Revista Historia Critica No. 55

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N° 55

Enero – marzo 2015

Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes Bogotá, Colombia


Nº 55, enero – marzo de 2015 Revista del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia Dirección y teléfono: Cra. 1 N°18 A – 10, Of. G-421, Bogotá, Colombia, tel-fax: +57 (1) 332.45.06 Correo electrónico: hcritica@uniandes.edu.co - Sitio web: http://historiacritica.uniandes.edu.co

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Editora Facultad de Ciencias Sociales

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Impresión Panamericana Formas e Impresos S. A. Distribución Siglo del Hombre Editores Suscripciones http://libreria.uniandes.edu.co/ Páginas del número pp. 288 Formato 19 x 24.5 cm Tiraje 300 ejemplares Periodicidad Cuatrimestral ISSN 0121-1617. Min. Gobierno 2107 de 1987 * Las ideas aquí expuestas son responsabilidad exclusiva de los autores. * El material de esta revista puede ser reproducido sin autorización para uso personal o en el aula de clase, siempre y cuando se mencione la fuente. Para reproducciones con cualquier otro fin es necesario solicitar primero autorización del Equipo Editorial de la revista. Precio: $ 30.000 (Colombia)


La revista hace parte de los siguientes catálogos, bases bibliográficas, índices y sistemas de indexación: Publindex - Índice Nacional de Publicaciones Seriadas Científicas y Tecnológicas Colombianas, (Colciencias, Colombia), desde 1998. Actualmente en categoría A1. Sociological Abstracts y Worldwide Political Science Abstracts (CSA-ProQuest, Estados Unidos), desde 2000. Ulrich’s Periodicals Directory (CSA-ProQuest, Estados Unidos), desde 2001. PRISMA - Publicaciones y Revistas Sociales y Humanísticas (CSA-ProQuest, Gran Bretaña), desde 2001. Historical Abstracts y America: History &Life (EBSCO Information Services, antes ABC-CLIO, Estados Unidos), desde 2001. HAPI - Hispanic American Periodical Index (UCLA, Estados Unidos), desde 2002. OCENET (Editorial Oceano, España), desde 2003. LATINDEX - Sistema Regional de Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal (México), desde 2005. Fuente Académica, Current Abstracts, EP Smartlink Fulltext, TOC Premier, Academica Search Complete, SocINDEX (EBSCO Information Services, Estados Unidos), desde 2005. Social Sciences Citation Index - Social Scisearch - Arts and Humanities Citation Index - Journal Citation Reports/ Social Sciences Edition (ISI, Thomson Reuters, antes Thomson Scientific, Estados Unidos), desde 2007. RedALyC - Red de Revistas Científicas de América Latina y El Caribe, España y Portugal (UAEM, México), desde 2007. DOAJ - Directory of Open Access Journal (Lund University Libraries, Suecia), desde 2007. Informe académico y Académica onefile (Thompson Gale, Estados Unidos), desde 2007. CLASE - Citas latinoamericanas en Ciencias Sociales y Humanidades (UNAM, México), desde 2007. DIALNET - Difusión de Alertas en la Red (Universidad de La Rioja, España), desde 2007. CIBERA - Biblioteca Virtual Iberoamericana/España/Portugal (German Institute of Global and Area Studies, Alemania), desde 2007. SciELO - Scientific Electronic Library Online (Colombia), desde 2007. CREDI - Centro de Recursos Documentales e Informáticos (Organización de Estados Iberoamericanos, España), desde 2008. HLAS - Handbook of Latin American Studies (Library of Congress, Estados Unidos), desde 2008. LAPTOC - Latin American Periodicals Tables of Contents (University of Pittsburgh, Estados Unidos), desde 2008. SCOPUS - Database of abstracts and citations for scholarly journal articles (Elsevier, Países Bajos), desde 2008. LatAm -Estudios Latinamericanos (International Information Services, Estados Unidos), desde el 2009. SciELO Citation Index (Thomson Reuters–SciELO), desde 2013.

Portales Web: http://www.lablaa.org/listado_revistas.htm (Biblioteca Luis Ángel Arango, Colombia), desde 2001. http://www.cervantesvirtual.com/portales/ (Quórum Portal de Revistas, Universidad de Alcalá, España), desde 2007. http://sala.clacso.org.ar/biblioteca/Members/lenlaces (Red de Bibliotecas Virtuales de CLACSO, Argentina), desde 2007. http://www.historiadoresonline.com (Historiadores OnLine - HOL, Argentina), desde 2007.


Los árbitros de este número de la revista fueron: Janneth Aldana Cedeño (Pontificia Universidad Javeriana, Colombia) Fernando Betancourt Martínez (UNAM, México) Wellington Castelluci Junior (Universidade Federal de Recôncavo da Bahia, Brasil) Laura Cucchi (Universidad de Buenos Aires/CONICET, Argentina) Michel Duquesnoy (Universidad Bernardo de O’Higgins, Chile) Inés Dussel (CINVESTAV, México) Mario Etchechury Barrera (Universitat Pompeu Fabra, España) Mariano David Fabris (Universidad Nacional de Mar del Plata/CONICET, Argentina) Karina Felitti (Universidad de Buenos Aires/CONICET, Argentina) Roicer Flórez Bolívar (Universidad de Cartagena, Colombia) Julio César Gaitán Bohórquez (Universidad del Rosario, Colombia) Daniel Kersffeld (Academia Nacional de Historia del Ecuador) Paulo Knauss (Universidade Federal Fluminense, Brasil) Roberto López Vela (Universidad de Cantabria, España) Lino Meraz Ruiz (Universidad Autónoma de Baja California, México) Dévrig Mollès (Université de Strasbourg, Francia) Javier Moreno Lázaro (Universidad de Valladolid, España) Magaly Luisa Muguercia Arias (Universidad Mayor, Chile) Walter Luiz Carneiro de Mattos Pereira (Universidade Federal Fluminense, Brasil) Ana Virginia Persello (Universidad Nacional del Rosario, Argentina) Pietro Pisano (Universidad Nacional de Colombia) Damaris Punales-Alpizar (Case Western Reserve University, Estados Unidos) Matthew Rampley (University of Birmingham, Reino Unido) Rafael Rios Beltrán (Universidad del Valle, Colombia) Javier Rodríguez Weber (Universidad de la República, Uruguay) Carlos Rojas Cocoma (Universidad EAN, Colombia) Claudia Fedora Rojas Mira (Universidad de Playa Ancha, Chile) Rafael Sagredo (Universidad Católica de Chile) Daniela Slipak (Universidad Nacional de San Martín/CONICET, Argentina) Carlos Alberto Valderrama Rentería (Universidad de Massachusetts, Estados Unidos) Jean-Paul Zuñiga (EHESS, Francia)


Tabla de contenido Carta a los lectores

8-10

Artículos Dossier: Redes y conexiones en la historia María Cristina Pérez, Universidad de los Andes, Colombia Presentación del dossier “Redes y conexiones en la historia”

13-17

Ignacio Zubizarreta, CONICET, Argentina Las logias antirrosistas: análisis sobre dos agrupaciones secretas que intentaron derrocar a Juan Manuel de Rosas, 1835-1840

19-43

Sven Schuster, Universidad del Rosario, Colombia “La búsqueda de la perfección humana”: Brasil en la Exposición Universal de Viena de 1873

45-71

Michelli Cristine Scapol Monteiro, Universidade do São Paulo, Brasil São Paulo y Buenos Aires: la construcción de la imagen de origen en el siglo XX

73-100

Francisco Javier Flórez Bolívar, University of Pittsburgh, Estados Unidos Un diálogo diaspórico: el lugar del Harlem Renaissance en el pensamiento racial e intelectual afrocolombiano (1920-1948)

101-124

Paulo César León Palacios, Colegio de México Arte, política y redes transnacionales: el teatro La Mama en Nueva York y Bogotá, 1961-1972

125-149

Espacio estudiantil Fernanda Muñoz, Universidad del Valle, Colombia De tierras de resguardo, solicitudes y querellas: participación política de indígenas caucanos en la construcción estatal (1850-1885)

153-177

Tema abierto Diego Mauro, Universidad Nacional de Rosario, Argentina El mutualismo católico en Argentina: el Círculo de Obreros de Rosario en la primera mitad del siglo XX María Soledad Zárate Campos, Universidad Alberto Hurtado, Chile, y Maricela González Moya, Universidad Santo Tomas, Chile Planificación familiar en la Guerra Fría chilena: política sanitaria y de cooperación internacional, 1960-1973 Rafael Pedemonte, Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne, Francia Una historiografía en deuda: las relaciones entre el continente latinoamericano y la Unión Soviética durante la Guerra Fría

181-205 207-230

231-254

Reseñas Renán Silva, Universidad de los Andes, Colombia Noiriel, Gérard. Chocolat Clown Nègre. L’histoire oubliée de premier artiste noir de la scène française. Paris: Bayard, 2014.

257-262

Ana María Rodríguez Sierra, Universidad EAFIT, Colombia Cardona, Patricia. Y la historia se hizo libro. Medellín: Fondo editorial Universidad EAFIT, 2013.

264-266

Margarita Martínez Osorio, Universidad del Rosario, Colombia Scott, Joan Wallach. The Fantasy of Feminist History. Durham: Duke University Press, 2011.

265-268

Notilibros Acerca de la revista Normas para los autores Políticas éticas

269-271 272 273-275 276-277


Table of Contents Letter to readers

8-10

Thematic Articles: Networks and Connections in History María Cristina Pérez, Universidad de los Andes, Colombia Presentation of the Dossier “Networks and Connections in History”

13-17

Ignacio Zubizarreta, CONICET, Argentina The Anti-Rosist Lodges: An Analysis of Two Secret Groups that Attempted to Overthrow Juan Manuel de Rosas, 1835-1840

19-43

Sven Schuster, Universidad del Rosario, Colombia “The Pursuit of Human Perfection”: Brazil at the Vienna Universal Exhibition of 1873

45-71

Michelli Cristine Scapol Monteiro, Universidade do São Paulo, Brasil São Paulo and Buenos Aires: The Construction of the Image of Origin in the 20th Century

73-100

Francisco Javier Flórez Bolívar, University of Pittsburgh, United States A Diasporic Dialogue: The Place of the Harlem Renaissance in Afro-Colombian Racial and Intellectual Thinking (1920-1948)

101-124

Paulo César León Palacios, Colegio de México Art, Politics and Transnational Networks: La Mama Theater Café in New York and Bogota, 1961-1972

125-149

Student Space Fernanda Muñoz, Universidad del Valle, Colombia Of Resguardo Lands, Requests and Grievances: Political Participation of the Indigenous People of Cauca in the Construction of the State (1850-1885)

153-177

Open Forum Diego Mauro, Universidad Nacional de Rosario, Argentina Catholic Mutualism in Argentina: The Catholic Worker Circle of Rosario in the First Half of the 20th Century

181-205

María Soledad Zárate Campos, Universidad Alberto Hurtado, Chile, y Maricela González Moya, Universidad Santo Tomas, Chile Family Planning in the Chilean Cold War: Health Policy and International Cooperation, 1960-1973

207-230

Rafael Pedemonte, Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne, France An Indebted Historiography: Relations Between Latin America and the Soviet Union During the Cold War

231-254

Book Reviews Renán Silva, Universidad de los Andes, Colombia Noiriel, Gérard. Chocolat Clown Nègre. L’histoire oubliée de premier artiste noir de la scène française. Paris: Bayard, 2014.

257-262

Ana María Rodríguez Sierra, Universidad EAFIT, Colombia Cardona, Patricia. Y la historia se hizo libro. Medellín: Fondo editorial Universidad EAFIT, 2013.

264-266

Margarita Martínez Osorio, Universidad del Rosario, Colombia Scott, Joan Wallach. The Fantasy of Feminist History. Durham: Duke University Press, 2011.

265-268

Book Notes About the journal Submission Guidelines Ethical Policies

269-271 272 273-275 276-277


Lista de conteúdos Carta aos leitores

8-10

Artigos Dossiê: Redes e conexões na história María Cristina Pérez, Universidad de los Andes, Colômbia Apresentação do dossiê “Redes e conexões na história”

13-17

Ignacio Zubizarreta, CONICET, Argentina As logias antirrosistas: análise sobre duas agrupações secretas que tentaram derrubar Juan Manuel de Rosas, 1835-1840

19-43

Sven Schuster, Universidad del Rosario, Colômbia “A busca da perfeição humana”: o Brasil na Exposição Universal de Viena de 1873

45-71

Michelli Cristine Scapol Monteiro, Universidade do São Paulo, Brasil São Paulo e Buenos Aires: a construção da imagem de origem no século XX

73-100

Francisco Javier Flórez Bolívar, University of Pittsburgh, Estados Unidos Um diálogo diaspórico: o lugar do Harlem Renaissance no pensamento racial e intelectual afro-colombiano (1920-1948)

101-124

Paulo César León Palacios, Colegio de México Arte, política e redes transnacionais: o teatro La Mama em Nova York e Bogotá, 1961-1972

125-149

Espaço Estudantil Fernanda Muñoz, Universidad del Valle, Colômbia De terras de reserva, solicitações e queixas: participação política de indígenas caucanos na construção estatal (1850-1885)

153-177

Tema aberto Diego Mauro, Universidad Nacional de Rosario, Argentina O mutualismo católico na Argentina: o Círculo de Obreiros de Rosário na primeira metade do século XX María Soledad Zárate Campos, Universidad Alberto Hurtado, Chile, y Maricela González Moya, Universidad Santo Tomas, Chile Planejamento familiar na Guerra Fria chilena: política sanitária e cooperação internacional, 1960-1973 Rafael Pedemonte, Université Paris 1 Panthéon-Sorbonne, França Uma historiografia em dívida: as relações entre o continente latino-americano e a União Soviética durante a Guerra Fria

181-205 207-230

231-254

Resenhas Renán Silva, Universidad de los Andes, Colômbia Noiriel, Gérard. Chocolat Clown Nègre. L’histoire oubliée de premier artiste noir de la scène française. Paris: Bayard, 2014.

257-262

Ana María Rodríguez Sierra, Universidad EAFIT, Colômbia Cardona, Patricia. Y la historia se hizo libro. Medellín: Fondo editorial Universidad EAFIT, 2013.

264-266

Margarita Martínez Osorio, Universidad del Rosario, Colômbia Scott, Joan Wallach. The Fantasy of Feminist History. Durham: Duke University Press, 2011.

265-268

Notilivros Sobre esta Revista Normas para os autores Políticas éticas

269-271 272 273-275 276-277


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Carta a los lectores

Carta a los lectores Historia Crítica continúa consolidándose en el ámbito académico latinoamericano e invitando a estudiosos de distintas áreas de las ciencias sociales a que envíen sus artículos a las convocatorias de Dossier y de Tema abierto. El presente número es resultado de ese esfuerzo conjunto por fortalecer esta revista científica, en el que están involucrados el Equipo Editorial, los comités editorial y científico, los autores, los evaluadores y, de manera especial, los lectores. Aquí se publica un conjunto de reflexiones sobre procesos históricos, presentadas por nuestra editora María Cristina Pérez, que vinculan diferentes espacios, saberes, ideologías y grupos, por lo que este dossier lleva el título “Redes y conexiones en la historia”. Se encuentra conformado por artículos recibidos dentro de la convocatoria de Tema abierto, pero que tienen en común una preocupación por establecer conexiones entre múltiples lugares: las pinturas nacionalistas de Argentina y Brasil, la influencia de Harlem Renaissance en las costas Pacífica y Caribe colombianas, la participación de Brasil en la exposición universal de Viena (1873), las logias antirrosistas argentinas y uruguayas, y las redes transnacionales creadas entre el teatro La Mama de Nueva York y su filial en Bogotá. Este número incluye también sus habituales artículos de las secciones Tema abierto y Espacio estudiantil, que continúan enriqueciendo los debates y análisis de la disciplina histórica. En la primera sección se encuentran María Soledad Zárate Campos y Maricela González Moya, que analizan las políticas sanitarias y la cooperación internacional en los temas de planificación familiar en Chile entre 1960 y 1973. En este artículo se reconstruye el papel activo de distintas instituciones como el Population Council, la Rockefeller Foundation, la International Planned Parenthood Federation y la Organización de las Naciones Unidas, que permiten establecer la influencia de Estados Unidos en los países latinoamericanos durante la Guerra Fría. Zárate Campos y González Moya estudian cómo las políticas ordenadas sobre el control de la natalidad, el papel de la mujer, la distribución de métodos anticonceptivos, la disminución del aborto —principalmente aquel relacionado con el área urbana—, el apoyo solicitado al Gobierno chileno y la VIII Conferencia de Federación Internacional de Planificación de la Familia, se regían por un tipo de agenda internacional que buscaba un alto impacto en las políticas sanitarias de América Latina.

Historia Critica No. 55, Bogotá, enero – marzo 2015, 288 pp. issn 0121-1617 pp 8-10


Carta a los lectores

Rafael Pedemonte, también en el contexto de la Guerra Fría, se ocupa del estudio de un conjunto de publicaciones dedicadas a las relaciones entre el continente latinoamericano y las URSS —que no se restringían únicamente al territorio cubano—. Este autor intenta explicar la influencia del modelo presentado por la Unión Soviética, que impactó ampliamente el imaginario político latinoamericano, a través de un propósito claro: entender cómo fue asimilado en la historiografía el modelo que se presentaba, difundía y extendía desde Moscú. Para ello, se estudia un conjunto de obras elaboradas en los últimos cincuenta años, cuyo objetivo principal ha sido descubrir los contactos soviético-latinoamericanos producidos desde mediados del siglo XX. Pedemonte se detiene en investigaciones, autores y postulados diversos para destacar cuatro momentos relevantes: los escritos de los años sesenta y setenta elaborados por académicos norteamericanos; una época de “silencio” o ausencia de reflexiones entre 1976-1983; un tiempo de renovación intelectual que comprende 1983 y 1990; y las nuevas investigaciones elaboradas después de la Guerra Fría, con el apoyo de metodologías, objetos y fuentes documentales diversos. Por último, en esta sección Diego Mauro se adentra en las características del mutualismo católico argentino por medio del análisis del Círculo de Obreros de Rosario, creado como resultado de la implantación de modelos centralizadores generados desde Roma durante el período de entreguerras. En primer lugar, se describe el ingreso de los demócratas cristianos al Círculo y las políticas que comenzaron a generarse: seguros de vida financiados, becas para los colegios confesionales, agendas culturales variadas —obras de teatro, almuerzos campestres y proyecciones cinematográficas—, inauguración de nuevos edificios e ingreso de numerosos socios. En segundo lugar, se destacan los problemas administrativos y el déficit económico de la década de 1930, que debió afrontar esta entidad con alianzas matrimoniales, actividades con fines recaudatorios, construcción de un sanatorio propio y la creación de nuevos socios (socios-sanatorio y socios-deportista). Para luego presentar la crisis económica de la entidad, que se veía reflejada en las deudas del Círculo, el incremento de los medicamentos, el cierre de su principal periódico, La Verdad, la venta del sanatorio y la disminución del 50% de sus socios.

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Carta a los lectores

En la segunda sección se publica el artículo de Fernanda Muñoz sobre las tierras de resguardo y la participación política de los indígenas de la provincia del Cauca en la construcción estatal (1850-1885). Aquí se presenta un conjunto de casos judiciales, de tierras y de resguardos, que permiten observar los mecanismos empleados por los grupos indígenas para proteger sus parcelas, así como los diferentes usos que daban a las leyes nacionales y provinciales promulgadas a su favor. Muñoz describe, por ejemplo, la forma en que algunos grupos solicitaban lotes de tierra cuando habían prestado algún servicio (especialmente, el militar) a una localidad, comunidad o gobierno, como también las peticiones dirigidas al Tribunal de Justicia, que involucraban a colectividades en pro de las tierras de resguardo apelando a intereses comunales. A su vez, es posible establecer las posiciones de los gobernantes y los jueces encargados de estas querellas, quienes, basándose en la legislación —en muchas ocasiones cambiante y con posiciones divergentes—, intentaban mediar entre grupos e individuos que cotidianamente expresaban la necesidad de defender la propiedad comunal. Por último, el Equipo Editorial quiere agradecer al profesor Ricardo Arias por su continuo apoyo y por las valiosas contribuciones que ayudaron al crecimiento de nuestra Revista, quien estuvo como director hasta el mes de diciembre de 2014. Asimismo, quiere dar un saludo de bienvenida al profesor Camilo Quintero, director del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes, quien asumió nuevamente la dirección.

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ossier



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Presentación del dossier “Redes y conexiones en la historia” María Cristina Pérez

Editora de la revista Historia Crítica del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Colombia). Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín, Magíster y Doctora en Historia por la Universidad de los Andes. Miembro del grupo de investigación Historia, Trabajo, Sociedad y Cultura (Categoría A en Colciencias).

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.01

E

l historiador Marc Bloch, en su citado artículo “Pour une histoire comparée des sociétés européenes”, publicado por Revue de Synthèse Historique en 1928, pedía reconocer la importancia de los análisis comparativos en los estudios históricos. Bloch consideraba que comparar era una herramienta útil con la que se elegían, entre uno o varios contextos sociales diferentes, fenómenos que presentaran algunas analogías, que permitieran describir curvas evolutivas y comprobar ciertas semejanzas que debían ser explicadas de manera paralela1. Con este propósito, abogaba además por una disciplina del saber humano —a la que consideraba como “ciencia en marcha”, que debía avanzar, progresar y nunca detenerse— que emprendiera diálogos con otras áreas de conocimiento cercanas: la geografía, la economía, la antropología, la economía, la política, la sociología, la semiótica, la lingüística la filosofía y las artes2. Se pretendía romper entonces el localismo de los historiadores, quienes prefieren estudiar sociedades que conocen bien, antes que penetrar en territorios que no les son tan familiares y en donde es necesario pensar comparativamente empleando herramientas metodológicas de otras disciplinas3.

1 Marc Bloch, “Por una historia comparada de las sociedades europeas”, en Mélanges historiques, t. 1 (París: S.E.V.P.E.N, 1963 [1928]), 16-40. 2

Marc Bloch, Introducción a la Historia (México: FCE, 2012 [1949]).

3 Para autores como John H. Elliott es claro que la historia comparada rompe las barreras de la historia especializada, al presentar una tensión intrínseca entre la generación y lo particular. España en Europa. Estudios de historia comparada. Escritos seleccionados (Valencia: Universitat de València, 2003), 39.

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Presentación dossier “Redes y conexiones en la historia”

Este sugerente enfoque, que fue acogido por destacados historiadores como John H. Elliott, en sus investigaciones sobre España y Gran Bretaña4, en realidad muestra una forma, entre muchas otras, de hacer conexiones históricas. El establecimiento de interconexiones, redes y vínculos ha cautivado a las ciencias sociales en las últimas décadas, estimulando el desarrollo de lo que se ha denominado historias conectadas, historias transatlánticas, historias globales, historias transnacionales o historias cruzadas. Por ejemplo, la historia transnacional supuso el establecimiento de vínculos que superan los territorios delimitados políticamente y que pueden conectar de manera simultánea varias partes del mundo5. Aquí se discuten abiertamente los contactos internacionales a todo nivel, la influencia e interacción mutua de creencias, ideologías, actitudes culturales y programas políticos entre dos o más naciones. Como resultado, las discusiones históricas de acontecimientos nacionales muestran que los Estados —incluso aquellos constituidos en el siglo XIX— no estuvieron cerrados al contacto con sus vecinos, sino que establecieron redes en múltiples niveles entre diferentes actores y grupos sociales6. Mientras que las historias conectadas cuestionaron aquellos trabajos contemporáneos que respondían únicamente a cuestiones relacionadas con los Estados-Nación, abanderadas por el historiador Sanjay Subrahmanyam, especialista en Edad Moderna. Subrahmanyam sugiere que una buena parte de la dinámica en las tempranas historias modernas era provista por la interfaz entre lo regional (un nivel micro) y lo global (un nivel macro), en donde ambos marcos espaciales interactúan sin sobreponerse uno sobre el otro7. Esta prospectiva busca conectar diversos espacios a través de pequeños hilos que permitan estudiar las redes comerciales, determinar la circulación de ideas, el tránsito de objetos o de personas en diversos espacios, al mismo tiempo que establecer las sucesivas apropiaciones que pueden modificar las formas, los sentidos y las funciones de todos estos elementos. Por tanto, en esta perspectiva, la tarea consiste en adentrarse en múltiples historias mostrando que están ligadas y que se comunican entre sí8.

4

John H. Elliott, España, Europa y el mundo de ultramar (1500-1800) (Madrid: Taurus, 2009).

5

Micol Seigel, “Beyond Compare: Comparative Method after the Transnational Turn”, Radical History Review 91 (2005): 63.

6

John H. Elliott, Haciendo historia (Madrid: Taurus, 2012), 91.

7 Sanjay Subrahmanyam, “Connected Histories: Notes towards a Reconfiguration of Early Modern Eurasia”, Modern Asian Studies 31: 3 (1997): 735-762. En este sentido, también resulta importante consultar la obra de Serge Gruzinski. 8 Para algunos estudiosos, el historiador tiene que convertirse en una especie de electricista encargado de restablecer las conexiones internacionales e intercontinentales, que las historiografías nacionales y las historias culturales desligaron o escondieron, atrapadas en las respectivas fronteras. Serge Gruzinski, “O historiador, o macaco e a centaura: a ‘história cultural’ no novo milênio”, Estudos Avançados 17: 49 (2003): 323.

Historia Critica No. 55, Bogotá, enero – marzo 2015, 288 pp. issn 0121-1617 pp 13-17


María Cristina Pérez

En estas dos perspectivas, como ocurre también en las otras descritas, se muestra el interés de los historiadores por analizar el impacto de la interacción humana y del desarrollo de los grupos sociales, del préstamo y de la reproducción de ideas, del desarrollo de instituciones y de prácticas culturales, que se enriquecen en su análisis a través de elementos comparativos y del establecimiento de conexiones —por cuanto se considera que “comparar y conectar son dos caras de la misma moneda”—9. El presente dossier, titulado “Redes y conexiones en la historia”, se enmarca dentro de algunos de estos enfoques al presentar numerosas formas de establecer conexiones y de entender que entre dos o más países, imperios o continentes puede existir una historia común. Los artículos que conforman este número no fueron recibidos dentro de una de nuestras usuales convocatorias, que extienden una invitación a expertos en una temática específica, sino que fueron enviados dentro de la sección de Tema abierto. Al realizar una lectura en conjunto de los artículos aprobados, se observó que algunos trataban temas que iban más allá de un relato histórico único, local o regional, al extender sus planteamientos a un área multidimensional que reconocía la pluralidad y la importancia de la conexión histórica. Así, pues, desde un estudio comparativo, Michelli Cristine Scapol Monteiro estudia cuatro pinturas históricas sobre las fundaciones de São Pablo y Buenos Aires, elaboradas por encargo de las nacientes naciones del siglo XX. Como principal objetivo, la autora busca comprender cómo estas representaciones visuales —uno de los mecanismos privilegiados para elaborar mitos y héroes— ayudaron a construir una idea de nación promulgada por las élites políticas, quienes necesitaban crear un pasado glorioso para la “nueva sociedad” que había surgido después de los procesos de independencia. Además de explicar la importancia de la pintura histórica y de señalar las temáticas representadas por los pintores Oscar Pereira da Silva, Antônio Parreiras, José Bouchet y José Moreno Carbonero, en este artículo se hace un recorrido minucioso por el contexto político de Brasil y Argentina, la actividad cotidiana de los artífices, los procesos de creación de las pinturas, el papel decisivo de la élite en lo representado, el protagonismo de las escuelas de arte y los significados de estas obras exaltados por sus contemporáneos. En un sentido similar, Sven Schuster estudia el Gobierno brasileño del emperador D. Pedro II y su participación en exposiciones universales, en las que se pretendía mostrar a Brasil como una nación moderna, en comparación con algunos países europeos del siglo XIX. El autor, de manera particular, se detiene en el estudio de la exposición de Viena de 1873, en la que Brasil exhibió ante un público extranjero el desarrollo económico, los recursos naturales, el tipo de población que albergaba y la cultura que florecía. Se analizan aquí los componentes propios de este tipo de exposiciones, los países participantes y los alcances del encuentro

9

John H. Elliott, Haciendo historia, 203-204.

Hist. Crit. No. 55, Bogotá, enero – marzo 2015, 288 pp. issn 0121-1617 pp 13-17

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Presentación dossier “Redes y conexiones en la historia”

internacional, así como los elementos seleccionados para ser expuestos por la comitiva de D. Pedro II: algodón, flores, plumas, alcohol, té, cueros, textiles, fotografías, pinturas, medallas, cerámicas, minerales, tabaco, caucho, café e insectos. Al analizar el papel de Brasil en esta exposición, el artículo señala un conjunto de posiciones disímiles reveladas por los propios asistentes al evento: por un lado, la de aquellos que veían esta exposición como una de las mejores organizadas en Viena —ganadora, por demás, de una medalla de honor—, y, por el otro, la de aquellos que pensaban que se trataba de una muestra de “lo exótico”. En tanto que Ignacio Zubizarreta, desde un estudio cercano a la historia transnacional, analiza la trayectoria de dos organizaciones secretas conformadas en Uruguay y Buenos Aires, que pretendían derrocar el régimen de Juan Manuel de Rosas en Argentina, entre 1835 y 1840. Zubizarreta describe detalladamente el modus operandi de estas agrupaciones en ambas naciones, así como las estrategias de comunicación que se valían de cartas cifradas que reemplazaban por símbolos los principales nombres, actores políticos, lugares y facciones pertenecientes a la oposición. A su vez, relata las características que asemejaban y diferenciaban estas organizaciones de los denominados carbonarios de origen europeo, que constituyeron sociedades secretas de corte estrictamente político con miles de participantes de estratos sociales variados. Este artículo muestra además la forma en que Juan Manuel de Rosas intentaba controlar sus enemigos, evitando que algunos exiliados ocultaran sus actividades conspirativas creando asociaciones públicas y estableciendo un pequeño grupo de colaboradores en quienes quedaran resguardadas las disposiciones de su gobierno. A este enfoque se une Paulo César León Palacios con su investigación sobre una red transnacional creada entre el teatro La Mama de Nueva York y su filial en Bogotá, entre 1961 y 1972. En este artículo, como si se evocara una obra de dramaturgia, se presentan con maestría el origen, desarrollo y ruptura de esta red, que se movía dentro de los principales precursores del teatro de vanguardia contemporáneo. Aquí se muestran las conexiones entre La Mama bogotana y neoyorkina establecidas entre Kepa Amuchastegui —miembro del grupo de teatro de la Universidad de los Andes— y Ellen Stewart —fundadora de La Mama y representante del denominado teatro underground—, con las que se pretendía difundir el teatro y estrechar vínculos entre los artistas de ambos territorios. A medida que se avanza en la descripción de la organización, la visita de Stewart a Bogotá, la importancia concedida por la embajada de Estados Unidos, las obras que fueron presentadas, el público que se intentaba crear y los viajes de Amuchastegui a Nueva York, también se reflexiona sobre las discrepancias que generaron entre ambos grupos la ruptura de esta red y el cierre definitivo de La Mama en Bogotá. Finalmente, Francisco Javier Flórez Bolívar muestra la influencia de los activistas afroamericanos del movimiento cultural conocido como Harlem Renaissance en distintos sectores afrocolombianos de las costas Pacífica y Caribe que entraron en contacto directo con las ideas

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María Cristina Pérez

de este grupo entre 1920 y 1948. Este contacto es estudiado a través de las redes establecidas en el mundo atlántico, en las que circulaban continuamente personas, objetos e ideas desde el siglo XVI, que conectaban además lugares tan lejanos como el barrio neoyorquino de Harlem, en Estados Unidos, y las ciudades de Quibdó y Cartagena, en Colombia. Flórez Bolívar destaca principalmente las influencias de Langston Hughes y Marcus Garvey, que incidieron notablemente en la postura intelectual y racial de un conjunto de escritores afrodescendientes, que hicieron de lo negro un motivo central en sus creaciones literarias, con el objetivo de reclamar una representación visible en la identidad nacional colombiana. Como resultado de estas interacciones, el autor destaca el surgimiento de un “lenguaje diaspórico” dentro de algunos sectores negros y mulatos, que se representaba notoriamente en la solidaridad racial en contra de la discriminación que experimentaba la población afrodescendiente en varios países del hemisferio occidental. Este dossier constituye entonces una muestra del interés de algunos estudiosos por mostrar que los procesos históricos no se encuentran inscritos en un lugar particular o un territorio políticamente demarcado, sino que son constituidos por el movimiento continuo entre personas, instituciones, objetos y saberes. En tanto, las sociedades, los grupos y los individuos interactúan continuamente construyendo conexiones y redes en el tiempo, incluso más de lo que la propia historia ha revelado en sus páginas, como sugería Bloch en 1928.

Bibliografía

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Las logias antirrosistas: análisis sobre dos agrupaciones secretas que intentaron derrocar a Juan Manuel de Rosas, 1835-1840Ï

Ignacio Zubizarreta

Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” de la Universidad de Buenos Aires, y profesor de Historia de América II de la Universidad Nacional de La Pampa (Argentina). Doctor en Historia por la Universidad Libre de Berlín (Alemania). Es miembro del proyecto UBACYT, coordinado por Hilda Sabato, denominado “Estado, política y ciudadanía en la Argentina de la segunda mitad del siglo XIX. Prácticas y representaciones”. Entre sus publicaciones se encuentran el artículo “Reflexiones sobre el orden: sus significados y su funcionalidad política durante las guerras civiles entre unitarios y federales”, Polhis 11 (2013): 117-127, y el libro Unitarios. Historia de la facción política que diseñó la Argentina moderna (Buenos Aires: Sudamericana, 2014). ignzubizarreta@gmail.com

Artículo recibido: 03 de febrero de 2014 Aprobado: 25 de julio de 2014 Modificado: 11 de agosto de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.02

Ï Este artículo es resultado de la tesis doctoral “Los Unitarios: faccionalismo, prácticas, construcción identitaria y vínculos de una agrupación política decimonónica, 1820-1852”, financiada por la beca Alban de la Comunidad Europea y la Universidad Nacional de Tres de Febrero (Argentina), y en parte resultado de investigaciones posteriores sustentadas por CONICET.

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Las logias antirrosistas: análisis sobre dos agrupaciones secretas que intentaron derrocar a Juan Manuel de Rosas, 1835-1840 Resumen: El presente artículo analiza la trayectoria de dos organizaciones secretas que se conformaron entre 1835 y 1840. La primera en Uruguay y la segunda en Buenos Aires, ambas con el objetivo de derrocar al régimen de Juan Manuel de Rosas en Argentina. A pesar de no haberse mostrado completamente exitosas en sus fines, se busca aquí revelar sus estrategias, sus sistemas de comunicación, sus planes y las relaciones internas entre sus integrantes. Esto para concluir que las logias resultaron determinantes en el complejo engranaje de oposición al rosismo, por cuanto constituyeron un componente más de un accionar persistente que sólo vería consumados sus esfuerzos en la batalla que acabó con Rosas en Caseros (1852). Palabras clave: agrupaciones secretas, redes, rosismo, política, Río de la Plata.

The Anti-Rosist Lodges: An Analysis of Two Secret Groups that Attempted to Overthrow Juan Manuel de Rosas, 1835-1840 Abstract: This article analyzes the trajectory of two secret organizations that were formed between 1835 and 1840. The first appeared in Uruguay and the second in Buenos Aires, and both were created for the purpose of overthrowing the regime of Juan Manuel de Rosas in Argentina. Despite the fact that neither was completely successful in achieving said objective, the article aims to reveal their strategies, their communication systems, their plans and the internal relations among their members. The conclusion is that these lodges played a determining role in the complex machinery of opposition since they constituted an important component in the persistent drive to oust Rosas, which would not be completely successful until the battle that finally liquidated him in Caseros (1852). Keywords: secret groups, networks, Rosism, politics, Río de la Plata.

As logias antirrosistas: análise sobre duas agrupações secretas que tentaram derrubar Juan Manuel de Rosas, 1835-1840 Resumo: O presente artigo analisa a trajetória de duas organizações secretas formadas entre 1835 e 1840. A primeira no Uruguai e a segunda em Buenos Aires, ambas com o objetivo de derrubar o regime de Juan Manuel de Rosas na Argentina. Embora não tenham sido completamente bem-sucedidas em seus objetivos, procura-se aqui revelar suas estratégias, seus sistemas de comunicação, seus planos e as relações internas entre seus integrantes. Isso para concluir que as logias resultaram determinantes na complexa engrenagem de oposição ao rosismo, portanto constituíram um componente mais de um acionar persistente que só veria consumados seus esforços na batalha que acabou com Rosas em Caseros (1852). Palavras-chave: agrupações secretas, redes, rosismo, política, Río de la Plata.

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Ignacio Zubizarreta

Las logias antirrosistas: análisis sobre dos agrupaciones secretas que intentaron derrocar a Juan Manuel de Rosas, 1835-1840

Introducción

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xisten numerosos estudios en los que se refleja la importancia que tuvieron las organizaciones secretas tanto en el período independentista (1809-1824) como en el proceso de construcción del Estado moderno argentino a partir de la segunda mitad del siglo XIX. De algún modo, esto puede ser constatado en la decisiva participación de los Caballeros Racionales y la Logia Lautaro para el momento de emancipación americana, y a través del relevante rol político alcanzado por la masonería en la etapa consecutiva al ocaso del régimen rosista (de 1852 en adelante). Si bien pareciera que a partir de la década de 1820 (y hasta 1852) el modelo asociativo de organizaciones secretas “prácticamente desaparece”1, cabe preguntarse hasta qué punto este proceso fue así. Georg Simmel y Reinhart Koselleck, para el contexto europeo, argumentan que las logias surgieron como consecuencia de regímenes despóticos y que se constituyeron entre las tramas del secreto como una vía de acción política eficaz, en un ambiente que impedía la libertad de opinión y de acción política2. Resulta una paradoja observar que para el caso argentino los dos momentos históricos mencionados, en los que las sociedades secretas tuvieron su florecimiento en el Río de la Plata, no se singularizaron por una restricción de las libertades asociativas. Durante la década de 1820 existió una nutrida vida asociativa que, amparada y promovida desde el gobierno de Martín Rodríguez en la provincia de Buenos Aires (1821-1824), no tuvo necesidad de actuar de forma secreta. Hacia fines de esa misma década, con el arribo de Juan Manuel de Rosas al poder, la vida asociativa anterior, vinculada a idearios liberales y modernizadores, perdió en gran parte su dinamismo. El descontento que despertaban la prolongada permanencia en el poder y el autoritarismo que imprimió Rosas

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Felipe Santiago del Solar Guajardo, “Secreto y Sociedades Secretas en la crisis del Antiguo Régimen. Reflexiones para una historia interconectada con el mundo hispánico”, REHMLC 3: 2 (2011-2012): 133-156.

2 Georg Simmel, “La Société secrète”, Du Secret, Nouvelle Revue de Psychanalyse 14 (1976): 281-305, y Reinhart Koselleck, Crítica y crisis del mundo burgués (Madrid: Rialp, 1965).

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a sus medidas de gobierno no acarreó como consecuencia directa un resurgimiento de las sociedades secretas, que, sin embargo, se encontraban en plena efervescencia al otro lado del Atlántico durante la Restauración Europea (1814-1848). Esto bien pudo responder a dos factores que a su vez están interrelacionados. Por un lado, porque muchos de los actores que podrían haberlas integrado habían partido al exilio. Pero por otro, porque Rosas fue, hasta cierto punto, exitoso en la implementación de un control social lo suficientemente sofocante, para impedir resquicios que permitieran el surgimiento de agrupaciones secretas. No obstante, existieron al menos dos sociedades que lucharon contra su régimen. Lo poco que se sabe de ellas se debe tanto a los magros resultados alcanzados en su cruzada por despojar a Rosas del mando como a cierta desatención historiográfica. A partir de la profunda renovación en Argentina en el campo de la historia, desde el retorno de la democracia (1983), el régimen de Juan Manuel de Rosas ha continuado acaparando la atención de muchos investigadores. Sin embargo, las pesquisas realizadas para intentar dilucidar las prácticas políticas de las facciones que se movilizaron en aras de derrotarlo han sido cada vez más modestas. Pareciera que las copiosas operaciones que se montaron con el fin de remover a Rosas del poder significaron fragmentos aislados de un rompecabezas aún no del todo reconstituido. Las actividades labradas por sus enemigos fueron analizadas en función del rol que pudieron alcanzar dentro del esquema y de las estrategias de este gobierno. Así, por ejemplo, en los trabajos de los historiadores Jorge Myers3 y Pilar González Bernaldo4, se halla presente la importancia de la actividad conspirativa antirrosista, pero a ella se le otorga cierta trascendencia sólo en la medida que pudo haber colaborado en modificar (o fortalecer) la praxis política o el discurso del propio Rosas. Por todo ello, el interés de este artículo radica en mostrar algunas facetas de las luchas antirrosistas que no han sido exploradas por la historiografía que trata el tema. El presente trabajo es el fruto del análisis sobre dos organizaciones secretas abordadas en mi tesis doctoral5. Pero en este caso particular, se ha optado por incorporar una serie de reflexiones en torno a las similitudes y diferencias que existieron entre ambas organizaciones, mientras se resaltan ciertas similitudes con otras agrupaciones afines y contemporáneas europeas que pudieron servirles

3 Jorge Myers, Orden y virtud, el discurso republicano en el régimen rosista (Buenos Aires: Universidad Nacional de Quilmes, 1995). 4

Pilar González Bernaldo, Civilidad y política en los orígenes de la Nación argentina. Las sociabilidades en Buenos Aires, 18291862 (Buenos Aires: FCE, 2001).

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Para obtener en mayor profundidad un análisis sobre ambas agrupaciones secretas, ver: Ignacio Zubizarreta, “Los Unitarios: faccionalismo, prácticas, construcción identitaria y vínculos de una agrupación política decimonónica, 1820-1852” (Tesis Doctorado en Historia, Universidad Libre de Berlín, 2011).

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como fuente de inspiración. Se intentará entonces explorar sus modus operandi, pero también las formas de comunicación, los objetivos, los vínculos intra y extra-logistas, así como las causas de sus postreros fracasos. Aunque no prosperaron acorde a las expectativas que generaron en sus contemporáneos, se sostiene aquí que su estudio permite descubrir nuevos rostros del accionar político y modalidades de ese tiempo, además de reforzar la hipótesis —en boga desde hace algunos años6— sobre las debilidades del régimen rosista. Siguiendo este orden de ideas, el escrito comienza con un breve bosquejo histórico que permite situar al lector en el contexto que facilitó el surgimiento de las agrupaciones encubiertas insurreccionales. A continuación, siguiendo un estricto orden cronológico, se explican la composición y el accionar de cada una de las sociedades secretas mencionadas. Finalmente, en la conclusión, se analizan las diferencias y similitudes que existieron entre ellas explicando el rol que detentaron en el complejo proceso de resistencia al régimen de Juan Manuel de Rosas7.

1. Breve contexto histórico En 1829 Juan Manuel de Rosas fue nombrado gobernador de la provincia de Buenos Aires, la más rica y poderosa jurisdicción de Argentina8. Su llegada a la cima del poder se dio como consecuencia de un proceso de guerras civiles entre las dos principales facciones políticas de ese entonces: unitarios y federales, que habían competido por el predominio del país desde mediados de la década de 1820, con dispar suerte. En 1824 Bernardino Rivadavia, ministro del gobernador de Buenos Aires, y Martín Rodríguez, principal figura del naciente unitarismo, convocaron al resto de las provincias a un Congreso Constituyente con la idea de conformar un Estado nacional centralizado, incorporando las provincias que desde 1820 gozaban de autonomía de facto. Dicho congreso, efectuado en Buenos Aires entre 1824 y 1827, terminó por demarcar los contornos de las dos principales facciones de la primera mitad del siglo XIX. Los unitarios chocaron en sus pretensiones contra la

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Se podría citar un ejemplo ilustrativo: Jorge Gelman, “Un gigante con pies de barro. Rosas y los pobladores de la campaña”, en Caudillos rioplatenses. Nuevas miradas a un viejo problema, eds. Noemí Goldman y Ricardo Salvatore (Buenos Aires: Eudeba, 1998), 223-240.

7 Antes de comenzar es necesario llamar la atención sobre las fuentes empleadas en esta investigación. Para la primera, se analizaron principalmente los archivos personales del doctor Daniel Torres —figura central dentro de la trama de la misma—, poco estudiados hasta el presente. Para la segunda organización, se empleó el extraordinario —aunque olvidado— corpus de fuentes que recopiló Gregorio Rodríguez, en: Contribución histórica y documental, t. II y III (Buenos Aires: Pauser, 1922). 8

Para ver de un modo sintético aunque más ampliado el período que aquí se resume, debe recordarse la investigación de : Tulio Halperín Donghi, De la revolución de independencia a la confederación rosista, t. 3 (Buenos Aires: Paidós, 1998).

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obstinación de un federalismo que rechazó la postrera Constitución centralista en su defensa a la autonomía de las diversas provincias. Dentro de este último movimiento político, los porteños Manuel Dorrego y Juan Manuel de Rosas —oriundos de la ciudad de Buenos Aires— se destacaron por su ferviente oposición al programa unitario orquestado desde Buenos Aires por Rivadavia. Inmersos en un contexto de hostilidad in crescendo, durante un breve lapso de cinco años (desde 1826 hasta 1831) lucharon y se sucedieron en el poder unitarios y federales. En 1826, sin embargo, la Asamblea Constituyente le otorgó la investidura presidencial de la República Arjentina a Bernardino Rivadavia. Conflictos externos (guerra contra el Imperio del Brasil por la tenencia de la Banda Oriental) e internos (repudio de varias provincias a la Constitución centralista) llevaron a un clima de ingobernabilidad que motivó su renuncia y la disolución del fugaz Estado unitario. Manuel Dorrego, destacado miembro del grupo federal, asumió la gobernación de Buenos Aires retomando contacto con las provincias díscolas al mandato anterior, pero pronto fue derrocado y luego ajusticiado por el general unitario Juan Lavalle, en diciembre de 1828. Este acontecimiento logró movilizar las fuerzas federales que, dirigidas por Rosas y por el gobernador de la provincia de Santa Fe, Estanislao López, llevaron al cercamiento de la ciudad de Buenos Aires, defendida por las tropas unitarias de Lavalle. La angustiosa situación producida por la escasez de víveres y las condiciones de vida imperantes dentro del recinto urbano obligaron al mismo Lavalle a realizar un acuerdo de paz con sus enemigos. Al margen de ciertos tropiezos en el ínterin, ese pacto abriría las puertas al ascenso de Rosas al poder por casi veinte años, pero también al exilio de la mayoría de sus enemigos políticos. Desde la asunción de Rosas al poder a fines de 1829 hasta 1835, sucedió una serie de acontecimientos que fortalecieron la situación del gobernador bonaerense. En su primer mandato (de 1829 a 1832), se concentró en mejorar la situación económica y social en la jurisdicción por él gobernada, mientras colaboró en eliminar las últimas resistencias unitarias que todavía eran poderosas en el interior del país gracias a la conformación de una coalición con otras provincias del mismo grupo político (Pacto Federal)9. Sucedido en el poder por Ramón Balcarce en 1832, Rosas se ocupó en organizar una gran expedición al “desierto” con el objeto de disciplinar los pueblos indígenas y ocupar nuevos territorios para la explotación rural al suroeste de esta provincia. Cuando la campaña militar era llevada a cabo, su

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Pacto firmado entre las provincias de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos, con el objeto de contrarrestar la influencia de la unitaria Liga del Interior, comandada por el general José María Paz; ver: José Carlos Chiaramonte, “El federalismo argentino en la primera mitad del siglo XIX”, en Federalismos latinoamericanos, México, Brasil, Argentina, ed. Marcello Carmagnani (México: FCE, 1993), 91-93.

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líder manejaba los hilos de la política bonaerense intentando debilitar, por medio de una red con la que se mantenía comunicado por vía epistolar, al gobernador Balcarce y sus colaboradores, los “liberales” o “doctrinarios”. Estos últimos comenzaron a conformar parte de una facción que se desprendió del federalismo de cuño rosista y que tuvo por estandarte el ordenamiento del país por medio de una constitución escrita. Finalmente, los doctrinarios perdieron el dominio de la provincia frente a una asonada dirigida por los seguidores de Rosas, conocida como la Revolución de los Restauradores (octubre de 1833), y muchos de sus principales líderes debieron exiliarse. Así, el gobernador Balcarce fue reemplazado por Manuel V. Maza, cercano a Rosas. En 1835 el extraño asesinato del caudillo federal Facundo Quiroga, acaecido en la provincia de Córdoba, causó estupor en Buenos Aires y descubrió la fragilidad del gobernador Maza, quien delegó su mandato en la persona de Juan Manuel de Rosas, accediendo así al poder por segunda vez. Mientras que Quiroga, figura política de enorme gravitación en el noroeste argentino, era asesinado, todo el espectro político del interior del país comenzaba a girar en torno al poderío del gobernador bonaerense. No fue sino con la segunda asunción de Rosas (marzo de 1835) que una nueva corriente de sus opositores se alejó de Buenos Aires, la mayoría de los cuales ingresó en la flamante República Oriental del Uruguay. Entretanto, Rosas intentaba asegurarse el predominio político de la Confederación Argentina, empezando a inmiscuirse en los asuntos de sus países vecinos, con el objeto —entre otros más clandestinos— de resguardar las fronteras de la amenaza unitaria. De esta forma, entró en guerra contra la Confederación Perú-Boliviana con el apoyo de Chile10. En aquel ínterin, se entrometía cada día más en los asuntos internos del Uruguay presionando a su presidente, Manuel Oribe, para que supervisara y reprimiese los movimientos unitarios en ese país11. Ante este panorama, los exiliados de las diversas facciones que se encontraban en suelo uruguayo comenzaron a operar distintas variantes, para aunar propuestas con el fin de derrocar a Rosas. Los federales doctrinarios podían ser útiles a los designios unitarios, puesto que contaban con buenos contactos entre los colaboradores más próximos del gobernador de Santa Fe, Estanislao López. Domingo Cullen y Evaristo Carriego —sus principales ministros— buscaban alejar a López de la esfera rosista y acercarlo al gobernador de la vecina provincia de Entre Ríos, Pascual Echagüe, para conformar un bloque “organicista” aferrado

10 En relación con las causas de este conflicto, puede verse: Gustavo Navarro, “Ensayo sobre la Confederación Perú-Boliviana: El Crucismo”, Journal of Inter-American Studies 10: 1 (1968): 53-73. 11 Sobre el contexto histórico y político del Uruguay de estos años, ver: Juan E. Pivel Devoto, Historia de los partidos y de las ideas políticas en el Uruguay. Tomo II. La definición de los bandos (1829-1838) (Montevideo: Editorial Río de la Plata, 1956).

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a las ideas constitucionalistas que pregonaban los federales doctrinarios12. En paralelo, los unitarios se ocuparon de la redacción del periódico El Moderado, la primera publicación antirrosista que se editaba en el extranjero. La crítica al régimen que se divulgaba desde allí entre la sociedad de exiliados se fue acentuando con el correr de los meses13, lo que llevó sin duda al descontento de Rosas. Además de la elaboración de la publicación, se iniciaron acercamientos entre unitarios y federales doctrinarios intentando limar viejas asperezas, pues entendían ahora la necesidad de trabajar mancomunadamente. No obstante la buena voluntad de algunos, los recelos entre las distintas partes de antaño llevaron a una desconfianza mutua, que impediría una alianza duradera y la posibilidad de contar con Estanislao López como aliado, quien desconfiaba a su vez de la sinceridad de los unitarios.

2. La logia unitaria en suelo oriental (1835-1836) La perspicacia política de Rosas le indicó la necesidad de controlar a sus enemigos más de cerca. Así, a principios de 1836, envió un representante ad hoc a Uruguay, el coronel Juan Correa Molares, para que impartiera consejos al presidente Oribe y mejorara las relaciones entre la Confederación Argentina14 y el Estado uruguayo. Pero, en realidad, su principal misión consistía en presionar al presidente oriental para que controlara e impidiera los movimientos de los exiliados tendientes a debilitar la hegemonía rosista15. La presión de este representante no tardó en hacerse efectiva a través de medidas concretas. El periódico El Moderador, principal órgano de expresión del grupo, fue clausurado coartando así una voz en disidencia16. El panorama se volvió acuciante, ya que mientras Oribe los cercaba ante la presión del gobernador bonaerense, los unitarios habían perdido la esperanza de lograr un acuerdo con los federales doctrinarios, y por ese motivo decidieron organizarse en logias, pues éstas se encontraban: “[…] rodeadas del prestigio del misterio y también de las formas, sí, de las formas que tanto pueden sobre los hombres, particularmente sobre los espíritus vulgares. Estas sociedades establecidas en Buenos Aires, multiplicadas por toda la población, hábilmente

12 Sobre las disidencias entre los gobernadores del Litoral y Rosas, ver: José Antonio Segura, El pleito de 1836 entre los federales del litoral (Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 1968). 13 Como se puede observar en: El Moderador, Montevideo, 19 de diciembre, 1835. 14 Si bien Rosas era el gobernador de Buenos Aires, no obstante también manejaba, por designación de las restantes provincias, las relaciones externas de la Confederación. 15 “Instrucciones que se dan al Coronel D. Juan Correa Morales”, en Archivo General de la Nación (AGN), Buenos Aires-Argentina, Documentación del Coronel Juan Correa Morales, Sala X, 1-6-6. 16 Ver al respecto: Artículo adicional al número 35, El Moderador al “Público”, 7 de enero, 1835.

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encadenadas, relacionadas con la campaña, y con las de este Estado, y dirigidas por un centro común, reanimarían el espíritu público, exaltarían el patriotismo y pre­pararían los ánimos a un grande acontecimiento”17.

A pesar de que en el proyecto inicial existía la intención de expandir las logias por Buenos Aires y su hinterland, entre fines de 1835 y los primeros meses del año consecutivo, se fueron ramificando agrupaciones en diversos puntos de la geografía uruguaya. Así sucedió en Mercedes, Las Vacas, Paysandú, Colonia y Montevideo, sedes de la logia central. De la que más información se ha obtenido es sobre la organizada en Colonia del Sacramento, gracias al epistolario que se intercambiaban el doctor Daniel Torres, uno de los más activos miembros dentro de ella, y Valentín Alsina, líder de la organización en la capital uruguaya. La instrucción que arribó a Colonia sobre las modalidades de conformación de logias es un documento sumamente elocuente18. De éste se desprenden el plan, la organización y las estrategias de dichas organizaciones, que debían ser dirigidas por un “unitario cerrado”, nunca excediendo los ocho participantes. En este documento, tres eran los principales requisitos que se debían exigir a todo novel integrante: obedecer a la logia central sin cuestionar las directivas, sacrificar la curiosidad y mantener todo lo relacionado con la organización en el más inapelable hermetismo19. El proyecto más ambicioso de los logistas consistió en planear una triangulación con Carlos de Alvear (antiguo general del Ejército argentino) y Andrés de Santa Cruz (Supremo Protector de la Confederación Perú-Boliviana). Un amigo en común unía las redes que se tendían entre ellos: el coronel José María Benavente, quien actuaba bajo las filas del rosismo, pero conspirando en paralelo contra este orden. El plan principal consistía en atacar Buenos Aires en forma de tenaza, es decir, los exiliados en Uruguay lo efectuarían atravesando el río de la Plata; Santa Cruz haría lo propio bajando desde el norte del país, y Alvear levantaría a los descontentos del régimen en la propia ciudad que sería blanco del asalto. Todas estas confabulaciones se tejían a través de un sistema de intercambio epistolar, que se fue sofisticando con el transcurso del tiempo y los intentos de encubrimiento fallidos. Las estrategias de comunicación fueron vitales en este contexto de perseverante vigilancia, centralizándose la correspondencia de las logias en la sede central, situada en Montevideo, desde donde se impartían las tareas a cada una de sus filiales.

17 “Carta anónima a Daniel Torres, Colonia, 1 de noviembre de 1835”, en AGN, Documentación de Daniel Torres, Sala VII, leg. 1943, f.37. 18 “Carta anónima”, s/f., en AGN, Documentación de Daniel Torres, Sala VII, leg. 1943, ff.41-42. 19 Las características de la logia estudiada son similares a las clasificaciones que sobre las organizaciones secretas confeccionó el sociólogo alemán Georg Simmel en su trabajo “La Société secrète”. También puede consultarse: Sérge Hutin, Las sociedades secretas (Buenos Aires: Eudeba, 1961).

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En un principio estos grupos se contentaron con esconder el nombre de remitentes y destinatarios mediante un conjunto de seudónimos. Así, Valentín Alsina firmaba sus misivas con el seudónimo de “Nicasio Salvadores”, pero en otras oportunidades lo hacía bajo la identidad de “Draquelle” o “Anselmo Garreda”20. No obstante, una vez interceptada la correspondencia, era sencillo poder hallar a sus redactores, no sólo por la grafía empleada sino por su propio contenido. Por este motivo, comenzaron a enviar sus cartas utilizando un lenguaje que encubría algunas de las palabras más comprometedoras reemplazándolas por símbolos, por ejemplo, nombres de actores políticos, lugares, facciones o conceptos como “unidad” u “organización nacional”. Al poco tiempo constataron también las debilidades de este sistema y optaron por otro, un tanto más complejo pero con beneficios adicionales, que imitaron de los carbonarios europeos, que se estudiarán en el último apartado de este artículo. Este nuevo sistema escondía las tramas de una confabulación que comenzaba a mostrarse cada vez más estéril. Aparentemente, la falta de discrecionalidad del plan llevó a que dejara de ser un secreto21, y Alvear, fluctuante, optó por retroceder. La ausencia de novedades al otro lado de La Plata y el enrarecimiento del clima político uruguayo los fueron obligando, desde el seno de la logia, a sumergirse de un modo directo en la escena local. La hostilidad que recibían del presidente Oribe los acercó a Fructuoso Rivera, su oponente directo y más poderoso, el caudillo y primer presidente oriental. En efecto, Daniel Torres recibió información de Logia Central que le afirmaba “[...] cuál es nuestro partido entre F. Rivera y Oribe. Claro es: en público ninguno y ocultamente por F. Rivera, ínterin Oribe no varíe de conducta; pero haciéndole entender a Oribe lo contrario […]”22. En febrero de 1836 las dos figuras políticas más relevantes de Uruguay habían roto sus relaciones, cuando Oribe le quitó el mando de la Comandancia General de Campaña a Rivera, pues este último había colaborado en la revolución de los farrapos, en el sur de Brasil, comprometiendo la neutralidad que el presidente oriental pretendía mantener de cara a dicho conflicto23. Además, Santiago Vázquez24, antiguo

20 “Carta de Draquelle (¿Valentín Alsina?) a Pesal (Daniel Torres)”, 1 de diciembre de 1835, en AGN, Documentación de Daniel Torres, Sala VII, leg. 1943, f.49. 21 Como puede verse en: AGN, Documentación de Daniel Torres, Sala VII, leg. 1943. 22 “Carta de Garreda (¿Valentín Alsina?) a Pesal (Daniel Torres)”, Montevideo, 14 de febrero de 1836, en AGN, Documentación de Daniel Torres, leg. 1943, f.64. 23 Para la relación entre la revolución de los farrapos y los caudillos rioplatenses, recomendamos: Alicia Vidaurreta, “Los farrapos y el Río de la Plata”, Jahrbuch für Geschichte Lateinamerikas 24 (1987): 417-454. 24 En el riverismo estaban alineados la vieja emigración unitaria, los orientales aporteñados, “ex unitarios” o “ex cisplatinos”. Dentro del ámbito intelectual, desde el periódico El Iniciador, a partir de 1838, Andrés Lamas, Miguel Cané y algunos emigrados conformarían una suerte de núcleo romántico y anti-oribista. Ver: Carlos Real de Azúa, El Patriciado uruguayo (Montevideo: Ediciones Asir, 1961), 93-94.

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unitario y ministro de primer orden en la gestión previa de Rivera, sirvió de fluido nexo entre este último y los descontentos exiliados. La oportunidad para trabajar en forma conjunta con Rivera y su facción se establecería en las próximas elecciones a representantes. Existían dos listas, una oficialista y otra opositora. De este modo, la logia actuó como soporte político del riverismo. La condescendiente Constitución oriental facilitaba la posibilidad de voto a la mayoría de los exiliados, pues tenía clausulas muy liberales en ese sentido25. Por ese motivo, los referentes del unitarismo se juntaron para “tratar el modo de que todos los argentinos tomen parte en las elecciones. Organizados como están en sociedades secretas, dependientes de un centro directivo, que les comunica, cuando es necesario, un impulso simultáneo, el cual se hace sentir hasta en la última clase de la emigración, que es la más numerosa, se muevan en el sentido que el centro directivo les indique”26. Si bien no se cuenta con cifras fidedignas para determinar la cantidad de potenciales votantes argentinos, se cuentan en miles los exiliados que se encontraban apostados en el Estado Oriental del Uruguay. De todos modos, los responsables de las organizaciones secretas no llegarían a tomar parte en el proceso electoral. En septiembre de 1836, Calixto Vera, miembro de la Logia de Colonia y primo de la mujer de Bernardino Rivadavia, fue detenido por las autoridades y remitido a Buenos Aires. Allí se le realizó un interrogatorio sobre su rol dentro de la organización27. Este caso es sugestivo, por cuanto muestra, por medio de las preguntas que se le realizaron al acusado, la precisa y acertada información que poseía el régimen rosista sobre las actividades conspirativas unitarias en el exterior. El enviado Correa Morales, en colaboración con las autoridades orientales, habían confeccionado un sistema de espionaje tan eficaz que lograron desentrañar las tramas de las logias, sus planes fallidos, su organización y su complejo sistema de comunicación cifrada. Vera colaboró —cabría preguntar si de forma voluntaria— en el conocimiento de lo poco que quedaba por revelarse. Con toda esta información, más la contribución de muchos exiliados en la fallida revuelta de Rivera (batalla de Carpintería, septiembre de 1836), los unitarios y miembros de las logias fueron capturados por las tropas de Oribe y deportados a Santa Catalina (Brasil). Así se cierra la actuación de estas agrupaciones. No obstante, tiempo después Rivera se tomaría su revancha y vencería

25 Parlamento del Uruguay, “Constitución de la República Oriental del Uruguay”, 28 de junio de 1830, Sección II: De la ciudadanía, sus derechos, modos de suspenderse y perderse, Capítulo I, <http://www.parlamento.gub. uy/Constituciones/Const830.htm>. 26 “Carta de Ignacio Barteló (¿Valentín Alsina?) a Daniel Torres”, Montevideo, 30 de mayo, 1836, en AGN, Documentación de Daniel Torres, Sala VII, leg. 1943, ff.101-102. 27 “Confesión de Calixto Vera”, en AGN, Secretaría de Rosas, Sala X, 25-3-1.

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a Oribe, para quedarse nuevamente con el poder. En esa instancia, de manera contradictoria, la lucha contra Rosas sería alentada por el nuevo Gobierno uruguayo, evitando a los exiliados la necesidad de ocultar sus actividades conspirativas, creándose poco después asociaciones públicas como la Comisión Argentina, órgano que promovía abiertas medidas para derrocar al que consideraba un “tirano”.

3. El Club de los Cinco: las organizaciones secretas se extienden en Buenos Aires (1839-1840) En 1835, mientras los unitarios comenzaron a pergeñar la logia analizada, el escritor Marcos Sastre, procedente de Uruguay, abría en Buenos Aires la Librería Argentina. Algún tiempo después comenzó a funcionar allí, con cierta asiduidad, una tertulia literaria que contó con la participación de Miguel Cané (padre), Juan Bautista Alberdi, Vicente Fidel López, Esteban Echeverría y Juan María Gutiérrez, dando inicio a la célebre Generación del 3728. Si bien en un principio los vivos debates que se suscitaron en ella corres­pondían a temáticas literarias, culturales y artísticas, gradualmente se fue constituyendo una asociación cuyo eje central se basó en concebir una profunda renovación política. Dos años más tarde del inicio de la tertulia, Esteban Echeverría fundó la Asociación de Mayo, inspirado en las agrupaciones carbonarias y en la Joven Italia de Giuseppe Mazzini. También presentó el Dogma Socialista a la Juventud Argentina, una suerte de preámbulo para inspirarles a sus destinatarios las ideas de fraternidad, igualdad, libertad y asociación29. En un primer momento, parte del entorno rosista no vio a la agrupación como una amenaza a su poder. Algunos de sus integrantes sentían simpatía por Rosas, e incluso llegaron a pensar que podrían colaborar en su política de gobierno. Se equivocaron pues Rosas imposibilitó la continuidad de una agrupación que podía cuestionar su conducta, por lo que la tertulia se disolvió, y gran parte de su elenco partió al exilio. El Estado Oriental se convertía ahora en el epicentro de la resistencia al rosismo. No todos los seguidores del movimiento se cobijaron en suelo extranjero. Entre ellos, existían algunos que sin haber tenido una destacada actuación previa, e, incluso, integrados al engranaje estatal rosista, aprovecharon su emplazamiento en el poder para conformar una agrupación secreta que se denominó el Club de los Cinco. Este movimiento tenía por objeto auxiliar dentro de Buenos Aires a todos los proyectos que, por fuera de ella, tuvieran por finalidad derrocar a

28 Sobre la Generación del 37: Félix Weinberg, El Salón Literario (Buenos Aires: Hachette, 1957). 29 La influencia ideológica recibida por la Generación del 37, en: Leopoldo Zea, El pensamiento latinoamericano (Barcelona: Ariel, 1976).

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Rosas. Es importante poner de relieve que uno de los argumentos principales que justificaban las intenciones de conspirar consistía en lo extremadamente violento que se había tornado el régimen. Debe recordarse que por ese entonces Rosas se enfrentaba paralelamente al bloqueo de la flota francesa y temía una invasión unitaria por los puertos argentinos. Por si eso hubiese sido poco, debía hacer frente a la Coalición del Norte —sublevación alentada por unitarios y otras facciones antirrosistas de las provincias del norte— y la revolución de los Libres del Sur. Este último movimiento constituyó un levantamiento de los hacendados de la parte meridional de la provincia de Buenos Aires, que se rebelaron contra las condiciones económicas imperantes consecuentes del propio bloqueo francés. Sin duda, el contexto parecía el más propicio para tratar de minar el influjo de Rosas en el centro mismo de su poder30. Sin embargo, no fue sólo el Club de los Cinco quien aglutinó la totalidad de los elementos que se complotarían contra el régimen. La célebre “conspiración de Maza” —que se estudiará a continuación— también se transformaría en el corolario de todos los movimientos secretos que se sucedieron en Buenos Aires para despojar a Rosas del mando, una tentativa promovida por dos grupos. Uno de ellos más próximo al propio círculo del gobernador bonaerense, y liderado por Ramón Maza —hijo de Manuel V. Maza, legislador en ejercicio, amigo y consejero de Rosas—, y otro más cercano al veterano y exrivadaviano Diego Alcorta31. De la primera agrupación surgió el Club de los Cinco, que estaba compuesto por Enrique Lafuente, un funcionario de la Secretaría de Rosas; Santiago Albarracín —quien financiaba los gastos del complot—, Carlos Tejedor, Jacinto Rodríguez Peña y Rafael Corvalán —hijo de Manuel Corvalán, edecán de Rosas—. Dentro del segundo grupo, por ejemplo, Diego Alcorta no sólo había logrado mantener enorme gravitación dentro de lo que constituía hasta hacía poco la Generación del 37, sino que su casa solía prestarse como refugio de reuniones antirrosistas32. Entre los que habían participado en estos grupos, se destaca Antonio Somellera, quien, además de haber legado sus Memorias33, dirigía una ramificación del movimiento en colaboración con el suizo Tiola, Benito Carrasco, Blas Pico, el doctor Fernández y sus primos

30 Para comprender este momento tan particular del régimen de Rosas, remitirse a un excelente trabajo de síntesis: Halperín Donghi, De la revolución de independencia, especialmente el punto 2: “La gran crisis del sistema federal (1838-1843)”, 356-382. 31 En el primer grupo se destacan: Maza, Enrique Lafuente, Jacinto Rodríguez Peña, Carlos Tejedor, Santiago Albarracín, entre otros. Por el grupo de Alcorta, Juan Thompson, Avelino Balcarce, Valentín San Martín, Valentín Gómez Gervasio Rosas, Hilario Lagos, Diego Arana, entre otros. Ver: Gabriel Puentes, La intervención francesa en el Río de la Plata. Federales, unitarios y románticos (Buenos Aires: Ediciones Teoría, 1958), 222. 32 Así se puede ver reflejado en: Paul Groussac, Estudios de historia argentina (Buenos Aires: s/e., 1918). Aquí es importante estudiar el pormenorizado análisis que hace sobre la personalidad de Diego Alcorta. 33 Antonio Somellera, Recuerdos de una víctima de La Mazorca 1839-1840 (Buenos Aires: Elefante Blanco, 2001).

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unitarios, los Bustillo. Ángel Carrasco, descendiente de Benito Carrasco, rememora a través de sus recuerdos familiares cómo esta última facción solía reunirse en la casa de comercio del rematador Gowland, donde intercambiaban “medias palabras con disimulo”, aprovechando la aglomeración que se producía en un lugar tan concurrido, puesto que sus mismos hogares ya eran vigilados34 por esa “eficaz y brutal maquinaria” de control rosista apodada La Mazorca35. A su vez, Diego Martínez prestaba su estancia —situada en las cercanías de San Isidro— brindando apoyo logístico a todos aquellos que buscaban escapar de la persecución del régimen, facilitando escondite y acceso a las costas del Plata para que pudieran abordar los balleneros que pasaban de manera sigilosa con el objeto de rescatarlos y depositarlos del otro lado de la orilla, nuevamente en Uruguay. Enrique Lafuente solía escribir entre dos y tres veces por semana a Félix Frías, quien, exiliado en el Estado Oriental, se desempeñaba como secretario de Juan Lavalle —veterano militar unitario—, que en ese momento organizaba una invasión a la Confederación con el objeto de alcanzar la misma en Buenos Aires y desplazar a su gobernador. Por mediación de Frías, Lavalle conocía los pasos de la organización secreta en Buenos Aires y daba consejos e instrucciones. Lafuente comunicaba a Frías sobre todo aquello que sucedía en el gobierno rosista, advirtiéndole que esa información, siempre y cuando “no me resulte compromiso, puede publicarse”36. Estas misivas que traspasaban las dos bandas del Plata, se escudaban también bajo diversos seudónimos: Lafuente se hacía llamar Mister Henry; entretanto, Mr. John escondía la identidad de Frías. Las cartas debían ser quemadas luego de leídas. Lafuente también tenía una dilatada red que se extendía hasta la campaña bonaerense norte, principalmente en la localidad de San Nicolás, desde donde se repartían periódicos antirrosistas como El Grito Argentino37. También se establecieron vínculos en el fuerte Federación y en Salto, otras poblaciones rurales de la zona. Lafuente era poseedor de información privilegiada, por lo que a veces era llamado como escribiente supernumerario en la Gobernación. Además, tenía acceso directo a la persona de Rosas, y si no mantenía un vínculo íntimo, lograba disponer de una serie abundante de documentos de la Secretaría, aunque confiesa que “La política del tirano es muy reservada: es un arca en donde se depositan sus medidas infernales y cuya llave, la presta al que es necesario

34 Ángel Carrasco, El salvaje unitario (Buenos Aires: Pauser, 1927), 33. 35 La Mazorca —su nombre proviene del fruto del maíz— era un grupo paraestatal de seguidores del gobernador Rosas. Gabriel Di Meglio, ¡Mueran los salvajes unitarios! La Mazorca y la política en tiempos de Rosas (Buenos Aires: Sudamericana, 2007). 36 Gregorio Rodríguez, Contribución histórica, t. II, 468. 37 Para tener más información: Ignacio Zubizarreta, “El contraste discursivo de los exiliados argentinos a través de dos publicaciones de prensa en tiempos rosistas (1839-1845)”, HIB. Revista de Historia Iberoamericana 3: 1 (2010): 84-105.

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que la tome, no para que abierta vea todo lo que contiene, no señor, sólo aquello que debe ejecutar, lo que es necesario, indispensable que vea y sepa. Todo, solo él lo sabe”. Aquello que, a pesar de las limitantes antedichas, Lafuente podía recabar era enviado a Uruguay por vía o conducto seguro, como lo denominaban por entonces. Pero esa actividad no estaba exenta de riesgos, y Lafuente temió por su vida. Había relatado cosas que salieron publicadas, “de suerte que si Rosas hubiera leído el Grito [por la publicación El Grito Argentino], habría deducido, que había cerca de él quien lo traicionaba”38. Sin embargo, no era el único informante que conspiraba contra este gobierno. Pedro Duval39, por medio de procedimientos nunca descubiertos, se las ingenió para pasar noticias del entorno del gobernador a Florencio Varela, intelectual unitario y acérrimo enemigo del régimen rosista, quien desde Montevideo las publicaba a través de El Comercio del Plata, un célebre periódico antirrosista. Existía una guerra de opinión en la cual la prensa tenía un papel de primer orden. Rosas era consciente de que existían infiltrados en su gobierno; por eso mismo, su forma de llevar las riendas del poder era centralizada, sólo confiaba —y hasta cierto punto— en un círculo muy pequeño. También sabía que debía reforzar las medidas de seguridad estableciendo, por ejemplo, que toda tripulación que arribaba al puerto de Buenos Aires debía ser “registrada de arriba abajo”. Por ese motivo, la correspondencia que se escribían los miembros de la logia con sus soportes en el Estado Oriental del Uruguay, se redactaba con un sistema de cifrados llamativamente similar al de las agrupaciones secretas analizadas antes. Félix Frías no sólo recibía la información que llegaba de Lafuente, también Avelino Balcarce, otro de los conjurados, le escribía con frecuencia. Este último contaba con importantes contactos en la localidad de San Nicolás y le aseguraba a Frías que el comandante del regimiento allí apostado, Patricio Balsa, se había comprometido a sublevar a todo el pueblo, e incluso a apresar a quienes se opusieran al levantamiento40. Balcarce, lejos de mantenerse inmóvil por el temor de ser descubierto, se había entrevistado con otros altos jefes del ejército rosista a fines de mayo de 183941. En carta a su amigo Frías, le aseguraba que “Los tres cuarteles del Retiro se toman en un momento y no había que temer del exterior sino el cuarto batallón. Tratamos de ganárnosle y en el día contamos de nuestra parte a tres capitanes y se ha tratado de sembrar el descontento contra su coronel entre los soldados”42. En la misma carta,

38 “Carta de Lafuente a Frías, mayo de 1839”, en Contribución histórica, t. II, 476. 39 Sobre la curiosa vida de Pedro Duval, personaje poco conocido de la historia decimonónica argentina, consultar: Vicente O. Cutolo, Nuevo diccionario biográfico argentino (1750-1930) (Buenos Aires: Editorial Elche, 1985). 40 “Carta de Avelino Balcarce a Félix Frías”, 7 de mayo de 1839, en Contribución histórica, t. II, 495. 41 “Carta de Avelino Balcarce a Félix Frías”, 29 de mayo de 1839, en Contribución histórica, t. II, 497. 42 “Carta de Avelino Balcarce a Félix Frías”, 31 de mayo de 1839, en Contribución histórica, t. II, 497.

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también le informaba: “Ya he empezado a hacer algo y mañana a la noche me debe dar unos pasquines43 que amanecerán sem­brados por las calles y fijos en las paredes de toda la ciudad. A la misma hora, mil brazos se ocuparán en esto […]”44. Pero, ¿se trataba de mil brazos? Unos pocos meses antes de esos sucesos, Florencio Varela recibió una carta en la que le aseguraban que en Buenos Aires no faltaban hombres que “trabajan cuanto se puede en medio de la vigilante astucia del despotismo, y están dispuestos a todo, aunque son débiles y pocos”45. Así, desde esa ciudad se manifestaba que, si bien sus ambiciones eran firmes, no eran realmente muchos los que estaban dispuestos al riesgo que acarreaban las actividades conspirativas. Lo cierto es que varios de los potenciales implicados, que eran numerosos e influyentes, saldrían a la luz sólo si la revolución se iniciaba bajo un signo positivo. Lavalle, guiado por la experiencia, reco­mendaba a Frías que exhortara a sus aliados y amigos en Buenos Aires para: “evitar toda reunión, y constituir otro medio de entenderse […] por ejemplo, cartas bajo una clave especial, depositadas en lugares convenidos, sin escribir en ellas ni una sola letra común, y en el sobre el signo del hermano a quien es dirigida. Que eviten entrar en las casas de los jefes y demás amigos con quienes estén de acuerdo […] Mucho vale el dinero. Sin él, todo es embarazo, pero es más prudente afrontar estos, que extender el secreto entre muchos, por multiplicar los contribuyentes”46.

Lavalle conocía bien cómo la falta de discreción y de credulidad en los hombres que comparten una empresa en el secreto podía llevar a su completo fracaso; de allí sus constantes consejos. No fueron en vano, pero tampoco efectivos. El célebre unitario José María Paz, que había llegado de Santa Fe hacía poco tiempo y que tenía toda la extensión de Buenos Aires por cárcel —pues había sido capturado por una partida federal en 1831 y desde entonces estaba cautivo—, asegura en sus memorias “que el secreto de la conjuración estaba en miles de bocas”, y que, sin embargo, como les había sucedido antes a los movimientos unitarios, sólo contaban con el apoyo “en lo general de la gente pensadora, acomodada e ilustrada”47. Albarracín se acercaría a Paz para tentarlo con la dirección

43 En relación con la importancia de los pasquines e impresos para la “guerra de opinión” recomendamos: Paula Alonso, comp., Construcciones impresas, panfletos, diarios y revistas en la formación de los estados nacionales en América Latina 1820-1920 (Buenos Aires: FCE, 2003). 44 “Carta de Avelino Balcarce a Félix Frías”, 31 de mayo de 1839, en Contribución histórica, t. II, 497. 45 “Carta de JMG? A Florencio Varela”, 23 de noviembre de 1828, en AGN, Correspondencia variada entre unitarios, Sala VII. 46 “Carta de Lavalle a Félix Frías”, 14 de junio de 1839, en Contribución histórica, t. II, 497. 47 José María Paz, Memorias, t. II (Buenos Aires: Albatros, 1945), 346-347.

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militar de la revuelta, pero no hubo tiempo pues los conju­rados fueron delatados, y apresados sus principales responsables. El joven Ramón Maza, sin dudas uno de los principales conjurados, de relevante importancia política, fue fusilado en la cárcel; su padre, Manuel Vicente, presidente de la Sala de Repre­sentantes, fue también asesinado de una puñalada por la espalda. Paz advierte que el gran defecto del que adoleció el movimiento fue justamente el haber carecido de un centro fijo de dirección, pues “marchaba con el día y según las deliberaciones de la noche antes; deliberaciones que variaban según los círculos en que se hacían”48. Esto sucedía porque debían coordinar distintas facciones (la de Maza y la de Alcorta) con los potenciales colaboradores, que se plegarían sólo en caso de que la conjura se mostrara exitosa, pero además, con las directivas de Lavalle y los exiliados. De este modo, la empresa no sólo era muy riesgosa, sino de muy difícil concreción, demostrándose así con su trágico desenlace.

4. Análisis comparativo entre las dos logias antirrosistas En Hispanoamérica, el primer antecedente importante de sociedad secreta lo constituyó la Logia de los Caballeros Racionales o Gran Reunión Americana, liderada por Francisco de Miranda. La Logia Lautaro significó un desprendimiento de aquella matriz, y también promovió la independencia del dominio español49. En la Buenos Aires independentista, el café de Marco, con sus reuniones secretas y pretensiones de “club jacobino”, también resultó un importante antecedente de la asociación conspirativa y política. Tanto esta agrupación como la posterior Sociedad Patriótica serían finalmente absorbidas por la célebre Logia Lautaro. Durante el “período rivadaviano” (1821-1824)50, algunas asociaciones, como la Logia Valeper, sólo sirvieron para divulgar intereses culturales y científicos dentro de un sector de la élite ilustrada51. Otras asociaciones de este mismo estilo surgieron del otro lado del Plata, como Los Caballeros Orientales o la Hermandad de Caridad, en Montevideo52.

48 José María Paz, Memorias, t. II, 351. 49 Para un panorama general, ver: José Antonio Ferrer Benimeli, “Aproximación a la historiografía de la masonería latinoamericana”, REHMLC 4: 1 (2012): 1-121. 50 Período en el cual Bernardino Rivadavia fue ministro de Martín Rodríguez, gobernador de la provincia de Buenos Aires (1821-1824). 51 Para ver la labor de la Logia Valeper: Carlos Ibarguren, Las Sociedades Literarias y la Revolución Argentina (18001825) (Buenos Aires: Espasa Calpe, 1937), 133. 52 Ver al respecto: Mario Dotta Ostria, “Tres ensayos sobre la masonería en el Uruguay (1770-1870)”, en 200 años de relaciones masónicas entre Argentina, Uruguay, Chile y Francia (siglo XIX), ed. Dévrig Mollès (La Plata: Universidad Nacional de La Plata, 2012), 35‑111.

