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Testimonios que sanan Autorrevelación y esperanza. Es tiempo de transformar
by Sentidos
AUTORREVELACIÓN Y ESPERANZA
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Miércoles 11 de marzo del 2020, tengo todo listo, todo está planeado para asistir como expositor al corredor artesanal del fin de semana del 14 de marzo. Me he venido preparando desde tiempo atrás para esta fecha. Es feriado y esperamos buenas ventas. En las noticias locales nos hablan de cómo enfrentaremos la llegada del COVID-19 en nuestra región, se empieza a generar incertidumbre. El gobierno de la República no emite comunicados claros, el gobierno Estatal está en silencio al igual que el gobierno Municipal. Ante tal situación, por decisión propia, por prevención y en espera de “señales claras”, anuncio mi NO participación al corredor artesanal. Obviamente, a partir de ese momento me acompañan sentimientos de frustración, enojo, miedo y la inseparable incertidumbre. Inicié mi aislamiento voluntario desde el sábado 14 de marzo del 2020; a estas fechas, estoy en el quinto mes de confinamiento y lo que se acumule.
Les estoy hablando del “COVID”, con el cual tendría que empezar a familiarizarme a partir de entonces. Inicié por conocer su verdadero nombre: SARS – COV2, mejor conocido por el “alias” de COVID-19. De su origen he leído todas las “teorías”, que mejor dicho son hipótesis, pues ninguna se ha comprobado aún.
Además de mi actividad artesanal, el 70% de mi actividad laboral está comprometida con la práctica profesional de la psicoterapia. Mucha de ella, que naturalmente se ha dado de modo presencial, se vio disminuida ante la situación de “quédate en casa”. Así es como inicia el “teletrabajo”, el “home-office” y por supuesto la “teleterapia”.
En un principio, muy pocos de mis consultantes acceden a ser atendidos así, y conforme transcurren los días y la incertidumbre va en aumento, la “teleterapia” empieza a tomar forma y ser una constante. Al poco tiempo, decido ser voluntaria en el programa “Te escucho”, que dirige DAU Holding Group desde Perú y me encuentro acompañando personas que están viviendo situaciones derivadas de nuestro nuevo inquilino planetario: el “COVID-19”.
En la “teleterapia” usamos plataformas como ZOOM, WhatsApp, Skype, Messenger de Facebook, entre otras. Por estos medios entro al mundo de mi consultante y veo un poco su entorno, puedo escuchar los ruidos de su espacio, percibo cómo ha dispuesto su lugar de “terapia”, y me alcanzo
a dar cuenta del ambiente social-familiar que pocas veces puedo ver en mi consultorio privado. Así que tiene sus ventajas dar consulta en línea.
Mi formación profesional tuvo las bases del psicoanálisis más puro de los años 80´s con profesores argentinos y chilenos, que nos inculcaron que el psicoanálisis de Sigmund Freud sugiere que el terapeuta debe ser una pantalla en blanco sobre la cual los pacientes proyectan sus pensamientos y sentimientos. Así que mi cámara está también entrenada para mostrar orden, seriedad y pulcritud, entre otras cosas.
Por fortuna para mí, mis pacientes de “teleterapia” solo ven mi cara y el librero que me acompaña detrás en cada sesión. Si ellos vieran lo que hay detrás de mi computadora, verían que también tengo un poco desordenada mi mesa de trabajo, que llevo mis jeans con pantuflas, que hay una taza de café y galletitas para mi ansiedad; verían que en muchos sentidos mi vida es muy similar a la de ellos.
Me preguntaba al inicio de este nuevo estilo de sesión ¿no estamos todos ante la misma tormenta? ¿Si mi consultante viera mi espacio, sentiría más autenticidad, estableceríamos un buen rapport, habría más empatía, y todo fluiría de la mejor manera para ambas partes?.
Por fortuna para mi consultante, en mi entrenamiento en Psicoterapia Gestalt, un profesor me hizo referencia sobre mi buen uso de la “autorrevelación” y entonces comencé a mostrar un poco de mí y de mi entorno a mis consultantes, como una forma de empatizar. Como diciendo que acá también hay caos, que yo también he sentido frustración, enojo, miedo, incertidumbre, que a ratos se me ha ido el sueño, que pienso en mis hijos, mi papá y mis tíos mayores, que he tocado con mi propia finitud. ¡Ah! Cómo cambia la relación dialogal cuando me muestro humana y frágil.
Más del 90% de los terapeutas han usado en algún momento lo que llamamos autorrevelaciones, lo ideal es hacerlo en una proporción de solo alrededor del 3,5% del tiempo. Estoy convencida de que escuchar la historia de un especialista o profesional promueve una sensación de normalidad y esperanza, casi puedo ver y escuchar al receptor de apoyo diciendo: “Y ver que lo ha hecho…Es motivador”. “Ella lo hizo … Si ella puede hacerlo, yo puedo hacerlo”.
