8 minute read

Una gran rival

“sin novedad en el frente”, la remake de un clásico antibelicista que hace saltar las lágrimas.

La principal contrincante de Argentina. 1985 por el Óscar a la película de habla no inglesa es una gran producción alemana que se puede ver en Netflix. Remake de un clásico del cine antibélico, tiene 9 nominaciones en total, aunque difícilmente supere al original anglosajón, que se llevó el premio a la mejor película en 1930.

Advertisement

Por

Al cumplir los 18 años, el alemán Erich Paul Remark fue conscripto en el ejército imperial y enviado al frente. Era junio de 1917 y el conflicto era la Gran Guerra, así llamada por el inédito número de países intervinientes (hoy la conocemos como Primera Guerra Mundial). Si Erich hubiera sido enviado al frente oriental, quizá esta nota no existiría. Allí, Alemania derrotó a la Rusia del zar Nicolás II, que terminaría derrocado por la revolución bolchevique antes de que 1917 llegara a su fin.

Pero Erich era de Ösnabruck, cerca de la frontera belga, y le tocó ir a Flandes, en el frente occidental. Como es sabido, allí las pérdidas fueron cuantiosas, y Alemania terminó perdiendo la guerra. Durante cuatro años, franceses contra alemanes permanecieron prácticamente en las mismas trincheras, avanzando unos cientos de metros para luego retroceder, y vuelta a empezar. Pero la mayoría de los soldados no era consciente de ello, ya que duraban muy poco en acción: en cada carga a campo traviesa, las posibilidades de morir o ser herido eran muy altas, y el reemplazo de cuadros, casi una puerta giratoria. Erich tuvo suerte: tras un mes y medio en el frente, yendo y viniendo entre dos pueblos de Flandes, fue herido con munición de artillería en pierna, brazo y cuello. Tras un tiempo de recuperación en el hospital, volvió a su casa como veterano de guerra.

Cerca de un millón ochocientos mil soldados alemanes no retornaron.

En total, fueron más de nueve millones de muertos contando sólo fuerzas militares. Entre los conscriptos había empleados, maestros, practicantes de los más diversos oficios, y también algunos hombres de letras: el cuentista británico Saki murió en la trinchera, ultimado por un francotirador; el poeta francés Apollinaire falleció víctima de la gripe española el mismo día del armisticio. Otros, más jóvenes, sobrevivieron para convertirse en escritores más tarde, como el francés Louis-Ferdinand Céline, herido -como Erich- en Flandes pero en 1914, o el norteamericano Ernest Hemingway, herido a su vez en el frente italiano.

Luego de una década rumiando la expe- riencia bélica y el trauma consiguiente, los tres escribirían libros notorios por su antibelicismo. Hemingway narró la retirada de Caporetto en los tramos finales de su novela Adiós a las armas (1929); Céline haría un relato descarnado de sus vivencias en los primeros capítulos de Viaje al fin de la noche (1932). Mientras tanto en Alemania, también en 1929, Erich Remark publicaba su novela Sin novedad en el frente (el título original añade el adjetivo “occidental”), que se convirtió en un inmediato best seller. Para la ocasión, el ex soldado se rebautizó Erich Maria Remarque (Maria era el nombre de su madre, que murió antes del fin de la guerra). El suceso del libro se repitió en casi todos los idiomas; pero cayó mal en Alemania, por revelar la falta de preparación de los soldados y los absur - dos de la confrontación cuerpo a cuerpo, el sinsentido de la guerra. El nuevo partido nazi, liderado por otro veterano del frente occidental, boicoteó el libro y todo lo relacionado con él. Luego de ser prohibido oficialmente por el ministro Goebbels, Remarque se recluyó en Suiza, donde había comprado una casa, y más tarde adoptó la ciudadanía estadounidense. Tuvo amoríos con actrices como Marlene Dietrich y Hedy Lamarr, se casó por segunda vez con otra actriz (Paulette Godard) y escribió once novelas más, volviendo al conflicto en títulos como Tres camaradas y Arco de Triunfo, antes de su muerte en 1970.

