acumulan en las esquinas. Las arrastran los ávidos comerciantes que esperan llevarse la última ganga de la semana. La Hormiga es uno de los galpones que componen el Mercado del Cementerio, un complejo de cientos de locales comerciales que se distribuyen en los alrededores del Cementerio General del Sur. Allí llega mercancía de muchas partes del mundo, especialmente de los países andinos. Es sitio obligado para comerciantes de toda Venezuela, que llegan con maletas vacías y el objetivo de llevárselas llenas a otras regiones, y para el comprador caraqueño que busca los mejores precios. El mito del Mercado del Cementerio como la meca del comercio se ve con otras luces ante la postal casi abandonada del domingo por la tarde. Ya el galpón está casi vacío y los escudriñadores de oficio se apuran para aprovechar los últimos minutos, como sumidos en el Mega Match de los acumuladores. Los quioscos dan pared con pared, frente con frente, en un recorrido complicado en el que queda poco espacio para el tránsito.
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Dicen que las mejores tiendas de país se abastecen allí de sus productos. Que se consigue lo mismo que en cualquier centro comercial de lujo, pero a precios irrisorios. Que la aventura vale la pena. Las caras de ese domingo dicen otras cosas. Los compradores se paran en las esquinas a estudiar el laberinto de pasillos que llevan nombres de animales. Miran confundidos, se devuelven y dan con callejones abandonados. Las maletas siguen a medio llenar y eso no es suficiente. En los mostradores es hora de sacar la cuenta. El inventario es ruidoso, pero ese día se vive con derrota. “¿Hoy? Tres blusitas nada más”, confiesan en Teresita la Fashion. “Así es todos los días ahora”. La vendedora saca sus números: lo que le gana a cada prenda es un 10%, aproximadamente. Total, total: 140 bolívares de utilidades por un día de trabajo que arrancó a las 5 a. m. El ánimo es casi unánime. Ella es una peruana que se vino a Venezuela a vender ropa para ayudar a su familia y que ahora no le encuentra sentido a su trabajo. Dice haber visto el descalabro de su negocio, a la par de la disminución en la disponibilidad de divisas y el aumento exponencial de la moneda extranjera en el mercado paralelo. Eso afecta también la capacidad para enviar dinero a su país de origen: por los 140 Bolívares que hizo ese día, no encontrará en la calle quien le dé más de 4 dólares.
No es la única extranjera presa de la situación. En los pasillos hay un despliegue impresionante de acentos. El pregón de la tarde lleva casi siempre la compañía del cantadito típico de centro y Suramérica. Hay negociaciones que se llevan a cabo en creole, discusiones en chino y cuentas que se sacan en árabe. Algunas reminiscencias permiten rescatar testimonios de algún esplendor: marquesinas con diseños elaborados, carteles que anuncian marcas internacionales que ya no se encuentran, la promesa de una escalera mecánica en alguna parte y un cafetín escondido cuyo paso está bloqueado por un charco que brota de los baños. “No hay leguis”, advierte de entrada un cartel que sostiene una de las muñecas. A esta no le pintaron la cara y la peluca le comienza en la mitad de cráneo. ¿Y qué es lo que hay? Pues lo que está a la vista: un caos de artículos superpuestos, un cementerio desordenado de telas y accesorios que tapan las paredes.
Afuera la cosa sigue complicada. Un parquero dirige a los carros estacionados en la entrada del mercado. Bebe un trago de cerveza y colecta 50 bolívares por los favores. Un autobús bloquea la mitad de la calle y desencadena el escándalo de las bocinas. La gente sigue transitando. Van de salida del mercado, mientras otros peregrinan a la entrada del camposanto con flores en las manos. Terminan de caer las rejas y allí quedan las muñecas. Parcas, imperturbables, hasta el martes a las cinco de la madrugada. Se preparan para que llegue la mercancía el miércoles. Capaz les salga cambio; otra blusita de lycra para atravesar con sus pezones puntiagudos, otros leguis de cuero, otro chance de hacer el trabajo.
Del techo cuelgan también los maniquíes y sus enaguas rozan las cabezas del que se abre paso por los pasajes más estrechos. Son de telas satinadas traslúcidas, de ruedos descocidos y bordados de piedras plásticas que van a parar en el piso cuando los ventiladores las jamaqueen a su ritmo. Y así hay que verlo todo y decidir la compra. Por que sí, pueden medírselos, pero para eso deben dejar el pago hecho en efectivo y llevárselo a los probadores compartidos de todo el galpón ante una amenaza anticipada de colas bien nutridas. Llega la hora final de la derrota con el anuncio de los últimos cierres. Toca resignarse y esperar la próxima jornada. Diciembre se acerca y allí están puestas las esperanzas. En que la crisis no le quite al venezolano la ilusión de estrenar 24 y 31 y en que el mercado cambiario también lo permita.
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FUERA DEL AULA
OFICIO A LA MEDIDA
Por Indira Rojas
Mientras saluda con un gesto cortés brillan los puños de las mangas, y el cachemir del saco atrae la atención de la mirada que percibe, gracias a la delicada confección, la textura suave de la tela. Una impecable comunión entre sutileza y porte italiano, añejada por unas canas que reaparecen a su placer en el cabello recién pintado, revela que aquel hombre sabe cómo vestirse. Esta vez saludaba en el vestíbulo del taller a una mujer de cabello corto y gustos suntuosos, pero se trata de una excepción a la norma. Son los hombres, con grandes empresas bajo sus brazos o puestos políticos sobre sus hombros, los que arriban a la sastrería para llevarse un traje hecho a la medida. Cuando sabe que no hay quien lo juzgue, Dino Castorani enciende un cigarrillo, comparte impresiones, se queja, habla de sus enfermedades, de sus amigos, de los que partieron, de los que vio hace poco, de que todo está muy caro e inseguro, de que este no es el país en el que decidió quedarse cuando llegó a las costas de La Guaira el 2 de enero de 1957. Quienes pasan la puerta de vidrio, que aleja el ruido del centro comercial, son más amigos que clientes. “La sastrería es difícil, pero es bella. He tenido satisfacciones, mi amor, de tener los clientes más importantes”. El abruzzese vistió a los presidentes Carlos Andrés Pérez y Jaime Lusinchi y fue responsable de las creaciones que lucía Renny Ottolina. “Era un gran amigo”, dice, y señala el espejo de la entrada. Es el portal más inmediato al pasado, en el que expone las memorias que forjaron la reputación del italiano. Cuatro fotografías en blanco y negro, sujetas por el romántico marco del espejo, complacen a los observadores con un Renny enérgico y un Dino joven en el viejo local de 120 metros. Llegó con apenas 17 años de edad a Venezuela, tras un viaje de 14 días en el Atlántico y sujeto a la promesa de una tierra fecunda, que conquistaba los corazones de los hombres europeos con oportunidades casi infinitas, estabilidad, y hermosas mujeres.
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El trabajo del sastre no comienza con hilo ni aguja. Toma unas tizas y una escuadra enorme, y traza con un color las guías para cortar y con otro los dobleces y costuras. No ha estudiado matemáticas, geometría, o cálculo, pero esto no le impide trasladar a la tela una pieza de tres dimensiones. Sus mayores retos comienzan cuando el dueño del traje tiene un desperfecto físico, que tumba cualquier prototipo de medidas y tamaños. “Un buen sastre sabe corregir los defectos de su cliente, esa es nuestra función principal”, dice Vito Finiello, quien tiene 51 años en el país. Al fondo se escucha una estación de radio, pero predomina el soplido de la plancha industrial con la que da los últimos acabados a un liquiliqui blanco de unos 20 mil bolívares. Hace siete años el italiano, oriundo de Valva, fue diagnosticado de cáncer de colon. Sus hijas pensaron que irremediablemente pasaría lo peor, pero Finiello continúa en el negocio y se siente sano. “Por mí que dure cien años más, no quiero pensar qué pasará con la sastrería si él decide retirarse. Por ahora mis hermanas y yo no lo obligamos a dejar esto porque entonces se sentiría inútil”, sentencia Settimia, su hija, quien visita el local en Las Mercedes con regularidad y prepara el almuerzo los fines de semana. Una niña sale de la habitación que hace las veces de cocina. Esta vez Finiello termina de coser las mangas de un saco marrón, y nada, ni siquiera su nieta o el grato olor a pollo que emerge del pequeño cuarto, pueden distraerlo de la faena. “Yo quise enseñarle a ella el arte de la sastrería” —dice señalando con la mirada a Settimia— “Pero su madre no me dejó. Decía que eso era cosa de hombres, no quiso. No quiso que le siguiera enseñando”. Refunfuña, pero entre la decepción y la molestia lo que queda es la sensación de tristeza. Se va Vito, se va Vito Sastre.
Dino Castorani toma su solapa y pregunta: “¿Esto tiene alguna arruga”. En efecto, el saco está liso y encaja divinamente sobre sus hombros. “Así debe ser”, sentencia. Acaba el cigarrillo y aprovecha la libertad de sus manos para explicar con el anular y el pulgar cómo debe ser asida la aguja para hilvanar más rápido. “Entre nosotros no se puede aceptar cuando ya tiene 15 ó 16 años. Tú tienes que ser muy, muy joven para que te entre en la mente que la sastrería es un arte, un arte de verdad, verdad”. Solo hacer la chaqueta toma cinco días de trabajo, si es que la manga no da problemas. Hilvanarla con el resto de la pieza puede ser un dolor de cabeza, que obliga al sastre a dar toda su atención a ella porque debe quedar a la altura justa y del mismo largo cada una. Lo último que se zurce es el puño, al que se le abren los ojales a la medida. Aunque no se regodean de un numeroso personal, como ellos quisieran, son cuidadosos y enseñan a los que están a su cargo a enhebrar como es debido. La publicidad a Nino Carbone en el programa “Quién Quiere ser Millonario”, conducido por Eladio Lárez, no es una coincidencia. El sastre es gran amigo del animador y fue quien le alentó a usar los pañuelos en el bolsillo. Ya van 12 años de amistad y Lárez no tiene planes de otorgar su fidelidad a otro sastre. Arriba al local con ánimos de conversar, acompañado de un humeante expreso, con quien considera un maestro de la confección masculina. Carbone incluso tomó las medidas del humorista y presentador Orlando Urdaneta en vivo, en el programa “Almorzando con Orlando”. Entre 1985 y 1986 era un sastre con rostro y voz, y con esto había roto los prototipos que los confinaban a permanecer bajo perfil y cuando caminaba por las calles de la capital no faltaba quien dijera: “¡Allá va Nino Carbone!”.