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Hasta aquí, las logias mencionadas, de alguna manera, constituyeron un núcleo de poder con cierta afinidad hacia el mismo poder gobernante. Conformaron una estructura que permitía alcanzar fines por medios más directos que por otras vías institucionales. Incluso, en algunos casos, las logias recibían el impulso directo de los gobiernos de turno. Con el arribo de Juan Manuel de Rosas al poder en 1829, las sociedades secretas, como se indicó, vinculadas tradicionalmente a los idearios liberales, comenzaron su eclipse. Para el caso de los unitarios exiliados en el Estado Oriental del Uruguay, la imposibilidad de ejercer una abierta oposición al rosismo, sumada al sentimiento de hostilidad que percibían por parte de las autoridades uruguayas, constituyeron las causas directas de su conformación en logias. En cambio, las agrupaciones que surgieron en Buenos Aires, lo hicieron con la ilusión de poder brindar auxilio a toda tentativa antirrosista que se constituyera fuera de la misma ciudad. Se manifiestan, entonces, algunas diferencias de estas dos últimas agrupaciones con respecto a las que les sirvieron de antecedente. Por un lado, ellas no surgieron del poder establecido, sino que, por el contrario, nacieron para oponerse y derrocarlo. Por el otro, poseyeron algunas características que las singularizan de sus precedentes, que brotaron al calor del pensamiento ilustrado, enmarcándose en otro contexto asociativo más afín al momento romántico europeo. También se diferencian de las logias masónicas que emergieron en México un poco antes y que se dividieron según el rito escocés y yorkino53, pues en las estructuras y los protocolos de las organizaciones estudiadas en este artículo se encuentra una falta de toda referencia a valores masónicos. En ese sentido, se asimilan mejor con sus contemporáneas, las agrupaciones carbonarias. No puede perderse de vista que uno de los principales motivos por los que las logias antirrosistas optaron por conformarse en sociedades secretas se explica por el hecho de que estos medios de asociación se transformaron en una verdadera moda. En contacto con ciudadanos franceses54 e italianos55,

53 Recomendamos sobre el tema: María Eugenia Vásquez Semadeni, “La masonería en México, entre sociedades secretas y patrióticas, 1813-1830”, REHMLC 2: 2 (2010-2011): 19-33. 54 Los antecedentes de ciudadanos franceses en asociaciones secretas del Nuevo Mundo fueron considerables. El vínculo y la sociabilidad generada entre exiliados unitarios, miembros de la Generación del 37 y ciudadanos franceses pudieron haber sido determinantes en la constitución de organizaciones secretas antirrosistas. Sobre esta temática: Dévrig Mollès, “Exiliados, emigrados y modernizadores: el crisol masónico euro argentino (Europa-Río de la Plata, 1840-1880)”, en La masonería española: represión y exilios, ed. José Antonio Ferrer Benimeli, vol. 1 (Zaragoza: Universidad de Zaragoza/Gobierno de Aragón, 2011), 47‑70. 55 Es muy interesante el rol que cumplieron los exiliados italianos tanto en la prensa montevideana como en aquella de la fugaz República Riograndense que nació de la revuelta de los farrapos (1835). Sus vínculos con la “Joven Generación” fueron notables. Tenían ideales similares, y es muy probable que los europeos les hayan enseñado sus experiencias de lucha y militancia carbonaria. Eduardo Sheidt, “A Nação Mazziniana chega à Região Platina: jornalistas italianos e os debates na Prata em meados do século XIX”, Revista de História 156 (2007): 254.

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y a través de intercambios epistolares, lectura de periódicos, vivencias europeas y otros medios, unitarios y miembros de la Generación del 3756 tenían por modelo la actividad conspirativa desplegada por los carbonarios en Europa57. En el sur de Italia, los carbonari se fueron expandiendo hacia otras regiones del país y del Viejo Continente. Poseyeron contactos con la masonería, pero, a diferencia de ésta, por su misma esencia y por los reclamos que portaban, estaban destinados a definirse en el campo de la lucha armada58. Por ese motivo, al igual que las logias antirrosistas, los carbonarios constituyeron sociedades secretas de corte estrictamente político. Una de las grandes diferencias que existió entre un tipo de logias y las otras la representó el número de sus integrantes. Aunque en un contexto bastante diferente, mientras que los carbonarios llegaban a contabilizarse por miles59, las agrupaciones rioplatenses apenas superaban algunas docenas de individuos, reclutados entre las élites letradas. Ese componente exclusivista las diferenciaba de sus pares carbonarias, que se nutrían de estratos sociales más variados. El sesgo aristocrático de las organizaciones aquí analizadas es consecuencia de dos factores. Por un lado, el elevado sustrato social del que procedía la mayoría de sus integrantes, y gracias al cual creían conformar una élite intelectual que se diferenciaba del “populacho”. Pero también, por el otro, por la propia naturaleza organizativa de las sociedades secretas, con su carácter sesgado, selectivo y excluyente. La postura elitista de los integrantes de las logias unitarias no sólo se desprende de los intentos por manipular a la “plebe” con el fin de deslegitimar la visión que ésta poseía de Rosas60, sino que, a su vez, era consustancial con la idiosincrasia propia y los antecedentes de esa facción política61. Las sociedades que se establecieron en Buenos Aires tres años más tarde, también compartían dicha distancia en relación con los sectores populares. La mayoría de sus miembros eran parte de la Generación del 37. Influidos por el doctrinarismo francés, y en sintonía con la “soberanía de la razón”, consideraban al pueblo en un estado

56 Incluso, La “Joven Argentina”, promovida a partir de 1837 por Esteban Echeverría y los románticos del Plata, surgió como inspiración de la Giovine Italia del carbonario Giuseppe Mazzini. 57 Sobre las relaciones y comunicaciones fluidas entre los liberales europeos y los exiliados en suelo uruguayo, es sumamente recomendable el reciente artículo de Mario Etchechury Barrera, “La causa de Montevideo. Inmigración, legionarismo y voluntariado militar en el Río de la Plata, 1848-1852”, Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, Debates (2012), s/p., consultado el 25 junio de 2013, <http://nuevomundo.revues.org/64670>. 58 Sobre la actuación de los carbonarios en Europa: Jeanne Gilmore, La République clandestine, 1818-1848 (París: Aubier, 1997). 59 Sérge Hutin, Las sociedades secretas, 50. 60 “Carta anónima”, s/f., en AGN, Documentación de Daniel Torres, Sala VII, leg. 1943, ff.43-44. 61 Ignacio Zubizarreta, “La intrincada relación del unitarismo con los sectores populares, 1820-1829”, Quinto Sol 15 (2011): 97-122.

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de instrucción demasiado elemental para que pudiese cumplir un rol político decisorio62. Otra divergencia importante consiste en la ulterior trascendencia política que lograrían los actores de unas agrupaciones y de otras, luego de disueltas las mismas. Para el caso de las rioplatenses, sus integrantes no tuvieron, salvo casos puntuales, un rol de primera línea dentro de la escena política que se abrió luego del fin del régimen rosista. Muy por el contrario, son numerosísimos los casos de excarbonarios que cumplieron roles destacados en la función pública de sus respectivos países63. Tras las diferencias, se dará paso ahora a las similitudes. El sistema de cifrado, como se indicó páginas atrás, que utilizaban las logias unitarias había sido ideado por los carbonarios64. Ambas sociedades secretas —europeas y rioplatenses— se consideraban defensoras de los idearios liberales, constitucionalistas y republicanos. Estaban integradas por profesionales, médicos, intelectuales, y hombres de letras vinculados con la prensa. Dentro de las actividades que tenían en común, cabe señalar la propaganda clandestina que utilizaban para cautivar a los sectores populares. En algunos casos, los carbonarios se juntaban con campesinos y les leían dichas publicaciones en voz alta cautivando a los grupos iletrados65. Labores de índole similar practicaron los logistas unitarios con los marineros que llegaban desde Buenos Aires a los puertos donde estaban apostados66, en tanto que los miembros del Club de los Cinco distribuían El Grito Argentino entre los sectores rurales bonaerenses. Así, pese a las diferencias, las semejanzas en los modos de obrar entre las logias antirrosistas y aquellas activas por ese tiempo en suelo europeo son más que sugestivas. Por otro lado, si se focaliza y circunscribe en las logias antirrosistas aquí estudiadas, se encuentran entre ellas mismas algunas divergencias. Mientras que las logias unitarias cobijadas en suelo oriental estaban integradas exclusivamente por miembros de esa facción, aquellas que surgieron en la Buenos Aires rosista se encontraban compuestas por elementos más heterogéneos, y en ellas predominaban los integrantes de la Generación del 37. Así, se advierte también una importante diferencia generacional. A pesar de que las logias unitarias habían relegado de sus cuadros directivos aquellos integrantes veteranos de la agrupación y asociados

62 Alejandro Herrero, Ideas para una República. Una mirada sobre la Nueva Generación argentina y las doctrinas políticas francesas (Lanús: Universidad Nacional de Lanús, 2009), 26-28. 63 Alan B. Spitzer, Old Hatreds and Young Hopes: The French Carbonari against Bourbon Restoration (Boston: Harvard University Press, 1971), 1-16. 64 “Carta de Matienzo (¿Alsina?) a Pesal (Torres)”, s/f., en AGN, Documentación de Daniel Torres, Sala VII, leg. 1943, ff.70-72. 65 Sobre esta temática, ver el punto “La propagande clandestine”, en La République clandestine, 256. 66 “Carta anónima”, s/f., en AGN, Documentación de Daniel Torres, Sala VII, leg. 1943, ff.43-44.

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a la primera etapa rivadaviana, sus miembros fueron en promedio más longevos que los integrantes de las sociedades surgidas en Buenos Aires. De allí se infiere que varios de los primeros gozaron de antecedentes en la función pública, mientras que los segundos carecían de éstos, exceptuando algunos que, entretanto complotaban, seguían formando parte del engranaje gubernativo rosista. Además, los unitarios tendieron sus redes conspirativas en Uruguay y lejos del poder contra el que abiertamente combatían, cuando el Club de los Cinco y la agrupación liderada por Alcorta se encontraban en una situación ambigua, contiguos a su enemigo. Así, se comprende que los unitarios que fueron descubiertos en la conjura sólo hayan sido deportados a las costas de Santa Catalina, y que el complot desarticulado en Buenos Aires por el régimen rosista dejara como saldo varias ejecuciones y el libre accionar de La Mazorca. Si bien ambas agrupaciones repitieron errores, pues en última instancia fueron sorprendidas y castigadas sin ver materializados sus principales objetivos, las facciones unitarias se encontraron en ventaja por poseer una estructura más centralizada y un grado mayor de coherencia al estar integradas por miembros de una sola extracción política. Sin embargo, la fortaleza de las asociaciones secretas que actuaron en suelo porteño, como contrapartida, radicaba en que tenían un plan que se sostenía en una estructura revolucionaria, que contaba con muchos adeptos fuera de la ciudad y con ejércitos muy poderosos que se pertrechaban y aumentaban su influjo cada día —como los de Lavalle o Lamadrid—. Las logias unitarias, en cambio, se enmarcaban en un contexto externo mucho más endeble. La connivencia con los federales doctrinarios no les aseguró en lo más mínimo un apoyo de los gobiernos federales del Litoral67, mientras que aquellos planes de configurar una triangulación con Alvear en Buenos Aires y el mariscal Santa Cruz en Bolivia se transformaron pronto, dada su compleja trama, en meros castillos de naipes.

Conclusión El objetivo del presente artículo se limitó a dos aspectos. El primero, a poner de relieve formas, estrategias y acciones de las logias antirrosistas, que, además de poco atendidas, resultan fascinantes por su riqueza y originalidad dentro de la escena política rioplatense. También se presentaron, aunque someramente, algunas similitudes y diferencias con aquellas organizaciones secretas europeas que, sin dudas, sirvieron de inspiración a las que brotaron en este lado del Atlántico. El segundo aspecto buscó atender al papel complementario que desempeñaron

67 Región que comprende las provincias del noreste argentino y que se encuentra atravesada por los ríos Uruguay y Paraná.

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las organizaciones secretas en su lucha contra el rosismo. Las conflagraciones directas fueron una manifestación, tal vez la más visible, de este acontecer histórico que significó la guerra civil argentina, mas no la única. Las logias configuraron una vía de sustento y participación para los integrantes de una facción que parecía adormecida en el exilio (la unitaria) y una forma —al menos anhelada— de encauzar la acción colectiva de un modo solapado, pero en un universo oculto donde permanecerían las jerarquías del viejo partido centralista y donde se maquinaron conjuras que lograron alarmar al régimen enemigo. Rosas les temía, y con fundamentos, a los alcances nocivos de las logias unitarias. No tanto por la capacidad de daño que contenían en sí mismas, sino por la situación débil en la que se encontraba dentro de la enmarañada estructura interprovincial de poder federal. Los acercamientos entre unitarios y federales doctrinarios, y entre estos últimos y los más estrechos colaboradores del gobernador santafecino Estanislao López, fueron percibidos por Rosas con alarma68. El postrero triunfo de Rivera en 1838 logró desestabilizar aún más la política regional rioplatense y les brindó a los unitarios un entorno ideal para seguir complotando, aunque sin necesidad de hacerlo de manera solapada. Del otro lado del Plata, las organizaciones secretas constituyeron, en la misma Buenos Aires, la única alternativa real de oposición al régimen rosista. Los años 1839 y 1840, de fragilidad extrema para el régimen antedicho, revelan algunos aspectos interesantes. Uno de ellos radica en que el Club de los Cinco surgió de la disconformidad de un elenco de actores que se encontraba muy cercano al rosismo. Desde que la Revolución de los Restauradores (1833) acalló la voz disidente del federalismo en el seno de su propio movimiento político, la Sala de Representantes se transformó entonces en una institución abroquelada a su líder que no brindaba los espacios adecuados para reflejar desavenencias. Por fuera del recinto parlamentario, no existían otros ámbitos desde donde expresar propuestas alternativas; la prensa sufría una dura mordaza69, mientras que todo tipo de reunión con visos políticos podía ser reprimida por la eficiente maquinaria represiva. Así, pues, un inconformismo se iría gestando en sordina y aprovecharía la oportunidad más indicada para movilizarse. Ésta se concretó en el momento de mayor debilidad del régimen (1839-40) y demostró, a pesar de su fracaso, que las vías de comunicación con los exiliados y otros disidentes no se encontraban coartadas. Y si la propia heterogeneidad del componente que nutrió sus filas, más un sistema de comunicación que a la postre resultó ineficaz, delataron su existencia y mostraron el rigor del rosismo, no obstante, la peligrosidad que detentaron

68 Como se constata en José Antonio Segura, El pleito de 1836. 69 En relación con la prensa en tiempos rosistas, ver: Jorge Myers, Orden y virtud.

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fue real. Existían muchos sectores del régimen que se hubiesen animado a la desobediencia viendo encaminarse la conjura bajo signos positivos. De este modo, queda por concluir que las logias resultaron determinantes en el complejo engranaje de resistencia al rosismo, por cuanto constituyeron un componente más de un accionar persistente que sólo vería consumados sus esfuerzos en la batalla que acabó con Rosas en Caseros (1852).

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Sven Schuster

Profesor de Historia en la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario (Colombia). Doctor en Historia de América Latina de la Universidad Católica de Eichstätt-Ingolstadt (Alemania). Miembro del grupo de investigación Estudios sobre Identidad (Categoría B en Colciencias). Es coeditor, con Stephan Scheuzger, del libro Los Centenarios de la Independencia. Representaciones de la historia patria entre continuidad y cambio (Eichstätt: Zentralinstitut für Lateinamerika-Studien, 2013); y autor de “História, nação e raça no contexto da Exposição do Centenário em 1922”, História, Ciências, Saúde-Manguinhos 21: 1 (2014): 121-133. svenb.schuster@urosario.edu.co

Artículo recibido: 22 de octubre de 2013 Aprobado: 06 de marzo de 2014 Modificado: 03 de abril de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.03

Ï Esta investigación es parte de un proyecto sobre la participación de Brasil en las exposiciones universales entre 1862 y 1889. El apoyo financiero fue concedido por la Fundación Fritz Thyssen (2009), como también por la Fundación Alemana para la Investigación (DFG, 2011-2013).

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“The Pursuit of Human Perfection”: Brazil at the Vienna Universal Exhibition of 1873

“La búsqueda de la perfección humana”: Brasil en la Exposición Universal de Viena de 1873 Resumen: Entre 1862 y 1889, el gobierno brasileño del emperador D. Pedro II (1831-1889) concibió las exposiciones universales como una excelente oportunidad para promover y proyectar la imagen idealizada de una “nación moderna”. Aunque las exposiciones, como la de Viena en 1873, tuvieran un enfoque muy fuerte en el desarrollo económico y los vastos recursos naturales de Brasil, representaciones de su población y de su cultura también desempeñaron un papel importante en la difusión de la imagen de un “nuevo Brasil” en el extranjero. Sin embargo, estas escenificaciones no estaban libres de tensiones e ilustran por lo tanto las crecientes divisiones internas del Imperio. Palabras clave: Brasil, Austria, construcción de la nación, iconografía, arte sudamericano, siglo XIX.

“The Pursuit of Human Perfection”: Brazil at the Vienna Universal Exhibition of 1873 Abstract: Between 1862 and 1889, the Brazilian government under Emperor D. Pedro II (1831-1889) perceived international exhibitions as an excellent opportunity for promoting and projecting an idealized image of the “modern nation”. Although most exhibitions, such as the Vienna Universal Exhibition of 1873, focused on Brazil’s economic development and its vast natural resources, representations of its population and culture also played an important role in the elites’ project to disseminate the image of a “new Brazil” abroad. However, these events were not as harmonious as it would seem at first glance, a fact that illustrates the growing divisions within the Empire during this period. Keywords: Brazil, Austria, nation building, iconography, Latin American art, 19th century.

“A busca da perfeição humana”: o Brasil na Exposição Universal de Viena de 1873 Resumo: Entre 1862 e 1889, o governo brasileiro do Imperador D. Pedro II (1831-1889) concebeu as exposições universais como uma excelente oportunidade para promover e projetar a imagem idealizada de uma “nação moderna”. Embora as exposições, como a de Viena em 1873, tivessem um enfoque muito forte no desenvolvimento econômico e nos vastos recursos naturais do Brasil, representações de sua população e de sua cultura também desempenharam um papel importante na difusão da imagem de um “novo Brasil” no exterior. Contudo, essas encenações não estavam livres de tensões e ilustravam, portanto, as crescentes divisões internas do Império. Palavras-chave: Brasil, Áustria, construção da nação, iconografia, arte sul-americana, século XIX.

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“The Pursuit of Human Perfection”: Brazil at the Vienna Universal Exhibition of 1873

Introduction

F

rom 1861 onwards, the Brazilian government began to organize National Exhibitions staged in Rio de Janeiro, with the intention of preparing for the great World’s Fairs. In the years to follow, Brazil participated in the international exhibitions of London (1862), Paris (1867), Vienna (1873), Philadelphia (1876), and again Paris (1889). However, with the downfall of the Empire in 1889 — an event closely related to the abolition of slavery the year before — the enthusiasm to organize such huge events gradually faded. Thus, in 1900, Brazil did not even participate in the greatest and most successful fair of the 19th century, the Exposition Universelle de Paris. Although there is an extensive body of literature on the subject of Brazilian participation in the World’s Fairs, there are still some lacunae with respect to the visual and performative dimensions of these exhibitions.1 To this effect, exhibitions should be understood as international and transnational arenas that were deliberately used to define how the “modern nation” should look, who should be included or excluded, and what visual and performative strategies should be followed in order to legitimize ideals of “modernity.” For a peripheral country such as Brazil, it was of utmost importance to be recognized universally as part of the “civilized world.” Nevertheless, in the emerging era of “scientific racism,” the concept of “whitening” the population was conceived by many exhibition planners — the “wizards of progress,” as Mauricio Tenorio has called them — to be a great means of becoming more “civilized.”2 Their concerns about race and nation grew more and more entangled with (visual) discourses about “civilization” and “progress.” In Vienna, the imperial government managed to organize an exhibition which met international standards for the first time, and therefore received positive comments from the press

1

In this respect, the most important studies are: Margarida de Souza Neves, As vitrines do progresso (Rio de Janeiro: PUC -Rio, 1986); José Luiz Werneck, “As arenas pacíficas do progresso,” 2 vols. (PhD dissertation in História, Universidade Federal Fluminense, 1992); Sandra Jatahy Pesavento, Exposições universais. Espetáculos da modernidade do século XIX (São Paulo: Hucitec, 1997); Lívia Lazarro Rezende, “The Raw and the Manufactured: Brazilian Modernity and National Identity as Projected in International Exhibitions, 1862-1922” (PhD dissertation, Royal College of Art, 2010).

2

Mauricio Tenorio Trillo, Artilugio de la nación moderna. México en las exposiciones universales, 1880-1930 (México: FCE, 1998).

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at home and abroad. In retrospect, even the New York Times admitted that Brazil’s presentation in Vienna was superior to that of the newspaper’s own country, although the United States had invested a lot of money and energy in its participation, in order to prepare for the great Philadelphia Exhibition of 1876.3 One crucial factor in Brazil’s success in Vienna was the parallel evolution and professionalization of a series of cultural and economic institutions by the 1870s, which supported the exhibition planner’s efforts in many ways. The most relevant of these institutions proved to be the Museu Nacional in Rio de Janeiro, which focused on natural history, archeology and anthropology, as well as the Imperial Academy of Fine Arts (AIBA) and the Brazilian Institute of History and Geography (IHGB). Since most exhibitions did not place such a great emphasis on cultural and historical matters, but rather on material progress, natural resources, labor force and infrastructure, Brazilian industrial and agricultural associations such as the National Industry Support Society (SAIN), Rio de Janeiro’s Imperial Institute of Agriculture (IIFA), as well as the Emperor himself, were the main sponsors of such events.4 At first glance, it may seem peculiar that no one has studied Brazil’s participation in the Vienna Universal Exhibition in a way that goes beyond any superficial level to include the visual and performative dimensions. However, an analysis of these dimensions at that particular World’s Fair, which must necessarily include public perception as evidenced in the press, is not an easy feat, as many of the sources are only available in German. Perhaps this helps to explain why there are such a large number of studies focusing on Brazil’s participation in earlier and later fairs, all the while omitting the Wiener Weltausstellung of 1873.

1. “The Pursuit of Human Perfection” After its presentations in London and Paris, the Empire of Brazil had slightly progressed in the ranking of “civilized nations,” which became clear through the assignment of a distinguished corner pavilion next to North and South America at the Vienna exhibition. The Brazilian press, however, was not necessarily convinced of the positive effects of yet another participation in the World’s Fairs. Thus, many commentators thought that both the space occupied by Brazil (1,090 square meters) as well as the number of items sent to Vienna would not guarantee a “dignified presence.”5

3

“Brazil: Preparing for the American Exposition,” New York Times, August 12, 1874, 2.

4

José Luiz Werneck, “As arenas pacíficas,” vol. 1, 233-237.

5

José Luiz Werneck, “As arenas pacíficas,” vol. 1, 272; “Exposição em Vienna,” Semana Illustrada, Rio de Janeiro, June 15, 1873, 5220-5221.

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As was the case with the Paris Universal Exhibition of 1867, the Vienna World’s Fair architectural division was once again inspired by national and geographical criteria. By adopting the so-called “herringbone system,” the Viennese organizers sought to present the individual products by nation, rather than by category. In terms of geographical arrangement, the American states were located at the western end of the main building, the European states in the middle, and the Asian countries at the east end. However, many visitors criticized the fact that one frequently saw the same goods next to each other due to the similarity of many national products, a result of the peculiar layout of the grounds.6 In addition, not all countries adhered to the initial allocation of exhibition space, which led to numerous complaints. For instance, the Brazilian planners were angered by Britain’s taking possession of part of their assigned exhibition space — without requesting permission.7 Although the World’s Fair devoured the hitherto unimaginable sum of 19 million guilders, and outrivaled its Parisian predecessor in terms of space by five times, it ultimately fell short of expectations. Instead of the targeted 10 million visitors, only 7.2 actually attended. Overall, the financial deficit amounted to a staggering 15 million guilders.8 There were various reasons for this disaster. In the first place, many foreign visitors complained that the hotel offer in Vienna was insufficient, and that the few good hotels that did exist would charge rather hefty prices. In general, the price of living in 1873 was rising almost daily. However, the economic “boom” of those years disguised the unpleasant fact that highly speculative transactions were increasingly rife on the Vienna stock market, while the government refused to intervene, instead adhering to a laissez-faire policy. In the months before the inauguration of the World’s Fair, stock market prices had already reached astronomical levels, leading numerous domestic and foreign observers to predict a “big crash” in the near future. In fact, this long anticipated “crash” finally occurred on May 9, 1873, only a week after the opening of the exhibition. The so-called “Black Friday” not only greatly affected the Austrian monarchy in financial terms, but also marked the beginning of a worldwide recession. In this context, the Vienna Universal Exhibition became the target of constant criticism, and was increasingly described as a grandiose failure, symptomatic of the Habsburg monarchy’s lack of far-sightedness.9 In June 1873, these already significant problems were finally outmatched by the outbreak of a cholera epidemic, which claimed 3,000 lives in Vienna alone, and prevented

6 “Austria,” Diario de Pernambuco, Recife, June 29, 1873, 1. 7

Gustav Adolf Zwanziger, “Thiere, Pflanzen und Steine auf der Wiener Weltausstellung,” Carinthia 64 (1874): 27; W. P. Blake, Reports on the Vienna Universal Exhibition (Philadelphia: McLaughlin Brothers, 1873), 45.

8

Jutta Pemsel, Die Wiener Weltausstellung von 1873 (Köln: Böhlau, 1989), 22.

9 “Die Wiener Börse-Katastrophe und die Weltausstellung,” Allgemeine Illustrirte Weltausstellungs-Zeitung, Vienna, May 25, 1873, 27; Jutta Pemsel, Die Wiener Weltausstellung, 31-33, 42, 76-77.

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many foreigners from visiting the exhibition. Only in September and October, once the epidemic had subsided, did the number of visitors increase in a substantial way. Although the Vienna exhibition organizers put a slightly stronger emphasis on arts, crafts and photography than their predecessors in London and Paris, the overall focus was again on technological and material progress. The Empire of Brazil, therefore, still concentrated on the display of economic and technological progress, as was the case in past exhibitions. In particular, the construction of railway lines, the use of steam-driven machinery in agriculture and the construction of telegraph poles, were frequently commented on in the international press.10 Thus, journalists and fair visitors showed a special interest in the laying of a submarine telegraph cable across the Atlantic, which finally connected Brazil with Portugal in January 1874. Ironically, this was long before the Empire possessed anything similar to a telegraphic grid within the country. In the mind of the Brazilian elite, however, it seemed more important to demonstrate to the Europeans that the ideal of “progress” could be easily realized in Brazil. The telegraphic connection with Europe was therefore celebrated as a “connection to the civilized world.”11In this sense, the laying of the cable had the same purpose as the country’s presence at the World’s Fairs: it was proof of Brazil’s capability to “civilize” itself. In contrast to former exhibitions, “civilization” in Vienna was not only related to machines and technology, but also associated with “good taste,” a distinguished way of life and the fine arts. In his remarks about the preparatory Third National Exhibition in 1873, the historian, geographer and physician Joaquim Manuel de Macedo concluded that in the context of the Brazilian presentation in Vienna, “progress” should be measured by the level of industrial production, whereas soaps, perfumes and crafts could shed a light on the Empire’s level of “civilization.”12 Although Macedo generally held a critical attitude towards the amateurishly executed National Exhibition, he was at least satisfied with the focus on industrial and manufactured goods. In his opinion, all of Brazil’s previous exhibitions were disjointed and somewhat “museum-like,” presenting mainly “unimportant curiosities.” An “advanced” country like Brazil should not display such things abroad.13

10 “The Emperor of Brazil,” The Times, London, October 13, 1873, 10; “Brazilian Telegraphy,” The Times, London, October 30, 1873, 4. 11 Dwayne Winseck and Robert Pike, Communication and Empire: Media, Markets and Globalization, 1860-1930 (Durham: Duke University Press, 2007), 65-68. 12 Joaquim Manoel de Macedo, Terceira Exposição Brasileira em 1873. Relatorio do Secretario Geral do Juri da Exposição (Rio de Janeiro: Typographia da Reforma, 1875), 21-22. 13 Joaquim Manoel de Macedo, Terceira Exposição Brasileira, 13.

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After its closure, the concept of the Third National Exhibition was transferred with minor modifications to Vienna. In his detailed report on Brazilian participation in the Vienna fair, the artist, art critic and AIBA-member, Manuel de Araújo Porto Alegre, gave an overview of the arrangement and the impact of Brazilian products on international visitors.14 Obviously, the final presentation was still far from systematic, as Macedo had feared. Instead, industrial products, raw materials and ethnographic exhibits were once again displayed quite arbitrarily, in a chaotic and confusing style. According to Porto Alegre, an impressive and “tastefully arranged” collection of tropical woods, organized by José de Saldanha da Gama, one of the founders of Rio de Janeiro’s Escola Politécnica (1874), was located right at the center of Brazil’s pavilion. One of the walls inside the pavilion was adorned with a large painting by the Austrian artist Carlo Brioschi, and showed a “virgin rain forest.” However, more important than such “purely decorative elements” were the technical instruments, telegraphs and ship models, for they “really demonstrated Brazil’s pursuit of human perfection,” as Porto Alegre emphasized.15 A “work of true genius,” Porto Alegre tells us, was the building of an elaborate “Cotton Grotto” by the Bahia native, Paris-based architect Francisco de Azevedo Monteiro Caminhoá, who had been commissioned to design the Brazilian pavilion. According to Porto Alegre, this “new and unique” exhibit was especially striking, as the dust swirled up by the visitors lent the replica of a natural grotto an even more “truthful” appearance.16 In addition to this exhibit, which demonstrated to the visitors the previously unimaginable applications of Brazilian cotton, there were also artificial flowers, feathers, stuffed animals, alcohol, tea, hides, textiles, photographs, medals and pottery. To emphasize Brazil’s economic interests, the exhibition planners had placed seven presentation boards at the foot of the Cotton Grotto, illustrating the exploitation of Brazilian export products such as minerals, iron ore, coal, tobacco and rubber. According to the Austrian geologist and botanist Gustav Adolf Zwanziger, these graphical illustrations were particularly “instructive” and proved that “the Brazilian exhibition was the neatest and richest among the American nations.”17 Even more impressive, however, as both Porto Alegre and Zwanziger

14 Comissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Relatorio (Rio de Janeiro: Typographia Nacional, 1874), 9-12. 15 “Carta de Francisco de Azevedo Monteiro a Francisco Adolfo de Varnhagen, Barão de Porto Seguro.” November 12, 1872, in Arquivo Histórico Museu Imperial (AHMI), Petrópolis-Brazil, Arquivo da Casa Imperial do Brasil (POB), Álbum da Baronesa de Santo Ângelo, 69. 16 Comissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Relatorio, 10. 17 Gustav Adolf Zwanziger, “Thiere, Pflanzen und Steine,” 27.

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concluded, was the Brazilian coffee exhibition, which finally won a “medal of honor.” In this area, “no other country was able to surpass Brazil in quality.”18 Despite his apparent satisfaction with Brazil’s coffee-display, the magnificent Cotton Grotto and the presentation of the technical equipment, Porto Alegre sharply criticized some exhibits for being “too exotic.” Just as Macedo had, he thought that such objects denoted an “unfavorable” picture of the country, which was struggling to achieve “modernity.” Thus, for example, some of the minerals in the geological section seemed “ridiculous” to him, considering the real potential of mining in Brazil, especially compared to other countries much less advanced in the field of raw material extraction. Furthermore, Porto Alegre devalued the Museu Nacional’s exhibition of snakes and some of the “amateurish” pencil drawings as “completely incompatible” with the proposed display of “progress and civilization.”19 In his opinion, it would have been better if these exhibits had never found their way to Vienna. Nevertheless, some of Brazil’s more “exotic products,” especially feathers and dried insects used as adornments, proved to be truly eye-catching and were extremely successful among Austrian women, as both Porto Alegre and Zwanziger pointed out. Women from Vienna’s high society discovered that Brazilian feathers could be transformed into attractive embellishments for their hats, even introducing the name “brasileiros” for that particular variety of attire. Over the course of the exhibition, they gained such popularity that they were sold in the Ringstraße’s most fashionable boutiques, which, according to Zwanziger, finally lead to the endangerment of the local bird fauna. Due to the obvious lack of original tropical feathers, local hatters were obliged to draw on Austrian nightingales, finches and redbreasts as a source for these adornments. In this sense, the Brazilian exhibition provoked a true, although rather short-lived, “fashion revolution.”20 Yet, as was the case at previous World’s Fairs, the Brazilian exhibition planners avoided any reference to the conditions in which products such as coffee and cotton were actually produced. Porto Alegre celebrated instead the recent “progress” in agriculture, made possible by the “extinction of slavery,” thus insinuating that the Law of the Free Womb of 1871 had put a definitive end to that institution. Neither he nor the official exhibition guides mentioned that Brazilian agriculture still relied heavily on slave labor. Equally important for the display of technological progress were the presentations organized by the instrument maker José Maria dos Reis, the engineer Guilherme Schüch, the

18 Gustav Adolf Zwanziger, “Thiere, Pflanzen und Steine,” 22-23; Comissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Relatorio, 11-15. 19 Comissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Relatorio, 13. 20 Comissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Relatorio, 13; Gustav Adolf Zwanziger, “Thiere, Pflanzen und Steine,” 22-23.

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Baron of Capanema, as well as the ship models commissioned on behalf of the Imperial Navy and arranged by Lieutenant Luiz Felipe de Saldanha. Larger machinery, however, as exhibited in Paris five years before, was not a particular feature of the Brazilian pavilion in Vienna. In addition to smaller equipment and measuring instruments, which Marc Ferrez, the Brazilian-born son of a French sculptor, photographed for advertising purposes, the so-called “azimuthal,” an astronomical observation device, proved to be very successful with the public as well as with the international jury and press.21 The idea that such instruments provided proof of Brazil’s advances in the field of technology was also recognized by the Portuguese nobleman Ricardo Augusto Guimarães Pereira, Viscount of Benalcanfor, who wrote a detailed report on his visit to the exhibition in Vienna. Nevertheless, the Portuguese aristocrat stressed that the precision instruments of Lisbon’s Commercial and Industrial Institute were still far superior to their Brazilian counterparts. According to Benalcalfor, Brazilian instruments were mostly of “reasonable quality,” whereas the Brazilian weaponry, such as bayonets, seemed outright “ridiculous” to him. In comparison to the giant guns of the German Krupp foundry displayed in the nearby industrial hall, one could be convinced of the essentially pacifist nature of the Brazilian people. In contrast to the aggressive Germans, there was no need to be afraid of them.22

2. In Search of “True Civilization” Although the organizers of the Vienna exhibition generally considered the “fine arts” to be an important indicator of “civilization,” Brazil’s art exhibition was quite modest in comparison to the thousands of paintings and sculptures in the art sections of France, Austria, Italy and Germany. However, even such great producers of “high culture” as the French and Italian art academies rarely presented complete retrospectives of their most renowned members at the World’s Fairs. Thus, truly innovative art, such as the famous Manet paintings at the Paris Universal Exhibition of 1867, was not commonly found. With the exception of three large-scale oil paintings, made by the new “stars” of the Brazilian art scene, Pedro Américo and Eduardo De Martino, the Empire of Brazil presented nothing significant. Nevertheless, in contrast to earlier World’s Fairs, there was at least some Brazilian art in Vienna. Since Brazil had sent only three paintings to the Weltausstellung, the Viennese exhibition planners denied them a place of their own in the art gallery. As they had

21 “Exposição nacional,” Diario do Rio de Janeiro, Rio de Janeiro, January 2, 1873, 1. 22 Visconde de Benalcanfor, Vienna e a Exposição (Lisboa: Typographia Progresso, 1873), 351-352.

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a representative synopsis of the latest trends in arts for each country in mind, they considered Brazil’s contribution to be insufficient for an independent presentation.23Since the Brazilian corner pavilion was laden with agricultural products, handicrafts and technical instruments, there was no place for the exhibition of huge paintings in this location. As a result, Pedro Américo’s A Carioca (1865) and his Batalha de Campo Grande (1871) were finally displayed in the Belgian pavilion, while De Martino’s naval battle scene, which showed an episode of the Paraguayan War (1865-1870), found its place in the Spanish pavilion. From existing sources, it is not possible to deduce how this assignment was justified. Pedro Américo did in fact have personal ties to Belgium, where he obtained his doctorate degree in philosophy, but the Italian-born Eduardo De Martino had no particular relation to Spain.24 Already in July 1868, when the Paraguayan War was militarily decided by the fall of the fortress of Humaitá, the Imperial Navy had contracted Eduardo De Martino and Victor Meirelles to paint the most “heroic moments” of the conflict. A year later, the young Pedro Américo, who had just returned from a longer artistic stay in Paris, decided to contribute to the artistic glorification of the war on his own account, without government sponsorship.25 In contrast to Meirelles, who, eleven years his senior, was an intimate friend of D. Pedro II and generally regarded as the Empire’s most prolific painter of historical themes, Pedro Américo was a relatively unknown outsider. Unlike his archrival Meirelles, who actually travelled to the battlefield to conduct meticulous studies in situ, Américo followed the war against Paraguay from afar. Yet, this distance did not represent an obstacle for the artist, as he was by no means planning a realistic portrayal of the events; instead, he was interested in their potential for artistic transgression. In his painting, the victory was to become “truer” than actual reality. Although Américo relied heavily on newspaper articles, which appeared in September 1869 in several Brazilian journals, and which inspired him to paint Batalha de Campo Grande, the result of his efforts was exceptionally dynamic, apparently inspired by photographic aesthetics.26 In this context, it is particularly noteworthy that Américo created the painting at only 28 years of age, and exhibited it quite successfully at the annual Fine Arts Exhibition in Rio de Janeiro. In fact, the audience was so enchanted by the painter’s “youthful genius” that a true

23 Rafael Cardoso, Ressuscitando um velho cavalo de batalha: novas dimensões da pintura histórica do Segundo Reinado (Rio de Janeiro: DArtes/UFRRJ, 2007). 24 Rafael Cardoso, Ressuscitando um velho cavalo. 25 Vladimir Machado, 1871: A fotografia na pintura da Batalha de Campo Grande de Pedro Américo (Rio de Janeiro: DArtes/UFRRJ, 2007). 26 “Carta de Pedro Américo ao Sr. Dr. Rebello,” Rio de Janeiro, November 8, 1869, in AHMI, POB, I, Maço 149, doc.7193.

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press campaign followed, which aimed at convincing the imperial government to buy and publicly display the painting. Many journalists, who sympathized with republicanism, believed that Pedro Américo would represent Brazil abroad in a more dignified manner than the older, more traditionalist painters of the AIBA.27Although Américo had been in Europe almost continuously between 1859 and 1869, upon his return he was nonetheless able to rely on a large network of supporters in Brazil. Bursting with self-confidence, he considered himself to be the most important painter of his generation and orchestrated a clever self-marketing campaign. He also appeared in miniature in many of his paintings, which perfectly underlines his penchant for self-promotion. Thus, it is no wonder that his official autobiography written by Luís Guimarães Júnior appeared simultaneously to the premier of the painting (Image 1). In the context of the annual Fine Arts Exhibition, the government eventually bought the work and sent it to Austria.28 Thus, Américo had finally caught up with his rival Victor Meirelles. Image 1. Batalha de Campo Grande

Source: Pedro Américo, Batalha de Campo Grande, 1871, oil on canvas, 332 x 530 cm, Museu Imperial, Petrópolis (Brazil).

27 Vladimir Machado, 1871: A fotografia na pintura. 28 “O Dr. Pedro Américo,” A Vida Fluminense, February 24, 1872, 895, 898.

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In the context of the Vienna exhibition, Batalha de Campo Grande was expected to demonstrate to an international audience that the fight against Paraguay was in reality a struggle between “civilization” and “barbarism.” As Rafael Cardoso has noted, the exhibition organizers probably had a double objective in mind when displaying this painting in Austria.29 Firstly, they sought to retrospectively legitimize the defeat of the “barbarian” neighbor as a “just war”. On the other hand, Américo’s painting was probably meant to convince the European powers that Brazil itself was a “civilized” and to some extent “Europeanized” nation, in order to prevent possible military interventions by European forces in the future. After all, the imperialist adventure of Napoleon III in Mexico had occurred just six years before. In this light, the painting could serve to visually represent the Empire’s deep bonds with European monarchies, as illustrated by its central figure: the Count of Eu, born in the Parisian suburb of Neuilly-sur-Seine, and the designated successor of D Pedro II. As a member of the Brazilian delegation, the Count was also personally present at the Vienna exhibition.30 Hence, the painting depicts an episode during the last phase of the Paraguayan campaign, when the Count of Eu took over as the commander in chief of the Brazilian troops. In contrast to during the early years of the war, when the Marquis of Caxias had won the decisive battles, the last year of the conflict was anything but heroic. After the annihilation of the organized Paraguayan units on the field, Caxias retired in January 1869 and passed command to the Count of Eu, because he believed that a continuation of the war was wrong. In the opinion of the man who soon came to be known as the “Iron Duke,” continuing the war was a waste of valuable national resources and would ultimately benefit their rivals, the Argentines.31 However, the imperial government saw the handover of command to the Count of Eu as a crafty maneuver which could later be exploited in order to glorify the unloved throne pretender as a “war hero,” and thus to strengthen his legitimacy within the Brazilian monarchy. Nevertheless, this hope was never fulfilled. Although the Paraguayans were no longer able to mobilize troops on the field, their leader, President Francisco Solano López, had survived. The Count of Eu was now burdened with the unpleasant task of tracking down and killing the hated caudilho and his entourage in the vastness of the Chaco. Hence, the task of the Brazilian Army had little in common with a classic war campaign. It was rather a sort of anti-guerrilla operation, in which the civilian population was not spared. Since the Brazilian public had long since grown tired of the war and increasingly questioned its justification, the campaign to track down López was not at all popular.32

29 Rafael Cardoso, Ressuscitando um velho cavalo. 30 “Austria,” Diario do Rio de Janeiro, August 12, 1873, 1. 31 Ricardo Salles, Guerra do Paraguai: memórias & imagens (Rio de Janeiro: Biblioteca Nacional, 2003), 69. 32 Lilia Moritz Schwarcz, As barbas do imperador. D. Pedro II, um monarca nos trópicos (São Paulo: Companhia das Letras, 2010), 593.

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After Brazilian troops finally found and killed López in March 1870, the government took on the task of polishing the battered image of the obnoxious French Count and the army in general. For this purpose, Pedro Américo chose one of the few “heroic” episodes covered extensively by the Brazilian press on September 15 and 16, 1869. The news piece described the Battle of Campo Grande, which had already taken place on August 16, 1869. During this battle, the Brazilian forces were so superior that the Paraguayans, mainly old men and adolescents, suffered heavy losses and hastily retreated.33 When the Count of Eu began to pursue the enemy, the fearful Captain Almeida Castro seized the reins of his superior’s horse, holding him back. As this action impeded a full Brazilian victory over the fleeing Paraguayans, the Count became so angry that he later called for Castro to be punished.34 Fully aware that the World’s Fair was taking place in Habsburg Vienna, the Brazilian curators were particularly keen to emphasize the “heroic” role of the “European” Count, whose accomplishment of even greater feats was only impeded by the act of a single coward. However, nothing expressed Brazil’s claim to “civilization” better than the painting’s blatant racism. Thus, the Count of Eu is depicted in the center on the back of a white stallion, while the half-naked, “mixed-raced” Paraguayans are generally located in the lower half of the painting. The Brazilian soldiers all wear European-style, well-fitting uniforms and fight mostly on horseback, literally stampeding the Paraguayan ground troops. Whilst the “barbarian” Paraguayans are characterized by their dark skin and strange facial features as descendants of the Guaraní Indians, there is not a single soldier of African or Indian descent among the Brazilians. This is an especially distorted view, as mestizos, mulattos and blacks made up a substantial part of the imperial army.35 It is also noteworthy to study the picture’s composition, as the Paraguayans are cowering away in the face of the mighty Brazilian cavalry, virtually disappearing into semi-darkness. The Count of Eu, however, creating a dynamic focal point in the painting, is surrounded by an aureole-like radiance, while his entourage appears in lighter shades. It therefore seems obvious in this painting that “civilization,” incarnated by the Brazilian army, can overcome whatever resistance it may face. Any attempt to prevent the “progress” of this New Worldly “civilization”, as represented by Almeida Castro’s action, would ultimately be doomed to failure.

33 Francisco Doratioto, Maldita guerra: nova história da Guerra do Paraguai (São Paulo: Companhia das Letras, 2002), 19, 20, 411. 34 Vladimir Machado, 1871: A fotografia na pintura. 35 Peter Beattie, The Tribute of Blood: Army, Honor, Race, and Nation in Brazil, 1864-1945 (Durham: Duke University Press, 2001), 53-55.

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Although the Batalha de Campo Grande, the Carioca and Eduardo De Martino’s maritime battle painting were “masterpieces” by Brazilians standards, this artistic contribution received only a modest response from the press. According to the art critic Joaquim José França Júnior, the three exhibits were not necessarily poor, but an exhibition consisting of only three works of art was nonetheless shameful. Only if “truly great” images, such as the works of Victor Meirelles or Chaves Pinheiro, had been exhibited in the official art gallery would Brazil have proven its true artistic talent. Furthermore, França Júnior argued that the AIBA was not yet prepared for an exhibition of this size. Thus, Brazil had to invest more resources in the study of European masters. The AIBA was to therefore purchase copies of paintings and statues in Europe, so that Brazilian artists could improve their technical and stylistic skills by using them as models. In this sense, he wrote, the Universal Exhibition of Vienna had once again proved that Brazilian art was still a long way from reaching “true civilization.”36

3. Gobineau’s Heirs Just as had been the case at previous World’s Fairs, humankind was divided into nations and “races” in Vienna. However, essentialist racial theories that attempted to explain the supposed backwardness of entire nations were still not particularly popular at the time of the exhibition. Thus, for instance, the International Medical Congress held between September 26 and October 4, 1873 on the occasion of the Vienna Universal Exhibition did not even mention the “race question.” In contrast to later conventions on medicine and hygiene, whose members regarded this topic as one of the most pressing issues in the field, doctors and hygienists at the Vienna meeting discussed mainly practical measures to combat sexually transmitted diseases, the suppression and control of prostitution, the need for quarantine against cholera epidemics and the improvement of hygienic conditions in the cities.37 Yet, the division of the world into nations, colonies and “races” reflected the widespread social Darwinist belief that the “organically” constituted nations would be in a constant “struggle for existence,” as if they were living beings. Although the World’s Fairs were perceived as fundamentally pacifist arenas of “civilization and progress,” at the same time the bristling performance of countries such as the recently created German Empire left no doubt that only the “fittest” nations would survive in the future. A classification of the different “races” in a more

36 Joaquim José França Junior, Exposição Universal de Vienna. Relatorio sobre a pintura e estatuaria (Rio de Janeiro: Typographia Nacional, 1874), 29-31. 37 Internationaler Medicinischer Congress in Wien, Allgemeine Illustrirte Weltausstellungs-Zeitung, Vienna, May 15, 1873, 234-235.

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culturalist and less biological sense was therefore common at the exhibitions, differentiating between stereotypical “national characteristics,” such as “the Orientals” or “the Persians.”38 In Brazil, however, the situation was quite different, as the foreseeable social consequences of the Law of the Free Womb instigated a substantial boom in racist discourses. These discourses often posed arguments from a biological point of view, but were seldom exact copies of their European counterparts. Whereas most European racial theorists of the 19th century condemned a further mixing of the “races” — even by European immigration, arguing that this would further accelerate overall “degeneration” — Brazilians did not accept such a point of view. Given that the claim of “inevitable degeneration,” as formulated by Arthur de Gobineau and others, would have destroyed any future prospect of a multi-ethnic society, they promoted European immigration as a form of “race betterment” instead.39 Debates between 1869 and 1871 over the “racial and civilizational qualities” of potential immigrants within the SAIN, the press and in Parliament demonstrated that the “racial question” was of utmost importance in the wake of the Law of the Free Womb. These debates focused mainly on the recruitment of Chinese “coolies” as a remedy for the alleged labor shortage provoked by the gradual emancipation of slaves. However, most participants in the discussion were not particularly happy with the planned recruitment of the “yellow race.” In a polemical and increasingly essentialist discussion on the consequences of Chinese immigration since 1850, both sides drew frequently upon biological reasoning. Thus, even outspoken defenders of Chinese immigration, such as the engineer and politician Inácio da Cunha Galvão, quoted essentialist and racist theories, emphasizing the “yellow race’s” great cultural achievements.40 On the other side, the physician and imperial adviser Nicolau Joaquim Moreira, who was chiefly interested in agricultural development and the promotion of European immigration, attacked Galvão by arguing that allowing Asian immigration would lead to further “deterioration” of an already fragile “race.” Hence, by drafting a Migration Handbook for the Vienna exhibition, Moreira aimed to attract “fair-skinned” races, rather than the “opium addict, slavish and lazy” Chinese.41 Besides Moreira, the SAIN’s Second Commission Secretary and Vice President of the Third National Exhibition, Joaquim Antônio de Azevedo, also fiercely criticized the planned importation of Chinese workers. Likewise, the Count of Eu, who served as chair of the

38 Jutta Pemsel, Die Wiener Weltausstellung, 87. 39 Célia Marinho de Azevedo, Onda negra, medo branco: o negro no imaginário das elites, século XIX (São Paulo: Annablume, 2004), 148-150. 40 I. C. Galvão, Questão dos Chins (Rio de Janeiro: Typ. Universal de Laemmert, 1870), 7, 13, 65-66. 41 Nicolau Joaquim Moreira, Questão. Convirá ao Brasil a importação de colonos Chins? (Rio de Janeiro: Typ. Universal de Laemmert, 1870), 16-18.

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Exhibition Committee, as well as the Exhibition Commission’s First Secretary, the Viscount of Bom Retiro, and, finally, the aforementioned Manuel de Araújo Porto Alegre, opted instead for a “whitening” process through European immigration.42 For the majority of the Brazilian elite it was completely irrelevant that the frequent manumission of slaves since the 1860s had contributed to the availability of a huge labor force of black and mulatto workers. Despite this fact, they shared the belief that Brazil’s future as a “civilized” nation was to be obtained by “de-Africanization” and by impeding “degenerate races” from entering the country. Many of them held the neo-Lamarckian opinion that “black people” in particular had somehow “inherited” vices such as laziness, stubbornness or slyness. The Law of the Free Womb and the popularity of racial theories in Europe thus contributed to the application of a “scientific” façade to already widespread racism. The elite’s fear of a degenerate “mixed-race” stemmed primarily from the influential work of Gobineau himself. The so-called “father of scientific racism” had spent the months between April 1869 and May 1870 on a diplomatic mission at the Brazilian Court, where he became a close friend of D. Pedro II. Gobineau held the highly educated and basically “European” monarch in high esteem, even integrating him into one of his novels in the form of the fictitious character “Johann Theodor.”43 The Emperor, however, was the only Brazilian to whom Gobineau directed any words of praise. Towards the rest of the population — including most of the nobility and state officials — he merely felt contempt. As he noted in a report to the French Foreign Ministry, the ongoing practice of miscegenation in Brazil indicated that the Brazilian “half-breed” population would probably become extinct within the next 200 years, as miscegenation would inevitably lead to sterility.44 Yet, not all Brazilians shared Gobineau’s pessimistic view, and especially writers, scientists and physicians did not find such positions convincing. Although his famous Essai sur l’inégalité des races humaines (1853-1855) initially secured more readers in Brazil than in Europe, many found his theories repugnant. They were rather of the opinion that a “good mixture of races” could solve Brazil’s “racial problem” in the long term, providing the nation with a solid “biological basis.”45 In the context of the Vienna exhibition, Gobineau disagreed sharply with such critical statements, launching another fierce attack against Brazilian miscegenation. Although

42 Joaquim Antonio de Azevedo, Discurso pronunciado em sessão do Conselho administrativo de 3 de Outubro de 1870 (Rio de Janeiro: Typ. Universal de Laemmert, 1870). 43 Georges Raeders, O inimigo cordial do Brasil. O Conde de Gobineau no Brasil (São Paulo: Paz e Terra, 1988), 184-185. 44 Georges Raeders, O inimigo cordial, 78, 241. 45 Georges Raeders, O inimigo cordial, 11.

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his original intention was to write a promotional text on European immigration to Brazil, probably by invitation of his friend D. Pedro II, the final product was devastating and not “promotional” at all. His text L’émigration au Brésil, which was published in the French magazine Le Correspondant shortly after the end of the exhibition, underlined once again his strange love-hate relationship with the South American country. The first pages described Brazil as a true “land of opportunity”, in many ways the southern counterpart of the United States, but without the unfortunate “dictatorship of the masses” in the sense of Toqueville. In this regard, the Brazilian monarchy even had a clear advantage, he wrote.46 The South American Empire was also blessed with an unparalleled degree of natural resources and a very favorable climate. In short, the perfect country for immigration, if were not for the Brazilians themselves.47 Perhaps, he continued, European immigration could contribute to the gradual replacement of the most “degenerate” parts of the Brazilian population.48 Fortunately — for the exhibition planners — Gobineau’s polemical essay appeared shortly after the closure of the event, so there was no major impediment to promoting immigration and presenting a positive image of the country and its people in Vienna. Thus, there were hardly any representations of “blacks” or slaves to be seen in the Brazilian pavilion. In their effort to hide “unpleasant” realities such as the presence of a large population of African descent or the high level of illiteracy and social grievances, the exhibition organizers claimed to be stating “only the truth,” as declared in the official German exhibition guide.49 In addition to the various exhibition guides, usually published in Portuguese, English, French and German, the previously mentioned Nicolau Joaquim Moreira also distributed his Migration Handbook entitled Noticia sobre a Agricultura do Brazil. However, this manual was only to gain major importance in its English translation and within the context of the Philadelphia World’s Fair of 1876.50 As well as the exhibition guides and the official catalogs, Moreira’s book drew a very euphemistic picture of the country, which was congruent with the visualization of the Empire in Vienna. Accordingly, Brazil still possessed an open frontier and almost unlimited reserves of mineral resources. It simply lacked the population and the capital to properly exploit such enormous potential. Apart from this, it also made reference to the Law

46 Georges Raeders, O inimigo cordial, 219, 246. 47 Georges Raeders, O inimigo cordial, 239-240. 48 Georges Raeders, O inimigo cordial, 228. 49 Commissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Das Kaiserreich Brasilien auf der Wiener Weltausstellung von 1873 (Rio de Janeiro: Buchdruckerei Laemmert, 1873), n/p. 50 Nicolau Joaquim Moreira, Agricultural Instructions for Those Who May Emigrate to Brazil (New York: O Novo Mundo, 1875).

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of the Free Womb, which was described as “salutary, beneficial, and highly humanitarian.” It was so successful, according to Moreira, that it had led to the complete extinction of slavery shortly after its implementation. This was, as Moreira wrote, no wonder, as such a hateful institution was incompatible with a “land of freedom” such as Brazil.51 In this sense, the declaration of the Law of the Free Womb served as a welcome opportunity to proclaim the definitive end of Brazilian slavery and celebrate its positive consequences before an international audience. Completely contrary to the actual conservative implementation of the law, the editors of yet another promotional brochure about the “progressive development of Brazil” also described slavery as “history,” while the “numerous manumissions” supposedly expressed the “sense of philanthropy common within the Brazilian people.”52 The description of the living conditions of slaves in the official country guide was extremely biased too, as the emphasis was on the supposed education programs, which prepared the slaves for liberty, as well as their “mild” working conditions. According to this and other official texts, the slaves always had enough to eat, wore decent clothes, and had a short working day and therefore always enough time for leisure.53 Obviously, these descriptions of an “especially human” form of Brazilian slavery contradict everything we know today about the real living conditions of slaves in the mines, at the plantations and within households. In other words, it was pure propaganda. It is therefore no wonder that there was just one visual representation of Afro-Brazilians at the Vienna exhibition: the Baiana Quitandeira by the German photographer Albert Henschel. Although the official catalog does not allow any conclusions to be drawn on Henschel’s photographs, on April 10, 1873 the Diario de Pernambuco commented on them on the occasion of the Third National Exhibition.54 Thus, we know that they were selected for presentation in Vienna. In addition to the image of the emblematic black fruit vendor, maybe a escrava de ganho, — a form of urban slavery, which allowed the slaves to do business, but then obliged them to deliver the earnings to their masters — Henschel and his partner Francisco Benque also sent a semi-official portrait of the Imperial family to Vienna. The journal’s description of the photographs, however, does not refer to the content, but only mentions their perfect technical execution, as well as their outstanding artistic quality.

51 Nicolau Joaquim Moreira, Agricultural Instructions, 8-9. 52 Commissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Das Kaiserthum Brasilien im Jahre 1873. Ein kurzgefaßter Ueberblick der vorwärtsschreitenden Entwicklung Brasiliens (Rio de Janeiro: J. Paul Hildebrandt, 1874), 16. 53 Commissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Das Kaiserreich Brasilien, 68-69. 54 “Photographia,” Diario de Pernambuco, Recife, April 10, 1873, 3; Commissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Resume du catalogue de la Section Brésilienne a l’Exposition Internationale à Vienne en 1873 (Vienne: Edition de la Section brésilienne, 1873), 27.

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To this day, Henschel’s photograph of the fruit vendor in Rio de Janeiro is one of his bestknown works (Image 2). At first glance, it may seem surprising that the image was presented in Vienna, as the exhibition planners were not interested in depicting Brazil as an “African” country. It does makes sense, however, when considered as a visual addition to the discourse on the “free blacks” as described in the official catalogs, in relation to the “benefits” of the Law of a Free Womb. An international audience was probably not even aware of the existence of the escravos de ganhos in Brazil, and therefore would have interpreted Henschel’s photograph as evidence that Brazilian blacks were now doing business in an independent and seemingly “free” manner. Henschel’s pictures, which were taken between 1866 and 1872 in Recife, Salvador da Bahia and Rio de Janeiro, did indeed differ from the previously common slave portraits captured by photographers such as Auguste Stahl and Christiano Júnior. Although Henschel portrayed “blacks” and slaves in front of tropical fruit or selected “exotic” backgrounds, letting them sometimes wear fictitious “African” robes, in order to appeal to a European audience interested in “exoticism,” he never reduced them to mere objects. In contrast to the common pictures of “types of Africans,” which were strongly influenced by anthropometric photography, Henschel respected his models’ individuality. Image 2. Frucht-Verkäuferin in Rio de Janeiro

Source: Albert Henschel, Frucht-Verkäuferin in Rio de Janeiro, 1869, albumen, 13,2 x 9,6 cm, Leibniz Institut für Länderkunde, Leipzig (Germany).

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The Baiana Quitandeira is therefore represented in a relatively “natural” pose, while smoking a pipe. This staging of everyday life and the reference to the “personality” of the subjects was a far cry from Christiano Júnior’s and Auguste Stahl’s infamous slave portraits, which focused on the supposed ethnic and physical characteristics of “inferior races.” As Jens Andermann has pointed out, such “type-photographs” circulated as “visual collectibles,” and served the rising urban bourgeoisie’s purpose of establishing a visual differentiation between themselves and the lower “castes” in the wake of abolition.55 Notwithstanding, the poses of the “blacks” photographed by Henschel were not so different from the ones found on contemporary cartes de visites, frequently ordered by wealthy families in the photographer’s studio. However, such representations, which depicted the (ex) slaves as masters of their own destiny —for example as vendors or wageworkers— appeared very rarely at the exhibitions. In the context of promoting the Law of the Free Womb, it probably seemed appropriate to visualize the “gradual emancipation” of the slaves, in order to convince the international audience of Brazil’s humanitarian intentions.

4. The Image of the “Naked, Ferocious Man-Eaters” In contrast to the visual exclusion of “blacks” from the exhibition, the figure of the Brazilian “savage” was almost an expected image. A great number of catalogs and brochures issued for the World’s Fair in Vienna mentioned the Empire’s great efforts in “proselytizing and civilizing” the Indians. Yet, there was always an implicit differentiation between “good” and “bad” Indians, as was exemplified by the German language exhibition guide: “The number of savages roaming as implacable enemies of the civilized people in the vast jungles of Brazil’s interior, is estimated at 500,000.”56 In contrast to Africans, however, Indians were not regarded as “racially inferior,” but simply as “minor children.” Under the Constitution of 1824 neither the slaves nor the “savages” had any civil rights, but the latter were at least considered to be capable of reaching a certain degree of “civilization.”57 This discourse of “civilization by religious education” was accompanied on the visual level by numerous ethnographic exhibits and pictures. Porto Alegre described the display of Native American artifacts, textiles and weapons, which had been organized

55 Jens Andermann, The Optic of the State: Visuality and Power in Argentina and Brazil (Pittsburgh: Pittsburgh University Press, 2007), 186-187. 56 Commissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Das Kaiserreich Brasilien, 268. 57 Commissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Das Kaiserreich Brasilien, 271.

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by Francisco Caminhoá, as “very tasteful.”58 In this case, “tasteful” suggested that the exhibition organizers had seized various ethnological objects from the Museu Nacional’s vast collections. Afterwards, they presented them according to contemporary aesthetic criteria, without any systematic knowledge of their specific cultural context, in order to make them “consumable” for a Western audience. Thus, the artifacts were displayed behind glass and in vitrines, alongside manufactured and agricultural products, as if they were goods themselves. In combination with the exhibition guide texts and some openly displayed books on geography, economy and history, the audience was expected to realize that these were the artifacts of a disappearing, if not extinct, culture. No declarative texts were attached to the “Indian display” itself, while the official reports and catalogs vaguely described some of the “tools and weapons of the savages.” 59 This section was finally completed by some spectacular “photographs from the Amazon” and a “collection of ethnographic photographs” from the Rio de Janeiro-based studio of Swiss entrepreneur George Leuzinger. Some of these pictures, by the German-born photographer Albert Frisch, were also published in the quite successful AnthropologischEthnographisches Album of the Hamburg-based photographer Carl Dammann, which was also displayed at the Vienna exhibition. 60 Albert Frisch, who had come to Rio de Janeiro in 1861, went on to work for George Leuzinger from 1865. As of November 1867, he began working on a series of unique photographs of residents of the Amazon region, including both indigenous people and mestizos. These pictures came into being during an expedition to the Upper Amazon, funded by Leuzinger himself and accompanied by the German-born engineers Franz and Joseph Keller. They remain his most famous photographs to this day. Despite intensive research, we know very little about this important pioneer of Amazonian-photography.61 However, through the German volcanologist and explorer Alphons Stübel, who went to South America between 1868 and 1877, where he bought about 1,600 photographs in commercial

58 Commissão Brazileira na Exposição Universal de Vienna, Relatorio, 9-11. 59 General-Direction der Welt-Ausstellung, Welt-Ausstellung 1873 in Wien. Officieller General-Catalog (Wien: Verlag der General-Direction, 1873), 28; Joaquim Antonio de Azevedo, Documentos officiaes da 3ª. Exposição Nacional inaugurada na cidade do Rio de Janeiro em 1º. de Janeiro de 1873, vol. 1 (Rio de Janeiro: Typographia Nacional, 1875), 1, 54. 60 Joaquim Antonio de Azevedo, Documentos officiaes, 53; Carl Dammann, Anthropologisch-Ethnologisches Album in Photographien von C. Dammann in Hamburg (Berlin: Wiegandt, Hempel & Parey, 1873). 61 Frank Stephan Kohl, “Albert Frisch, die ersten Amazonasfotografien und die Völkerkunde,” Berliner Blätter – Ethnografische und ethnologische Beiträge 38 (2005): 65-74; Augusto Emilio Zaluar, Exposição Nacional Brazileira de 1875 (Rio de Janeiro: Typ. do Globo, 1875), 152.

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photo studios, some of Frisch’s pictures found their way to the present day Leibniz Institute for Geography in Leipzig, Germany. Other parts of this collection are available in different research institutions and libraries in Brazil.62 At first glance, it seems that Frisch’s photographs have little to do with the usual pictures of the “noble savage,” presented many times at national and international exhibitions. In contrast to the indianist painters, who knew their “Brazilian Indians” only from libraries, he had actually traveled to the Amazon, probably taking the first photographs of the region’s people, landscapes, plants and animals. There, he took a series of pictures of the Amahuas-tribe, showing them with their weapons and their typical body adornments. Other tribal members posed for him while performing their daily activities, such as fishing or hunting. According to Pedro Karp Vasquez, Frisch supposedly showed “complete respect” in his dealings with the Indians and an almost ethnological approach to their culture. Vasquez considers him therefore a “pioneer of anthropological photography.”63 As Thomas Theye has pointed out, the roots of anthropological photography do indeed lie in Brazil, albeit indirectly. Thus, the French photographer E. Thiesson had already sold photographs of two BotocudoIndians from Northeastern Brazil between 1845 and 1846 in Paris.64 These Indians were commonly held to be “ferocious” and “cannibalistic,” at least from the mid-19th century onwards. Since then, many artists and photographers have produced similar visual stereotypes, in order to provide European observers with the archetypical image of the “cannibal.”65 This topos, however, had already existed since the colonial period, not least due to Hans Staden’s famous chronicle of the “Naked, ferocious man-eaters” (1557).66 As well as Staden’s chronicle, Frisch’s photographs must be considered in their specific historical context, which in turn implies that the exhibitions and their potential audience played a crucial role. Thus, Frisch’s photographs were presented to an international public increasingly interested in “exotic” peoples from “mysterious” and still undiscovered parts of the world, maybe from some of the famous “white spots” on contemporary maps. In this context, it is

62 Heinz Peter Brogiato, “Die Collection Alphons Stübel. Fotografische Quellen als europäische Repräsentation und kulturelles Erbe Südamerikas (am Beispiel Ecuadors),” in Beschreibung, Vermessung und Visualisierung der Welt, eds. Ingrid Kästner and Jürgen Kiefer (Aachen: Shaker, 2012), 331-352. 63 Pedro Karp Vasquez, Dom Pedro II e a fotografia no Brasil (Rio de Janeiro: Fundação Roberto Marinho, 1985), 26. 64 Thomas Theye, Der geraubte Schatten. Einführung (München: C. J. Bucher Verlag, 1989). 65 Maria Regina Celestino de Almeida, Os índios na história do Brasil (Rio de Janeiro: FGV, 2010), 140-141; Beatrice Kümin, Expedition Brasilien. Von der Forschungszeichnung zur ethnografischen Fotografie (Bern: Benteli, 2007), 126-143; Frank Stephan Kohl, Albert Frisch, 68. 66 Eve Duffy and Alida Metcalf, The Return of Hans Staden: A Go-between in the Atlantic World (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2012).

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impossible to separate Frisch’s photographs from the visual discourse of indianism, even if they seem to be “anthropological” and “objective” at first sight. In this context, a commentary from Gustav Adolf Zwanziger shows that the image of the “wild Botocudos” was quite popular at the Vienna exhibition, although those Indians lived far from the Amazon and had nothing to do with Frisch’s Amahuas. In his report on the Vienna exhibition, Zwanziger accused the Fair’s female visitors of thoughtlessly copying all kinds of jewelry, as displayed in the departments of foreign nations. According to him, this would have had quite amusing consequences in the case of the Brazilian section, as Austrian ladies would have had to perforate their nose-septum in the style of the “savage” Botocudos on display.67 In fact, Frisch’s photos of the Amazonian Indians might have merely created the illusion of a people living in harmony with nature, as it remains unclear whether the subjects were really moving and living in the lush and unspoiled nature that he depicted. This doubt stemmed essentially from his photographic technique. Due to poor lighting conditions in the rainforest, Frisch first photographed his models against a neutral background, thus achieving good results in terms of their physical characteristics and their body jewelry. He then took another picture of the supposedly “natural” surroundings, which was often staged in a “wild romantic” manner. In the last step, he connected both negative plates and passed the compound onto paper, thereby fusing them. This is why many of the Indian models appear in front of identical backgrounds. In addition, their poses strongly resemble the static and often conventional studio poses of the 19th century.68 In the exhibition catalog of the National Exhibition of 1873, Frisch’s images were simply referred to as “types of Indians”, which illustrates the degradation of the portrayed as “types of people,” as was the case with many anthropometric photographs of the time. The exoticism of the “other” was quite deliberately exploited by Frisch and his patron, George Leuzinger, who was primarily interested in selling “exotic sceneries.” This also explains why Leuzinger printed the seal “Medal of Honor at the Paris Exhibition of 1867” on some of Frisch’s Amazonian photos. By insinuating that these photographs had won an important prize in Paris, Leuzinger hoped to increase sales. However, as the historian of photography Frank Stephan Kohl has shown, this was clearly just a marketing strategy, as the Frisch-Keller expedition began only one month after the closing of the Paris exhibition.69 Frisch’s Amazonian photographs were therefore never

67 Gustav Adolf Zwanziger, “Thiere, Pflanzen und Steine,” 22. 68 Margrit Prussat, Bilder der Sklaverei. Fotografien der afrikanischen Diaspora in Brasilien 1860-1920 (Berlin: Reimer, 2008), 68. 69 Frank Stephan Kohl, “Um jovem mestre da fotografia na Casa Leuzinger”, Instituto Moreira Salles - Cadernos de Fotografia Brasileira 3 (2006): 195-197.

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exhibited in Paris, but in Vienna. In addition, and as part of Leuzinger’s ingenious marketing plan, some of Frisch’s photographs of the Amahuas provided brief descriptions, characterizing the tribe-members as “cannibalistic,” without offering a scientific or anthropological explanation for this phenomenon.70 Yet, as many reports and travel diaries of contemporary explorers show, the topic of the “savage man-eater” was fairly widespread at that time. As well as the often sensationalist European and North American travel memoirs, Frisch’s photographs depicted the Amahuas as “dangerous” cannibals, equipped with poisonous arrows. At the same time, they made for picturesque “noble savages”, in the midst of a mysterious jungle. In other words, they were the perfect “product” for a growing market of “exotic goods.”

Conclusion Overall, the Brazilian exhibition organizers were quite successful in displaying and disseminating the image of a “modern nation” abroad. For a peripheral country such as Brazil it was not an easy task to combine images of “modernity,” associated with technological progress and “high culture,” with the dismal realities of a slaveholding monarchy, whose population was overwhelmingly poor, illiterate and “mixed-race.” Thus, in 1873 Brazil’s political elite focused on stressing the tropical abundance and natural wealth of the country, but only as long as it was clear that those natural resources could and should be dominated by man. The exhibition planners were also engaged in promoting various forms of Brazilian exoticism, but never without emphasizing their paternalistic “civilizing mission” and the ongoing “catechization” of the remaining “savages.” In this sense, the images and texts displayed in Vienna also made it clear that the gradual emancipation of slaves had already begun and that Brazil’s “peculiar institution” was not as inhumane as the international public may have thought. In this regard, the few references to slavery, such as the Baiana Quitandeira or the euphemistic descriptions in the catalogs, were designed to demonstrate that the international Abolition Societies had no need to worry about Brazil. Within a short time, European immigration and the modernization of agriculture would transform the Empire into a “free society.” The Brazilian monarchy was therefore presented as “enlightened” and in search of “human development,” as the ethnographic photographs and exhibits were expected to prove. In this respect, indigenous cultures were already “history,” destined to make way for a “modern” Brazil. However, the visual discourse of the “modernizing tropical Empire” was simply superficial, disguising growing

70 Frank Stephan Kohl, Albert Frisch, 68; Margrit Prussat, Bilder der Sklaverei, 68.

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internal tensions and the formation of a republican opposition. On some occasions, as in the case of Gobineau’s commentary on Brazil or the exhibition organizers’ fears of being “too exotic,” these tensions even became visible within the scope of the Vienna exhibition. At the Philadelphia Exhibition of 1876 the Empire managed once more to sell the image of a “progressive and civilized” monarchy in the tropics. However, by the time of the Parisian Universal Exhibition of 1889 the aforementioned tensions had become so obvious that a substantial part of the international public increasingly doubted Brazil’s viability as a nation. Although Brazil had declared the end of slavery in May 1888, it was too late. The stark contrast between the official discourse and the harsh reality of social exclusion and underdevelopment had led to unprecedented political discontent within the country. Thus, shortly after the closure of the Parisian exhibition, the Empire finally imploded.

Bibliography Primary Sources Archives: Arquivo Histórico Museu Imperial (AHMI), Petrópolis-Brazil, Arquivo da Casa Imperial do Brasil (POB), Álbum da Baronesa de Santo Ângelo.

Press: Allgemeine Illustrirte Weltausstellungs-Zeitung. Vienna, 1873. A Vida Fluminense. Rio de Janeiro, 1872. Diario de Pernambuco. Recife, 1873. Diario do Rio de Janeiro. Rio de Janeiro, 1873. New York Times. New York, 1874. Semana Illustrada. Rio de Janeiro, 1873. Times. London, 1873.

Print Primary Sources: Azevedo, Joaquim Antonio. Discurso pronunciado em sessão do Conselho administrativo de 3 de Outubro de 1870. Rio de Janeiro: Typ. Universal de Laemmert, 1870. Azevedo, Joaquim Antonio. Documentos officiaes da 3ª. Exposição Nacional inaugurada na cidade do Rio de Janeiro em 1º. de Janeiro de 1873, volume 1. Rio de Janeiro: Typographia Nacional, 1875. Benalcanfor, Visconde de. Vienna e a Exposição. Lisboa: Typographia Progresso, 1873. Blake, W. P. Reports on the Vienna Universal Exhibition. Philadelphia: McLaughlin Brothers, 1873.

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Images: Américo, Pedro. Batalha de Campo Grande, 1871. Museu Imperial, Petrópolis (Brazil). Henschel, Albert. Frucht-Verkäuferin in Rio de Janeiro, 1869. Leibniz Institut für Länderkunde, Leipzig (Germany).

Secondary Sources Almeida, Maria Regina Celestino de. Os índios na história do Brasil. Rio de Janeiro: FGV, 2010. Andermann, Jens. The Optic of the State: Visuality and Power in Argentina and Brazil. Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2007. Azevedo, Célia Marinho de. Onda negra, medo branco: o negro no imaginário das elites, século XIX. São Paulo: Annablume, 2004. Beattie, Peter. The Tribute of Blood: Army, Honor, Race, and Nation in Brazil, 1864-1945. Durham: Duke University Press, 2001.

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Michelli Cristine Scapol Monteiro

Estudiante doctoral de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de São Paulo (Brasil). Historiadora y Magíster en Historia de la Arquitectura y del Urbanismo de la misma universidad. Sus intereses investigativos se han centrado en la historia de las representaciones e imaginarios sociales, con énfasis en pintura histórica. Es autora del texto “Uma interpretação da história do Brasil nas telas de Oscar Pereira da Silva para a Vila Penteado”, en Vila Penteado 1902-2012: pós-graduação 40 anos, coord. Maria Lucia Martins (São Paulo: FAUUSP, 2012), 325-334, y de la tesis “Fundação de São Paulo de Oscar Pereira da Silva: trajetórias de uma imagem urbana” (Tesis de Maestría en Historia y Fundamentos de Arquitectura, Universidad de São Paulo, 2012). michelli.monteiro@usp.br

Articulo recibido: 05 de noviembre de 2013 Aprobado: 22 de abril de 2014 Modificado: 09 de mayo de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.04

Ï El presente artículo es producto de la tesis de Maestría en Historia y Fundamentos de la Arquitectura y Urbanismo titulada “Fundação de São Paulo, de Oscar Pereira da Silva: trajetórias de uma imagem urbana” de la Universidad de São Paulo (Brasil). Esta investigación recibió el apoyo financiero de la Fundación de Amparo a la Investigación del Estado de São Paulo (FAPESP).

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São Paulo e Buenos Aires: la construcción de la imagen de origen en el siglo XX Resumen: Este artículo examina cuatro pinturas históricas de Brasil y Argentina: la Fundação de São Paulo de Oscar Pereira da Silva; la Fundação de São Paulo de Antônio Parreiras; la Primera Misa en Buenos Aires de José Bouchet; y la Fundación de Buenos Aires de José Moreno Carbonero. El objetivo es comprender la idea de nación que las élites políticas de estos dos países construyeron a principios del siglo XX. Para ello, se estudiaran algunas de las conexiones que entre estas obras permiten establecer similitudes y tensiones sociales provocadas por la inmigración europea y por el contacto con los indígenas. Palabras clave: historia cultural, pintura histórica, São Paulo, Buenos Aires, historia comparada, memoria colectiva, imaginario.

São Paulo and Buenos Aires: The Construction of the Image of Origin in the 20th Century Abstract: This article examines four historical paintings from Brazil and Argentina: the Fundação de São Paulo by Oscar Pereira da Silva; the Fundação de São Paulo by Antônio Parreiras; the Primera Misa en Buenos Aires by José Bouchet; and the Fundación de Buenos Aires by José Moreno Carbonero. The objective is to understand the idea of nation that the political elites of these two countries constructed at the beginning of the 20th century. For this purpose, some of the connections among these works were studied in order to establish similarities and the social tensions caused by European immigration and by contact with indigenous groups. Keywords: cultural history, historical painting, São Paulo, Buenos Aires, comparative history, collective memory, imaginary.

São Paulo e Buenos Aires: a construção da imagem de origem no século XX Resumo: Este artigo examina quatro pinturas históricas do Brasil e da Argentina: a Fundação de São Paulo de Oscar Pereira da Silva; a Fundação de São Paulo de Antônio Parreiras; a Primera Misa en Buenos Aires de José Bouchet, e a Fundación de Buenos Aires de José Moreno Carbonero. O objetivo é compreender a ideia de nação que as elites políticas desses dois países construíram a princípios do século XX. Para isso, estudaram-se algumas das conexões que entre essas obras permitem estabelecer semelhanças e tensões sociais provocadas pela imigração europeia e pelo contato com os indígenas. Palavras-chave: história cultural, pintura histórica, São Paulo, Buenos Aires, história comparada, memória coletiva, imaginário.

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Michelli Cristine Scapol Monteiro

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Introdução

O

-fim do século XIX e início do XX, foi marcado pela preocupação por diversos segmentos das elites de países latino-americanos em construir um passado glorioso para as novas nações que haviam surgido após os processos de independência na primeira metade do Oitocentos. Nesse sentido, a pintura histórica foi um importante mecanismo na construção de mitos e heróis, pois serviu de instrumento de legitimação do poder do estado e de seus líderes republicanos, bem como para a transmissão de valores cívicos e para a construção da história. Ela forneceu suporte para grande parte da “invenção das tradições”1, que se materializavam nesses novos estados nacionais e para criar um sentimento de pertencimento, característica que tornou a pintura histórica, tanto na Europa quanto nas Américas, um meio eficaz de construção do mundo social e de definição das identidades2. A importância da pintura de história se tornou ainda mais contundente com a generalização dos museus públicos no século XIX, quando os quadros de eventos históricos passaram decisivamente a integrar as experiências de construção de narrativas para as nações. Por intermédio das imagens, era possível contar a história do país, de maneira lógica e linear e, sobretudo, de fácil assimilação para o público espectador, em razão do caráter didático que a iconografia possui quando disposta e articulada ao espaço de produção de significados, tal qual a instituição museográfica. A pintura histórica foi parte integrante da elaboração desses imaginários sociais que absorviam e produziam símbolos políticos, que eram difundidos pela sociedade para fomentar a criação de laços identitários, de modo semelhante ao que Pierre Nora denominou, para o caso francês, de lieux de memoire3. Como indicaram Esther Acevedo e Fausto Ramírez4, ao examinarem o papel das imagens na construção cívica mexicana, a nação foi sendo instituída em telas durante o século

1

Eric Hobsbawm e Terence Ranger, The invention of tradition (Cambrigde: Cambrigde University Press, 2000), 1-14.

2

Ulpiano Bezerra de Meneses, Como explorar um museu histórico (São Paulo: Museu Paulista/USP, 1992), 22.

3

Pierre Nora e Charles-Robert Ageron, Les lieux des mémoire (Paris: Gallimard, 1997), 13.

4

Esther Acevedo e Fausto Ramírez, “Preámbulo”, em Los Pinceles de la Historia-La fabricación del estado, 1864-1910 (México: Banamex/Patronato del Museo Nacional de Arte, 2003), 18.

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XIX, mediante a representação e a celebração de seu passado. As pinturas justapunham-se à narrativa dos textos históricos e aos rituais cívicos celebrados nos “altares da pátria”, veículos em que as lideranças intelectuais, artísticas e políticas encontravam, naquele momento, a possibilidade de construir-se uma identidade coletiva. Com a consolidação do Estado Moderno, o imaginário nacionalista promoveu à comunidade um sistema de metáforas para se explicar e compreender o mundo. É fundamental, seguindo as sugestões de Ulpiano Meneses5, perceber também as telas não apenas como objetos de investigação em si, mas como vetores para a compreensão de aspectos relevantes na organização, funcionamento e transformação de uma sociedade. O valor documental da pintura não reside na “precisão” histórica, já que ela é representação, reelaboração plástica. Assim, compreendê-la historicamente é integrá-la às pretensões simbólicas almejadas pelo artista e por aqueles que a consagraram na vida social. Uma tela é fonte de informações para reconstruir e entender o imaginário de sua época e as relações sociais que as engendram. Os temas eleitos para serem perpetuados pelos pincéis dos artistas eram aqueles considerados gloriosos para as jovens nações. A gênese desses países configura-se como um dos temas mais recorrentes na pintura histórica de toda a América Latina. A origem foi retratada de diversas maneiras; contudo, destaco a que remonta não à gênese política dos Estados, mas àquela da própria nação como tecido social: a fundação de cidades, representada seja pela cerimônia de instituição do poder régio civil, seja pelas primeiras missas celebradas no início da conquista. Como exemplo, é possível citar a Fundação da cidade do Rio de Janeiro (1881) de Firmino Monteiro, a Fundación de Santiago (1889), de Pedro Lira, a Fundación de la ciudad de México (1889), de José Jara; a Fundação de São Vicente (1900), de Benedito Calixto, a Fundação da cidade de Belém (1908), de Theodoro Braga. Além destas, A primeira missa no Brasil (1861), de Victor Meirelles, e La primera misa en Chile (1904), realizada por Pedro Subercaseaux6. Tendo em vista a importância dessa temática para a narrativa das nações latino-americanas, este artigo se propõe a ultrapassar os limites nacionais e buscar possibilidades de aproximação e conexões entre Brasil e Argentina. Como indica Maria Lígia Prado, a “reflexão sobre a história da América Latina se enriquece quando o historiador rompe as fronteiras nacionais e propõe problemas mais abrangentes, que atravessam esses porosos limites, sem perder de vista as

5

Ulpiano Bezerra de Meneses, “Fontes visuais, cultura visual, história visual. Balanço provisório, propostas cautelares”, Revista Brasileira de História 23: 4 (2003): 27.

