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Entrevista a Norma Maray

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Por Fernando Narvaez Magíster en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente de la Universidad Católica de Chile

Norma Maray es Directora de Seguridad Ciudadana en Peñalolén y Coordinadora Cooperación Descentralizada / Encargada del departamento que diseña, implementa y evalúa el plan comunal de seguridad ciudadana, referente a la prevención social y situacional del delito.

Pareciera que vivimos en un mundo que cada vez muestra más signos de intolerancia e inseguridad ¿de qué manera esto impacta en las ciudades?

En primer lugar, es cierto que la intolerancia e inseguridad –entre otras percepciones que determinan acciones– impactan a las ciudades de diversas formas, pero es importante considerar que las ciudades y su conformación afectan también el comportamiento humano, generando acciones y reacciones de intolerancia e inseguridad. En este sentido, lo planteado no es unidireccional, sino más bien un espiral de causas y efectos, que debemos mitigar en cuanto a sus efectos negativos.

Ahora bien, la convivencia no es fácil, más aun cuando el crecimiento de las ciudades es tan rápido como el que hemos visto no solo en Santiago, sino en las distintas ciudades del país durante los últimos 20 años. A ello se debe sumar la llegada de muchas personas a las grandes ciudades provenientes del sector rural o ciudades pequeñas del país, así como también de personas de diversas nacionalidades.

Por ello, las ciudades deben contar con estrategias que permitan mejorar los procesos de inserción y convivencia ciudadana de modo de evitar acciones y agresiones derivadas de la intolerancia en todo ámbito, ya sea racial, sexual, religioso, por nivel socioeconómico, etc., y también las incivilidades de todo tipo que pueden generar conflictos vecinales, afectando directamente la calidad de vida de los vecinos involucrados y con el pasar del tiempo del entorno cercano.

La convivencia se convierte entonces en el gran desafío para evitar la intolerancia y también la percepción de inseguridad, ya que este último se genera, entre otras cosas, por el temor a lo desconocido, a un otro que es «distinto», y a la sensación de no contar con quien nos apoye y proteja en momentos de urgencia, y es probable que uno de los factores que fomentan la intolerancia sean los prejuicios que emergen del desconocimiento.

Este ha sido el móvil de la Dirección de Seguridad Ciudadana de la municipalidad de Peñalolén durante muchos años: generar espacios de interacción y vinculación entre vecinos. Sobre todo, considerando el importante crecimiento de condominios cerrados que corren el riesgo de convertirse en barrios burbujas, sin ningún tipo de contacto con el entorno, perdiendo así los lazos de asociatividad comunitaria y aumentando la inseguridad e incluso el nivel de tolerancia a extraños. Y como la otra cara de la moneda, es posible observar los conjuntos habitacionales básicos, en donde el hacinamiento también aporta su grano de arena en los procesos de convivencia que determinan la seguridad que pueden sentir las personas en la vida cotidiana. Ambas realidades son parte de lo urbano, de la ciudad.

Finalmente, es evidente que el surgimiento de estos sentimientos, pueden llegar a convertirse en agresiones directas entre personas, pero el desarrollo urbano y la conformación de la ciudad –incluso su planificación– aportan a generar situaciones que permiten la proliferación de este tipo de sentimientos. El desafío es abordarlos adecuadamente desde diversas aristas, entre ellas aspectos situacionales que apuntan no solo al mobiliario urbano, sino al diseño de ciudad que construimos.

¿Cuáles son los factores físicos o espaciales que afectan la percepción de seguridad? ¿Existen otros? (por ejemplo, sociales o culturales)

Es posible diferenciar –entre otros– factores situacionales de aquellos de índole social. Los primeros tienen relación con cuestiones cotidianas, como luminarias en mal estado, sitios eriazos, espacios públicos deteriorados (como plazas, parques, calles, pasajes, etc.). Es decir, cuando el entorno en el cual habitan las personas no tiene una buena iluminación por las noches y existe basura o desuso de espacios públicos por su deficiente mantención, es normal la percepción de abandono e inseguridad. Si a ello se suma, por ejemplo, consumo problemático de alcohol u otras sustancias en espacios públicos, la percepción de inseguridad se acentúa aún más.

