Esta obra está protegida por los derechos de la propiedad intelectual. Se reservan todos los derechos sobre la obra y su contenido, incluso en versiones reducidas o resumidas. ©Alberto de Figueiredo ©Ricardo Sánchez ©Mystica Calle San Mateo 19 28004 Madrid richuergo@gmail.com ISBN: 978-84-948429-2-4 Depósito legal: M-28943-2019
26 Alberto de Figueiredo Escrito, editado y diseñado por: Ricardo Sánchez Ilustrado por: Eden Herrera Diseño de portada: Elena Blanco Corregido por: Hugo Maximiliano Victor Noir Eduardo Coffman
MYST I C A li bros de magia
Dedicatoria
Para Arturo de Ascanio, quien permanecerá siempre en mis recuerdos con cariño y con nostalgia. Para Juan Tamariz, gracias por tanta generosidad y por ser tan accesible y cercano. Para Gabi Pareras, por no ser sólo un maestro, sino un amigo sincero. Este libro está dedicado a los tres, que me habéis enseñado muchas cosas más allá de la magia. Gracias desde lo más profundo de mi corazón.
Contenido
Magia de escenario Trucajes y el límite del engaño 22 La baraja humana 31 Cuerda y Tijera 43 Misión Imposible 61 Pompones a cuatro manos 73 El viaje de los espectadores 85 Magia infantil Géneros y especialidades Los pañuelos y la caja Cubos locos Viajeras para niños
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Magia de cerca Sobre magia y concursos El Ocho Americano Rutina de una moneda Homenaje a Tony Toon
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Cartomagia Sobre la práctica y el ensayo Predecir y transponer Del revés El edificio La carta a la cajita Entre tus manos Las cartas viajeras La carta antagonista Coincidencia de dos Memorización de la baraja La agenda impromptu Instrucciones (para realizar un milagro)
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Prólogo
Por Raúl Laguna
La vida, a veces, te hace regalos, y conocer a Alberto, en la S.E.I. de Madrid, fue uno de esos grandes regalos que no te esperas. Nuestros años de amistad y el título de este segundo volumen se funden en un mismo numero: 26. Para mi es muy fácil hablar de Alberto porque llevamos más de la mitad de nuestras vidas siendo amigos. Es muy fácil porque nos conocemos a la perfección. Es muy fácil hablar de una persona que ama y vive por y para la magia. Es muy fácil hablar de una persona que es inconformista, que no se deja deslumbrar por lo fácil y busca con constancia y dedicación lo que le hace diferente. Insisto, es muy fácil hablar de Alberto. Lo difícil es hablar de la trayectoria de uno de los mejores magos de España. Una trayectoria llena de generosidad y humildad, de profesionalidad y estudio, de entusiasmo y exigencia; en definitiva, una carrera exitosa fruto de un gran trabajo y una gran pasión por la magia desde sus comienzos. Hablamos de un artista versátil, que ha sabido adaptarse perfectamente a cada momento y a cada situación durante todos estos años. Alberto tiene un sentido innato del espectáculo, lo lleva en la sangre, en su ADN, y desconoce por completo lo que significa la “zona de confort”. Ha sabido crear y mejorar sus juegos y espectáculos a base de constancia, de escuchar, de dejarse aconsejar… evitando acomodarse y arriesgando sin ningún tipo de vértigo, sin red. Recuerdo perfectamente, como si fuera ayer, cuando empezamos a realizar nuestras primeras actuaciones en un local llamado Luarca, donde Alberto y mi querido y admirado Ricardo Rodríguez formaban pareja artística. Ya, desde esas primeras actuaciones, Alberto sabía elegir con maestría los efectos que se adaptaban como un guante a su personalidad. Una personalidad arrolladora y una simpatía fuera de lo común que siempre ha llevado por bandera, no solo en el escenario, sino en su día
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a día. Poco después llegaron los centros comerciales de la mano de nuestro amigo Carlos Lamas, por aquel entonces presidente de la SEI. Todos los magos que formábamos parte del espectáculo interpretábamos un personaje. Alberto hacía el papel de Tahúr, donde mostraba a los visitantes su ya potente arsenal mágico. Su versión de los cubiletes, del suit apparition y del incauto tramposo, eran algunos de los juegos que realizaba a la perfección en cada uno de los pases que se sucedían a lo largo del día. Estas fueron grandes oportunidades para almacenar tablas con el público y rodar nuevo material.