6

Situadas respectivamente no Palácio da Câmara Municipal do Rio de Janeiro, no Museo Nacional de Bellas Artes de Chile, no Museo Nacional del Arte de la ciudad de México, no Museu Paulista da Universidade de São Paulo, no Museu de Arte de Belém, no Museo Histórico Nacional de Chile e no Museu Nacional de Belas Artes.

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especificidades nacionais”7. A fim de detectar convergências formais e de formas de socialização entre Brasil e Argentina, propõe-se a analisar quatro pinturas de gênero histórico que tratam o tema da origem a partir da experiência do contato e da conquista, de modo a compreender seu papel na construção das nações a partir da figuração do núcleo urbano, tomado como dimensão organizacional e normativa dos encontros de povos e de sua hierarquia em sociedade. São elas: Fundação de São Paulo (1907) feita por Oscar Pereira da Silva; Fundação de São Paulo (1913) de Antônio Parreiras; Primera Misa em Buenos Aires (1910), feita por José Bouchet; e Fundación de Buenos Aires, realizada por José Moreno Carbonero em 1910 e retocada entre 1923 e 1924. Este artigo se estrutura em três partes, em que procuro demonstrar em primeiro lugar a construção simbólica das cidades de Buenos Aires e São Paulo e a inserção dos artistas nessas capitais. Em seguida, serão observados alguns pontos nas trajetórias das obras, sobretudo, as que permitem que elas se tornem suportes para as narrativas históricas que estavam sendo elaboradas. Por fim, serão observadas as convergências formais entre as imagens e relacionadas com as tensões sociais vividas nas duas cidades.

1. Arte e construção simbólica: São Paulo e Buenos Aires como espelhos da nação A passagem do século XIX para o XX foi marcada, para São Paulo, como um período de grandes transformações. A cidade, capital do estado de São Paulo, incorporava novas funções, outros habitantes e inovava seus espaços. O café trouxe grande desenvolvimento, com a implantação de estradas de ferros, que proporcionaram um grande dinamismo à cidade. Novos padrões de moradias foram introduzidos, o comércio foi amplamente desenvolvido e transformou-se o hábito de consumo de parcelas da sociedade urbana8, o que permitiu o desenvolvimento de atividades artísticas. Como demonstrou Mirian Rossi9, o meio artístico paulistano desfrutava de uma condição privilegiada no cenário nacional, à frente da capital federal, o Rio de Janeiro. Havia um movimento crescente de exposições com considerável concorrência e pleno êxito financeiro. Dessa maneira, a cidade atraía pintores, como Oscar Pereira da Silva, artista fluminense, que havia se formado na Academia Imperial de Belas Artes, instituição que monopolizou o ensino e a produção artística oficialmente reconhecida no Brasil no século XIX. Foi o último

7

Maria Ligia Prado, “Nação e Pintura Histórica: reflexões em torno de Pedro Subercaseaux”, em Estado e Nação no Brasil e no Chile ao longo do século XIX, comps., Marco Pamplona e Ana Maria Stuven (Rio de Janeiro: Garamond, 2010), 188.

8

Heloisa Barbuy, A cidade-exposição: comércio e cosmopolitismo em São Paulo, 1860-1914 (São Paulo: Edusp, 2006), 26-27.

9

Mirian Rossi, “Circulação e mediação da obra de arte na Belle Époque paulistana”, Anais do Museu Paulista 6: 7 (2003): 86.

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artista a receber o prêmio de viagem concedido pelo imperador D. Pedro II, (1887), que lhe permitiu completar os estudos em Paris. Lá frequentou o ateliê de pintores como Léon Bonnat e Jean-Léon Gérôme. Ao retornar ao Brasil, em 1896, estabeleceu-se em São Paulo, cidade que prometia grandes retornos financeiros aos artistas. Fez diversos retratos de personagens paulistas proeminentes, frequentou o círculo social da elite política cafeeira e a ele vendeu vários quadros de sua autoria. A carreira artística de Antônio Parreiras também foi marcada pela cidade de São Paulo. Esse artista, nascido em Niterói, província do Rio de Janeiro, havia sido seguidor do pintor alemão Johann Georg Grimm, e se dedicado à pintura de paisagem. Porém, como demonstra Carlos Levy, o início do sucesso financeiro do artista só ocorreu com as exposições que realizou em 1893 na capital paulista10. A proeminência econômica de São Paulo e a pretensão de suas elites a promovê-la a capital cultural fez-se sentir diretamente nas vendas dos quadros de Parreiras. Assim como São Paulo, Buenos Aires passou por grandes transformações nas últimas décadas do século XIX, quando assumira definitivamente a condição de capital federal da Argentina. Os imensos proventos econômicos advindos da exportação de trigo e carne que escoavam pela cidade portenha enriqueceram-na rapidamente, o que fomentou sua expansão demográfica por meio da imigração europeia e permitiu os recursos necessários para sua constituição como a primeira metrópole amplamente reformada sob a inspiração de Paris na América do Sul. Segundo María Isabel Baldasarre, no início da década de 1880, com as reformas do primeiro intendente Torcuato de Alvear, a cidade começou a mudar a sua aparência, com a abertura de praças e avenidas, pavimentação de ruas e construção de edifícios públicos. Houve uma mudança nos costumes e na sociabilidade, o que fez crescer o consumo de arte em Buenos Aires. Um grande contingente de obras escultóricas europeias começou a ser instalado nas praças portenhas, foram criados os primeiros locais de exibição e venda de obras, o que fez germinar o mercado artístico de Buenos Aires11. Foi nesse contexto em que viveu José Bouchet, artista de origem espanhola, que havia se radicado, em 1861, aos doze anos de idade, em Buenos Aires. Ele iniciou sua atividade pictórica no ateliê de Juan Manuel Blanes, um dos pintores mais renomados do seu tempo na região platina. Bouchet soube aproveitar as oportunidades que a cidade portenha estava proporcionando, por isso, em 1875 tirou a cidadania argentina, a fim de obter uma bolsa de estudos na Itália, que o governo da Província de Buenos Aires oferecia. Em Florença, foi aluno

10 Carlos Levy, Antonio Parreiras (1860-1937): pintor de paisagem, gênero e história (Rio de Janeiro: Pinakotheke, 1981), 32. 11 María Isabel Baldasarre, Los dueños del arte – coleccionismo y consumo cultural en Buenos Aires (Buenos Aires: Edhasa, 2006), 21-35.

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de Antonio Ciseri e dos mestres Sessi e Paganucci. Viajou pela Espanha, França, Estados Unidos, México, Porto Rico e Cuba. Ao voltar para a Argentina, instalou-se definitivamente em Buenos Aires, onde prosseguiu com a sua atividade artística12. Para essas capitais latino-americanas, que alcançavam um lugar de destaque econômico, político e cultural, era fundamental constituírem-se também como capitais simbólicas. São Paulo, cujas elites ligadas à cafeicultura assumiam um papel proeminente no cenário político com a instituição da República, visto que dominavam o sistema político do país, era palco da afirmação de uma identidade regional de pretensão nacional que rivalizava com as narrativas nacionais geradas na capital do país, sobretudo aquelas advindas do Instituto Histórico e Geográfico Brasileiro, que frisava o papel da cidade do Rio de Janeiro e da antiga monarquia na constituição do país e da nação. Nesse novo contexto, os intelectuais paulistas, por meio do Instituto Histórico e Geográfico de São Paulo (IHGSP), empenhavam-se na tarefa de criar uma historiografia que destacasse os feitos paulistas. Ademais, a construção da história da nação deveria ser acompanhada pela elaboração de imagens capazes de fixar no imaginário social, as narrativas que os historiadores paulistas criavam. Como propõe Maraliz Christo, o novo contexto político brasileiro, em que as elites estaduais disputavam a hegemonia política nacional e o crescente poder dos paulistas, suscitou a produção de iconografias locais, destinadas à decoração, por exemplo, dos palácios governamentais dos estados13. O governo paulista passou a encomendar e adquirir pinturas históricas a fim de constituir uma narrativa ilustrada da nação, que colocasse em relevo o estado que então liderava a República. Ciente da importância desse gênero artístico para as elites políticas de São Paulo, Oscar P. da Silva pretendia se estabelecer como pintor de história, gênero mais importante do sistema acadêmico, o que lhe traria maior prestígio e lhe garantiria contratos públicos. Sua primeira tentativa vitoriosa nesse sentido foi obtida com o quadro Desembarque de Pedro Álvares Cabral em Porto Seguro, realizado em 1900, e vendido ao governo paulista em 190214. A realização dessa obra, que representava o primeiro desembarque dos portugueses na América, num ponto localizado no atual estado da Bahia, assegurou-lhe maior visibilidade na imprensa. Contudo, para conquistar o espaço de pintor oficial do estado de São Paulo, percebeu que

12 Vicente Gesualdo, Aldo Biglione e Rodolfo Santos, Diccionario de artistas plásticos en la Argentina (Buenos Aires: Inca, 1988), 151-152. 13 Maraliz Christo, “A pintura de história no Brasil do século XIX: panorama introdutório”, ARBOR Ciencia, pensamiento y cultura 185: 740 (2009): 1160. 14 Michelli Monteiro, “Fundação de São Paulo, de Oscar Pereira da Silva: trajetórias de uma imagem urbana” (Dissertação Mestrado em História e Fundamentos da Arquitetura e do Urbanismo, Universidade de São Paulo, 2012), 61-62.

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seria importante dedicar-se a um tema que fosse de maior relevância aos próprios paulistas e à sua região, por isso, alguns anos mais tarde, realizou uma obra que propunha a imagem do ato embrionário da cidade e, por extensão, do próprio país: a tela Fundação de São Paulo de 1907. Antônio Parreiras também passou a se dedicar à pintura de gênero histórico, a partir dos anos 1900, quando recebeu uma encomenda do Superior Tribunal Federal para pintar as telas A Chegada e A Partida, cuja temática é o início da colonização do Brasil; na primeira, vista sob a ótica dos nativos e, na última, o momento de melancolia dos colonos ao se encontrarem em um território desconhecido. Ele fez também o Suplício de Tiradentes, que representava os momentos finais de um dos líderes da Inconfidência Mineira, rebelião contra os abusos do poder metropolitano português, ocorrida em 1789, em Minas Gerais, que resultou no enforcamento e esquartejamento de Tiradentes. Após realizar essas obras, Parreiras recebeu várias encomendas dos governos estaduais. Certamente, o artista sabia da potencialidade de ter uma obra sua na narrativa da história paulista. Por isso, propôs uma tela com o mesmo tema da de Pereira da Silva ao governo da cidade de São Paulo. As elites dirigentes de Buenos Aires também se empenhavam na tarefa de construção simbólica da cidade como celula-mater da nação argentina. Como afirma Rodrigo Gutiérrez Viñuales, a estruturação de um discurso histórico sistematizado foi ali abordado com entusiasmo a partir da segunda metade do século XIX. Era necessário perfilar uma história argentina distintiva das demais nações do continente para ratificar as razões de sua nacionalidade. Por isso, tornou-se imperioso construir um imaginário visual que sustentasse os feitos relevantes que a historiografia pontuava, o que favoreceu a difusão da pintura histórica na passagem do século XIX para o XX, já que numerosos artistas dedicaram-se a abordar o passado argentino e portenho em sua produção15. As comemorações do Centenário da Revolução de Maio de 1810, momento em que fora feita a primeira declaração de Independência, acentuaram ainda mais a necessidade da construção simbólica da Argentina como uma nação civilizada, pujante e moderna. Procurou-se criar e dar visibilidade às pinturas históricas que faltavam ao grande relato nacional, que deveriam desempenhar uma função didática de criar novos cidadãos, inclusive para aqueles recém-desembarcados no país devido à imigração europeia. Maria Helena Capelato lembra que havia uma geração de escritores na Argentina que se mostrou preocupada com a possibilidade de perda da identidade nacional, devido à entrada maciça de imigrantes estrangeiro em 1910. A primeira corrente de pensamento nacionalista do país tinha afinidades com os regeneracionistas espanhóis, por isso:

15 Rodrigo Gutiérrez Viñuales, “La Pintura de Historia en la Argentina”, Atrio. Revista de Historia del Arte 8/9 (1996): 198.

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“A herança espanhola assumia uma significação nacionalista ao integrar-se na busca de identidade própria, perdida no passado indígena e colonial, mas considerada ainda viva na atmosfera tradicional das províncias menos afetadas pela imigração e pela modernização corruptora. Os autores procuraram recuperar a Argentina verdadeira e eterna para com ela fazer frente aos perigos e inseguranças acarretados pelas transformações da época”16.

As produções plásticas do centenário se referiam à Revolução de Maio e sua prolongação na Guerra de Independência como acontecimentos fundadores da nacionalidade, à fundação de Buenos Aires como cidade símbolo e de papel central da nova nação, e também aos homens da Revolução e da Independência. Nesse contexto, José Bouchet foi contratado para pintar uma obra que representasse a comunhão do país nascente com o cristianismo, por meio do quadro Primera Misa en Buenos Aires17. Outra obra encomendada para os festejos do centenário foi a Fundación de Buenos Aires, realizada por José Moreno Carbonero. Esse artista espanhol, nascido em Málaga, havia se formado na Escola de San Telmo, de sua cidade natal. Em 1875, recebeu uma bolsa para estudar em Paris no ateliê de Jean-Léon Gérôme, o mesmo que, alguns anos mais tarde, receberia Oscar Pereira da Silva. Moreno Carbonero era considerado um grande pintor de história na Espanha, por isso, foi considerado o artista ideal para realizar a imagem do ato fundacional da capital argentina. É possível perceber como as imagens relativas à gênese de capitais, como São Paulo e Buenos Aires, passaram a ser um tema central, no início do século XX, para a consolidação de tais cidades como articuladoras da própria narrativa nacional. As trajetórias dos artistas que foram seus artífices, apesar de muito distintas, possuem pontos de contato, como a formação na Europa e sua aproximação das encomendas ou aquisições governamentais no Brasil e na Argentina. Como foi visto, a estadia ou o recebimento de bolsa de estudos em Paris e Roma era de grande relevância para a formação artística de todos esses pintores. Isso demonstra também que os modelos poderiam ser os mesmos, o que certamente ocorreu entre Moreno Carbonero e Pereira da Silva, que foram alunos de Gérôme, na França. Além dessa semelhança, haviam outras conexões entre esses artistas, que muitas vezes circulavam entre os países da América Latina. Um exemplo disso é a participação de Moreno Carbonero nas exposições espanholas que aconteciam em São Paulo (1911) e no

16 Maria Helena Capelato, “A data símbolo de 1898: o impacto da independência de Cuba na Espanha e hispanoamérica”, História 22: 2 (2003): 49. 17 Agradeço Miguel Ruffo e Diego Ruiz, que gentilmente me receberam no Museu Histórico Nacional e forneceram informações fundamentais para a elaboração deste artigo.

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Rio de Janeiro (1912), divulgadas pela imprensa paulista. É possível perceber essa circularidade também em 1913, quando Parreiras realizou uma obra para o governo da Argentina, a qual representava a chegada do general Julio Roca na cidade do Rio de Janeiro18. O ponto de contato mais evidente, entretanto, é o tema das telas que esses quatro artistas realizaram: o ato fundacional dessas capitais latino-americanas, ou seja, o ponto de partida para a grande narrativa que estava sendo forjada por São Paulo e Buenos Aires.

2. Fundações: a visão da origem como verdade e lição da história para o presente O início do século XX foi, como visto, marcado pela construção visual das narrativas das nações e o tema da sua origem foi, certamente, muito relevante. Por isso, no Brasil e na Argentina, em um intervalo de apenas seis anos, ao menos quatro obras foram realizadas com a finalidade de demonstrar o ato fundacional das cidades de São Paulo e Buenos Aires. Entretanto, as motivações para a confecção desses quadros foram distintas. Em 1907, Oscar Pereira da Silva, artista fluminense migrado para capital paulista buscava sua inserção no mercado artístico em crescente expansão e pretendia transformar-se no pintor da história paulista por excelência. Se o objetivo dos historiadores do IHGSP era reescrever toda a história da nação com um novo viés que destacasse a liderança paulista nesse processo, Pereira da Silva associou-se a essa corrente ao empreender a criação de uma imagem que desse visualidade ao ato embrionário da cidade de São Paulo, do estado homônimo de que era a capital e, sobretudo, do próprio país. Utilizando-se de recursos próprios, o artista arriscou-se a elaborar uma obra de grande formato com a finalidade de vendê-la ao governo estadual paulista e sagrar-se pintor de história, digno de novos contratos públicos. O tema parecia certeiro, já que era inédito, como o próprio artista explicita na petição em que ofereceu seu quadro à Câmara dos Deputados estadual. Ele afirma que todos os estados do Brasil possuíam “de longa data” o quadro da fundação, exceto São Paulo19. O tema era tão relevante que, mesmo sem ser inédito, Antônio Parreiras propôs realizar uma obra com o mesmo assunto alguns anos depois. Em março de 1913, como relatou o jornal O Estado de São Paulo, o artista enviou à Câmara Municipal da cidade de São Paulo

18 Os jornais O Estado de São Paulo e Correio Paulistano divulgaram a notícia da entrega do quadro de Antônio Parreiras em Buenos Aires em 31 de maio de 1913. 19 Oscar Pereira da Silva, “Artes e Artistas”, O Estado de São Paulo, São Paulo, 28 julho, 1908, 4.

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uma petição para elaborar um quadro histórico que representasse a fundação da cidade20. Contudo, em vez de dispor de seus próprios recursos e arriscar-se a vender o quadro já finalizado ao governo, como havia feito Pereira da Silva, Parreiras primeiro se certificou da aprovação da venda pelo prefeito de São Paulo, Raymundo Duprat, e somente após realizar um contrato, deu início à elaboração do quadro proposto, realizado em Paris. As telas dos dois artistas figuram o encontro entre índios, portugueses leigos e jesuítas, e simboliza um contato interético mediado pela fé que lançava ao longínquo século XVI o mesmo desafio que marcava a vida social da cidade e também do estado de São Paulo no início do século XX. A cafeicultura trouxera levas de imigrantes, o que fez com a que a cidade, décima capital provincial em 1872, se tornasse a segunda em 1890, atrás apenas da capital federal, o Rio de Janeiro. O tema e a prática do contato, que era atualizado pela chegada dos estrangeiros, era também atualizada pela retomada do contato com os indígenas, em pleno século XX, em função da expansão da frente pioneira da cafeicultura paulista, que avançava em direção ao Rio Paraná e que entrava em choque com as populações indígenas que resistiam à derrubada das florestas e ao extermínio de suas formas de vida tradicionais. As telas de Pereira da Silva e Parreiras, ao figurarem o contato entre portugueses (estrangeiros) e índios, de certa forma propunham uma retórica que sugeria simultaneamente o lugar preponderante das antigas elites coloniais na “civilização” da América Portuguesa face aos novos estrangeiros imigrantes que chegavam, bem como a submissão de antigos (e novos) indígenas à conquista e à nação que dela surgia pacificada e hierarquizada21. Em um contexto simultaneamente distinto e semelhante, estão a produção das telas de Buenos Aires encomendadas em 1910 para a festa do Centenário da Revolução de Maio de 1810. Com a modernização da cidade, que acontecia no século XX, o tema de sua origem era de fundamental importância, sobretudo, porque a corrente nacionalista do período procurava resgatar as raízes hispânicas, que estavam ameaçadas com a grande onda de imigrantes na Argentina. Assim, o tema da segunda e definitiva fundação da cidade, realizada pelos espanhóis em 1580, tornava-se um assunto digno de obras de grande formato. Por isso, duas telas foram encomendadas, não por acaso, a dois artistas de origem espanhola: José Bouchet e José Moreno Carbonero. Uma deveria demonstrar a cerimônia solene feita por Juan Garay após erigir o pelourinho, o símbolo do poder governamental, enquanto a outra tinha como cena a missa campal realizada em seguida ao ato de Garay.

20 O artista enviou uma proposta à prefeitura de São Paulo em abril de 1913, em que propunha realizar dois quadros: um representando o momento histórico da fundação ocorrido em 25 de janeiro de 1554; outro representando em 1560 o ato solene da entrega do foral de vila à povoação que então tomou o nome de São Paulo de Piratininga. Este artigo trata do primeiro quadro. “Câmara Municipal”, Correio Paulistano, São Paulo, 2 abril, 1913, 7. 21 Michelli Monteiro, “Fundação de São Paulo, de Oscar Pereira da Silva”, 26-35.

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Segundo Carlos Gelly y Obes, Enrique Penã havia recebido do Intendente Municipal de Buenos Aires, Don Manuel José Güirales, a missão de mandar fazer um quadro comemorativo da Fundação de Buenos Aires. Haveria escolhido Moreno Carbonero por indicação de Vicente Quesada, ministro argentino na Espanha22. O próprio artista relatou para a revista espanhola Por esos mundos como teria sido feito o convite para a criação do quadro Fundación de Buenos Aires: “D. Enrique Peña, director del Banco Municipal de Buenos Aires, ilustre historiador y arqueólogo, vino a visitarme […] para participarme que en junta celebrada por el municipio de su ciudad se me había designado para pintar dicho cuadro, si no tenía inconveniente en hacerlo, y que se pusiese de acuerdo conmigo sobre elección del momento histórico que había de conmemorarse en el lienzo”23.

Em setembro de 1909, o esboço do quadro de Moreno Carbonero estava pronto e a imprensa divulgava com grande entusiasmo a elaboração de tal obra: “Moreno Carbonero, el conocido pintor español, trabaja activamente en el gran cuadro de la ‘Fundación de la ciudad de Buenos Aires’, que le fue encargado, hace poco por la intendencia de la capital argentina”24. Um aspecto fundamental que se destaca em todos os quadros históricos é a busca de fontes documentais que comprovem que a cena retratada pelo pintor fosse “verdadeira”, pois as imagens deveriam se constituir como “janelas para o passado”. Como afirma Jorge Coli, a arte e a história se uniam, de maneira que uma dependia da outra, podendo a arte ser capaz de “fabricar a história”25. Por isso, esses pintores buscavam dados documentais para compor o quadro o mais próximo do fato que ele se propunha a retratar, o que fortalecia o que julgavam ser sua veracidade e, simultaneamente, sua indiscutível eficácia na pedagogia da nação26. Na primeira notícia que se tem conhecimento do quadro de Oscar Pereira da Silva, essa preocupação já é evidenciada: “Para o respectivo esboço o distinto artista tem procurado investigar antiguidades e tradições coloniais. Desejando obter conhecimentos mais aprofundados, Oscar Pereira da Silva tem procurado arquivos, esteve no Museu do Estado e ainda ontem consultou várias obras na biblioteca da Escola Normal”27.

22 Carlos Gelly y Obes, La fundación de la ciudad de Buenos Aires a través del pintor José Moreno Carbonero (Buenos Aires: MCBA, 1980), 20-21. 23 Francisco Alcántara, “La fundación de Buenos Aires”, Por esos mundos 181 (1910): 197. 24 Hámlet Gomez, “El cuadro de la fundación de Buenos Aires”, Caras y Caretas 570 (1909): 86. 25 Jorge Coli, Como estudar a arte brasileira do século XIX? (São Paulo: Editora Senac, 2005), 43. 26 O próprio Moreno Carbonero, no relato que fez à revista Por esos mundos, afirma que “un cuadro histórico, además del fin decorativo y del homenaje que significa a las grandes acciones y a los héroes, ha de ser la representación más aproximada del hecho y del momento histórico en que se produjo”. Francisco Alcántara, “La fundación de Buenos Aires”, 197. 27 “Quadro Histórico”, Correio paulistano, São Paulo, 22 janeiro, 1907, 3.

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A mesma preocupação aparece na proposta enviada por Antônio Parreiras à Câmara Municipal, já que em uma das cláusulas, o artista se comprometeu a buscar fontes documentais para elaborar a tela. Ele afirmava que a composição do quadro seria baseada em “documentação de irrefutável veracidade” e seriam observados rigorosamente os “costumes usados na época em que se passou o fato histórico”28. Esse aspecto era tão fundamental que, no parecer emitido pela Câmara Municipal, exigem-se todas as precauções para que esses quadros, além do valor artístico, tivessem “indiscutível valor histórico, pelo respeito absoluto à verdade”29. O artista apresentou à Comissão de Finanças e de Justiça a documentação que possuía sobre o assunto da tela, para que fosse analisado se o pintor possuía informações suficientes para a fatura da tela. A mesma exigência era cobrada da obra de Moreno Carbonero, por isso, quando o esboço do quadro ficou pronto, em 1909, a imprensa já divulgava que ele produzia uma “forte impressão de verdade”30. O documento em que o pintor teria se baseado era a Ata de Pedro Xerez, a qual ele teria lido a fim de elaborar a obra de maneira mais viva. Afirmou-se na imprensa que: “El hecho histórico está bien detallado en el acta que levantó Pedro de Xerez, y cuyo documento se conserva en el archivo de Indias. Moreno Carbonero no ha tenido necesidad, para llevar a cabo su obra, de hacer una composición simbólica, sino dar forma pictórica al relato que contiene el citado documento”31. O autor desse artigo dedicado à tela Fundación de Buenos Aires afirma que a contemplação da obra produziria uma espécie de convencimento de que o feito histórico teria sido tal como nos narra visualmente Moreno Carbonero. Nem todos, porém, concordaram com o articulista. Quando o quadro chegou a Buenos Aires, foi destinado à Sala de Sessões do Banco Municipal e dividiu opiniões dos historiadores. A imprensa espanhola afirmou que o quadro teria sido muito bem recebido em Buenos Aires e que telegramas32 que felicitavam o artista pelo êxito completo de sua obra teriam sido enviados. Gelly y Obes, no entanto, afirma que Martiniano Leguizamón, um intelectual argentino, fez algumas advertências sobre incorreções que havia no quadro de Moreno Carbonero: “Tal vez la enérgica y señorial cabeza del insigne vascongado resulta demasiado canosa, desde que Garay no tenía más de cincuenta y dos años en aquel momento; la distribución de la luz y de las sombras no corresponden a nuestro hemisferio; el sauce de verde follaje en el mes de junio pudo ser sustituido con ventaja por una tala de hoja perene,

28 “Notícias diversas”, O Estado de São Paulo, São Paulo, 01 março, 1913, 5. 29 “Camara Municipal”, Correio Paulistano, São Paulo, 02 abril, 1913, 7. 30 Hámlet Gomez, “El cuadro de la fundación”, 87. 31 Rafael Domeneci, “La fundación de Buenos Aires”, El Liberal, Madri, 30 abril, 1910, 3. 32 “El cuadro de Moreno Carbonero en Buenos Aires”, Heraldo Militar, Madri, 13 junho, 1910, 3. “El cuadro de Moreno Carbonero”, La época, Madri, 13 junho, 1910, 1.

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porque el árbol aborigen de las regiones ribereñas; y ese indio de hermosa estampa que resulta adulterado por las tres piedras de las boleadoras atadas sobre el quiyapí de un solo lado, que ni aún los gauchos usaron de semejante manera”33.

Como se pode observar, os pontos que ele destaca que mereceriam reparos era a figura de Juan de Garay, que estava com a aparência muito velha para a idade que teria na época. Importante lembrar que, desde 1880, havia uma polêmica em torno do retrato do fundador da cidade, que dividia os estudiosos da época34. Outras críticas se referiam à luz do quadro, à vegetação e ao vestuário do nativo. O quadro ficou exposto no Banco Municipal até ser transferido ao Museu Municipal de Buenos Aires, aberto em 1921. O diretor do museu era Jorge Echayde, personalidade vinculada à Junta de História e Numismática Americana, que incluiu no patrimônio da instituição a obra de Moreno Carbonero. Porém, no Museu Municipal, segundo Gelly y Obes, o quadro suscitou novamente o debate entre historiadores e colecionadores em torno da sua fidelidade. Em agosto de 1922, o diretor recebeu uma carta do artista, que soube dos comentários que sua obra estava provocando, e afirmava que: “La noticia que me trae no puede ser para mí más satisfactoria. El cuadro de ‘La Fundación de Buenos Aires’ necesitaría una reforma, una mejora por la cual, como le indico, en la adjunta copia de la solicitud que he hecho al Sr. Intendente y a la ilustra Corporación que preside, tengo hecho los estudios necesarios y bocetos. Para esta reforma necesitaría que ese Municipio me mandara el cuadro”35.

O artista se responsabilizava pelos gastos com o seguro e transporte e propunha reformar o quadro gratuitamente. Afirmava que havia pintado o quadro com boa vontade, contudo em más condições pelo pequeno prazo que dispôs. Dizia que desde que o quadro havia saído de seu estúdio, ele teria sido advertido de falhas e deficiências, como o efeito da luz solar e a ausência de índios. Dessa maneira, a tela foi transladada a Madri em 2 de julho de 1923 para que fossem feitos os reparos e retornou a Buenos Aires em 21 de junho de 192436. Percebe-se a necessidade da pintura histórica condizer com a narrativa que os historiadores estavam propondo, sobretudo, porque a obra tinha uma função didática e deveria ensinar

33 Carlos Gelly y Obes, La fundación de la ciudad de Buenos Aires, 38-40. 34 Rodrigo Gutiérrez Viñuales, “La Pintura de Historia en la Argentina”, 203. 35 Carlos Gelly y Obes, La fundación de la ciudad de Buenos Aires, 44-45. 36 Carlos Gelly y Obes, La fundación de la ciudad de Buenos Aires, 43-56.

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ao grande público como teria ocorrido o evento ali retratado. Essa característica foi destacada pelo jornal O Estado de São Paulo, quando se referiu à obra de Oscar Pereira da Silva, ao afirmar que “este quadro dá a perfeita compreensão ao estrangeiro e até ao próprio nacional de tão importante fato, quando visitar o nosso museu, a nossa Pinacoteca do Estado”37. A mesma característica foi destacada na obra de Moreno Carbonero: “Los personajes del cuadro, los accesorios y la agrupación de todos esos elementos, están hechos de un modo claro y sencillo; Moreno Carbonero, en la técnica toda de su obra, ha procedido, hablando una especie de lenguaje lleno de sencillez y fraseando bien, palabra por palabra y párrafo por párrafo, con el fin de que el público, sin grandes esfuerzos, pueda entenderlo”38.

Era muito comum expor a obra ao público, a fim de divulgar o trabalho e enaltecer o artista. Por isso, Antônio Parreiras colocou uma cláusula na proposta que enviou à Câmara Municipal que lhe permitia figurar seu trabalho no Salon de Paris ou em outra exposição de arte que lhe conviesse39. O quadro reformulado de Moreno Carbonero também foi exposto em Madri, no salão do Museu de Arte Moderna, onde recebeu a visita de pessoas ilustres como a rainha Maria Cristina, o diretório e o chefe do governo espanhol. Foi ainda exibido no salão de festas da prefeitura de Málaga, cidade natal do artista. Oscar Pereira da Silva, que pretendia vender seu quadro ao governo, realizou uma exposição em dezembro de 1907, no salão do requintado restaurante Progredior40, em São Paulo. A fim de assegurar a presença das pessoas proeminentes, o artista tomou algumas providências, como a de ir pessoalmente ao palácio do governo convidar o presidente do estado, Jorge Tibiriçá, para a sua mostra41. Enviou também um convite para o jornal O Estado de São Paulo, que, além de contar com importantes personagens da elite paulista no seu quadro de funcionários, colaboradores e assinantes, garantiu a divulgação da sua exposição, a qual ganhou espaço privilegiado na coluna de arte desse jornal42. Como a obra não foi comprada em 1907, Oscar Pereira da Silva realizou uma nova exposição em agosto de 1909, em uma das salas do antigo Palácio Episcopal, em São Paulo.

37 “Artes e Artistas”, O Estado de São Paulo, São Paulo, 28 julho, 1908, 4. 38 Rafael Domeneci, “La fundación”, 3. 39 “Notícias diversas”, O Estado de São Paulo, São Paulo, 1 março, 1913, 5. 40 Segundo Barbuy, este era o mais luxuoso restaurante da capital no final do século XIX e, por certo, o mais cosmopolita daqueles anos. Barbuy, A cidade-exposição, 124-125. 41 “Artes e Artistas”, O Estado de São Paulo, São Paulo, 12 dezembro, 1907, 3. 42 Os artigos publicados pelo O Estado de São Paulo sobre a primeira exposição da tela Fundação de São Paulo foram publicados nos dias 12, 14, 15 e 31 de dezembro de 1907 e 1 de janeiro de 1908.

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A exibição das obras era um aspecto importante para o reconhecimento do artista e, sobretudo, para tornar o quadro conhecido pelo grande público. A imagem apresentada passava a ocupar o imaginário social da população. Por isso, é fundamental observar as formas utilizadas por esses artistas para representar a origem dessas cidades e perceber a sua correspondência com os anseios e tensões vividas por aquela sociedade.

3. As formas da hierarquia: das cidades nascentes aos novos contatos As imagens das fundações foram feitas em quadros de grande formato, pois seriam destinadas a instituições públicas, como museus e palácios do governo. A Fundação de São Paulo de Oscar Pereira da Silva mede 185 x 340 cm e a versão de Antônio Parreiras, 200 x 300 cm; a Primera Misa en Buenos Aires mede 393 x 202 cm e a obra Fundación de Buenos Aires, 400 x 240 cm. Nas três primeiras, a fundação da cidade é representada por um evento religioso, ou seja, a missa que está sendo celebrada pela primeira vez naquelas localidades. Bouchet representou o momento de consagração da hóstia e Pereira da Silva, a benção do local em que a cidade seria, posteriormente, erguida. Já Moreno Carbonero retratou um evento político, o episódio em que Juan de Garay tomou posse da terra em nome do rei da Espanha, tocando a “árvore da justiça” com sua espada. A organização dos quadros de José Bouchet e Antônio Parreiras é muito semelhante: a missa é rezada à direita, local em que está disposto o altar improvisado e a distribuição das pessoas segue um sentido linear. De maneira distinta, os quadros de Moreno Carbonero e Pereira da Silva apresentam uma organização em que o ato principal está no centro da obra e os personagens estão dispostos de maneira circular em torno dele. Em todos, há a presença de nativos, religiosos e colonizadores, porém, o destaque e o papel que cada um desempenha nessas imagens são distintos. Na Fundação de São Paulo (Imagem 1) de Oscar P. da Silva, o espaço é hierarquizado, pois um desnível coloca a cena da benção, que é a ação principal, em posição mais elevada e com maior destaque no centro da tela. As figuras estão harmoniosamente integradas, porém, os europeus estão ao centro, em nível elevado e destacados pela luz; enquanto os índios encontram-se na parte periférica envolvendo a cena central junto à natureza, nas porções menos iluminadas da tela. A figura central é o padre Manuel da Nóbrega, que celebra o ato da benção, ladeado pelos jesuítas Manuel Paiva e Anchieta. A posição dos corpos também indica diferenciação: europeus eretos ou ajoelhados apresentam posição altiva, enquanto os indígenas se encontram em poses mais despojadas e, à medida que se aproximam da cruz, têm seus corpos curvados, em posição de submissão. A atividade está concentrada nas mãos dos

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europeus, enquanto os índios exercem uma atitude de passividade, como se reconhecessem pacificamente a religião. Eles demonstram interesse pela cena a que assistem e parecem entendê-la naturalmente, evidência demonstrada pela passividade e pela posição de seus corpos, já que alguns até se ajoelham diante da cruz. Imagem 1. Fundação de São Paulo (1907)

Fonte: Oscar Pereira da Silva, Fundação de São Paulo, 1907, óleo sobre tela, 185 x 340 cm, Museu Paulista da Universidade de São Paulo (Brasil). Reprodução fotográfica José Rosael e Hélio Nobre.

Tendo em vista que a tela é uma representação e não uma “janela para o passado”, ela se constitui como vetor para a investigação da organização, funcionamento e transformação da sociedade em que foi produzida e consumida43. No momento em que essa obra foi formulada, a cidade de São Paulo, como foi já dito, vivia um contexto de contato, que era imposto, primeiro, pelo grande afluxo de imigrantes que São Paulo recebia. A imigração estrangeira substituíra o braço escravo na lavoura e, na passagem do século XIX para o XX, dava-se com grande intensidade. Além deste, havia também o contato estabelecido com os índios diante das novas frentes de expansão proporcionadas pelo café e pela ferrovia. A penetração do território indígena por “agentes da civilização” tomou vulto maior, tanto em relação à sua profundeza como ao seu volume, durante os primeiros anos da República.

43 Ulpiano Bezerra de Meneses, Como explorar um museu histórico, 22-24.

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Diante disso, Pereira da Silva retratou a gênese da cidade e do povo paulista, que se pretendia propulsor da nação, por meio do contato estabelecido entre europeus e índios, permeados pela fé cristã. Percebe-se que o maior destaque foi dado à Igreja Católica no processo fundador, o que fortalecia a ideia da fundação de São Paulo a partir da criação da missão jesuítica fundada em 1554 e não como a vila fundada pelos colonizadores em 1560. Fato que pode ser explicado pelo bom relacionamento que o artista mantinha com a elite católica. Além disso, os vínculos dessa instituição religiosa com o IHGSP eram muito sólidos. Segundo Antonio Celso Ferreira, apesar de o instituto ter abrigado diverso intelectual positivista e outros crentes da ciência, as inclinações menos extremadas, partidárias de um compromisso entre fé religiosa e defesa do conhecimento científico, foram as prevalecentes. Difícil é, portanto, entender os campos científico e intelectual de São Paulo como autônomos em relação aos poderes do Estado e da Igreja44. Ademais, a questão da integração do indígena ao Estado Nacional era um debate de longa data. Alguns intelectuais paulistas, como Eduardo Prado, defendiam a integração via catequese religiosa. A imagem criada por Pereira da Silva seguia um modelo em que o índio era submisso à Igreja Católica e ao colonizador. Parreiras, no entanto, elaborou uma obra um pouco distinta (Imagem 2). Também estão presentes nativos, colonizadores e jesuítas, sem, no entanto, ter a centralização e hierarquia que há na outra imagem. Destaca-se a figura de Manuel de Paiva, padre que reza a missa, pois ele está no altar, um pouco acima das demais figuras e bem iluminado. Contudo, não há uma diferenciação entre o europeu e o índio, já que estão lado a lado, em primeiro plano. Percebe-se que o nativo ganha importância, pela posição que ocupa e pela pose elevada e imponente, sobretudo pelos braços cruzados que indicam afastamento —muito diferente dos índios de Pereira da Silva, mansos e resignados—. A presença indígena não é marcada pela mera aceitação e submissão, como na tela anterior, mas como protagonista dessa história que ali estava sendo forjada. O nativo ganhava importância também aos historiadores de São Paulo, que buscavam incorporá-lo à nação brasileira, não apenas nas memórias históricas, como também nas políticas do Estado, visto que o resgate das origens tupi de São Paulo e de suas elites dirigentes de longínqua origem mestiça estavam envoltas por uma outra questão do período: o extermínio dos índios Kaingang ocasionado pela expansão para o oeste. Em 1908, o Brasil foi publicamente acusado de massacrar os índios no XVI Congresso dos Americanistas, em Viena. Albert Fric denunciou os colonizadores brasileiros e europeus pelo extermínio

44 Antonio Celso Ferreira, A epopéia bandeirante: letrados, instituições, invenção histórica (1870-1940) (São Paulo: Editora Unesp, 2000), 101-102.

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de tribos indígenas nas recém-criadas colônias ao sul do Brasil. Esse debate culminou com uma outra polêmica sobre a situação dos nativos brasileiros, ensejada pela publicação de A Antropologia do estado de São Paulo, de Hermann von Ihering, diretor do Museu Paulista45, que afirmava que: “[...] os atuais índios do estado de São Paulo não representam um elemento de trabalho e de progresso. Como também nos outros estados do Brasil, não se pode esperar trabalho sério e continuado dos índios civilizados e como os Kaingangs selvagens são um empecilho para a colonização das regiões do sertão que habitam, parece que não há outro meio, de que se possa lançar mão, senão o extermínio”46. Imagem 2. Fundação de São Paulo (1913)

Fonte: Antônio Parreiras, Fundação de São Paulo, 1913, óleo sobre tela, 200 x 300 cm, Prefeitura de São Paulo (Brasil).

45 O Museu Paulista foi criado em 1893 e aberto ao público em 1895, seu núcleo original continha artefatos de história, peças de mobiliário, jornais e objetos indígenas. Inicialmente, foi definido como um museu de História Natural. Seu primeiro diretor foi Hermann von Ihering. 46 Hermann von Ihering,“Antropologia do estado de São Paulo”, Revista do Museu Paulista 7 (1907): 215.

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Essa declaração incitou uma verdadeira querela, já que diversos grupos da sociedade civil, notadamente acadêmicos e positivistas, rechaçaram o posicionamento do diretor do Museu Paulista. Essa confusão ajuda a entender a dificuldade que Pereira da Silva enfrentou para vender a sua obra. Como vender um quadro que representa o encontro pacífico de índios e europeus, para uma instituição cujo diretor é tido como defensor do extermínio indígena? A Fundação de São Paulo foi exposta pela primeira vez em 1907, mas só foi adquirida pelo Estado no fim de 1909. Além disso, a sua destinação inicial não foi um Museu de História, como era o esperado, mas um museu de arte: a Pinacoteca do Estado. Seis anos mais tarde, Antônio Parreiras reelaborou a cena da fundação, ao atribuir, como vimos, maior destaque ao indígena, que se tornou um protagonista da história. Ele e o europeu, possivelmente Tibiriçá e João Ramalho47, são os progenitores do povo paulista, por isso se encontram lado a lado, o que indica uma simbiose de valores e não uma imposição. A origem da vila e do povo não possui uma conotação demográfica, mas simbólica, que acentua a presença masculina, visto que não há mulheres. Essa visão está de acordo com a discussão, vigente desde o final do século XIX, em torno dos progenitores dos paulistas. O orgulho da ascendência colonial das elites cafeicultoras era promovido por trabalhos publicados durante as primeiras décadas republicanas. Instituições como Museu Paulista e IHGSP empenharam-se na tarefa de traçar uma identidade característica a São Paulo e procuravam transformar os paulistas sertanejos nos míticos bandeirantes, por meio do enaltecimento do papel dos patriarcas das famílias mais proeminentes dos tempos das bandeiras e também da cafeicultura48. Os progenitores foram representados por Parreiras por duas figuras: o povoador português e o cacique indígena. Não são, portanto, personagens comuns. Um era considerado pela historiografia um fidalgo, que teria auxiliado a missão colonizadora e facilitado o contato com os índios que habitavam a região, além de ter iniciado o processo de miscigenação da “raça paulista”; o outro era o chefe de uma das principais tribos indígenas que habitava os campos de Piratininga, com a qual João Ramalho estabeleceu laços bastante estreitos ao unir-se a uma das filhas do cacique. É essa ascendência paulista que está representada pela figura desses dois personagens que ocupam o primeiro plano do quadro.

47 Os documentos e a bibliografia consultados não estabelecem um consenso sobre quem seriam essas duas personagens. Comparando com a outra tela de Parreiras, Instituição da Câmara Municipal de São Paulo, parece indicar que o europeu seria João Ramalho. Com relação ao índio, em alguns momentos aparece o nome de Caiuby e em outros Tibiriçá. 48 Kátia Abud, “O sangue intimorato e as nobilíssimas tradições – a construção de um símbolo paulista: o bandeirante” (Dissertação Doutorado em História Social, Universidade de São Paulo, 1985).

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Em composição marcantemente semelhante à de Parreiras, José Bouchet (Imagem 3) também dispõe os três elementos: europeu, religioso e nativo. A ação se concentra em Juan de Rivadeneia, padre que realiza a transubstanciação durante a Eucaristia. Portanto, a ação sinaliza também a transformação que está ocorrendo naquele local, que passa a ser cristão. Apesar de a imagem representar a consagração da cidade por meio da missa, o elemento de maior destaque é o colonizador. Primeiro, pela grande quantidade de personagens que retratam os europeus, dentre eles, soldados, cavaleiros e trabalhadores, que estão de joelhos assistindo atentamente à celebração do culto católico. Em posição central, de pé, à frente dos demais expedicionários e em pose altiva, encontra-se Juan de Garay, explorador responsável por instituir a ordem e tomar, definitivamente49, a posse daquelas terras em nome do rei da Espanha. A Igreja, ao contrário do que ocorrera em São Paulo em 1554, era ali acessória. Paralelamente ao altar, está o pelourinho, que representa a ordem metropolitana, portanto, faz parte do processo colonizador. Há apenas uma índia na imagem, que representa alegoricamente a América. Ela é compartícipe do evento, mas sua atuação é como um sujeito passivo, receptor da mensagem cristã e do estabelecimento da civilização europeia em suas terras50. Diferente dos indígenas de Pereira da Silva que, naturalmente, entendiam o evento religioso, essa índia está sendo instruída por um cavaleiro da ordem de Santiago. Com a mão esquerda, ele sustenta uma das mãos da nativa e com a direita aponta para o altar, em atitude de explicar o sentido do ritual cristão. É uma representação emblemática do ensino e da evangelização. Segundo Camila Lima e Gabriel Nogueira, foi a partir da década de 1860 que se consolidou, na Argentina, o projeto político liberal, que tinha como meta promover a Unidade Nacional e modernizar o país, o que desencadeou um período de desenvolvimento econômico e de expansão territorial para conquistar novos pastos para os rebanhos de carneiro e gado. A chamada “Conquista do Deserto” havia procurado ampliar a fronteira econômica e acabar com os levantes indígenas, que se constituíam como obstáculos para o desenvolvimento51. A presença indígena na Primera Misa en Buenos Aires e na tela de Pereira da Silva constitui, portanto, uma retórica da incorporação do nativo à civilização.

49 O evento retratado ocorreu em junho de 1580 e é conhecido como a segunda fundação de Buenos Aires. A primeira, haveria ocorrido em janeiro de 1535, por Pedro de Mendonza. Contudo, índios querandies teriam invadido e destruído o povoamento, que durou apenas até 1541. 50 Miguel Ruffo, “Un análisis de La Primera Misa en Buenos Aires del pintor de temas históricos Don José Bouchet”, Beccar, su historia en la historia 4 (2001): 20-22. 51 Camila Lima e Gabriel Nogueira, “A Formação do Estado-Nacional Argentino e a Construção da Identidade Nacional”, Ameríndia 1: 1 (2006): s/p.

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Imagem 3. La primera misa en Buenos Aires (1910)

Fonte: José Bouchet, Primera Misa en Buenos Aires, 1910, óleo sobre tela, 393 x 202 cm, Museo Histórico Nacional (Buenos Aires). Reprodução fotográfica cedida pelo Museu.

Além disso, no final do século XIX, foram implementados projetos de imigração na Argentina. Como consequência, nos anos do Centenário, houve uma crise de identidade, causada pela grande massa de imigrantes e também pelo cosmopolitismo e a influência francesa. Procurou-se, então, resgatar os referenciais identitários, que haviam sido negados ao longo do processo de modernização do país. A Igreja Católica e a hispanidade, antes vistas como nocivas, passaram a ser valorizadas. No nacionalismo cultural, como indicam Beatriz Sarlo e Carlos Altamirano, o espírito de conciliação com a Espanha e a reconsideração da herança espanhola atingiu o auge na Hispano-América. Ademais, diante dos perigos do cosmopolitismo, ressurgiu a mensagem moral do cristianismo52. São esses elementos, sobretudo a ascendência espanhola, que foram resgatados na obra de Bouchet e na de Moreno Carbonero. A primeira versão do quadro de Moreno Carbonero (Imagem 4), realizada em 1910, mostra Juan de Garay no centro da composição usando uma armadura. Na mão esquerda, ele leva o despacho do rei da Espanha e, na outra, uma espada, que está apontada para o céu. Junto dele,

52 Carlos Altamirano e Beatriz Sarlo, “La Argentina del Centenario: campo intelectual, vida literaria y temas ideológicos”, em Ensayos Argentinos. De Sarmiento a la vanguardia (Buenos Aires: Ariel, 1997), 34-36.

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está o pelourinho, no qual está cravado um pergaminho com a mensagem que Garay teria mandado publicar, em que se dizia: “Ninguna persona sea osada a le quitar, batir ni mudar so pena de muerte natural, y así lo proveyó y mandó ante testigos el Capitán General Juan de Garay”53. Imagem 4. La fundación de Buenos Aires (1913)

Fonte: José Moreno Carbonero, Fundación de Buenos Aires, 13 de agosto 1913 [1910], Jornal la lectura dominical (Buenos Aires).

Há uma grande quantidade de personagens, a maioria representantes dos colonizadores. É possível ver também o escrivão Pedro Xerez e um alferes, que segura o estandarte real, utilizado nas cerimônias de posse de território. Esses elementos remetem-se ao caráter político do evento e destacam a hispanidade do feito. A única referência à Igreja Católica é a cruz alçada aos céus por Juan de Rivadeneia. Ela ocupa um lugar central e está destacada, já que é apontada pela espada do fundador. Apesar da reforma que o artista fez na obra entre 1923 e 1924, a qual alterou o vestuário de Garay, a posição da espada e da cruz foi mantida. Esse detalhe é muito semelhante à composição de Pereira da Silva, pois em ambas a cruz está em elevação no centro do quadro. A diferença é que em Moreno Carbonero é a espada, símbolo da conquista, que aponta para a cruz, enquanto em Pereira da Silva é o aspersório, objeto utilizado pelo padre para abençoar São Paulo.

53 Rafael Domeneci, “La fundación”, 3.

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Imagem 5. La fundación de Buenos Aires (1924)

Fonte: José Moreno Carbonero, Fundación de Buenos Aires, 1924, óleo sobre tela, 250 x 400 cm, Palacio de la Municipalidad (Argentina). Reprodução fotográfica de Michelli Monteiro.

Na representação inicial de Moreno Carbonero, há apenas um índio, que segura o cavalo de Garay. Ele não está em destaque, pelo contrário, mistura-se aos colonizadores. No quadro reformulado, entretanto, o pintor acrescentou diversos nativos. Eles passaram a ocupar, assim como o quadro de Pereira da Silva, a parte periférica da composição. Além dessa semelhança, as posições dos corpos de alguns indígenas nessas duas composições são muito parecidas —curvados ou ajoelhados—. Eles também parecem entender, naturalmente, o evento que ali está representado. Como o próprio artista escreveu em carta ao intendente municipal de Buenos Aires, esses índios pertenciam à nação Guarani, já que os povoadores do território, os Querandies, eram inimigos do domínio estrangeiro54. Estes últimos eram os que haviam destruído o primeiro povoamento que ali havia sido estabelecido por Pedro de Mendonza em Janeiro de 1535. Novamente, a questão do enfrentamento entre colonizadores e nativos está presente. Como visto, o conflito não era apenas o do século XVI, mas principalmente o de meados do século XIX, quando os índios haviam se tornado um empecilho para o desenvolvimento da região. A “Conquista do Deserto” era um assunto ainda latente durante os festejos do Centenário.

54 Gelly y Obes, La fundación de la ciudad de Buenos Aires, 71.

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Por isso, a índia da representação de Bouchet assinala a admissão da cruz e da civilização. O nativo ganha um pouco mais de destaque com a reforma do quadro de Moreno Carbonero, quando várias figuras são incorporadas à representação. Porém, o índio que é eternizado pela imagem da nação nascente é aquele do passado remoto, idealizado e submisso. Existem outros elementos comuns aos quadros, como a presença dos rios Tamanduateí e da Prata, ao fundo das representações. A natureza está mais presente nas imagens brasileiras, em que há árvores que envolvem a cena e produzem uma sensação de templo a céu aberto; enquanto nas argentinas ela aparece de maneira muito tímida. A cidade, nas imagens de São Paulo, constitui-se no plano simbólico, já que não há nenhuma delimitação ou circunscrição espacial, nem estrutura insígnia. Ela é representada como apropriação social do território, por meio da união do branco com o índio e tem a religião como elemento unificador. Diferente das representações de Buenos Aires, que fazem diversas indicações à urbe que ali se constituirá. Isso é manifestado no pelourinho, que aparece nas duas telas, e nos instrumentos de trabalho, como enxadas e pás, que indicam as construções que ali seriam levantadas. Ainda mais evidente, está na obra de Bouchet, já que a cidade moderna, da época do pintor, aparece desenhada entre as nuvens na parte superior do quadro. É possível perceber que, guardando certas especificidades, as imagens das auroras das cidades de Buenos Aires e São Paulo possuem muitas semelhanças.

Conclusão Diversos segmentos das elites dirigentes —políticas, intelectuais e artísticas— dos países latino -americanos, no início do século XX, empenhavam-se na construção de narrativas históricas, que fossem capaz de criar um vínculo entre os componentes da sociedade, suscitar emoções e impor os projetos de governança política. Procurava-se estabelecer uma tradição que justificasse o momento em que essas nações viviam valendo-se das pinturas históricas para construir uma narrativa ilustrada, que fosse de fácil entendimento à população e capaz de forjar convergências e hierarquias. Como foi possível observar, o tema da fundação foi recorrente e de fundamental importância para os países latino-americanos. Essa origem era resgatada do passado colonial, por isso, os quadros remetiam-se às fundações de vilas e cidades. O Brasil e a Argentina foram dois países em que se procurou criar imagens da gênese de suas grandes capitais econômicas e políticas: São Paulo e Buenos Aires. Ao analisar as imagens dessas fundações, foi possível perceber muitos pontos de contato. Essas representações eram pautadas pela ausência de conflito e pela união de três elementos fundamentais: os indígenas, os colonizadores europeus e a fé católica. Essas semelhanças formais correspondem a momentos parecidos que eram vividos por essas cidades e países: os grandes desenvolvimentos econômicos, a liderança política que assumiam, o grande afluxo de imigrantes em seus territórios, o enfrentamento com

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o índio. Diante dessas questões, pintores formularam imagens que pretendiam mostrar a sua identidade, que estaria presente desde a origem: a conexão com a Europa, colonizadora, a fé católica e a incorporação do indígena. Conseguiram, assim, criar um imaginário social, já que essas obras foram expostas ao grande público e ocuparam um papel de grande relevância nos museus e edifícios públicos em que foram exibidas. Com a difusão das gráficas capazes de ilustrar publicações, essas imagens ganharam difusão ainda maior, em jornais, revistas, livros didáticos ou simples postais. Hoje é possível ver a Fundação de São Paulo de Oscar Pereira da Silva no Museu Paulista da Universidade de São Paulo; a Fundação de São Paulo de Antônio Parreiras na sede da Prefeitura de São Paulo; Primera Misa en Buenos Aires no Museo Histórico Nacional da Argentina, e Fundación de Buenos Aires no Palacio de la Municipalidad de Buenos Aires. Continuam, assim, a desempenhar um papel de difusoras de valores, não necessariamente mais aqueles que pretendiam quando foram criadas pelos artistas, mas hoje como documentos para permitir a compreensão da época em que foram concebidas e os projetos políticos que então estavam em disputa.

Bibliografia Fontes primárias Publicações Periódicas: Caras y Caretas. Buenos Aires, 1909. Correio Paulistano. São Paulo, 1907-1913. La época. Madri, 1910. O Estado de São Paulo. São Paulo, 1907-1913. Heraldo Militar. Madri, 1910. El Liberal. Madri, 1910. Por esos mundos. Madri, 1910. Revista do Museu Paulista. São Paulo, 1907.

Imagens: Bouchet, José. Primera Misa en Buenos Aires, 1910. Museo Histórico Nacional (Buenos Aires). Moreno Carbonero, José. Fundación de Buenos Aires, 1913 [1910]. Jornal La lectural dominical (Buenos Aires). Moreno Carbonero, José. Fundación de Buenos Aires, 1924. Palacio de la Municipalidad (Argentina). Parreiras, Antônio. Fundação de São Paulo, 1913. Prefeitura de São Paulo (Brasil). Pereira da Silva, Oscar. Fundação de São Paulo, 1907. Museu Paulista da Universidade de São Paulo (Brasil).

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Un diálogo diaspórico: el lugar del Harlem Renaissance en el pensamiento racial e intelectual afrocolombiano (1920-1948)Ï

Francisco Javier Flórez Bolívar

Candidato a doctor en Historia Latinoamericana de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos). Historiador de la Universidad de Cartagena (Colombia) y magíster en Historia de la Universidad de Pittsburgh. Becario de la Comisión Fullbright y del Ministerio de Cultura de Colombia (2004) y, en la actualidad, del Programa de Formación Doctoral “Francisco José de Caldas” de Colciencias. Es miembro del Grupo de Investigación Sociedad, Cultura y Política (Categoría B en Colciencias). Entre sus publicaciones se destacan: “Escogiendo entre los extranjeros indeseables: siriolibaneses, afro-antillanos, raza e inmigración en Colombia, 1880-1937”, Anuario de Historia Social y de la Cultura 40 (2013): 243-271, e “¿Hijos de la barbarie o de la ciudadanía?: negros y mulatos en el marco del primer centenario de la independencia de Cartagena, 1911-1941”, en Debates sobre ciudadanía y políticas raciales en las Américas negras, eds. Claudia Mosquera, Agustín Lao Montes y César Mauricio Rodríguez (Cali: Universidad del Valle, 2011), 542-570. fjf4@pitt.edu

Artículo recibido: 27 de febrero de 2014 Aprobado: 20 de junio de 2014 Modificado: 22 de julio de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.05

Ï Este artículo es resultado de la investigación Forging Inclusion: Afro-Colombian Political Activism, Citizenship and the Politics of Race in Cartagena and Quibdó, 1903-1953. Se financió a través de fondos provenientes de Fullbright (Colombia), LASPAU (Estados Unidos), Colciencias (Colombia), el Departamento de Historia y el Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Pittsburgh (Estados Unidos). Versiones previas de este documento fueron revisadas por los profesores Jerome Branche, George Reid Andrews y Lara Putnam, a quienes el autor agradece sus pertinentes observaciones.

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Un diálogo diaspórico: el lugar del Harlem Renaissance en el pensamiento racial e intelectual afrocolombiano (1920-1948) Resumen: Este artículo pretende analizar el uso que hicieron varios sectores afrocolombianos de las ideas raciales desarrolladas por activistas afroamericanos vinculados al movimiento cultural conocido como Harlem Renaissance. Se sugiere que entre 1920 y 1948 algunos trabajadores y estudiantes negros de las costas Pacífica y Caribe colombianas entraron en contacto con las propuestas raciales desarrolladas por varios líderes de este movimiento. Este contacto fue fundamental en la postura racial que asumieron varios escritores afrodescendientes en Colombia, y dio forma a un diálogo diaspórico que les permitió participar en los debates y luchas que estaban adelantando otros sectores afrodescendientes en las Américas. Palabras clave: Harlem Renaissance, afrocolombianos, raza, diáspora, mundo atlántico, redes, siglo XX.

A Diasporic Dialogue: The Place of the Harlem Renaissance in Afro-Colombian Racial and Intellectual Thinking (1920-1948) Abstract: This article aims to analyze the use that various Afro-Colombian sectors made of the racial ideas developed by Afro-Colombian activists linked to the cultural movement known as the Harlem Renaissance. It suggests that between 1920 and 1948 black workers and students from the Pacific and Caribbean coasts of Colombia entered into contact with the racial ideas developed by various leaders of said movement. This contact was fundamental in the racial position assumed by several writers of African descent in Colombia, and it shaped a diasporic dialogue that enabled them to participate in the debates and struggles that other Afrodescendent sectors were carrying out in other parts of the Americas. Keywords: Harlem Renaissance, Afro-Colombian, race, diaspora, Atlantic world, networks, 20th century.

Um diálogo diaspórico: o lugar do Harlem Renaissance no pensamento racial e intelectual afrocolombiano (1920-1948) Resumo: Este artigo pretende analisar o uso que vários setores afro-colombianos fizeram das ideias raciais desenvolvidas por ativistas afro-americanos vinculados ao movimento cultural conhecido como Harlem Renaissance. Sugere-se que, entre 1920 e 1948, alguns trabalhadores e estudantes negros dos litorais Pacífico e Caribe colombianos entraram em contato com as propostas raciais desenvolvidas por vários líderes desse movimento. Esse contato foi fundamental na postura racial que vários escritores afrodescendentes assumiram na Colômbia e deu forma a um diálogo diaspórico que lhes permitiu participar dos debates e lutas que outros setores afrodescendentes estavam realizando nas Américas. Palavras-chave: Harlem Renaissance, afro-colombianos, raça, diáspora, mundo atlântico, redes, século XX.

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Un diálogo diaspórico: el lugar del Harlem Renaissance en el pensamiento racial e intelectual afrocolombiano (1920-1948)

Introducción

E

l 20 de junio de 1943, un grupo de estudiantes negros realizó una manifestación en la ciudad de Bogotá para conmemorar por vez primera el “Día del Negro” en Colombia. Ese día, aparte de acordar la fundación de un club, recorrieron varias calles de la fría capital colombiana, leyeron poemas de autores afrocolombianos (Candelario Obeso, Jorge Artel) y realizaron representaciones musicales que exaltaron ritmos populares de las costas Pacífica y Caribe, de donde provenían los manifestantes que ese día —como reseñó un diario capitalino— sorprendieron a una ciudad que “no sabía que en ella hubiese negros”1. Ese singular 20 de junio, el repertorio de textos y canciones utilizados por los afrocolombianos trascendió las fronteras nacionales. Las creaciones de varios escritores y artistas afroamericanos también hicieron parte de los referentes utilizados para conmemorar este día. Los manifestantes, que en su recorrido irrumpieron en la sala de música de la Biblioteca Nacional de Colombia, solicitaron la programación de canciones de los artistas afroamericanos Paul Robeson y Marian Anderson, leyeron varios capítulos de la obra Black Blood (1942) del escritor Richard Wright y rindieron un minuto de silencio en honor del intelectual afroamericano George Washington Carver, que había muerto en enero2. Anderson, Robeson y Wright hicieron parte de un destacado grupo de afrodescendientes que entre las décadas de 1920 y 1940 —desde Estados Unidos, Francia, Inglaterra, Jamaica, Cuba, Panamá, Puerto Rico— participaron en movimientos interesados en posicionar sus tradiciones culturales en los imaginarios nacionales, al tiempo que aspiraron a forjar una “comunidad imaginada” en el marco de la creciente politización que estaba experimentando la diáspora africana en el mundo atlántico3. Se trata de una diáspora que debe ser entendida desde una doble perspectiva: una de carácter histórico que enfatiza la

1

“Una novedad”, El Liberal, Bogotá, 21 de junio, 1943, 4.

2

Manuel Zapata Olivella, ¡Levántate mulato! Por mi raza hablará el espíritu (Bogotá: Rei Andes, 1990), 188-190.

3

Lara Putnam, Radical Moves: Caribbean Migrants and the Politics of Race in the Jazz Age (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2013).

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dispersión que experimentaron las personas originarias de África como consecuencia de la trata esclavista, y otra de orden analítico que privilegia las conexiones establecidas por los descendientes de africanos en contextos transnacionales4. El movimiento cultural conocido como Harlem Renaissance terminó siendo uno de los que de mejor forma reflejó ese nivel de interacciones entre miembros de la diáspora africana. Poetas, artistas, intelectuales y activistas negros, procedentes de diversos lugares de Estados Unidos y algunos países de Latinoamérica y el Caribe, se reunieron en el barrio neoyorkino de Harlem para dar forma a un movimiento que marcó la manera de entender y afrontar la realidad racial de Estados Unidos, las Américas y buena parte del mundo occidental5. El desarrollo de una tendencia historiográfica, que privilegia el estudio de los intercambios culturales transnacionales, ha facilitado la proliferación de investigaciones que han contribuido a la reconstrucción de las conexiones existentes entre integrantes del Harlem Renaissance y movimientos culturales que surgieron en otros países del hemisferio occidental. Por ejemplo, Brent Hayes Edwards y Minkah Makalani analizaron los vínculos que forjaron miembros de la diáspora africana en Nueva York con sus pares residentes en París y Londres6. Los trabajos de Frank Guridy y Lara Putnam han ampliado también la discusión sobre el internacionalismo negro, desplazando el foco de atención de estos centros metropolitanos a la realidad latinoamericana. Guridy, en su estudio sobre las interacciones culturales entre los afrocubanos y afroamericanos, entre 1898 y 1959, sugiere que los activistas afrocubanos, en su esfuerzo por defender su igualdad civil, vieron la necesidad de establecer un mayor contacto con los líderes afroamericanos, considerándose a sí mismos como miembros de una colectividad transnacional7. Guridy, al igual que Edwards y Makalani, centra su reflexión en las trayectorias de personas con perfiles internacionales. El autor reconstruye la existencia de una “diáspora africana transcultural” a partir del ingreso de estudiantes cubanos al Instituto Tuskegee de Booker T. Washington, el impacto del garveyismo en Cuba, los vínculos entre el Harlem Renaissance y figuras del movimiento afrocubano. Putnam, en contraste, se centra en las experiencias de hombres comunes y corrientes del Gran Caribe (trabajadores, editores de prensa local) y

4

Frank Andre Guridy, Forging Diaspora. Afro-Cubans and African Americans in a World of Empire and Jim Crow (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2010), 4.

5

Nathan Huggins, Harlem Renaissance (Nueva York: Oxford University Press, 1973).

6

Brent Hayes Edwards, The Practice of Diaspora. Literature, Translation, and the Rise of Black Internationalism (Cambridge: Harvard University Press, 2003) y Minkah Makalani, In the Cause of Freedom: Radical Black Internationalism from Harlem to London, 1917-1939 (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2011).

7

Frank Andre Guridy, Forging Diaspora.

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plantea que los orígenes de los movimientos internacionalistas negros que sacudieron el siglo XX no sólo se encuentran en las calles cosmopolitas de Harlem y París, sino también en los puertos bananeros y los salones de baile de la zona tropical del área circum-Caribe8. Colombia, donde parte de su población afrodescendiente se vinculó a todos estos debates, no aparece de manera sistemática en los relatos que estas aproximaciones han realizado sobre el internacionalismo negro en Latinoamérica. Y la historiografía, aunque ha empezado a analizar las luchas de los sectores negros y mulatos por la igualdad, a partir de los vínculos transnacionales, ha avanzado poco en la exploración de las conexiones existentes entre algunos miembros del Harlem Renaissance y ciudadanos afrocolombianos9. Trabajos recientes han estudiado la familiaridad que tuvieron los sectores negros y mulatos con los sucesos e ideas que emanaron de la Revolución Haitiana10. Otros han reconstruido el rol que desempeñaron estos grupos en la redefinición de conceptos como democracia, libertad e igualdad en la segunda mitad del siglo XIX, al tiempo que se ha explorado la relevancia que otorgaron los movimientos racialmente definidos —que surgieron en los años ochenta y noventa del siglo XX— a las conexiones internacionales dentro de sus luchas por la defensa de sus territorios ancestrales11. Los discursos raciales de los afrocolombianos durante la primera mitad del siglo XX —época en la que los activistas vinculados al Harlem Renaissance cumplen un papel central en la configuración del internacionalismo negro— no han sido analizados desde una perspectiva transnacional12. Este artículo, siguiendo la trayectoria de escritores afrocolombianos con figuración internacional à lo Guridy, y teniendo en cuenta la necesidad de recuperar las voces de “sectores comunes y corrientes” propuesta por Putnam, intenta analizar el uso que distintos afrocolombianos hicieron de las ideas desarrolladas por varios intelectuales y activistas vinculados al Harlem Renaissance. En este sentido, se pretende responder tres preguntas: ¿De qué forma

8

Lara Putnam, Radical Moves, 230.

9

La noción Afrocolombiano sólo emerge en 1947, cuando un grupo de estudiantes y profesionales negros fundan el Centro de Estudios Afrocolombianos. De manera que en este artículo se emplea el término afrocolombiano como categoría de análisis, para designar a las personas que abiertamente reconocían su pertenencia a la raza negra, o a aquellos que, sin autoidentificarse racialmente, eran descritos como negros o mulatos.

10 Marixa Lasso, “Haití como símbolo republicano popular en el Caribe colombiano: Provincia de Cartagena (1811-1828)”, Historia Caribe 3: 8 (2003): 5-18. 11 James Sanders, “Atlantic Republicanism in Nineteenth-Century Colombia: Spanish America’s Challenge to the Contours of Atlantic History”, Journal of World History 20: 1 (2009): 131-150; Kiran Asher, Black and Green. AfroColombians, Development, and Nature in the Pacific Lowlands (Durham: Duke University Press, 2009), y Arturo Escobar, Territories of Difference: Place, Movements, Life, Redes (Durham: Duke University Press, 2008). 12 Una reciente excepción es el análisis que realizó Laurence Prescott sobre los contactos existentes entre Langston Hughes y Manuel Zapata Olivella. Laurence Prescott, “We, Too, Are America: Langston Hughes in Colombia”, The Langston Hughes Review 20 (2006): 14-34.

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se produjo la conexión de los afrocolombianos con este movimiento cultural? ¿Cómo incorporaron estos sectores los debates del Harlem Renaissance en sus realidades raciales y políticas? ¿Qué puede revelar esa familiaridad sobre la existencia de un lenguaje diaspórico, construido por algunos de los intelectuales y líderes afrocolombianos que emergieron entre 1920 y 1940? El texto muestra que los sectores afrodescendientes de las costas Caribe y Pacífica colombianas tuvieron cierta familiaridad con las ideas provenientes del Harlem Renaissance. Algunos lograron conexiones con las diversas tendencias de este movimiento cultural asistiendo a las convenciones realizadas por Marcus Garvey en Nueva York, o interactuando directamente con figuras como Langston Hughes. Las crónicas, los reportajes y reseñas que hacía la prensa colombiana de las obras, ideas y manifestaciones artísticas de los integrantes del Harlem Renaissance permitieron que una emergente élite de negros y mulatos siguiera de cerca sus propuestas intelectuales y raciales. Este contacto incidió en la manera en que algunos afrocolombianos afrontaron los debates que se dieron por la introducción de mano de obra afroantillana a Colombia, y fue fundamental en el posicionamiento racial que asumieron varios afrodescendientes en los años treinta y cuarenta. Los vínculos entre sectores afrocolombianos y afroamericanos también dieron forma a un diálogo diaspórico que les permitió a trabajadores, estudiantes y profesionales negros y mulatos participar de manera activa en las discusiones y luchas que estaban adelantando otros sectores afrodescendientes en las Américas. En ese diálogo, los afrocolombianos no se limitaron a reproducir los conceptos raciales provenientes de Nueva York, sino que también expresaron las concepciones que habían construido sobre igualdad racial y democracia, a partir de su experiencia como sujetos afrodescendientes en Colombia.

1. Un histórico contacto con el mundo atlántico Los afrocolombianos históricamente se han caracterizado por incorporar a su vocabulario racial y político experiencias revolucionarias y movimientos culturales provenientes del mundo atlántico. Especialmente las costas Caribe y Pacífica colombianas, por su condición de centros portuarios, han sido escenarios donde la circulación de ideas e inmigrantes ha prefigurado las acciones y los discursos de los sectores afrodescendientes. A comienzos del siglo XIX, negros y mulatos libres de Cartagena y algunas provincias de la costa Caribe —a través de las noticias traídas por navegantes y soldados que llegaron a este puerto para vincularse a las guerras de independencia— se familiarizaron con la Revolución Haitiana y la utilizaron como símbolo republicano popular para reclamar su igualdad, en el marco de las luchas independentistas13.

13 Marixa Lasso, “Haití como símbolo republicano popular”, 6.

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Durante la segunda mitad del siglo XIX, artesanos de ciudades como Cali y Cartagena dieron forma a una cultura política popular en la que, junto a las visiones cristianas y las ideas liberales del momento, figuraban conceptos del socialismo utópico provenientes de intelectuales franceses como Eugenio Sue o Alphonse de Lamartine14. A lo largo de la primera mitad del siglo XX los afrocolombianos siguieron con esa tradición de incorporar experiencias provenientes del mundo atlántico a sus visiones políticas y raciales. En esta oportunidad, varias de las ideas que acogieron fueron las provenientes del movimiento cultural conocido como Harlem Renaissance. Este movimiento, en palabras de Alaine Locke, uno de sus más reconocidos integrantes, fue “the first concentration in history of so many diverse elements of Negro life”. Harlem y lo que representaba —decía— habían atraído “the African, the West Indian, the Negro American; has brought together the Negro of the North and the Negro of the South”15. Esta característica, la de aglutinar sectores provenientes de distintos lugares de la diáspora Africana, se vio reflejada en las diversas formas que tenían sus integrantes de concebir el problema racial. Para intelectuales afroamericanos como el mismo Alain Locke, inmersos en un contexto marcado por la segregación racial, el camino por seguir era lograr la integración plena a la sociedad estadounidense a partir de los medios que ofrecían las instituciones legales de este país. “They are none other than the ideals of American institutions and democracy”, concluía Locke al referirse a los objetivos y medios que debían perseguir los sectores afroamericanos para romper con la ficción de que “the life of the races is separate”16. Langston Hughes, otra figura destacada de este movimiento cultural, centró su atención en los prejuicios que distanciaban a las élites afroamericanas de la clase trabajadora negra. Buena parte de la propuesta intelectual de Hughes quedó consignada en su texto “The Negro Artist and the Racial Mountain”. En este conocido artículo, este poeta criticaba el comportamiento de las clases medias afroamericanas, quienes —exponía— vivían en busca de un deseado blanqueamiento. “This urge within the race toward whiteness” contribuía a que la palabra “blanco” representara todo lo positivo. “A word white comes to be unconsciously a symbol of all virtues”, aseguraba en uno de los pasajes del citado artículo. La idea era romper esos temores raciales y valorar las manifestaciones culturales de los sectores afroamericanos comunes y corrientes: “These common people will give to the world its truly great Negro artist, the one who is not

14 Sobre la cultura política afrocolombiana en Cali y Cartagena, ver: James Sanders, Contentious Republicans: Popular Politics, Race, and Class in Nineteenth-Century Colombia (Durham/Londres: Duke University Press, 2004); Jason McGraw, “Neither Slaves nor Tyrants: Race, Labor and Citizenship in Caribbean Colombia, 1850-1930” (Ph.D. Dissertation in History, University of Chicago, 2006). 15 Alain Locke, “The New Negro”, en Introduction to The New Negro, ed. Alain Locke (Nueva York: Atheneum, 1968), 3. 16 Alain Locke, “The New Negro”, 5.

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afraid to be himself ”. Dejando atrás esos temores y valorando el ser negro, Hughes concluía que los poetas afroamericanos podían expresarse de manera más libre, conscientes de su identidad y sin avergonzarse de la misma. En sus propias palabras: “We younger Negro artists who create now intend to express our individual dark-skinned selves without fear or shame”17. Otro fue el camino señalado por Marcus Garvey, quien, luego de fundar la Universal Negro Improvement Association (UNIA) en su natal Jamaica, se radicó en Harlem en 1916. Un año después abrió capítulos de la UNIA en Nueva York y varias ciudades de Estados Unidos, con el propósito de fortalecer el orgullo racial de los sectores negros y de unirlos, y trabajar por el avance económico de los mismos. En la década de 1920, el garveyismo se convirtió en un gran movimiento cívico internacional que exigió a las potencias europeas salir de África. Sin las preocupaciones de los afroamericanos por lograr su plena articulación a la nación americana, Garvey visualizaba el retorno a África como condición sine qua non para llegar a conformar una verdadera nación. En su clásico estudio sobre Harlem Renaissance, Nathan Irving Huggins, sintetiza el proyecto de Garvey en los siguientes términos: “Black men re-establishing themselves in Africa, being a real people, becoming a real nation”18. Independientemente de las múltiples formas de entender el problema racial, los diversos integrantes del Harlem Renaissance aspiraban a construir una nueva representación sobre el rol de los sectores afroamericanos y la diáspora africana en general en sus respectivas sociedades. Ese nuevo rol, comúnmente tipificado como el surgimiento del New Negro, implicaba generar una conciencia racial que lograra destacar las características culturales de los sectores afrodescendientes. En el caso colombiano, el acercamiento de los sectores afrodescendientes a algunas de las ideas elaboradas por los integrantes del Harlem Renaissance, se dio a través de distintos medios. Al igual que en el siglo XIX, los puertos tuvieron un papel central en la circulación y recepción de estas ideas. La expansión del proyecto de Marcus Garvey en varios países latinoamericanos se explica por el movimiento de inmigrantes afroantillanos, que caracterizó la realidad social, laboral y racial de los mismos durante la primera mitad del siglo XX. Panamá, gracias a las obras de construcción de su canal interoceánico, fue uno de los países que durante las tres primeras décadas del siglo XX recibió un significativo número de inmigrantes de origen afroantillano; por lo que se estima que entre 1903 y 1930 llegaron entre 150.000 y 200.000 trabajadores procedentes de países como Barbados, Jamaica, Trinidad y Tobago19.

17 Langston Hughes, “The Negro Artist and the Racial Mountain”, The Nation, 23 de junio, 1926, consultado el 20 de noviembre de 2011, <http://www.english.illinois.edu/maps/poets/g_l/hughes/mountain.htm>. 18 Nathan Huggins, Harlem Renaissance, 22. 19 Sobre este tema puede consultarse: Michael Conniff, Black Labor on a White Canal. Panamá, 1904-1981 (Pittsburgh: University of Pittsburgh, 1985), 3 y 29.

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La cercanía de Colombia con Panamá, que hasta su independencia, en 1903, fue territorio colombiano, fue determinante para que hiciera parte de ese circuito migratorio en el tránsito del siglo XIX al XX. A través de la ciudad de Colón, trabajadores negros procedentes de Jamaica, Barbados o Cuba ingresaron a los puertos colombianos para ser vinculados laboralmente a las bananeras de la United Fruit Company, en el departamento del Magdalena, a ingenios azucareros en las costas Caribe y Pacífica, y a las empresas petroleras de Barrancabermeja, en Santander20. Otro tanto se ubicó en las islas de San Andrés y Providencia, que históricamente se caracterizaron por mantener un vínculo más estable con el Gran Caribe que con la parte continental de Colombia21. La presencia de inmigrantes afroantillanos en Colombia y los obstáculos que enfrentaron para ingresar al país hicieron que algunos sectores afrodescendientes intentaran establecer comunicación con la sede central de la UNIA en Nueva York. La idea era que esta organización —liderada por Garvey y preocupada, entre otras cosas, por vencer las barreras raciales que impedían que los mencionados inmigrantes fueran contratados como mano de obra— enviara a Colombia algunos de sus representantes. Así se deduce de una denuncia realizada por el diario El Espectador en 1923, en la cual dieron a conocer los contactos realizados por un habitante de una pequeña población de la costa Pacífica para introducir trabajadores procedentes de Jamaica. La denuncia, también recogida por el diario La Patria, indicaba que The Negro World, periódico que Garvey fundó en Harlem en 1917, reprodujo una carta “del señor Luis Carlos Pizarro, vecino de Palmira, y a cuyas gestiones, según parece, se debe el envío de las comisiones en referencia”22. En otras ocasiones, representantes afrocolombianos asistían a las convenciones que Marcus Garvey realizaba en Nueva York. En el citado estudio sobre Harlem Renaissance, Nathan Huggins, refiriéndose al carácter internacional de estas convenciones, destacó además la participación de delegados de diversos países, entre ellos Colombia. Hablando específicamente de la convención de la UNIA en 1920, Huggins expresa lo siguiente: “The international appeal of the Association could not be questions. In the convention of 1920, delegates came from Africa, Brazil, Colombia, Central America, and the West Indies”23.

20 Ana Milena Rhenals Doria y Francisco Javier Flórez Bolívar, “Escogiendo entre los extranjeros indeseables: sirio-libaneses, afro-antillanos, raza e inmigración en Colombia, 1880-1937”, Anuario de Historia Social y de la Cultura 40 (2013): 243-271. 21 Sharika Crawford, “A Transnational World Fractured but Not Forgotten: British West Indian Migration to the Colombian Islands of San Andrés and Providence”, New West Indian Guide 85: 1/2 (2011): 37. 22 “La Asociación Universal de la raza negra envía comisiones a Colombia”, La Patria, Cartagena, 13 de febrero, 1923. 23 Nathan Huggins, Harlem Renaissance, 43.