En el pequeño bar, en el último piso, hay una imagen de la región en la que nació: Sicilia. Sin embargo, quince días o más en Italia lo matan del bostezo. En sus poblados de origen no sienten conexión alguna con el futuro, y el pasado los desgasta muy rápido. Aquí están sus amigos y sus negocios, aquí son bienvenidos, aquí los conocen, aquí son una marca. Su sello es su identidad. Castorani y Finiello se resignaron a que nadie podrá llevar su nombre luego de fallecer, contentos con sus familias y sus hijos, pero decepcionados al no toparse con un buen capitán que se quede con el barco. Giancarlo, hijo menor de Nino, confiesa que al ver a su padre atarearse sin descanso cuando él era un chico fue una clara advertencia. Sin embargo, no le quitó las ganas de trabajar para dar un aporte al negocio e ingenió un proyecto de venta de uniformes bajo el nombre de N.C Confecciones. El nombre Nino Carbone podrá permanecer en el tiempo, aunque en los deseos del siciliano solo faltaría agregar un nieto que quisiera continuar con la tradición. El libre ensayo de soñar mantiene una expectativa secreta. “Yo alguna vez dije que si tenía un nieto que se inclinara por la sastrería yo viviría por 120 años. Primero por la felicidad que eso me traería, y segundo para que me diera tiempo de enseñarle todo”.
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fuera de l aula
Constanza, una niña que aprendió a coser de su mamá, que a su vez aprendió de su madre, con una vieja máquina de coser que tiene un puesto privilegiado en el taller. De ese aprendizaje salieron vestidos, y poco a poco se fermentó un estilo. Pequeños retazos se convirtieron en vestidos y vestidos se convirtieron en su ropero. Después de coser para ella, comenzó a coser para los demás y en una temporada, en que tuvo más de 20 encargos, el tío la apadrinó para crear su propia marca. Y ¡Bang! Constanza Oquendo.
Por Orianna Camejo -@OriasMultiverse-
En los libros, cuando describen los trajes de personajes como Emma Bovary, no hay boceto que se pueda adaptar a esa idea abstracta que se crea en la cabeza: es personal. Cada lector los interpreta a su manera, los recrea. Y ser personal y a la vez interpretativo, en vez de una copia serial, evidente, de alguna manera es alta costura. En la hilera de muestra no hay nada repetido debajo de ese techo ni algo parecido a esas prendas en Caracas. Así de exclusivo puede llegar a ser este negocio, que existe para espíritus quisquillosos, que quieren verse reflejados en lo que visten. Un aroma dulzón y la frescura de la montaña dan comodidad en un espacio donde es común el bullicio, máquinas y un abanico ruidoso de colores y telas. Este es el atelier familiar de los Oquendo, que concentra el espíritu de la marca de la que se apellida: es pequeño y elegante, pero también cercano.
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Nombres como Valentino, Marc Jacobs, Vera Wang o Vivienne Westwood están en un olimpo que franquicias como H&M o Anthropologie ni con la ayuda de un Prometeo pueden alcanzar. Las franquicias resuelven el día a día, pero no dan exclusividad ni originalidad. Y la competencia entre la alta costura y los almacenes peruanos (que son la génesis de lo seriado) hace que la haute apunte a niveles tan altos en el estilo, la comodidad y la línea que ya no hay otro adjetivo para caracterizarla que extravagante o excéntrico, así solo sea como sinónimo estricto: fuera de norma. Rara vez se ve a una mujer con un Vera Wang comiendo helado o haciendo mercado. Porque estas colecciones de alguna manera son mitificadas en pasarelas, y solo pertenecen a ellas.
El lugar es reducido y poco práctico, entre tres estaciones de máquinas de coser y una de bordado se pierde bastante espacio. El probador está al final, a mano izquierda. Debes pasar por las entrañas de la máquina para obtener una pieza única. El estilo de las prendas de Oquendo es suelto y sencillo. Estos pequeños detalles que rodean al visitante abundan para destrozar el mito de la extravagancia.
Justo al lado del escritorio de la diseñadora, y debajo de la muestra de los vestidos más elaborados y lujosos, hay una pequeña superficie blanca. Allí hay un corsé dorado que poco a poco se está bordando de orfebrería. Ese trabajo pertenece a una pasante que, como otras dos, aprende en el taller. Enhebrar cada hilo con cada detalle para luego de repetir el proceso unas 100 veces, conseguir un todo. Horas de concentración, esfuerzo minúsculo que agota la visión y el esfuerzo. Incluso hay otra imagen que le da cierto aire picaresco al taller: una tabla de planchar en el medio. Tan lógico pero a la vez tan fuera de lugar, con él planchan los plisados, las telas, para un mejor acabado. Todo esto tras bastidores. Unos bastidores que no son como en las películas: repletos de modelos y camerinos, con egos despampanantes. Aquí está el trabajo de hormiga que crea el arte de la vestimenta.
Desde la antigüedad un cierto haute couture se ha establecido: las romanas de mayores riquezas eran las que podían obtener telas púrpuras para sus trajes, con orfebrería en oro. Más adelante la moda prefirió ser símbolo que referencia estética y se basó en el recato, sin pensar en la economía. Cuando estalla el rococó, el placer vuelve al vestido y lo exalta hasta convertirlo en una obra dramática.
Con un poco de cultura se acaba el mito de la alta costura como esa cornucopia neoyorkina o parisina que se vanagloria de los excesos. Esa puede ser la fachada, pero detrás de la cortina está el taller, de donde sale la necesidad que se ha convertido en un deleite: vestirse. Y vestirse siempre ha sido un ritual que tiene que ver con lo que cada individuo es y aspira a ser. Es un hueco que muchas veces existe en el mercado, pero que es elemental para lograr una pertenencia; si no, pregúntenle a Madame Bovary que vivió sus sueños a través de vestidos que la hacían soñar con la redención.
Desde siempre estos gustos han complacido a nobles o aristócratas, pero con la llegada de la industria es que arriba el momento de la verdad: el sastre personal contra la máquina, contra el seriado en masa de vestimenta práctica. Desde ese momento la moda no avanzó con pasos cortos, sino múltiples. Ahora los estilos son incontables, tanto como los gustos y los diseñadores. Con tanta innovación y competencia, lo in ya ha dejado de ser solo perlas o colores; ahora son cuellos, texturas, formas, siluetas, y el ritmo con que las tendencias cambian es imparable.
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Ensayo fotográfico _ José Joaquín Figueroa _ Yet another wonderland
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protagonista ojo
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ILUSTRACIONES_Faride Mereb_ Amor al texto
Fotos: Eduardo Meza
A
la letra seduce
En las ciudades, repletas de gente desconocida, es necesario formar parte de un grupo. Mostrar identidad para entrar en un espacio de identificación personal. Así nace, en el siglo XIX europeo, dos formas claras de estilos: el dandi y el romántico. El primero, nacido en Inglaterra a finales del siglo XVIII, daba paso a una figura que resaltaba la masculinidad. Sin maquillaje, perfumes o adornos, este estilo se apoya en las formas del cuerpo del hombre —eso sí, con un gusto exquisito—. A diferencia del “aristócrata” cuya imagen proyectaba una coquetería mucho más evidente.
VISTIENDO CONTENIDO Moda en tiempos de internet Por Samantha Mesones
LO DIGITAL SE HA TRANSFORMADO EN UNA SEGUNDA PIEL: UNA EXTENSIÓN DE NOSOTROS MISMOS QUE TAMBIÉN NOS VISTE Y NOS EXPONE “Los dominios virtuales parecen ser un ejemplo de la idea de que el cuerpo no queda limitado por la piel, sino que puede ser una estructura más compleja y abierta” Nicholas Mirzoeff, en Una introducción a la Cultura Visual.
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El segundo —inspirado en el Romanticismo— valora la idea, las humanidades, la individualidad, la creación. El hecho de ser bohemio le da permiso a compartir y a exaltar igualmente la belleza. Una que va de mano con el arte y la literatura.
Nuestra identidad no muere al momento de escoger el look del día. La moda es una tendencia corporal y visual: hoy somos una agencia de publicidad andante que produce contenido sin parar. No nos tomamos un descanso, ni siquiera en nuestras madrugadas tremenditas. Mientras más decimos de nosotros virtualmente, mejor. Y por eso decidí no hablar de telas y botones. La moda como elemento definitorio de nuestra personalidad está caduca. Es, en definitiva, parte del siglo XX.
Los trapos y sus ganas de decir El anonimato es una condición que nadie quiere adoptar. Queremos ser vistos de buena manera. Y nada más imposible que gustar a todos. Por eso la tecnología que presta sus servicios a la imagen se ha encargado de borrar cualquier vestigio de discreción a través de trapos, texturas y colores.
Ambos personajes son fanáticos del ocio —ya que el trabajo no es sinónimo de belleza—. El dandi representa a una aristocracia a la que ya no le está yendo muy bien. Pero a pesar de ello se mantiene con una piel hermosa y chaquetas que van en su santo lugar. Mientras que el bohemio renuncia al placer y al confort buscando satisfacer los sentidos en otras actividades. Es decir, tampoco le iba muy bien en el terreno de las finanzas. Tomo como ejemplo estas figuras para mostrar un momento de la historia del hombre donde efectivamente se decía un discurso específico con ciertos trajes y actitudes. Con el tiempo la moda ha logrado expandirse en cada grupo humano como una segunda piel. Una cédula de identidad que está definida antes del mismo acto del nacimiento. Y, con toda certeza, puedo incluir la palabra “híbrido” en la descripción de nuestras formas actuales. No se trata solo de lo que llevamos puesto o lo que nos gustaría representar (dinero, estatus, inteligencia o educación). Ahora nuestro cuerpo viene acompañado de tecnologías que son invisibles pero que nos definen, sin duda alguna.
“¡Buenos días, internet!” Uno de los ensayos que ha marcado un antes y un después en la historia de los estudios del cuerpo es Un Manifiesto Cyborg de Donna Haraway (1985). Un discurso que prevee la mirada “no inocente”, como ella lo afirma, de todo ser humano-máquina. Uno que no espera ser salvado por ninguna religión, que se considera un joven eterno y que no le teme a nada. “La ciencia ficción contemporánea está llena de cyborgs. Criaturas que son simultáneamente animal y máquina, que viven en mundos ambiguamente naturales y artificiales. La medicina moderna está asimismo llena de ellos, de acoplamientos entre organismo y máquina, cada uno concebido como un objeto codificado, en una intimidad y con un poder que no existía en la historia de la sexualidad”. La confianza que hemos desarrollado con nuestra personalidad en internet es, si lo vemos con ojos de pasado, increíble. Los límites entre naturaleza y tecnología han desaparecido. Y hemos estrechado lazos con este trozo de “humanidad” como no lo hemos hecho con alguna otra cosa en la historia. Ni siquiera con el ejercicio de la lectura —que es prácticamente lo tercero que aprendemos a hacer luego de caminar e ir al baño—.
