Abriendo Caminos Publicación de: Ediciones Universidad San Sebastián, Bellavista 7, Recoleta, Santiago Santiago Editores: Fernando Pavez Moreno, Director General de Desarrollo Estudiantil Natalia Bravo Sánchez, Directora Nacional de Experiencia Universitaria Javier García González, Coordinador de Experiencia Universitaria Carolina Pavez Carillo, Coordinadora de Experiencia Universitaria Teddy Duhart, Director de Comunicaciones Desarrollo Estudiantil ISBN N°: 978-956-7439-89-8 Diseño: Universidad San Sebastián. Diagramación: Marta Valentina Letelier Domínguez. Ninguna parte de este libro puede ser reproducida sin permiso previo del autor y del editor. Libro impreso en Chile por: GONSA S.A.
Abriendo Caminos 2do Libro Testimonios USS #soyuss
Direcciรณn Nacional de Experiencia Universitaria
Prólogo
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l segundo libro de la serie “Testimonios #USS” surge con el objetivo de profundizar en la experiencia de jóvenes que hoy son estudiantes de la USS y enfrentan el desafío de ser los primeros de su familia en asistir a la universidad. “Abriendo caminos” recopila los testimonios de diez sebastianos y sebastianas: Miguel, Catherine, Daniel, Sebastián, Aline, Yohan, Tomás, Sujey, Karina y Francisco. Desde sus historias de vida, ellos reflexionan en torno al significado del inaugural y exitoso ingreso a la educación superior y las formas de enfrentar el mundo, la sociedad y la vida íntima en el marco de las contradicciones que este nuevo nivel formativo les va generando; dificultades académicas, económicas, geográficas, familiares, sociales y psicológicas, que al ser sorteadas demuestran que no hay imposibles y que existen métodos, mecanismos de apoyo y determinación personal a la hora de ver oportunidades en los desafíos que implica la decisión de seguir estudiando. Ser primera generación universitaria envuelve un importante hito en la historia familiar porque es una expresión tangible de progreso y superación, pero también puede implicar para el estudiante un factor condicionante de su experiencia. La Dirección General de Desarrollo Estudiantil, a través de la Dirección Nacional de Experiencia Universitaria, ha querido visibilizar estas vivencias considerando el sello Humanista Cristiano de nuestra institución y su misión de situar a los estudiantes al centro de los procesos formativos, como personas
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integrales con características, motivaciones y factores de contexto que influyen en su formación. Lo normal ante un entorno desconocido es experimentar la realidad desde las emociones del miedo o la sorpresa. En el caso de un estudiante de primera generación, el miedo podría impulsar conductas que incrementan el riesgo de abandonar su programa o generar experiencias universitarias truncas y un escaso sentido de pertenencia. Sin embargo, si bien la sorpresa es una emoción neutra, pues en sí misma no es negativa ni positiva, ha permitido al ser humano sobrellevar eficazmente los cambios inesperados en su entorno, focalizando su atención y recursos. En este sentido, y como demuestran nuestros sebastianos, el afrontamiento eficaz estará determinado por la capacidad de gestionar positivamente las emociones y la posibilidad de contar con elementos prácticos que permitan implementar estrategias exitosas. A través de las reflexiones y consejos de sus propios protagonistas, este segundo libro de Testimonios #USS rescata elementos valiosos para quienes comienzan su trayectoria en la universidad siendo primera generación y para quienes tienen contacto directo con estudiantes universitarios. El valor del liderazgo, la perseverancia, la creación de lazos y la empatía enhebran el hilo narrativo de estas historias que encuentran en la comunidad USS un espacio que permite romper barreras. Así, se espera que estos testimonios fomenten el diálogo y la reflexión entre todos quienes componen la comunidad sebastiana para propiciar la búsqueda de mecanismos que fortalezcan las experiencias universitarias de nuestro cuerpo estudiantil. En los relatos que este libro presenta, los protagonistas no usan capas ni trajes espaciales. Por el contrario, son profundamente auténticos y se mezclan entre múltiples actividades y personas para construir desde el anonimato un mejor lugar para habitar, un espacio que les permite crecer, cultivarse y romper paradigmas. Son historias de compromiso con la realidad de sus familias, y a través de estas, con el Chile más real. Son jóvenes que declaran su voluntad de “salir adelante” para satisfacer las carencias de su núcleo y también las de la comunidad que
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los vio crecer. Ilusiona pensarlos como profesionales, habilitados por sus conocimientos disciplinares y empoderados por su sensibilidad social. Al final de la lectura de este libro y, desde mi realidad de primera generación universitaria, siento emoción al pensar en cada uno de los padres que verán en el reflejo de las historias de sus hijos, el fruto de muchos sacrificios diarios.
Fernando Pavez Moreno Director General de Desarrollo Estudiantil Vicerrectoría Académica Universidad San Sebastián
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Salir para encontrarse: mi viaje para llegar a la universidad Tomás Camus Estudiante de Enfermería Sede de La Patagonia
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Cómo fue que entré a la universidad? Bueno, realmente, fue un largo camino. Largo en múltiples formas. Y la distancia no es solo una forma simple de resumirlo y decirlo, tampoco es una mera metáfora, sino realmente tuve que llevar adelante un enorme trayecto emocional y humano, que estuvo y ha estado lleno de conocimiento y pruebas. Mi nombre es Tomás Camus. Soy de Osorno, pero estudio en Puerto Montt. ¿Si siento orgullo de estar estudiando? Claro, ¿cómo no? Soy el primer miembro de mi familia en entrar a la universidad, que tiene la oportunidad de tener más herramientas para enfrentar el mundo, la vida, el trabajo, la vida profesional, en fin, ¿cómo no podría estar orgulloso?, sabiendo por todo lo que tuve que pasar para estar aquí, contando esto, mi historia, mi llegada a la Universidad San Sebastián. ¿Quieres que sea franco? Sí, fue difícil. Decidir irse de la casa para cualquiera es complicado. Uno se aleja de los afectos, de las personas que quiere, de los lugares conocidos. Pero tenía que hacerlo, había algo en mí, como un sentimiento de independencia que hace mucho tiempo necesitaba comenzar a vivir y que sabía que, para lograrlo, tenía que escapar de mi zona de confort. Sabía que solo así crecería, porque cuando uno está con la familia todo es más fácil y cuando te enfrentas solo al mundo, las cosas se convierten en un desafío. Y eso es lo que he hecho: cumplir mis desafíos.
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Es cierto, uno tiene que comenzar a preocuparse de más temas. En mi caso, no solo la distancia era un problema, sino las cosas domésticas, las cotidianas, esas que antes parecían siempre resueltas como por acto de magia: comer, tener plata para los pasajes o saber priorizar, suena simple y lógico, pero cuando uno se acostumbra a estar bajo el cobijo de los padres te olvidas de eso, te olvidas que hay alguien resolviendo eso por tí y que cuando esa persona no está es uno quien se debe hacer cargo de todo. Cuando llegué a la universidad, todo esto comenzó a revelarse. Aparecieron pequeños problemas, cada uno de ellos implicaba tiempo, dedicación y fuerza de voluntad para sacarlo adelante. Igual no todo fue tan oscuro. Soy un afortunado. Mi familia no tiene una situación económica difícil, mi papá me ayuda con los gastos básicos, el resto de las cosas las pago yo mismo. El dinero lo consigo con trabajos que me permiten solventar todo lo demás: salir, estar con los amigos, sacar fotocopias, un libro, me refiero a esos gastos extras que escapan a lo vital. Pero el esfuerzo vale la pena. Crecí y en ese crecimiento empecé también a valorar más mis cosas. Cada año, cada tiempo que pasa, implica darme cuenta de que crecía y crezco. Hay un antes y un después de estar aquí en la USS. Comenzar mis estudios significó no solo la posibilidad de convertirme en profesional, sino en hacer real algo que parecía imposible. ¿Si me lo creo? A veces no, parece mentira, pero es verdad. Rompimos una barrera. Sí, así en plural, porque no solo lo hice yo, sino todos lo que me han apoyado en este camino. Estoy feliz y sé que quienes me quieren también. Pero no es una sorpresa. No, desde chico sabía que lo conseguiría, de hecho, nunca fui muy dado a lo social, ni apegado a la gente, siempre buscaba espacios de soledad que me permitieran pensar en mis cosas. Entonces, no siento que fuera un cambio muy grande o sorpresivo el que debía dar, porque fue algo que, de alguna u otra forma, busqué desde siempre. Desde que iba al colegio tuve la certeza de que iba a estudiar en la educación superior y no solo eso, sino que estudiaría algo relacionado con el rol asistencial y la salud, costara lo que costara y tuviera que dejar lo que tuviera que dejar.