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Toda esa experiencia acumulada durante los primeros años le sirvió para sentirse como pez en el agua cuando empezaron las actuaciones en pubs, convenciones, fiestas privadas… Pero, como se suele decir, lo mejor estaba aún por llegar: su primer libro, la televisión, sus diferentes espectáculos teatrales, conferencias, DVDs, presentador de festivales, más libros, premios y reconocimientos, The Magic Factory (su escuela de magia junto a Daniel de Benito)… Desde entonces, y hasta el día de hoy, he tenido la suerte de vivir toda su carrera y de disfrutar de sus éxitos, que son los míos. Porque, como dije al principio, hace ya veintiséis años que somos amigos, hermanos. Como podréis imaginar, con Alberto he compartido y vivido muchas cosas durante todo este tiempo. Es mi mejor amigo. Alberto representa la palabra amistad y gracias a él he crecido como persona y como mago. Ha estado y estará en todos los momentos más importantes de mi vida: mi boda, el nacimiento de mis hijos (será en pocos meses el padrino de uno de ellos)… Hemos compartido actuaciones, camerinos, risas, cenas, cumpleaños, partidas en la terraza, fiestas, días y días de piscina en Monteclaro, hemos visto ganar a la selección, compartido viajes inolvidables, mundiales de magia, telepatutías… y también algún que otro momento triste. ¡Y seguimos compartiendo todo eso y mucho más! Compar-
timos veintiséis años de carrera, compartimos veintiséis años de magia y a partir de ahora, compartimos 26, su nuevo libro. Gracias de corazón por regalarme este prólogo. Es todo un lujo y un enorme privilegio. 26 esta a punto de ver la luz y sus páginas rezuman el material que Alberto ha estado realizando desde sus inicios hasta hoy. Estoy seguro de que será una auténtica “Misión imposible” no empezar a leer sus páginas. En ellas, encontrareis juegos mimados al máximo, con una construcción increíble y llenos de detalles. He estado presente en el nacimiento de muchos de ellos, el resto los he conocido con pocos meses de vida, he visto cómo han ido creciendo y evolucionando con el paso del tiempo, y si tuviera que seleccionar uno de entre tantos y tan buenos efectos (cuerda y tijera, la baraja humana, viajeras, la agenda)… me resultaría muy complicado. Pese a la dificultad de elegir mi favorito, todos ellos podría catalogarlos como “Alberto en estado puro”, porque todos ellos tienen algo que él hace a las mil maravillas: combinar humor, participación, ritmo y efecto mágico… añadiendo a la mezcla su elegancia y un toque gamberro marca de la casa. Junto a este material profesional Alberto ha incluido una serie de entrevistas en las que comparte su visión personal sobre diferentes aspectos de nuestro arte. Todas son cachitos de vida, escritas desde la experiencia y cargadas de momentos vividos en primera persona. Queridos amigos, os dejo que disfrutéis con este libro lleno hasta los tuétanos de buena magia. Alberto nos brinda en cada página los juegos que llevan a su lado toda la vida y que ha realizado en sus shows todos estos años. Métodos ingeniosos, charlas originales y estructuras perfectas, son el resultado de muchas horas de estudio y ensayo, que ahora comparte con todos nosotros. 26 es un regalo que no puede esperar más para ser abierto y que lleva el sello inconfundible de Alberto de Figueiredo.