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Los sectores afrodescendientes también se familiarizaron con las tendencias del Harlem Renaissance a través de los artículos que la prensa colombiana publicó sobre las actividades intelectuales y manifestaciones artísticas que adelantaban los integrantes de este movimiento cultural. Las actuaciones de Josephine Baker en Europa fueron reseñadas por la prensa colombiana. Desde un periódico de la ciudad de Cartagena, por ejemplo, aseguraron que —en países como Francia— esta artista afroamericana y “otros artistas negros ya eran dueños de la música y de los halls, pues en Europa no se concibe el jazz sin ejecutantes de color”24. Obras como Black Blood de Richard Wright, los poemas de Langston Hughes y las actividades de Marcus Garvey llamaron la atención de periódicos que circulaban en Bogotá, Chocó o Cartagena25. Una pequeña pero significativa élite de negros y mulatos también se encargó de reseñar las propuestas intelectuales y posturas raciales que emanaban de Harlem. En la costa Pacífica, uno de los primeros en hablar de la relevancia de tener en cuenta las transformaciones culturales que estaban adelantando los integrantes de este movimiento cultural fue Manuel Mosquera Garcés. Oriundo de la intendencia del Chocó, Mosquera Garcés, a través del artículo “El arte negro dentro de la concepción nacionalista”, invitó a los sectores negros a abrir una discusión sobre el rol que estaban desempeñando en la definición de los elementos constitutivos de la identidad nacional colombiana. Un buen ejemplo por seguir, argumentó el entonces estudiante de derecho, era el de Estados Unidos, donde “el arte negro no se contuvo en las solas fronteras de la expresión musical. Trasplantado a las zonas de la actividad literaria, floreció en revistas y publicaciones que […], luchaban, […], contra la opresión yanqui y los distingos aristocráticos que propugnaban por un régimen de castas […]”26. El poeta Natanael Díaz, de esa misma región pero procedente de Puerto Tejada (Cauca), también dio muestras de la familiaridad que tenía con las actividades artísticas que estaban adelantando varios de los integrantes de este grupo. En junio de 1943, desde las páginas del periódico El Tiempo, Díaz le dirigió una carta al vicepresidente estadounidense Henry Wallace, que para entonces se encontraba de visita en Colombia. En algunos de los apartes de la misiva, este poeta habló “del permiso concedido por el presidente Roosevelt a Marian Anderson para cantar sus plegarias en la Casa Blanca” y de las interpretaciones que Paul Robeson hacía de las obras de Shakespeare27.

24 Ludovico, “La raza del día”, El Mercurio, Cartagena, 13 de octubre, 1928, 1. 25 “África para los Africanos”, ABC, Quibdó, 1 de mayo, 1926, 2; José Murillo, “Una evocación de Langston Hughes”, El Mercurio, 29 de junio, 1932; “6”, El Liberal, Bogotá, 26 de octubre, 1942, 5; “Poesía negra”, Sábado, Bogotá, 20 de enero, 1945, 4. 26 Manuel Mosquera Garcés, “El arte negro dentro de la concepción nacionalista”, ABC, 23 de diciembre, 1930, 1 y 4. 27 Natanael Díaz, “Mensaje de un negro a Míster Wallace”, El Tiempo, 22 de abril, 1943, 9.

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En la costa Caribe, los afrodescendientes Jorge Artel y Manuel Zapata Olivella fueron dos de los intelectuales que plasmaron en sus escritos la familiaridad que tuvieron con las ideas provenientes de Harlem. En el artículo “La literatura negra en la costa”, publicado en este mismo periódico en 1932, Artel señalaba que para ser considerado un verdadero intérprete de la raza negra “era imprescindible conocer los versos de Langston Hughes”, pues, en su concepto, en las obras de Hughes “principió a encontrarse la verdadera imagen de la raza y su voz inconfundible”28. En Tambores en la noche (1940), obra que incluye poemas escritos por Artel ente 1931y 1932, las referencias a Harlem, sus integrantes y sus ideas fueron centrales en sus creaciones poéticas. En el poema “Dancing”, el diálogo con Harlem lo establece a partir de la artista Josephine Baker, a quien describe como “negro lucero del siglo, ¡tus piernas jugando con la civilización!”. Incluso, uno de los poemas de esa colección se titula “Harlem” y se centra en manifestaciones artísticas como el Jazz-band y su sonido estremecedor en las calles de Nueva York29. Ese relativo grado de familiaridad con Harlem también se halla presente en los relatos iniciales de Manuel Zapata Olivella. En He visto la noche, obra que narra la odisea que vivió este escritor afrocolombiano a finales de los años cuarenta para ingresar a Estados Unidos y luego luchar por dormir y comer en Los Ángeles, Chicago y Nueva York, Zapata Olivella dejó registrado el conocimiento que tenía de algunas de las obras de los intelectuales pertenecientes al Harlem Renaissance. Interesado en publicar algunos de sus escritos en periódicos de Estados Unidos, Zapata Olivella buscó de manera incesante el apoyo de Langston Hughes. En uno de los pasajes de su relato, el escritor afrocolombiano expresó que “detrás de esa ayuda que pensaba solicitarle, se escondía la profunda admiración que como hombre y poeta me habían despertado los relatos de su vida y los pocos poemas que le conocía”30. La admiración que Zapata Olivella profesaba por Hughes y todo lo relacionado con Harlem Renaissance hizo que en su viaje a Estados Unidos llegara a Harlem, caminara sus calles y recorriera sus bares. En He visto la noche Zapata Olivella habla del cabaret “Saboya” o el teatro Cab Calloway, sitios de Harlem a los que asistió con un visitante colombiano que, como él, admiraba “la música de la raza de color”31. Sin embargo, las notas de este entonces joven sufrido escritor no sólo incluían sus andanzas por los sitios de diversión, sino que se detenían en las condiciones de vida de los habitantes de Harlem. La década del cuarenta estaba llegando a su fin, y

28 Jorge Artel, “La literatura negra en la costa”, El Tiempo, 15 de julio, 1932, 6. 29 Jorge Artel, Tambores en la noche (Cartagena: Universidad de Cartagena, 2009 [1940]), 60. 30 Manuel Zapata Olivella, He visto la noche (La Habana: Imprenta Nacional de Cuba, 1962 [1954]), 88. 31 Manuel Zapata Olivella, He visto la noche, 92.

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los momentos de gloria del Harlem Renaissance habían quedado atrás. “Harlem no es el Harlem de ayer”, sentenció Zapata Olivella en un artículo titulado “Harlem Olvidado”, escrito desde Nueva York y publicado en la revista Sábado de Bogotá, en 1948. El barrio, cuna de uno de los más grandiosos movimientos culturales, aseguraba, se había quedado solo y olvidado, “como una madre que viera partir a sus hijos después de haberse regocijado con sus triunfos”. Pese a ese tono de melancolía, Zapata Olivella concluía que Harlem ahora vivía “una vida propia, genuina”, habitado por personas comprometidas en la lucha contra la entonces reinante segregación racial: “Si ayer era frecuente encontrar en las esquinas a los bailadores de charlestón, hoy es mucho más fácil hallar carros que portan altoparlantes que llaman la atención de los habitantes de Harlem hacia la necesidad de luchar contra la discriminación racial”32. Durante la primera mitad del siglo XX, entonces, distintos sectores afrodescendientes procedentes de las costas Caribe y Pacífica colombianas estuvieron inmersos en un contexto de contactos transnacionales, marcado por la expansión del proyecto de Marcus Garvey por el Gran Caribe y la circulación de poesías, canciones y manifestaciones artísticas de autores afroamericanos. Los acercamientos y familiaridad de varios afrodescendientes con las propuestas intelectuales y posturas raciales que emanaban del Harlem Renaissance terminaron —como se detallará— prefigurando la forma en que enfrentaron algunas de las realidades raciales que vivió Colombia durante la primera mitad del siglo XX.

2. El garveyista antipatriota Las ideas de Marcus Garvey despertaron un relativo interés en el contexto colombiano. Parte de la explicación de la identificación de algunos de los sectores afrodescendientes con las ideas de Garvey derivó de un amplio debate que se generó por la introducción de inmigrantes afroantillanos a los territorios colombianos. Registros de esta presencia se encuentran a partir de la década del diez y, de manera más marcada, durante los años veinte. Para esta época, las ideas del “racismo científico”, que hablaban de la inferioridad racial de los sectores afrodescendientes, estaban circulando por el mundo atlántico, y varios miembros de las élites políticas e intelectuales latinoamericanas hicieron de ellas su dogma para avanzar hacia la civilización y el progreso33. Colombia no fue la excepción. Gustave Le Bon, Georges Vacher de Lapouge, Joseph Arthur de Gobineau y otros exponentes del racismo científico fueron referencias obligadas para funcionarios gubernamentales, políticos e intelectuales que estaban debatiendo intensamente en

32 Manuel Zapata Olivella, “Harlem Olvidado”, Sábado, Bogotá, 25 de diciembre, 1948. 33 Richard Graham, ed., The Idea of Race in Latin America, 1870-1940 (Austin: University of Texas Press, 1990).

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Colombia temas relacionados con corrientes inmigratorias y raza34. De manera que, cada vez que se habló de la posibilidad de introducir mano de obra procedente de países como Jamaica o Haití, la prensa colombiana iniciaba campañas para que el Gobierno estableciera leyes que evitaran la entrada de estos inmigrantes. Esa presión se tradujo finalmente en el establecimiento de la ley 114 de 1922, que prohibió “la entrada al país de elementos que por sus condiciones étnicas, orgánicas y sociales sean inconvenientes para la nacionalidad y para el mejor desarrollo de la raza”35. Además, en 1923, según el diario La Patria de Cartagena, el Gobierno colombiano “dio instrucciones precisas a los cónsules colombianos en el exterior, para que se abstuvieran de visar los pasaportes de personas comprendidas en las disposiciones sobre inmigración de rechazo”36. Tanto la ley de 1922 como el referenciado comunicado a los cónsules colombianos no indicaban que esa ley estuviera dirigida a los afroantillanos, pero en la práctica su implementación estaría dirigida, sobre todo, a estos inmigrantes. En mayo de 1923, Antonio José Rivadeneira, médico de sanidad e higiene del puerto de Cartagena, ante la protesta de varios ciudadanos por la posible entrada de inmigrantes de Jamaica a Colombia, expresó lo siguiente: “Por consiguiente los negros a que ustedes se refieren serán rechazados aún cuando llenen todas las condiciones exigidas, y aún cuando traigan sus pasaportes visados por los respectivos agentes consulares colombianos; y esto por considerárseles comprendidos en el artículo 11 de la ley 114 de 1922, que en su parte final dice ‘queda prohibida la entrada al país de elementos que por sus condiciones étnicas, orgánicas y sociales sean inconvenientes para la nacionalidad y el mejor desarrollo de la raza’”37.

En este contexto, Luis Carlos Pizarro, el habitante afrocolombiano de la población de Palmira en el Valle del Cauca, envió el comunicado a la UNIA en Nueva York, para que hicieran llegar algunos de sus comisionados y adelantaran gestiones que facilitaran el acceso de los afroantillanos. En la carta, publicada meses después de ser aprobada la referenciada ley 114 de 1922, Pizarro —aparte de solicitar publicaciones que lo ilustraran sobre el funcionamiento de la UNIA— expresó su admiración por Garvey y la labor que venía realizando a través de su movimiento. “Los sentimientos ofrecidos por mí al ilustre señor Marcus Garvey, son

34 Véase al respecto: Aline Helg, “Los intelectuales frente a la cuestión racial en el decenio de 1920: Colombia entre México y Argentina”, Estudios Sociales 4 (1989): 39-51. 35 “La Inmigración Negra No Será Aceptada”, Diario de la Costa, Cartagena, 25 de mayo, 1923, 1. 36 “Atrás la mala inmigración”, La Patria, Cartagena, 21 de mayo, 1923, 1. 37 “La Inmigración Negra”, 1.

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también para vosotros, colaboradores suyos en la augusta notabilísima misión; acéptalos, pues, en testimonio de mi profundo afecto y de la irresistible atracción ejercida sobre mi espíritu”38, señaló Pizarro en el comunicado reproducido en The Negro World y utilizado por la prensa colombiana para denunciar la posible llegada de las comisiones de la UNIA. Hasta el momento no se dispone de evidencias que permitan establecer si las mencionadas comisiones llegaron a Palmira; lo cierto es que, tres años después, en algunos puertos colombianos (Barranquilla, Buenaventura y Santa Marta), se crearon capítulos de la UNIA39. Las élites blancas colombianas, que estaban haciendo ingentes esfuerzos para introducir inmigrantes europeos, expresaron su temor por la posible propagación de las ideas de Garvey en Colombia. Desde La Patria, por ejemplo, afirmaban que “la Asociación Universal de la Raza Negra se propone enviar a Colombia una comisión que gestione de nuestro gobierno el permiso para que entre al país un contingente de trabajadores negros jamaicanos y barbadienses”. Temían, como lo resumía El Diario de la Costa, que estos trabajadores afroantillanos vinieran a propagar las ideas de Garvey y a “regar en Colombia la semilla de sus desvelos”. Señalaron, finalmente, que la actitud de Pizarro configuraba una clara muestra antipatriótica: “Esta iniciativa dícese que la ha tomado la Asociación Universal de la Raza Negra en virtud de una insinuación antipatriótica que hicieron ante ella varios colombianos vecinos de Palmira, encabezadas por Luis Carlos Pizarro”40. Este mismo tono de preocupación que expresaron estos diarios cartageneros, ante las acciones que venía adelantando Luis Carlos Pizarro, fue compartido por el diario El Espectador. Este periódico manifestó su rechazo en torno a la posible presencia en Colombia de una asociación como la UNIA. Desde Bogotá, según la reproducción hecha en La Patria, aseguraba que esta organización pretendía “conseguir el predominio de la raza negra en el mundo”. Y mucho más preocupante aún, según este diario, era que “ya tal sociedad tenga representante en el país, y que ese representante sea Colombiano”41. Las reacciones de algunos miembros de las élites blancas, los sentimientos de admiración expresados por Luis Carlos Pizarro y varios vecinos del distrito de Palmira hacia Garvey y la apertura de varias divisiones de la UNIA en Barranquilla, Buenaventura y Santa Marta indican, al menos, que sus ideas despertaron cierto interés en el contexto colombiano. Como se deduce de la carta de Pizarro, hubo quienes aun desde pequeñas poblaciones colombianas

38 “La Asociación Universal de la Raza Negra envía comisiones a Colombia”, La Patria, 13 de febrero, 1923, 4. 39 Tony Martin, Race First. The Ideological and Organizational Struggle of Marcus Garvey and the Universal Negro Improvement Association (Westport/Connecticut: The Greenwood Press, 1976), 370. 40 “La Asociación Universal de la Raza Negra quiere que se permita la entrada al país de sus cofrades”, Diario de la Costa, Cartagena, 24 de enero, 1923, 4. 41 “La Asociación Universal”, 13 de febrero, 4.

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vieron en la plataforma racial de Garvey la posible respuesta a los obstáculos que enfrentaba el ingreso de mano de obra afroantillana a Colombia. Sin embargo, es a través de Langston Hughes que sí se puede calibrar con mayor precisión la influencia del Harlem Renaissance en el pensamiento de algunos afrocolombianos.

3. El idilio de Latinoamérica con Langston Hughes De los miembros del Harlem Renaissance, Langston Hughes fue quizá quien mayor influencia tuvo en las clases medias afrolatinoamericanas. Registros de sus ideas aparecen dentro de las comunidades afrouruguayas y en las élites negras y mulatas de Brasil y Cuba. Hughes estaba hablando desde un contexto marcado por un régimen racial institucionalizado, y en el que las fronteras raciales estaban más que definidas. ¿Cómo se explican, entonces, el interés y la apropiación de estas ideas por parte de algunos intelectuales negros y mulatos en Latinoamérica, donde, formalmente, no existía el régimen segregacionista que caracterizó a Estados Unidos durante este período? Parte de la explicación de este idilio de Latinoamérica con las ideas de Langston Hughes obedece a la presencia directa de este escritor afroamericano en varios países de la región. Hughes estuvo en repetidas ocasiones en México, mientras que en 1927 y 1930 llegó a la isla de Cuba. En estas visitas, Hughes, al tiempo que amplió sus visiones sobre el imperialismo y la opresión racial, tuvo contacto directo con miembros de una emergente élite de escritores afrodescendientes que terminaron sintonizados con sus propuestas raciales42. Las reflexiones que estas clases medias afrolatinoamericanas realizaron durante los años veinte y treinta sobre raza e identidad nacional en sus respectivos países, también incidieron en el amplio grado de identificación que tuvieron con Langston Hughes. Durante estos años, las élites intelectuales afrobrasileras participaron activamente en la definición de los contenidos del discurso de democracia racial, que Brasil institucionalizó como base de su identidad nacional43. En Cuba, tras la consecución de la independencia, la abolición de la esclavitud y el establecimiento de una nueva constitución política, los sectores afrocubanos adelantaron acciones que les permitieran materializar el ideal de igualdad racial que surgió al calor de las guerras de independencia44. Al igual que sus contrapartes en Brasil y Cuba, activistas

42 Shawn Alfonso-Wells, “La identidad negra en Cuba y los Estados Unidos: Nicolás Guillén y Langston Hughes”, Islas 3 (2006), 15. 43 Paulina Alberto, Terms of Inclusion: Black Intellectuals in Twentieth-Century Brazil (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2011), 23. 44 Alejandro de la Fuente, A Nation for All. Race, Inequality and Politics in Twentieth Century Cuba (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2001).

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afrouruguayos irrumpieron en la escena nacional con periódicos, poemas, cuentos y novelas que cuestionaron prácticas de discriminación racial y destacaron los valores y manifestaciones culturales de las comunidades negras de Uruguay45. En este esfuerzo por posicionar sus referentes culturales y raciales, varios miembros de las élites afrolatinoamericanas incorporaron algunas de las ideas de Langston Hughes. En Cuba, la visita de Hughes y los contactos que sostuvo con el afrocubano Nicolás Guillén fueron determinantes en la voz poética que este intelectual asumió en las reflexiones que se estaban dando en la Isla sobre mestizaje e identidad nacional. Según el reciente estudio de Frank Guridy sobre los vínculos entre el afrocubanismo y Harlem Renaissance, luego de la visita de Hughes a La Habana en 1930, fue notorio el interés de Guillén por incorporar de manera sistemática motivos musicales en sus poemas, abriéndole la posibilidad al poeta afrocubano de experimentar en sus escritos con formas y contenidos nuevos. Pero ante todo, dice Guridy, la influencia de Hughes sobre Guillén tuvo que ver con “inspiring Guillén by his example as a poet of African descent…who was making a name by popularizing a black working class culture rejected by the black elite”46. En Uruguay, los editores afrodescendientes Pilar y Ventura Barrios, a través de su periódico Nuestra Raza, prestaron particular atención a las relaciones raciales de Estados Unidos, reportando, entre otras cosas, los esfuerzos de los afroamericanos por movilizarse en contra del régimen de segregación racial imperante para entonces en ese país y recogiendo las ideas de las figuras destacadas del Harlem Renaissance, entre ellas Langston Hughes. “As models of political commitment and black achievement, the paper particularly embraced the African American poet Langston Hughes and the Afro-Cuban poet Nicolás Guillén”, afirma el profesor George Reid Andrews en su reciente estudio sobre los discursos raciales expuestos por los afrouruguayos a lo largo del período republicano47. En Colombia, las ideas de Langston Hughes también incidieron en la postura intelectual y racial construida por la generación de escritores afrodescendientes que surgió en los años treinta y cuarenta. Laurence Prescott, quien ha investigado de manera sistemática la poesía negra colombiana, asegura que “Langston Hughes affected in no small measure the literary scene and intellectual climate in contemporary Colombia”. Sostiene que “his presence is also deeply felt in the ethnic awareness and literary consciousness he inspired […] in younger

45 George Reid Andrews, Blackness in the White Nation. A History of Afro-Uruguay (Chapel Hill: University of North Carolina Press, 2010), 96-108. 46 Frank Andre Guridy, Forging Diaspora, 138. 47 George Reid Andrews, Blackness in the White Nation, 101.

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writers of African descent, such as Jorge Artel, Natanael Díaz, Manuel Zapata Olivella, Lino Antonio Sevillano […]”48. Donde mejor se percibe la incorporación que Artel hace de las ideas de Hughes es en el citado artículo “La literatura negra en la costa” y en el ensayo “Modalidades artísticas de la raza negra”. En el primer artículo, Artel entabla una discusión sobre la existencia de reales representantes de la poesía negra en Colombia. En el marco de este debate, donde se proclama el único intérprete fiel de la raza negra en Colombia, Artel deja ver el peso que tuvo la obra de Hughes en su visión de lo que debe ser un escritor negro. En la misma línea de argumentación utilizada por Hughes en su poema “The Negro Artist and the Racial Mountain”, este poeta criticó el comportamiento de varios escritores y políticos de origen afrodescendiente de la costa Caribe. Al igual que Hughes, consideraba que muchos de ellos “ocultaban su piel como una maldición, no sólo en la literatura, sino también en la política”. Su única preocupación radicaba en “incorporarse a la mulatería burguesa, reclamar un fuero racial que no hacían valer porque se habían obstinado en olvidarlo”49. La sintonía de Artel con la propuesta poética de Langston Hughes también quedó plasmada en el texto “Modalidades artísticas de la raza negra”, publicado en 1940. En esta oportunidad, desde la revista Muros de Cartagena, y cuestionando las teorías raciales del pensador francés Arthur de Gobineau, Artel destacó las capacidades intelectuales de los sectores negros en distintas esferas del conocimiento. Refiriéndose a la música y la poesía afroamericanas, no dudo en señalar que Hughes era el poeta de Norteamérica que mejor expresaba el dolor de la raza negra. De Hughes y, en general, de los escritores afroamericanos admiraba la centralidad que le otorgaban al drama humano, en especial el que estaban experimentando los afroamericanos durante el régimen segregacionista que imperaba en Estados Unidos: “Por eso decimos que la poesía negra de Estados Unidos ofrece una tonalidad especialísima, ya que ella refleja la difícil situación del negro en aquel país”, afirmó Artel. En este último escrito, este abogado afrodescendiente tradujo apartes del poema “I, Too” de Langston Hughes, utilizándolo como garante para sustentar su idea de que negros y blancos eran iguales, que ambos tenían las mismas capacidades y debían gozar de los mismos derechos50. Manuel Zapata Olivella, quien interactuó con Langston Hughes, también consignó en varios escritos la fuerte influencia que este poeta ejerció en su manera de posicionarse como escritor. Uno de los textos que permite observar con detenimiento ese grado de influencia es “Langston Hughes, el hombre”. Este artículo, publicado luego de su tortuoso peregrinaje

48 Laurence Prescott, “We, Too, Are America”, 34-46. 49 Jorge Artel, “La literatura negra en la costa”, 6. 50 Jorge Artel, “Modalidades artísticas de la raza Negra”, Muros, 1 de junio, 1940, 16-20.

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por Estados Unidos, relata parte de las conversaciones de Zapata Olivella con Hughes en torno a los escritos que el primero estaba intentando publicar en Estados Unidos. El escritor afrocolombiano narra que en sus primeros escritos abusaba del paisaje y le restaba importancia en sus historias al rol del hombre. Hughes le hizo entender la centralidad del hombre y sus vivencias y realidades en las historias que deseaba narrar. De esta manera resume Zapata Olivella las observaciones de Hughes en torno a sus escritos: “Tienen mucho colorido y se siente la naturaleza. ¿Pero y el hombre? Creo que descuidas las pasiones humanas en la descripción. En la novela y particularmente en el cuento el hombre debe ser el tema central en torno al cual gire la narración”51. En Colombia, entonces, Langston Hughes y sus creaciones tuvieron una fuerte influencia en la emergente élite de negros y mulatos que hicieron de lo negro un motivo central en sus creaciones literarias. Y propuestas raciales como las expuestas por Hughes, al tiempo que les permitieron posicionarse como escritores, a fin de reclamar un espacio para las prácticas culturales negras en la representación de la identidad nacional colombiana, también fueron claves para ir forjando un diálogo diaspórico.

4. Expresión del sentimiento diaspórico El contacto que tuvieron algunos sectores afrocolombianos con las dinámicas relacionadas con Harlem fue fundamental para que muchos de ellos forjaran un sentimiento de pertenencia a una diáspora africana en las Américas. A partir de la década del treinta, varios miembros de las élites afrocolombianas hicieron uso de un conjunto de expresiones que hablaban de la existencia de una comunidad afrodescendiente que no se circunscribía a las fronteras nacionales. Expresiones como “raza de color” o “pueblos negros del mundo” fueron algunas de las que de manera recurrente aparecerían en los poemas y textos de varios de los escritores afrocolombianos. Igualmente, fueron desarrollando una geografía racial con un amplio contenido diaspórico; sus reflexiones sobre las relaciones raciales, lo mismo podían ir dirigidas a los negros de las Antillas, Argentina, Brasil, que a los de México, Panamá y Colombia. “Negros de nuestro mundo, los que no enajenaron la consigna, ni han trastocado la bandera, este es el evangelio: ¡somos —sin odios ni temores— una conciencia en América!”, proclama Artel en el poema “Sin odio ni temores”52.

51 El autor agradece al literato George Palacios por facilitarle este documento y por explicar la importancia de la revista Sábado para los estudios sobre los intelectuales afrocolombianos de la primera mitad del siglo XX. Manuel Zapata Olivella, “Langston Hughes, el hombre”, Sábado, Bogotá, 23 de agosto, 1947, 12. 52 Jorge Artel, Tambores, 144.

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La idea de conciencia que Artel destacaba en este poema se expresaba muchas veces en las denuncias que hacían sobre las situaciones de discriminación racial que enfrentaban sectores de la diáspora africana en distintos lugares del mundo. El contexto de discriminación racial que vivían los afroamericanos era uno de los motivos recurrentes en los escritos de estos autores. “He visto perseguirlos como fieras/ lincharlos/ sin que importe su afiebrada queja/ ni su muerte en los pantanos”, denunciaba Artel en su poema “El mismo hierro”. Y luego de la denuncia, expresaba el dolor y se sentía parte de esa lucha: “un hierro idéntico eslabona aquel dolor de siglos/ que asciende a nuestros labios”53. Natanael Díaz también expresó ese sentimiento de conciencia racial que asumía que la lucha de los sectores negros debía ir más allá de las realidades raciales locales y nacionales. En el referenciado mensaje que dirigió al vicepresidente estadounidense Henry Wallace, Díaz criticó los prejuicios raciales existentes en Estados Unidos y reclamó la igualdad para todos los sectores afroamericanos. “Que el permiso concedido por el presidente Roosevelt a Marian Anderson para cantar sus plegarias en la Casa Blanca tenga una significación total y definitiva para todos los negros norteamericanos”, señaló en su misiva el poeta afrocolombiano 54. Estas visiones de solidaridad racial dieron paso a la creación de centros culturales liderados por estudiantes y profesionales negros y mulatos. Uno de los ejemplos que ilustra lo anotado fue la fundación del Club Negro en Bogotá, en junio de 1943. La junta directiva de este club estuvo integrada por Natanael Díaz (secretario de propaganda) y Manuel Zapata Olivella (secretario general). Los afrodescendientes Marino A. Viveros y Helcías Martán Góngora, estudiantes de Medicina y Derecho, respectivamente, fueron, en su orden, presidente y vicepresidente del citado centro cultural. El historiador Pietro Pisano, quien recientemente documentó y analizó la trayectoria del Club Negro, asegura que la existencia del mismo puede interpretarse como un intento por visibilizar la presencia de los sectores negros en Colombia. Pisano, ubicando su reflexión en las discusiones sobre la invisibilidad de la población afrocolombiana que ha dominado la historiografía colombiana en los últimos treinta años, sugiere que el Club Negro representa el “primer intento de la gente negra” por redefinir su lugar en la sociedad colombiana55. En efecto, en una entrevista ofrecida por Natanael Díaz al diario El Liberal de Bogotá, solicitaba al Gobierno

53 Jorge Artel, Tambores, 89. 54 Natanael Díaz, “Mensaje de un negro a Míster Wallace”, El Tiempo, 22 de abril, 1943, 9. 55 Pietro Pisano, Liderazgo político “negro” en Colombia 1943-1964 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2012), 107.

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nacional “que en cada lugar que haya negros los organismos oficiales iniciaran una campaña de incorporación a la vida colectiva, valiéndose para ello de la exaltación de los valores negros que han actuado en la vida del país”56. Pero las pretensiones de este centro también revelaban el emergente sentimiento diaspórico que estaban desarrollando los estudiantes y profesionales negros y mulatos. El Manifiesto a los intelectuales de los países de América, documento con el que la junta directiva del club dio a conocer su existencia y sus objetivos, permite sustentar lo anotado. El texto era un llamado a fortalecer la democracia en el continente americano, suprimiendo los prejuicios raciales y otorgándole igualdad y participación política efectiva a la raza negra, “a cuyo martirologio permanentemente se ligó de una manera eterna el desenvolvimiento universal de la edad moderna […]”. Ese llamado lo sustentaban amparándose en las ideas que surgieron al calor de la Revolución Francesa, al tiempo que hicieron alusión al liderazgo de un conjunto figuras centrales de los movimientos independentistas que tuvieron lugar en el mundo atlántico. Hablaban en nombre de “las ideas a que dieron estructura filosófica Jefferson y los enciclopedistas de la Revolución Francesa, y que más tarde edificaron en el imperio de las realidades: Washington, Lincoln, Bolívar y Santander, Morelos y Martí, L’ouverture y Pétion, San Martín y O’Higgins, Sucre y tantos más”57. En este documento, el sentimiento diaspórico de los miembros del Club Negro también se vio reflejado en la solidaridad que expresaron en contra de los obstáculos raciales que enfrentaban los afroamericanos en Estados Unidos. Los estudiantes afrocolombianos consideraban que el régimen segregacionista que imperaba en ese país era un obstáculo para la consolidación de la democracia. “Pero para el cabal logro de esta aspiración ha encontrado en Norteamérica —en donde sus componentes se encuentran ya por decenas de millones— la valla del prejuicio racial que afirman combatir las naciones unidas cuando luchan contra el totalitarismo Germánico [… ]”, señalaba este manifiesto. Y, finalmente, expresaban su vínculo a la lucha de los afroamericanos en contra de la segregación racial e invitaban a los intelectuales del continente americano para que interpusieran el “valimiento de vuestras influencias y el encauzamiento de vuestras actividades intelectuales con todo el fervor de que os sabemos capaces, a obtener el desaparecimiento de ese ‘baldón de las democracias’ que es el prejuicio de las razas”. Estados Unidos, concluían, debía seguir como ejemplo a Colombia, donde “nosotros los negros desde la época primera de la república hemos convivido con las otras razas en un ambiente de igualdad”58.

56 “La exaltación de la democracia buscan los negros colombianos”, El Liberal, Bogotá, 23 de junio, 1943, 16. 57 “Los negros colombianos lanzan un manifiesto para la América”, El Tiempo, 27 de junio, 1943, 15. 58 “Los negros colombianos”, 15.

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Esta última apreciación, en la que consideraban que Colombia era una democracia racial, puede interpretarse —tal cual lo hizo Micol Seigel para el caso de Brasil—59 como una muestra de que el rasero de “prejuicio racial” y “discriminación” que tenían varios afrocolombianos estaba determinado por las dramáticas relaciones raciales que se estaban presentando bajo el sistema segregacionista de Estados Unidos. Pero a la vez indica que los afrocolombianos —en el diálogo que estaban intentando entablar con el resto de la diáspora africana en las Américas— no sólo fueron receptores de las ideas provenientes de Harlem. Los miembros del Club Negro, en el intercambio de ideas que pretendieron establecer con el resto de la diáspora, también hicieron uso de las valoraciones sobre igualdad y democracia que habían defendido los afrocolombianos desde los inicios de la República. En las primeras décadas del siglo XIX, sostiene Marixa Lasso, los sectores negros y mulatos de la costa Caribe colombiana instrumentalizaron el discurso de armonía racial para reclamar la libertad y la igualdad 60, mientras que en la segunda mitad de esa centuria los afrocolombianos de la costa Pacífica colombiana participaron activamente en la definición de los límites y los alcances de los principios democráticos. “Afro-Colombians played a part in redefining the most important and powerful tropes of the Atlantic world: democracy, republicanism, liberty, equality, and fraternity”, afirma también el historiador James Sanders en su reciente ensayo sobre el “republicanismo atlántico” en el siglo XIX colombiano 61. Los afrocolombianos vinculados al Club Negro consideraban que, aunque imperfecta, Colombia era una democracia y que la participación política de los sectores negros era definitiva para avanzar hacia la democratización del país. “Por eso la raza negra quiere, siempre lo ha querido, tomar parte activa en la contienda de la cual debe salir purificada de sus defectos la democracia”, argumentaron los firmantes del Manifiesto a los intelectuales de los países de América. La profunda convicción de que Colombia era una democracia les permitía reclamar un lugar en la nación: “Como la democracia es la exaltación de todos los valores humanos nosotros queremos exaltar los valores negros dentro del juego democrático”, expresó Natanael Díaz al explicar los objetivos del Club Negro62. Estas ideas, generadas en más de un siglo de luchas por la inclusión efectiva a la vida racial y política de Colombia, fueron las que expusieron los

59 Micol Seigel, Uneven Encounters: Making Race and Nation in Brazil and the United States (Durham: Duke University Press, 2009). 60 Marixa Lasso, Myths of Harmony: Race and Republicanism during the Age of Revolution, Colombia 1795-1831 (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2007). 61 James Sanders, “Atlantic Republicanism in Nineteenth-Century”, 140. 62 “La exaltación de la democracia”, 16.

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afrocolombianos para reclamar la igualdad de condiciones para los sectores afroamericanos y exigir la eliminación de los prejuicios raciales que caracterizaron el orden racial de Estados Unidos, en el marco del régimen del Jim Crow (1876-1965).

A modo de conclusión El estudio del uso que sectores negros y mulatos de Colombia hicieron de las ideas raciales provenientes del Harlem Renaissance permite ilustrar la necesidad de incorporar los diálogos transnacionales que establecieron estos sectores en los marcos interpretativos que se han utilizado para analizar sus trayectorias políticas e intelectuales. No se trata de dejar de lado las realidades nacionales pues, como bien lo señala Lara Putnam, lo que caracteriza el período del surgimiento del New Negro es el intento de los Estados por establecer fronteras raciales y controles a la movilidad de los inmigrantes63. Más bien, lo que indican los esfuerzos de algunos afrodescendientes por entablar conexiones con Marcus Garvey es que el repertorio de acciones y discursos que utilizaron para enfrentar los múltiples obstáculos que experimentaron los trabajadores afroantillanos, con el objetivo de ingresar por los puertos colombianos, trascendió las realidades nacionales. Los discursos utilizados por varios trabajadores, estudiantes y profesionales negros, y por los integrantes del Club Negro, también indican que algunos sectores afrocolombianos se vincularon a las discusiones y los debates que estaban realizando sus pares afrodescendientes en otras latitudes sobre raza, identidad e imperialismo. Los sectores afrocolombianos, al tiempo que intentaron posicionar los valores y manifestaciones culturales afrodescendientes en el imaginario nacional, consideraron que eran parte de una comunidad más amplia, con la cual compartían un origen racial y una lucha en común. Ese sentido de pertenencia a una diáspora lo desarrollaron a través de las interacciones que establecieron con varios descendientes de africanos que residían en otros contextos nacionales, en este caso, con figuras como Marcus Garvey, Langston Hughes, y otros integrantes del Harlem Renaissance. El resultado de esas interacciones fue el surgimiento de un lenguaje diaspórico dentro de algunos de los sectores negros y mulatos en Colombia. Ese lenguaje se vio representado en las manifestaciones de solidaridad racial expresadas por los afrocolombianos en contra de la discriminación racial experimentada por la población negra en varios países del hemisferio occidental. Los elementos constitutivos de ese lenguaje diaspórico tomaron forma a partir de las ideas provenientes de Nueva York, en clara conexión con las visiones raciales y expectativas políticas construidas por los sectores negros y mulatos en Colombia a lo largo del período

63 Lara Putnam, Radical Moves, 11.

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republicano. Durante la primera mitad del siglo XX, entonces, Harlem fue un punto de referencia clave en el diálogo diaspórico que sectores afrocolombianos intentaron establecer con el resto de la diáspora africana en las Américas.

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Arte, política y redes transnacionales: el teatro La Mama en Nueva York y Bogotá, 1961-1972Ï

Paulo César León Palacios

Estudiante posdoctoral de la Universidad de Chicago (Estados Unidos). Es sociólogo y magíster en Historia de la Universidad Nacional de Colombia, magíster y doctor en Historia por el Colegio de México. Entre sus publicaciones se destacan: “La ambivalente relación entre el M-19 y la ANAPO”, Anuario Colombiano de Historia y de la Cultura 2: 39 (2012): 239-259, y “Luhmann: examen de sus ideas sobre el oficio del historiador”, Historia y Grafía 39 (2013): 117-180. paulocleon@gmail.com

Artículo recibido: 25 de febrero de 2014 Aprobado: 02 de julio de 2014 Modificado: 03 de septiembre de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.06

Ï El artículo expone un fragmento de la tesis doctoral titulada La Mama. Teatro y redes en Nueva York, Bogotá y Ciudad de México, 1961-1976, presentada en El Colegio de México en 2013. La investigación contó con financiación del CONACYT y El Colegio de México.

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Arte, política y redes transnacionales: el teatro La Mama en Nueva York y Bogotá, 1961-1972 Resumen: El artículo analiza una red transnacional de artistas que involucró a El Café Teatro La Mama, uno de los principales teatros experimentales de Nueva York, y su filial bogotana, durante el período 1961-1972. Tres ejes permiten narrar el establecimiento, desarrollo y ruptura de esta red: el teatro como práctica cultural, la relación entre arte vanguardista y política, y la dimensión emocional del proceso. La principal conclusión de esta investigación es que hubo una prolífica correspondencia de ideas alrededor de algunos paradigmas del teatro de vanguardia contemporáneo y, al mismo tiempo, una ambivalencia entre romanticismo artístico y valores políticos. Palabras clave: Teatro La Mama, prácticas culturales, relaciones políticas, arte contemporáneo, redes transnacionales.

Art, Politics and Transnational Networks: La Mama Theater Café in New York and Bogota, 1961-1972 Abstract: The article analyzes a transnational network of artistas that involved El Café Teatro La Mama, one of the main experimental theaters of New York, and its Bogota subsidiary, from 1961 to 1972. Three main lines make it possible to narrate the establishment, development and rupture of said network: the theater as a cultural practice, the relation between avant-garde art and politics, and the emotional dimension of the process. The main conclusion of this research is that there has been a prolific correspondence of ideas around some paradigms of contemporary vanguard theater but, at the same time, an ambivalence between artistic romanticism and political values. Keywords: La Mama Theater, cultural practices, political relations, contemporary art, transnational networks.

Arte, política e redes transnacionais: o teatro La Mama em Nova York e Bogotá, 1961-1972 Resumo: Este artigo analisa uma rede transnacional de artistas que envolveu El Café Teatro La Mama, um dos principais teatros experimentais de Nova York, e sua filial bogotana, durante o período 1961-1972. Três eixos permitem narrar o estabelecimento, desenvolvimento e ruptura dessa rede: o teatro como prática cultural, a relação entre arte vanguardista e política, e a dimensão emocional do processo. A principal conclusão desta pesquisa é a constatação de que houve uma prolífica correspondência de ideias sobre alguns paradigmas do teatro de vanguarda contemporâneo e, ao mesmo tempo, uma ambivalência entre romanticismo artístico e valores políticos. Palavras-chave: Teatro La Mama, práticas culturais, relações políticas, arte contemporânea, redes transnacionais.

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Paulo César León Palacios

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Introducción

E

l teatro La Mama fue fundado en 1961 en Nueva York. Ellen Stewart, su apasionada promotora, era lo opuesto a un típico productor neoyorquino: era mujer, era negra y no tenía dinero1. Luego de intensos conflictos con las autoridades de Broadway, La Mama se convirtió rápidamente en el principal proyecto del teatro underground neoyorquino, tenía miles de seguidores y cierta capacidad económica. La fiebre fue tal que se pensó en una Mama para cada capital del orbe, y una de las ciudades elegidas fue Bogotá. Aunque no era la capital de un país desarrollado, allí había surgido desde finales de los años cincuenta un movimiento artístico que engullía con voracidad la vanguardia teatral europea y norteamericana. En 1964 Ellen Stewart conoció un grupo de jóvenes bogotanos que habían montado una de las obras de Paul Foster2. De aquella gratificante experiencia nació la idea de establecer una Mama bogotana. Durante cinco años esta franquicia brilló, y fue reconocida como una embajada del teatro avant-garde norteamericano. Pero en 1969 comenzaron los problemas: la falta de apoyo económico real desde Estados Unidos y la postura de izquierda de ciertos miembros de La Mama bogotana causaron un alejamiento entre Nueva York y Bogotá, y en 1972, la ruptura definitiva. El objetivo de este artículo es analizar esta red transnacional abordando dos dimensiones particulares: por un lado, la relación ambivalente del arte y la política —en una época marcada por la Guerra Fría—, y, por otro lado, el aspecto

1

Ellen Stewart fue fundadora de La Mama (Luisiana, 1919-Nueva York, 2011). En 1960, año de concepción del proyecto, Stewart —mujer negra de cuarenta años que tenía un hijo y no vivía con su esposo— era diseñadora asistente de una marca de ropa neoyorquina y llevaba en la ciudad no más de cuatro o cinco años. La atracción de Stewart por el teatro es de raíces inciertas, pero es posible que haya sido influenciada por Paul Foster, a quien conoció por su hermano adoptivo, Frederick Lights, escritor aficionado de teatro. Barbara Lee Horn, Ellen Stewart and La Mama. A Bio-Bibliography (Londres: Greenwood Press, 1993), 1-3, y Mel Gussow, “Ellen Stewart, Off off Broadway pioneer, dies at 91”, The New York Times, Nueva York, 13 de enero, 2011, 14.

2

Foster (1931, Nueva Jersey) es un dramaturgo norteamericano, cofundador de La Mama.

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emocional3 del proyecto artístico. En la escritura del artículo se utilizaron fuentes públicas y privadas, localizadas en Nueva York y Bogotá4.

1. Orígenes de la red entre Nueva York y Bogotá: Hurra for the Bridge Hurra for the Bridge fue una pieza escrita por Paul Foster, estrenada en el Café Cino y La Mama en 1963, en Nueva York. La obra constaba de un acto y presentaba, en el estilo del teatro del absurdo, una conturbada visión sobre la violencia en la ciudad5. Que viva el puente fue la traducción hecha por el grupo de teatro de la Universidad de los Andes de Bogotá, para participar en el Festival Internacional de Earlagen (Alemania), en 19646; el director —y principal actor— era una joven

3 Esta última línea de interpretación es de un alcance intermedio, pues se refiere a manifestaciones psíquicas, pero no se tuvo acceso a sus causas ni se obtuvo un mayor detalle. A pesar de tal grado de dificultad, sigue siendo el mejor camino para analizar ciertos datos: se verá a los personajes del texto involucrados en lo que se juzga son indicios de una dinámica transferencial y unas relaciones ambivalentes. En la teoría freudiana, la transferencia es un fenómeno en el que emociones, percepciones o fantasías originadas y desarrolladas durante años de relaciones paterno o materno-filiales tienden a repetirse en la vida adulta, de manera inconsciente, ante nuevas personas (aquí interesan, particularmente, los indicios de una relación madre-hijo, donde en realidad sólo había un vínculo artístico de trabajo, observados entre Kepa Amuchastegui y Ellen Stewart). Por ambivalencia, se entiende la atribución de significados conflictivos a un mismo objeto (donde son relevantes la mezcla de afecto y agresión, y la ondulación a través de valores políticos y artísticos). Sobre este tema, dos textos básicos: Sigmund Freud, “Los instintos y sus destinos”, Obras completas, vol. II (Madrid: Biblioteca Nueva, 1973), 20392052, y Sigmund Freud, “Sobre la dinámica de la transferencia”, Obras completas, vol. XII (Buenos Aires: Amorrortu, 1991), 93-95. Una de las aplicaciones más interesantes de Freud a la historiografía, en Peter Gay, La experiencia burguesa (México: FCE, 1992). Sobre la ambigüedad en el arte, se han tenido muy en cuenta: Niklas Luhmann, El arte de la sociedad (México: Herder, 2005), 77 y 280, y Umberto Eco, The Open Work (Cambridge: Harvard University Press, 1989), 18-19 y 252. 4

Sobre La Mama en Bogotá, véanse: Paulo César León Palacios, “El Teatro La Mama y el M-19, 19681976”, Historia y Sociedad 17 (2009): 216-233, y, tangencialmente, Patricia González, The New Theatre in Colombia: 1955-1980 (Austin: University Microfilms International, 1983), 94 y ss.; Fernando Duque y Jorge Prada, Santiago García: el teatro como coraje (Bogotá: Investigación Teatral Editores, 2004), 103, 245 y 251; Giorgio Antei, Las rutas del teatro (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1989), 131 y 142; María Mercedes Jaramillo, El nuevo teatro colombiano: arte y política (Medellín: Universidad de Antioquia, 1992), 302. Maida Watson y Carlos José Reyes, Materiales para una historia del teatro en Colombia (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1978); Fernando González Cajiao, Historia del teatro colombiano (Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura, 1985), y Eduardo Gómez, El surgimiento del teatro moderno en Colombia y la influencia de Brecht (Bogotá: Universidad de los Andes, 2011), son textos contextuales indispensables.

5

Arthur Sainer, “Theatre: Hurra for the Bridge”, The Village Voice, Nueva York, 19 de septiembre, 1963, 14.

6

Richard Shepard, “Coffehouse theaters join to present New Play”, The New York Times, Nueva York, 4 de agosto, 1964, 11.

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promesa del teatro, Kepa Amuchastegui7. El éxito del montaje colombiano en Alemania motivó su exhibición en Nueva York. El artífice del vínculo entre bogotanos y neoyorquinos fue el escultor colombiano Edgar Negret, que era amigo de Stewart y Foster. Negret tenía una relación personal con Hurra for the Bridge, pues contribuyó económicamente con su producción e incluso encontró en ella parte de la inspiración para su serie de esculturas conocida como “Puentes”8.

1.1 La Mama bogotana Hurra for the Bridge se convirtió en la excusa ideal para llevar La Mama a la capital colombiana. El joven actor Kepa Amuchastegui fue el llamado a dirigir la fundación. Aunque desde 1966 su grupo de la Universidad de los Andes venía realizando presentaciones a nombre de La Mama9, el 5 de mayo de 1968 fue la fecha oficial de fundación. Según el acta de constitución legal, Kepa Amuchastegui fungiría como representante del “Club de Teatro Experimental Café La Mama”, y su objetivo sería “difundir el teatro y estrechar los vínculos entre intelectuales y artistas”. El documento también declaraba que la presidenta de la filial sería Stewart, mientras que Foster y Negret se desempeñarían como “presidentes honorarios”. “La realización del Club de Teatro Experimental ‘Café La Mama’ en la ciudad de Bogotá se debe a su ayuda y aporte”, fue lo que se informó sobre estos tres individuos10. Más allá de eso, no se aclaraba nada: ¿habría financiación norteamericana? ¿Cómo se emprendería el “aporte” de La Mama neoyorquina a la formación actoral del conjunto bogotano? ¿Qué clase de relación había entre los dos puntos: vertical, horizontal, mixta? No había, en definitiva, una base formal sólida para tal empresa. No obstante, habían transcurrido apenas cuatro años desde que Amuchastegui comenzó a hacer teatro experimental en la Universidad de los Andes, cuando, a sus 27 años, tuvo la oportunidad de dirigir el gran proyecto de La Mama en Bogotá. Rebosante de entusiasmo hablaba de su trabajo como si en él se condensara “la crema y nata” del avant-garde mundial.

7

Amuchastegui (Bogotá, 1941) es actor, director y guionista, e inició su carrera en el teatro y luego se dedicó de lleno a la televisión y el cine. En los años sesenta dirigió el grupo que establecería la filial bogotana de La Mama.

8

“Hurra for the bridge: programa de mano para 20th aniversario de La Mama”, Nueva York, 1982, en New York Public Library (NYPL), Nueva York-Estados Unidos, Billy Rose Theatre Division (BRTD), Performing Arts Archive (PAA), Colección Paul Cranefiel Papers (PCP), Series III: Publicity Materials, 1951-2001, Undated, caja 16, carpeta 1: Hot L Baltimore to Hurrah for the Bridge, 1965-1979, Undated, 2; Jaqueline Barnitz, TwentiethCentury Art of Latin America (Austin: University of Texas Press, 2001), 192. De aquí, según la autora, una de las primeras esculturas de la serie, titulada Homage to Paul Foster, de 1968.

9

Amparo Hurtado, “Sucursal de La Mama en Bogotá”, El Tiempo, Bogotá, 16 de mayo, 1966.

10 Ministerio de Justicia de Colombia, “Resolución 2020 que reconoce una personería jurídica”, Bogotá, 2 de julio de 1968, en La Mama Experimental Theatre Archive (LMETA), Nueva York-Estados Unidos, Fondo Colombia, carpeta 1.

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En la introducción de uno de los primeros programas oficiales consignó en primera persona lo siguiente sobre Un día el circo vino al pueblo, obra de su autoría: “Desde el montaje en 1964 de ‘El Cementerio de Automóviles’ y en 1965 de ‘Pic nic en el campo de batalla’ de Fernando Arrabal, me había visto atraído por el doble juego de personajes adultos que utilizaban el lenguaje cruel de los niños […] Quise llevar al máximo ese juego de desdoblamiento cuando en 1966 dirigí ‘Las Sillas’ de Ionesco […] En 1967 escribí ‘Un día el circo vino al pueblo’ como estudio de las posibilidades extremas de desdoblamiento”11.

Constituida La Mama en Bogotá, el grupo se entregó también al montaje febril de varias obras. De Paul Foster se montaron El cabo Hesio, Tom Paine y La reclusa; de Bertolt Brecht, El mendigo o El perro muerto; del escritor cubano Virgilio Piñero, Dos viejos pánicos; de uno de los abanderados del Black Nationalism en Greenwich Village, Leroi Jones, El Metro; de Jean Tardieu, una adaptación titulada La ciudad, y de Amuchastegui, Un día el circo vino al pueblo y La cabeza de la víctima ha caído. Este último programa12 ofrecía dos largas citas de Jerzy Grotowski13, probablemente extractadas de la traducción inglesa de Towards a Poor Theater publicada en 196814, sobre la necesidad de que el teatro crease su propio “lenguaje psicoanalítico” para “atacar el inconsciente colectivo”. Las obras de Eugène Ionesco15 se tomaron de un modo similar, como lo demuestra la introducción de sus textos16 en el programa de El rey se muere: “Empujar el teatro más allá de la zona intermedia que no es ni teatro ni literatura era volver a ponerlo en sus límites […] Mostrar los hilos de la actuación, ir directamente a lo grotesco […] Carezco de ideas antes de escribir una pieza pero tengo muchas después”17.

11 Kepa Amuchastegui, “Programa: Un día el circo vino al pueblo”, Bogotá, 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 3. 12 La Mama, “Programa de mano: La Cabeza de la Víctima Ha Caído”, 1969, en LMETA, Colombia, carpeta 3. 13 Grotowski (Rzeszów, Polonia, 1933-Pontedera, Italia, 1999) fue una de las figuras más influyentes en el teatro del siglo XX con su modelo de un teatro ascético y religioso, centrado en los elementos rituales y el cuerpo del actor, y emancipado de características básicas del teatro contemporáneo: escenarios fastuosos y separados del público, textos teatrales convencionales, y actores y actrices convertidos en estrellas. Jerzy Grotowski, Hacia un teatro pobre (México: Siglo XXI, 1970 [1968]); Kermit Dunkelberg, “Grotowski in North American Theater: Translation, Transmission, Dissemination” (Ph.D. Dissertation in Philosophy, New York University, 2008). 14 Jerzy Grotowski, Hacia un teatro pobre, 9-18. 15 A Eugène Ionesco (Slatina, Rumania, 1909-París, 1994) se debe uno de los impulsos seminales del teatro del absurdo, importante corriente del teatro experimental en el siglo XX. 16 Probablemente tomados de Conversations with Eugène Ionesco, de 1966 (traducido del francés al inglés en Claude Bonnefoy, Conversations with Eugène Ionesco (Londres: Faber and Faber, 1970)), o de Eugène Ionesco, Notes and Counter Notes: Writings on the Theatre (Nueva York: Grove Press, 1964). 17 La Mama, “Programa de mano: ‘El Rey se muere’”, Bogotá, 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 3.

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En buena medida, la apuesta por tal arte dramático era la expresión de un proceso de diferenciación. El aliento indómito de los sesenta experimentó en el teatro de Grotowski y Ionesco un eco de su expectativa por innovar y lograr la originalidad estética. Para aproximarse a la complejidad del proceso que produjo tales ideas, se debe tener en cuenta una carta cruzada entre Amuchastegui y Stewart: “Tengo mi cabeza llena de nuevas ideas que he traído desde Europa —afirmaba Amuchastegui— […] Cuando conocí a Paul [Foster] en Holanda tuvimos la oportunidad de intercambiar ideas, y no puedes imaginar el gran número de cosas en común que mi trabajo en París tenía con el maravilloso Tom Paine que vi […] Si quieres que lo ponga en una simple frase, yo diría: no más teatro para actores sino para un grupo en el cual ninguna parte individual es más importante que otra; donde música, ruidos, golpes y ritmo están al mismo nivel de las palabras y forman una clase de lenguaje que pertenece al teatro y únicamente a él”18.

Amuchastegui había sido becario del Gobierno francés para estudiar teatro entre 1966 y 1967. Aquella circunstancia le permitió moverse por Europa y, eventualmente, ver Tom Paine, obra escrita por Paul Foster sobre un héroe marginal de la independencia norteamericana. Toda esta interacción —que se deduce del documento— se dio a través de redes. En el proceso, los viajes a lugares de alta densidad artística inspiraban proyectos, facilitaban la circulación de recursos como información y bibliografía, permitían el emocionante intercambio a individuos identificados con ideas complementarias, e incrementaban el valor simbólico del ciclo mismo —¿qué otro sentido podría tener contarlo de esa manera en una carta, que no fuera aumentar el atractivo ante el interlocutor?—, elevándose así el interés por desarrollar nuevas empresas artísticas en las que se intentara aplicar lo que proveía la red. La relación entre La Mama neoyorquina y el grupo bogotano resultaba ser, a la luz de esto, no un vínculo de formación dirigido desde Nueva York, como quizás planeó Ellen Stewart, sino una comunidad de ideas sobre el teatro entre iguales, como quizás lo había entendido Kepa Amuchastegui.

18 “I have my head full of new ideas that I have brought from Europe […] When I met Paul in Holland, we had the opportunity of exchanging our ideas and you cannot imagine the number of things in common that my work in Paris had with the marvelous Tom Paine I saw […] If you want me to put it in a simple sentence I would say: no more theatre for actors but for a group in which no individual part is more important than the other; where music, noises, shouting, beats and rhythm place themselves at the same level with words and form a new sort of language that belongs to theater and to theatre alone”. “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, Bogotá, 20 de noviembre de 1967, en LMETA, Colombia, carpeta 4.

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La composición gráfica de los programas, que en principio respondía a la economía estética de lo underground, también era una expresión de aquellas redes. Éstos guardaban una continuidad entre lo visto en Greenwich Village y lo que se ofrecía en Bogotá, a través del predominio de gestos visuales contrarios al diseño geométrico y profesional, basados en la línea libre, la improvisación, y un tono expresionista y anticonvencional (Imagen 1). 1. Cartel de El mendigo o El perro muerto

Fuente: La Mama, “Detalle del Cartel de ‘El mendigo o El Perro muerto’”, Bogotá, 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 3.

2. Estabilidad temporal ¿Todo este carácter “experimental” y subterráneo contaba con legitimidad en Bogotá? Al parecer, así era. Empresas e instituciones como la Federación Nacional de Cafeteros, Ecopetrol, Banco Popular, Banco de la República y City Bank aportaron financiación a través de pautas publicitarias. La prensa no sólo mostró interés —a pesar de su ignorancia sobre las nuevas corrientes del teatro—, sino también gran admiración. Sus titulares, llenos de asociaciones positivas, lo demuestran: “Sensacional experimento entre actores y público en La Mama”, “Festival de Teatro Experimental”, “Periodista argentino elogia nuestro teatro”, “El primer año del café teatro”, “Esto es La Mama: 15 horas de trabajo al día… y un café”; “Va tomando consistencia el ‘Club de teatro experimental La Mama’ original de Norteamérica y que parecía difícil de adaptar a este medio colombiano”, decía en su introducción una de estas crónicas19.

19 “Festival de teatro experimental”, El Siglo, Bogotá, 13 de julio, 1969. Para los titulares, por otro lado, ver, por ejemplo, El Tiempo, Bogotá, 9 de junio, 1968, 22.

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A comienzos de 1969, Ellen Stewart visitó Bogotá para realizar un seminario de formación en el método teatral de Grotowski, que sería impartido por miembros de La Mama de Nueva York. “El éxito de La Mama se debe al amor”, fue la frase de Stewart que reprodujo la prensa20, una fotografía de la directora de La Mama y sus actores, departiendo en el seminario en compañía de Walter Bastian, funcionario consular de la Embajada de Estados Unidos en Colombia21. De hecho, la embajada acompañó de principio a fin la visita de Stewart y desarrolló un atento seguimiento del impacto que tuvo en la opinión pública22. Esto no debe causar la menor sorpresa, a la luz del creciente interés de Estados Unidos por promover políticas culturales en el hemisferio occidental. Nelson A. Rockefeller, por ejemplo, ya había aconsejado “expandir las actividades culturales del hemisferio en las artes visuales e interpretativas […] y experimentar con nuevos e imaginativos enfoques”. Las recomendaciones, presentadas al presidente Richard Nixon, incluían “festivales juveniles” para recorrer el continente americano, el estímulo a “la producción de arte folklórico para la exportación a los Estados Unidos”, y “el nombramiento de gente creadora como funcionarios culturales en las embajadas”23. Todo esto sugiere una enorme legitimidad del proyecto de Stewart y Amuchastegui en Bogotá ante sectores muy influyentes. El origen de esta red fue ampliamente discutido por la prensa: “La señorita Stewart y Kepa se pusieron en contacto y ella prometió darle apoyo económico y ‘técnico’ al joven actor y director colombiano”24; “al ser interrogada sobre el aporte económico la señora Stewart se negó a citar cantidades: ‘es mucho dinero, pero no viene a cuento decir una suma’”25. Llama especialmente la atención —por su extremada generosidad— una declaración entrecomillada de Stewart: “‘Yo quiero decir que si La Mama de Nueva York ha tomado prestigio universal se debe a que los actores colombianos ganaron un premio en Alemania. Ello sirvió para que ahora tengamos invitaciones a casi todos los países de Europa’”26. La prensa neoyorquina vio la cuestión en un tono diferente. Allí se celebra aquella labor y el método de actuación implantado en el proyecto, pero se hablaba acerca

20 Julia Milewics, “‘El éxito de La Mama se debe al amor’ dice Ellen Stewart”, El Tiempo, Bogotá, 16 de febrero, 1969, 18. 21 Por ejemplo, en El Siglo, Bogotá, 18 de febrero, 1969, 8. 22 “Walter M. Bastian (public affairs officer) a Ellen Stewart”, Bogotá, 19 de febrero de 1969, en LMETA, Colombia, carpeta 4. 23 Nelson Rockefeller, “Informe Rockefeller”, 30 de agosto de 1969, en NYPL, BRTD, PAA, PCP, f1 X-3, 330. 24 Julia Milewicz, “El éxito de La Mama se debe al amor”, El Siglo, Bogotá, 18 de febrero, 1969, 8. 25 Miguel Ayuso, “El teatro La Mama se ha fundado”, El Tiempo, Bogotá, 28 de mayo, 1968. 26 Miguel Ayuso, “El teatro La Mama”.

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de los “severos problemas financieros” que, desde un comienzo, tuvo La Mama de Bogotá27. Ambas prensas atribuyeron a esta relación cierta naturaleza: La Mama neoyorquina aparecía como progenitora y proveedora de La Mama bogotana. Un año después Stewart visitó por segunda vez Bogotá; en este momento ya se hablaba ante la prensa de los enormes problemas de su franquicia28. La principal novedad teatral fue que Samuel Beckett, quien había ganado el Premio Nobel de Literatura en 1969, fue homenajeado con el montaje de tres obras de su autoría: Acto sin palabra, Dime Joe y la Última cinta de Krapp. El corto intervalo entre las dos visitas de Stewart indica un interés por hacer un cuidadoso seguimiento al proceso de este grupo, y, a la luz de los acontecimientos posteriores, se puede entender como un paso previo para descartar el envío de los recursos económicos que, con tanta ansiedad, Amuchastegui y su círculo habían estado esperando. Durante 1970 La Mama bogotana menguó su ritmo frenético de montajes, y al lado de obras que aún eran una reminiscencia directa del Off off Broadway29, como La serpiente de Jean Claude Van Italie, apareció una obra colombiana de teatro político, escrita y dirigida por el joven Eddy Armando: El abejón mono.

3. Una perspectiva privada De 1966 a 1971 hubo un intercambio epistolar más o menos fluido entre Nueva York y Bogotá. Se trata de una veintena de cartas, cuyo contenido es abundante y detallado. Antes que nada, esta correspondencia sugiere que la iniciativa de llevar La Mama a Bogotá fue principalmente de Ellen Stewart. Así lo transluce una carta de Gustavo Mejía, integrante del grupo bogotano: “Justo después del regreso de Kepa desde Europa hemos estado discutiendo con él y con el maestro Negret llevar a cabo tu idea de montar un teatro La Mama aquí. Todos estamos de acuerdo en que la idea es sencillamente espectacular […] Creo que podemos tomar el resto del año para encontrar un lugar (Kepa empezará a buscar inmediatamente)”30. Una carta de Amuchastegui confirma también el papel protagónico de Stewart en la franquicia colombiana:

27 Arthur Sainer, “La Mama babies”, The Village Voice, Nueva York, 20 de noviembre, 1969, 51. 28 “En Bogotá la mama de nueve grupos”, El Tiempo, Bogotá, 1 de octubre, 1970. 29 Movimiento teatral underground surgido en Nueva York en los sesenta, encabezado por el Cafe Cino y La Mama. Steven Brian Canaday, “Underground Celebrity: Sam Shepard and the Paradox of Off off Broadway Success” (Ph.D. Dissertation, University of Maryland, 2002), 60, 67 y 242. 30 “Kepa just came back from Europe, and we have been talking with and maestro Negret about your idea of funding a La Mama theater here. We all agree that the idea is TERRIFIC […] I think we could use the rest of this year to find a place (Kepa will get started on that immediately)”. “Carta de Gustavo Mejía a Ellen Stewart”, Bogotá [ca. 1967], en LMETA, Colombia, carpeta 4.

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“Negret estaba esperándome con la maravillosa noticia sobre tu decisión de fundar un Café La Mama aquí en Bogotá”31, aunque no explica por qué había presentado en Bogotá montajes con el nombre de La Mama desde 1966. Todo ello es coherente con la teoría de Paul Foster sobre el origen de las franquicias de La Mama fuera de Estados Unidos, incluida la bogotana: “Desde un pequeño departamento en la Segunda Avenida, obras y actores llevaron el Off Broadway de Nueva York a teatros en Minneapolis, Boston, Pensilvania y Connecticut, y aun hasta Bogotá, y París, Copenhague, Suiza, Polonia, y muchos otros lugares”32. Al mismo tiempo, era claro que Stewart había alentado la expectativa de recibir financiación norteamericana para este proyecto y que el grupo de La Mama consideraba que si tal cosa no se materializaba, la esencia del proyecto (la formación de una red transnacional de teatro experimental) fracasaría: “es maravilloso que puedas apoyarnos, especialmente ahora que todo está tan duro y tan costoso”33; “[Dear Mama], el equipo de iluminación es costoso aquí […] no pueden conseguirlo Uds. allá?”34, “Financieramente existimos por la continuidad [semanal de las funciones] y si no montamos dos shows nuevos cada mes, no ganaríamos el dinero suficiente para pagar la renta”35, fueron algunos de los argumentos expuestos por Amuchastegui a Stewart para justificar su negativa de representar a La Mama en el Festival de Teatro de Brandeis, en Estados Unidos, lo que disgustó a Stewart. Una de las posibilidades que se vislumbraron en Bogotá para subsanar lo económico fue emular el lobby cultural de La Mama neoyorquina, como se revela en la propuesta de vincularse con la empresa cervecera Bavaria: “Ellos [Bavaria] están interesados en organizar algo como lo del fondo Rockefeller y el Ford […] Ellos quieren promover actividades culturales y están dispuestos a firmar un contrato en el que aceptan no interferir con nuestra libre elección de obras, y no imponernos nada. Lo único que piden es publicidad para su cerveza, y nada más”36.

31 “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, Bogotá, 20 de noviembre de 1967. 32 “From the loft space on Second Avenue, plays and players went put to off Broadway in New York, to theater in Minneapolis, in Boston, Pennsylvania and Connecticut, to far away Bogota and to Paris, Copenhagen, Sweden, Poland and many other places”. Paul Foster, “Sin título”, Nueva York, 28 de octubre de 1966, en NYPL, BRTD, PAA, PCP, Serie I: Professional Papers, 1843-2002, caja 3, carpeta 25: Correspondence, 1966-1968, Undated. 33 Paul Foster, “Sin título”. 34 “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, Bogotá, 18 de febrero de 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 4. 35 “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, Bogotá, 31 de julio de 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 4. 36 “They are to organize (sic) something like the Rockfeller found or the Ford, one […] They want to help cultural activities and they are willing to sing a contract in which they accept not to interfere with our free choice of plays, and not to impose anything on us. The only thing they ask for is publicity for their beer and nothing else”. “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, 18 de febrero de 1968.

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En efecto, la primera sede de La Mama funcionó en las instalaciones de la Torre Bavaria —ubicada en la zona más exclusiva del centro de la ciudad—, y algunos de los programas incluyeron publicidad para su cerveza; ello sugiere que algo de estos planes se realizó. Lo más interesante aquí es observar lo que se entendía por la práctica del lobby cultural: conseguir recursos, mantener la autonomía artística y despreocuparse de cualquier otra consideración. Esto podía sonar como un eclecticismo ideológico, pero claramente representaba una continuidad con el lobby cultural de La Mama neoyorquina, cuyo núcleo era un ethos artístico, relativamente despreocupado de compromisos políticos o ideológicos 37. Las interpretaciones acerca de qué significaba el vínculo iban más allá de lo económico. Lo artístico, en especial, tenía su propio peso. En su carta, Mejía había comentado que estaba realizando una tesis en literatura dramática sobre la obra de Paul Foster, algo que —visualizado junto a la indagación sobre Grotowski y el teatro del absurdo— reafirma que se estaba buscando con antelación procurarse unas bases sólidas para una aplicación particular de la experiencia de La Mama en Nueva York. “Muchas de estas ideas —decía Mejía— son de algunos de los fundadores de La Mama, otras son de algunas de las experiencias de Kepa en Europa. E incluso otras, que esperemos prueben su utilidad en nuestro trabajo, serán de nuestra propia búsqueda”38, como insinuando que el proceso era entre iguales. Amuchastegui, quizá más pragmático, pero en el mismo sentido que Mejía, con frecuencia daba a entender que para él todo ello era simplemente el encuentro afortunado de gentes con las mismas ideas. En otras palabras, desde la perspectiva del conjunto bogotano, la progenie neoyorquina existía en el plano orgánico y económico, pero no en el artístico. La situación de la escena teatral colombiana también salió a discusión en el intercambio epistolar. La visión de Amuchastegui es que en la ciudad no había cultura teatral. Se quejaba de que no había dramaturgos y que los pocos escritores que ponían obras en sus manos eran “convencionales”, “pasados de moda”, y no tenían calidad literaria suficiente. Sobre el público, decía que, si bien asistía y mostraba interés, en realidad “no había entendido” prácticamente nada39. Y en una de estas misivas declaró algo que definía de

37 La Mama neoyorquina simpatizó con el teatro político dentro y fuera de Estados Unidos, pero no lo asumió como método propio: primero, porque su vocación era netamente artística, y, segundo, porque ello afectaría sus fuentes de financiación. Stephen Bottoms, Playing Underground a Critical History of the 1960s Off-off Broadway (Ann Arbor: The University of Michigan Press, 1994), 99-101,301-315. 38 “Carta de Gustavo Mejía a Ellen Stewart”. 39 “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, Bogotá, 18 de junio de 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 4.

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manera precisa el rol de La Mama bogotana en la circulación de las nuevas ideas teatrales de su tiempo: “Hemos entendido más y más nuestro verdadero trabajo en este país […] debemos mostrar tantas y tan variadas obras como podamos. Así crearemos un hábito, una necesidad de obras, y poco a poco los autores vendrán […] a producir una nueva clase de teatro colombiano”40. El factor activo en esta cadena sería, entonces, la oferta de teatro de autor, mientras que el público y los dramaturgos serían efectos necesarios de su mecánica. El teatro de autor que defendía Amuchastegui no era el teatro griego o el de Shakespeare, pero tampoco le simpatizaba mucho el teatro brechtiano. Él se refería específicamente al teatro pobre de Grotowski y al teatro del absurdo, lo que subrayaba su afinidad con la casa matriz de La Mama. Sin embargo, el modelo que con resolución proponía Amuchastegui era diferente: se centraba en la difusión de una cultura teatral, y no en la promoción de nuevos dramaturgos y directores. Por eso, aunque Amuchastegui hablara de “producir una nueva clase de teatro colombiano”, aquello no era equiparable al ejercicio de distinción con respecto a la cultura de Broadway que habían emprendido Stewart y su grupo. Desde luego, todo esto sirve para señalar la dificultad de organizar una red de innovación artística en contextos sumamente diferentes: por un lado, una ciudad con un desarrollo urbano considerable y una cultura teatral que le era proporcional, y, por el otro, una ciudad y una cultura teatral pequeñas. Este elemento, tan importante en la interpretación historiográfica, no era evidente en la documentación hallada: ésta más bien sugiere que la comunicación estaba sumida en una dilogía de identidades artísticas (acompañada de cierta desconfianza personal), pero sin contemplar de manera consciente el hecho de la diferencia cultural misma: la verdadera complejidad del asunto. A mediados de 1968 surgió una discusión notable. La Mama bogotana había contraído el compromiso de asistir al Festival Brandeis, en Estados Unidos, con la obra La cabeza de la víctima ha caído, pero esta actividad se canceló, según Amuchastegui, debido al bajo nivel del grupo: “Hay que tener en cuenta que —explicó a Stewart— es tan sólo de principiantes”41. La decepción expresada por Ellen Stewart fue respondida por el director colombiano, informando de un tumefacto interés de algunos de usar La Mama (la de Bogotá) para gozar de ciertos recursos (provenientes de La Mama de Nueva York). Se trató de un cambio nada sutil con relación a la primera explicación: “Algunos de los miembros de La Mama en Bogotá (y

40 “We understand more and more our real job in this country […] we have to show as much and as different theatre as we can. Like this we will create a habit, a need of plays and little by little, author will come”. “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, Bogotá, 31 de julio de 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 4. 41 “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, Bogotá [ca. 1968], en LMETA, Colombia, carpeta 4.

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detesto tener que decir esto) sólo estaban trabajando con nosotros por ese viaje [a Brandeis], y en realidad planeaban permanecer en los Estados Unidos usando la invitación […] Yo no estaba listo para trabajar con gente cuyo principal interés no era el teatro”42. Se planteaba así una enorme desconfianza: de Stewart, para propiciar la supuesta circulación de recursos, y de Amuchastegui, al vacilar en el cumplimiento de compromisos. La exageración en el hálito sentimental sugiere, en el mismo sentido, que con el lazo artístico y legal existía un lazo afectivo ambiguo y frágil: “[Edgar] Negret me contó cómo habías entendido esto [la negativa de asistir a Brandeis] y casi quería echarme a llorar y gritar. Yo no soy un hipócrita, Ellen. No pensé ni por un minuto en el modo en que tú lo hiciste. La única cosa que me hizo pedirte un tiquete adicional fue el undécimo miembro del grupo […] Eso era todo, mamá [That was all, mama]”43.

Un pequeño garabato en aquella misiva en la que Amuchastegui renunció al compromiso en Brandeis (Imagen 2) permite pensar que la desconfianza y la ambigüedad iban acompañadas de miedos elementales: sentir que se postergaba —ocasionando frustración— la protección material de Stewart (la “mama”) y, más aún, que se desvanecía su presencia simbólica. Esto, quizá, se sentía como una pérdida esencial, parecida a la pérdida de un objeto maternal (lo cual expresaría una dinámica transferencial). Sin duda, era inevitable asociar una carita redonda y triste a la situación de un niño asustado; pero no sólo hay que recalcar que tales manifestaciones reflejaban la densidad emocional en la comunicación, sino que parte de tal emocionalidad era la exageración misma (como no es raro que ocurra con las emociones). Paradójicamente, el texto adornado por el garabato expresaba, con gran elocuencia, cierta consciencia sobre las causas del malestar: “No hemos tenido suficiente tiempo para desarrollar una personalidad propia”, analizó Amuchastegui 44.

42 “Some of the members of La Mama in Bogotá (I hate having to say this) were only working with us, for that trip and they were planning to stay in the States, using the invitation […] I wasn´t ready to work with people whose main interest was not theatre”. “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, Bogotá, 31 de julio de 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 4. 43 “Negret told me how you had understood it and I almost wanted to cry and shout loud. I am not a hypocrite, Ellen. I didn´t think for a minute the way you did. The only that make me ask for a ticket for him was that he was the 11th on my list […] that was all mama”. “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, Bogotá, 31 de julio de 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 4. 44 “Detalle de la carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart, Bogotá”, 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 4.

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2. Carta de Amuchastegui a Stewart (detalle)

Fuente: “Detalle de la carta de Amuchastegui a Stewart”, Bogotá, 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 4.

También hubo cartas con largos pasajes optimistas, pero estas terminaban con la misma “hiel del hijo abandonado”, disfrazada de peticiones dadivosas que aún apelaban a aquel lazo de afecto entre Stewart y los “mama babies”: “Como te conté en una de mis cartas, The Brig45 fue presentada en el Cuarto Festival de Teatro, y una semana después nos habíamos ganado el primer premio, pero dividido con el grupo de la Casa de la Cultura46. Dos de los jurados (de seis) estaban contra la división del premio, que queríamos totalmente para nosotros, pero […] los premios del gobierno son siempre así porque quieren tener a todos felices. Hemos ganado, por tanto, algo de dinero pero más que nada toneladas de publicidad […] Negret llamó inmediatamente para felicitarnos y tuvimos una fiesta [where everybody pulled the leg of everybody]. Así que ahora puedo decir que tenemos un buen grupo […] Por favor, Mama, nosotros también somos tus hijos pero nos sentimos un poquito abandonados y tristes. Nosotros sabemos que tienes suficiente trabajo como para gastar siete vidas en ello, pero… por favor!/ [Lots and Lots of Love for everybody]”47.

En esta oportunidad los “mama babies” tan sólo pedían un envío urgente de libros, revistas y scripts de obras de teatro, dada la pobre oferta de este tipo de bibliografía en Bogotá. El apoyo

45 Se refiere a La galera, obra de Kenneth Brown. 46 Se refiere a la Casa de la Cultura, institución artística privada fundada por Santiago García en 1966. 47 “As I told you in one of my letters, The Brig was presented in the 4th National Theatre Festival and I week ago we learned that we had won the first prize, divides with the group of La Casa de la Cultura. Two of the juries (of six) were against this division of the prize and though we deserved it entirely… but government awards are always like that and they feel they have to keep everybody happy. We have earned then some money but more than that lot of publicity […] Negret rang immediately to congratulate us and we had a nice party where everybody pulled the leg of everybody, so that now I can say that we have a nice group […]/ Please, Mama, we are also your children but we do feel a little bit abandoned and sad. We know you have enough work to spend seven lives on it, but…please! / Lots and Lots of Love for everybody”. “Carta de Kepa Amuchastegui a Ellen Stewart”, Bogotá, noviembre de 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 4.

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logístico real de la casa matriz se centró en la financiación de viajes para estancias actorales en el workshop de La Mama en Nueva York, y en la gestión de permisos ante las autoridades migratorias norteamericanas, temas en los que siempre hubo diligencia de la contraparte neoyorquina. Por ejemplo, Jorge Cano, uno de los directores de planta de la filial bogotana, solicitó a Ellen Stewart patrocinar su visita a Nueva York aprovechando la gira en Francia, con ocasión del Festival de Nancy de 1971 (en el que los bogotanos obtuvieron el primer lugar). Stewart financió la estancia y coordinó con las autoridades norteamericanas la visita de Cano48. La documentación acredita, no obstante, que Stewart envió dinero para pagos de alquiler y materiales pedagógicos, pero sólo de manera esporádica. Se debe concluir, por tanto, que Nueva York jamás proporcionó una suma considerable al proyecto bogotano y que la circulación de recursos consistió en el intercambio actoral, la formación teatral y algunos nexos afectivos.

4. Crisis y ruptura Para comprender la ruptura de la red entre Nueva York y Bogotá hay que contrastar este estado de cosas con lo que sucedía en el seno del grupo bogotano, y en especial con las posturas izquierdistas de algunos integrantes. Kepa Amuchastegui, el líder artístico del proyecto, no era indiferente a un cierto rol social y político del teatro. Su adaptación de Jean Tardieu, titulada La ciudad (1968), se realizó con obreros de un sindicato; y el texto de la escritura pública de La Mama bogotana (en gran parte de su autoría) planteaba como objetivo estrechar lazos entre artistas e intelectuales. No obstante, los indicios sugieren que esta inclinación tenía un sentido humanista, más que político. Basta mirar un fragmento del programa de mano de esta obra: “Con La Ciudad tomamos conciencia de nuestra realidad, no como un tornillo más de la máquina, sino como seres humanos que vivimos, sentimos y criticamos. La Ciudad nos da la satisfacción de poder criticar ayudados por el arte a aquellos que no han perdonado nuestro delito de haber nacido obreros”49. La prensa reprodujo una declaración de Amuchastegui que contribuye a reforzar este punto: “Acerca del Teatro Popular Kepa Amuchastegui, director de La Mama, dice: ‘No hay teatro popular y teatro de élites y teatro social y teatro comprometido y teatro reaccionario. Tan sólo hay dos clases: teatro bueno y teatro malo. El bueno lo es para todos los públicos, de todas las esferas sociales y de todos los niveles intelectuales […]”’50.

48 “Carta de Jorge Cano a Ellen Stewart”, Bogotá, 21 de marzo de 1971, en LMETA, Colombia, carpeta 4; “Carta de Ellen Stewart a US General Council of Paris”, Francia, 19 de mayo de 1971, en LMETA, Colombia, carpeta 4. 49 “Programa de mano: La Ciudad”, Bogotá, 10 de julio de 1968, en LMETA, Colombia, carpeta 3. 50 “Hoy se estrena ‘La Ciudad’, del grupo obrero ‘Secob’”, El Siglo, Bogotá, 10 de julio, 1968.

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Amuchastegui se distanciaba así de cualquier concepción clasista, befándose del modelo brechtiano, o al menos de sus tesis sociales, que tanto peso tenían en la escena del teatro experimental bogotano. Otra prueba de ello es que la mayor parte de sus montajes mostraron predilección por el teatro del absurdo. El teatro épico brechtiano51, no obstante, tenía una gran influencia en La Mama bogotana, en especial a través del dramaturgo alemán Peter Weiss52. El abejón mono dejó constancia de esto. Se trató de una adaptación hecha por Eddy Armando de algunos relatos del escritor colombiano Arturo Alape, acerca de las fuentes de la violencia política en Colombia. Armando, un joven integrante de La Mama, era militante radical de izquierda y había iniciado su formación teatral al lado de Santiago García unos cinco años atrás, cuando el conflicto desatado por un montaje de Brecht en la Universidad Nacional de Colombia llevó a la salida de García y la posterior fundación de la Casa de la Cultura (en la que participó Armando). Mientras que Alape era una figura literaria del Partido Comunista, que se había destacado por sus crónicas noveladas sobre los orígenes de la guerrilla colombiana, en especial de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), fundadas en 1966 por una alianza entre guerrillas campesinas dirigidas por los liberales radicales y los grupos comunistas. En otras palabras, El abejón mono inauguró una tendencia de teatro histórico comprometido con la legitimación artística de la lucha guerrillera en Colombia; ello era un signo que había comenzado a pesar sobre la imagen de La Mama ante las instituciones y su casa de origen. Hasta ese momento, se trataba de una imagen inmaculada que le había permitido el apoyo de autoridades norteamericanas y la aspiración —por siempre insatisfecha— a beneficiarse de los réditos del lobby cultural de La Mama neoyorquina. Un segundo indicio que se debe observar es la vinculación de La Mama con la Corporación Colombiana de Teatro (CCT), una asociación civil que agremió desde finales de 1969 a los grupos de teatro colombianos. Esencialmente, la Corporación era una

51 Que también ha sido referido aquí como “teatro brechtiano”. Se caracterizó por reemplazar la identificación del público con el héroe y su destino por la revelación de las condiciones históricas que inspiran la invención del héroe. Esto suponía replantear los roles del público, del actor y del texto, y del espectáculo mismo: la representación teatral ya no buscaba entretener al público a través del texto representado con verosimilitud, sino convocar a un auditorio cultivado a presenciar un trabajo artístico convencional. Ver Walter Benjamin, Understanding Brecht, trad. Anna Bostock (Londres: The Gresham Press, 1977), 2-22. En el vocabulario brechtiano, las principales palabras eran “distanciamiento” y “épica”. La primera consistía en “evitar la ilusión de que el actor es el personaje y la representación lo acontecido”, y la segunda, que tanto actores como espectadores pudieran distinguir entre el actor y el personaje. Bertolt Brecht, El pequeño organon para el teatro (Granada: Editorial Don Quijote, 1983 [1948]), tesis 51: 23; tesis 49: 22. Pero, sin duda, la idea de Brecht que más convocó a sus seguidores latinoamericanos fue que el teatro sólo sería libre si se entregaba a la revolución, cuya interpretación, por supuesto, excede este texto. Bertolt Brecht, El pequeño organon, tesis 23 y 13. 52 Peter Weiss (Nowawes, Alemania, 1916-Estocolmo, 1982) elaboró su propia versión del teatro brechtiano, el “teatro documento”, con énfasis en la función informativa del teatro con respecto a la historia no revelada de las injusticias sociales. Peter Weiss, Escritos políticos (Barcelona: Lumen, 1976).

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respuesta a la creciente conflictividad entre el teatro experimental y las autoridades. El principal poder en la Corporación era la Casa de la Cultura, cuyos dirigentes simpatizaban (algunos militaban) con el Partido Comunista, y le seguían otros grupos: el Teatro Libre, integrado a la intelectualidad del Movimiento Obrero Independiente (MOIR), y La Mama, dirigida ahora por Eddy Armando, quien hizo parte del grupo que fundó en 1973 el Movimiento 19 de Abril (M-19). El nexo de La Mama y la Corporación era, naturalmente, Armando, exmiembro de la Casa de la Cultura y persona muy cercana a los círculos más radicales de las Juventudes del Partido Comunista53. Como prueba de ello, Armando fungió como tesorero de la Corporación, en su primer año de vida. Las actas de reuniones que reposan en el archivo de La Mama bogotana dan testimonio de un creciente deterioro del grupo en el segundo semestre de 1969. Incumplimientos de tareas, destituciones de cargos y penalizaciones permiten imaginar que había un clima de acedía y crisis. En el acta que contiene más información de este asunto, los principales puntos del día estaban dedicados a este sopor: “1) Se estudió el caso de la supresión de funciones el día sábado 18 de octubre de la obra Tom Paine por parte del director de la obra, Kepa Amuchastegui. Se resolvió que la responsabilidad había sido totalmente suya y que por lo tanto se debería responsabilizar por las taquillas no acumuladas […] se resolvió que ninguno de los miembros del grupo de planta podrá suspender una de las funciones a menos que el grupo esté de acuerdo […] 2) Se destituyó a Julio Luzardo de su puesto de relaciones públicas en vista de que el trabajo realizado no era satisfactorio”54.

La sanción a Amuchastegui sugiere que el liderazgo ya no se encontraba sólo en sus manos, y que había una creciente conflictividad en la cabeza de La Mama. En diciembre se retiraron todos los socios fundadores, incluido obviamente Kepa Amuchastegui. El único indicio explícito que hay sobre el motivo del retiro masivo se encuentra en un acta que de un modo escueto alude a “razones personales que estaban en desacuerdo con los objetivos del Café Teatro La Mama”55. ¿Se refería esto a los objetivos trazados de manera inicial? Es plausible que, en parte, la expresión fuera motivada por lo frustrante de la sociedad con Nueva York, y, en parte, por el ascenso de nuevos intereses políticos en Bogotá.

53 Paulo León Palacios, “El Teatro La Mama y el M-19”, 221 y ss. 54 Junta Directiva de La Mama, “Acta de la Junta Directiva”, Bogotá, 24 de octubre de 1969, en Archivo Histórico del Teatro la Mama (AHTLM), Bogotá-Colombia, Sección Documentos Administrativos, carpeta 2. 55 Junta Directiva de La Mama, “Acta de la asamblea reunida para el balance de fin de actividades de 1969”, Bogotá, 12 de diciembre de 1969, en AHTLM, Documentos Administrativos, carpeta 2.

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Pasó un año, y la situación no parecía mejorar: “Los resultados del trabajo realizado no son satisfactorios a causa de la falta de interés del grupo […] por su falta de asistencia no fue llevada a cabo la reunión fijada […] como miembro de la Junta directiva se le notan fallas […] en los directores se aprecia el exceso de violencia empleada en la actitud frente al grupo”56. Así estaban las cosas, cuando empezó a ser más notable el giro de La Mama a la izquierda: ingresaban más elementos relacionados con círculos radicales57, en algunos programas comenzó a aparecer la pauta publicitaria de la Corporación Colombiana de Teatro, la cartelera de La Mama empezó a ser difundida en los boletines de la Corporación, y se exhibían obras de teatro que levantaban banderas hasta ahora defendidas por la izquierda. Así como ocurría una izquierdización del teatro, el proceso de agremiación de los teatros bogotanos fue recogiendo una serie de signos hasta ese momento exclusivos del teatro avant-garde. En su primer año de vida, la Corporación Colombiana de Teatro publicó un texto de Jerzy Grotowski titulado Preparación al actor; en sus carteleras aparecían obras del teatro documento como Marat-Sade de Peter Weiss, obras de autores clásicos como La más fuerte de Strindberg, una adaptación de El coronel no tiene quien le escriba de Gabriel García Márquez, y, escritas por los dramaturgos Carlos José Reyes y Enrique Buenaventura, Soldados y El menú58. Teatro contemporáneo, teatro de autor, teatro nacional, teoría dramática, nombres como Santiago García59, Carlos José Reyes y Enrique Buenaventura60; en efecto, lo mejor del teatro colombiano estaba allí, y naturalmente allí había que estar; todo ello tenía, claro está, un miasma, distinto del aroma del arte por el arte, y más bien parecido a la textura del teatro épico europeo, en el que se pretendía construir el arte como una conciencia social e histórica. El modo como las instituciones manejaban el nuevo fenómeno del auge teatral también había estado girando. El decreto presidencial 3157 de 1968 había establecido una forma de censura, al indicar que la Oficina de Revisión y Clasificación de Espectáculos debía aprobar previamente el contenido de los montajes, si bien los artículos correspondientes a estas disposiciones fueron declarados inconstitucionales por la Corte Suprema de Justicia dos años

56 Junta Directiva de La Mama, “Acta Junta Directiva”, Bogotá, 20 de octubre de 1970, en AHTLM, Documentos Administrativos, carpeta 2. 57 Paulo León Palacios, “El Teatro La Mama y el M-19”, 221 y ss. 58 CCT, “Boletín No 1”, Bogotá, marzo-abril de 1970, en AHTLM, Sección Documentos CCT, carpeta 1. 59 García (Bogotá, 1928) fundó la Casa de la Cultura en 1966, que se transformó en el Teatro La Candelaria en 1970. Se destacó como el director más innovador del teatro bogotano contemporáneo. 60 Buenaventura (Santiago de Cali, 1925-2003 —Colombia—) fue un importante director y dramaturgo colombiano; fundador además del Teatro Experimental de Cali (1955).

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después61. En este contexto, se podrían citar diversos episodios de censura a grupos de teatro universitario ocurridos durante la segunda mitad de los años sesenta; censura que operó menos a través del ejercicio firme de la ley, y más a través de la presión directa. Por ejemplo, en 1966 se intentó prohibir la distribución del programa de Galileo Galilei, obra de Brecht montada por Santiago García en la Universidad Nacional; en 1967 fue prohibida la exhibición de Golpe de Estado de Jairo Aníbal Niño, en la Universidad Libre y el Teatro Colón de Bogotá, por considerársele subversiva. En 1969, el caso más polémico fue el del Canto del fantoche lusitano, obra de Peter Weiss, montada por el grupo de la Universidad de los Andes. Como la pieza exponía el colonialismo portugués en África, la Embajada portuguesa en Bogotá solicitó al Teatro Colón que no la exhibiera, logrando su cometido62. A mediados de 1970, una nueva contrariedad se levantó entre los teatros experimentales bogotanos y las autoridades. La Alcaldía de Bogotá intentó aplicar nuevos impuestos y medidas de control, que contemplaban el trámite de un permiso para cada una de las obras que fueran a ser exhibidas y el depósito de una suma como garantía de las reglas impuestas. Los grupos teatrales, organizados por la Corporación Colombiana de Teatro, respondieron con marchas y peticiones que lograron neutralizar tales medidas y un reconocimiento público, no sólo al movimiento de teatro experimental, sino a la legitimidad de la Corporación para representarlo63. Sin embargo, el asunto, en su conjunto, inauguró un nuevo lugar para el teatro. En los titulares de la prensa, por ejemplo, empezó a ser asociado con inconformidad, tensiones y problemas: “Desfile de protesta de actores teatrales”, “Acusan a la alcaldía de persecución teatral”, “Impasse teatral”. La opinión pública comenzó así a contemplar una nueva relación entre el teatro y las instituciones, muy bien expresada en una crónica periodística: “El movimiento teatral colombiano ahora empieza a tener cierto peso […] hasta el momento nunca se había presentado una traba de esta característica […] En Colombia no existe teatro comercial. La labor teatral que se ha desarrollado es experimental y las salas que funcionan no tienen ánimo de lucro […] Las comunicaciones de la Alcaldía causaron la inmediata reacción de la gente de teatro, que calificó como ‘atentado a la cultura’ […] Los artistas manifestaron que no quieren evadir el cumplimiento de requisitos legales, sino que las disposiciones tienen propósitos de carácter político, y de censura y represión”64.

61 Dr. Eustorgio Sarria, “Sentencia de la Corte Suprema de Justicia”, Bogotá, 5 de febrero de 1970, en AHTLM, Documentos CCT, carpeta 5. 62 Héctor Muñoz, “Censurado El Fantoche Lusitano”, El Espectador, Bogotá, 29 de agosto, 1969, 20. 63 Alcalde Mayor del Distrito Especial, “Decreto 534”, Boletín Corporación Colombiana de Teatro 2, Bogotá, julio, 1970. 64 “Acusan a la Alcaldía de persecución teatral”, El Tiempo, Bogotá, 18 de junio, 1970, 1 y 8.

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La cuestión es que se había comenzado a observar al teatro como una forma incómoda de crítica al poder y a las instituciones como un poder arbitrario sobre la práctica teatral. No debe sorprender, entonces, que un periódico como Voz Proletaria, vocero del Partido Comunista, se hubiera puesto del lado de los teatros, y que hubiera hablado de una “persecución oficial a la cultura”65. Y, sin duda, La Mama estaba en el centro de la polémica: “Se ha afirmado que la Alcaldía de Bogotá tomó la determinación de imponer a los grupos teatrales experimentales la obligación de la previa autorización, debido a la obra ‘El Abejón Mono’, de Eddy Armando, que se estrenó ayer en La Mama. Esta obra fue calificada de antimilitarista el mismo día del estreno y se rumoró una suspensión oficial”66. “La gente preguntó a Emilio Urrea si era cierto que se pretendía ejercer alguna censura contra el teatro, a lo cual dijo: ‘Eso no es cierto. La verdad es que se pidió a la Alcaldía que no permitiera la presentación de la obra El Abejón Mono, pero ella se está exhibiendo aquí en la capital’”67.

Las reuniones para organizar el reclamo contra las medidas derogadas se habían realizado en el local de La Mama68, otro síntoma del papel desempeñado por los “mama babies” en estos conflictos. Pese al retiro de Amuchastegui y al giro de La Mama hacia un teatro político de izquierda, la relación entre Eddy Armando y Ellen Stewart no estaba mal. Stewart viajó a Colombia en octubre de 1970, y, a juzgar por la invitación —con todos los gastos pagados—, para que el joven director hiciera una estancia de dirección artística en Nueva York69, se deduce que el proyecto continuó en pie. Un año después, Stewart dirigió la siguiente esquela manuscrita a Kepa Amuchastegui y Eddy Armando: “Deseo a todos y cada uno de Uds. éxitos en sus actividades teatrales; sin embargo, en los últimos dos años La Mama de Bogotá ha continuado su progreso en una forma que no puede ser considerada como una verdadera representación de lo que un grupo de La Mama debe ser. Entiendo que Uds. sientan que lo que hacen es lo correcto para Uds. Aceptó su forma de pensar pero ahora les pido que cesen de

65 “Directores de teatro rechazan la medida de la Alcaldía”, Voz Proletaria, Bogotá, 25 de junio, 1970, s/p. 66 “Directores de teatro”, s/p. 67 “Emilio Urrea habla sobre deporte y teatro”, El Tiempo, Bogotá, 20 de julio, 1970. 68 Kielland, Peggy, “Circular No 5 Corporación Colombiana de Teatro”, Bogotá, 18 de julio de 1970, en AHTLM, Sección Correspondencia, carpeta 1. 69 “Carta de Ellen Stewart a Eddy Armando”, Nueva York, 20 de octubre de 1970, en LMETA, Colombia, carpeta 4; Junta Directiva de La Mama, “Acta Junta Directiva”, Bogotá, 20 de octubre de 1970, en AHTLM, Documentos Administrativos, carpeta 2.

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usar el nombre de La Mama. Me entristece que ya no haya una Mama en Bogotá, pero está se ha terminado por el momento. Quizás algún día trataré de formarla de nuevo/ Atentamente, /Ellen Stewart”70.

Si se compara esta carta con las anteriores, el lector consentirá la notoriedad de ciertos detalles. La frialdad de sus maneras graves —y más aún, tratándose de una nota manuscrita— transluce el completo resecamiento del lazo de afecto observado en el pasado. Un gesto expresa la acidez de Stewart hacia el grupo bogotano. Al final de la nota, la frase “Perhaps some day I shall try again” había sido originalmente escrita con una cláusula lapidaria, que finalmente aparecía tachada, aunque legible: “Perhaps some day I shall try again somewhere else but not with you”. La referencia a Amuchastegui como destinatario, y el señalamiento de un período que parte del momento de su renuncia, sugieren que se observó en la nueva conducción algo ajeno a las pautas de la casa neoyorquina. En vano, durante varios años, Ellen Stewart le insistió al grupo de Eddy Armando abstenerse de usar el nombre de La Mama, y llegó a referirse a dicha experiencia como algo “decepcionante” 71.

Conclusiones La red transnacional integrada por La Mama neoyorquina y su filial bogotana consistió, antes que nada, en una comunidad de ideas: se creía que corrientes como el teatro del absurdo y el teatro pobre de Grotowski constituían una revolución moderna del teatro en Occidente; dicha comunión de ideas fue, sin duda, el elemento más estable de la red. Además de la difusión de los nuevos paradigmas a través de los medios de comunicación, la movilidad espacial de los artistas en América y Europa se constituyó en el principal medio para que surgiera un proyecto alrededor de tales ideas; más o menos eso debió haber estado pensado Eleonore Lester cuando se refirió a La Mama neoyorquina como la “babel del teatro”, en su columna

70 “I wish you all success in your theatre activities however in the past two years La Mama Bogota has continued its progress in that can not be considered as a true representation it what a La Mama should be. I understand that you feel that what you do is right for you. I accept you way of thinking but I now ask you to discontinue using the name La Mama. I am very sad that there is no La Mama Bogota. But it is now finished. Perhaps some day I shall try again/ Sincerely Yours/ Ellen Stewart”. “Carta de Ellen Stewart a Kepa Amuchastegui y Eddy Armando”, Nueva York, 12 de noviembre de 1970, en LMETA, Colombia, carpeta 4. 71 “Carta de Ellen Stewart a José Antonio Arreola”, Nueva York, 1 de mayo de 1973, en LMETA, Colombia, carpeta 4.

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teatral de The New York Times72. Empero, el entusiasmo inicial poco a poco fue desplazado por un choque: por un lado, el arte por el arte de la casa matriz neoyorquina; por otro lado, el modelo híbrido de teatro experimental y teatro político de su filial bogotana. Una realidad paradójica, pues una de las motivaciones en el lado neoyorquino era la relación de integración con el entorno institucional, mientras que en el lado bogotano era la necesidad que tenía la izquierda latinoamericana de inventar expresiones artísticas de sus ideales. Dos entornos sociales diferentes ayudaron a causar resultados diversos en cada punto de la red. En Nueva York, el Café Teatro La Mama prosiguió con un modelo artístico experimental, en un contexto de cooperación con las instituciones (expresión de la constante expansión de la ciudadanía en la cultura norteamericana). En Bogotá, ese vínculo giró velozmente de una simpatía tímida e inexperta a una tensión abierta, en la que el artista de teatro fue observado como un héroe atractivo pero peligroso —y, en consecuencia, objeto de control y persecución—, y el arte, entendido —por los artistas— como un instrumento para lograr una ciudadanía radicalmente diferente a la que ofrecía el Estado colombiano. En buena medida, esto explica por qué se impuso Eddy Armando. Aunque era un idealista político, su propuesta artística tenía consonancia práctica con respecto a la izquierda y sus demandas culturales, y se ubicaba de manera nítida en el conflicto social colombiano; en contraste, el pragmatismo de Amuchastegui, poco interesado en la defensa de principios que no fueran los del arte experimental, en el fondo era producto de una inspiración proveniente de ese moderno universo que parecían conformar París y Nueva York, tan ajeno a la realidad colombiana. La relación de Stewart y Amuchastegui era ambivalente: zigzagueaba entre el amor filial y el rechazo. Esto tenía una base emocional. Como Ellen Stewart era la “mama” de los “mama babies”, se actuaba como si hubiese un profundo lazo afectivo. Sin embargo, la trama se podría resumir en que la red Nueva York-Bogotá fue un proyecto cultural atribulado por la política y el dinero, de lo cual es lícito deducir que Amuchastegui y Stewart estaban inmersos en una confusión: atribuían a una relación artística y profesional un sentido relativamente inadecuado (transferencial). Hubo, no obstante, otra forma de ambivalencia. Es evidente que en La Mama bogotana Armando creó un modelo que oscilaba entre arte y política. Lo que no es evidente es que Stewart planteó la misma ambivalencia. Es probable que su decepción con el teatro político impuesto en Bogotá tuviera que ver con un lado del arte puro que podía resultar llamativo

72 “While the indefatigable La Mama her self was busy on the telephone in French and English, Yugoslavia´s leading playwright Aleksandar Popovic, noted French avant-garde director and actor Antoine Bouseiller and Roumania´s brillant young director Andrei Serban were engaged in multi-level conversations with Indian playwright Jagga Kapur […]”. “Eleonore Lester, Mama makes ‘wanton soup’”, The New York Times, Nueva York, 5 de abril, 1970, 93.

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para las instituciones norteamericanas que apoyaban su trabajo: un teatro enfocado en lo teatral estaba lejos de producir algo que, de algún modo, fuera políticamente antinorteamericano (temor insistente durante la Guerra Fría); así, distinguirse del teatro político era hacer algo sutilmente político73.

Bibliografía Fuentes primarias Archivos: Archivo Histórico del Teatro la Mama (AHTLM), Bogotá-Colombia. Secciones: Documentos Administrativos, Documentos CCT y Correspondencia. La Mama Experimental Theatre Archive (LMETA), Nueva York-Estados Unidos. Fondo Colombia. New York Public Library (NYPL), Nueva York-Estados Unidos. Billy Rose Theatre Division (BRTD), Performing Arts Archive (PAA), Colección Paul Cranefiel Papers (PCP), Serie I y III .

Publicaciones periódicas: Boletín Corporación Colombiana de Teatro. Bogotá, 1970. El Espectador. Bogotá, 1969. El Siglo. Bogotá, 1968-1969. El Tiempo. Bogotá, 1966-1970. The New York Times. Nueva York, 1964-2011. The Village Voice. Nueva York, 1963-1969. Voz Proletaria. Bogotá, 1970.

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73 Ver nota 37.

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Paulo César León Palacios

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Fernanda Muñoz

Historiadora y estudiante de la Maestría en Historia de la Universidad del Valle (Colombia). Integrante del grupo de investigación Asociación: Centro de Estudios Regionales (Categoría A en Colciencias). Entre sus publicaciones se destacan: “Alcances y límites de la institucionalización del proyecto educativo radical en el Estado Soberano del Cauca, 1870-1885”, Anuario de Historia Social y de la Cultura 40: 2 (2013): 115-143; “Perspectiva microhistórica de una experiencia social: los padres de familia de San Rafael (Pasto) y la escuela liberal caucana, 1876”, Historia Crítica 48 (2012): 185-207; y “El ideal del nuevo ciudadano: entre educación moral, religiosa y republicana. Adaptación del decreto orgánico de instrucción pública primaria de 1870 en el Estado Soberano del Cauca”, Historia y Espacio 37 (2011): 154-170. fer020@yahoo.es

Artículo recibido: 03 de marzo de 2014 Aprobado: 03 de julio de 2014 Modificado: 01 de agosto de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.07

Ï Este artículo es resultado del proyecto de investigación financiado por Colciencias, en el marco del Programa Jóvenes Investigadores e Innovadores “Virginia Gutiérrez de Pineda”, en 2012, y forma parte del proyecto macro “Construcción estatal e invención de la nación: respuestas sociales (notables, indígenas y afrodescendientes) en la Gobernación de Popayán, 1850-1886”, financiado por la Universidad del Valle (Colombia) dentro de la Convocatoria Interna 2012.

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De tierras de resguardo, solicitudes y querellas: participación política de indígenas caucanos en la construcción estatal (1850-1885) Resumen: Apelar a la justicia constituyó una de las vías a través de las cuales los indígenas del territorio caucano, entre 1850 y 1885 —en el contexto de la Confederación Granadina y los Estados Unidos de Colombia—, se hicieron escuchar. Por medio de memoriales y representaciones, esta población se dirigió a las instancias gubernativas para solicitar fracciones de terreno a título individual o defender sus tierras de resguardo y bienes comunales. Aquí se sostiene que dichas manifestaciones constituyeron una manera de participación indígena en la construcción estatal, si se tiene en cuenta que el uso de la instancia judicial implicó reconocer y fortalecer tanto la institución liberal como el papel de los funcionarios regionales y locales en la resolución de las peticiones. Palabras clave: población indígena, Estado-nación, posesión de la tierra, estado del Cauca.

Of Resguardo Lands, Requests and Grievances: Political Participation of the Indigenous People of Cauca in the Construction of the State (1850-1885) Abstract: Appeals to justice constituted one of the venues through which the indigenous people of the Cauca territory made themselves heard between 1850 and 1885 in the context of the Confederación Granadina and the United States of Colombia. By means of written legal memorials and representations, this population addressed government authorities either to request plots of land individually or to collectively defend their resguardo lands and communal property. The article maintains that said manifestations constituted an indigenous form of participation in the construction of the state, in view of the fact that this use of the judicial system implied recognizing and strengthening both the liberal institution itself and the role of regional and local officials in the resolution of such requests. Keywords: indigenous population, Nation-state, possession of land, state of Cauca.

De terras de reserva, solicitações e queixas: participação política de indígenas caucanos na construção estatal (1850-1885) Resumo: Apelar à justiça constituiu uma das vias pelas quais os indígenas do território caucano, entre 1850 e 1885 —no contexto da Confederação Granadina e os Estados Unidos da Colômbia—, fizeram-se escutar. Por meio de memoriais e representações, essa população se dirigiu às instâncias governamentais para solicitar frações de terreno a título individual ou defender suas terras de reserva e bens comunais. Aqui se sustenta que essas manifestações constituíram uma maneira de participação indígena na construção estatal, se for considerado que o uso da instância judicial implicou reconhecer e fortalecer tanto a instituição liberal quanto o papel dos funcionários regionais e locais na resolução das petições. Palavras-chave: população indígena, Estado-nação, posse da terra, estado do Cauca.

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Introducción

A

vances historiográficos de las últimas décadas en el ámbito de la construcción del Estado nacional sugieren que su formación debe comprenderse como un proceso negociado; es decir, el Estado no sería una entidad o un agente que gobierna por encima de la sociedad; más bien, éste se concibe como un conjunto de prácticas e instituciones de gobierno ejercidas por individuos que no pueden simple y llanamente imponer sus proyectos de gobierno sin ninguna reacción de la sociedad afectada directamente por dichas políticas1. Reconocer entonces que son los individuos y no las instituciones estatales quienes desempeñan las funciones públicas2 ha permitido avanzar en la comprensión del complejo proceso de formación estatal decimonónico. En tal sentido, planteamientos recientes consideran que las instituciones estatales y los nacionalismos deben comprenderse como una construcción histórica, cuya formación se debatió en diferentes campos de lucha y conflicto entre los actores sociales, en los cuales también participaron los denominados sectores populares3. En este sentido, la historiografía latinoamericana ha resaltado la participación de comunidades indígenas en la conformación de los Estados nacionales: constituir sistemas de alianzas, articularse con poderes regionales,

1

Antonio Escobar Ohmstede, Romana Falcón y Raymond Buve, coords., La arquitectura histórica del poder. Naciones, nacionalismos y Estados en América Latina (México: Centro de Estudios y Documentación Latinoamericana, 2010).

2

Annick Lempérière, “La historiografía del Estado en Hispanoamérica. Algunas reflexiones”, en Ensayos sobre la nueva historia política de América Latina, siglo XIX, coord., Guillermo Palacios (México: El Colegio de México, 2007), 55.

3 Nicola Miller, “The Historiography of Nationalism and National Identity in Latin America”, Nations and Nationalism 12: 2 (2006): 201-221; para el caso colombiano: Óscar Almario García, ed., Los sujetos colectivos en la formación del Estado nacional colombiano (Medellín: Universidad Nacional de Colombia, 2007); James Sanders, “Pertenecer a la gran familia granadina. Lucha partidista y construcción de la identidad indígena y política en el Cauca, Colombia (1849-1890)”, Revista de Estudios Sociales 26 (2007): 28-45; Nancy Appelbaum, Dos plazas y una nación: raza y colonización en Riosucio, Caldas (1846-1948) (Bogotá: Instituto Colombiano de Antropología e Historia/Universidad de los Andes/Universidad del Rosario, 2007).

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resistir de diferentes formas y reformular su identidad constituyen algunas formas de su inserción en la construcción del Estado-nación4. Estudios de caso para Perú, Bolivia, México, Argentina, Ecuador y Colombia han mostrado que los indígenas contribuyeron de diferente manera a la formación del Estado nacional, resaltando que el accionar o las respuestas de éstos ante las políticas liberales dependieron de circunstancias particulares, y que, además, los funcionarios estatales tuvieron que establecer vínculos o alianzas con los pobladores étnicos para llevar a cabo algunos de sus propósitos. La participación militar y tributaria de las comunidades indígenas en la formación del Estado republicano constituye uno de los aspectos que evidencian de manera concreta la inserción y la contribución de dicha población al proceso de conformación estatal5. También, esta historiografía ha mostrado el establecimiento de alianzas entre poblaciones étnicas y funcionarios estatales6, evidenciando que la unificación e integración nacional no fueron impuestas de forma instrumental a través de normas provenientes del sistema jurídico y de las instituciones del Estado, sino que en varias ocasiones tuvieron que ser adaptadas, a causa de la interacción y las prácticas sociales de los grupos implicados7. De igual manera, los aspectos de identidad, resistencia y justicia han llamado la atención de los historiadores. En algunos casos, se menciona que durante el período decimonónico las identidades étnicas se fortalecieron y se sobremarcaron frente al “otro”8, mientras que en otros se encuentra que la apelación a la justicia y la rebelión constituyó otro modo de responder ante las políticas liberales del siglo XIX9.

4

Leticia Reina, coord., La reindianización de América, siglo XIX (México: Siglo XXI, 1997).

5

Véase, Cecilia Méndez, “Tradiciones liberales en los Andes: militares y campesinos en la formación del Estado peruano”, Estudios Interdisciplinarios de América Latina y el Caribe 15: 1 (2004-2005): s/p; Heraclio Bonilla, “Estructura y articulación política de las comunidades indígenas de los Andes centrales con sus Estados nacionales”, en La reindianización de América, siglo XIX, coord., Leticia Reina (México: Siglo XXI, 1997), 94; Marta Irurozqui, “Tributo y armas en Bolivia. Comunidades indígenas y estrategias de visibilización ciudadana, siglo XIX”, Mundo Agrario 13: 25 (2012): s/p.

6

Véase, por ejemplo, Ingrid de Jong, “‘Indios amigos’ en la frontera: vías abiertas y negadas de incorporación al Estado-nación (Argentina, 1850-1880)”, en La arquitectura histórica del poder. Naciones, nacionalismos y Estados en América Latina, coords., Antonio Escobar Ohmstede, Romana Falcón y Raymond Buve (México: Centro de Estudios y Documentación Latinoamericana, 2010), 157-188.

7

José Trinidad Polo Acuña, “Los indígenas de La Guajira y su articulación política al Estado colombiano (18301880)”, Historia Crítica 44 (2011): 82-83.

8 Leticia Reina, “Etnicidad y género entre los zapotecas del istmo de Tehuantepec, México, 1840-1890”, en La reindianización de América, siglo XIX, coord., Leticia Reina (México: Siglo XXI, 1997), 340; Heraclio Bonilla, “Estructura y articulación”, 98. 9

Romana Falcón, “‘Jamás se nos ha oído en justicia…’ Disputas plebeyas frente al Estado nacional en la segunda mitad del siglo XIX”, en La arquitectura histórica del poder. Naciones, nacionalismos y Estados en América Latina, coords., Antonio Escobar Ohmstede, Romana Falcón y Raymond Buve (México: Centro de Estudios y Documentación Latinoamericana, 2010), 255-276; Roicer Alberto Flórez, “Indígenas y ciudadanía: el problema de los resguardos en el Estado Soberano de Bolívar, 1863-1875”, Historia y Sociedad 16 (2009): 51.

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Justamente, en tal perspectiva se inserta el presente artículo al considerar aspectos de participación política diferentes a los del ámbito político formal —elecciones, ideas, discursos, formas de representación, entre otros—. Aquí se pretende ir más allá de las instituciones, las leyes y los escenarios de gobierno, para centrar el análisis en las relaciones sociales de poder, cuyo espacio de germinación se encuentra en la práctica cotidiana. En otras palabras, en las prácticas y lógicas de la vida política local, cuya presencia inmediata se manifiesta en alianzas, lazos y vínculos entre individuos y grupos, quienes a través del día a día recrean estrategias para hacer frente a las cambiantes dinámicas sociales y políticas de su tiempo10. Estudiar la construcción estatal como un proceso de formación que englobe la dinámica de las prácticas políticas y las relaciones de poder11 permitirá vislumbrar aspectos de lo político y la política12, cuyas huellas mostrarán la impronta que dejaron, en este caso, los indígenas caucanos. Precisamente, los conflictos, las formas de inserción y la apropiación de instrumentos y dimensiones institucionales por parte de indígenas en el ámbito de su comunidad constituyeron una muestra de las diferentes estrategias que éstos o sus representantes, a título individual y colectivo, emplearon para hacerle frente a un asunto neurálgico: la propiedad de la tierra. El desenvolvimiento de dichas cuestiones refleja el contorno de participación política de estos actores desde los espacios comunes y situaciones de su vida diaria. En tales dinámicas, los indígenas apelaron a la justicia y recurrieron a los marcos normativos de la legislación estatal. A través de representaciones, memoriales, sumarios o solicitudes, buscaron la mediación de funcionarios del Estado (gobernadores, alcaldes, corregidores, procuradores) en la resolución de diferentes situaciones. Como también lo ha mostrado la historiografía, los sectores populares —entre ellos, la población indígena— estuvieron dispuestos a integrarse al Estado o trabajar con éste para asegurar derechos como la propiedad de la tierra, a través del uso de tribunales13. Por tanto, estos actores buscaron trabajar dentro del sistema usando oportunidades económicas y políticas, y al mismo tiempo aprovecharon la legislación y la ayuda de agentes externos para presionar a los gobiernos por medio de peticiones, juicios y protestas, con el propósito de que se protegieran sus

10 Presupuestos tomados de Beatriz Bragoni, “¿Gobiernos de familia? Elites, poder y política en la experiencia argentina del siglo XIX. Registro de un ejercicio”, en Microanálisis. Ensayos de historiografía argentina, ed., Beatriz Bragoni (Buenos Aires: Prometeo Libros, 2004), 145-149. 11 Gilbert M. Joseph y Daniel Nugent, “Cultura popular y formación del Estado en el México revolucionario”, en Aspectos cotidianos de la formación del Estado. La revolución y la negociación del mando en el México moderno, comps., Gilbert M. Joseph y Daniel Nugent (México: Ediciones Era, 2002), 48. 12 Véase la distinción de ambos términos en: Riccardo Forte y Natalia Silva, introducción a Cultura política en América. Variaciones regionales y temporales, coords., Riccardo Forte y Natalia Silva (México: Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa/Casa Juan Pablos, 2006), 7. 13 Nicola Miller, “The Historiography”, 211.

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intereses. Así pues, los campesinos indígenas, mientras coadyuvaban a los cambios de las sociedades, también contribuían a la creación de sus propios Estados-nación14. En concordancia con lo anterior, los casos analizados dejarán entrever la complejidad de las lógicas, prácticas y estrategias de la vida política local, además de mostrar el uso del derecho, al que insistentemente acudieron los indígenas para resolver una problemática específica del siglo XIX: el asalto de sus propias tierras comunales. Con el uso de instancias judiciales y derechos promulgados por la legislación estatal, demandando además la mediación de representantes estatales, se considera en este texto que los actores en cuestión, al mismo tiempo que reconocieron y utilizaron el sistema judicial, fortalecieron el régimen liberal y, consecuentemente, se involucraron e integraron en el proceso de construcción estatal. Ahora bien, es pertinente anotar que el problema de la tierra y los indígenas constituyó uno de los aspectos relevantes para la formación y consolidación del sistema republicano durante la segunda mitad del siglo XIX hispanoamericano15. La Colombia que hoy conocemos no fue ajena a la avanzada del liberalismo. Por tal motivo, este artículo pretende mostrar las respuestas de los indígenas que habitaron el estado del Cauca —Cali, Popayán, Pasto y Riosucio— ante las políticas de tierras de resguardo. En primera instancia, se presentará una revisión de la legislación de los gobiernos nacional y estatal en materia de las tierras comunales (resguardo), con el propósito de reconocer las concordancias y disonancias de ambas políticas, y registrar las particularidades de algunas zonas del territorio caucano. En segunda instancia, se revisarán las solicitudes individuales de indígenas destinadas a obtener porciones de tierra, no sólo mostrando el uso de la justicia y el conocimiento de las leyes por parte de dichos actores, sino también indicando los requerimientos necesarios para obtener un terreno. Además, en tercera instancia, se abordarán las alianzas, las prácticas, las estrategias y los mecanismos puestos en juego por autoridades estatales, los indígenas y sus aliados, cuya interacción en el ámbito de lo público refleja las redes de relaciones que intervinieron en la vida política local. Y para finalizar, se mencionarán las manifestaciones indígenas colectivas, que se daban a través de un apoderado y de las autoridades del Cabildo, encaminadas a defender intereses comunales.

14 Michiel Baud, “Indigenismo y los movimientos indígenas en la historia andina, siglos XIX y XX”, en La arquitectura histórica del poder. Naciones, nacionalismos y Estados en América Latina, coords., Antonio Escobar Ohmstede, Romana Falcón y Raymond Buve (México: Centro de Estudios y Documentación Latinoamericana, 2010), 95. 15 Robert J. Knowlton, “La división de las tierras de los pueblos durante el siglo XIX: el caso de Michoacán”, en Problemas agrarios y propiedad en México, siglos XVIII y XIX, comp., Margarita Menegus (México: El Colegio de México, 1995), 121-143; Margarita Menegus, “Ocoyoacac: una comunidad agraria en el siglo XIX”, en Problemas agrarios y propiedad en México, siglos XVIII y XIX, comp., Margarita Menegus (México: El Colegio de México, 1995), 144-189; José Porfirio Neri Guarneros, “Sociedades agrícolas en resistencia. Los pueblos de San Miguel, Santa Cruz y San Pedro (1878-1883)”, Historia Crítica 51 (2013): 21-44.

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1. Propiedad privada o comunal: políticas del Gobierno nacional y del estado caucano El período comprendido entre 1850 y 1885 significó la aplicación de políticas liberales en Colombia encaminadas a construir una “nación de ciudadanos”, donde todos serían iguales jurídicamente. Empero, el propósito de construir una nación homogénea requería desarticular las poblaciones cuyo componente étnico y corporativo constituía un obstáculo para alcanzar tal objetivo. De ahí que las comunidades indígenas representaran el grupo social que debía desintegrarse e incorporarse a la República Liberal16. En tal contexto, se insertan las medidas relativas a las tierras de resguardo tomadas bajo la experiencia federal. Por ello, el presente apartado pretende visualizar las políticas gubernativas sobre el tema en dos niveles: el nacional y el regional. Además, se hará hincapié en las particularidades legislativas de los territorios que componían el estado caucano, pero sin perder de vista que las políticas gubernamentales se irían perfilando desde los grupos de poder y la sociedad en general. Desde el orden central, se encuentra el artículo 6 de la Constitución de 1863, que hacía referencia a la incapacidad de comunidades, corporaciones, asociaciones y entidades religiosas para adquirir bienes raíces. Se señalaba que la propiedad raíz no podía adquirirse con otro carácter que el de enajenable y divisible a voluntad exclusiva del propietario17. Sin embargo, dicha orientación no se aplicó en el Cauca inmediatamente ni en su totalidad, pues sólo hasta 1872 aparece la declaratoria de inconstitucionalidad de una serie de normas aprobadas y aplicadas antes. Por ejemplo, los artículos 10 y 11 de la ley 90 de 1859, del Estado Confederado del Cauca sobre protección de indígenas, establecían el mantenimiento del sistema de comunidad permanente sobre los resguardos18. Además de esto, en cada unidad política-administrativa se legislaba de manera diversa, que no se correspondía con las directrices de entes territoriales mayores. Allí, por ejemplo, se inserta la ordenanza N°. 7, expedida por la legislatura provincial de Pasto cuatro años antes de

16 Marta Irurozqui, “Las buenas intenciones. Venta de tierras comunales en Bolivia, 1880-1899”, en La reindianización de América, siglo XIX, coord., Leticia Reina (México: Siglo XXI, 1997), 29-52. 17 Constitución política de los Estados Unidos de Colombia, sancionada el 8 de mayo de 1863 (Bogotá: Imprenta i Esterotipia de Medardo Rivas, 1871), 4-5. 18 Dichas disposiciones fueron declaradas inconstitucionales por el Senado de la República en 1872, pues, conforme a la Constitución de 1863 y a la del estado del Cauca del mismo año, no se reconocía propiedad raíz inenajenable. Roque Roldán Ortega y John Harold Gómez Vargas, comps., Fuero indígena colombiano: normas nacionales, regionales e internacionales, jurisprudencia, conceptos administrativos y pensamiento jurídico indígena (Bogotá: República de Colombia, 1994), 435.

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la ley 90 de 1859. El artículo 1 de esta ordenanza disponía que los terrenos de resguardos continuaran poseyéndose en común19. Parece ser, entonces, que la ordenanza de 1855 de Pasto constituyó un precedente para la emisión de la ley 90 de 1859. Por tanto, hasta 1859 el estado caucano y la provincia de Pasto se mostraron partidarios de mantener la propiedad comunal de los resguardos. No obstante, en 1869 —aunque todavía regía la ley 90 de 1859— la legislatura caucana decretó la ley 252 del 20 de septiembre, concediendo libertad a los indígenas del antiguo cantón de Supía y a los del Distrito de Yumbo parar disponer de sus resguardos, es decir, para dividir y enajenar la propiedad raíz20. La promulgación de las anteriores leyes en Cauca posiblemente proporcione pistas acerca de la capacidad de la población indígena para defender la propiedad comunal y del grado de identificación como indígenas, en cuyo último caso les habría permitido actuar exitosamente como colectivo. Esto podría llevar a entender diferencias dentro del territorio caucano. En zonas con gran presencia de población indígena (la mayor parte del territorio), se trató de mantener la propiedad comunal, y la provincia de Pasto marcó un precedente al respecto. En otras, como el valle geográfico del río Cauca, con poca población aborigen, la situación fue distinta. Es más, la documentación revisada para este lugar informa sobre varias ventas o permutas de territorios de resguardo efectuadas desde 185821. Aquí habría que considerar si la legislación para la zona del valle geográfico del río Cauca estaba legitimando hechos de individualización, que ya venían acaeciendo en la realidad social de las comunidades, tal como aconteció en una localidad venezolana22. Ahora bien, la ley 328 del 30 de septiembre de 1871, cuyos postulados seguían lo promulgado por la ley de 1869, dio un viraje a la política de proteger terrenos comunales. Tal normativa permitía enajenar o hipotecar las partes de los resguardos que correspondían a los indígenas. Pero sólo podía efectuarse si se contaba con la licencia previa del respectivo juez de circuito, quien la concedería siempre y cuando se aprobasen la necesidad y la utilidad de la

19 Manuel José Córdova, “Ordenanza No. 7 expedida por la legislatura provincial de Pasto”, Pasto, 15 de octubre de 1855, en Archivo Histórico de Pasto (AHP), Pasto-Colombia, Fondo Cabildo de Pasto, Sección República, caja 31, núm. 1855, t. 2, f.16. 20 Código de leyes y decretos del Estado Soberano del Cauca expedidos en 1869 y 1871. Edición oficial. (Popayán: Imprenta del Estado, 1871), 34. 21 Véanse, por ejemplo, casos de los resguardos de Candelaria y Yumbo: Archivo Histórico de Cali (AHC), CaliColombia, Fondo Notarial, Subfondo Notaría Segunda, los años: 1858: vol., 3, libro 9, ff.422-424; 1859: vol. 2, libro 10, ff.94-95; 1870: vol. 3, libro 23, ff.3-5; 1872: vol. 3, libro 27, ff.217-219; 1874: vol. 3, libro 32, ff.17v-19; 1879: vol. 2, libro 40, ff.270-271r. 22 Edda O. Samudio A., “Valoración, partición y distribución de la tierra de los resguardos indígenas en una localidad andina venezolana. Santa Bárbara de Chachopo”, Anuario de Estudios Americanos 67: 2 (2010): 689.

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enajenación o gravamen23. La observación de la legislación proferida entre 1871 y 1879 está en consonancia con el criterio general de enajenar los terrenos de resguardo; sin embargo, la ley 44 del 17 de octubre de 1873 señalaba que la división se condicionaba a una situación relevante: la aceptación de la mayoría de los miembros de la comunidad24. Otra normativa, la ley 47 de 1875, aunque no emitió ninguna prevención para la división y enajenación de los resguardos, concedió más importancia a los términos amigables en que debía efectuarse dicho procedimiento. Esta ley también formuló una disposición particular para los Estados del Norte —actual Valle del Cauca—, que podría indicar el alto grado de transacciones de venta de tierras comunales. La normativa, en este caso, validó convenios escriturarios referentes a la cesión de propiedad de terrenos de resguardos, aunque contaba con una prevención: la transferencia sólo se validaba si había sido otorgada por la mayoría de los miembros de las respectivas parcialidades, con intervención del Cabildo de indígenas o de los administradores de las comunidades25. Como se puede observar, en la mayoría de los casos, la división y enajenación de los resguardos se supeditaban al consentimiento que debía existir entre la mayoría indígena y sus autoridades. La última ley registrada en el período objeto de estudio es la ley 41 sobre protección de indígenas del 4 de octubre de 1879, que decretó la división de los terrenos de resguardo entre los indígenas de cada comunidad y prohibió vender sus porciones de tierra. Aquí resulta llamativa la primera consideración plasmada en la ley para su expedición: “1. Que de casi todos los puntos del Estado se reclama una medida que asegure a la clase indíjena los pocos terrenos o resguardos a que al fin se ha visto reducida esa raza desheredada, i prohiba i evite el que se siga el despojo de esos lugares de asilo”26. Las disposiciones de la ley, atendiendo reclamos de la mayoría de las zonas del estado, buscaron evitar la continuidad del “despojo” de tierras con el pretexto de compras y arrendamientos. No obstante, como la medida no podía oponerse a la disposición del orden central respecto al carácter enajenable y divisible de la propiedad raíz, allí se podría encontrar la explicación de la división de las tierras comunales. Al parecer, la promulgación de esta ley obedeció a un reclamo efectuado por la mayoría de poblaciones indígenas, encaminado a

23 T. C Mosquera, “Ley Número 32. Adicional a la 283”, Gaceta Oficial, Popayán, 30 de septiembre, 1871, 1277. 24 Julián Trujillo, “Ley Número 44 (de 17 de octubre de 1873). Sobre administracion y division de los resguardos de indígenas”, Rejistro Oficial, Órgano del Gobierno del Estado del Cauca, Popayán, 1 de noviembre, 1873, 1-2. 25 César Conto, “Lei Número 47 (de 23 de septiembre de 1875). Sobre administracion y division de los resguardos indíjenas”, Rejistro Oficial. Órgano del Gobierno del Estado del Cauca, Popayán, 29 de septiembre, 1875, 2-3. 26 E. Hurtado, “Lei Número 41 (de 4 de octubre de 1879), sobre protección de indíjenas”, Rejistro Oficial. Órgano del Gobierno del Estado del Cauca, Popayán, 25 de octubre, 1879, 1-2.

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defender sus terrenos. Los funcionarios estatales habrían escuchado sus peticiones y emitido una medida que no contrariara las disposiciones nacionales (la propiedad divisible), pero que al mismo tiempo protegía la posesión individual de la tierra entre los miembros de las comunidades prohibiendo su venta. Tal vez dicha medida puede brindar luces acerca del peso de esta población en la configuración de las políticas estatales caucanas y mostrar la controversia entre las legislaciones federal y estatal respecto a políticas de resguardo; una polémica que también existió en otros territorios latinoamericanos27. Una mirada general a las disposiciones anteriores en cuanto a las políticas del Estado del Cauca en materia de resguardos permite apreciar además una legislación poco agresiva referente a la desintegración de tierras comunales. Si bien la favorabilidad de los gobernantes del Cauca hacia los resguardos se relaciona con la utilización política de los indígenas en la Revolución de 186128, es necesario considerar que, aunque esta población participó en las luchas partidistas, sus acciones —la prestación de servicio militar, por ejemplo— deben interpretarse como una estrategia efectuada en determinada coyuntura política con el propósito de obtener algún beneficio a cambio. Esto se debería ver más como una compensación por los servicios prestados, y no tanto como utilización maniquea. Más si se tiene en cuenta —como lo manifiesta Cecilia Méndez para el Perú, y que puede servir para comprender el caso caucano— que la participación en la guerra de los estratos sociales más bajos constituía una instancia en la que dichos actores negociaban sus derechos y obligaciones con el Estado29. Ahora bien, también sería acertado dirigir la atención hacia el peso de la presencia de población indígena y su capacidad de agencia, así como a cuestiones relacionadas con la identidad. Ello sin dejar de lado el análisis de la legislación a partir de contextos específicos y particulares de cada comunidad —este punto es importante porque permitiría matizar la idea generalizada de la disolución de los resguardos a partir de 1850—. Y, por último, es pertinente acotar que es comprensible la diversidad de leyes promulgadas durante la segunda mitad del siglo XIX acerca de las tierras de resguardo, por cuanto constituyeron ensayos enmarcados en la construcción del Estado.

27 Véase Porfirio Neri Guarneros, “Sociedades agrícolas”, 24. 28 Antonio García y su libro Legislación indigenista y política de Estado, citado en Roque Roldán Ortega, comp., Fuero indígena colombiano: normas nacionales, regionales e internacionales, jurisprudencia, conceptos administrativos y pensamiento jurídico indígena (Bogotá: Presidencia de la República, 1990), 34. 29 Cecilia Méndez, “Militares populistas: Ejército, etnicidad y ciudadanía en el Perú”, en Repensando la subalternidad: miradas críticas desde/sobre América Latina, ed., Pablo Sandoval (Lima: Instituto de Estudios Peruanos, 2009), 561598.

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2. De solicitudes y prestación de servicios Como ya se mencionó en las primeras páginas, las prestaciones de servicios a una localidad, comunidad o al Gobierno central, por medio de funciones tales como “trabajador-contribuyente” y “soldado de milicias”30, constituyeron formas a través de las cuales los indígenas latinoamericanos participaron en la construcción estatal. Las solicitudes indígenas a título individual de pedazos de terrenos comunales en el estado del Cauca no constituyeron una excepción en este tipo de procesos, pues, ante la demanda de un derecho, los peticionarios argumentaron el cumplimiento de deberes y obligaciones para conseguir sus propósitos. En tal marco se circunscriben los casos que se analizarán a continuación. Por ejemplo, la representación emitida el 13 de mayo de 1857 por José Buesaquillo y Jacinto Paz, indígenas del pueblo de Buesaquillo, muestra cómo dichos actores usaron la ley y las instituciones gubernamentales para acceder a sus derechos. Ellos solicitaron al gobernador la asignación de tierras de resguardo, argumentando ser comuneros y estar sujetos a todas las servidumbres de su localidad; y al mismo tiempo aludieron a la igualdad en el momento de obtener regalías. Según los peticionarios, todos los demás disfrutaban de terrenos suficientes para sus necesidades, mientras que el primero no poseía nada y estaba “sujeto a la peregrinacion i abrigo de mi patron, que unos dias me mira con agrado y otros sin él”; en tanto que Paz tenía una parcela tan reducida que no alcanzaba ni para sembrar una cuartilla de trigo. Los remitentes se creían con “igual derecho” que sus coetáneos de poseer tierra suficiente para suplir sus necesidades, por lo que esperaban obtener la gracia del gobernador, señalando además que cuando la obtuviesen estarían “altamente reconocidos, i prontos a prestar como siempre nuestros serbicios al Gobierno”31. La petición de este derecho se supeditó al cumplimiento de deberes y obligaciones, no sólo en el ámbito local, sino también cuando el Gobierno nacional lo necesitase. De esta manera, se aprecia que los indígenas esgrimieron varios argumentos para lograr su objetivo: aludieron a su condición de comuneros, apelaron al derecho de igualdad y ofrecieron sus servicios al Gobierno, siempre y cuando éste fallara a su favor. Como bien lo señala Lydia Inés Muñoz, la posesión y el usufructo de la tierra para los indígenas se correspondían con las necesidades y los servicios prestados a los “dos gobiernos” —el civil y el eclesiástico—, así como con la misma parcialidad a través de los cargos desempeñados32. Justamente, en tal dinámica se inserta el siguiente caso. El 1 de mayo de 1857,

30 Marta Irurozqui, “Tributo y armas”, s/p. 31 José Buesaquillo y Jacinto Paz, Pasto, 30 de abril de 1857, en AHP, Cabildo de Pasto, República, caja 33, núm. 1856, t. 4, f.6. 32 Lydia Inés Muñoz, Historia de Pandiaco. Desde la Colonia a la República (siglos XVI-XXI) (Pasto: Investigación Histórica, 1999-2003), 107.

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la Gobernación de la Provincia recibió una representación de Agustina, Petrona y María Dolores Guacán, en la que pedían repartir de nuevo en partes iguales un pedazo de terreno de resguardo en el pueblo de Jamondino, que les había dejado su padre, Pedro Guacán, al fallecer33. Aquí se observa claramente la querella de las solicitantes con su hermano Joaquín, quien había obtenido al parecer la mayor parte en la primera repartición. A su favor, el 11 de mayo de 1857, el hermano de las reclamantes, con el objetivo de seguir poseyendo la tierra adjudicada, argumentaba que el terreno se había repartido “igual i equitativamente” entre todos los interesados y que su parte era “igual” a las demás; no obstante, consideraba que: “[…] devia tomar mayor porcion que las mujeres: por que yó como hombre tengo que desempeñar las cargas consejiles del Pueblo y su Cavildo, tengo que desempeñar las obligaciones que me impone el Gobierno en mi calidad de Ciudadano, y tengo tamvien que dar evacion a los cargos de la Yglesia designados anualmente por nuestro cura i otros mas incidentes”34.

En este caso, se conjugaron los servicios locales del Cabildo y la Iglesia, una obligación relativa al Gobierno (nacional) con una concepción de igualdad, cuya premisa correspondía a los cargos y a los servicios prestados como funcionario público de su localidad35, al igual que a la condición de ciudadano. La argumentación de Joaquín Guacán, además de encajar cabalmente en lo propuesto por el artículo quinto de la ordenanza No.7 de 1855 —consistente en repartir terrenos en proporción a las necesidades de los indígenas36—, aludió a la ciudadanía y, por consiguiente, a los derechos y deberes que cualquier ciudadano tenía con el Gobierno y su localidad. En efecto, como lo afirma Marta Irurozqui, la condición de ciudadano se ganaba gracias a la labor por el “bien común”; lo que significaba que un individuo podía ser beneficiario de derechos merced a los deberes ejercitados37, precisamente lo que argumentó Joaquín Guacán. Como ya se mencionó, uno de los servicios más notorios durante el período de estudio era el alistamiento en las tropas, que supieron aprovechar los indígenas para conseguir sus propósitos. Así, por ejemplo, el 30 de enero de 1863 se expidió un decreto que concedía a los

33 Agustina Guacán, Petrona Guacán y Maria Dolores Guacán, Pasto, 1 de mayo de 1857, en AHP, Cabildo de Pasto, República, caja 33, núm. 1856, t. 4, f.20r. 34 Joaquín Guacán, Pasto, 11 de mayo de 1857, en AHP, Cabildo de Pasto, República, caja 33, núm. 1856, t. 4, f.21r. 35 En este punto es sugerente el planteamiento de Giovanni Levi, según el cual en una sociedad desigual, jerarquizada y corporativa, pero justa según los principios de la justicia distributiva, se concede a cada uno lo necesario según su estatus social. Giovanni Levi, “Reciprocidad mediterránea”, Hispania 60/1: 204 (2000): 103-126. 36 Manuel José Córdova, “Ordenanza No. 7”, f.16. 37 Marta Irurozqui, “De cómo el vecino hizo al ciudadano en Charcas y de cómo el ciudadano conservó al vecino en Bolivia, 1809-1830”, en Revolución, independencia y las nuevas naciones de América, coord. Jaime E. Rodríguez (Madrid: Fundación Mapfre Tavera, 2005), 457.

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indígenas de Pitayó y Jambaló las tierras ubicadas entre ambos lugares, habida cuenta de los servicios prestados a la causa federal durante la Revolución de 186138. En este punto, de nuevo se observa la manera en que los indígenas aprovecharon la coyuntura de las batallas por el poder político nacional para conseguir beneficios e integrarse en el proceso de construcción estatal decimonónico. Como bien lo indica Méndez, la movilización campesina en algunas zonas —centrándose otra vez en el caso peruano— sugiere la existencia de “constantes negociaciones entre el Estado nacional y las fuerzas locales y a un campesinado consciente de que su participación podía ser decisiva en dichas batallas”39, y era, por consiguiente, merecedora de recompensas. Es posible que este punto también lo consideraran los indígenas de Pitayó y Jambaló, en el Cauca. Otro ejemplo en la misma dirección es el caso de Tomás Daza, miembro de la parcialidad del pueblo de Botanilla. El 26 de agosto de 1864, este indígena remitió una representación al jefe municipal de Pasto denunciando un despojo de tierra. Según él, el Cabildo menor le había quitado su pedazo de terreno para concedérselo al presunto extranjero José Criollo. Al justificar los derechos sobre el terreno, el remitente esgrimió que en 1840 —cuando se estaban otorgando los solares del resguardo en su pueblo— se hallaba como capitán de una compañía en servicio activo a favor del Gobierno, bajo las órdenes del general Tomás Cipriano de Mosquera. Esto, al parecer, le daba derecho a disfrutar de seis vales diarios de ración que no cobró, porque a cambio prefirió solicitar a Mosquera un terreno donde fundar su casa de habitación y sementera, a cuya propuesta, según Daza, accedió el General. Sin embargo, el 2 de septiembre de 1864, el Cabildo Pequeño de indígenas de Botanilla comunicó al jefe distrital de Pasto que no era cierta la presunta venta del terreno efectuada por el general Mosquera. El Cabildo argumentaba que, debido a la muerte de María Palameño, madre del “extranjero” José Criollo, natural del pueblo de Botanilla, el terreno quedó vacante, y que Daza, hallándose de alcalde mayor, se apropió de éste hasta que en el mes de febrero el hijo de Palameño lo reclamó. Al final, el Cabildo defendió la condición indígena de Criollo por haber nacido de una indígena de Botanilla, considerando justa la solicitud del demandante y resolviendo a su favor40. Este caso, de manera particular, muestra la audacia argumentativa de Daza al acudir a la prestación de servicios militares, la obtención de sueldo

38 Roque Roldán Ortega, Fuero indígena, 34-36. 39 Cecilia Méndez, “Militares populistas”, 578. 40 Manuel Flórez, Santiago Jojoa y Jesús Espinoza, “Espediente que forma Tomas Dasa miembro de la parcialidad del pueblo de Botanilla sobre despojo de un terreno hecho por el Cabildo de indígenas de dicho pueblo para colocar a un estranjero. Año de 1864”, Pasto, 26 de agosto de1864, en AHP, Fondo Provincia de Pasto, Serie Correspondencia, caja 6, núm. 1864, t. 1, ff.4v.-5r.

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y el posterior canje de los vales obtenidos en guerra a cambio de un pedazo de terreno. Lo cierto en este caso es que, cuando los indígenas señalaban que habían “espuesto su pecho a las balas en defensa del Gobierno de los Estados Unidos de Colombia” y servido como soldados41, estaban usando su participación militar como capital político para obtener recompensas y, en tal caso, negociar beneficios con el Estado.

3. Relaciones sociales de poder: autoridades, indígenas y aliados Llevar a cabo las disposiciones legales para repartir equitativamente terrenos de resguardo entre indígenas conllevaba inevitablemente conflictos entre los mismos nativos y funcionarios estatales, cuya matriz común serían las relaciones sociales de poder reveladas en sumarios, peticiones y memoriales. La exposición de otro conjunto de casos no sólo ilustrará el conocimiento y uso de la ley por parte de indígenas, sino que hará evidente un aspecto que caracterizaba a sus pueblos: su inclinación a litigar42. Tal es el caso del sumario instruido el 15 de abril de 1860 por Ángel María de la Cruz, indígena de la parcialidad de Tangua, contra el corregidor de Yacuanquer por expropiarle un pedazo de terreno para otorgárselo a Evangelista Amaguaña. El implicado expuso que cuando tuvo la edad necesaria para tener derecho a terrenos de resguardo, se le otorgó un pedazo de tierra que disfrutó por más de dos años. Pero había perdido la mitad a causa del Corregidor del lugar, quien, siguiendo a Tomás Primate (tinterillo del pueblo y defensor de Evangelista Amaguaña), formó contra él una “artificiosa cabala” desposeyéndolo del terreno para otorgárselo a su contrario. Tras estos sucesos, el demandante se dirigió al alcalde como autoridad superior para que favoreciera su solicitud43, exponiendo una serie de argumentos legales. En primera instancia, afirmaba ser hijo de indígenas tributarios, que tenía derecho a poseer un terreno de resguardo conforme a la ley sobre terrenos de la Recopilación Granadina (artículo 3). En segunda instancia, consideraba que Amaguaña no podía obtener tierra de resguardo porque era menor de edad e hijo de padre desconocido. Por último, en tercera instancia, De la Cruz aludió a la antigüedad de su posesión44.

41 José Manuel Paz, en AHP, Cabildo de Pasto, República, caja 47, núm. 1865-1866, t. 1, f.439r. 42 Robert J. Knowlton, “La división”, 122. 43 El artículo 6 de la ley 90 de 1859 estipulaba que cuando algún indígena fuera excluido del goce de los terrenos de la parcialidad, podía ocurrir ante el Alcalde del distrito para que lo protegiese. Hurtado, “Lei Número 41 (de 4 de octubre de 1879)”, 2. 44 Ángel María de la Cruz, Pasto, 15 de abril de 1860, en AHP, Cabildo de Pasto, República, caja 41, núm. 1860-1861, t.1, f.145.

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Evidentemente, tales argumentaciones permiten apreciar que este indígena no sólo conocía y aplicaba la normativa estatal y nacional, sino que además conocía acerca del margen de acción y posición de la autoridad local, en cuyo caso recurrió a una autoridad superior. Como resultado de esta querella, un mes después, la Alcaldía informó que, de acuerdo con lo expuesto por el Cabildo, Amaguaña era menor de edad y no prestaba servicio público. Por otra parte, su madre poseía terrenos donde trabajar y alimentar a sus hijos, así que se resolvió devolver a Ángel María de la Cruz el pedazo de terreno45. En este sumario, por tanto, el alcalde tuvo en cuenta los argumentos legales expuestos para conceder un fallo a favor del solicitante. En otro contexto, se puede estudiar el caso de Marcelo Prado, indígena de la parcialidad de Catambuco. El 13 de octubre de 1863 informó al gobernador de la Provincia que, por más de treinta años, había poseído media cuadra de terreno adjudicada por la autoridad superior de Pasto. El pedazo obtenido, según Prado, era casi inútil, aunque, debido a su trabajo y al de su esposa, se hallaba en regular estado. La cuestión de su denuncia radicaba en que ahora el alcalde mayor y algunos miembros del Cabildo Pequeño de indígenas buscaban dividir su media cuadra de terreno para agregársela a un nuevo beneficiario, Manuel Chachinoy, quien ya contaba con la otra mitad. De modo que el remitente dirigió sus esfuerzos a mantener íntegro su terreno, aludiendo a tres razones: primera, al derecho de posesión, que indicaba el tiempo de ocupación; segunda, al trabajo y a las mejoras introducidas al terreno; y por último, a la injusticia en la segregación, debido a que el posible beneficiado también tenía una posesión en otra localidad46. Fue así como, vista la representación de Prado y atendiendo a la justicia de la petición, el 15 de febrero de 1864, la Alcaldía del Departamento resolvió que se previniese al alcalde de Catambuco para que mantuviera en su terreno íntegro a Marcelo Prado47. Poco después, sin embargo, el 1 de abril, el jefe del Distrito de Santander, Juan Cano, volvió a sustraerlo del terreno y se lo agregó a Chachinoy. Éste fue el motivo para que, el 25 de abril de 1864, Marcelo Prado de nuevo elevase una comunicación ante la Gobernación, razonando acerca de lo justo y lo injusto bajo el amparo de la legislación: “[…] que se les cersene las tierras a los que tienen mas para darles a los que no tienen, santo i bueno; pero que de media cuadra que poseo de terreno malo, laderoso y cangagua [sic: cangahua], se me quite la mejor, para agregar al que tiene mas que yo i la

45 José J. Rosero, 18 de mayo de 1860, en AHP, Cabildo de Pasto, caja 41, núm. 1860-1861, t.1, f.148r. 46 Marcelo Prado, Pasto, 13 de octubre de 1863, en AHP, Cabildo de Pasto, República, caja 47, núm. 18651866, t.1, f.142r. 47 Apolinar Mutis, Pasto, 15 de febrero de 1864, en AHP, Cabildo de Pasto, República, caja 47, núm. 18651866, t.1, f.442v.

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mejor tierra, no me parece justo, i por eso es que elevo a U. esta mi solisitud, para que de conformidad con la lei 90 de 19 de octubre de 1859, sobre protección de indígenas se me haga justicia”48.

Esta representación muestra la posibilidad de recurrir a instancias fuera del ámbito local cuando la situación lo requería. En este caso, Prado solicitó que sus representaciones, e incluso el informe del jefe del distrito de Santander, “desviado de la justicia”, se remitieran a las autoridades de Pasto, pues no confiaba en los funcionarios locales, debido a las falsedades del informe y las amenazas que le profirieron49. De tal manera, el 9 de junio la Jefatura Municipal de Pasto resolvió que se le devolviese el pedazo de terreno a Marcelo Prado con sus antiguos linderos50. Este caso ilustra, además, la capacidad de maniobra, no sólo de los funcionarios estatales, sino de los propios indígenas. Cuando las autoridades no obtenían del ámbito legal la resolución esperada para su aliado, recurrían a acciones de hecho como amenazar al contrario y manipular la información. A estos actos, el indígena solicitante no permaneció pasivo. Éste apeló a la legislación y acudió una y otra vez a la mediación de los funcionarios estatales de mayor autoridad hasta obtener un resultado acorde con su concepción de justicia, amparado en las leyes. En este punto es importante tener en cuenta que dicha concepción de justicia, aunque evidentemente se apoyaba en la ley, llevaba la impronta de la visión de lo que el solicitante consideraba como justo, y ello pareció ser una herencia del período colonial. Como bien lo manifiesta Romana Falcón, antes —aunque, en este caso, incluso después— de la implantación de la ley moderna, la determinación de lo “justo” o “injusto” era un proceso plural que pretendía responder a las particularidades de cada caso, prevaleciendo nociones de lo “bueno”, lo “justo” y lo “humano”51. Nuevamente, entonces, se aprecia que los indígenas supieron aprovechar las ventajas legislativas y hasta recurrieron a argucias fuera del marco legal para beneficiar a sus aliados. La conflictividad local respecto a los terrenos de resguardo también involucró querellas familiares. Se encontró que, por ejemplo, el 23 de agosto de 1864, Andrés Naspiran, indígena tributario del pueblo de Mocondino, comunicaba al jefe distrital de Pasto que cuatro días antes

48 Marcelo Prado, “Representaciones de varios indígenas”, Pasto, 25 de abril de 1864, en AHP, Provincia de Pasto, Correspondencia, caja 6, núm. 1864, t. 2, f.8v. Subrayado del manuscrito. 49 Marcelo Prado, “Representaciones de varios indígenas”, Pasto, 6 de junio de 1864, en AHP, Provincia de Pasto, Correspondencia, caja 6, núm. 1864, t. 2, f.12. 50 Guzmán, “Representaciones de varios indígenas”, ff.12r.-13r. 51 Romana Falcón, “Jamás se nos ha oído”, 270.

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los miembros del Cabildo, sin atender al procedimiento legal, lo habían despojado de su terreno. Según el remitente, los cabildantes, adhiriéndose a la persona de sus afectos, o engañados por falsos informes, concedieron el único pedazo de terreno a su “criminal hijo, que no contento con haberme pegado i estropeado, me ha quitado hoy el terreno que me daba un pan para mi subsistencia i la de sus hermanos”52. En otra comunicación, del 4 de septiembre de 1864, Naspiran indicaba que en el acto violento de despojo no tenía culpa el jefe distrital, sino su “vil hijo”, por el “infame” procedimiento de ganarse al Cabildo Pequeño diciéndole que no tenía terrenos donde trabajar. No obstante, según el peticionario, su hijo sí tenía tierra, y para comprobarlo y poder obtener justicia, solicitó se efectuase personalmente una vista de ojos53. Este caso y los anteriores muestran que a la hora de actuar para obtener beneficios, tanto indígenas como autoridades y sus aliados no se quedaron pasivos. Esta vez litigaban para conseguir o mantener la posesión individual de terrenos de resguardo, esgrimiendo argumentos legales, concepciones de justicia, y actuando fuera del marco normativo. De manera que, como se ha evidenciado para territorios de México, Bolivia, Ecuador y Perú54, los indígenas utilizaron recursos legales e ilegales, y cuando fallaban, recurrían a la violencia55, situación cercana a lo acontecido en algunas localidades del estado del Cauca. Al considerar el planteamiento de los historiadores sociales del colonialismo —conocido además como from the ground up, y según el cual los pueblos colonizados, al resistirse y adaptarse a la colonización, contribuyen a darle forma al orden social resultante—, se puede mostrar la participación de “subalternos” en la resistencia y creación del Estado-nación56.

4. Peticiones colectivas en pro de tierras de resguardo Los memoriales, solicitudes o sumarios dirigidos por indígenas o sus apoderados al Tribunal de Justicia no sólo se encaminaron a obtener beneficio particular o individual, sino que también incluyeron representaciones colectivas presentadas para defender intereses de toda una comunidad.

52 Andrés Naspiran, Pasto, 23 de agosto de 1864, en AHP, Cabildo de Pasto, República, núm. 1865-1866, caja 47, t.1, f.429. 53 Andrés Naspiran, “Representaciones de varios indígenas”, Pasto, 4 de septiembre de 1864, en AHP, Provincia de Pasto, Correspondencia, caja 61, núm. 1864, t. 2 ff.15r.-16r. 54 Antonio Escobar Ohmstede, “Del dualismo étnico colonial a los intentos de homogeneidad en los primeros años del siglo XIX latinoamericano”, en La arquitectura histórica del poder. Naciones, nacionalismos y Estados en América Latina, coords., Antonio Escobar Ohmstede, Romana Falcón y Raymond Buve (México: Centro de Estudios y Documentación Latinoamericana, 2010), 45. 55 Antonio Escobar Ohmstede, “Del dualismo”, 56. 56 Nancy Appelbaum, Dos plazas, 33.

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La acción posesoria de los indígenas de Polindara, en 1874, contra Fernández, Hurtado, Correa y Mesa testimonia el uso de dicha estrategia. Fue así como los miembros del Cabildo otorgaron poderes al señor Liborio Navia para que los representara en la acción de despojo de sus tierras y viviendas afectadas57. La resolución de este caso favoreció a los indígenas de Polindara, al tener tres aspectos a su favor. Primero, los testigos confirmaron el despojo del área de población y las habitaciones del que fueron víctimas los indígenas, señalando además que estos últimos sufrían graves perjuicios y ultrajes58. Segundo, la acción del apoderado se encaminó a reunir los documentos que comprobaran el despojo, y, también, Liborio Navia rogó al juez la restitución en virtud de las leyes del Estado59. Y, tercero, contaron con el beneplácito del Procurador General del Estado, en cuanto “protector nato de los yndígenas”. Así que, conforme a la justicia, y por autoridad de la ley, se resolvió devolver a la parcialidad de indígenas de Polindara el área de población y las casas que ocupaban indebidamente los implicados60. Como se puede apreciar, los indígenas acudieron a la protección de funcionarios estatales para defender su derecho histórico a la posesión comunal de la tierra61, y, esta vez, la autoridad no los defraudó. Recuperar terrenos de resguardo era una constante en los tribunales de justicia, y los fallos, en uno y otro caso, dependían de aspectos tan cotidianos como el proceder de los funcionarios y los argumentos de los implicados. El juicio promovido por los indígenas del resguardo de Tunía en abril de 1870 contra Otero, Patiño, Orozco, Vidal, y otros, debido a la usurpación de una parte de tierras comunales, constituye una muestra de las interpretaciones jurídicas encaminadas a favorecer uno de los bandos. Se encuentra aquí que —aunque los testigos y los miembros del Cabildo Pequeño manifestaron que los indígenas habían poseído pacíficamente los terrenos de resguardo y que fueron despojados de manera violenta por los vecinos de Usenda62— el Juzgado del Circuito declaró no ha lugar la petición, ya que en la

57 Indígenas de Polindara, “Posesorio. Los indígenas de Polindara contra Clemente Fernández, Pedro Hurtado y otros, por despojo de sus terrenos del pueblo de ‘Polindara’”, Popayán, 10 de agosto de 1874 y 4 de septiembre de 1874, en Archivo Central del Cauca (ACC), Popayán-Colombia, Fondo República, Sección Judicial, Serie 13 Civil, Subserie Tierras, sig. 3624, 199, f.1r. 58 Hilario Casamachin, Juan María Chantres y Santiago Quintana, “Posesorio. Los indígenas de Polindara”, ff.1v.-4v. 59 Liborio Navia, “Posesorio. Los indígenas de Polindara”, f.5r. 60 Joaquín Navia, “Posesorio. Los indígenas de Polindara”, ff.5v.-6r. 61 James Sanders, Contentious Republicans: Popular Politics, Race, and Class in Nineteenth-Century Colombia (Durham: Duke University Press, 2004), 33. 62 Indígenas del resguardo de Tunía, “Juicio promovido por los indígenas del Resguardo de ‘Tunía’ contra José Rafael Otero, Manuel Patiño, Miguel Orozco, Francisco Vidal y otros, por despojo de una parte de las tierras del Resguardo”, 23 de abril de 1870 y 18 de junio de 1870, en ACC, República, Judicial, 13 Civil, Tierra, sig. 3622, 198, ff.1v.-3r.

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documentación no constaba el tiempo de posesión para calificar el despojo. Ante tal resolución, los indígenas apelaron la sentencia63, aunque el 15 de junio de 1870 el Tribunal del estado del Cauca ratificó el fallo. La argumentación era la misma: en la información no constaba el tiempo de tenencia del terreno, fundamental para demostrar la posesión. Así que, tres días después, el Tribunal de Popayán confirmó el auto apelado64. En esta ocasión, al parecer la omisión de un dato —crucial— en los interrogatorios condujo a obtener un fallo negativo para los indígenas de la comunidad de Tunía. Defender bienes comunales, como el acceso a montes o aguas, también demandó manifestaciones colectivas en aquel tiempo. Así, por ejemplo, el 17 de octubre de 1859, el alcalde indígena del pueblo de Mocondino, Estanislao Jenoy, promovió un expediente solicitando la conservación de los montes del pueblo. La representación indicaba que dichos indígenas poseían un bosque en común y que su interés era seguir usufructuándolo colectivamente. Para este grupo era más conveniente tener “dicho monte en comun y no cada uno su correspondiente pedazo”, circunstancia que también favorecería al Gobernador, pues si se llevaba a cabo alguna repartición, los indígenas lo molestarían todos los días con sus pleitos. La situación salió a relucir porque los señores Luis Bernardo y Manuel Jojoa, después de haber convenido poseer comunalmente el monte, se apropiaron sin autorización de algunos pedazos e impidieron a los demás indígenas sacar madera o leña65. Respecto a la argumentación de la representación, nótese la advertencia esgrimida acerca de la conveniencia de obtener un fallo a favor de la solicitud, en tanto que si tenía lugar alguna repartición individual, se desprenderían varios conflictos, y los indígenas no dejarían de acudir cotidianamente al Gobernador para hacérselos conocer. Se deduce, entonces, que estos actores eran conscientes de su capacidad de maniobra, por lo que era mejor no ir en contra de sus propósitos. Como aconteció en otras latitudes, los indígenas solicitaron que la autoridad estatal asumiera el papel de mediador66, responsabilizándola por los futuros acontecimientos que podía desencadenar su decisión. Retomando este caso, se encuentra que la resolución final —al considerar los beneficios de la posesión comunal para todo el pueblo y el acto inapropiado de los Jojoa— amparó la solicitud de Estanislao Jenoy, de acuerdo con la ley 90 de 185967.

63 José Hilario Campo, “Juicio promovido por los indígenas”, ff.3v.-10r. 64 Medina y Cerón, “Juicio promovido por los indígenas”, ff.9v.-10r. 65 Estanislao Jenoy, “Espediente promovido por el yndíjena Estanislao Jenoy, solicita se le conserve a la comunidad de yndíjenas del pueblo de Mocondino en la posecion de los Bosques del monte de aquel pueblo, 1859”, Pasto, 17 de octubre de 1859 y 7 de enero de 1860, en AHP, Cabildo de Pasto, República, caja 41, núm. 1860-1861, t. 1, f.226. 66 Romana Falcón, “Jamás se nos ha oído”, 265. 67 Antonio Dorado, “Espediente promovido por el yndíjena”, f.229.

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Defender el uso público del agua común también constituyó otra cuestión de acción indígena. El 7 de febrero de 1876, el Cabildo y miembros de la parcialidad del pueblo de Tescual elevaron una solicitud al alcalde distrital comunicando que Juan de la Cruz, en calidad de alcalde mayor del pueblo, hizo cambiar el lugar donde se tomaba el agua, privando a la parcialidad y sus animales de su uso doméstico. Su argumentación también incluyó referencias al pasado. Según ellos, por más de sesenta años habían usado el punto más cercano a la cabecera del pueblo, la puerta antigua, que había sido construida por sus antepasados con el objetivo de asegurar los sembrados del poblado; sin embargo, el referido alcalde movió el lugar de la puerta a la parte superior, pretendiendo dejar sin agua al pueblo y sin pasto a los animales. Los infrascritos también se basaron en la legislación —ley 90 de 1859— en lo concerniente a los usos y costumbres de cada parcialidad para que, de acuerdo con la voluntad de la comunidad, se conservase por su antiguo curso el uso público de tal recurso68. La decisión final de la Alcaldía del distrito, expedida el 13 de marzo de 1876, resolvió que la puerta permaneciera en el lugar donde se encontraba desde hacía años, y que sólo se podía cambiar la ubicación tras consultar a la mayoría de la parcialidad. Las razones esgrimidas por la Alcaldía se basaron en una legislación cuyo aspecto más relevante consistió en otorgar a la parcialidad indígena la capacidad de decidir sobre sus asuntos internos, siempre y cuando existiera un acuerdo entre la mayoría de la población y los miembros del Cabildo Pequeño. Por tanto, como otros indígenas, en este caso se optó por la vía institucionalizada para enfrentar los conflictos69. Vivir en comunidad implicaba la existencia de un acuerdo general respecto a las decisiones que afectaban la vida colectiva, no sólo sobre el acceso a montes o aguas, sino además sobre la propiedad comunal misma. El informe de los miembros del Cabildo de indígenas del pueblo de Anganoy, dirigido al Jefe del Distrito de Pasto, ilustra esta situación en 1864: “Nosotros como representantes del Pueblo hemos reunido a todos los padres i madres de familia i después de preguntarles si querían vivir siempre en terrenos comunales a todos como ahora vivimos, i como han existido nuestros antepasados; o si querían que a cada uno se le diera su porción pa husarla benderla o enajenarla, como cosa propia, contestaron diciendo, como también lo decimos nosotros: que nuestro deseo i nuestro verdadero interés son, vivir siempre en comun, i no queremos que se haga inobacion

68 Miembros del Cabildo de Tescual, “Policía. Solicitud del cabildo y miembros de la parcialidad del pueblo de Tescual, sobre el uso público del agua común de dicho pueblo elevada al Señor acalde de este distrito”, Pasto, 7 de febrero de 1876, en AHP, Cabildo de Pasto, República, caja 59, núm. 1875, t. 2, ff.65-66. 69 Véase el caso de los indígenas del Guazo, en Sergio Paolo Solano de las Aguas y Roicer Alberto Flórez Bolívar, “Resguardos indígenas, ganadería y conflictos sociales”, Historia Crítica 34 (2007): 113.

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ninguna bajo este respecto, esto es, no queremos que se divida nuestro resguardo, porque dentro de pocos días al poder cada indígena bender su terreno se acabaría nuestro pueblo apropiándose los blancos de nuestras tierras”70.

Este informe proporciona pistas acerca de cómo cada parcialidad indígena asumió la tenencia de sus terrenos de resguardo. La parcialidad de Anganoy manifestó su deseo de vivir en comunidad, y por ello, no buscó ningún cambio o innovación en la posesión de la tierra. Es de resaltar que la anterior comunicación hace referencia a la consulta hecha a las comunidades indígenas sobre la división o no del resguardo, lo que posiblemente constituye un preámbulo de la política gubernamental caucana en años posteriores, pues el artículo 20 de la ley No. 44 del 17 de octubre de 1873, “sobre administracion y división de los resguardos de indígenas”, establecía que “para que pueda efectuarse la division de un resguardo, basta que lo pida la mayoría de los indígenas de la comunidad”71. Éste es un buen ejemplo de consenso entre indígenas que pretendían mantener su propiedad comunal, y una muestra de la manera en que dichos actores respondieron ante la legislación estatal, buscando mantener su autonomía jurisdiccional y, quizá, también, política y cultural, como sucedió en otros lugares latinoamericanos72. No obstante, solicitudes en pro de la disolución de resguardos por miembros indígenas del Cabildo de La Montaña (Riosucio), durante las décadas de 1850 y 186073, constituyen un ejemplo en dirección contraria74. Appelbaum muestra que los indígenas de las localidades de La Montaña no estaban preocupados únicamente por preservar el resguardo, sino por obtener la supremacía y el estatus de cabecera. Ellos no se describieron como parte de una comunidad étnica mayor, sino que negociaron y pelearon para proteger su parcialidad, distrito y facción política partidista75. El nodo central cuya fuerza aglutinaba las reacciones de las poblaciones indígenas parece ser la relación entre tierra e identidad, puesto que la defensa de los resguardos dependía de considerarse indígenas pertenecientes a una comunidad o excluirse de ésta.

70 Miembros del Cabildo de indígenas del pueblo de Anganoy, en AHP, Cabildo de Pasto, caja, 72, núm. 1865-1866, t. 1, f.418r. 71 Julián Trujillo, “Ley Número 44 (de 17 de octubre de 1873)”, 2. 72 Michiel Baud, “Indigenismo y los movimientos”, 95. 73 Nancy Appelbaum, Dos plazas, 143. 74 Aquí es pertinente aludir a que en México la defensa de la tierra comunal tampoco fue generalizada. Véase: Margarita Menegus, “Ocoyoacac: una comunidad agraria”, 151. 75 Nancy Appelbaum, Dos plazas, 146-161.

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En este punto, resulta sugerente traer a colación la apreciación de Edda Samudio sobre la división de resguardos en una localidad venezolana durante el siglo XIX. La historiadora expresa que, si bien la legislación tendiente a individualizar las tierras comunales fue un ingrediente importante en el proceso de descomposición comunal, ésta no constituyó precisamente el elemento desestructurador, ya que en tal proceso intervinieron y se conjugaron factores humanos y naturales76. En consonancia con lo anterior, Lydia Inés Muñoz señala que prácticas como el arrendamiento de terrenos comunales y la cesión de tierra a particulares (no indígenas) fueron elementos que irían configurando las condiciones de privatización de los resguardos77. De manera que se podría considerar que la legislación sobre división de resguardos en la segunda mitad del siglo XIX no fue el único factor que intervino para su privatización, sino que confluyeron otras circunstancias de la realidad social que venían gestándose desde antes de la promulgación de las leyes sobre desintegración de resguardos, y que responderían, además, a dinámicas internas de las mismas comunidades. Con los dos anteriores casos, se puede concluir, parafraseando a Appelbaum, que los indígenas desempeñaron un papel ambiguo pero importante en la defensa y división de sus tenencias de tierras78.