“Los dominios virtuales parecen ser un ejemplo de la idea de que el cuerpo no queda limitado por la piel, sino que puede ser una estructura más abierta y compleja”, afirma Mirzoeff. Nuestra ciudad se ha convertido en una constante imagen proyectada, una foto de perfil que es revisada en secreto por un posible jefe o cuando alguien quiere saber un poco más de nosotros antes de darnos un primer beso. Las charlas se han vuelto más cercanas que nunca a pesar de las distancias. Nuestra piel parece de dandi de siglo XIX a la luz del filtro adecuado. Nuestro tiempo de ocio es el único que se ha ganado el premio de ser publicado. A pesar de tanta tecnología y cyborgestímulos nuestra cara de occidentales de siglo XIX no ha cambiado. Queremos ser los más bellos, las más femeninas, los más cotizados, los más inteligentes, los más divertidos. ¿Esto no suena a apariencia? ¿Esto no suena a maquillaje de primera hora de la mañana? Nuestra imagen puede ser pulida y acomodada a gusto a cualquier hora y distancia. Estamos expuestos a nivel mundial frente a millones de personas. Nos están escuchando. Nos están leyendo. Nunca antes habíamos sido tan perfectos —sin sudar mucho—. Nuestros dispositivos móviles pueden hacer el trabajo por nosotros. Nunca antes había sido tan fácil estar a la moda.
Como afirma Haraway: el poder de esta relación no se ha visto ni en la historia de la sexualidad. La fusión con nuestro “otro digital” ya forma parte de nuestra piel. Y, considero, es nuestro accesorio principal. Por ello el poder del contenido se ha convertido en nuestra prenda favorita.
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A quien pueda interesar:
Ars poética Por Alejandro Castro
Voy a ser marico cuando escriba un poema cuando limpie mis zapatos o hable con demasiada propiedad de Foucault. Voy a ser el marico más marico del mundo. Voy a ser tan marico que Wilde –casado, con hijos– y Lorca –que llevaba mozuelas al río– sentirán vergüenza. No es por vicio ni por fornicio. Uranismo y otras parafilias (2011, Monte Ávila).
A quien pueda interesar: qué haces ahí sentado al final de la página qué quieres del poema acaso un nombre que bautice tu fracaso un viaje más allá de toda frontera una palabra al fin perdurable piensas que aquí hay verdad o belleza una clave un templo un camino otro mundo ahora que estás cansado de mirar una mirada nueva para posarla sin miedo en lo mismo un mundo a secas qué quieres del poema que te acompañe de noche que duerma contigo / que se vaya contigo que te lleve con él que diga qué del pasado de la lengua del país quieres patadas te gusta duro el poema te gusta dócil en cambio te gusta sabio atrevido moderno qué qué buscas aquí la ciudad o el sol una experiencia un modo una fosa una voz al final de la página qué.
Casalta Tengo que sobrevivirte entre los perros que de madrugada profieren la música del odio. Debajo de las balas encima de la ciudad día tras día Casalta tengo que sobrevivirte. Pero te llevo conmigo Casalta irremediablemente con pañales en el balcón y las aceras tu alegría impostada y el ruido de los dientes en el frío o quizá en el miedo de cerrar la puerta y que por sus resquicios entre la jauría los disparos y el merengue como si no te importara deforestarte siempre y encender los bombillos que regala el gobierno para olvidar. Quiero dejarte aquí Casalta en el poema tapiarte con los escombros de la infancia. Yo –mi hermano y yo– adivinando el color de los carros en que mi padre no vendría inventando canciones de apagón sobreviviéndote milagrosamente detrás de las rejas. El lejano oeste (2013, bid & co).
El lejano oeste (2013, bid & co).
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El peso de la sangre a Javier
Antropofilia
Voy a escribirte despacio como si no quisiera morir mañana. Aquí de este lado del mundo el reloj tiene agujas. Nada sé de la vida niño salvo que es más hermosa cuando abres esos tremendos ojos tuyos como una sentencia. Malgasto aquí un poema para pedirte no para implorarte en nombre del peso de la sangre que no te parezcas a mí.
Canto a Bolívar Ahora que todo lleva tu nombre, Bolívar, y no es una metáfora, vamos a poner las cosas en su sitio.
Escupe a quien te diga que somos iguales.
A Miranda no lo mató el bochinche sino tú. Y Colombia se hizo grande ahíta de miserias. Y el Olimpo que levantamos, en alabanza para que tú reinaras, es una barriada interminable.
Hazte lejos de mí y tu vida será como la mía cuando abres esos tremendos ojos tuyos que hicieron una casa de mi bruno corazón.
Y ahora, que te ha dado por resucitar o reencarnar, no hay un alma que no sea alérgica a tu nombre y eso, Bolívar, tampoco es una hipérbole.
El lejano oeste (2013, bid & co).
Tu nombre es una coartada, un sucio billete que nada vale, una plaza cualquiera repetida, una esquina.
En nada nunca.
Uno de mis amantes favoritos dijo una vez con desprecio: hay gente que se acuesta con animales. Intento perpetrar un poema pero la oración es perfecta: hay-gente-que-se-acuesta-con-animales. El sentido de la frase es intransferible; su voz, indeclinable. Llevo semanas sin poder pastar. Paso noches en vela rebuznando de tristeza. No es por vicio ni por fornicio. Uranismo y otras parafilias (2011, Monte Ávila).
Tu nombre es un país sin mar, el pico más alto de la cordillera más pobre / del planeta. La única gloria en tu nombre, Libertador, es una avenida sonora de tacones talla cuarenta y seis. El lejano oeste (2013, bid & co).
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HAY QUE LEER
TRES DÍAS DE BOLAÑO Por Alejandro Arturo Martínez
Tres organizadores frenan la entrada de la prensa. Un fotógrafo acerca su lente para mirar a través de la puerta de vidrio. Dentro, solo ve congregados a varios profesores universitarios vestidos con elegantes abrigos de invierno y a decenas de jóvenes con lentes de botella y chaquetas con amplios bolsillos en espera de libros hurtados. El enfrentamiento imaginario entre estos dos grupos habría sido de agrado para el autor homenajeado esta noche. Es Viña del Mar, septiembre de 2013, y las puertas han cerrado porque Carmen Pérez de la Vega, la amante del fallecido escritor Roberto Bolaño, está a punto de hablar.
EN TRES CIUDADES DE CHILE SE LLEVÓ A CABO UN ENCUENTRO DE LA CRÍTICA PARA DESARMAR Y RECONSTRUIR, ENTRE VÍTORES Y ABUCHEOS, LA OBRA DEL ESCRITOR, A PROPÓSITO DEL DÉCIMO ANIVERSARIO DE SU MUERTE
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¿Cómo llegué hasta ese instante en que estaba por escuchar a la persona que vivió a diario con el hombre enfermo, moribundo, que dejó en mil páginas una de las novelas más importantes de las últimas décadas? Me refiero, claro está, a 2666, obra póstuma del escritor chileno y que fue publicada en el año 2004. La travesía empezó mucho antes, en 2008, a los diecinueve años, edad en la que estaba convencido de que la literatura era la labor más valiosa, el tesoro de una élite, aquello que a unos pocos nos hacía superiores al resto de los hombres. Fue en ese momento en que leí Los detectives salvajes, novela que recibió el Premio Herralde y el Rómulo Gallegos, y en la que, también, se narra un viaje (o varios) de dos aspirantes a escritores en busca de una figura mítica del llamado “infrarrealismo”.
Mi viaje a Chile para el Congreso Literario “Estrella Distante a diez años de la muerte de Roberto Bolaño”, que se llevó a cabo entre el 15 y 18 de septiembre en tres ciudades de Chile, fue mi propio ritual iniciático. No tenía el objeto de convertirme en poeta o novelista, sino en una tarea igual de noble pero, todavía, infravalorada o desconocida por la mayoría: crítico literario. Más de noventa ponentes compartieron sus investigaciones críticas sobre la obra del autor. Predominaron los trabajos sobre sus grandes novelas (2666 y Los detectives salvajes), estuvieron también trabajos sobre obras poco conocidas (como Monsieur Pain que fue el tema del profesor Luis Alfredo Álvarez de la UCAB), la cuentística (de la que quien escribe leyó ponencia) como también de un área un poco olvidada aunque para el propio Bolaño tuvo importante valor: su poesía. Donde se pudo ver el verdadero debate entre fanáticos bolañenses y críticos más “objetivos” se dio, también, en Viña del Mar, luego de que uno de los ponentes afirmó, de manera tajante, que la poesía de Bolaño era “mala”. Insultos intelectuales (“No hay poesía mala sino malos lectores”), voces confusas entre gritos de los asistentes, y el organizador, cerca de mí, sonriendo por lo sucedido. “Esto es lo que Bolaño esperaría de un congreso sobre él”, me dijo. La profesora Celina Manzoni, una de las primeras en abordar críticamente la obra de Bolaño (antes de su fama), desde su humildad y su apariencia de abuela consentidora aportó, no solo como una de las invitadas especiales que cerró el evento, sino que aconsejó a los nuevos investigadores del área que leyeron sus ponencias. En contrapartida está, como siempre, el conferencista plenario más decepcionante de todos: Wilfrido Corral, quien ya había sido una desilusión en el II Congreso de Narrativa Venezolana del año pasado en Margarita debido a que improvisa su ponencia sin tener las facultades oratorias para ello. Destacable, también, que una de las invitadas internacionales más celebradas fue la profesora de la USB Daniuska González con su investigación sobre la novela Estrella Distante.