Sin embargo, los aspectos situacionales y de deterioro del entorno no son los únicos que aportan a la inseguridad. Existen factores de índole social o incluso de capacidades físicas, por esta razón la población con mayor inseguridad corresponde a grupos vulnerables como tercera edad.

En este contexto, es menester señalar que la percepción de inseguridad no se genera únicamente por delitos o violencias, sino también por la composición del entorno, en donde existen factores situacional, sociales y culturales que determinan la percepción de temor.

¿Podría definir el concepto de violencia urbana?

Seguramente existen múltiples definiciones de violencia urbana. Sin embargo, podría definirla como cualquier tipo de agresión y/o daño de tipo físico, psicológico, simbólico o emocional que en su causa tiene características de convivencia urbana. Por ejemplo, la violencia derivada de conflictos por hacinamiento, delitos violentos en zonas comerciales, violencia en

transporte público, violencia producida por conflictos en el espacio público y una infinidad de focalización de violencia en espacios con características propias de una ciudad.

Con esto no se pretende minimizar las problemáticas de violencia que ocurren en zonas rurales, sino focalizar en las especificidades de la urbe y los tipos de violencia que emergen de ella.

¿Es la violencia urbana uno de los principales factores del abandono del espacio público tradicional?

Seguramente es uno de los factores, pero creo que existen muchos otros que han aportado al abandono del espacio público en igual o mayor medida: la percepción de inseguridad, el cambio de las dinámicas familiares (preferencia por visitar centros comerciales, por ejemplo), la mala utilización de los espacios con infinidad de incivilidades, o la falta de funcionalidad dependiendo el uso que quiera dar cada vecino en base a sus necesidades.

Ahora bien, cuando existen barrios en donde una de las principales problemáticas es la violencia urbana, efectivamente es esta la razón por la cual los vecinos dejan de utilizar el espacio público por los riesgos o conflictos que significa hacerlo.

¿En qué medida el Estado y la agenda pública han trabajado con el tema de la seguridad en las ciudades? ¿Es prioritario?

En el último período se ha iniciado un proceso de focalización en lo local que me parece correcta. Es decir, mirar lo que pasa en los territorios, lo que las personas que ahí viven perciben en cuanto a su seguridad, por sobre las estadísticas. Y en este sentido la modificación a la Ley Organiza Constitucional de Municipalidades y los Planes Comunales de Seguridad Pública me han parecido un aporte en la agenda en esta materia.

Sin embargo, existe una falencia importante en cuanto al abordaje de la seguridad de la ciudad, ya que en la actualidad quienes se hacen cargo de la seguridad son las instituciones de seguridad y justicia, además del Gobierno Central y Local, pero los Gobiernos Regionales, si bien tienen un rol simbólico y un pequeño presupuesto para estas labores, no asumen un rol de coordinación de las políticas de seguridad existentes en la ciudad, siendo esta una falencia importante.

El estado de Chile ha funcionado con una mirada centralista en cuanto a desarrollar programas que se ejecutan en lo local, pero la «mirada de ciudad» ha estado ausente, tanto en el desarrollo de proyectos, como en la asignación de recursos, en donde las comunas deben «competir» en vez de asociarse y «compartir».

El intendente Orrego dio cuenta de esta situación y por ello fomentó la participación de diversos actores de la ciudad en los Consejos del Proyecto Santiago Resiliente. Ya que esta situación no se genera de forma exclusiva en materia de seguridad, sino en todo orden de cosas. Dando cuenta de la importancia de la coordinación y planificación de la ciudad y sus servicios, ya sean en materia de seguridad, vivienda o transporte.

Una de esas iniciativas será el trabajo conjunto en torno a la Alameda de la Comunas de Providencia, Santiago y Estación Central, cuyo proceso de trabajo se inició con tres Alcaldes (Josefa Errazuriz, Carolina Tohá y Rodrigo Delgado) y continúa con los Alcaldes actuales, (Evelyn Matthei, Felipe Alessandri y Rodrigo Delgado).