Consideraciones finales Las representaciones, los memoriales o sumarios diferentes efectuados por la población indígena durante el período de predominio liberal (1850-1885) constituyen una muestra no sólo de su participación en la construcción estatal, sino de su integración al régimen liberal. De manera específica, el uso de la justicia y la solicitud de intervención de funcionarios estatales del ámbito local o regional representan algunos de los mecanismos puestos en marcha para solucionar conflictos locales, individuales o colectivos, o, simplemente, para elevar solicitudes amparadas legalmente, cuyo objetivo era obtener algún terreno. Las resoluciones y las interpretaciones legislativas a favor o en contra de lo requerido por los indígenas permiten entrever, además, la dinámica de los conflictos locales y de las prácticas y lógicas tejidas por los actores involucrados, que se hacían presentes en las relaciones del transcurrir diario de la vida política aldeana. La legislación e información encontradas para zonas de los actuales Nariño, Cauca y Cali presentaron singularidades. Si bien, en términos generales, la normativa de los gobernantes caucanos fue menos agresiva frente a la tenencia de la propiedad comunal, a lo largo del período se pudo observar la fluctuación de sus postulados. En algunos casos, defendieron las tierras

76 Edda O. Samudio, “Valoración, partición”, 681-683. 77 Lydia Inés Muñoz, Historia de Pandiaco, 107. 78 Nancy Appelbaum, Dos plazas, 130.

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de resguardo, y en otros, reglamentaron la división, notándose tres tendencias: a) se fracciona el terreno pero se evita la venta individual de las porciones otorgadas a los miembros de la parcialidad indígena; b) se permite la enajenación, la hipoteca o la fragmentación de los resguardos; c) se supedita a un previo consenso de la mayoría de los integrantes de la comunidad. La variedad de disposiciones muestra lo cambiante de las políticas gubernamentales caucanas respecto a la población indígena, cuyo curso no sólo reflejó el proceso de conformación estatal, sino las demandas de las poblaciones mismas. Como bien se apreció, algunas poblaciones indígenas solicitaron la división de sus propiedades comunales, y otras no. Por ejemplo, en los resguardos de los alrededores de Cali se visibilizaron acciones tempranas de división y venta de sus terrenos, y las autoridades estatales emitieron legislación para facilitar o garantizar tales hechos, mientras que en Pasto se legisló en defensa de la propiedad comunal. Así que la división de los resguardos dependió, más que de la legislación, de los requerimientos de cada comunidad indígena y su respectivo contexto, al igual que de su grado de identificación indígena, y, correlativamente, de las manifestaciones cotidianas encaminadas a defender su propiedad comunal. La defensa de los resguardos quizá se relacionó con la fuerza de su identificación étnica; de modo que reconocerse como indígena constituyó un aspecto relevante a la hora de conservar los resguardos. Pero cuando dicha identidad no era fuerte, tal defensa no resultaba relevante. Sin embargo, para la mayoría de territorios que componían el estado del Cauca era importante defender los terrenos comunales, y la legislación no fue adversa respecto a tal propósito. Para finalizar, es pertinente plantear que tanto la población indígena como la legislación caucana permitieron caracterizar la construcción estatal durante la segunda mitad del siglo XIX como un proceso que se fue erigiendo a partir del actuar indígena y del de los funcionarios estatales. Es en ese transcurso que la región del Cauca fue dibujando un plano compuesto por una población indígena activa dispuesta a manifestarse e integrarse al régimen liberal para alcanzar sus propios propósitos.

Bibliografía Fuentes primarias Archivos: Archivo Central del Cauca, (ACC), Popayán-Colombia. Fondo República, Sección Judicial, Serie 13 Civil, Subserie tierras. Archivo Histórico de Cali (AHC), Cali-Colombia. Fondo Notarial, Subfondo Notaria Segunda. Archivo Histórico de Pasto (AHP), Pasto-Colombia. Fondo Cabildo de Pasto, Sección República; Fondo Provincia de Pasto, Serie Correspondencia.

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Publicaciones periódicas: Gaceta Oficial. Popayán, 1871. Rejistro Oficial. Órgano del Gobierno del Estado del Cauca. Popayán, 1873-1879.

Documentación primaria impresa: Código de leyes y decretos del Estado Soberano del Cauca expedidos en 1869 y 1871. Edición oficial. Popayán: Imprenta del Estado, 1871. Constitución política de los Estados Unidos de Colombia, sancionada el 8 de mayo de 1863. Bogotá: Imprenta i Esterotipia de Medardo Rivas, 1871. Roldán Ortega, Roque, compilador. Fuero indígena colombiano: normas nacionales, regionales e internacionales, jurisprudencia, conceptos administrativos y pensamiento jurídico indígena. Bogotá: Presidencia de la República, 1990. Roldán Ortega, Roque y John Harold Gómez Vargas, compiladores. Fuero indígena colombiano: normas nacionales, regionales e internacionales, jurisprudencia, conceptos administrativos y pensamiento jurídico indígena. Bogotá: República de Colombia, 1994.

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El mutualismo católico en Argentina: el Círculo de Obreros de Rosario en la primera mitad del siglo XXÏ

Diego Mauro

Docente de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina) e investigador asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET). Magíster en Historia Comparada por la Universidad de Huelva (España) y Doctor en Humanidades y Artes por la Universidad de Rosario. Entre sus principales publicaciones se encuentran dos compilaciones: una realizada con Leandro Lichtmajer, Los costos de la política. Del Centenario al primer peronismo (Buenos Aires: Imago Mundi, 2014), y otra con Miranda Lida, Catolicismo y sociedad de masas en Argentina: 1900-1950 (Rosario: Prohistoria, 2009), así como los libros Reformismo liberal y política de masas. Demócratas progresistas y radicales en Santa Fe, 1921-1937 (Rosario: Prohistoria, 2013) y De los templos a las calles. Catolicismo, sociedad y política, Santa Fe, 1900-1937 (Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 2010). diegomauro@conicet.gov.ar

Artículo recibido: 17 de febrero de 2014 Aprobado: 14 de julio de 2014 Modificado: 23 de julio de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.08

Ï El presente artículo se realizó en el marco de los proyectos de investigación “Catolicismo, anticlericalismo y secularización en Santa Fe, 1860-1960” (1POL181, SCyT, UNR, 2012-2014) y “Lo público desde una perspectiva comparada: Córdoba y Santa Fe en el período de entreguerras” (SCyT, UNC, Res. 162/12, 2012-2014). Versiones previas se discutieron como ponencias en el II Seminario Internacional Mundos do Trabalho. Río de Janeiro, Fundación Getúlio Vargas, 2012, y en las IV Jornadas Internacionales de Historia de la Iglesia y la Religiosidad en el NOA. Cafayate, UNSa, UNSTA, UNT, UNSE, UCSE, 2013.

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El mutualismo católico en Argentina: el Círculo de Obreros de Rosario en la primera mitad del siglo XX

El mutualismo católico en Argentina: el Círculo de Obreros de Rosario en la primera mitad del siglo XX Resumen: Las dificultades atravesadas por los Círculos Católicos de Obreros en Argentina han tendido a verse como una consecuencia de la implantación de los modelos centralizadores propiciados por Roma durante el período de entreguerras, entre ellos, la Unión Popular Católica Argentina y la Acción Católica. En el presente artículo se revisa este argumento a partir de un estudio de caso: el del Círculo de Obreros de la ciudad de Rosario. Se analizan las prestaciones de la entidad a la luz de las condiciones generales del mutualismo de entreguerras, las tendencias cambiantes en el rol del Estado y los sindicatos, y el impacto de las élites demócratas cristianas al frente de la entidad desde mediados de la década de 1910. Palabras clave: instituciones religiosas, Argentina, círculos de obreros, mutualismo católico.

Catholic Mutualism in Argentina: The Catholic Worker Circle of Rosario in the First Half of the 20th Century Abstract: The difficulties experienced by Catholic Worker Circles in Argentina have tended to be seen as a consequence of the implantation of the centralizing models promoted by the Vatican during the interwar period, among them, the Unión Popular Católica Argentina and Catholic Action. The article examines this argument through a specific case study: that of the Worker Circle of the city of Rosario. The benefits provided by the entity are analyzed in the light of the general conditions of interwar mutualism, the changing tendencies in the role of the State and trade unions, and the impact of the Christian Democrat elites that headed the entity since the middle of the second decade of the 20th century. Keywords: religious institutions, Argentina, worker circles, Catholic mutualism.

O mutualismo católico na Argentina: o Círculo de Obreiros de Rosário na primeira metade do século XX Resumo: As dificuldades pelas quais os Círculos Católicos de Obreiros na Argentina atravessaram vêm sendo vistas como uma consequência da implantação dos modelos centralizadores propiciados por Roma durante o período de entreguerras, entre eles, a União Popular Católica Argentina e a Ação Católica. No presente artigo, revisa-se esse argumento a partir de um estudo de caso: o do Círculo de Obreiros da cidade de Rosário. Analisam-se as prestações da entidade à luz das condições gerais do mutualismo de entreguerras, as tendências mutáveis no papel do Estado e dos sindicatos, e o impacto das elites democráticas cristãs à frente da entidade desde meados da década de 1910. Palavras-chave: instituições religiosas, Argentina, círculos de obreiros, mutualismo católico.

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Diego Mauro

El mutualismo católico en Argentina: el Círculo de Obreros de Rosario en la primera mitad del siglo XX

Introducción

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a encíclica Rerum novarum, promulgada en 1891, contribuyó a profundizar la revisión de los postulados del liberalismo clásico, al situar el conflicto social y el debate sobre el rol del Estado y de las organizaciones obreras en el centro de la agenda del catolicismo europeo. León XIII bajaba de esta forma a media asta la bandera intransigente de Pío IX y delineaba un programa de reformas orientadas a propiciar la “armonía de clases” y el desarrollo de las asociaciones católicas1. En este contexto, en la Argentina de comienzos del siglo XX, como en otros países latinoamericanos y europeos, los católicos sociales daban sus primeros pasos. Por entonces, el que llegaría a ser uno de los Círculos de Obreros (CCOO) más importante del país luchaba por su supervivencia. Fuertemente aquejado por las deudas y la caída de las cuotas societarias, como otras entidades de su tipo, el Círculo de Obreros de Rosario (COR) estuvo muy cerca de cerrar sus puertas. El periódico El Obrero, por ejemplo, dejó de editarse en 1906 y se canceló buena parte de las actividades y prestaciones: la agencia de colocaciones cesó su labor, al igual que la escuela que se sostenía en la sede de la entidad. Los servicios mutuales que se mantenían más bien precariamente se redujeron al mínimo. De hecho, por entonces, la única función visiblemente desempeñada por esta institución fue la eventual provisión de “rompehuelgas”, tal como se había hecho durante los conflictos portuarios de 1901 y 19022. No obstante, tras la llegada de los demócratas cristianos en la primera mitad de la década siguiente, la situación comenzó a cambiar. Se pusieron en marcha diferentes proyectos, y el número de socios pasó con rapidez de novecientos a dos mil. Entre 1914 y 1919, los nuevos

1 Al respecto: Mariela Ceva, “El catolicismo social, la cuestión obrera y los empresarios en el contexto argentino de la primera mitad del siglo XX”, en Los avatares de la “nación católica”. Cambios y permanencias en el campo religioso de la Argentina contemporánea, eds., Claudia Touris y Mariela Ceva (Buenos Aires: Biblos, 2012), 37-50. Sobre el papado de León XIII: Rudolf Lill, Il potere dei papi (Roma: Laterza, 2010). Para el caso español: Feliciano Montero y Julio de la Cueva Merino, Izquierda obrera y religión en España (1900-1939) (Alcalá: Universidad de Alcalá, 2012). 2

Datos estadísticos en: María Pía Martín, Los católicos y el movimiento obrero. Con especial mención del Círculo de Obreros de Rosario, 1895-1922 (Rosario: Universidad Nacional de Rosario, 1988).

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matriculados crecieron notablemente: 175 en 1915, 873 en 1917 y 535 en 1919. Pronto, el Círculo de Rosario superó incluso al Círculo Central en Buenos Aires y, hacia mediados de los años veinte, se convirtió en la entidad más importante de su tipo en el país, con unos siete mil socios. Es decir, una cuarta parte del total de los cerca de ochenta círculos efectivamente en funcionamiento. Esto le permitió consolidar un mutualismo católico pujante y emprender obras de envergadura como una sede social y, en la década siguiente, un sanatorio propio. La curva de socios y prestaciones se mantuvo en ascenso, aunque más amesetada, al menos hasta fines de la década de 1930, cuando finalmente, tras la inauguración del edificio del sanatorio social en 1939, las tendencias empezaron a invertirse. El número de socios —que por entonces superaba los nueve mil— dejó de crecer definitivamente y comenzó a declinar. Primero con lentitud, y luego, durante la segunda mitad de la década de 1940, de manera mucho más veloz. Hacia 1950, los números de la entidad en socios y prestaciones se habían derrumbado, a pesar de los esfuerzos de las comisiones directivas y de los cada vez más desesperados llamados a la solidaridad y la “conciencia mutualista”. A mediados de 1950, los números del COR —consumido por las deudas— se parecían mucho más a los de la década de 1910 que a los de sus años dorados. Aunque el tema en sí no ha sido objetivo de investigaciones específicas, la historiografía sobre el catolicismo argentino ha tendido a privilegiar, como en otras temáticas, el prisma político e ideológico a la hora de construir las principales hipótesis. Néstor Auza, en primer lugar, en sintonía con las posiciones de los demócratas cristianos, y más recientemente José María Ghio y Loris Zanatta, entre otros, han tendido a relacionar la decadencia relativa de los círculos con los conflictos suscitados por las políticas de centralización impulsadas por el papado y la Iglesia argentina de entreguerras. Las crisis —y, en un sentido amplio, las dificultades de las instituciones del catolicismo social— se explicarían en esta línea como una consecuencia del abandono de los proyectos basados en la formación de una Volkverein, según la experiencia del catolicismo alemán, en beneficio de la consolidación de modelos centralizadores como el de la Unión Popular Católica Argentina (UPCA) y la Acción Católica Argentina (ACA)3. Desde este punto de vista, que coincide por cierto con el de quienes defendían la autonomía de los círculos y miraban con recelo a la UPCA y a monseñor De Andrea, se arguye que la

3 Acerca de la UPCA y de la ACA: Gardenia Vidal, “Intentos de centralización desde el papado: la Unión Popular Católica Argentina en Córdoba”, en Catolicismo y política en Córdoba, siglos XIX y XX, eds., Gardenia Vidal y Jessica Blanco (Córdoba: Ferreyra Editor, 2010); Jessica Blanco, Modernidad conservadora y cultura política. La Acción Católica Argentina, 1921-1941 (Córdoba: Universidad Nacional de Córdoba, 2008); Miranda Lida y Diego Mauro, coords., Catolicismo y sociedad de masas en Argentina: 1900-1950 (Rosario: Prohistoria, 2009). Para el caso de Santa Fe: Diego Mauro, “La Acción Católica Argentina tras el ocaso del juego republicano. Círculos, ligas y partidos católicos en Santa Fe, 1915-1935”, Entrepasados 36/37 (2011): 133-134.

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centralización y, en definitiva, la apuesta de las jerarquías por el modelo de la Acción Católica Italiana habrían ahogado el dinamismo de estas experiencias, debido tanto a los conflictos y las disputas generados como a los efectos de la centralización misma4. Este argumento, aunque consistente para explicar —por ejemplo— el derrotero de la democracia cristiana en Argentina, presenta evidentes dificultades a la hora de abordar la crisis del mutualismo de los CCOO y, en términos más generales, la de las instituciones del catolicismo social5. En el caso del COR, además, no se ajusta al ciclo de alzas y bajas en el número de socios y en el volumen de las prestaciones, cuyo momento de mayor esplendor coincide precisamente con el avance del proceso de centralización en el laicado al nivel diocesano. En este caso, es preciso ahondar también en las causas del éxito relativo de la entidad, en comparación con otros círculos, incluido el Central, durante las décadas de 1920 y 19306. Causas que, como se verá más adelante, remiten tanto a fenómenos de coyuntura y a variables estructurales como a los procesos de cambio religioso que atravesó el catolicismo de entreguerras7. El propósito de este artículo es, entonces, ahondar con mayor profundidad en el conocimiento del mutualismo católico del COR, bajo el supuesto de que para avanzar en una historia de los círculos de obreros en Argentina es preciso tener en cuenta las propias características

4

Néstor Auza, Aciertos y fracasos sociales del catolicismo argentino, Vol. 2: Mons. De Andrea, realizaciones y conflictos (Buenos Aires: Editorial Docencia/Don Bosco, 1987); José María Ghio, La Iglesia católica en la política argentina (Buenos Aires: Prometeo, 2007). Un planteo más matizado en: Roberto Di Stefano y Loris Zanatta, Historia de la Iglesia argentina. Desde la Conquista hacia fines del siglo XX (Buenos Aires: Mondadori, 2001), y María Pía Martín, “Iglesia católica, cuestión social y ciudadanía. Rosario-Buenos Aires, 1892-1930” (Tesis de Doctorado en Humanidades y Artes, Universidad Nacional de Rosario, 2012).

5

Sobre la democracia cristiana en Rosario y Santa Fe: Diego Mauro, De los templos a las calles. Catolicismo, sociedad y política, 1900-1937 (Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 2010).

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Además de los estudios ya citados para Rosario, se cuentan trabajos sobre Córdoba, Santa Fe, Mar del Plata y Tucumán: Gardenia Vidal, “El Círculo de Obreros de Córdoba (1897-1907). Algunas características del espacio público de una ciudad del interior”, en Por la señal de la cruz. Estudios sobre Iglesia católica y sociedad en Córdoba, s. XVII-XX, eds., Gardenia Vidal y Pablo Vagliente (Córdoba: Ferreyra, 2002); Gardenia Vidal, “Círculos de Obreros de la ciudad de Córdoba, 1912-1930. Organización, propuestas, actividades, repertorios de acción colectiva”, en Del Centenario al peronismo. Dimensiones de la vida política argentina, eds., María Inés Tato y Martín Castro (Buenos Aires: Imago Mundi, 2010), 97-130; Beatriz Burgos, “Asociaciones católicas para obreros: Córdoba, 1930-1940”, Modernidades 11 (2010): s/p. Para Santa Fe: Diego Mauro, “Las voces de Dios en tensión. Los intelectuales católicos entre la interpretación y el control, Santa Fe, 1900-1935”, Signos Históricos 19 (2008): 129-158. Para el caso tucumano: Alejandra Landaburu, “El proyecto católico para los trabajadores, una respuesta al problema social, Tucumán”, en 5º Congreso Nacional de Estudios del Trabajo. Tucumán, Asociación Argentina de Especialistas en Estudios del Trabajo, 2002.

7 Sobre las categorías de “cambio religioso” y “secularización interna”: Karel Dobbelaere, Secularización: un concepto multi-dimensional (México: Universidad Iberoamericana, 1994), y, en perspectiva histórica, Hugh McLeod, Secularization in Western Europe, 1848-1914 (Basingstoke: Macmillan, 2000), y Roberto Di Stefano, “Por una historia de la secularización y de la laicidad en la Argentina”, Quinto Sol 15: 1 (2011): 1-32.

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y tendencias del mutualismo de entreguerras, afectado por recurrentes crisis y problemáticos cuellos de botella, que iban más allá de las disputas y rivalidades dentro del campo católico: el prisma más transitado a la hora de intentar comprender estos procesos. Como señala Susana Belmartino, la actividad mutualista, en el marco de la cual cabe incluirse al COR, estuvo siempre amenazada por las dificultades para formar un adecuado pool de riesgo, ante crecientes problemas de escala y el aumento de los gastos de las prestaciones, sobre todo a partir de la década de 19308. Asimismo, su suerte no puede disociarse de los procesos más generales de transformación del rol del Estado en el mundo occidental, manifiestos primero tímidamente en el marco de las políticas sanitarias de los gobiernos “conservadores” de los años treinta, y, luego con mayor intensidad, de la mano de la denominada “democratización del bienestar”, durante la década peronista9. Así, pues, en las páginas que siguen, partiendo de estos interrogantes e hipótesis, se intentará explorar los emprendimientos del COR, así como su crisis a partir de la década de 1940. Para ello, el análisis se centrará en la viabilidad de la empresa a la luz de las transformaciones de la institución y de los contextos sociales y políticos cambiantes que debió enfrentar entre la primera posguerra y el peronismo.

1. La edad de oro: la llegada de los demócratas cristianos (1915-1931) Los demócratas cristianos asumieron el control del COR a mediados de la década de 1910. Ataviados con ideas renovadas, basadas en parte en la democracia cristiana de Buenos Aires y en las experiencias de los catolicismos europeos, pusieron en marcha una militancia más acorde con las lógicas de la política de masas: realizaron conferencias callejeras, volanteadas, cursos de formación, y propagaron sus ideas través de centros barriales —denominados luego “comités”—, tal como los llevaba a cabo el radicalismo, con notable éxito10. Asimismo,

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Susana Belmartino, La atención médica argentina en el siglo XX. Instituciones y procesos (Buenos Aires: Siglo XXI, 2005).

9 Juan Carlos Torre y Elisa Pastoriza, “La democratización del bienestar”, en Los años peronistas, 1943-1955, Nueva Historia Argentina, t. VIII, ed., Juan Carlos Torre (Buenos Aires: Sudamericana, 2002), 257-312. Para los gobiernos conservadores: Susana Piazzesi, Conservadores en provincia. El iriondismo santafesino, 1937-1943 (Santa Fe: Universidad Nacional del Litoral, 2009). 10 En 1916, la Unión Cívica Radical —cuyo programa eran el respeto de la Constitución Nacional, sancionada en 1853, y la pureza del sufragio— se impuso al nivel nacional gracias a la ley electoral de 1912, que contribuyó a desarticular las “máquinas” electorales del conservadurismo. Algunos de los rasgos novedosos del radicalismo fueron su implantación capilarizada a través de comités barriales y su intensa actividad proselitista, a tono con las lógicas de la llamada “política de masas”. Al respecto: Ana Virginia Persello, Historia del radicalismo (Buenos Aires: Edhasa, 2007).

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la coyuntura de crisis económica generada por la Gran Guerra abonó el terreno para muchas de las iniciativas mutualistas del COR, que, en el marco de un creciente desempleo y altas tasas de inflación, constituían paliativos más o menos inmediatos11. La apuesta dio sus frutos y, tras una década de relativo estancamiento en el número de asociados y agudas crisis, la entidad comenzó a dar muestras claras de revitalización. Se ampliaron las actividades culturales y recreativas, se logró poner en marcha dos sindicatos católicos —el de Tranviarios y el de Empleados y Dependientes de Comercio— y se ampliaron de manera significativa las prestaciones médicas12. Hacia fines de la década, en una prueba del éxito de la nueva dirección, el Círculo superó por primera vez la barrera de los dos mil socios. Las veladas literarias y las esporádicas reuniones sociales que habían caracterizado sus primeros años —circunstancialmente interrumpidas por el reclutamiento de rompehuelgas— dieron paso a una abultada agenda que incluyó frecuentes obras de teatro, almuerzos campestres, proyecciones cinematográficas, y la práctica cada vez más generalizada de deportes: una dimensión que la Junta Central de los Círculos consideraba de particular relevancia. En términos mutualistas, los cambios también fueron destacados: además de una más diversificada oferta médica y farmacéutica —sostenida en el mayor número de cotizantes, en parte vinculados a los nuevos sindicatos católicos—, se comenzó a ampliar el panteón social de la entidad, que contaba con sólo unos cincuenta nichos en 1919. Al mismo tiempo, se consolidó el servicio de asesoría jurídica —a cargo de varios de los abogados que integraban la comisión directiva— y se reorganizó la denominada Agencia de Trabajo, renombrada Agencia de Colocaciones, escasamente activa desde la crisis de 190613. A comienzos de la década de 1920 se implementó también un seguro de vida financiado colectivamente y se aumentaron de manera sostenida tanto las becas para los colegios confesionales de la ciudad como las de perfeccionamiento o formación que el COR tramitaba en diferentes institutos y centros de capacitación. Estas últimas, sorteadas entre los solicitantes, incluyeron áreas tales como inglés, telegrafía, taquigrafía, aritmética, escritura, dibujo industrial, cortador sastre, violín y piano. También, la oferta de cursos nocturnos se amplió abarcando áreas como contabilidad, electricidad o dactilografía14.

11 Sobre la coyuntura económica: Claudio Bellini y Juan Carlos Korol, Historia económica de la Argentina en el siglo XX (Buenos Aires: Siglo XXI, 2012), y de Eduardo Míguez, Historia económica de la Argentina. De la Conquista a la crisis de 1930 (Buenos Aires: Sudamericana, 2008). 12 Acción Social, Rosario, 20 de julio, 1918. 13 Democracia, 01 de febrero, 1915; La Verdad, Rosario, 05 de enero, 1924, y Círculo de Obreros de Rosario, Memoria Anual, Rosario, 1920-1921. 14 Ofertas de cursos: La Verdad, Rosario, 03 de julio, 1924; La Verdad, Rosario, 23 de julio, 1924; La Verdad, Rosario, 12 de enero, 1926, y La Verdad, Rosario, 07 de febrero, 1926.

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Entre tanto, el alza en el número de socios, que por entonces superaba los cinco mil, y la diversificación de las prestaciones volvieron a plantear el problema acuciante de la construcción de una sede social. El local de la calle Maipú quedaba cada vez más chico, y los gastos de alquiler, que incluían tanto el local fijo como eventualmente otros salones y dependencias, preocupaban a las comisiones directivas, que veían allí un pesado lastre. La cuestión de la sede se convirtió en uno de los asuntos más discutidos hasta que finalmente, en 1922, se decidió avanzar en una convocatoria de anteproyectos para construir un edificio propio15. Se creó una comisión pro-edificio y se lanzó una suscripción de acciones, similar a la empleada con éxito pocos años antes por los católicos de la ciudad de Santa Fe para levantar la Casa del Pueblo “Obispo Boneo”, rebautizada Casa Social Católica16. Se emitieron dos tipos de acciones con sistemas de amortización diferentes y se congeló alrededor de un diez por ciento de las cuotas societarias, para respaldar el pago de las acciones17. Aunque las publicaciones de la entidad exageraron en cuanto al “rotundo éxito” de la suscripción, la recepción, tanto de la primera parte, en 1922, como de la segunda, en 1923, fue razonablemente buena. El propio presidente Marcelo T. de Alvear, que se encontraba en la ciudad, suscribió una acción, que desde entonces el Círculo exhibió como un gran trofeo18. Los 120.000 pesos obtenidos por esa vía no fueron sin embargo suficientes para financiar la obra y, tras varios debates y análisis, se decidió pedir un crédito por 250.000 pesos al Banco Hipotecario Nacional19. La liquidez que aseguraron los créditos y las suscripciones facilitó la ejecución del plan de obras, y el edificio se inauguró sin contratiempos en 1925, con la presencia de diversas personalidades, entre ellas el obispo de Santa Fe, Juan Agustín Boneo, quien había apoyado a los dirigentes del Círculo desde sus primeros años20. Rápidamente, los beneficios de la nueva sede se hicieron sentir, y, al no tener que pagar alquiler, la oferta recreativa se acrecentó de un modo significativo. Las funciones teatrales se multiplicaron, y los torneos de ajedrez, casin, truco o pelota vasca, que hasta entonces se habían llevado a cabo sólo excepcionalmente, devinieron una de las actividades más frecuentes y populares entre los asociados. Las funciones de cine, por su parte, comenzaron a celebrarse todos los días en varios horarios, con importante éxito.

15 Diversos anteproyectos pueden consultarse en: La Verdad, Rosario, 02 de junio, 1922. 16 Diego Mauro, De los templos, 67-99. 17 La Verdad, Rosario, 05 de junio, 1922. 18 La Verdad, Rosario, 30 de octubre, 1923. Sobre la primera tanda: La Verdad, Rosario, 21 de septiembre, 1922. 19 Memoria Anual, Rosario, 1923-1924. 20 En 1918, cuando en diferentes diócesis comenzaron a censurarse las actividades de los demócratas cristianos, Boneo emitió una pastoral apoyándolos y resaltando la labor realizada en Rosario. Al respecto: Diego Mauro, De los templos, 72-73. Sobre la presencia de Boneo en el acto: La Verdad, Rosario, 18 de mayo, 1925.

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El número de cotizantes siguió creciendo —se llegó a los ocho mil en 1926—, y el volumen de dinero de las cuotas se elevó en una proporción semejante. A pesar de este acentuado crecimiento, devolver los préstamos no fue una tarea sencilla. El patrimonio de la entidad creció de manera sostenida pero las deudas no se quedaron atrás: en 1928 duplicaban el patrimonio neto de la institución. Los activos disponibles, además, eran difícilmente vendibles si —llegado el caso— no se lograba atender los compromisos contraídos y tenían que liquidarse. Se buscó entonces aumentar a toda costa el número de socios, ya que, según las estimaciones de la comisión directiva, se necesitaban algo más de diez mil. Entre 1926 y 1928, las campañas se repitieron e intensificaron —encabezadas por el propio presidente, Elías Luque— pero, a pesar de los esfuerzos realizados, las nuevas incorporaciones apenas superaron el número de bajas. Por entonces, a estas dificultades de crecimiento se les sumaron también las relativas al aumento en los gastos de las prestaciones médicas y farmacéuticas, desde hacía más de una década, el principal rubro de erogaciones de la entidad. El alza de socios obligó a contratar más médicos, y el gasto hospitalario se elevó notablemente entre 1917 y 1927. Además, hacia fines de la década de 1920 comenzaron a sentirse también las presiones del seguro de vida que se había lanzado en 1924 y que creció vertiginosamente: 2800 pesos en 1925, 9000 en 1927 y 12.000 en 1928. Si bien estas erogaciones se cubrían con las cuotas societarias, los excedentes que quedaban para pagar las abultadas deudas con los bancos y accionistas eran cada vez más chicos. Hacia 1930, sin embargo, más allá de los problemas financieros, no cabían dudas de los éxitos de la gestión iniciada a mediados de la década anterior. Aun cuando las deudas gravitaban con peso, la capitalización de la entidad y, sobre todo, el desarrollo del mutualismo habían sido formidables. Más aún si se los comparaba con los escasos avances del período previo o con las realidades de los otros círculos. El de Córdoba, por ejemplo, seguía teniendo casi el mismo número de socios que a principios de siglo: entre doscientos y quinientos, mientras que el COR rondaba los nueve mil, cifra que equivalía a la mitad de los socios de los Círculos del interior del país y a casi una tercera parte del total de los 82 círculos censados por la Federación de Círculos21. La comparación, sin duda, acrecentaba los logros de la entidad, algo que reconocía la propia Junta Central, a pesar de las diferencias que mantenía con el COR a raíz de sus estatutos autónomos22. En 1928 destacó incluso la “dignísima” labor de la Comisión Directiva que había llevado a “ese círculo a un grado de prosperidad y de pujanza no igualado por ningún otro de la República”. A pesar del reconocimiento, empero, dejaba en claro que la clave de dichos logros

21 Néstor Auza, Aciertos y fracasos, 194. 22 Sobre los estatutos del COR: María Pía Martín, “Iglesia católica, cuestión social y ciudadanía”, 139-170.

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no pasaba por la labor de la “comisión directiva” ni, mucho menos, por la autonomía de la entidad, como argumentaban Federico Grote y los defensores de una organización menos centralizada, sino precisamente por el grado de centralización alcanzado23. Tal como también se discutía en el seno de las asociaciones mutuales, en la Memoria de 1928, la Junta se refirió a la importancia de formar un adecuado pool de riesgo y de vencer el “espíritu localista” que impedía optimizar y modernizar las prestaciones24. La clave del éxito de los rosarinos no residía entonces, según la Junta Central, en sus dirigentes —aunque se les reconocían méritos—, sino en la cantidad de cotizantes, que les aseguraba el hecho de no tener que competir con otros círculos o entidades católicos en la ciudad. La escala con la que contaban les permitía emprender obras de envergadura impensadas en otras instituciones y ofrecer un mutualismo “técnicamente aceptable”. Algo que, insistían desde la Federación, requería cada vez más una única dirección, dotada de una “caja fuerte” que centralizara las prestaciones más costosas. Todo esto, que para los partidarios de Federico Grote, apartado desde 1912 de la dirección de los Círculos, significaba reducirlos a su dimensión mutualista y someterlos al proyecto del Episcopado, era —según el informe de 1928— la única posibilidad de competir con éxito frente a otras mutuales. Sin una apropiada relación socios/cuotas/prestaciones era imposible sostener un servicio de calidad, algo que ponía en evidencia el caso del Círculo Central en Buenos Aires, obligado a lidiar con otros veinte círculos, o el de Córdoba, cuyo accionar encontraba un freno en la labor de los Josefinos y en la de la Asociación Obrera de la Sagrada Familia. Estos análisis, por cierto, no eran privativos de la Junta Central o de la Federación de CCOO. También, los estudios técnicos de diversas asociaciones mutuales —tal el caso de la Asociación Española de Socorros Mutuos de Rosario25— y, por ejemplo, los proyectos de ley de uno de los principales economistas del período, Alejandro Bunge, arribaban por entonces a conclusiones semejantes. La posibilidad de competir radicaba en avanzar hacia un mayor grado de centralización e integración que redujera el impacto de los grupos de riesgo y permitiera bajar el costo per cápita de las prestaciones de alta complejidad, el talón de Aquiles del mutualismo de entreguerras.

23 El sacerdote redentorista alemán Federico Grote fue uno de los principales referentes del catolicismo social argentino, fundador del Círculo Central de Buenos Aires en 1892 y referente nacional de la Federación de Círculos de Obreros hasta su desplazamiento, en 1912. “Cartas de Grote a Berardo”, 23 de febrero de 1921, y de “Grote a Massa”, 9 de agosto de 1921 y 27 de diciembre de 1921, en Archivio Segreto Vaticano (ASV), Ciudad del Vaticano-Vaticano, Archivio Nunziatura Argentina (ANA), Sección Felipe Cortesi, fasc. 528, ff.50-58. 24 “Círculos de Obreros, Memoria de la Junta de Gobierno de los CCOO elevada al Episcopado Nacional”, 1928, en ASV, ANA, Felipe Cortesi, fasc. 528, ff.63-88. 25 Al respecto: Laura Badaloni y Andrea Meinardi, “La Asociación Española de Socorros Mutuos de Rosario (1857-1914). Asociacionismo étnico, médicos y epidemias”, en Los españoles en sociedad (Rosario: Cromográfica, 2007), 11-31.

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Los demócratas cristianos tomaron conciencia de estos desafíos y, a diferencia de sus antecesores, lo hicieron —tal como dejan entrever sus iniciativas— empleando categorías e instrumentos conceptuales que cabría definir, siguiendo a Charles Taylor, como “seculares”, es decir, basados en un marco de causalidad inmanente que auspiciaba un dominio técnico sobre la realidad 26. Ésa era, más allá de la importancia de la centralización misma —sobre la que insistía la Federación de CCOO—, la otra cara de los avances del mutualismo del COR: un subterráneo proceso de cambio religioso, en los términos de Karel Dobbelaere, que permitió a los demócratas “mundanizar” las razones de posibilidad de los emprendimientos de la entidad, dejando de atribuir las dificultades y los obstáculos a variables “externas” e incontrolables: en el marco de la cosmovisión intransigente, una sociedad totalmente impenetrable, impía y descristianizada. Un cuadro que, por cierto, se acoplaba bien con los estereotipos que circulaban habitualmente sobre la ciudad de Rosario: la “ciudad fenicia y sin alma”, la “Barcelona argentina”, “la ciudad puerto”, entre otros. El ciclo de crecimiento del mutualismo del COR en su época dorada se basó, en consecuencia, tanto en las condiciones estructurales favorables que ofrecía Rosario —alta centralización, apoyo de las jerarquías eclesiásticas y escasa competencia intracatólica— como en la existencia de unas élites demócratas cristianas que tomaron conciencia de dichas circunstancias y enfrentaron los desafíos mutualistas en una clave esencialmente técnica que, si bien no abandonó la retórica intransigente o la denuncia del proceso de descristianización, las colocó en un segundo plano a la hora de planificar el desarrollo de la entidad.

2. Del amesetamiento al “salto adelante” (1931-1941) La élite dirigente del COR, afirmada a esta altura a través de sucesivas alianzas matrimoniales, encaró la década de 1930 con optimismo. Aunque no se logró superar el umbral de los diez mil socios, el número se mantuvo arriba de los ocho mil, y, gracias a las campañas realizadas, alcanzó por momentos los nueve mil27. Además, tras algunos momentos de crisis financiera, la entidad logró atender sus deudas apelando a refinanciaciones y al desarrollo de otras fuentes de recursos. A fines de la década de 1920, se intensificó la

26 En términos de Charles Taylor, un pensamiento secular implica que las “cause-and-effect relationships are understood in this-wordly terms as matters of nature, technology, human intention or even mere accident”. “Introduction”, en Rethinking Secularism, eds., Craig Calhoun, Mark Juergensmeyer y Jonathan Vananterpen (Nueva York: Oxford University Press, 2011), 10. 27 La Verdad, Rosario, 07 de marzo, 1929.

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organización de todo tipo de actividades con fines recaudatorios: kermeses, obras de teatro, funciones especiales de cine, campeonatos de truco, billar, casin y ajedrez. Se montó también, aunque sus ingresos fueron modestos, un “kiosco” que vendía libros, diplomas y almanaques de la entidad. Mucho más éxito tuvo el cuerpo de teatro infantil, integrado por casi doscientos niños, que atrajo la atención de los padres y, junto a ellos, buenas ganancias28. Además, tanto durante las funciones infantiles como durante las de cine o los campeonatos de truco, billar y casin, el consumo de aperitivos, tragos y diversas bebidas en el buffet del círculo comenzó a generar un flujo nada desdeñable de dinero29. En julio de 1931, por ejemplo, se realizó un torneo de ajedrez con treinta y cinco tableros simultáneos que atrajo considerable público30. Por entonces, además, el buffet se había ampliado incorporando todo tipo de bebidas alcohólicas: vino, cerveza, sidra, los vermut Cinzano y francés, el fernet Branca, el Jerez Quina Ruis, varias marcas de coñacs, ginebra y anís. Paralelamente, también el deporte comenzó a generar algunos saldos positivos. En 1929, por ejemplo, se inauguró una nueva cancha de básquet con la realización de un partido de beneficencia, cuyas ganancias permitieron cubrir parte de los gastos ocasionados por las obras que se estaban inaugurando. Por su parte, los partidos de fútbol y las liguillas, que se jugaban a veces en el predio que la entidad había adquirido recientemente en “Barrio Saladillo”, igualmente comenzaron a generar ingresos, destinados tanto a cubrir déficits como a financiar algunas obras concretas, entre ellas, la instalación de la calefacción en el auditorio. Hacia 1931 y 1932, a pesar del contexto de depresión económica, los balances se equilibraron, en parte gracias al dinamismo de la actividad social. De momento, la curva de prestaciones e ingresos se mantuvo más o menos favorable, aunque las proyecciones siguieron siendo poco alentadoras. Sobre todo porque, como ocurría en otras entidades, el porcentaje de los socios mayores de cuarenta años aumentaba, y con ello, la prima de riesgo, deteriorándose la relación entre cotizantes e ingresos. El COR tenía muy en cuenta el problema y cobraba, de hecho, dos cuotas diferentes según la edad, pero de todos modos, el futuro era incierto porque no se sabía con precisión cómo evolucionarían los gastos en un contexto en el que la medicina se transformaba constantemente31. Las prestaciones cambiaban, se hacían más sofisticadas, y los médicos tendían a recetar cada vez más “específicos”

28 Algunas reseñas sobre el cuerpo infantil de teatro, en La Verdad, Rosario, 26 de marzo, 1931. 29 La Verdad, Rosario, 07 de noviembre, 1926. 30 La Verdad, Rosario, 15 de julio, 1931. 31 Sobre estos cambios: Diego Armus, La ciudad impura. Salud, tuberculosis y cultura en Buenos Aires, 1870-1950 (Buenos Aires: Edhasa, 2007).

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—medicinas elaboradas por laboratorios—, en vez de los preparados realizados por los farmacéuticos, y esto encarecía considerablemente el rubro. Se sumaban, además, los crecientes gastos en radiología y en internaciones, que las comisiones del COR no tenían en claro cómo enfrentar. A mediados de la década, mientras el número de socios no había aumentado, los gastos lo habían hecho un cuarenta por ciento. El periódico La Verdad, en consonancia con los debates que animaban al movimiento mutualista, cuestionó duramente “la manía de los específicos” y advirtió sobre el peso que estaban adquiriendo los grandes laboratorios, en desmedro de las farmacias locales32. Se comenzó a denunciar también el supuesto uso irresponsable de la entidad y se trataron de ajustar los controles: el primero y principal, el cobro de la cuota. Sin la cuota al día, no podrían retirarse órdenes ni pedirse ningún tipo de atención, incluso en casos de emergencia. El mayor control, sin embargo, trajo pocos beneficios. No solucionó los problemas y, por el contrario, dio pie a tensiones y conflictos que alcanzaron incluso dominio público y envolvieron a los dirigentes de la entidad en varios escándalos, animados en buena medida por una delicada situación política. Los demócratas progresistas en el gobierno provincial santafesino, decididos a avanzar en la laicización del Estado, aprovecharon los incidentes ocasionados por los nuevos controles para cuestionar la razón de ser del Círculo, una de las usinas generadoras de militantes para la Acción Católica y uno de los principales focos de oposición a la democracia progresista33. Fue entonces cuando, ante los desafíos que se cernían sobre el horizonte, comenzó a ganar peso la idea de superar las dificultades y el estancamiento del número de socios a través de un salto adelante, construyendo un sanatorio propio34. Una iniciativa recomendada por la Junta Central de los Círculos y que también ganaba peso en el Círculo Central, así como en diversas asociaciones mutuales que enfrentaban problemas similares. Los dirigentes de la entidad esperaban que un sanatorio propio bajara los gastos —las internaciones, en primer lugar— y permitiera avanzar hacia un sistema más eficiente, integrado y centralizado, capaz de atraer un mayor número de cotizantes y de proyectar el área de influencia del COR más allá de Rosario, al menos a todo el sur provincial y, en lo posible, a la ciudad de Santa Fe. De hecho, para avanzar en esa línea se ideó una nueva categoría de socio que sólo accedería al sanatorio y a las prestaciones de salud35. En este sentido, el diagnóstico de los dirigentes de la entidad se

32 La Verdad, Rosario, 11 de mayo, 1934. 33 Tras los conflictos de la década de 1920, la separación de la Iglesia y el Estado se convirtió en un aspecto esencial del programa partidario de la democracia progresista. Al respecto: Diego Mauro, Reformismo liberal y política de masas. Demócratas progresistas y radicales en Santa Fe, 1921-1937 (Rosario: Prohistoria, 2013). 34 La Verdad, Rosario, 29 de marzo, 1935. 35 Categoría socio-sanatorio: La Verdad, Rosario, 09 de junio, 1936, y La Verdad, Rosario, 16 de septiembre, 1936.

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asemejaba al de otras asociaciones mutuales y al que había trazado la Federación de Círculos de Obreros casi una década antes, cuando en 1928 vaticinó que las mutuales católicas sólo podrían sobrevivir aumentando la escala y limitando la competencia entre ellas. El proyecto del sanatorio puso en frenética ebullición a la entidad. Volvieron a lanzarse con intensidad las campañas de socios y, como en las décadas anteriores, se ensayó con eslóganes y afiches. Siguiendo diferentes modelos de publicidad, se insistió tanto en las ventajas, la tranquilidad y la seguridad de asociarse al COR como en los riesgos que suponía no hacerlo. En uno de los diversos avisos publicados se veía, por ejemplo, a dos camilleros llevando a un enfermo agonizante en una camilla con la inscripción “imprevisión”36. En otro, siguiendo la misma tónica, se ponían en primer plano diferentes garras, cada una con el nombre de una amenaza —gripe, desamparo, enfermedad, muerte—, que intentaban dar alcance a un hombre que se alejaba de ellos con la solicitud de ingreso al Círculo de Obreros37. Como en la década anterior, se ensayó también con avisos menos innovadores que insistían simplemente en los beneficios de estar asociado, y en los que se enumeraban de un modo directo las prestaciones y los servicios38. Se creó, asimismo, una Comisión ProSanatorio que organizó la suscripción de acciones, como se había hecho para la sede, y se lanzaron, a su vez, comisiones barriales para difundir la obra. Una vez adquirido el terreno y comenzada la construcción, la propaganda se centró en las fotos de las maquetas y los croquis39. Las suscripciones se llevaron relativamente a buen puerto y se consiguió el dinero restante a través de nuevos créditos con los bancos Hipotecario, Municipal y de Santa Fe. Las obras fueron avanzando a buen ritmo y, entre 1937 y 1939, la propaganda apeló precisamente a la difusión de los avances del plan de obras. Los esfuerzos, sin embargo, estuvieron muy lejos de dar los resultados esperados. El número de socios se mantuvo relativamente estable, mientras que el promedio de edad aumentó. La estrategia de socios-sanatorio obtuvo al principio buenos resultados —entre 1700 y 1800 incorporaciones el primer año— y entusiasmó a los dirigentes de la entidad, pero pronto se hizo evidente que las expectativas eran desmedidas, y la tendencia se invirtió: dos años después había sólo 1300 socios con esta modalidad. Aunque contaban con el apoyo del obispo Antonio Caggiano, no tuvieron la misma suerte con el arzobispo de Santa Fe, Nicolás Fasolino, de

36 La Verdad, Rosario, 11 de mayo, 1934. 37 Otras propagandas “negativas”: “ahorcado”, La Verdad, Rosario, 29 de mayo, 1934; “Garras”, La Verdad, Rosario, 27 de junio, 1934. 38 Avisos “positivos”: La Verdad, Rosario, 08 de julio, 1934; La Verdad, Rosario, 27 de septiembre, 1934; La Verdad, Rosario, 07 de septiembre, 1934. 39 La Verdad, Rosario, 16 de septiembre, 1936; La Verdad, Rosario, 11 de diciembre, 1936; 26 de febrero, 1937.

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modo que la proyección de la obra más allá de la ciudad de Rosario y su área de influencia se vio seriamente comprometida40. Por otra parte, por entonces fue preciso reconocer el relativo fracaso de la categoría de socio-deportista, creada en 1937 para tratar de financiar obras concretas —como la remodelación de la cancha de pelota vasca— y contribuir a disminuir los saldos negativos de los balances. En 1939, tras dos años de campañas y con apenas ciento cuarenta y tres socios deportistas, se abandonó toda esperanza de que dicho rubro deviniera una salida posible a la crisis41. La inauguración del sanatorio —denominado Policlínico San José— dio pie, sin embargo, a grandes festejos y contribuyó por el momento a mantener el optimismo42. Después de todo, el Círculo había logrado despertar admiración, incluso entre las mutuales más grandes del país, con un edificio modelo, dotado de ocho pisos, dos subsuelos, un local anexo, equipos de alta complejidad para cirugía y radiología, una farmacia propia, consultorios y numerosas salas de internación. Se preveía, asimismo, continuar las obras y, si todo iba bien, construir un segundo edificio que, como el que se había inaugurado, contaría, según La Verdad, con lo “más avanzado”. En esa dirección, en consonancia con los proyectos impulsados tanto por los demócratas progresistas como por los gobiernos antipersonalistas desde el Estado provincial, el COR apeló a la austeridad de las líneas arquitectónicas modernistas para afirmar precisamente un discurso de propaganda centrado en el valor tecnológico y científico del policlínico. Sólo en segundo plano, se hizo mención de la “caridad cristiana”, que, supuestamente, agregaba un plus en el cuidado de los enfermos, haciendo del sanatorio el “mejor” de la ciudad. La inauguración fue, como había sido la de la sede social una década y media antes, un evento de envergadura. El propio gobernador, Manuel María de Iriondo —de fuertes vínculos con la curia santafesina43—, acudió y presentó al Círculo como un ejemplo de lo que debía ser el mutualismo del futuro y aprovechó para referirse también a la inversión del Gobierno en salud, uno de los centros neurálgicos de su discurso tras el fraude electoral perpetrado en 1937. Los reconocimientos llegaron desde todos los puntos del país, tanto de otros Círculos como de diferentes mutuales que miraban no sin cierta sorpresa los logros alcanzados. Las felicitaciones y las muestras de sincero asombro, empero, no pagaban las deudas ni conseguían nuevos

40 “Carta enviada por la comisión directiva del COR al Arzobispo Nicolás Fasolino”, 26 de mayo de 1936, en Archivo del Arzobispado de Santa Fe (AASF), Santa Fe-Argentina, Fondo Círculo de Obreros. 41 Sobre la categoría socio-deportista: La Verdad, Rosario, 07 de julio, 1937. 42 “Memoria 1939-1940”, publicada en La Verdad, Rosario, 29 de mayo, 1940. 43 Los vínculos tenían ya una larga historia. En 1931 Iriondo había enfrentado a los demócratas progresistas apoyado por el entonces obispo de Santa Fe, Juan Agustín Boneo. Al respecto: Diego Mauro, Reformismo liberal y política de masas, 30-35 y 126-129.

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cotizantes, y, transcurridos dos años, la situación económica y financiera se volvió crítica. Los dirigentes denunciaron entonces con amargura la “desidia” y la “incomprensión” de muchos socios y pidieron, sin suerte, un mayor compromiso44. En poco tiempo, los vencimientos ahogaron las arcas de la entidad y esta vez, a diferencia de lo que había ocurrido a fines de la década de 1920, las cuotas societarias no pudieron sostener los costos crecientes de la medicina, un problema que, como denunciaban diferentes instituciones, amenazaba las bases mismas del mutualismo en el país45. Entre 1940 y 1941 se recetaron más de diez mil específicos, contra seis mil del período 1938-1939, y las erogaciones totales en salud pasaron de alrededor de cien mil pesos en 1935 a ciento ochenta mil en 1941. A su vez, el gasto estatal en salud, aunque en modo alguno tan significativo como aseguraban los gobiernos de Manuel María de Iriondo y Joaquín Argonz, impactó negativamente contribuyendo a minar las bases de apoyo del COR46. Si bien se maquillaron los balances para no preocupar en exceso a los acreedores y accionistas, tras depurar los activos y analizar la evolución de las cuotas societarias, el escenario era más que sombrío: la entidad no conseguía nuevos socios, envejecía y perdía dinamismo en el preciso momento en que sus erogaciones se disparaban sin control.

3. El fin de una época: el estancamiento y la crisis (1942-1957) Los años cuarenta fueron los del desencadenamiento de la crisis de la entidad. El estancamiento y la lenta disminución de los socios, atenuada apenas por la incorporación de los socios-sanatorio, devinieron en franca caída. Del pico de 9000 de 1939 se pasó a 7000 en 1942 y a 5000 en 1944. Los gastos, lejos de disminuir, aumentaron enormemente, no sólo porque había que pagar las deudas contraídas, sino porque los costos operativos del sanatorio requerían una escala mucho mayor, de la que se estaba cada día más lejos. Las élites dirigentes, además, comenzaban a mostrarse superadas por la situación, por primera vez desde que habían llegado al Círculo. Habían logrado relanzar la entidad en la primera posguerra y superar la crisis financiera que supuso la edificación de la sede social, pero tras la inauguración del sanatorio se sumergieron en el desconcierto. Sus reflejos, asimismo, tras dos décadas al frente del COR, no eran los mismos ni parecían contar con una nueva camada de

44 La Verdad, Rosario, 23 de enero, 1940. 45 Análisis de la crisis: La Verdad, Rosario, 26 de abril, 1940, y La Verdad, Rosario, 13 de noviembre, 1941. 46 Manuel María de Iriondo y Joaquín Argonz formaban parte del denominado radicalismo “antipersonalista”, surgido en la década de 1920 como una escisión dentro de la UCR. En la provincia de Santa Fe gobernaron entre 1937 y 1943 basándose en el fraude electoral. Al respecto, Ana Virginia Persello, Historia del radicalismo, 51-92, y Susana Piazzesi, Conservadores en provincia, 51-80.

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dirigentes jóvenes capaces de tomar la empresa con energías renovadas. La relativa endogamia y la rigidez del grupo, como lo estudió María Pía Martín —evidente en la escasa circulación de nuevos nombres en las comisiones directivas de la década de 1930—, devinieron un serio impedimento para enfrentar la nueva coyuntura. Referentes como José Michelletti, Juan Lo Celso, José Sutti, José Ordóñez y Elías Luque murieron por esos años, y otros, acorralados por la vejez, debieron dar un paso al costado47. A diferencia de lo que había ocurrido a fines de los años veinte, cuando la endogamia del grupo facilitó la acción coordinada y la disciplina interna, a mediados de los años cuarenta dio pie a una severa crisis generacional que quitó reflejos a la comisión directiva en un momento crítico. Entre tanto, en tonos cada vez más trágicos, el periódico de la entidad se refirió al problema de los costos y a la relación entre prestaciones y cotizantes, pidiendo desesperadamente un uso responsable de los servicios. Los problemas, según La Verdad, eran tanto las subas de los medicamentos y el costo de las nuevas prestaciones como la falta de una verdadera “conciencia mutualista”, algo que ya se había pedido a principios de los años treinta48. Se lanzaron nuevas compañas de socios, aunque con menos ímpetu e ingenio: los avisos dejaron de lado las ilustraciones y se limitaron a pedir nuevos ingresos, apelando sobre todo a las redes personales y al “deber cristiano”. A diferencia de la confianza que transmitían los anuncios de los años treinta, en éstos parecía aceptarse con resignación que los nuevos socios ya no podían provenir sino de relaciones personales o, lo que era lo mismo, que los servicios que se ofrecían no podían competir con éxito. Se pidieron, además, contribuciones extraordinarias y se exigió con más firmeza el pago de la anualidad para mantener el Panteón Social49. Nada cambio, sin embargo, el curso de los hechos, y, a mediados de 1944, la comisión directiva, agobiada por los vencimientos, se vio obligada a renunciar a su más grande logro: el Policlínico. La Unión Ferroviaria hizo una oferta por las instalaciones, y la entidad, al borde de la quiebra, la aceptó sin dilaciones50. El golpe fue simbólicamente lapidario, aunque los dirigentes se esforzaron por disimularlo, insistiendo en que se mantendrían las mismas prestaciones en el Hospital Italiano y en la propia sede del Círculo, donde se decidió trasladar la Farmacia. La situación económica se descomprimió pero puso en evidencia, a pesar del maquillaje contable, el empobrecimiento real: el patrimonio neto se desmoronó, y los activos que quedaron, tasados

47 Notas al respecto en: La Verdad, Rosario, 19 de mayo, 1940; La Verdad, Rosario, 11 de septiembre, 1942; La Verdad, Rosario, 25 de abril, 1944; La Verdad, Rosario, 28 de marzo, 1947; La Verdad, Rosario, 09 de septiembre, 1949. 48 Sobre el llamado “mal mutualista”, La Verdad, Rosario, 10 de septiembre, 1943; La Verdad, Rosario, 28 de marzo, 1945. 49 La Verdad, Rosario, 28 de enero, 1945. 50 “Memoria 1944-1945”, La Verdad, Rosario, 23 de mayo, 1945.

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en unos seiscientos mil pesos, apenas cubrían los pasivos. Los festejos por las bodas de oro no pudieron llegar en un peor momento, y los periódicos institucionales se dedicaron a repasar con nostalgia las presidencias más relevantes, ofreciendo un verdadero panteón de “héroes”: Francisco Casiello, Elías Luque, Pedro Beltramino51. Como a fines del siglo XIX, lejos de los diagnósticos y los análisis técnicos, económicos y políticos de otros tiempos, las dificultades comenzaron a vincularse de nuevo a los efectos de un supuesto proceso de descristianización. En 1947, ya con el peronismo en el poder, los nuevos dirigentes volvieron a hacer un llamado desesperado por los problemas que planteaban ahora la creciente inflación y los mayores costos laborales generados por las políticas implementadas por el nuevo gobierno52. Los gastos farmacéuticos se duplicaron entre 1942 y 1947, lo mismo que los de internación. Los sueldos de la entidad, por su parte, crecieron en un ciento por ciento entre 1941 y 1948, a lo que se sumaban las cargas jubilatorias53. Las dificultades parecían no tener fin, y en una nota de La Verdad de fines de 1947 se habló de un modo directo de “números suicidas”54. En una elocuente muestra de la profundidad de la crisis, la dirigencia, agobiada, apeló lisa y llanamente a la protección de la Virgen del Rosario55. Nunca en las décadas previas, las comisiones directivas habían intentado solucionar los problemas apelando a la religión, ni siquiera cuando a comienzos de siglo los análisis se limitaban a denunciar la “apostasía” reinante. Siempre se había agradecido a Dios, naturalmente, pero nunca se había pedido nada concreto y palpable. Por el contrario, al menos desde que los demócratas cristianos llegaron a la entidad en la década de 1910, los argumentos tuvieron siempre un perfil técnico que aludía a la eficiencia de la entidad y la calidad de las prestaciones. Las campañas de socios, como se vio, se habían pensado empleando dichos tópicos. A lo sumo se había exhortado al “deber cristiano”, sobre todo para aumentar el número de socios protectores, pero nunca hasta entonces se había pedido a la Virgen que solucionara problemas reales. Al menos oficialmente, ninguna comisión directiva invocó el auxilio divino para pagar deudas, reducir costos y aumentar el número de socios. Entre 1947 y 1949, en una clara muestra de desesperación, se realizaron varias misas y procesiones con dicho fin, y en algunas se pidió directamente por la salvación de la entidad56.

51 Bodas de oro y nuevo formato del periódico: La Verdad, Rosario, 28 de diciembre, 1945. 52 La Verdad, Rosario, 23 de mayo, 1946; La Verdad, Rosario, 08 de agosto, 1946; La Verdad, Rosario, 11 de diciembre, 1947. 53 “Memoria 1946-1947”, La Verdad, Rosario, 23 de mayo, 1947. 54 La Verdad, Rosario, 11 de diciembre, 1947. 55 La Verdad, Rosario, 23 de septiembre, 1946. 56 “Invocaciones a la Virgen”, La Verdad, Rosario, 28 de marzo, 1947; La Verdad, Rosario, 04 de julio, 1947; La Verdad, Rosario, 01 de agosto, 1947.

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Entre tanto, la calidad de los servicios empeoró: se decidió entonces comenzar a cobrar montos adicionales para cada prestación, que debían pagarse al retirar las órdenes en la entidad, y, poco después, intentando bajar más los gastos, se anularon los acuerdos con las farmacias prestadoras, y la venta de medicamentos quedó limitada a la Farmacia de la propia entidad57. Por entonces, le llegó el turno también a la publicación del Círculo, que había llegado a convertirse en sus mejores épocas en una suerte de “periódico católico”. Afectada por las restricciones para la compra de papel, la suba de precios y la disminución de los socios, La Verdad dejó de circular en 1953. La agonía de la hoja, empero, databa de la década anterior. En 1942 se había reducido el número de páginas, aunque manteniendo el tiraje de 15.000 ejemplares y la salida quincenal. En 1950, ya lejos de aquellas cifras, sólo se imprimían unos dudosos 8000 ejemplares al mes. La calidad gráfica y periodística de la hoja, además, decayó notoriamente, y poco a poco fueron abandonándose las innovaciones estéticas ensayadas en las décadas previas, cuando la entidad llegó a sostener tres publicaciones: La Verdad, El Heraldo y la revista Acción Social. A comienzos de los años cincuenta, poco antes de su cierre definitivo, La Verdad era simplemente una hoja informativa para los socios, limitada a cuestiones administrativas y sin ninguna pretensión gráfica o editorial58. Entre tanto, en 1949 y 1950 volvieron a pedirse aportes extraordinarios de diferente índole: pagar montos adicionales por prestaciones, una sobre-cuota o directamente una cifra fija para pagar los sueldos de la entidad, que, dicho sea de paso, al compás de la inflación y las nuevos derechos sociales, se habían duplicado entre 1947 y 195059. Se lanzaron bonos solidarios y se comenzaron a subalquilar el teatro de la entidad y el equipo de amplificación de sonido, pero los ingresos generados siguieron sin poder cubrir los gastos operativos60. Por esos años, la apuesta más lúcida de los dirigentes fue, sin dudas, sumarse a la Federación de Entidades Mutualistas de Rosario. Un espacio desde donde el COR intentó hacer llegar sus reclamos al Estado, aunando fuerzas con otras entidades e intentando plantear en términos más amplios la difícil situación del mutualismo en Argentina. La elección como diputado por Rosario de Eleodoro Doldán —el secretario de la entidad— generó en igual dirección un cierto optimismo y se fantaseó con la

57 Sobre los cambios de la atención farmacéutica: La Verdad, Rosario, 01 de enero, 1948. 58 Sobre la prensa católica: Miranda Lida, La rotativa de Dios. Prensa católica y sociedad en Buenos Aires: El Pueblo, 19001960 (Buenos Aires: Biblos, 2012). Puntualmente, sobre las publicaciones del COR: Diego Mauro, “La ‘mujer católica’ y la sociedad de masas en la Argentina de entreguerras. Catolicismo social, consumo e industrias culturales en la ciudad de Rosario (1915-1940)”, Hispania Sacra 66: 133 (2014): 235-262. 59 Los sueldos del personal pasaron de 27.000 pesos en 1947 a 47.000 pesos en 1950, La Verdad, Rosario, 09 de junio, 1950. 60 La Verdad, Rosario, 13 de mayo, 1948.

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posibilidad de obtener un importante apoyo estatal. Después de todo, varios de los dirigentes de la entidad se habían mostrado, en sintonía con las posiciones del obispo de Rosario, Antonio Caggiano, cercanos al peronismo61. El intento de dejar de librar la batalla en el frío e inapelable mundo de los números, para pasar a librarla en la esfera política, fue una apuesta inteligente pero, lamentablemente para los dirigentes de la entidad, las cartas ya estaban echadas. La crisis del Círculo era a estas alturas demasiado profunda, y el peronismo, que comenzaba a ver cada vez con más recelos el accionar de la Acción Católica, no mostró ningún interés en salvar una entidad que, aunque relativamente afín, competía de todos modos con los sindicatos peronistas62. En 1952, los pedidos desesperados tenían como único objetivo mantener abierta la entidad, cuyo número de socios rondaba apenas los tres mil. Los balances con menos maquillaje, ya resignados a dejar ver lo inocultable, se hicieron totalmente desoladores: de los 140 mil pesos que se habían gastado en prestaciones médicas, farmacéuticas y de internación en 1948 se pasó a 420 mil en 1951, con un 50% menos de socios. Los sueldos del personal, entre tanto, habían vuelto a duplicarse en el lapso de dos años, y la entidad siguió abierta sólo gracias a los aportes extraordinarios y a la sistemática destrucción del patrimonio acumulado, que disminuyó un 50% entre 1945 y 195263. Aunque la institución logró sobrevivir y finalmente estabilizar sus cuentas en 1957, para entonces su patrimonio se había vuelto a reducir a la mitad64. A esta altura, el proyecto de un mutualismo católico pujante y competitivo, liderado en la ciudad por el COR, se desvaneció definitivamente. El salto adelante con el que se había intentado dar vida a un sistema más centralizado y ambicioso terminó minando las bases mismas del proyecto mutualista. El optimismo, tal vez poco realista de los dirigentes, envueltos en un dificultoso cambio generacional, sumado a los cambios de las prácticas médicas y hospitalarias, fundamentalmente la tendencia alcista del costo de las prestaciones y de los “específicos” durante los años treinta, condujo al COR a una situación de crisis inédita. Empeorando las cosas, los recursos destinados a la salud estatal comenzaron a crecer, primero con timidez, en el marco de los gobiernos conservadores de fines de la década de 1930, y luego ampliamente, durante el peronismo, con

61 La Verdad, Rosario, 12 de mayo, 1949. 62 Al respecto: Susana Bianchi, Catolicismo y peronismo. Religión y política en la Argentina 1943-1955 (Buenos Aires: Prometeo/IEHS, 2001); Lila Caimari, Perón y la Iglesia católica. Religión, Estado y sociedad en la Argentina (19431955) (Buenos Aires: Emecé, 2010 [1994]). Un estado de la cuestión: Miranda Lida, “Catolicismo y peronismo. Debates, problemas, preguntas”, Boletín del Instituto de Historia Argentina y Americana “Dr. Emilio Ravignani” 27 (2005): 139-148. 63 La Verdad, Rosario, 13 de junio, 1952. 64 La Verdad, Rosario, junio, 1957. El periódico, devenido boletín informativo, volvió a salir en 1956.

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las obras de la Fundación Eva Perón y las prestaciones médicas de los sindicatos, limitando aun más los márgenes de acción, en este momento, de todos modos, ya bastante acotados. Los grandes proyectos imaginados en las décadas de 1920 y 1930 dieron paso a la desoladora lucha cotidiana por la supervivencia. A mediados de los años cincuenta, los principales objetivos de la entidad, lejos de sus años dorados, eran, cuando mucho, pagar los sueldos y mantener abiertas las puertas de una sede social cada vez más desolada.

Consideraciones finales A lo largo de este artículo se han seguido puntualmente la experiencia mutualista del Círculo de Obreros de Rosario, su ascenso y declive a lo largo de medio siglo, como un vehículo para explorar los procesos de cambio religioso que condujeron a los católicos argentinos a imbricarse de diferentes maneras con las transformaciones sociales de la Argentina de entreguerras. Este prisma condujo en dos direcciones. Por un lado, llevó a cuestionar el principal argumento esgrimido por las interpretaciones previas de índole política, a saber, que el aletargamiento y, finalmente, las crisis de las instituciones del catolicismo social —entre ellas, los Círculos— se habrían originado en los procesos de centralización (UPCA y ACA) impulsados por las jerarquías eclesiásticas. La investigación realizada sugiere que dichas crisis respondieron en realidad a tendencias y factores diversos, irreductibles a los conflictos y disputas dentro del mundo católico. Las transformaciones de la medicina de la época, con el consecuente encarecimiento de sus prestaciones (internaciones, radiología, análisis clínicos), así como la creciente utilización de “específicos” y el envejecimiento relativo de los cotizantes, fueron algunos de los factores que, al concatenarse, impidieron alcanzar un punto de equilibrio —un adecuado pool de riesgo— capaz de volver sostenibles en el tiempo los servicios de la entidad. Peor aún, estas dificultades en cierto modo intrínsecas a la forma de mutualismo emprendido y comunes a otras asociaciones —tal como analiza Belmartino— se vieron progresivamente agravadas por el mayor gasto estatal y la injerencia sindical en salud y sanidad desde fines de la década de 1930 —y en especial durante el peronismo—, poniendo seriamente en entredicho la razón de ser de este tipo de instituciones65. A su vez, como se analizó en el caso del COR, existieron causas internas: niveles poco prudentes de endeudamiento, una excesiva endogamia en la élite dirigente y, por último, una crisis generacional evidente desde mediados de la década de 1940, que contribuyeron a deteriorar la situación. El declive del mutualismo del COR, irreversible ya hacia mediados de la década de 1950, combinó de este modo

65 Susana Belmartino, La atención médica argentina.

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variables heterogéneas: tendencias estructurales de mediano plazo, relativas al rol del Estado y las prestaciones en salud; dificultades propias del modelo de gestión mutualista desarrollado, y circunstancias internas de la propia institución. Por otro lado, el prisma adoptado permitió redimensionar el rol de los “demócratas cristianos” de la primera posguerra, habitualmente vistos a través de categorías más generales como integralismo o catolicismo social, no siempre del todo apropiadas para ilustrar la heterogeneidad del campo católico66. En el caso del COR, esta nueva camada de dirigentes trajo consigo no sólo un recambio generacional y nuevas ideas, en el marco del impacto de la Rerum novarum, sino, en un plano más subterráneo, nuevas formas de enfrentar los desafíos que el catolicismo social puso en el centro de la agenda católica, más a tono con lo que, siguiendo a Charles Taylor, cabría definirse como un pensamiento “secular”. Es decir, un pensamiento de raigambre sociológica y económica, capaz de “mundanizar” la causalidad de los procesos, un cambio sustancial respecto de las élites que habían dirigido la entidad a fines del siglo XIX67. Como trasuntan las páginas del periódico institucional La Verdad, o las propias memorias y los balances contables, los obstáculos y las dificultades dejaron de atribuirse por defecto mayormente a variables externas y a causas más o menos “axiomáticas” —como la denuncia de una sociedad descristianizada, impía o atea, tópicos medulares de la retórica intransigente—, para comenzar a analizar la viabilidad de los emprendimientos, los recursos empleados, los contextos políticos y sociales o la idoneidad de los responsables de conducirlos. Todo lo cual permitió a las nuevas élites de la entidad sacar provecho de las condiciones estructuralmente favorables que, como se analizó aquí, se les presentaron en Rosario, proyectando al mutualismo del COR, al menos hasta los años cuarenta, como uno de los pilares más sólidos de la movilización católica.

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66 Sobre el debate categorial: José Zanca, Cristianos antifascistas. Conflictos en la cultura católica argentina (Buenos Aires: Siglo XXI, 2013). 67 Charles Taylor, “Western Secularity”, 31-53.

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Planificación familiar en la Guerra Fría chilena: política sanitaria y cooperación internacional, 1960-1973Ï María Soledad Zárate Campos

Profesora e investigadora del Departamento de Filosofía y Humanidades de la Universidad Alberto Hurtado (Chile) y del Departamento de Bioética y Humanidades Médicas de la Universidad de Chile. Es Licenciada en Historia y Doctora en Historia de la Universidad Católica de Chile. Coautora, con Andrea del Campo, de “Curar, prevenir y asistir: medicina y salud en la historia chilena”, Nuevo Mundo, Mundos Nuevos, Debates (2014): s/p. [En línea], y autora de “Madres y niños en las políticas del Servicio Nacional de Salud. Chile, 1952-1964”, História, Ciências, Saúde -Manguinhos 18: 1 (2011): 131-151. mzarate@uahurtado.cl

Maricela González Moya

Directora de la Escuela de Trabajo Social de la Universidad Santo Tomas, sede Santiago (Chile). Asistente Social de la Universidad Católica de Chile, Magíster en Filosofía de la Universidad de Santiago de Chile y doctorando en Historia la Universidad Católica de Chile. Entre sus últimas publicaciones se encuentran: “Los trabajadores sociales quieren andar solos. Reconceptualización y Guerra Fría. Complejidades de la intervención social”, Revista de Trabajo Social 84 (2013): 47-54, y “‘La obvia inferioridad de nuestras escuelas…’. Las primeras influencias norteamericanas en el trabajo social chileno a inicios de la década de los 40”, Revista de Trabajo Social 82 (2012): 33-42. mgonzalez@santotomas.cl

Artículo recibido: 03 de febrero de 2014 Aprobado: 14 de julio de 2014 Modificado: 19 de agosto de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.09

Ï Este artículo es resultado del Proyecto FONDECYT Nº 1100997, presentado junto a Lorena Godoy, denominado “Salud, mujeres y Estado. Transición y modernización de las políticas sanitarias de protección maternoinfantil. Chile 1952-1973”, 2010-2013.

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Planificación familiar en la Guerra Fría chilena: política sanitaria y cooperación internacional, 1960-1973 Resumen: Este artículo busca documentar los vínculos del Programa de Planificación Familiar chileno con organizaciones como el Population Council, la Rockefeller Foundation, la International Planned Parenthood Federation y la ONU, entre 1960 y 1973. En el marco de las políticas poblacionales impuestas por la Guerra Fría, se analiza la trayectoria de la comunidad médica chilena, que, compartiendo los lineamientos ideológicos de las agencias internacionales, entendió esa relación como un instrumento eficiente para la contención de las altas tasas de aborto, más que para la disminución significativa del crecimiento poblacional. Palabras claves: planificación familiar, aborto, cooperación internacional, Guerra Fría, política sanitaria, Chile.

Family Planning in the Chilean Cold War: Health Policy and International Cooperation, 1960-1973 Abstract: This article seeks to document the links between the Chilean Family Planning Program and organizations such as the Population Council, the Rockefeller Foundation, the International Planned Parenthood Federation and the UN between 1960 and 1973. Within the framework of the population policies imposed by the Cold War, it analyzes the trajectory of the Chilean medical community, which, by sharing in the ideological guidelines of the international agencies, understood said relationship more as an efficient instrument for limiting high abortion rates than as means to significantly reduce population growth. Keywords: family planning, abortion, international cooperation, Cold War, health policy, Chile.

Planejamento familiar na Guerra Fria chilena: política sanitária e cooperação internacional, 1960-1973 Resumo: Este artigo procura documentar os vínculos do Programa de Planejamento Familiar chileno com organizações como a Population Council, a Rockefeller Foundation, a International Planned Parenthood Federation e a ONU, entre 1960 e 1973. No marco das políticas populacionais impostas pela Guerra Fria, analisa-se a trajetória da comunidade médica chilena que, compartilhando os lineamentos ideológicos das agências internacionais, entendeu essa relação como um instrumento eficiente para a contenção das altas taxas de aborto, mais que para a diminuição significativa do crescimento populacional. Palavras-chave: planejamento familiar, aborto, cooperação internacional, Guerra Fria, política sanitária, Chile.

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Introducción

E

l actual Ministerio de Salud chileno reconoce que el éxito del Programa de Planificación Familiar (PPF) descansa, entre otros factores, en una extensa trayectoria histórica que lo ha fortalecido entre la población, como también

en el importante apoyo internacional que recibió, particularmente de Estados Unidos, a través de fundaciones privadas y agencias estatales1. En su origen, el PPF se configuró gra-

cias a la red médico-asistencial, a la infraestructura que proveía el Servicio Nacional de Salud (SNS) y al trabajo realizado por la Asociación de Protección de la Familia (Aprofa). También, el aporte intelectual y material suministrado por fundaciones internacionales en la década de 1960 impactó en el diseño, desarrollo y financiamiento del PPF, que, además de permitir su existencia, lo convirtieron en una caja de resonancia de fenómenos de carácter geopolítico como la Guerra Fría. El objetivo de este artículo es documentar las relaciones internacionales que estableció el PPF chileno con las políticas de población durante este período. Dichas relaciones fueron fruto de la labor de una comunidad científica que se dirigió a la tarea de contener el aborto, problema sanitario de gran envergadura para el país. Este texto se enmarca en los resultados de investigaciones más recientes en torno a la Guerra Fría, que dejan de entenderla únicamente como una disputa entre bloques poderosos y se aproximan a examinar el papel de las periferias como actores que influyeron y disputaron su propia contienda local en un proceso de reapropiación de la guerra global2. Así como en los nuevos estudios que han transitado

1

Ministerio de Salud, Normas Nacionales sobre Regulación de la Fertilidad (Santiago: Minsal, 2013).

2 Gilbert Joseph, “Lo que sabemos y lo que deberíamos saber: la nueva relevancia de América Latina en los estudios sobre la Guerra Fría”, en Espejos de la Guerra Fría. México, América Central y el Caribe, ed. Daniela Spencer (México: Ciesas, 2004), 67-92.

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desde un énfasis exclusivo en los aspectos político-militares de la Guerra Fría al interés por una exploración de sus aristas ideológicas, culturales y científicas3. El estudio del PPF chileno es un buen ejemplo para explorar nuevas implicancias de la Guerra Fría en Chile en al menos tres materias: la política poblacional y de control natal que este proceso histórico promocionó; el impulso a la internacionalización de los vínculos de la comunidad médica chilena; y la contribución de los organismos internacionales al logro de los objetivos del programa en el marco de la cooperación y asistencia técnica. Las principales fuentes para documentar estos procesos fueron monografías médicas y escritos oficiales del SNS, el Boletín de Aprofa, revistas norteamericanas de la década de 1960 y los documentos que custodia el Rockefeller Archive Center (RAC) de Nueva York, que registran parte de la relación establecida entre la comunidad médica chilena y la internacional, particularmente entre las décadas de 1940 y 1970, e ilustran la dependencia del PPF respecto de fondos extranjeros. La bibliografía sobre la historia de la PPF en Chile es reducida. Se cuenta principalmente con los trabajos de Jadwiga Pieper y Claudia Rojas4, que consignan la identificación de algunos grupos y líderes y la caracterización de uno de los PPF más emblemáticos, como el desarrollado en la población San Gregorio, en la zona sur de Santiago, desde 1965. Como complemento de las propuestas de Pieper y Rojas, este artículo privilegia el análisis de los vínculos internacionales del PPF chileno en el marco de tres ejes articuladores: primero, que la contienda ideológica de la Guerra Fría favoreció la transferencia de conocimientos, discursos y prácticas hacia el Tercer Mundo, y la preocupación norteamericana pos-Segunda Guerra, por la explosión demográfica, trajo consigo recursos y asistencia técnica, con el objetivo de detener la propagación de población pobre, que constituía un eventual peligro de descontento y subdesarrollo. Un grupo de médicos chilenos colaboraron activamente en esa transferencia al liderar la producción de estudios, la implementación de seguimientos a usuarias de anticonceptivos y la difusión de los debates sobre políticas poblacionales, que tuvo una importante expresión en la VIII Conferencia de la International Planned Parenthood Federation (IPPF), realizada en Santiago en 1967.

3

Gordon Johnston lo llama “Giro cultural” en los estudios sobre la Guerra Fría. “Revisiting the Cultural Cold War”, Social History 35: 3 (2010): 290-307; Jason Pribilsky, “Development and the ‘Indian Problem’ in the Cold War Andes: Indigenismo, Science and Modernization in the Making of the Cornell-Peru Project at Vicos”, Diplomatic History 33: 3 (2009): 405-424; Walter Lafeber, “Technology and U.S. Foreign Relations”, Diplomatic History 24: 1 (2000): 1-19; Jessica Gienow-Hecht, “Shame on U.S.? Academics, Cultural Transfer and the Cold War. A Critical Review”, Diplomatic History 24: 3 (2000): 465-494.

4 Jadwiga Pieper, The Politics of Motherhood, Maternity and Women’s Rights in Twentieth-Century Chile (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 2009); Claudia Rojas, “Lo global y lo local en los inicios de la planificación familiar en Chile”, Estudios Avanzados 11 (2009): 7-27.

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Segundo, los médicos chilenos, formados desde la década de 1940 en Estados Unidos y financiados desde ese entonces por múltiples organismos públicos y privados norteamericanos —en particular, por la Rockefeller Foundation (RF)—, habían creado una red de contactos personales y profesionales que, en el caso chileno, ya tenía antecedentes desde la década de 1920, contribuyendo a instalar los temas y políticas que preocupaban al mundo desarrollado. En el campo del control natal, dicha red se concretó en las políticas de contención del aborto y la difusión de programas de planificación familiar. Y, tercero, hacia mediados de los años sesenta, Chile contaba con una elogiada institucionalidad sanitaria y con Políticas de Salud Materno-Infantil (PSMI) asentadas en el país y en expansión hacia las zonas rurales, que favorecieron la instalación del PPF y su mantenimiento en el tiempo.

1. El pánico demográfico y el desarrollo del family planning en la agenda internacional El control de la natalidad estuvo presente en la agenda política y social desde los inicios del siglo XX occidental. Los movimientos feministas lo valoraron como un instrumento de independencia reproductiva, y algunos países emprendieron medidas de control poblacional, favoreciendo la reproducción de determinados segmentos de la sociedad y la restricción de otros5. La difusión creciente del modelo de desarrollo capitalista, en general, y del estilo de vida norteamericano, en particular, propició el concepto de family plannig, que promovía un estándar de familia pequeña y próspera, y la existencia de mujeres felices y satisfechas que preservarían el orden en el hogar y, por extensión, el orden social6. Sin embargo, la verdadera intervención poblacional comenzó luego del fin de la Segunda Guerra Mundial, en el contexto de la Guerra Fría, que dio lugar a una coordinación de políticas de control demográfico y al establecimiento de una institucionalidad ad hoc a partir de la década de 1950. Muy significativa fue la preocupación de académicos de la Universidad de Princeton (Estados Unidos) por la explosión poblacional en países africanos y latinoamericanos, sus negativas consecuencias para el crecimiento económico mundial7 y su influencia

5 Karina Felitti, “La ‘explosión demográfica’ y la planificación familiar a debate. Instituciones, discusiones y propuestas del centro y la periferia”, Revista Escuela de Historia 7: 2 (2008): 5-6. 6

Karina Felitti, “La ‘explosión demográfica’”, 7.

7

Teresita de Barbieri, “Derechos reproductivos y sexuales. Encrucijada en tiempos distintos”, Revista Mexicana de Sociología 62: 1 (2000): 48.