Pero quizá el verdadero Congreso, o el Congreso que Bolaño hubiese disfrutado, se dio fuera del evento. Como en cualquier acontecimiento de esta índole existen profesores cuyo interés no está tanto en compartir sus investigaciones como en conseguir algún “discípulo” con quien disfrutar el final de cada jornada. Ya Roberto Bolaño nos da un pequeño atisbo de esto en las dos primeras partes de su novela 2666, en donde los críticos de otra figura mítica (Benno Von Archimboldi) se acuestan entre ellos. No es de extrañar que en un evento de esta índole, los críticos leyesen textualmente las obras ficticias de su homenajeado. Aunque yo no me acosté con ninguna experta en Bolaño, sí fui invitado, en varias ocasiones, a cenar e ir al teatro con una profesora cuyo nombre me reservo porque, por suerte, me envía libros que acá no puedo conseguir. Eso también lo aprendí de Bolaño. Vuelvo a Viña del Mar. Es el segundo día del evento. Todavía no me ha tocado leer mi ponencia. Esta noche, solo escucho a Carmen Pérez de Vega hablar. ¿Qué papel cumple ella dentro de un evento crítico donde profesores con más doctorados que amores debaten utilizando las últimas teorías literarias de vocabulario exquisito pero de utilidad ridícula? De manera calmada, empezó a hablar. A escondidas, varios grabábamos sus palabras. Entre anécdotas y, de manera disimulada, atacando a la esposa de Bolaño (quizá la gran obra de un escritor no son sus escritos sino las peleas de amores y herencias que deja tras su muerte), hizo lo que pocos invitados (solo, quizá, el que desvalorizó la poesía de Bolaño) se atrevieron: desmitificar la figura de Roberto Bolaño.
Además de borrar su imagen como drogadicto, recordó que se ha dicho, tanto en prensa como en textos académicos, que hasta el último minuto de su vida, el escritor chileno trabajó en su gran novela 2666. Pues no. Semanas antes había dejado de escribir. Decidió pasar el tiempo con sus hijos y con ella. Cierto o no, algo en él ya le hacía presentir que iba a morir. ¿Y qué decisión tomar? Se habrá preguntado. Dedicarse a la literatura —y quizá haber dejado un poco más completa su última novela—, o disfrutar de las últimas semanas con la mujer que amó. Aparentemente, fue esta última su escogencia. Carmen podría estar mintiéndole a la audiencia, mientras buscaba mayor reconocimiento (y codiciando la herencia que pasó a manos de la esposa legal de Bolaño). Pero prefiero creer en su palabra, necesito creer que Bolaño escogió a su amada sobre la literatura. Así yo, cada noche después del Congreso, cansado de escuchar tanta teoría, crítica, análisis y palabras rimbombantes, llegaba a mi habitación en el hotel, encendía mi laptop y me quedaba hasta tarde skypeando con MB. Así terminaba cada una de mis noches después del coloquio sobre la obra del escritor chileno. Y así terminó su vida Bolaño. Tras años de enfocarse en ampliar su corpus literario decidió que sus últimos días debía dedicárselos a su mayor obra: él mismo. Y después de estar tres días en este agotador Congreso, y luego de conocer más la obra y a la persona que fue Bolaño, sé que quiero dedicarme a la literatura. Pero también quiero dedicarme a mí. A los diecinueve años pensaba que no había nada más grande que la palabra poética, que sólo de ella podría vivir. Ahora, lo dejo en duda. Bolaño, en apariencia, hizo lo mismo.
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DIABLO POR VIEJO
Por Pablo Luís Duarte Borges (@pabludu)
Nacido el 10 de octubre de 1931, Chalbaud comezó en las tablas siendo carpintero, extra, para luego escribir y crear piezas. Sus primeros pasos fueron en el liceo Fermín Toro, en el taller de Teatro Experimental que dirigía Alberto Paz y Mateos. Luego, en la silla de director, ha logrado que su cine refleje los vaivenes de un país, desde un Caín Adolescente, contextualizada en Petare, en sus escaleras iniciales, prematuras; hasta El Caracazo y Pandemónium. “Yo viví siempre en barrios. Mi contacto era directo con el pueblo, en Nuevo Circo, Capuchinos, Guarataro. Lo viví y lo conocí”. La oveja rebelde Chalbaud siempre ha sido fuente de polémica, ya sea por su simpatía declarada por la izquierda o con el fallecido presidente Chávez. Ha sabido dejar bien en claro su postura en películas, obras de teatro, cuentos, poesía, incluso en columnas como la de la revista Encuadre. “Mi hermana era copeyana, y me llevaba maravilloso con ella. No puedes sembrar odio por alguien que está en desacuerdo contigo. Puedes crear una guerra con eso. Hay que respetar las ideas de todos”.
El reflejo de Chalbaud EN CASI SEIS DÉCADAS DE CINE, ROMÁN CHALBAUD HA SABIDO CULTIVAR EL SÉPTIMO ARTE, Y SE HA VUELTO IMPRESCINDIBLE, A PESAR DE LAS INCLEMENCIAS DE LA HISTORIA Y LAS AFILIACIONES
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Román Chalbaud se toma un café a las once de la mañana en Plaza Caracas. Sin importarle el sol, actúa desafiante ante las rutinas del astro. La gente lo reconoce fácilmente; es una figura pública desde que comenzó a filmar para cine y televisión en los años 50: “Para mí es muy placentero que me paren en la calle y me pidan autógrafos. Hay personas que se sorprenden diciéndome que cómo pueden reconocerme siendo un director de cine cuando en general la gente reconoce es a los actores”. Desde Mérida a Caracas se escribe su narración. En el frío se formó entre obras de Chaplin y cine italiano, gracias también a la literatura promovida por su abuela, que le inculcó las palabras de Víctor Hugo: “Los miserables es una novela que me impactó muchísimo. Con el tiempo la he vuelto a leer y me he dado cuenta de que tiene que ver mucho con mi cine, refleja mucho al humano”. Otra obra fundacional fue el filme Roma ciudad abierta, de Roberto Rossellini. Desde el balcón del cine Continental, visitado una y otra vez junto a su abuela, esa cinta cimentó su concepto del séptimo arte: el cine sirve para enfrentar la realidad, no solo para escaparse de ella.
Con respecto a su relación con el presidente Chávez, comenta: “La noche del estreno de Zamora, en el Teresa Carreño, asistimos a un foro. Chávez estaba en el centro y de pronto dijo: ‘A mí me gustaría que se hiciera una película sobre Cipriano Castro’, y se dirigió a Luis Brito que estaba a su izquierda, y le preguntó: ‘¿A usted le gustaría escribir el guion?’, y él respondió que sí. Se volteó a donde yo estaba, y me dijo: ‘¿A usted le gustaría dirigirla?’ y yo asentí. Luego, cuando bajamos, afirmó: ‘Vamos a sacar un presupuesto especial para hacer la película´, y se hizo muchísimos años después. Eso fue en el 2006. Ahora es que estamos terminando, costó mucho, no hubo presupuesto especial”. A pesar de las ideologías, como artista y cineasta, deja en claro que es preferible primero ser buen cineasta: “Como el caso de Borges que era de derecha. Preferiría que sus ideas fueran cónsonas con las mías, pero por eso no voy a dejar de respetarlo, aunque la derecha me provoca vomitar”. Sus afiliaciones políticas le produjeron un empatía inmediata con José Ignacio Cabrujas. Se conocieron en un festival de teatro en la década de los cincuenta, él actuaba en una obra y Chalbaud lo fue a conocer en camerinos: “Nos hicimos amiguísimos. Escribimos Las Memorias de Mamá Blanca, yo tengo allí el guion guardado. También escribimos La inquietud encadenada. Todos esos guiones algún día se pueden hacer. Nos hicimos profundamente amigos porque éramos jóvenes y pobres”.
Chalbaud afirma que en la década de los setenta muchos militantes de partidos con tendencias izquierdistas fueron expulsados de sus puestos de trabajo. “A todos los que éramos de izquierda nos botaron de la televisión o no nos dejaron entrar. Nos quedamos sin trabajo, y eso nos unió más”, explica refiriéndose a su relación con Cabrujas. Luego fundó el Nuevo Grupo e incluyó a Cabrujas. “Hasta que él no pudo seguir colaborando conmigo en los guiones porque comenzó a escribir sus novelas. Una gente que escribe novelas de televisión no puede sino vivir para eso. Es una obra diaria, y en esa época escribía una sola persona, no existían los libretistas, dialoguistas”. Baja el calor Desde el teatro a la televisión, del teatro al cine, ha dejado obras significativas dentro de la historia del cine venezolano. Cada una ha sido reflejo de la sociedad venezolana para el momento de su lanzamiento. Desde un Cangrejo (1982) que retrata los casos policiales del momento a través de la pluma de Fermín Mármol León, a El Pez que Fuma (1977), que para muchos es la mejor película venezolana de todos los tiempos. Chalbaud cuenta orgulloso: “Todavía me la compran para televisión. Es maravilloso porque sigue viva, actual. Los españoles quieren hace un remake, están discutiendo si la hacen en una calle de Barcelona o en un Burdel de Sevilla”. Más de una veintena de películas han llevado al cineasta a convertirse en uno de los más representativos del cine nacional, con lo que ha conseguido premios por doquier por su fiel retrato de la sociedad. Luego del encuentro, al terminar el café, Chalbaud sigue caminando, en la espera de terminar La planta insolente, la biografía del militar, político y posterior presidente de Venezuela, Cipriano Castro. Una bronconeumonía de su protagonista, Roberto Moll, detuvo la producción. Esperan a que se recupere y, lo más importante, que le crezca la característica barba de Castro luego de que se la afeitaran al ingresarlo a terapia intensiva.
Las palabras finales En su casa, luego de la inclemencia necesaria del sol, Chalbaud, recostado, observa su colección de películas. La revisa con cuidado, pues se encuentra escribiendo su testamento. Ve el cine como esa profesión amada: esas películas le han dado mucho amor, pero él les ha dejado aún más. Vuelve a su cine para revisarlo por curiosidad, viendo todo como por primera vez, seguro de su ojo, de sus decisiones, sin dudar alguna vez de su criterio que ha tratado de reflejar en la pantalla y en su cotidianidad. Sigue escribiendo mientras convoca a la musa: “A medida que escribo surge. Tú lo tienes guardado, pero no sabes que está allí adentro. Tienes que obligarte a trabajar”. Sus perros lo interrumpen. Acostados en el suelo llaman su atención para que los acaricie. “Siempre he tenido perros. Bóxers, cazadores, me encantan. Ellos se sientan mientras yo estoy escribiendo y no se mueven”. El Chino, la China y Ámbar parecen cachorros gracias a un espíritu alerta y distraído, pero sus edades casi son equivalentes a la del director. Siente admiración por los cineastas jóvenes. Los impulsa cuando tiene tiempo, dicta cursos y participa como jurado en festivales, mientras les recuerda que tienen el derecho y el deber de hacer mejor cine que el de su generación, dadas las facilidades técnicas y económicas. Desde su sillón, espera que nazca una obra que hable de la actualidad, como cuando escribió Sagrado y Obsceno y La Quema de Judas, esa que nadie ha escrito actualmente: “Debería ser un joven quien lo escribiera, una obra sobre todo lo que está pasando en el país, sobre lo que realmente sucede”.