Ahora bien, respecto a si es prioritario abordar la seguridad desde una perspectiva de ciudad. Efectivamente es prioritario. Hoy nadie se preocupa de diseñar planes de prevención de violencia y delincuencia en paraderos del Transantiago, por ejemplo, porque nadie tiene una responsabilidad directa de la seguridad en estos espacios (menos al interior de los buses), y esto es un tema de ciudad, que lo debe abordar y coordinar la ciudad.

¿Cuáles podrían ser las externalidades de tener una ciudad con altos índices de violencia?

Las externalidades de una ciudad violenta son muchas, y van desde una baja en la inversión internacional hasta una disminución del interés turístico, que se traducen finalmente en impactos económicos negativos, además de su afectación a la imagen de la ciudad y el país.

Sin embargo, me parecen importantes aquellas consecuencias internas de la violencia urbana, que tienen relación con segregación social, apatía y desconfianza con las instituciones, afectación a la calidad de

vida cotidiana de los ciudadanos, falta de oportunidades educacionales, de trabajo, de ocio y recreación, etc.

Cuando la ciudad posee altos índices de violencia su cohesión se ve afectada producto de la desconfianza constante.

Respecto a lo anterior, ¿en qué escenario se encuentran las ciudades chilenas? ¿Son ciudades violentas o el Estado ha logrado dar respuesta ante esta problemática?

Existen distintos tipos de violencia. En término generales y en comparación con otras ciudades de la región, evidentemente la ciudad de Santiago goza de seguridad si la limitamos a la tasa de homicidios, que es la base sobre la cual se compara la seguridad de las ciudades.

Esto no quiere decir que Santiago no posea problemas de seguridad como cualquier ciudad: robos, incivilidades, maltratos, etc. Sin embargo, el nivel de violencia, que usualmente es el que provoca mayor percepción de temor en la población, no es tan alto como en ciudades de países vecinos.

Insisto, en que efectivamente tenemos problemas y grandes desafíos por abordar.

Ahora bien, respecto a la respuesta del Estado, siempre hay cosas por hacer y mejorar. Pero el gran desafío en la actualidad es generar un cuerpo policial efectivo y eficaz, capaz de atender las demandas de la ciudadanía.

En base a lo anterior, el Plan Cuadrante de Carabineros posee falencias importantes, las cuales son focalizadas, por la misma institución, principalmente en la dotación policial insuficiente. No obstante, estas falencias de eficiencia y efectividad también se vinculan a las capacidades y enfoques del modelo de actuación policial.

En este sentido, el trabajo que se realiza a través del Modelo de Interacción Policía Comunidad (MICC) es un avance en cómo el estado acerca a los cuerpos policiales (de control) a la ciudadanía desde una perspectiva colaborativa de coproducción de seguridad, que es justamente sobre la cual se basa la política de seguridad del municipio de Peñalolén.

Una policía de proximidad que cuente con la dotación adecuada podría incidir en la disminución de la violencia en la ciudad.

También falta realizar un fuerte énfasis en las causas de la violencia, y en ese sentido el estado está más que al debe. Cuando se analiza el presupuesto de la nación en materia de seguridad, se divide en un 90% para el ejercicio del control o de la persecución penal, que es el último eslabón en la cadena de la violencia y un 10% para incidir en las causas sociales que provocan y promueven la violencia.

¿Peñalolén cuenta con algún plan para la prevención de delitos o para el incremento de seguridad?

Peñalolén es una comuna que durante muchos años realiza un trabajo orientado a la prevención del Delito y las Violencia. En este contexto, la Dirección de Seguridad Ciudadana ha buscado constantemente mejorar y abordar diversas problemáticas de la comuna con el fin de incidir en las causas de ella.

Por otra parte se considera el enfoque del abordaje de la seguridad desde la coproducción, la articulación de las coaliciones asociadas a la prevención y control del delito y las violencias, especialmente el fomento de la participación y compromiso ciudadano para con su entorno. Sin embargo, hoy nos enfrentamos al desafío de una comuna muy diversa en cuento a nivel socioeconómico, lo que trae consigo características

diferentes de los delitos que pueden ser víctimas nuestros vecinos, por lo cual se han desarrollados diversos programas de abordaje en base a las distintas problemáticas que se presentan dependiendo del sector. Por ejemplo, existen lugares en los cuales hay portonazos y lugares en los que su probabilidad de ocurrencia es mínima; en otros lugares, el problema son las incivilidades o el microtráfico de drogas con sus problemas asociados. Como así también existen delitos transversales.

En base a ello, Peñalolén se ha hecho cargo de su realidad generando acciones que puedan prevenir o disminuir la ocurrencia de ilícitos, violencias y sensación de inseguridad.

¿Cuál es el modelo de trabajo?

En la actualidad, la dirección cuenta con tres departamentos: Gestión para la prevención (que agrupa los diversos programas en una área de Atención Especializada y un área de promoción orientada a la prevención universal); Coordinación intersectorial y fiscalización (con un área de fiscalización móvil y sistema de televigilancia y otra de coordinación con instituciones de seguridad y justicia), y; la Unidad Técnico Metodológica (con tres áreas: un observatorio que se encarga de la gestión y análisis de datos, un área de asesoría técnica, para las diversas demandas y necesidades de áreas internas, y un área de innovación, encargada de vinculaciones y acuerdos de colaboración con otras instancias nacionales e internacionales, así como de presentar propuestas de trabajo innovadoras en la comuna)

Finalmente, ¿cómo trabajar para la reducción de la violencia? ¿Es desde lo local? ¿O se da en escalas superiores?

La violencia urbana se presenta en diversos escenarios: al interior de la familia, la escuela, el trabajo, la vecindad o el barrio, el transporte, e incluso en ocasiones proviene desde el Estado. Por lo cual el trabajo para reducir su frecuencia también posee diversos puntos de partida.

Sin embargo, en términos generales, entendiendo la violencia como agresiones físicas o verbales directas, es necesario abordarla desde el espacio local. Cuando las agresiones no constituyen delito, las experiencias de la mediación comunitaria y vecinal son importantes, porque ayudan a nuestros vecinos a dialogar, empatizar y comprender al otro, a escucharse y en definitiva a resolver conflictos cotidianos de forma adecuada, es decir, sin violencia de por medio.

Pero también existen otras realizadas de violencia que son mucho mayores, vinculadas al crimen organizado en el caso de tráfico de drogas o de trata de personas que deben ser abordadas desde instancias superiores, como son las policías. En definitiva, es necesario generar categorías de violencia que permitan entregar lineamientos de abordaje pertinentes y oportunos, ya que la violencia urbana es un concepto demasiado amplio para encasillarlo desde un único enfoque.

Todo lo anteriormente dicho, tiene relación con un abordaje reactivo. Es decir, concretizada la violencia, en donde se pueden incorporar aspectos de acompañamiento psicológico, social, médico, jurídico, etc., según el tipo de violencia.

Y por otro lado, se encuentra el abordaje preventivo de las violencias. En este sentido, el trabajo con las familias es fundamental: la sensibilización sobre aspectos de convivencia, herramientas de crianza, espacios de utilización del tiempo, política de abordaje del hacinamiento, oportunidades de desarrollo personal y profesional, son algunos elementos que permiten el desarrollo de las personas de forma adecuada, fungiendo como factores de protección. Y estos elementos deben abordarse con una estrategia nacional que se adapte a las particularidades de los territorios y sus dinámicas cotidianas.

En cuanto a los delitos mismos, la estrategia debe ser territorial, ya que las características de los sectores son distintas, por esta razón la idea es agrupar a los vecinos de un mismo territorio que tienen problemas similares y en conjunto con las coaliciones asociadas al control y prevención del delito establecer un plan que de cuenta de la violencia urbana en ese territorio con el enfoque ya definido de coproducción de seguridad. ¶

Proyecto escala en recuperación de Silos. Fuente: Elaboración propia

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