Número Febrero. Panacea. Revista de Humanidades, Ciencia y Sanidad.

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Número

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panacea revista

Humanidades , Ciencia y S anidad

Especial mes

febrerO 2015

temas del mes  julio caro baroja  Colaboraciones científicas  Óptica  HISTORIA: LA EXPEDICIÓN BALMIS

Centenario de la Primera Guerra Mundial y Generación del 14

Intervienen: Pedro Caballero Infante, Miguel Yllá-Catalá Fernando del Arco, José Siles Artés, Amadeo Aláez Daniel Pacheco, Ernesto Marco, José Félix Olalla Carmen Doadrio Abad, Ernesto García Camarero Alejandro R. Díez Torre Humanidades, Ciencia y Sanidad

Número UNO (2ª PARTE)

Panacea revistapanacea.com


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REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015


REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

Sumario Editorial

Noticias

Nacer, vivir, sobrevivir

Noticias de la Tertulia de Rebotica La Especialidad en Farmacia Industrial y Galénica

Pedro Caballero-Infante

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El Correo Farmacéutico

Humanidades

Libro del mes

Botica Monástica Miguel Ylla-Català

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Semblanzas Fernando del Arco

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El poeta Ortega y Gasset José Siles Artés

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Julio Caro Baroja Amadeo Aláez

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In memoriam Julio Caro Baroja en el Ateneo Daniel Pacheco

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Galería de Retratos Ateneo Gregorio Marañón

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Ateneístas Ilustres José Rodríguez Carracido Daniel Pacheco

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Raíces de dolor, de Carlos Lens, José Félix Olalla

Colaboraciones Científicas La psiquiatrización Camen Doadrio Abad

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Centenarios: Generación del 14 y Primera Guerra Mundial Vídeo del Ateneo de Madrid con intervención de Jesús Posada, José Luis Abellán, Pedro López, Eduardo L. Huertas 42 Leonardo Torres Quevedo Ernesto García Camarero

Historia

Óptica Ernesto Marco

La Expedición Balmis Alejandro R. Díez Torre

PUBLICACIÓN PANACEA. Revista de Humanidades, Ciencia y Sanidad COLABORADORES Pedro Caballero-Infante MIguel Ylla-Català Fernando del Arco José Siles Artés Amadeo Aláez Daniel Pacheco Ernesto Marco José Félix Olalla Carmen Doadrio Abad Ernesto García Camarero Alejandro R. Díez Torre EMPRESAS PATROCINADORAS GRUPO COFARES FUNDACIÓN RAMÓN ARECES LABORATORIOS CINFA

Temas del mes

Ciencia 30

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INSTITUCIONES Y ENTIDADES COLABORADORAS REAL ACADEMIA NACIONAL DE FARMACIA CONFEDERACIÓN NACIONAL DE FACULTADES DE FARMACIA FUND. CULTURA DE PAZ FEFE ADEFARMA AESEG COIFFA FUNDACIÓN TEJERINA FUNDACIÓN BAMBERG ASESORIA F. JOSÉ FLORES MÁS QUE VINOS ASEFARMA SUSCRIPCIONES: revistapanacea1@gmail.com DIRECCIÓN WEB Web: www.revistapanacea.com

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EDITA: ADAPAF, S.L. iMPRIME: IMPRENTA TARAVILLA, S.L. D.L.: M-9786-2015


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Editorial

REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

Pedro Caballero-Infante Perales

Nacer, vivir, sobrevivir

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eo como cambian de pañal a un recién nacido y no me produce ternura, si acaso la que emana del mimo con que lo hace su madre. Me provoca sentimientos contradictorios. Por un lado ilusión, emoción capaz de mover el mundo, por otra indefensión y desamparo y desde este vocablo elucubro hacia lo que la ilusión motiva. Ilusión es esperar con júbilo un nuevo día, sentir con ansiosa felicidad la búsqueda de un futuro que se nos antoja halagüeño. En definitiva amar. Pienso que esta tierna criatura desvalida es feliz en su inconsciencia. Quedará limpio y, sorberá su alimento durmiendo en la doble luna del pecho, la madre nana de cebolla y él satisfecho. Aún mullido en el, todavía, vientre acogedor de la madre, ésta rematará la nana del pastor alicantino, mientras lo acuna susurrándole: “no te derrumbes, mi niño, que no sepas que pasa ni lo que ocurre”. Y siguiendo al fabulista, dentro de unos meses andará a cuatro patas para, más adelante, con esa inseguridad segura que da la espera de unos brazos paternos abiertos, intentar caminar enhiesto como un bicheante bípedo inestable. Y este crecer que va asegurando su estabilidad física le hace andar por la vida sin “avizar”, al carecer de ese ojo acechante que prevé el peligro, nada que amenace su integridad física. Siempre tendrá el amparo de unos brazos y unas manos protectoras que paliarán cualquier contratiempo físico que ose hollar su integridad.

Insultante ya de mozo, con la juventud que luce, caminará seguro sobre una tierra que no se le tornará dura sino capaz de soportar sus zancadas fuertes y firmes. Esta feliz fase de su iniciada vivencia ignorará, sin querer, que el nacer es un permanente morir y que más pronto que tarde, él mirará al viejo, sin plantearse que, con el tiempo se verá como ese trípode senil con el que se cruza apoyado en su bastón, figura, nuevamente frágil de nuestro inevitable futuro.

“Ilusión es esperar con júbilo un nuevo día...” Nace “Panacea”, delicada y tambaleante, le cantamos su nana y en este caso al que escribe, amén de ternura literaria, le produce ilusión porque se trata de una publicación fomentada y parida por un congénere, farmacéutico él, que no sé hasta que punto, yo sí lo creo, es el nexo de unión literario de una profesión, la farmacéutica, no bien tratada socialmente como merece su condición humanística. Demos, pues, los boticarios a la luz un remedio literario más allá del que procuramos diariamente a nuestros pacientes tan necesitados de una luz y unas palabras que curen sus males de espíritu potenciadores de los meramente físicos. Compañeros de mayor y mejor cualidad humanística que este pobre escribidor harán que la criatura sea, al contrario que el ser humano, inmortal.

La


Humanidades

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Miquel Ylla-Català Genís

Botica La botica del Monástica Monasterio de Santa Una joya en Santa María María la Real de Nájera La Real de Nájera

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na de las boticas monásticas mejor conservadas que podemos admirar en todo el territorio español es la que fue botica del monasterio benedictino de santa María la Real de Nájera en la Rioja, enclave importante del camino de Santiago. No podemos contemplarla en su ubicación original, pero su instalación actual nos permite apreciar todos los valores de una farmacia original del siglo XVIII que a pesar de los cambios de los tiempos y de las distintas ubicaciones conserva todo el frescor y la belleza de un modelo de servicio sanitario que ya es historia. Esta Botica construida allá por el año 1781 permaneció en el monasterio hasta la exclaustración de los monjes el año 1835, total unos 54 años. Trasladada por el monje boticario a un edificio cercano de la calle san Marcial, conti-

nuó dando servicio a la ciudad hasta el año 1921 en el que los familiares herederos del monje que la había salvado del pillaje la vendieron al farmacéutico Joaquín Cusi, total 86 años, 32 años más del tiempo que había permanecido en el cenobio. Desde el año 1924 se instaló en los Laboratorios del Norte de España en el pueblo de El Masnou, cerca de Barcelona donde lleva casi cien años y es donde hoy podemos contemplarla. Su parte noble los nueve cuerpos de la anaquelería, el cordialero y la cajonería que le acompañan son sin duda una maravilla y por su belleza podemos decir que son un icono dentro de las boticas monásticas que conocemos. También puede convertirse en una imagen irrepetible de la ciudad de Nájera, si en un futuro no lejano la cuidad dispusiera de una réplica de esta parte singular.


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ste es el deseo de muchos amantes de la cuidad, de las entidades culturales y también de su actual propietario la Real Academia de Farmacia de Cataluña. El consistorio actual ha presupuestado en dos ejercicios anuales una cantidad que permitiría realizar este proyecto.

Resumen histórico y descripción.

No todos los monasterios tuvieron posibilidades de instalar una botica, su elevado coste y su mantenimiento, sobre todo en lugares donde no se podía contar con clientes aparte de la vecindad. Sin embargo casi todos los monasterios grandes la tenían, los demás no dejaban de tener sus servicios sanitarios ya sea para el propio servicio o como ayuda esporádica al necesitado o al transeúnte. A partir del siglo XVI las boticas se instalan dentro del recinto monacal y son regidas generalmente por monjes boticarios. Dentro de la orden benedictina los primeros monasterios que poseyeron farmacia propia dentro de sus muros fueron ya en el siglo XVI San Juan de Burgos, con hospital anexo, San Benito de Valladolid y Santa María de Montserrat, monasterios que debían atender comunidades numerosas e innumerables huéspedes y peregrinos. En los siglos XVII y XVIII se instalan la mayoría de las farmacias monásticas muchas de ellas en el Camino de Santiago. San Millán de la Cogolla, San Benito de Sahagún, San Julián de Samos, San Martín en Santiago. En el siglo XVIII Santo Domingo de Silos, San Pedro de Cardeña, San Salvador de Oña, Santa María de Nájera entre otras. La botica de Santa Maria la Real de Nájera estaba situada en la plata baja de la casa del Abad, delante del monasterio, ubicación que nos plantea una pregunta ¿era un espacio de clausura? Los expertos, entre ellos el Dr. Ernesto Zaragoza Pascual, de la Academia de la Historia y estudioso de estos temas, se inclina en sentido afirmativo. Lo confirma la reja de la puerta con espacio para la entrega al público de las medicinas. Los distintos elementos de la botica del monasterio de Santa María estarían en los tres espacios que se encuentran en la parte delantera del edificio con una disposición distinta a la actual. Seguramente podían contemplarse a través de las ventanas, que encontramos a

derecha e izquierda de la citada puerta y de las ventanas laterales. Era sin duda su mejor propaganda. En uno de los lados podía estar lo que hoy conocemos como el hemiciclo con seis cuerpos entre ellos el cordialero con la imagen de San Benito en su parte alta y en el resto de anaquelerías de los cuerpos restantes los botes de farmacia: albarelos, orzas, pildoreros de diferente forma y tamaño, y el resto de los elementos: cajones y armarios con decoración variada en los otros dos espacios. Avala esta tesis la existencia de escudos alusivos al monasterio y a Santo Domingo de Silos en el techo de la salas. No sabemos exactamente los libros de que disponía su biblioteca incluso podemos pensar que en sus instalaciones solo estaban los libros de tipo práctico y siempre se podía acudir a la biblioteca general del monasterio. Si que sabemos los libros que se trasladaron a la nueva instalación de la calle San Marcial y que luego adquirió el Sr. Joaquín Cusí. Eran los siguientes: Pharmacopoea Dogmaticorum restituta de Josep Quercetano en latín, editada en París por Apud Claudium Morellum, el año 1607. Libro de 480 páginas de 24 x 16,5 x 3,5 cm Pharmacopée Universelle de Nicolás Lemery, en francés, editada en París por Laurent D’Houry en el año 1734. Con el subtítulo: Contiene todas las composiciones de farmacia en uso en medicina, tanto en Francia como en toda Europa. Libro de 1091 páginas de 35 x19 x 9,5 cm Codex Medicamentarum. Pharmacopoea Parisiensis, de Joane Baptista Boyer, en latín, editada en Paris por Petrum-Guillermum Cavelier en al año 1758. Comprado en Madrid por fray Miguel de Eguia, segundo boticario de la nueva botica (1785 y siguientes). Tiene una nota que dice “Me costo en Madrid 65 reales de vellón. Libro de 320 páginas de 26 x 20 x 5 cm Pharmacapoia Matritensis regii, ac supremi hispanium protomedicatus Autoritate, jussu atque auspiciis elaborata.. en latín, editada en Madrid por Antonio Pérez de Soto en el año 1762, segunda edición, libro de 516 páginas de 27 x 21 x 6 cm Explicación de la naturaleza, principios, virtudes, usos y dosis de las preparaciones y composiciones de la Farmacopea de España. De José María de la Paz Rodríguez, en castellano, editado en Madrid por Josef de Collado en el año 1807. Libro de 323 páginas de 21 x


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nasterios que debían atender comunidades numerosas e innumerables huéspedes y peregrinos. En los siglos XVII y XVIII se instalan la mayoría de las farmacias monásticas muchas de ellas en el Camino de Santiago. San Millán de la Cogolla, San Benito de Sahagún, San Julián de Samos, San Martín en Santiago. En el siglo XVIII Santo Domingo de Silos, San Pedro de Cardeña, San Salvador de Oña, Santa María de Nájera entre otras. La botica de Santa Maria la Real de Nájera estaba situada en la plata baja de la casa del Abad, delante del monasterio, ubicación que nos plantea una pregunta ¿era un espacio de clausura? Los expertos, entre ellos el Dr. Ernesto Zaragoza Pascual, de la Academia de la Historia y estudioso de estos temas, se inclina en sentido afirmativo. Lo confirma la reja de la puerta con espacio para la entrega al público de las medicinas. Los distintos elementos de la botica del monasterio de Santa María estarían en los tres espacios que se encuentran en la parte delantera del edificio con una disposición distinta a la actual. Seguramente podían contemplarse a través de las ventanas, que encontramos a derecha e izquierda de la citada puerta y de las ventanas laterales. Era sin duda su mejor propaganda. En uno de los lados podía estar lo que hoy conocemos como el hemiciclo con seis cuerpos entre ellos el cordialero con la imagen de San Benito en su parte alta y en el resto de anaquelerías de los cuerpos restantes los botes de farmacia: albarelos, orzas, pildoreros de diferente forma y tamaño, y el resto de los elementos: cajones y armarios con decoración variada en los otros dos espacios. Avala esta tesis la existencia de escudos alusivos al monasterio y a Santo Domingo de Silos en el techo de la salas. No sabemos exactamente los libros de que disponía su biblioteca incluso podemos pensar que en sus instalaciones solo estaban los libros de tipo práctico y siempre se podía acudir a la biblioteca general del monasterio. Si que sabemos los libros que se trasladaron a la nueva instalación de la calle San Marcial y que luego adquirió el Sr. Joaquín Cusí. Eran los siguientes: Pharmacopoea Dogmaticorum restituta de Josep Quercetano en latín, editada en París por Apud Claudium Morellum, el año 1607. Libro de 480 páginas de 24 x 16,5 x 3,5 cm

Pharmacopée Universelle de Nicolás Lemery, en francés, editada en París por Laurent D’Houry en el año 1734. Con el subtítulo: Contiene todas las composiciones de farmacia en uso en medicina, tanto en Francia como en toda Europa. Libro de 1091 páginas de 35 x19 x 9,5 cm Codex Medicamentarum. Pharmacopoea Parisiensis, de Joane Baptista Boyer, en latín, editada en Paris por Petrum-Guillermum Cavelier en al año 1758. Comprado en Madrid por fray Miguel de Eguia, segundo boticario de la nueva botica (1785 y siguientes). Tiene una nota que dice “Me costo en Madrid 65 reales de vellón. Libro de 320 páginas de 26 x 20 x 5 cm Pharmacapoia Matritensis regii, ac supremi hispanium protomedicatus Autoritate, jussu atque auspiciis elaborata.. en latín, editada en Madrid por Antonio Pérez de Soto en el año 1762, segunda edición, libro de 516 páginas de 27 x 21 x 6 cm Explicación de la naturaleza, principios, virtudes, usos y dosis de las preparaciones y composiciones de la Farmacopea de España. De José María de la Paz Rodríguez, en castellano, editado en Madrid por Josef de Collado en el año 1807. Libro de 323 páginas de 21 x 14 x 2,5 cm Pharmacopea Hispana. En latín, editado en Madrid por M. Repullés en el año 1817, edición cuarta. Libro de 358 Páginas de 22 x 15 x 4 cm. Farmacopea Española. En castellano, editada en Madrid por la Imprenta Nacional en el año 1865, quinta edición. Libro de 628 páginas de 24 x 15,5 x 4 cm Este último libro tiene interés ya que fue adquirido después del traslado de la Botica a la calle San Marcial y es prueba de la voluntad de actualización tanto legislativa como técnica de Fray Benito Gil. Cantoral de canto gregoriano, desde la dominica VII hasta la XXIII después de Pentecostés, en latín. Obra de escritorio monacal manuscrita por Fray Francisco de Toledo de la orden de predicadores. Año 1623. Libro de 264 páginas de 60 x 45 cm.

Libro que merece un comentario aparte ya que el monje boticario fra Benito Gil trasladaría a la calle San Marcial junto con la botica. Es la prueba fehaciente de que las oraciones eran necesarias para obtener el éxito y la calidad requerida de las medicinas que preparaba. No parece haber noticias antes de finales del siglo XVII de la existencia de una farmacia en el Monasterio de Santa María la Real. La posible presencia de una botica o servicios sanitarios más o menos rudimentarios en otros lugares, como el Hospital de Peregrinos, cerca-

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no al Monasterio, o la existencia de farmacia en la misma ciudad, retardaría esta construcción. Si se puede afirmar que los servicios farmacéuticos adquirieron en el monasterio una singular importancia y una primera farmacia, «la antigua», debía de estar situada muy cerca del emplazamiento final, en la calle que actualmente se conoce como de las Viudas. Hoy sabemos que el primer boticario del que tenemos noticia fue Benito Díaz, que tomó el hábito en Nájera el 8 de abril de 1710 y murió el 24 de julio de 1750. Le sucedió Martín Eguia, quien, entre los años 1781 y 1785, renovó la farmacia en la parte inferior de la casa del abad, frente al Monasterio, con la instalación del mobiliario que hoy conocemos. Las obras, cuando era abad Pedro Gala, costaron 20.050 reales pagados con los beneficios de la misma botica, prueba del prestigio y servicios que la instalación estaba dando. Otro boticario fue José Mª Fernández, quien tomó el habito en el año 1829. En 1835 cuidaba de la farmacia Benito Gil, y ante los problemas de abandono del convento, la trasladó a la calle de San Marcial en una casa cercana propiedad del Monasterio. La continuó un sobrino suyo, farmacéutico seglar, llamado Lino Gil. A su muerte la heredó su hija Benita, casada con Vicente Mínguez, boticario, que la vendió a Joaquim Cusí en el año 1921. El traslado al El Masnou, lugar de su emplazamiento se hizo por ferrocarril siendo necesarios varios vagones. La Botica no se reinstaló hasta después de 1924 año que el Laboratorio se había trasladado desde la ciudad de Figueras a su actual emplazamiento. La empresa tenía sus servicios propios de carpintería que jugaron un papel importante en la instalación. En el año 1952 al cumplirse 50 años de la fundación de la Moderna Farmacia Cusí en la ciudad de Figueras, por lo tanto cincuentenario de la empresa, la botica estaba ya instalada de forma muy parecida a la actual, sin embargo consta que en el año 1975, se cumplían setenta y cinco años, se efectuó una restauración a fondo de todas sus partes en especial de los armarios y la cajonería. La farmacia, tal como podemos verla actualmente es de estilo barroco, construida en la segunda mitad del siglo XVIII y reinstalada en el Museo Cusí de Farmacia, ocupa una planta de forma rectangular con un hemiciclo en uno de sus extremos. Este espacio semicircular está formado por nueve cuerpos, cada uno

Humanidades

de ellos cerrado por un arco de medio punto, separado por columnas sencillas y rematadas por un friso que a manera de cornisa da unidad a las diferentes partes y se apoya sobre unas volutas barrocas situadas entre los arcos. El conjunto es de una tonalidad cremosa surcada por hilos dorados. También es dorado el espacio correspondiente a las conchas donde encontramos una ornamentación vegetal claramente barroca. El interior de los arcos está ocupado por estanterías con botes de boticario y orzas de cerámica blanca con el escudo de la abadía. En la actualidad encontramos 53 albarelos pequeños denominados pildoreros, 135 albarelos tamaño grande, 83 orzas pequeñas y 54 orzas grandes, en total 329 piezas que dan al conjunto un aspecto único. La cerámica es seguramente de procedencia local, se señalan posibles talleres de Haro o de Navarrete. Imita el tipo de decoración que tenían otros monasterios cuya cerámica estaba fabricada en Talavera de la Reina o Puente del Arzobispo. Las pequeñas variaciones en forma y tamaño en cada tipo de botes, señala que a lo largo de los años que funcionó la botica se efectuaron distintas reposiciones seguramente debidas a la roturas que por lógica se producían. El arco central, es ligeramente más bajo que los demás, y deja en su parte superior un espacio donde encontramos una hornacina con la imagen de San Benito del siglo XVI, patrón del cenobio, y en su estantería se encuentra el cordialero, con frascos de vidrio con tapón esmerilado, en total 102, para diferentes líquidos, tinturas y jarabes. Su estado de conservación es deficiente y afecta los tapones, el cuello e incluso parte del frasco y en especial el escudo de la abadía que se deduce estaba gravado al fuego en cada frasco. Debajo de la zona correspondiente a los estantes cada cuerpo tiene tres pequeños cajones en hilera y el espacio que queda hasta el suelo está ocupado por armarios decorados con diferentes animales. El resto de las paredes de la espaciosa sala es de tonalidad verdosa, también con detalles dorados y rematado, en su parte alta, por arcos apaisados. Al extremo del rectángulo, en el centro, encontramos cuarenta y ocho cajones para hierbas medicinales con su nombre decorado con dos guirnaldas florales y a cada lado unas puertas con vidriera que en teoría nos llevarían a la rebotica. Las paredes laterales del resto de la sala están ocupadas por armarios con las puertas decoradas con pintu-


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Cajones para plantas medicinales

ras de animales, de inspiración entre exótica y hogareña, dentro de unos parajes campestres. En uno de los espacios laterales, no sabemos si coincidían con aberturas en la ubicación original, encontramos dos conjuntos de estanterías con vasos cilíndricos, altos, de color verde, con borde circular más pronunciado, sin ningún tipo de cierre, que seguramente se cubrían con pergamino o papel parafinado, para contener extractos fluidos, de los que algunos todavía conservan restos y nombres de su contenido. Su número es de 107 uno de ellos más alto que el resto y algunos conservan restos del escudo del monasterio.

La Botica hoy. Actuaciones de la Reial Acadèmia de Farmàcia de Catalunya.