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desde la burbuja
Del escritorio a la pasarela
Por Daniel Jerez – Instituto Brivil
Luego de la inseguridad común posterior al colegio decidí estudiar Administración, guiado por las razones incorrectas. No tardé en darme cuenta de que un título en una carrera lucrativa puede fácilmente tornarse aburrido. Fueron tres años detrás de un escritorio, en los que siempre supe que mi verdadera vocación estaba en otro lado. Lo que verdaderamente me apasionaba era la moda. Un gran amigo mencionó Brivil en una conversación cotidiana y en pocos minutos ya estaba investigando todo acerca de esta escuela. En tan solo un mes ya me encontraba entre sus aulas. Mucho menos tardé en darme cuenta de que con la pasión viene el trabajo. Entendí que esta carrera es todo menos sencilla, a pesar de que muchos puedan pensar lo contrario. Numéricamente hablando, en tan solo tres semestres, de 22 apasionados quedábamos tres trabajadores. Porque estudiar moda es mucho más que el brillo de una pasarela. El trabajo requiere mucha técnica y enfoque. Patronaje, confección; todos caen con asignaturas tan complicadas y ajenas a lo glamouroso de la carrera. Confieso que esto jamás me molestó, me agradaba saber que había un filtro de dificultad que separaba a aquellos que estaban por convicción de los que inscribieron sus nombres en una carrera "fácil y chévere".
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Es muy fácil absorber conocimiento y aprender todos los días cuando tienes pasión por saber absolutamente todo, tu personalidad se va acentuando cada vez más y estructuras tu identidad. No fue hasta quinto semestre, cuando me topé con los "movimientos musicales" como tema de desfile de fin de curso, cuando entendí mi estilo como diseñador de moda: el glam rock, tema que escogí con los ojos cerrados y que hasta ahora me cautiva e inspira. Tanto fue la motivación que el instituto me otorgó uno de los cinco reconocimientos a las mejores colecciones y a la dedicación que tuve en todo el semestre. Y, a diferencia de mis primeros tres años tras un escritorio, los últimos semestres de la carrera habían transcurrido a la velocidad de la luz. Llegaba el momento del desfile de graduación, un evento en la Quinta La Esmeralda que sirve de primera vitrina para los que dejamos la escuela y nos incorporamos al mercado laboral. Junto a la fundación Audubon, el instituto propuso como tema de inspiración para los alumnos de tesis las aves de Venezuela. Par de días después de conocer el tema, mi búsqueda de musas había comenzado, y con casi 1300 especies era imposible decidirse. Quería algo enigmático, con estructura y forma cautivante. Encontré en el pájaro Capuchino la inspiración para mi última colección como estudiante de Brivil. Se acabó el punto de partida. Ahora toca volar.
Por OAshley Garrido -@ashgarrido-
FE: LA CIUDAD COMO LUIS BONILLA, MEJOR CONOCIDO COMO FE, DESECHÓ EL ORDEN BUROCRÁTICO DE LA PROFESIÓN QUE ESTUDIABA Y SE LANZÓ A LA CONQUISTA DE LA CIUDAD CON EL ARTE URBANO COMO BANDERA PARA DETENER LA MIRADA CONFUNDIDA DEL TRÁFICO CARAQUEÑO Caracas es turbulencia cromática. Gris, verde, ladrillo, una atmósfera que también es calle. En la lucha por los espacios públicos, existe una cruzada por tener tiempo para los placeres simples, como detenerse ante una obra de arte. Hace tres años Luis Bonilla detectó esta carencia en los caraqueños. “Nadie va a los museos por vivir atrapados en una rutina rigurosa, donde el único espacio común es el trayecto entre la casa y el trabajo. De ahí nació la premisa de agregar un elemento cultural en ese espacio tan deteriorado y que permita cambiar la rutina así sea por un momento”. Su idea en movimiento es: “Insertar una galería de arte en las calles de la ciudad”.
Esta intervención urbana no está a cargo de Luis Bonilla. Quien firma es Fe Caracas, pseudónimo escogido por Bonilla para representar el sentimiento que expone en su propuesta. “Quería que la gente tuviera fe en el poder transformador del arte”, aunque confiesa que ahora le parece un concepto muy “cursi y come flor”. Pero ya es muy tarde para cambiarlo, Fe Caracas se ha convertido en referencia obligada dentro del street art venezolano.
Nada es ocasional Los salones de la facultad de arquitectura de la Universidad Central de Venezuela fueron los espacios donde Bonilla obtuvo las herramientas gráficas y estructurales que aplicaría en sus futuros trabajos artísticos como Fe Caracas. “En sexto semestre de la carrera el trabajo de Carlos Raúl Villanueva llamó mi atención. Me obsesioné con su manera de integrar el arte con la arquitectura en distintos espacios y escalas”. Villanueva fue quien acercó a Luis Bonilla a la integración de las artes con la ciudad, pero su curiosidad no terminó allí. En su trabajo de grado exploró las adaptaciones que atraviesa la publicidad, la propaganda política y el grafitti desde su formato tradicional hasta las fachadas. A pesar de su formación como arquitecto, Bonilla comenta no poseer la paciencia requerida para esperar por todos los procesos burocráticos que conllevan la realización de un nuevo proyecto urbano. Por eso decidió realizar algo en lo que no necesitara permisos y pudiera montar solo con sus manos.
Como cualquier otro artista Luis Bonilla siente la presión del público al que va dirigido su obra. Que en su caso no es definido y se dirige a quien sea que transite por la calle. “La gente que asiste a las galerías tiene un estereotipo de conducta; así la exposición sea buena o mala, tienen su atención en el lugar. Pero en la calle, a quienes se enfrentan con la obra solo les importa resolver sus problemas del día a día”, comenta Bonilla. “El reto está en llamar la atención de la gente que no le importa lo que haces”, añade. Del avance teórico que realizó en su tesis comenzaron los primeros “experimentos” artísticos de Fe, que tomaron forma bajo los rostros de reconocidos artistas venezolanos. “Los retratos que escogí fueron de constructores culturales sobresalientes durante la segunda mitad del siglo XX. Personas que hayan aportado algo y sean referencia para mí, como Villanueva, Soto, Cruz-Diez y Reverón”, comenta Fe. Con ellos buscó “rescatar del olvido” a estas personalidades que a su juicio han sido dejadas a un lado por personajes más banales y mediáticos como Norkys Batista y Chino y Nacho. Otros de los retratos realizados por Fe han sido los de sus hermanas, con los que solo busca una experiencia estética. La ubicación de cada una de sus piezas cumple con dos principios dictados por su autor: que sean calles con mucho trafico de peatones y vehículos y que cuenten con una “superficie perpendicular a lo visual”. Bonilla hace mano de sus habilidades como arquitecto para reconocer las bondades que posee su lienzo en movimiento: Caracas. “Esta ciudad es ideal para realizar miles de pruebas que en otras ciudades no son posibles”. Agrega: “Un urbanismo reticular, monótono y rígido como el de Buenos Aires o Bogotá no se presta para sorprender al espectador. Aquí con una autopista que nos pasa por encima, con un río que es una cañería y con zonas residenciales tienes un plus de sorpresa que no se consigue en muchos lugares”. El público más difícil El arte es efímero y mucho más si se realiza en la calle. Por eso es que Fe considera vital el registro de cualquier obra. “He puesto cosas y paso dos horas después y ya no está. Por que la quitaron o la rayaron y lo único que queda de ellas es el registro fotográfico”, comenta.
Fe se impresiona cuando una de sus obras permanece intacta por un largo período de tiempo: “Cuando eso ocurre me doy cuenta de que funcionó, que la gente la respeta y quiere que siga ahí”. También se declara admirador de los procesos que puede atravesar una pieza urbana como “mimetizarse” con el espacio, cuando se empieza a caer sola o cuando alguien más la interviene. Considera válidas las intervenciones negativas y las ve como una enseñanza. “Es un aprendizaje pero siempre me pregunto: ¿por qué la tacharon? ¿Será por qué no tenía la calidad suficiente para que no la tocaran?”. Señoras y policías Fe confiesa que realiza sus intervenciones los fines de semana entre las ocho y diez de la mañana. Y al preguntarle sobre la reacción de la gente que lo “pilla”, comenta que cuando realiza las piezas sobre cajetines de electricidad muchas señoras mayores creen que les va a cortar la luz y cuando les explica su verdadera intención se calman. Los policías por su parte suelen tener dos comportamientos clásicos: algunos solo le dicen que “termine rápido”, mientras que otros un poco más arbitrarios se lo llevan al módulo policial. “Me piden la cédula, me tienen un rato ahí y cuando ya no tienen nada más que pedirme me dejan ir”. Cuando tenga tiempo Fe se dedicará a una nueva serie de obras que podrían meterlo en más problemas que el rostro de Cruz-Diez que realizó adyacente a la autopista. “Hace dos años la ciudad era otra. No existía tanta incertidumbre acerca de lo que te puede pasar si te agarran”. Estas “controversiales” obras no resaltaran por su tamaño sino por su contenido. En palabras del propio Fe: “Las cosas ambiciosas no tienen que ser necesariamente grandes, si las colocas en puntos clave su mensaje causará el impacto que buscas”.
Todo comienza en la ola, la obsesión del surfista que vive para reproducir el segundo en que está en la espiral. Aguantar el salitre, disfrutar la brisa, vivir como adorador del sol y vestido de las culturas del pacífico. En mar adentro y en las costas, los pescadores prefieren el momento de sentarse a esperar por el premio: la pesca. Por encima, la música estalla entre una cantante, un DJ y un saxofonista, llevados por el viento. Y de entre todas las personas sobresale una chica de perfil. “Esa chama que nos vuelve locos”, dice Gabriel Mesa, que se incorpora a su propia obra en su momento más brillante: con opalina en mano. Todo esto en una pintura. La pasión tropical dibujada que vive del movimiento.
GABRIEL MESA: PERSONAJES DE TINTA
Gabriel Mesa dio sus primeros pasos en el Instituto de Diseño de Caracas, por allá en el 2003. Graduado en tiempos de paro, decide probar suerte en España. Al principio vive de la comida rápida y sus trucos, sin lograr crearse un camino a través de su arte. Hace intermitencias entre Venezuela y España y, para su segundo intento, en la Valencia ibérica logra su cometido.
Por Orianna Camejo - @OriasMultiverse
PARA CONTAR HISTORIAS MUCHAS VECES SOLO HACE FALTA LA MIRADA. ESTAR ATENTOS AL MUNDO, A LA EXPRESIÓN. GABRIEL MESA, LIBRETA EN MANO, SABE CÓMO TRANSFORMAR SUS ILUSTRACIONES EN UNIVERSOS DE TRAZO Y COLOR
A pocas cuadras de donde vivía Gabriel en Valencia, estaba una de las sedes de Toons Factory, productora especializada en animaciones. Ahí entró al ruedo, empezó la corrida de toros. Trabajó en la colorización de ilustraciones que llegaban de Italia, Argentina, Francia. Probó un poco de la industria de la animación y agarró todos los trucos que su manga pudo esconder. En el 2005 regresa a Venezuela para pasar las vacaciones con su familia. Y lleva ocho años en eso. Aquí no hay una industria masiva de animación, solo pequeñas productoras. Así, en sus primeros años de vuelta trabajó en cortometrajes y formó parte de la producción Nada que ver, animación contratada para Sony Entertainment Television, dirigida por Totuma Studio. Esta primera muestra de su arte es como un cóctel: ácido, puro y sin pausa. Repleto de temas moralmente incorrectos y políticas tensas, demuestra las contradicciones latinoamericanas en formato zapping.
También están sus chichos, borrachines que adoran a los niños. Ellos van más allá de la escultura; son vertebrados y esponjosos. Son peluches a los que les gusta contar cuentos y hacer a los pequeños reír. Las creaciones de Gabriel Mesa comienzan a latir, y caminan.
Pasaron los años y, para tomar las libertades y lograr expresar todo lo que quería en sus ilustraciones, se lanzó como freelance. Ser freelance significa depender de la marea: hay abundancia como también puede haber sequía. Sin embargo, para Gabriel la ola nunca se ha detenido. Desde que se apartó de las producciones, se apropió de formas distintas; Gabriel no se encuentra encerrado bajo ninguna denominación. Trabaja diferentes técnicas y características, para él lo esencial es crear obras expresivas, donde a través de juegos entre colores, detalles, sombras y expresiones, mezcla lo obvio con lo oculto, las caras visibles con las de los pensamientos, siempre en búsqueda de lo que está más allá. “Mucha libertad” como al final explica. Con una estética tan amplia, Gabriel no ha dejado de experimentar. El formato que más le ha dado resultados ha sido el tradicional: algún papel, un bolígrafo y la idea en la cabeza. Esta dinámica la practicaba muchísimo en la oficina, donde por bastantes años no pudo trabajar ideas directo en digital, y le ayudó a apoderarse de la línea; pero después del boceto ocurre la magia. Los bocetos ahora son esculturas. De esta idea salió Walter el pensador, una macro-escultura que da asiento suficiente para los pensadores y cansados en la entrada a La Lagunita, que se realizó durante Hatillarte en el 2011. La idea fue de Gabriel, pero detrás de grandes proyectos siempre hay una centena de manos involucradas. Así pasó con Walter; muchos ayudaron en el taller de Zulay Mendoza a esculpir al pensador como también a financiarlo. Cuatro metros de poliuterano expansivo, fibra de vidrio, resina isostálica y masilla fueron retocados y pintados por un grupo de niños que así se agregaron al elenco.
Personajes explosivos Desde pequeño a Gabriel le encantaban los personajes. No sabía dibujar y no estaba entre sus prioridades, pero había algo detrás de la caracterización que le apasionaba. Desde ese entonces el oficio lo ha cambiado. Gabriel ahora conoce las complejidades detrás de las personas, y cómo de un solo sujeto pueden salir millones de personajes, dependiendo de qué tan profundo indagues. Cuando da clases de construcción de personajes enseña a tener los ojos bien abiertos y estar consciente de lo que pasa a su alrededor y en su interior. Nunca lo dice, pero demostrar la vida interna de las personas a través de personajes parece ser su leitmotif. Para esto siempre carga una libretica en el bolsillo, donde apunta ideas, expresiones y bocetos. No deja de pensar en su alrededor. Por eso afirma: “Aunque a veces estemos rodeados de un mundo surrealista lleno de colores y sombras, la expresión es real.” Detrás de un personaje hay una historia que queda abierta a los ojos del espectador. Para él lo más importante es que sean capaces de transmitirlo todo con solo ver su expresión. Por eso, no solo están hechos de trazos ni de habilidad: es un personaje al lograr transmitir una pasión, un sentimiento poderoso y una cultura llena de símbolos. Mezclas esos ingredientes y obtienes el concepto perfecto. Pasión Tropical Entre tantas ilustraciones, esculturas como Walter el pensador y sus chichos, a Gabriel Mesa se le escapa la pasión por los dedos. Su portafolio demuestra etapas, preferencias, colores y temáticas diferentes; pero los sentimientos no se apartan de sus personajes: “Soy de muchos caminos recorridos, muchas historias para contar; algunas duras, otras con más colores. Veo la realidad con mirada hacia arriba, buscando sueños y metas para ir tachando de la libreta. Sonriendo y haciendo sonreír a los que en esos caminos me topo”. Con el uso de colores cálidos, pasteles y ácidos, la obra de Gabriel explota con sabor de urbe con aspiraciones nobles, de vida sin límites. Referencias que laten en un país en crisis, donde viven grandes soñadores atrapados. Pero en la tierra de los adoradores del sol y del mango con sal, los soñadores y sus pasiones brillan y se desbordan a pesar del caos.
big bang
La primera exposición que organizó se tituló “Kitsch Digital”, fue en la ciudad de Barcelona, España, y la concibió como una plataforma para la creación, difusión y experimentación. Toda la organización se realizó por Internet. Pretendía explorar la estética web desde el pixel, los videojuegos, hasta el hacktivismo. Miyö Van Stenis, por su parte, afirma que el arte digital es completamente cotidiano. “El usuario lo hace a través de su ordenador y su celular. Toda tu vida está en la web, por eso es inevitable experimentar y generar experiencias estéticas, forzar los límites. Internet es el espacio de la libertad absoluta”.
ARTE SÚPER MODERNO Por Jesús Torrivilla
HACKINGS
El dilema de mostrar arte en internet se encuentra entre la reproducción y la interacción. Iniciativas como el Google Art Project representan el traslado casi al calco de un museo a una dirección web. Es pasear, con alta resolución, por unas paredes de píxeles. Hacer zoom y contemplar el óleo, el carboncillo, desde la pantalla.
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Pero Internet ofrece otras posibilidades para el artista: utilizar los propios recursos de lo digital para tentar sus fronteras y ofrecer una experiencia estética que se conecte de formas diferentes con el usuario. Siguiendo esta idea surge el Museo de Arte Súper Moderno —http://spamm.fr/—, iniciativa inaugurada en el 2001 por los artistas franceses Michael Borras —a.k.a. Systaime— y Thomas Cheneseau. Esta web, estructurada con una cuadrícula, muestra los trabajos multiformatos de artistas que diseñaron sus piezas especialmente para la web. Contenidas en videos de Youtube y Vimeo, en gif surrealistas o en juegos de flash con contenido político, Internet no es apenas una forma de registrar una exhibición, sino el verdadero vector de la obras. Las artistas y curadoras venezolanas Helena Acosta y Miyö Van Stenis forman parte de la muestra súper moderna que llevaron a la Sala 8 del Museo de Arte Contemporáneo, durante tres días del mes de julio, mediante proyectores. En línea por el resto de los días digitales, en la concepción del proyecto afirman: “SPAMM es el grito de una generación. SPAMM es un movimiento libre, un espacio colaborativo y creativo para un arte que se sale de los hogares y vive en el corazón de las máquinas, un arte nuevo para una nueva generación de artistas, curadores y coleccionistas”.
Alojado en la sección “DULCE” del Museo de Arte Súper Moderno, allí el arte se vuelve inmaterial, códigos, glitchs —errores— de programación y funcionamiento, incidente. Helena Acosta quiere que este tipo de arte sea entendido como una expresión seria, por eso defiende llevarlo a la sala, proyectarlo fuera de su espacio de bytes: “Que el público no solo lo consuma en Internet, donde muchas veces no tienen las herramientas necesarias para comprenderlo”. La primera colección que se incorporó al Museo fue en Bruselas, para la que Systaime y Cheneseau lograron que se le pagara a los artistas. La iniciativa sigue proponiendo nuevas curadurías, aunque no se logre remuneración. La idea es crear un circuito de arte digital, una red amplia de creadores. En Nueva York tomaron la esquina de Bowery & Kenmare con sus proyecciones, en un evento que multiplicó el espacio y resplandor de las pantallas en las paredes de la ciudad.
Entre unicornios y rosas altisonantes, las invitaciones a la exhibición incluían la frase “I want to believe”. Miyö lo explica a partir de esos errores. Cuando de pronto una foto no carga bien y queda con un patrón extraño, fallido y hermoso, ya existe la broma oficial: “Hizo un Miyö”, dicen sus colegas digitales. Queda la fe en la web y en lo falible como la conmovedora experiencia de lo digital-humano, la próxima súper frontera.
IMPRESCINDIBLES DE MIYÖ VAN STENIS
El Museo de Arte Súper Moderno, según las curadoras del capítulo Caracas, nació con la intención de Borras y Cheneseau de “compensar la indiferencia de las autoridades culturales hacia la necesidad de que la sociedad entienda el Arte y el Museo de una manera diferente”. Es una respuesta a las exhibiciones inmóviles, continuadoras de la tradición pictórica o fotográfica. También nace para buscar una alternativa de comercialización, llamar la atención de coleccionistas e instituciones. Las curadoras ofrecen varios ejemplos: desde comprar dominios web y comprometerse a renovarlos, hasta adquirir los códigos.
-Obras disponibles en http://dulce.spamm.fr/
El arte digital, en su inmaterialidad, pretende un acercamiento novedoso a lo humano. No es, al contrario del estereotipo, una actividad fría, de máquinas ajenas al corazón. Miyö Van Stenis así lo cree: “No hay nada más humano que la máquina. La tecnología nos hace dioses creadores. Que ese modelo que se pensó como algo perfecto se quiebre es maravilloso. Eso es potencial estético”.
Creador del Museo de Arte Súper Moderno, en su obra remezcla imágenes de bailarinas exóticas, prostitutas, pole dancing y labios rojos, lúbricos. Dedicado a Gaspar Noé, es un perfecto registro de una noche de confusión y excesos, en las calles o páginas web incorrectas.
Miyö realiza performances en los que es capaz de sobrecargar una máquina echándole códigos. “Tienes que experimentar, jugar con lo inesperado. Para eso debes aprender cómo funciona para después hacer que falle. Eso es glitch”.
