O N S Á M 15 AÑOS DE UTOPÍA
Carlos Hakker y Nelly Pérez, padres del Caso Utopía, relatan la historia de su hijo Carlos Augusto Hakker. Los padres de las 29 víctimas buscan reformar el sistema legal
C
arlos Hakker no imaginó guardar el recibo de compras del supermercado, que un día su hijo, Carlitos, le pagó con su primer sueldo. Aquel gesto de retribución le demostraba que su único hijo hombre del hogar era diferente, pues no solo era chacotero y burlón, sino agradecido con su viejo. Carlos Hacker aún recuerda las palabras de ese día, “¿Qué necesitas, papá?”, pero estas palabras, no fueron las únicas que permanecerían en su mente. Nelly Pérez, su esposa, recibió una llamada que la haría sentirse orgullosa. El gerente de la empresa, donde recientemente laboraba su hijo, le había pedido que Carlitos ascienda a ser su mano derecha, que ella le pida a su hijo que acepte la propuesta, y que con su desempeño, él otorgaría buenos resultados. Carlos Hakker Pérez, engreído como Carlitos, tenía 29 años cuando ya estaba dispuesto a casarse con Flavia, la mujer de su vida, pues tras varios años de relación, las nupcias estaban en la puerta de su casa, sin embargo, otra visita llegaría para entregar las malas noticias.
Con su ingenuidad, pensó que tal vez la fiesta no estaba aburrida después de todo, sin embargo, la habitación permacería sola aquel día.
Nelly Calderón sufrió de un infarto cerebral en el largo proceso de búsqueda de Justicia Carlos Hakker rememora que su hijo se encontraba con desidia, que no quería ir a una fiesta que un amigo le había invitado, pero que tras una llamada telefónica y un discurso reiterativo de ánimo, aceptó ir diciendo las palabras más cotidianas “Papá, ya vengo”, sin embargo, estas palabras, para la memoria de Carlos, serían la más triste despedida. Las malas noticias Carlos hacker se levantó a las 12 de la medianoche, observó el cuarto de su hijo y se percató que aún no había vuelto. Repitió este acto a las 3 de la mañana, pero la habitación permanecía vacía. Con su
ingenuidad, pensó que tal vez la fiesta no estaba aburrida después de todo, sin embargo, la habitación permanecería sola aquel día. El timbre sonaba repetitivas veces al amanecer. Eran las 6:30 de la mañana y se respiraban las malas noticias. Carlos Hacker recibió a su cuñado y a otros familiares, y su única pregunta resultaba: ¿Y dónde está Carlitos? El silencio lo decía todo, hasta que su cuñado dijo las palabras sutiles que harían que Carlos Hakker lancé gritos por toda la casa y derrame lágrimas de desesperación. “Carlitos, ya no está entre nosotros”.
Nelly pensó que era una pesadilla, pero los gritos la habían despertado, bajó de su habitación y sus familiares la tomaron por el brazo y la hicieron calmarse, su hermana le había contado el hecho, Carlitos no regresaría a casa, no ascendería en la empresa, no se casaría, pues ahora su habitación era otra y él había cerrado los ojos definitivamente. 26 vidas sin luces Eran las 2 de la madrugada, y la música electrónica invadía el ambiente, la fiesta denominada “Zoo” por la presencia de animales salvajes era un éxito para los empresarios de Utopía, se habían convocado a 1600 personas
gritos no eran los únicos, pues muchas personas aseguraban que el león y el tigre que se encontraban enjaulados como parte del espectáculo se habían escapado de su jaula al percibir las inmensas llamas y el humo asfixiante que se incrementaba en breves segundos. Muchos jóvenes decidieron ocultarse en el baño, sin pensar tal vez, que sería su condena. La humareda ascendía por todo el local y penetró en todos los lugares cerrados dejando a los jóvenes asfixiados en el lugar. La luz se había apagado, las ventanas estaban cerradas y los jóvenes estaban sentados esperando a sus padres, que posteriormente, contarían la historia por ellos. Un ahogo de lágrimas
a de las 3700 invitaciones, a pesar que la capacidad era tan solo para 1000 personas. Las luces iluminaban el local y el fuego se observaba por todos lados, sin embargo, tras varios gritos y empujones, las luces se apagaron para acabar con la vida de 26 jóvenes, quienes desconocían los riesgos de aquella noche. Carlos Hacker (29) se encontraba con su amigo conversando, hasta que decidió ir al baño, tras pocos minutos, la gente empezó a exclamar ¡Fuego! ¡Fuego!, el incendio había iniciado en la cabina del DiskJockey y estaba abarcando todo el local. Sin embargo, aquellos
Nelly Pérez trataba de contenerse, su voz se tornaba apagada y entrecortada, se estaba ahogando en sus propias lágrimas. Sin embargo, aguantando su dolor, decidió llamar a la casa de Flavia y contarle lo sucedido.