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¿Qué hago ahora? Bueno, precisamente eso: estudio lo que siempre quise, la mezcla perfecta entre lo asistencia y la salud, estudio Enfermería. Soy un real enamorado de mi carrera y sé que todos están contentos con que estudie esto. Desde el primer día me apoyaron, aunque sé que significó un esfuerzo para todos, especialmente, por la preocupación del gasto que podría generar. Eso fue algo que constantemente estuvo rondando en mi cabeza y en la de mi familia. Afortunadamente siempre tuve mucha ayuda y gracias a ella conseguí matricularme. No fue difícil decidirme por la USS. Tampoco fue difícil irme de la casa. Lo complicado comenzó cuando entré a estudiar. El primer año fue un poco más duro de lo que había imaginado. Tuve bastante incertidumbre, me costó un poco adaptarme, principalmente, porque no sabía cómo sería mi integración, si conseguiría encajar, encontrar amigos o una red de apoyo. Estuve siempre en el mismo colegio, viendo siempre a las mismas personas. Naturalicé eso y, cuando enfrenté el cambio, sentí un poco de nerviosismo. Sin embargo, poco a poco, fui entrando y entendiendo las dinámicas universitarias. Algo que me ayudó mucho fueron las actividades que ofrecía la misma universidad, que me ayudaron básicamente en todo. No es broma, comenzar a asistir a ellas, enfrentarme a nuevas experiencias, nuevas personas, nuevas formas de hablar, pensar y actuar me permitieron entender que todos somos distintos, que todos estamos hechos para encajar con el otro. Lentamente mis miedos comenzaron a desaparecer y, de pronto, sin darme cuenta, estaba comenzando a entrar a este mundo universitario, permitiéndome conocer a un montón de personas y ganar una infinidad inimaginable de experiencias. ¿Si me arrepiento de algo? No podría; comenzar a estudiar significó muchas cosas, pero lo que más me alegra fue romper esa barrera que existía en mi familia. Soy universitario y demostré que cualquier de mi familia puede serlo. Entonces, no puedo arrepentirme de nada. Es más, lo recomiendo, estudien lo que aman, no teman de las distancias, porque la universidad se transformará en su hogar y los compañeros y profesores en su familia. Inténtelo, a pesar de ser complicado, es
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importante salir de las zonas de confort, ya sean familiares o sociales. Todo esfuerzo vale la pena, cuando haces lo que realmente te gusta y no importan los sacrificios cuando sabes que podrรกs cumplir tus metas.
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Trabajar por los sueños Sebastián Andrades Estudiante de Nutrición y Dietética Sede Santiago
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unca nadie lo había hecho. Soy el primero de mi familia. No hay precedente o una historia a la que echar mano para aprender lecciones. Me enorgullece que sea así y cuando a veces me presento y digo “soy Sebastián Andrades y soy alumno de aquí, de la Universidad San Sebastián”, a veces no me lo creo. Pero lo logré y lo hice porque no podía ser de otra forma. Más que opción, para mí era una obligación. Esto no lo digo por una presión social, sino porque fue algo que siempre quise y que tuve en mente. Era casi un desafío personal conseguirlo y me tuve que esforzar para lograrlo. Al principio costó, fue un esfuerzo realmente de todos, no solo en términos académicos, sino también monetarios. Mi papá es el que lleva el sustento a la casa, es el único que trabaja y tener que pagar una mensualidad, como lo exige la educación superior, era realmente un esfuerzo que no sabíamos si se podía conseguir. Averigüé, investigué, recopilé información sobre aranceles, mallas, beneficios y becas. Postulé a todo lo que estaba a mi alcancé y conseguí que ese monto, que para nosotros parecía inalcanzable, fuera posible de abordar. Mi mamá no participó mucho, mi papá estuvo en todo el proceso. Apenas me entregaron el puntaje partí a ver universidades. Fuimos a una feria donde estaban todas, postulé a varias y quedé en casi todas. Al final me decidí por Nutrición y Dietética por dos cosas muy importantes: primero, querer una carrera relacionada a la salud y, segundo, buscar
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algo fuera de lo tradicional. Nutrición y Dietética juntaba ambas cosas Me hizo sentido estudiarla, porque vivimos en una sociedad donde gran parte de las enfermedades están relacionadas a nuestra forma de alimentarnos. Tenía ganas de entender más sobre esto y hoy me siento feliz de esa decisión. No todo ha sido color de rosa. No ha sido fácil, si bien busqué los mayores beneficios posibles, tanto del Estado como de la misma universidad, eso no era ni es aún suficiente. Por eso, desde que entré supe que tenía que compatibilizar mis estudios con el trabajo. Antes de entrar, durante el verano, trabajé todo el periodo de vacaciones y el dinero que conseguí me sirvió para pagar los tres primeros meses de universidad, eso me permitió tener la tranquilidad de que al menos podría estudiar tranquilo al principio. A veces uno se olvida que soñar cosas implica trabajar en ellas. Es bonito tener ideas, pero creo que si uno no trabaja no las puede llevar a cabo. Quería ser el primero en la familia en estudiar en la universidad y para conseguirlo necesitaba ocuparme, estar haciendo cosas para conseguirlo. Estudiar no bastaba, también tenía que solucionar el tema monetario. Entonces, para mí no es lo uno o lo otro, no es estudiar o trabajar, son ambas cosas. Si bien eso me ha traído mucho cansancio, también me ha entregado un montón de satisfacciones. Me siento más preparado que otras personas de mi edad. Trabajar y estudiar ha contribuido a crearme una especie de perfil profesional especial, permitiendo darme cuenta para qué sirvo y para qué no. Asimismo me ha entregado herramientas blandas: saber cómo sociabilizar, tener empatía con el otro y eso, también contribuye en mi profesión. Trabajé en locales de comida rápida, de guardia de seguridad en el aeropuerto y mi último trabajo fue vendiendo procesadores de computador. Siento que todo sirve y esa mentalidad me ha llevado a sentir que tengo más herramientas que otras personas. Aunque si hubiese podido dedicarme cien por ciento a los estudios, obviamente hubiese tomado esa opción, no era, ni es mi caso, pero sé que el pasto
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del vecino es siempre más verde, por eso trato de reconocer que, vivir la vida que tengo, me ha permitido adquirir buenas herramientas Soy consciente de que no es un valor en sí mismo hacer esto. Depende de cada persona y, sobre todo, de cada experiencia. No siento que sea un deber andar por ahí diciendo a todo el mundo que trabajé y estudié. No. Creo que es bueno ir acomodándose a las circunstancias. Depende de cada persona, para mí en cierta forma fue importante. Para otros puede ser indiferente, aunque seguramente lo que ocurre es que, quien hace ambas cosas, debe saber que hacerlo pasará la cuenta, en las horas de sueño y el cansancio físico. Hay trabajos que no requieren de mucha energía intelectual, pero que son de enorme carga corporal y si a eso le sumas el cansancio mental, puede ser muy agotador. Por eso he tratado de ser precavido, por ejemplo, hasta antes de este año compatibilicé trabajo y estudios. Me saqué la mugre para ahorrar plata y así, ahora, en este periodo poder enfocarme ciento por ciento en la universidad. Como voy en tercero, tengo bastante campo clínico y es una etapa que necesita de mucha concentración y aprendizaje. Así que sabía que necesitaba enfocarme en eso sin distracciones. Parece obvio, pero si no lo hago, el único perjudicado soy yo, no solo por el atraso que eso significa, sino también porque no tengo una situación económica que me permita hacerlo. Si repruebo, el dinero para estudiar ya no alcanzará. Mis expectativas son altas y por eso me esfuerzo todos los días: quiero adquirir el máximo de conocimiento, rendir lo mejor posible, aprovechar las salidas clínicas y lograr destacar dentro de un campo altamente competitivo. Sé que es difícil, pero también sé que lo voy a lograr. Trabajar y estudiar al mismo tiempo me hizo tener la certeza de que puedo, he conseguido seguridad y convicción, no temer a conseguir lo que quiero y siempre ir de menos a más, siempre intentando avanzar.