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en la proliferación de regímenes comunistas8. A esto se sumó la difusión de estudios que proyectaban alarmantes cifras de incremento demográfico, pronosticaban un agotamiento de los recursos naturales y una crisis política producto del aumento de la pobreza9. Dos actores son claves en este proceso desde la década de 1950: las fundaciones privadas y la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Entre las primeras cabe destacar la preponderancia de la Rockefeller Foundation, de cuya acción emergió el Population Council (PC), que brindó fondos y asistencia técnica a numerosos países, favoreciendo la reunión de expertos y la generación de conocimiento científico sobre métodos anticonceptivos, como también lo hizo la Milbank Foundation10. La Fundación Ford (FF) y la IPPF también promovieron la implantación de planes locales de freno a la fertilidad y desarrollaron diversos programas de educación, apoyo especializado, atención familiar, entre otros11. Este conjunto de organizaciones estuvieron estrechamente vinculadas y dieron lugar a una institucionalidad mundial y a una red temática que transfirió conocimiento y desarrolló investigación demográfica de gran nivel12. Todas ellas fueron fundamentales para el desarrollo del PPF chileno. También se produjo desarrollo académico sobre el tema, con la apertura de programas universitarios en

8 Dennis Hodgson y Susan Cotts Watkins, “Feminists and Neo-Malthusians: Past and Present Alliances”, Population and Development Review 23: 3 (1997): 479. 9

La preocupación demográfica guarda también relación con el inicio de la cuantificación del problema desde la década de 1950. María M. García, “Los principales lineamientos para una política de población en América Latina. Propuesta de las Naciones Unidas para el período 1960-1980”, Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura 8: 1 (2002): 102 y ss. El escaso sustento empírico, particularmente en países subdesarrollados, se revierte por el mayor volumen de estudios científicos producidos entre 1960 y 1985. D. J. Van de Kaa, “Narraciones ancladas: historia y resultados de medio siglo de investigaciones sobre los determinantes de la fecundidad”, Notas de Población 66 (1997): 14-15. A su vez, el Population Council (PC), creado en 1952 por John D. Rockefeller III, impulsó las llamadas “encuestas de fertilidad” a partir de la experiencia metodológica de los estudios de marketing corporativo en Estados Unidos. Raúl Necochea, “La Asociación Peruana de Protección Familiar y los inicios de la anticoncepción en el Perú (1967-1975)”, Histórica 33: 1 (2009): 105.

10 El Milbank Memorial Found, creado en 1905, apoyó al Gobierno de Estados Unidos en la realización de censos, conduciendo estudios sobre la relación entre tasas de fertilidad y clases ocupacionales, y de efectividad de prácticas anticonceptivas. El destacado demógrafo Frank W. Notestein participó en dicha institución impulsando una decidida colaboración a organismos del Estado y supranacionales, y la publicación de reportes periódicos como el Population Index o el Milbank Memorial Fund Quarterly. Clyde Kiser, “The work of the Milbank Memorial Fund in Population since 1928”, The Milbank Memorial Fund Quarterly 49: 4 [parte 2] (1971): 15-66; Clyde Kiser, “The Role of the Milbank Memorial Fund in the Early History of the Association”, Population Index 47: 3 (1981): 490-494. 11 Connelly señala que la labor de la IPPF fue distintiva, dada su defensa de la adaptación de los planes a las realidades locales, más que afirmarse en una ortodoxia teórica o moral. “Seeing Beyond the State. The Population Control Movement and the Problem of Sovereignty”, Past & Present 193 (2006): 221-222. 12 Matthew Connelly, Fatal Mis-Conception. The Struggle to Control World Population (Massachusetts: The Belknap Press of Harvard University Press, 2008), 158-159.

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Estados Unidos para formar expertos en temas demográficos, y durante la década de los cincuenta se consolidó la investigación en tres líneas: a) procesos demográficos y sociales en países de alto crecimiento poblacional; b) reproducción humana; y c) producción de anticonceptivos masivos, baratos y seguros13. La ONU, por su parte, promovió el intercambio profesional y científico y trató de generar evidencia empírica, a partir de encuentros académicos y políticos sobre la relación entre demografía, pobreza y subdesarrollo14, bajo la tesis de que el tema poblacional era un factor que condicionaba el desarrollo económico-social. En 1952, la ONU brindó la primera asistencia técnica en planificación familiar a solicitud del Gobierno de la India y envió al experto Abraham Stone a dar asesoría en la aplicación del “método del ritmo”15. También patrocinó la Conferencia de Población de Roma (1954) y la de Belgrado (1965) y organizó el Seminario Latinoamericano sobre Población, en Río de Janeiro (1955). A través de su Consejo Económico y Social impulsó la creación de centros en países subdesarrollados, siendo emblemático en nuestra región el Centro Latinoamericano de Demografía (Celade), instalado en 1957 en Santiago. A las agencias señaladas se sumó el Gobierno de Estados Unidos a mediados de la década de los sesenta. La Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (Usaid) inauguró oficinas de población en varios países latinoamericanos, a fin de “asesorar iniciativas locales en planificación familiar”. Como en la mayor parte de ellos ya existían programas al respecto, la Usaid se vinculó a los planes ya existentes sin necesidad de crear una red propia, pero inyectando fondos que, en el caso chileno, fueron canalizados por el SNS y Aprofa y se concentraron en la capacitación en métodos anticoncepcionales16.

2. El PPF chileno en el contexto latinoamericano Latinoamérica fue importante receptora de las políticas poblacionales lideradas por los organismos internacionales, al ser considerado un continente donde el acelerado incremento de la población constituía uno de los principales factores de pobreza y descontento social.

13 Teresita de Barbieri, “Derechos reproductivos y sexuales”, 48. 14 ONU, Informe sobre la situación social en el mundo (Nueva York: Naciones Unidas, 1961). Citado en María M. García, “Los principales lineamientos”, 104. 15 Rafael Salas, Ayuda Internacional en Población: el Primer Decenio. Examen de los conceptos y políticas por los que se ha guiado el FNUAP en los primeros diez años de su existencia (Oxford: Pergamon Press, 1981), XV-XVII. 16 Raúl Necochea, “Anticonceptivos en el Sur, Seguridad Nacional en el Norte”, Salud Colectiva 6: 1 (2010): 105106. Necochea señala que los aportes de la Usaid para programas de planificación familiar en América Latina crecieron de US$10 millones en 1965 a US$125 millones en 1972, mientras disminuía el financiamiento a planes de salud internacional.

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Asimismo, la importante influencia de creencias culturales, ligadas a cosmovisiones católicas, se consideraba un obstáculo para la difusión de las políticas de anticoncepción. Desde la década de 1940 se aplicaron encuestas de fertilidad en varios países, y sus resultados se publicaron posteriormente en la revista Studies in Family Planning del PC17. Las encuestas trataban de aportar evidencias sobre los condicionantes de las conductas reproductivas y explicar las cifras demográficas locales, pero el objetivo prioritario era convencer a las élites políticas y médicas latinoamericanas de que el logro del bienestar nacional y la paz mundial pasaban por conformar sociedades de familias pequeñas. La IPPF también tuvo un rol importante en América Latina, suministrando fondos y apoyo técnico para abrir y operar organismos similares en varios países, entre 1965 y 1968. La hondureña Ofelia Mendoza, su directora de campo, se encargó personalmente de llevar a cabo las negociaciones para que se instalaran agencias cuyo objetivo era difundir la idea de que los métodos anticonceptivos protegían de la pobreza y la salud precaria. Fue ella quien promovió que dichos organismos llevaran en su denominación local la idea de “protección” y “bienestar familiar”18. Su estadía en Santiago —que contempló visitas a consultorios que brindaban asistencia anticonceptiva19 y una serie de entrevistas con facultativos del SNS, la Universidad de Chile y los miembros del Comité Chileno de Protección a la Familia en 1965— formalizó las gestiones relativas a la elección de Chile como sede de la VIII Conferencia de la IPPF20. Las políticas de planificación familiar en Latinoamérica también recibieron apoyo del Celade. En Chile, el Celade estableció un vínculo estrecho con la Facultad de Medicina y la Escuela de Salud Pública, siendo los estudios sobre fecundidad en zonas rurales una de las aristas más potentes del trabajo conjunto. Destaca la publicación de la influyente revista Demography, de 1965, donde, a partir de una encuesta aplicada en una localidad chilena, se sostenía que las razones del crecimiento de la población en América Latina no sólo debían ser asociadas a las altas tasas de fecundidad y las bajas tasas de mortalidad, sino también a las diferencias de las primeras entre zonas urbanas y rurales.

17 En 1963 se realizó un taller para capacitar a los representantes de países latinoamericanos en los cuales se aplicaría la encuesta de fertilidad de 1964. El programa fue desarrollado por Celade y la Cornell University, con el apoyo del PC. Jorge Somoza et al., “Demographic Research of the Centro Latinoamericano de Demografía (Celade) and the Economic Commission for Latin America (ECLA)”, The Milbank Memorial Fund Quarterly 42: 2 [parte 2] (1964): 124. 18 Raúl Necochea, “La Asociación Peruana”, 114-115. 19 “Nos visitó la Dra. Mendoza del IPPF”, Boletín Aprofa 1: 1 (1965): 2. 20 “Reporte de la visita a Chile de Ofelia Mendoza”, Chile, 18-29 de marzo de 1965, en Rockefeller Archive Center (RAC), Nueva York-Estados Unidos, Colección Population Council (PC), Record Group 2 (RG2), Accension 2 (A2), Serie 2 Foreign Correspondence File (2FCF), Subserie Correspondence, Reports, Studies, 1960, 1962, 1964-1966, caja 51, carpeta 461.

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El estudio afirmaba que el acceso a la esterilización, el uso de anticonceptivos y el aborto eran más frecuentes en las ciudades que en el campo, y que en este último “el grado de interés de la población rural por limitar la fecundidad” era casi desconocido21. Sin embargo, la recepción latinoamericana hacia las políticas demográficas, y específicamente al concepto de explosión demográfica, no fue homogénea ni careció de posiciones divergentes. Los estudios de J. Mayone Stycos, académico de la Universidad de Cornell (Estados Unidos), mostraban que los intelectuales latinoamericanos se planteaban en su mayoría contrarios al control poblacional y que, comparativamente, América Latina contaba con pocos estudios demográficos, con menos expertos en la temática y con escasa influencia de éstos en las políticas gubernamentales y en las universidades22. En este contexto, Chile se destacó por tener un fuerte protagonismo dentro de la región como centro de difusión de la investigación demográfica a través del Celade, por los buenos resultados que mostró la instalación del programa y por la permanente fluidez académica y operativa que hubo entre los médicos chilenos, las agencias de cooperación y los expertos internacionales. En Argentina, por el contrario, los programas de control natal nunca fueron apoyados oficialmente, se dio soporte de manera constante a la idea de que Argentina era un “país vacío” en un “mundo superpoblado”, y el tercer gobierno peronista (1973-1976) dictó un decreto que prohibió las actividades de planificación familiar en dependencias públicas y obstaculizó el acceso a los métodos anticonceptivos23. La cuestión demográfica fue defendida como un asunto de soberanía, y mientras los conservadores trataron de resguardar el concepto de familia numerosa y católica, la izquierda se opuso a lo que consideró una invasión imperialista24. El caso peruano tiene más analogías con el chileno. Los propios médicos y demógrafos peruanos postulaban que un crecimiento poblacional desproporcionado incidía negativamente en los planes industrializadores. Los organismos internacionales aprovecharon esta preocupación y destinaron fondos, capacitación y redes, e impulsaron la fundación de la Asociación Peruana de Protección a la Familia, en 1967, institución que distribuyó métodos anticonceptivos durante casi una década. Por su parte, los médicos estaban más interesados en que dichos organismos frenaran las altas tasas de mortalidad materna, por la carencia de servicios sanitarios y la alta frecuencia de abortos, que en organizar un férreo control natal en Perú25.

21 Celade, “La fecundidad rural en Latinoamérica: una encuesta experimental para medir actitudes, conocimiento y comportamiento”, Demography 2 (1965): 98. 22 J. Mayone Stycos, Fecundidad en América Latina. Perspectivas sociológicas (Bogotá: Antares Tercer Mundo, 1968), 41-45. 23 Karina Felitti, “Derechos reproductivos y políticas demográficas en América Latina”, Íconos Revista de Ciencias Sociales 35 (2009): 60. 24 Karina Felitti, “Derechos reproductivos”, 61. 25 Raúl Necochea, “La Asociación”, 90.

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3. Instalación y primeros pasos del PPF en Chile Las PSMI —implementadas desde la fundación de la Caja del Seguro Obligatorio, en la década de 1920, y hasta el fin del SNS, en 1979— han sido destacadas por su solidez, persistencia y arraigo institucional. Sus logros descansaron en la firmeza de las convicciones políticas y científicas de quienes las diseñaron y ejecutaron, en el amplio consenso que generaron en la clase política y en el alto grado de adhesión que encontraron en la población, particularmente a partir de la fundación del SNS, en 1952. Algunas cifras son elocuentes: incremento de la cobertura hospitalaria del parto, que a fines de la década de 1940 no alcanzaba al 50% de la población y que en 1976 cubría prácticamente al 100%; el aumento del control prenatal, de menos del 40% de la población femenina embarazada en 1950 a casi el 90% en 1980; y la implementación del primer PPF, que redujo las tasas de fecundidad de 5,1 en 1950 a 2,9 en 1980 y que contribuyó a disminuir la mortalidad materna por aborto (de 10,86 en 1960 a 4,75 en 1975). En el largo plazo, estas medidas lograron reducir la tasa de mortalidad infantil, de 153 por 1.000 nacidos vivos en 1950 a 33 por 1.000 nacidos vivos en 1980; y la tasa de mortalidad materna, de 31 por 1.000 nacidos vivos en 1952 a 13,1 en 1975. Las PSMI se concentraron fundamentalmente en cinco líneas de acción: atención profesional del parto; incremento del control prenatal; implementación de programas de alimentación complementaria dirigidos a madres, nodrizas y lactantes; asistencia médica al lactante, preescolar y escolar, y, a partir de mediados de la década de 1960, en la implementación del PPF, que tenía como objetivos la contención del aborto y la mortalidad materna, y la difusión de la paternidad responsable26. Analizando estadísticas hospitalarias de Santiago entre 1958 y 1960, el estudio de los médicos Plaza y Briones de 1963 concluía que el aborto era la causa del 8,1% del total de los egresos y representaba una proporción del 24,1% de los recursos asignados a los servicios obstétricos, reduciendo en un cuarto su capacidad. Los abortos en Santiago representaban el 31,5% de los registrados en el país (14.428 de 45.664), y la asistencia por aborto brindada por los servicios de urgencia capitalinos alcanzaba el 41,6% de los egresos27. Por su parte, la Milbank Foundation había financiado un estudio realizado por Rolando Armijo y Tegualda Monreal, con el fin de conocer los factores que llevaban a mujeres pobres del Santiago urbano, entre 25 y 45 años, a decidirse por el aborto, y las actitudes que

26 María Soledad Zárate y Lorena Godoy, “Madres y niños en las políticas del Servicio Nacional de Salud de Chile (1952-1964)”, História, Ciências, Saúde -Manguinhos 18: l (2011): 131-151. 27 Sylvia Plaza y Humberto Briones, “El aborto como problema asistencial”, Revista Médica de Chile 91: 3 (1962): 294.

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generaban éste y la planificación familiar28. Se constataba que el mayor número de abortos se daba en el grupo de las mujeres casadas entre 25 y 29 años, y que, si bien las variables económicas y sociales eran relevantes en la decisión de abortar, no eran las únicas, y que resultaba apremiante emprender un sistemático y racional PPF, que incluyera distribución de contraconceptivos y educación en prevención de embarazos no deseados29. El PPF chileno se originó a partir de la primera Política de Regulación de Natalidad (PRN), promulgada en 196530. La PRN proponía favorecer la procreación responsable, el ejercicio del deber y el derecho a la paternidad consciente31. La población específica a la que estaba dirigida era el 100% de las mujeres que, recurriendo al aborto, eran asistidas en servicios hospitalarios; el 40% de las mujeres asistidas por partos en los mismos recintos, privilegiando a las multíparas y las que padecían enfermedades crónicas graves. En términos administrativos, el SNS supervisaba todas las acciones contraceptivas y regulaba la colaboración con otros organismos asistenciales, y con el Departamento de Salud Pública y Medicina Social de la Universidad de Chile, institución que coordinaba las actividades docentes, de investigación y extensión en el campo de las interrelaciones entre salud y población. El PPF chileno contó, al igual que otros países latinoamericanos, con la colaboración de entidades privadas, principalmente constituidas por profesionales sanitarios, como el Comité de Protección de la Familia, y luego Aprofa, junto con la IPPF. Los PPF se desarrollaron en la jurisdicción de las áreas hospitalarias y en los consultorios que prestaban atención materna, a través de un equipo multiprofesional que entregaba información a “la pareja conyugal y respetando su libre y conjunta decisión” y prescribía “diversos procedimientos contraceptivos”32. El primer reporte sobre la marcha de la PRN, denominado “Regulación de la natalidad en Chile, política del SNS”33, fue

28 “Informe preliminar de Rolando Armijo y Tegualda Monreal”, marzo de 1962, en RAC, PC, Record Group 1 (RG1) Accension 1 (A1), Serie 2 Grant File (2GF), Subserie Grant # D63.81 - University of Chile: Studies of the Incidence of Induced Abortion (Grant # D63.81), caja 54, carpeta 841. 29 Rolando Armijo y Tegualda Monreal, “Epidemiologia del aborto provocado en Santiago”, Revista de Obstetricia y Ginecología 29: 1 (1964): 33-42; Rolando Armijo y Tegualda Monreal, “Factores asociados a las complicaciones del aborto provocado”, Revista de Obstetricia y Ginecología 29: 3 (1964): 175-178; Rolando Armijo y Tegualda Monreal, “The Problem of Induced Abortion in Chile”, The Milbank Memorial Fund Quarterly 43: 4 (1965): 263-280. 30 Onofre Avendaño, Desarrollo histórico de la planificación de la familia en Chile y en el mundo (Santiago: Informe Mecanografiado, 1975). 31 “Crónica: Normas básicas del SNS para la regulación de la natalidad”, Revista Médica de Chile 94: 10 (1966): 665. 32 “Crónica: Normas básicas del SNS”, 666. 33 “Informe de Comisión del Sub-Departamento de Fomento de la Salud, Servicio Nacional de Salud”, Santiago, 1965, en RAC, PC, RG2, A2, 2FCF, Subserie Contraceptives, 1965-1966, caja 52, carpeta 472.

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presentado al PC en 1965, y sostenía que la alta tasa de abortos y de mortalidad materna, y los vínculos entre las condiciones de vida de la población más pobre y el tamaño de la familia, eran fenómenos de alto impacto social. Teniendo como norte la Conferencia de la IPPF que se realizaría en 1967 en Santiago, el informe sugería debatir sobre el estratégico papel del Estado en las tareas de difusión de información y servicios, y alentaba la conformación de una comisión asesora en temas de población y familia. Asimismo, el documento enfatizaba los requerimientos y finalidades científicos y éticos del programa: la entrega de información adecuada que estimulara una procreación responsable y que no lesionara “la libertad de conciencia de las personas y la dignidad de la familia”; la implementación de labores educativas y la consideración permanente de los factores sociales, culturales, económicos y éticos de la población asistida. Pero no sólo se impulsaba la ejecución de una política sanitaria que velara por la distribución de métodos anticoncepcionales, también se recomendaba complementarla con un programa de investigación que reportara información permanente de las características y actividades de la población asistida, condición muy valorada por las agencias extranjeras. El director general del SNS, Francisco Mardones, sostenía que las actividades de regulación de natalidad eran un estímulo para el levantamiento de información sobre diversos parámetros demográficos y recursos asistenciales, tales como el número de camas obstétricas y ginecológicas, de gestantes controladas, y número de horas obstétricas del personal y de rendimiento, recursos del personal, equipos y locales, información que permitiría “interpretar la magnitud de los problemas médico-sanitarios”34. Si bien el PPF chileno fue una política nacional, sus mayores progresos correspondieron a los programas desarrollados en Santiago y Valparaíso, liderados por profesionales comprometidos con el crecimiento de las especialidades obstétrica y ginecológica como Aníbal Faúndes, Juan Puga, Hernán Romero, Benjamín Viel, Juan Zañartu y Jaime Zipper, todos estrechamente vinculados al trabajo con las agencias internacionales. Sus reportes profesionales hacían explícito el reconocimiento a la eficacia de los PPF en el combate contra el aborto, valoraban la cooperación internacional y la asesoría a personal sanitario, y debatían sobre el mejoramiento de las medidas técnico-administrativas que cuidaran el trato respetuoso a las parejas. Juan Puga señalaba que el trabajo médico debía fortalecer la defensa de la familia y los derechos de hijos y padres, dotando de sentido de urgencia a la PRN al promover “nuevos embarazos y nacimientos normales cuando así lo deseen los padres”35. Por su parte, Benjamín

34 Francisco Mardones, “Normas básicas para regular la natalidad”, Revista Médica de Chile 94: 11 (1966): 665. 35 Juan Puga, “Enfrentamiento de la Obstetricia a la revolución demográfica”, Revista Médica de Chile 94: 11 (1966): 726.

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Viel aseguraba que los PPF eran la alternativa más exitosa para disminuir la tasa de abortos: “[…] donde había fracasado la educación religiosa y la actitud punitiva de la ley no cabía otra actitud que intentar disminuir la fertilidad, en especial en aquellas mujeres que por sus características hacían presumir un aborto inducido en caso de embarazo”36. El mismo Viel, en su informe sobre los PPF implementados en los hospitales San Juan de Dios y Félix Bulnes37, sostenía que la educación anticonceptiva provista por médicos y matronas tenía éxito pues la población femenina confiaba en ellos, y que el servicio gratuito de anticonceptivos hormonales y dispositivos intrauterinos (DIU) tenía positivos efectos en la disminución de abortos, descomprimiendo la presión hospitalaria. Además, presentaba los resultados de una encuesta sobre la aceptación del uso de anticonceptivos, aplicada en 1967 a 280 de un total de 4.652 mujeres hospitalizadas por parto o aborto en el último trimestre de 1966: 231 de las 280 interrogadas (82,5%) apoyaban la práctica anticonceptiva y 215 (76,7%) declaraban que sus maridos no deseaban un nuevo embarazo. Y se concluía que durante la primera mitad de 1965, de un total de 15.094 personas, y en el marco de 45.822 consultas, la distribución de anticonceptivos se repartía entre un 56,5% de DIU y un 28,4% de anovulatorios orales, tendencia que se prolongaría al menos por dos décadas.

4. Planificación familiar, Guerra Fría y cooperación internacional en Chile El papel de la cooperación internacional en la marcha del PPF tiene antecedentes en la historia de la política sanitaria chilena, que se remontan a la década de 1940, y se destaca por hitos significativos como la temprana presencia de emisarios de la RF, por ejemplo, la visita a Chile de Lewis Hackett, que inspiró un libro con medidas de higiene pública que orientaron futuras políticas nacionales38. Otro ejemplo fue la estadía por casi diez años de John Janney, representante de la RF en Chile durante la década de 1940, quien consolidó el apoyo a la educación médica con un nutrido programa de becas39. De esta manera, Chile llegó a estar en el cuarto lugar (después de Brasil, México y Colombia) en cuanto a los montos aportados por

36 Benjamín Viel, “Resultados del programa de planificación familiar que se efectúa en el sector urbano del área occidente de la ciudad de Santiago. Abril de 1964 a junio de 1967”, Revista Médica de Chile 95: 9 (1967): 543. 37 Benjamín Viel, “Resultados del programa”, 543. 38 Lewis W. Hackett, Orientaciones modernas de la salubridad (Santiago: s/e., 1942). 39 Por ejemplo, ver: “Carta de John Janney a Hernan Romero”, Santiago, enero de 1944, en RAC, Colección Rockefeller Foundation Records (RFR), Record Group 1 (RG1), 1.1 Projects, Serie 309 Chile, caja 1, carpeta 10.

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la RF a becas, premios y pasantías en el área de la salud y las ciencias médicas40. Estas donaciones se canalizaron, preferentemente, a través de la Escuela de Salubridad de la Universidad de Chile, fundada en 1943, permitiendo el apoyo a la visita de profesores extranjeros y adquisiciones bibliográficas. Las becas que brindaba la Escuela a estudiantes y a profesionales chilenos y latinoamericanos financiaban estudios y estadías en el extranjero, con el propósito de conocer el funcionamiento de establecimientos sanitarios, entre ellos, maternidades norteamericanas y europeas41. Por último, la Fundación patrocinó la creación de unidades sanitarias (health centers) en comunas capitalinas como Quinta Normal y San Felipe, y de servicios de salud rural, en la década de 194042. Ya en los sesenta, el apoyo internacional al PPF se concretó en diversas modalidades. La primera de ellas fue en el campo de la formación profesional, dando lugar al adiestramiento en demografía, técnicas anticonceptivas y biología de la fertilidad y la reproducción humana a través de becas y estadías. Además del sostén permanente a los seminarios organizados por Celade para la enseñanza demográfica en las escuelas de medicina43, el PC auspició el trabajo del médico chileno Hugo Behm, presidente del Comité Organizador de la Conferencia de Escuelas de Salud Pública de América Latina sobre Salud y Población, realizada en 1970 en Santiago44, y donde se consolidó la homogenización de criterios respecto del uso de la demografía en el análisis sanitario. Una segunda modalidad de los aportes internacionales fue el soporte a proyectos de investigación teórica y aplicada, tales como el seguimiento a usuarias de los PPF, a cargo de Viel y Puga45; los estudios de Armijo y Monreal; el ya mencionado proyecto de San Gregorio; la aplicación de encuestas, y las investigaciones sobre prácticas abortivas y

40 Marcos Cueto, Missionaries of Science. The Rockefeller Foundation & Latin America (Indianápolis: Indiana University Press, 1994), XI. En la misma década, la Fundación Kellog concentró sus donaciones en el desarrollo del campo clínico. Benjamín Viel, “Ayuda extranjera al desarrollo de la enseñanza médica de la UCH”, Revista Médica de Chile 89: 8 (1961): 571-575. 41 María Soledad Zárate, “L’assistance clinique et sanitaire de l’accouchement: Trajectoire nationale et influences internationales, Santiago du Chili, 1900-1950”, Canadian Bulletin of Medical History 25: 1 (2008): 193-224. 42 Al respecto: Hernán Urzúa Merino, “Unidades Sanitarias en Chile. Su ubicación en el desarrollo de la salubridad chilena”, Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana 26: 5 (1947): 428-436, y Hernán Romero y Nacianceno Ortega, “Unidades Sanitarias de Chile”, Boletín de la Oficina Sanitaria Panamericana 31: 1 (1952): 11-17. 43 “Memorándum de Celade para Population Council sobre Seminario Latinoamericano de Enseñanza de la Demografía en las Escuela de Medicina”, 3 de enero de 1967, en RAC, PC, RG2, A2, 2FCF, Subserie Celade (Centro Latinoamericano de Demografía), 1967-1973 (Celade), caja 52, carpeta 468. 44 Organización Panamericana de la Salud, Oficina Sanitaria Panamericana, Conferencia de Escuelas de Salud Pública de América Latina sobre salud y población, Santiago de Chile 8-14 de noviembre de 1970 (Washington: Organización Panamericana de la Salud/Oficina Sanitaria Panamericana, 1971). 45 Jadwiga Pieper, The Politics of Motherhood, 71-101.

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aspectos sociales del PPF46. Otra vertiente de lo mismo fue la sostenida comunicación entre Armijo, Mayone Stycos y Dudley Kirk —director del Área Demográfica del PC—, que permitieron financiar la aplicación de encuestas fuera de la capital47. Algunas investigaciones que recibieron financiamiento generaron un importante interés al ser publicadas en revistas académicas norteamericanas como Demography y Studies in Family Planning. Ejemplo de éstas son los estudios de Hernán Romero, Tabah y Samuel, Mariano Requena, Armijo y Monreal 48. También se favoreció la difusión de resultados, como fue el caso de la ponencia presentada por Mariano Requena y Tegualda Monreal en la Milbank Conference de Nueva York, en 196749, donde se destacaban la importancia del aborto como un factor determinante de la fertilidad femenina, las mejoras introducidas en la medición de estas prácticas y el reconocimiento de que las estadísticas hospitalarias sólo representaban una porción del número de abortos efectivamente practicados. Entre los estudios referidos a los efectos de la distribución de anticonceptivos destaca el apoyo brindado a Jaime Zipper y Benjamín Viel en 196450. Entre 1961 y 1962, Zipper realizó una pasantía de posgrado dedicada a la fisiología reproductiva en la Fundación Worcester de Biología Experimental, en Estados Unidos51, donde consolidó la investigación sobre el dispositivo de cobre, que lo hizo conocido mundialmente en 1970, recibiendo ese mismo año un reconocimiento de la Sociedad Americana de Reproducción Humana. Por último, en el ámbito de la investigación referida a factores motivacionales y actitudinales relacionados con la fertilidad, y en el marco del Centro de Investigación en Reproducción del Hospital Barros Luco-Trudeau, sobresale el estudio de Aníbal Faúndes y su equipo, que constataba el escaso conocimiento de los factores psicológicos respecto

46 La numerosa correspondencia entre Carmen Miró y Dudley Kirk y otros investigadores latinoamericanos prueba el sostenido apoyo del PC; puede consultarse en RAC, PC, RG1, A1, 2GF, Subserie Grant # D62.84U.N. Celade, Chile: Comparative Fertility Surveys, caja 50, carpeta 738. 47 Ver numerosa correspondencia en RAC, PC, RG1, A1, 2GF, Grant # D63.81, caja 54, carpeta 841. 48 Por ejemplo, ver carta de Clifford A. Pease a Mario Requena respecto del “International Family Planning Workshop on Training Methods and Strategies”, desarrollado en la Universidad de Carolina del Norte, 24 de enero de 1967, en RAC, PC, RG2, A2, 2FCF, Celade, caja 52, carpeta 468. 49 “Office Memorandum Abortion Information-Chile”, 23 de mayo de 1968, en RAC, PC, RG1, A1, 2GF, Subserie Grant # D65.34-University of Chile: Contraception Use and Effect, caja 62, carpeta 1073. 50 “Discussion with Jaime Zipper”, Nueva York, 7 de octubre de 1964, en RAC, PC, RG1, A2, 2FCF, Subserie Correspondence, Reports, Studies, 1960, 1962, 1964-1966, caja 51, carpeta 461. 51 Entre 1967 y 1969, Zipper fue médico oficial de la OMS para el Programa de Planificación Familiar. En 1983 recibió en Alemania el premio Ernst Gräfenberg.

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de la decisión de limitar el número de hijos, y promovía su conocimiento para propiciar una planificación familiar informada52. Una tercera modalidad de cooperación internacional fue el respaldo al funcionamiento mismo de los PPF y a la entrega de métodos de planificación familiar, principalmente en las ciudades de Santiago y Valparaíso. Un ejemplo exitoso de esto fue el Postpartum Program, un proyecto emblemático del PC que beneficiaba a un grupo de quince países, entre los que se incluía a Chile, y que comprometía acciones concretas en veintiséis hospitales de veinte ciudades53. En su origen, se trataba de un proyecto de dos años que concluiría en 1968, pero en virtud del éxito obtenido fue extendido hasta 1970. Este programa fue implementado en los hospitales San Juan de Dios y Félix Bulnes, y consistía básicamente en la prescripción de un alto número de inserciones de DIU en mujeres puérperas. El registro de las consecuencias y retención de los DIU en mujeres chilenas fue una información estratégica para los estudios internacionales de carácter comparativo del PC e insumo para estudios nacionales. El principal promotor de este programa, el médico Gerald Zatuchni, mantuvo frecuente comunicación con sus pares chilenos, como Alfredo Goldsmith, quien le solicitaba implementos para el PPF del Hospital Félix Bulnes, en 196754. Y con Viel, la comunicación fue particularmente constante respecto de la elaboración de las fichas de seguimiento de los dispositivos intrauterinos55 y de su supervisión para el envío de anillos Lippes56. Por su parte, Viel fue quien le proporcionó la mayor parte de la información sobre el caso chileno y fue su anfitrión en la Conferencia de la IPPF, en 196757. En el reporte de su visita a los programas de posparto y a seis consultorios de Santiago en abril de 1967, Zatuchni destacaba la cobertura de inserción de DIU en el 90% de los ingresos por aborto, y aproximadamente el 80% de

52 Aníbal Faúndes L., Germán Rodríguez y Patricia Alday E., “Some Motivational and Attitudinal Factors Underlying Fertility Behavior. A Research Proposal”, Santiago, 31 de diciembre de 1968, en RAC, PC, RG2, A2, 2FCF, Subserie University of Chile, Centro de Investigaciones en Reproducción, Hospital Barros LucoTrudeau, 1968, caja 53, carpeta 486. 53 Gerald I. Zatuchni, “Institutionalized Maternity Care in the Developing World: A Preliminary Inquiry”, Studies in Family Planning 1: 32 (1968): 6-10. 54 “Carta de Goldsmith a Zatuchni”, 8 de abril de 1967, en RAC, PC, RG1, A1, 2GF, Subserie San Juan de Dios, Chile: Purchasing (SJDCP), caja 67, carpeta 1207. La respuesta a este documento se encuentra en esta misma referencia. 55 Véase correspondencia entre Viel y Zatuchni durante 1966, en RAC, PC, RG1, A1, 2GF, Subserie San Juan de Dios, Chile: General Correspondence (SJDCGP), caja 67, carpeta 1201. 56 “Carta de Zatuchni a Viel”, 17 de julio de 1967, en RAC, PC, RG1, A1, 2GF, SJDCP, caja 67, carpeta 1207. En RAC, PC, RG1, A1, 2GF, Subserie Delivery Hospitals Several Countries: Postpartum Family Planning Program Background Papers, caja 67, carpeta 1195. 57 “Carta para Dr. Viel de Dr. Zatuchni”, 6 de febrero de 1967, en RAC, PC, RG1, A1, 2GF, SJDCGP, caja 67, carpeta 1202.

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todas las pacientes obstétricas al tercer o cuarto día, en el Hospital Félix Bulnes. En el Hospital San Juan de Dios, los números eran menores: aproximadamente el 80% de los casos posabortos y el 60% de los casos posparto aceptaban el dispositivo. Asimismo, se comentaba el interés por comprar una máquina succionadora para la realización de abortos58. La correspondencia entre Viel, ya en su calidad de director ejecutivo de la IPPF, y Jerry M. Russell, administrador del International Postpartum Program del PC en 1973, permite observar que este programa, proyectado desde sus inicios hasta 1966, se había extendido hasta 1969 en virtud del éxito experimentado. En la segunda fase del proyecto se había aplicado una encuesta internacional, remitida al personal calificado de las maternidades que participaba en el programa, que reunió información respecto del volumen de nacimientos anuales y de profesionales capacitados. Los resultados de esta encuesta permitieron la publicación de un estudio que comparaba similitudes y diferencias entre los partos asistidos con o sin supervisión médica en distintos continentes59. La discontinuidad del programa muestra que el apoyo internacional no logró el compromiso de las autoridades chilenas para mantener el número de inserciones de DIU alcanzadas. Desde su cargo en la IPPF, Viel pudo comprobar esta situación en 1972, cuando visitó el Hospital San Juan de Dios junto a Julie Henderton, secretaria general de la IPPF, constatando que el programa de atención posparto no había progresado lo suficiente en los últimos tres años60. Por último, es importante destacar, aunque no se desarrolle en profundidad, una cuarta modalidad de colaboración internacional, que consistió en el apoyo brindado a la elaboración de material educativo sobre planificación familiar —folletos, películas, entre otros— y la entrega de adquisiciones tecnológicas. Un ejemplo del primer caso fueron las donaciones de material gráfico que reforzaban las campañas educativas, como lo muestra la comunicación de Bernard Berelson en 1966 respecto de la recepción por parte de distintos PPF latinoamericanos de un Comic Book61. La educación impartida era apoyada con métodos audiovisuales en consultorios de atención prenatal y pediátrica, y en diversas organizaciones sociales como sindicatos, juntas de vecinos, centros de madres, FF. AA., universidades, escuelas, entre otros.

58 “Informe de Zatuchni del Programa Postparto, Hospital San Juan de Dios”, Santiago, 6-8 de abril de 1967, en RAC, PC, RG1, A1, 2GF, Subserie San Juan de Dios Hospital, Chile: Payments and financial Reports, caja 67, carpeta 1205. 59 Gerald, Zatuchni, “Institutionalized Maternity Care”, 6-10. 60 “Viajan a Chile Secretaria General de IPPF y Director de la Región Hemisferio Occidental”, Boletín Aprofa 8: 5 (1972): 8; “Carta de Benjamín Viel a Jerry M. Russell”, 13 de febrero de 1973, en RAC, PC, RG1, A1, 2GF., Subserie San Juan de Dios Hospital, Chile: Narrative Reports, caja 67, carpeta 1204. 61 “Memorandum de Bernard Berelson”, 15 de abril de 1966, en RAC, PC, RG1, A1, Serie 5 Subject Files, Subserie Post Partum Clinics, 1965-1966, caja 127, carpeta 2343. Ver también: Jadwiga Pieper, The Politics of Motherhood, 71-101.

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5. La VIII Conferencia de la Federación Internacional de Planificación de la Familia Probablemente, una de las actividades de mayor impacto en la formación de la comunidad académica nacional y del posicionamiento internacional de la experiencia de los PPF chilenos fue la realización de la VIII Conferencia de la IPPF, en abril de 1967, en Santiago62, gracias al aporte de las fundaciones Brush, Ford y Rockefeller, más la Usaid. La elección de Chile como el primer país latinoamericano sede de esta Conferencia fue un reconocimiento explícito a la óptima evaluación internacional que tenía la política de planificación familiar implementada por el SNS. Con el lema general “Paternidad consciente, deber y derecho humano”63, e inaugurada por el presidente Eduardo Frei, esta reunión congregó a importantes líderes científicos nacionales e internacionales como Alan Touraine (Centro de Documentación para el Estudio de los Problemas Sociales en América Latina, París), A. Kessler (médico de la Unidad de Reproducción Humana-OMS), Alan Guttmacher (presidente del Comité Médico de la IPPF y de la Federación de Planificación de la Familia de Estados Unidos), Frank Notestein (presidente del PC), Christopher Tietze (director asociado de la División Biomédica del PC), Carmen Miró (directora de Celade) y Gerald Zatuchni (director del Postpartum Program). En esta Conferencia, la intervención del ministro de Salud, Ramón Valdivieso, marcó un hito en el debate público sobre la relación entre desarrollo, política de población y planificación familiar. En rigor, en Chile no existía una política de población pero sí una preocupación importante por la relación entre recursos y estructura poblacional64. En ese marco, Valdivieso planteaba que el dilema de activar una política de reducción natal era que, junto con beneficiar a la economía, también se podía debilitar la disponibilidad

62 Federación Internacional de Planificación de la Familia, Actas de la Octava Conferencia Internacional de la Federación Internacional de Planificación de la Familia, Santiago de Chile, 9-15 de abril de 1967 Paternidad consciente, deber y derechos humanos (Hertfordshire: Stephen Austin and Sons, 1967). 63 Precedida por la XIX Asamblea de la OMS de mayo de 1966, que había debatido sobre aspectos sanitarios vinculados a la demografía mundial, la Conferencia en Santiago fue un antecedente importante para la futura Conferencia de las Naciones Unidas, realizada en Teherán en 1968, que consagraba en el punto 16 de la Declaración: “Los padres tienen el derecho humano básico para determinar libremente y bajo su responsabilidad el número y el espaciamiento del número de hijos”. “Proclamación de Teherán”, en Conferencia Internacional de Derechos Humanos. Teherán, Asamblea General de las Naciones Unidas, 1968. 64 Claudio Llanos, “El Estado frente a la estructura y salud de la población: Chile (1964-1973)”, Estudios IberoAmericanos 39: 2 (2013): 262-284.

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de fuerza laboral. Reconociendo que el aborto era el método más cruento de regulación natal y, preferentemente, elegido por las mujeres pobres, Valdivieso refrendaba la interdependencia entre la alta tasa de abortos y el subdesarrollo65. La reunión permitió avanzar también en la comprensión de que un PPF debía fomentar la discusión sobre el número de hijos que las familias deseaban tener, y no sólo combatir el aborto. Según Frank W. Notestein, el evento fue significativo por el grado de convocatoria que generó, por las declaraciones vertidas por personeros chilenos en relación con el compromiso internacional con los problemas de desarrollo y población, y por el compromiso expresado en torno a la institucionalización de los PPF66. El interés internacional por la experiencia chilena alentó la participación de la Escuela de Medicina de la Universidad de Chile como institución sostenedora para la creación de un Latin American Center for Biology of Reproduction and Human Development, que privilegiara el estudio de procesos de concepción, embarazo y fisiología del feto, patologías neonatales y control de la fertilidad humana, e impulsara el entrenamiento de estudiantes de pre y posgrado en dichas materias67. Como contraste, la experiencia chilena fue objeto también de críticas por parte del Latin American Program Area Group68, que no aprobaba el requerimiento de fondos para nuevos PPF en Valparaíso, dada la carencia de información respecto del presupuesto que se solicitaba para salarios de los profesionales y los montos de la contribución del SNS. Tampoco se incluían detalles sobre las diferencias con el proyecto desarrollado en Santiago y sobre las razones que justificaban extender dichos programas a otras zonas de Chile. Sin embargo, mucho más importantes para la continuidad del PPF chileno fueron las repercusiones políticas asociadas a la elección de Salvador Allende como presidente de Chile, en 1970. La correspondencia de Berelson, de médicos chilenos como Faúndes o

65 Ramón Valdivieso, “Política de Población y Salud Publica en Chile”, Actas de la Octava Conferencia Internacional de la Federación Internacional de Planificación de la Familia, Santiago de Chile, 9-15 de abril de 1967. Paternidad consciente, deber y derechos humanos (Hertfordshire: Stephen Austin and Sons, 1967), 1-5. 66 “Informe sobre la Octava Conferencia Mundial de la Federación Internacional de Planificación de la Familia”, 15 de abril de 1967, en RAC, PC, RG2, A2, 2FCF, Subserie IPPF (International Planned Parenthood Federation) Family Planning Conference, Santiago, Chile, April 1967, 1966-1967, caja 52, carpeta 477. 67 “Preproyecto Latin American Center for Biology of Reproduction and Human Development”, en RAC, PC, RG2, A2, 2FCF, Subserie University of Chile, 1964-1971, (UC), caja 53, carpeta 485. 68 “Acta de reunión Latin America Program Area Group”, 22 de mayo de 1968, en RAC, PC, RG2, A2, 2FCF, Subserie Valparaiso Project, caja 53, carpeta 489.

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Viel69, y otros documentos, ilustran que el arribo de la Unidad Popular (UP) se convirtió en fuente de inquietud para las agencias internacionales, que comentaban los posibles cambios que el Chile “marxista” podía traer respecto de los compromisos con la PPF; emblemática fue la carta de C. A. Lininger a Berelson en julio de 1971 —rotulada “Chile and Cuba”—, en la que se sugería revisar los grants entregados a Chile y entrevistar a los conocedores de la escena chilena que residían en EE. UU., como los médicos Viel, Rosselot y Horwitz (director de la OPS entre 1958 y 1975)70. Este escenario estimuló la búsqueda de nuevos recursos, y prueba de ello fue el Plan Cuadripartito de Operaciones entre el Gobierno de Chile y la UNFPA, la OPS/OMS y la Unicef, de 1972, que subsidió uno de los proyectos más emblemáticos en materia sanitaria de la UP: el Programa de Extensión de la Salud Materno Infantil y Bienestar Familiar (Pesmib). Este programa se encargó de la salud materno-infantil de las veinticinco áreas sanitarias más vulnerables, entregando cuidados a embarazadas, lactantes e infantes, e incluyendo acciones de planificación familiar71. De esta manera, las cifras de permanente ascenso en la distribución de anticonceptivos confirman que, pese a la retirada de algunos apoyos internacionales, el PPF siguió incrementando su cobertura. Otra evidencia de la continuidad de los PPF fue el debate que plantearon Viel y la estadística Sonia Lucero sobre la conveniencia o incompatibilidad de que los PPF dependieran administrativamente de las PSMI. Para los detractores de este vínculo, dicha integración era desafortunada porque los servicios estaban sobrecargados de trabajo, y la demanda asistencial de mujeres y niños excedía la capacidad de las horas asignadas a los profesionales disponibles72. Entre quienes apoyaban esta vinculación con las agencias internacionales, se sostenía que si el plan educativo y la entrega de servicios contraceptivos buscaban revertir las tasas de abortos y la mortalidad materna, era coherente que el PPF estuviera alojado en dichos servicios73. El Pesmib representaba precisamente esa posición, y a juzgar por las cifras, se trataba de una decisión eficiente.

69 “Carta de Benjamin Viel a John Maier”, 30 de octubre de 1970, en RAC, PC, RG2, A2, 2FCF, UC, caja 53, carpeta 485. 70 “Office Memorandum del PC”, 8 de julio de 1971, en RAC, PC, RG2, A2, Serie Chile Program, 1971, caja 39, carpeta 270. 71 Ministerio de Salud, Evaluación final Programa de Extensión de Servicios Materno Infantiles y de Bienestar Familiar (Documento Preliminar) (Santiago: s/e., 1976), 9. 72 Benjamín Viel y Sonia Lucero, “Experiencia con un plan anticonceptivo en Chile”, Revista Médica de Chile 101: 9 (1973): 731. 73 Benjamín Viel y Sonia Lucero, “Experiencia”, 731.

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Conclusión Las cifras que constatan la disminución de la tasa de aborto y el incremento de la distribución de métodos anticonceptivos —objetivos fundamentales del PPF chileno— ilustran el importante desarrollo y alto impacto de esta política sanitaria en un decenio. Si en 1960 la tasa de mortalidad materna ascendía a 10,86 mujeres por cada 10 mil nacidos vivos, en 1975 la misma cifra era de 4,7574. En 1965, el 4,2% de las mujeres beneficiarias de las PSMI accedieron a control anticonceptivo; diez años después, la cifra ascendía al 26,8% de las mujeres en edad fértil. Y la tasa de fecundidad ascendía a 5,3 hijos en 1950, y descendió en 1973 a 3,6, aproximadamente75. La comunidad médica chilena entendía que los anteriores logros dependían de manera importante del mantenimiento de los fondos aportados por las agencias internacionales; por tanto, la supervisión a los PPF y el manejo de los vínculos político-institucionales eran una prioridad. Por su parte, las agencias internacionales valoraron la experiencia chilena, dada la trayectoria de los vínculos internacionales, el desarrollo académico de la medicina y la solidez de las instituciones sanitarias comprometidas. Esta relación es una expresión clave de al menos dos procesos: la constatación de que los lazos transnacionales que potenció la Guerra Fría no se circunscribían al clásico vínculo entre cúpulas político-partidarias, sino también al de comunidades político-sanitarias, y que decisiones político-científicas como la distribución de métodos anticoncepcionales requirieron la adaptación, y no sólo la imposición, de modelos foráneos. Un buen ejemplo, es que el alineamiento con los diagnósticos y objetivos de las agencias no fue rígido, en especial respecto de la aplicabilidad del concepto de explosión demográfica. Hernán Romero y Benjamín Viel, estrechos colaboradores de las agencias, plantearon que el acelerado crecimiento poblacional en el caso chileno se explicaba por el importante descenso de la tasa de mortalidad y por el mantenimiento de la tasa de natalidad. Para ellos, el verdadero problema poblacional eran las elevadas tasas de aborto y el alto porcentaje de población analfabeta, que impedía que los PPF alcanzaran logros de mayor cobertura76. Razones sufi-

74 Ana María Kaempffer, “Evolución de la salud materno infantil en Chile, 1952-1977”, Revista Médica de Chile 105: 10 (1977): 681. 75 Patricio Mena, “Análisis crítico de la anticoncepción moderna en Chile”, Cuaderno Médico Sociales 18: 4 (1977): 20-33. 76 Hernán Romero, Población, desarrollo y control de natalidad en América Latina: prejuicios y controversias (México: Editorial Diana, 1969); Benjamín Viel, La explosión demográfica: cuántos son demasiados (Santiago: Ediciones de la Universidad de Chile, 1966); Hernán Romero, “Hacia una política de población”, Revista Médica de Chile 93: 10 (1965): 669677; Hernán Romero, “Population Growth and the First Stages of Population Policy in Latin America: Their Implications for the Problems of Youth and Development”, en Latin American Conference on Child and Youth in Nation Development (Nueva York: Nations Unies/Fonds Special, 1965).

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cientes para ser los principales gestores de un compromiso internacional con las políticas de regulación de natalidad chilenas que se extiende hasta el presente.

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Una historiografía en deuda: las relaciones entre el continente latinoamericano y la Unión Soviética durante la Guerra FríaÏ

Rafael Pedemonte

Estudiante del doctorado en Historia de la Universidad de París 1 PanthéonSorbonne (Francia). Licenciado en Historia de la Pontificia Universidad Católica de Chile y Magíster en Historia de la Universidad de Lovaina (Bélgica). Miembro del Laboratorio de Investigación UMR-IRICE 8138 y del Laboratorio de Historia Eslava de la Universidad de París 1. Entre sus publicaciones más recientes se encuentran: “Los contactos humanos y la ‘diplomacia cultural’: Chile y la Unión Soviética, 1959-1970”, en La Guerra Fría y las Américas, eds., Avital Bloch y María del Rosario Rodríguez (Morelia: Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo, 2013), 417-435, y “La guerre froide culturelle en Amérique latine: les espaces d’amitié et d’échange avec l’Union soviétique”, Cahiers des Amériques – Figure de l’Entre: Amitiés. Le cas des mondes Américains 2 (2012): 137-152. rafaelpedemonte@hotmail.com

Artículo recibido: 03 de febrero de 2014 Aprobado: 21 de julio de 2014 Modificado: 28 de julio de 2014

doi: dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.10

Ï El presente artículo se inserta en el cuadro de una tesis doctoral en curso, efectuada en la Universidad París 1 Panthéon-Sorbonne, y que lleva por título transitorio “La ‘guerre pour les idées en Amérique Latine’: représentations locales et relations culturelles avec l’Union soviétique (1959-1973)”.

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Una historiografía en deuda: las relaciones entre el continente latinoamericano y la Unión Soviética durante la Guerra Fría

Una historiografía en deuda: las relaciones entre el continente latinoamericano y la Unión Soviética durante la Guerra Fría Resumen: Este artículo muestra que, a pesar de la importancia del modelo soviético en el imaginario latinoamericano, las relaciones con Moscú durante la Guerra Fría no han constituido un objeto de estudio privilegiado. Los sesenta ven surgir los primeros trabajos, ampliados a comienzos de los setenta y, luego de una fase de “silencio”, a fines de los ochenta. Pero éstos se encuentran fuertemente impregnados de prejuicios propios del contexto. Más allá de interpretaciones puntuales, el fin del conflicto no ha estimulado la renovación académica esperada. Una evaluación del “estado de la cuestión” demuestra que, en el ámbito de los lazos soviético-latinoamericanos, las ciencias sociales están todavía en deuda. Palabras clave: URSS, América Latina, relaciones internacionales, Guerra Fría, historiografía.

An Indebted Historiography: Relations Between Latin America and the Soviet Union During the Cold War Abstract: This article shows that, despite the importance of the Soviet model in the Latin American imaginary, the latter’s relations with Moscow during the Cold War have not been a topic of frequent research. The sixties saw the rise of the first studies on the subject, which expanded in the early seventies, and again in the late eighties after a phase of “silence,” but which were strongly impregnated by the typical prejudices of their context. Other than punctual interpretations, however, the end of the conflict has not stimulated the academic renovation that was expected, and an evaluation of the “state of the art” shows that, in the area of Soviet-Latin American ties, the social sciences are still in debt. Keywords: USSR, Latin America, international relations, Cold War, historiography.

Uma historiografia em dívida: as relações entre o continente latino-americano e a União Soviética durante a Guerra Fria Resumo: Este artigo mostra que, apesar da importância do modelo soviético no imaginário latino-americano, as relações com Moscou durante a Guerra Fria não constituíram um objeto de estudo privilegiado. Os anos sessenta vêm surgir os primeiros trabalhos, ampliados no início dos setenta e, em seguida, uma fase de “silêncio” no final dos oitenta. Porém, estes se encontram fortemente impregnados de preconceitos próprios do contexto. Mais além de interpretações pontuais, o fim do conflito não estimulou a renovação acadêmica esperada. Uma evolução do “estado da questão” demonstra que, no âmbito dos laços soviético-latinoamericanos, as ciências sociais ainda estão em dívida. Palavras-chave: URSS, América Latina, relações internacionais, Guerra Fria, historiografia.

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Rafael Pedemonte

Una historiografía en deuda: las relaciones entre el continente latinoamericano y la Unión Soviética durante la Guerra Fría

Introducción

E

n un ensayo clásico, el norteamericano John Lewis Gaddis utilizó la noción Long Peace para caracterizar la Guerra Fría1, es decir, la confrontación ideológica universal y multipolar que dominó el escenario internacional de la segunda mitad del siglo XX. Aplicada al continente latinoamericano, que vivió sumergido en un constante estado de crisis política y social durante gran parte del período, resulta absolutamente imposible emplear esta definición. En América Latina el conflicto no fue sólo un enfrentamiento entre un modelo capitalista y un proyecto marxista; se trató, sobre todo, de un choque permanente e intenso, de una “guerra civil internacional” en la que se enfrentaron múltiples visiones políticas y proyectos de conformación ciudadana2. La lucha entre los sistemas imperantes, si bien no se manifestó en un combate armado entre las superpotencias, generó en el continente una serie de confrontaciones marcadas por su intensidad, así como por la violencia de sus repercusiones. Por razones como las expuestas, resulta sorprendente que los especialistas no hayan indagado más detenidamente sobre la presencia e influencia de uno de los modelos preponderantes a escala global que, de hecho, tuvo un impacto mayor en el imaginario político latinoamericano: la Unión Soviética. En la zona, las diversas referencias ideológicas —los Estados Unidos, la URSS, la China de Mao, la Cuba revolucionaria— convergieron en un entramado complejo y muchas veces ambiguo, contribuyendo a la exacerbación del discurso y a la intensificación de las hostilidades internas. Por ende, entender la forma en que fue asimilado y percibido el modelo del comunismo representado por Moscú constituye un punto esencial para una mejor comprensión de las vicisitudes de la Guerra Fría en Latinoamérica.

1

John Lewis Gaddis, The Long Peace: Inquiries into the History of the Cold War (Nueva York: Oxford University Press, 1987).

2

Greg Grandin, The Last Colonial Massacre: Latin America in the Cold War (Chicago: University of Chicago Press, 2004), 17.

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En el presente artículo, se pretende hacer referencia a los esfuerzos que se han hecho para desvelar este complejo fenómeno y, simultáneamente, intentar explicar por qué este último no ha sido aún objeto de un análisis sistemático. Para ello, se repasan las contribuciones redactadas durante los últimos cincuenta años, que tratan el problema de los contactos soviético-latinoamericanos desde fines de los cincuenta hasta mediados de los años 1970, indudablemente la etapa más álgida de la multipolaridad ideológica en la zona y, de lejos, la más recurrentemente estudiada. Un intento por evaluar el “estado del arte” en este ámbito, iniciativa por ahora inexistente, y por desprender los factores que explican las insuficiencias de los trabajos, seguramente permitirá esclarecer ciertos puntos confusos, para así estimular un incremento necesario de las interpretaciones sobre un tema fundamental, pero que ha sido analizado, desgraciadamente, muy precaria y estereotipadamente. Aquí, sin embargo, no se pretende hacer mención de cada una de las investigaciones que tratan de una u otra manera esta problemática: tal iniciativa sería imposible en el espacio de un artículo. Se desea, más bien, invocar las síntesis más ambiciosas y representativas de cada época. Globalmente, son las instituciones anglosajonas las que han intentado con más frecuencia presentar los lazos recíprocos de manera general, es decir, considerando la totalidad del territorio latinoamericano durante amplios marcos temporales. Sin embargo, como se verá más adelante, estas tentativas dejan a menudo mucho que desear, ya que presentan una visión poco objetiva y un corpus de fuentes restringido. Ésta es la razón por la cual la elección de los textos citados puede parecer un tanto “desequilibrada” —no se trata de una postura voluntaria—, consecuencia del esfuerzo por seleccionar aquellos análisis que, aparte de su calidad, buscan presentar este fenómeno en su globalidad. En lo que respecta a las publicaciones soviéticas, como las de A. Sizonenko3, éstas no han sido analizadas aquí, debido a que sus elaboraciones son más bien el producto de una campaña de propaganda, que pretendía idealizar los objetivos de la política exterior de Moscú y condenar al enemigo ideológico.

1. Las insuficiencias del estudio de los lazos soviéticolatinoamericanos Considerada tradicionalmente como la zona geográfica de menor importancia estratégica para la Unión Soviética, América Latina ha sido escasamente incorporada a los debates historiográficos sobre los contactos de la región con el resto del mundo durante la segunda mitad

3

Ver, entre otros: A. Sizonenko, La URSS y Latinoamérica: ayer y hoy (Moscú: Progreso, 1972).

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del siglo XX4, lo cual ha hecho de este continente un objeto de análisis secundario, en comparación con otras áreas. Es cierto que, durante gran parte de la Guerra Fría, Latinoamérica representó una preocupación marginal de la URSS. La presencia implacable de Estados Unidos disuadió a menudo a los soviéticos de llevar a cabo una política arriesgada. Aunque el caso cubano obliga a relativizar esta afirmación, en términos generales, las autoridades del Kremlin reconocieron que estos países formaban parte de la “zona de influencia” de la potencia enemiga —es decir, lo que se ha llamado “fatalismo geográfico”—. Otros factores explican también el moderado interés de Moscú: la imponente distancia geográfica y cultural, las escasas posibilidades de desarrollar intereses económicos decisivos, la amplia presencia de regímenes decididamente anticomunistas y la profunda ignorancia de los dirigentes rusos respecto a la realidad latinoamericana. Ahora bien, quienes han ahondado en estos aspectos tienden a privilegiar una perspectiva diplomática, demasiado interesada en subrayar los lazos políticos en desmedro de otros factores claves, lo que conlleva que rara vez toman en consideración el rol fundamental desempeñado por los agentes no estatales, así como los fenómenos vinculados a las relaciones humanas y culturales. Además, al mantenerse dependientes de las fuentes de archivo norteamericanas, estas monografías han sido mayoritariamente incapaces de ofrecer una visión satisfactoria de los lazos que lograron activar los contactos múltiples con la URSS5. En este punto, resulta innegable que la supremacía del mundo universitario estadounidense ha sido históricamente abrumadora, y, en consecuencia, los trabajos sobre las relaciones con Washington son superiores a aquellos que describen los vínculos con Moscú. Múltiples factores explican este desequilibrio: la proximidad geográfica, que ha favorecido la constitución de programas de colaboración académica, la accesibilidad lingüística, los programas variados de financiamiento. Otro elemento, asociado a la realidad de la URSS, merece ser recalcado. Bajo el régimen comunista, la disciplina histórica se encontraba íntimamente ligada a los intereses políticos. Los especialistas debían limitar sus iniciativas a los esquemas establecidos por los imperativos

4 Joseph Gilbert, “What We Know and Should Know: Bringing Latin America More Meaningfully into Cold War Studies”, en In From the Cold: Latin America’s New Encounter with the Cold War, eds., Joseph Gilbert y Daniela Spencer (Durham: Duke University Press, 2008), 9-10. 5 Las relaciones cubano-soviéticas constituyen una excepción. El vínculo que ligó a ambos Estados ha sido objeto de profundas investigaciones, las cuales no han omitido consultar fuentes rusas. El caso más interesante es la obra de Aleksandr Fursenko y Timothy Naftali, ‘One Hell of Gamble’: Khrushchev, Castro, and Kennedy, 1958-1964 (Nueva York: Norton, 1997). Las interpretaciones de este volumen están basadas fundamentalmente en el uso abundante e inteligente de documentos de archivos moscovitas. Sin embargo, este impulso no ha incentivado un mayor interés por los lazos artísticos y humanos, que sigue siendo un tema prácticamente no abordado.

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ideológicos. Si bien el estudio de las realidades latinoamericanas ofreció a los universitarios rusos mayores espacios de debate que otros tópicos más polémicos6, no se pueden apreciar en la URSS las mismas confrontaciones historiográficas de Occidente. De todo ello deriva el gran desequilibrio existente entre los numerosos trabajos que tratan los lazos entre América Latina y Estados Unidos y el interés marginal que generan las interacciones con Moscú. No obstante, a pesar de los límites manifiestos de la historiografía, se pueden constatar a partir de mediados de la década de 1960 algunos esfuerzos que han contribuido a esclarecer aspectos de este fenómeno.

2. Un interés embrionario: las primeras contribuciones de los años 1960 y 1970 Las primeras tentativas destinadas a ofrecer una visión global de las conexiones entabladas entre la URSS y Latinoamérica pueden apreciarse en especial en el mundo académico norteamericano. Ya en 1965, Roger Hamburg publicó un trabajo pionero7 pero desprovisto de un análisis consecuente. Sin embargo, el sovietólogo Herbert Dinerstein, de la Johns Hopkins University, redactó dos años más tarde un artículo que sería calificado como una “obra fundacional”8. Se trata de un texto revelador, en la medida en que refleja los intereses primordiales de su generación. Dinerstein favorece una perspectiva centrada en el rol de los dirigentes del Kremlin, que tiende a minimizar la importancia de los actores latinoamericanos. Las vicisitudes de las relaciones permanecen, por lo tanto, casi exclusivamente ligadas a las consideraciones estratégicas de la URSS y a las mutaciones del contexto internacional. A través de un cuerpo documental compuesto de diversos artículos de la prensa soviética, adopta una “visión pragmática” del carácter de los contactos bilaterales, lo que lo lleva a subrayar la posición marginal que posee el continente a los ojos de Moscú9. Estos argumentos serán evocados con insistencia durante prácticamente todo el período de Guerra Fría, lo que explica en parte el escaso interés que genera el tema en cuestión. Lógicamente, si América Latina es percibida como un territorio de poca relevancia geopolítica, no parece ser esencial multiplicar las investigaciones científicas en la materia. La “lección” de Dinerstein permeó la producción académica hasta bien entrados los años

6 Jerry Hough, “The Evolving Soviet Debate on Latin America”, Latin America Research Review 16: 1 (1981): 124-125. 7

Roger Hamburg, The Soviet Union and Latin America, 1953-1963 (Ann Arbor: University Microfilms, 1965).

8

Cole Blasier, The Giant’s Rival. The USSR and Latin America (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1987), 191.

9

Herbert Dinerstein, “Soviet Policy in Latin America”, The American Political Science Review 61: 1 (1967): 80-90.

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noventa. Más allá de este primer influjo, son pocas las contribuciones de los sesenta que podrían ser mencionadas. Se puede citar, por su carácter significativo, al peruano Carlos Muñiz, un antiguo estudiante de la Universidad Patricio Lumumba de Moscú. Muñiz dio origen en 1968 a un pequeño ensayo, con el objetivo de estimular y revelar las ventajas de los contactos comerciales entre ambas realidades. No por nada, la obra culmina con un capítulo sintomáticamente titulado “¿Por qué es conveniente para América Latina comerciar con la URSS?”10. Durante los años setenta surgen contribuciones académicas que renuevan los debates. Esta nueva fase se inaugura precisamente en 1970, con la publicación de dos recopilaciones de fuentes soviéticas, que reunían artículos de prensa y mensajes oficiales: un compendio editado por Gregory Oswald11 y un segundo volumen publicado bajo la dirección del británico Stephen Clissold12. Ambas traducciones tuvieron un impacto visible, y explican, en parte, la intensificación de las investigaciones posteriores. Al hacer accesible toda una serie de documentos redactados inicialmente en ruso, estas obras facilitaron una renovación temática, a la vez que permitieron las primeras indagaciones sobre las representaciones dominantes en la zona soviética. Se aprecia el surgimiento de un interés creciente por las relaciones que iban más allá de la esfera diplomática (relaciones culturales, estudio por países, imaginarios políticos, entre otros). Se editan trabajos destinados a examinar casos particulares, que revelan, así, la existencia de una política soviética específica dirigida a las diferentes naciones. Un proyecto colectivo, de nuevo dirigido por Gregory Oswald, en colaboración del británico Anthony Strover, refleja correctamente esta renovación. The Soviet Union and Latin America, obra publicada en 1970 y traducida rápidamente al español13, sorprende por la variedad de los temas tratados. Su contenido no se limita a las meras conexiones oficiales, sino que subraya el papel relevante de los actores locales y de las lógicas políticas internas. Además, el libro incluye una traducción de un ensayo del profesor moscovita Viktor Volsky, que amplía las perspectivas. Es un texto notable que se propone eficazmente reivindicar el rol de los múltiples intercambios culturales entre Moscú y América Latina. Lo interesante de esta última contribución no es simplemente el hecho de que sus autores intenten

10 Carlos Muñiz, La URSS y América Latina (50 años de relaciones diplomáticas y económicas) (Lima: Francisco Moncloa, 1968). 11 Gregory Oswald, ed., Soviet Image of Contemporary Latin America: A Documentary History, 1960-1968 (Austin: University of Texas Press, 1970). 12 Stephen Clissold, ed., Soviet Relations with Latin America, 1918-68: A Documentary Survey (Londres: Oxford University Press, 1970). 13 Gregory Oswald y Anthony Strover, ed., La Unión Soviética y la América Latina (México: Letras, 1972).

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demostrar que el componente cultural tuvo un rol preponderante, sino también que estas vinculaciones no debían explicarse exclusivamente como el resultado de una política de “propaganda cultural”. Es así como las motivaciones individuales, la curiosidad de los habitantes de ambos bloques, el papel de las instituciones de amistad, se erigen en factores esenciales14. En 1972, la revista World Affairs saca a la luz un artículo del politólogo Ronald Pope, quien ofrece una buena síntesis de los principales elementos hasta ahora señalados. Como era de esperar, Pope insiste sobre los límites de la penetración soviética privilegiando una visión pragmática de las relaciones. Esto lo lleva a concluir que el contexto internacional obligó a la URSS a mantener una política excesivamente recatada, para evitar tensiones. Este académico infiere que los estrategas del Kremlin preferían incluso respaldar gobiernos de tendencia progresista, independientes de la potencia norteamericana, en desmedro de los movimientos abiertamente socialistas que buscaban el apoyo explícito (y, por lo tanto, riesgoso) de Moscú15. Al año siguiente, el estadounidense Donald Herman se encargó de la edición de una nueva obra, que contó con la colaboración de importantes especialistas. Entre las reflexiones presentes, se destacan dos aspectos originales. Por una parte, los redactores se esfuerzan por señalar las consecuencias ideológicas locales del proceso de fragmentación del Movimiento Comunista Internacional. Desde fines de los años 1950, la ruptura chino-soviética, así como el triunfo de los revolucionarios cubanos en 1959, “agregan nuevas dimensiones al desarrollo del comunismo en América Latina”16. Por otro lado, los investigadores llevan a cabo una tentativa fructuosa por distinguir las particularidades en diversos países. Con el fin de evaluar de mejor manera los efectos del proceso de erosión del comunismo mundial, los artículos subrayan las líneas políticas diversas de la izquierda en distintas realidades geográficas: Chile, Cuba, Venezuela, México, Brasil. Estas contribuciones tuvieron también el mérito de proponer visiones relativamente objetivas y, quizá, menos impregnadas de prejuicios ideológicos. Éste no fue el caso del diplomático e investigador norteamericano James Theberge. El exembajador en Nicaragua y Chile editó en 1974 un libro breve que reconstituye de un modo somero las fases generales de la presencia soviética, aunque sin proponer nuevas pistas al respecto. Theberge desliza un enfoque “conspirativo” de las intervenciones de Moscú. A pesar de estos límites, el libro es citado sistemáticamente y fue traducido ese mismo año por la editorial oficial del régimen militar

14 Bayram Riza y Catherine Quirk, “Relaciones culturales entre la Unión Soviética y América Latina”, en La Unión Soviética y la América Latina, eds. Gregory Oswald y Anthony Strover (México: Letras, 1972), 39-51. 15 Ronald Pope, “Soviet Foreign Policy toward Latin America”, World Affairs 135: 2 (1972): 139-170. 16 Donald Herman, ed., The Communist Tide in Latin America: A Selected Treatment (Austin: The University of Texas, 1973), 9.

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chileno de Augusto Pinochet17, favoreciendo su propagación18. El interés académico disminuyó sorprendentemente a partir de 1975. La última síntesis importante de esta fase surge de la cooperación entre Leon Gouré y el exfuncionario de la embajada estadounidense en Rusia Morris Rothenberg19. Este nuevo título no percibe el continente como una zona condenada a la dominación de Washington. De hecho, el afianzamiento de las relaciones entre el Kremlin y La Habana marca el inicio de una nueva era. Siguiendo estos planteamientos, Moscú concibe América Latina como un eje estratégico importante en la lucha global antiimperialista dirigida contra Occidente20. Son justamente las ambiciones renovadas en el territorio lo que explica la intensificación de las actividades económicas, culturales, diplomáticas y propagandísticas. Un segundo aspecto novedoso está constituido por un interés hacia nuevas formas de intercambios. Basadas en una serie de estadísticas, algunas investigaciones logran demostrar el consistente aumento de los vínculos en el ámbito cultural. Este planteamiento resulta estimulante, ya que sugiere que, al revalorizar aspectos menos tradicionales, podría imponerse una imagen distinta del fenómeno, facilitando la reconsideración del lugar marginal atribuido históricamente a Latinoamérica. En este sentido, esta idea constituye un verdadero estímulo para quienes deseen adentrarse en aquellas interconexiones que van más allá de las meras decisiones diplomáticas21.´ El norteamericano Cole Blasier —que vivió en Moscú durante los años 1960 y trabajó en el Instituto Latinoamericano— confirma que las interpretaciones soviéticas se encuentran limitadas por los imperativos ideológicos. Las obras editadas eran pensadas más bien como instrumentos de propaganda, que como contribuciones rigurosas22. El interés hacia la realidad del continente creció exponencialmente luego del triunfo de la Revolución Cubana, a inicios de 1959. A partir de ese momento surgieron órganos específicos sobre la historia latinoamericana,

17 James Theberge, Presencia soviética en América Latina (Santiago: Editorial Gabriela Mistral, 1974). 18 Theberge editó también una obra dedicada al problema de la presencia naval soviética en Latinoamérica. El acento estaba puesto en las implicaciones estratégicas de esta política y en los intereses ocultos del programa marítimo de Moscú. James Theberge, Soviet Seapower in the Caribbean: Political and Strategic Implications (Nueva York: Praeger, 1972). 19 Leon Gouré y Morris Rothenberg, Soviet Penetration of Latin America (Miami: University of Miami, 1975). 20 Leon Gouré y Morris Rothenberg, Soviet Penetration, VI. 21 Stephen Cheston y Bernard Loeffke escriben una obra cuya intención no era ofrecer nuevos elementos, sino hacer accesible la información a los estudiantes. Los redactores, sin embargo, publican artículos interesantes, traducidos del ruso, y facilitan la comprensión del aparato diplomático soviético relativo a América Latina. El hecho de que reconozcan el carácter general del libro constituye un síntoma revelador que demuestra el interés creciente por estas problemáticas. Stephen Cheston y Bernard Loeffke, Aspects of Soviet Policy toward Latin America (Nueva York: MSS Information Corporation, 1974). 22 Cole Blasier, The Giant’s Rival, 192 y 210.

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tales como Latinskaia Amerika, una revista traducida al español. Al observar los artículos, es posible concluir que a partir de la creación del Instituto Latinoamericano de Moscú (1961), el continente constituyó un objeto de debate privilegiado e intenso. Pero éstas no pueden ser consideradas como auténticas contribuciones historiográficas. Al no basarse en una investigación acuciosa, respaldadas por un cuerpo documental consistente, tomaban más bien la forma de crónicas de opinión, tales como las que pueden encontrarse en la prensa periódica.

3. Los años de “silencio” (1976-1983) Será necesario esperar hasta fines de los años 1980 para ver surgir una cantidad de trabajos académicos comparable a la anterior. Varios factores permiten entender este súbito “silencio”, que se encuentra íntimamente ligado a las evoluciones políticas internas de los Estados latinoamericanos. En efecto, a mediados de los setenta, las influencias soviéticas en América del Sur disminuyeron, por dos eventos dramáticos. Por un lado, el 11 de septiembre de 1973, las Fuerzas Armadas chilenas derrocaron el gobierno constitucional del socialista Salvador Allende, un político declaradamente marxista y que había catalogado a la URSS de “hermano mayor”. El golpe de Estado provocó la inmediata supresión de las relaciones oficiales entre Santiago y Moscú, que se habían expandido ampliamente desde 1964, año del restablecimiento de los lazos diplomáticos. La proximidad ideológica que unió a la superpotencia con el gobierno de Allende (1970-1973), se transformó en un caso de estudio recurrente para muchos especialistas de la política exterior del Kremlin. Por el otro, dos años después de la caída de Allende, en agosto de 1975, el militar peruano Juan Velasco Alvarado, líder de su país desde 1968, fue apartado del poder, poniendo fin a un gobierno reformista y profundamente “antiimperialista”. Si bien Velasco rechazaba la ideología comunista, su administración se caracterizó por la voluntad de diversificar sus contactos con el exterior, con el fin de minimizar la dependencia financiera respecto a la potencia estadounidense. Esto explica el establecimiento de relaciones diplomáticas con la URSS en febrero de 1969 y la subsiguiente etapa de estrecha colaboración. Además, las autoridades moscovitas alabaron las políticas “reformistas” de Velasco Alvarado. A partir de 1969, Perú hizo parte integral de la estrategia soviética global, pero el golpe de Estado de 1975 marcó el quiebre definitivo de la “luna de miel” entablada entre Moscú y Lima, conllevando un repliegue progresivo de la presencia soviética en el país23.

23 Rubén Berríos y Cole Blasier, “Peru and the Soviet Union (1969-1989): Distant Partners”, Journal of Latin American Studies 23: 2 (1991): 366-367.

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Estos eventos alteraron sensiblemente la posición de la superpotencia, debilitando su capacidad de impacto en Sudamérica. Este fenómeno fue acompañado de la estabilización de las relaciones entre la URSS y Cuba, luego de una larga fase de conflicto, caracterizada por las irresolubles divergencias teórico-estratégicas de los años 1960. Todas estas evoluciones ayudan a comprender de mejor manera la disminución de trabajos sobre esta problemática. Por otra parte, el carácter autoritario de los regímenes militares anticomunistas que se instauraron en América Latina durante los setenta hizo menos viable la posibilidad de efectuar este tipo de investigaciones. En ciertos países24, el acceso a los archivos vinculados con la URSS, un Estado considerado ahora como un enemigo peligroso y amenazante, se hizo dificultoso. Existe, por ende, un vínculo estrecho entre las vicisitudes ideológicas de cada nación y las actividades académicas que indagan sobre estas cuestiones. Es necesario destacar que esta fase afectó menos el interés respecto a los lazos cubanosoviéticos, que hacia aquellos implantados con el resto de las naciones. La intensidad de las relaciones entre ambos Estados atrajo siempre un número considerable de investigadores. No obstante, el fin de las polémicas ideológicas entre los representantes rusos y el régimen castrista, focalizadas en la pertinencia de la “vía armada” para acceder al poder, debilitó de manera visible la efervescencia intelectual hacia este fenómeno, muy notoria a fines de los años sesenta y comienzos de los setenta25. Respecto a las vinculaciones Cuba-URSS, el período 1976-1983 ve nacer unas cuantas obras interesantes —como el libro de William Ratliff26—, que globalmente no alteran las interpretaciones preponderantes. Una excepción, no obstante, amerita un análisis más detenido. Se trata de la investigación del canadiense Jacques Lévesque (1976), destinada a estudiar las percepciones de los dirigentes e intelectuales soviéticos. Basado en fuentes periodísticas, el autor logra identificar las diferentes etapas que caracterizaron los lazos inestables27. El acento estaba puesto en las representaciones y decisiones de los actores soviéticos, lo que constituye una iniciativa pionera, ya que Lévesque fue el primero en adentrarse enteramente en el campo

24 Entre 1973 y 1976, también se efectuaron golpes de Estado de tendencia anticomunista en Argentina y Uruguay, haciendo del Cono Sur una zona dominada por juntas militares fuertemente hostiles a las influencias soviéticas. 25 Sólo por nombrar algunas de las obras más citadas de este período sobre las relaciones Cuba-URSS, véanse: Bruce Jackson, Castro, the Kremlin, and Communism in Latin America (Baltimore: Johns Hopkins Press, 1969); Andrés Suárez, Cuba: Castroism and Communism, 1959-1966 (Cambridge: MIT Press, 1969); Blanca Torres Ramírez, Las relaciones cubano-soviéticas, 1959-1968 (México: El Colegio de México, 1971). 26 William Ratliff, Castroism and Communism in Latin America, 1959-1976: The Varieties of Marxist-Leninist Experience (Washington: American Enterprise Institute for Public Policy Research, 1976). 27 Jacques Lévesque, L’URSS et sa politique internationale de Lénine à Gorbatchev (París: Armand Colin, 1988).

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de la potencia del Este. El esfuerzo arroja resultados estimulantes, aunque por momentos el “unilateralismo documental” de su trabajo deja de lado ciertos factores esenciales, ligados a las evoluciones del continente. Siguiendo esta línea, es interesante constatar que las escasas contribuciones de este período se detienen en el problema de las representaciones y los discursos de la esfera soviética, lo cual no resulta sorprendente si se considera que el contexto político de los setenta tendía a desmotivar la actividad intelectual en territorio latinoamericano. El estadounidense Jerry Hough redactó un artículo con el objeto de desentrañar los principales puntos de debate en los círculos intelectuales moscovitas respecto a América Latina, concluyendo que las miradas nunca fueron monolíticas y que las discusiones gozaron de una real libertad28. Por último, no vale la pena detenerse en la obra de Robert Leiken, ya que el historiador no hace más que reproducir las ideas evocadas a comienzos de los setenta, subrayando el carácter pragmático de los contactos29.

4. Las renovadas inquietudes intelectuales de una nueva generación (1983-1990) La obra pionera, que funda una nueva era en el estudio de las relaciones entre la Rusia soviética y Latinoamérica, es la investigación de Cole Blasier, publicada en 1983 y reeditada en 1987. Pero antes de profundizar en ella, es necesario destacar que los vínculos entre Moscú y Argentina se transformaron en un objeto de análisis privilegiado. Esta situación, a primera vista sorprendente30, puede explicarse por las características propias del contexto. Los intercambios entre estas dos naciones, en especial en el ámbito comercial, se multiplicaron de manera vertiginosa a lo largo de la segunda mitad de la década de 1970, alcanzando su paroxismo en 1981. En ese año, la URSS absorbió el 33,7% de las exportaciones argentinas, lo que contrastaba notoriamente con el débil 3% del período 1970-197531. Estas circunstancias se explican, en parte, por el embargo cerealero del gobierno de Jimmy Carter, efectuado contra Moscú en respuesta a la invasión a Afganistán por las tropas del Ejército Rojo (1979). Los dirigentes de la Casa Rosada decidieron mantenerse al margen de la decisión norteamericana. Pero no sólo la esfera comercial se vio afectada: los lazos políticos y culturales se

28 Jerry Hough, “The Evolving Soviet”. 29 Robert Leiken, Soviet Strategy in Latin America (Nueva York: Praeger, 1982). 30 No hay que olvidar que desde 1976, año de la llegada al poder de Rafael Videla, Argentina estaba dominada por dictaduras militares anticomunistas. 31 Aldo César Vacs, Discreet Partners: Argentina and the USSR since 1917 (Pittsburgh: University of Pittsburgh Press, 1984), 60.

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estrecharon, mientras se fue constituyendo una suerte de “convergencia diplomática”, basada en el pragmatismo económico. En marzo de 1977, los dirigentes soviéticos rechazaron un proyecto de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas que pretendía autorizar una encuesta en suelo argentino, y, cinco años más tarde, el Kremlin defendió la postura de Buenos Aires en la coyuntura de la Guerra de las Malvinas contra el Reino Unido. Es en este contexto donde se puede explicar mejor el surgimiento de nuevas pesquisas centradas en la historia de las relaciones argentino-soviéticas. El investigador argentino Aldo César Vacs publicó en 1984 —tanto en castellano como en inglés— una obra que sintetiza la evolución de los vínculos. Usando principalmente fuentes periodísticas, este autor logra esbozar de un modo satisfactorio un panorama global de los grandes ejes políticos, económicos y sociales que han determinado las conexiones recíprocas32. Sus esfuerzos fueron acompañados de las publicaciones de Mario Rapoport. Mediante un conjunto abundante de fuentes, el autor realza los factores económicos, sin olvidar el rol de los componentes políticos (en particular, del Partido Comunista de su país) y culturales. Además, se preocupa por valorizar los cambios del contexto mundial que determinan las vicisitudes de las relaciones. De hecho, en un extenso y ambicioso artículo, se interroga sobre los orígenes históricos de las vinculaciones, con el fin de saber si la intensificación de estas últimas “es un producto de las circunstancias o el resultado de tendencias de larga duración”33. El interés creciente por el caso argentino anunciaba una nueva fase, durante la cual las investigaciones tendieron a interrogarse con mayor detenimiento en las particularidades de ciertos casos concretos, para así obtener conclusiones de carácter general. Aparte de Argentina, los países que han sido más estudiados son, por supuesto, Cuba, seguido de México, Chile y Brasil. La atracción creciente generada por las naciones mencionadas se explica por la mayor estrechez de los vínculos entablados con la URSS. México mantuvo relaciones diplomáticas incluso antes de la Segunda Guerra Mundial. En Chile, la convergencia ideológica entre el gobierno de Allende y el Kremlin intensificó los lazos, que, por lo demás, no fueron insignificantes durante el período 1964-1970. Brasil también desarrolló ampliamente las conexiones comerciales, sobre todo, a partir de la década de 1970. Isabel Turrent dedicó un estudio a la importancia de las influencias soviéticas en el Chile de Allende34. Dos años más tarde, haría lo propio con el caso brasileño35. Mediante ambos textos,

32 Aldo César Vacs, Discreet Partners. El volumen en español fue publicado el mismo año, 1984. 33 Mario Rapoport, “Argentina and the Soviet Union: History of Political and Commercial Relations (19171955)”, The Hispanic American Historical Review 66: 2 (1986): 239-285. 34 Isabel Turrent, La Unión Soviética en América Latina: el caso de la Unidad Popular (México: El Colegio de México, 1984). 35 Isabel Turrent, “La Unión Soviética en América Latina: el caso de Brasil”, Foro Internacional 27: 1 (1986): 75-101.

