Imprescriptible

A veces, sólo a veces, pienso; qué debo tener, qué debo hacer, qué debo ser, qué tengo que cambiar, a qué me debo someter, qué debo experimentar, de todo ello, sólo abunda la duda, la incertidumbre, la inexactitud, inexactitud en su esplendor, porque en el esplendor de la luz de sus ojos, es donde caigo, dónde vuelo, dónde suspiro y vuelvo a pensar, qué debo ser, que debo tener.

Lo cierto es, entre tanto incierto, es qué nada está dicho, pues sus palabras nunca acabaran, nunca sobrarán, nunca estarán de más, siempre de menos, siempre necesitadas, como su sonrisa, la que cautiva, la que trama, la que hace volar, entre sueños, entre diatribas, entre enigmas interminables sin respuestas que de una manera u otra me aterrizan en un mismo punto, qué debo hacer, qué debo tener, para lograr concentrar sus sonrisas, en momentos interminables de felicidad infinita en el mundo real, pues en el mundo exhorbitante de mis ideas, sólo son pequeños instantes reducidos al olor desvaneciente de su corta presencia, presencia que todo lo transforma, que todo lo acapara en un abrir y cerrar de ojos.

Así lo hace ella, así lo transforma, así cambió mi historia y rompió mis paradigmas, mis costumbres, mis anhelos, mis sueños, mis programas, lo cambio todo, hasta mi forma de actuar, pensar, y hasta de divertirme. Parece ilógico, establecer cómo lo hizo, como lo cambió, como todo lo que me representa lo absorvió, lo subsionó y se lo llevó, se llevo mi felicidad, se la llevó completa, intacta, para ya no volver en su total esencia, y por contrario, dejar un vacio temporal de desgano y sin sabor, que sólo ella sabe llenar, con los esfimeros momentos, en que a gotas me regresa la alegría, con una de sus tan sublimes e imprescriptibles sonrisas.