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Club Atlético Selección En las plazas y en las calles: el Mundial de nuestras vidas

Editorial Aguilar acaba de publicar “Nuestro Mundial”, un libro del prestigioso periodista deportivo Andrés Burgo. Un relato conmovedor que no trata de Qatar, trata de Argentina, de lo que pasó acá, de nuestros festejos entre familias, amigos y desconocidos... De cómo terminamos en ese pogo futbolero como nunca antes y -quizás- nunca después.

POR GUSTAVO GRAZIOLI

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Argentina se reencontró con la gloria después de 36 años, volvió a ganar un mundial de fútbol. El hecho deportivo en sí fue conmovedor, pero también lo que refundó, lo que dejó a la posteridad. Por empezar, una postal de cinco millones de personas en las calles para recibir al plantel campeón del mundo - con Lionel Messi como abanderado máximo de la idolatría popular - después, el reenamoramiento por parte de las generaciones que resistieron al karma de tanto tiempo sin títulos, y, por último, el fanatismo incondicional de un grupo etario al que se creía desencantado de este deporte: los jóvenes.

La épica era merecedora de un libro y Andrés Burgo, periodista especializado en deporte, escribió Nuestro Mundial. Una historia intima de cómo nos volvimos a enamorar de la Selección Argentina. Un texto que no supera las 150 páginas y que mantiene la misma sensación adrenalínica que tuvo el país entero, hasta que Gonzalo Montiel concretó el penal que otorgó los laureles.

Burgo - autor de El partido, Argentina-Inglaterra 1986 (2016), La final de nuestras vidas (2019) y River para Félix (2019), entre otros - había hecho un trabajo similar en La final de nuestras vidas, cuando retrató lo que vivió en el partido decisivo de Copa Libertadores entre el River y Boca que se jugó en Madrid, pero ahora las cosas eran diferentes. Esta vez el retrato tenía que ver con la Selección y con la emoción popular de 46 millones de personas, en la que intuyó que las cosas no solo iban a quedar en la alegría de volver a levantar la copa, sino que a partir de esto se gestaba algo más para las generaciones venideras: el amor por un plantel federalizado, por la historia de los jugadores, por el puesto de arquero y por Messi.

En la calle o el llevar al jardín a su hijo, Félix –uno de los protagonistas de esta crónica– alertó que este mundial tuvo dos sedes: la oficial en Qatar y la de acá, con un público que copaba las plazas de sus pueblos o el Obelisco para festejar el pase a cuartos y para contarse lo heroico de un equipo que tuvo la mejor performance futbolística

El Libro

“El legado de este Mundial a las nuevas generaciones es el amor por el fútbol, la idolatría de Messi, las ganas de ser arquero, la fe en lo impredecible, lo imprescindible de no bajar los brazos, la inutilidad de algunos manuales, la aceptación de la derrota en un proceso y, aunque sea antipático, la importancia de ganar”.

de Messi, con una impensada Maradonización - Andá pa’ allá bobo”- que estableció que la zurda es eterna, y para entonar el himno que inmortalizó el 2022: Muchachos/ Ahora nos volvimos a ilusionar/ Quiero ganar la tercera/ Quiero ser campeón mundial.

¿En qué momento decidiste escribir este libro?

Cuando advertí que había una historia para contar, una que unía a 46.000.000 de argentinos, los que nos habíamos quedado en el país. Yo no viajé a Qatar por lo que, durante gran parte del Mundial, jamás pensé que terminaría escribiendo un libro. Pero a medida que la gente salía a la calle y se armaba un fenómeno social relacionado al deporte como nunca se había visto, entendí que había una crónica para escribir, moldear y publicar. El Mundial no dejó indiferente a nadie, nos atravesó a todos.

A la final de la Libertadores 2018 entre River y Boca, la reconociste como “la final de nuestras vidas”, al partido final con Francia, ¿Cómo lo llamarías?

Es la final de nuestras vidas en versión Selección. De hecho, el libro se llama Nuestro Mundial, pero se podría haber llamado El Mundial de nuestras vidas. Fue el Mundial que las generaciones actuales no olvidaremos. Con quién lo vimos, dónde, cómo reaccionamos. Pero además lo recordaremos como la consagración de Lionel Messi. El fútbol no podía ser tan injusto con el 10. Argentina-Francia, junto al Argentina-Inglaterra de 1986 o a nivel clubes ese River-Boca de 2018, son de esos partidos que no morirán nunca, que duran 90 o 120 minutos, pero no terminan nunca.

¿En qué se diferencia este mundial del 86 o el 90?

En esos Mundiales yo tenía 11 y 15 años, respectivamente. En cierto modo fueron mis Mundiales iniciáticos: de 1978 sólo recuerdo los festejos y el de 1982 se jugó en la tarde de Argentina, cuando yo iba al colegio en la primaria, y eran épocas en que las clases no se suspendían por un partido de Argentina. Pero, además, en ese 1982, la selección quedó eliminada más o menos pronto. No es lo mismo un Mundial ganador que otro perdedor. Cuando se juntan los Mundiales iniciáticos de una persona con los títulos del mundo, como me ocurrió a mí en el 86 y ahora a mí hijo Félix, que tiene 7, sucede una explosión, un Big Bang: es un contrato eterno de un niño con el fútbol. La diferencia entre ahora y 1986 fue que vi como mi hijo vivía lo que yo había experimentado en el Mundial de México. Mi Maradona es su Messi.