Las manos en la alambrada

El suceso de Sin novedad en el frente despertó el interés de Hollywood, y la adaptación subsiguiente, estrenada en 1930, fue un éxito tan grande como la novela, ganando uno de los primeros Óscar a la mejor película; su director, Lewis Milestone, también recibió la estatuilla por su trabajo. El film se convirtió rápidamente en clásico, inaugurando de hecho el subgénero “antibélico”, ya que no se trata de un filme de aventuras a lo John Ford, sino de un alegato contra la naturaleza misma de la guerra. Posteriormente, otros títulos modernizarían el género (por ejemplo La patrulla infernal, de Stanley Kubrick), y el nombre de Milestone (que también llevaría al cine Arco de Triunfo) fue quedando relegado a la historia canónica del cine, más citada que revisitada. Pero su versión de Sin novedad en el frente merece todos esos elogios.

Además de ser fiel al libro, Milestone tuvo el desafío de filmar la guerra en los albores del cine sonoro, cuando todavía se trabajaba con cámaras primitivas y. para colmo, no había un estándar para resolver las diferencias idiomáticas. De hecho, la película entera se filmó con dos cámaras una al lado de la otra, para registrar versiones paralelas, una muda con intertítulos (fácilmente traducibles para el mercado internacional) y otra dialogada para consumo local, con los actores anglosajones hablando en inglés a pesar de que interpretaban a alemanes. Con el tiempo se impondría la versión sonora, todo un prodigio técnico para la época. Como todavía no se había impuesto el código de censura que fue la norma del Hollywood clásico, las escenas bélicas no ahorran en naturalismo: hay sangre, sudor y mugre. Un famoso plano del film, que hoy llama la atención por lo gore, muestra las manos de un soldado descuartizado, aún prendidas de una alambrada.

+ RIVALIDADES

Libro y película siguen la experiencia de Paul Bäumer, un adolescente que se anota como voluntario junto a sus compañeros luego de escuchar el encendido discurso de su profesor. Luego de un rápido entrenamiento, son enviados al frente, donde irán muriendo uno por uno; en el camino, la sed de aventuras es reemplazada por el aturdimiento y la decepción. Una de las grandes escenas del filme es la que relata el momento en que Paul, el protagonista, se encuentra cara a cara con un soldado enemigo, solos dentro del cráter que ha dejado una explosión. Paul se ve obligado a reaccionar y termina matándolo, para luego arrepentirse y pedir perdón al cadáver. El enemigo es otro joven como él.

Al igual que ocurrió con el libro, el estreno de la película en Alemania fue boicoteado por los nazis, que finalmente la prohibieron; no volvería a verse allí hasta 1952. Tratando de salvar el lanzamiento, la Universal accedió a numerosos cortes que terminaron mutilando el negativo original, que pasó de 152 a 133 minutos. Así y todo, la obra de Milestone mantiene su prestigio, como pueden comprobar quienes hoy la encuentran en YouTube. No hace mucho, en 2008, el American Film Institute la votó como el mejor filme épico jamás realizado.

Una versión actual y de altos vuelos Tan canónica se volvió la versión de 1930 que recién en 1979 se volvió a filmar la novela, esta vez en colores y para televisión. Dirigida por Delbert Mann, la nueva versión contó con un reparto de lujo (Ernest Borgnine, Ian Holm, Donald Pleasance en roles secundarios), aunque no tuvo mucha difusión fuera de la pantalla chica. Cuarenta años más transcurrieron antes de que alguien volviera a intentarlo, al calor de un nuevo interés de las productoras por la Primera Guerra Mundial (Caballo de guerra, 1917, el documental de Peter Jackson Jamás llegarán a viejos).