Cuando en el año 1997 la Academia de Farmacia de Cataluña recibió de los herederos de la familia Cusí el legado del Museo Cusí con todas sus colecciones tuvo que aceptar la donación con dos condiciones: a) No podía sacar ninguna de sus piezas, salvo para exposiciones extemporáneas, del pueblo de El Masnou b) caso de incumplir esta cláusula el legado retornaría a los herederos que lo habían cedido. Todo el contenido museístico estaba repartido en tres espacios; 1 –Dos vitrinas llenas de materiales y armarios.2 – La biblioteca y 3 – La botica del Monasterio de Santa María la Real de Nájera con todo en material propio y con muchos elementos museísticos de otras procedencias. Gracias a una remodelación de los laboratorios Alcon que mejorando sus instalaciones construyó un Auditorio de Formación para

necesidades internas y también para la formación de oftalmólogos en técnicas actuales se amplió el espacio museístico, en diferentes etapas, con 17 vitrinas que se destinaron a la exhibición de las colecciones. El espacio que contenía la Botica del monasterio se liberó de elementos extraños que se redujeron al mínimo: Santa Magdalena, vitrina con los libros venidos de Nájera y algunos morteros grandes, incorporándose en el resto de los espacios todo el material original además de algunos signos ilustrativos de la historia y la leyenda de la fundación del monasterio como la jarra de azucenas y la campana. Con la ayuda de Alcon y aportaciones de la Academia se está realizando una campaña de restauraciones que incluye los botes de cerámica y las pinturas de los armarios. La restauración de la cerámica se ha desarrollado en un programa de cinco años de duración durante el cual se han restaurado todos los botes de la Botica que tenían algún desperfecto, en total 164. Está en marcha la restauración de las pinturas de los armarios que después de una etapa de señalización de los desperfectos se ha acometido en diferentes fases y en la actualidad ha finalizado la restauración de las puertas dobles faltando todavía las puertas de los armarios pequeños y la restauración de las pinturas de los cajones de las plantas. Se trata de una botica museo con plena vigencia del testimonio de lo que en su día fue en el monasterio de Santa María la Real de Nájera y ubicada en el Museo Cusí de Farmacia que recibe más de mil doscientas visitas anuales.

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F. A. del Arco *

Semblanzas

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l presente espacio, nace con el nombre de SEMBLANZAS, pues desde estas líneas voy a tener el honor de hacer llegar a los lectores de la revista digital PANACEA esta sección dedicada a exponer las biografías condensadas de personajes (más o menos conocidos), que han sido los pilares de una época; en este caso, el siglo XIX, tantas veces llamado el siglo de los descubrimientos científicos y los inventos, representando un verdadero alborear para la mayor parte de las ramas de las ciencias y en resumen, de casi todo el saber humano; lo es esencialmente en lo que se refiere al arte de curar las enfermedades, rodeado hasta entonces de un halo casi místico. La terapéutica, había pasado desde las prácticas de brujos y hechiceros a las manos de sangradores y purgadores que encontramos todavía hasta finales del siglo XVIII. En pocos años, y gracias al gigantesco desarrollo paralelo de la química, la fisiología y la bacteriología, el arte de curar se encuentra convertido en auténtica ciencia. La química analítica va consiguiendo aislar en estado de pureza los principios activos de las drogas; en 1806 se aisló la morfina, en 1818 la estricnina, la quinina en el 20 y la atropina en 1833. La química sintética, logra imponerse cuando el profesor Wöhler, discípulo del genial Berzelius, consigue en Göttingen [AlemaniaBaja Sajonia] (olim, Gotinga) la síntesis de la urea, en el año 1820. El espectro de la fuerza vital como elemento indispensable para la obtención de cuerpos orgánicos en el laboratorio, desaparece y renace con toda su pujanza la química

del carbono. No mucho después (1831), Liebig y Sobereing al descubrir el cloroformo, preparaban el avance de la terapéutica quirúrgica. Claudio Bernard, Magendis, Brown Squard y sus discípulos, fueron estudiando desde los recién creados laboratorios de fisiología el apasionante misterio del funcionalismo de los seres vivos. Pasteur, a mediados de siglo XIX comienza a publicar sus estudios sobre las bacterias, colocando así los cimientos de la doctrina etiológica de las enfermedades infecciosas. El eminente investigador Rudolf Buchheim, discípulo de Magendis; ya puede con todo honor, inaugurar su profesorado de terapéutica en la ciudad universitaria estoniana de Tartu [Dorpat en alemán]; en aquellos momentos se preparó la fundación en Estrasburgo [Francia] del primer Instituto de Farmacología (año 1887). No es de extrañar que los hombres de estas generaciones sumergidos en el torbellino de los apasionantes descubrimientos, vivieran tan transcendentales momentos con plena conciencia histórica, y que su inquietud espiritual tratara por todos los medios de mantenerse al corriente de los progresivos avances y aún contribuir a ellos en la medida de sus fuerzas intelectuales y físicas.. Tal era el ambiente, cuando dos de estos hombres, el farmacéutico: Ernst Christian Friederich Schering (31-V-1824), y el químico Friederich Bayer (6-V-1825), pasaron a convertirse en los pilares de la ciencia química industrial, una de cuyas ramas más señeras fue la farmacología. En esta exposición, se va utilizar el orden cronológico del nacimiento de nuestros personajes y por ello será citado en primer lugar:


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Ernest Christian Friederich Schering

Nació el 31 de mayo del año 1824 y falleció el 27 de diciembre 1889. Entre otros estudios, se graduó de farmacéutico y a los 34 años (a. 1851) abrió una farmacia en Chauseestrasse (al norte de Berlín), que entre él y su esposa, le dieron por nombre: Grüne Apothek [La Botica Verde], se cree, que por ser el verde el color de la esperanza. Dado su temperamento, no podía este hombre conformarse con ser el propietario de una sencilla botica para vender fórmulas magistrales.; lo pensó bien y decidió aprovechar la parte libre del terreno donde estaba el despacho farmacéutico y montó un pequeño laboratorio, que en poco tiempo, resultaría insuficiente. No solamente percibió con toda claridad la importancia científica de la química, sino que también se dio cuenta del papel reservado a los productos químicos, que se expandían, en el vertiginoso desarrollo de los procesos de industrialización de su época. En Europa, como en España, por aquel entonces, no solamente se atendían en las farmacias recetas de los galenos, sino que a

modo de pequeña fábrica química se resolvían magistrales fórmulas creadas por el propio farmacéutico para los enfermos y a veces, para surtir de las materias que necesitaban los perfumistas, curtidores, tejedores, pirotécnicos, etc., en general, todo lo que constituía la química ligera, pues la pesada, como el ácido sulfúrico, la sosa, y el resto de otros productos químicos, quedaban para las grandes fábricas. E. Schering, con certera visión, centró en su pequeño laboratorio la producción de sustancias químicas, pero no en gran cantidad, sino con el máximo grado de pureza en su elaboración. Por entonces nacía en Francia y comenzaba a extenderse por toda Europa: la fotografía. Pronto se dio cuenta nuestro personaje, de que el éxito de estos nuevos artistas dependía fundamentalmente de la pureza de los productos que emplearan y dedicó personalmente muchas horas de ensayos hasta conseguir sustancias que respondiesen perfectamente a lo que de ellas se esperaba. La calidad de sus productos era muy superior al término medio y por ello, en muy poco

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tiempo empezó a recibir pedidos del extranjero y, en especial de Francia. En la exposición de París de 1855, consiguió entusiasmar a los expertos y darse a conocer mundialmente por primera vez; tenía 31 años. En aquel evento, le fue concedida una medalla de plata que reconocía oficialmente la calidad de su trabajo. Aquel mismo año, Schering transformó su laboratorio farmacéutico convirtiéndolo en una auténtica fábrica de productos químicos, la “Botica Verde” se había quedado pequeña; al primer año de su existencia, las cifras de venta de su nueva fábrica, pudieron calcularse en unos 12.000 talers, taleros o thalers (antigua moneda alemana de plata). En 1858, ya se había comprado unos terrenos en Wedding, un barrio alejado, situado al norte de Berlín, pues tenía la intención de montar en aquella zona una fábrica de material fotográfico, pero sus deseos no se realizaron. Las crecientes necesidades para la producción de otras sustancias, impusieron a E. Schering la edificación de nuevas instalaciones sobre aquellos (entonces) apartados solares. En 1864, se le concedió la autorización para la construcción de sus ansiados laboratorios y dos años después ya estaban en pleno rendimiento tanto la zona fabril como la central de la organización, incluidos los departamentos comerciales. Llegamos al comienzo de una nueva fase en la vida de Ernst Schering, de sus laboratorios y la organización, en general; la fábrica de Muellerstrasse o Müllerstrasse, asentada sobre los ya mencionados terrenos, se convirtió en el epicentro de los ideales de E. Schering. La lista de los productos autorizados para su fabricación y la capacidad de producción de cada uno de ellos, era relativamente elevada; lentamente, toda la producción se iba desplazando hacia las nuevas edificaciones que se estaban construyendo como respuesta constante a la demanda creciente. El material utilizado, era el usual en aquella época, y sólo se preparaban productos ya conocidos y cuyos procesos de elaboración estaban ya descritos en todos sus detalles. Desde el punto de vista deontológico, dos preocupaciones fundamentales marcaron su línea de conducta empresarial: La más escrupulosa meticulosidad en los procedimientos de

Humanidades

elaboración y la relación más estrecha con los fundamentos científicos de la industria. Ya en 1864, funcionó con esta segunda finalidad fundando un laboratorio técnico para el estudio de la calidad. ¡No olvidemos el DAS IST NORM alemán! El enorme incremento y rápido desarrollo del negocio, unido al esfuerzo que resultaba para todo el personal de la fábrica e incluso para sus familias, lo representó el haberse encargado del suministro general de medicamentos con destino a los ejércitos germanoprusianos, durante la guerra franco-alemana (o franco-prusiana) de 1870; exigieron demasiado esfuerzo a Ernest Schering, y por ello su salud comenzó a resentirse. Por otra parte, las enormes perspectivas que se vislumbraban no podían ya ser atendidas ni por un solo hombre ni por un solo capital. En 1871, con un capital fundacional de 500.000 talers, nace una Sociedad por Acciones, bajo la denominación Chemische Fabrik auf Actien (vormals E. Schering). La circular con la que se comunicó a amigos y clientes la fundación de la Sociedad, estaba fechada el 23 de octubre de 1871, día que se consideró posteriormente como el de la fundación de la Empresa. Ernest Schering, supo elegir a sus colaboradores con el mismo acierto con el que llevó anteriormente la dirección de su floreciente industria. La Sociedad, superó la grave situación financiera por la que atravesaba el país en los años de su fundación y siguientes, y lo hizo tan bien, que en 1880, se puso en funcionamiento una nueva fábrica que iba a ser el primer establecimiento subsidiario de la Empresa. Situada ésta, en Charlottenburgo, antiguo barrio situado al oeste de Berlín dentro del distrito Charlotenburg-Wilmersdorf, y planificada en sus principios para la fabricación de alcohol, éter y derivados (alcohol absoluto, acetato de etilo, colodión y tanino), fue pronto encargándose de la mayor parte de la producción química de la Empresa, mientras, los productos farmacéuticos seguían produciéndose en la Müllerstrasse. En esta etapa del desarrollo, ya se había despegado la Empresa de muchos moldes, reglas y normas, comenzando a implantar y emplear procedimientos técnicos totalmente nuevos.


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Tales eran, por ejemplo, los procesos para la obtención por vía electrolítica del bromoformo y el iodoformo para usos medicinales. El hidrato de cloral, como sustancia hipnótica, fue introducido en el comercio, ya por Schering A.G. Cuando Ernst Schering murió en 1889, todo estaba ya preparado para que la Empresa siguiera una rápida expansión y, sus más directos colaboradores recogieron y transmitieron la enseñanza fundamental del fundador que siguió siendo el lema de la Casa: Meticulosidad, seriedad e información científica. En los años siguientes, el desarrollo de la empresa continuó de acuerdo con las mismas pautas y pronto surgieron las primeras “especialidades farmacéuticas Schering” como consecuencia de la puesta en marcha de un laboratorio científico o mucho después (a. 1904), siguió a la creación de este laboratorio, otro de fisiología, que al final se unió con el primero formando ambos el Laboratorio Central. Se crearon y desarrollaron los departamentos de bacteriología (a.1893) y fotografía (a. 1895), ambos en Charlotenburg. La Empresa salía ya de sus cauces nacionales, y el creciente aumento de las exportaciones hizo pensar en el montaje directo de nuevas fábricas fuera del país. La primera fábrica se montó en Moscú (a principios del s. XX) y a ella siguió otra en Wydriza (Rusia), y otra más en Londres. De estos años, data también el comienzo de los primeros trabajos de galvanotecnia que tanta importancia adquirieron después en la Firma. La primera guerra mundial y la inflación subsiguiente determinaron una crisis económica que no tardó en ser superada. Se erigieron nuevas plantas, se hicieron constantes ampliaciones; en España, el año 1924 crearon una delegación comercial que bajo el nombre de “Productos Químicos Schering S.A.” distribuían las importaciones procedentes de Alemania, más tarde, se convertiría en una planta para el envasado de las materia primas elaboradas en Berlin y su consiguiente distribución y venta en España. En 1927, la Empresa se fusionó con la Firma C.A.F. Kahlbaum y en 1931, la Oberschlesische Koks-Werke se incorpora también a la Empresa, formando un poderoso consorcio con 30 filiales en todo el mundo, muchas de ellas con producción propia, como ocurrió en España, al comprar terrenos en Madrid para

edificar una fábrica que se ubicó en la calle Méndez Álvaro y hoy desaparecida. Sus representaciones se extendían a todos los paises y la exportación alcanzada en el decenio anterior a la Segunda Guerra Mundial constituyó el 60% de la producción global. Como consecuencia de dicha guerra , en 1942, los Estados Unidos toman el control de todos los negocios alemanes; el Gobierno español hizo lo mismo y puso bajo la tutela de algunos Bancos el control y administración de los referidos negocios; en estas circunstancias se cambió el nombre de la empresa por el de “Schering España”. En la posguerra, se devolvieron los bienes incautados y la Firma Schering se recuperó rápidamente, especialmente los estamentos fabriles de Berlín que fueron objeto de la rapiña masiva de alguno de los contendientes que no dejaron piedra sobre piedra, es más, ni los clavos y tornillos se libraron del expolio; menos mal que el espíritu de Ernest Schering todavía perduraba y todos a una y cada uno en su puesto, levantaron un nuevo edificio continuador de los ideales del fundador Ernest Schering. A pesar de su rápida recuperación, las competencias del ramo pusieron su interés mercantil en el emporio Schering y el resultado fue, el triunfo del grupo Bayer, que consiguió la fusión de ambas entidades en diciembre del 2006. Como colofón, creo que el espíritu de Ernest Christian Friederich Schering se ha reinstalado en la berlinesa ERNST SCHERING FOUNDATION, que él mismo creó.

*Fernando del Arco, es Ingeniero Técnico Químico (olim) Perito Industrial Químico; Trabajó en “Schering España” (olim) “Productos Químicos Schering S.A.” desde 1945 hasta su jubilación. Las fuentes de este trabajo, proceden de informaciones directas dadas por empleados alemanes y españoles trabajadores en la Central de Berlín, en aquellos tiempos; otras fuentes: The Experience of Schering A.G. por Christopher Kobrac. Es Socio Medalla de Honor del Ateneo de Madrid donde ha sido Presidente en Funciones, Académico Correspondiente de la Real Academia de la Historia, Caballero de la Orden de Alfonso X el Sabio, y un largo etc.

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Editorial


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Humanidades

José Siles Artés

El poeta Ortega y Gasset

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irando por el retrovisor de la historia, los escritores de la Generación del 14 se nos aparecen, por lo menos al que esto escribe, como una constelación de especial brillantez de estilo. Pueden encontrarse otros rasgos más o menos comunes, pero el del arte de la escritura, la sutileza, la precisión y el dominio de los registros semánticos, sobresalen a primera vista. Son en general escritores artífices y, llamativamente, uno de los más destacados, que hasta podría ser considerado como el más significativo, fue José Ortega y Gasset, no en puridad un literato, sino un filósofo. Para gozar del estilo literario de Ortega y Gasset, para leer amorosamente los regalos metafóricos que sucesivamente nos va dejando, estimo especialmente apropiado su famoso ensayo, “Notas del vago estío”, sobre todo los apartados iniciales. Explícitamente, los capítulos IV a IX inclusive, abordan sus “Ideas de los castillos”, mientras que los capítulos I, II y III constituyen una introducción de corte literario, antes de meternos en harina. El arranque del capítulo I, titulado “En el viaje”, nos marca ya un tono de sobresaliente riqueza metafórica: La gran delicia, rodar por los caminos de Castilla! Como la tierra está desnuda, se ve a los caminos en cueros ceñirse a las ondulaciones del planeta”. Se lanzan de cabeza, audazmente, por el barranco abajo, y luego, de un gran brinco elástico, ganan el frontero alcor y se adivina que siguen su ruta cantando alegremente no se sabe qué juventud inalterable adscrita a ellos. Hay momentos en que, sobre los anchos paisajes, amarillos y rojos, parecen la larga firma del pintor

Tras imágenes tan bellas, ni se nos ocurre renunciar al viaje que implícitamente se nos propone. Mágicamente, la palabra de nuestro guía va engalanando un paisaje naturalmente yermo e inhóspito. Y los caminos cobran vida y conciencia en las encrucijadas, donde se sienten perplejos: “¿Qué camino tomará el camino?” De pronto, una avería. El escritor la llama una panne, palabra en otro tiempo muy usada. ¿Qué fue de ella? Las pannes las sufrían las personas de elevado nivel social, las pocas que tenían “automóvil”, y casi seguro que chauffer también. Aunque aquí se le alude con el término de “mécanico”, quien se pone a trabajar, “súcubo” bajo el coche. ¡Súcubo! Magnífico cultismo que nos deja anonadados. Y además, no en verdad bajo el coche, sino “bajo la panza del coche”, gráfica metáfora. Durante la obligada interrupción nos enteramos de que van unos niños en la excursión, los cuales desparecen. ¿Dónde se habrán metido? Alarma de don José, de esta tan aérea manera expresada: “... lo torvo del escenario actúa con breves escalofríos en la médula”, Ya estamos en marcha otra vez, la desolación del paisaje queda también atrás y una más acogedora región, Tierra de Campos, se abre al paso de los viajeros, sin que a nuestro guía se le olvide ejercer su excepcional talento metafórico: “Por todas partes, oro cereal que el viento hace ondear marinamente. Náufragos en él, los segadores, bajo el sol tórrido, bracean para ganar la ribera azul del horizonte”. En el capítulo II, “Soportales y lluvias”, la descripción de una tormenta de verano, es fruto sin duda de una pluma en estado de gracia:


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En el capítulo III, “Gestos de castillos”, Ortega reitera su metáfora de la mies castellana como una ondulación marina, logrando ahora una visión más cuajada en referencia a la catedral de Segovia: Un enorme transatlántico místico, que anula con su corpulencia el resto del caserío. Tiene a estas horas color de aceituna y por una ilusión óptica parece avanzar hendiendo las mieses con su ábside. Entre sus arbotantes se ven, recortes de azul como las jarcias y arbotantes de un navío.

Y un poco más adelante nos sale al paso este fantástico símil de los castillos: “¡Enormes ademanes, gestos gigantes sumergidos en el trasmundo de la memoria! Casi siempre rotos, puestos sobre una línea altanera, los castillos tienen un aspecto molar, y dan a los paisajes desnudos, con sierra al fondo, un aire de quijadas calcinadas, donde sólo queda una muela”.

Sobre el horizonte asoma su hombro negro una nube redonda, torva, maléfica, mágica, y con ella un extraño dramatismo en el paisaje. De repente entra por el umbral una tolvanera que enciende la tiniebla con innumerables lucecitas áureas: las menudas pajas que revuelan y ciegan. Poco después otra ráfaga y otra. Caen unas gotas gruesas que estallan sobre el polvo del camino. Los transeúntes avivan el paso, Las gotas menudean, y un trueno retumba. La nube cubre el horizonte. Llega a la carrera, en un galope triunfal, como si dentro de ella un dios bárbaro viajase. Llueve. Las gotas pasan corriendo. El chubasco arrecia. Otro trueno parece machacar las vegas. Un rayo da su latigazo a los caballos aéreos de la nube. La tolvanera no deja ver nada, y súbitamente entra una bocanada de hombres y mujeres que buscan recaudo en el zaguán. Risas, gritos, orgía espontánea de rurales.

Previamente nuestro cicerone nos ha hecho una confesión: “A decir verdad, la ruta que esta vez he elegido es poco fértil en castillos. Pero no importa; cuando alguno aparece actúa como un conjunto sobre la reminiscencia, y la memoria se puebla de torres y muros almenados”. Comprendido, Ortega nos está guiando no sólo por un itinerario “presente”, sino también por itinerarios pasados, que le han dejado vivos y sustanciosos recuerdos. Qué cabal y a la vez poético es el “vago estío” del título del ensayo. Los castillos le han inspirado al autor imágenes y sensaciones mayormente, pero desde el capítulo IV al IX le van a suministrar una apretada sucesión de ideas: “Liberalismo y democracia”, “Espíritu guerrero”, “La muerte como creación”, “Honor y contrato” y “Los criados·; hasta que el pensador desciende de las nubes del pensamiento declarando: “... es preciso seguir el viaje. Pongamos en marcha el motor”. Y a partir de ahora empezamos a rodar por la España húmeda, salpicada de casonas con “colosales blasones”. A continuación nuestro egregio cicerone nos va a instruir y deleitar sobre la naturaleza y el sentido del arte y, concretamente, sobre las pinturas rupestres de Altamira. Y la gira concluirá en un destino tan mundano como el Grand Hotel de la playa de Biarritz, en cuyos bajos se halla el “Bar Basque”, buen paradero gastronómico al parecer, con una concurrencia cosmopolita que hace las delicias del torrencial numen del viajero.

