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Retrato de Julio Caro Baroja. Obra perteneciente al Ateneo de Madrid

Centenarios


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In Memoriam

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Daniel Pacheco

Julio Caro Baroja en el Ateneo de Madrid Extracto de la Tertulia de Rebotica “Pío Baroja y los farmacéuticos”

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ío Baroja, amén de ocupar uno de los primeros puestos entre los grandes novelistas que haya dado la literatura española, reúne una serie de circunstancias que le acercan al mundo de la Ciencia, y de una manera especial al de las Ciencias de la Salud. Y es que, aunque sólo llegara a ejercer durante dos años, Baroja fue médico, y estuvo a punto de encaminarse hacia el mundo de la Farmacia. La impregnación científica se manifestará en su producción literaria, y los cuadros y personajes médicos y farmacéuticos abundarán a lo largo de su obra. Presentó como es habitual la Tertulia Juan Manuel Reol: “Celebramos hoy otra Tertulia de Rebotica en homenaje a un escritor español: ‘ Pío Baroja. Hablar de tertulias de rebotica y hacerlo a la vez de Pío Baroja es estar en una sintonía evidente. Pío Baroja fue médico, tuvo una profesión muy cercana a la nuestra y mostró una tendencia muy clara hacia lo que es la profesión de boticario. Comentaba con don Julio antes de empezar, que en un momento determinado estuvo muy tentado de estudiar Farmacia en la medida en que hacia esta profesión le encaminaba un profesor de la Facultad muy experto en análisis de aguas. Además recordaba también que Pío Baroja en algún momento, incluso en alguna de sus novelas, se transmutó en un personaje con perfiles autobiográficos, en un personaje farmacéutico que vive una determinada experiencia en París. Lo recoge Urreiztieta en su libro «Tertulias de Rebotica». Hoy en homenaje a Pío Baroja hacemos esta tertulia donde traemos a Julio Caro Baroja, un español singular. Académico de no sé cuantas aca-

demias, historiador, investigador, escritor, vasco universal. Yo algunas veces digo que seguramente por esa confianza con el planeta, usted don Julio se pone el mundo por montera, y va por ahí diciendo lo que cree que hay que decir con una gran sencillez. Es historiador de la ficción y de la realidad. Uno de sus últimos libros en el que deshace muchos mitos y leyendas está en ese borde de temas relacionados con la brujería, ha estado siempre en ese filo de la navaja entre lo que es historia y lo que es leyenda para dejar siempre las cosas claras. Le decía también que, habida cuenta de que ha desmitificado a Bernardo del Carpió, eso no se lo voy a perdonar porque recuerdo que de pequeño hacía unas comedias, y no sé porque razón en una de ellas, que representamos ante nuestras familias o en el colegio, no recuerdo, yo era Bernardo del Carpió. No hace falta que señale al auditorio que a mi en las comedias me gusta ser Bernardo de Carpió y en las tertulias me gusta ser el moderador, lo que ocurre es que una vez que don Julio ha dicho que Bernardo del Carpió era una leyenda, pues yo creo que va ser realidad eso de que muchas veces contesto cuando me preguntan. Hoy entre nosotros están dos habituales: Margarita Arroyo y Raúl Guerra, -premio al mérito literario latinoamericano obtenido muy recientemente-, y además, Javier Viar, persona tal vez menos conocida en este Ateneo pero que sin duda nos acompañará más veces, que ha sido en su momento presidente del Colegio de Farmacéuticos de Vizcaya, a quien siempre le ha gustado todo aquello que se relaciona con el Arte, y que recientemente ha obtenido el premio Pío Baroja del Gobierno de Euskadi, y tenemos