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Turrent pudo concluir que la actitud del Kremlin hacia Latinoamérica estaba determinada por una visión pragmática. La postura moderada de la URSS, ejemplificada por la actitud hacia la administración de Allende36, explica la relevancia de las conexiones económicas. Pero este pragmatismo se apoyaba asimismo en consideraciones estratégicas: la aceleración de los vínculos comerciales debía facilitar una presencia más visible en los países latinoamericanos, consolidando la imagen de potencia colaboradora y desinteresada. Las interpretaciones de esta autora revelan un punto esencial. Se trata de la cuestión de las motivaciones reales de los líderes moscovitas y, por ende, de la interrogante por la posición ocupada por las convicciones ideológicas y por la Realpolitik en la estrategia continental de la URSS. El argumento según el cual las limitantes geopolíticas redujeron las posibilidades de la superpotencia alcanza su apoteosis en la obra de la británica Nicola Miller. Esta historiadora intenta probar que el eventual entusiasmo ideológico en el continente se vio permanentemente limitado por las dinámicas del enfrentamiento global. La oposición entre Washington y Moscú impuso una política de extrema prudencia en el “patio trasero” de la potencia del Norte, condenando a la región a permanecer en una posición marginal37. Miller reduce la doctrina regional a un conjunto de consideraciones financieras. Para la investigadora, las relaciones bilaterales se basaban justamente en una suerte de incompatibilidad estructural entre las economías de ambos campos, lo que explicaría, en último término, el carácter limitado de las interconexiones soviético-latinoamericanas. La publicación de Cole Blasier ofrece una perspectiva distinta. Su análisis —que puede ser visto también como un testimonio directo, ya que el autor formó parte del Instituto Latinoamericano de Moscú— presenta un enfoque más amplio del fenómeno. Blasier subraya con insistencia el rol de los factores políticos y militares, a la vez que profundiza sobre los programas de propaganda (publicación y envío de revistas rusas traducidas al castellano, creación de organizaciones de amistad, intercambios humanos y turísticos, asignación de becas de estudio). Por otro lado, el experto logra demostrar de manera convincente que los lazos con América Latina no se vieron determinados únicamente por las acciones diplomáticas de los gobiernos respectivos, sino más bien por una amalgama compleja de redes interconectadas, compuestas por agentes estatales y privados38. Aunque no niega la relativa marginación del continente en la óptica global de Moscú, Blasier se refiere a la visión “romántica” de ciertos dirigentes soviéticos hacia la evolución política de algunos países, en particular hacia Cuba

36 Isabel Turrent, La Unión Soviética, 17. 37 Nicola Miller, Soviet Relations with Latin America, 1959-1987 (Cambridge: Cambridge University Press, 1989), 5-22. 38 Cole Blasier, The Giant’s Rival, 10-15.

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y Chile. Son estas afinidades innegables, que operan junto a las pretensiones estratégicas y las necesidades financieras, las que ayudan a entender de mejor forma la consolidación de la política soviética en Latinoamérica, resultado de una mezcla confusa de objetivos pragmáticos y convicciones revolucionarias. La segunda mitad de los años ochenta y los comienzos de los noventa vieron nacer una serie de publicaciones sobre estas materias39. Sin embargo, el libro del profesor ruso Ilya Prizel, establecido en Estados Unidos, amerita un comentario aparte40. Gracias a abundantes fuentes provenientes de la URSS, el intelectual ambiciona desentrañar la evolución de las percepciones y los imaginarios de los actores soviéticos respecto a la realidad latinoamericana durante los tensos años de la era de Leonid Brézhnev (1964-1982), proponiendo de esta forma algunas interpretaciones muy sugestivas sobre las visiones predominantes ligadas a diversos aspectos de la vida en el continente: el rol de la Iglesia católica, el de la Fuerzas Armadas, la importancia de los sindicatos y de los partidos políticos. Esta iniciativa original le permitió constatar que los especialistas rusos, aunque poco numerosos, lograron influir decisivamente en las percepciones y decisiones de las autoridades, determinando en parte la doctrina oficial del régimen hacia América Latina. La originalidad de esta tesis reside en la reivindicación de la intelligentsia: en efecto, un equipo sólido de informantes se encargaba de estudiar con atención la evolución político-social del territorio de ultramar. Ello comprueba el papel fundamental ejercido por ciertos actores no necesariamente asociados a la diplomacia oficial, pero perfectamente capaces de generar un impacto en la lógica de las relaciones. En consecuencia, se debe ir más allá de la esfera estatal para adentrarse en las complejidades del problema. Ilya Prizel también tiende a enfatizar las limitaciones inherentes de las ambiciones soviéticas impuestas por la presencia norteamericana41. El debate en torno al pragmatismo y al rol de las convicciones ideológicas no constituyó en absoluto una particularidad del análisis del caso latinoamericano. Al contrario, desde los años setenta, en un contexto internacional

39 Entre los trabajos dedicados al tema, se pueden mencionar los siguientes: Héctor Cárdenas, Historia de las relaciones entre México y Rusia (México: FCE, 1993); Dennis Bark, The Red Orchestra: Instruments of Soviet Policy in Latin America and the Caribbean (Stanford: Hoover Institution Press, 1986); Wayne Smith, ed., The Russians Aren’t Coming: New Soviet Policy in Latin America (Boulder: Rienner, 1992); Augusto Varas, ed., Soviet-Latin American Relations in the 1980s (Boulder: Westview Press, 1987). 40 Ilya Prizel, Latin America through Soviet Eyes. The Evolution of Soviet Perceptions during the Brezhnev Era, 1964-1982 (Cambridge: Cambridge University Press, 1990). 41 Ilya Prizel, Latin America through Soviet Eyes, 151-154.

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marcado por la Guerra de Vietnam y por las revelaciones de los planes secretos de la CIA42, se desarrolló una tendencia historiográfica calificada de “post-revisionista”43. Caracterizada por la adopción de perspectivas “realistas”, esta corriente tendía a minimizar las afinidades políticas y a subordinarlas a los cálculos geoestratégicos44. Pero a fines de los ochenta, el surgimiento de una nueva generación de jóvenes intelectuales —más distanciados de las rivalidades que tanto embargaban a sus predecesores— favoreció una renovación de las visiones pragmáticas dominantes en los debates sobre las relaciones internacionales. A partir de ese momento, definido por la caída del Muro de Berlín, una cantidad creciente de contribuciones académicas provenientes de variadas disciplinas logró ofrecer aproximaciones intelectuales más sofisticadas. Uno de los objetivos consistía en superar una historia de los meros contactos interestatales, con el fin de poder adentrarse en las sensibilidades sociales y psicológicas45. Además, esta nueva orientación, de renovadas implicancias teóricas y metodológicas, fue acompañada de un retorno a los “paradigmas ideológicos”, claramente desplazados durante las décadas de 1970 y 1980, que provocó una intensificación de las discusiones relativas a las motivaciones reales que incentivaron el antagonismo Este-Oeste. Este breve repaso permite plantear que las controversias sobre los móviles que determinaron la política exterior de las superpotencias sobrepasaron largamente el ámbito de los vínculos soviético-latinoamericanos. En este sentido, los textos evocados en este capítulo cristalizan adecuadamente las inquietudes académicas predominantes en Occidente, aplicándolas a un terreno específico. La mayoría de los trabajos sobre las relaciones entre Moscú y América Latina redactados a fines de la Guerra Fría privilegian una mirada más bien pragmática. En efecto, se ha

42 Durante los años 1966-1967, la revista californiana Ramparts llevó a cabo una serie de pesquisas que le permitieron descubrir la existencia de diversas operaciones clandestinas de la CIA, provocando un enorme escándalo. Ramparts logró, por ejemplo, revelar los lazos secretos entre la Agencia de Inteligencia norteamericana y el Congreso por la Libertad de la Cultura, donde participaron numerosos intelectuales europeos. Frances Stonor Saunders, La CIA y la Guerra Fría cultural (Madrid: Debate, 2001), 531-534. 43 El “post-revisionismo” hacía referencia a una tendencia anterior, desarrollada a comienzos de los años 1960 gracias a los esfuerzos de investigadores estadounidenses de izquierda. Esta corriente, bautizada de “revisionista”, subrayaba los estímulos financieros de la confrontación y explicaba el aumento de las tensiones por los deseos expansionistas de Washington. El acento estaba puesto en las consideraciones geopolíticas y en los cálculos estratégicos, factores que determinaron las decisiones de las autoridades. El caso más conocido es el del historiador William Appleman Williams, quien escribió en 1959 una obra clásica: The Tragedy of American Diplomacy (Cleveland/Nueva York: The World Publishing Company, 1959). 44 Nigel Gould-Davies, “Rethinking the Role of Ideology in International Politics during the Cold War”, Journal of Cold War Studies 1: 1 (1999): 94-95. 45 Jessica Gienow-Hecht, “Introduction. On the Division of Knowledge and the Community of Thought: Culture and International History”, en Culture and International History, eds. Jessica Gienow-Hecht y Frank Schumacher (Nueva York: Berghahn Books, 2003), 9.

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tendido por mucho tiempo a desfavorecer las perspectivas socioculturales. Como consecuencia, al recalcar la importancia del “interés nacional”, de las decisiones gubernamentales y de los imperativos económicos, la historiografía ha desplazado en demasía los componentes culturales y las convicciones íntimas de los habitantes. Resulta indispensable ampliar el horizonte de las preocupaciones para integrar elementos comúnmente marginados del estudio de la “Guerra Fría latinoamericana”. Por fortuna, aunque de forma aún paulatina, hoy en día se puede apreciar un mayor interés hacia numerosos fenómenos tradicionalmente dejados de lado.

5. Después de la Guerra Fría: una renovación aún limitada A pesar de las nuevas posibilidades ofrecidas por el contexto internacional de pos-Guerra Fría, los años noventa no produjeron una aceleración decisiva de los estudios ligados a los lazos soviético-latinoamericanos. Más allá del caso cubano, que ha sido objeto de análisis reveladores46, son relativamente escasas las contribuciones surgidas durante el decenio. Esta situación, sin embargo, contrasta fuertemente con la mayor accesibilidad pública a los centros de archivo, particularmente aquellos de la ex-Unión Soviética. Pareciera que durante esta época, la desaparición de la superpotencia no ha estimulado mayores investigaciones sobre su política exterior, revelando la existencia de una correlación entre el peso real de Moscú y los intereses académicos. Es más, en las mismas instituciones rusas estas cuestiones no han excitado mayor curiosidad. Como lo indica Irène Herrmann, la Guerra Fría no se ha consolidado como un objeto de estudio privilegiado para la comunidad intelectual local, que tiende a profundizar con más ahínco sobre problemas asociados con el régimen zarista o la Segunda Guerra Mundial. Por otro lado, los especialistas rusos suelen subrayar los elementos políticos y las perspectivas pragmáticas, factores que, según ellos, determinaron la evolución de la confrontación47. La notoria y sorprendente precariedad respecto a la cuestión en este período comenzó a verse alterada a partir de 1998. Ese año, un grupo de historiadores asentados en Santiago de Chile dio un gran paso. Bajo la iniciativa del Centro de Estudios Públicos (CEP), la revista de esta institución publicó un conjunto impresionante de fuentes documentales, acompañadas de un artículo notable de las investigadoras rusas Olga Ulianova y Eugenia Fediakova. Estas

46 Ver las obras originales, sustentadas por el uso de fuentes anteriormente inaccesibles, de Aleksandr Fursenko y Timothy Naftali, ‘One Hell of Gamble’, y de James Blight, Bruce Allyn y David Welch, Cuba on the Brink: Castro, the Missile Crisis, and the Soviet Collapse (Nueva York: Pantheon, 1993). 47 Irène Herrmann, “Une vision de vaincus? La guerre froide dans l’historiographie russe aujourd’hui”, en Une Europe malgré tout: 1945-1990. Contacts et réseaux culturels, intellectuels et scientifiques entre européens dans la guerre froide, eds. Antoine Fleury y Lubor Jílik (Bruselas: Peter Lang, 2009), 453-459.

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últimas efectuaron un gran esfuerzo al traducir y reunir en un volumen una serie de materiales compuestos fundamentalmente de informes diplomáticos48. Estas fuentes fueron complementadas en el siguiente número de la revista con una entrevista realizada a un personaje clave: el antiguo vicedirector de la KGB y responsable del Departamento Latinoamericano entre 1968 y 1972, Nikolái Leonov, quien emitió su opinión sobre diversos fenómenos, tales como la actitud del Kremlin hacia el gobierno de Allende y los vínculos íntimos entablados con Cuba49. Aquello fue complementado con un estudio sobre un tema inédito, revelando una situación sorprendente: la ayuda financiera otorgada por el Partido Comunista soviético a su homólogo chileno. Gracias a los archivos rusos, Ulianova y Fediakova pudieron concluir que existía un lazo estrecho y sistemático que unía a ambas organizaciones. En 1973, por ejemplo, el Partido Comunista de Chile recibió de su contraparte la suma nada despreciable de 645.000 dólares, transformándose en el quinto órgano más beneficiado después de los partidos comunistas italiano, francés, estadounidense y finlandés50. En el año 2000, Ulianova completó esta información mediante un texto destinado a analizar las percepciones de los actores moscovitas respecto a la evolución política de Chile. Para ello, la historiadora pudo entrevistar a diversas figuras de la diplomacia soviética y utilizar numerosos documentos de archivo que fueron, en parte, publicados en un anexo51. El valor de estas investigaciones es innegable. Gracias a ellas, se ha podido revaluar la posición estratégica que el continente poseía a los ojos de Moscú. Las declaraciones de Leonov sobre la importancia de la Revolución Cubana o las elocuentes estadísticas sobre la asistencia financiera a los partidos comunistas invitan a repensar el “carácter marginal” que se ha atribuido tradicionalmente al territorio. No obstante, y a pesar del impacto de estos estudios, esta iniciativa no fue acompañada de otras similares en las diferentes naciones de América Latina52. Incluso, en la actualidad, más allá de ciertas pesquisas sobre territorios específicos, aún no ha aparecido una síntesis ambiciosa sobre la política de la URSS en la zona durante la Guerra Fría.

48 “Chile en los archivos de la URSS (1959-1973): Comité Central del PCUS y del Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS”, Estudios Públicos 72 (1998): 391-443. 49 Nikolai Leonov, “El general Nikolaï Leonov en el CEP”, Estudios Públicos 73 (1999): 65-102. 50 Olga Ulianova y Eugenia Fediakova, “Algunos aspectos de la ayuda financiera del Partido Comunista de la URSS al comunismo chileno durante la Guerra Fría”, Estudios Públicos 72 (1998): 113-148. 51 Olga Ulianova, “La Unidad Popular y el Golpe Militar en Chile: percepciones y análisis soviéticos”, Estudios Públicos 79 (2000): 83-171. 52 Recientemente, una contribución extraordinaria propone una serie de documentos soviéticos sobre la historia temprana del comunismo colombiano (sus lazos con el Komintern entre 1927 y 1933). A pesar del interés innegable de este imponente volumen, no se ha integrado al análisis, ya que no abarca el contexto de la Guerra Fría. Klaus Meschkat y José María Rojas, Liquidando el pasado: la izquierda colombiana en los archivos de la Unión Soviética (Bogotá: Taurus, 2009).

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Algunos casos asociados a la historia de realidades locales merecen ser citados, ya que han logrado desentrañar detalles menos conocidos53. A fines de los noventa, Danuta Paszyn evaluó la actitud soviética hacia diversos regímenes de Centroamérica a partir de 1979, año de la Revolución Sandinista en Nicaragua, concluyendo que la postura del Kremlin se caracterizaba por su realismo pragmático54. El periodista argentino Isidoro Gilbert volvió a examinar la cuestión de las vinculaciones entre su país y la potencia socialista en un libro abundante, pero no exento de problemas metodológicos graves que obligan a mantener una mirada cuidadosa. El antiguo corresponsal en Moscú posee el mérito de ahondar en una serie de problemas que van desde la importancia económica de Argentina para la URSS hasta los vínculos culturales y humanos establecidos entre ambas naciones55. Sin embargo, las fuentes son mal y escasamente citadas, lo que hace que muchas veces surjan dudas acerca de la veracidad de las mismas. Dos iniciativas muy recientes consagradas a Cuba deben ser esbozadas también: en primer lugar, el libro de Leila Latrèche, aparecido en Francia y que revisa los grandes rasgos de las relaciones cubano-soviéticas, utilizando un conjunto de fuentes inéditas56. Una segunda contribución es la de la cubana Damaris Puñales-Alpízar, quien analiza con mucha sensibilidad los intercambios intelectuales recíprocos, así como la importancia abrumadora de la presencia soviética en la Isla, para la formación de la matriz identitaria local. Para la especialista, el ascendiente profundo de la cultura rusa en suelo cubano marcó decididamente el imaginario de los habitantes, creando una auténtica “comunidad sentimental soviético-cubana”57.

53 No se ha querido incluir en este ensayo una serie de publicaciones pertinentes sobre la cuestión del impacto de la Guerra Fría en América Latina. A pesar de su calidad, estos trabajos no tratan de un modo directo la presencia soviética, priorizando más bien los lazos interamericanos o aquellos con la potencia norteamericana. Ameritan ser resaltados: Hal Brands, Latin America’s Cold War (Cambridge: Harvard University Press, 2010); Joseph Gilbert y Daniela Spencer, In From the Cold; y Tanya Harmer, Allende’s Chile & the Inter-American Cold War (Chapel Hill: The University of North Carolina Press, 2011). 54 Danuta Paszyn, The Soviet Attitude to Political and Social Change in Central America, 1979-1990: Case Studies on Nicaragua, El Salvador and Guatemala (Nueva York: St. Martin’s Press, 2000). Se ha esbozado este caso a pesar de que cronológicamente escapa al propósito, ya que constituye uno de los escasos volúmenes de este período que dedica la totalidad de sus páginas al problema de los lazos soviético-latinoamericanos. Otros estudios, no muy numerosos por cierto, se habían ya interesado antes en los vínculos entre la URSS y la Nicaragua sandinista. 55 Isidoro Gilbert, El oro de Moscú. Historia secreta de la diplomacia, el comercio y la inteligencia soviética en la Argentina (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2007). 56 Leila Latrèche, Cuba et l’URSS. 30 ans d’une relation improbable (París: L’Harmattan, 2011). 57 Damaris Puñales-Alpízar, Escrito en cirílico: el ideal soviético en la cultura cubana posnoventa (Santiago: Cuarto Propio, 2012). Una obra reciente se inserta exactamente en la misma perspectiva: Jacqueline Loss, Dreaming in Russian: The Cuban Soviet Imaginary (Austin: University of Texas Press, 2013).

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A mediados de la década del 2000, un estudio del profesor Christopher Andrew, basado esencialmente en las notas manuscritas dejadas por el otrora agente de la KGB Vasili Mitrojin, pretendía ofrecer una visión global de la política del Kremlin en el llamado Tercer Mundo. Un primer capítulo, dedicado exclusivamente a América Latina, examina las prioridades de la inteligencia soviética en la zona, afirmando que la KGB impuso una política “voluntarista” en los territorios del “Sur” y que el continente constituyó para los responsables, en especial durante el mandato de Yuri Andrópov (1967-1982), un eje clave de esta ofensiva. Según el inglés, el espionaje ruso creyó por mucho tiempo que el resultado de la Guerra Fría se definiría en el Tercer Mundo y que, en consecuencia, la historia mundial dependía de las estrategias aplicadas en estos países58. Es interesante constatar que esta convicción fue reiterada por Nikolái Leonov, quien expresa que “nos guiábamos por la idea de que el destino de la confrontación mundial entre Estados Unidos y la Unión Soviética, entre el capitalismo y el socialismo, se resolvería en el Tercer Mundo. Esa era la premisa básica”59.

Consideraciones finales Las últimas impresiones evocadas parecen ser compartidas por el historiador noruego Odd Arne Westad, autor de una obra notable sobre las relaciones internacionales durante la Guerra Fría. Su hipótesis central queda reflejada en la siguiente aseveración: “Suele decirse que la Guerra Fría fue una lucha entre dos superpotencias por la supremacía militar y el control ideológico; una lucha centrada en Europa. Afirmamos, por el contrario, que los aspectos más relevantes de la Guerra Fría no fueron ni militares, ni estratégicos, ni centrados en Europa, sino que estuvieron más bien ligados al desarrollo social y político del Tercer Mundo”60.

Estas conclusiones constituyen un punto de partida teórico que debiera estimular la revaluación de la posición estratégica e ideológica del continente latinoamericano durante el tenso contexto de la Guerra Fría. Bajo este nuevo y estimulante escenario intelectual, los lazos múltiples entablados con la URSS están llamados a transformarse en un objeto de estudio preponderante para concebir de mejor manera la lógica excepcional que condicionó el enfrentamiento multilateral.

58 Christopher Andrew y Vassili Mitrokhine, Le KGB à l’assaut du tiers-monde: agression-corruption-subversion, 19451991 (París: Le Grand Livre du Mois, 2008). 59 Nikolai Leonov, “El general Nikolaï Leonov en el CEP”, 85. 60 Odd Arne Westad, La guerre froide globale. Le tiers-monde, les États-Unis et l’URSS (1945-1991) (París: Payot, 2007), 419.

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Por lo demás, en la actualidad existen condiciones favorables para una consistente renovación historiográfica. Los archivos moscovitas —en particular, los del Partido Comunista de la URSS, así como los de las instituciones gubernamentales— han abierto sus puertas a la comunidad internacional, pero han sido insuficientemente explotados en lo que respecta a América Latina. Esto debiera incitar a una ampliación de las colaboraciones académicas con especialistas rusos (se han visto los resultados positivos que esto ha generado en Chile), quienes en la actualidad mantienen una mirada abierta y entusiasta hacia el mundo occidental, lo que se ha reflejado en la multiplicación de los esfuerzos colectivos llevados a cabo con intelectuales europeos y norteamericanos. Hoy en día el acercamiento hacia las influencias de Moscú durante la Guerra Fría debe hacerse imperativamente a través de la ampliación de los contactos con instituciones rusas, lo cual no sólo facilitaría el acceso a múltiples fuentes inexploradas (se debe pensar también en la posibilidad de realizar entrevistas a actores relevantes, un privilegio infrecuente que sólo ofrece la historia reciente), sino que ampliaría las alternativas temáticas susceptibles de ser tratadas: en efecto, los archivos de la ex-URSS ofrecen abundantes testimonios, por ejemplo, sobre las vinculaciones intelectuales y artísticas, los intercambios con los organismos de amistad recíproca, los viajes de delegaciones latinoamericanas más allá del Muro de Berlín. Por muchos años, las interpretaciones sobre la cuestión se han basado indistintamente en la lectura de fuentes periodísticas. Durante los conflictivos decenios de la segunda mitad del siglo XX, estas últimas eran prácticamente las únicas que podían ser abordadas sin muchas dificultades. Los años noventa alteraron el panorama, multiplicando los documentos accesibles y las opciones de cooperación. Por ello, una renovación temática de los lazos debe ir acompañada de una renovación metodológica y heurística. Las condiciones existen, mas los esfuerzos aún han sido insuficientes. En este sentido, son lamentables, por supuesto, las precariedades respecto al estudio de las relaciones recíprocas, pero existe la esperanza de que esta situación no perdure por mucho tiempo, dando paso a una innovación necesaria, que la presente contribución pretende modestamente ayudar a estimular.

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Gérard Noiriel. Chocolat Clown Nègre. L’histoire oubliée du premier artiste noir de la scène française. París: Bayard, 2014, 330 pp. doi:

dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.11

Renán Silva

Profesor del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Colombia). Doctor en Historia por la Universidad de París I, PanthéonSorbonne (Francia). rj.silva33@uniandes.edu.co

Gérard Noiriel es un conocido historiador francés —muy recordado en nuestro medio por uno de sus libros menos destacados, pero de título llamativo: Sobre la crisis de la historia—, autor de una amplia obra sobre la vida de los trabajadores y los trabajadores inmigrantes en Francia, una obra que ha venido enriqueciendo año tras año con nuevas dimensiones de análisis. Por una parte, nuevos acentos políticos sobre los trabajadores inmigrantes y la ciudadanía, una crítica férrea de la idea habitual de identidades nacionales, un estudio detallado de los instrumentos de control de los inmigrantes: el pasaporte y otros recursos de identificación, selectivamente utilizados por los gobiernos. Por otra parte, nuevos acentos que van haciendo más complejos y matizados sus análisis, con un acento especial sobre las formas de hacer, de pensar, y todo ello en una perspectiva sociológica deudora sobre todo de la obra de Pierre Bourdieu, que le ha permitido una mirada original sobre las relaciones entre las trayectorias individuales y los determinantes de época, de una forma que no empobrece —todo lo contrario— las vidas singulares de cada sujeto con su nombre propio. En cierta manera, si se quisiera presentar su obra más reciente, Chocolat Clown Nègre. L’histoire oubliée du premier artiste noir de la scène française, y si se quisiera inscribir la trayectoria de Noirel en el marco de las evoluciones historiográficas ajenas a las corrientes postmodernas dominantes, el párrafo arriba escrito debería ser suficiente, porque esa historia olvidada de un payaso negro en la Francia de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, se ajusta, tanto desde el punto de vista del enfoque como de los criterios de análisis, a lo que arriba hemos indicado. Rafael, escrito así, y no Raphael, como fue rebautizado en Francia, cuyo apellido siguió siendo siempre incierto, fue un esclavo traído del África —debe haber nacido hacia c. 1880—, que pasó su infancia en Cuba y que por azares de la vida fue arrastrado por su “dueño” a España, en donde trabajó en cosas varias que iban desde sirviente a obrero de las minas, hasta que, por otra suma de azares, en esta existencia sorprendente, es trasladado en 1885 por un

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hombre de circo a Francia, al que cautivaron su historia, su despliegue físico de fuerza y el hecho mismo de ser “negro” —una “especie” poco conocida por los provincianos franceses—. Después de algunas vueltas desembocó en París, en donde se hizo famoso como artista de circo (bailaba, cantaba, parloteaba) en compañía del payaso blanco Foottit, con quien haría a partir de 1894 un famoso dúo de “cómicos”, que terminó siendo una referencia cultural mayor para los franceses y un modelo, sujeto a diversas interpretaciones, de las relaciones entre blancos y negros, en un momento que unía el ascenso del imperio colonial francés. Aquí, la crítica antiimperialista de las nuevas aventuras coloniales francesas, y la propia llegada de gentes negras a Francia, comenzaban a transformar el habitual panorama urbano o, por lo menos, a hacer notorio el hecho de que gentes “no francesas” estaban ahí, habitaban, eran una parte de la sociedad, como la tradicional población estudiantil haitiana de París. El libro desarrolla de una manera muy bien documentada —con fuentes que sorprenden— la trayectoria de la persona y del personaje, Rafael y Chocolat, en el marco de la sociedad francesa y de sus transformaciones en la Belle Époque y en los llamados Años Locos; una trayectoria que combina elementos singulares, producto de la propia historia de Rafael, y elementos generales, derivados de su carácter de artista, en una época en que las formas tradicionales de la diversión están cambiando, por la llegada de los grandes públicos de masas, por el surgimiento de una literatura de diversión especializada, por la decadencia de ciertos tipos de espectáculo, por la aparición de otros nuevos, y por el cambio en las jerarquías entre formas consolidadas del arte —como el teatro y el circo—, y el surgimiento de nuevos géneros como el cine. Sobre todo, por el arribo de nuevas clases de espectáculos de masas que van a desestabilizar todas las formas anteriores de diversión popular, es decir, los deportes —sobre todo el boxeo y el fútbol—, y todo ello en el marco de la primera gran corriente de americanización de la vida cultural francesa, con la llegada del Music Hall y el Show Business, que será en adelante la forma dominante de la diversión popular, ahora que adquiere el carácter de industria cultural de masas. Ése es el contexto en el que va a desenvolverse la aventura humana de Rafael/Chocolat —también la de Foottit, desde luego—, ese Chocolat que en sus mejores días llegó a ser uno de los grandes animadores de las noches de París en Montmartre, hasta el final de su vida, un poco decadente, un poco abandonado, un poco desconcertado, frente a una sociedad en la que las cosas habían cambiado, y había cambiado lo que hacía reír ayer y lo que no hacía reír, y con pocos recursos económicos para atravesar ese tramo de la vida en que se encontraba ya, como se dice, “fuera del juego”. Pero el trazado preciso de ese contexto —que no remite a generalidades del tipo “la sociedad francesa imperial, colonialista y racista”, sino que envía a las propias instituciones del campo artístico y a sus cambios, que son la verdadera mediación a tener en cuenta— no anula los avatares, los azares, las singularidades, las muestras propias de

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carácter del sujeto investigado, una realidad vital, en donde, por el contrario, se concentran las luchas, los esfuerzos, los intentos, los fracasos; es decir, todo lo que recuerda que las determinaciones sociales se combinan siempre en dosis distintas, según situaciones particulares, con esa “estructura de posibles” que alberga toda vida humana (y ello aun en las peores condiciones, que, desde luego, no fueron las que ilustra la vida de Rafael). Dos puntos por destacar a este respecto: por un lado, la manera como Noiriel enfrenta el problema, de difícil análisis, de las formas de relación entre la persona y el personaje, no sólo en función de las estructuras sociales, sino también desde el punto de vista de las fuentes disponibles. Aquí, Noiriel muestra con rigor y cuidado a un exesclavo, de vida azarosa y que nunca pudo recibir los beneficios de la educación formal, quien a través de mil esfuerzos logró hacerse a una cálida vida familiar, iniciar la educación de sus dos hijos, lograr todo el respeto posible de esa familia —a pesar del apodo Chocolat, del que también hizo un instrumento de dignificación— , y conducirlos de la mano por el camino inicial de formación en el campo artístico —payaso él, contorsionista ella—, aunque cada uno de esos hijos tenga sus propios finales, que no son aquí nuestro objeto, y sin que tales finales dependan simplemente de la vida de su padre. Por otro lado, y éste es un punto muy destacado en el análisis, el estudio, en parte sólo iniciado, de las relaciones complejas entre el payaso negro Rafael —que lucha por darse un puesto en la sociedad, integrarse al medio cultural al que había llegado, y que mal o bien lo había acogido— y el terrible gasto de energía psíquica que demandaba ese proyecto, con los costos mentales que se deben suponer, todos derivados del horizonte cultural de una sociedad que realizaba uno de sus primeros encuentros con gentes de otros colores, de otras culturas. En parte, el balance general permite decir que Rafael salió adelante en su combate y que no se observan en su vida daños terribles —formas neuróticas, alcoholismo, sadismo, etcétera—, que son comunes en gente que ha tenido que hacer ese ejercicio terrible de salir adelante, de manera respetable, en un medio adverso que los pone, desde el inicio, en una condición de desventaja, con lo que de nuevo se muestra la gran resistencia del ser humano, y mejor en este caso, ya que Rafael no adoptó el triste camino de declararse víctima y solicitar ayuda a partir de esa condición, sino que hizo acopio de sus recursos y saberes —cantar, bailar, divertir, crear con un mínimo de dignidad y respeto— para garantizarse una vida, para él y para su familia. En relación con la parábola de esa vida, que a su manera fue una vida lograda, si se tienen en cuenta los puntos de partida, dos asuntos más deberían ser resaltados. El primero tiene que ver con los análisis postmodernos de las condiciones raciales tal como se practican, sobre todo, en Estados Unidos —Noiriel es claro en su crítica y señala con exactitud las posiciones y obras que son objeto de su desconfianza, y el debate planteado es claro, y así debe asumirse por quien quiera discutir sobre estos temas—. Por una parte, el problema de los públicos (clave

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cuando se trata del análisis del espectáculo y del artista), y la observación de Noiriel de que no se puede proyectar hacia el pasado nuestra visión crítica del racismo y superponer, sin pruebas, esa visión a la gente —los públicos en este caso— de principios del siglo XX. Por la otra, el análisis mismo de la ambigüedad de las relaciones sociales —históricas, hay que recordarlo siempre, contra el dominante espíritu del universalismo antropológico à la mode—, como resulta de la observación cuidadosa de las formas de interacción en la escena del dúo Foottit/Rafael, payaso blanco/payaso negro, que ha sido visto en algunos estudios recientes como un caso de racismo típico, en donde se enfrentan el blanco triunfador que oprime al negro pobre y estúpido, quien es simplemente la víctima de sus maldades en la escena, reproduciendo de esta manera todas las injusticias que el orden social produce en la vida. El análisis de Noiriel muestra que los asuntos son también mucho más complejos de lo que se piensa sobre este último punto. Sobre ese fondo innegable de desbalance de la relación, el modelo no sólo no es racial, sino que involucra la larga tradición de dúos de circo y sus papeles simétricamente contrarios, pero siempre desestabilizados al final de la escena, cuando los clowns se retiran en medio de los aplausos del público. Finalmente, en este punto, Gérard Noiriel presenta consideraciones teóricas básicas, hoy olvidadas, sobre la diferencia entre prejuicios raciales y racismo, lo que había sido una consideración básica de la primera sociología empírica del siglo XX en Estados Unidos, en especial la de la Escuela de Chicago. El segundo punto, ligado con el anterior, tiene que ver con la reproducción de la imagen de Footti y de Rafael, en compañía, y de Rafael, solo, en escena. La época corresponde a la expansión de las publicaciones de variedades, inseparables del mundo de la imagen (época, además, de avance de la industria gráfica, como lo supo analizar Walter Benjamin). De tal manera que la publicidad de sus propios espectáculos y la de distintas mercancías (de chocolate, de jabón, y de muchas más cosas) recurrió, como era de esperarse, a través del lenguaje del cartel, a las figuras de los conocidos artistas de circo. Imágenes de época, a veces más logradas, a veces menos logradas, pero que en general reproducen los prejuicios raciales en formación sobre la gente negra en la Francia de ese entonces. Pero dentro de esas formas de representación visual hay una en particular sobre la que, con toda razón, se detiene Noiriel. Tiene que ver con Henri Toulouse-Lautrec, quien en más de una oportunidad dibujó a Footitt y a Rafael; véase, por ejemplo, Foottit et Chocolat, ilustración de la Revue Blanche de enero de 1895, en donde Foottie golpea las nalgas de Rafael en una escena de uno de sus sketches; y, mejor aún, véase el cartel pintado por el señor de Toulouse donde mostró a Rafael bailando en un cabaret, acompañado de un hombre que toca algo así como un laúd, ante la mirada del público y de un cantinero de rostro asiático. La escena ha despertado en años recientes la indignación de algunos estudiosos de los Visual Studies, que han clamado contra el racismo de Toulouse-Lautrec.

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Noiriel, con buen juicio y un fino análisis, ha puesto las cosas en su lugar. Por una parte, el gran pintor, como era de esperarse —y como no resulta difícil de comprender con un mínimo de sentido común sociológico—, participaba indudablemente de los prejuicios de su época. Y por otro lado, y aquí el análisis tiene párrafos admirables, el recuerdo de que Toulouse-Lautrec —quien por razones que todo el mundo conoce mantenía difíciles relaciones con su sociedad y en general con la vida, que nunca le fue muy amable— es el autor de una obra compleja de significados variados encadenados en niveles diversos: espacio, color, textura, y no sólo un reproductor de la realidad inmediata. El gran pintor, de orígenes aristocráticos, de alta cuna, como se dice, era al mismo tiempo una persona con deformidades físicas, que sobre todo hicieron difíciles sus relaciones con las damas, lo que hacía que lo grotesco que la época veía en la figura de Rafael —y hay que resaltar ese veía como mirada de la época— fuera un punto fácil de identificación para Toulouse-Lautrec, como lo era al mismo tiempo, de manera solamente imaginada, el payaso blanco, que le recordaba los valores deseados pero imposibles de la figura de la gente blanca aceptada, de figura normal, sin rasgo ninguno de deformación en su cuerpo. La demostración de Noiriel no tiene nada de fantasiosa, y su prueba mayor está constituida por una pintura muy tardía (de 1901, cerca de la muerte del pintor) realizada por Toulouse-Lautrec, en donde se representó él mismo como una combinación de Foottit y Rafael. Hay que leer con cuidado este libro admirable —y también problemático en muchos puntos— de Gérard Noiriel, a fin de volver a sentir la inmensa capacidad del análisis histórico para interrogarse de manera compleja sobre las vidas humanas sin separarlas de las estructuras sociales, para observar cómo se pueden construir interrogantes sabios sobre los mundos populares sin demagogia populista y sin renunciar a las aspiraciones cívicas; hay que leerlo para salir de falsas oposiciones del tipo estructura y “agencia” —como se dice ahora escogiendo la peor palabra que podría haberse elegido—, para ver las renovadas nociones de contexto, que el autor pone a funcionar en el estudio de las mediaciones diversas que vinculan al hombre con su sociedad; hay que leer la obra para constatar esa extensión maravillosa de la idea de “escena del arte” que permite integrar al mundo del arte una actividad como la del circo. Finalmente, hay que acercarse al placer de los análisis (breves, porque no son el objeto de la obra) que aquí se ofrecen sobre las relaciones entre el arte, el artista y la sociedad, para desprenderse además de los prejuicios esteticistas que temen reflexionar sobre el arte como ventana sobre la sociedad —para utilizar la eficaz expresión de Timothy Brook, en su Vermeer’s Hat—, y poder entender, como historiadores, cómo se tejen los lazos entre el arte y la vida, y hay que leerlo sobre todo para entender que en el estudio de los prejuicios raciales, y aun en el del racismo, los esquemas dicotómicos que denuncian la situación de víctimas paralizadas contra las cuales simplemente la vida se ha entronizado como una única y exclusiva injusticia dejan de recoger todo lo que de azar, de lucha, de ironía, de trampa, puede introducirse en la vida social.

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Hay en este libro, a pesar de algunas exageraciones —como la de declarar que Rafael ha introducido en Francia los gestos de base del hip-hop, pero claro, es que hasta el buen Homero se duerme, como decía Borges—, una lección no “ideológica”, sino analítica, de cómo tratar problemas de interacciones humanas y relaciones sociales complejas, en el campo difícil del descubrimiento entre sociedades y culturas diversas que no han tenido las mejores relaciones, por decirlo de manera eufemística; una lección sobre cómo rescatar el carácter equívoco, contradictorio y ambiguo de esas relaciones —por lo demás, como de toda relación humana—. Escuchemos a Gérard Noiriel: “En el sketch, filmado por los hermanos Lumière, titulado La mort de Chocolat, se ve a Foottit, el payaso blanco, que intenta leer el periódico. Chocolat no lo deja, lo interrumpe, lo sacude. Foottit le asesta un tremendo puñetazo. Chocolat se derrumba. Foottit, preso del remordimiento, llora por su amigo desaparecido. [Chocolat ha muerto] […] el cortejo se pone en movimiento, conducido por el payaso blanco, que seca una última lágrima. Pero he ahí que el féretro se abre, y Rafael, de repente resucitado, se levanta para acompañar el cortejo, en medio de risas. La escena termina con una última pirueta de Rafael, el payaso negro, lo que le otorga, sino la última palabra, por lo menos sí el último gesto”.

Cardona, Patricia. Y la historia se hizo libro. Medellín: Fondo Editorial Universidad Eafit, 2013, 289 pp. doi:

dx.doi.org/10.7440/histcrit55.2015.12

Ana María Rodríguez Sierra

Candidata a Doctora en Humanidades por la Universidad Eafit (Colombia). Magíster en Historia de la Universidad de Concepción (Chile) e Historiadora de la Universidad Nacional de Colombia, Sede Medellín. Miembro del grupo de investigación Historia, Trabajo, Sociedad y Cultura (Categoría A en Colciencias). anamasierra@gmail.com

Y la historia se hizo libro. Sí, los libros de historia tienen la suya, y aunque la historiografía se ha encargado de narrar el acaecer de los discursos históricos en el tiempo, se ha olvidado de historiar las estrategias editoriales y de difusión que definen formatos y ediciones, así como de tomar en cuenta los públicos a los cuales se dirige cada ejemplar. Aspectos éstos que también

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tienen historia y condicionan los sentidos y la materialidad de los propios libros. Atendiendo a esos olvidos, la historiadora Patricia Cardona desarrolló una amplia investigación —dispuesta ahora en un libro editado por la Universidad Eafit (Colombia) en 2013—, de formato pequeño, dividido en tres capítulos distribuidos en 289 páginas. Allí se propone hacer una historia del análisis histórico moderno, teniendo en cuenta sus condiciones y contextos de aparición, producción y circulación, su relación unívoca con la escritura y su vínculo con los procesos de construcción nacional en Colombia. De modo que éste es un libro que estudia su propia historia. Dirigido a un público docto en asuntos históricos e historiográficos, se diferencia de otros análisis por su alto bagaje teórico, cimentado principalmente en algunos trabajos de los filósofos Michel de Certeau y Paul Ricœur, así como en la teoría histórica de Roger Chartier. Estos autores constituyen la materia prima teórica de los argumentos esenciales del texto. Así, con base en De Certeau y la operación historiográfica, Cardona enfatiza en la necesidad de estudiar el análisis histórico como una práctica sustentada en técnicas y procedimientos concretos, y ubicada en entornos sociales específicos. De esa manera, puede “percibirse la autonomía epistemológica del análisis histórico” (p. 33) y se hacen perceptibles “la utilidad, los sentidos y los usos sociales con que cada época le ha investido” (p. 33). Se podría resumir con De Certau que la historia —no como discurso—, como práctica, técnica y método, también tiene historia. Seguidamente, empleando la teoría manifiesta en Tiempo y narración, la autora acoge los conceptos de prefiguración, configuración y refiguración de Ricœur, para explicar el proceso que atraviesa los análisis históricos. En la “fase” de refiguración se encuentra el núcleo que le permite afirmar la importancia del lector y su participación activa como actor hermenéutico, dador de sentido a la lectura, lejos de las explicaciones deterministas que suponen desde el principio el efecto del discurso en el público, asumiendo el final de éste en su “fase” de configuración. En efecto, con Ricœur se avala que sin lector no hay texto. Luego, siguiendo las pistas dejadas por Chartier en Text as Performance, la autora insiste en la relevancia de estudiar el análisis histórico como materialidad, como libro producido en escenarios espaciales y temporales determinantes, bajo reglas editoriales particulares que le dan forma. La historiadora aduce que los formatos son elementos indispensables “para estudiar los sentidos y las prácticas bajo las cuales se aprehenden los discursos” (p. 41). En síntesis, en palabras de Chartier, sin libro o escritura no hay discurso. Estas tres premisas constituyen el problema de investigación planteado desde el marco teórico. Metodológicamente, el libro presenta en más de su primera mitad todo ese sustento teórico argumentativo, que, pese a ser la base explicativa, por momentos se torna repetitivo. En las páginas finales, el problema de investigación se aborda a través del estudio de fuentes primarias, consistentes en las “obras” y “obritas” históricas producidas en Colombia durante

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el siglo XIX. En efecto, la autora despliega una historia del análisis histórico, mostrando cómo la historia de tipo literario, factor de virtudes, se transformó en una Historia con sustento veraz, que se escribió para contener la memoria de los acontecimientos constructores de las identidades nacionales. Por supuesto, la relación entre historia y nación es otro tópico fundamental del libro. Éste se aborda desde los debates actuales que cuestionan a la historia patria por sus omisiones (de los indígenas, de las mujeres, de los negros), y la culpan de esculpir con un relato grandilocuente los perfiles glorificadores de los héroes republicanos. Anacronismos evidentes que la autora denuncia y crítica históricamente, recordándoles a los historiadores que los libros de historia patria fueron objetos producidos cuando construir la nación era el paradigma imperante de nuestro país; por ende, los discursos debían servir como elementos cohesionadores, aglutinantes de las gentes entre sí y con su territorio, mediante relatos veraces, acopios de memoria; así lo hicieron, pero condicionados por sus propias circunstancias sociotemporales. Tras todo esto se puede concluir que Y la historia se hizo libro hace un innegable aporte epistemológico a los estudios historiográficos, ya que amplía los problemas y los enfoques posibles de análisis, apartándose del estudio de los discursos, largamente tratados, abordándolos desde perspectivas nunca antes recurridas en nuestro ámbito académico. Además, el libro se distingue metodológicamente de otros al pasar de la enunciación teórica a su aplicación: el marco teórico, más allá de ubicar disciplinarmente la investigación, es usado como contexto y punto de partida de la demostración histórica. Aparte, mediante una escritura clara, coherente y crítica, el texto no se queda en historiar el pasado, sino que revela en sus argumentos la utilidad de la historia, al dar explicaciones históricas a discusiones actuales. En ese cúmulo de propiedades positivas, es notable que el texto sea débil en un aspecto sobre el que llama además la atención: su materialidad, la edición acotada, causante de apiladas repeticiones, y algunos cortes abruptos en las explicaciones, que le dan al lector la impresión de estar ante el sustrato de un trabajo mayor. No obstante, pese a esas pequeñas fallas materiales, con argumentos suficientes, el texto cumple los objetivos que plantea, mientras hace un aporte novedoso a la disciplina histórica, pues, finalmente, desde sí prueba ser una Historia acuciosa de cómo la historia se hizo libro.

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Scott, Joan Wallach. The Fantasy of Feminist History. Durham: Duke University Press, 2011, 196 pp. doi:

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Margarita Martínez Osorio

Profesora auxiliar de la Escuela de Ciencias Humanas de la Universidad del Rosario (Colombia). Filósofa y estudiante de Historia de la misma Universidad. Miembro del semillero de investigación Entre prácticas y representaciones. martinezo.margarita18@gmail.com

La historiadora norteamericana Joan Wallach Scott, actualmente profesora principal del Institute for Advanced Study de la Universidad de Princeton (Estados Unidos), ha dedicado gran parte de su vida como investigadora a reflexionar sobre el concepto de género y su vitalidad para la disciplina histórica. Su artículo titulado “El género: una categoría útil para el análisis histórico”1, publicado originariamente en inglés en 1986, abrió debates y perspectivas frente al modo como la categoría género impacta la disciplina histórica, en especial la historia de las mujeres; al mismo tiempo que provocó cuestionamientos con respecto a las categorías usadas en las demás ciencias sociales, para ilustrar la cuestión de la diferencia sexual. En los ensayos recopilados en el libro The Fantasy of Feminist History, de 2011, Scott continúa con dichas reflexiones, pero esta vez utilizando el psicoanálisis como principal marco de referencia. Para la autora, la perspectiva psicoanalítica ofrece grandes potencialidades al pensar críticamente el género y su vínculo con la historia, y el quehacer de esta disciplina en general. A pesar de la diversidad de temas que Scott toca en los cinco artículos que componen este libro, puede sugerirse que son dos las grandes discusiones y preocupaciones que están en la base de todo el texto: por un lado, ¿qué significa hacer una historia de género? Y más aún, ¿qué significa hacer una historia feminista? Éstas son cuestiones que atraviesan esta investigación y que resultan iluminadoras en su vínculo con el psicoanálisis. Por otro lado, para Scott es central mostrar que la categoría género alberga un potencial crítico que no sólo concierne a

1 Recopilado y traducido al español en: Joan Wallach Scott, “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en Género e historia (México: FCE, 2008), 48-74.

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los interesados en los estudios sobre la diferencia sexual, sino que debería llamar la atención de todos los estudiosos que se inquietan por un examen crítico de la historia y de las categorías usadas por los historiadores para acercarse al pasado. En principio, esta autora encuentra una estrecha relación entre los presupuestos de ciertas perspectivas psicoanalíticas y los cuestionamientos planteados por el posestructuralismo, encarnado en figuras como Jacques Derrida y Michel Foucault. Pero no se trata aquí del psicoanálisis que Scott califica de “reduccionista”, en el que los sujetos son diagnosticados y clasificados estrictamente y en el que “hombres” y “mujeres” son categorías universalizadas y definidas como fijas. Por el contrario, se apela al psicoanálisis que responde al llamado “vértigo”: un psicoanálisis crítico que muestra la fragilidad de las categorías a la hora de captar la realidad a la que apelan, y que lleva al historiador a cuestionar los supuestos con los que opera. Con esta idea, al poner en duda la certidumbre de las categorías usualmente aceptadas, los historiadores se enfrentan al vértigo generado por la incertidumbre de no tener categorías fijas y válidas universalmente. El psicoanálisis acuñado aquí es, entonces, aquel que “[…] expone los conflictos y contradicciones contenidos en las categorías que presumen de su homogeneidad” (p. 4)2. Es por esto que se afirma el “compromiso con la teoría psicoanalítica como una práctica de lectura crítica para la historia” (p. 4), por cuanto permite cuestionar la infalibilidad de las categorías usadas por los historiadores para captar los fenómenos sociales en el tiempo. Aquí la categoría privilegiada, aunque no la única posible, para mostrar las potencialidades de la teoría psicoanalítica en su vínculo con la historia, es la de género. Para la autora, los historiadores generalmente asumen que “hombre” y “mujer” son términos que remiten a entidades unívocas y determinadas, las cuales —por su carácter aparentemente ahistórico e inmutable— no requieren mayor cuestionamiento o elucidación. El psicoanálisis problematiza esta visión al plantear la cuestión de la diferencia sexual como un constante dilema por resolver: en distintos contextos, las sociedades han articulado diversos sistemas para regular y definir los comportamientos asociados a hombres y mujeres, pero dichos sistemas son inacabados, y siempre habrá algo que se les escape y que no logre ser categorizado o regulado. Las formas como hombres y mujeres se definen y relacionan en contextos precisos son, entonces, dinámicas y albergan lógicas de resistencia, redefinición, apropiación y regularización. No se encuentra en este punto ante una realidad estática y acabada, sino ante una serie de procesos diversos que están en un continuo movimiento, y nunca completamente definidos. En esta dirección, el psicoanálisis invita a pensar en la diferencia sexual como un objeto de investigación histórica que le exige al

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Las citas del texto de Joan Wallach Scott son traducciones realizadas por la autora del artículo.

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historiador romper la uniformidad y aparente transparencia de sus categorías, con el fin de ser sensible ante los procesos dinámicos y complejos que constituyen las articulaciones del género en contextos distintos. Pero para que todo este proceso sea posible resulta preciso romper lo que Scott llama —desde el lenguaje psicoanalítico—“la fantasía de la historia feminista”. Una fantasía, en principio, puede definirse como un mito que busca “[…] responder preguntas sobre los orígenes de los sujetos, la diferencia sexual y la sexualidad” (p. 49). Por lo que se sostiene que “lo que puede ser llamado ‘la fantasía de la historia feminista’ asegura la identidad de la mujer en el tiempo” (p. 51). Para esta historiadora, en este caso, la fantasía feminista tiene tres características principales: en primer lugar, el sujeto debe identificarse y conducir su deseo de acuerdo con la propia fantasía; en este sentido, los sujetos que participan de las características que suelen atribuirse a lo femenino deben identificarse y sentirse parte de la fantasía de “la mujer”. En segundo lugar, la fantasía dota de coherencia y homogeneidad las prácticas relacionadas con la diferencia sexual y conlleva que éstas se presenten como la única opción posible para organizar y definir la sexualidad. Por último, en tercer lugar, la fantasía “[…] opera como una [firmemente condensada] narrativa” (p. 50). La narrativa le da coherencia y sentido a la categoría mujer y la estabiliza, al dar la apariencia de que su existencia es definitiva, unívoca y permanente a través de la historia. En últimas, Scott afirma que la fantasía dota de coherencia, sentido y unicidad a fenómenos que son múltiples, conflictivos, discontinuos, y que escapan a toda clasificación. Pero es justamente allí donde radica su poder: en articular la ficción de la coherencia y la univocidad en realidades que no es posible reducir a dichas configuraciones. La historia de género o historia feminista (como Scott la llama en ocasiones) debe romper la fantasía de “la mujer”, al mostrar cómo su existencia responde a procesos históricos precisos, y no a realidades naturales, inmutables y ajenas a la historia. De ahí la crítica que Scott hace a la “historia de las mujeres”3, al considerar que “paradójicamente, la historia de las mujeres mantiene a las mujeres por fuera de la historia”4, en la medida en que no se pregunta por cómo se articula esta categoría en contextos específicos, sino que la asume como algo transparente y válido universalmente. Más aún si se tiene en cuenta que este tipo de historia se sostiene sobre la fantasía de que existe una noción, “la mujer”, que se mantiene estable a lo largo del tiempo. Justamente, lo que la historia feminista apunta a cuestionar: las fantasías tienen puntos de quiebre, y es en

3 Las reflexiones de Scott alrededor de la cuestión de la historia de las mujeres pueden encontrarse en: Joan Wallach Scott, “La historia de las mujeres”, en Género e historia (México: FCE, 2008), 33-47. 4

Joan Wallach Scott, “La historia de las mujeres”, 10.

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ellos en donde debe enfocarse la mirada histórica, con el fin de —siguiendo el espíritu genealógico foucaultiano— desestabilizar las categorías y cuestionar su unicidad y trascendencia. Es en las discontinuidades, las inexactitudes y los conflictos donde la historia feminista debe ubicar su reflexión, con miras a potenciar su motor crítico y aguzar la vista ante las lógicas complejas que intervienen en la articulación de las identidades y la manera como se configuran sentidos y coherencias para organizar y definir el mundo social5. Finalmente, Scott es enfática al señalar que “necesitamos del análisis feminista de las categorías de la identidad, no sólo para detectar las diferencias de poder construidas por oposiciones binarias que presumen de ser atemporales, naturales y universales, sino también para contextualizar e historizar esas categorías” (p. 78). Puede decirse, y quizás aquí está una de las sugerencias más importante de este libro, que la pretensión de la historia de género —como aquella que contextualiza y rompe la fantasía de la univocidad y transparencia de las categorías— hace un llamado de atención a los historiadores a la hora de construir su objeto de estudio y acercarse al archivo. Si bien la historia feminista le apuesta a la desnaturalización de las categorías tomadas como dadas y definidas de antemano, este proyecto no se restringe a las categorías concernientes a la diferencia sexual; por el contrario, más que un plan definido de investigación, la historia de género se sostiene sobre un posicionamiento crítico del historiador frente a sus objetos de estudio.

5 Este ejercicio de concentrarse en las discontinuidades, los conflictos, multiplicidades y contradicciones es realizado por Scott en el libro a través del análisis del debate alrededor del velo islámico en Francia y de su examen del concepto secularización. Scott muestra, por un lado, cómo diferentes apropiaciones del discurso feminista condujeron a movimientos políticos de diverso carácter, en el contexto de los debates sobre el uso del velo en los espacios públicos franceses. Con esta reflexión, Scott pone de presente la complejidad de la categoría mujer feminista y la manera como ésta surge en coyunturas históricas concretas. Por otro lado, Scott estudia el fenómeno del velo islámico en Francia desde el concepto secularización y muestra cómo, en su aparente transparencia, esta noción alberga, en realidad, múltiples conflictos y contradicciones en lo que concierne a la participación política de las mujeres. En este caso, se puede ver la manera en que asumir una perspectiva de género permite romper la “fantasía” de universalidad de un concepto como secularización.

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Notilibros Fuentes Crispín, Nara. Periplos ilustrados, piratas y ladrones en el Caribe colonial. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2013, 496 pp. isbn:

978-958-761-463-3

Cortés, José David, editor. El Bicentenario de la Independencia. Legados y realizaciones a doscientos años. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2014, 470 pp. isbn:

978-958-761-675-0

Bohórquez, Jesús. Luces para la economía. Libros y discursos de economía política en el Atlántico español durante la era de las revoluciones (Nueva Granada, 1780-1811). Bogotá: ICANH, 2014, 208 pp. isbn:

978-958-885-204-1

A finales del siglo XV España incorporó a sus posesiones las nuevas tierras que Cristóbal Colón descubrió ¿Cómo asegurarlas? fue el interrogante de los asesores del gobierno y objeto de ilustres debates sobre el contrabando y el control del uso de las costas americanas. Esta obra propone una respuesta desde los relatos de piratas, funcionarios y jueces, entre los más variados sujetos, cuyas reflexiones, confesiones y descripciones ilustran tanto la tensión entre España y otras naciones europeas, como entre el gobierno español y los habitantes de los territorios ultramarinos. Se trata de un verdadero botín documental sobre robos, anomalías institucionales, secuestros y otros ilícitos acaecidos durante la vigencia del monopolio comercial hispánico, que reconstruye la imagen geohistórica del territorio marino y costero de la Nueva Granada colonial. La coyuntura de los doscientos años de vida republicana sirvió como pretexto para que la Cátedra Manuel Ancízar, en el segundo semestre del 2010, fuese dedicada a reflexionar tanto sobre la Independencia como lo que de ella nos queda hoy, es decir, revisarnos como sociedad en el marco del Bicentenario. Podemos preguntarnos si 1810 realmente significó una ruptura del orden colonial español en la Nueva Granada. Germán Colmenares, en un célebre ensayo, nos mostró cómo los historiadores decimonónicos, y muchos del siglo XX, tomaron como válidas las afirmaciones de José Manuel Restrepo en su Historia de la revolución de Colombia, y cayeron en una “prisión historiográfica” que les impidió reflexionar más allá de lo expuesto por Restrepo. Hoy, afortunadamente, esta etapa historiográfica parece superada. Durante el último cuarto del siglo XVIII y las primeras décadas del XIX, ocurrió una serie de convulsiones en el espacio atlántico. La llamada era de las revoluciones fue el marco en el cual la economía política se consolidó como ciencia y comenzó a ser implementada como nueva razón gubernamental. Este libro analiza la emergencia y circulación de dicho saber en el Imperio español, particularmente en el Nuevo Reino de Granada. A través del cruce de información de inventarios de bibliotecas, citas de autores y de conceptos, análisis de informes administrativos y periódicos, se explora la consolidación de debates relacionados con la libertad de comercio, la agricultura como principal fuente de riqueza, las reformas arancelarias, y otros temas que transformaron profundamente la percepción del funcionamiento del Imperio español y sus colonias desde mediados del siglo XVIII.

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Notilibros

Salcedo Martínez, José Enrique. Las visitudes de los jesuitas en Colombia. Hacia una historia de la Compañía de Jesús, 1844-1861. Bogotá: Universidad Javeriana, 2014, 356 pp. isbn:

978-958-716-688-0

García Barrientos, Federico. Historia de la propaganda y su cultura. Antioquia (1810-1900). (La “raza antioqueña” y las trampas de la memoria). Medellín: Universidad Pontificia Bolivariana, 2014, 670 pp. isbn:

978-958-764-195-0

Cortés Navarro, Luisa Fernanda y Carlos Arturo Reina Rodríguez. Historia, juventudes y política: de la Escuela Republicana del siglo XIX a las élites y juventudes políticas en los gobiernos del siglo XX en Colombia. Bogotá: Universidad Distrital Francisco José de Caldas, 2014, 204 pp. isbn:

978-958-883-204-3

Rueda Fajardo, Santiago. La fotografía en Colombia en la década de los sesenta. Bogotá: Ediciones Uniandes, 2014, 338 pp. isbn:

978-958-695-968-1

Este libro analiza la labor educativa y pastoral de los jesuitas en Colombia durante el siglo XIX. El regreso de los jesuitas a la nueva república en 1844 se convirtió en un tema político altamente polémico hasta 1884, cuando se autorizó su permanencia estable. Los jesuitas permanecieron en la nueva república entre 1844 a 1850, año en el que fueron expulsados por el Gobierno de José Hilario López. Más adelante el Gobierno de Mariano Ospina Rodríguez invitó nuevamente a la Compañía a territorio colombiano. En este año fueron expulsados por Tomás Cipriano de Mosquera, quien los acusó de no haber solicitado permiso al Gobierno para establecerse en el país. Este texto consta dos macro fenómenos históricos. El primero es una exploración de las constituciones que se presentaron en Antioquia en el contexto de las constituciones colombianas que tuvieron vigencia en los primeros 100 años de vida republicana. De ellas interesa develar cómo fue que entendieron y plasmaron los promotores constitucionales el espacio y los territorios de la nación. El segundo macro fenómeno, trata de una amplia exposición de los fenómenos de la propaganda política presentados en Antioquia, en los que se llamó Estado Federal de Antioquia, en relación con el republicanismo de los Estados Unidos de Colombia. Se indaga la prensa y la propaganda política antioqueña de esos años desde una interpelación fenomenológica. Es una travesía espacio-temporal que tardó veintidós años mientras tuvo vigencia la Constitución de Rionegro. Los jóvenes colombianos ya tienen sus historiadores. Escribir la historia de una realidad ineludible como la de los jóvenes, además de ser una urgencia, era un reto que los autores de este libro asumieron a fondo y con éxito. Los jóvenes aparecen aquí como un pretexto para hacer una historia sociocultural y política de Colombia; como un telón de fondo donde se tejen las tramas de unas generaciones que buscaban dramáticamente su reconocimiento en la estructura social y política en una sociedad excluyente, donde se luchaba y se lucha por un reconocimiento de su objetivo de construir un futuro mejor. La fotografía en Colombia en la década de los setenta es el primer análisis realizado sobre los diversos campos de la actividad fotográfica en esa década. Motivado por la carencia de estudios históricos y teóricos en esta área, el libro se ocupa de temas como la fotografía social y campesina, la relación entre la fotografía y el arte conceptual, la tensión entre documento y fotorrealismo en la obra de Fernell Franco, y el universo de la reportería gráfica. Ilustrado con más de 120 fotografías presenta obras de Abdú Eljaiek, Fabio Serrano, Óscar Monsalve, Francois Dolmetsch, Efraín García, Álvaro Herazo, Gertjan Bartelsman, Fernando Urbina, Fernell Franco, Álvaro Barrios, Luis Fernando Valencia, León Ruiz, Francisco Carranza, Sergio Trujillo Dávila, Ramón Giovanni, Hernán Díaz, Jaime Ardila, Camilo Lleras y Marcos Roda.

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Acerca de la revista Historia Crítica es la revista del Departamento de Historia de la Universidad de los Andes (Bogotá, Colombia). Cumple con sus lectores desde su creación en 1989. La revista Historia Crítica tiene como objetivo publicar artículos inéditos de autores nacionales y extranjeros, que presenten resultados de investigación histórica o balances historiográficos, así como reflexiones académicas relacionadas con los estudios históricos. La calidad de los artículos se asegura mediante un proceso de evaluación interno y externo, el cual es realizado por pares académicos nacionales e internacionales. La revista cuenta con la siguiente estructura: un director, un editor, un asistente editorial, un comité editorial y un comité científico, que garantizan la calidad y pertinencia de los contenidos de la revista. Los miembros de los comités son evaluados anualmente en función de sus publicaciones en otras revistas nacionales e internacionales. Historia Crítica contribuye al desarrollo de la disciplina histórica en un país que necesita fortalecer el estudio de la Historia y el de todas las Ciencias Sociales para la mejor comprensión de su entorno social, político, económico y cultural. En este sentido, se ha afianzado como un punto de encuentro para la comunidad académica nacional e internacional, logrando el fortalecimiento de la investigación. El público de la revista Historia Crítica está compuesto por estudiantes de pregrado y postgrado y por profesionales nacionales y extranjeros, como insumo para sus estudios y sus investigaciones en Historia y en Ciencias Sociales, así como por personas interesadas en los estudios históricos. Palabras clave: historia, ciencias sociales, investigación, historiografía.

Las secciones de la revista son las siguientes: La Carta a los lectores o Presentación del Dossier informa sobre el contenido del número y la pertinencia del tema que se está tratando. La sección de Artículos divulga resultados de investigación y balances historiográficos. Esta sección se divide en tres partes: • El Dossier reúne artículos que giran alrededor de una temática específica, convocada previamente por el Equipo Editorial. • En Tema abierto se incluyen artículos sobre variados intereses historiográficos, distintos a los que reúne el dossier. • El Espacio estudiantil publica artículos escritos por estudiantes de pregrado o maestría adscritos a diversas universidades. Si el tema del artículo corresponde con el del dossier, se ubica como último artículo del mismo; si no es el caso, se ubica al final del Tema abierto. Las Reseñas y los Ensayos bibliográficos ponen en perspectiva publicaciones historiográficas recientes. Los Notilibros ofrecen una breve descripción de publicaciones recientes de interés para el historiador. Adicionalmente, la revista puede evaluar la pertinencia de incluir traducciones de artículos publicados en el extranjero en idiomas distintos a español, inglés o portugués, así como transcripciones de fuentes de archivo con introducción explicativa. Todos los contenidos de la Revista son de libre acceso y se pueden descargar en formato pdf, html y en versión e-book en nuestra página web: http://historiacritica.uniandes.edu.co

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Normas para los autores

versión agosto de 2014

Tipo de artículos, fechas y modalidad de recepción • Historia Crítica publica artículos inéditos que presenten resultados de investigación histórica, innovaciones teóricas sobre debates en interpretación histórica o balances historiográficos completos. • Se publican textos en español, inglés y portugués, pero se acepta recibir la versión inicial de los textos en otros idiomas (francés e italiano). En caso de ser aprobado, el autor se encargará de entregar la versión definitiva traducida al español, ya que Historia Crítica no ofrece ayuda para este efecto. • Las fechas de recepción de artículos de Tema abierto y para los Dossiers se informan en las respectivas convocatorias. • Los artículos deben ser remitidos por medio del enlace previsto para este efecto en el sitio web de la revista http://historiacritica.uniandes.edu.co o enviados al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co • Los demás textos (reseñas, ensayos bibliográficos, entrevistas, etc.) deben ser enviados al correo electrónico hcritica@uniandes.edu.co • Los artículos enviados a Historia Crítica para ser evaluados no pueden estar simultáneamente en proceso de evaluación en otra publicación. Evaluación de los artículos y proceso editorial A la recepción de un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la revista, así como su pertinencia para figurar en una publicación de carácter histórico. Posteriormente, toda contribución es sometida a la evaluación de dos árbitros anónimos y al concepto del Equipo Editorial. El resultado de las evaluaciones será comunicado al autor en un período inferior a seis meses a partir de la recepción del artículo. Las observaciones de los evaluadores, así como las del Equipo Editorial, deberán ser tomadas en cuenta por el autor, quien hará los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le será indicado por el editor de la revista (aprox. 15 días). Luego de recibir el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su aprobación.

El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo. Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. Procedimiento con las reseñas y los ensayos bibliográficos Historia Crítica procede de dos formas para conseguir reseñas. Por un lado, los autores pueden remitir sus reseñas al correo electrónico de la revista. Lo mismo se aplica a los ensayos bibliográficos. Por otro lado, la revista recibe libros a su dirección postal (Cra 1a N° 18 A-10, of G-421, Bogotá, Colombia) previo aviso por correo electrónico, ojala indicando nombres de posibles reseñadores. En este caso, la revista buscará conseguir una reseña del libro remitido. Las reseñas deben ser críticas y versar sobre libros pertinentes para la disciplina histórica que hayan sido publicados en los cinco últimos años. Los ensayos bibliográficos deben discutir críticamente una, dos o más obras. Las reseñas y los ensayos bibliográficos son sometidos a revisión y, de ser aprobados, a eventuales modificaciones. Indicaciones para los autores de textos aceptados para publicación (artículos, reseñas, ensayos bibliográficos y entrevistas) • Los autores recibirán dos ejemplares del número en el que participaron. • Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del ‘Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual’, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes, Departamento de Historia, para incluir el texto en la Revista Historia Crítica (versión impresa y versión

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Normas para los autores

Presentación general de los artículos Los artículos no deben tener más de once mil palabra (18-22 páginas) con resumen, notas de pie de página y bibliografía, respetando las siguientes especificaciones: • Letra Times New Roman tamaño 12, a espacio sencillo, con márgenes de 3 cm, paginado y en papel tamaño carta. • Las notas irán a pie de página, en letra Times New Roman tamaño 10 y a espacio sencillo. • La bibliografía, los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas se cuentan aparte. • En la primera página, debe figurar un resumen en español de máximo 100 palabras. El resumen debe ser analítico (presentar los objetivos del artículo, su contenido y sus resultados). • Luego del resumen, se debe adjuntar un listado de tres a seis palabras clave, que se eligen preferiblemente en el Thesaurus de la Unesco (http:// databases.unesco.org/thessp/) o, en su defecto, en otro thesaurus reconocido cuyo nombre informará a la revista. • El resumen, las palabras clave y el título deben presentarse también en inglés. • El nombre del autor no debe figurar en el artículo. • Los datos del autor deben entregarse en un documento adjunto e incluir nombre, dirección, teléfono, dirección electrónica, títulos académicos, afiliación institucional, cargos actuales, estudios en curso y publicaciones en libros y revistas. • En esta hoja, también es necesario indicar de qué investigaciones resultado el artículo y cómo se financió.

referenciadas a pie de página. Las reseñas deben constar de máximo tres páginas y los ensayos bibliográficos tendrán entre 8 y 12 páginas. Reglas de edición • Las subdivisiones en el cuerpo del texto (capítulos, subcapítulos, etc.) deben ir numeradas en números arábigos, excepto la introducción y la conclusión que no se numeran. • Los términos en latín y las palabras extranjeras deberán figurar en letra itálica. • La primera vez que se use una abreviatura, ésta deberá ir entre paréntesis después de la fórmula completa; las siguientes veces se usará únicamente la abreviatura. • Las citas textuales que sobrepasen cuatro renglones deben colocarse en formato de cita larga, entre comillas, a espacio sencillo, tamaño de letra 11 y márgenes reducidos. • Debe haber un espacio entre cada uno de los párrafos; estos irán sin sangrado. • Los cuadros, gráficas, ilustraciones, fotografías y mapas deben aparecer referenciados y explicados en el texto. Deben estar, así mismo, titulados, numerados secuencialmente y acompañados por sus respectivos pies de imagen y fuente(s). Se ubican enseguida del párrafo donde se anuncian. Las imágenes se entregarán en formato digital (jpg o tiff 300 y 240 dpi). Es responsabilidad del autor conseguir y entregar a la revista el permiso para la publicación de las imágenes que lo requieran. • Las notas de pie de página deberán aparecer en números arábigos. • Al final del artículo deberá ubicarse la bibliografía, escrita en letra Times New Roman tamaño 11, a espacio sencillo y con sangría francesa. Se organizará en fuentes primarias y secundarias, presentando en las primeras las siguientes partes: archivo, publicaciones periódicas, libros. En la bibliografía deben presentarse en orden alfabético las referencias completas de todas las obras utilizadas en el artículo, sin incluir títulos que no estén referenciados en los pies de página.

Presentación general de las reseñas y de los ensayos bibliográficos Las reseñas y los ensayos bibliográficos deben presentarse a espacio sencillo, en letra Times New Roman tamaño 12, con márgenes de 3 cm y en papel tamaño carta. Las obras citadas en el texto deberán ser

Referencias Historia Crítica utiliza una adaptación del Chicago Manual of Style, ensu edición número 15, versión Humanities Style. A continuación se utilizaran dos abreviaturas que permiten ver las diferencias entre la forma de citar en las notas a pie de página (N) y en la bibliografía (B):

electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. En caso de que un artículo quisiera incluirse posteriormente en otra publicación, deberán señalarse claramente los datos de la publicación original en Historia Crítica, previa autorización solicitada al Equipo Editorial de la revista.

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Normas para los autores

Libro: De un solo autor: N Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45. B Apellido(s), Nombre. Título completo. Ciudad: Editorial, año.

Tesis: N Nombre Apellido(s), “Título tesis” (Tesis pregrado/ Maestría/Doctorado en, Universidad, año), 45-50, 90. B Apellido(s), Nombre. “Título tesis”. Tesis pregrado/ Maestría/Doctorado en, Universidad, año).

Dos autores: N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90. B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año.

Fuentes de archivo: N Autor, “Título del documento”, lugar y fecha (si aplica), en Siglas del archivo, Sección, Fondo, vol./ leg./t., f. o ff. La primera vez se cita el nombre completo del archivo y la abreviatura entre paréntesis, en seguida ciudad y país. B Nombre completo del archivo (sigla), Ciudad-País. Sección(es), Fondo(s).

Cuatro o más autores: N Nombre Apellido(s) et al., Título completo (Ciudad: Editorial, año), 45-90. B Apellido(s), Nombre, Nombre Apellido(s), Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Título completo. Ciudad: Editorial, año. Artículo en libro: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, en Título completo, eds. Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s) (Ciudad: Editorial, año), 45-50. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. En Título completo, editado por Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s). Ciudad: Editorial, año, 45-90. Artículo en revista: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título revista Vol: No (año): 45. B Apellido(s), Nombre. “Título artículo”. Título revista Vol: No (año): 45-90. Artículo de prensa: N Nombre Apellido(s), “Título artículo”, Título periódico, Ciudad, día y mes, año, 45. B Título periódico. Ciudad, año.

Entrevistas: N Entrevista a Nombre Apellido(s), Ciudad, fecha completa. B Entrevista a Apellido (s), Nombre. Ciudad, fecha completa. Publicaciones en internet: N Nombre Apellido(s) y Nombre Apellido(s), eds., Título completo (Ciudad: Editorial, año), <http:// press-pubsuchicago.edu/founders>. B Apellido(s), Nombre, y Nombre Apellido(s), eds. Título completo. Ciudad: Editorial, año. <http:// press-pubsuchicago.edu/founders>. Nota: Luego de la primera citación se procede así: Nombre Apellido, dos o tres palabras del título, 45-90. No se utiliza Ibid., ibidem, cfr. ni op. cit. Consulte las “Normas para los autores” en español, inglés y portugués en http://historiacritica.uniandes.edu.co

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Políticas éticas Publicación y autoría: La revista Historia Crítica hace parte del Departamento de Historia de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de los Andes, encargada del soporte financiero de la publicación. Se encuentra ubicada en el Edificio Franco, Of. GB-421. La dirección electrónica de la revista es http://historiacritica.uniandes.edu.co y su correo hcritica@uniandes.edu.co El teléfono de contacto es el 3394949, extensiones 3716 y 5526. Cuenta con la siguiente estructura: un director, un editor, un asistente editorial, un comité editorial y un comité científico que garantizan la calidad y pertinencia de los contenidos de la revista. Los miembros de los comités son evaluados anualmente en función de su reconocimiento en el área y de su producción académica, visible en otras revistas nacionales e internacionales. Los artículos presentados a la revista deben ser originales e inéditos y éstos no deben estar simultáneamente en proceso de evaluación ni tener compromisos editoriales con ninguna otra publicación. Si el manuscrito es aceptado, los editores esperan que su aparición anteceda a cualquier otra publicación total o parcial del artículo. Si el autor de un artículo quisiera incluirlo posteriormente en otra publicación, la revista donde se publique deberá señalar claramente los datos de la publicación original, previa autorización solicitada al editor de la revista. Asimismo, cuando la revista tiene interés en publicar un artículo que ya ha sido previamente publicado se compromete a pedir la autorización correspondiente a la editorial que realizó la primera publicación. Responsabilidades del Autor: Los autores deben remitir sus artículos a través del enlace habilitado en la página web de la revista o enviarlo al siguiente correo electrónico: hcritica@uniandes.edu.co en las fechas establecidas por la revista para la recepción de los artículos. La revista tiene normas de acceso público para los autores en español, inglés y portugués, que contienen las pautas para la presentación de los artículos y reseñas, así como las reglas de edición. Se puede consultar en: http://historiacritica.uniandes.edu.co/page.php?c=Normas+para+los+autores y en la versión impresa de la revista. Si bien los equipos editoriales aprueban los artículos con base en criterios de calidad, rigurosidad investigativa y teniendo en cuenta la evaluación realizada por pares, los autores son los responsables de las ideas allí expresadas, así como de la idoneidad ética del artículo. Los autores tienen que hacer explícito que el texto es de su autoría y que en el mismo se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Si se utiliza material que no sea de propiedad de los autores, es responsabilidad de los mismos asegurarse de tener las autorizaciones para el uso, reproducción y publicación de cuadros, gráficas, mapas, diagramas, fotografías, entre otros. También aceptan someter sus textos a las evaluaciones de pares externos y se comprometen a tener en cuenta las observaciones de los evaluadores, así como las del Equipo Editorial, para la realización de los ajustes solicitados. Estas modificaciones y correcciones al manuscrito deberán ser realizadas por el autor en el plazo que le sea indicado por el editor de la revista. Luego que la revista reciba el artículo modificado, se le informará al autor acerca de su completa aprobación. Cuando los textos sometidos a consideración de la revista no sean aceptados para publicación, el editor enviará una notificación escrita al autor explicándole los motivos por los cuales su texto no será publicado en la revista. Durante el proceso de edición, los autores podrán ser consultados por los editores para resolver las inquietudes existentes. Tanto en el proceso de evaluación como en el proceso de edición, el correo electrónico constituye el medio de comunicación privilegiado con los autores. El Equipo Editorial se reserva la última palabra sobre la publicación de los artículos y el número en el cual se publicarán. Esa fecha se cumplirá siempre y cuando el autor haga llegar toda la documentación que le es solicitada en el plazo indicado. La revista se reserva el derecho de hacer correcciones menores de estilo.

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Políticas éticas

Los autores de los textos aceptados autorizan, mediante la firma del “Documento de autorización de uso de derechos de propiedad intelectual”, la utilización de los derechos patrimoniales de autor (reproducción, comunicación pública, transformación y distribución) a la Universidad de los Andes, para incluir el texto en la revista (versión impresa y versión electrónica). En este mismo documento los autores confirman que el texto es de su autoría y se respetan los derechos de propiedad intelectual de terceros. Revisión por pares/responsabilidad de los evaluadores: A la recepción de un artículo, el Equipo Editorial evalúa si cumple con los requisitos básicos exigidos por la revista. El Equipo establece el primer filtro, teniendo en cuenta formato, calidad y pertinencia, y después de esta primera revisión, se definen los artículos que iniciarán el proceso de arbitraje. Los textos son, en esta instancia, sometidos a la evaluación de pares académicos anónimos y al concepto del Equipo Editorial. El resultado será comunicado al autor en un período de hasta seis meses a partir de la recepción del artículo. Cuando el proceso de evaluación exceda este plazo, el editor deberá informar al autor dicha situación. Todos los artículos que pasen el primer filtro de revisión serán sometidos a un proceso de arbitraje a cargo de evaluadores pares, quienes podrán formular sugerencias al autor, señalando referencias significativas que no hayan sido incluidas en el trabajo. Estos lectores son, en su mayoría, externos a la institución y en su elección se busca que no tengan conflictos de interés con las temáticas sobre las que deben conceptuar. Ante cualquier duda se procederá a un reemplazo del evaluador. La revista cuenta con un formato que contiene preguntas con criterios cuidadosamente definidos, que el evaluador debe responder sobre el artículo objeto de evaluación. A su vez, tiene la responsabilidad de aceptar, rechazar o aprobar con modificaciones el artículo arbitrado. Durante la evaluación, tanto los nombres de los autores como de los evaluadores serán mantenidos en completo anonimato. Responsabilidades editoriales: El Equipo Editorial de la revista, con la participación de los comités editorial y científico, es responsable de definir las políticas editoriales para que la revista cumpla con los estándares que permiten su posicionamiento como una reconocida publicación académica. La revisión continua de estos parámetros asegura que la revista mejore y llene las expectativas de la comunidad académica. Así como se publican normas editoriales, que la revista espera sean cumplidas en su totalidad, también deberá publicar correcciones, aclaraciones, rectificaciones y dar justificaciones cuando la situación lo amerite. El Equipo es responsable, previa evaluación, de la escogencia de los mejores artículos para ser publicados. Esta selección estará siempre basada en la calidad y relevancia del artículo, en su originalidad y contribuciones al conocimiento social. En este mismo sentido, cuando un artículo es rechazado la justificación que se le da al autor deberá orientarse hacia estos aspectos. El editor es responsable del proceso de todos los artículos que se postulan a la revista, y debe desarrollar mecanismos de confidencialidad mientras dura el proceso de evaluación por pares hasta su publicación o rechazo. Cuando la revista recibe quejas de cualquier tipo, el Equipo debe responder prontamente de acuerdo a las normas establecidas por la publicación, y en caso de que el reclamo lo amerite, debe asegurarse de que se lleve a cabo la adecuada investigación tendiente a la resolución del problema. Cuando se reconozca falta de exactitud en un contenido publicado, se consultará al Equipo Editorial, y se harán las correcciones y/o aclaraciones en la página web de la revista. Tan pronto un número de la revista salga publicado el editor tiene la responsabilidad de su difusión y distribución a los colaboradores, evaluadores y a las entidades con las que se hayan establecido acuerdos de intercambio, así como a los repositorios y sistemas de indexación nacionales e internacionales. Igualmente, el editor se ocupará del envío de la revista a los suscriptores activos.

Historia Critica No. 55, Bogotá, enero – marzo 2015, 288 pp. issn 0121-1617 pp 275-276















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