Semblanzas

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REVISTA PANACEA. FEBRERO 2015

Humanidades

F. A. del Arco *

Semblanzas

E

l presente espacio, nace con el nombre de SEMBLANZAS, pues desde estas líneas voy a tener el honor de hacer llegar a los lectores de la revista digital PANACEA esta sección dedicada a exponer las biografías condensadas de personajes (más o menos conocidos), que han sido los pilares de una época; en este caso, el siglo XIX, tantas veces llamado el siglo de los descubrimientos científicos y los inventos, representando un verdadero alborear para la mayor parte de las ramas de las ciencias y en resumen, de casi todo el saber humano; lo es esencialmente en lo que se refiere al arte de curar las enfermedades, rodeado hasta entonces de un halo casi místico. La terapéutica, había pasado desde las prácticas de brujos y hechiceros a las manos de sangradores y purgadores que encontramos todavía hasta finales del siglo XVIII. En pocos años, y gracias al gigantesco desarrollo paralelo de la química, la fisiología y la bacteriología, el arte de curar se encuentra convertido en auténtica ciencia. La química analítica va consiguiendo aislar en estado de pureza los principios activos de las drogas; en 1806 se aisló la morfina, en 1818 la estricnina, la quinina en el 20 y la atropina en 1833. La química sintética, logra imponerse cuando el profesor Wöhler, discípulo del genial Berzelius, consigue en Göttingen [AlemaniaBaja Sajonia] (olim, Gotinga) la síntesis de la urea, en el año 1820. El espectro de la fuerza vital como elemento indispensable para la obtención de cuerpos orgánicos en el laboratorio, desaparece y renace con toda su pujanza la química

del carbono. No mucho después (1831), Liebig y Sobereing al descubrir el cloroformo, preparaban el avance de la terapéutica quirúrgica. Claudio Bernard, Magendis, Brown Squard y sus discípulos, fueron estudiando desde los recién creados laboratorios de fisiología el apasionante misterio del funcionalismo de los seres vivos. Pasteur, a mediados de siglo XIX comienza a publicar sus estudios sobre las bacterias, colocando así los cimientos de la doctrina etiológica de las enfermedades infecciosas. El eminente investigador Rudolf Buchheim, discípulo de Magendis; ya puede con todo honor, inaugurar su profesorado de terapéutica en la ciudad universitaria estoniana de Tartu [Dorpat en alemán]; en aquellos momentos se preparó la fundación en Estrasburgo [Francia] del primer Instituto de Farmacología (año 1887). No es de extrañar que los hombres de estas generaciones sumergidos en el torbellino de los apasionantes descubrimientos, vivieran tan transcendentales momentos con plena conciencia histórica, y que su inquietud espiritual tratara por todos los medios de mantenerse al corriente de los progresivos avances y aún contribuir a ellos en la medida de sus fuerzas intelectuales y físicas.. Tal era el ambiente, cuando dos de estos hombres, el farmacéutico: Ernst Christian Friederich Schering (31-V-1824), y el químico Friederich Bayer (6-V-1825), pasaron a convertirse en los pilares de la ciencia química industrial, una de cuyas ramas más señeras fue la farmacología. En esta exposición, se va utilizar el orden cronológico del nacimiento de nuestros personajes y por ello será citado en primer lugar:


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