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Hacer lo que se ama en compañía Sujey Ruiz Estudiante de Odontología Sede Santiago
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staba cansada, perdí la motivación, quería abandonar, no seguir la carrera, retirarme y replantearme todo. Ahora que lo pienso, fue un proceso difícil. Tuve una angustia muy grande, tuve miedo, no quería venir más a la universidad. No sé muy bien qué pasó, pero sí sé algo: todo el mundo habla de lo difícil que es el mundo académico y estar en la universidad, pero nadie realmente sabe cómo enfrentar este tipo de momentos. Nadie, ni siquiera mi entorno más cercano me pudo o, más bien, supo cómo ayudarme. Me llamo Sujey Ruiz. Estudio Odontología, aquí, en la Universidad San Sebastián. A veces no me lo creo. No estaba en los planes de nadie que yo pudiera entrar a la universidad. A veces, si uno deja que las cosas sigan su curso, simplemente no ocurre lo que uno quiere que ocurra. Nadie en mi familia había estudiado en la universidad. Yo tenía ganas de hacerlo, pero si no hacía nada, nada pasaría tampoco. No tenía porqué ocurrir. La vida más próxima me había mostrado y demostrado que lo normal era ir al colegio y luego trabajar. Odontología me gustó desde siempre, era lo único que me gustaba y siempre soñé con entrar a estudiar esto. Al principio sentía que no me la iba a poder. Ahí es cuando empiezan a aparecer los fantasmas, los cuestionamientos y esas preguntas que, al final, no ayudan en nada. ¿Por qué tendría que ser diferente para mí? ¿Seré lo suficientemente buena? ¿Por qué simplemente no me conformo con lo que ya tengo? Esas preguntas
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aparecían una y otra vez. Ser la primera en una familia que comienza una vida universitaria genera muchas alegrías, pero también un peso gigante. Mi abuela siempre ha sido muy importante para mí. Sé que todos los abuelos, o la gran mayoría, son importantes, pero mi abuela es distinta. Es un motor que me hace seguir. Supongo que ella fue la inspiración, ella hizo que comenzara a estudiar más, que me esforzara el doble para conseguir lo que quería. Aunque estuve a punto de no hacerlo. Mi abuela murió y, de pronto, simplemente perdí las ganas. Ella ya no estaba, ese motor se había ido y no estaba para ayudarme. Quería que todo se detuviera, incluso, mis estudios. Su muerte fue uno de los momentos más duros que me ha tocado vivir. Recuerdo que estaba muy afectada, no podía hacer nada. Nadie sabía bien cómo ayudarme, pero la ayuda llegó y de un lugar que jamás pensé que llegaría. El director de la carrera me envió un correo y me citó a una reunión. Cuando llegué no imaginé lo que me iba a decir. Pensé que al final la decisión de terminar mis estudios no estaría en mí, sino que el mismo director se había dado cuenta que no servía para esto. Sin embargo, me sorprendió lo que me dijo. No recuerdo las palabras exactas, pero quería transmitirme su preocupación y entendimiento, que sabía lo que significaba perder un ser querido y que podía contar con él y la escuela para lo que fuera necesario en términos de tiempo u oportunidades para rendir mis pruebas. Supongo que nadie se puede imaginar lo que eso significó para mí, me dio mucho alivio, no solo la preocupación, sino saber que no era una alumna más, sino que estaban preocupados por lo que pudiera pasarme. Eso no solo pasó conmigo, sino que cada uno de los alumnos de la USS que ha vivido experiencias así. Después de esa conversación hablé con mis tutores de clínica y les conté lo que me estaba pasando. Recuerdo que me calmaron y el primer consejo fue el más obvio, sin embargo, no había reparado en él. Me aconsejaron llorar. Sí, fue solo eso. Creo que es difícil de imaginar, pero nadie sabe la calma que eso me trajo, poder sentirme frágil me ayudó muchísimo,
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saber que no solo existía recepción a temas académicos, sino también al plano humano fue realmente una enorme ayuda y calma. Después de conversar, me aconsejaron que intentara conectar o reconectarme más bien, salir, conocer otros espacios y que paralelo a eso siguiera estudiando sin autoexigirme, que no pensara en otra cosa más que en el placer de estar haciendo lo que amo. Que reevaluara mi estancia en la universidad y me reencontrara con mi carrera, que no la dejará, sino que volviera a estar amistosamente junto a ella. De vuelta de vacaciones, seguí el consejo. Me hablaron del voluntariado y realmente pensé que no tenía nada que ver conmigo, afortunadamente me equivoqué, fue el mejor descubrimiento que he tenido. Estar ahí me hizo reconectarme con el mundo universitario, encontrar nuevas formas de mirar y entender el mundo, el trabajo, la vocación y, gracias a la universidad, encontré un lugar donde podía desconectarme, un refugio en el que podía encontrar cariño, preocupación y en el que lograba entender que pasarlo bien no está mal. Ahí aprendí un montón de cosas y, lo mejor, es que ese aprendizaje viene a partir de otras experiencias, de otras problemáticas, realidades, formas de pensar y hacer las cosas. Fue una de las mejores experiencias que he tenido y fue también el espacio para encontrarme a mí misma y enamorarme de quién soy, de lo que hago y de lo que sueño. Ahora me siento más fuerte, siento que no solo seré la primera de la familia en entrar a la universidad. Creo que los consejos del director de la carrera, el trabajo de los tutores y de la Dirección de Asuntos Estudiantiles fue fundamental en todo este proceso. Sin ellos quizás no estaría contando esta historia. Sentir que realmente les importaba y que continuara luchando por mi sueño fue el aliciente para lograrlo. Me enseñaron que es bueno rodearse de personas que te quieran y que no sean de tu mismo círculo, porque eso te permite relajarte, enfrentar lo desconocido de otra forma, abordar también mejor los problemas, aprender a pedir ayuda, a trabajar en equipo, a escuchar, entender lo importante que es la complementariedad. Realmente parecen aspectos genéricos y simples, pero conectarte con ellos te
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relaja, y te permite abordar mejor las cosas, porque uno necesita un escape, salir del lugar de confort, escuchar otras maneras de entender el mundo, la profesión y la vida. El voluntariado me entregó eso, me permitió entender lo importante que es uno, lo relevante que es servir a la comunidad, que mi vocación puede contribuir a muchas personas y permitir que otros también sonrían.
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Construir las propias experiencias Francisco Hermosilla Estudiante de Ingeniería Comercial Sede Valdivia
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o es una cosa, es todo. Eso resume bastante bien mi paso por la Universidad San Sebastián. Pero si parto desde el inicio fue algo así: “Hola, me llamo Francisco Hermosilla y quisiera matricularme en Comercial”. En ese tiempo, vivía con mi tío, que es mecánico, y mi mamá, que es cajera en un supermercado. Nadie en mi familia es profesional en lo estricto de la palabra. Todos son trabajadores que se forjaron solos. Admiro mucho eso de mi familia y fue un motor para ir más allá. Yo quería entrar a la universidad y ser el primero en conseguirlo, aunque estuve a punto de no hacerlo. Mi círculo familiar siempre me ha apoyado, siempre han sido de la idea de que no haga nada por obligación. Creo que eso facilitó las cosas en un primer momento. De hecho, antes de entrar a la USS, estudié Ingeniería en otra universidad. Hasta ahí todo era perfecto. Sin embargo, la universidad cayó en paro, en muchos y muy seguidos, eso me afectó académicamente, a tal punto que decidí salirme. Pensé en cambiarme, pero por cosas del destino, eso no ocurrió tan rápido. Mi abuela, murió justo cuando pensaba hacerlo. Ella era la influencia más grande para mí, fue la gestora de todo, de que saliera adelante y que continuara estudiando. Mi mamá, en la básica, trabajaba en Puerto Montt, pero yo vivía en Valdivia, entonces solo alcanzábamos a estar juntos los fines de
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semana. Mi abuela se transformó en una figura muy presente y quién me apoyó, ayudó y enseñó un montón de cosas. Su muerte me llevó a una profunda depresión, me demoré en salir, pero logré hacerlo porque recordé que su sueño era que yo fuera profesional. Cuando era chico me compraba libros, me ayudaba con los estudios y siempre fue muy atenta y preocupada. Ella fue la influencia más grande en mi proceso educacional y en toda mi vida. Era costurera, me enseñó a cocinar, a trabajar en las máquinas, pero sobre todo aprendí lo que significa el cariño, tener siempre presente los valores que adquirimos desde pequeños y tratar de mantenerlos en todas las cosas que llevamos a cabo. Recordarla me hizo intentarlo otra vez. Di la PSU de nuevo y mi primer impulso fue ir a la Universidad San Sebastián. Lo hice porque recordé algunas visitas que hice en el colegio y porque me había llamado mucho la atención la misión que tienen y el modo en que armaron la carrera. Además, es un alivio para mí, sobre todo con la experiencia anterior, no estar pendiente de si hay paros o no. Eso me ayudó un montón a decidirme, porque trabajo en vacaciones y poder terminar a tiempo mis ramos me permite hacerlo sin problemas. Si lo pienso, desde un principio la universidad ha contribuido un montón a poder desarrollarme académica y profesionalmente. La motivación de los chicos de Asuntos Estudiantiles fue determinante. Me abrieron un mundo, desde el primer día, incitándome a participar activamente de las actividades, a ir a los voluntariados y darme cuenta del apego y cercanía que había entre todos los estudiantes. Además, las personas con las que compartí me demostraron que están en la misma parada que uno. Eso fue un pie para todo, me hizo conocer a gente de distintas carreras, las que me incentivaron a asistir a las actividades de la Escuela de Liderazgo, al voluntariado de invierno y así en todas las otras cosas. Todos estos talleres han contribuido en mi formación, sobre todo, por la carrera que estudio. En Comercial el liderazgo es algo que tengo que trabajar mucho y por eso participé de todas las actividades de novatos que pude, donde fui a talleres de oratoria y otras instancias que me han permitido desenvolverme con mayor facilidad en los distintos ramos de la carrera.
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La capacidad para trabajar en equipo y consciencia de solidaridad con mis compañeros, además de poder trabajar con personas que pasan por situaciones parecidas es impagable. La universidad me ha entregado las herramientas e instancias necesarias para lograr ser mejor. Sobre todo, por los talleres. Hay seminarios, encuentros con expertos que cuentan sus experiencias y que te transmiten esas ganas de ir por más. Si me piden elegir un solo factor que determine mi cariño por la USS, no podría hacerlo. No, porque cada una de las actividades en las que participé fueron y son fundamentales. Por eso, cuando alguien me pregunta qué pueden hacer para mejorar, los motivo a que participen de las diferentes instancias que organiza la USS, porque quiero que vivan lo mismo que yo. Sobre todo, en voluntariados, que cuando finalizan te das cuenta de que la gente a la que ayudaste no quiere que te vayas, los niños son un mar de lágrimas y no te quieren soltar. Es ahí el minuto en el que te das cuenta de que estás contribuyendo y que lo que estás haciendo te marcará para siempre. Sí, mi abuela me empujó a no rendirme y la Universidad San Sebastián me está ayudando a cumplir su sueño y el mío: ser el primer profesional de la familia.
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Saber de dónde venimos para saber a dónde nos dirigimos Yohan Montoya Estudiante de Pedagogía en Educación Física Sede Valdivia
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e llamo Yohan Montoya y soy el primero de mi familia que entra a la universidad. En ese entonces, fui también uno de los primeros del sector Isla Los Pinos de Queule en entrar a la universidad. Soy de Queule. Siempre quise salir de ahí y una buena manera de hacerlo era entrar a estudiar. No quería hacerlo para arrancarme, sino para volver y ayudar a mis papás, porque ellos son pescadores y mi mamá dueña de casa, entonces, de verdad yo veía esa necesidad de poder llegar a la universidad como una forma de autoayuda y también de poder darle algo a mi familia. En esa época vivía con mi mamá, mi papá y mis dos hermanos. Si bien vivía en la Región de la Araucanía, en el colegio estudié en San José de la Mariquina, que es en la Región de los Ríos. Era muy difícil llegar hasta allá y me dificultaba estar temprano en el colegio, por eso, durante la semana, tenía que estar internado allí. Esa fue la razón por la quería salir, quería conocer un mundo más amplio. Mis papás siempre fueron muy liberales, por eso creo que siempre les hice caso y jamás le falté el respeto. Ellos siempre me incentivaron y me motivaron para que siguiera adelante, pero creo que lo más importante es que, si me iba mal en algo, jamás me castigaron ni nada por el estilo. Eso es así hasta el día de hoy. Ese apoyo me hizo jamás tener miedo a equivocarme. Por eso lo intenté, porque sabía que no había castigos
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de por medio en el caso que no lo consiguiera, al contrario, mis papás siempre quisieron y quieren, hasta hoy, lo mejor para mí. Después que di la PSU, no conté nada, decidí quedarme en silencio hasta que me dieran el puntaje. Si yo tenía incertidumbre en ese periodo, ellos tuvieron tres veces más, porque sabían lo importante que era para mí entrar a la universidad. Me acuerdo que el día que entregaron los puntajes estaba pescando con mi papá, estaba en alta mar, estábamos haciendo pesca artesanal lejos de la costa. Eran cerca de las 11 de la mañana. Ese día daban los resultados. Yo seguía con mi plan. No les había dicho nada a mis papás, porque no quería preocuparlos. Sentía que era algo mío, que revelaría solo cuando tuviera el resultado. Y ese día era el día. Abrí el diario, respiré hondo. Lo cerré y fui a verlos. Los senté en la mesa y les dije que habían entregado los puntajes. Recuerdo que hubo algunos segundos de silencio que parecieron una eternidad, pero que todo se calmó cuando les conté que había entrado a la universidad y que iba a ser un profesional. Mi papá quedó atónito, no supo qué decirme, el momento lo superó. Además, soy súper reservado, no les cuento muchas cosas, soy muy privado en todo, entonces, no sabían realmente en qué estaba. Fue una real sorpresa para los dos. Recuerdo que me preguntaron si estaba seguro y me dijeron que lo que yo decidiera ellos lo apoyarían y que me ayudarían en todo lo que fuera necesario. Me sentí muy feliz, porque me decían esto incluso sin saber qué significaba estar en la universidad, porque si yo desconocía ese mundo, ellos menos lo sabían aún. Lo único que imaginaban es que podía ser caro, pero ahí les conté que había optado a créditos, que había conseguido becas y todo lo necesario. Les dije que me había decidido por la USS porque los profesores que tenía desde enseñanza básica siempre me hablaron de la universidad. Sin ir más lejos, en esa ápoca hubo una profesora que me marcó mucho, recuerdo que me dijo que la única manera para tener mejores herramientas en la vida era pasar por la educación superior y ser un