La pandemia ha cambiado mucho mi manera de trabajar, ha abierto nuevas oportunidades y riesgos, una ligera inclinación de mi cámara podría ilustrar una historia más amplia sobre cómo una habitación desordenada no es una acusación de carácter, mucho menos definición de personalidad. Puedo imaginar a mi paciente riéndose cuando ve el estado real de mi habitación y mis sabrosas pantuflas de pandemia. Entonces ¿debería hacerlo o no? los códigos éticos relacionados con los límites clínicos y las relaciones duales implican que los terapeutas deben divulgarse solo si hacerlo tiene un propósito terapéutico claro.
El uso reflexivo de un terapeuta de la revelación puede ayudar a ilustrar que el paciente no está “roto”, sino que está sujeto a vulnerabilidades universales en el ser humano, el efecto de la revelación juiciosa del terapeuta es en gran medida positiva. Las revelaciones sobre la vida fuera de la terapia, están asociadas con un mejor funcionamiento de la salud mental y una relación terapéutica mejorada, y discusiones sobre el terapéutico aquí y ahora (“Me sentí triste cuando dijiste que…”) están asociados con más apertura.
Las revelaciones personales sirven para humanizar al terapeuta, producen menos síntomas posteriores a la sesión que las revelaciones automáticas que expresaron aprecio o aliento. He descubierto que las autorrevelaciones que transmiten similitud (“Yo también me he sentido así”) provocan menos síntomas posteriores a la sesión que las autorrevelaciones que no transmitían similitud, pues el consultante puede elaborarse la reflexión o insight del tipo: “¿Eres uno de nosotros?” “¿Quieres decir que también has sufrido?”, lo que nos permite dar esperanza y fe al consultante en estos momentos de incertidumbre permanente.
Solo pregúntate “¿para qué le cuento esto?” o “¿cómo le impactaría saber que empatizo desde la vivencia y no desde la imaginación?” Estoy segura de que darás más que un poco de tu tiempo, harás el intercambio auténtico de corazón a corazón, mientras le dices “Te escucho”, como si dijeras la frase completa “Te escucho con el corazón”
Te deseo buen camino, paz y bien.
Cecilia Cedillo Psicóloga Clínica, especialidades en Psicoterapia Gestalt, Logoterapia, Tanatología, Prevención de adicciones y Kinesiología educativa, para la vida y salud. Larga experiencia en temas de desarrollo humano. Voluntaria del Programa Te escucho de Dau Holding Group.
ES TIEMPO DE TRANSFORMAR
Memento Morí [“recuerda que morirás”, frase en latín] “Gracias por cumplir con el tratamiento. Te damos el alta por tu notable mejoría. Cuídate joven. Son tiempos difíciles para pacientes recuperados”.
Esas fueron las últimas palabras del médico que me dio el alta después de haber combatido 10 meses y 3 días a la tuberculosis. Una enfermedad subestimada por muchos, pero con una letalidad mayor a la del COVID-19 (somos uno de los países con más casos en América latina).
Si bien la letalidad de este virus no es angustiante para todos (veo la ligereza con que tratan el asunto los jóvenes de mi generación); resulta preocupante lo que pasará luego del confinamiento.
Pensar en esa falta de empatía colectiva sobre lo que enfrentamos, me hizo imaginar una situación que probablemente represente a algún testimonio.
Eres joven, con un sistema inmune fuerte, sales de casa, retomas ciertas actividades. En algún punto de esa vuelta a la normalidad, te confías (a veces te proteges y otras, no) y un breve error lo cambia todo. El virus llega a ti, pero no lo notas por un tiempo, sigues con tu rutina. Durante esa “ausencia de peligro” infectas a una persona del grupo vulnerable. Ya está, pasó, tú no lo sabes, ella tampoco. Nunca más volverán a verse o en el escenario más dramático quizás, sí (vecinos, familiares, amigos).
Mientras tú te recuperas con normalidad, la otra persona tiene más complicaciones, no presenta mejoría. Entra a la UCI, está sufriendo, no puede; días después, fallece. Nunca te enteraste, pero has tenido injerencia en la muerte de alguien.
Esta situación hipotética es un llamado (incluso a mí mismo) para tomar consciencia, para reforzar nuestra empatía y sensibilidad hacía los demás.
Tenemos la capacidad de “eliminar” a un ser humano sin tocarlo directamente. Es una realidad y debemos aceptarla, convivir con esa idea, pero no dejar que nos paralice, sino mirarla de frente. Valorar lo que tenemos y a las personas que comparten a nuestro lado.
“Todo será diferente” “Nada volverá a ser lo mismo”. Sí, tenía que pasar. No sé si hoy, mañana o en un año, pero debía pasar en algún momento. Es tiempo de transformar esa adversidad en una oportunidad de mayor consciencia colectiva.
Hoy todos juntos estamos presenciando la evolución de una sociedad que se aferra a los pequeños momentos, que no quiere ceder ante el pesimismo y que probablemente trascienda como la que perdió mucho, pero que jamás dejó de luchar.
Námaste [adiós]
Carlos Chanca Navarro Realizador audiovisual. Recuperado de https://ojopublico.com/1745/diario-de-lacuarentena-las-historias-de-todos”