1) Yucef Merhi – Supernumerarios Pionero del arte digital en Venezuela, Yucef Merhi trabaja con bases de datos, hackeos como acciones estéticas y de protesta. En Supernumerarios, obra del 2009, realiza una animación con la información de los presidentes de Venezuela que se encuentra en el Registro Electoral Permanente del Consejo Nacional Electoral.
2) Augusto Gerardi – Máquina de ruido histórico 3 Artista venezolano, parte de la nueva generación de creadores digitales, su propuesta es un juego en flash en el que hay que sortear por clips de las juramentaciones presidenciales más recientes, hasta llegar a una sorpresa final. Un aterrador dispositivo de nuestra contemporaneidad política, con una pequeña constitución como cursor.
3) Systaime – Sexodrome
4) O.Lialina y D. Espenschied – One terabyte of kilobyte age minimal selection Curadora, artista e investigadora del arte digital, Lialina es una de las representantes más importantes del net.art. Nacida en Rusia y radicada en Alemania, en su obra muestra una selección de nostalgia web, algunos sitios de los noventa, con la estética de Geocities, los gifs originales, la web cutre que Youtube y Flash hicieron sepultar en el olvido.
5) Jon Satrom – 100 Force quit noise cancel calculators Profesor del Art Institute de Chicago, se desempeña como asesor de estrategias web, mientras problematiza, repara, daña y fuerza los límites de los sistemas digitales. Su obra es un registro en video del escritorio de su Mac, mientras multiplica las ventanas, juega con los sonidos, anima los íconos, y lleva la capacidad del sistema casi al quiebre.
Confluencias estéticas En Internet todo es simultáneo. En un feed de cualquier red social las noticias riñen con los montajes, fotos cotidianas, memes y memorabilia web. El arte digital, según Acosta, pretende “sembrar un germen para que se replique”, además de que no reniega de lo cursi, de los gatos. 47
Fotos: Ricardo Gómez Pérez
TALLER DE ARTE
En la ley se contempla la obligación de donar el 1% de la producción de la empresa privada a la cultura. ¿Qué opinión te merece este apartado?
YUCEF MERHI:
“NUESTRA DEFICIENCIA ES MORAL” Por Nicolás Gerardi
LA LEY ORGÁNICA DE CULTURA SIGUE ATIZANDO EL DEBATE NACIONAL SOBRE ARTE Y CREACIÓN. YUCEF MERHI, MAESTRO DE UNA PLÁSTICA DE PÍXELES INFORMÁTICOS, REFLEXIONA SOBRE LAS IMPLICACIONES TOTALIZADORAS Y LA NECESIDAD DE VOLVER AL PASADO PARA RECUPERAR EL ESPÍRITU CÍVICO VENEZOLANO
Yucef Merih es un escriba del lenguaje ritual de las máquinas. El vínculo que lo une a las artes plásticas data de 1985 cuando “intervino” su propio Attari 2600, hecho que marcaría el perfil de su trabajo como creador de experiencias interactivas multimedia. Sus obras se sitúan justo ahí en el límite entre la informática, su poder y estética. Se trata de tentar la lírica de software programados: relojes y Attaris poéticos, la apropiación del sitio Web del Museo de Arte Contemporáneo o una infiltración en el mail de Chávez. Actualmente se encuentra buscando el lenguaje perfecto, una caligrafía de espejo que refleje el infinito en su trazo. Pero la realidad del país también ocupa al artista y así opina sobre la reforma a la Ley Orgánica de Cultura.
¿Has revisado los cambios plantea la nueva Ley Orgánica de Cultura? Obras como las tuyas, en las que, por ejemplo, se expone la información de bases de datos, estarían en las fronteras de la ley, cuando allí se afirma: “La creación es libre (…) Sus límites son el respeto a la identidad y a la dignidad de la persona y del colectivo, a la confidencialidad, a su honor, reputación, vida privada y a su propia imagen” La cultura supera cualquier orden racional de distribución y gestión, es decir, burocrático. Una ley de cultura lo único que puede hacer es garantizar el bienestar de los creadores, pero de ninguna manera puede imponer o validar qué es una creación. Mucho menos puede determinar cómo crear.
Es un asunto que no está claro, como tampoco está claro a dónde van a parar los recursos que se obtienen de la renta petrolera. La administración de esos fondos nada tiene que ver con el arte, porque en ningún momento fue contemplado cómo beneficiaría directamente a los artistas, su actividad creadora y la difusión de sus creaciones.
¿No creees q si se tuviera acceso a la información de cómo se distribuye ese dinero todo sería distinto? ¿De quién es la labor de cambiar el paradigma de la desinformación? Aunque no lo parece, esta última es una pregunta compleja. Habría que hacérsela a funcionarios públicos de alto rango vinculados al aparato cultural de venezuela. Como artista, estoy muy agradecido por el interés y apoyo que he recibo del personal museístico donde mi obra ha sido expuesta. Naturalmente, sería ideal para los artistas que hayan demostrado consistencia en su profesión recibir algo más que apoyo logístico en la difusión de su obra. Eso, por supuesto, le corresponde al Ministerio de Cultura. En ese sentido, una Ley de cultura debería velar por el bienestar de los artistas. Jamás para exacerbar el peculado.
¿Quizás si se cambian las dinámicas de cómo se maneja la información esto produciría cambios en cómo se entiende la cultura? Pensar en alternativas como Wikileaks y el partido pirata de Suecia o Noruega, que obligan a los gobiernos a realizar gestiones más transparentes. ¿Crees que en Venezuela podrían funcionar?
Nuestra deficiencia no es instrumental sino moral. Mi consejo, si es que puedo dar alguno, es instruir a todas las personas, sin importar su edad, en el alcance del bien y las buenas acciones; propiciar la responsabilidad en todas sus dimensiones; enseñar la historia, y no solo militar o política, sino, además, científica y cultural. Es ridículo que los venezolanos puedan precisar la biografía de Pedro Carreño pero desconozcan a Mariano Picón Salas. Saber quiénes fueron nuestras figuras ilustres en todos los ámbitos es imprescindible para formar una identidad nacional coherente con el país que anhelamos. Hay que proponerse metas a corto, mediano y largo plazo. Todo esto puede reducirse a una palabra: civilizar. Como se muestra en el diccionario, civilizar significa mejorar la formación y comportamiento de personas o grupos sociales. La informática, sin duda, es un instrumento de extraordinaria utilidad para alcanzar semejante transformación. No obstante, necesitamos enfocarnos en lo esencial, con honestidad y compromiso, antes de aplicar cualquier herramienta.
¿Y cuáles serían los cuatro libros de cabecera o autores fundamentales para civilizar recomendados por Yucef Merih? Para alguien que quiere iniciarse en la aventura civilizadora, recomiendo leer Suma de Venezuela: antología de páginas venezolanas, de Mariano Picón Salas; Introducción y defensa de nuestra historia, de Mario Briceño-Iragorry; Reflexiones para jóvenes capaces de leer, de Juan Liscano y, por último, Cuarenta ensayos, de Arturo Uslar Pietri. Allí se presentan innumerables referencias a otros autores y textos. Pero, sobre todo, se muestra una imagen precisa de nuestra historia, costumbres y experiencias que fueron decisivas en la conformación de lo fuimos y somos ahora. Solo si sabemos quiénes somos al decirnos venezolanos, podemos avanzar sin grandes incertidumbres hacia lo que queremos y podemos ser como nación.
La idiosincracia de un venezolano difiere considerablemente respecto a la de un sueco o noruego. Los descalabros de los últimos catorce años han hecho que como nación hayamos perdido el pudor. Sabemos, por numerosas experiencias, que la libre difusión de la información no garantiza el correcto uso de los recursos. 52
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por los caminos verdes
EL VUELO DE TONY Por Arianna Arteaga Quintero -@arianuchis
En Caracas, un miércoles a las cuatro de la tarde, mi abuelo Tony decide hacer su viaje final. A esa hora, en San Francisco de Yuruaní, me encuentro con Iván Artal de Ruta Salvaje para pasar la noche en el lugar del cual saldríamos a volar en paramotor a la madrugada siguiente para ver de cerca los tepuyes. No había señal en esa zona de La Gran Sabana. No hubo cómo avisarnos. La tarde en que mi abuelo partió no hizo otra cosa que llover. El cielo se desparramaba contra la sabana y nos acostamos pensando que sería imposible volar al día siguiente. Dormí serena. Me despertó un resplandor rosado. Salí de la carpa. El cielo se había abierto, el viento era laminar, los tepuyes se asomaban entre rayos de colores que anunciaban el día. Cinco de la mañana y nos apresuramos a tener todo listo para salir a fundirnos con el paisaje. A las seis en punto estábamos en el cielo, viendo la churuatica, la carpa y el carro como quien ve hormiguitas. Acercándonos cada vez más a los gigantes de piedra para sentirnos hormiguitas nosotros en nuestro pellejito volador.
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Primero se veía la sabana, sus pliegues, los ríos, los morichales, la selva. Entramos en una capa de nubes y las cimas de los tepuyes se asoman como curiosas narices milenarias. Nos elevamos por encima de las nubes y el espectáculo es sencillamente épico. Estamos entre las nubes y el cielo, compartiendo la mañana con los tepuyes que se desperezan. Llegamos a surcar el cielo a dos mil metros de altura. La visibilidad era tal que se veía el Macizo de Chimantá a lo lejos. Nos acercamos cautos al Trámen tepuy, el Uru y el Karaurin. Muy cerca están también el Wadaka, el Yuruaní y el Kukenán. Abajo nubes esponjadas, blancas y brillantes; arriba, pinceladas azules, reflejos amarillos. Toda la magia toda. Me siento bendecida y privilegiada; pocos ojos en el mundo han presenciado este espectáculo desde el cielo, con las paticas guindando en el vacío, las pupilas atragantadas de nubes y tepuy. Tanto, que lloro. Lloro de la emoción, lloro conmovida, lloro sin saber que mi familia entera llora la partida de mi abuelo. Lloro porque sonreír no era suficiente. Esa tarde, todavía eufórica con la experiencia de la mañana, supe que mi abuelo ya no estaba. Y entendí todo. Entendí que yo no había hecho otra cosa que presenciar desde la fragilidad de un paramotor el vuelo de Tony, su bienvenida de azules y nubes pinceladas, la manera en que solo un abuelo amoroso puede abrirte el cielo y dejarte que te despidas de él con alegría plena. Supe que si recorrer el país era algo que había heredado de él, ahora teníamos un ángel de la guarda despejando el firmamento, abriendo los caminos, protegiendo cada paso para que su legado trashumante no se acabe jamás. Gracias Tony, gracias tepuyes, gracias cielo, gracias sabana infinita.
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Backstage
Por Pablo Luis Duarte Borges (@pabludu)
HOTEL
EN LA BÚSQUEDA DE RESPUESTAS SOBRE LA VIDA Y EL AMOR, MILES DE FANÁTICOS PAGAN SU ENTRADA PARA ESCUCHAR A JORGE BUCAY Y A SU PAR VENEZOLANO, CARLOS FRAGA, DARLES LAS CLAVES PARA TRIUNFAR EN SUS RELACIONES
Fotos Cortesía Prensa Jorge Bucay
El momento ha llegado. A cinco minutos para las seis de la tarde sale Bucay y toma el escenario como un león que exige el señorío de su territorio. Bromea y enciende al público que lo recibe, sentado, con un estruendoso aplauso. Una imagen se vuelve constante. Cientos de celulares se elevan, tal cual un concierto, iluminando a Bucay en la brillantez del gran salón. Las manos de las personas mayores tiemblan. Se hace evidente la dificultad del grupo para manejar teléfonos inteligentes y muchos juegan a ver cuál botón pulsaron mal o bien: de esta manera bajan los brazos cansados.
La cita Toda buena historia comienza con un descenso. El sótano es inevitable en la búsqueda de un puesto en el Hotel Eurobuilding, copado de personas que se acercaron a escuchar la charla del argentino Jorge Bucay, moderada por el venezolano Carlos Fraga. La mayoría gracias al pago de grandes cantidades de dinero que les ganara una reparación vital.
Resulta un cliché literario que en un hotel se hable de encuentros, pero surge la pregunta necesaria, justificadora: ¿qué mejor escenario para hacerlo? En una suspicacia propia, imaginaba que la entrada venía con una llave magnetizada que abriría las puertas a la corporeidad del encuentro de cada uno de sus participantes, solos o acompañados. Sin embargo, no es así; el boleto solo vale para sentarse durante cuatro horas a escuchar las mismas palabras disparadas por cientos de cambiadores de vida, esta vez en un dialecto y lenguaje distinto, cosa que aparentemente se aprecia con grandes cantidades monetarias. Entro con el pase de prensa, mientras camino frente a los ojos extrañados de aquellos que sí pagaron su entrada, mientras hacen su cola como si buscaran un alimento extinguido. Con libro de Bucay en mano —el que pude conseguir, pues en la mayoría de las librerías en centros comerciales el escritor argentino ya estaba agotado— entro al gran salón donde me dan una identificación y me siento a esperar el comienzo. Me acerco a una de las mesas dispuestas para tomar agua y escucho: “Yo también tengo ese”. Me volteo y veo que son palabras dirigidas al libro que sostengo. La señora me repite —“grandes”— citas de esta obra literaria, y yo le invento que es uno de mis libros preferidos del autor. Me dice, con ojos brillantes, que el día de ayer estuvo increíble. Cerca de las mesas, una serie de pantallas de televisión presentan un video de Bucay compartiendo las revelaciones que lo han hecho tan famoso, con el fondo de una música tecno electro galáctica. El clip, en loop, es el fondo de un salón vacío por los momentos, donde los pocos que han entrado ya están sentados, quizás mientras imaginan que su media naranja está afuera, esperándolos una vez que la charla termine.
Mucha alegría y una tranquilidad que puede parecer pasiva, oculta entre sonrisas exageradas, copetes luminosos, vestimentas disonantes y una gran gala de botox. Así se conforma el coro de rostros que se consiguen en el turisteo de charlas de auto ayuda. La gran mayoría, personas de más de cuarenta, que se acercaron en búsqueda de seguramente una primera, segunda, tercera, cuarta, y eterna oportunidad en el amor. En el escenario dos grandes afiches presentan a los conferencistas de la tarde, con títulos que podrían asustar al mundo editorial de América Latina. Bucay es “el autor más leído en Iberoamérica” y Fraga “el autor más vendido en Venezuela”. Esto tiene una interpretación osada: el imperio editorial del continente y más allá está en este majestuoso salón. Mi deseo consiste en buscar a alguien para que defina qué significa ser el más leído y qué significa ser el más vendido. No lo encuentro. Más allá del proscenio están los puestos más económicos, en el fondo del salón, colmados desde la hora indicada del inicio. Los de la mitad sufren de una ausencia terrible y los más costosos están repletos de personas que están paradas en su mayoría, saludándose y pasando lista de los conocidos. Son las cuatro y los turistas del amor continúan paseando en la sala, hasta que una voz anuncia el inicio del evento, a las cuatro y cuarenta y ocho. Una animadora, que todos conocen, trata de hacer reír en vano al público mientras, con maneras pasivo-agresivas, trata de que las personas terminen de entrar ordenadamente al sitio.
Se anuncia que está prohibido grabar. Quizás más de uno quiera escuchar esta charla en la comodidad de su habitación, con su pareja, o solo en una cola, mientras disfruta de una noche romántica consigo mismo viajando entre los canales de Bucay y Fraga. El teatro Fraga, vestido de una pulcritud casi artificial, ataviado con grises oscuros mezclados de rosados y turquesas, acompaña a Bucay, que sale con una guayabera de color naranja y pantalones negros. Saludan al público. El argentino, para sorpresa de todos, baja y se sienta en primera fila, con conocidos y demás, para escuchar las palabras del criollo. Con una rapidez que oculta algunas de sus frases, Fraga habla de las relaciones de pareja, de las configuraciones amorosas. Logra risas y aplausos únicamente cuando usa groserías y palabras que reflejan una impostada cercanía a la calle, además de manierismos comunes. “Somos seres heridos”, “tenemos que sentirnos unidos a alguien para reflejar el amor”. Así elabora su discurso, mientras reafirma la importancia de estar junto a otra persona, en una sala que pareciera más sola que una madrugada en el metro.
Transcurre la charla y cientos de naipes desperdigados por el suelo es lo que queda al final. Espadas, palos de madera, se codean mano a mano con copas de oro, monedas rotas. Son fracturas imperfectas: las ilusiones rotas de conseguir el amor. 56
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Backstage
“Él y ella”, “ella y él”, esa es la dicotomía que predomina en la charla. No hay ninguna mención a la diversidad sexual u otros gustos —dígase desde el amor de un hombre por su animal, hasta por su correa, como en el fatal caso de David Carradine—. Las parejas del público asienten mientras escuchan lo que ya han hecho una y otra vez en el programa de Fraga que transmite un canal de la parrilla de la televisión en Venezuela. Se espera la salida definitiva de Bucay a escena. Sus movimientos recuerdan a una pieza de teatro en construcción: moviliza sentimientos, maneja al público mientras nos dice que venimos de una cultura de gente desolada y que el amor nos está esperando. Fraga termina a las 5:24. Un descanso se vislumbra y en el interín se les entrega a todos los participantes un set de cuatro naipes. La baraja Comienza Bucay y su biografía se hace evidente en el discurso. Su vida como vendedor de libros, agente de seguros, taxista, payaso, educador, actor, médico de guardia, animador de fiestas infantiles, psiquiatra, conductor de televisión y psicoterapeuta de parejas y adultos, entre muchas otras, resaltan su experiencia en el manejo de personas. Primero solicita a los asistentes que, antes de escucharlo, antes de creerle, hagan uso de sus opiniones, su criterio. Que asuman la guía preponderante de su sentido común. Viene el chiste más hilarante de la jornada. Un pizarrón ubicado en la tarima es el generador de la primera gran risa de la noche. Bucay toma un marcador, a punto de escribir en la pizarra de papel bond, se percata de que su punta es muy delgada. “¿Qué es en Venezuela un marcador grueso?, creo que por eso veo esas caras”. Y, boom, los asistentes reaccionan ante el chiste verde, risas ocultas ante la vergüenza. Así logra la sintonía inmediata.
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Luego de comentarios parecidos y freses como: “lo opuesto al amor no es el odio, es el miedo”, “el amor se difunde”. Se sienta por primera vez a las 6:24 p. m. Lo hace y reafirma su postura y actitud de terapeuta. Menciona reiteradamente a Fraga en su discurso, toma a algunas de sus frases, publicita, en fin, al “autor más vendido en Venezuela”. Son las 6:30 p. m. y el público tiene la primera oportunidad de expresarse desde que comenzó el evento. Bucay lanza una pregunta y pide que alguien la responda. Obtiene solo gritos de mujeres que se explayan en las cuatro paredes: la incoherencia del sentido común se hace evidente en sus palabras, y en la cara del mismo Bucay. Los naipes ya están sudados en las manos inquietas. Bucay pide a las 7:02 p. m. que los saquemos para un juego. Nos ordena a romperlos y obliga a que todos lo hagan, todos. Dice: “Rompan los naipes y tírenlos a la mierda”, ante la evidente reacción de carcajadas. La locura se desata en un juego que no sabemos a dónde va a ir. Se rompen, se juntan, se insertan, se barajean, hasta que un resultado deja dos mitades volteadas, que se unirán al final. Se arma el rompecabezas de la metáfora: todos logramos el encuentro, así sea de barajas. El público se levanta por primera vez y consagran a Bucay como el gurú que encuentra las mitades de las personas. Último chance A las 7:14 da por terminada su intervención. Llama a Fraga a subirse al escenario. Ambos se sientan y ahora comienza el anhelado momento de las preguntas de los asistentes y de los medios.
“¿Vale la pena el amor?”, “¿qué es ser feliz?”, “¿cómo se es feliz?”. Una asistente le agradece efusivamente por su visita, y le otorga a ambos un regalo. Antes de la despedida, Fraga le solicita al argentino que complazca al público con uno de sus tan anhelados cuentos: los asistentes estallan, emocionados, y gritan los títulos de sus favoritos. Se oye “el elefante, el elefante”, aparentemente relatos muy conocidos en su bibliografía. Comienza una narración con el fondo de las historias del Rey Arturo. Logra que todos, cual niños en la noche, escuchen, emocionados, con la expectativa de un final que se acerca con su respectiva moreleja. Bucay y Fraga vuelven al fondo, ante un público que grita de pie, llora y se exalta. La esperanza ha llegado, el amor se puede conseguir, todos lo saben, pero capaz sea mejor conseguirlo en los cientos de libros que se venden afuera del salón, donde en momentos ambos ponentes saldrán y los firmarán, darán manos, y pedirán, en actitud silenciosa, que se escuchen a ellos mismos, pero que primero los escuchen a ambos. El silencio es obvio mientras la gente camina a la salida, al estacionamiento, paga sus tickets, y busca sus carros en un hotel que se queda una vez más vacío. No hay escala en las habitaciones, luego de una charla de promesas de amor. Solo barajas en el suelo.
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