Moratalaz, Julio de 2019
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Introducción … Nos vemos en 26. Cuando me puse a recopilar material para conmemorar mis veinticinco años de profesional, en seguida descubrí que sería imposible que cupiera todo en un solo libro, de manera que sabía que este momento llegaría, el momento de tener que escribir la introducción a este segundo volumen. Si en aquel libro decidí hacer un resumen, a nivel profesional, de mis veinticinco años de carrera, es de recibo que ahora, que soy un año más viejo, haga lo mismo relatando lo ocurrido desde que salió 25 hasta el día de hoy. Me limitaré a mencionar las cosas que, por un motivo u otro, me parecen más reseñables, con la esperanza que de algo de todo esto te pueda ayudar a explorar nuevos caminos. Comenzaré la narración el 22 de septiembre de 2018, día que salió a la luz mi cuarto libro: 25. La presentación tuvo lugar en el festival Magialdia, en la ciudad de Vitoria. Me acompañaron Ricardo Sánchez, escritor de la obra, y Luis Alberto Iglesias (Luigi), encargado de las entrevistas. Mientras yo realizaba algunos juegos del libro, ellos se ocuparon de decir infinidad de parabienes sobre mi trabajo, haciéndome morir de vergüenza con tanta alabanza. Al terminar la presentación, me llevé una gran decepción al escuchar un aplauso que yo sentí que apenas duraba un instante; esa amarga sensación se convirtió en uno de los momentos más emocionantes de mi carrera al ver cómo el auditorio se transformaba en una avalancha de gente corriendo hacia la mesa donde se vendía el libro. Una forma maravillosa de hacerme sentir honrado por tantos años de esfuerzo y dedicación a nuestro arte. Ese mes de septiembre lo completé yendo a actuar para una empresa a Verona (Italia). Todo esto de los viajes queda muy bien en las redes sociales, pero en mi caso a veces preferiría no viajar tanto. A lo largo del año acumulo muchos kilómetros a mis espaldas que terminan por pasar factura. Lo que es in-
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negable es que estas actuaciones me han dado la oportunidad de conocer muchas personas y lugares maravillosos de todo el mundo. En octubre presenté la conferencia sobre mi nuevo libro en la S.E.I. de Madrid. Antes del verano había hecho un preestreno en Córdoba, donde siempre me sacan a hombros (Pepe Peña y Franky Magic son mis adorados porteadores). Quizás ese éxito me hizo salir demasiado confiado y, pese a “jugar en casa”, me fui con un sabor agridulce, siendo la peor conferencia que recuerdo haber dado en mi carrera. Estas cosas pasan y hay que saber aceptarlas y aprender de ellas.
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A final de mes tenía que irme tres semanas a Shanghai para hacer una gira por varios teatros de la ciudad. China es un lugar maravilloso para actuar y el público reacciona fabulosamente bien a mi trabajo. Sin embargo, en ese momento me encontraba con bastante estrés y realmente cansado. El milagro se produjo cuando, a dos días de coger el avión, mi representante en China me escribió para decirme que había un problema con el Ayuntamiento de Shanghai y que, sintiéndolo mucho, tenía que cancelar mi gira pagándome el sesenta por ciento del contrato (el cual solo existía de palabra). La felicidad más absoluta me embargó de la cabeza a los pies. Me quedé las tres semanas en Madrid disfrutando de las primeras vacaciones pagadas de mi vida. El mes de noviembre lo tenía reservado para dar conferencias de 25 en varios lugares del país. Tenía las pilas recargadas tras el descanso y pude quitarme la espinita de la presentación en la S.E.I. de Madrid. Dar charlas para magos es realmente entretenido y lo disfruto enormemente, si bien es cierto que desde un punto de vista económico no es algo demasiado rentable. Las sociedades pagan lo que buenamente pueden y como yo no llevo nada para vender, a parte del libro, el mayor beneficio lo recibo al encontrarme con el reconocimiento por mi trabajo de otros magos. ¡Algo que sienta de maravilla!
Diciembre suele ser un mes de mucho trabajo, especialmente actuando en convenciones de empresa. Con la llegada de la crisis este tipo de actuaciones se redujo de manera drástica. Por suerte, aún no llegando al nivel de entonces, a día de hoy las actuaciones para empresa siguen siendo mi principal fuente de ingresos y el mes de diciembre es el más importante del año en este sentido. Convenciones aparte, en diciembre también tuve la suerte de actuar en dos escenarios de renombre: el teatro Phillips Gran Vía, a través de la Fundación Abracadabra de Magos Solidarios, y el teatro Jovellanos de Gijón, donde presenté seis galas organizadas por José Armas. Que la magia llegue a escenarios como estos realza nuestro arte y lo