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buen profesional. Fue ella quien me hizo visitar la USS por primera vez. Cuando llegó el momento de decidir, tuve la posibilidad de irme a otro lugar, pero cuando entré a la USS y abrí la puerta, es más, ni siquiera yo la abrí, me la abrieron, me atendió un estudiante y me preguntó muchas cosas, entre ellas qué quería estudiar. Cuando le conté, fue a buscar a un alumno de Educación Física y él me contó su experiencia. Ahí me di cuenta de que en ese lugar se estaban preocupando por mí, porque me contaron todo sobre lo que quería estudiar, no solo a nivel académico, sino también sobre su campo y el nivel humano que imperaba. Eso me terminó de convencer que ese era el lugar donde quería estar. Cuando la gente de mi comunidad se enteró y comenzaron a ver mis cambios, se sintieron muy interesados y notaron, de inmediato, la diferencia. Jamás trataría de hacer sentir a otro menos que yo, por eso traté inmediatamente de incentivarlos, contarles que, si yo había podido, ellos también lo podrían hacer. Cuando nos juntamos entre los amigos, notan algo distinto, me animan y yo hago lo mismo con ellos. La gente ya sabe que estoy estudiando, porque hago actividades, me meto en diversas acciones que pueden contribuir al lugar donde vivo, incluso formé un voluntariado allá. Ellos saben que estoy en el ámbito de la educación y yo me he preocupado de dejar una buena imagen de mi carrera. No cambiaría nada de cómo se desarrollaron las cosas. Si no fuera por crecer en el lugar que crecí y rodearme de la gente que me rodeé sería todo muy distinto. Creo que mis padres y mi pueblo me ayudaron a ser consciente del esfuerzo y compromiso que debo tener conmigo mismo, porque uno no puede salir así como así, es importante tener compromisos, responsabilidades, llevar a todos lados los valores que uno adquirió en todas las etapas de la vida. Es importante descubrirse, porque en esa búsqueda también encontramos muchas enseñanzas. Eso he hecho y eso me ha servido para seguir avanzando.
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Mi vida y mi tiempo Karina Vargas Estudiante de Enfermería Sede de La Patagonia
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ui la primera y no hablo solo de mi núcleo más íntimo, sino que de toda mi familia, considerando primos, tíos y parientes, así que creo que es un gran mérito, solo falta ver el cartón que diga: “Karina Vargas, enfermera” y ese será uno de los días más felices que tendré. Siento que algo se habrá roto, una grieta se abrirá y ahí comenzará a entrar luz. Seré la primera profesional en mi familia y eso creo que marcará un antes y un después. De hecho, ya hay ciertos cambios. El más notorio es que todos nos dimos cuenta que se puede. Mis primos más chicos comenzaron a incentivarse, incluso tengo una prima de mi misma edad, que no entró al tiro, pero que al verme conseguirlo se dio cuenta de que era posible. Pero aun queda, voy en tercero, así que faltan todavía dos años. Y espero aprovecharlos tanto como lo he hecho hasta ahora. El tiempo pasa rápido. De eso me he dado cuenta. El tiempo es algo que me ha marcado y aprendí a tener conciencia de eso acá, en la Universidad San Sebastián. Si hablamos de tiempo, entonces, hablemos de una historia. En la mía hay un papá, el es supervisor de buzos en una salmonera, también hay una mamá, que trabaja en un local de comida rápida y, por supuesto, una hermana, que trabaja como secretaria. Todos vivíamos juntos y lejos. Más bien, bastante apartado de todo, en Carelmapu, que es a dos horas de Puerto Montt. Supongo que por eso el tiempo ha sido algo que siempre ha estado presente en mi vida. Supongo también que es ese tiempo el que ha ido modificando no solo mi relación con los espacios, sino también mi forma de relacionarme con las cosas que hago.
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Rápido, todo era rápido. Todo tenía que estar listo para unos cuántos minutos más tarde. Todo era para ayer, para hace tres semanas o un mes. Siempre pidiendo compasión, culpando al resto, al clima, al taco, las distancias, la vida. En fin. Tarde. Rápido y tarde. Así pasaba mi vida. Durante mucho tiempo culpé a vivir lejos, a que esa sensación de que todo podía resolverse en la espera era la responsable de mis atrasos, a que dejara las cosas para más adelante, para más rato, mañana, o un tiempo indefinido en la posteridad. Pensé, ilusamente, que las distancias de mis viajes habían producido algún efecto en mí. Jamás me había percatado de lo importante que es preparar las cosas. Me enfrentaba a ellas sin ningún tipo de orden o prioridad. Cuando eres así, todo es urgente, siempre estás atrás y nunca hay tiempo para nada. Supongo que por eso me sentí como me sentí cuando recién entré a la universidad. Fue como si el tiempo corriera a toda velocidad. No era capaz de enfrentar las cosas del modo en que necesitaba o quería, me sentía muy niña, con ganas de arrullarme y que las cosas se solucionaran solas. El primer semestre, de mi primer año, cuando me eché Anatomía, fue el momento de quiebre. Me frustré mucho, pensé incluso en dejar de estudiar, porque creía que no servía para esto y, porque obviamente es más fácil culpar a cualquier cosa, antes que a uno mismo. Tardé, pero finalmente me di cuenta de que tenía que cambiar la mentalidad y no frustrarme por cosas tan básicas como echarme un ramo. Debía aceptar mis errores y modificar la forma que tenía de llevar adelante las cosas. Fue ahí cuando comencé a darme cuenta de lo necesario que es saber administrar los tiempos. En muy poco tiempo, maduré un montón y la experiencia, a pesar de tener algo negativo, me brindó la oportunidad de mirar las cosas desde otro punto de vista, generándome la posibilidad de cambiar y crecer, tanto en lo emocional como en lo personal. Nuevamente el tiempo hizo su trabajo. Asumí mis responsabilidades y comencé a programar todas las cosas, desde lo básico, como las horas de cocina, a otras más domésticas, como manejar mi dinero; cosas simples que iban determinando que me
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sintiera más cómoda y resuelta. Fue eso lo que me fue dando la adultez que necesitaba, la tranquilidad que quería y los resultados que esperaba. Afortunadamente, aprendí la lección y he sabido sobrellevar metódicamente esto hasta el día de hoy. No podría identificar solo una cosa en lo que me ayudó esta simple toma de consciencia, sino que fue algo transversal, que sobrepasa lo académico, porque influye incluso en mi modo de enfrentar la vida. Administrar los tiempos, es algo que sirve para todo: lo aplico en lo cotidiano, laboral, académico e incluso en el ocio. Sé perfectamente cuándo hacer qué y cuando dejar de hacer otras cosas y eso me permite tener cierto relajo y responder cuando corresponde en todo lo que me involucro. Aquí, en la universidad, aprendí eso, aprendí a insistir, a continuar estudiando y buscar ser mejor, a dar todo lo que tengo para salir adelante, porque un simple cambio me trajo buenos resultados y mucho orgullo para mi entorno, y también generó una autorrecompensa y satisfacción que he disfrutado hasta el día de hoy. Aquí y de esta nueva forma encontré mi vocación. Estoy haciendo exactamente lo que quiero hacer y aprendí que estar al servicio de las personas que necesitan ayuda requiere de un grado de compromiso muy alto. No se trata solo de administrar tiempos y medicamentos, sino que es algo más completo, emocional e integral, sobre todo cuando se trata de pacientes que están largo tiempo hospitalizados. A pesar de mis miedos y fantasmas, siempre fue mi propósito convertirme en una profesional hecha y derecha, en ser la primera en lograrlo y ser la primera en conseguirlo dentro de toda mi familia, por eso conseguí salir adelante y creo que por eso mi deseo, también, se cumplió.