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Tertulia de Rebotica. Participantes:: Pedro Carrero, catedrático de Literatura de la Universidad de Alcalá de Henares Julio Caro Baroja, escritor y sobrino del Homenajeado; Javier Viar, farmacéutico y escritor; Margarita Arroyo, directora de Pliegos de Rebotica; Miguel Tormo, farmacéutico; Raúl Guerra Garrido, escritor y farmacéutico. Moderador: Juan Manuel Reol

también al profesor Pedro Carrero Heras, catedrático de la Universidad de Alcalá y uno de los mas importantes estudiosos de la literatura española contemporánea. Pedro Carrero además de catedrático hay que decir que ha escrito todos los libros que ustedes quieran, ha colaborado con Américo Castro en algunas de las obras de este ilustre historiador español como «Españoles al margen», ha sido redactor del «Diccionario Histórico de la Lengua Española» y colaborador del «Vocabulario Científico-Técnico» de la Real Academia de Ciencias Exactas Físicas y Naturales.

Y por último Miguel Tormo, farmacéutico, que un buen día estaba en la última fila, y yo le hice una invitación y dijo -Yo de esto no sé nada, yo de lo que sé es de Pío Baroja-, y le hemos tomado la palabra, y por consiguiente Miguel Tormo hoy también está aquí. Nos ha dicho que venía un poco erosionado seguramente porque venía de hacer una dieta rica en colesterol, tengo entendido. Don Julio, usted pone el principio, cuando usted quiera”. El sobrino del novelista homenajeado, Julio Caro Baroja, antropólogo y toda una personalidad en el mundo de la cultu-

ra, se puso a disposición de los asistentes para aclarar las dudas que pudieran surgir a cerca de su tío: “En mi vida me encuentro que tengo que hablar de gentes allegadas a mí y a mi experiencia familiar, pero esto a veces resulta reiterativo y otras no sabe uno a qué atenerse. Hay un momento en que dudo si lo que estoy diciendo es algo que está en la realidad absoluta o en el ámbito del mito de lo que ha ocurrido en la vida propia, y es natural que así pase cuando hay muchos años de experiencia por medio y encuentro una indeterminación entre lo


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que he pensado o lo que he imaginado, o lo que he creído que es verdad por una experiencia objetiva y lo que es producto de una imaginación que con la edad va siendo mayor”. Margarita Arroyo, farmacéutica y asidua participante en estas Tertulias, planteó el tema de la mujer en la obra de Baroja, y la presunta misoginia del genial novelista: “De Pío Baroja siempre se ha dicho que era misógino, fama no sé si bien ganada o injusta. Al leer su obra me he encontrado con que quizá lo fuera menos. A lo largo de su obra tiene unos mil y pico personajes femeninos diferentes, y en muchos a la mujer se le trata mal, incluso tiene algunas frases muy peyorativas sobre ella, que no tiene personalidad, ni cultura, ni amor propio. Hace retratos muy duros, toma como figuras femeninas la alcahueta, la prostituta, la falsa, la egoísta pero de repente aparecen unos personajes tiernos, trabajadores, encantadores, unas mujeres dulces, aunque no abundan en la bibliografía de Baroja. No abundan las mujeres que a él le gustaban, retrata las que no le gustan. Las trata muy mal, pero a esa mujer especial que a él le gusta, arquetipo, y que a lo mejor no encontró pero que siente dentro, la retrata muy bien y con unos toques tiernos. Es la mujer inteligente, paciente, no es necesario que sea guapa ni que tenga buen tipo. Nos encontramos con un personaje tan encantador, tierno y trágico a la vez como es Lulú en El árbol de la Ciencia, que es fea y la trata mal la vida. No encuentra cariño ni siquiera en su madre, su familia es un tanto oscura, lucha contra la sociedad, y sin embargo, encuentra el amor. Es como si fuera un romántico frustrado, como si nunca hubiera encontrado ese ideal que busca y por tanto a veces se deprime, se enfada y agrede a esa mujer que no es como él quiere. Para desmitificar ese misoginismo de Baroja voy a leer un retrato de una chica tierna que se llama Maribelcha, que significa María la negra, y dice -Te llaman Maribelcha, María la negra, porque naciste el día de los reyes no por nada más. Te llaman Maribelcha y eres blanca como los corderillos cuando salen del lavadero, y rubia como las mieses doradas del estío, me pareces tan hermosa. Dicen que tu cara está morena por el sol, que tu pecho no tiene relieve, quizá sea cierto pero en cambio tus ojos tienen la serenidad de las auroras tranquilas del otoño y tus labios el color de las amapolas entre los amarillos trigales-”

