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Conclusiones Pág

se elige a sí misma en Jonas, ¿está en relación con la voluntad de poder en Nietzsche? La vida como principio en Jonas, ¿es una forma del eterno retorno de lo mismo en Nietzsche? La apertura al mundo del ser vivo en Jonas, ¿es una forma de la creatividad y del arte en Nietzsche?

De acuerdo con Heidegger, el concepto de valor es la versión moderna de la presencia pura de las ideas (pág. 130), o sea una forma de objetivar el mundo de las ideas. Ahora bien, como en Platón hay una relación mediada por el deber ser entre el mundo sensible y el mundo inteligible, la estructura del valor mediada por la misma relación (deber ser) se sitúa también por esta vía en la perspectiva platónica. Y como la experiencia cognitiva de la Verdad ilumina en el sujeto platónico una actuación de compromiso hacia la concreción del mundo inteligible en el mundo sensible de forma análoga a como se espera encontrar en el ámbito de la ética ambiental una teoría-experiencia a partir de la cual se dé en el ser humano la responsabilidad, también por este camino transitamos muy próximos a la senda metafísica. Consideremos entonces la siguiente situación: la crítica de Nietzsche a la metafísica cumple con su misión de dejar sin fundamento la teoría del valor, pues él ha mostrado cómo en el centro de todo está la vida encarnada en una entidad, por tanto ha desacralizado todo y ha plantado en el centro la verdad desnuda, a saber, el hombre, cada uno en su individualidad; ese hombre individual, frágil, animal frustrado, es la medida de todas las cosas; no hay esencias, ni verdades, ni valores absolutos; <<al desaparecer todo ser en sí y haber tan sólo voluntad de poder no le queda a los valores posibilidad de legitimación distinta de la que les confiere el sujeto que los fija y los quiere>> (pág. 149). Por esa vía la única posibilidad que le queda a la filosofía es acudir a la justicia de la voluntad. ¿No es esta la situación en la que se encuentra la ética ambiental cuando pone sus ojos en la filosofía de Jonas? En términos de Pommier, pasar del individuo a la relación entre organismos. Como si fuera poco, establecer estas relaciones en términos de justicia o de solidaridad.

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Conclusiones

Dos parecen ser los problemas fundamentales de la ética ambiental: encontrar una manera de demostrar el valor intrínseco de la naturaleza y lograrlo sin hacer concesión alguna al dualismo ontológico. La ética ambiental norteamericana (Leopold, Rolston III y Callicot) al parecer fracasó doblemente en la tarea; no pensó suficientemente el valor intrínsecoy cuando lo hizo, se instaló siempre en el problemático sustrato del dualismo. Leopold habla como si un ecosistema fuera un hecho dado, plenamente reconocible, como un río por ejemplo, y simultáneamente adscribe a tal “objeto” un valor intrínseco, con lo cual se equivoca dos

veces, primero porque un ecosistema es más bien una construcción teórica o una realidad que va siendo constituida por el conocimiento y no algo dado directamente a la percepción, y segundo porque aun siendo francamente objetivo, el <<ecosistema>> tendría un valor objetivo, como el río al que se puede considerar objetivamente valioso como recurso, como fuente o como bien, pero no intrínsecamente valioso o valioso en el sentido de provocar la obligación moral en quien reconoce su existencia. Rolston III jamás justificó su salto desde el organismo individual hasta el ecosistema y como si fuera poco, aun el mismo valor intrínseco del organismo individual no fue pensado suficientemente y antes bien se funda sustancialmente en un punto de vista antropomorfista. Callicot parte del cientificismo y su representación objetivante de la cosas, en este caso de la naturaleza, pero no se detiene a pensar la poca semejanza existente entre un fenómeno como el color, el cual compara con el valor, con la dimensión axiológica en general, pues ¿cuándo el color blanco, por ejemplo, ha movido a su conservación, defensa o promoción?

No consideramos en este trabajo si la visión de Pommier es justa con los autores norteamericanos aquí tratados. Tampoco cuestionamos el sentido y validez de la tesis de Jonas sobre el olvido histórico de la vida en la tradición filosófica, ni si su valoración de Heidegger es compartida o no. En estas páginas nos propusimos ilustrar los fracasos de la ética ambiental: Pommier resalta las limitaciones del pensamiento ambiental norteamericano y simultáneamente muestra los problemas presentes en la obra del mismo Jonas; de parte nuestra intentamos llevar hasta Jonas las críticas hechas por Heidegger a Nietzsche. En síntesis: vemos tanto en la filosofía ambiental como en la ética ambiental sendas poco prometedoras.

Propugnamos por un pragmatismo ambiental. Se nos podría presentar una objeción: algo debe guiar este pragmatismo y ya que se propone prescindir tanto de la ética ambiental como de la filosofía ambiental, no queda claro cuál ha de ser la guía o la orientación necesaria para la acción ambiental. Pero, justamente, el pensamiento que anima a este artículo descansa sobre la convicción de la imposibilidad de encontrar un fundamento teórico para la acción ambiental y, todavía más, sobre el peligro inherente a la creencia en la necesidad de tal fundamento.

Expresado de otra manera: deseamos hacer de lo ambiental un problema político y no un problema técnico. Si la ética o la filosofía o la ecología encontraran algún fundamento, la actuación quedaría esclarecida; obrar de otra manera sería irracional y el poder estaría

obligado a materializar la decisión tomada desde el fundamento. Hoy en día sabemos bastante bien que todo fundamentalismo descansa en un fundamento y que el terrorismo ecológico no sería menos nocivo que el terrorismo religioso. Por otra parte, toda postura desprovista de poder es irrelevante, así que optar por un tratamiento político del problema ambiental implica el empoderamiento de las posiciones ambientales, en lo posible diversas y dialogantes.

Eric Pommier

Bibliografía

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Schaeffer, J.-M. 2009. El fin de la excepción humana. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 324 p.

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