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Retrato de Julio Caro Baroja. Obra perteneciente al Ateneo de Madrid

Centenarios


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Amadeo Aláez

Julio Caro Baroja

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ien años ya del nacimiento de uno de nuestros sabios más auténticos. Bautizado bajo los frescos de Goya, en la Florida, “la primavera verbena que Dios envía”. Allí empezó a entusiasmarse con el ser y estar de la gente menuda, de la que tanto escribió. Nada menos que mil y pico trabajos detalla Antonio Carreira en un esforzado resumen de sus labores; libros y artículos que estudian desde el País Vasco (a los 15 años publicó “Las casas de Lesaka”) hasta el Sahara. Viajes y docencias en Oxford, École Pratique des Hautes Etudes, Coimbra, Wisconsin…. Colega de G.M. Forster, Pitt Rivers, D. Greenwood….Medallas de Madrid y Navarra; Honorary Fellow del Royal Anthropological Institute de Londres. Ninguna universidad española aprovechó su sapiencia, ni la Complutense donde se doctoró con premio extraordinario en aquellos terribles años cuarenta y donde profesó una breve temporada. (Media España estaba de luto, Pemán dixit). Solo Menéndez Pidal, también él expulsado, le pidió colaboración y surgió un volumen sobre la cultura prerromana, dentro de su monumental Historia. Guerra mundial: asiduo del Instituto Británico, cuando el inolvidable Walter Starkie; primeros años, unos poquitos socios; después de la batalla de Stalingrado, centenares. Por el Ateneo y su biblioteca pasó, dice él, como un pequeño Asmodeo, en compañía del admirable Ricardo Baroja, ya tuerto y entristecido. Añade que era el único sitio donde los jovenzuelos podían escuchar y a veces platicar, con figuras venerables de la cultura. Se da esto aún? Y si no ¿es que ya no quedan figuras venerables? En el formidable tomo “Los Baroja” dedica un capítulo muy sentido al Ateneo. Habló en nuestra tribuna con frecuencia, solo cuando encontraba oyentes interesados. A la tertulia de los martes vino muchas veces hasta que un frustrado cordobés….”En el Ate-

neo siempre ha habido una considerable sarta de orates….ya no puedo aguantarlos”. En sus grandes temas y “meditaciones a contrapelo” siempre se interesó por los no insertados: judíos, moriscos, brujas, gente anónima, lejana no en el espacio sino en el tiempo, no en la memoria sino en el olvido. ¿Y la gracia y el fervor de “El Carnaval” o “La Estación del amor”. En consonancia con los libros y ensayos se divertía haciendo unos dibujos fantásticos, irónicos, sobre viviendas, paisajes, atuendos, aperos, el rostro humano… Todos ellos arbitrarios, naif, de enorme valor etnológico. Tras una vida luchando contra la diabetes, este español cultísimo, libérrimo, solo se arrepentía de una cosa: no haber visitado con más frecuencia Italia, ese admirable país. Varios socios pasamos muchas tardes con él en su casa, frente a las frondas del Retiro,. Otros le visitábamos en Itzea. Murió en Itzea, “la casa”, comprada por D. Pío ya en 1912, tras un anuncio: “casa para convento o cuartel”. Tres plantas repletas de libros, cuadros, estampas, barcos de vela y de innumerables objetos entrañables, ahora al cuidado de D. Pío Caro y sus dos hijos. Dudó si ser inhumado en Madrid o en Vera; aquí, en el cementerio civil, cerca de su querido Pío, y allí, al lado de D. Ricardo y sus abuelos. Al final se decidió por su querida tierra navarra. En los abominables años cincuenta, sin despensa ni escuela, D. Julio Caro Baroja y Julián Pitt Rivers, tercer vástago de una dinastía de antropólogos ingleses, investigaban zonas de Andalucía. Un Jueves Santo, contemplan una procesión en Puente Genil. Un “romano” que les oye hablar “raro” se flauta, les interrumpe y les dice: “Churchill era un cabrón y Hitler era un caballero”. Broche: “Amor al país en que hemos nacido o vivido. Amor a los montes, prados, bosques, amor a su idioma y costumbres, SIN EXCLUSIVISMOS”.

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In Memoriam

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Daniel Pacheco

Julio Caro Baroja en el Ateneo de Madrid Extracto de la Tertulia de Rebotica “Pío Baroja y los farmacéuticos”

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ío Baroja, amén de ocupar uno de los primeros puestos entre los grandes novelistas que haya dado la literatura española, reúne una serie de circunstancias que le acercan al mundo de la Ciencia, y de una manera especial al de las Ciencias de la Salud. Y es que, aunque sólo llegara a ejercer durante dos años, Baroja fue médico, y estuvo a punto de encaminarse hacia el mundo de la Farmacia. La impregnación científica se manifestará en su producción literaria, y los cuadros y personajes médicos y farmacéuticos abundarán a lo largo de su obra. Presentó como es habitual la Tertulia Juan Manuel Reol: “Celebramos hoy otra Tertulia de Rebotica en homenaje a un escritor español: ‘ Pío Baroja. Hablar de tertulias de rebotica y hacerlo a la vez de Pío Baroja es estar en una sintonía evidente. Pío Baroja fue médico, tuvo una profesión muy cercana a la nuestra y mostró una tendencia muy clara hacia lo que es la profesión de boticario. Comentaba con don Julio antes de empezar, que en un momento determinado estuvo muy tentado de estudiar Farmacia en la medida en que hacia esta profesión le encaminaba un profesor de la Facultad muy experto en análisis de aguas. Además recordaba también que Pío Baroja en algún momento, incluso en alguna de sus novelas, se transmutó en un personaje con perfiles autobiográficos, en un personaje farmacéutico que vive una determinada experiencia en París. Lo recoge Urreiztieta en su libro «Tertulias de Rebotica». Hoy en homenaje a Pío Baroja hacemos esta tertulia donde traemos a Julio Caro Baroja, un español singular. Académico de no sé cuantas aca-

demias, historiador, investigador, escritor, vasco universal. Yo algunas veces digo que seguramente por esa confianza con el planeta, usted don Julio se pone el mundo por montera, y va por ahí diciendo lo que cree que hay que decir con una gran sencillez. Es historiador de la ficción y de la realidad. Uno de sus últimos libros en el que deshace muchos mitos y leyendas está en ese borde de temas relacionados con la brujería, ha estado siempre en ese filo de la navaja entre lo que es historia y lo que es leyenda para dejar siempre las cosas claras. Le decía también que, habida cuenta de que ha desmitificado a Bernardo del Carpió, eso no se lo voy a perdonar porque recuerdo que de pequeño hacía unas comedias, y no sé porque razón en una de ellas, que representamos ante nuestras familias o en el colegio, no recuerdo, yo era Bernardo del Carpió. No hace falta que señale al auditorio que a mi en las comedias me gusta ser Bernardo de Carpió y en las tertulias me gusta ser el moderador, lo que ocurre es que una vez que don Julio ha dicho que Bernardo del Carpió era una leyenda, pues yo creo que va ser realidad eso de que muchas veces contesto cuando me preguntan. Hoy entre nosotros están dos habituales: Margarita Arroyo y Raúl Guerra, -premio al mérito literario latinoamericano obtenido muy recientemente-, y además, Javier Viar, persona tal vez menos conocida en este Ateneo pero que sin duda nos acompañará más veces, que ha sido en su momento presidente del Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya, a quien siempre le ha gustado todo aquello que se relaciona con el Arte, y que recientemente ha obtenido el premio Pío Baroja del Gobierno de Euskadi, y tenemos

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Tertulia de Rebotica. Participantes:: Pedro Carrero, catedrático de Literatura de la Universidad de Alcalá de Henares Julio Caro Baroja, escritor y sobrino del Homenajeado; Javier Viar, farmacéutico y escritor; Margarita Arroyo, directora de Pliegos de Rebotica; Miguel Tormo, farmacéutico; Raúl Guerra Garrido, escritor y farmacéutico. Moderador: Juan Manuel Reol

también al profesor Pedro Carrero Heras, catedrático de la Universidad de Alcalá y uno de los mas importantes estudiosos de la literatura española contemporánea. Pedro Carrero además de catedrático hay que decir que ha escrito todos los libros que ustedes quieran, ha colaborado con Américo Castro en algunas de las obras de este ilustre historiador español como «Españoles al margen», ha sido redactor del «Diccionario Histórico de la Lengua Española» y colaborador del «Vocabulario Científico-Técnico» de la Real Academia de Ciencias Exactas Físicas y Naturales.

Y por último Miguel Tormo, farmacéutico, que un buen día estaba en la última fila, y yo le hice una invitación y dijo -Yo de esto no sé nada, yo de lo que sé es de Pío Baroja-, y le hemos tomado la palabra, y por consiguiente Miguel Tormo hoy también está aquí. Nos ha dicho que venía un poco erosionado seguramente porque venía de hacer una dieta rica en colesterol, tengo entendido. Don Julio, usted pone el principio, cuando usted quiera”. El sobrino del novelista homenajeado, Julio Caro Baroja, antropólogo y toda una personalidad en el mundo de la cultu-

ra, se puso a disposición de los asistentes para aclarar las dudas que pudieran surgir a cerca de su tío: “En mi vida me encuentro que tengo que hablar de gentes allegadas a mí y a mi experiencia familiar, pero esto a veces resulta reiterativo y otras no sabe uno a qué atenerse. Hay un momento en que dudo si lo que estoy diciendo es algo que está en la realidad absoluta o en el ámbito del mito de lo que ha ocurrido en la vida propia, y es natural que así pase cuando hay muchos años de experiencia por medio y encuentro una indeterminación entre lo


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que he pensado o lo que he imaginado, o lo que he creído que es verdad por una experiencia objetiva y lo que es producto de una imaginación que con la edad va siendo mayor”. Margarita Arroyo, farmacéutica y asidua participante en estas Tertulias, planteó el tema de la mujer en la obra de Baroja, y la presunta misoginia del genial novelista: “De Pío Baroja siempre se ha dicho que era misógino, fama no sé si bien ganada o injusta. Al leer su obra me he encontrado con que quizá lo fuera menos. A lo largo de su obra tiene unos mil y pico personajes femeninos diferentes, y en muchos a la mujer se le trata mal, incluso tiene algunas frases muy peyorativas sobre ella, que no tiene personalidad, ni cultura, ni amor propio. Hace retratos muy duros, toma como figuras femeninas la alcahueta, la prostituta, la falsa, la egoísta pero de repente aparecen unos personajes tiernos, trabajadores, encantadores, unas mujeres dulces, aunque no abundan en la bibliografía de Baroja. No abundan las mujeres que a él le gustaban, retrata las que no le gustan. Las trata muy mal, pero a esa mujer especial que a él le gusta, arquetipo, y que a lo mejor no encontró pero que siente dentro, la retrata muy bien y con unos toques tiernos. Es la mujer inteligente, paciente, no es necesario que sea guapa ni que tenga buen tipo. Nos encontramos con un personaje tan encantador, tierno y trágico a la vez como es Lulú en El árbol de la Ciencia, que es fea y la trata mal la vida. No encuentra cariño ni siquiera en su madre, su familia es un tanto oscura, lucha contra la sociedad, y sin embargo, encuentra el amor. Es como si fuera un romántico frustrado, como si nunca hubiera encontrado ese ideal que busca y por tanto a veces se deprime, se enfada y agrede a esa mujer que no es como él quiere. Para desmitificar ese misoginismo de Baroja voy a leer un retrato de una chica tierna que se llama Maribelcha, que significa María la negra, y dice -Te llaman Maribelcha, María la negra, porque naciste el día de los reyes no por nada más. Te llaman Maribelcha y eres blanca como los corderillos cuando salen del lavadero, y rubia como las mieses doradas del estío, me pareces tan hermosa. Dicen que tu cara está morena por el sol, que tu pecho no tiene relieve, quizá sea cierto pero en cambio tus ojos tienen la serenidad de las auroras tranquilas del otoño y tus labios el color de las amapolas entre los amarillos trigales-”

Pedro Carrero centró su intervención en las relaciones de Baroja con la Ciencia y la Universidad, y destacó en él su intensa fe en el quehacer científico: “La impresión de Baroja cuando llega a la Universidad es decepcionante. Lo explica tanto en sus memorias como en sus obras, con ese estilo tajante según el cual a veces bastan dos ó tres trazos para reflejar una realidad bastante sórdida. Es muy conocida su relación con algunos profesores. El preparatorio servía tanto en Medicina como para Farmacia. Luego un amigo de él, Carlos Venero, hizo que Baroja se decidiera por la carrera de Medicina, pero aprobó todas las asignaturas en ese preparatorio menos la Química, y nos cuenta que fue a ver a un pariente suyo que le recomendó. Fue así sin demasiada voluntad, y nos muestra su sorpresa cuando gracias a esa recomendación aprobó la Química”. Y dentro de la relación con el mundo universitario, el profesor Carrero recordó el conocido enfrentamiento de Baroja con el catedrático Letamendi cuando, al ser interpelado por éste acerca de su opinión sobre el concepto y finalidad de la Medicina, respondió don Pío con una concepción alejada de lo que eran los postulados letamendianos, lo que le costó tener que aprobar la asignatura más tarde en Valencia. De su admiración por la Ciencia, el contertulio citó las palabras de Baroja en una conferencia pronunciada en la Casa del Pueblo de Barcelona, en 1910 -La Ciencia en política es revolución. Yo no llamo revolución a herir o matar yo llamo revolución a transformar y para eso hay que declarar la guerra a todo lo existente, aunque no tenga autoridad para ello permitid que os diga: trabajad por la expansión del espíritu revolucionario, que es el espíritu científico, difundidlo, ensanchadlo, propagadlo-. Novelista y farmacéutico, Raúl Guerra describió el don narrativo de Baroja como pieza clave para valorar y comprender su obra: “Retomando a don Pedro, la relación de Baroja con la Ciencia sí que la hace recaer, en la misma novela, en uno o dos personajes farmacéuticos y les hace portadores de que la Ciencia es la evolución, y como unos don hilariones ilustrados dice: que la Ciencia avanza una barbaridad y que es el progreso. A mí me recuerda a un personaje de Madamme Bovary, quizá el personaje farmacéutico de la literatura universal más famoso, pero sin esa fogosidad flauvertiana.


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De la relación con los farmacéuticos no hay mucho que decir, pero como farmacéutico que escribe sí puedo hablar de mi relación con Baroja. Y me gusta decir que mi relación con Baroja fue una amistad íntima, tremenda, fue uno de mis principales amigos de mi infancia y al que nunca llegué a conocer personalmente. Los verdaderos amigos de los lectores son aquellos escritores que amamos con los que llegamos a tener una gran compenetración. Por una casualidad después de la guerra en la biblioteca de mi padre se habían salvado sólo dos autores, que eran Rómulo Gallegos, y Pío Baroja. Con Rómulo nunca llegué a identificarme, a pesar de que me maravillaba, y sin embargo Baroja me agarró profundamente, y después leyendo las «Memorias de un hombre de acción» supe que yo escribiría más tarde. Como novelista he tenido preocupaciones de todo tipo, qué es el estilo, cómo pueden engranarse los personajes dentro de una trama, y creo que la estructura es lo principal. Sin embargo, después de tantos años me sigue gustando Baroja con la misma intensidad, cuando es más desestructurado que un traje de Adolfo Domínguez, cuando los caracteres de Baroja se suceden rápidos y en una misma página te deslumbra con dos ó tres cosas diferentes. Creo que dada la crítica literaria actual y el criterio que se sigue, probablemente Baroja no hubiese publicado hoy nada, y sin embargo ahí está, con grandes detractores y grandes defensores. ¿Dónde está ese mérito?. Para mí, en cuanto a la novela, es en el don narrativo, una fuerza, una expresividad narrativa que o se tiene o no se tiene, y que no sólo ha acompañado a su novela sino incluso a su persona. Me hizo mucha gracia en su centenario cuando se puso una placa en la casa donde había nacido en San Sebastián, y que al final la placa tuvo que ponerse en la casa de al lado porque el vecino que habitaba ahora el piso no lo permitió. Me parece además estupendo que pasen ese tipo de cosas hasta con una placa, porque quiere decir que estás vivo y que esa fuerza sigue funcionando” Miguel Tormo, por su parte, manifestó: “Yo que soy simplemente boticario, quiero manifestar mi agradecimiento por haber sido llamado a este cenáculo de forma inmerecida, y mi admiración por estar entre personas tan destacadas”.

Aludió en su intervención al libro El árbol de la Ciencia, elogiando la postura de Baroja acerca del progreso y del estudio. A continuación el último premio Baroja del Gobierno vasco, Javier Viar, tomó la palabra y dijo:”Se ha hablado de la relación de Baroja con la Farmacia, pero hay otros novelistas de la época o anteriores como Galdós que se preocupan de la Farmacia. Y la Farmacia aparece en toda esa novelística, sobre todo en la realista, porque era una época en la que estaba muy implicada en todo el tejido popular que recogen estas novelas. En cualquier caso, no sé si hay algún estudio sistemático de las relaciones entre la Farmacia, el medicamento o las drogas con la literatura española, pero sería muy interesante desarrollar ese tema. Alguna vez he encontrado cosas muy curiosas al respecto y puede ser un estudio muy interesante y rico, desde Calderón, desde la Celestina hasta nuestros días. En Galdós, desde luego aparece por todas partes e incluso con implicaciones arguméntales muy fuertes. Hay novelas en las que los medicamentos, la Farmacia y las recetas forman parte de la trama de una manera muy dramática. Quería recoger otro misterio que tiene Baroja del que has hablado tú, Raúl, y que parece ser que es el que a los escritores nos interesa, porque coincidimos en esa interrogación. Baroja es uno de los escritores de los que quizá se digan más cosas, y es más, cosas que teóricamente son contrarias a lo que debe ser una novela o a lo que debe ser un novelista. Fue un novelista muy opinador, pero no sólo en los artículos de prensa, es un opinador sistemático en casi todas las novelas. Opina de todo, de las mujeres, la política, los movimientos sociales, la prensa, el clero, etcétera. De una manera muy pormenorizada a través de los diálogos de los propios personajes, incluso en escenas de amor o en las de noviazgo, se están contando los unos a los otros la opinión expresa sobre el mundo que les rodea, lo cual en principio parece que sería un defecto novelístico importante. Utiliza a unos personajes que expresan lo que él quiere decir. Con todos estos elementos qué es lo que ocurre en la novela de Baroja que tiene tanto atractivo, qué pasa para que Baroja sea un autor tan enraizado en el destino del ser humano y que produce una vibración tan fuerte, como muy pocos, en el lector. Si toda esa construc-

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ción es endeble, con personajes a los que se les acusa muchas veces de ser de cartón-piedra, con toda esa trama de opiniones que pueden entorpecer lo estrictamente novelístico, qué misterio hay en Baroja para que tenga esa fuerza, ese aroma de un autor. Lo importante en un autor, y sobre todo en un autor de creación, es ese aroma profundo que queda en los entresijos de las palabras, y que es el mensaje profundo de la manera de existir que tiene esa inteligencia, y eso Baroja lo derrocha a raudales. Puede haber otros autores, incluso entre sus contemporáneos, que puedan ser estilísticamente más brillantes o con una tramazón ideológica más rocosa como Unamuno. Pero ninguno de ellos tiene el aroma profundo que emana de Baroja” Acerca de estas opiniones vertidas por Javier Viar acerca de Baroja, Raúl Guerra Garrido quiso contestar señalando: “El don narrativo que está en Baroja sin embargo en Valle es muy obvio, y Unamuno no lo tenía en absoluto. El dolor puede ser la esencia de la Medicina pero como el amor es la esencia de la Poesía y de la Literatura. Cuando le preguntaron a Baroja cuál era el secreto de la novela, él dijo detalles, detalles, detalles”. Juan Manuel Reol interrogó al sobrino del escritor sobre la opinión que tenía acerca de la tan comentada misoginia de Baroja, a lo que éste respondió: ”Creo que esto es un tópico y puede basarse en las circunstancias de que mi tío permaneció soltero toda su vida. En su vida hubo unas experiencias femeninas largas y curiosas que no están del todo bien aclaradas. Mi tío de joven allá por el año mil ochocientos noventa y tantos, era un hombre áspero e hiriente y en cambio de viejo era la persona más suave y más ardiente que he conocido, así que cuando se habla de un autor que ha vivido muchos años y que ha escrito en muchas facetas de la vida hay que determinar si lo que escribió fue lo que escribió lo hizo a los 30 años o a los 70. Creo que esto no se hace demasiado en la crítica literaria, la idea del hombre y la circunstancia en que está escrita una cosa y en el momento también histórico en que se escribe. Es decir, que la visión que pudo tener mi tío de España en el noventa y tantos o cuando empezó a escribir de médico de pueblo, a la visión que tiene al filo de los setenta es muy distinta y creo que esto es un

defecto que en la crítica literaria no se pone de relieve”. Enfermedades que podía tener el país, me refiero a las enfermedades morales y a las físicas, y en ese sentido es una crónica muy exacta. Otros autores de la generación del 98 reflejan con otra estética, Valle refleja con la estética de la corte de los milagros de la época de Isabel II pero con una estética que no tiene que ser menos expresiva”. Acerca del estilo barojiano, el mismo contertulio señaló: “El estilo de Baroja como todos sabemos es sorprendente porque es aparentemente desaliñado, en largos párrafos o capítulos. Luego tiene sus momentos de exaltación lírica más o menos contenida y sin embargo su efecto es tan expresivo que el estilo no nos puede parecer como algo negativo ni comparable con otros miembros de la generación del 98, o a lo que vendría después, con el 14 y las primeras vanguardias. Es como un albacea muy fiel de la realidad de su momento a partir de un estilo certero de verdadero cronista”. En un animado coloquio, surgieron diversas preguntas. Así la referente a la visión barojiana de su época, si fué un reflejo auténtico de ella o bien resulta distorsionada. Pedro Carrero respondió: “Yo creo que es un fiel reflejo, además lo dijo Ortega en un estudio muy conocido sobre Baroja cuando señala que dentro de cincuenta años para tener una visión objetiva de cómo es la sociedad española de esa época tendremos las novelas del escritor. Si pensamos en el período que va desde el desastre y la guerra civil española, la visión que nos ofrecen de la realidad las novelas de Baroja creo que se aproxima mucho a todas las enOtro de los contertulios fue Juan de la Serna, veterano farmacéutico, que también se unió al diálogo abierto con el público: “Yo fui gran lector de Baroja en mi juventud, y aún le recuerdo en mi época de estudiante paseando por la calle Alcalá con su boinilla y su bufanda. Quisiera contar una anécdota que he leído en Ortega y Gasset hace muchos años, pero que le retrata. Cuenta que en una reunión, al final se les hizo firmar a los presentes en un libro. Después de haberlo hecho varios, firmó Baroja, y lo que puso fue:

-Pío Baroja hombre humilde y errante-”.


Galería de Retratos

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Gregorio Marañón

Editorial

Retrato de Gregorio Marañón Obra perteneciente al Ateneo de Madrid

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arañón y Posadillo, Gregorio. Médico y escritor nacido en Madrid el 19 de mayo de 1887 y fallecido en la misma ciudad el 27 de marzo de 1960. Alcanzó renombre universal y fue una de las más brillantes figuras de la intelectualidad española del siglo XX. Desde 1908 fue médico del Hospital General de Madrid y luego inició una serie de viajes al extranjero, donde siguió con sus estudios e investigaciones. Con su tesis doctoral sobre la glándula tiroides demostró su competencia para la endocrinología, materia en la que fue una autoridad mundial.

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n 1915 apareció su primer estudio sobre la vida sexual, titulado La doctrina de las secreciones internas. Su significación biológica y sus aplicaciones a la clínica, resultado de un curso en el Ateneo de Madrid de gran importancia para su formación intelectual. Marañón presidió el Ateneo entre 1925 y 1930 al frente de una junta directiva electa y legítima, si bien, y como es conocido, la dictadura de Primo de Rivera encarceló a sus miembros y designó una junta no reconocida por los socios y que ha pasado a la historia como la «junta facciosa».