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Una buena razón para salir adelante Miguel Ruiz Estudiante de Obstetricia Sede de La Patagonia
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veces uno piensa que hay solo una cosa que va a marcar tu vida. Un solo hito que determinará un antes y un después. Pero no. Soy la prueba viviente de eso. La vida es un montón de hechos importantes. Todos los días es una prueba. En todo momento ocurren cosas que modifican el curso de nuestras vidas. Se cambian los rumbos, pero también nacen nuevos objetivos. ¿Por qué digo todo esto? Bueno, les contaré mi historia. Me llamo Miguel Ruiz. Supongo, que nadie imaginó que entraría a la universidad, porque simplemente esa idea no estaba en nuestros registros. Cuando hablo en plural, lo hago porque pienso en mi familia. Somos hijos del rigor y nadie había conseguido entrar a la educación superior. Pensé que mi vida sería así, ¿por qué tenía que ser yo el que cambiaría ese destino? Cuando iba en el colegio, el primer escollo fue vencer el tedio de las distancias. Saber que todo es lejos y que hay que esperar el momento adecuado. A veces, en esos trayectos, imaginaba cómo sería mi vida si entraba en la universidad. Siempre que pensaba en eso giraba en mi cabeza la localidad donde vivo, que es Hornopirén; una comuna en Hualaihué, región de Los Lagos. Eso era algo determinante, me refiero a la distancia. Esa fue la primera dificultad. Y pensé que sería la única. No sabía lo equivocado que estaba. Durante años creí que vencer el aburrimiento era lo más difícil que podía pasar, no pensaba que había cosas más importantes. Sin embargo, esa idea cambió en segundo medio. Fue en aquel tiempo que ocurrió algo que transformó
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mi vida. La universidad parecía algo lejana. Si bien, tenía muchas ganas de estudiar, a veces uno naturaliza las conductas que nos rodean. En mi caso era que, después de terminar el colegio, uno debía trabajar. En segundo medio, algo cambió. Nunca imaginé que mi vida cambiaría tan drásticamente. Me transformé en padre. Si bien, al principio uno piensa en miles de cosas, esto se convirtió en un motor. Ahora ser un profesional era la forma en que podría entregarle una mejor vida a mi hijo. Al principio dudé, pero con el tiempo, la paternidad intensificó más mis ganas de salir adelante y qué mejor forma de hacerlo que siendo un profesional. Mi hijo cambió mi vida, de hecho, eso determinó que esté donde hoy estoy y que esté contando la historia que ahora cuento. Compatibilizar la paternidad y los estudios es algo que me ha enseñado mucho. Desde temprano, tuve que organizar mis amistades de mejor forma. Pasé por varios cambios y etapas; no podía ser el mismo de siempre, tenía que organizar mis tiempos. Eso no significaba que dejara de hacer mis cosas, pero debía tener foco, si me desenfocaba no podría lograr mis objetivos, por eso decidí ser muy ordenado. Siempre quise dedicarme a algo relacionado a la salud, pero creo que algo que motivó mi decisión fue ser padre. Eso inclinó la balanza por la carrera que hoy estudio: Obstetricia. La razón es simple: muchas veces sentí que me pasaron a llevar por mi edad, ser padre joven hace que los demás te traten como un irresponsable y eso es, precisamente, algo que me gustaría modificar, quiero ser un agente de cambio en mi profesión, tratar a todos de la forma en que merecen ser tratados. Para lograr ese objetivo, sin embargo, debía pasar primero por la universidad. Jamás sentí eso como una responsabilidad o presión por el lado de mi familia, pero sí la paternidad fue un incentivo enorme para que siguiera adelante. Cuando comencé esta historia dije que hubo más de un hito que ha marcado mi vida: uno de ellos es mi hijo y el otro fue entrar a la Universidad San Sebastián. No digo esto para ser condescendiente, sino porque realmente lo siento así. La USS, al igual que mi hijo, me ayudaron a no olvidar mi búsqueda constante por salir adelante. Muchas veces he pasado por momentos muy difíciles, pero
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he logrado sentar cabeza y creo que cada dificultad ha sido una gran lección, que me ha permitido darle foco a mi vida. Me ha preparado para ser alguien mejor. Si me preguntan, estudiar y ser papá es difícil, porque te toca una paternidad distinta. Con mi hijo, por ejemplo, nos hemos mantenido lejos, porque si bien Hornopirén no queda a tanta distancia, es difícil de llegar. Aun así, intento estar siempre con él, todos los fines de semana, no me importa nada más que estudiar y ser un buen papá. Lo hago por mi hijo y lo hago porque eso me inculcaron desde pequeño en mi casa: la perseverancia, jamás echarme para abajo y siempre ir más allá. Soy un convencido de que grandes esfuerzos traen grandes recompensas. Mi vida es eso, la madurez de mis decisiones, decidir no carretear un fin de semana, optar por estudiar en vez de tomar algo con mis amigos, tratar de enfocarme y evitar distracciones. Para mí, nada es un real sacrificio, pues siempre está antes que todo mi hijo. El futuro está en nuestras manos y, en mi caso, no solo en las mías, sino también en las de Martín, quien me ha hecho cambiar y dar un vuelco en mi vida, que me ha motivado y ha hecho que tome un mejor rumbo. Por eso, cuando estoy cansado, pienso en él y sé que todo estará bien.
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Involucrarme como si estuviera en mi propia casa Aline Contreras Estudiante de Fonoaudiología Sede Santiago
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engo una vida relativamente normal, como la de cualquiera de mi edad. Vivo con mis padres y mi hermana: Marco, Gladys y Consuelo. Estudio Fonoaudiología, y esta decisión la tomé muy pequeña. Es curioso como las cosas a uno lo determinan. Por ejemplo, cuando chica no pronunciaba bien la letra R, estuve en tratamiento un buen tiempo, hasta que conseguí corregir el problema. La experiencia que tuve con el fonoaudiólogo fue tan grata y buena que pensé sería una buena idea estudiar esa carrera. Fue así de simple. Algo que solucionó mi vida se transformó en parte constitutiva de ella. De mi familia nadie ha salido de la universidad. Pero eso no fue un problema, todos han sabido salir adelante y construir un hogar. En mi caso, sin embargo, quería algo más y eso era poder transformarme en una profesional. Mis papás siempre me han ayudado, desde lo emocional a planos más concretos. Mi papá tiene eso de ser práctico, en cambio mi mamá privilegia lo que siente. Mi ingreso a la universidad fue regido por eso: la certeza concreta de que debía entrar a la educación superior y la sensación emocionante de poder hacer algo que realmente quería hacer. En mi caso, a diferencia de mis padres, creo que estoy justo al medio, en ese equilibrio que me permite ser práctica y emocional. Por ejemplo, escogí como carrera una disciplina que está íntimamente ligada a dar solución, pero, a pesar de su practicidad, tiene un componente humano muy fuerte.