Pedro Carrero centró su intervención en las relaciones de Baroja con la Ciencia y la Universidad, y destacó en él su intensa fe en el quehacer científico: “La impresión de Baroja cuando llega a la Universidad es decepcionante. Lo explica tanto en sus memorias como en sus obras, con ese estilo tajante según el cual a veces bastan dos ó tres trazos para reflejar una realidad bastante sórdida. Es muy conocida su relación con algunos profesores. El preparatorio servía tanto en Medicina como para Farmacia. Luego un amigo de él, Carlos Venero, hizo que Baroja se decidiera por la carrera de Medicina, pero aprobó todas las asignaturas en ese preparatorio menos la Química, y nos cuenta que fue a ver a un pariente suyo que le recomendó. Fue así sin demasiada voluntad, y nos muestra su sorpresa cuando gracias a esa recomendación aprobó la Química”. Y dentro de la relación con el mundo universitario, el profesor Carrero recordó el conocido enfrentamiento de Baroja con el catedrático Letamendi cuando, al ser interpelado por éste acerca de su opinión sobre el concepto y finalidad de la Medicina, respondió don Pío con una concepción alejada de lo que eran los postulados letamendianos, lo que le costó tener que aprobar la asignatura más tarde en Valencia. De su admiración por la Ciencia, el contertulio citó las palabras de Baroja en una conferencia pronunciada en la Casa del Pueblo de Barcelona, en 1910 -La Ciencia en política es revolución. Yo no llamo revolución a herir o matar yo llamo revolución a transformar y para eso hay que declarar la guerra a todo lo existente, aunque no tenga autoridad para ello permitid que os diga: trabajad por la expansión del espíritu revolucionario, que es el espíritu científico, difundidlo, ensanchadlo, propagadlo-. Novelista y farmacéutico, Raúl Guerra describió el don narrativo de Baroja como pieza clave para valorar y comprender su obra: “Retomando a don Pedro, la relación de Baroja con la Ciencia sí que la hace recaer, en la misma novela, en uno o dos personajes farmacéuticos y les hace portadores de que la Ciencia es la evolución, y como unos don hilariones ilustrados dice: que la Ciencia avanza una barbaridad y que es el progreso. A mí me recuerda a un personaje de Madamme Bovary, quizá el personaje farmacéutico de la literatura universal más famoso, pero sin esa fogosidad flauvertiana.