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Ateneístas Ilustres

Daniel Pacheco

Rodríguez Carracido y la ciencia farmacéutica en el Ateneo Escenario vital: ambiente académico y social

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n tiempos de Carlos III se había iniciado un proceso de estatalización y secularización de las enseñanzas universitarias que al inicio del siglo XIX no habían llegado a consolidarse. Durante la segunda mitad del siglo XIX, en Europa se produce un desarrollo extraordinario de las ciencias físiconaturales al cual se incorpora España a pesar del retraso secular en estas materias. Existían obstáculos muy poderosos que había que renovar. La Universidad, como demostraron las Cuestiones Universitarias de 1867 y 1875, había caído en una profunda decadencia y seguía en manos de órdenes religiosas, especialmente jesuitas, dominicos y franciscanos, propagandistas, respectivamente de las doctrinas suarista, tomista y escotista como señala Abellán al hablar de las dos Españas y los orígenes del pensamiento reaccionario, donde queda reflejado la pugna entre europeidad y casticismo. Esta situación se prolongó casi inalterada hasta que en 1857 la ley Moyano crea la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales. Se producen intentos de modernización y renovación a cargo de Moret, Revilla, Salmerón, Azcárate, Labra, Giner de los Ríos etc. de la ciencia española en el contenido de las enseñanzas, a pesar de las corrientes conservadoras de un gran sector de la sociedad, capitaneados por integristas católicos ultramontanos como Menéndez Pelayo, Pidal y Mon, Orti y Lara o el cardenal Ceferino González. Como hitos más sobresalientes a destacar en la modernización de la ciencia española en el siglo XIX cabe destacar: • la creación de la Facultad de Ciencias, por la ley Moyano en 1857. • la reorganización posterior en tres ramas (Exactas, Física y Química, e Historia Natural) por el decreto del Ministro de Educación Chao, en 1873. • la separación de la Facultad de Filosofía de la Facultad de Letras. • la introducción por primera vez de asignaturas como estudios teóricos prácticos de la investigación en la física, estudios teóricos prácticos de la investigación en la quí-

Rodríguez Carracido con su nieta


n su nieta en su gabinete de trabajo (La Esfera)

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mica, estudios teóricos prácticos de la investigación en la química-fisiológica. • las asignaturas biología y filosofía de la historia, filosofía de la naturaleza. • recepción del darvinismo, spencerismo y evolucionismo a raíz de la revolución de 1868. • la creación del Ministerio de Instrucción Pública en 1900 con lo que se fortalecían y consolidaban las ciencias experimentales y exactas como ciencias en sí mismas con campo propio para la investigación. La llegada de la Restauración monárquica en 1875 es la hora de la recepción social en España del positivismo como dice Aranguren y como nos cuenta Tubino en la revista España al hablar de «La crisis del pensamiento nacional y el positivismo en el Ateneo». Igualmente Gumersindo de Azcárate plantea en 1876 estos debates en el Ateneo y la Sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales presidida por José Echegaray plantea estas cuestiones desde la línea del evolucionismo. En ese medio social el Ateneo adquiere un protagonismo inusitado corvintiéndose en el eje de la revolución intelectual española del momento y donde Carracido participa muy activamente en dichas polémicas y en los debates a que dieron lugar. José Rodríguez Carracido, el más insigne representante de la farmacia española, nace el 21 ele mayo de 1856 en Santiago de Compostela en el seno de una familia humilde —su padre, Francisco Rodríguez Martínez era barbero, su madre, Augustina Carracido Castro, se dedicaba a las tareas domésticas—. Según cuenta don Obdulio Fernández en su libro Carracido, recuerdos de su vida, fue su madre quien alentó la vocación estudiantil y como toda santiaguesa aspiraba a que su hijo fuera catedrático o canónigo. Caracido manifestó de niño algunas deficiencias psicomotoras y un ostensible tartamudeo que fue corregido por el método de las piedrecitas en la boca, como se cuenta que sucedió con Demóstenes. Quién iba a pensar que aquel niño tartamudo sería ameno profesor, orador incansable y asiduo con-

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tertulio. Feliz y pronto resultado tuvo aquel procedimiento; pues cuando apenas contaba diecisiete años escribió y leyó en público el discurso titulado «La alegación del estudiante», como motivo de la inauguración de la Academia Escolar de Farmacia en su ciudad natal. Cursó brillantemente la carrera de Farmacia en la capital gallega, donde fue discípulo predilecto y distinguido del krausista Augusto González Linares y conoció a Antonio Casares, Fausto Garagarza y a Laureano Calderón. Llegado a Madrid en 1874, cursó el doctorado en 1875 leyendo una tesis sobre las «Teorías de la fermentación» en 1875 y opositó al Cuerpo de Sanidad Militar entrando en la carrera militar donde trabajó destinado a Tafalla para ejercer en hospitales de Navarra y donde entabló amistad con el guerillero «El cojo de Ciruqui». Como farmacéutico militar permaneció hasta 1880. Al año siguiente, 1881, opositó y obtuvo la cátedra de Química Orgánica Aplicada de la Facultad de Farmacia de la Universidad Central. Después intentó salir al extranjero para ampliar estudios pero el Ministerio de Fomento se lo denegó. En 1899 volvió a opositar a cátedra ocupada anteriormente por Laureano Calderón y Arana y desde ese año, fue catedrático del doctorado en Química Biológica e Historia Crítica de la Farmacia. «Importantísima materia cada día más necesaria a los farmacéuticos y químicos» opinaba al respecto el mismo Carracido. A Carracido se le considera el introductor en España de la bioquímica y el primer profesor universitario que efectuó una tarea estimable en Historia de la Farmacia, con la publicación de sus Estudios histórico-críticos de la ciencia española (Madrid, 1897). Fue también decano de la Facultad de Farmacia de 1908 a 1917. Durante este periodo reformó los estudios de Farmacia; creó una cátedra de Análisis de Medicamentos Orgánicos (gana por oposición por don Obdulio Fernández); amplió el edificio situado en la calle de


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la Farmacia para instalar un Instituto Toxicológico; y construyó dependencias anejas a las antiguas instalaciones para facilitar las enseñanzas prácticas. Rector de la Universidad Central, de 1916 a 1922 siendo reelegido y mantenido en el cargo por petición del claustro hasta 1927, un año después de jubilarse. Miembro de la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales (1898), donde ingresó hablando sobre el concepto del elemento químico desde un planteamiento mecanicista. Su discurso de ingreso fue contestado por Echegaray. Carracido fue partidario de las polémicas teorías de Arrehnius. Miembro de la Real Academia de Medicina (1921) donde ingresó con un discurso sobre el reactivo químico. Miembro de la Real Academia Española (908), donde pronunció la conferencia «El valor de la literatura científica». Y miembro del Real Colegio de Farmacéuticos, convertido más tarde (1930) en Real Academia de Farmacia. También fue vocal de la Junta para la Ampliación de Estudios, donde era presidente Cajal y junto a quien se le puede considerar el científico más re¬presentativo de la generación del 98. Senador vitalicio y asiduo tertuliano de este Ateneo de Madrid. En el Ateneo fue vicepresidente 1.°, estado propuesto para presidente pero renunció a tal distinción. Discípulo de Laureano Calderón, ingresó en el Ateneo en 1876 con el número 3.699 y pronunció en esta institución durante cuatro décadas más de un centenar de lecciones entre conferencias y las clases de la Escuela de Estudios Superiores, además de participar activamente en los debates organizados por la Sección de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales sobre temas como el positivismo y el estado de las ciencias naturales en las dos últimas décadas del siglo XIX. Fue presidente de esta Sección en ocho cursos durante los quince primeros años de este siglo y llegó a participar en otras Secciones como la de Literatura y Bellas Artes. En la Escuela de Estudios Superiores que funcionó en el Ateneo de 1896 a 1907 dictó 86 lecciones en cuatro cursos sobre problemas bioquímicos (1897-1898 impartió 22 lecciones a 77 alumnos; 1898-1899 impartió 21 lecciones a 60 alumnos; 1899-1900, 22 lecciones a 47 alumnos; 1901-1902, 21 lecciones a 24 alumnos). Para darnos una idea acerca de la

labor de Carracido en el Ateneo, y en relación a las clases que dio en esta Escuela de Estudios Superiores, su ilustre rector, el físico-matemático y premio Nobel de Literatura José Echegaray —que fue presidente del Ateneo en 1899—, comentaba lo siguiente: «Las clases de Carracido son seguidas con gran atención de nuestro público y pronunciadas de forma bella y atractiva. Venir aquí es como asistir a la representación de un drama. Tal es el colorido, la animación, la vida que a sus explicaciones imparte el Señor Carracido, a pesar de lo ingrato y poco poético de la materia». De sus múltiples conferencias en las memorias de secretaría del Ateneo de Madrid aparecen recogidas desde la pronunciada en 1880 sobre «Mecánica química», hasta la referida al «Estado actual de los problemas y métodos de la química biológica» dictada en 1916. Entre ambas, otras tales como «Exposición de los métodos experimentales» dentro de un curso de Ciencias Naturales, «La alquimia y los alquimistas», «El estado actual de la zoología», «Don Agustín José Mestre y los españoles», «Enseñanza de las ciencias naturales en España», «Reorganización de las universidades», «La evolución química del Cosmos», «Los metalúrgicos españoles en América» conferencia incluida en las actividades del IV Centenario del Encuentro del Nuevo Mundo, «Curso sobre la opinión pública y el Parlamento», «La Universidad de Santiago», «Reflexiones teóricas acerca de los bólidos», «El arte compostelano» dentro de la Sociedad Especial de Excursionistas del Ateneo, «El trabajo humano y la alimentación» correspondientes a las conferencias impartidas a los obreros los domingos y días festivos por la Extensión Universitaria del Ateneo de Madrid en 1904, tras la aprobación de la ley de descanso dominical, «Las ciencias en España al iniciarse la edad contemporánea», conferencia que formaba parte de un curso de historia política contemporánea que se organizó en el Ateneo en 1907. También en la Sección de Ciencias Históricas del Ateneo, Carracido dio conferencias como la pronunciada en 1911 sobre «El obispo de Orense».

Estudios de ampliación de Farmacia

Las actividades farmacéuticas alcanzan en el Ateneo su punto culminante durante los cursos de 1908-09 y 1909-10 cuando, merced a la influencia de Carracido, se desarrollan Estudios de Ampliación de Farmacia impartidos


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por profesores de la Facultad de Farmacia de Madrid. En estos Estudios pronunciaron conferencias las siguientes personalidades: José Rodríguez Carracido, que participó en los Estudios de Ampliación de Farmacia con dos conferencias, la primera del curso de 1908-1909, «La obra científica de Berthelot» (7-III-1909), y «La síntesis de la albúmina» (20IV-1910). Baldomero Bonet y Bonet (1857-1925), catedrático de Química Orgánica, que impartió las conferencias «Influencia de la química en el progreso social» (28-111-1909), y «La síntesis química» (17-IV-1910). Joaquín Olmedilla y Puig (1842-1914), catedrático Supernumerario de Farmacia Práctica y Legislación Farmacéutica, que dio dos conferencias: «Importancia de la bibliografía en la farmacia» (25-IV-1909), e «Intervención de la química en algunas causas célebres» (10-IV1910). Olmedilla pronunció en el Ateneo otras tres conferencias sobre «El verdadero valor de los descubrimientos científicos», «Las relaciones de la ciencia y la poesía» y «Recuerdos del acto de coronación del poeta Quintana». Blas Lázaro e Ibiza (1858-1921), catedrático de Botánica que participó en las conferencias de los Estudios de Ampliación de Farmacia con la titulada «Conquista del suelo por los vegetales» (3-IV-1910). Lázaro e Ibiza en el Ateneo impartió también un curso de «Flora criptogámica» durante 1901-02 y pronunció una conferencia dentro de la Extensión Universitaria titulada «La práctica de injertos». José Casares Gil (1866-1961), catedrático de Análisis Químico que intervino en los Estudios de Ampliación de Farmacia con dos conferencias, la cuarta del curso de 1908-09 «Representación de los resultados del análisis de aguas minerales» (18-IV-1909) y la primera del curso de 1909-10, «Fábrica de Zeiss en Gena» (13-111-1910). José Casares impartió otras conferencias en el Ateneo: «El Yellostone National Park de EE UU», «El estudio del elemento 606» y «Fenómenos catalíticos».

Opiniones sobre Carracido de algunos de sus discípulos

Así recordaba Joaquín Mas Guindal, alumno de Carracido, a su maestro: Diez y siete años ha tenido a su cargo el doctor Carracido la cátedra de Química Orgánica de nuestra primera Facultad de Farmacia; al frente de ella ha sido maestro

de tal pléyade de alumnos, que son numerosísimos los discípulos (entre los cuales me encuentro) que escucharon aquellas sabias enseñanzas, tan hábilmente expuestas en su cátedra. El dominio absoluto que el insigne maestro tenía de su asignatura, la facilidad con que en la explicación pasaba del estudio de un grupo de compuestos a otros, su extraordinaria habilidad para la deducción de fórmulas o el establecimiento de símiles que tanto ilustran en la compresión de los problemas más complejos, etcétera, hacía tan agradable aquella cátedra de Química Orgánica, que todos los alumnos, hoy ya farmacéuticos, han de recordar con gusto sus sabias enseñanzas. Y su discípulo predilecto, Obdulio Fernández, en una nota necrológica decía de su maestro: Sería empresa demasiado larga la de exponer los trabajos del gran maestro, que comprendían la interpretación de un asunto con el criterio científico dominante en el momento; por eso introdujo en España teorías científicas y fue el portavoz de lo más importante producido en el extranjero. La coagulación de la sangre, los gases nobles, la luz ultraviolada, la supuesta incompatibilidad de los calomelanos, el manganeso en los abonos, los dépsidos y tantos y tan varios escritos son reveladores de la enorme cultura y de las excepcionales aptitudes del profesor de Química Biológica. A destacar en relación a Carracido que el Ateneo de Madrid con motivo de su centenario celebrado en 1935 organizó un ciclo de conferencias sobre ateneístas ilustres donde don Obdulio Fernández pronunció la conferencia relativa a su maestro José Rodríguez Carracido. Este ciclo de conferencias fue impulsado por el también farmacéutico José Giral, vicepresidente primero del Ateneo en aquella fecha.

Sección y Cátedra de Farmacia del Ateneo

En 1987 un pequeño grupo de jóvenes farmacéuticos guiados por este espíritu ateneísta e impregnados de la labor que Carracido había desempeñado en el Ateneo, funda en el Ateneo una activa y entusiasta Sección de Farmacia que a lo largo de sus, hasta ahora, veintiocho cursos de existencia ha organizado más de medio millar de actividades culturales entre congresos, cursos, jornadas, seminarios, tertulias, mesas redondas, conferencias y excursiones —botánicas, micológica, y enológi-

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cas—. Ha editado ocho publicaciones (Antología de Federico Muelas, León Felipe visto por cien autores, La ciencia española en Ultramar y De la Ciencia Ilustrada a la ciencia románica, Raúl Guerra Garrido en el Ateneo de Madrid y sobre esta Institución: Galería de Retratos, Ateneístas I y Ateneístas II, donde se recogen más de 150 ponencias sobre otros tantos ateneístas), y ha recuperado junto a otras Secciones del Ateneo y de su Junta de Gobierno la prestigiosa revista cultural El Ateneo.Sobre la Cátedra Carracido, inaugurada el 30 de mayo de 1988 con la presencia del presidente del Ateneo de Madrid don José Prat y don Antonio Doadrio, primer director de la Cátedra Carracido del Ateneo de Madrid, don Ángel Santos Ruiz, director de la Real Academia de Farmacia pronunció la conferencia «Carracido y la bioquímica española». La Cátedra Carracido en sus cuatro primeros cursos fue dirigida por el profesor Antonio Doadrio López, profesor emérito de la UCM, quien junto a otros expertos profesionales de la sanidad ambiental, como el doctor Juan de la Serna, impartieron un extraordinario curso y mesas redondas de contenido medio-ambiental. Desde 1992 el director de la Cátedra es el profesor F. Javier Puerto Sarmiento, catedrático de Historia de la Facultad de Farmacia de la UCM, quien ha organizado diversos seminarios sobre la historia de la ciencia, —tendencias novísimas en la historia de la ciencia, magia y esoterismo, etc—, y junto a otros destacados especialistas en el campo de la historia pertenecientes al CSIC y del propio Ateneo, tres jornadas sobre “Expediciones científicas de España a América y Filipinas” con la presencia de una treintena de destacados ponentes nacionales e internacionales, cuyas actas han dado lugar a tres extraordinarios libros. Fiel al espíritu de la personalidad que le da nombre a la Cátedra, decía el profesor Puerto en el número 1 de la revista El Ateneo (1993):

Desde la tradición científica y humanista contribuiremos al desarrollo del deseado mestizaje cultural. La Sección de Farmacia y la Cátedra Carracido son en definitiva un testimonio del nexo de unión que puede establecerse entre cultura y farmacia, y pretenden ser ejemplo, de una manera abierta, de hacer las cosas contraria a una concepción endogámica e inmovilista de entender la profesión, y siempre desde la necesidad de subrayar la dimensión intelectual de la farmacia como profesión y de los farmacéuticos como ciudadanos. Carracido siempre estuvo interesado en la consecución del progreso a través del fomento de la ciencia. Puede decirse de él que fue un ilustrado tardío en el sentido que la ilustración dio al desarrollo social, intervino asiduamente en los foros que tuvieron influencia para conformar la España de la Restauración. Fue ante todo profesor, y un tenaz promotor y propagandista del fomento científico. Partidario de las teorías evolucionistas e interesado por resaltar los valores patrios de la ciencia española no dudó en afrontar polémicas y situaciones comprometidas para su propia carrera académica. Científicamente se declaró evolucionista e interesado por resaltar los valores patrios de la ciencia española. No dudó en afrontar polémicas y situaciones comprometidas para su propia carrera académica. Suyas son estas palabras:

Debemos ocuparnos de temas culturales, sin

sos antecedentes intelectuales de su personalidad

veleidades gremialistas o cerradamente profesiona-

nacional, porque nada viable brotará de lo presente

les. Rodríguez Carracido fue un hombre de la cultura

que no tenga raíces en el pasado.

y en ella introdujo, en lugar destacado, a la ciencia...

A resaltar, por último que Carracido estuvo próximo al krausismo y a la Institución Libre de Enseñanza; se ocupó junto a Cajal de convencer a las instituciones oficiales acerca de la necesidad de la investigación y sobre la capacidad de los españoles para efectuarla y él mismo, aunque no fue investigador, realizó una importantísima labor divulgadora de la ciencia en la prensa diaria.

Para añadir más adelante:

La cultura ha de ser siempre instrumento de integración y nunca arma de exclusión en absurdas querellas provincianas. Y ha de ser también un instrumento para la racionalización y la tolerancia; un elemento para la libertad individual y colectiva; para la solidaridad y la igualdad entre los seres humanos y los pueblos.

Soy evolucionista convencido, y como conse-

cuencia lógica de mi criterio no procedo como los que hablan de la evolución con el énfasis de únicos poseedores de su concepto trascendental, y niegan el encadenamiento de los términos en la serie histórica de las ideas científicas, desconociendo lo transitorio de las fases en la continuidad del proceso. Ansio con impaciencia ver a España en el concierto de las naciones directoras de la civilización impulsada por el espíritu del progreso, pero sin desdeñar los precio-

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Ciencia - Más Visión

Ernesto Marco

Ese milagro llamado visión

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articipar en una revista profesional, siempre es un honor y un reto, pero participar en el número uno, supone un desafío mayor si cabe. Desde este foro intentaré dar una visión -como no podía ser menos- de los aspectos más importantes de cómo es el ojo, los defectos visuales más conocidos y los que no lo son tanto, y otros aspectos que influyen en la visión, la farmacología de los medicamentos que algo tienen que ver con el sistema visual. Igualmente, participarán especialistas de otros ámbitos de la visión: oftalmólogos, especialistas en baja visión o terapia visual, etc. Espero que con el tiempo, el lector pueda tener una idea más completa de ese órgano que nos permite recibir el 80% de la información, y el sentido que consume más que todos los demás juntos Cuando leemos este artículo o vemos una película en el cine, no reparamos en la complejidad que supone todo el proceso visual que ponemos en marcha. Y de su perfección. Una maquinaria tan compleja donde cualquier pequeño fallo o disfunción puede impedirnos o dificultarnos mucho esa tarea. Tengamos en cuenta la importancia que cobra, ya que como hemos dicho antes, el 80% de la información que recibimos nos llega a través de la vista. En este artículo analizaremos principalmente el proceso visual, el ojo y sus partes. Cada uno de los “componentes” del sistema visual tiene una función específica que, en caso de no funcionar correctamente puede interferir notablemente en el resultado final de la asimilación de la información que recibimos. Y si hemos titulado a este artículo como algo milagroso, creo que no estamos muy alejados de la realidad: su complejidad, perfección y sincroni-

zación pueden parecer obra de la evolución del ser humano.

EL OJO

Es el principal órgano del sistema visual. A través de él pasa la luz y las imágenes que el cerebro procesa e interpreta. ANATOMÍA DEL OJO

1.- CAPA EXTERNA O FIBROSA: ESCLERA (o ESCLERÓTICA) CÓRNEA 2.- CAPA MEDIA O VASCULAR: COROIDES CUERPO CILIAR IRIS 3.- CAPA INTERNA O NERVIOSA: RETINA 4.- MEDIOS TRANSPARENTES: CRISTALINO HUMOR ACUOSO CUERPO VITRÉO


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ESCLERA O ESCLERÓTICA

Presenta una estructura fibroelástica y una coloración blanquecina por su parte externa. Las fibras que forman el tejido conjuntivo de la esclera se encuentran dispuestas en distintas direcciones, lo que hace que el tejido sea muy resistente y opaco. FUNCIÓN: Proteger al globo ocular, así como mantener su forma y tamaño.

CORNEA

La córnea representa la sexta parte del total de la capa externa del globo ocular. Es una estructura avascular, transparente y viscoelástica que admite deformaciones, siendo bastante resistente a ellas. Está ricamente inervada, existiendo un gran número de terminaciones nerviosas en ella. Muy sensible al dolor. La cornea tiene dos caras, una anterior (convexa) y otra posterior (cóncava) que no son exactamente paralelas, siéndolo solamente en una zona central de 4 mm de diámetro. En ella la forma es esférica, mientras que en su periferia se hace más plana.

La transparencia de la córnea es una de sus propiedades más importantes. Los factores que permiten esta transparencia son: 1.- ausencia de vasos sanguíneos y linfáticos 2.- carencia de mielina en los nervios 3.- mantenimiento del estado de hidratación corneal. FUNCIONES: Transmitir la luz al interior del globo ocular Ser la primera superficie refractiva del dioptrio ocular, aportando 42 Dioptrías (Dp.) aproximadamente. UVEA: CAPA INTERMEDIA DEL GLOBO OCULAR QUE CONTIENE: COROIDES, CUERPO CILIAR Y CRISTALINO.