... los jóvenes estaban sentados esperando a sus padres, que posteriormente, contarían la historia por ellos. La empleada había recibido la llamada y Nelly preguntó por Flavia - Señora, dígame qué está en su casa, dígame que está en la clínica- Nelly solo respondió: Por favor, necesito hablar con Flavia. La respuesta lo decía todo y esta vez, las lágrimas no se pudieron contener. Carlos Hakker acudió a la empresa, esta había organizado una pequeña misa en memoria de su hijo, y para él no había mejor recuerdo que aquel lugar, donde un día su hijo se lastimó la pierna en un partido de vóley entre compañeros. Carlos siente que no es fuerte como parece, y en aquella vigilia, decidió desahogar-
La policía y la Fiscalía observan la discoteca incendiada en el 2002 26 víctimas fallecieron en la discoteca y 3 en el Hospital.
se en una mar de lamentos. La Justicia ya no es una utopía Carlos Hakker y Nelly Pérez aún se quiebran ante el recuerdo, a pesar de ello, unen esfuerzos para mantenerse de pie y continuar con el proceso, reconocen que quince años de largo proceso judicial no han sido fáciles y piensan continuarlo hasta los últimos días de su vida. En el 2014, la sentencia fue clara, Allan Azizollahoff y Edgar Paz fueron condenados a 4 años de prisión y sentenciados a una deuda de 70 mil soles por ser gerentes de la discoteca y desdeñar las medidas de prevención. Sin embargo, ambos han presentado una serie de artimañas políticas y judiciales para alargar el proceso. El último artificio presentado fue el pasado 11 de mayo, en al cual, la madre de Edgar Paz presentó un recurso de Habeas Corpus en un pueblo alejado de Cajamarca, el cual pedía la libertad de los implicados y anular la sentencia.
A pesar de esta situación, los padres de Utopía, como ellos se denominan, se han unido y establecido un lazo amical que simboliza su lucha por la honra de sus 29 hijos. En conjunto, han denunciado este acto de aparente corrupción, donde el juez que recibió el Habeas Corpus, Sergio Ríos Abanto, sea sancionado. El 31 de mayo, tras el escándalo del Habeas Corpus, la Corte Superior de Cajamarca decidió destituir al juez Ríos Abanto y se anuló todo proceso que busque la libertad de los implicados, pero aún, la lucha para los padres no ha terminado, pues los condenados aún siguen en el extranjero sin ser extraditados. Una nueva reforma El caso del Habeas Corpus ha llevado a cuestionar las funciones de las garantías constitucionales, de la cuales, los padres aseguran que es inadmisible utilizarlas para liberar a hombres condenados por delitos graves y comprobados; es por ello, que mediante el abogado
César Nakasaki, se ha propuesto una modificación de la ley en la cual solo se pueda presentar un Habeas Corpus en la misma zona donde sucedieron los hechos y no en cualquier juzgado alejado de la ciudad. El 1 de junio, los padres se reunieron con la presidenta del Congreso, Luz Salgado, para conversar sobre esta nueva reforma, que en palabras de la madre afectada, Pilar Villarán, evitará “la prostitución de las garantías constitucionales”. A su vez, Los padres han propuesto que los implicados sean registrados en el Programa de Recompensas del Ministerio del Interior.
...esta nueva reforma, que en
palabras de la madre afectada, Pilar Villarán, evitará
“la prostitución de las garantías constitucionales”.
Ellos aún viven Los padres del caso Utopía aún rememoran las sonrisas de sus hijos, de sus sueños y de la forma en que ellos, siendo jóvenes, cambiaron la vida de sus progenitores. Por ello, los padres han decidido contar la historia para que no se repita, para que nunca más exista una utopía. En el 2004, Roberto Valverde, padre de Milagros, fundó una ONG con el nombre de su hija, en la cual busca apoyar a jóvenes que tengan problemas legales en el sector salud o deseen estudiar en el extranjero y no tengan los medios. De esta forma, los padres buscan que sus hijos no sean olvidados y que otros jóvenes como Milagros o Carlitos, puedan aprovechar la vida sin que sean consumidos por la fugaz flama de la desgracia. “El golpe más fuerte de tu vida, del cual nunca te vas a reponer es la muerte de tu hijo; tu sabes que a tu madre la vas a perder, a tu padre también, pero jamás, jamás, jamás, a un hijo.” recalca Nelly, quien con Carlos Hakker desconocen porque la tinta del recibo de aquel día se borró.
Roberto, padre de Milagros y los padres Nelly Pérez y Carlos Hakker, progenitores de Carlos Augusto Hakker