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ARTÍCULO DE OPINIÓN

LA DESESPERANZADA HISTORIA DE AMOR DE LA MONJA SACRAMENTO Y EL SARGENTO ADALBERTO Por: Luis Guillermo Peña

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Cuentan que en un pueblo llamado Campamento, hace ya mucho tiempo, existió una niña llamada Sacramento, a quien sin su consentimiento la enclaustraron en un convento por estar enamorada de un sargento llamado Adalberto. Y Allí Sor Sacramento se mantenía detrás de un monumento mirando el retrato de su amado sargento, siendo éste su único esparcimiento.

Pero la madre superiora tuvo conocimiento de esto, y por su mal comportamiento la mandó de por vida a enclaustrarse en su aposento. Y la pobre hermana Sacramento en medio de su aburrimiento sólo pensaba en Adalberto, hasta que una vez se le apareció allí con todo su armamento, Pero todo no fue más que una ilusión vana de su pensamiento producida por su enamoramiento.

Una noche escuchó la voz del sargento que como un lamento pronunciaba su nombre: Sacramento, y en medio de su tormento pensaba que todo era un cuento, a pesar de que, noche tras noche, escuchaba el mismo lamento. Entre imágenes, velones y rezos, sin ningún entretenimiento ni emolumento, la desdichada Sor Sacramento pasó su vida gimiendo sola en su aposento. Una tarde, cuando su rostro avanzaba ya por la etapa del arrugamiento, por su buen comportamiento la madre superiora le dejó salir de su aposento y como un premio más le permitió asomarse por un postigo del convento.

Y en ese preciso momento pasaba un fúnebre cortejo. ¿Quién ha muerto? - preguntó con un mal presentimiento. Femenina voz casi sin aliento respondió: “Ha muerto Adalberto quien fue sargento en este pueblo hace mucho tiempo y luego un pobre esperpento, dicen que lo enloqueció un tormento de amor y por cuarenta años permaneció gritando Sacramento frente a este convento. Él siempre la llamó y ella jamás vino a su encuentro y anoche en el hospicio agonizante pronunció por última vez el nombre Sacramento.

Al oír esto, Sor Sacramento regresó veloz a su aposento y allí se produjo su fallecimiento, no se sabe al cuanto tiempo, pero sí cuentan que todas las noches, hasta llegar a su último momento, escuchó el trágico lamento de su nombre SACRAMENTOOOO, que en eco se perdía

por los corredores del convento.

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