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COROIDES

Forma parte de la capa vascular del globo ocular. Junto con el Cuerpo Ciliar y el Cristalino forma la ÚVEA. Su espesor es variable, siendo más gruesa en la parte posterior que en la anterior. En los albinos, debido a la falta de células pigmentarias, la capa vascular se hace anormalmente visible, ocurriendo lo mismo en los ancianos ya que con la edad se van atrofiando las células pigmentarias. FUNCIONES: Actúa de pantalla frente a la luz por medio de las células pigmentarias. A partir de ella se van a nutrir las capas más externas de la retina. Debido a la riqueza de vasos actúa de membrana nutricional del ojo.

CUERPO CILIAR

Es un anillo, que al igual que el resto de la capa media, se encuentra muy pigmentado y vascularizado.

FUNCIONES: Participar en el proceso de acomodación junto con el cristalino. Intervenir en el drenaje y producción del humor acuoso. Formar mucopolisacáridos cuyo destino es el humor vítreo. En el cuerpo ciliar se encuentra la ZONULA DE ZINN. Esta es el aparato suspensor del cristalino: los ligamentos zonulares, que se encuentran en forma de fascículos, se abren en las proximidades del cristalino para insertarse en su ecuador. El cristalino, como luego veremos, es una lente elástica que puede acomodarse para la visión de objetos próximos y lejanos. Ello es posible gracias a la elasticidad de la coroides, el músculo ciliar y el ligamento de la zónula de zinn: la contracción del músculo ciliar provoca

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la relajación de los ligamentos de la zónula de zinn lo que hace que el cristalino se abombe. permite controlar la cantidad de luz que entra en el ojo: con luz intensa, la pupila se contrae y con luz escasa se dilata. También existe una modificación del diámetro pupilar durante el proceso de acomodación.

EPITELIO PIGMENTARIO, que se encuentra unido a la coroides. PARS NERVIOSA, que se encuentra fijada a nivel de la ora serrata y de la papila óptica, por lo que cuando se produce un desprendimiento de retina solo se separa la parte nerviosa. Esta parte nerviosa es transparente y únicamente se visualiza en ella los vasos sanguíneos que la recorren.

El espesor del iris va de 0.1 mm a nivel de la raíz del iris(donde se une al cuerpo ciliar) a 0.6 mm a nivel del collarete y se va adelgazando nuevamente hacia la pupila. El diámetro del iris es de aproximadamente 12 mm y su perímetro de 37-38 mm. Variaciones del color del iris: la cara anterior del iris presenta variaciones en su coloración debido al carácter determinado genéticamente por una serie alelítica. Esta coloración depende de la mayor o menor cantidad de melanocitos (células pigmentarias) que existen en el iris; a menor cantidad de células, el color del iris será más claro y a mayor cantidad será más oscuro. En las personas de raza blanca, el iris al nacer presenta color claro debido a la escasez de melanocitos en el estroma iridiano, alcanzándose la mayor coloración a los 15 años. A partir de esa edad, algunos melanocitos comienzan a degradarse, por lo que en la vejez los iris adquieren un aspecto más lechoso. En la raza negra, el iris al nacer tiene una mayor cantidad de melanocitos, lo que hace que estos tengan un definitivo color oscuro. En albinos, al carecer de células pigmentarias, el iris no presenta coloración haciéndose la vascularización claramente visible, de ahí sus “ojos rojos” (se transparenta la retina) En algunas ocasiones puede existir un acúmulo de células pigmentarias en el estroma iridiano formándose las manchas o pecas de iris.

Anatómicamente distinguimos, una Retina Central y una Periférica. En la Retina Central encontramos el fascículo óptico situado nasalmente a 1 mm del polo posterior del globo ocular. A 3 mm hacia el lado temporal encontramos la Mácula Lútea, que recibe este nombre por poseer un pigmento de color amarillo llamado xantofila. En la Mácula encontramos una zona de mayor depresión en el centro llamada Fóvea, lugar donde desaparecen todas las capas de la pars nerviosa, existiendo únicamente conos. La fóvea constituye el punto de mayor agudeza visual. El espesor de la retina va disminuyendo de atrás hacia delante: de 0.5 mm de espesor en el polo posterior a 0.1 mm en la parte anterior.

RETINA

CRISTALINO

Es la capa más interna del globo ocular. En ella se distinguen 2 partes:

Lente biconvexa, transparente y elástica que constituye junto con la córnea, el humor


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acuoso y el humor vítreo el sistema dióptrico del ojo. El cristalino presenta 19 Dp., mientras que la córnea presenta unas 42 Dp. Bioquímicamente está constituido por agua (65%), la cual disminuye con la edad. También posee proteínas estructurales, proteínas de tipo albuminoides, glucoproteinas y un 1% de residuos sólidos. Se encuentra en la parte anterior del globo ocular limitado: • Anteriormente por el iris y la cámara posterior. • Posteriormente por el humor vítreo: la cara posterior del cristalino se encuentra en contacto con el cuerpo vítreo descansando sobre él en una concavidad llamada fosa patelaris. La cápsula del cristalino se une a este nivel con la membrana hialoidea del vítreo constituyendo el ligamento hialoideo-capsular.

Las principales propiedades del cristalino son: TRANSPARENCIA y ELASTICIDAD Estas propiedades se van perdiendo a lo largo de la vida, en parte debido a una disminución del metabolismo y por tanto del equilibrio hídrico del cristalino. También como consecuencia de la incidencia de la radiación UV sobre los pigmentos cromóferos pierde la transparencia. Es por ello que en las zonas ecuatoriales del planeta, la incidencia de cataratas es muy elevada,ya que la radiación incide con mayor intensidad que en otras latitudes; de ahí la necesidad de usar siempre gafas de sol para protegernos de esta radiación. El cristalino pasa de tener una forma elíptica, en los primeros años de vida, a una forma más esférica, debido principalmente a la formación de nuevas fibras lo que llevará a un cambio de parámetros: El diámetro del cristalino va aumentando con la edad por acumulación de fibras. Por lo que su peso también aumentará, pasará de 65 mg (en bebes) a 250 mg (a los 90 años).

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En el cristalino diferenciamos dos partes: Núcleo: Constituye la parte central y presenta mayor dureza. Contiene: Núcleo embrionario (formado durante las primeras etapas del desarrollo).Núcleo fetal(formado por la aposición de fibras en la segunda parte del desarrollo embrionario) y Núcleo adulto (constituido durante el desarrollo postnatal). Córtex: Se encuentra rodeando al núcleo. Presenta una consistencia más blanda. Sus fibras disponen los núcleos a la misma altura formándose el arco nuclear del cristalino.

Histología de cristalino:

1. Membrana basal bastante hipertrofiada, siendo la más gruesa del globo ocular, con un espesor de 23um. Es transparente y elástica. FUNCIONES: Nutrición y Oxigenación del cristalino, ya que permite el paso del oxígeno y nutrientes hacia las células epiteliales. Defensiva, ya que es impermeable a las bacterias y virus. Acomodación, ya que a ella es donde se unen las fibras de la Zónula De Zinn. 2. Epitelio anterior: está constituido por células epiteliales que se sitúan únicamente en la cara anterior del cristalino. 3. Fibras del cristalino: Comienzan su desarrollo en el periodo fetal y se continúan formando durante toda la vida del cristalino; debido a ello se hace cada vez más esférico. En la formación de nuevas fibras, las de más reciente formación se disponen constituyendo las filas meridionales. Se disponen alineadamente, de tal forma que la pérdida de esta ordenación puede provocar la formación de cataratas. EL CRISTALINO EN EL MECANISMO DE ACOMODACION-CONVERGENCIA Cuando nos acercamos un objeto necesitamos realizar varias funciones oculares para verlo: * Por un lado, se producirá una miosis o contracción pupilar, que se debe al músculo esfínter del iris. * Por otro lado se producirá una convergencia de los ejes ópticos sobre el objeto, que se realizará gracias a los músculos extrínsecos del ojo. *Por último, debe producirse la acomodación del cristalino, es decir, un aumento de la curvatura del cristalino, esta acomodación se produce gracias a la contracción del músculo ciliar

Editorial


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HUMOR ACUOSO

Se sitúa en la cámara anterior del globo ocular. Es producido por los Procesos Ciliares pasando a la cámara posterior, de donde fluirá hacia la cámara anterior a través de la pupila. Su eliminación se lleva a cabo a través del limbo esclerocorneal. Su composición es similar a la del plasma sanguíneo: Albúminas, globulinas, destacando una mayor concentración de ácido ascórbico. FUNCIONES: • Nutrir a las estructuras avasculares circundantes (córnea y cristalino) • Mantener la PIO (PRESIÓN INTRAOCULAR)

Presión Intraocular (PIO)

Es la presión del contenido del globo ocular. Está condicionada por la presión que ejerce el contenido del globo ocular, la elasticidad de la pared del globo ocular y la presión de los músculos extraoculares.

La presión intraocular normal en el adulto oscila entre 10 – 21 mm Hg. Es la presión tisular más alta del organismo. Esta presión puede sufrir variaciones dando lugar a: • Hipertensión: Pudiéndose originar un GLAUCOMA, que está caracterizado por una hipertensión sostenida, que con el tiempo da lugar a alteraciones del campo visual y de la Papila Óptica. • Hipotensión: Pudiéndose originar una UVEITIS o un DESPRENDIMIENTO DE RETINA. En un individuo normal la PIO permanecerá estable. Esto es debido a que la tasa de producción del humor acuoso es igual a la de eliminación. La PIO es una constante fisiológica, como la temperatura, la frecuencia cardiaca…, siendo fundamental mantener su estabilidad para permitir una perfecta visión. Gracias a ello: • Tenemos una transparencia adecuada de la córnea

• Se mantiene la distancia entre las distintas estructuras oculares

Influencias sobre la PIO:

1._ Genética: Existe una influencia hereditaria. En familias con glaucoma suele darse una PIO alta entre alguno de sus miembros. 2._ Edad: Se ha observado que a mayor edad mayor PIO, pero no se descartan otros factores como la obesidad y la presión arterial alta. 3._ Sexo: Entre los 20 y los 40 años de edad el sexo no influye. Pero se ha observado que en las mujeres a partir de la menopausia la PIO sube. 4._ Refracción: En miopías elevadas se da una mayor PIO, debido a la mayor longitud axial del globo ocular. 5._ Raza: La raza negra suele tener una mayor PIO que la blanca.

CUERPO VITREO (Humor Vitreo)

Estructura transparente que ocupa 2/3 partes del globo ocular. Su peso es de 4-5 gr. Se encuentra por debajo de la retina y del cuerpo ciliar y por detrás del cristalino. Tiene forma circular, excepto en una cavidad que presenta en su parte anterior llamada Fosa Patelaris. Histológicamente hablando es un tejido conjuntivo que contiene unas fibras similares al colágeno llamadas vitreinas. El 99% de su matriz es agua.

FUNCIONES: • Soportar a las estructuras oculares • Intervenir en el mantenimiento de la PIO


Noticias

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ATENEO DE MADRID

SECCIÓN DE FARMACIA TERTULIA DE REBOTICA

Martes, 27 de enero de 2015. 19.00 horas

FUTURO DE LA ESPECIALIDAD DE FARMACIA INDUSTRIALY GALÉNICA ABRE EL ACTO

DANIEL PACHECO PRESENTA Y MODERA

JOSE CARLOS MONTILLA INTERVIENEN

ALBERTO DEL RÍOGUILLERMO TORRADO VICENTE HERNÁNDEZANA LÓPEZ Salón Ciudad de Úbeda

C/ del Prado, 2 1

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CONTEMPORARY REVISTA PANACEA. MAGAZINE FEBRERO 2015 MONTH 20XX

Libros del mes

José Félix Olalla

Raíces de dolor, de Carlos Lens

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caba de ver la luz la quinta novela de Carlos Lens, titulada Raíces de dolor y aprovecho esta ventana que me ofrece Panacea para compartir algunas reflexiones sobre ella. La primera es sobre la sorprendente capacidad creativa de los últimos años de un autor que precisamente está inmerso en una gran exigencia profesional. Lens ha dicho ya en público que la tensión del trabajo no perjudica su actividad literaria sino que la estimula. La segunda es sobre el asunto escogido en esta ocasión, la tragedia del holocausto, “la zona de interés”, según la expresión que los nazis utilizaban para referirse a Auschwitz y su entorno. “Es un tema tan doloroso que me costará animarme a leerlo”, me dijo algún amigo.Yo creo que este es un prejuicio lógico y que tienen razón quienes lo formulan pero ya veremos cómo la estructura escogida, amortigua esta situación. No se edulcoran los hechos, desde luego, pero conociendo su dolor –ese dolor que otorga nombre a la novela- el autor nos propone hasta tres planos temporales distintos; uno sobre los acontecimientos que se enfocan, en el tiempo de la segunda guerra mundial. El segundo en la década de los setenta cuando los protagonistas indagan sobre el comportamiento de un familiar alemán que perteneció a las “SS” y el tercero, como ocurre en toda escritura naturalmente, el plano de nosotros los lectores, tan pronto como empecemos a leer. Este plano ahora se corresponde con 2014 pero para el lector que acuda a la cita, también para las próximas generaciones, será distinto y es que no solo la escritura responde a un hecho temporal, sino que también lo hace la lectura.

En todo caso, lo reconozco, el libro nos enfrenta con las raíces del dolor, que son precisamente las raíces del mal. Fiel a sí mismo, Carlos se esfuerza por evitar la arbitrariedad y por ofrecer una vez más los hechos apoyados en referencias concretas, de manera que casi la parte de ficción del primer plano queda oculta. Su oficio de narrador se ha ido puliendo sin abandonar la sobriedad habitual. Diríamos que escribe con mucha paciencia, la relativa paciencia de la ansiedad, para buscar continuamente en las fuentes y tratar de atenerse a ellas. Pero todo escritor también es un fabulador y cree que la realidad es inferior a su propia imagen. A Carlos la historia le parece tan fascinante que casi le cuesta completarla con la invención. Al abordar el segundo plano, el de la pareja de hermanos que afrontan la aventura de buscar la responsabilidad de su pariente, el autor puede imaginar más e introducir elementos nuevos en el relato. Elementos que pertenecen, me parece a mí a dos escuelas principales: la costumbrista y la novela de intriga. Para reforzar la sensación de realismo, nos encontraremos de nuevo con personajes reales según su circunstancia del correspondiente plano temporal. Veremos la actuación de un jovencísimo farmacólogo de hospital, nuestro compañero Alfonso Moreno que interviene en una urgencia médica. Se rendirá también homenaje a Ángel Sanz Briz, el llamado ángel de Budapest, cuyos oficios salvaron a miles de judíos y que hoy está reconocido como justo entre las naciones. He aquí el bien, muchas veces peor documentado que el lacerante mal que no podemos comprender. El aprendizaje más difícil que nos corresponde hacer como seres humanos es no


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perder la responsabilidad ni acallar los imperativos éticos que resuenan en nuestro interior. En esta historia como en tantas otras, hubo gentes que superaron el miedo y supieron resistirse y hacer lo que estuvo en su mano para proteger a los perseguidos. En nuestra sociedad, el problema del mal se presenta a menudo como difícil de aislar netamente y por ello difícil de combatir pero me parece que si hay algo que está bien apegado en el fondo de cada una de nuestras conciencias es el concepto del bien, con premisas tan claras y sencillas como la de no hacer a los demás lo que no queramos que nos hagan a nosotros o la de que todos los hombres somos dignos de la misma consideración y respeto. Suspiremos por mantener estas fuerzas interiores que nos capacitan, al volver a casa, para vencer toda fatiga.

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Por eso Goethe pensaba que el concepto “hombre” no admitía plural, pues la humanidad si no se concreta, carece de sentido. La novela consiste en escribir por lo tanto sobre personas que gozan y sufren, que buscan y preguntan y a los que les ocurren cosas muchas veces infortunadas. Los lectores estamos invitados a identificarnos con algunos de estos personajes, no solo para vivir así mejor el libro y disfrutarlo sino también para mejorar con él. Recuerdo ahora una frase clarificadora que Chesterton pone en boca de un personaje hacia el final de su novela El hombre que fue jueves: El mal es tan malo que junto a él, el bien parece un accidente, pero el bien es tan bueno que junto a él, incluso el mal puede explicarse

Editorial


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Colaboraciones Científicas

Carmen Doadrio Abad

La psiquiatrización

el tratamiento del malestar y sus posibles consecuencias

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esde su nacimiento a finales del siglo XVIII, la psiquiatría nunca había logrado tanto éxito y protagonismo social como en la actualidad. En los últimos decenios ha alcanzado una expansión sin precedentes: los servicios de salud mental en los países occidentales han crecido ostensiblemente, los tratamientos psicofarmacológicos y psicoterapéuticos se ha popularizado, la psiquiatría (y la psicología) tienen cada vez una presencia más relevante en ámbitos jurídicos, laborales, académicos y sociales. A través de los medios de comunicación los profesionales en salud mental, promocionan con éxito la importancia de estas disciplinas, no ya en el tratamiento de los trastornos mentales (que cada vez son mayores en número y más prevalentes), sino en el afrontamiento de la vida cotidiana de cualquier persona. En la sociedad actual se tiende a transferir el autocuidado y gran parte del poder de los ciudadanos a las instituciones y expertos en salud mental esperando que sean éstos últimos los que se hagan cargo. Las expectativas respecto a nuestras vidas y el dolor, han cambiado. Ya no se considera el sufrimiento y la muerte como algo inherente al ser humano, sino como problemas sanitarios que pueden resolverse. Como dice Ivan Illich en su Némesis Medica, “nuestra concepción de una vida plena, es una vida sin sufrimiento, no una vida en la que seamos capaces de manejarlo”. La dependencia y confianza en la tecnología han alcanzado unos niveles extraordinarios debido a que se han exagerado sus efectos positivos. Las terapias de aconsejamiento, cognitivo-conductuales y de todo tipo, se presentan como remedios casi mágicos que pueden eliminar el malestar del individuo producido por el enfrentamiento consciente con su propia vida. Existen tendencias a favor y en contra del tratamiento del malestar que conllevan unas implicaciones bioéticas. Por eso existen diversos autores que prefieren no abordar el tratamiento, o al menos ser cautos, ya que para ellos la ia-

trogenia de la actividad asistencial no compensa el tratamiento de estos cuadros de malestar. Indicar un tratamiento (psicofarmacológico o psicoterapéutico) para el tratamiento del malestar, supone sancionarlo como un trastorno mental. Esta inclinación hacia el tratamiento del malestar, deriva de la tendencia actual hacia la medicalización y, más concretamente, hacia la psiquiatrización de situaciones de la vida cotidiana. El inmenso poder de la medicina para cambiar y modificar el cuerpo humano, ha hecho atractiva la idea de medicalizar todos los aspectos de la vida que se puedan percibir como problemas médicos, aunque no lo sean. Las causas que han llevado a creer que es posible extender el campo médico para tratar casi todos los problemas que acontecen en el normal desarrollo de una vida, son muy variadas. En este artículo, queremos centrarnos en las consecuencias, los problemas éticos, que se derivan de estos fenómenos de medicalización y psiquiatrización, y que nos preocupan, porque creemos que llevan a una deshumanización de la persona que sólo puede dañarla. Confiar en que todo malestar puede ser tratado médicamente, disminuye poco a poco la capacidad de adaptación del hombre a situaciones estresantes de su vida. Si en cuanto aparece un sufrimiento o malestar, la persona corre a ponerse en manos del médico y la medicina, deja de desarrollar sus propios mecanismos de defensa. Por lo que, ante cualquier otra situación similar, o incluso de menor alcance, acudirá al médico, aumentando así su dependencia en el sistema sanitario. Se produciría, asimilando el ejemplo a los efectos de algunos psicofármacos, una especie de tolerancia por la asistencia sanitaria. Cada vez se acudiría más al médico por problemas de menor importancia. Si al principio acudimos al médico por el sufrimiento de una ruptura sentimental, ahora acudiremos por la discusión que tuvimos con nuestro compañero de trabajo y mañana, por qué no, porque el vecino cerró la puerta del ascensor.