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De la relación con los farmacéuticos no hay mucho que decir, pero como farmacéutico que escribe sí puedo hablar de mi relación con Baroja. Y me gusta decir que mi relación con Baroja fue una amistad íntima, tremenda, fue uno de mis principales amigos de mi infancia y al que nunca llegué a conocer personalmente. Los verdaderos amigos de los lectores son aquellos escritores que amamos con los que llegamos a tener una gran compenetración. Por una casualidad después de la guerra en la biblioteca de mi padre se habían salvado sólo dos autores, que eran Rómulo Gallegos, y Pío Baroja. Con Rómulo nunca llegué a identificarme, a pesar de que me maravillaba, y sin embargo Baroja me agarró profundamente, y después leyendo las «Memorias de un hombre de acción» supe que yo escribiría más tarde. Como novelista he tenido preocupaciones de todo tipo, qué es el estilo, cómo pueden engranarse los personajes dentro de una trama, y creo que la estructura es lo principal. Sin embargo, después de tantos años me sigue gustando Baroja con la misma intensidad, cuando es más desestructurado que un traje de Adolfo Domínguez, cuando los caracteres de Baroja se suceden rápidos y en una misma página te deslumbra con dos ó tres cosas diferentes. Creo que dada la crítica literaria actual y el criterio que se sigue, probablemente Baroja no hubiese publicado hoy nada, y sin embargo ahí está, con grandes detractores y grandes defensores. ¿Dónde está ese mérito?. Para mí, en cuanto a la novela, es en el don narrativo, una fuerza, una expresividad narrativa que o se tiene o no se tiene, y que no sólo ha acompañado a su novela sino incluso a su persona. Me hizo mucha gracia en su centenario cuando se puso una placa en la casa donde había nacido en San Sebastián, y que al final la placa tuvo que ponerse en la casa de al lado porque el vecino que habitaba ahora el piso no lo permitió. Me parece además estupendo que pasen ese tipo de cosas hasta con una placa, porque quiere decir que estás vivo y que esa fuerza sigue funcionando” Miguel Tormo, por su parte, manifestó: “Yo que soy simplemente boticario, quiero manifestar mi agradecimiento por haber sido llamado a este cenáculo de forma inmerecida, y mi admiración por estar entre personas tan destacadas”. Aludió en su intervención al libro El árbol

de la Ciencia, elogiando la postura de Baroja acerca del progreso y del estudio. A continuación el último premio Baroja del Gobierno vasco, Javier Viar, tomó la palabra y dijo:”Se ha hablado de la relación de Baroja con la Farmacia, pero hay otros novelistas de la época o anteriores como Galdós que se preocupan de la Farmacia. Y la Farmacia aparece en toda esa novelística, sobre todo en la realista, porque era una época en la que estaba muy implicada en todo el tejido popular que recogen estas novelas. En cualquier caso, no sé si hay algún estudio sistemático de las relaciones entre la Farmacia, el medicamento o las drogas con la literatura española, pero sería muy interesante desarrollar ese tema. Alguna vez he encontrado cosas muy curiosas al respecto y puede ser un estudio muy interesante y rico, desde Calderón, desde la Celestina hasta nuestros días. En Galdós, desde luego aparece por todas partes e incluso con implicaciones arguméntales muy fuertes. Hay novelas en las que los medicamentos, la Farmacia y las recetas forman parte de la trama de una manera muy dramática. Quería recoger otro misterio que tiene Baroja del que has hablado tú, Raúl, y que parece ser que es el que a los escritores nos interesa, porque coincidimos en esa interrogación. Baroja es uno de los escritores de los que quizá se digan más cosas, y es más, cosas que teóricamente son contrarias a lo que debe ser una novela o a lo que debe ser un novelista. Fue un novelista muy opinador, pero no sólo en los artículos de prensa, es un opinador sistemático en casi todas las novelas. Opina de todo, de las mujeres, la política, los movimientos sociales, la prensa, el clero, etcétera. De una manera muy pormenorizada a través de los diálogos de los propios personajes, incluso en escenas de amor o en las de noviazgo, se están contando los unos a los otros la opinión expresa sobre el mundo que les rodea, lo cual en principio parece que sería un defecto novelístico importante. Utiliza a unos personajes que expresan lo que él quiere decir. Con todos estos elementos qué es lo que ocurre en la novela de Baroja que tiene tanto atractivo, qué pasa para que Baroja sea un autor tan enraizado en el destino del ser humano y que produce una vibración tan fuerte, como muy pocos, en el lector. Si toda esa construcción es endeble, con personajes a los que se les

