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¿Por qué los varones no hablamos de nuestra salud?
Dónde se atiende usted?
-En el Centro de Salud Casals, con la doctora F.
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-¿Y su nene?
-Ahí mismo, con la doctora M.
-¿Y su marido?
-No, él no se atiende.
-¿Cómo que no se atiende? ¿No se enferma nunca?
-No, él si se enferma, va al hospital.
El breve diálogo que da inicio a esta columna de Rumbos , lo mantuve tiempo atrás con una señora de la periferia de Rosario, a quien le estaba tomando datos para un trámite social. Toda su familia se atendía de manera preventiva o aguda con diferentes profesionales de un hospital, pero su marido no pisaba un consultorio jamás. ¿Consideraría este señor una pérdida de tiempo consultar a un médico, cada tanto, de manera preventiva? Esto me dio mucho que pensar. Si a nuestro auto lo tratáramos del mismo modo, sin chequeo alguno, ¿cuánto nos duraría?
Si comparamos con las políticas de Estado asociadas al cuidado del cuerpo de la mujer, o de las infancias, resulta notorio el silencio de radio respecto de la salud de los varones. Desde la primera menstruación, los sistemas de salud preveen rutinas de análisis y diversos controles preventivos anuales (pap, colposcopia, controles mamarios) para acompañar el desarrollo y la buena salud de la mujer.
Pero entre los varones, recién ahora, y sólo después de los cuarenta o cincuenta años, se está instalando cierta exigencia y visibilidad social en torno a la salud, no desprovista de humoradas hostiles entre hombres, cuando se presume algún problema de próstata.
¿Qué ocurre con nosotros? ¿De verdad no nos enfermamos nunca? ¿Somos deja- donde asegura que a jardines y flores hay que gozarlos en compañía de hermosas mujeres, que la embriaguez bajo la Luna necesita de amigos encantadores, y que la luminosidad de la nieve sólo puede contemplarse junto a un sabio. lenario y los ecos del verano nos despertarán con la primera brisa del amanecer. pueblo describió, tan bien
Ya en muy lejanas épocas, los jardineros chinos sabían que las plantas de flores debían escalonarse según los meses de floración para que el predio nunca luciese un color monótono. Las piedras eran importantes, no sólo para quebrar la delicadeza de ciertas plantas, sino para construir grutas, cuyo fin era resguardar un manantial que, al caer en cascada, dejaría oír un murmullo ideal para apaciguar el espíritu de los trabajos diarios.
Muchos pueblos han tenido pasión por los jardines: reyes y campesinos de Oriente y Occidente se dedicaron con afán a construirlos, cada cual en la medida de sus posibilidades. Pero ningún pueblo describió, como el chino, la pasión que despertaba en poetas, pensadores y filósofos el dedicarse a “estos placeres encantadores y aparentemente inútiles”, como solían decir.
El concepto, siguiendo al autor de este libro - Dulces sombras soñadas -, es ambicioso: si cultivamos ciertas flores, éstas atraerán a las mariposas; si plantamos pinos, ellos llamarán al viento; si levantamos un delicado promontorio de rocas, las nubes querrán bajar a tocarlo…
Pero si construimos en el jardín una terraza, la Luna reinará sobre sus bancos. Y si cultivamos en ella flores, éstas llamarán a la lluvia. Pero si plantamos un sauce, los grillos cantarán al anochecer su cric-cric mi- dos “en libertad” por el Estado o más bien somos abandonados a nuestra suerte?
Sin esperanza pero muy ilusionada, busqué en internet otra obra que figuraba en la nota: se titulaba Seis capítulos de una vida flotante (escrito en 1780), de Shen- Fu, y me llevé la sorpresa de hallar varias entradas sobre el autor. Una de ellas era sobre otro libro, una maravillosa antología de literatura china titulada Esculpiendo dragones, de Guillermo Dañino, quien señala datos interesantes sobre aquella obra.
El nombre del autor figura como FuSheng Liu Chi, y aclara que lo había dedicado a Yuan, su esposa.
Sugerencias:1) Entrar en Esculpiendo dragones, que les abrirá la mente hacia una cultura maravillosa. 2) También disfrutarán de una lectura muy grata, insospechadamente interesante.
A los varones se nos cría con cierta ceguera interior, cierta displicencia hacia nuestra propia salud... Ojalá que las nuevas generaciones desarrollen una conciencia diferente al respecto. Pero los muchachos hemos crecido y aprendido estas durezas; nos enseñaron a no quejarnos, a ocultar nuestros dolores y sufrimientos porque supuestamente eran signos de debilidad. Toda una vida barriendo estas señales bajo la alfombra, para darnos cuenta ahora de que podemos transformar esos mandatos que nos hacen daño.
El modelo de varón patriarcal y machista termina convirtiéndose en un boomerang , porque toda la dureza y la arrogancia con que se pretende blindar al niño desde pequeño se vuelve en su contra.
Es hora de que, desde la educación y proponiéndonos cambiar los estereotipos, los varones comencemos a registrar lo que pasa en nuestros cuerpos, construyendo nuevas miradas que no teman a la falla ni esquiven el dolor
*Autor del libro En el ojo de la tormenta, sobre la construcción de las masculinidades (Laborde Editor. 2022).