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La persona que deja su sufrimiento en manos de la medicina (recuerdo que hablamos siempre de un sufrimiento autolimitado, legítimo, proporcionado y por tanto no patológico), deja de desarrollar sus propios mecanismos adaptativos de defensa que le iban a ser necesarios durante el transcurso normal de su vida. Otra forma de deshumanizar que tiene la medicalización y psiquiatrización, es en cuanto que considera el malestar y el sufrimiento humano que se deriva de este, en una dimensión únicamente biológica o psicológica y por tanto susceptible de tratamiento farmacológico o psicoterapéutico. La psiquiatría biomédica busca su fundamentación en la investigación neurocientífica donde el objeto de estudio es el cerebro, y desarrolla su actividad clínica en el individuo independientemente de su contexto que, necesariamente, queda relegado a un segundo plano. Esta forma de concebir todos los problemas mentales como enfermedades causadas sólo por anomalías en el cerebro no es la verdad ni siempre es la perspectiva más útil en la actividad clínica, pero sin lugar a dudas es la postura hegemónica actual. Esta forma de considerar que todo sufrimiento humano es tratable implica reducir al hombre a su cuerpo-mente, reducirlo únicamente a materia olvidando su esencia y su contexto, que es lo que le hace ser, precisamente, humano y abordar el tratamiento con una mejor perspectiva. El modelo biomédico, propone una asistencia centrada en los síntomas y la enfermedad, como el resto de las especialidades médicas. El primer objetivo es poder realizar un diagnóstico, de acuerdo a una colección de síntomas y signos, y proponer un tratamiento biológico para incidir en la alteración cerebral. El contexto social, cultural, los mecanismos psicológicos del individuo, su estilo de relación interpersonal, la dinámica familiar, sus expectativas, valores...tienen una importancia menor. Pero ¿es esta la mejor manera de entender los problemas de salud mental? ¿Se pueden comprender los problemas que tienen que ver con las emociones, los pensamientos, las conductas y las relaciones interpersonales con las mismas herramientas que se utilizan para investigar los problemas que aparecen por ejemplo en los pulmones o el hígado? Otra cuestión que nos preocupa, es que creemos que favorecer la medicalización y, en concreto, la psiquiatrización, podría llevarnos en un futuro no muy lejano a pensar que el mejoramiento de las capacidades psíquicas y físicas del hombre se tratara como algo normal. Si la medicina nos proporciona medios técnicos para no

sufrir. ¿Por qué no íbamos a usar éstos también, por ejemplo, para ser mejores? Esto es algo que ya se está dando. Existen mejoradores cognitivos que actualmente se están usando para el tratamiento del TDAH (este es su uso terapéutico), pero, desde hace ya un tiempo, el uso de estos medicamentos se está desviando hacia otro uso no médico, sobre todo entre estudiantes, para mejorar su rendimiento intelectual, su concentración y las calificaciones. En el año 2008, la Encuesta Nacional sobre Uso de Drogas y Salud realizada en los Estados Unidos encontró una prevalencia del 8,5% de uso no médico de estimulantes cognitivos en norteamericanos mayores de 12 años y una prevalencia del 12,3% en norteamericanos entre 21 y 25 años. Pero, lo realmente problemático, es que cada vez se oyen más padres dispuestos a dar estos psicofármacos a sus hijos, amparándose en su aparente “seguridad” (se usan en niños para el tratamiento del TDAH, asegurando que carecen casi de efectos adversos), para superar la competitividad cada vez mayor en el ámbito académico. Si puedo hacer que mi hijo saque mejores notas, vaya a una mejor Universidad y tenga una mejor preparación académica ¿Por qué no iba a hacerlo si lo que quiero es lo mejor para él? Además, creemos que el mejoramiento es una pendiente resbaladiza que podría llevar, casi sin darse uno cuenta, a aceptar lo que consideramos como una “deshumanización total”: la doctrina del transhumanismo. Antes de seguir con otras consideraciones éticas de la medicalización, y dado el interés que suscita, queremos exponer brevemente en qué consiste esta doctrina del transhumanismo, que ha sido considerada por Francis Fukuyama95, como “la idea más peligrosa del mundo”. El transhumanismo se ha definido como un paradigma cultural, intelectual y científico que afirma el deber moral de mejorar las capacidades físicas y cognitivas de la especie humana y aplicar nuevas tecnologías con la finalidad de eliminar aspectos indeseables e innecesarios de la condición humana, como el sufrimiento, la enfermedad, el envejecimiento, e incluso, el ser mortales. Nick Bostrom, uno de los máximos exponentes de esta teoría y Presidente de la WTA (World Transhumanist Association), afirma que este nuevo movimiento cultural, intelectual y científico es un paradigma sobre el futuro del hombre que reúne a científicos de distintas áreas (Inteligencia Artificial, Neurología, Nanotecnología e investigadores en tecnología

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Editorial


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punta), a filósofos y hombres de cultura con un mismo objetivo: alterar, mejorar la naturaleza humana y alargar su existencia. Bostrom va más allá de la idea de mejoramiento, al diferenciar entre un ser “transhumano” y otro “posthumano”. El primero, sería un ser humano en transformación, con algunas de sus capacidades físicas y psíquicas mejoradas y por tanto superiores a las de un ser humano “normal”, pero todavía no “posthumano”. En cambio, un “posthumano” sería un ser (no se especifica si natural o artificial) con las siguientes características: una esperanza de vida superior a los 500 años, capacidades intelectuales dos veces superiores a lo máximo que el hombre actual pudiera tener, y dominio y control de los impulsos de los sentidos, sin padecimiento psicológico. Se trataría, por tanto, de alguien con unas capacidades que sobrepasarían de modo excepcional las posibilidades del hombre actual. Esta superioridad sería tal que eliminaría cualquier ambigüedad entre el ser humano y el posthumano: el posthumano sería completamente distinto. Este último sería un ser “más perfecto” que el ser humano y el transhumano. Un posthumano, según afirma Bostrom, podría gozar de una prolongación de la vida sin 48 deteriorarse, tendría mayores capacidades intelectuales (sería más inteligente que los demás), tendría un cuerpo conforme a sus deseos, podría engendrar copias de sí mismo y dispondría de control absoluto sobre sus emociones.96 Y una vez llegados a este punto, deberíamos pararnos y reflexionar, ¿Qué bienes estamos intentando alcanzar? ¿En qué consiste hoy la felicidad? ¿Feliz es el que no sufre? ¿O lo es el que tiene una salud y unas capacidades incluso mejoradas? ¿Se debería de poner un freno a la creciente medicalización-psiquiatrización? Y si es así, ¿Cómo podríamos ponerlo? Creemos que la causa del aumento de esta psiquiatrización tiene sobre todo un problema antropológico de base. La medicina está actuando de una forma paternalista con los pacientes, queriendo evitarles todo malestar psicológico ante problemas vitales y deseando que no sufran ningún grado de estrés, angustia o tristeza. Y una forma de poner freno a este creciente psiquiatrización, podría ser la vuelta a una concepción antropológica del hombre, en la que, como ser carente, se encuentra dotado de recursos para superarse a sí mismo. El hombre como ser, tanto en sentido biológico como ontológico. Existe una deficiencia

biológica del hombre en contraste con los animales, que nunca son desvalidos por naturaleza. Morfológicamente el hombre, a diferencia de los mamíferos superiores, se caracteriza ante todo por sus defectos o carencias: no posee la protección natural del pelo ni órganos específicos para la defensa o la huida, ni la agudeza sensorial. Nace inmaduro, necesita de una gran cantidad de cuidados y durante un tiempo mucho más prolongado que cualquier otro animal durante su infancia. El hombre está naturalmente infradotado, no es apto para la naturaleza libre y por eso se ha visto obligado, para compensar sus carencias, a construir una naturaleza artificial a su medida. El hombre se encuentra desadaptado por naturaleza por su inespecialización orgánica, su cuerpo implica una negación biológica de la animalidad, puesto que el animal se encuentra adaptado al entorno natural y por ello no tiene que modificarlo substancialmente. El hombre es un ser limitado de condición finita y que tiende al infinito, es consciente de sus límites, lo que le hace eternamente insatisfecho de sí mismo y le empuja a que su acción constituya un permanente y renovado intento por superarlos. La expresión física o biológica de este modus deficiens humano son tres dimensiones de experiencia metafísica: • la vulnerabilidad, propiedad de ser afectado o de padecer. • la caducidad, el devenir otro desde sí mismo y no por acción exterior. • la mortalidad, la condición de saberse mortal confrontado a la esperanza/desesperanza y al misterio. En la experiencia objetiva, vivida y simbólica, estos problemas que acontecen de forma natural en el hombre y que son propios de su vida, se concretan en el sufrir, envejecer y morir. Y como connaturales a la vida humana, creemos que no deberían ser medicalizados. La medicalización, en cuanto supone el fin de todo sufrimiento, el alargamiento de la vida y la lucha contra la muerte, supone una distorsión en las contradicciones naturales de la existencia humana, que le resta dignidad. Estas contradicciones de la existencia son, por una parte, que la naturaleza finita del hombre le hace ser carente, a la vez que le dota de recursos para superarse a sí mismo, y por otra parte, que la existencia humana, en cuanto es finita pero no finiquitada, hace que la muerte prive, y otorgue a la vez, sentido a la existencia.


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Dossier

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Centenarios: Generación del 14 y Primera Guerra Mundial

Vídeo del acto de inauguración del Ciclo celebrado en el Salón de Actos del Ateneo de Madrid, celebrado el 20 de octubre de 2014. Con intervención de Jesús Posada, José Luis Abellán, Pedro López, Eduardo L. Huertas. Presentado por César Navarro de Francisco

Ver vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=8rVUQW5cvww


Centenarios

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Ernesto García Camarero

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Leonardo Torres Quevedo, el Ateneo y los cambios de 1914

stamos celebrando un ciclo sobre La Generación del 14 en el Ateneo de Madrid. relacionado con el Centenario de la 1.ª Guerra mundial. Voy a tomar como protagonista de mi intervención a Leonardo Torres Quevedo, ilustre ateneísta que fue coetáneo de la guerra.

1.- La guerra del 14

Siempre es extraño que una guerra se conmemore. Las guerras hay que repudiarlas. Todas las guerras y sobre todo las guerras imperialistas. Por eso la Gran Guerra que fue una guerra imperialista por excelencia debe ser repudiada. Una guerra que enfrentó a más de una decena de países y causó inmenso sufrimiento durante mas de cuatro años a los pueblos de estos países, la miseria en el frente de más de sesenta millones de soldados, la muerte de ocho millones de personas y más de seis millones de discapacitados. Los historiadores dicen que la Guerra del 14 marcó un antes y un después en la historia de la humanidad. ¡Como si las guerras marcaran los cambios! ¡Como si fueran necesarias las guerras para acabar con lo inútil y perverso del pasado cuando en realidad lo que hacen es reforzarlo! La guerra del 14 fue esencialmente una guerra imperialista. Comenzó la contienda, por el enfrentamiento entre la coalición de los imperios alemán y austro-hungaro que junto a Italia, formaron la Triple Alianza, contra los imperios británico y ruso, que junto a Francia, formaron la Triple Entente. A lo largo de la guerra otros países intervinieron: junto a la Triple Alianza el Imperio Otomano y Bulgaria, y junto a los aliados se unió Italia (que cambió de ban-

do), Serbia, Montenegro, y más tarde Rumanía y Grecia, así como Japón. Estados Unidos entró en 1918. En Octubre de 1918 Alemania aceptó negociaciones de paz. En 1919 se firmó el Tratado de Versalles. Como consecuencia de la guerra cuatro imperios se derrumbaron: el Imperio Ruso se convirtió en la Union de Repúblicas Socialistas; el Imperio otomano se convirtió en Turquía; el Imperio austro-húngaro dio paso a los países independientes de Austria, Hungría, Checoslovaquia y Yugoslavia; del Imperio alemán se pasó a la República de Weimar. Estados Unidos, fue el mayor beneficiado de la guerra. Con este tratado también fue creada la Sociedad de Naciones. Este tratado produjo gran amargura entre los alemanes y fue la semilla que veinte años después ocasionó la II Guerra Mundial.

Firma del Tratado en la Sala de los Espejos del Palacio de Versalles el 28 de junio de 1919 Orpen, William (Sir) (RA) (1878 - 1931),


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La I Guerra Mundial trajo ruina, enfermedades y dolor a todos los países participantes. Una consecuencia económica importante fue que el enriquecimiento de los mercaderes de armas y el empobrecimiento de los pequeños ahorradores, pensionistas y asalariados, a los que afectó muy directamente la inflación, condujo a una enorme desigualdad económica que llevaría a la creación de los nuevos imperios financieros con las consecuencias que ahora conocemos.

2.- La ciencia para la paz y para la guerra.

A veces se alega que las guerras ayudan al crecimiento del conocimiento científico y tecnológico, y le otorgan un carácter positivo. Es evidente que en la guerra del 14 se produjeron grandes adelantos tecnológicos con fines bélicos (telegrafía sin hilos, fusiles de repetición, ametralladoras, gases venenosos, tanques, dirigibles, aviones de guerra, submarinos de guerra y poderosa artillería de largo alcance...) lo que trajo como consecuencia más muertes y más destrucción que en la guerras clásicas, no solo en los frentes sino también, y esto fue una novedad, entre la población civil no beligerante que se transformarían en nuevas víctimas visibles y objetivos militares de la nueva forma de hacer la guerra. Pero preferimos creer que la ciencia y la técnica se desarrollan mejor en entornos de paz y de libertad para alcanzar un conocimiento mas avanzado del mundo y mejorar las condiciones de vida de las personas y no para facilitar la forma de matar y de destruir. Demos una rápida ojeada a los profundos cambios de paradigma que se produjeron en la ciencia a lo largo del siglo XIX. A principios del siglo XIX la ciencia suponía que el universo y la naturaleza eran inmutables desde la creación, y que su conocimiento era posible y se estaba llevando a efecto. Los éxitos de la mecánica de Newton, completados por el sistema del mundo de Laplace daban una explicación de los fenómenos del Cosmos. En la Tierra, la física se ajustaba a la mecánica racional de Lagrange. La química de Lavoisier explicaba los fenómenos de la materia, y la zoología sistemática y la botánica de Linneo daban cuenta sincrónica de la vida creada sobre nuestro planeta. El sistema del mundo estaba acabado, era sólido, su descripción descansaba sobre seguros principios matemáticos. Se había sustituido la estabilidad

teológica de la Edad Media por la estabilidad “científica” creada en la Ilustración. Sin embargo el siglo que así comenzaba, había de terminar con toda la estabilidad teórica que tanto tranquilizaba a los ideólogos de la época a quienes hubiese gustado que la ciencia y la sociedad estuviesen acabadas, como lo estaba el mundo después del séptimo día de la creación. Pero el mundo no era así, era algo que estaba en plena formación, tanto el Universo, como la naturaleza de la tierra, como el hombre, como la sociedad. La química pasó de dar cuenta de la composición de la materia inerte a la química orgánica y la bioquímica que hacen que la química salga de la materia para entrar en la vida. En la física se producen aun mayores cambios: el descubrimiento de los campos electromagnéticos, el estudio profundo de la estructura de la materia, de los fenómenos radiactivos. De la mecánica clásica se pasó a la mecánica cuántica, y a la relativista, trastocando las tradicionales ideas de espacio y tiempo que requieren de una geometría especial. Pues por si eran pocos los radicales cambios en las concepciones de la química y de la física, la matemática, que parecía una ciencia inapelable, sufre también, como cualquier otra, transformaciones esenciales. Aunque sin abandonar la geometría indiscutible y evidente de Euclides, aparecen geometrías no euclídeas en las que por un punto exterior a una recta se pueden trazar más de una paralela, u otras geometrías en las que no se conservan las magnitudes por traslación o en las que los puntos del infinito tienen características análogas a las de los demás puntos, o las geometrías n-dimensionales, o las geometrías diferenciales en las que el espacio es curvo. No sólo la geometría, el número fue también revisado: construyendo nuevos entes matemáticos y nuevas operaciones entre ellos similares a las que se realizaban con los números. Aparecen las estructuras algebraicas y un sinnúmero de álgebras diferentes y todas validas. Pero sobre todo se revisarían los fundamentos mismos de la matemática y de la lógica. Pero no era sólo el mundo físico y formal el que se estaba revisando, también la vida en la Naturaleza, es decir las plantas, los animales y el mismo hombre, se empezaban a estudiar de otra forma. Por una parte la biología molecular, la microbiología, la genética, abrían nue-


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vos caminos para el conocimiento de la vida y para sus aplicaciones inmediatas en medicina. Uno de los mas fértiles caminos para las nuevas concepciones fueron los que se abrieron con el estudio de las especies. En este sentido Darwin (1809-1882) es el nombre señero, que publicó en sus dos obras fundamentales: una Origen de las Especies, otra El origen del hombre. En ellas enuncia los principios de la evolución, que inciden en el desarrollo de los estudios paleontológicos y antropológicos y de otras muchas áreas, así como en sociología. Vemos, pues, como a lo largo del siglo XIX, en el que después de las guerras napoleónicas se vive en Europa una relativa paz, buscando la verdad se trastocan casi todas las ideas científicas anteriores. Se revolucionan las concepciones cosmológicas, biológicas y físicas de la naturaleza, pero no sólo eso, el incremento del conocimiento del mundo y el perfeccionamiento de las técnicas, de los procedimientos e instrumentos, redunda en el desarrollo tecnológico y en las nuevas formas de organizar el trabajo y con ello se produce un incremento en la producción de alimentos y en la sanidad que conduce a una explosión demográfica factores todos ellos que tienden a modificar las estructuras sociales. Es decir a fines del siglo XIX ya estaba concebido y había comenzado a gestarse lo que a finales del XX se percibía con nitidez. Los temores a estos cambios inducidos por la ciencia y los nuevos ajustes sociales que ellos reclamaban fueron, tal vez, la causa principal de la guerra del 14 y las posteriores que desde entonces vienen entristeciendo la Tierra.

3.- Torres Quevedo entre la paz y la guerra.

En este panorama de grandes cambios científicos y tecnológicos es en el que vamos

a situar al personaje que tomaremos de protagonista en estas palabras: Leonardo Torres Quevedo como ejemplo de español innovador en una época que se movía entre la paz y la guerra. Torres Quevedo, ingeniero de caminos, ejerció su profesión durante unos años en compañías de construcción de los ferrocarriles, actividad que pronto abandona para dedicarse a viajar por Europa para conocer los avances científicos y técnicos en la incipiente área de la electricidad. A su regreso trabaja por su cuenta en las primeras (1887) pruebas de su transbordador o teleférico, que intenta instalar sin éxito en Suiza (1890) pero que lo logrará en el Monte Ulía de San Sebastián en 1907, y más tarde sobre las cataratas del Niágara entre 1914 y 1916. Simultáneamente se interesa por el diseño y construcción de maquinas algebraicas que recoge en varias memorias presentadas en la Real Academia de Ciencias de Madrid, y en un congreso en Burdeos. En 1900, presenta sus inventos en la Academia de Ciencias de París, elogiosamente acogidos por una Comisión, en que figuraba Henri Poincaré y Paul Appel. En 1889 se instala en Madrid, participando en la vida social, literaria y científica, colaborando de forma muy activa en el Ateneo de Madrid.

Torres Quevedo en el Ateneo de Madrid.

El Ateneo en el que participó Torres Quevedo, fue el centro cultural madrileño mas importante desde su fundación y siempre se subtituló “científico” junto a literario y artístico. Desde finales del siglo XIX y comienzos del XX y fue unos de los foros renovadores de la Ciencia española. La Ciencia para el Ateneo siempre significó conocimiento de la verdad y avance hacia el progreso. Leonardo Torres Quevedo, fue contador de la Junta de Gobierno del Ateneo que presidía Núñez de Arce y fue presidente de la Sección de Ciencias de 1904 a 1905, Durante esta presidencia se estudió el proyecto de ferrocarril con destino a America que pasaba por Marruecos y llegaba hasta Dakar. Pero su mejor colaboración con el Ateneo la hizo a través de otras organizaciones como Escuela de Estudios Superiores, (que funcionó entre 1896 y 1906), y la Junta para la Ampliación de Estudios (fundada en 1907 y que en 1939 se convirtió en el CSIC).

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La Escuela de Estudios Superiores fue creada y alojada en el Ateneo con una vocación de universidad libre. En ella se reunieron un grupo de profesores que habían sufrido persecución años antes, o que consideraban que era necesario un espacio donde ejercer la docencia superior con libertad. El principal impulsor de la Escuela fue, sin duda, Segismundo Moret, presidente del Ateneo en el momento de su fundación y durante todo el periodo de su funcionamiento, (salvo el año que ejerció la presidencia José Echegaray). Se proyectaron inicialmente veintiocho cátedras, que fueron ocupadas por prestigiosas personalidades de la ciencia y de la cultura elegidas sin prejuicio de escuela, residencia o nacionalidad, aunque la mayor parte de ellos fueron activos ateneístas. A sus cursos asistieron numerosos alumnos. El claustro de la Escuela estaba formado por la Junta de Gobierno del Ateneo, por los ex-presidentes del Ateneo, por los presidentes de las secciones y por seis socios elegidos en junta general, entre los socios elegidos se encontraba Torres Quevedo. La vida de la Escuela continuó hasta 1907 año en el que se funda la Junta para la Ampliación de Estudios, de la que fue su más claro antecedente. La Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas, ha sido sin duda la institución española más importante para el adelanto de la ciencia en España. En su creación han tenido mucho que ver la Institución Libre de Enseñanza y el Ateneo de Madrid. La influencia de este último ha pasado generalmente desapercibida, pese a su gran importancia. La Junta se creó el día 15 de febrero de 1907, con Santiago Ramón y Cajal como presidente y como secretario José Castillejo, y entre sus vocales figuraba Leonardo Torres Quevedo. No vamos a indicar aquí la importancia de la Junta, bien conocida por otra parte, solo señalar la influencia que tuvo en ella la actividad de Torres Quevedo, realizada principalmente a través de la Asociación de Laboratorios de la que fue su gran impulsor. El laboratorio más importante fue el de Mecánica Aplicada, que dirigía él mismo, que había sido creado en 1904, dentro del Centro de Ensayos de Aeronáutica, y que en 1911 fueron aumentadas su funciones. En 1926 paso a llamarse Laboratorio de Mecánica Industrial y Automática y en el se fabricaba material científico de precisión.

Otro laboratorio con el que también estuvo relacionado Torres Quevedo fue el Laboratorio Aerodinámico de Cuatro Vientos, fundado y dirigido por Emilio Herrera (1879–1967) constructor y piloto de globos aerostáticos, diseñador del primer traje espacial (que usó en sus ascensiones a la estratosfera) y precursor de aviación en España. Torres Quevedo colaboró en varios proyectos con Emilio Herrera, quien fue presidente de la República en el exilio

Torres Quevedo, protagonista del gran paso a la automática y a la cibernética.

La principal aportación de Torres Quevedo a la ciencia y la tecnología corresponde a sus inventos relativos al calculo automático y a la automática. En su aritmómetro electromecánico utiliza la técnica de los relés, dispositivo electromagnético que permite abrir y cerrar circuitos. Esta idea, que usa elementos biestables, abrió el fecundo principio binario que ahora se usa en la construcción de los actuales ordenadores. Este fue un gran salto en el avance tecnológico. Otra de las ideas geniales de Torres Quevedo fue la utilización de la telegrafiá sin hilos para enviar a distancia señales codificada que hicieran cambiar la conducta de algún dispositivo lejano. Esta fue la esencia de su telekino, primer mando a distancia ideado y construido en el mundo. En 1903, presentó el invento en la Academia de Ciencias de París y posteriormente patentó en España, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. El telekino fue probado por primera vez en 1903 en el Frontón Beti Jai de Madrid1 , ante alumnos de la escuela de ingeniería, sobre un triciclo que desde las gradas se hacia evolucionar sobre la cancha de juego. Después (1904, 1905) hizo varias pruebas aplicándolo al control remoto de pequeños botes y el 6 de septiembre de 1906 realizó una gran demostración en el puerto de Bilbao, ante una multitud de gente (incluyendo el rey Alfonso XIII) donde maniobró a distancia un bote con motor haciéndolo evolucionar en distintas direcciones, arrancar y detenerse, así como izar y arriar una bandera. Otras de sus maquinas que asombraron al mundo fue su ajedrecista automático. El ajedrecista de Torres Quevedo se limitaba a jugar finales de torre y rey blancos, que jugaba 1 Todavía se conserva en la calle Marques de Riscal, y se esta luchando por su rehabilitación.


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la maquina, contra el rey negro, que jugaba un hombre. La maquina siempre ganaba. Hizo dos versiones de su ajedrecista. Una en 1912 como modelo experimental, que presentó en Paris en 1914 con gran éxito. Y otra en 1920 construida bajo su dirección por su hijo Gonzalo. El mundo contempló con asombro el primer autómata que jugaba al ajedrez de forma real contra un competidor humano. Pero Torres Quevedo no se limitó a la construcción de prototipos, también publicó las justificaciones teóricas de esos modelos. Muchas de estas ideas se anticipan a los actuales conceptos de cibernética. Por ejemplo en su memoria “Ensayos sobre la Automatica. Su definición. Extension teórica de sus aplicaciones”, publicada en 1914 en la Revista de la Real Academia Ciencias de Madrid, expone gran parte de los actuales conceptos de automática. Torres y Quevedo entró en la Real Academia de Ciencias en 1901, fue Inspector general honorario del Cuerpo de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos, académico de la Real Academia Española, miembro asociado de la Academia de Ciencias de París y Corresponsal de la Sociedad Científica Argentina. Miembro honorario del Comité Internacional de Pesas y Medidas, premiado por la Academia de Ciencia de Madrid con la Medalla Echegaray y por la de Ciencias de París con el premio Parville, en la especialidad de Mecánica; Doctor honoris causa por las Universidades de París y Coimbra.