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acusa muchas veces de ser de cartón-piedra, con toda esa trama de opiniones que pueden entorpecer lo estrictamente novelístico, qué misterio hay en Baroja para que tenga esa fuerza, ese aroma de un autor. Lo importante en un autor, y sobre todo en un autor de creación, es ese aroma profundo que queda en los entresijos de las palabras, y que es el mensaje profundo de la manera de existir que tiene esa inteligencia, y eso Baroja lo derrocha a raudales. Puede haber otros autores, incluso entre sus contemporáneos, que puedan ser estilísticamente más brillantes o con una tramazón ideológica más rocosa como Unamuno. Pero ninguno de ellos tiene el aroma profundo que emana de Baroja” Acerca de estas opiniones vertidas por Javier Viar acerca de Baroja, Raúl Guerra Garrido quiso contestar señalando: “El don narrativo que está en Baroja sin embargo en Valle es muy obvio, y Unamuno no lo tenía en absoluto. El dolor puede ser la esencia de la Medicina pero como el amor es la esencia de la Poesía y de la Literatura. Cuando le preguntaron a Baroja cuál era el secreto de la novela, él dijo detalles, detalles, detalles”. Juan Manuel Reol interrogó al sobrino del escritor sobre la opinión que tenía acerca de la tan comentada misoginia de Baroja, a lo que éste respondió: ”Creo que esto es un tópico y puede basarse en las circunstancias de que mi tío permaneció soltero toda su vida. En su vida hubo unas experiencias femeninas largas y curiosas que no están del todo bien aclaradas. Mi tío de joven allá por el año mil ochocientos noventa y tantos, era un hombre áspero e hiriente y en cambio de viejo era la persona más suave y más ardiente que he conocido, así que cuando se habla de un autor que ha vivido muchos años y que ha escrito en muchas facetas de la vida hay que determinar si lo que escribió fue lo que escribió lo hizo a los 30 años o a los 70. Creo que esto no se hace demasiado en la crítica literaria, la idea del hombre y la circunstancia en que está escrita una cosa y en el momento también histórico en que se escribe. Es decir, que la visión que pudo tener mi tío de España en el noventa y tantos o cuando empezó a escribir de médico de pueblo, a la visión que tiene al filo de los setenta es muy distinta y creo que esto es un defecto que en la crítica literaria no se pone de relieve”.

Enfermedades que podía tener el país, me refiero a las enfermedades morales y a las físicas, y en ese sentido es una crónica muy exacta. Otros autores de la generación del 98 reflejan con otra estética, Valle refleja con la estética de la corte de los milagros de la época de Isabel II pero con una estética que no tiene que ser menos expresiva”. Acerca del estilo barojiano, el mismo contertulio señaló: “El estilo de Baroja como todos sabemos es sorprendente porque es aparentemente desaliñado, en largos párrafos o capítulos. Luego tiene sus momentos de exaltación lírica más o menos contenida y sin embargo su efecto es tan expresivo que el estilo no nos puede parecer como algo negativo ni comparable con otros miembros de la generación del 98, o a lo que vendría después, con el 14 y las primeras vanguardias. Es como un albacea muy fiel de la realidad de su momento a partir de un estilo certero de verdadero cronista”. En un animado coloquio, surgieron diversas preguntas. Así la referente a la visión barojiana de su época, si fué un reflejo auténtico de ella o bien resulta distorsionada. Pedro Carrero respondió: “Yo creo que es un fiel reflejo, además lo dijo Ortega en un estudio muy conocido sobre Baroja cuando señala que dentro de cincuenta años para tener una visión objetiva de cómo es la sociedad española de esa época tendremos las novelas del escritor. Si pensamos en el período que va desde el desastre y la guerra civil española, la visión que nos ofrecen de la realidad las novelas de Baroja creo que se aproxima mucho a todas las enOtro de los contertulios fue Juan de la Serna, veterano farmacéutico, que también se unió al diálogo abierto con el público: “Yo fui gran lector de Baroja en mi juventud, y aún le recuerdo en mi época de estudiante paseando por la calle Alcalá con su boinilla y su bufanda. Quisiera contar una anécdota que he leído en Ortega y Gasset hace muchos años, pero que le retrata. Cuenta que en una reunión, al final se les hizo firmar a los presentes en un libro. Después de haberlo hecho varios, firmó Baroja, y lo que puso fue:

-Pío Baroja hombre humilde y errante-”.


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