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Perdón, no me había presentado. Me llamo Aline Contreras y estudio, como ya saben, Fonoaudiología. Suelo ser un poco dispersa, pero la verdad es que me encanta hacer muchas cosas. Estudiar esta carrera me permitió desarrollarme en múltiples aspectos. Por ejemplo, la terapia implica hacer ejercicios, interactuar para ver soluciones y progresos. Eso me llamó mucho la atención. Luego que comencé a entender lo que estaba estudiando y saber que tenía diversos aspectos que llamaban mi atención, me terminé de enamorar de esto que había elegido. Entrar a la universidad me ha ayudado en muchas cosas, no solo se transformó en una bisagra, al permitirme ser la primera profesional de mi familia, sino que también me ayudó en otros aspectos que son muy importantes. Soy tímida y entrar en la USS me sacó del cascarón. Yo era muy introvertida cuando niña, me costaba un montón relacionarme, nunca me identifiqué con la gente que me rodeaba, pasé por muchos grupos, pero no lograba identificarme con ninguno, prefería estar sola. Creo que tiene que ver con que haya comenzado a salir tarde, no tenía muchos amigos, era más de ir al colegio y luego a la casa, pero aquí descubrí distintas maneras de poder entablar más relaciones, saber confiar y tener amigos. Desde el primer día que pisé el campus sentí que pertenecía, que era mi lugar, me identifiqué casi inmediatamente, al punto de tener la certeza de que este era el lugar donde quería estar. Voy a clases; en las pausas, estudio y almuerzo con una amiga; en mis tiempos libres, descanso en mi rincón favorito, que es un patio muy simple, pero que me encanta, porque hay sombra y sol cuando quiero, en todo momento, ahí escucho música, leo, en fin; también paso mucho tiempo en la biblioteca, ahí estudio y leo un montón de textos relacionados a mi carrera. Me encanta ese lugar, porque tiene una biblioteca muy completa, no solo de las materias que uno necesita, sino de lo que quieras investigar o simplemente leer por el puro placer de hacerlo. Realmente, en la universidad hago de todo. Desde que entré me he sentido bien, cómoda, como si estuviera en mi propia casa. Por eso he querido irme involucrando en diversas cosas. Poco a poco comencé a darme cuenta que haciendo esto podía ayudar
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a otros. La universidad tiene eso de saber conjugar la diversión con la consciencia social, tanto así que te impulsa a contribuir y te dan ganas de hacer más y más. Por eso comencé a ir a voluntariados y, como soy del área de la salud, siento que he podido aportar mis conocimientos de la carrera en ese espacio. He hecho voluntariado de verano, invierno y, también, hago ayudantías. Todo lo que hago siento que tiene una repercusión directa en mí. Gracias a eso me he dado cuenta que en la universidad tengo un lugar cómodo, con todo lo que necesito para mi formación profesional; con espacios de retroalimentación, como la Escuela de Liderazgo y cada una de sus actividades, que me permiten mejorar desde distintos aspectos, tanto humanos, como académicos y profesionales. La universidad permite que se generen muchas oportunidades, tener nuevas áreas de conocimiento, que se complementan con mi carrera y generan cruces con los ramos que tengo. En lo más íntimo, me han hecho ser más humana, entregándonos a cada uno las ganas de descubrir nuestro sello. Creo que eso ha sido muy importante, me he dado cuenta que los estudios me gustan mucho, que puedo ser tremendamente independiente, perseverante y empática. Al verte involucrada en estos espacios, te das cuenta de la pasión que hay en todos, hay una gran comunidad de personas a las que les apasiona lo que hacen y eso te motiva, hace que realmente te den ganas de hacer lo que quieres. Se convierten en una suerte de modelo, que te conduce a ser mejor. Aquí encontré un espacio de confort, de ayuda y crecimiento, donde siempre nos incentivan a que luchemos por nuestros sueños, que reflexionemos y sigamos adelante. La universidad es algo determinante en mi vida, creo que hay un antes y un después que me marcará para siempre, me entregó esa luz que me permite hoy darme cuenta que puedo abrir espacios donde pensé que no existían.
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Encontrarse en la comunidad Catherine Salinas Estudiante de Pedagogía en Inglés Sede Concepción
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pesar de que nadie pudo pasar por la universidad, toda mi familia siempre me ha dicho que tengo que estudiar o, más bien, que es importante hacerlo. Lo dicen por experiencia propia. Es mucho más difícil cuando te enfrentas solo al mundo, intentando simplemente hacer y, en ese hacer, aprender lo que estás haciendo. Incluso decir esto parece extenuante. Por momentos, pensé que esa vida sería la que me tocaría vivir. Pero mi familia siempre me empujó a más, y a pesar de tener muy presente la importancia de la vida universitaria, nunca me han obligado a nada, al contrario, siempre buscaron que hiciera lo que fuera mejor para mí, independiente de cual fuera esa decisión. Mi papá llegó solo hasta octavo básico y mi mamá hasta segundo medio, mis hermanos tampoco pudieron seguir estudiando y me prometí a mí misma sacar la cara por ellos, para que se sintieran orgullosos de mí. Me llamo Catherine Salinas. Estudio Pedagogía en Inglés y, si bien mi rol es enseñar, siento que la vida me ha dado más lecciones de las que yo misma podría dar. Soy una agradecida. Si pudiera resumir mi vida, siento que siempre he estado acompañada de las personas correctas. Como si una red estuviera ahí siempre aguardando por si llegara a caer. Creo que por eso intento aportar en la casa con lo que puedo. No podría ser de otra forma. Siempre han estado conmigo y esa es la forma que soy también con ellos. Trato de no olvidar lo que me han enseñado. Trabajo en la misma panadería de mi papá y en el área de difusión de la universidad.
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Lo hago para ayudar con los gastos básicos, porque el sueldo no es muy bueno y así que con estos pequeños ingresos puedo aportar en las cosas necesarias de la casa o en mis gastos universitarios. Con el tiempo uno se da cuenta que es importante generar apoyo. Por ejemplo, este año, tuve una situación familiar muy fuerte, que influyó enormemente en mi desempeño. Se me notaba mucho, estaba bajoneada, no podía concentrarme y, a veces, solo quería estar sola y llorar. Es en momentos así, cuando solo ves un precipicio, donde de golpe caes en cuenta que jamás has estado sola. Recuerdo que los profesores se dieron cuenta, lo mismo pasó con mis compañeros, todos me apoyaron un montón durante este proceso. A veces, entre los estudios y el trabajo, sientes que sola no puedes. Por más fuerte que parezcas siempre necesitas de los demás. Somos en función de un otro, otro que está ahí porque también te necesita. A veces, ni siquiera nos damos cuenta, pero constantemente estamos forjando lazos. En la casa, en el trabajo, en la universidad o en una micro, siempre hay una red, en el amplio sentido de la palabra: una red que permite generar conexiones y una red que puede llegar a sostenerte cuando más lo necesitas. Eso lo aprendí aquí en la universidad. Tener amistades o personas cercanas de confianza, que afiaten tus lazos, son muy importantes para generar mejores formas de estudio. De hecho, nosotras trabajamos a partir de prácticas dialógicas, que son grupos con un docente o practicante, que permiten generar un espacio de ayuda, aprendizaje y preparación más dinámico y entretenido. La relación con mis compañeros es fundamental, tanto en lo académico como en ámbitos personales. He logrado formar lazos fuertes, amistades sanas, donde todos, durante la semana, tratamos de compartir lo más que podemos, ya sean conocimiento, experiencias o nuevas formas de estudio. Los trabajos en grupos son muchos y tratamos de ayudarnos constantemente. Cada compañero se transforma en un universo de conocimiento, con experiencias y métodos, entonces intercambiamos ideas, nos corregimos y aportamos. Al menos para mí, el aprendizaje así es mejor, cada uno deja una huella distinta en el otro. Por ejemplo,
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en el caso de la tesis, tratamos de juntarnos una o dos horas después de clases, aprovechamos el tiempo para conversar mucho sobre la materia o los temas que cada uno aborda, intercambiamos ideas y tratamos de tener una comunicación constante y fluida. Hay que aprovechar las oportunidades. Hay que intentarlo y arriesgarse. Gracias a ese apoyo pude salir adelante, sentirme más libre y sacar provecho de lo que estoy pasando en la universidad, porque es una experiencia muy buena, si bien a veces, puede ser estresante, hay que saber que esos momentos son parte de la vida y que pasan. Hay que aprovechar las oportunidades. Hay que intentarlo y arriesgarse, seguir nuestros corazones, porque es la experiencia lo que vale, porque equivocándonos aprendemos.