Torres Quevedo interviene en la guerra.

Pero Torres Quevedo también intervino con sus inventos en el escenario bélico de la Guerra del 14. Lo hizo principalmente con su dirigible. Es cierto que cuando presentó su proyecto de un nuevo tipo de dirigible en las Academias de Ciencias de Madrid y de París en 1902, no se preveía que una década más tarde estallara la Gran Guerra europea. Pero sin embargo, ya en 1905, Torres Quevedo, con ayuda de Alfredo Kindelán, dirigía la construcción del primer dirigible español, el España, en el Servicio de Aerostación Militar del Ejército, situado en Guadalajara. Finalizaron con éxito las primeras pruebas de este dirigible que solucionaba algunos problema relativos a la suspensión de la barquilla, y de dotarles de un armazón interior flexible que diera rigidez al dirigible por efecto de la presión interior, mejorando así las aeronaves de estructura interna rígida, como el inventado por el conde alemán Von Zeppelin.

Como consecuencia de estos buenos resultados, la empresa francesa Astra se interesó por el invento y le compró la patente. En 1911, se inicia la fabricación de estos dirigibles conocidos como Astra-Torres. Algunos ejemplares fueron adquiridos por los ejércitos francés e inglés a partir de 1913, y utilizados durante la I Guerra Mundial, en muy diversas tareas, fundamentalmente de protección e inspección naval, para contrarrestar el dominio de los zepelines alemanes.

Mas tarde, en 1918, Torres Quevedo diseñó, en colaboración con Emilio Herrera, un dirigible transatlántico, patentado con el nombre de Hispania, con objeto de realizar desde España la primera travesía aérea del Atlántico. Pero los avances de la aviación, truncaron seguir adelante con este proyecto.

4.- Las guerras continúan

La ligera esperanza de paz universal que se prometía en la creación de la Sociedad de Naciones pronto se perdió. Las revanchas e injusticias con el que se intentaba resolver las tensiones de la posguerra impidieron la reordenación mundial en un marco de paz. Al contrario, pronto se reinició la organización de los ejércitos con armas cada vez mas sofisticadas. La ciencia y la tecnología, que habían demostrado su capacidad destructiva en la Primera Guerra Mundial, empezaban a utilizarse de forma sistemática para preparar las armas que se utilizarían en la Segunda Guerra Mundial. El uso de la aviación como arma de destrucción masiva probada con éxito por los aliados al desbastar la mayoría de la ciudades de la Alemania nazi, terminó con el exponente máximo de destrucción que fue las descargas en Hiroshima y Nagasaki de las bombas atómicas Litle Boy y Fat Man. A partir de ahí, las Naciones Unidas tampoco pudieron impedir la carrera armamentística justificada por la guerra fría y convivió con las numerosas guerras calientes que desde entonces se han estado produciendo. ¡Cuando se dejará de utilizar el conocimiento con fines de guerras y de muerte y se use para construir la paz y mejorar la vida de los hombres

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Alejandro R. Díez Torre Grupo de Investigación de la Frontera Global. Univ. de Alcalá

Con la enseñanza de la ciencia. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de la Viruela (1803-1813).

Un proyecto médico-sanitario español en el umbral demográfico contemporáneo.

E

n un tema tan de actualidad por desgracia, como el de la propagación de epidemias, así como su necesaria contención o sus estragos en el sistema sanitario, un proyecto español como la Expedición Balmis para la vacuna preventiva contra la viruela a comienzos del s. XIX, además de demostrar la sensibilidad y la madurez científico-sanitaria, de hace más de dos siglos en España y en el Imperio hispánico (aunque en el umbral de su disolución, abarcado territorios de: España, puntos de África, extensas tierras de América y archipiélagos del Pacífico), fue una empresa —y un esfuerzo— global con gran adelanto a su tiempo, quedando injustamente relegada. Aunque aquella expedición de inmunización de la viruela no haya tenido, desde el inicio de la Edad Contemporánea, la divulgación y proyección de la importancia de otros eventos, nuevamente las contribuciones españolas a los problemas mundiales han quedado soterradas largo tiempo, pese a un número de lecciones como ésta, imprescindibles de recrear desde el pasado. La Expedición científica conocida como la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna de la Viruela, o Expedición Balmis (por el Dr. Francisco Xavier de Balmis, quien fue encargado de la dirección del proyecto), durante diez años —entre 1803 y 1813— desarrolló un proyecto medico-sanitario de inmunización a escala intercontinental, anticipándose a otros proyectos globales en el mundo contemporáneo. Y constituye un fenómeno, aunque conocido y estudiado a grandes rasgos, no suficientemente investigado desde múltiples archivos locales, provinciales y na-

Grabado de evolución de viruela, según Jacques-Louis Moreau de la Sarthe, Traité Historique et Pratique de la Vaccine, (Paris,1801); trad. de Balmis como Tratado histórico y práctico de la vacuna (1803).

cionales de las antiguas posesiones del Imperio español en diversos continentes; además de ser una epopeya médico sanitaria no suficientemente divulgada en nuestras sociedades “globalizadas”.

Un proyecto arriesgado, articulado por una administración eficaz Este proyecto hispánico fue de hecho el primer esfuerzo científico e institucional, que se conozca con estas dimensiones —frente a una propagación del vacilo de la viruela— en la intervención frente a una epidemia letal y aterradora: en cuanto a su incidencia de mortalidad y en los supervivientes, el deterioro biológico (lesiones, ceguera, desfiguraciones) y el impacto adverso en demografías expansivas, como entonces era la europea y en otro nivel la hispanoamericana. El proyecto expedicionario supuso una generalización de la vacuna y su uso sistemático, como un primer intento de carácter masivo, para la


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Inoculación de vacuna de viruela, según Origen y descubrimiento de la Vaccine, de Chaussier (Madrid, 1801).

Salida de Expedición de la Vacuna del Puerto de La Coruña (nov. 1803).

contención de una epidemia y la introducción de inmunizaciones programadas en las poblaciones. Toda una epopeya científica ésta y un antecedente médico-sanitario, que dice mucho de la preparación hispana, con organización y control meticuloso, para solucionar cuestiones todavía actuales e importantes, como: la contención masiva de la propagación incontrolada de contagios y otras cuestiones, como la profesionalización de la salud pública, las transferencias de tecnología, la protección de asuntos de investigación, o la evaluación de la eficacia de vacunación, el registro meticuloso de datos, de la seguridad sanitaria y sus costes. Hay que decir ante todo, que aquel proyecto podría haber naufragado o encallado, de no tener —como dispuso el Imperio hispánico— un bagaje previo de más de 50 años, de experiencias y de organización de equipos de expertos científicos y gestores coloniales, fomentadas a través de expediciones científicas transatlánticas, que permitieron al Estado borbónico disponer con anterioridad y en los primeros años de aquel siglo XIX, de suficientes iniciativas, cuadros y previsiones materiales, técnicas, y de pericia geográfica, social e institucional.1 Por lo que cuando se preparó la Expedición que debía llevar —por mares y tierras— reserva continua de linfa de vacuna, para la inoculación masiva en poblaciones de tres continentes, el proyecto estaba maduro para que fuese sistemático, garantizado y eficaz. Y fue un plan en el que se pusie-

ron a trabajar, desde al menos tres años antes, las Secretarías de Estado, el Consejo de Indias, la Armada y las distintas administraciones virreinales y coloniales; y que supuso en movimiento transatlántico y transpacífico, siguiendo órdenes precisas, tanto en la metrópoli como en las colonias hispanas (además del traspaso ocasional a otros ámbitos, como el británico en el continente asiático, donde llegaron equipos médico-sanitarios españoles). Hay que constatar que hubo tentativas previas de “variolización” por inoculaciones —aunque nunca fuesen populares realmente— con un método poco garantizado de contagio inducido, en España y los territorios americanos de la Corona española, desde 1722 (aunque tal método de intervención de la epidemia, no fuese practicado realmente hasta el último tercio del s. XVIII).2 En América, a medida que se producían brotes epidémicos periódicos, también hubo variolizaciones esporádicas: entre 1756–57 y de nuevo, 1782 y 1796 (Bogotá);1765 (Santiago de Chile); 1766 (Caracas); 1777 y 1797 (Lima); 1779 y 1797 (México); 1780 y1794 (Guatemala); 1792 (Puerto Rico); 1797 (Paraguay); aunque con fracasos notables en todas aquellas tentativas.3 Hasta que llegó la invención del método de inoculación del médico británico Jenner, mediante introducción en las personas de variedad benigna de linfa de viruela que inmunizaba frente al vacilo. Una versión abreviada de su método y encuesta de 1798,

1 Cfr. Alejandro R. Díez Torre, Tomás Mallo, Daniel Pacheco Fernández, and Ángeles Alonso Flecha, coords., La ciencia española en ultramar. Actas de las I Jornadas sobre España y las expediciones científicas en América y Filipinas, Madrid-Aranjuez, Ateneo de Madrid-Doce Calles, 1991; Alejandro R. Díez Torre, Tomás Mallo, y Daniel Pacheco Fernández, coords., De la ciencia Ilustrada a la ciencia Romántica. Actas de las II Jornadas sobre España y las expediciones científicas en América y Filipinas Madrid-Aranjuez, Ateneo de Madrid-Doce Calles, 1995.

2 Cfr. en Arnold C. Klebs, “The Historic Evolution of Variolation,” Bulletin of Johns Hopkins Hospital,1913, 24 : 69–83 3 Cfr. en Francisco Guerra, Epidemiología americana y filipina, 1492–1898, Madrid: Ministerio de Sanidad y Consumo, 1999: 379, 389, 393, 396, 408, 414, 419, 424 y 429; así como vid. Marcelo Frías Núñez, Enfermedad y sociedad en la crisis colonial del Antiguo Régimen. Nueva Granada en el tránsito del siglo XVIII al XIX: las epidemias de viruelas, Madrid, CSIC, 1992: pp. 66–68 (especialmente, Bogotá); También vid. Juan B. Lastres, La salud pública y la prevención de la viruela en el Perú, Lima, Ministerio de Hacienda y Comercio, 1957: pp. 39–45 (especialmente, Chile y Perú).

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Imagen del médico Edward Jenner (1749-1823), descubridor de la vacuna de la viruela y un autógrafo del mismo.

apareció divulgada en el ámbito español por el Semanario de Agricultura y Artes en 1799; y mientras se practicaban vacunaciones siguiendo esta metodología4, desde 1800 (en Madrid, Cataluña, Navarra y el P. Vasco), fueron publicados desde 1801 docenas de informes, tratados y boletines, en los que se traducían informaciones sobre esta vacuna de la viruela; siendo intensamente seguidas también por sueltos y editoriales de prensa de periódicos, que entonces tenían alguna circulación (en España y América, donde se sabe que también atrajo la atención y fueron leídos con atención). De forma que ya en marzo de 1803 —y frente a dificultades de traslado de la vacuna a América- el mismo rey, en cuya familia había habido contagios, encareció a su Consejo de Indias la valoración de un sistema de transporte efectivo y asequible de linfa de vacuna, de España a América y el Pacífico. Como consecuencia, tuvieron lugar los preparativos y la organización de una Expedición de la vacuna de la viruela, que debía partir de la Coruña hacia el Caribe, así como arbitrar un sistema planificado de vacunaciones desde el equipamiento metropolitano.

4 Vid. Luis S. Granjel, Historia de la medicina española, Barcelona, Sayma, 1962: 115.

Una afortunada selección técnica del equipo médico-sanitario, así como una opción práctica de creación de reservas de linfa —a través de grupos de niños, con traspaso de vacilos atenuados de viruela, mediante la trasmisión brazo a brazo; así como la previsión de periodos de incubación en los pequeños, de defensas y reservas de vacuna— resultaron una solución asequible, para el traslado y la renovación de reservas de vacuna en largos viajes y en distancias continentales. Como afortunado fue el especial tino de las autoridades metropolitanas, para seleccionar el jefe de la expedición científica —el médico cirujano Francisco Xavier de Balmis y Berenguer— y sus auxiliares: el cirujano José Salvany Lleopart; el médico-cirujano M. Julián Grajales Gil de la Serna y el cirujano Rafael Lozano Pérez. El resto del equipo expedicionario de siete sanitarios de apoyo —de médicos, enfermeros, practicantes y rectora de huérfanos, para el cuidado del grupo de niños de reserva de vacuna— desarrolló tareas de entrenamiento de sanitarios y médicos locales, así como llevó el control de vacunas e inoculaciones en poblaciones y áreas extensas y remotas de Ultramar. Todo el plantel sanitario de la Expedición de la Vacuna, no solo estuvieron expuestos a riesgos y accidentes u otras incidencias sanitarias en remotas latitudes, sino que a menudo se encontraron inmersos en los conflictos y luchas por la independencia de los pueblos, así como algunos de ellos perecieron o se quedaron para siempre en los territorios coloniales o independientes. Pero el despliegue médico-sanitario que llevó a cabo la Expedición de la Vacuna marcó un hito en las campañas antiepidémicas a partir de entonces, precisamente por el adelanto de sus previsiones organizativas, de medios, de personal, por la concientización, divulgación e implicación masiva de poblaciones hasta los confines hispánicos y más allá, hacia otras culturas. La maquinaria del Estado imperial en España fue reclamada para diseñar toda una organización preventiva y expedicionaria de vacunas. Comenzando por las altas Secretarias de Estado borbónicas, cinco áreas departamentales del gobierno metropolitano —Estado, Finanzas, Armada, Guerra, Gracia y Justicia (hoy diríamos Beneficencia y Justicia, que incluía asuntos sanitarios)— se pusieron a trabajar en: la preparación material de la Expedición, sustentada inicialmente en navíos de la Armada; en prevenir la vigilancia o inspección, desde varias ramas de gobierno; pagar gastos de expedición y sala-


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de costes para las poblaciones; entrenamiento de médicos o sanitarios locales y administración correcta de la vacuna; junto con la organización central y regional de Juntas de Vacunación en los distintos territorios, que preservasen y distribuyesen la vacuna, además de llevar bien ordenados registros de inmunizaciones en poblaciones, para posterior investigación.6 Por su parte, las autoridades en las colonias españolas en América y Asia recibieron órdenes de proporcionar apoyo logístico a la Expedición e informar a las poblaciones sobre los beneficios de la vacuna e impulsar vacunaciones. Resultó increíble que el gobierno español entonces, con problemas políticos y económicos que soportaba en 1803, tanto como por la lentitud de comunicaciones como por los conflictos en mar y tierra, pudiese distribuir con tal éxito la vacuna a través del mundo.

Cartilla de vacunar, de Joseph Morales (Puebla, México, 1805).

rios —simultáneos, en España y Ultramar— en cualquier lugar donde los agentes desarrollaban misiones; en la apertura de líneas de crédito hacia donde se hiciera necesario; solicitar proposiciones y ofertas desde diversos ámbitos, e incluso prever evaluaciones por expertos del desarrollo expedicionario, con capacidad de modificar los planes para proyectos. Todo ello, doscientos años antes de la globalización actual, y con vigilancias y controles: técnicos —por ejemplo, sobre la Junta de Cirujanos de Cámara del Rey— o administrativos y de gestión —como desde el Consejo de Indias— que podían pedir o emitir informes, desde las autoridades coloniales al centro metropolitano.5 Mientras que, una vez aprobado el proyecto expedicionario —y asumido su coste— con Francisco Xavier de Balmis como director, en junio de aquel año, éste propuso una ruta expedicionaria de la vacuna hacia el Caribe y México, seguido de un curso marítimo hasta Lima —y una bifurcación con expediciones terrestres— hacia Quito, Chile y Buenos Aires; para continuar después el curso expedicionario hacia Filipinas. Un plan sistemático el de Balmis que detallaba la logística y los servicios médicos y de enfermeros del equipo; y estaba dirigido a cubrir tres objetivos: vacunación general y libre 5 Vid. José Antonio Escudero, Los cambios ministeriales a finales del antiguo régimen, Sevilla, Universidad de SevillaTusquets, 1975: 9, 35–37. Francisco Javier Puerto Sarmiento, Ciencia de cámara. Casimiro Gómez Ortega (1741–1818), el científico cortesano, Madrid: CSIC, 1992.

Un curso expedicionario de vacunas e inmunizaciones, a escala global entre continentes Disponiendo de un Imperio planetario como era el caso de España, el proyecto científico fue nada menos que el de anticiparse y poner a salvo la salud entre continentes, de amplios sectores de la población de fines del s. XVIII y comienzos del s. XIX, amenazados por la propagación acelerada del vacilo de la viruela. Promoviendo inmunizaciones a base de vacunaciones, pero también fomentando la institucionalización de medidas sociales, institucionales y médicosanitarias, a medida que iban avanzando los equipos científicos en los distintos escenarios americanos y asiáticos. Y todo ello, como resultado del esfuerzo de una expedición financiada por el Estado y sostenida por la Armada real, así como las autoridades coloniales: que fueron progresivamente implicadas, desde la llegada de los barcos con las dotaciones médico-sanitarias, previendo “reservorios” de vacilos en grupos de niños inoculados, y las instrucciones institucionales —protocolos— de vacunación y actuación convenientes. Desde el 30 de noviembre de 1803 —fecha en que Balmis y sus equipos zarparon de la Coruña en la corbeta María Pita- en ruta hacia América y después de las primeras escalas, desde Canarias a Puerto Rico, llegaron a Venezuela.

6 Cfr.en Michael M. Smith: “The ‘Real Expedición Marítima de la Vacuna’ in New Spain and Guatemala,” Trans. Am. Philos. Soc., 1974, 64 : 1–74, esp. pp. 13–16 (n. 15).

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Frco. X. de Balmis y Berenguer (Alicante, 1753-Madrid, 1819).

Cuando se producía una entusiasta colaboración de autoridades civiles y eclesiásticas, así como la receptividad de poblaciones iba siendo ganada, se producían vacunaciones en masa; como en marzo de 1804 y la Expedición Balmis en Venezuela: con 12.000 vacunaciones en menos de un mes, fue acompañada de un entrenamiento pormenorizado de médicos, así como distribuciones de vacuna a ciudades y regiones alejadas, junto a la creación de la primera Junta Central de Vacuna, que sirvió de modelo a otras en la América española.7 La Expedición con sus linfas de vacuna en reservas y traspaso entre grupos de niños portadores, llegó a México con el propio Balmis a la cabeza de un grupo; e incorporó la vacuna en el virreinato de la Nueva España (México), con Antonio Gutiérrez, sus sobrinos Antonio y Francisco Pastor Balmis (los Pastores: practicante y enfermero, respectivamente), Pedro Ortega, Ángel Crespo (enfermeros: muerto el primero en Manila, en 1806; el segundo en México, hacia 1850), la rectora Isabel Zendala y los niños embarcados en España (junto a sustitutos recientes desde Venezuela). Este grupo de niños huérfanos que habían sido portadores de la vacuna –llevados desde Galicia- fueron reemplazados por otro grupo autóctono y asentados aquellos en el Real Hospicio de Pobres de México capital (y la mayoría de ellos adoptados por maestros y 7 Vid. Ricardo Archila, “La Expedición Balmis en Venezuela [Parte I],” in IV Congreso Panamericano de Historia de la Medicina, Guatemala, Ministerio de Educación, 1970: 171–203 (esp. 173). También, José Esparza y Germán Yépez Colmenares: “Viruela en la Venezuela colonial: epidemias, variolización y vacunación,” en Susana Ramírez, Luis Valenciano, Rafael Nájera, y Luis Enjuanes: La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna: doscientos años de lucha contra la viruela, Madrid, CSIC, 2004: 41–60; 89–119.

comerciantes allí). Entre junio de 1804 y febrero de 1805, Balmis y ayudantes entrenaron a médicos de México capital y vacunaron a poblaciones propensas de pequeñas ciudades y muchas de las mayores de Nueva España: desde Mérida y Veracruz en el Este a Guadalajara en el oeste o Durango en el norte. Extendiéndose la campaña hacia misiones secundarias en Tabasco, Oaxaca, Chiapas o Guatemala, y misiones locales que alcanzaron pronto los confines del norte y noreste, en Sonora, Chihuahua y Texas. La red de juntas de vacuna y centros clínicos de vacuna extendieron las inmunizaciones al menos a 100.000 vacunados en México, y la mayoría de niños (del grupo de edad más susceptible a la viruela).8 Pero necesitaron tal dedicación de expedicionarios, que el médico-cirujano Antonio Gutiérrez y el enfermero Ángel Crespo, o la rectora de niños de vacuna Isabel Zendala, se quedaron en México de modo definitivo. Siendo los retornos a España infrecuentes: por muerte de expedicionarios en aquellas tierras o circunstancias de supervivencia; salvo los casos de Balmis y sus sobrinos, vueltos a España desde Filipinas y Macao en China en 1810 o más tarde, otro médicocirujano asistente de Balmis, Julián Grajales, que volvería a España desde Sudamérica en 1824. La sub-expedición dirigida por Balmis, una vez considerados alcanzados los primeros objetivos en México, decidió trasladarse por el Pacífico hacia Extremo Oriente, con su operativo de 26 niños mexicanos —aunque con compensaciones monetarias a sus padres y la promesa de su retorno— como reservorios de vacuna, en febrero de 1805. Con una travesía desde Acapulco (costa occidental de México) hasta el archipiélago de Filipinas, la sub-expedición tuvo un curso casi dramático, de malas condiciones de navegación —hacinamiento, raciones míseras, etc.— que solo salvaron la generosidad de miembros del pasaje y el rápido curso del viaje. Con su llegada a Manila en abril de 1805, se movilizó un inmediato plan de vacunaciones desde el primer día de la llegada expedicionaria, bajo el comisionado Antonio Gutiérrez para dirigir los trabajos en el Archipiélago. Mientras Balmis abandonó pronto Manila por motivos de salud, componentes del equipo expedicionario se internaron a través de las islas, además de las más importantes, Cebú, Mindanao y las Visayas (allí 8 Cfr. en M. M. Smith, “The ‘Real Expedición’”: 22–23; 49. y Patricia Aceves Pastrana y Alba Morales Cosme: “Conflictos y negociaciones en las expediciones de Balmis,” Estudios Históricos Novohispanos 1997, 17 : 171–200.