dignifica, alejándolo de la imagen errónea que algunas personas tienen de él. Llegó enero y empecé el año teniendo que inaugurar la programación de magia del Soho Teatro en Madrid. Los programadores, Armando Gómez y Miguel Gómez, me pidieron que estrenara la sala con mi espectáculo Magicomedy. Todo se complicó cuando esa semana me atacó con fuerza un brote de gripe y el día de la actuación, con todas las entradas vendidas, cogí una faringitis que apenas me permitía hablar. Solución: cortisona en vena, micrófono a toda potencia, no dejar de beber agua durante la actuación y quitarle a los juegos toda la música de fondo para no tener qué hablar por encima de ella. Resultado final: logré sacar adelante el estreno dignamente. En febrero formé parte de la Gala de magia de cerca del Festival Internacional de Magia de Madrid en el Circo Price, que cada año dirige Jorge Blass. Seis actuaciones fantásticas en un marco incomparable. No estoy muy a favor de la magia de cerca realizada para que los espectadores tengan que verla en una pantalla. En mi opinión, toda la magia debe ser vista en directo y nosotros tenemos que adaptar nuestro material al número de asistentes. Por ello decidí hacer magia de salón, cosa con la que Jorge estuvo encantado y creo que el público también. Marzo empezó de maravilla, pudiendo realizar Las cartas sobre la mesa. Disfruto muchísimo con este show y desde que en
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Madrid contamos con el Teatro Encantado y con Grada Mágica, perfectas para hacer magia de cerca, cada vez que tengo un hueco aprovecho para trabajar en ellas. También actué en casa de un cliente al que tengo un cariño especial ya que llevo trabajando para él más de diez años. Normalmente me contrata para hacer un espectáculo de salón para todos los invitados, acabando, en ocasiones, con algo de magia de cerca. En esta ocasión organizó exclusivamente una sesión sentando a sus invitados en torno a un tapete. Me parece interesante comprobar cómo, a base de ir añadiendo pequeñas pinceladas, mi cliente terminó por descubrir lo especial que resulta la magia de cerca para los espectadores. 18
A lo que más tiempo dedico durante el año es a ser el director de The Magic Factory, no solo dando clases casi a diario, sino también eligiendo el material, grabando los vídeos, añadiéndolos a la aplicación y organizando, junto a Daniel de Benito, el calendario escolar semana a semana. Además doy muchas clases particulares a magos que necesitan una tutoría más específica. Cuál fue mi sorpresa al enterarme de que durante dos semanas del mes de abril tendría que enseñar a un alumno que venía desde Colombia para aprender magia conmigo. Mas allá de sentirme obviamente alagado, me parece digno de mención que alguien haga un esfuerzo económico tan grande para intentar profundizar en su aprendizaje. En mayo hice el viaje más largo de mi vida, teniendo que volar a Australia, donde estaba contratado para actuar en una feria de muestras en Melbourne realizando magia de cerca a la gente que se acercaba al stand. Hacía bastante tiempo que no llevaba a cabo este tipo de actuación y nunca es fácil abordar a la gente que no tiene en mente ver juegos de magia, además el público australiano resultó ser frío y distante. Aún cuando estaban disfrutando con mi trabajo, costaba muchísimo lograr que se acercaran, prefiriendo observar la magia desde la distancia. Fueron tres días algo complicados. Por suerte de ahí volé
a Sidney, donde tenía que actuar para gente convocada a una presentación de la misma empresa y todo resultó ser mucho más sencillo. No tiene nada que ver el público cuando va invitado a un evento que cuando cree que le vas a vender algo. Pese a todos los altibajos la experiencia mereció la pena y además la foto con el koala quedó de maravilla en mi Instagram :P. Nada más volver del viaje actué en la comunión de la hija de un cliente importante. Hace muchos años que dejé de hacer comuniones, pero este era un caso especial. Si sueles actuar en comuniones para un público familiar, te aconsejo que durante la actuación anuncies que, al acabar el show, te sentarás en una mesa para regalarle un rato de magia de cerca a todo el que se quiera sentar contigo. Esa media hora extra, donde los adultos se quedan entusiasmados, es muy buen momento para dar muchas tarjetas y mostrar un registro distinto que te llevará a actuar en casas particulares y en fiestas de empresa. Junio fue un mes de mucho trabajo con actuaciones de todo tipo (empresa, teatro, galas…), pero dos cosas hicieron que fuera un mes especial: por un lado uno de mis alumnos, Luisval, presentó en Grada Mágica su nuevo espectáculo Mago en tres actos, un show en el que llevábamos trabajando más de un año. Crear y dirigir