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Trabajar por mis sueños Daniel Garrido Estudiante de Fonoaudiología Sede Valdivia
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esde siempre trabajé. Supongo que tiene que ver con lo que me tocó ver en mi casa. Trabajo y más trabajo, solo así se conseguía lo que se necesitaba. Cuando hablo de trabajo no es una metáfora, no quiero decir esforzarse, sino llevar a la práctica el ejercicio de hacer cosas que permitan conseguir el dinero que se llevará a la casa. Siempre ha sido así, incluso cuando iba en el colegio, siempre trabajé, lo hice durante mis vacaciones y en momentos que no tenía que estudiar. Lo hice, porque era una necesidad. Me siento orgulloso, el trabajo trae sus recompensas, en algunos casos eso se traduce en algo concreto como el dinero y otras en formas más difíciles de representar. Si alguien me hubiese dicho que el Daniel Garrido iba a llegar a estudiar Fonoaudiología, no sé si lo hubiese creído. “¿De verdad? Pensé que trabajaría altiro”. No, no lo hizo. Más bien, no lo hice. Admiro el trabajo que me llevó a estar donde estoy, admiro la familia que me inculcó ese valor por el esfuerzo, pero quería algo más, algo distinto, que me permitiera crecer e ir más lejos, para eso sabía que tenía un solo camino y, por más desconocido que fuera, debía hacer lo posible por conseguirlo. No me importaba que nadie de mi familia lo hubiese hecho, sabía que podía ser diferente y conseguir algo más, sabía que podía entrar a la universidad. Nunca quise desistir, siempre tuve la idea de lograr mis sueños y estudiar esta carrera. Al principio quizás no lo entendía del todo, no sabía lo que implicaba o lo difícil que podía ser, no tenía referentes cercanos
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que hubiesen pasado por este proceso, dependía de mí descubrirlo y transformar ese aprendizaje en la enseñanza de la que, más tarde, otros en mi familia podrían recurrir. No podía ser de otra forma, me han dado todo y siempre he sentido su apoyo. No sé si de inmediato entendieron lo que significaba que entrara en la universidad. Sé que sabían que era algo importante, pero no estoy tan seguro de que lo dimensionaran. En esa época vivía con mis abuelos y si bien siempre recibí su apoyo y me alentaron para que lo consiguiera, no podían ver cómo eso podría modificar no solo mi vida, sino la de todos. Soy el primero de mi familia, entonces, no había parámetros. A pesar de eso creyeron en mí, creyeron en lo importante que era sacar mi título profesional y cuando lo conseguí entendieron lo que significaba: era la primera vez que un miembro de la familia se convertía en profesional. Sin embargo, ojalá hubiese sido así de simple todo o así tranquilo el paso por la universidad. Todas las historias tienen sus altos y bajos; dificultades que nos preparan, nos forjan y transforman en lo que seremos. Para algunos, tiene que ver con barreras sociales; para otros, emocionales; en mi caso, tenía que ver con lo económico. Trabajar no es lo mismo que esforzarse. Eso lo aprendí aquí, en la universidad. Pero no solo aprendí eso, también aprendí que todo esfuerzo puede ser más ameno, si existen las condiciones para que hacerlo valga la pena. Siempre trabajé, quizás no siempre en las condiciones más idóneas, pero lo hice en cada oportunidad que pude. No fue extraño para mí tener la certeza de que mis estudios tendrían que ser compatibles con una rutina de trabajo que me permitiera solventar mis gastos. Estaba preparado para eso, para lo que no estaba preparado era para ver cómo las cosas podían resultar de formas más simples y fáciles. Entrar a la Universidad San Sebastián no solo significó la oportunidad de comenzar a cumplir un sueño, sino también entender que el mundo universitario puede abrir un universo de posibilidades. Esas opciones no tienen que ver exclusivamente con lo académico, también me permitieron entender que existen espacios donde realmente se pueden
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interesar porque uno cumpla sus objetivos. No sé si en todos lados será de la misma forma, pero aquí sucedió de ese modo. La USS me abrió sus puertas para adquirir conocimiento y también para que tuviera acceso a él. ¿Cómo es eso? Simple: apoyándome para que jamás tuviera una excusa para abandonar. Desde que ingresé a la universidad una preocupación constante fue lograr una estabilidad financiera que me permitiera abordar con calma mis estudios. Tenía que encontrar ese equilibrio donde el mundo laboral no entorpeciera el académico y viceversa. Ahí me di cuenta de que yo no era solo un número. Esto no lo digo solo por mí, sino que todos los alumnos somos más que simples asistentes, somos la posibilidad clara de hacer otro mundo; uno en el que las posibilidades se abren a todos. La USS me ofreció diferentes alternativas de financiamiento, pero eso no quiere decir que se transformarán en simples benefactores, sino que descubrí que uno podía trabajar en espacios para que, con mis conocimientos y capacidades, pudiera generar los ingresos necesarios para continuar. Difusión, Admisión y ayudantías fueron las tres alternativas que encontré para poder trabajar y estudiar. Todo esto en la misma universidad, sin tener que estar desplazándome largas distancias o tener que estar preocupado de mis tiempos. No, nada de eso ocurrió, porque todo se encontraba aquí mismo. Siempre sentí que hubo preocupación, no es que yo haya sido alguien especial, es una forma que tiene la universidad de relacionarse con todos sus estudiantes. Nunca podría arrepentirme de la decisión que tomé, porque esa elección me tiene aquí hoy, siendo la persona que soy y formando la familia que formé. Porque fue en la universidad donde conocí a mi esposa. Entonces, no es solo de la boca para afuera, realmente le debo todo a la USS, fue quien me empujó a salir adelante y donde adquirí herramientas que me permitieron romper el círculo de la pobreza. Hoy soy otro, otro que no hubiese tenido lo que hoy tiene y no hablo de cosas materiales, sino que hablo de experiencias humanas y educacionales, porque aquí me enamoré de mi carrera, de mi profesión y de mi mujer,
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y eso me permitiĂł entender de que todo es posible, que los sueĂąos no son algo inalcanzable. Es eso lo que he ido transmitiendo a todos, a mis hermanos menores y primos, quienes tambiĂŠn entendieron que era importante continuar. Hoy todos tienen esa meta y, lo mejor de todo, es que es un reto que saben que es posible de conseguir.
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Índice
Salir para encontrarse: mi viaje para llegar a la universidad Tomás Camus Estudiante de Enfermería, Sede de La Patagonia
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Trabajar por los sueños Sebastián Andrades Estudiante de Nutrición y Dietética, Sede Santiago
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Hacer lo que se ama en compañía Sujey Ruiz Estudiante de Odontología, Sede Santiago
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Construir las propias experiencias Francisco Hermosilla Estudiante de Ingeniería Comercial, Sede Valdivia
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Saber de dónde venimos para saber a dónde nos dirigimos Yohan Montoya Estudiante de Pedagogía en Educación Física, Sede Valdivia
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Mi vida y mi tiempo Karina Vargas Estudiante de Enfermería, Sede de La Patagonia
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Una buena razón para salir adelante Miguel Ruiz Estudiante de Obstetricia, Sede de La Patagonia
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Involucrarme como si estuviera en mi propia casa Aline Contreras Estudiante de Fonoaudiología, Sede Santiago
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Encontrarse en la comunidad Catherine Salinas Estudiante de Pedagogía en Inglés, Sede Concepción
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Trabajar por mis sueños Daniel Garrido Estudiante de Fonoaudiología, Sede Valdivia
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