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alcanzaron la cifra de 20.000 vacunaciones). Al tiempo que se fundaba una Junta de Vacuna en la capital, Balmis se embarcó para llegar al continente asiático e iniciar una campaña de vacunaciones en China, empezando desde la colonia portuguesa de Macao (donde ese mismo año, se había anticipado y perdido una primera remesa de vacuna que fue restablecida; al igual que Balmis constituyó allí una Junta de Vacunación, encargada con la de Manila de abastecer otras zonas).9 En Guanzhou (Cantón, China), incluso sin apoyo de la Compañía Real de Filipinas, Balmis encontró la colaboración de la británica Compañía de la Indias Orientales: un apoyo que permitió hacer avanzar allí la campaña de la vacuna, en octubre de 1805; justamente cuando ambas armadas —la británica y la francoespañola— se enfrentaban en Occidente en Trafalgar. Para encaminarse Balmis en 1806 a través del Índico, y por el Atlántico de vuelta a España, hacer una pequeña escala en la isla británica de Santa Helena —en junio de 1806—; para llegar a Lisboa en agosto de ese año y ser recibido con todos los honores por Carlos IV en la corte en septiembre. Antes de que el equipo filipino y asiático de Balmis volvieran a España en 1806 o a México en 1807, la otra sub-expedición, bajo la dirección del subdirector José Salvany y su equipo, llevaron la vacuna por Sudamérica, desde Colombia, y Ecuador, a Perú y Bolivia, hasta la Patagonia chilena. Salvany se internaría en los virreinatos de Nueva Granada, Perú, y del Rio de la Plata (en el Alto Perú), acompañado por sus auxiliares Grajales, Lozano y Bolaños, así como cuatro chicos venezolanos que servirían como primeros eslabones de una larga cadena, de grupos sustitutorios de niños y reservas de linfa hacia Sudamérica. En una ruta expedicionaria terrestre, mucho más intrincada que la de su jefe y mentor, Salvany condujo su equipo por ríos, traspasó difíciles cumbres en largas caminatas por terrenos agotadores, a lomos de caballo, acémilas o a hombros de porteador y bajo duros climas recorrió territorios inmensos e inhóspitos, en plena efervescencia; hasta enfermar el propio Salvany pero —sin apenas descanso— quedar involucrado en las luchas independentistas (que comenzaron a generalizarse en los virreinatos 9 Cfr. en Isabel Morais: “Smallpox Vaccinations and the Portuguese in Macao,” Review of Culture, 2006, 18 : 113–24. Vid. también, Susana M. Ramírez Martín, La mayor hazaña médica de la colonia. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en la Real Audiencia de Quito, Quito, Ecuador, Ediciones Abya-Yala,1999), p. 287.

Busto de Balmis en la Fac. de Medicina de Alicante.

sudamericanos desde 1809). Las dificultades expedicionarias para el equipo de Salvany llegaron al dejar Cartagena en el mar Caribe y comenzar, en mayo de 1804, a remontar el río Magdalena en Colombia: enfrentándose a un azaroso curso, la sub-expedición hubo de sortear rescates de pasajeros y vacunas; enfrentando además rebrotes de viruela y división —a menudo— del grupo expedicionario para llegar a ciudades, pueblos y villorrios perdidos, con frecuencia asistidos por frailes misioneros. Así alcanzaron Bogotá en diciembre de 1804 y en medio de la campaña —hasta ocho sesiones— de vacunaciones, establecieron una red de juntas de vacuna, para prevenir la viruela y la fiebre amarilla en el virreinato de Nueva Granada. Cuando en mayo de 1805 el equipo de Salvany y su grupo de infantes con reserva de vacuna cruzaron los Andes hacia el sur, se encontraron nuevamente en interminables sesiones de vacunación, entrenamientos de médicos locales y organización de juntas de vacuna; multiplicando esfuerzos del equipo de la sub-expedición, desde Neiva, Popayán (mayo de 1805), Pasto, Ibarra y Quito

Autógrafo del expedicionario Manuel J. Gajate.

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Detalle del Registro de inmunizaciones en México, de Balmis (Puerto de Acapulco, México, 5-II-1806).

(julio de 1805), en la capitanía de Ecuador. Para pasar a las tierras del virreinato peruano, desde Ambato, Riobamba y Cuenca (octubre de 1805), Loja y Piura (diciembre de 1805), por Trujillo, Lambayeque, Cajamarca y Lima (mayo de 1806) en el Perú. Aunque se encontrasen en la capital del virreinato Peruano con la llegada —en una remesa de vacuna desde Buenos Aires— anticipada cerca de un año antes (agosto de 1805) en la forma de linfa seca de vacuna (que a finales de 1804 llegó a Bahía de Brasil, para pasar entre mayo y agosto de 1805 a Río, Montevideo y Buenos Aires).10 Con una gran contrariedad para Salvany —enfadado por encontrar una distribución de vacuna tan aleatoria, a la que estaban extrayendo beneficios: con médicos locales que se lucraban, además de cargar sus gratificaciones por vacunaciones— sin embargo pudo incrementar aún su crédito, y presentar —en noviembre de 1806— su tesis doctoral, en la Universidad de San Marcos de Lima. Una vez desarrollado su campaña en el centro del virreinato, José Salvany y su equipo prosiguieron los trabajos de la sub-expedición hacia el sur, internándose en el Alto Perú y el Altiplano boliviano. Saliendo hacia Cuzco, Ica, Nasca, y Arequipa —a donde llegó el grupo, en septiembre de 1807— se detuvieron un año después en Puno, para recuperar su salud por un ataque al corazón de Salvany, frente a las orillas del lago Titicaca (septiembre de 1808). Al tiempo que sus auxiliares, el médico-cirujano Julián 10 Al parecer, hubo tentativas de transporte de vacuna desde Brasil a Angola en África, que no fructificaron hasta 1819, según constataron Dauril Alden y Joseph C. Miller: “Out of Africa: The Slave Trade and the Transmission of Smallpox to Brazil, 1560–1831,” Journal of Interdiscip. Hist., 1987, 18 : 195–224, (esp. pp. 211–12). Vid. igualmente, Isabel Morais, “Smallpox Vaccinations and the Portuguese in Macao,” Review of Culture, 2006, 18 : 113–24; y S. M. Ramírez Martín, La mayor hazaña…: 323.

Grajales y el enfermero Basilio Bolaños, llevaban —en diciembre de 1807— los trabajos de la expedición a Valparaiso; y extendieron en un recorrido continuo norte-sur los esfuerzos de la sub-expedición y sus trabajos por la costa pacífica hasta Chiloé (en la Patagonia chilena, enero de 1812). Mientras el director de su grupo Salvany continuó a fines de 1808 por los territorios del virreinato de Buenos Aires; cuando efectuó su informe en La Paz —en marzo de 1809— daba cuenta de haber realizado en el Perú hasta 200.000 vacunaciones. Y no obstante incluir certificado médico de su muy precaria salud, todavía perfiló planes para continuar la expedición. Cuyo curso sin embargo concluyó para Salvany con su muerte en Cochabamba (actual Bolivia), el 21 de julio de 1810; después de haber efectuado la aplicación de los planes expedicionarios encargados por su director, a lo largo de unos cuatro mil km. del continente suramericano.11 Mientras unos de sus auxiliares, el cirujano Rafael Lozano Pérez, quedó solo en los Andes peruanos, entre 1807 y 1809 (el último dato es de Cuzco ese año). Pero todavía cuatro años después, y metidos en las vorágines independentistas de territorios centrífugos de la corona española en América, los supervivientes de la expedición Grajales y Bolaños volvían en 1812, desde el extremo sur de Chile al puerto del Callao en Lima.12 Desde hacía dos años, en 1810 y también devorada España por la lucha independentista frente a Napoleón, el director expedicionario Francisco Balmis —que fue nombrado inspector general, en España e Indias, de la vacunación 11 Vid. Miguel Parrilla Hermida: “Biografía del Doctor José Salvany Lleopart,” Asclepio, 1980, 32 : 303–10. 12 Cfr. en Susana M. Ramírez Martín: La mayor hazaña médica de la colonia. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en la Real Audiencia de Quito Quito, Ecuador, Ediciones Abya-Yala,1999: 419.


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de la viruela— fue enviado de nuevo a América. Llegando a México aquel año, Balmis se internó en el país —que había perdido la vacuna de la viruela de las campañas anteriores— a la búsqueda de una linfa indígena de vacilos de vacuna, para reintroducirla en la Nueva España. Siendo el propio Balmis quien avisó —y reclamó— contra los preparativos insurreccionales de independentistas, que el 16 de septiembre de 1810 iniciaban las luchas por la independencia mexicana. Y el veterano médico tuvo que regresar precipitadamente desde Morelia (Valladolid de Michoacán entonces) a México capital. Para encontrarse de nuevo metido en plenas hostilidades en agosto de 1811: mientras Balmis esperaba en Xalapa para llegar al puerto de Veracruz, la región fue invadida por independentistas; y resultó único posible interlocutor, entre defensores civiles lealistas a la corona e insurgentes heridos y cautivos. Finalmente, en 1813 pudo retornar a España; para ser nombrado, en 1815, cirujano de cámara por Fernando VII y académico de Medicina, en 1816; muriendo en Madrid de sesenta y cinco años, el 12 de febrero de 1819.13 Mientras en el otro extremo sudamericano, el último superviviente de la Expedición de la Vacuna inicial, el médico-cirujano Manuel Julián Grajales, en Chile tuvo que improvisar una vida supletoria: el que fuera primer asistente de José Salvany en la Expedición de la Vacuna, fue capturado por los insurgentes chilenos en 1813, y obligado a incorporarse como médico militar a sus unidades; permaneciendo en Chile hasta 1824; momento en el que —con su vuelta a España— continuó su carrera como cirujano militar hasta 1847 (y luego hasta su muerte, en 1855). Aunque el enfermero que le acompañaba en la Expedición, estuvo datada su permanencia en Santiago de Chile, en 1814.14 Siendo muy verosímil que ninguno de los miembros de las dos sub-expediciones se volvieran a encontrar, los dos grupos expedicionarios fueron desde su separación independientes, pero habitualmente procedieron casi similarmente. Con independencia de tener alguno de los expedicionarios muerto en acto de servicio (Pedro Ortega en Manila, José Salvany en Cochabamba, Bolivia), desde su separación en el Caribe americano ambos grupos podrían haberse desviado por igual del plan original de la 13 Cfr. en Susana M. Ramírez Martín, La mayor hazaña médica…: 287. 14 Cfr. en Enrique Laval Manríquez, “La viruela en Chile”, Anales Chilenos de Historia de la Medicina, 1967–1968; 9–10: 203–76 (esp. 276).

Expedición. Principalmente, por difíciles circunstancias encontradas en su curso expedicionario: no tanto frente a políticos locales, sino por estallidos de viruela o determinantes de estructuras geográficas, rutas y paces en territorios donde se encontraron cumpliendo su misión científica. Lo que impresiona todavía de aquella hazaña científico-sanitaria, no es solo el desenvolvimiento de la Expedición Balmis entre la limitación de medios, las posibilidades también limitadas —y lentas— del sistema de transportes de la época, o la precariedad o voluntariedad de poblaciones tan distantes —y distintas— para el acceso y la propagación de la vacuna de la viruela. Lo que sorprende aún más, es que los diez años del proyecto expedicionario se llevasen a cabo pese a todo y su enormidad, en medio de una época turbulenta como pocas –la de las guerras napoleónicas y el arranque independentista en la Península y sus colonias ultramarinas; con peligros y acciones piráticas, guerras navales o persecuciones en los mares, por navíos ingleses o franceses (las otras dos grandes Marinas de la época: sitúese el lector en el ambiente enrarecido, de encuentros, guerras navales, o refriegas de flotas en todos los mares en la época de Trafalgar); o bien, en medio del dislocamiento y los desafíos de las sociedades coloniales, empeñadas en sus procesos independentistas. Como se ha llegado a comprobar, en las actividades de prevención de la viruela en México —entre 1797 y 1840— o en S. Luis de Potosí —desde 1805 a 1821— contrariamente a lo esperado, los servicios de vacunación no fueron una rápida víctima de las guerras por la Independencia (la vacunación fue constatada que continuó en San Luis de Potosí, aunque irregularmente, hasta 1821; con el salvamento de toda una generación de niños en Guanajuato, Mexico, triunfaron en la preservación de la vacuna y evitaron epidemias durante 25 años después de la llegada de la Expedición Balmis). Pero la Expedición de Balmis de la vacuna frente a la viruela representó —y fue de hecho— la primera campaña de vacunación mundial, con todas las características de un tal proyecto moderno: fue centralmente planeada y ejecutada por personal especializado, asignado exclusivamente a ese cometido, con objetivos que incluían una amplia difusión, a corto plazo entre poblaciones y áreas geográficas, y una institucionalización a largo plazo de los servicios de vacuna, en escenarios imposibles americanos, pacíficos o asiáticos.

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Una primera campaña con proyección mundial de vacuna antiepidémica. Resultados médico-sanitarios y de preservación de sociedades hispánicas Aunque la hazaña a lo largo de mares y continentes, ejecutada por un equipo español médico-sanitario, acompañado de grupos de niños portadores de vacilos de vacuna, centró la atención de cronistas y estudiosos en un número de ocasiones, sin embargo no ha alcanzado aún —de modo integral— trabajos comprensivos y abarcadores: acerca de lo que supuso como proyecto organizado, dotado de objetivos fuertes, métodos y logros consistentes y contrastados, de su ejecución en un sinnúmero de situaciones sociales y culturas locales o regionales; de sus vicisitudes y alcances históricos. Y sobre todo la Expedición Balmis no ha generado suficientes estudios, como un precedente de las modernas campañas de vacunación masiva. Justo en los términos que caracterizó a la Expedición Balmis de la Vacuna de la Viruela —en 1969— el historiador médico venezolano Ricardo Archila, como “una de las pioneras entre las medidas sanitarias a escala internacional, que se distingue por ser la primera [centralmente] dirigida, y como campaña sistemática con consideraciones epidemiológicas”. Siendo efectivo que, a partir de 1804 —a solo seis años de la publicación del descubrimiento de Jenner en Inglaterra— y en gran parte gracias al proyecto expedicionario de Balmis, reservas de linfa de vacuna de la viruela comenzaron a extenderse por Europa y alcanzaron América, India, China, las Indias Orientales, y Australia; a través del alcance o impacto de iniciativas o agentes gubernamentales, de sociedades e iniciativas individuales. Y aunque desde 1800, Gran Bretaña estaba introduciendo en su ejército y armada —e incluso en territorios coloniales, como la India: fue una de los primeros viajes de la vacuna, al embarcarla hacia Baghdad y Basora hasta India, donde llegó en1802— el traslado de linfa y vacunación de viruela eran muy diferentes operaciones a las campañas de inmunización de la sociedad civil (y de hecho, vacunaciones masivas de indios civiles estarían más en la naturaleza de una campaña como en la Expedición española). Una comparación extensa de la mezcla entre factores políticos y sociales, creados en ambos proyectos médico-sanitarios con las introducciones de la vacuna por británicos y españoles enfrentadas en sus respectivas —y casi coetáneas— experiencias, nos llevarían a muy diferentes contextos (en parte, con impli-

caciones económicas y casi-religiosas diferentes en la India: donde la viruela era un mal antiguo y persistente o en Australia británica; comparados ambos casos con la débil resistencia encontrada en la América Hispana). Y no fue inicialmente concebida allí como una campaña organizada y más en un primer alivio; planteada como una entrega individual y de contactos locales, más que operando de un modo oficial.15 Aunque en otras partes —en Europa y dominios británicos fuera de ella— la vacuna contra la viruela fue introducida, incluso con ligera antelación en algún caso a la implantación de la misma en el imperio hispánico de Ultramar, no cabe duda de que la implantación preventiva de la vacuna en otros continentes tuvo un impulso decisivo gracias a España y su capacidad organizativa y médica. La vacuna fue introducida por los británicos en sus ejércitos y armada naval en 1800 —no fue efectiva, por obligatoriedad hasta 1802 en el ejército; o hasta 1811 en su armada— mientras masas de población autóctona extra-europea en años se mantuvieron lejanas a la vacuna de la viruela (p. ej. en la India, donde había sido introducida en 1802). Para entonces, gran parte de las sociedades autóctonas del imperio hispánico estaban ya adquiriendo inmunizaciones gracias a campañas sin pausa de la Expedición Balmis desde España. Llegando a evaluarse —solo hasta 1812— en más de medio millón de vacunaciones; pudiendo alcanzar una tercera parte más, las realizadas directamente por los equipos expedicionarios españoles entre América y Extremo Oriente.16 En cualquier caso, la protección que la Expedición proporcionó a cientos de miles de vacunados respecto a la infección —o la viruela más severa— para la época pude considerarse un logro espectacular (aún careciendo de cuadros 15 Vid. Peter Razzell: The Conquest of Smallpox: The Impact of Inoculation on Smallpox Mortality in Eighteenth Century Britain, Firle, Sussex: Caliban Books, 1977, pp. 133, 23. También, Catherine Mark y José G. Rigau-Pérez, su trabajo “The World’s Firts Inmunization Campaig: the Spanish Smallpox Vaccine Expedition, 1803-1813”, en Bulletin of the History of Medicine, The Johns Hopkins Univ. Press vol. 83, 1 (2009): 85. 16 Cfr. en Michael M. Smith: “‘The Real Expedición Marítima de la Vacuna’ in New Spain and Guatemala,” Trans. Am. Philos. Soc., 1974, 64 : 1–74; p. 49 (y n. 15). En Nueva España (México), por ej. se calcula que unos 100.000 vacunaciones fueron efectivas en el periodo de la Expedición (un 20% de las que podrían haberse beneficiado de la vacunación). Mientras que Grajales por sí mismo –en la Subexpedición de América del Sur dirigida por Salvany- comenta haber alcanzado personalmente las 400.000 vacunaciones en un década, desde el Caribe a la Patagonia.


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estadísticos completos de vacunaciones, de poblaciones totales o de proporciones de población susceptible; de frecuencias de vacunación por clases y razas o de frecuencias de casos de viruela en los años siguientes, con los que valorar los resultados últimos de la Expedición). Expuesto en términos modernos, los resultados (de decisiones u opciones elegidas, a partir de implantaciones expedicionarias) del curso emprendido por la Expedición de la Vacuna de la Viruela, con la ejecución del proyecto de Balmis fueron: los que tuvieron que ver con la calidad de la vacuna y la seguridad sanitaria (de carácter clínico); los relacionados con los fondos previstos, centralización, especializaciones de equipos, institucionalización de sus iniciativas, que harían viables las sesiones de vacunaciones (o de articulación de administración sanitaria); los que tuvieron que ver con una cobertura extensa, y vigilancia de la enfermedad, a través de territorios (con relación al orden epidemiológico); en fin, el carácter de la protección de vacunados y su consentimiento al tratamiento (que guardaban relación con un orden ético). 17 Algo que fue característico desde aquella Expedición, y que desde entonces se puso en práctica de forma crucial, fue la comparación en las vacunaciones —entre vacunaciones locales y las efectuadas por la campaña de la Expedición— para probar la eficacia de las inmunizaciones (con la falsación por comparación, acerca de la eficacia de la vacuna administrada con protocolos o prototipos diferentes, en intentos distintos: determinando desde las poblaciones, paciente a paciente y según resultados, qué persona resultaba inmune a la viruela y cuál presentaba reacción típica a la vacuna, que probaba la ineficacia de una inoculación anterior). Con la introducción de su idea comparativa de vacuna e inmunización real en pacientes concretos, Balmis desde entonces dio un paso de importancia crucial en cada campaña de vacunación. Hay que considerar que se trató de un proyecto de vacunación llevado a cabo con un nuevo método —que no requería la inmunización de toda la población susceptible— por una Expedición itinerante, en fases sucesivas

17 Vid. Emili Balaguer i Perigüell: “La historiografía científico-médica sobre Balmis y la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna,” en La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna: doscientos años de lucha contra la viruela, ed. Susana Ramírez, Luis Valenciano, Rafael Nájera, and Luis Enjuanes, Madrid: CSIC, 2004, pp. 41–60.

de cobertura (para que la vacuna se conservara eficaz, mediante la transmisión brazo a brazo).18 En el contexto histórico en que se desarrolló la Expedición de la Vacuna de la Viruela, hubo fuerzas sociales —con nuevos actores sociales, como técnicos sanitarios, funcionarios y consumidores— y físicas, que proporcionaron asistencia o resistencia para la adopción del nuevo sistema (que requería la multiplicación de técnicos y equipos de vacuna). Pero el desarrollo de la campaña de vacunación produjo una clara transferencia tecnológica —muy destacada para su director, Balmis— como en las modernas campañas, con cuatro secuencias temporales: decisión de proceder e intervenir con un nuevo método en el curso de la epidemia (como atestiguan múltiples esfuerzos, tanto en el centro metropolitano como en las periferias, incluso de importar la vacuna antes de la llegada de la Expedición); adquisición de destrezas y experiencias válidas (incluidos equipos adecuados, guías y aprendizaje correctos, a través de obras científicas y divulgativas, como las traducciones de Moreau por Balmis, asegurando la estricta adopción de las prácticas de Jenner); innovación o primer uso local de protocolos de vacunación efectivos; difusión de la vacuna en poblaciones y territorios, replicando la innovación por encima de tiempos y geografías diversas. Estando además marcada la campaña por una tensión severa, a medida que avanzaban los últimos años, por conflictos entre los nuevos actores sociales de la vacuna y la sociedad jerárquica colonial o en ebullición independentista (en cuyas luchas, la campaña expedicionaria de la vacuna y la misma vacuna fueron una de sus víctimas en algunos territorios coloniales). Aunque se constató que los equipos expedicionarios españoles anotaron cuidadosamente el número de vacunaciones; midiendo procesos y atajando ocasionalmente el control de brotes álgidos y repuntes de la enfermedad; con la protección consiguiente de viruela severa de cientos de miles de vacunados. 18 Vid. Susana M. Ramírez Martín: La mayor hazaña médica de la colonia. La Real Expedición Filantrópica de la Vacuna en la Real Audiencia de Quito, Quito,Ecuador: Ediciones Abya-Yala,1999; así como José Tuells y Susana M. Ramírez: Balmis et Variola. Sobre la Derrota de la Viruela, la Real Expedición Filantrópica de la Vacuna y el esfuerzo de los Inoculadores que alcanzaron el final del azote, con observaciones particulares al periplo vital Balmasiano, Valencia, Generalitat Valenciana, 2003. También vid. de Catherine Mark y José G. Rigau-Pérez, su trabajo “The World’s Firts Inmunization Campaig: the Spanish Smallpox Vaccine Expedition, 1803-1813”, en Bulletin of the History of Medicine, The Johns Hopkins Univ. Press vol. 83, 1 (2009).63-94.

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