¿Sentís que Felix, como decís en una parte del libro, se terminó de enamorar del Club Atlético Selección?

Sí, es ese contrato eterno que decía recién. La vida seguirá, los chicos y chicas crecerán, se harán adultos y formarán -o no- sus familias, pero Qatar 2022 estará siempre ahí, como un faro de la felicidad en sus infancias. Para quienes vivimos en Buenos Aires, el Obelisco y sus multitudes de diciembre del año pasado serán una imagen indisociable de la alegría. Hasta el año pasado, en las calles veías camisetas con el nombre de Messi, pero del PSG y el Barcelona. No tanto de la selección. Ahora cambió: veremos algunas del Inter Miami, pero lo que más vemos son camisetas de Argentina. Y también de arqueros: el Dibu lo hizo. Incluso los chicos no usan tanto camisetas de clubes argentinos: hoy son hinchas del Club Atlético Selección.

¿Si hubieses estado en Qatar este libro sería posible? No. Este libro parte de una teoría: que el Mundial se ganó en Qatar, y también se vivió allí, lógicamente, pero que a la vez fue un Mundial con dos sedes, y una de ellas fue Argentina: para decirlo de manera corta, se ganó allá y se vivió acá. Este libro no trata de Qatar, trata de Argentina, de lo que pasó acá, de nuestros festejos entre familias, amigos y desconocidos, como terminamos en ese pogo futbolero como nunca antes y, quizás, nunca después.

¿A este mundial, llegaste desenamorado de la Selección?

Llegué con el corazón frío por la selección, sí. Habían pasado muchos años del último título, soy de una generación diferente a quienes juegan ahora, no me había conmovido con la Copa América del 2021, y también estaba cansado de los desmanejos en el fútbol local. Creo que hay dos AFA: a nivel selección su trabajo fue muy bueno. Incluso la elección de Lionel Scaloni terminó siendo un asombroso pleno. Pero los torneos domésticos sólo parecen hechos para el beneficio de los dirigentes y eso lleva a un cierto enfriamiento con el fútbol, a excepción de tu club, claro. Terminás refugiado en tu patria chica.

¿Qué cosas fueron las que más te sorprendieron en ese mes?

Cómo el fútbol llegó a lugares donde nunca había llegado. Por los hinchas que no suelen darle importancia al fútbol y de repente estaban enajenados enfrente del televisor, presos de un ataque de nervios, con su pulso vital dependiendo de una pelota. Pero incluso también por Messi: su “andá pa allá bobo” le hizo cruzar fronteras y llegar a territorios a los que nunca había llegado. Fue el Mundial en que los chicos y chicas descubrieron un amor por el fútbol argentino que no se les irá más.

¿El proceso de este libro fue igual de vertiginoso al que hiciste en 2018 con River?

Entonces tuve mucho menos tiempo, el libro salió un mes después de la final, y acá lo escribí en dos meses y medio, entre enero y marzo. Que no es mucho tiempo para enfrentar un libro, pero sí fue suficiente para escribir una crónica apasionada y veloz. Mi desafío era que todo lo hermoso que había pasado en el Mundial estuviese plasmado en un libro. Diciembre de 2022 fue el mes de la felicidad en nuestras calles y este busca ser un testimonio.

¿Qué legado deja Qatar a las nuevas generaciones?

El amor por el fútbol, la idolatría de Messi, las ganas de ser arquero que proyecta el Dibu Martínez en los más chicos, la fe en lo impredecible –terminaron como titulares jugadores que empezaron como suplentes-, lo imprescindible de no bajar los brazos –Messi y Di María tenían motivos como para haberse bajado después de tantas derrotas-, la inutilidad de algunos manuales –nadie confiaba mucho en el técnico-, la aceptación de la derrota en un proceso -la caída ante Arabia Saudita- y, aunque sea antipático, la importancia de ganar.

Nuestro Mundial Andrés Burgo Editorial Cúspide

Este no es un libro de análisis deportivo, es una crónica pasional sobre el evento que nos convocó y unió como pocas veces. Que reconstruye la relación de los hinchas con la Selección, sí, pero que por encima de todo deja testimonio del delirio que vivimos con amigos, del regreso a una infancia en la que los goles eran el centro de la Tierra y de esos abrazos -que ya no abundanentre padres, madres, hijos e hijas. Un relato vital y emotivo de cómo, cuando ya no lo esperábamos, atravesamos nuestro Mundial más hermoso y volvimos a ser hinchas del Club Atlético Selección Argentina. Del autor de “biblias” futboleras como “El partido, Argentina-Inglaterra 1986” (2016) y “La final de nuestras vidas” (2019), sobre el River-Boca en Madrid.

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