38
REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015
Colaboraciones Científicas
Carmen Doadrio Abad
La psiquiatrización
el tratamiento del malestar y sus posibles consecuencias
D
esde su nacimiento a finales del siglo XVIII, la psiquiatría nunca había logrado tanto éxito y protagonismo social como en la actualidad. En los últimos decenios ha alcanzado una expansión sin precedentes: los servicios de salud mental en los países occidentales han crecido ostensiblemente, los tratamientos psicofarmacológicos y psicoterapéuticos se ha popularizado, la psiquiatría (y la psicología) tienen cada vez una presencia más relevante en ámbitos jurídicos, laborales, académicos y sociales. A través de los medios de comunicación los profesionales en salud mental, promocionan con éxito la importancia de estas disciplinas, no ya en el tratamiento de los trastornos mentales (que cada vez son mayores en número y más prevalentes), sino en el afrontamiento de la vida cotidiana de cualquier persona. En la sociedad actual se tiende a transferir el autocuidado y gran parte del poder de los ciudadanos a las instituciones y expertos en salud mental esperando que sean éstos últimos los que se hagan cargo. Las expectativas respecto a nuestras vidas y el dolor, han cambiado. Ya no se considera el sufrimiento y la muerte como algo inherente al ser humano, sino como problemas sanitarios que pueden resolverse. Como dice Ivan Illich en su Némesis Medica, “nuestra concepción de una vida plena, es una vida sin sufrimiento, no una vida en la que seamos capaces de manejarlo”. La dependencia y confianza en la tecnología han alcanzado unos niveles extraordinarios debido a que se han exagerado sus efectos positivos. Las terapias de aconsejamiento, cognitivo-conductuales y de todo tipo, se presentan como remedios casi mágicos que pueden eliminar el malestar del individuo pro-
ducido por el enfrentamiento consciente con su propia vida. En la exposición de las tendencias a favor y en contra del tratamiento del malestar ya se han abordado algunas implicaciones bioéticas” por “ Existen tendencias a favor y en contra del tratamiento del malestar que conllevan unas implicaciones bioéticas. Por eso existen diversos autores que prefieren no abordar el tratamiento, o al menos ser cautos, ya que para ellos la iatrogenia de la actividad asistencial no compensa el tratamiento de estos cuadros de malestar. Indicar un tratamiento (psicofarmacológico o psicoterapéutico) para el tratamiento del malestar, supone sancionarlo como un trastorno mental. Esta inclinación hacia el tratamiento del malestar, deriva de la tendencia actual hacia la medicalización y, más concretamente, hacia la psiquiatrización de situaciones de la vida cotidiana. El inmenso poder de la medicina para cambiar y modificar el cuerpo humano, ha hecho atractiva la idea de medicalizar todos los aspectos de la vida que se puedan percibir como problemas médicos, aunque no lo sean. Las causas que han llevado a creer que es posible extender el campo médico para tratar casi todos los problemas que acontecen en el normal desarrollo de una vida, son muy variadas. En este artículo, queremos centrarnos en las consecuencias, los problemas éticos, que se derivan de estos fenómenos de medicalización y psiquiatrización, y que nos preocupan, porque creemos que llevan a una deshumanización de la persona que sólo puede dañarla. Confiar en que todo malestar puede ser tratado médicamente, disminuye poco a poco la capacidad de adaptación del hombre a situaciones estresantes de su vida. Si en cuanto