un espectáculo para otra persona ha sido una experiencia del todo gratificante y debo añadir que gracias a su esfuerzo y dedicación, quedé muy contento con el resultado. La segunda cosa especial fue pertenecer al jurado del Congreso Nacional de Murcia. Nunca me ha gustado concursar, pero siempre he disfrutado viendo los concursos en los congresos de magia. Ser jurado resultó ser para mí toda una revelación. Tenía muchas reticencias con la idea y, sin embargo, disfruté mucho con la experiencia. Empecé el mes de julio siendo maestro de ceremonias en un kick off de empresa (presentación de objetivos para trabajadores de la compañía). Este tipo de actuación siempre presenta un reto para mí, ya que a menudo implica preparar material
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específico para la marca. Por suerte a mí me encantan los retos. El resto del mes se lo dediqué por completo a mi escuela, montando las galas de fin de curso en el Teatro Encantado, donde las dos actuaciones salieron a pedir de boca (no puedo estar más orgulloso de mis alumnos). También, como cada año a estas alturas, organizamos la fiesta de fin de curso y siempre preparo una charla sobre algún tema. Esta vez se me ocurrió hacer un taller de globoflexia. Llevaba una década sin hacer ninguna figura más allá del perrito (que utilizo a menudo en un número de escenario), pero me llevé una grata sorpresa al descubrir que me acordaba perfectamente de todo lo que había aprendido tanto tiempo atrás. Él que tuvo, retuvo. 20
¿Y agosto? Pues desde hace años tengo la sana costumbre de tomarme el mes completo de vacaciones, y aunque me tocará revisar este libro unas cuantas veces antes de mandarlo a imprenta, hacerlo debajo de una sombrilla no es trabajar. Hasta aquí este recorrido por un año completo en mi vida laboral. Como habrás observado trato de exprimir al máximo las actividades relacionadas con la magia. Debo añadir que para poder hacer todo esto cuento con la ayuda del que es mi mano derecha desde hace unos años: Víctor Vitia. Quede aquí reflejada mi más sincera gratitud. Me considero un auténtico privilegiado por llevar veintiséis años dedicado a la que es mi pasión. Soy mago, y estoy muy orgulloso de serlo. Espero que disfrutes con la lectura de 26. Gracias por estar siempre ahí.
Menorca, 2 de agosto de 2019
Magia de escenario Trucajes y el límite del engaño La baraja humana Cuerda y tijera Misión imposible Pompones a cuatro manos El viaje de los espectadores
Trucajes y el lĂmite del engaĂąo En esta entrevista y las que siguen Luis Alberto Iglesias invita a Alberto de Figueiredo a compartir su punto de vista sobre distintos aspectos de la magia.
Luigi: ¿Alberto, te consideras un mago purista? ¿Evitas los gimmicks, trucajes y accesorios para favorecer los métodos que solo precisan una baraja o monedas ordinarias? Alberto: No, en absoluto. Recuerdo una ocasión en la que Arturo nos contó, enfadadísimo, que un chico había sido eliminado de un campeonato por haber usado cartas de doble cara; aquel chico era Gabi Pareras. El jurado ni siquiera lo había intuido, pero más tarde se enteró del secreto y decidió eliminarlo. Arturo montó en cólera. Quizá por eso nunca volvió a aceptar ser miembro de un jurado, no lo sé… El caso es que aquello pasó… Yo creo que es totalmente lícito usar cualquier tipo de trucaje a nuestro alcance, aunque siempre hay un límite. Me explico. Ese límite no está en los accesorios trucados, sino en que el espectador tenga ante sus ojos toda la información. Para mí, cualquier cosa que ocurra o haya ocurrido “fuera de cámara”, fuera del plano de la visión de los espectadores, es trampa. Luigi: Precisamente a eso quería llegar. Los magos contamos con un arsenal creciente e ingeniosísimo de cartas de doble cara, de doble dorso, cascarillas, etc. Pero parece que el auge de la magia hecha y concebida para viralizar vídeos en redes sociales ha llevado a algunos a rebasar el umbral de lo permisible. ¿Qué opinas? Alberto: Eso no es nuevo. El uso de compinches es antiquísimo. Para mí, son modas que van y vienen. Cuando nosotros empezamos, era algo que se evitaba; ahora, ha regresado. ¿Cuál es mi opinión? Pues que es nefasto. Mira, antes me preguntaban muy a menudo por el célebre mago enmascarado que destripaba los secretos en televisión. ¿Te acuerdas? Luigi: Sí claro. Alberto: Siempre he pensado que esa clase de cosas no hacen tanto daño como se piensa. Hoy, YouTube está lleno de juegos de magia destripados al alcance de cualquiera, pero quien ve
uno de esos vídeos, lo hace por curiosidad, y el que ve diez, ese, tiene interés y, por tanto, bienvenido sea. Luigi: Bien, pero, usar compinches durante la grabación de un efecto o trucos de postproducción… Ese tipo de engaños, ¿qué te parecen?
