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REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015
Humanidades
José Siles Artés
El poeta Ortega y Gasset
M
irando por el retrovisor de la historia, los escritores de la Generación del 14 se nos aparecen, por lo menos al que esto escribe, como una constelación de especial brillantez de estilo. Pueden encontrarse otros rasgos más o menos comunes, pero el del arte de la escritura, la sutileza, la precisión y el dominio de los registros semánticos, sobresalen a primera vista. Son en general escritores artífices y, llamativamente, uno de los más destacados, que hasta podría ser considerado como el más significativo, fue José Ortega y Gasset, no en puridad un literato, sino un filósofo. Para gozar del estilo literario de Ortega y Gasset, para leer amorosamente los regalos metafóricos que sucesivamente nos va dejando, estimo especialmente apropiado su famoso ensayo, “Notas del vago estío”, sobre todo los apartados iniciales. Explícitamente, los capítulos IV a IX inclusive, abordan sus “Ideas de los castillos”, mientras que los capítulos I, II y III constituyen una introducción de corte literario, antes de meternos en harina. El arranque del capítulo I, titulado “En el viaje”, nos marca ya un tono de sobresaliente riqueza metafórica: La gran delicia, rodar por los caminos de Castilla! Como la tierra está desnuda, se ve a los caminos en cueros ceñirse a las ondulaciones del planeta”. Se lanzan de cabeza, audazmente, por el barranco abajo, y luego, de un gran brinco elástico, ganan el frontero alcor y se adivina que siguen su ruta cantando alegremente no se sabe qué juventud inalterable adscrita a ellos. Hay momentos en que, sobre los anchos paisajes, amarillos y rojos, parecen la larga firma del pintor
Tras imágenes tan bellas, ni se nos ocurre renunciar al viaje que implícitamente se nos propone. Mágicamente, la palabra de nuestro guía va engalanando un paisaje naturalmente yermo e inhóspito. Y los caminos cobran vida y conciencia en las encrucijadas, donde se sienten perplejos: “¿Qué camino tomará el camino?” De pronto, una avería. El escritor la llama una panne, palabra en otro tiempo muy usada. ¿Qué fue de ella? Las pannes las sufrían las personas de elevado nivel social, las pocas que tenían “automóvil”, y casi seguro que chauffer también. Aunque aquí se le alude con el término de “mécanico”, quien se pone a trabajar, “súcubo” bajo el coche. ¡Súcubo! Magnífico cultismo que nos deja anonadados. Y además, no en verdad bajo el coche, sino “bajo la panza del coche”, gráfica metáfora. Durante la obligada interrupción nos enteramos de que van unos niños en la excursión, los cuales desparecen. ¿Dónde se habrán metido? Alarma de don José, de esta tan aérea manera expresada: “... lo torvo del escenario actúa con breves escalofríos en la médula”, Ya estamos en marcha otra vez, la desolación del paisaje queda también atrás y una más acogedora región, Tierra de Campos, se abre al paso de los viajeros, sin que a nuestro guía se le olvide ejercer su excepcional talento metafórico: “Por todas partes, oro cereal que el viento hace ondear marinamente. Náufragos en él, los segadores, bajo el sol tórrido, bracean para ganar la ribera azul del horizonte”. En el capítulo II, “Soportales y lluvias”, la descripción de una tormenta de verano, es fruto sin duda de una pluma en estado de gracia: