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Violencia simbólica en Estación Central

Uno de los impedimentos que tienen ciertos grupos para participar en una controversia urbana en igualdad de condiciones es lo que Bourdieu define como violencia simbólica. La violencia simbólica consiste en la imposición de ciertas convenciones discriminatorias, ocultando las relaciones de poder que permiten dicha injusticia (Castán Broto, 2013). Los individuos que sufren la violencia simbólica la aceptan, porque no la reconocen como tal (Castán Broto, 2013).

En una controversia urbana, quienes comprenden las normas que regulan la planificación urbana, las tendencias del mercado inmobiliario o la forma en que se diseña y construye una edificación, pueden excluir fácilmente a quienes no manejan estos temas. Pero además, estos individuos son los que establecen cuáles son los conocimientos necesarios para participar del debate, definiendo así quién queda en mejores condiciones para deliberar.

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La construcción de torres hiperdensas en la comuna de Estación Central, en Santiago de Chile, durante los últimos años, es un caso que refleja la violencia simbólica que puede producirse en el marco de una controversia urbana.

La proliferación de torres se produjo en un sector de la comuna que estuvo regulado por el antiguo Plan Intercomunal de Santiago (PIS), plan que se elaboró antes de que se distinguieran los ámbitos de acción de la planificación comunal e intercomunal en la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones. El PIS, establecía ciertas normas que hoy se definen a escala comunal y no intercomunal. Cuando este se derogó al publicarse el Plan Regulador Metropolitano de Santiago (PRMS), en el sector comprendido entre las avenidas Exposición, 5 de Abril, Las Rejas y Ecuador quedaron sin establecerse ciertas normas urbanísticas de nivel comunal, como la altura máxima permitida.

Luego, se aplicó en el sector una norma urbanística de forma errónea. Se autorizó la construcción de proyectos con un sistema de agrupamiento de edificación continua, que ocupa todo el frente predial, a pesar de que para que dicho sistema pueda aplicarse a un proyecto, debe estar definida la altura máxima permitida en la zona en la que se construye (División de Desarrollo Urbano MINVU, 2016). Esto significó la edificación de proyectos que ocupan prácticamente todo el terreno disponible, sin límite de altura. Las razones para buscar maximizar la constructibilidad de los proyectos se explica por la buena ubicación de los mismos en la ciudad y consiguiente la demanda por vivir en la zona.

La polémica sobre las torres hiperdensas se desató luego de que comenzaran a circular en redes sociales fotografías que mostraban la desproporción entre las nuevas construcciones y las edificaciones antiguas en los barrios en que se emplazan. A esto le siguió una serie de notas y reportajes sobre la vida en esas torres, evidenciando sus problemas de habitabilidad e impacto en la ciudad.

Las dificultades vividas por los habitantes de las torres y sus vecinos son violentas de diversas formas. Al poco tiempo de darse a conocer el caso, muchos pasaron a referirse a las torres como guetos verticales, término inexacto si se considera su origen (Wacquant, 2013) y estigmatizador. Si bien es cierto que las deficiencias en el diseño de las torres pueden fomentar problemas sociales necesarios de relevar, en este caso el uso del término quiso ser más que nada una advertencia, que marginalizó gratuita e innecesariamente a los habitantes del sector. A poco de iniciarse la discusión, los afectados ya partían con una desventaja.

Por otra parte, la discusión se ha centrado en la legalidad de los permisos de edificación otorgados

«La construcción de torres hiperdensas en la comuna de Estación Central, en Santiago de Chile, durante los últimos años, es un caso que refleja la violencia simbólica que puede producirse en el marco de una controversia urbana»

y de las deficiencias de la planificación comunal. Sin duda es necesario aclarar este punto para evitar que la norma se vuelva a aplicar erróneamente y fortalecer la planificación en el área. Pero también hay que reconocer que llevar la discusión a este ámbito la transforma en un tema técnico y complejo, en que los afectados por la construcción o problemas de diseño de las torres son los que tienen las mayores dificultades para organizarse y contratar equipos legales, si los comparamos con inmobiliarias, constructoras o gobiernos locales, que cuentan con una estructura organizacional y recursos que facilitan la tarea.

También debe considerarse el problema de diseño que significa la construcción de torres hiperdensas. Las edificaciones presentan una serie de deficiencias como mala aislación acústica, hacinamiento, problemas de ascensores y manejo de residuos y afectan su entorno con mayor tráfico en las calles y veredas, falta de luz solar, insuficiencia de espacios públicos, entre otras. Todo esto ha sido ignorado por algunos defensores de los proyectos, arguyendo que las torres entregan la oportunidad a muchas personas de vivir en un sector bien localizado y que la única alternativa para ellas sería vivir en barrios de mala calidad en la periferia.

Entonces, se presenta el problema como legal en vez de ético, como si aquello fuera equivalente cuando no es así. No es justificable construir edificios que impactan tan negativamente su entorno y cuya habitabilidad es tan deplorable solo porque se creyó que la norma lo permitía, especialmente cuando no es el caso. Tampoco es aceptable argumentar que todo se hizo con la intención de entregar alternativas de buena localización a bajo costo, como si fuera una dicotomía, conformarse con condiciones paupérrimas o ser expulsado de la ciudad.

Estas razones hacen que las experiencias de los habitantes pasen a segundo plano, llevando la conversación hacia lo que una corte estima o no que es arbitrario, a lo que los especialistas en el mercado inmobiliario consideran o no una buena localización.

La densificación como forma de crecimiento urbano es deseable y necesaria, para alcanzar ciudades más sostenibles y mejorar el acceso a bienes públicos, pero, como propone Flyvbjerg, debemos trabajar en mejorar las condiciones de discusión sobre la trayectoria de nuestras ciudades, para que se proteja el derecho a la ciudad de todas y todos. ¶

bibliografía

Andrade Castro, R. (2014). The space of social movements: urban controversies in Santiago de Chile (tesis de maestría no publicada). University College London, Londres, Reino

Unido. Castán Broto, V. (2013). Symbolic violence and the politics of environmental pollution scienceX: The case of coal ash pollution in Bosnia and Herzegovina. Antipode, 45(3), pp.621–640. Drozdz, M. (2012). Controverses Spatiales. [online] Disponible en: <https://sites.google.com/site/mdrozdzcv/controverses-spatiales> [consultado el 22 feb. 2018]. Flyvbjerg, B. (1998). Empowering civil society: Habermas,

Foucault and the question of conflict. In: M. Douglass and

J. Friedmann, eds., Cities for Citizens. John Wiley and Son, pp.185–211. MINVU (2016). Circular DDU 313 [online] Santiago de

Chile. Disponible en: <http://www.minvu.cl/opensite_20070212170027.aspx> [consultado el 22 feb. 2018]. Wacquant, L. (2013). Tres premisas nocivas en el estudio del gueto norteamericano. Revista INVI, 28(79), pp. 165-187.

reseñas

(in)seguridad pública

Libro: The Urban Fabric of Crime and Fear Autor: Vania Ceccato (Ed.) Editorial: Springer Año: 2012

Por Fernando Narváez Rodríguez, Magíster en Asentamientos Humanos y Medio Ambiente de la Universidad Católica de Chile

La seguridad es un factor que influye directamente en la calidad de vida de las personas. Actualmente una ciudad no puede ser vivible ni socialmente sustentable si la seguridad de los ciudadanos no es considerada como prioritaria. El libro The Urban Factory of Crime and Fear contextualiza al lector en el problema de la seguridad en las distintas escalas urbanas y muestra el escenario de algunas ciudades alrededor del mundo. Ante ello, cabe preguntarse: ¿cuáles son los factores para tener ciudades inseguras? Y ¿cómo podemos mejorar nuestras ciudades desde la perspectiva de seguridad? Las ciudades se han transformado en enormes núcleos que son contenedores de las actividades sociales de las personas. Por sus dimensiones y densidad poblacional se ha vuelto complejo «controlar» todo lo que pasa dentro de ellas. Uno de los temas que más difícil se ha vuelto su control y que ha surgido recientemente en las agendas públicas es la seguridad, debido a que es un factor que influye directamente en la calidad de vida de las personas. Según un estudio del BID (2015), las personas están dispuestas a gastar más en transporte privado con tal de sentirse seguras y cómodas, por lo tanto, una ciudad no puede ser vivible ni socialmente sustentable si la seguridad de los ciudadanos no es considerada como prioritaria.

El libro The Urban Fabric of Crime and Fear está orientado a profundizar en el tema de seguridad den-

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