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Alberto: Ahí quiero llegar. Que se expongan secretos de magia no me parece que haga daño, pero que se usen compinches perjudica muchísimo. Yo siempre lo explico igual. A ver, si mañana te enteras de que Rafa Nadal ha jugado al tenis dopado durante toda su carrera (algo parecido sucedió con el ciclista Lance Armstrong, ¿recuerdas?) el mito se derrumba. Si te gusta mucho Raphael y te cuentan que en sus discos no era él quien cantaba (por ejemplo, como pasó a finales de los ochenta con el dúo Milli Vanilli), la decepción sería tremenda. Pues con la magia ocurre lo mismo. Un mago no puede hacer ciertas cosas, y me refiero a cosas que el público entiende que no debe hacer, como usar compinches. De lo contrario, vayámonos al cine a ver la última de los Vengadores, que nos encanta pese a saber que todo es truco de cámara. ¿Me entiendes? En la magia eso no debe ocurrir. No puede haber truco de cámara, no puede haber un compinche, porque entonces estamos abusando de la buena fe del espectador. El espectador cree que lo que va a ver durante el espectáculo es real, auténtico. Por muchas bolas que tires al aire para elegir a un falso espectador, por ingenioso que sea tu método para introducir al compinche, algo falla cuando los magos dedicamos nuestro ingenio a encontrar un método perfecto para elegir a un compinche. Mira, antes no me pasaba, pero ahora con frecuencia me preguntan: “pero eso es un compinche, ¿no?”, y creo que es porque hay un runrún en el oído del espectador, rumores sobre tal o cual mago que llena teatros usando compinches. Me parece que es terrible para la magia. Luigi: O sea, que no todo vale para ofrecer un buen espectáculo y llenar un teatro. Porque entre los propios magos hay
quienes responden: “sí pero, ahí lo tienes, llenando el teatro semana tras semana”. Alberto: Pero es que, entonces, ¿para qué quieres ser mago? ¿Para qué estudiamos magia? Un actor de teatro que interpretase a un mago lo haría mejor que muchos de nosotros. Mira, el mejor número de hipnosis que he visto jamás lo hizo Leo Bassi durante un espectáculo en el que, después, explicaba que los dos espectadores que lo ayudaban eran realmente compinches. El número era extraordinario, pero el tipo al final tenía el valor de decir: “gracias, señores, pero esto es con compinches”. Qué desilusión, qué pena, vale, pero yo prefiero saber la verdad a que me hayas engañado y me vaya a casa con un engaño que me indignaría conocer. La magia no puede traspasar esa frontera. Lo que digo sobre los compinches también lo aplico al pre-show. ¡Es que se han ganado mundiales de magia con pre-show! No, mira, tienes diez minutos para hacer un número de concurso, y todo lo que ocurra tiene que verse ahí. El método tiene que estar a la vista del espectador y el jurado debe saber si lo que está viendo es real o si hay cosas que han ocurrido antes de poner en marcha el reloj. En este libro hay un juego (“La baraja humana”) que nació de una idea que tuve hace años para la que se me ocurrió una solución ingeniosísima con un compinche. Pues no. Como no podía ser así, tardé cuatro años hasta encontrar una solución aceptable. En Veinticinco hay un juego titulado “Caja, candado y página” que proviene de otro que yo había leído basado en pre-show. Hay que devanarse los sesos para encontrar una manera de hacerlo que sea real, que sea válida. Luigi: Vale, entonces, entiendo que para ti existe un engaño legítimo y otro que no lo es. ¿Cuáles son los límites de ese engaño legítimo? Alberto: Por resumir, el engaño legítimo es aquel en que el espectador está viendo todo lo que hay. Si hago un viaje de
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monedas de mano a mano con una cascarilla, el espectador ve la cascarilla aunque no sea capaz de discernir que esa moneda tiene otra en su interior. Eso es legítimo. Si en un espectáculo en teatro hay pre-show, el espectador no sabe que media hora antes de que se abriese el telón el mago se acercó a una persona y le dijo “mira una carta y, cuando luego te pregunte por ella, nómbrala”. Para mí eso no es legítimo. Luigi: O sea, que el espectador debe tener todas las piezas del rompecabezas.
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Alberto: Claro. El otro día vi en televisión el espectáculo de un mago muy famoso. Hacía llegar un trozo de papel a un espectador sentado entre el público. El espectador escribía algo y devolvía el papel, que pasaba de mano en mano hasta llegar al mago. Pero un espectador de la primera fila cambiaba el papel por otro y se lo entregaba al mago. Nadie imagina que ese espectador es en realidad un ayudante. Bien, pero eso tiene que ocurrir en el escenario. Y el mago debe arriesgarse a que alguien piense: “¡Uy! Ese ayudante quizá le ha cambiado el papel”. ¡Perfecto! El espectador tenía ante sí todos los elementos y ha descubierto al ayudante o sospechado su intervención. Pero sentado en la platea no lo puedes sospechar. Tienes la guardia baja porque crees que ese espectador es como tú, una persona que ha pagado su entrada para ver el espectáculo. Para mí, la condición de legitimidad es que el espectador esté viendo todo lo que interviene en el engaño; cualquier cosa que se salga de ese marco de referencia es trampa. Luigi: ¿Dirías que los magos han perdido confianza en los métodos clásicos o propios de la magia? Te lo pregunto porque recuerdo que, en sus especiales de magia en televisión de los años ochenta, David Copperfield hacía hincapié en que todo lo que el espectador veía desde su casa era lo mismo que el público del teatro estaba viendo. Insistía en ello precisamente para que se descartase el uso de compinches. ¿Acaso hemos pasado a pensar que nuestros métodos ya no son suficientemente buenos
para el público actual y por eso es necesario recurrir a compinches u otro tipo de trampas ilegítimas? Alberto: Es una muy buena reflexión. Yo no creo que sea una falta de confianza en nuestros métodos, sino que cada vez queremos más. Siempre he creído que la televisión no es un buen medio para la magia. Por eso, para adecuar la magia a la televisión nos planteamos presentar imposibles absolutos. Por ejemplo, un efecto de carta ambiciosa no cumple los estándares del imposible televisivo, no daría para un vídeo viral ni entraría en los programas de zapping. Sin embargo, un tipo que desaparece del estudio de televisión y reaparece caminando por Manhattan sí los cumple. ¿Y cómo consigues eso? Pues, claro, saltándote todas las reglas. Lo que presentaba Tamariz en el programa de televisión ¡Chan-ta-ta-chán! valía para televisión. René Lavand salió tres veces en el programa. De esto hace ya veinticinco años. Pues bien, aún hoy todo el mundo recuerda al señor manco argentino que repetía eso de “no se puede hacer más lento”. ¡Todo el mundo lo recuerda! ¿Y qué hizo? Un “Agua y aceite” con tres cartas. Pero lo hizo muy bien, claro. Ahora suplimos nuestras carencias con compinches, trucos de cámara y trampas fuera de plano. Queremos lograr el imposible haciendo lo que no podemos hacer. Luigi: ¿Y no crees que quizá sea simplemente una forma de crear magia para un propósito y un medio muy concretos? A saber, producir piezas para redes sociales que te conviertan en el mago más popular del planeta. Quizá, llevados por ese afán de notoriedad ideamos efectos aptos para ser disfrutados y compartidos desde la pantalla de un teléfono. Magia con fines casi exclusivamente promocionales. Pero, claro, el mago no se da cuenta de que es contraproducente, puesto que la gente acudirá en masa al teatro esperando ver esos efectos… y el mago no los puede hacer. Alberto: La magia que suelo ver en redes sociales son efectos
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con cien ángulos malos donde un tipo coloca su cámara y graba justo desde el ángulo bueno. Para mí eso no es trampa, porque el espectador está delante de ti, aunque al otro lado de la pantalla. Eso es magia auténtica. Probablemente ese efecto no lo vas a poder hacer en tu vida real, de acuerdo, pero para mí es magia lícita. Estás haciendo todo delante de la cámara y, por ejemplo, no estás sacando una mano fuera del plano, robar una carga y hacer aparecer agua en tus manos, por decir algo. Luigi: Salirte de la pantalla sería ilícito.
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Alberto: Sí, para mí, sí. Algún mago responderá: “pero es como si cargases del regazo”. Cierto, llevar la mano al regazo es parecido a sacarla de la pantalla, vale… Los límites no son nítidos y podemos discutirlos. Pensemos en esos vídeos virales basados en trucos de edición que un tipo aparece, luego desaparece, se transforma o le pasan cosas imposibles. Ni siquiera tratan de que el público tome todo aquello por magia. Todos saben que son trucos de edición, y eso es perfectamente válido. Es válido porque se sabe que no es magia. Mientras tú no intentes hacer creer que ese señor es un mago que no ha usado trucos de edición de vídeo, no tengo nada que objetar. Luigi: ¿Estamos acostumbrando al espectador a esperar cosas imposibles de hacer en las circunstancias de una actuación real? Alberto: Sin duda, y es contraproducente. Estoy cansado de actuar en un sitio y que alguien me diga: “Bueno, es que el otro día Dynamo hizo tal o cual”. Pero, ¡¿cómo que Dynamo?! ¡Lo que hizo Dynamo es mentira, es falso! ¿Eso contra quién va? ¡Pues contra nosotros! Luigi: Entonces, ¿ha surgido un nuevo tipo de mago que solo puede hacer magia en esas circunstancias? Creo que todos conocemos casos en que magos famosos por sus vídeos en redes sociales han sido invitados a congresos y han resultado ser ma-
los y aburridos. Fuera del marco controlado de su dormitorio y su cámara resulta evidente que carece de ese montón de habilidades que hacen a un mago completo: una buena presentación, carisma, ritmo escénico... Alberto: Se me ocurren muchísimos nombres, pero no creo que estén engañando a nadie. Al fin y al cabo, ellos hacen esos vídeos y la gente los aprecia por eso. No tienen nada que ver con los compinches, el pre-show o los trucos de edición. Eso sí que hace daño a nuestro arte, y mucho. Luigi: Alberto, imagina que un adolescente tiene por ídolos a esa clase de magos. Cree que la magia consiste en eso y aspira a hacer ese tipo de efectos y otros similares. ¿Qué le dirías? Alberto: Mira, es que has dado en el clavo. No hace muchos años, cuando el Mago Pop empezó a triunfar, asistí a un congreso y un chico se me acercó y me dijo que quería cenar conmigo. Yo no lo conocía. El caso es que durante la cena le pregunté qué tipo de magia hacía y me explicó que él hacía un juego en que pasaba esto y aquello… “¿Pero ese juego no es uno que hace el mago Pop?”, respondí. Y me dijo que sí. “¿Pero lo haces igual?”. Otro sí. “¿Y usas una chica que en teoría es del público pero en realidad es tu ayudante?”. “Sí, yo hago lo mismo”. Y me lo decía como si fuera lo más natural del mundo. Y ahí está el problema, que el mago más famoso haga eso y sea la referencia de los jóvenes que están aprendiendo. Luigi: Y que no reparen en que esa clase de trampas no son legítimas. Alberto: ¡Claro! Si lo hace ese señor y triunfa, ¡¿cómo no va a ser legítimo?! ¿Qué le diría a ese chico? Pues que eso no se puede hacer, ni más ni menos. Luigi: Muchos magos ahora se inician solos, sin profesores, con descargas o vídeos en YouTube, sin ese mentor que les diga “Cuidado, esto no se debe hacer. Esto es un desprecio al arte de la magia y por aquí no vayas”. No tenemos quién nos advierta
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y, por tanto, cualquier método es bueno. ¿Puede estar ocurriendo algo parecido? Alberto: Posiblemente. YouTube y todas esas cosas tienen su parte buena y su parte mala. Una parte mala es esa. A mi escuela de magia llegan muchísimos jóvenes. Yo les pregunto: “¿Qué nivel tienes?”. Y me dicen: “Yo ya tengo nivel como para, por lo menos, estar en nivel tres…”. Y no tienen ni idea. Sí, tienen cierta destreza técnica. Llegan haciendo empalmes y algunas cosas bárbaras, pero ignoran qué es la magia y son incapaces de presentar un juego bien hecho. Pero eso es normal y tiene que ver con la facilidad con la que aprendemos. Luigi: Y la forma en que se aprende ahora en solitario. 30
Alberto: Pero cuando tú y yo empezamos, ¿no empezamos también aprendiendo empalmes? Yo, sí. Luigi: Pero teníamos libros y sociedades mágicas. Era distinto. Alberto: Sí, sí, es verdad, pero al segundo día de llegar a la SEI ya aprendí a empalmar cartas. Luigi: Había gente que te decía: “Así, sí. Así, no”. Alberto: Eso es.