Por primera vez, la producción de la versión 2022 es alemana, a cargo de un director con gran background televisivo, Edward Berger; y con la venia de Netflix, que hace tiempo viene apostando a películas “importantes” para presentar en la temporada de los Óscar. Acorde con la política de la N, el original alemán fue doblado en diversos idiomas, todos accesibles desde el control remoto; de esta manera el público norteamericano pudo acceder a la película sin necesidad de subtítulos. La nueva remake llega a las dos horas y media de duración; la paradoja es que faltan escenas que sí estaban en las anteriores versiones, como una capital en la que Paul vuelve a su pueblo de permiso y comprueba la diferencia entre lo que la gente piensa de la guerra y lo que él está viviendo. Esto ocurre porque Berger decidió agregar una trama paralela, centrada en los altos mandos y sus decisiones para alcanzar la paz ; el contraste entre ambas historias está pensado para subrayar la injusticia del conflicto. Pero se aparta del punto de vista de los soldados, con lo que el tema se desplaza del horror de la guerra (impersonal, omnipresente, absoluto) a la preparación o falta de ella de los oficiales y políticos encargados del gran diseño, y por ende, a echar culpas al bando perdedor: da la sensación de que, con un mando diferente, la guerra quizá habría tenido chance de ganarse y por lo tanto, de estar justificada, algo directamente en contra de la intención de Remarque. Como compensación, hay dos escenas nuevas que destacan claramente: la secuencia inicial, que casi sin diálogos representa el constante recambio de soldados y reciclaje de sus pertenencias; y otra ya avanzada la historia, en que los soldados se enfrentan por primera vez con una formación de tanques. También hay, claro, una actualización tecnológica que incrementa el hiperrealismo y el gore, quizá en desmedro de la nobleza con que Remarque, sin ahorrar detalles, presentaba los combates en su novela. En particular, se nota un uso del suspenso en el desenlace que parece más propio del cine de aventuras que de un manifiesto antibélico. En la novela, Paul muere en combate un mes antes del armisticio; pero a Berger no le alcanza y lo hace suceder literalmente un minuto antes del cese anunciado del fuego, para más inri debido a la decisión de un oficial “villano” que se rebela contra los altos mandos políticos. Es cierto que hubo descontento entre los jefes militares, y que más adelante esto sería aprovechado por el partido nazi, pero en el relato resulta una caricatura además de un anacronismo.

Así y todo, desde su estreno en septiembre pasado la película viene cosechando premios en una recorrida cuya culminación sería la noche de los Óscar, donde tiene 9 nominaciones. Pero no sería raro que otra vez Netflix se quede con las ganas. No sólo tiene que competir, en el rubro principal, con películas como la autobiográfica Los Fabelman de Steven Spielberg, sino que como film extranjero le toca competir con una tal Argentina, 1985... Los teutones ya vienen de morder el polvo en Qatar; una derrota más, aun sin víctimas fatales, les puede tocar el orgullo.

La Historia Oficial

Un año de grandes filmes

En los Óscars de 1986, el filme de Luis Puenzo venció a un puñado de películas que marcaron historia: la también alemana “El Coronel Redl” (enorme Karl María Breandauer) y “Papá salió en viaje de negocios” (el primer bombazo de Emir Kusturica) el secreto de sus ojos

De la mano de Almodóvar

Entregado por Almodóvar y Tarantino, el Óscar de 2010 que ganó la pelicula de Campanella tuvo una selección menos potente, pero con títulos muy celebrados como “La teta asustada”, de la peruana Claudia Llosa, y “La cinta blanca”, de Michael Haneke.

Relatos Salvajes

La victoria fue polaca

En la ceremonia de 2014, el filme de Damián Szifrón perdió la estatuilla frente a “Ida”, el maravilloso filme del polaco Pawel Pawlikowski. La otra nominada con muchas chances fue “Tangerines”, un relato exquisito del estonio Zaza Urushadze.

This article is from: